Agricultura y Meteorología |
Labranza; arte de cultivar la tierra para que produzca cosechas. Tuvo su principio en Edén, ya que después de que Adán fue creado por Dios, se le colocó en aquel jardín “para que lo cultivara y lo cuidara”. (Gé 2:5, 15.) Sin embargo, debido a la infidelidad de la primera pareja humana, el paraíso edénico no se extendió, sino que, por el contrario, el suelo llegó a estar bajo la maldición de Dios. El hombre tendría que ganarse la vida con su sudor y duro trabajo. (Gé 3:17-19.)
El primer hijo de Adán y Eva, Caín, se hizo “cultivador del suelo”; Abel, pastor de ovejas. (Gé 4:2-4.) Después del Diluvio, “Noé comenzó a trabajar de labrador” y plantó una viña. (Gé 9:20.) Más tarde, Abrahán, Isaac y Jacob vivieron como nómadas y pastores con sus rebaños, de modo similar a como lo había hecho Jabal antes del Diluvio (Gé 4:20), aunque hay prueba de que Isaac y Jacob también cultivaron la tierra, pues se menciona específicamente el trigo. (Gé 26:12; 27:37; 30:14; 37:7.)
Agricultura israelita. Las excavaciones arqueológicas han demostrado que la región de Palestina fue uno de los primeros centros agrícolas. La Tierra de Promisión era una tierra muy fértil. En los días de Lot, el distrito del Jordán era “como el jardín de Jehová, como la tierra de Egipto hasta Zóar”. (Gé 13:10.) Antes del éxodo, la nación de Israel estuvo bien familiarizada con la agricultura de Egipto, donde se cultivaba trigo, lino, cebada, pepinos, melones, puerros, cebollas, ajo y otros productos. (Éx 9:25, 26, 31, 32; Nú 11:5; Dt 11:10.) Luego la nación llevó una vida nómada por el desierto durante cuarenta años, relativamente libre de la influencia corruptora de los pueblos paganos.
Cuando entró en la Tierra de Promisión, la nación se estableció en ella y emprendió una vida agropecuaria. Fue muy conveniente que heredaran una tierra que ya se estaba cultivando, pues la gran mayoría de los hebreos que habían conocido la agricultura en Egipto habían perecido en el desierto, por lo que habría pocos labradores competentes con experiencia práctica, si acaso alguno, capaces de dar comienzo a la labranza de una tierra nueva y extraña para ellos. (Nú 14:22-30; Heb 3:16, 17.) Así que les fue muy conveniente heredar ‘casas llenas de toda suerte de cosas buenas, cisternas labradas, viñas y olivares ya plantados que daban fruto’. (Dt 6:10, 11; 8:6-9.)
Después de la división de la tierra en territorios para cada tribu, se repartieron las parcelas de terreno, para lo que probablemente se utilizó el cordel de medir. (Sl 78:55; Eze 40:3; Am 7:17; Miq 2:4, 5.) Una vez establecidos, estos límites tenían que reconocerse y respetarse. (Dt 19:14; 27:17; Pr 22:28; Os 5:10; compárese con Job 24:2.)
Barbecho. El barbecho es la técnica agrícola que tiene la característica de dejar una parte de la tierra sin cultivar cada año, para que así se regenere y obtenga la materia orgánica y la humedad propia del tipo de suelo que sea. Coloquialmente se entiende como dejar una parte de la tierra sin cultivar, tierras de descanso. Esto se hace para que el cultivo sea mejor y de mayor calidad, comenzó a utlizarse esta técnica en tiempos bíblicos, por aquel entonces se dejaba sin cultivar pero se araba igual, ya que era necesario "batir" la tierra y arrancar hierbas que pudieran nacer en las tierras sin cultivar. La utilización del barbecho conllevaba que la rentabilidad de las tierras fuera mejor. Con el paso del tiempo se fue haciendo caba vez más regular, se empezaron a introducir animales en las tierras para que se abonase el suelo y fuera más fértil. Los conservadores del suelo reconocen el valor de esta práctica. Se han llevado a cabo estudios en los que dicen que el barbecho obtiene los mejores resultados en técnicas agrícolas por lo que se deduce su indiscutible eficacia y facilidad para llevarse a cabo.
La agricultura ocupó un lugar de importancia en la legislación dada a Israel. La tierra le pertenecía a Jehová y por lo tanto no debía abusarse de ella. (Le 25:23.) No podía venderse a perpetuidad, y, con la excepción de propiedades que estuvieran dentro de ciudades amuralladas, la que se vendía debido a infortunios o reveses económicos había de devolverse a su propietario original en el año de Jubileo. (Le 25:10, 23-31.) Se requería que hubiese un descanso sabático cada séptimo año, durante el cual se debía dejar la tierra en barbecho para que recuperara su fertilidad, con lo que se lograba lo que se consigue en la actualidad con la rotación de las cosechas. (Éx 23:10, 11; Le 25:3-7.) Tal requisito pudo parecer arriesgado y fue sin duda una prueba de la fe de los israelitas en la promesa de Dios de proveerles en suficiente abundancia para que pudieran esperar hasta la cosecha del año siguiente. Al mismo tiempo, fomentaba la prudencia y la previsión. El año de Jubileo (cada quincuagésimo año) también era un año de descanso para la tierra. (Le 25:11, 12.)
Las tres fiestas anuales que se mandó celebrar a Israel coincidían con las temporadas agrícolas: la fiesta de las tortas no fermentadas, con el tiempo de la cosecha de la cebada; el Pentecostés, con el tiempo de la cosecha del trigo, y la fiesta de las cabañas, con el fin de la recolección de las cosechas a la salida del año. (Éx 23:14-16.) Las estaciones y las cosechas eran indicadores cronológicos para los israelitas, y se usaban como tales con mayor frecuencia que los nombres de los meses del calendario. Esta vida agrícola también protegía a los israelitas de modo espiritual, pues los hacía bastante independientes de otros pueblos en lo que respecta a sus necesidades básicas y mantuvo al mínimo la necesidad de intercambios comerciales con las naciones vecinas.
Aunque para ellos tenía que ser una tierra que ‘manara leche y miel’ con la bendición de Dios, había problemas agrícolas que solucionar. Si resultaban obedientes, no debían preocuparse por el riego a gran escala. (Dt 8:7; 11:9-17.) La temporada lluviosa empezaba con las primeras lluvias a mediados de octubre y seguía hasta mediados de abril, cuando caían las lluvias tardías. (Dt 11:14.) Después venían cinco meses que solían ser secos, en los que los fuertes rocíos que caían por la noche refrescaban el suelo y las plantas, y paliaban el calor y la sequía propios de la época. (Gé 27:28; Dt 33:28; véase ROCÍO.)
Para la conservación del suelo en las laderas, se empleaban las terrazas con muros de piedra, que impedían que la lluvia se llevara el mantillo. Las excavaciones arqueológicas han descubierto tantas como sesenta o más de tales terrazas escalonadas en las laderas de algunas montañas. A fin de proteger las cosechas, en las viñas y campos se construían cabañas y cobertizos, e incluso torres permanentes, donde se albergaba un vigilante que inspeccionaba las zonas circundantes. (Isa 1:8; 5:2; Mt 21:33.)
Del rey Uzías en particular se dice que era “amante de la agricultura [literalmente, el suelo]”. (2Cr 26:10.)
A pesar de que la nación desobedeció a Dios y perdió su bendición, por lo que tuvo que enfrentarse a desastres agrícolas, como malas cosechas, sequías, plagas de langostas, añublo y otros problemas, y a pesar de la destrucción de los bosques y de haber descuidado la preparación de terrazas por muchos siglos, lo que ha supuesto la desaparición de mucho del mantillo en gran parte de Palestina, la tierra que ha quedado por lo general sigue siendo hoy muy fértil. (Véanse SEMBRADOR, SIEMBRA; SIEGA; TRILLAR; y temas similares bajo sus respectivos encabezamientos.)
Cómo nos cultiva Jehová
Como si fuéramos arbolitos, Jehová nos cultiva, nos riega, endereza, abona y poda, ¿por qué la trágica poda? para que demos fruto, y si estamos dando fruto, para aumentar la productividad a trabes de las pruebas, el estudio y la experiencia para que seamos cada vez más parecidos al ejemplo perfecto que nos puso su hijo Jesucristo, hasta que seamos una imagen perfecta de Jesucristo. (Usar un arbolito o maceta y una tijera de podar, cortar todas las ramas que sobresalen -limpiarnos de las características personales indeseables- y dar forma a la planta, para moldear nuestra personalidad cristiana.) |
Utensilio agrícola que consiste en una vara de unos 2,5 m. de longitud, usada principalmente para incitar a andar a los toros y conducirlos cuando aran. Un extremo de la vara está provisto de una punta de metal, o aguijón, para aguijar al animal, y en el otro extremo tiene fijada una pala ancha parecida a un cincel, que se usa para quitar la suciedad y el barro de la reja del arado o para limpiarla de raíces y espinos.
Una aguijada de ganado vacuno fue lo que usó Samgar para matar a 600 filisteos. (Jue 3:31.) La palabra hebrea que se traduce “aguijada” (mal·mádh) procede de la raíz la·mádh (aprender; enseñar).
El registro bíblico informa que cuando los filisteos dominaron a los israelitas durante el reinado de Saúl, a estos no se les permitía tener herreros, por lo que debían bajar a los filisteos para que les afilasen sus aperos de labranza y les pusieran firmes sus aguijadas de ganado vacuno, es decir, las puntas de metal. (1Sa 13:19-21.)
Dar coces contra los aguijones Se compara el aguijón a las palabras de una persona sabia, palabras que mueven al oyente a avanzar en armonía con la sabiduría escuchada. (Ec 12:11.) La expresión figurativa “dando coces contra los aguijones” es un dicho que aparece en la literatura griega. Hace referencia al daño que se hacía un toro terco cuando se defendía de los pinchazos del aguijón dándole patadas, resultando en su propio perjuicio. Por lo tanto, esta expresión se refiere al acto de resistir o rebelarse contra la autoridad legítima o contra una situación que no puede alterarse, haciéndolo en propio perjuicio. Esto es exactamente lo que Saulo hizo antes de llegar a ser cristiano, exponiéndose a sufrir graves daños al luchar contra los seguidores de Jesucristo, quienes tenían el respaldo de Jehová Dios. (Hch 26:14; compárese con Hch 5:38, 39; 1Ti 1:13, 14)
A pesar de que la Biblia menciona diversas tareas agrícolas, no describe en detalle los aperos usados para cultivar la tierra. No obstante, los dibujos de aperos de labranza que se encuentran en los monumentos egipcios, así como ejemplares reales hallados tanto en Egipto como en Palestina, sirven para complementar, hasta cierto grado, lo que dice el registro bíblico. Es más, estos tienen una gran similitud con los sencillos aperos de labranza que todavía se usan en algunas zonas de Egipto y Palestina.
★El arado simple de madera que todavía se utiliza en algunos lugares de las tierras bíblicas ha cambiado poco a través de los siglos, como lo muestra con claridad una comparación con las representaciones de arados encontradas en los monumentos antiguos e incluso en tablillas de arcilla. No tenía ruedas ni estaba diseñado para que volviese la tierra en los surcos; tan solo arañaba la superficie del suelo hasta una profundidad de unos 8 ó 10 cm. A excepción de la reja, que era de metal, el resto estaba hecho de madera. (Compárese con 1Sa 13:20; 1Re 19:19, 21; Isa 2:4.) La parte principal del arado era un palo, al que se agregaba la reja. En las excavaciones efectuadas en Palestina, se han hallado rejas de cobre y de bronce (en realidad, puntas de arado) en su mayor parte considerablemente melladas debido al uso. (Véase ARAR.) ★“Subamos a la montaña de Jehová” - (12-2016-Pg.3/93-Foto)
★El aventador, hecho, probablemente, de madera, se usaba para lanzar al viento el grano trillado con el fin de separarlo de la paja y del tamo. (Mt 3:12.) ★El trabajo del campo - (1-5-2012-Pg.30-Foto-9)
★El azadón se empleaba para limpiar la tierra de maleza y es probable que también para romper los terrones de tierra. Algunos pasajes proféticos mencionan específicamente el uso de azadones en la viña. (Isa 5:5, 6; 7:23-25.)
★El bieldo, que se usaba, al igual que en tiempos más recientes, para aventar (Isa 30:24; Jer 15:7), probablemente estaba hecho de madera y tenía varios dientes curvos.
★La hoz se usaba sobre todo para cosechar las espigas de grano, aunque la Biblia también habla de meter la hoz para vendimiar. (Joe 3:13; Apo 14:18.) Las hoces que se han encontrado en Israel son ligeramente curvas. Algunas de ellas son, en realidad, astillas de pedernal melladas puestas una junto a otra y afirmadas con betún dentro de un marco de madera o de hueso. También se han hallado hojas de hoces hechas de acero y unidas a un mango por remaches, una espiga o un encaje.
★Las podaderas se mencionan específicamente en la Biblia con referencia a podar las viñas. (Isa 18:5.) Puesto que en las Escrituras se habla de transformar las lanzas en podaderas y, al contrario, las podaderas en lanzas, es muy posible que esta herramienta haya consistido en una hoja bien afilada, semejante a un cuchillo, atada a un mango, y puede que haya sido similar a una hoz. (Isa 2:4; Joe 3:10.)
★“Alfarero” - [Caja: Cómo nos forma Jehová.]
★“Poda”
★“Subamos a la montaña de Jehová” - (12-2016-Pg.3/93-Foto)
★El rastrillo, en la Biblia no se hace mención expresa de esta herramienta, pero sí se hace referencia a la operación agrícola de rastrillar como algo diferente de arar. (Job 39:10; Isa 28:24; Os 10:11.) El desmenuzar los terrones e igualar la tierra siguen siendo hoy día las funciones principales del rastrillo, aunque también se usa para cubrir con paja o hierbas la semilla y quitar la maleza. Es posible que en la antigüedad se arrastrase sobre la tierra arada una tabla cargada con peso o el tronco basto de un árbol a fin de romper los terrones y nivelar el suelo. ★Artes y Oficios de Ayer II - (Elaboración de Rastrillos-Pg.22-Foto)
★El trillo estaba diseñado para separar el grano de la espiga. Es probable que el apero usado en tiempos antiguos se asemejara a los dos tipos que todavía hoy se emplean en algunas partes de las tierras bíblicas. Uno está formado por tablones de madera unidos y arqueados hacia atrás en el frente. Su parte inferior está equipada con piedras afiladas o cuchillos. (Compárese con 1Cr 21:23; Job 41:30; Isa 41:15.) El que lleva el trillo va de pie sobre la rastra a fin de añadir más peso. El otro tipo tiene un asiento para el que trilla, y consiste en un bastidor de un carro cuadrangular de poca altura y dos o tres rodillos giratorios paralelos, con bandas de hierro provistas de dientes, que se encajan dentro de esta armazón. (Compárese con Isa 28:27, 28; Véase Trillar.)
