Combustión, Fuerza, Dinámica |
Trozo de una materia combustible, con frecuencia una madera resinosa, de tamaño y forma adecuados para llevarlo asido con la mano, que se hace arder por un extremo para dar luz. A veces se utilizaba un palo en cuyo extremo se envolvía un material absorbente empapado en aceite. (Gé 15:17; Jue 7:16, 20; 15:4; Isa 62:1; Eze 1:13; Da 10:6; Na 2:4; Jn 18:3.)
Sustancia sólida, negra, quebradiza y porosa procedente de la combustión incompleta de la madera. En tiempos antiguos se usaba el siguiente procedimiento para conseguir un tipo de carbón de relativa pureza: se cubría un montón de leña con tierra y se quemaba lentamente durante varios días, dejando solo una cantidad suficiente de aire para la combustión de los gases. Este proceso era lento y requería una supervisión cuidadosa, pero el carbón conseguido de este modo era el combustible preferido cuando se deseaba un calor intenso, continuo y sin humo. No hay prueba de que en el antiguo Israel se usase carbón mineral natural.
Se quemaba carbón vegetal en una hoguera o en un brasero para calentarse en tiempo frío. (Isa 47:14; Jer 36:22; Jn 18:18.) Además, su calor uniforme sin llama ni humo lo hacía muy indicado para cocinar. (Jn 21:9.) El carbón vegetal era indispensable para fundir y refinar metales; sin él era casi imposible alcanzar y mantener las altas temperaturas necesarias a fin de extraer los metales de sus minerales. (Isa 44:12; 54:16; véase REFINAR, REFINADOR.) El mineral se intercalaba entre capas de carbón vegetal, un procedimiento parecido al de los altos hornos modernos. Este método probablemente dio origen al proverbio: ‘El mostrar bondad a un enemigo es semejante a amontonar brasas ardientes sobre su cabeza; suaviza su ira y saca a relucir lo bueno que hay en él’. (Pr 25:22; Ro 12:20.) La “mujer sabia” de Teqoa habló en sentido figurado del brillo del carbón cuando arde despacio para referirse a su hijo y a su posterior descendencia. (2Sa 14:1-7.)
Sin embargo, las palabras hebreas ga·jé·leth y pe·jám no siempre se traducen “carbón vegetal”; a menudo se refieren a brasas, ascuas o rescoldos. En el altar del tabernáculo se usaba la leña como combustible (Le 1:7, 8; 3:5), y en el Día de Expiación se utilizaban las “brasas ardientes de fuego de sobre el altar” para extender una nube de incienso sobre la cubierta del Arca. (Le 16:12, 13.) Isaías habló del idólatra que hace un dios de parte del mismo árbol con el que prepara un fuego y sobre cuyas brasas cuece su pan. (Isa 44:14, 15, 19.)
En varios pasajes de las Escrituras se usan las “brasas” en un sentido figurado o ilustrativo, para indicar cualquier sustancia flameante, caliente o ardiente. (2Sa 22:9; Job 41:21; Sl 18:8, 12, 13; 140:10; Isa 6:6; Eze 1:13; 10:2; 24:11.) Las “brasas ardientes de las retamas” se usaron para representar la retribución que le espera al de “lengua mañosa”. (Sl 120:2-4.)
Literalmente, “alimento” para el fuego. (Isa 9:5, 19; Eze 15:4.) Entre los combustibles mencionados específicamente en la Biblia están: el carbón (Isa 47:14; Jn 18:18), los trozos de leña (Jer 7:18), los juncos (Job 41:20), los espinos (Ec 7:6), la leña (Jos 9:27; Isa 44:14-16) y el árbol de la vid. (Eze 15:6.) Además, el aceite de oliva era el combustible que solía usarse para las lámparas. (Éx 27:20; Mt 25:3, 4.) No obstante, es probable que el principal combustible de los israelitas fuera la madera en su estado natural o como carbón vegetal. Para calentarse, la gente solía quemar carbón vegetal en un brasero (Jer 36:22), aunque en otras ocasiones se quemaba sin recipiente, como sin duda ocurrió cuando Jesucristo preparó un desayuno sobre un fuego de carbón después de su resurrección. (Jn 21:9, 10; véase CARBÓN VEGETAL.)
A Ezequiel se le dijo que usara excremento humano como combustible para representar la severidad del sitio de Jerusalén, pero cuando objetó, Jehová le permitió usar tortas de estiércol de ganado. (Eze 4:8, 12-15.) Aunque hoy en día algunas personas de Oriente Medio todavía emplean estiércol de ganado seco como combustible debido a la escasez de madera, esto no significa que los israelitas lo usaran de manera habitual, máxime si se tiene en cuenta la gran cantidad de árboles que había en la antigua Palestina.
Fusión nuclear, la energía de las estrellas
En física nuclear, fusión nuclear es el proceso por el cual varios núcleos atómicos de carga similar se unen y forman un núcleo más pesado. Simultáneamente se libera o absorbe una cantidad enorme de energía, que permite a la materia entrar en un estado plasmático, este proceso es limpio y seguro. Si tenemos en cuenta que con muy poca cantidad de combustible se genera tanta energía, este podría ser un tipo de generación de energía muy eficiente. De hecho con un gramo de combustible con éste proceso, se podría generar la misma energía que con ± 14 toneladas de carbón mineral de la forma convencional actual. Además no causa contaminación ni afecta negativamente al medio ambiente ni animal, no genera residuos tóxicos ni contaminantes como las centrales nucleares y sin riesgos de que se produzca un “super gau” incontrolable, pues este proceso es tan sensible que si por accidente dejaran de generarse las condiciones idóneas, el proceso simplemente se interrumpe enfriándose por si mismo. Por otra parte el coste del material para la fusión sería nulo, tan solo el agua de los lagos y los océanos contiene hidrógeno pesado suficiente para millones de años, lo que haría que el complejo generador de energía se amortizara relativamente rápido. |
Al igual que en la actualidad, en tiempos bíblicos el fuego desempeñaba un papel muy importante en la vida del hombre. Si bien la Biblia indica específicamente que se requería para refinar, forjar y fundir metales, preparar alimento, calentar las casas, así como para ofrecer sacrificios e incienso, también dice que, debido al poder destructivo de un fuego incontrolado, se halla entre cuatro de las cosas que no han dicho “¡Basta!”. (Pr 30:15, 16.) Seguramente por esta misma razón, Santiago comparó el uso impropio de la lengua a un fuego devastador. (Snt 3:5-8; compárese con Pr 16:27.)
La primera pareja humana conocía el fuego, pues cuando Jehová los expulsó del jardín de Edén, apostó al E. del jardín a los “querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas”. (Gé 3:24.) Cabe la posibilidad de que Caín y Abel presentaran sus ofrendas a Jehová ante los querubines y que, si bien la Biblia no hace ningún comentario específico al respecto, las quemasen en su presencia o esperasen que las consumiese fuego procedente de los querubines. (Gé 4:3, 4.) Más adelante, Tubal-caín debió emplear el fuego para conseguir altas temperaturas en la forja de herramientas de hierro y cobre, teniendo en cuenta, sobre todo, que el hierro se funde a temperaturas de 1.535 °C. (Gé 4:22.) Aunque después del Diluvio se fabricaron adobes, también se hicieron ladrillos por un “procedimiento de quema”. (Gé 11:3.) Tal vez debido a la dificultad que entrañaba encender un fuego, llegó a ser costumbre trasladarlo de un sitio a otro una vez hecho. (Gé 22:6; Isa 30:14.)
En relación con el propósito de Dios. El ángel de Jehová se le apareció a Moisés en una llama de fuego que ardía en medio de una zarza sin que esta se consumiera. (Éx 3:2.) También hubo una columna de fuego que condujo a los israelitas por el desierto cuando viajaban de noche y que después se posó sobre el tabernáculo para indicar así la presencia de Jehová. (Éx 13:21; 40:38.) Por otra parte, la manifestación de la gloria de Jehová en fuego cuando se entregó la Ley al pueblo de Israel hizo humear el monte Sinaí. (Éx 19:18; 24:17.)
En relación con el tabernáculo y el templo. Se empleó el fuego en la adoración tanto en el tabernáculo como más tarde en el templo. Todas las mañanas y entre las dos tardes, el sumo sacerdote tenía que quemar incienso en el altar del incienso. (Éx 30:7, 8.) La ley de Dios exigía que ardiera continuamente el fuego sobre el altar de la ofrenda quemada. (Le 6:12, 13.) El punto de vista judío tradicional de que en un principio Dios encendió de manera milagrosa el fuego del altar, no tiene apoyo en las Escrituras a pesar de que goza de amplia aceptación. Según las instrucciones iniciales que se le dieron a Moisés, los hijos de Aarón habían de “poner fuego en el altar y poner en orden la leña sobre el fuego” antes de colocar el sacrificio sobre el altar. (Le 1:7, 8.) Fue después de la instalación del sacerdocio aarónico, por lo tanto con posterioridad a la presentación de los sacrificios de la instalación, cuando el fuego de Jehová, que probablemente procedía de la nube que estaba sobre el tabernáculo, consumió la ofrenda que había sobre el altar. De ahí que el fuego milagroso no fuera para prender la madera que había sobre el altar, sino para “consumir la ofrenda quemada y los trozos grasos que había sobre el altar”. El fuego que luego siguió ardiendo probablemente era el resultado de la combinación del que provino de Dios y del que ya había en el altar. (Le 8:14-9:24.) De la misma manera, un fuego milagroso procedente de Jehová consumió los sacrificios una vez que Salomón concluyó la oración al tiempo de la dedicación del templo. (2Cr 7:1; véanse también Jue 6:21; 1Re 18:21-39; 1Cr 21:26, donde se mencionan otros ejemplos relacionados con el fuego milagroso que Jehová empleó cuando aceptó las ofrendas de sus siervos.)
El Templo arde
El historiador Josefo ilumina el cumplimiento de Mateo 22:7, según el pasaje mismo: “Ese edificio [el templo de Jerusalén], sin embargo, Dios lo había sentenciado a las llamas desde mucho tiempo antes; pero ahora, con el correr de los tiempos, había llegado el día fatal, el décimo día del mes de Lous, el mismo día enque anteriormente había sido quemado por el rey de Babilonia … Uno de los soldados, sin esperar órdenes y sin llenarse de horror por una empresa tan terrible y movido por un impulso sobrenatural, arrancó una tea de la madera que ardía y, alzado por uno de sus compañeros de armas, lanzó el ardiente proyectil a través de una ventana de oro … Cuando surgieron las llamas, de entre los judíos salió un lamento tan punzante como la tragedia, … ahora que el objeto que habían guardado tan celosamente se arruinaba” (La Guerra de los Judíos, libro VI. 250–253). “Mientras el santuario estaba ardiendo … no hubo compasión por la edad ni respeto por el rango; por el contrario, la matanza incluyó a niños y viejos, laicos y sacerdotes por igual” (La Guerra de los Judíos, libro VI. 271). “El emperador ordenó que toda la ciudad y el santuario fueran arrasados con la sola excepción de las torres más altas: Fasael, Hipicus y Mariamna, y la parte del muro que cerraba la ciudad por el occidente” (La Guerra de los Judíos, libro VI. 1). |
Medidas legales; su empleo en ejecuciones. La ley mosaica prohibía que se encendiese fuego en un día de sábado. (Éx 35:3.) También se prescribió que si una persona iniciaba un fuego que luego no podía controlar y como consecuencia ocasionaba algún daño en los sembrados de su vecino, tenía que compensarle por los daños ocasionados. (Éx 22:6.) Había que quemar las prendas o artículos de piel en los que apareciese y persistiese la plaga de la lepra. (Le 13:53-58.) En determinados casos de transgresión de la ley divina, se lapidaba al transgresor y luego se quemaba su cadáver. (Le 20:14; 21:9; Jos 7:15, 25.) Si una ciudad israelita apostataba, se tenía que pasar a filo de espada a todos sus habitantes y quemarla con todos sus despojos. (Dt 13:12-16.)
