Actitud, Educación, Posturas y ademanes |
En las tierras bíblicas de la antigüedad se emplearon distintos medios para transmitir la información y las ideas. Las noticias cotidianas, tanto locales como extranjeras, solían comunicarse de palabra. (2Sa 3:17, 19; Job 37:20.) Los viajeros contaban noticias de lugares distantes cuando se detenían en las ciudades o en puntos de las rutas de caravanas para conseguir alimento, agua y otras provisiones. La posición singular que ocupaba la tierra de Palestina con relación a Asia, África y Europa la convertía en un lugar de paso de gente procedente de lugares lejanos, de modo que sus residentes podían obtener con facilidad información de acontecimientos importantes de países extranjeros. Las noticias nacionales y extranjeras por lo general podían oírse en la plaza del mercado de las ciudades.
Para la comunicación a corta distancia solían utilizarse señales acústicas o visuales, o también la palabra. (Jos 8:18, 19; 1Sa 20:20-22, 35-39.) Después que Israel salió de Egipto, se le mandó a Moisés que hiciera dos trompetas de plata para comunicar diferentes mensajes. Los sacerdotes aarónicos tocaban estas trompetas para convocar asambleas, reunir a los principales, levantar ordenadamente el campamento o emitir una llamada de guerra. (Nú 10:1-10.) Gedeón tocó el cuerno como señal para que sus hombres empezaran la victoriosa batalla contra Madián. (Jue 7:18-22; véanse CUERNO; TROMPETA.)
Se solía emplear a corredores para enviar mensajes orales o escritos oficiales. (2Sa 18:19-32.) El rey Ezequías envió a corredores con cartas por todo Israel y Judá a fin de convocar al pueblo para celebrar la Pascua en Jerusalén. (2Cr 30:6-12.) Los correos que estaban al servicio del rey persa Asuero utilizaron rápidos caballos de postas para distribuir el contradecreto real que desbarató el ardid de Hamán de aniquilar a todos los judíos del Imperio persa. (Est 8:10-17.) La mayoría de los gobernantes de la antigüedad utilizaron cartas y documentos para una administración efectiva. Dependiendo del lugar y el tiempo, para estos documentos solían usarse tablillas de arcilla, papiro y pieles de animales. Los arqueólogos han encontrado muchos comunicados oficiales y documentos comerciales antiguos. Los heraldos proclamaban decretos reales. (Da 3:4-6.) Por supuesto, los particulares no pertenecientes al gobierno también usaban los mensajeros. (Véanse CORREOS; HERALDO; MENSAJERO.)
La comunicación nacional o internacional dependía fundamentalmente de los caminos y calzadas. En Israel y Judá había buenos caminos, que se conservaban en buen estado. Tiempo después, los romanos construyeron una red de carreteras que unía Roma con todas las partes del imperio, lo que facilitaba la comunicación oficial y el traslado de las tropas. Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, estas carreteras estaban muy transitadas. Los cristianos, en especial Pablo y sus compañeros misioneros, las usaron cuando viajaron por Asia Menor y Europa para fundar congregaciones cristianas y en sus visitas posteriores a esas comunidades de creyentes.
Las comunicaciones oficiales y las noticias generales se mandaban también en los barcos que surcaban el mar Mediterráneo. El gobierno romano utilizó barcos en algunas ocasiones (normalmente en verano) para enviar mensajes oficiales, pero parece ser que la mayor parte de los mensajes se transmitían por rutas terrestres, pues eran más seguras.
Los romanos pusieron en marcha un servicio de correos estatal, pero solo para comunicados oficiales. La gente común tenía que mandar sus cartas mediante conocidos. Cuando el cuerpo gobernante de Jerusalén resolvió la cuestión de la circuncisión, comunicó su decisión a las congregaciones mediante una carta enviada de manera directa y personal. (Hch 15:22-31.) Este también fue el caso de algunas cartas inspiradas, como la que Pablo escribió a los cristianos de Colosas, que llevaron en persona Tíquico y Onésimo. (Col 4:7-9; véase CARTAS.)