★El zapapico, es probable que también se utilizase para limpiar la tierra de maleza y para mullirla. En los días de Saúl este apero se hallaba entre las herramientas que los israelitas debían llevar a los filisteos para que se las afilaran. (1Sa 13:20, 21.) Se han encontrado zapapicos de hierro y de bronce que se asemejan en algo a los azadones modernos.
Para llegar a algunas conclusiones en cuanto al tipo de arado que emplearon los hebreos en tiempos bíblicos, ha sido necesario examinar grabados antiguos que mostraran los arados usados por pueblos vecinos, así como los que utilizan en tiempos más recientes algunos labriegos árabes. Los había que consistían en una sencilla pieza puntiaguda de madera, tal vez rematada en metal, que iba sujeta a un timón y, a su vez, tirada por uno o varios animales. Con ese tipo de herramienta se podía hacer un corte en la tierra, pero no era posible volverla. Naturalmente, debido a la falta de datos más directos no se excluye la posibilidad de que en Israel se usaran arados más complejos.
Puesto que el ardiente sol del verano endurecía el terreno, antes de arar y sembrar la semilla, era costumbre esperar hasta que las lluvias otoñales o invernales lo ablandaran. Ni los días más fríos ni las épocas de tiempo inestable o de nubes amenazadoras desanimaban a la persona resuelta de arar en la temporada apropiada, pero al agricultor perezoso tales circunstancias le servían de excusa para no trabajar. Por ello, si alguien se había mostrado perezoso en el tiempo de arar y por consiguiente no recogía nada durante la cosecha, no había motivo para que sus vecinos se compadeciesen de él. (Pr 20:4; Ec 11:4.) No obstante, los agricultores israelitas tenían que observar el sábado aun en la época de arar. (Éx 34:21.)
No se debían uncir al mismo arado un toro y un asno, probablemente debido a la desigualdad de su fuerza y su paso. (Dt 22:10.) A menudo eran dos bueyes los que tiraban del arado. (Lu 14:19; Job 1:14.) A veces se daba el caso de que varios hombres trabajaban juntos, cada uno con una pareja o yunta de reses vacunas, arando surcos paralelos uno detrás del otro. En el caso de Eliseo, según se relata en 1 Reyes 19:19, él era el duodécimo y último, y por esta razón pudo detenerse sin interrumpir a nadie. Dejó el campo y usó la madera de sus aperos de labranza como leña para ofrecer los toros en sacrificio. (1Re 19:21.) En The Land and the Book (revisión de J. Grande, 1910, pág. 121), W. M. Thomson informa que un solo hombre podía sembrar con facilidad una zona que hubiesen arado un grupo de hombres.
Uso figurado. La conocida tarea de arar se utilizó con frecuencia como base de las ilustraciones. Cuando los filisteos persuadieron a la esposa de Sansón para que le sonsacase la respuesta a su enigma, Sansón dijo que ellos habían ‘arado con su ternera’, es decir, habían usado para su servicio a alguien que debería haberle servido a él. (Jue 14:15-18.) Como muestra Amós, al igual que un peñasco no es un lugar para arar, era irrazonable que los cabezas de Israel corrompiesen el derecho y practicasen la injusticia y aún así esperasen obtener beneficios de tal derrotero. (Am 6:12, 13.) En Oseas 10:11 se usa el concepto de arar (una labor mucho más dura para una novilla que el trillar) con el fin de representar el trabajo laborioso o esclavizante que le sobrevendría al reino apóstata de Judá a manos de opresores extranjeros. Según Jeremías 4:3, 4 y Oseas 10:12, 13, lo que Judá e Israel necesitaban era un cambio en su modo de vivir, preparando, ablandando y limpiando sus corazones (compárese con Lu 8:5-15) como si de arar y quitar espinos se tratase, de manera que en vez de malgastar sus esfuerzos y labores en prácticas incorrectas que solo resultan en una mala cosecha, pudieran, por el contrario, recoger bendiciones divinas.
En Isaías 28:23-29 se explica el orden, propósito y sensatez de los métodos que utiliza el agricultor para arar, rastrillar, sembrar y trillar con el fin de ilustrar los caminos de Jehová, quien es “maravilloso en consejo, quien ha obrado grandiosamente en trabajo eficaz”. Al igual que el trabajo de arar y rastrillar no tiene una duración indefinida, pues solo prepara el terreno para la siembra, Jehová tampoco disciplina o castiga a su pueblo eternamente, sino que lo hace con el propósito, sobre todo, de ablandarlos y sensibilizarlos a su consejo y guía, los cuales producen bendiciones. (Compárese con Heb 12:4-11.) Del mismo modo que la dureza del terreno determina la intensidad de la labor de arar, así también el tipo de grano determina la fuerza y el peso de los instrumentos que hay que usar para trillar a fin de eliminar la paja. Todo esto ilustra la sabiduría de Dios al limpiar a su pueblo y librarlo de todo lo indeseable, variando sus tratos según las necesidades y circunstancias existentes. (Compárese con Isa 21:10; 1:25.)
Una ciudad “arada como un simple campo” significaba una ciudad completamente devastada y asolada. (Jer 26:18; Miq 3:12.) Es probable que la expresión de Israel en cuanto a que habían ‘arado sobre su espalda, alargando sus surcos’, describiera los sufrimientos de la nación bajo sus muchos enemigos, que con crueldad y de forma implacable la invadieron y maltrataron, ‘haciendo su espalda’ “justamente como la tierra [...] para los que pasaban”. (Sl 129:1-3; Isa 51:23; compárese con Sl 66:12.) En la profecía de restauración registrada en Amós 9:13-15, se muestra que la bendición de Jehová haría el terreno tan productivo que aún se estaría cosechando cuando llegase el tiempo de arar otra vez. (Compárese con Le 26:5.)
Al igual que Jesús, quien dijo que sus discípulos deberían aceptar alimento, bebida y alojamiento de aquellos a los que servían, puesto que el “obrero es digno de su salario”, el apóstol Pablo también defendió el derecho de los que trabajaban en el ministerio cristiano a recibir apoyo material de otros, y lo ilustró con el hombre que ara con la esperanza legítima de participar de la cosecha a la que su trabajo ha contribuido. Sin embargo, Pablo prefirió prescindir del derecho a no trabajar seglarmente, a fin de así proveer “las buenas nuevas sin costo” a aquellos a quienes ministraba. (Lu 10:7; 1Co 9:3-10, 15, 17, 18.)
Jesucristo se refirió al trabajo de arar para recalcar la importancia de efectuar el discipulado de toda alma. Cuando un hombre expresó su deseo de ser discípulo pero puso la condición de que primero se le permitiese decir adiós a los de su casa, Jesús contestó: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios”. (Lu 9:61, 62.) Los surcos que hiciera alguien que estuviera arando y se dejase distraer de su trabajo saldrían torcidos. De manera similar, si la persona a la que se invita al discipulado cristiano permite que se le desvíe de cumplir con las responsabilidades concomitantes, deja de ser apta para el reino de Dios. Como ejemplificó el Hijo de Dios en su propio caso, hasta los lazos familiares más íntimos deberían subordinarse al cumplimiento fiel de la voluntad divina. (Mr 3:31-35; 10:29, 30.)
Paso final en el proceso de separar el grano de, por ejemplo, el trigo y la cebada, del tamo y la paja. Después de trillar la mies con el fin de que el grano se suelte de las espigas, quedando estas reducidas a trozos pequeños, se avienta la mezcla lanzándola al aire contra el viento con una pala o bieldo. (Isa 30:24.) La brisa, que suele ser más fuerte al atardecer, se lleva el tamo y hace que la paja caiga a un lado, mientras el grano, que es más pesado, vuelve a caer en la era. (Rut 3:2) Luego el grano se pasa a través de una criba para limpiarlo de pequeñas piedras y otras impurezas, y de este modo queda listo para molerlo o almacenarlo. (Am 9:9; Lu 22:31.)
El término ‘aventar’ se utiliza a menudo en un sentido figurado. Por ejemplo, Jehová se propuso enviar “aventadores” contra Babilonia y sus habitantes para que la aventasen. (Jer 51:1, 2.) Los “aventadores” resultaron ser los medos y los persas bajo el mando de Ciro. Ellos lanzaron al aire a Babilonia y sus habitantes, por decirlo así, para que el viento se los llevara como si fueran paja que ha de ser quemada. (Mt 3:12; Lu 3:17.) De manera similar, como se había predicho con anterioridad, Jehová había utilizado a Babilonia para aventar a su pueblo, derrotándolo y esparciéndolo. (Jer 15:7.) Por otra parte, Jehová prometió a su pueblo mediante el profeta Isaías que llegaría el tiempo en que ellos reducirían a sus enemigos a tamo y los aventarían. (Isa 41:14-16.) En Jeremías 4:11 se dice que un “viento abrasador” iría contra Jerusalén y que no sería “para aventar, ni para limpiar”. Un viento abrasador o tempestuoso no serviría para aventar, sino que más bien sería de naturaleza destructiva.
Objeto diseñado para cubrir la boca de un animal con el fin de impedirle morder o comer.
En la antigua Palestina era normal usar el ganado para trillar grandes cantidades de grano. En primer lugar, se desataban las gavillas y su contenido se distribuía sobre la superficie dura de la era hasta que se formaba una capa gruesa. A continuación, uno o más animales pisaban el grano con sus pezuñas o lo trillaban con el trillo u otro utensilio que pasaban por encima. La ley de Moisés ordenaba: “No debes poner bozal al toro mientras está trillando”. (Dt 25:4.) De esta manera, el animal no sufría la tortura de desvivirse en ganas por comer parte del grano que estaba trillando y no poder hacerlo. (Compárese con Pr 12:10.)
El principio de Deuteronomio 25:4 puede aplicarse también al trabajador humano. Pablo le dijo a Timoteo: “Que los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra, especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar”. Luego, confirmando su consejo, citó el mandato de la Ley que decía que no se pusiera bozal al toro cuando trillaba. (1Ti 5:17, 18.) Por otra parte, cuando Pablo explicó a los corintios que “el Señor ordenó, para los que proclaman las buenas nuevas, que vivan de las buenas nuevas”, citó Deuteronomio 25:4 y luego añadió: “¿Es en toros en lo que se interesa Dios? ¿O es enteramente por nuestra causa que lo dice? Realmente, por nuestra causa fue escrito, porque el hombre que ara debe arar con esperanza, y el hombre que trilla debe hacerlo con esperanza de ser partícipe”. (1Co 9:8-14.)
El salmista David habló del “bozal” en sentido figurado cuando dijo que pondría como guardia sobre su boca un bozal para no pecar. (Sl 39:1.)
La palabra hebrea sa·dhéh, por lo general traducida “campo”, puede significar una zona de caza, pasto o cultivo, una arboleda, la cima de una montaña y también el territorio de un determinado pueblo, por ejemplo, “el campo de Moab”; el término se usa asimismo en contraste con “ciudad”. (Gé 27:5; 31:4; 37:5-7; Jue 9:32, 36; 1Sa 14:25; Nú 21:20; Dt 28:3.) El vocablo griego a·grós se refiere a un “campo” cultivado (Mt 13:24), al “campo” como lo contrario de la ciudad (Mr 16:12) y, en plural, a la “región rural”. (Mr 5:14.)
Por otra parte, a los terrenos combinados de distintos propietarios se les podía considerar en conjunto como “el campo”, según muestra el relato de Rut. Cuando fue al “campo”, Rut por casualidad “llegó a dar en la porción del campo que pertenecía a Boaz”, lo que indica que este solo poseía una parte de aquel campo. (Rut 2:2, 3.) Parece ser que los campos no estaban acotados, a diferencia de las viñas y los jardines, que sí lo estaban. (Nú 22:24; Can 4:12.) La Ley mandaba que nadie retirara los hitos de su semejante, una prueba de que era relativamente fácil hacerlo. (Dt 19:14.) Según la Ley, a los poblados sin amurallar se les consideraba parte del campo del país. (Le 25:31.)
Era necesario tener a los animales domésticos bajo control para que no vagaran y entraran en campo ajeno, y también había que cuidar que los fuegos no se propagasen de un campo a otro. (Éx 22:5, 6.) En Isaías 28:25 se dice que se sembraba espelta como lindero. Plantando este trigo de poca calidad alrededor de los campos, los agricultores tal vez podrían proteger sus cultivos más valiosos, como el trigo y la cebada, del ganado que traspasase los límites del campo y entrase en él.
Solía haber senderos que atravesaban los campos, y algunos de ellos también servían para separar un terreno de otro. Es muy difícil imaginar que Jesús y sus discípulos pasaran directamente a través de los sembrados, pisando el grano. De haberlo hecho, los fariseos sin duda también lo hubieran criticado. (Lu 6:1-5.) Es posible que Jesús se refiriera a estos senderos cuando dijo, en su ilustración del sembrador, que algunas semillas cayeron a lo largo del camino. (Mt 13:4.)
Mover una cosa de un lado a otro con rapidez y energía. 2. Cribar o colar algo con una zaranda. 3. Pasar una materia por una criba para separar las partes finas y las gruesas o para limpiarla de impurezas. 4. Seleccionar o elegir entre varias cosas o personas para separar las que se consideran buenas o apropiadas para algo de las que no lo son.