En sus campañas militares, los israelitas quemaron algunas de las ciudades enemigas. (Nú 31:10; Jos 6:24; 11:11-13.) También fueron pasto de las llamas las imágenes esculpidas y los postes sagrados. (Dt 7:5, 25; 12:3.) Cuando tomaban despojo, solían pasar los metales por el fuego, y de este modo los esterilizaban. (Nú 31:22, 23.)
Jehová ejecutó con fuego literal a los transgresores de su ley en numerosas ocasiones. (Nú 11:1; 16:35; 2Re 1:10-12; Jud 7.) Con motivo de la destrucción del reino apóstata de Judá y su ciudad capital, Jerusalén, a manos de Babilonia en 607 a. E.C., se dice que la furia de Jehová se derramó “justamente como fuego”. Aquella fue una expresión de ira en la que hubo fuego literal. (2Re 25:9; Lam 2:3, 4.) La Biblia dice que Juan el Bautista advirtió a los líderes religiosos de su día que experimentarían un bautismo de fuego, bautismo que llegó sobre Jerusalén en 70 E.C., cuando los ejércitos romanos destruyeron la ciudad y quemaron el templo. (Mt 3:7-12.)
Empleado por los opositores de la voluntad divina. También los opositores de la voluntad divina emplearon el fuego; lo usaron como medio intimidatorio, en crueles ejecuciones y en sacrificios. Los enfurecidos efraimitas amenazaron a Jefté, diciéndole: “A tu misma casa la quemaremos sobre ti con fuego”. De manera similar, los treinta compañeros de boda de Sansón amenazaron a su prometida con quemarla a ella y a la casa de su padre si no conseguía que Sansón le revelase la solución al enigma que les había propuesto y luego les daba la respuesta. Cuando Sansón envió 300 zorras a los campos de grano filisteos con antorchas atadas a sus colas, los filisteos ejecutaron la amenaza antedicha. (Jue 12:1; 14:15; 15:4-6.) Con el fin de poner a Job a prueba, Satanás el Diablo empleó fuego “de los cielos” con permiso del Altísimo. (Job 1:12, 16.)
Las naciones que residían en Canaán tenían por costumbre quemar a sus hijos en el fuego como ofrenda a sus dioses falsos. Y aunque Jehová había prohibido específicamente esta práctica, so pena de muerte, el Israel apóstata llegó a sacrificar a sus hijos en el fuego en el valle de Hinón. (Le 20:2-5; Dt 12:31; 2Cr 28:1-3; Jer 7:31; 19:5.) Sin embargo, el fiel rey Josías puso fin a esta horrible costumbre y convirtió Tófet, situado en el valle de Hinón, en un lugar inadecuado para dicho culto. (2Re 23:10; véase MÓLEK.)
Uso figurado. Tanto la palabra fuego como los términos afines (arder, encender, llamaradas, etc.) se relacionan figurativamente con el amor (Can 8:6), la pasión (Ro 1:27; 1Co 7:9), la ira y el juicio (Sof 2:2; Mal 4:1), así como con las emociones fuertes (Lu 24:32; 2Co 11:29). Cuando Jeremías intentó dejar de hablar la palabra de Jehová, se dio cuenta de que le resultaba imposible, porque esta era como un fuego ardiente encerrado en sus huesos. (Jer 20:9.) Las Escrituras se refieren a Jehová como un fuego consumidor debido a su limpieza, pureza y exigencia de devoción exclusiva, así como debido a su poder para aniquilar a los que se le oponen. (Dt 4:24; 9:3.) Su ardor y su furia queman como el fuego, y también como un fuego son su “lengua” y su palabra. (Sl 79:5; 89:46; Isa 30:27; Jer 23:29.) Asimismo, Jehová hace a sus ministros angélicos un fuego devorador, y por el fuego de su celo toda la “tierra” será devorada. (Sl 104:1, 4; Sof 3:8; véase también Da 7:9, 10.)
Probar, refinar, purgar. Al “mensajero del pacto” se le compara con el fuego de un refinador que purifica el oro y la plata. En consecuencia, el que Jehová pruebe como por fuego a “los hijos de Leví” mediante el mensajero del pacto resulta en que estos sean purificados. (Mal 3:1-3; véase REFINAR, REFINADOR.) El fuego también pone de manifiesto la calidad de un material, y así lo indica el apóstol Pablo cuando da énfasis a la importancia de edificar sobre Jesucristo con materiales incombustibles. (1Co 3:10-15.)
El fuego y la sal se relacionan en la Biblia con los sacrificios que se ofrecían en el templo. (Le 2:9, 13; Eze 43:24.) La sal representaba la incorrupción y era símbolo de la lealtad perdurable, concepto que se halla recogido en la expresión “pacto de sal”. (2Cr 13:5.) ¿De qué era símbolo el fuego?
El apóstol Pedro se refiere a las pruebas o a los sufrimientos como un “fuego” que prueba la calidad de la fe del cristiano. (1Pe 1:6, 7.) Después compara el hecho de sufrir por causa de la justicia a un incendio, cuando dice a sus compañeros cristianos: “No estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, [...] son partícipes de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se regocijen y se llenen de gran gozo”. (1Pe 4:12, 13.) El apóstol Pablo señala que tal sufrimiento por causa de la justicia tiene un efecto provechoso cuando dice: “La tribulación produce aguante”. (Ro 5:3.) El que supera una prueba difícil, comparable a un “incendio”, adquiere más fuerza y firmeza como resultado de su aguante. (Hch 14:22; Ro 12:12.)
★Refinar
★Plata - [¿Cómo se refina y limpia la plata?]
Destrucción. En tiempos bíblicos, el fuego era el mejor medio para destruir algo por completo. (Jos 6:24; Dt 13:16.) Por eso Jesús empleó el término “fuego” de manera ilustrativa para referirse a la destrucción completa de los inicuos. (Mt 13:40-42, 49, 50; compárese con Isa 66:24; Mt 25:41.) En una ocasión, Jesús previno a sus discípulos del peligro de dejar que la mano, el pie o el ojo les hiciesen tropezar de tal modo que llegasen a ser víctimas del Gehena, y seguidamente añadió: “Todos tienen que ser salados con fuego”. Con estas palabras, Jesús debió querer decir que “todos” los que hiciesen aquello acerca de lo que se les prevenía serían salados con el “fuego” del Gehena, es decir, de la destrucción eterna. (Mr 9:43-49; véase GEHENA.)
Pedro escribió que “los cielos y la tierra que existen ahora están guardados para fuego”. El contexto de este pasaje y otros textos muestran que este fuego no es literal, sino que significa destrucción eterna. Así como el Diluvio del día de Noé no destruyó los cielos ni la Tierra literales, sino únicamente a las personas impías, de la misma manera la revelación de Jesucristo con sus poderosos ángeles en fuego llameante resultará en la destrucción eterna tan solo de los inicuos y del sistema de cosas del que forman parte. (2Pe 3:5-7, 10-13; 2Te 1:6-10; compárense con Isa 66:15, 16, 22, 24.)
Aún hay otros ejemplos en los libros de Apocalipsis y Ezequiel en los que el fuego se emplea como símbolo de destrucción eterna. En el primero se menciona que los “diez cuernos” y la “bestia salvaje” se volverán contra Babilonia la Grande y la quemarán por completo con fuego. (Apo 17:16, 17.) En Ezequiel se indica que el ataque de Gog y sus huestes contra el pueblo de Dios provoca Su ira, de modo que Jehová hace llover sobre ellos fuego y azufre; el despojo de todo su equipamiento bélico se usará para encender fuegos durante siete años. (Eze 38:19, 22; 39:6, 9, 10.) El fuego devorará a las naciones que se rebelen cuando Satanás sea soltado al fin del reinado milenario de Cristo, y el Diablo y todos aquellos cuyos nombres no se hallen escritos en el libro de la vida serán arrojados al lago de fuego, que representa la muerte segunda. (Apo 20:7-10, 15; 21:8; véanse HINÓN, VALLE DE; LAGO DE FUEGO.)
¿Aprobaras los exámenes?
Si pasamos por pruebas es para refinarnos, mejorarnos en ciertas cualidades y actitudes, cuando hemos superado las pruebas demostramos que en ese aspecto hemos mejorado, si no lo conseguimos, tendremos que pasar de nuevo por las pruebas, así es en la escuela de Jehová, si no aprendemos la lección a la primera, pasaremos de nuevo por estas hasta que seamos aprobados, Jehová nos da varias oportunidades. Y aun cuando aprobemos, pasaremos de vez en cuando por una prueva de refrescamiento de memoria. Por ejemplo, el pueblo de Israel estuvo en esta escuela de Jehová 40 años vagando por el desierto, un trayecto que se hubiera podido conseguir tan solo en 11 días si hubieran sido aprobados a la primera (Dt 8:3, 16). ¿Captas la lección? cuanto tiempo pasarás vagando por tu desierto, dependerá mucho de cuan rápido asimilas la lección que Jehová quiere que aprendas. |
Jugar con fuego
El chasquido al encender la cerilla y el brillo del fuego apasionaba a los cuatro niños en el guardarropa del dormitorio.
En poco tiempo ocurrió lo inevitable. El fuego pasó a la ropa colgada y pronto todo estuvo envuelto en llamas. Unos vecinos advirtieron el humo. Pero Josué, de 4 años; Jesse, de 3; José, de 2; y Jeremías, de 1; más el tío de los niños, José, de 21 años, murieron en el incendio. ¿Por qué tuvieron que sufrir esta horrible tragedia? Por jugar con fuego. Esa frase se ha hecho proverbial. ¿Cuántas personas no juegan con fuego? Y aunque por algún tiempo escapan de las consecuencias, a la larga el desastre siempre sucede. El elegante hombre de negocios, que se propone conquistar a su secretaria, juega con fuego. El incendio está a la mano y el desastre es inminente. Matrimonio, hogar e hijos tarde o temprano quedan en cenizas. La joven madre, que flirtea con un hombre, también juega con fuego. En poco tiempo se queman ella y toda su familia. Bien lo dice el refrán: “El hombre es fuego, la mujer estopa; viene el diablo, y sopla” (Pr 6:27-29). Sólo Jehová y su palabra nos dan la fuerza moral y la firmeza de voluntad para huir de todo fuego sensual, capaz de resistir las tentaciones de nuestra naturaleza pecaminosa (Gal 5:22-25). Los ojos y los oídos son la entrada de la chispa que puede iniciar el incendio, de hay la importancia de vigilar que miramos y a quien le regalamos nuestros oídos (Job 31:1, 9, 10). |
El término hebreo `ohr y el griego fös hacen referencia a aquello que irradia un cuerpo luminoso, como una lámpara (Jer 25:10) o el Sol; lo opuesto a la oscuridad, tanto en sentido literal como figurado. (Isa 5:20; Jn 11:10, 11.) Por lo común se cree que la luz se compone de partículas de energía que se desplazan formando ondas. Sin embargo, ni siquiera hoy el hombre puede dar una respuesta completa a la pregunta que hace más de tres milenios planteó el Creador de la luz: “¿Dónde, pues, está el camino por el cual se distribuye la luz?”. (Job 38:24.)
La luz del Sol es una combinación de colores, en la que cada color tiene una diferente longitud de onda. Los rayos de luz de cierta longitud de onda que la superficie de un objeto refleja determinan su color. De modo que gracias a la luz percibimos los muchos tonos que deleitan al ojo humano. También es esencial para la continuidad de la vida en la Tierra: vegetal, animal y humana.
La fuente de la luz. Jehová Dios es el Formador de la luz y el Creador de la oscuridad. (Isa 45:7.) En el primer día creativo dijo: “Llegue a haber luz”. (Gé 1:3.) Anteriormente había creado los cielos (incluidas “las grandes luces”: el Sol, la Luna y las estrellas; compárese con Sl 136:7-9) y la Tierra. (Gé 1:1.) Por tanto, para que ‘llegase a haber luz’ en la Tierra, había que quitar de forma gradual aquello que al parecer obstaculizaba la penetración de los rayos del Sol hasta la superficie de este planeta. La “división” entre la luz y la oscuridad debió ser consecuencia del movimiento de rotación de la Tierra en su traslación alrededor del Sol. (Gé 1:4, 5.) Mucho después, Jehová plagó con oscuridad a los adoradores egipcios del Sol, una oscuridad que no afectó a los israelitas. (Éx 10:21-23.) Después, cuando condujo a su pueblo fuera de Egipto, les suministró luz por medio de una columna de fuego. (Éx 13:21; 14:19, 20; Sl 78:14.)