Jehová es un Dios comunicativo, y ha reconocido la necesidad que tiene su pueblo de disponer de comunicación escrita. Él mismo fue responsable de la escritura de los Diez Mandamientos sobre tablas de piedra. (Éx 31:18.) Por inspiración divina, varios hombres hebreos fieles (empezando con Moisés en 1513 a.E.C.) pusieron por escrito las comunicaciones de Jehová.
Barreras de la Comunicación
1. Algo que se, pero no siento – Desapasionada 2. Algo que se, pero no hago – Teórica 3. Algo que siento, pero no se – Infundada 4. Algo que siento, pero no hago – Hipócrita 5. Algo que hago, pero no se – Presuntuosa 6. Algo que hago, pero no siento – Mecánica |
Disposición a hacer con prontitud e interés una cosa; celo. Por lo general este término implica trabajo lícito y útil. Es lo opuesto a indolencia u ociosidad.
La palabra griega que en la Biblia se traduce “diligencia” suele traducirse con más frecuencia por “solicitud”, “verdadera solicitud” o “esfuerzo solícito”. A veces también se transmite el sentido de la palabra traduciéndola “quehaceres” y, en locuciones adverbiales, “de prisa” y “apresuradamente”.
A los cristianos se les aconseja que no dejen caer la mano ni se hagan indolentes respecto a las buenas obras. Pablo dijo: “Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma diligencia [literalmente, “aceleración”] a fin de tener la plena seguridad de la esperanza hasta el fin, para que no se hagan indolentes, sino que sean imitadores de los que mediante fe y paciencia heredan las promesas”. (Heb 6:11, 12; compárese con Pr 10:4; 12:24; 18:9.) Jesucristo dijo a sus discípulos: “Esfuércense vigorosamente por entrar por la puerta angosta, porque muchos, les digo, tratarán de entrar, pero no podrán”. (Lu 13:24.) En este aspecto Pablo mismo fue un buen ejemplo (Col 1:29; 2Te 3:7-9), aunque, como es natural, los ejemplos más sobresalientes son Jehová y su Hijo. (Jn 5:17; Isa 40:26.)
A fin de evitar hacerse inactivo o infructífero, el cristiano debe ‘contribuir en respuesta [a las promesas de Dios] todo esfuerzo solícito’ para suministrar a su fe virtud, conocimiento, autodominio, aguante, devoción piadosa, cariño fraternal y amor. (2Pe 1:4-8.) Esto requiere perseverancia diligente (2Ti 2:15; Heb 4:11) y atención constante (Heb 2:1), para lo cual gran parte de la fuerza que se necesita proviene de la ayuda del espíritu de Jehová. ¿Qué podría expresar de manera más enérgica la necesidad de ser diligentes que el consejo del apóstol Pablo: “No sean holgazanes en sus quehaceres. Fulguren con el espíritu. Sirvan a Jehová como esclavos”? Este requisito de diligencia aplica a todos los ministros (“ocupémonos en este ministerio”), pero con especial fuerza a aquellos que están en posición de presidir en las reuniones y actividades de la congregación: “El que preside, hágalo con verdadera solicitud”. (Ro 12:7, 8, 11.)
Los necesitados de la congregación que reciben ayuda material de ella deben ser diligentes. La norma bíblica es: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. La exhortación a los que no trabajan es que se pongan a trabajar, para “que, trabajando con quietud, coman alimento que ellos mismos ganen”. (2Te 3:10-12.) Aquel que profesa ser cristiano y rehúsa o descuida mantener a su casa “ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. (1Ti 5:8.) Incluso las viudas que estaban en necesidad, antes de ser puestas en la lista de la congregación para recibir una provisión regular de ayuda material, debían tener un registro de actividad cristiana habiendo “[seguido] con diligencia toda buena obra”. (1Ti 5:9, 10.)