★Deuteronomio 32:8 “Cuando el Altísimo estaba dividiendo naciones”, LXXSyVg. Al parecer entendían que el verbo heb. se derivaba de una raíz de apariencia similar que significa: “cerner; cribar”. Según esto, M diría: “Cuando el Altísimo salpicó las naciones [como a través de una criba]”. Esta idea está en paralelo, o en equilibrio poético, con la segunda parte del v. Véase VT, vol. II, 1952, pp. 356, 357.
En los idiomas bíblicos se utilizan diferentes palabras para referirse al excremento de los seres humanos, aves y bestias. En las Escrituras se suele usar el término “estiércol” en sentido figurado.
Fuera del campamento israelita había disponible un “lugar privado” o “excusado”, y quienes lo usaban tenían que cubrir el excremento. (Dt 23:12-14.) De este modo el ejército mantenía su limpieza delante de Jehová y también se protegía de enfermedades infecciosas transmitidas por las moscas.
Una de las puertas de Jerusalén era la “Puerta de los Montones de Ceniza”, llamada normalmente “Puerta del Estiércol”. (Ne 2:13; 3:13, 14; 12:31.) Estaba situada a mil codos (445 m.) al E. de la Puerta del Valle y, por lo tanto, al S. del monte Sión. Es probable que recibiese este nombre debido a los desperdicios que se amontonaban en el valle de Hinón, al que se salía por esta puerta; quizás también se sacara por ella la basura de la ciudad.
Puede que algunos pueblos nómadas usaran el estiércol como combustible. Cuando Ezequiel representó proféticamente el sitio de Jerusalén, objetó al mandato de Dios de usar excremento humano como combustible para cocer el pan, por lo que Dios condescendientemente le permitió utilizar estiércol de ganado en su lugar. (Eze 4:12-17.) Esto parece indicar que tal uso del estiércol no era común en Israel.
El estiércol se utilizaba como abono para fertilizar la tierra. Parece ser que se empleaba a los propios animales para mezclar la paja con el estiércol en ‘estercoleros’. (Isa 25:10.) Una manera de fertilizar una higuera era ‘cavar alrededor de ella y echarle estiércol’. (Lu 13:8.)
Por lo general, el estiércol se consideraba algo ofensivo, algo que debía ser eliminado. Las palabras de Jehová a la porfiada casa de Jeroboán, el rey de Israel, expresan las ideas de ofensa y eliminación: “Barreré de modo completo detrás de la casa de Jeroboán, así como uno remueve el estiércol hasta acabar con él”. (1Re 14:10.)
Convertir la casa de un hombre en excusado público era el mayor insulto y también un castigo. (Esd 6:11; Da 2:5; 3:29.) Durante la prueba de divinidad llevada a cabo en el monte Carmelo, Elías desafió a los profetas de Baal, que no respondía, diciendo: “Debe estar preocupado con un asunto, y tiene excremento y tiene que ir al excusado”. (1Re 18:27.) Posteriormente Jehú derribó la casa de Baal, “y la mantuvieron aparte para excusados”. (2Re 10:27.)
El estiércol también se emplea como símil de un fin ignominioso, ya fuera individual o nacional. (2Re 9:36, 37; Sl 83:10; Jer 8:1, 2; 9:22; 16:4.) Dios predijo que durante su controversia con las naciones, los muertos por Jehová no serían plañidos, ni recogidos ni enterrados, sino que quedarían “como estiércol sobre la superficie del suelo”. (Jer 25:31-33; compárese con Sof 1:14-18.)
Según la Ley, el sacerdote no debía comer ninguna ofrenda por el pecado, cuya sangre se introducía en el santuario para hacer expiación. El cuerpo de la ofrenda y su estiércol tenían que quemarse en un lugar limpio fuera del campamento. (Le 4:11, 12; 6:30; 16:27.) Se hacía así porque no debía darse ningún otro uso a ninguna parte del animal ni tampoco debía permitirse que se corrompiera. Era “limpio”, es decir, santificado para Jehová, y, por lo tanto, tenía que quemarse en un lugar limpio. (Compárese con Heb 13:11-13.)
Pablo tenía en alta estima las cosas espirituales y consideraba de gran valor su esperanza en Cristo, por lo que declaró: “Por motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en unión con él”. (Flp 3:8, 9.) La palabra griega que aquí se traduce basura (sky·ba·lon) puede significar tanto excremento como las sobras de un banquete que se arrojan a la basura, que son “dejados para los perros” y a las “heces”, o “excrementos”, “algo que no debe volver a tocarse”. Otro especialista indica que Pablo alude a “algo que debe ser desechado cual basura sin valor y detestable desperdicio”. Aun si el apóstol tenía presente este último significado, el que considerara “todas las cosas” como “basura” recalca lo mucho que suponía para él ganar a Cristo y ser hallado en unión con él. (Véase ESTIÉRCOL DE PALOMA.)
Con respecto a la expresión “ídolos estercolizos”, véase ÍDOLO, IDOLATRÍA - [Punto de vista sobre la idolatría].
Cuando se narra el sitio al que el rey sirio Ben-hadad sometió a Samaria, se dice que el hambre fue tan severa que “la cabeza de un asno llegó a valer ochenta piezas de plata, y el cuarto de una medida de cab de estiércol de paloma valía cinco piezas de plata”. (2Re 6:24, 25.) Una cabeza de asno costaba alrededor de 176 dólares (E.U.A.), si las “piezas de plata” eran siclos, y el “cuarto de una medida de cab [0,3 l.] de estiércol de paloma” valía unos 11 dólares (E.U.A.). Este hecho indica que debido a la escasez de alimento, la cabeza huesuda de un asno, en la que apenas había carne, llegó a ser un artículo alimenticio caro (a pesar de que el asno era un animal inmundo según la ley mosaica), y hasta el estiércol de paloma era muy costoso. Se ha discutido mucho sobre si la expresión estiércol de paloma es literal y sobre el uso que podía darle el comprador.
Se ha afirmado que la expresión “estiércol de paloma” podía aplicar a una planta. Sin embargo, no hay prueba de que las plantas que mencionan los que favorecen este punto de vista jamás hayan sido llamadas por este nombre o que los sitiados de Samaria dispusieran de ellas.
Los que creen que la expresión debe entenderse literalmente están divididos en cuanto a qué uso se daba al estiércol. Algunos dicen que el estiércol de paloma se ha empleado en el Oriente Medio desde tiempos antiguos como fertilizante en el cultivo de melones, pero parece razonable pensar que quienes estaban al borde de la inanición se preocuparan más por alimento para consumo inmediato que por el fertilizante de futuras cosechas.
Muchos prefieren pensar que el estiércol de paloma se usaba como alimento, debido a que el contexto habla de hambre y de los extremos desesperados a los que el hombre puede llegar cuando se encuentra en esas circunstancias. Aunque la amenaza que profirió Rabsaqué, el oficial de Senaquerib, de que el sitio asirio haría que la gente de Jerusalén tuviera que ‘comer su propio excremento y beber sus propios orines’, era extrema y cruel con el propósito de acobardar a los israelitas, es posible que tuviera algún fundamento. (2Re 18:27.) El que la idea de utilizar estiércol literal para el consumo humano sea tan repulsiva no es base suficiente para rechazar este punto de vista. El hambre era tan severa en Samaria que las mujeres incluso cocían a sus propios hijos para comérselos, lo que indica que se había llegado al extremo de comer cualquier cosa que hubiera disponible. (2Re 6:26-29.) Aunque algunos señalan que el estiércol tendría poco valor nutritivo, este factor por sí mismo no descarta la posibilidad de que se comprara como alimento, pues las personas afligidas por el hambre suelen comportarse de manera poco racional y están dispuestas a comer cualquier cosa para mitigar los dolores del hambre.
Quizás sea más plausible la explicación de algunos rabíes que decían que el estiércol se empleaba como combustible. Al profeta Ezequiel se le mandó representar el sitio igualmente horrible que le esperaba a Jerusalén utilizando estiércol como combustible para cocinar su alimento. (Eze 4:12-17.) Todavía en la actualidad se emplea en muchas partes de la Tierra estiércol seco como combustible. Si esta es la explicación correcta, el relato tan solo expone el coste del alimento (en este caso la cabeza del asno) y del combustible para cocinarlo. Los versículos siguientes indican que la gente aún no comía la carne cruda.
Precipitación de granos de hielo de tamaño variable; lluvia congelada. Hechos recientes ocurridos en diferentes partes del mundo confirman las referencias que hace la Biblia al poder destructor del granizo. Por ejemplo, una tormenta de granizo en Brasil mató en 1985 a más de veinte personas y otras trescientas resultaron lesionadas. Cuando se trata de grandes tormentas, el granizo puede alcanzar el tamaño de un huevo e incluso el de un pomelo. Tras una tormenta ocurrida en Kansas (E.U.A.) el 3 de septiembre de 1970, se recogió una piedra de granizo que medía unos 15 cm. de ancho. Las piedras grandes de granizo pueden alcanzar velocidades de hasta 160 Km/h. El granizo perjudica especialmente a los cultivos, en los que una sola granizada a veces puede ocasionar pérdidas de millones de dólares.
Utilizado por Jehová. El granizo es una de las fuerzas que Jehová ha usado en ciertas ocasiones para realizar su palabra y demostrar su gran poder. (Sl 148:1, 8; Isa 30:30.) La primera de estas ocasiones conocida fue la séptima plaga sobre el antiguo Egipto, que consistió en una destructiva granizada que arruinó la vegetación, destrozó árboles y mató tanto a los hombres como a las bestias que estaban en el campo, pero no afectó a los israelitas en Gosén. (Éx 9:18-26; Sl 78:47, 48; 105:32, 33.) Más tarde, en la Tierra Prometida, cuando Josué acudió en ayuda de los gabaonitas, amenazados por una alianza de cinco reyes amorreos, Jehová empleó contra los atacantes grandes piedras de granizo. En aquella ocasión murieron más amorreos por causa de las piedras de granizo que en la batalla contra Israel. (Jos 10:3-7, 11.) ★Dioses y Diosas - [Las 10 plagas - 7.ª Granizo mezclado con fuego - (Éx. 9:22-26)]
Granizo simbólico. Sin embargo, Jehová no libró al Israel infiel del devastador granizo. (Ag 2:17.) Además, cuando profetizó por medio de su profeta Isaías que los asirios derribarían el reino de diez tribus de Israel, comparó las fuerzas conquistadoras asirias a una “tempestad atronadora de granizo”. (Isa 28:1, 2.) De manera similar, los babilonios tenían que arrasar como si fueran granizo el “refugio de una mentira” de Judá, es decir, la alianza militar de Judá con Egipto. (Isa 28:14, 17; 31:1-3.)
En el libro de Apocalipsis se hace mención del granizo en relación con el primero de los siete ángeles que tocan las trompetas, y cuando se abre el santuario del templo celestial de Dios. (Apo 8:2, 7; 11:19.) Cuando se derrama el séptimo tazón de la cólera de Dios, se arrojan piedras de granizo simbólicas de un talento de peso (20,4 Kg.) sobre los inicuos. (Apo 16:1, 17, 21.)
‘Para el día de guerra.’ Cuando Jehová habló a Job desde la tempestad de viento, e indicó que había reservado almacenes de granizo para “el día de pelea y guerra”. (Job 38:1, 22, 23.) Por ello el granizo es uno de los elementos que se usarán contra las fuerzas atacantes de “Gog”. (Eze 38:18, 22.)
Parte esencial del ciclo mediante el cual el agua que se eleva a la atmósfera en forma de vapor desde las superficies terrestres y acuosas de nuestro planeta, se condensa y cae al suelo, y así aporta la humedad necesaria para la vida vegetal y animal. La Biblia habla de la lluvia en relación con este confiable ciclo sabiamente ordenado. (Job 36:27, 28; Ec 1:7; Isa 55:10.)
Aparte de los términos que se traducen por lluvia, hay un buen número de palabras hebreas y griegas alusivas a la lluvia que se traducen por expresiones como “aguacero”, “lluvia fuerte” (1Re 18:41; Eze 1:28), “lluvia constante” (Pr 27:15), “lluvia de otoño” o “temprana”, “lluvia de primavera” o “tardía” (Dt 11:14; Snt 5:7), “suaves lluvias” (Dt 32:2), “tempestad de lluvia” (Isa 4:6) y “chaparrones copiosos” (Sl 65:10).
Al comienzo del período de preparación del planeta, “Dios no había hecho llover sobre la tierra”, pero “una neblina subía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo”. La época a la que aquí se hace referencia debió ser a principios del tercer “día” creativo, antes de que apareciese la vegetación. (Gé 2:5, 6; 1:9-13; véase NEBLINA.) La primera vez que se menciona la lluvia de manera específica en el registro bíblico es en el relato del Diluvio. En aquel tiempo, “las compuertas de los cielos fueron abiertas”, y “siguió la fuerte precipitación sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches”. (Gé 7:11, 12; 8:2.)
Cómo se produce. Una de las preguntas que Jehová le planteó a Job, y que subrayó el entendimiento limitado que el hombre tiene acerca de la Tierra y de las fuerzas y leyes de la creación, fue: “¿Existe padre para la lluvia?”. (Job 38:28.) Aunque los meteorólogos han hecho muchos estudios sobre cómo se produce la lluvia, todo cuanto se sabe hasta ahora no deja de ser teoría. Cuando el aire caliente, que lleva consigo vapor de agua, asciende y se enfría, su carga húmeda se condensa en pequeñas gotas de agua. Según sostiene una teoría, la precipitación del agua se produce cuando las gotas de vapor de agua condensado caen y crecen por agregación e impacto con las gotas de agua más pequeñas de nubes más bajas, hasta que alcanzan un peso superior al empuje del aire ascendente y caen en forma de lluvia. Otra teoría explica que las agujas de hielo que se forman en las nubes superiores debido a las bajas temperaturas que se dan en lo alto de la atmósfera, caen en el curso de los movimientos de ascenso y descenso a que están sujetas, y cuando lo hacen, se funden en gotas de agua al pasar por corrientes de aire más caliente.
Jehová es una fuente de lluvia. Jehová no era un simple “dios de la lluvia” para Israel. No era como Baal, quien, según pensaban los cananeos, traía la estación lluviosa cuando despertaba a la vida. Los israelitas fieles reconocían que Jehová, no Baal, era quien podía retener la preciosa lluvia. Este hecho se ilustró con claridad cuando Jehová trajo una sequía a Israel durante el tiempo en que el culto a Baal estaba en auge, en los días del profeta Elías. (1Re 17:1, 7; Snt 5:17, 18.)