Las Escrituras asocian repetidas veces la luz con su Creador. El salmista exclamó: “Oh Jehová Dios mío, te has mostrado muy grande. Con dignidad y esplendor te has vestido, al envolverte en luz como en una prenda de vestir”. (Sl 104:1, 2.) Esta exclamación concuerda bien con la descripción que hizo Ezequiel de la visión que tuvo: “Y llegué a ver algo como el fulgor del electro, como la apariencia del fuego todo alrededor en el interior, desde la apariencia de sus caderas y hacia arriba; y desde la apariencia de sus caderas y hacia abajo vi algo como la apariencia del fuego, y él tenía un resplandor todo alrededor. Había algo como la apariencia del arco que ocurre en una masa de nubes en el día de una lluvia fuerte. Así era la apariencia del resplandor que había alrededor. Era la apariencia de la semejanza de la gloria de Jehová”. (Eze 1:27, 28.) Siglos antes, una simple manifestación parcial de aquella gloria hizo que el rostro de Moisés emitiera rayos. (Éx 33:22, 23; 34:29, 30.)
“Dios es luz y no hay oscuridad alguna en unión con él.” (1Jn 1:5.) Él es justo, recto y santo (Dt 32:4; Apo 4:8), y no tiene nada en común con las prácticas degradantes e inmundas que comúnmente están vinculadas a la oscuridad. (Compárese con Job 24:14-16; 2Co 6:14; 1Te 5:7, 8.) Por lo tanto, el que anda en la oscuridad por odiar a su hermano y no practicar la verdad nunca estará en unión con Él. (1Jn 1:6; 2:9-11.)
Jehová es el “Padre de las luces celestes”. (Snt 1:17.) No solo es el “Dador del sol para luz de día, los estatutos de la luna y las estrellas para luz de noche” (Jer 31:35), sino que también es la Fuente de toda iluminación espiritual. (2Co 4:6.) Su ley, sus decisiones judiciales y su palabra son una luz para los que se dejan guiar por ellas. (Sl 43:3; 119:105; Pr 6:23; Isa 51:4.) El salmista escribió: “Por luz de ti podemos ver luz”. (Sl 36:9; compárese con Sl 27:1; 43:3.) Igual que cuando amanece la luz del Sol va haciéndose cada vez más brillante hasta que “el día queda firmemente establecido”, de la misma manera, la senda de los justos, iluminada por la sabiduría divina, se hace más y más clara. (Pr 4:18.) El proceder de acuerdo con las instrucciones de Jehová es andar en su luz. (Isa 2:3-5.) Por otro lado, cuando una persona mira las cosas de manera impura o con un propósito malo, está en una gran oscuridad espiritual. Jesús lo expuso así: “Si tu ojo es inicuo, todo tu cuerpo estará oscuro. Si en realidad la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!”. (Mt 6:23; compárese con Dt 15:9; 28:54-57; Pr 28:22; 2Pe 2:14.)
La luz y el Hijo de Dios. Desde que resucitó y ascendió al cielo, Cristo Jesús, “el Rey de los que reinan y Señor de los que gobiernan como señores”, “mora en luz inaccesible”. Esa luz es tan gloriosa que hace que a los débiles ojos humanos les resulte imposible contemplarlo. (1Ti 6:15, 16.) De hecho, hubo un hombre, Saulo de Tarso (Pablo), que fue cegado por la luz que vio procedente del cielo cuando el glorificado Hijo de Dios se reveló a este perseguidor de sus seguidores. (Hch 9:3-8; 22:6-11.)
Durante su ministerio terrestre, Jesucristo fue una luz para aquellos que iban a conseguir el favor divino. Les dio la iluminación espiritual sobre los propósitos y la voluntad de Dios. (Jn 9:5; compárese con Isa 42:6, 7; 61:1, 2; Lu 4:18-21.) En un principio solo se beneficiaron de aquella “gran luz” “las ovejas perdidas de la casa de Israel”. (Isa 9:1, 2; Mt 4:13-16; 15:24.) Pero esa iluminación espiritual no se limitaría a los judíos naturales y prosélitos. (Jn 1:4-9; compárese con Hch 13:46, 47.) Cuando Jesús, recién nacido, fue presentado en el templo, el anciano Simeón se refirió a él como “una luz para remover de las naciones el velo”. (Lu 2:32.) Pablo explicó a los efesios que los gentiles incircuncisos habían estado en oscuridad con respecto a Dios y sus propósitos: “En otro tiempo ustedes eran gente de las naciones en cuanto a la carne; ‘incircuncisión’ eran llamados por lo que se llama ‘circuncisión’, hecha en la carne con las manos... que estaban en aquel mismo tiempo sin Cristo, alejados del estado de Israel y extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo”. (Ef 2:11, 12.) Sin embargo, cuando se llevaron las buenas nuevas sobre el Cristo a los no judíos, los que respondieron de manera favorable fueron ‘llamados de la oscuridad a la luz maravillosa de Dios’. (1Pe 2:9.) Pero otros siguieron dejándose cegar por el que se transforma a sí mismo en “ángel de luz” o esclarecimiento (2Co 11:14), el “dios de este sistema de cosas”, de manera que ‘no pasó a ellos la iluminación de las buenas nuevas acerca del Cristo’. (2Co 4:4.) Prefirieron la oscuridad, pues querían seguir su derrotero egoísta. (Compárese con Jn 3:19, 20.)
Los seguidores de Cristo llegan a ser luces. Los que ejercieron fe en Cristo Jesús como “la luz del mundo” y llegaron a ser sus seguidores se convirtieron en “hijos de la luz”. (Jn 3:21; 8:12; 12:35, 36, 46.) Dieron a conocer a otros los requisitos necesarios para conseguir el favor de Dios y la vida, haciéndolo “en la luz”, es decir, abiertamente. (Mt 10:27.) De manera similar, Juan el Bautista había sido como una luz cuando estaba “predicando bautismo en símbolo de arrepentimiento” y señalando la venida del Mesías. (Lu 3:3, 15-17; Jn 5:35.) Los seguidores de Cristo también hicieron brillar su luz por sus obras excelentes, por palabra y por ejemplo. (Mt 5:14, 16; compárese con Ro 2:17-24.) “El fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.” Por consiguiente, pone al descubierto la bajeza de las obras vergonzosas que pertenecen a la oscuridad (fornicación, inmundicia de toda clase, avaricia, etc.) y que practican los “hijos de la desobediencia”. Como resultado, estas obras vergonzosas se ven tal como son y ellas mismas llegan a ser luz, en el sentido de que se manifiestan como cosas condenadas por Dios. (Ef 5:3-18; compárese con 1Te 5:4-9.) Los cristianos tienen una lucha “contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”, pero debido a que se han equipado con las “armas de la luz”, están capacitados para permanecer firmes como siervos aprobados de Dios. (Ro 13:12-14; Ef 6:11-18.) ★Quedémonos en la luz, evitemos la oscuridad - (2-3-2024-Pg.20)
Otros usos figurativos. Las Escrituras contienen muchas referencias a la luz en sentido figurado. Con las palabras “la luz de mis propios ojos” (Sl 38:10) se indica la capacidad de ver. El que Dios ‘dé luz’ a alguien significa que le da la vida o le permite que continúe viviendo. (Job 3:20, 23; compárese con Sl 56:13.) Los “niños que no han visto la luz” son los que han nacido muertos. (Job 3:16; compárese con Sl 49:19.) La expresión: “Bueno es para los ojos ver el sol” puede entenderse como: “¡Qué agradable es estar vivo!”. (Ec 11:7.)
Cuando se describe gráficamente la luz de la mañana, se dice que se ‘ase de las extremidades de la tierra y sacude de ella a los inicuos’, porque el amanecer dispersa a los malhechores. La oscuridad es su “luz”, pues están acostumbrados a llevar a cabo sus actos malos al amparo de la oscuridad, pero pierden esa “luz” figurativa cuando brilla la luz literal del amanecer. (Job 38:12-15; compárese con Job 24:15-17.)
Tal como la luz del Sol se ve con facilidad, así también los juicios adversos de Jehová son obvios. Este hecho se indica en Oseas 6:5: “Los juicios sobre ti serán como la luz que sale”. La ‘luz del rostro de Dios’ significa el favor divino. (Sl 44:3; 89:15.) “Alza la luz de tu rostro sobre nosotros” es una expresión que significa “muéstranos favor” o "Concédenos tu favor". (Sl 4:6.) De manera similar, para hacer referencia al favor de un gobernante, se habla de “la luz del rostro del rey”. (Pr 16:15.)
La luz puede denotar esplendor o alegría, lo opuesto a la tristeza. (Job 30:26.) Esto puede explicar las palabras de Job (29:24): “La luz de mi rostro no echaban abajo”. Aunque otros estuvieran tristes o desalentados, Job no cambiaba de disposición volviéndose como ellos.
A veces, con el símbolo de la luz se hace alusión a una perspectiva prometedora, como la salvación o la liberación. (Est 8:16; Sl 97:11; Isa 30:26; Miq 7:8, 9.) El que Jehová hiciera que su gloria brillara sobre Sión señaló que sería liberada del cautiverio, y como resultado se convertiría en una fuente de iluminación para las naciones. (Isa 60:1-3, 19, 20; compárese con Apo 21:24; 22:5.) Por otro lado, el que el Sol, la Luna y las estrellas no dieran su luz significaría calamidad. (Isa 13:10, 11; Jer 4:23; Eze 32:7, 8; Mt 24:29.)
“Aporta tu luz”
Un sabio maestro, contó a sus discípulos la siguiente historia:
"… Varios hombres habían quedado encerrados por accidente en una oscura caverna donde no podían ver casi nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó". Uno de los discípulos preguntó: "Qué nos enseña, maestro, este relato?"
El Sabio contestó: "Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. |
“El Faro”
El capitán del barco miraba, a lo lejos, luces tenues en la oscuridad de la noche. De inmediato, ordenó a su guardavía a enviar el siguiente mensaje: “Altere su rumbo diez grados hacia el sur”. Enseguida, fue recibida la réplica: “Altere el suyo diez grados hacia el norte”. Se enfadó el capitán, ya que su comando había sido ignorado. Así pues, mandó un segundo mensaje: “Yo soy el capitán. Altere su rumbo diez grados hacia el sur”. Al ratito, vino la respuesta: “Yo soy el marinero tercera clase Martínez. Altere su rumbo diez grados hacia el norte”. Pensando infundir temor, el capitán respondió: “Estoy al mando de un buque de guerra”, a lo cual se contestó: “Y yo estoy al mando de un faro”. En la noche oscura y neblinosa de nuestros tiempos se escuchan muchas emisoras que vociferan órdenes y filosofías, diciéndonos lo que debiéramos hacer o cómo encaminar nuestra vida.
Una voz en particular se hace escuchar mundialmente en medio de las tinieblas, señalándonos un rumbo contrario a las indicaciones de las demás, una trayectoria que quizás le parezca irracional al mundo. Se trata de la voz de quien es la Luz del mundo, Ignorar esa voz será un grave error. |
Serie de acciones dirigidas a un fin. Jehová determina qué obras son buenas y cuáles no lo son. Él “traerá toda clase de obra a juicio con relación a toda cosa escondida, en cuanto a si es buena o es mala”. (Ec 12:13, 14.) Dios también tratará con cada persona conforme a su obra (de la persona). (Sl 62:12.) Este hecho y, especialmente, el amor a Jehová Dios, son buenas razones para evitar las obras que no son buenas y hacer obras que sean agradables a su vista. (1Jn 5:3; Sl 34:14; 97:10; Am 5:14, 15.)
Para disfrutar del favor divino, los cristianos tienen que evitar las “obras de la carne”, que abarcan acciones tales como la fornicación, la conducta relajada, la idolatría, la práctica de espiritismo, los odios, los enojos y las borracheras. Esas prácticas, incluidas obviamente entre las “obras infructíferas que pertenecen a la oscuridad”, obras que no resultan en ningún beneficio, impiden la herencia del reino de Dios. (Gál 5:19-21; Ef 5:3-14; 1Pe 4:3; compárese con Jn 3:20, 21.)