Recompensas por la diligencia. La persona diligente recibirá ricas recompensas tanto ahora como en el futuro. “La mano del diligente es lo que enriquece a uno.” (Pr 10:4.) “La mano de los diligentes es la que gobernará.” (Pr 12:24.) Su alma “será engordada”. (Pr 13:4.) La esposa diligente es aquella cuyos “hijos se han levantado y han procedido a pronunciarla feliz; su dueño se levanta, y la alaba”. De ella se dice: “Denle del fruto de sus manos, y alábenla sus obras aun en las puertas”. (Pr 31:28, 31.) Ante todo, a los hermanos espirituales de Cristo se les dice: “Hagan lo sumo por hacer seguros para sí su llamamiento y selección; porque si siguen haciendo estas cosas no fracasarán nunca. De hecho, así se les suministrará ricamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. (2Pe 1:10, 11.)
Formación destinada a desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectiva, así como de los sentidos y fuerzas físicas de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen. La educación se logra mediante 1) explicación y repetición; 2) disciplina y corrección administradas con amor (Pr 1:7; Heb 12:5, 6); 3) observación personal (Sl 19:1-3; Ec 1:12-14), y 4) censura y reprensión. (Sl 141:5; Pr 9:8; 17:10.)
Jehová Dios es el gran Educador e Instructor, y nadie se le puede igualar. (Job 36:22; Sl 71:17; Isa 30:20.) A su hijo terrestre, Adán, se le creó con la capacidad de hablar un idioma (Gé 2:19, 20, 23), y se le dio instrucción sobre la creación (Gé 1 y 2) y los requisitos de Dios para él. (Gé 1:28-30; 2:15-17.)
En la sociedad patriarcal. En todo el registro bíblico se responsabiliza a la familia de la educación de los hijos. En la sociedad primitiva el padre era el cabeza de la familia y también de la casa, que podía ser una comunidad de considerable tamaño, como en el caso de Abrahán. El cabeza de familia era responsable de la educación de su casa. (Gé 18:19.) La buena educación de José muestra que Isaac y Jacob siguieron el ejemplo de Abrahán y también enseñaron a sus hijos. (Gé 39:4, 6, 22; 41:40, 41.) Job, un pariente lejano de Abrahán que vivió en la tierra de Uz, mostró que estaba familiarizado con el conocimiento científico y desarrollo industrial de la época. Además, Jehová le dio una lección de historia natural. (Job 9:1, 9; caps. 28, 38–41.)
En aquel entonces en Egipto se cultivaban la astronomía, las matemáticas, la geometría, la arquitectura, las técnicas de la construcción, así como otras artes y ciencias. A Moisés lo educó su madre en la adoración de Jehová (Éx 2:7-10), pero además “fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios. De hecho, era poderoso en sus palabras y hechos”. (Hch 7:22.) Aunque los israelitas habían sido esclavos en Egipto, sabían leer y escribir, y estaban en posición de enseñar a sus hijos. Antes de entrar en la Tierra Prometida, se les dijo que escribieran los mandamientos de Dios, en sentido figurado, en las jambas de las puertas de sus casas y sobre las puertas, y también que enseñaran a sus hijos la ley de Dios, tarea que realizaban, por supuesto, en la lengua hebrea. (Dt 6:6-9; compárese con Dt 27:3; Jos 8:32.)
Educación bajo la Ley antes del exilio. Los padres aún eran los principales educadores, los responsables de la educación de sus hijos. (Éx 12:26, 27; Dt 4:9; 6:7, 20, 21; 11:19-21.) Los judíos consideraron desde el mismo principio de su historia que la educación espiritual, moral y mental de los hijos era uno de los principales deberes de los padres. El padre de Sansón, Manóah, pidió la guía de Dios para educar a su hijo. (Jue 13:8.) Aunque el padre era el instructor principal, la madre también enseñaba, sobre todo animando al hijo a seguir la instrucción y disciplina que el padre le daba. (Pr 1:8; 4:1; 31:26, 27.) Los padres sabían que si los hijos recibían una buena educación en la juventud, no se apartarían de ella en años posteriores. (Pr 22:6.)