Fue Jehová quien hizo los preparativos para que lloviese sobre la Tierra. (Sl 147:8; Isa 30:23.) La declaración “ha dividido un canal para la inundación”, tal vez se refiera a cómo hace Dios que las nubes canalicen la lluvia sobre ciertas partes del globo. (Job 38:25-27; compárese con Sl 135:7; Jer 10:13.) Su poder para controlar la lluvia en armonía con su propósito es una de las cosas que distinguió a Jehová de los dioses idolátricos inertes que adoraban las naciones vecinas de Israel. (Jer 14:22.) En la Tierra Prometida los israelitas aún tuvieron más razón para apreciar esta provisión de Jehová que cuando estaban en Egipto, pues en este país la lluvia es poco frecuente. (Dt 11:10, 11.)
Cuando Pablo y Bernabé predicaron a los griegos de Listra, explicaron que las lluvias eran un testimonio del “Dios vivo” y una demostración de su bondad. (Hch 14:14-17.) No solo se benefician los buenos y los justos, sino todas las personas; por consiguiente, como Jesús señaló, el amor de Dios en este respecto debería servir de modelo para los humanos. (Mt 5:43-48.)
Las precipitaciones en la Tierra Prometida. Una característica del clima de la Tierra Prometida es la variedad en la cantidad de precipitaciones. Hay dos factores determinantes que lo explican: la proximidad al mar y la orografía del terreno. La llanura que discurre paralela a la costa mediterránea tiene una gran cantidad de precipitaciones durante la temporada de lluvias, cantidad que disminuye según se baja de N. a S. La humedad que el viento arrastra desde el mar hacia el E. se concentra sobre todo en la región montañosa, donde se da un elevado índice de condensación, por lo que la precipitación tiende a ser mayor en esa zona. En consecuencia, el valle del Jordán se halla protegido de la lluvia, pues el aire descarga gran parte de su humedad a su paso por las montañas y sufre un progresivo calentamiento al dirigirse hacia el valle. No obstante, cuando este aire alcanza la elevada meseta que está al E. del Jordán, se forman nuevamente nubes que descargan alguna precipitación. Este hecho permite que en esa franja oriental la tierra sea idónea para el pastoreo y algunas variedades de cultivos. Más hacia el E. se halla el desierto, donde la lluvia es escasa e infrecuente y no riega el suelo lo suficiente como para que sea aprovechable para el cultivo o la cría de ganado.
Estaciones. En la Tierra Prometida, las dos estaciones principales, el verano y el invierno, pueden denominarse con bastante exactitud: la estación seca y la estación lluviosa. (Compárese con Sl 32:4; Can 2:11, nota.) Desde mediados de abril hasta mediados de octubre llueve muy poco, y es cuando se lleva a cabo la cosecha. Proverbios 26:1 muestra que se consideraba algo fuera de lugar el que lloviese en el tiempo de la cosecha. (Compárese con 1Sa 12:17-19.) Durante la estación lluviosa las precipitaciones no son constantes; se alternan con días claros. Como esta también es la época fría, el estar expuestos a la lluvia resulta muy desapacible. (Esd 10:9, 13.) Por lo tanto, se agradece mucho un refugio confortable. (Isa 4:6; 25:4; 32:2; Job 24:8.)
Lluvias de otoño y primavera. La Biblia menciona la “lluvia [temprana] del otoño y la lluvia [tardía] de la primavera” que Dios prometió que caerían sobre los israelitas fieles como una bendición. (Dt 11:14, nota; Jer 5:24; Joe 2:23, 24.) Durante los meses de verano e invierno, el labrador esperaba estas lluvias con paciencia. (Snt 5:7; compárese con Job 29:23.) La lluvia temprana, o de otoño (que empezaba a mediados de octubre), se esperaba ansiosamente para aliviar el calor y la sequedad del verano. Era necesaria antes de empezar la siembra, pues ablandaba el suelo y permitía que el labrador arase su tierra. Asimismo, la lluvia tardía o de primavera (a mediados de abril) se requería para regar las cosechas, y en especial el grano, de modo que pudiese madurar. (Zac 10:1; Am 4:7; Can 2:11-13.)
Uso figurado. Cuando Dios bendecía a Israel con lluvias en su tiempo señalado, resultaba en abundancia. Por consiguiente, Oseas pudo prometer que Jehová “[vendría] como lluvia fuerte”, “como lluvia de primavera que satura la tierra” para los que intentaran conocerle. (Os 6:3.) Las instrucciones de Dios “[gotearían] como la lluvia” y sus dichos, “como suaves lluvias sobre la hierba y como copiosos chaparrones sobre la vegetación”. (Dt 32:2.) Penetrarían con lentitud, pero lo suficiente como para refrescar totalmente, como un chaparrón sobre la vegetación. De manera similar, el asemejar al resto reunido de Jacob con “chaparrones copiosos sobre vegetación” indicaba refrigerio y abundancia. (Miq 5:7.)
El reinado del rey de Dios descrito en el Salmo 72 se distinguiría por prosperidad y bendición. Por eso se dijo que descendería “como la lluvia sobre la hierba cortada, como chaparrones copiosos que mojan la tierra” y producen vegetación nueva. (Sl 72:1, 6; compárese con 2Sa 23:3, 4.) La buena voluntad de un rey se asemejaba a “la nube de lluvia primaveral”, pues aseguraba condiciones agradables por venir, igual que las nubes portadoras de lluvia garantizaban el agua necesaria para que fructificaran las cosechas. (Pr 16:15.)
Sin embargo, la lluvia no siempre contribuye a producir cosechas benditas para el cultivador, también puede producir espinos y abrojos. Pablo se valió de este hecho al comparar la tierra que embebe el agua de la lluvia a los cristianos que “han gustado la dádiva gratuita celestial, y que han llegado a ser participantes de espíritu santo”. Si se apartaran de la verdad en lugar de producir el fruto del espíritu, se les tendría que quemar como un campo de espinos y abrojos. (Heb 6:4-8.)
En su visión de la Revelación, Juan vio “dos testigos” que tenían “la autoridad para cerrar el cielo de modo que no [cayera] lluvia durante los días de su profetizar”. (Apo 11:3-6.) Estos “testigos”, que representaban a Dios como ‘profetas’ o voceros, no pronunciarían el favor o la bendición de Dios sobre los planes y las obras de los hombres inicuos de la Tierra. Al igual que Elías, que anunció una sequía de tres años y medio sobre Israel, debido a que practicaban la adoración de Baal que el rey Acab y su esposa Jezabel fomentaron, estos “dos testigos” “[cerraron] el cielo” de manera figurada para que no cayese ninguna “lluvia” refrescante procedente de Dios que hiciera prosperar tales esfuerzos humanos. (1Re 17:1–18:45; Lu 4:25, 26; Snt 5:17, 18.)
La intromisión humana en el clima
En Agosto del año 1952 los científicos del ejército britanico iniciaron lo que llamaron la “Operación Cumulus”, en la que aviones militares inyectaron hielo seco en las nubes para hacer llover, 30 min. después empezó a llover. Los documentos del experimento enseguida se clasificaron de -Top Secret- y fueron archivados en secreto y desaparecieron en los archivos militares británicos, y eso con razón, pues al siguiente día la ciudad de Plymouth fue victima de una de las peores inundaciones de la historia de Inglaterra, después de grandes lluvias el río Swale se desbordo arrasando casas, puentes y personas, de las que murieron 34 y cuya catástrofe se le llamó oficialmente “La mano de Dios”. No fue sino 30 años después que se pudieron ver los documentos del experimento, pero el hecho de que se hubieran mantenido en secreto todo ese tiempo muestra que los iniciadores reconocieron su atrevida intromisión en la naturaleza como un fracaso. Hoy día no es un secreto el hecho de que en los laboratorios de las fuerzas militares de muchos países se esté experimentando con el clima mundial para usarlo como arma potente contra naciones enteras.
Todo parece indicar que lo que hará desmayar a las personas en relativamente poco tiempo futuro va a tener mucho que ver con los cambios climatológicos y sus efectos que el ser humano está provocando. |
Ligera masa formada por gotas diminutas de agua que flotan en el aire; es parecida a una lluvia muy suave. Cuando el aire caliente y húmedo sube de la tierra y se enfría hasta lo que se llama el “punto de rocío”, la humedad se condensa debido a que el aire frío no puede retener tanta agua como el caliente. Si esto ocurre cerca de la superficie terrestre se llama niebla. Si tiene lugar en una zona más elevada, en el cielo, forma las nubes. (Sl 135:7; Pr 25:14; Jer 10:13; 51:16.) La humedad que se condensa sobre los objetos fríos, como pudiera ser el suelo o la vegetación (normalmente de noche), recibe el nombre de rocío. (Éx 16:13, 14; Jue 6:36-40; véase ROCÍO.) Las gotas de agua llevadas por el aire que forman la neblina son de un tamaño algo mayor que las de la niebla, pero menores que las gotas de lluvia.
La descripción poética que hace la Biblia de estos procesos geofísicos concuerda con los descubrimientos científicos. Elihú explica que Jehová, la Fuente del calor y la energía, hace que la humedad primero ascienda de la tierra y luego caiga de nuevo lentamente sobre la tierra en forma de lluvia y de neblina (heb. `edh), como si el agua pasase por un filtro. (Job 36:27, 28.)
El único otro lugar donde aparece la palabra hebrea `edh (neblina) es en el comentario de Génesis sobre el estado de la Tierra en un momento determinado de los “días” creativos. “Jehová Dios no había hecho llover sobre la tierra [...]. Pero una neblina subía de la tierra [término que abarcaría los arroyos, lagos y mares] y regaba toda la superficie del suelo.” (Gé 2:5, 6.) Sin embargo, los traductores de algunas versiones antiguas de la Biblia (LXX, Sy, Vg) entendieron que se trataba de una alusión a una fuente de agua y no a la neblina, por lo que transmitieron la idea de que la tierra se regaba por medio de corrientes de aguas subterráneas.
Uso figurado. Mientras Pablo hablaba con el procónsul Sergio Paulo en la ciudad de Pafos, en la isla de Chipre, un hechicero y falso profeta llamado Bar-Jesús (Elimas) se opuso a su predicación. Ante esto, Pablo le advirtió que la mano de Jehová estaba sobre él y que quedaría ciego por algún tiempo: “Al instante cayeron sobre él neblina espesa y oscuridad”. Parece que su visión se emborronó, se volvió nebulosa, y él se quedó en una total oscuridad. Al narrar lo sucedido, el médico Lucas empleó un término griego propio de su profesión: a·kjlys (niebla densa). (Hch 13:4-11.)
Cuando el apóstol Pedro previno contra los falsos maestros y los posibles corruptores que se introducirían silenciosamente en la congregación cristiana, dijo: “Estos son fuentes sin agua, y neblinas impelidas por una tempestad violenta, y para ellos ha sido reservada la negrura de la oscuridad”. Los que viajaban en el Oriente Medio estaban familiarizados con la decepción que producía el acercarse a una fuente o pozo con la esperanza de conseguir agua refrescante, solo para hallar que se había secado. Durante el mes de agosto, en Palestina hay cirroestratos ocasionales procedentes del O. que no llevan lluvia. El granjero que mirase a estas nubes tenues, parecidas a neblina, como una promesa de lluvia para sus cosechas quedaría amargamente decepcionado. Lo mismo sucedería con estos falsos maestros, estos hombres inmorales, tal como Pedro continúa diciendo: “Porque profieren expresiones hinchadas de ningún provecho, y cautivan, por los deseos de la carne y por los hábitos relajados, a los que precisamente están escapando de personas que se comportan en error. A la vez que les están prometiendo libertad, ellos mismos existen como esclavos de la corrupción”. (2Pe 2:1, 17-19.)
A los cristianos se les recuerda que deben tomar a Jehová en cuenta en todos sus planes y no alardear de lo que piensan hacer, teniendo presente la transitoriedad e inseguridad de la vida en este sistema de cosas y que el hombre es como una neblina que se disipa rápidamente. (Snt 4:14; véase NUBE.)
Acumulación de diminutas gotas de agua o partículas de hielo suspendidas en la atmósfera que forman una masa más o menos densa. El principal término hebreo para “nube” es `a·nán, y la mayor parte de las veces que aparece se emplea en relación con la columna de “nube” que guió a los israelitas por el desierto. (Éx 13:21.) Las expresiones “capa tenue de polvo”, “nubes”, “cielos nublados” y “cielos” se traducen de formas derivadas de la palabra hebrea schá·jaq, que proviene de una raíz cuyo significado es “machacar; moler; desgastar”. (Isa 40:15; Sl 36:5; Jer 51:9; Sl 89:37; Sl 18:42; Job 14:19.) Los términos griegos traducidos “nube” son né·fos y ne·fé·lë, si bien gnó·fos se traduce “nube oscura”. (Heb 12:1; Mt 17:5; Heb 12:18.)
Desde mediados de junio hasta mediados de septiembre, en Israel el cielo suele estar despejado, con la excepción de algunas nubes de polvo debidas al viento caliente del E. procedente del desierto, que aparecen en especial hacia el final de la estación seca. Sobre todo en agosto, hay también nubes ocasionales del O. (cirroestratos), que no llevan lluvia, aunque son bien recibidas porque proporcionan algo de sombra y alivian un poco el calor. (Isa 25:5; compárese con Job 7:2.) En septiembre u octubre empiezan a aparecer con cierta frecuencia en el horizonte occidental nubes que se forman sobre el Mediterráneo, aunque muchas veces no comienza la estación lluviosa hasta mediados de octubre. Durante el verano, en algunas partes del país se forma por las mañanas una neblina que se desvanece poco después de salir el Sol. (Os 6:4.)
Durante la estación lluviosa puede sobrevenir muy rápidamente una tempestad, que se inicia con una nubecilla en el O. (1Re 18:44, 45.) Las esperanzas del labrador aumentaban cuando se levantaba una nube en las partes occidentales. (Lu 12:54.) Sin embargo, el labrador que por fiarse de las variables nubes se retrajese de segar saldría perdiendo. Este hecho se usa como amonestación para que los siervos de Dios sigan adelante con su obra en cualquier circunstancia. (Ec 11:4.)