Obras buenas. La confianza en Jehová es esencial para que las obras del cristiano tengan éxito. (Sl 127:1; Pr 16:3.) Dios respalda y fortalece a los que obran su voluntad. (2Co 4:7; Flp 4:13.) Aunque la vida del hombre abunda en obras vanas (Ec 2:10, 11), las obras relacionadas con la adoración verdadera no son en vano. A los cristianos hebreos se les dio la siguiente seguridad: “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, por el hecho de que han servido a los santos y continúan sirviendo”. (Heb 6:10.) Sin duda esa obra incluía dar apoyo material u otras ayudas a los que estaban en necesidad o a los que padecían sufrimiento y persecución. (Compárese con Ef 4:28; Flp 4:14-19; 1Ti 6:17, 18; Snt 1:27.) Otras obras excelentes son el participar en hacer discípulos (Mt 28:19, 20; 1Co 3:9-15) y, en el caso de los varones, servir de superintendente en la congregación cristiana y enseñar a los compañeros creyentes. (1Te 5:12, 13; 1Ti 3:1; 5:17.)
Fe y obras. Las obras de la ley mosaica, que incluían ofrendas de sacrificio, purificaciones y circuncisión, no hacían justa a una persona. (Ro 3:20; 4:1-10; Gál 3:2.) Sin embargo, el discípulo Santiago dice en un contexto ajeno a las obras de la ley mosaica: “El hombre ha de ser declarado justo por obras, y no por fe solamente” (Snt 2:24), debido a que tiene que haber obras prácticas que demuestren la fe de la persona, que den prueba de ella. (Compárese con Mt 7:21-27; Ef 2:8-10; Snt 1:27; 2:14-17; 4:4.) Por ejemplo, Abrahán tuvo obras que probaron su fe, entre ellas su disposición a ofrecer a Isaac. Rahab también probó su fe mediante sus obras al esconder a los espías israelitas. (Heb 11:17-19; Snt 2:21-25.)
Hacer.
Heb.: wai·yá·'as (de `a·sáh). Diferente de “crear” (ba·rá’), que se halla en los vv. 1, 21, 27; 2:3. Se indica acción progresiva mediante el estado imperfecto.
¿No había creado Dios estos cuerpos celestes antes, “en el principio”? Sí, lo había hecho. Pero sírvase notar que hay una diferencia entre el verbo “creó” (hebreo bará) en Génesis 1:1 y el verbo ‘hizo’ (hebreo ásah) en Génesis 1:16. Lo que evidentemente sucedió en el “día cuarto” es que por primera vez el contorno del sol, la luna y las estrellas llegó a verse claramente desde la superficie de la Tierra, probablemente debido a un esclarecimiento de la atmósfera. Un sol radiante servía ahora de “lumbrera” para alumbrar el día, trayendo un calor moderado y confortante. (gh 64 párr. 12)
Haga su parte
Jehová es un Dios de amor, esta presto a nuestras oraciones y quiere ayudarnos y bendecirnos (Sl 34:15; 1Pe 3:12).
Recordemos lo que le pidió a Abrahán: “Deja tu tierra, tus propiedades y ve a donde yo te mande, pues quiero hacer grandes cosas para ti”. En la Biblia se relata de muchas personas necesitadas de ayuda, pero a las que se les pidió primero mostrar obras de fe para recibir ayuda de Dios.
Por ejemplo, Jesús le pidió a un hombre que tenia una mano seca que “extendiera la mano” (Mt 12:13). En otra ocasión, Jesús le pidió a un paralítico que se levantará, cargara su camilla y caminara, nada de eso era posible para éste hombre, hasta que hizo caso a Jesús y se puso en acción, fue entonces cuando Jehová puso su parte y lo sanó (Mr 2:11). Por último, a un ciego lo mando a lavarse a un estanque antes de recibir la vista (Jn 9:7).
En todos estos casos, Jesús mando y esperó que estas personas hicieran cosas que para ellos en sus circunstancias, parecían imposible de realizar. |
Materia líquida betuminosa, de color oscuro y textura viscosa; un hidrocarburo parecido al alquitrán. (Véase BETÚN.) Se traduce de la palabra hebrea zé·feth.
La pez mineral es muy inflamable, y si no tiene suficiente aire, despide mucho humo cuando se quema. El que los torrentes de Edom se convirtieran en pez, la tierra se volviera “pez ardiente” y su humo ascendiera hasta tiempo indefinido era una representación muy adecuada de una destrucción devastadora. (Isa 34:9, 10.) Tal descripción también ayuda a identificar esta sustancia, pues Edom se hallaba cerca del mar Muerto, y hasta hoy el betún sigue aflorando a las orillas, procedente, al parecer, de depósitos hoy cubiertos por el mar.
De acuerdo con Éxodo 2:3, el arca en el que se ocultó a Moisés estaba revestida de “betún y pez”. El comentarista judío Rashi indicó que eso significaba betún en el interior y pez en la parte exterior. Pero también podría referirse a la mezcla de una misma sustancia de dos diferentes consistencias. Por ejemplo, en el libro The Land and the Book, W. M. Thomson opina que en Éxodo 2:3 se ‘indica cuál era el proceso de preparación del betún. Tal como se encuentra en este país, este mineral se derrite con facilidad por sí solo, pero cuando se enfría, es tan quebradizo como el cristal. Si se mezcla con alquitrán cuando está derretido, se forma una especie de cera dura y cristalina completamente impermeable” (revisión de J. Grande, 1910, pág. 200). La Septuaginta griega utiliza un solo vocablo: a·sfal·tó·pis·sa, la mezcla de betún (asfalto) y pez. En algunos lugares del Oriente Medio se ha utilizado incluso en la actualidad la pez mineral como revestimiento para embarcaciones.
Poder es la capacidad o facultad de realizar cierto acto, llevar a cabo una cosa o hacer trabajo; también, autoridad o influencia, ya sea otorgados u ostentados por posición. La palabra hebrea kó·aj se traduce “poder”; guevu·ráh, “poderío”, y `oz, “fuerza”. El término griego dy·na·mis se traduce “poder” y “obras poderosas”, según el contexto.
Al final del sexto “día” creativo, Dios se puso ‘a descansar de toda su obra que había creado con el propósito de hacer’. (Gé 2:2, 3.) Descansó de estas obras creativas, pero su poder no ha permanecido latente o inactivo desde entonces. Más de cuatro mil años después de que terminase la creación terrestre, su Hijo declaró: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. (Jn 5:17.) No solo ha estado activo en la región espiritual; el registro bíblico vibra con las expresiones de su poder y sus hechos poderosos a favor de la humanidad. Aunque en ocasiones ‘ha estado callado, ejerciendo autodominio’, cuando ha llegado el debido tiempo de actuar, lo ha hecho con “pleno poderío”. (Isa 42:13, 14; compárese con Sl 80:2; Isa 63:15.)
El término “trabajo” indica una actividad realizada con un propósito. Los actos de Jehová no son caprichosas manifestaciones aisladas de energía, sino acciones coordinadas, realizadas con un propósito y una finalidad concretos en mira. Aunque su poder mantiene tanto al universo como a sus criaturas vivas (Sl 136:25; 148:2-6; Mt 5:45), Jehová no es como una central impersonal de producción de energía. Sus actos demuestran que es un Dios personal que tiene un propósito. También es un Dios histórico, y ha intervenido de forma perceptible en los asuntos humanos en épocas definidas de la historia, en lugares específicos y con respecto a personas o pueblos en particular. Como “Dios vivo y verdadero” (1Te 1:9; Jos 3:10; Jer 10:10), ha demostrado que está al corriente de todo lo que ocurre en el universo, reaccionando en consecuencia y tomando la iniciativa en adelantar su propósito.
En todos los casos, sus variadas demostraciones de poder han estado en armonía con su justicia (Sl 98:1, 2; 111:2, 3, 7; Isa 5:16); todas aclaran alguna cuestión a sus criaturas. Por una parte, muestran que “es propio” temer a Dios, pues es un Dios que “exige devoción exclusiva” y “un fuego consumidor” contra los que practican la iniquidad, de modo que es “cosa horrenda caer en las manos del Dios vivo”. (Jer 10:6, 7; Éx 20:5; Heb 10:26-31; 12:28, 29.) No debemos burlarnos de Dios. (Éx 8:29.)
Por otra parte, el uso de su poder se manifiesta de modo más maravilloso al recompensar a las personas de corazón justo que lo buscan con sinceridad. Las fortalece para realizar las tareas asignadas y el trabajo necesario (Sl 84:5-7; Isa 40:29-31), así como para aguantar bajo presión (Sl 46:1; Isa 25:4), manteniéndolas y sustentándolas (Sl 145:14-16), protegiéndolas, salvaguardándolas y liberándolas en tiempo de peligro y agresión. (Sl 20:6, 7.) “Sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él.” (2Cr 16:9.) Los que llegan a conocerle se dan cuenta de que su nombre es una “torre fuerte” a la que pueden recurrir. (Pr 18:10; Sl 91:1-8.) El conocimiento de sus actos poderosos da seguridad a la persona de que Dios oye las oraciones de sus siervos que confían en Él y que puede contestarlas, si es necesario, “con cosas inspiradoras de temor, en justicia”. (Sl 65:2, 5.) En un sentido figurado, está “cerca” de ellos, por lo que puede responder con rapidez. (Sl 145:18, 19; Jud 24, 25.)
Poder evidente en la creación. Los seres humanos ven pruebas de poder en toda la creación física, en los inmensos e incontables cuerpos estelares (compárese con Job 38:31-33), así como en el mismo planeta Tierra. Se dice que el mismo suelo tiene poder (Gé 4:12) y produce fruto que da fuerza (1Sa 28:22), y se observa poder en todos lo organismos vivos: plantas, animales y el hombre. En tiempos modernos también se ha llegado a conocer bien el tremendo poder encerrado en las diminutas partículas atómicas que forman la materia. Los científicos a veces llaman a la materia energía organizada.
Por todas las Escrituras se ponen de relieve el poder y la “energía dinámica” de Dios como Hacedor de cielo y tierra. (Isa 40:25, 26; Jer 10:12; 32:17.) Es probable que el mismo término hebreo para “Dios” (`El) tuviera el significado básico de “poderoso”. (Compárese con el uso del término en Gé 31:29, en la expresión “el poder [`el] de mi mano”.)
Necesidad de demostraciones especiales de poder. El primer hombre sabía que Jehová Dios era su Creador, su único Padre y Dador de vida. Dios dotó al hombre con cierto poder, intelectual y físico, y le dio trabajo que hacer. (Gé 1:26-28; 2:15.) Tal ejercicio de poder tenía que armonizar con la voluntad de su Creador y, por lo tanto, debía estar controlado por las demás cualidades con las que Dios lo había dotado, como la sabiduría, la justicia y el amor.
La rebelión de Edén presentó un desafío a la soberanía de Dios. Aunque fue ante todo una cuestión moral, ha hecho que Dios ejerza su poder de maneras especiales. (Véase JEHOVÁ - [La cuestión suprema es de naturaleza moral].) Un hijo celestial de Dios fue el instigador de la rebelión, y así se convirtió en opositor o resistidor (heb. sa·tán) de Dios. Jehová reaccionó ante esta situación juzgando a los rebeldes. La expulsión de la pareja humana del jardín de Edén y la colocación de sus fieles criaturas celestiales en la entrada del jardín eran demostraciones de poder divino. (Gé 3:4, 5, 19, 22-24.) La palabra de Jehová no se demostró impotente, débil o vacilante, sino poderosa, irresistible en su cumplimiento. (Compárese con Jer 23:29.) Como Dios Soberano, Jehová demostró estar preparado y dispuesto a respaldar su palabra con el peso pleno de su autoridad.