Los hijos tenían que tratar a sus padres con el máximo respeto. La vara de la autoridad paterna se empleaba con firmeza. (Pr 22:15.) La autoridad tenía que ejercerse con amor, aunque al hijo desobediente se le disciplinaba con severidad, en ocasiones haciendo uso de la vara literal. (Pr 13:24; 23:13, 14.) Podía darse muerte a un hijo que maldecía o golpeaba a sus padres. (Le 20:9; Éx 21:15.) Un hijo mayor que se hacía rebelde irremediable tenía que ser lapidado. (Dt 21:18-21.) Por ello, el quinto de los Diez Mandamientos era el primero con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre [...] para que resulten largos tus días y te vaya bien sobre el suelo que Jehová tu Dios te da”. (Dt 5:16; Ef 6:2, 3.)
La educación que daban los padres tenía que ser regular y constante: en el hogar, en el trabajo y cuando viajaban, y no debía consistir solo en hablar o disciplinar, sino en poner el ejemplo, pues la ley de Dios tenía que dirigir todas las actividades de la vida de los padres. Los viajes a Jerusalén tres veces al año proporcionaban educación geográfica y al mismo tiempo familiarizaban al hijo con la gente de otros lugares de la tierra de Israel. (Dt 16:16.)
Además de recibir educación religiosa, a los jóvenes también se les enseñaba el oficio de sus padres o cualquier otro. Bezalel y Oholiab, artesanos expertos, recibieron la ayuda del espíritu de Dios para enseñar a otros durante la construcción del tabernáculo en el desierto. (Éx 35:34.) Las jóvenes aprendían las tareas de la casa y se las enseñaba a tener profundo respeto a sus futuros esposos, según el ejemplo que Sara había puesto. (Gé 18:12; 1Pe 3:5, 6.) Eran muchos los talentos, habilidades y responsabilidades de una buena esposa, como se muestra en el capítulo 31 de Proverbios.
Al parecer, tanto el hombre como la mujer recibían educación musical. Algunas mujeres tocaban instrumentos y cantaban. (Jue 11:34.) Hubo levitas varones que fueron compositores, poetas, músicos y cantantes. (Sl 87, encab.; 88, encab.; 1Cr 25.)
Dios separó a toda la tribu de Leví para que diese educación religiosa al pueblo. En el año 1512 a. E.C. dio comienzo el sacerdocio, una de cuyas principales funciones era la educación del pueblo en la ley de Dios. En su calidad de mediador, el levita Moisés también fue un instructor del pueblo en la ley de Dios (Éx 18:16, 20; 24:12), y los sacerdotes, junto con los levitas que no eran sacerdotes, tenían que asegurarse de que el pueblo entendiera todas las disposiciones que Jehová había hablado por medio de Moisés. (Le 10:11; 14:57; Dt 17:10, 11; 2Cr 15:3; 35:3.) Los levitas debían leer la Ley al pueblo. Esta lectura se hacía en público durante la fiesta de las cabañas en el año sabático, y no había ninguna discriminación en función de la edad ni del sexo, sino que todo el pueblo, jóvenes y mayores, así como el residente forastero, se reunía para oír la lectura. (Dt 31:9-13.) En el tercer año de su reinado, el rey Jehosafat inició una campaña de enseñanza en Judá, de modo que envió príncipes, sacerdotes y levitas que siguieron un circuito por todo Judá para instruir al pueblo en la ley de Dios. (2Cr 17:9.)