La sabiduría y el poderío de Jehová Dios el Creador se manifiestan en el control que ejerce sobre las nubes. Dice que son “jarros de agua” que se vuelcan y vacían sus contenidos sobre la Tierra, y pregunta: “¿Quién puede, con exactitud, numerar las nubes con sabiduría?, o los jarros de agua del cielo... ¿quién los puede volcar?”. (Job 38:37.) También describe el proceso de evaporación y condensación, diciendo: “Él atrae hacia arriba las gotas de agua; se filtran como lluvia para su neblina, de modo que las nubes destilan, gotean sobre la humanidad abundantemente. Realmente, ¿quién puede entender las capas de las nubes, los estallidos procedentes de su cabaña?”. (Job 36:27-29.)
Uso figurado. Jehová, a quien ningún hombre puede ver y seguir viviendo, simboliza su presencia por medio de una nube. En el monte Sinaí, cuando se dio la Ley a Israel, una nube oscura cubrió la montaña; de esta nube salieron relámpagos y truenos, un fuerte sonido de trompeta y una voz fuerte. (Éx 19:16-19; 24:15; Heb 12:18, 19.) Jehová le dijo a Moisés que se apareció de esta manera con el fin de poder hablar con él y para que el pueblo lo oyera y pusiera fe en él como representante de Dios. (Éx 19:9.)
Además, Jehová envió un ángel en una nube como “su propio mensajero personal” para conducir a Israel fuera de Egipto y a través del desierto. (Isa 63:9.) Por medio del ángel, Jehová miró de manera representativa desde dentro de la nube para poner en confusión el campamento de los egipcios. (Éx 13:21, 22; 14:19, 24, 25.) Jehová también se valió de una nube para bautizar a la nación en Moisés; el pueblo tuvo a ambos lados las aguas contenidas del mar Rojo y sobre sus cabezas y a su retaguardia, una nube. Así “fueron bautizados en Moisés por medio de la nube y del mar”, como dijo Pablo. (1Co 10:2; véase también Nú 14:14.)
Cuando se erigió el tabernáculo en el desierto, ‘una nube residía sobre él’ y “la gloria de Jehová llenó el tabernáculo”, de manera que Moisés no pudo entrar. (Éx 40:34, 35; compárese con 1Re 8:10-12; Apo 15:8.) Después, la nube se mantuvo sobre el Santísimo, donde estaba el arca del pacto, y por la noche se tornaba en columna de fuego. Es probable que esta nube fuera visible desde cualquier parte del campamento y señalara su centro. Cuando se alzaba, Israel se preparaba para levantar el campamento. Cuando se trasladaba, el pueblo la seguía hasta el próximo campamento, aunque probablemente la ubicación exacta se escogía con la ayuda de Hobab, buen conocedor de la tierra, los lugares donde había agua y otros factores necesarios para un campamento de esas proporciones. (Éx 40:34-38; Nú 10:29-32.)
Dentro del Santísimo había una nube muy brillante sobre el arca del pacto, la única luz que iluminaba aquel compartimiento. (Le 16:2.) En el hebreo postbíblico se le dio el nombre de Shekinah. Cuando el sumo sacerdote entraba con la sangre de animales en el Santísimo el Día de Expiación, estaba de pie, simbólicamente, ante la presencia de Jehová. En otras ocasiones, cuando estaba de pie frente a la cortina, sin entrar en el Santísimo, para presentar un asunto de importancia a Jehová en espera de su respuesta, se consideraba que estaba de pie ante Jehová. (Nú 27:21.) ★Trono - [¿Qué es el “trono de Jehová”?-§3]
La milagrosa nube de luz estaba situada encima de la cubierta, entre los querubines. (Éxodo 25:22.) Era esta una representación del Dios Todopoderoso sentado en su trono sobre un carro celestial sostenido por querubines vivientes. (1 Crónicas 28:18.) Ello explica por qué el rey Ezequías dijo en oración: “Oh Jehová de los ejércitos, el Dios de Israel, sentado sobre los querubines”. (Isaías 37:16.)
★Lámpara - [Jesucristo.]
★¿Qué significaba la luz, Shekinah? - (15-8-2005-Pg.31)
La voz de Jehová se escuchó desde una nube brillante, cuando expresó que aprobaba a su Hijo unigénito, la misma nube cuya sombra cubrió a Jesús y a tres de sus apóstoles —Pedro, Santiago y Juan— en el monte de la transfiguración. (Mt 17:5.)
El registro bíblico dice que cuando Jesús ascendió a los cielos, “una nube se lo llevó de la vista de ellos”. (Hch 1:9.) No se quiere decir que los discípulos vieran a Jesús alejarse sobre una nube, sino que la nube ocultó de su vista a Jesús. Este hecho ayuda a entender las palabras de Jesús en relación con el tiempo de su presencia, pues dijo: “Verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria”, y “Viene con las nubes, y todo ojo le verá”. (Lu 21:27; Mt 24:30; Apo 1:7.) En los casos anteriores, las nubes representaron una presencia invisible, que los observadores podían “ver” con su “percepción” mental. En este último caso se producirían acontecimientos que, al “verlos”, permitirían a las personas observadoras percibir la presencia invisible de Cristo. (Véanse también Mt 24; Mr 13; Apo 14:14.)
Pese a todas las pruebas que identificaban a Jesús como el Mesías, los judíos se negaron egoístamente a reconocerlo porque esperaban como prueba que cumpliese de modo literal la visión de Daniel 7:13, 14, en la que se muestra al Hijo del hombre que llega con las nubes del cielo ante la presencia del Anciano de Días, Jehová, para recibir de sus manos el Reino. Es evidente que confundieron su presencia en el poder del Reino con su presencia física. Jesús les contestó que no se les daría esa señal. (Lu 11:29.) ★¿Reconocemos el medio que Dios usa para guiarnos? - (15-4-2011-Pg.3)
Favor. Para los que agradan a Dios las “nubes” tienen una connotación positiva. Proverbios 16:15 dice que la buena voluntad del rey es “como la nube de lluvia primaveral”. El que las nubes puedan cubrir o esconder algo de la vista se usa como símil de lo que Jehová hace con los pecados de su pueblo, borrando sus transgresiones “tal como con una nube”. (Isa 44:22.) En cambio, obstruye el acceso como si fuera con una masa de nubes, a fin de que no pase la oración de los que son rebeldes. (Lam 3:44.)
Transitoriedad, inestabilidad. “Las nubes de la mañana”, o neblina, que pronto desaparecen, se usan de manera metafórica para referirse a la bondad amorosa inconstante y breve de Efraín y Judá para con Dios, así como a la corta existencia de Efraín por haberse vuelto a la adoración falsa. (Os 6:4; 13:3.)
Por otra parte, el hombre que se jacta de dar pero que nunca lo hace, es tan decepcionante como una nube sin lluvia. (Pr 25:14.) A los que profesan ser cristianos pero viven en inmoralidad y corrompen y contaminan la congregación, se les asemeja, por su ávido interés en los deseos de la carne, a nubes inestables o neblinas agitadas por el viento. (Jud 12; véase NEBLINA.)
Residuo de las cañas de la mies que queda en la tierra después de segar. Este era el material que los israelitas tenían que recoger cuando el Faraón de Egipto se negó a proporcionarles el suministro habitual de paja para la fabricación de adobes. (Éx 5:10-12.)
Se hace repetida mención del rastrojo en contextos ilustrativos, y se alude a su ligereza y fragilidad (Job 13:25; 41:1, 28, 29), a que el viento lo esparce con facilidad (Isa 40:24; 41:2; Jer 13:24) y a que cuando arde crepita y se consume rápidamente (Isa 5:24; Joe 2:5; Abd 18; Na 1:10). Los inicuos, los enemigos de Jehová y los planes destinados al fracaso se comparan al rastrojo. (Éx 15:7; Sl 83:13; Mal 4:1; Isa 33:11.) Cuando el apóstol Pablo habla de la obra de edificación cristiana, menciona el rastrojo como el material de menos valor, un material que no podría resistir la prueba con fuego. (1Co 3:12, 13.)
Acción de buscar y recoger el fruto dejado en los campos, de manera intencionada o no, una vez acabada la recolección. La ley que Dios dio a Israel especificaba que su pueblo no tenía que segar completamente las orillas de los campos, ni repasar las ramas del olivo una vez vareado ni buscar los rezagos de las viñas, así como las que no hubieran madurado todavía. Incluso si se quedaba olvidada una gavilla en el campo, no había que volver a recogerla. La rebusca era el derecho que Dios había concedido al pobre de la tierra, al afligido, al residente forastero, al huérfano de padre y a la viuda. La entera sociedad israelita se beneficiaban de ésta ley. En los necesitados fomentaba la laboriosidad, pues la rebusca no era tarea fácil, y en los dueños de los campos fomentaba la generosidad y la confianza en que Jehová los bendeciría (Le 19:9, 10; Dt 24:19-21; Rut 2:2-17.)
Gracias a esta ley, los pobres podían obtener su alimento con un trabajo digno, sin tener que mendigar y sin convertirse en una carga para los demás. Esta era una medida muy solidaria, distinta a todo lo que Rut había conocido en Moab. En el antiguo Oriente Próximo no se trataba bien a las viudas. Una obra de consulta explica: “Por lo general, tras la muerte de su esposo, la viuda dependía de sus hijos. Y si no tenía, solo le quedaba venderse como esclava, vivir de la prostitución o morir”.
El relato de Rut es un ejemplo sobresaliente de cómo se aplicaba esta amorosa disposición de la ley divina. Aunque Rut tenía el derecho de espigar, pidió permiso para hacerlo al capataz de los segadores, y puede que esta haya sido la práctica habitual de los rebuscadores. A Rut se la trató bien, y Boaz incluso mandó a los segadores que sacaran algunas espigas de los manojos y las dejaran atrás para que ella las recogiera. Aunque esto le facilitaba la tarea a Rut, no obstante, tenía que esforzarse. Espigaba detrás de los segadores de Boaz de sol a sol, y solo se sentaba en la casa un poco de tiempo para comer. (Rut 2:5-7, 14-17.)
Es evidente que esta era una magnífica disposición para los pobres de la tierra, y aunque promovía la generosidad, el altruismo y la confianza en la bendición de Jehová, en absoluto fomentaba la pereza. Esto aclara las palabras de David: “No he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan”. (Sl 37:25.) Al valerse de las disposiciones de la Ley a este respecto, ni siquiera los pobres, debido a su duro trabajo, pasarían hambre, y ni ellos ni sus hijos tendrían que mendigar pan.
Usos figurados e ilustrativos. Cuando los efraimitas acusaron a Gedeón de no haberles llamado para luchar al comienzo de la batalla contra Madián, él dijo: “¿No son mejores las rebuscas de Efraín que la vendimia de Abí-ézer [la casa a la que pertenecía Gedeón]?”. Interpretó su ilustración en el sentido de que el papel que desempeñó Efraín en la captura de los príncipes de Madián, Oreb y Zeeb (a pesar de ser posterior a la batalla inicial) fue mucho más importante que lo que el propio Gedeón había hecho. (Jue 8:1-3; 6:11.) Las Escrituras también utilizan este término con referencia a perseguir y dar muerte a los sobrevivientes de una batalla. (Jue 20:44, 45.) Los que quedan después de la ejecución de juicio de Jehová son comparados a “la rebusca cuando ha terminado la vendimia”, y Miqueas asemeja al resto de la herencia de Dios que quedaba en medio del pueblo moralmente corrupto al “rebusco de una vendimia”. (Isa 24:13; Miq 7:1-8, 18; compárese con Jer 6:9; 49:9, 10.)
Acción de recoger la cosecha. Esta actividad no cesará nunca “todos los días que continúe la tierra”. (Gé 8:22.) Aunque hay que trabajar arduamente para recoger la cosecha, el tiempo de la recolección va acompañado de gran regocijo. (Sl 126:5, 6; Isa 9:3; 16:9, 10.) Algunos sucesos bíblicos ocurrieron durante el tiempo de la cosecha. (Gé 30:14; Jos 3:15; Jue 15:1; Rut 1:22; 2:23; 1Sa 6:13; 2Sa 21:9; 23:13.)
Los sábados y el Jubileo. La ley que Dios dio a Israel expuso ciertos requisitos y disposiciones relacionados con la cosecha. Aunque la recolección era importante, a los israelitas no se les eximía de la obligación de observar el sábado, y la Ley no permitía recolectar aquel día, ni siquiera en caso de emergencia. (Éx 34:21; compárese con Ne 13:15.) Como no se debía sembrar durante el año sabático ni en el año de Jubileo, naturalmente no habría cosechas que recoger, con la excepción de lo que creciera de los granos caídos de la siega anterior. Pero ni aun eso podía cosechar el propietario, aunque él, sus esclavos y sus trabajadores asalariados, los pobladores y los residentes forasteros, los animales domésticos y las bestias salvajes podían comer lo que la tierra produjese. (Éx 23:10, 11; Le 25:3-7, 11, 12, 20-22.)
Las primicias y los pobres. Las primicias de todas las cosechas tenían que presentarse a Jehová. (Le 23:10, 11; Dt 26:1-4.) El fruto de un árbol no podía recogerse para uso personal hasta el quinto año. (Le 19:23-25.)
En caso de tener hambre, un israelita podía entrar en el campo o la viña de otro y comer de su producto hasta satisfacerse, pero no podía llevarse nada en un recipiente o utilizar una hoz para segar la mies de su semejante. (Dt 23:24, 25; compárese con Mt 12:1; Lu 6:1; véase REBUSCA.)
Durante la cosecha, los israelitas no debían segar completamente la orilla de los campos ni recoger lo que quedaba, ya que las sobras de los sembrados de grano y las viñas eran para el afligido y el residente forastero. (Le 19:9, 10; 23:22; Dt 24:19.)
Tiempo. Como ocurre en la actualidad, entonces era raro que lloviese en la Tierra Prometida durante el tiempo de la cosecha. De hecho, el que Jehová permitiese que lloviera y tronara como respuesta a la oración de Samuel probó a los israelitas que habían cometido un gran mal pidiendo un rey humano. (1Sa 12:17-19; véase también Pr 26:1.) Sin embargo, el río Jordán se desbordaba debido a las lluvias tardías que llegaban con el comienzo de la primavera y debido al deshielo de las montañas del Líbano. (Jos 3:15; 5:10, 11.)