Jehová ha trabajado para la realización de su propósito declarado. (Gé 3:15; Ef 1:8-11.) A su debido tiempo pondrá fin a la rebelión terrestre haciendo que el espíritu rebelde original y los que se han aliado con él sean aplastados como se aplasta la cabeza de una serpiente. (Compárese con Ro 16:20.) Aunque permite que su Adversario celestial continúe existiendo y se esfuerce por demostrar que su desafío tiene fundamento, Jehová no renuncia a su posición soberana. Ejerce su autoridad justa y recompensa o castiga cuando y como cree oportuno, juzgando a los hombres según sus hechos. (Éx 34:6, 7; Jer 32:17-19.) Además, usa su poder para atestiguar las credenciales de aquellos a quienes designa como sus representantes en la Tierra. Con la revelación de su poder, imprime el sello de veracidad en los mensajes que presentan.
Dios ha manifestado así su bondad. Ha dado prueba de que Él, y nadie más, es el Dios verdadero; ha mostrado que merece el temor, el respeto, la confianza, la alabanza y el amor de sus criaturas inteligentes. (Sl 31:24; 86:16, 17; Isa 41:10-13.) Jehová ha demostrado a sus siervos en todas las épocas que su poder no se ha desvanecido, que su “mano” no ‘se ha acortado’ y que su “oído” no se ha hecho demasiado pesado para oír. (Nú 11:23; Isa 40:28; 50:2; 59:1.) Más importante aún, estas expresiones de poder han contribuido a la santificación y vindicación de su propio nombre, Jehová. El uso que da a su poder lo enaltece, no lo rebaja, ni mancha su reputación; por el contrario, mediante la manifestación de su poder se hace “un nombre hermoso”. (Job 36:22, 23; 37:23, 24; Isa 63:12-14.)
Antes y durante el diluvio universal. Antes del Diluvio los hombres tuvieron muchas pruebas del poder de Dios. Sabían que el camino al Paraíso estaba cortado por poderosas criaturas celestiales. Dios demostró que se interesaba en lo que estaba sucediendo aprobando el sacrificio de Abel, expresando juicio sobre su hermano asesino Caín y advirtiendo a los hombres que no ejecutasen a este último. (Gé 3:24; 4:2-15.)
Unos mil cuatrocientos años más tarde, la Tierra se llenó de iniquidad y violencia. (Gé 6:1-5, 11, 12.) Jehová manifestó que desaprobaba esta situación. Después de dar una advertencia mediante su siervo Noé, demostró enérgicamente mediante un diluvio universal que no permitiría que los hombres inicuos arruinaran la Tierra. No utilizó su poder para obligarlos a adorarle, sino que mediante la obra de Noé, “predicador de justicia”, les dio la oportunidad de cambiar. Al mismo tiempo, mostró que podía liberar a las personas de corazón justo de las circunstancias adversas. (2Pe 2:4, 5, 9.) Tal como su juicio llegó repentinamente sobre los inicuos y su destrucción no ‘dormitó’, sino que los barrió en cuarenta días, Él actuará de modo similar en el futuro. (2Pe 2:3; Gé 7:17-23; Mt 24:37-39.)
Desafío de dioses falsos después del Diluvio. Tanto las Escrituras como los antiguos registros seglares revelan que el hombre se desvió de la adoración del Dios verdadero después del Diluvio. Es muy probable que Nemrod, “poderoso cazador en oposición a Jehová”, desempeñara un papel importante en esa desviación; y hay pruebas que señalan a Babel (Babilonia) como el epicentro de la adoración falsa. (Gé 10:8-12; 11:1-4, 9; véanse BABEL; BABILONIA núm. 1; DIOSES Y DIOSAS.) La torre que se edificó en Babel fue una demostración de las posibilidades y el poder humanos, independientes de Dios, no autorizados por Él. Se buscaba la reputación y fama de los edificadores, no la del Creador. Y, como Dios vio, esto era solo el principio. Podía llevar a una serie de ambiciosos proyectos de poder que apartaran al hombre cada vez más del Dios verdadero, proyectos que desafiaran a Dios y su propósito para el planeta y la raza humana. Dios intervino de nuevo confundiendo el idioma de los hombres para que se dispersaran por todo el globo. (Gé 11:5-9.)
Los “dioses de la naturaleza” contrastados con el Dios verdadero. Antiguos documentos de Babilonia y de otros lugares adonde emigraron los hombres muestran que la adoración a los “dioses de la naturaleza” (como Shamash, el dios-sol babilonio; Thot, el dios egipcio de la lluvia y el trueno, y Baal, el dios cananeo de la fertilidad) cobró mucha importancia en aquellos tiempos antiguos. Los hombres relacionaban a estos “dioses de la naturaleza” con manifestaciones de poder periódicas o cíclicas, como el brillo diario de los rayos del Sol, las estaciones resultantes de los solsticios (verano e invierno), y equinoccios (primavera y otoño), los vientos y las tormentas, la precipitación de la lluvia y su efecto en la fertilidad de la tierra al tiempo de sembrar y segar y otras manifestaciones de poder. Estas fuerzas son impersonales. De modo que el hombre tenía que atribuirles con su imaginación la personalidad de que carecían. Esta personalidad, fruto de la imaginación humana, solía ser caprichosa; sin propósito definido, moralmente depravada, no merecedora de adoración ni servicio.
No obstante, los cielos visibles y la Tierra suministran prueba clara de la existencia de una Fuente de poder superior, de innegable propósito inteligente, que ha producido todas esas fuerzas interrelacionadas y coordinadas. A esa Fuente se dirige la aclamación: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. (Apo 4:11.) Jehová no es un Dios gobernado o limitado por los ciclos celestes o terrestres, y sus expresiones de poder no son caprichosas, erráticas ni inconsecuentes. En todos los casos revelan algo sobre su personalidad, sus normas o su propósito. La obra Theological Dictionary of the New Testament dice sobre el Dios que se revela en las Escrituras Hebreas: “La característica importante y predominante no es la fuerza o el poder, sino la voluntad que este poder debe ejecutar y, por lo tanto, servir. Esa es en todos los casos la característica decisiva” (edición de G. Kittel, traducción al inglés y edición de G. Bromiley, 1971, vol. 2, pág. 291).
La adoración que los israelitas dieron a estos “dioses de la naturaleza” fue una apostasía, una supresión de la verdad en favor de la mentira, un proceder irrazonable de adoración de la creación más bien que del Creador; esto es lo que el apóstol declara en Romanos 1:18-25. Aunque Jehová Dios es invisible, ha manifestado sus cualidades a los hombres, pues como Pablo dice, estas “se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables”.
El control que Dios tiene sobre las fuerzas naturales lo distingue. Sería razonable esperar que, para probar que es el Dios verdadero, Jehová demostrara su control sobre las fuerzas creadas, haciéndolo de tal manera que su nombre estuviese relacionado inequívocamente con ello. (Sl 135:5, 6.) Como el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas siguen sus órbitas regulares; las condiciones atmosféricas terrestres (que causan el viento, la lluvia y otros efectos) obedecen las leyes que las gobiernan, como las langostas salen en enjambres y los pájaros migran, todas estas funciones normales y otras muchas no bastarían para santificar el nombre de Dios frente a la oposición y la adoración falsa.
Sin embargo, Jehová Dios podía hacer que la creación natural y los elementos dieran testimonio de su Divinidad, valiéndose de ellos para cumplir propósitos específicos que trascendieran de sus funciones ordinarias, y a menudo en un tiempo señalado específicamente. Incluso cuando no se trataba de acontecimientos extraordinarios en sí mismos, como en el caso de una sequía, una tormenta o condiciones climatológicas similares, dichos fenómenos naturales adquirían una carácter especial por cuanto ocurrían en cumplimiento de una profecía dada por Jehová. (Compárese con 1Re 17:1; 18:1, 2, 41-45.) Pero en la mayoría de los casos, los acontecimientos en sí eran extraordinarios, bien por su magnitud o intensidad (Éx 9:24), o debido a que ocurrían de una manera completamente insólita o en un tiempo que no era normal. (Éx 34:10; 1Sa 12:16-18.)
De manera similar, el nacimiento de un niño era algo común. Pero el que le naciese un hijo a una mujer que había sido estéril durante toda su vida y que había pasado de la edad de dar a luz (como era el caso de Sara) lo convertía en extraordinario. (Gé 18:10, 11; 21:1, 2.) Era prueba de la intervención de Dios. La muerte también era un suceso común. Pero cuando la muerte llegaba en un momento predicho o de una manera anunciada de antemano sin ninguna otra causa aparente, era algo extraordinario que indicaba acción divina. (1Sa 2:34; 2Re 7:1, 2, 20; Jer 28:16, 17.) Todas esas cosas demostraban que Jehová era el Dios verdadero, y que los “dioses de la naturaleza” eran “dioses que nada valen”. (Sl 96:5.)
Jehová resulta ser Dios para Abrahán. Abrahán y sus descendientes favorecidos, Isaac y Jacob, llegaron a conocer a Dios como Todopoderoso. (Éx 6:3.) Fue como un “escudo” que los protegió a ellos y a sus familias de los poderosos de la tierra. (Gé 12:14-20; 14:13-20; 15:1; 20:1-18; 26:26-29; Sl 105:7-15.) El que unos padres ancianos tuvieran a Isaac demostró que ‘nada es demasiado extraordinario para Jehová’. (Gé 18:14; 21:1-3.) Dios dio prosperidad a sus siervos; los protegió durante épocas de hambre. (Gé 12:10; 13:1, 2; 26:1-6, 12, 16; 31:4-13.) Como “Juez de toda la tierra”, Jehová ejecutó sentencia sobre las infames ciudades de Sodoma y Gomorra, aunque conservó con vida al fiel Lot y a sus hijas por consideración a su amigo Abrahán. (Gé 18:25; 19:27-29; Snt 2:23.) Estos hombres no solo tenían buena razón para creer que Dios existe, sino también para creer que es el poderoso remunerador de todos “los que le buscan solícitamente”. (Heb 11:6.) Cuando se le dijo a Abrahán que sacrificara a su hijo amado, tuvo buena base para confiar en el poder de Dios de levantar a Isaac de entre los muertos. (Heb 11:17-19; Gé 17:7, 8.)
Resulta ser Dios para Israel. Cuando la nación de Israel estaba en Egipto, Jehová le prometió: “Verdaderamente resultaré ser Dios para ustedes, y ustedes ciertamente sabrán que yo soy Jehová su Dios”. (Éx 6:6, 7.) Faraón confió en el poder de los dioses y diosas egipcios para contrarrestar las obras de Jehová. Dios permitió a propósito que Faraón mantuviera durante un tiempo su proceder desafiante. Este tiempo sirvió para que Jehová ‘mostrara su poder y para que su nombre fuera declarado en toda la tierra’. (Éx 9:13-16; 7:3-5.) Hizo posible que se multiplicaran las “señales” y los “milagros” (Sl 105:27), y las diez plagas demostraron el control del Creador sobre el agua, la luz solar, los insectos, los animales y los cuerpos humanos. (Éx 7–12.)
En esto Jehová se distinguió de los “dioses de la naturaleza”. Estas plagas —oscuridad, peste, granizo, enjambres de langostas y otras— se predijeron y sucedieron precisamente como se había indicado. No fueron meras coincidencias ni se produjeron al azar. Las advertencias que se habían dado con anterioridad hicieron posible que las personas que las escucharon evitaran ciertas plagas. (Éx 9:18-21; 12:1-13.) Dios pudo ser selectivo en cuanto al efecto de las plagas, haciendo que algunas no afectaran ciertas zonas, con lo que demostró quiénes eran sus siervos aprobados. (Éx 8:22, 23; 9:3-7, 26.) Podía iniciar y detener las plagas a voluntad. (Éx 8:8-11; 9:29.) Aunque los sacerdotes practicantes de magia de Faraón dieron la impresión de repetir las dos primeras plagas (quizás incluso intentaron atribuirlas a sus deidades egipcias), sus artes secretas pronto les fallaron y tuvieron que reconocer que el “dedo de Dios” había realizado la tercera plaga. (Éx 7:22; 8:6, 7, 16-19.) No pudieron anular las plagas, y ellos mismos se vieron afectados. (Éx 9:11.)