Una parte considerable de las Escrituras Hebreas son composiciones poéticas, lo que, desde un punto de vista educativo, cumple una función mnemotécnica. La poesía hebrea no se distinguía por la rima, sino por el paralelismo o ritmo de las ideas. También se utilizaban metáforas intensas basadas en la creación natural, en cosas que todo el mundo conocía, incluso los niños. Se empleaban asimismo poemas acrósticos, en los que la primera letra de cada verso seguía el orden alfabético. (Sl 25, 34, 37, 111, 112, 119; Pr 31:10-31; Lam 1–4.) A veces varios versículos empezaban con la misma letra; por ejemplo, en el Salmo 119, ocho versos empiezan con la letra hebrea `á·lef, ocho con la behth y así sucesivamente, hasta alcanzar un total de 176 versos para las 22 letras del alfabeto hebreo.
Después de la restauración. Después del regreso de Babilonia y la reconstrucción del templo, la necesidad primordial era educar al pueblo en la adoración verdadera. El escriba Esdras era un hombre educado y un hábil copista de las Escrituras. (Esd 7:1, 6.) Compiló muchos registros, hizo copias de los manuscritos y participó en la recopilación del canon de las Escrituras Hebreas. También puso en marcha un programa de educación general del pueblo en la ley de Dios, y de este modo cumplió con su deber de sacerdote levita. (Esd 7:11, 12, 25.) Organizó a los sacerdotes y levitas que habían regresado de Babilonia, con el fin de restaurar la adoración verdadera entre los israelitas repatriados y sus hijos. (Ne 8:4-9.) Los copistas hebreos, o escribas (soferim), eran hombres educados en la Ley, y aunque no todos eran levitas, desempeñaron un papel importante en la instrucción del pueblo. No obstante, con el transcurso del tiempo introdujeron muchas tradiciones y corrompieron la verdadera enseñanza de la Palabra de Dios. (Véase ESCRIBA, ESCRIBANO.)
Educación en el siglo I E.C. Los padres continuaron siendo los responsables de la educación de los hijos, sobre todo en sus edades más tempranas. (2Ti 1:5; 3:14, 15.) Leemos que Jesús fue criado en Nazaret por su padre adoptivo y por su madre, y que siguió creciendo, desarrollándose y llenándose de sabiduría. A la edad de doce años dejó asombrados a los maestros del templo por su entendimiento y sus respuestas. (Lu 2:41, 46-52.) Los escribas siguieron siendo los principales educadores, tanto en público como en las escuelas que se habían abierto en las sinagogas. (Véase SINAGOGA.) Además de la Ley y las enseñanzas rabínicas que se le habían añadido, se enseñaban también ciencias físicas. Se requería asimismo que los padres enseñaran un oficio a sus hijos.
Jesús fue el maestro por excelencia. Incluso sus contemporáneos lo reconocieron como un maestro de excepcional influencia y popularidad. Sus discípulos solían llamarle “Rabí”, que significa “Maestro” o “Instructor”. (Mr 9:5; véase RABÍ.) Hasta sus opositores reconocían a veces la superioridad de su enseñanza. En una ocasión, cuando se preguntó a unos oficiales que los fariseos habían enviado para detenerle por qué habían vuelto con las manos vacías, respondieron: “Jamás ha hablado otro hombre así”. (Jn 7:46; Lu 20:39, 40; Mr 12:32, 34.)
Ante todo, Jesús dijo que no hablaba de su propia iniciativa, sino que venía en el nombre de su Padre y hablaba las cosas que había aprendido de Él. (Jn 5:19, 30, 43; 6:38; 10:25.) Tenía una relación íntima con Jehová Dios, pues era su Hijo unigénito celestial, por lo que nadie estaba en mejor posición que él para hablar de las cualidades, obras y propósitos de su Padre. (Mt 11:27.) También se dio en él otro requisito de un buen maestro, requisito que sigue en importancia al anterior: amar a quienes se enseña. (Mr 10:21; Jn 13:1, 34; 15:9, 12.) Pocos maestros han amado tanto a sus discípulos que hayan estado dispuestos a dar su vida por ellos como hizo Jesús. (Jn 15:13.) Comprendía lo que había en la mente de sus oyentes y tenía un profundo discernimiento. (Jn 2:25; Lu 6:8.) No enseñaba movido por algún interés egoísta, pues era un hombre sin pecado ni engaño. (Heb 7:26.) Tampoco enseñaba con las palabras filosóficas de los escribas, sino que hacía uso de ilustraciones basadas en asuntos cotidianos, por eso sus enseñanzas siguen siendo comprensibles en la actualidad. Las ilustraciones desempeñaron un papel fundamental en su instrucción. (Véase ILUSTRACIONES.)