El tiempo es muy caluroso durante la recolección, de modo que una nube de rocío puede ser muy refrescante. (Isa 18:4.) Siempre se agradece una bebida enfriada con nieve de las montañas, y es evidente que el paralelismo de Proverbios 25:13 se refiere a este hecho, pues la nieve sería un desastre durante la cosecha.
Lino, cebada y trigo. En los alrededores de Jericó, la cosecha del lino daba comienzo en el mes duodécimo, Adar (febrero-marzo), o a principios de Nisán (marzo-abril), el primer mes del año sagrado de los hebreos. Los tallos de lino se arrancaban a mano o con una azada, y se extendían para que se secaran. Había tallos de lino en la azotea de la casa de Rahab cuando ella escondió a los espías (Jos 2:6) en los primeros días del mes de Nisán. (Jos 2:16, 22, 23; 3:1, 2; 4:19.)
Después, durante el mes de Nisán (marzo-abril), venía la cosecha de la cebada. Fue en ese tiempo cuando los israelitas entraron en la Tierra Prometida, y comenzaron a comer del producto de la tierra el día 15 de Nisán. (Jos 3:15; 5:10, 11.) Mientras la siega de la cebada proseguía en las colinas de Palestina, en las llanuras se daba comienzo a la siega del trigo (Rut 1:22; 2:23; 2Sa 21:9), que empezaba durante el mes de Ziv, o Iyar (abril-mayo).
Luego, durante el mes de Siván (mayo-junio), se recogía el trigo en las tierras altas. Los segadores tomaban un manojo de espigas con la mano y las cortaban con una hoz. (Compárese con Dt 23:25; Isa 17:5.)
Uvas, dátiles, higos y aceitunas. Las uvas comenzaban a madurar durante el mes de Tamuz (junio-julio), y la vendimia daba comienzo en el mes de Ab (julio-agosto). Para entonces también estaban maduras las aceitunas, que se cultivaban en las tierras bajas. Durante el mes de Elul (agosto-septiembre) se proseguía con la vendimia, pero los dátiles ya estaban listos para la recolección, las granadas estaban madurando y se recogían los higos. (Nú 13:23.) Por lo general, la cosecha ya había terminado para el mes de Etanim, o Tisri (septiembre-octubre), aunque en el N. de Galilea todavía podían recogerse aceitunas en el mes de Bul, o Hesván (Maresván) (octubre-noviembre). La recolección de las aceitunas se realizaba vareando las ramas de los árboles. (Dt 24:20; véase CALENDARIO.)
Fiestas. Las tres fiestas principales de Israel estaban relacionadas directamente con la cosecha. (Éx 23:14-17.) La fiesta de las tortas no fermentadas, que empezaba el 15 de Nisán, coincidía con la cosecha de la cebada. El 16 de Nisán, “el día después del sábado” (pues siempre se llamaba sábado al primer día de la fiesta, independientemente del día en que cayese), el sumo sacerdote tenía que mecer una gavilla de las primicias de la cosecha de la cebada de acá para allá delante de Jehová. (Le 23:6-11.)
La fiesta de las semanas, o Pentecostés, se celebraba el día quincuagésimo a partir del 16 de Nisán, en el tiempo de la recolección del trigo. Entonces tenían que presentarse como ofrenda mecida a Jehová dos panes con levadura de las primicias del grano nuevo. (Le 23:15-17.) Jeremías debe hacer referencia a las siete semanas de cosecha entre la fiesta de las tortas no fermentadas y la fiesta del Pentecostés cuando dice que Jehová es “Aquel que guarda para nosotros hasta las semanas prescritas de la cosecha”, con lo que quiere decir que retiene la lluvia durante esta estación del año, puesto que el que lloviera en esas semanas perjudicaría la cosecha. (Jer 5:24; compárese con Am 4:7.)
La fiesta de las cabañas, o de la recolección, que empezaba el día decimoquinto del séptimo mes, Etanim o Tisri, daba una conclusión gozosa a la mayor parte del año agrícola, pues la cosecha por lo general se había finalizado para entonces. (Le 23:33-36, 39-43; véase FIESTA y las fiestas respectivas bajo sus encabezamientos individuales.)
Uso figurado. El regreso del exilio y el recogimiento de personas para vida se comparan a una cosecha (Os 6:11; Mt 9:37, 38; Lu 10:2; Jn 4:35-38), al igual que el recogimiento y la destrucción de los inicuos. (Jer 51:33; Apo 14:17-20.) Cristo Jesús se refirió a “la conclusión del sistema de cosas” como la siega, cuando los ángeles, en calidad de segadores, recogerían a todos los que fueran semejantes a la mala hierba y los arrojarían en “el horno de fuego”, mientras que los que fueran semejantes al trigo “[resplandecerían] tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre”. (Mt 13:24-30, 36-43.) Esta obra de segar se efectúa bajo la dirección de Jesucristo, pues en el libro de Revelación se dice que él, ‘alguien semejante a un hijo del hombre’, lleva una hoz aguda en la mano. (Apo 14:14-16; véase AGRICULTURA.)
Conjunto de pequeñas gotas de agua formadas al condensarse la humedad del aire, el vapor de agua que se eleva del suelo y la humedad que exudan las plantas. La palabra hebrea para “rocío”, tal, también significa “lluvia ligera”. (Pr 3:20.) El rocío se vuelve escarcha helada de color blanco plateado cuando la temperatura de la capa de aire que se halla en contacto con el suelo desciende por debajo del punto de congelación. Jehová es quien hizo posible la existencia de las gotas de rocío, y la Biblia dice que Él esparce la escarcha “lo mismo que ceniza”. (Sl 147:16; Job 38:28.)
El rocío se produce al enfriarse durante la noche el aire cargado de vapor de agua, lo que hace que se deposite condensado en estado líquido sobre las superficies más frescas. También aparece cuando el caliente vapor de agua que se eleva del suelo entra en contacto con el aire que está a una temperatura más baja. La Biblia explica que en un principio, cuando aún no había llovido sobre el planeta, “una neblina [vapor] subía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo”. (Gé 2:6 y nota.) El rocío también se forma cuando se evapora la humedad de la vegetación. Las plantas exudan continuamente el agua que absorben por las raíces, hasta que se obtiene un equilibrio entre la temperatura de la punta de las hojas y la de las raíces. Debido a la gran cantidad de rocío que muchos árboles producen de esta manera, a menudo se les oye gotear por la noche. Parece ser que la mayor parte del rocío matinal se origina así. Job dijo: “Mi raíz está abierta para las aguas, y el rocío mismo pasará la noche sobre mi rama mayor”. (Job 29:19.)
Desde mediados de abril hasta mediados de octubre normalmente en Israel no llueve apenas. Sin embargo, durante estos meses se forma rocío, y de este modo se riega la vegetación. The Geography of the Bible (de D. Baly, 1974, pág. 45) dice: “Los israelitas comprendían la importancia del rocío [...] pues aun durante la sequía del verano engruesa las uvas”. Isaías habla del “rocío en el calor de la cosecha [de la uva]”. (Isa 18:4, 5, BAS.) Después llegaban las lluvias de “otoño”, o lluvias ‘tempranas’. (Joe 2:23; Snt 5:7.) El rocío de la noche es tan abundante en ciertas zonas que los árboles y las demás plantas obtienen por este medio humedad más que suficiente para compensar la que pierden durante el día debido a la evaporación. Por lo tanto, el rocío nocturno muy bien puede resultar en una cosecha abundante donde de otro modo hubieran prevalecido la sequía y el hambre.
Se ha descubierto que cuando las plantas se marchitan por causa del calor, se recuperan más rápidamente si se condensa humedad en sus hojas por la noche que si se riega el suelo. Se ha observado que así absorben tanta humedad que al día siguiente pueden desempeñar sus funciones normalmente sin necesidad de que se riegue el suelo. La cantidad de agua absorbida del rocío y más tarde excretada en el suelo por medio de las raíces para almacenarla, iguala a veces el peso total de la planta. Este descubrimiento resalta la importancia del rocío.
Durante los cuarenta años que Israel vagó por el desierto, el maná que Dios le proveía regularmente descendía con el rocío y permanecía sobre el suelo después de que este se evaporaba. (Éx 16:13-18; Nú 11:9.) Antes de atacar a los madianitas, Gedeón obtuvo prueba del apoyo divino mediante dos señales relacionadas con el rocío. En primer lugar, dejó un vellón de lana expuesto en una era durante la noche para que el rocío se formase únicamente sobre el vellón, mientras que la tierra quedó seca. La segunda prueba se realizó de manera inversa. No se especifica si esto ocurrió durante la estación seca, cuando es normal que aparezca el rocío. (Jue 6:36-7:1.)
Uso figurado. Las Escrituras asocian el rocío con bendición, fertilidad y abundancia. (Gé 27:28; Dt 33:13, 28; Zac 8:12.) El volverse a Jehová resultaría en bendiciones, pues Dios dijo: “Llegaré a ser como el rocío a Israel”. (Os 14:1, 5.) Dios predijo por medio de Miqueas que “los restantes de Jacob” tendrían que ser “en medio de muchos pueblos como rocío de Jehová, como chaparrones copiosos sobre vegetación”, lo que significaba que el resto del Jacob (Israel) espiritual sería una bendición de Dios para la gente. (Miq 5:7.)
Por el contrario, el que falte o se retenga el rocío se relaciona con la pérdida del favor de Jehová. (Gé 27:39; Ag 1:10.) El que Dios retuviera el rocío y la lluvia de Israel en los días del rey Acab y de Elías resultó en hambre. (1Re 17:1; Lu 4:25.)
Las nubes de la mañana y el rocío se disipaban rápidamente con el calor del sol. La poca bondad que quedaba en Efraín (Israel) y Judá se habían desvanecido de manera similar. (Os 6:4.) Y, debido a su pecado, se llevaría al destierro a los habitantes de Efraín (Israel), que llegarían a ser como el “rocío que temprano se va”. (Os 13:1-3, 16.)
Las gotas de rocío son silenciosas y abundantes. Quizás Husai quería referirse a ese sigilo o tal vez a un ejército tan numeroso como las gotas de rocío cuando dijo a Absalón: “Estaremos sobre [David] tal como cae el rocío sobre el suelo”. (2Sa 17:12.) El Rey que Jehová ha nombrado tiene su “compañía de hombres jóvenes justamente como gotas de rocío”, quizás en lo que tienen que ver con cantidad. (Sl 110:3.)
El rocío también es benigno y refrescante. Por ello era apropiado que se comparase a él la canción profética de despedida de Moisés. (Dt 32:2.) La buena voluntad de un rey se asemeja al efecto refrescante del rocío sobre la vegetación. (Pr 19:12.) La unidad amorosa que existe entre el pueblo de Dios es refrescante, “como el rocío de Hermón que viene descendiendo sobre las montañas de Sión”. Las cimas del monte Hermón, cubiertas de bosques y jaspeadas de nieves perpetuas, hacían que los vapores nocturnos se elevasen, de modo que las corrientes de aire frío que bajaban por el Hermón desde el N., los llevasen hasta muy lejos y llegaban a condensarse sobre las montañas de Sión, a muchos kilómetros hacia el S. (Sl 133:1-3; GRABADO, vol. 1, Pg. 332-Foto.)
En tiempos antiguos se cosechaban las espigas cortándolas con una hoz (Dt 16:9; Mr 4:29) o, a veces, desarraigándolos de la tierra. En el último caso, se cosechaba todo el tallo arrancándolo de raíz de la tierra, lo que era importante en tierras áridas donde la paja escaseaba y las espigas no crecían muy altas.
La hoz antigua estaba hecha de madera o hueso y tenía incrustaciones de pedernal que servían de filo cortante. Posteriormente se utilizó la hoja de metal curvada, que es más conocida. El segador agarraba los tallos con una mano y los cortaba con la otra.
A los israelitas se les ordenó que no segasen las orillas de sus campos, sino que dejasen un poco de mies “para el afligido y el residente forastero”. (Le 19:9, 10.) Después de segar el grano, se recogía, se ataba en gavillas y se apilaba en montones, probablemente en la era. (Gé 37:6, 7; Rut 3:6, 7.)
Uso figurado. En las Escrituras a menudo se usa la siega de manera figurada para ilustrar el resultado final, sea bueno o malo, de las obras de una persona. El principio divino es que “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. Pablo mostró que el que siembra con miras a su carne segará de su carne la corrupción, mientras que “el que esté sembrando con miras al espíritu, segará del espíritu vida eterna”, y a los cristianos gálatas les garantizó que, segarían si no se rendían. (Gál 6:7-9; Pr 22:8; Os 8:1, 7.) Cuando animó a demostrar generosidad cristiana hacia los compañeros creyentes necesitados de Judea, el apóstol dijo a los corintios: “El que siembra parcamente, parcamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará”. (2Co 9:5-7.)
Jesucristo envió a sus discípulos a “segar”, con lo que dio a entender que tenían que recoger como discípulos de él a judíos que respondieran con interés. (Jn 4:35-38.) Según la ilustración de Jesús en cuanto al “trigo” y la “mala hierba” simbólicos en la “conclusión de un sistema de cosas”, el Hijo del hombre envía a sus segadores angélicos a “[recoger] de su reino todas las cosas que hacen tropezar, y a los que cometen desafuero”. Esta “mala hierba” (“los hijos del inicuo”) se arroja a un horno ardiente figurativo, mientras que se conserva al “trigo” (“los hijos del reino”) para que resplandezca “tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre”. (Mt 13:24-30, 36-43.)
De la visión de Juan en Revelación, donde se representa a Cristo como alguien “semejante a un hijo del hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz aguda en su mano”, se desprende que el glorificado y entronizado Jesucristo dirige esta obra de segar y separar. En respuesta al clamor del ángel: “Pon dentro tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, porque la mies de la tierra está cabalmente madura”, Juan contempló que Cristo “metió su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada”. El apóstol observó que después se recogió “la vid de la tierra” y se arrojó “en el gran lagar de la cólera de Dios”. (Apo 14:14-20; compárese con Apo 19:11-16.)