Jehová ‘resultó ser Dios para Israel’ y ‘estar cerca de ellos’ al reclamarlos “con brazo extendido y con grandes juicios”. (Éx 6:6, 7; Dt 4:7.) Después de la aniquilación de las huestes de Faraón en el mar Rojo, el pueblo de Israel “empezó a temer a Jehová y a poner fe en Jehová y en Moisés su siervo”. (Éx 14:31.)
El pacto de la Ley. Antes de hacer el pacto de la Ley con Israel, Jehová suministró agua de manera milagrosa para millones de personas que entonces estaban en la región del desierto de Sinaí, y también les dio la victoria sobre sus enemigos. (Éx 15:22-25; 16:11-15; 17:5-16.) En un lugar designado previamente, el monte Sinaí, Jehová demostró de modo impresionante su control sobre las fuerzas terrestres creadas. (Éx 19:16-19; compárese con Heb 12:18-21.) A la nación no le faltaban razones para reconocer la Fuente divina del pacto y aceptarlo con profundo respeto. (Dt 4:32-36, 39.) La manera notable como Jehová utilizó a Moisés también le dio al pueblo base para aceptar con convicción el Pentateuco, la primera parte de las Sagradas Escrituras escritas por Moisés bajo inspiración divina. (Compárese con Dt 34:10-12; Jos 1:7, 8.) Cuando se cuestionó la autoridad del sacerdocio aarónico, Jehová dio más confirmación visible. (Nú 16, 17.)
Conquista de Canaán. La conquista de siete naciones de Canaán “más populosas y más fuertes” que Israel (Dt 7:1, 2) contribuyó al testimonio de la Divinidad de Jehová. (Jos 23:3, 8-11.) La fama del Dios de Israel le abrió camino al pueblo (Éx 9:16; Jer 32:20, 21), y el ‘pavor y el temor’ de Israel debilitó a sus opositores. (Dt 11:25; Éx 15:14-17.) Así que los opositores eran más reprensibles, pues tenían prueba de que este era el pueblo del Dios verdadero; pelear contra ellos era pelear contra Dios. Algunos cananeos reconocieron sabiamente la superioridad de Jehová sobre sus ídolos, como lo habían hecho otros con anterioridad, y buscaron Su favor. (Jos 2:1, 9-13.)
El Sol y la Luna permanecen inmóviles. Cuando Jehová obró en favor de los gabaonitas sitiados, unos cananeos que habían ejercido fe en Él, hizo que el Sol y la Luna permanecieran inmóviles desde el punto de vista de los que estaban en la batalla, posponiendo la puesta de sol por casi un día, para que Israel pudiera acabar con las fuerzas enemigas. (Jos 10:1-14.) Aunque este milagro pudiera suponer una detención del movimiento de rotación de la Tierra, el efecto pudo conseguirse por otros medios, como, por ejemplo, una refracción de los rayos solares y lunares. Cualquiera que fuera el método empleado, de nuevo puso de relieve que “todo cuanto a Jehová le deleitó hacer lo ha hecho en los cielos y en la tierra, en los mares y en todas las profundidades acuosas”. (Sl 135:6.) Como escribió tiempo después el apóstol Pablo, “toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios”. (Heb 3:4.) Jehová hace lo que tiene a bien con aquello que edifica, utilizándolo como le conviene, igual que hace el hombre que construye una casa. (Compárese con 2Re 20:8-11.)
Durante los siguientes cuatro siglos, toda la época de los jueces, Jehová siguió ayudando a los israelitas cuando le eran leales y les retiró su apoyo cuando se volvieron a otros dioses. (Jue 6:11-22, 36-40; Jue 4:14-16; Jue 5:31; Jue 14:3, 4, 6, 19; Jue 15:14; Jue 16:15-21, 23-30.)
Bajo la monarquía israelita. Durante los quinientos diez años que duró la monarquía israelita, el “brazo” poderoso de Jehová y su “mano” protectora con frecuencia tuvieron acorralados a sus agresores, confundieron y desbarataron sus fuerzas, y las obligaron a batirse en retirada a sus territorios de procedencia. Estas naciones no solo adoraban a los “dioses de la naturaleza”, sino a dioses (y diosas) de la guerra. En algunos casos tenían al cabeza de la nación por un dios. Como siguieron luchando contra su pueblo, Jehová se mostró de nuevo como “persona varonil de guerra”, un ‘glorioso Rey, poderoso en batalla’. (Éx 15:3; Sl 24:7-10; Isa 59:17-19.) Se enfrentó a ellas en todo tipo de terreno, empleó estrategias bélicas que burlaron a sus jactanciosos generales y venció a guerreros de muchas naciones, así como a su equipo bélico especial. (2Sa 5:22-25; 10:18; 1Re 20:23-30; 2Cr 14:9-12.) Podía hacer que su pueblo conociera los planes secretos de guerra de estas naciones con tanta exactitud como si se hubieran colocado aparatos electrónicos en sus palacios. (2Re 6:8-12.) A veces fortaleció a su pueblo para la batalla; en otros casos consiguió victorias sin que su pueblo siquiera desenvainara la espada. (2Re 7:6, 7; 2Cr 20:15, 17, 22, 24, 29.) De estos modos avergonzó a los dioses bélicos de las naciones, exponiéndolos como fracasados e impostores. (Isa 41:21-24; Jer 10:10-15; 43:10-13.)
Durante el exilio y la restauración. Aunque Jehová permitió que la nación fuera al exilio —Asiria conquistó el reino septentrional y Babilonia desoló el reino de Judá—, mantuvo en existencia la línea davídica en cumplimiento del pacto que había hecho con David para un reino eterno. (Sl 89:3, 4, 35-37.) Durante el exilio también mantuvo viva la fe de su pueblo, utilizando a Daniel y otros siervos suyos de maneras maravillosas y ejecutando actos milagrosos que hicieron que incluso gobernantes mundiales reconocieran humildemente Su poder. (Da 3:19-29; 4:34-37; 6:16-23.) Mediante la caída de la poderosa Babilonia, Jehová demostró de nuevo que era el único Dios, puso de relieve la irrealidad de los dioses paganos y los avergonzó. Su pueblo fue testigo de todo ello. (Isa 41:21-29; 43:10-15; 46:1, 2, 5-7.) Utilizó a los reyes de Persia en favor de Israel, liberando a su pueblo y permitiéndole regresar a su tierra para edificar el templo y después la ciudad de Jerusalén. (Esd 1:1-4; 7:6, 27, 28; Ne 1:11; 2:1-8.) Esdras no quiso pedir al rey persa protección militar para su compañía, aunque llevaba un cargamento cuyo valor total debía superar, al cambio actual, los 43.000.000 de dólares [E.U.A.]. Jehová los protegió durante el viaje a Jerusalén en respuesta a su oración. (Esd 8:21-27.)
En el tiempo transcurrido entre que terminaron de escribirse las Escrituras Hebreas y el nacimiento del Hijo de Dios en la Tierra, el poder de Dios debió estar activo para garantizar la preservación de la nación de Israel; de su capital, Jerusalén; de la ciudad vecina de Belén; del templo y su sacerdocio, y de otros rasgos del sistema judío, pues todo ello tenía que estar allí para el cumplimiento de la profecía en Cristo Jesús y su actividad. La historia cuenta de intentos de helenizar por completo el sistema judío, es decir, convertirlo a la forma griega de adorar. Pero estos intentos fracasaron. (Véase GRECIA, GRIEGOS - [El efecto de la helenización en los judíos].)
“Cristo el poder de Dios.” Desde el nacimiento milagroso de Jesús en adelante, Dios manifestó su poder hacia él y por medio de él como nunca antes. Como el salmista, Jesús llegó a ser “justamente como milagro para muchas personas”. (Sl 71:7.) Jesús y sus discípulos, al igual que Isaías y sus hijos, fueron “como señales y como milagros en Israel de parte de Jehová de los ejércitos”, anunciando el futuro y revelando el propósito de Dios. (Isa 8:18; Heb 2:13; compárese con Lu 2:10-14.) Las obras poderosas de Dios realizadas durante miles de años se cumplieron entonces en Jesús, se realizaron en él. Con razón pudo el apóstol llamar a Jesús “el poder de Dios y la sabiduría de Dios”. (1Co 1:24.)
Jesús demostró que era el Mesías esperado por tanto tiempo, el ungido de Jehová, predicho para manifestar el ‘espíritu de poderío’. (Isa 11:1-5.) Como tal, era de esperar que proporcionara un poderoso testimonio para apoyar ese hecho. (Miq 5:2-5; compárese con Jn 7:31.) Mediante el nacimiento de Jesús de una virgen judía, Dios ya había empezado a dar testimonio a favor de su Hijo. (Lu 1:35-37.) Este nacimiento no fue simplemente un despliegue espectacular de poder divino, sino que sirvió para fines muy definidos: proveyó un ser humano perfecto, un ‘segundo Adán’, alguien capaz de santificar el nombre de su Padre, borrar el oprobio que el primer hijo humano había acarreado a ese nombre y así probó que el desafío de Satanás era falso; además, Jesús, como hombre perfecto, suministraría una base legal para rescatar a la humanidad obediente de las garras de los reyes Pecado y Muerte. (1Co 15:45-47; Heb 2:14, 15; Ro 5:18-21; véase RESCATE.) Y este descendiente perfecto de David sería el heredero de un Reino eterno. (Lu 1:31-33.)
El ungimiento de Jesús por el espíritu de Dios estuvo acompañado de poder divino. (Hch 10:38.) Moisés “era poderoso en sus palabras y hechos”. Como Jesús fue el ‘profeta mayor que Moisés’, sus credenciales fueron correspondientemente mayores. Aunque es imposible verificar la afirmación de Josefo de que en la edad adulta Moisés fue ascendido a general en el marco de una guerra con Etiopía, la Biblia sí indica que “era poderoso en sus palabras y hechos” (Nota: Dice el libro Israel in Egypt: “La idea de que Moisés se criara en la corte egipcia pudiera sonar legendaria, pero un examen detenido de la vida palaciega durante el Imperio nuevo da a entender lo contrario. Tuthmosis III [...] introdujo la costumbre de traer a su nación príncipes de los reinos vasallos de Asia occidental para instruirlos en su cultura. [...] Por consiguiente, en la corte egipcia no causaban extrañeza los príncipes y princesas de origen extranjero”). (g04 8/4 6; Dt 34:10-12; Hch 7:22; Lu 24:19; Jn 6:14.) Era propio que ‘enseñara con autoridad’. (Mt 7:28, 29.) Así pues, tal como Dios dio razones para tener fe en Moisés, Josué y otros siervos suyos, entonces suministró una base sólida para que se tuviera fe en su Hijo. (Mt 11:2-6; Jn 6:29.) Jesús no se atribuyó el mérito a sí mismo; al contrario, admitió constantemente que Dios era la Fuente de sus obras poderosas. (Jn 5:19, 26; 7:28, 29; 9:3, 4; 14:10.) Las personas honradas reconocieron “el poder majestuoso de Dios” manifestado por medio de él. (Lu 9:43; 19:37; Jn 3:2; 9:28-33; compárese con Lu 1:68; 7:16.)
¿Qué presagiaron los milagros de Jesús? Lo que Jesús hizo dio prueba del interés de Dios en la humanidad, y también fue una muestra de lo que Él haría con el tiempo a favor de todos aquellos que amaban la rectitud. Las obras poderosas de Jesús estuvieron muy relacionadas con los problemas de la humanidad; de estos, el primero y fundamental es el pecado, con todos sus efectos perjudiciales. La enfermedad y la muerte son concomitantes al pecado, y la facultad que Jesús tenía de curar toda clase de enfermedades (Mt 8:14, 15; Lu 6:19; 17:11-14; 8:43-48) e incluso de resucitar a los muertos (Mt 9:23-25; Lu 7:14, 15; Jn 11:39-44) dio prueba de que era el medio nombrado por Dios para libertar a la humanidad del pecado y de su castigo. (Compárese con Mr 2:5-12.) Jesús fue “el verdadero pan del cielo”, “el pan de la vida”, muy superior al maná que Israel comió en el desierto. (Jn 6:31-35, 48-51.) Él no proporcionó agua literal procedente de una roca, sino “agua viva”, el ‘agua de vida’. (Jn 7:37, 38; Apo 22:17; compárese con Jn 4:13, 14.)