Cosechadores. En tiempos bíblicos, los cereales se cosechaban a veces arrancando los tallos del suelo. Pero lo más habitual era cortar los tallos con una hoz (Dt 16:9; Mr 4:29). La cosecha solía ser un trabajo en equipo, en el que varios grupos de cosechadores recogían el grano maduro de un campo (Rut 2:3; 2Re 4:18). Varios escritores bíblicos, como el rey Salomón, el profeta Oseas y el apóstol Pablo, usaron este trabajo para enseñar verdades importantes (Pr 22:8; Os 8:7; Gál 6:7-9). El propio Jesús usó esta labor tan conocida para explicar el papel de sus seguidores y de los ángeles en la obra de hacer discípulos (Mt 13:24-30, 39; Jn 4:35-38).
Antiguamente se solía sembrar la semilla “al voleo”. El sembrador llevaba la semilla de grano en un doblez de su prenda de vestir o en una bolsa, y según andaba, esparcía la semilla delante de él con la mano, moviendo el brazo desde el doblez, donde tenía la semilla, hasta el lado opuesto. La temporada de la siembra en Palestina iba desde octubre hasta la primera parte de marzo, según la clase de grano que se sembrara.
La bendición de Jehová. Jehová es Aquel que provee la semilla y hace posible el proceso de crecimiento, así como la luz del Sol y la lluvia, gracias a lo cual el campo produce muchas veces más la cantidad que se planta. (2Sa 23:3, 4; Isa 55:10.) Todos los hombres, justos e inicuos, reciben por tanto los beneficios del Creador. (Mt 5:45; Hch 14:15-17.)
No obstante, por lo general Jehová Dios no ejerce un control específico sobre los factores que favorecen el crecimiento. Por ello, es posible que personas inicuas disfruten de cosechas abundantes, y que, por el contrario, haya justos que pierdan su cosecha debido a condiciones desfavorables. (Compárese con Job 21:7-24.)
Por otro lado, cuando concuerda con su propósito, Jehová puede bendecir al sembrador y darle cosechas abundantes, o, en función de su fidelidad y obediencia, darle escasez. Por ejemplo, Jehová se propuso hacer de Israel una nación grande y numerosa en la Tierra Prometida, de manera que bendijo a sus siervos obedientes abundantemente. Cuando Isaac residía en Canaán, aunque lo hostigaban los nativos del país, Jehová lo bendijo de manera que su siembra resultó en una cosecha de hasta cien medidas por cada una sembrada. (Gé 26:12.)
La condición espiritual de Israel determinaba la clase de cosecha que recibían. Jehová les dijo antes de que entrasen en la Tierra Prometida: “Si continúan andando en mis estatutos y guardando mis mandamientos y de hecho los ponen por obra, [...] su trilla ciertamente alcanzará a su vendimia, y la vendimia alcanzará a la siembra”. Las cosechas serían tan abundantes que antes de que acabaran con la recogida, sería tiempo para sembrar la siguiente cosecha. (Compárese con Am 9:13.) Por otro lado, les advirtió: “Si ustedes no me escuchan ni ponen por obra todos estos mandamientos, [...] simplemente sembrarán para nada su semilla, puesto que sus enemigos ciertamente se la comerán”. Y añadió, “su tierra no dará su producto”. (Le 26:3-5, 14-16, 20; compárese con Ag 1:6.) Posteriormente, en los días del profeta Jeremías, la advertencia de Jehová se cumplió. Jehová dijo entonces sobre su desesperada situación: “Han sembrado trigo, pero han segado espinas”. (Jer 12:13.)
La ley de Israel sobre la siembra. La Ley que Dios dio mediante Moisés ordenaba que se sembrara la tierra durante seis años, pero que no se se sembrara ni segara durante el séptimo año (año sabático), como tampoco en el año de Jubileo. (Éx 23:10, 11; Le 25:3, 4, 11.) Esto sirvió para probar su fe y les dio más tiempo para dedicarse a los intereses espirituales; también era bueno para la tierra.
Como la tierra le pertenecía a Jehová, en un sentido, era santa, y sus habitantes eran santos. Por lo tanto, debía evitarse cualquier tipo de contaminación. Si el cuerpo muerto de un animal inmundo, por ejemplo, una rata o un lagarto, caía sobre semilla húmeda, era inmunda para el uso, mientras que si la semilla estaba seca, era limpia. La razón debía ser que si estaba húmeda, la inmundicia se extendería por toda ella. (Le 11:31, 37, 38.)
No se permitía mezclar diferentes semillas cuando se sembraba, aunque podían sembrarse semillas de diferentes clases en lugares separados para cada clase en el mismo campo. (Le 19:19; Isa 28:25.) Esta ley tal vez se dio para que los israelitas no se olvidasen de su condición separada y distinta como pueblo de Dios bajo su gobernación real. Si un israelita violaba esta ley y mezclaba dos clases de semillas, todo el producto de su campo o viña se convertía en algo “dado por entero”, por lo que tenía que entregarlo al santuario. (Dt 22:9; compárese con Le 27:28; Nú 18:14.)
Uso ilustrativo. Para ilustrar el cuidado de Jehová y la bendición sobre el resto que regresó de Babilonia, el salmista escribió: “Los que siembran con lágrimas segarán aun con clamor gozoso. El que sin falta sale, aun llorando, llevando consigo una bolsa llena de semilla, sin falta entrará con un clamor gozoso, trayendo consigo sus gavillas”. (Sl 126:1, 5, 6.) Los que regresaron de Babilonia se sentían muy felices por su liberación, pero posiblemente lloraron al sembrar semilla en el suelo desolado que no se había trabajado durante setenta años. No obstante, Jehová les hizo volver por causa de Su nombre, y los que llevaron adelante la siembra y la obra de reconstrucción disfrutaron del fruto de su trabajo. Por un tiempo, cuando se paralizó la construcción del templo, Jehová retuvo el fruto de la tierra, pero mediante los profetas Ageo y Zacarías se volvió a animar al pueblo a que emprendiera la actividad y recibió otra vez el favor de Dios. (Ag 1:6, 9-11; 2:15-19.)
Jehová utiliza el proceso de la siembra y el crecimiento para ilustrar la seguridad del cumplimiento de su palabra. (Isa 55:10, 11.)
Diligencia y generosidad. Salomón expuso un principio con relación a la generosidad y el trabajo industrioso cuando escribió: “El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará”. La persona que se retrae esperando el tiempo en que absolutamente todo parezca favorable para realizar la obra que Dios ha puesto delante de él, o que busca una excusa para evitar esa obra, no recibirá nada de Dios. Salomón recomienda, más bien, la diligencia, pues dice en el versículo 5 que Dios es quien “hace todas las cosas”, y el hombre no entiende completamente el modo de hacer las cosas de Dios. Por ello, Dios aconseja: “Por la mañana siembra tu semilla, y hasta el atardecer no dejes descansar la mano; pues no sabes dónde tendrá éxito esto, aquí o allí, o si ambos a la par serán buenos”. (Ec 11:4-6.)
Al parecer, el apóstol Pablo pensaba de modo similar cuando animó a los cristianos de Corinto a ayudar con generosidad a sus hermanos de Jerusalén, que habían sufrido dificultades y habían perdido muchos de sus bienes debido a la persecución a que los habían sometido los judíos. Pablo dijo: “El que siembra parcamente, parcamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará. [...] Dios, además, puede hacer que toda su bondad inmerecida abunde para con ustedes, para que, teniendo ustedes siempre plena autosuficiencia en todo, tengan en abundancia para toda buena obra. [...] Ahora bien, el que suministra abundantemente la semilla al sembrador y pan para comer, suministrará y multiplicará la semilla para que ustedes siembren, y aumentará los productos de la justicia de ustedes”. Luego Pablo señala que además del favor y la bendición material de Dios, la generosidad cristiana hace que abunden las expresiones de gracias y alabanzas a Dios, así como el amor y las oraciones de los que reciben la ayuda en favor de los que la extienden. También hace que aumente el amor en la congregación. (2Co 9:6-14.)
Predicación de las buenas nuevas. Jesucristo asemejó la siembra a la predicación de la palabra, las buenas nuevas del Reino. Él era el Sembrador de las verdades del Reino, y Juan el Bautista también había trabajado como tal. Los discípulos de Jesús fueron enviados a segar en los campos que habían sido sembrados y ya estaban blancos para la siega. Por lo tanto, les dijo: “Ya el segador está recibiendo salario y recogiendo fruto para vida eterna, a fin de que el sembrador y el segador se regocijen juntos. [...] Uno es el sembrador y otro el segador. Yo los despaché a segar aquello en que ustedes no han hecho labor. Otros han labrado [al sembrar], y ustedes han entrado en el provecho de la labor de ellos [al segar]”. (Jn 4:35-38.)
En la ilustración del sembrador, Jesús volvió a asemejar la predicación a la siembra. En esta parábola la semilla sembrada es “la palabra del reino”. Jesús explicó que las condiciones bajo las que se siembra la semilla pueden influir en cómo brota y crece esta en los corazones de los hombres. (Mt 13:1-9, 18-23; Lu 8:5-15.)
El trigo y la mala hierba. En otra ilustración, Jesús se comparó a un sembrador de semilla excelente, y dijo que la semilla eran los “hijos del reino”. El sembrador enemigo que sembraba mala hierba en el campo era el Diablo. Jesús predijo de este modo una apostasía venidera, cuando existirían dentro de la congregación cristiana hombres que afirmarían falsamente ser siervos de Dios, pero intentarían contaminarla y arrastrar a los discípulos tras sí. (Mt 13:24-30, 36-43; compárese con Hch 20:29; 2Co 11:12-15; 2Te 2:3-9; 1Ti 4:1; 2Ti 4:3, 4; 2Pe 2:1-3.)
‘Sembrar teniendo en mira la carne.’ Después de enumerar los frutos del espíritu y las obras de la carne, y amonestar a cada uno para que pruebe su propia obra, el apóstol Pablo dijo: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que esté sembrando con miras a su carne, segará de su carne la corrupción; pero el que esté sembrando con miras al espíritu, segará del espíritu vida eterna”. (Gál 5:19-23; 6:4, 7, 8.)
Pablo expuso en Romanos 1:24-27 un ejemplo de sembrar para la carne y sus resultados. Otros ejemplos fueron: la persona incestuosa de la congregación de Corinto cuyas prácticas eran carnales e inmundas; también Himeneo y Alejandro, que promovieron enseñanza inmunda y blasfemia y que fueron entregados a Satanás “para la destrucción de la carne”, es decir, la eliminación de tal elemento carnal de la congregación. (1Co 5:1, 5; 1Ti 1:20; 2Ti 2:17, 18.)
Instruir a la congregación y cuidar de ella. Cuando Pablo escribió a la congregación de Corinto, comparó su instrucción y ayuda a la congregación con la siembra, y explicó a los corintios que por esta labor tenía autoridad para recibir de ellos ayuda material a fin de seguir llevando a cabo su ministerio. Pero no la aceptó, con el fin de no poner ningún estorbo a las buenas nuevas. (1Co 9:11, 12.)
Tal como un labrador siembra la semilla en paz, así las buenas nuevas se siembran en paz, no con disputas, contiendas, tumulto ni el uso de la fuerza. Y los sembradores son hombres de paz, no pendencieros, belicosos ni alborotadores. Por lo tanto, en la congregación cristiana tienen que existir condiciones pacíficas para que su siembra produzca fruto de justicia. (Snt 3:18.)
La resurrección. Al hablar de la resurrección espiritual, Pablo comparó el entierro del cuerpo físico a la siembra de una semilla cuando explicó: “No obstante, alguien dirá: ‘¿Cómo han de ser levantados los muertos? Sí, ¿con qué clase de cuerpo vienen?’ ¡Persona irrazonable! Lo que siembras no es vivificado a menos que primero muera; y en cuanto a lo que siembras, no siembras el cuerpo que se desarrollará, sino un grano desnudo, sea de trigo o cualquiera de los demás; pero Dios le da un cuerpo así como le ha agradado, y a cada una de las semillas su propio cuerpo. [...] Y hay cuerpos celestes, y cuerpos terrestres [...]. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levanta en incorrupción. [...] Se siembra cuerpo físico, se levanta cuerpo espiritual. [...] Porque esto que es corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad”. (1Co 15:35-53.)
Las personas que Dios escoge para que sean coherederos con su Hijo y reciban incorrupción e inmortalidad, tienen que morir y entregar su cuerpo carnal a fin de obtener un cuerpo celestial por medio de la resurrección. Esto es similar a lo que le ocurre a la semilla que se siembra, que primero “muere”, se desintegra, y su forma y apariencia difieren totalmente de la planta resultante.
Si se desea considerar la siembra mencionada en Isaías 28:24 y su significado ilustrativo, véase ARAR.
Lugar privado de luz que proporciona una protección agradable del sol ardiente, tanto si la sombra proviene de un peñasco (Isa 32:2), como de una nube (Isa 25:5), una cabaña (Isa 4:6), un árbol (Can 2:3; Eze 17:23; Os 4:13) u otra clase de planta (Jon 4:5, 6). Por lo tanto, se dice figuradamente que uno viene bajo la “sombra” de aquello que sirve o se considera como protección, cobertura, seguridad o refugio. Por ejemplo, Lot dijo a los hombres de Sodoma con referencia a los extranjeros que había introducido en su hogar: “Solo no hagan nada a estos hombres, porque por eso han venido bajo la sombra de mi techo”. (Gé 19:8.) Y Jehová, por medio de su profeta Isaías, pronunció un ay sobre los que se refugiaban en la “sombra de Egipto”, es decir, los que recurrían a Egipto en busca de protección. (Isa 30:1-3; véase también Lam 4:20; Eze 31:6, 12, 17.) Se habla especialmente de Jehová como Aquel que provee sombra protectora a su pueblo (Sl 91:1; 121:5; Isa 25:4) o le da protección semejante a sombra bajo su “mano” o sus “alas”. (Sl 17:8; 36:7; 57:1; 63:7; Isa 49:2; 51:16.) Por otro lado, la “sombra profunda” se asocia con las tinieblas, el peligro o la sepultura, “la tierra de oscuridad”. (Job 10:21, 22; 24:17; 38:17; Sl 23:4.)