Sus obras poderosas también fueron presagios de otras bendiciones que tenían que venir por medio de su reinado. Mientras que Eliseo había alimentado a cien personas con solo veinte panes y algo de grano, Jesús alimentó a miles con mucho menos. (2Re 4:42-44; Mt 14:19-21; 15:32-38.) Moisés y Eliseo convirtieron agua amarga o envenenada en agua dulce. Jesús convirtió simple agua en vino excelente que contribuyó al disfrute de un banquete de bodas. (Éx 15:22-25; 2Re 2:21, 22; Jn 2:1-11.) Por lo tanto, su gobernación ciertamente habría de librar del hambre a todos sus súbditos y proporcionar un agradable ‘banquete para todos los pueblos’. (Isa 25:6.) Su capacidad para hacer productivo el trabajo del hombre, como cuando bendijo los esfuerzos de sus discípulos en la pesca, fue una garantía de que bajo la bendición de su Reino los hombres no se verán obligados a ganarse la vida con grandes dificultades tan solo para poder subsistir. (Lu 5:4-9; compárese con Jn 21:3-7.)
Pero lo más significativo es que todas esas cosas estaban relacionadas con asuntos espirituales. Además de dar vista, habla y salud espirituales a los que estaban ciegos, mudos y enfermos espiritualmente, Jesús también proveyó alimento y bebida espirituales en abundancia y garantizó la productividad del ministerio de sus discípulos. (Compárese con Lu 5:10, 11; Jn 6:35, 36.) Cuando en ciertas ocasiones Jesús satisfizo de manera milagrosa las necesidades físicas de las personas, lo hizo principalmente para fortalecer su fe. El bien físico no era el fin más importante. (Compárese con Jn 6:25-27.) El alimento y la bebida no era lo que debía buscarse primero, sino el Reino y la justicia de Dios. (Mt 6:31-33.) Jesús puso el ejemplo al rehusar convertir las piedras en panes para su propio beneficio. (Mt 4:1-3.)
Liberación espiritual. Israel había conocido guerreros poderosos, pero el poder de Dios por medio de su Hijo estaba dirigido contra unos enemigos mayores que meros militaristas humanos. Jesús fue el Libertador (Lu 1:69-74) que proporcionó la manera de obtener libertad de la principal fuente de opresión: Satanás y sus demonios. (Heb 2:14, 15.) No solo libertó personalmente a muchos endemoniados (Lu 4:33-36), sino que mediante sus palabras poderosas de verdad, abrió de par en par las puertas de la libertad para aquellos que deseaban librarse de las cargas opresivas y de la esclavitud que la religión falsa les había impuesto. (Mt 23:4; Lu 4:18; Jn 8:31, 32.) Mediante su derrotero fiel e íntegro, no solo conquistó una ciudad o un imperio, sino “el mundo”. (Jn 14:30; 16:33.)
Importancia relativa de los actos milagrosos. Aunque Jesús destacó principalmente las verdades que proclamaba, sin embargo, mostró la relativa importancia que tenían sus obras poderosas, y muchas veces hizo referencia a ellas para acreditar su comisión y mensaje. La importancia de las obras poderosas radicaba en especial en que cumplían profecías. (Jn 5:36-39, 46, 47; 10:24-27, 31-38; 14:11; 20:27-29.) Los que veían tales obras contraían una responsabilidad especial. (Mt 11:20-24; Jn 15:24.) Como Pedro les dijo más tarde en el Pentecostés a las muchedumbres, Jesús era “varón públicamente mostrado por Dios a ustedes mediante obras poderosas y portentos presagiosos y señales que Dios hizo mediante él en medio de ustedes, así como ustedes mismos lo saben”. (Hch 2:22.) Tales demostraciones de poder divino ponían de manifiesto que el reino de Dios los había ‘alcanzado’. (Mt 12:28, 31, 32.)
Al valerse de manera tan significativa de su Hijo, Dios hizo que los ‘razonamientos de muchos corazones fuesen descubiertos’. (Lu 2:34, 35.) Ellos estaban viendo manifestado ‘el brazo de Jehová’, pero muchos, la mayoría, prefirieron ver otro significado en los acontecimientos que contemplaban, o permitir que los intereses egoístas les impidieran actuar en armonía con la “señal” vista. (Jn 12:37-43; Lu 11:45-48.) Muchas personas deseaban obtener beneficios personales del poder de Dios, pero no tenían un anhelo sincero por la verdad y la justicia. Su corazón no se conmovió por la compasión y la bondad que impulsaron tantas de las obras poderosas de Jesús (compárense Lu 1:78; Mt 9:35, 36; 15:32-37; 20:34; Mr 1:40, 41; Lu 7:11-15; con Lu 14:1-6; Mr 3:1-6), una compasión que reflejaba la de su Padre. (Mr 5:18, 19.)
Ejercicio responsable del poder. Jesús siempre utilizó su poder de manera responsable, y nunca para hacer una mera exhibición. La maldición de la higuera infructífera obviamente tuvo un significado simbólico. (Mr 11:12-14; compárese con Mt 7:19, 20; 21:42, 43; Lu 13:6-9.) Jesús rehusó implicarse en exhibiciones sin propósito como las que le sugería Satanás. Cuando anduvo sobre las aguas, lo hizo porque a esa hora avanzada no había ningún medio de transporte que lo llevara a donde quería ir, algo completamente diferente de saltar desde el almenaje del templo como si fuera un suicida en potencia. (Mt 4:5-7; Mr 6:45-50.) La curiosidad malsana de Herodes no quedó satisfecha, puesto que Jesús se negó a entretenerle con una exhibición de milagros. (Lu 23:8.) Anteriormente, Jesús se había negado a realizar una “señal del cielo” solicitada por los fariseos y saduceos, debido a que ellos no la buscaban para fortalecer su fe en el cumplimiento de la Palabra de Dios, sino para eliminar la necesidad de tal fe. Tenían un mal motivo. (Mt 16:1-4; compárese con 15:1-6; 22:23, 29.)
De manera similar, la falta de fe de los habitantes de Nazaret lo retuvo de efectuar muchas obras poderosas, con toda seguridad no porque su fuente de poder fuese insuficiente, sino porque las circunstancias no las justificaban ni daban pie para realizarlas. El poder divino no debía desperdiciarse con personas escépticas que no eran receptivas. (Mr 6:1-6; compárese con Mt 10:14; Lu 16:29-31.) El hecho de que la fe de otros no era absolutamente esencial para que Jesús efectuase obras milagrosas puede verse en que sanó milagrosamente la oreja que le habían cortado al esclavo del sumo sacerdote que iba con la muchedumbre que le fue a detener. (Lu 22:50, 51.)
La resurrección de Jesucristo de entre los muertos a la vida celestial fue la mayor demostración que ha habido del poder de Dios. Sin ella, la fe cristiana sería “en vano”, sus seguidores serían “de todos los hombres [...] los más dignos de lástima”. (1Co 15:12-19.) Fue el acontecimiento que los discípulos de Jesús relataron con más frecuencia y el factor más importante que contribuyó a fortalecer la fe. Las distancias no impidieron que Jesús utilizara su poder cuando estuvo en la Tierra (Mt 8:5-13; Jn 4:46-53), y luego, desde su posición celestial, ungió a sus seguidores con el espíritu de Dios en el Pentecostés, lo que les permitió hacer obras poderosas en su ausencia. De esa manera refrendó el testimonio de ellos concerniente a su resurrección (Hch 4:33; Heb 2:3, 4) y también dio prueba de que eran el pueblo aprobado de Dios, su congregación. (Hch 2:1-4, 14-36, 43; 3:11-18.)
La muerte de su Hijo como ser humano no había acortado la mano de Jehová, tal como testificaron los muchos milagros, señales y portentos efectuados por los apóstoles y otros cristianos. (Hch 4:29, 30; 6:8; 14:3; 19:11, 12.) Las obras poderosas que efectuaron fueron como las de su Maestro: curaron a cojos (Hch 3:1-9; 14:8-10) y enfermos (Hch 5:12-16; 28:7-9), levantaron muertos (Hch 9:36-41; 20:9-11), expulsaron demonios (Hch 8:6, 7; 16:16-18), y todo lo hicieron sin buscar beneficio personal u honra para sí mismos. (Hch 3:12; 8:9-24; 13:15-17.) Por medio de ellos, Dios expresó juicios en contra de los malhechores, como había hecho valiéndose de los profetas de la antigüedad, edificando el debido respeto hacia sí mismo y hacia sus representantes. (Hch 5:1-11; 13:8-12.) Se les otorgaron nuevas facultades, como el hablar en lenguas extranjeras e interpretarlas. Esto también tuvo un “propósito provechoso”, puesto que pronto tendrían que extender la obra de predicar más allá de Israel, y hablar acerca de las obras maravillosas de Jehová entre las naciones. (1Co 12:4-11; Sl 96:3, 7.)
Jehová Dios también realizó otras obras poderosas, como abrir ‘puertas’ de oportunidad que les permitieran predicar en ciertos territorios, protegerles de los que querían acabar con su obra ministerial y dirigir su actividad. Normalmente hizo estas obras de manera que pasasen inadvertidas a las personas. (Hch 5:17-20; 8:26-29, 39, 40; 9:1-8; 10:19-22, 44-48; 12:6-11; 13:2; 16:6-10, 25-33; 18:9, 10; 1Co 16:8, 9.)
Se predijo que la facultad de obrar milagros que el espíritu concedía a los apóstoles y que ellos transmitían a otras personas, solo duraría durante la ‘infancia’ de la congregación cristiana y después desaparecería. (1Co 13:8-11; véase DONES DE DIOS - [Dones del espíritu].) La Cyclopædia, de M’Clintock y Strong, vol. 6, pág. 320, explica: “Es una afirmación incuestionable que durante los primeros cien años que siguieron a la muerte de los apóstoles, se oye poco o nada en cuanto a que los primeros cristianos realizasen milagros”. Con todo, Jesús y sus apóstoles advirtieron que tanto los apóstatas como una bestia salvaje simbólica, todos ellos enemigos de Dios, harían obras poderosas con el fin de engañar. (Mt 7:21-23; 24:23-25; 2Te 2:9, 10; Apo 13:11-13; véase BESTIAS SIMBÓLICAS.)
Las manifestaciones del poder divino alcanzan su culminación con el establecimiento del reino de Dios en manos de Cristo Jesús y con los juicios que resultan de ese suceso. Véase LLENAR LA MANO DE PODER.
¿En qué se diferencian el espíritu santo y el poder? Recordemos la promesa que Jesús les hizo a sus seguidores: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes” (Hch 1:8). Ahora bien, no debemos confundir el espíritu con el poder. El espíritu santo es la fuerza de Dios en acción; es la energía que Jehová proyecta y ejerce sobre un individuo u objeto a fin de cumplir su voluntad. El poder, en cambio, se define como la “capacidad para actuar u obrar y producir determinados efectos” (Diccionario Estudio Salamanca-Octaedro). Esta capacidad puede permanecer latente en una persona u objeto hasta que se necesite conseguir cierto resultado. En vista de lo anterior, el espíritu santo podría asemejarse a la corriente eléctrica que alimenta a una batería recargable, mientras que el poder es comparable a la energía almacenada en dicha batería. El poder que Jehová nos otorga a sus siervos mediante el espíritu santo nos da la capacidad para cumplir con nuestro voto de dedicación y resistir las influencias nocivas a las que nos enfrentamos (Miq 3:8; Col 1:29).
No Limit
Solo nosotros mismos podemos bloquear nuestro potencial con pensamientos limitantes.
★Si piensas: “No tengo estudios y eso me limita” Recuerda que Juan y Pedro eran llamados hombres sin letras y del vulgo (Hch 4:13) ★Si piensas que eres pobre y eso no te dejará alcanzar cosas y sueños, recuerda que Jesús nació en un lugar pobre, pero él nunca fue un pobre, nunca jamás le hizo falta nada. Los israelitas estaban pobres y esclavos en Egipto, sin embargo cuando Dios los liberó se llevaron consigo toda la riqueza de los egipcios (Ex 12:35 ,36) ★Si piensas: “No puedo porque ya soy viejo” Recuerda que: ★Abraham recibió la promesa de tener un hijo a los 100 años (Ge 21:5) ★Moisés comenzó su gran labor de liderazgo recién a los 80 años. (Ex 7:7) ★El apóstol Juan recibió las revelaciones más impresionantes del futuro de la humanidad cuando era muy anciano (90-100 años). (Apo 1) ★Si piensas: “tengo miedo” Recuerda que cuando Dios llamó a Gedeón éste se sentía inútil y con miedo, sin embargo Dios le dijo: “Varón valiente y poderoso” porque Dios llama las cosas que no son como si fueran, con su ayuda. (Jue 6:12) ★Si piensas: “Nadie me conoce” Recuerda que el más destacado rey del pueblo de Dios fue David, de quién vino Cristo; y a él ni siquiera su familia lo tenia en cuenta. Trabajaba detrás de las ovejas siendo un perfecto desconocido para la mayoría del pueblo, sin embargo Dios miró su corazón y levanto su nombre y le dio fama. ★Si piensas: “He cometido terribles pecados” Recuerda que el apóstol Pablo fue el perseguidor más acérrimo y violento de los cristianos, torturando a todo el que predicaba el evangelio y obligándolos a que negarán a Jesús. Sin embargo Dios lo perdonó y fue él quién escribió 14 cartas de la Biblia (1Ti 1:13-16) ★Si piensas: “No tengo nada para Dar” Recuerda que estás creyendo una de las más grandes mentiras, porque Dios a todos nos creo con capacidades y talentos. No eres una casualidad, Dios permitió tu vida, no importan las condiciones en las que hayas nacido. Estamos creados para manifestar la gloria de Jehová. Por eso si tienes ganas de crecer, de avanzar y de alcanzar sueños en tu vida, entonces adelante, no te pongas límites ¡Dios está con los valientes que confían en Él! (Isa 43:6, 7) |
Todas tus fuerzas
El papá observaba como su pequeño hijo trataba de levantar una roca, el papá lo escuchó gruñendo y haciendo fuerza tratando de hacer rodar la piedra.
Por fin le preguntó al hijo: "¿Estás usando todas tus fuerzas?" Lo que el padre le quiso decir es: Hijo, yo soy tu fuerza, soy tu padre, pide mi ayuda. Muchas veces tenemos un problema que tratamos de resolver pensando que utilizamos todas nuestras fuerzas, pero tenemos a nuestro Padre Celestial que debería ser parte de "todas nuestras fuerzas", con las que debemos contar siempre. Él, la fuente de la energía dinámica que hace mover todo el universo, está listo para intervenir en nuestra ayuda, sólo espera que se lo pidamos, que contemos con su poder, eso es parte de vivir con fe, teniéndolo en cuenta en toda nuestra vida (Sl 18:32; 55:22; Mt 17:20; 19:25, 26; Flp 4:13.) |
La palabra “Todopoderoso” se traduce del vocablo hebreo Schad·dái y del griego Pan·to·krá·tör. Ambas palabras comunican la idea de fuerza o poder.
En el texto hebreo, Schad·dái se utiliza siete veces junto con `El (Dios) para formar el título “Dios Todopoderoso”. (Gé 17:1; 28:3; 35:11; 43:14; 48:3; Éx 6:3; Eze 10:5.) Las otras 41 veces que se emplea esta expresión aparece sola y se traduce “el Todopoderoso”. A semejanza de lo que ocurre con `Adho·nái (Señor Soberano) y `Elo·hím (Dios), Schad·dái se escribe en plural para indicar excelencia. (Gé 49:25; Nú 24:4; Sl 68:14.)
La etimología de la palabra Schad·dái es un asunto debatido. Aunque los traductores de la Septuaginta se sirvieron de varios términos griegos para traducirla, en el libro de Job emplearon en dieciséis ocasiones el vocablo Pan·to·krá·tör (Omnipotente). En algunos casos tradujeron Schad·dái por un término griego (hi·ka·nós) que significa “suficiente” o “apto”. (Rut 1:20, 21; Job 21:15; 31:2; 40:2.) Otros traductores griegos posteriores, como Aquila y Símaco, continuaron la misma corriente, y por ello tradujeron Schad·dái por el “Suficiente (Apto)”.
En la actualidad, muchos críticos concuerdan con la opinión presentada por la traducción católica Biblia de Jerusalén en una nota sobre Génesis 17:1: “La traducción común ‘Dios omnipotente’ es inexacta. El sentido es dudoso; se ha propuesto ‘Dios de la montaña’”. Esta afirmación extrema, sin embargo, se basa en una supuesta vinculación de Schad·dái con el término acadio shadu (montaña). La obra Unger’s Bible Dictionary (1965, pág. 1000) comenta: “No obstante, esta opinión es inaceptable. Es más probable que Shaddai se derive de la raíz schadad [scha·dhádh], ‘ser fuerte o poderoso’, como en árabe”. (Véase también The Analytical Hebrew and Chaldee Lexicon, de Benjamín Davidson, pág. 702.)
En el texto bíblico, scha·dhádh suele implicar un poder violento, como cuando se usa para despojar con violencia. (Compárese con Sl 17:9; Pr 11:3.) Isaías 13:6 dice: “¡Aúllen, porque el día de Jehová está cercano! Como despojo violento [keschódh] de parte del Todopoderoso [misch·Schad·dái] vendrá”. Aunque el uso bíblico de esta raíz encierra la idea básica de una acción violenta, algunos eruditos piensan que su sentido original o primario era simplemente “ser fuerte” u “obrar con fuerza”. The Jewish Encyclopedia (1976, vol. 9, pág. 162) explica: “Sin embargo, es posible que su significado original fuese ‘dominar’ o ‘fuerza dominadora’, y que este significado persista en el [título] divino”.
Jehová empleó el título “Dios Todopoderoso” (`El Schad·dái) cuando le hizo a Abrahán la promesa referente al nacimiento de Isaac, una promesa que requería gran fe en el poder de Jehová para cumplirla. A partir de entonces se usaba cuando se decía que Dios era el que bendeciría a Isaac y Jacob, los herederos del pacto abrahámico. (Gé 17:1; 28:3; 35:11; 48:3.)
En armonía con esto, Dios dijo a Moisés tiempo después: “Yo solía aparecerme a Abrahán, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso [be`Él Schad·dái], pero en cuanto a mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos”. (Éx 6:3.) Estas palabras no podían querer decir que aquellos patriarcas desconocieran el nombre de Jehová, pues tanto ellos como sus antepasados lo utilizaron con frecuencia. (Gé 4:1, 26; 14:22; 27:27; 28:16.) En realidad, en el libro de Génesis, donde se narran las vidas de los patriarcas, el término “Todopoderoso” solo aparece seis veces, mientras que el nombre personal Jehová se escribió 172 veces en el texto hebreo original. No obstante, aunque los patriarcas comprendían por su propia experiencia que Dios merecía el título “Todopoderoso”, no habían tenido oportunidad de apreciar a plenitud el significado y las implicaciones que encierra su nombre personal, Jehová. The Illustrated Bible Dictionary (edición de J. D. Douglas, 1980, vol. 1, pág. 572) comenta a este respecto: “La revelación anterior, dada a los patriarcas, se refería a promesas pertenecientes al futuro lejano; significaba que podían confiar en que Él, Yahweh, era un Dios (`el) capaz (un posible significado de sadday) de cumplirlas. La revelación en la zarza fue más grande y personal, pues el poder de Dios y Su presencia inmediata y permanente estaban implícitos en el nombre familiar de Yahweh”.
El poder implica la fuerza o capacidad necesarias para realizar y conseguir lo que alguien se propone, aunque haya que superar obstáculos y oposición. La omnipotencia de Jehová manifiesta su fuerza irresistible para lograr sus designios. A veces se relaciona alguna acción violenta con el título divino de “Todopoderoso”, como en el Salmo 68:14, donde se dice que Él ‘esparce a los reyes’; en Joel 1:15, que habla del “despojo violento [schodh] del Todopoderoso [mi·Schad·dái]” que sucedería durante “el día de Jehová”, y en Isaías 13:6, citado anteriormente. También es una garantía de que puede bendecir (Gé 49:25) y proteger a los que confían en Él: “Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso”. (Sl 91:1.)
El término Schad·dái aparece en el libro de Job en 31 ocasiones, y lo emplean todos los personajes de este drama. Se resalta el poder de Jehová para castigar o afligir (Job 6:4; 27:13-23), de modo que los que dicen: “¿Qué viene a ser el Todopoderoso, para que le sirvamos, y cómo sacamos provecho por haber estado en comunicación con él?”, y que, en consecuencia, confían en su propio poder, pueden contar con beber “de la furia del Todopoderoso”. (Job 21:15, 16, 20.) El Todopoderoso, por lo tanto, merece temor, incluso pavor, pues es imposible pasar por alto su voluntad o transgredir su ley con impunidad (Job 6:14; 23:15, 16; 31:1-3), aun cuando su poder no se manifieste de inmediato. (Job 24:1-3, 24; compárese con Éx 9:14-16; Ec 8:11-13.) No obstante, su poder siempre se emplea en perfecta armonía con su justicia, nunca de manera descontrolada, caprichosa, inconstante o irresponsable. (Job 34:10, 12; 35:13; 37:23, 24.) Por lo tanto, los hombres no pueden hacer valer ninguna razón justa para contender con Él o señalarle faltas. (Job 40:2-5.) Los rectos pueden acercarse a Él con confianza y disfrutar de una relación personal con Él. (Job 13:3; 29:4, 5; 31:35-37.) Por ser el Creador, es la Fuente de la vida y la sabiduría. (Job 32:8; 33:4.)
En la profecía de Isaías 9:6 sobre el Mesías, se aplica el título “Dios Poderoso” al prometido Príncipe de Paz. Esta expresión, sin embargo, se traduce del hebreo `El Guib·bóhr, diferente de `El Schad·dái, que aparece en los textos precedentes.
La palabra Pan·to·krá·tör aparece diez veces en las Escrituras Griegas Cristianas, nueve de ellas en el libro de Apocalipsis. Este vocablo significa básicamente “Todopoderoso” u “Omnipotente”. El uso que se hace de él en las Escrituras Griegas Cristianas aporta base para que el término hebreo Schad·dái se traduzca “el Todopoderoso”, pues no existe ningún otro término que corresponda con Pan·to·krá·tör en las Escrituras Hebreas.
En 2 Corintios 6:18 Pablo cita de las Escrituras Hebreas cuando insta a los cristianos a apartarse de la adoración falsa y de los ídolos carentes de vida y poder, y llegar a ser hijos del “Todopoderoso [Pan·to·krá·tör]”. En vista de la cita del apóstol, es obvio que este título aplica a Jehová Dios.
De manera similar, en Apocalipsis, el título Pan·to·krá·tör se aplica a Jehová, el Creador y Rey de la Eternidad, como sucede en “la canción de Moisés el esclavo de Dios y la canción del Cordero [Jesucristo]”, que aclama a Jehová Dios por ser Aquel que merece la adoración y el temor de todas las naciones. (Apo 15:3; compárese con Apo 21:22.) Se hace patente que el título se refiere a Jehová en Apocalipsis 19:6, donde se incluye la expresión Aleluya (Alaben a Jah). De igual modo, la expresión “Aquel que es y que era y que viene” (Apo 1:8; 4:8) apunta claramente hacia el Dios de la eternidad (Sl 90:2), que no solo “era” el Todopoderoso en la antigüedad, sino que continúa siéndolo y “viene” como tal con el fin de expresar su omnipotencia. De nuevo se hace referencia a una acción violenta, pues, tras ‘tomar su gran poder’ para comenzar a reinar, expresa su ira contra las naciones en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”. (Apo 11:17, 18; 16:14.) Se representa a su hijo, Cristo Jesús, “La Palabra de Dios”, expresando esta “ira de Dios el Todopoderoso” en su calidad de rey nombrado por Dios. (Apo 19:13-16.) No obstante, estas expresiones poderosas de las decisiones judiciales de Dios continúan armonizando plenamente con sus normas de verdad y justicia. (Apo 16:5-7; véase DIOS.)