La manera como una sombra cambia de tamaño y finalmente deja de existir como resultado del avance del Sol se utiliza como un símil de la vida corta o pasajera del hombre. (1Cr 29:15; Job 8:9; 14:1, 2; Sl 102:11; 144:4; Ec 6:12; 8:13.) El que los días de alguien sean “como una sombra que ha declinado” significa que su muerte está próxima. (Sl 102:11; 109:23.) Aunque las sombras que causa el Sol siempre cambian de tamaño y dirección según la rotación de la Tierra, Jehová es inalterable. Como escribió el discípulo Santiago, “con él no hay la variación del giro de la sombra”. (Snt 1:17.)
La sombra o imagen oscura que un objeto proyecta sobre una superficie no es la realidad, no es el objeto verdadero. Sin embargo, puede dar una idea de la forma general o diseño de esa realidad. A este respecto, Pablo explicó que la Ley, con sus fiestas, su tabernáculo y sus sacrificios, tenía una sombra que representaba cosas mayores por venir. Escribió: “La realidad pertenece al Cristo”. (Col 2:16, 17; Heb 8:5; 9:23-28; 10:1.)
“Se le da protección” (Pr 18:10). Lit.: “se le pone en lo alto”, es decir, fuera de alcance, seguro. La sombra que arroja un peñasco, una nube, un edificio, un árbol o algún otro objeto puede suministrar una bienvenida protección como, por ejemplo, del ardiente sol. Es por eso que la expresión bíblica ‘venir bajo la sombra de algo’ significa entrar en un lugar de protección, seguridad o refugio. (g76 22/9 26)
Con respecto al milagroso retroceso de la sombra narrado en 2 Reyes 20:9-11 e Isaías 38:8, véase SOL.
Triturar la mies y hacer que el grano se suelte de las espigas. Si los espigadores tenían poco que trillar, si el grano era de tamaño pequeño, como el comino, o si la trilla se hacía a escondidas durante tiempos peligrosos, se utilizaba una vara o mayal (desgranador) para golpear el grano a mano, bien en el suelo o en un lagar. (Jue 6:11; Rut 2:17; Isa 28:27.)
No obstante, la trilla normalmente se efectuaba en la era. Esta solía estar situada en un lugar más elevado, expuesto al viento, y consistía en una zona circular llana, de casi 15 m. de diámetro, hecha de piedra o de tierra muy apretada. Cuando las eras no eran privadas, se agrupaban cerca de una aldea para uso comunal. Las gavillas de cebada o de trigo, que eran los principales cereales de Palestina, se extendían en el suelo (en la actualidad se extienden las gavillas hasta un espesor de 30 a 46 cm.). Se hacía pasar por encima, en círculos, a toros u otros animales para que la paja se abriera y se separara el grano del tamo. A los animales no se les ponía bozal mientras pisaban el grano. (Dt 25:4; Os 10:11; 1Co 9:9, 10.)
Los instrumentos de trillar tirados por animales aceleraban el trabajo y profundizaban más que las pezuñas de los mismos animales. (Isa 41:15; Am 1:3.) Los modelos utilizados en tiempos más modernos consisten bien en plataformas llanas, pesadas y anchas, con dientes de piedra o hierro en su parte inferior, bien en marcos que tiran de pesados rodillos cilíndricos provistos de cuchillas para cortar y abrir las espigas. Al utilizar artefactos como la plataforma o los rodillos, se abarcaba con cada vuelta una parte de la era y el peso del conductor que iba encima mejoraba el rendimiento. (Compárese con Isa 28:28.)
Una vez que el grano había sido completamente trillado, se aventaba. (Véase AVENTAR.)
Como las eras eran un espacio abierto y nivelado, solían utilizarse para otros propósitos. Los ritos de duelo por Jacob se celebraron en la era de Atad, cerca del Jordán. (Gé 50:10, 11.) Por orden de Jehová, David compró la era de Arauna (Ornán), edificó allí un altar e hizo un sacrificio a Jehová. (2Sa 24:16-25; 1Cr 21:15-28.) Después, esta era se convirtió en el solar del templo de Salomón. (2Cr 3:1.) Cuando Jehosafat y Acab consultaron en cuanto a si debían guerrear contra Siria, sus tronos estaban colocados en una era, a la entrada de la puerta de Samaria. (1Re 22:10.)
Uso figurado. En un sentido figurado, el tratamiento que se da a las espigas de grano en una era es un símbolo muy apropiado de cómo se golpeará y hará pedazos a los enemigos de Jehová. (Isa 41:15; Jer 51:33; Miq 4:12, 13; Hab 3:12.) La acción de trillar también se ha usado como ejemplo del trato aplastante que algunos hombres dan a otros. (2Re 13:7.) Por otra parte, la separación del trigo y el tamo puede ilustrar la separación que hará el juicio de Jehová entre los justos y los inicuos. (Mt 3:12.) En otro sentido, el que haya mucho grano que trillar y el que la trilla se prolongue por mucho tiempo es indicio de prosperidad y de la bendición de Jehová. (Le 26:5; Joe 2:24.)
Herramientas para trillar Las dos réplicas (en la foto) de trillos (1) que se ven en la foto están boca arriba, de modo que se pueden ver las piedras afiladas que iban incrustadas en la parte de abajo (Isa 41:15). Como se ve en la segunda foto (2), el agricultor esparcía las gavillas de grano sobre la era, se subía al trillo y hacía que un animal de tiro, como un toro, lo arrastrara sobre el grano. Las pezuñas del animal y las piedras afiladas de la parte de abajo del trillo cortaban y trituraban los tallos para liberar los granos. Luego, el agricultor usaba un aventador (3) para lanzar el grano trillado al aire. El viento se llevaba la paja, y el grano, que era más pesado, caía al suelo. La acción de trillar se usa en la Biblia para describir cómo Jehová pisoteará y triturará a sus enemigos (Jer 51:33; Miq 4:12, 13). Juan el Bautista la usó para ilustrar cómo se separaría a los justos de los malvados. (Mt 3:12; Lu 3:17)
El término “yugada” significa la medida de tierra que una yunta de toros puede arar en un día. La palabra hebrea que se traduce “yugada” (tsé·medh) en las Escrituras significa literalmente “yunta”. (1Sa 14:14, nota; 1Re 19:19; Isa. 5:10), pero también se ha traducido por “par” (Jue 19:3; 1Sa 11:7) y ‘tiro’ (de caballos; 2Re 9:25). Probablemente esta medida era un poco inferior a 0,4 Ha. La palabra iugerum, utilizada en la Vulgata latina, la "yugada" romana equivale a una extensión 2/3 de un acre inglés (0,25 Ha. - 2529,34 m²).
Barra de madera o armazón que se coloca sobre el cuello de dos animales de tiro (generalmente reses vacunas) para que tiren de un apero de labranza o de una carreta o carruaje. (Nú 19:2; Dt 21:3; 1Sa 6:7.) En este último caso solían sujetarse por medio de dos tiras, que rodeaban el cuello del animal. Algunos yugos, en vez de tener tiras, estaban atravesados por estacas que bajaban por ambos lados del cuello de los animales y se ataban con correas en torno a la garganta. En ocasiones, los yugos se sujetaban a la base de los cuernos del animal.
Términos del idioma original. Los términos griegos (zy·gós, zéu·gos) que transmiten la idea de un yugo se derivan de la palabra zéu·gny·mi, que significa “enyugar; uncir; juntar; atar; unir entre sí”. Generalmente se uncían entre sí dos animales, por lo que la palabra griega zéu·gos puede significar un “par” o “yunta” de animales, tal como “un par de tórtolas”. (Lu 2:24; 14:19.) La expresión hebrea tsé·medh corresponde hasta cierto grado con la palabra griega zéu·gos, y puede designar un “par” (Jue 19:3, 10), una “yunta” (1Re 19:19, 21) o una “yugada”, la medida de tierra que una yunta de toros podía arar en un día. (1Sa 14:14; Isa 5:10.) Sin embargo, hay una palabra hebrea totalmente diferente (`ol u `ohl), que se refiere al instrumento que se usa para uncir o unir las cosas. (Nú 19:2.) Hay otra palabra hebrea (moh·táh, barra [de yugo]) que guarda relación con los yugos (Le 26:13; Isa 58:6, 9; Jer 27:2; 28:10, 12, 13; Eze 30:18; 34:27), pero que significa básicamente una “vara” o “poste”, como en 1 Crónicas 15:15, donde se hace referencia a los postes por medio de los cuales se llevaba el Arca. La palabra griega zy·gós, designa un yugo, y además puede aplicar a varios objetos que unen dos o más cosas. Por ejemplo, el astil de unas balanzas “unce” dos platos entre sí; por lo tanto, por extensión, zy·gós puede significar la “balanza” misma, como en Apocalipsis 6:5. Tanto el término hebreo `ol (Gé 27:40; Isa 9:4) como el griego zy·gós podían referirse también al balancín o percha con el que una persona transportaba mercancías sobre los hombros, distribuyendo equitativamente el peso en ambos extremos de la barra. Los balancines con los que los antiguos egipcios transportaban agua y otras cargas tenían aproximadamente un metro de longitud y estaban dotados de tiras en los extremos para colocar las cargas.
Uso figurado. Los esclavos a menudo tenían que llevar cargas (compárese con Jos 9:23; 1Ti 6:1), y por esta razón el yugo representaba apropiadamente una condición de esclavitud o sujeción a otra persona, como la sujeción de Esaú a Jacob (Gé 27:40) o la sujeción a un gobernante o nación (1Re 12:4-14; 2Cr 10:4-14; Eze 34:27), así como un estado de opresión y sufrimiento. (Isa 58:6-9.) Un yugo de hierro denotaba una esclavitud más severa que un yugo de madera. (Dt 28:48; Jer 28:10-14.) Y quitar o romper el yugo significaba liberación de esclavitud, opresión y explotación. (Le 26:13; Isa 10:27; 14:25; Jer 2:20; 28:2, 4; 30:8; Eze 30:18; Mt 11:29, 30.)
Cuando la ciudad de Jerusalén cayó ante el rey Nabucodonosor, sus habitantes quedaron bajo el yugo pesado del vasallaje a Babilonia. Este yugo les fue especialmente duro a los más ancianos, quienes nunca habían tenido que aguantar algo semejante en su vida. (Compárese con Isa 47:6.) Aludiendo obviamente a esto en su lamentación sobre la destrucción de Jerusalén, Jeremías dijo: “Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud”. Si la persona aprende a cargar con un yugo de sufrimiento en su juventud, le será mucho más fácil llevarlo en la vida adulta, y lo hará sin desesperanzarse. (Lam 3:25-30.)
Si bien es cierto que tanto las personas como las naciones han oprimido a sus semejantes, Jehová Dios nunca ha impuesto un yugo opresor lesivo sobre sus fieles siervos. Jehová recordó a los israelitas su trato misericordioso por medio del profeta Oseas: “Con las sogas del hombre terrestre seguí atrayéndolos, con las cuerdas del amor, de modo que llegué a ser para ellos como los que alzan un yugo de sus quijadas, y con dulzura llevé alimento a cada uno”. (Os 11:4.) Así pues, Jehová trató a los israelitas como el que levanta o desplaza un yugo lo suficientemente como para permitir que el animal coma con comodidad. Solo cuando quebraron su yugo de sumisión a Dios (Jer 5:5), quedaron bajo el yugo opresor de las naciones enemigas. (Compárese con Dt 28:48; Jer 5:6-19; 28:14.)
La Ley que Dios dio a la nación de Israel era un yugo, puesto que los colocaba bajo obligaciones y responsabilidades para con Jehová Dios. Como lo que la Ley prescribía era santo, justo y bueno, no obraba para perjuicio de los israelitas. (Ro 7:12.) Sin embargo, no pudieron observarla a la perfección debido a su pecaminosidad e imperfección, y, por lo tanto, resultó ser un yugo que ‘ni ellos ni sus antepasados fueron capaces de cargar’ (puesto que el quebrantarla resultó en condenación para ellos). Este fue el argumento de Pedro al mostrar que no era necesario imponer a los cristianos gentiles la obligación de observar la “ley de Moisés”. (Hch 15:4-11.) La Ley misma no producía esclavitud, pero el pecado sí. (Ro 7:12, 14.) Por lo tanto, el que alguien tratase de obtener la vida guardando la ley mosaica a la perfección no solo resultaría imposible, sino también le ‘restringiría otra vez en un yugo de esclavitud’, pues por ser pecador y esclavo del pecado, la Ley lo condenaría, una Ley que no proporcionaba ningún sacrificio verdaderamente efectivo por los pecados, como lo hacía el rescate de Cristo. (Gál 5:1-6.)
En tiempos de Jesús, los judíos se hallaban bajo el yugo de la ley mosaica y, además, cargados con muchas tradiciones de hombres. Jesucristo dijo sobre los escribas y fariseos: “Atan cargas pesadas y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas”. (Mt 23:4.) Por lo tanto, desde un punto de vista espiritual, la gente común en especial estaba sometida a muchas “cargas”. Por lo tanto Jesús pudo decir: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. (Mt 11:28-30.) Si el “yugo” en el que pensaba Jesús era el que su Padre celestial había colocado sobre él, estas palabras deben significar que otros podían colocarse bajo el yugo con él y que él los ayudaría. Por otra parte, si el yugo era el que Jesús mismo pone sobre otros, la idea debe ser la de someterse uno mismo a la autoridad y dirección de Cristo como discípulo suyo. En Filipenses 4:3, el apóstol Pablo probablemente se estaba refiriendo a un hermano en particular de la congregación filipense cuando empleó la expresión “genuino compañero de yugo”, es decir, compañero bajo el yugo de Cristo.
Puesto que el matrimonio une al esposo y a la esposa, es como un yugo. (Mt 19:6.) Por lo tanto, el que un cristiano se casase con una persona incrédula resultaría en un “yugo desigual” (2Co 6:14) que haría muy difícil la unidad de pensamiento y acción. Bajo yugo desigual, Lit.: “estando enyugados diferentemente”. Algunas Biblias la vierten “no se unan”, “no traten de caminar juntos” o “no tengan relaciones indebidas”.