La enseñanza de Jesús incluyó censura y disciplina. (Mr 8:33.) Enseñó mediante el ejemplo y la palabra, por lo que llevó a cabo personalmente una enérgica campaña de predicación y enseñanza. Su habla tenía una autoridad de la que carecían los escribas; además, el espíritu santo de Dios manifestó con claridad que su enseñanza tenía el respaldo celestial, pues podía ordenar a los demonios con autoridad y poder que salieran de aquellos a quienes poseían. (Mr 1:27; Lu 4:36.) Denunció con denuedo y sin temor a los falsos maestros que impedían que otros oyeran lo que enseñaba. (Mt 23.)
La educación y la congregación cristiana. Los discípulos de Jesús siguieron sus pisadas en la obra educativa cristiana y lograron un éxito parecido al suyo. No solo predicaron las buenas nuevas del reino de Dios por todas partes, sino que también enseñaron a los que escuchaban. (Hch 2:42.) Tal como Jesús, hablaron con denuedo y autoridad. (Hch 4:13, 19, 20; 5:29.) El espíritu de Dios les dio poder e hizo manifiesta la aprobación divina de su enseñanza. Enseñaron en el templo, en las sinagogas y de casa en casa. (Hch 5:16, 21; 13:14-16; 20:20.) Se reunieron con sus compañeros cristianos para enseñar e incitarse unos a otros al amor y a las obras excelentes. (Hch 20:7, 8; Heb 10:24, 25.)
El apóstol Pablo habló de las distintas funciones y actividades que los hombres maduros desempeñaban en la congregación, una de ellas la de ser maestros. Mostró que el propósito de todas estas actividades era la educación, con miras al reajuste de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Ef 4:11-16.) La congregación llevaba a cabo un programa regular de educación basado en la Palabra de Dios, como se muestra en el capítulo 14 de 1 Corintios. Todos los miembros de la congregación cristiana, incluso las mujeres, deberían ser maestros, pues tenían que hacer discípulos de la gente del mundo. (Hch 18:26; Heb 5:12; Ro 12:7.) Sin embargo, dentro de la congregación se nombraba a hombres maduros para encargarse de la superintendencia, como fue el caso de Tito y Timoteo. (1Ti 2:12.) Estos tenían que estar preparados para enseñar a la congregación y corregir lo que pudiera torcerse. Debían ejercer sumo cuidado para que su enseñanza fuera exacta y saludable. (1Ti 4:16; 2Ti 4:2, 3; Tit 2:1.)
La Biblia no dice mucho sobre la educación física, si bien el apóstol Pablo da un consejo importante: “Porque el entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1Ti 4:8.) Sin embargo, anima a participar activamente en la obra de predicar y enseñar, y eso requiere actividad física. Jesús anduvo mucho, y lo mismo hicieron sus discípulos; Pablo, por ejemplo, realizó largos viajes en su ministerio, lo que en aquellos tiempos supuso tener que recorrer grandes distancias a pie.
Tampoco habla mucho la Biblia de la educación de naturaleza seglar. Dice que los cristianos no deben envolverse en filosofías humanas ni dedicar tiempo a cuestiones necias o de poco provecho. Desaconseja con firmeza el devaneo intelectual con aquellos que no creen en Dios ni en su Palabra. (1Ti 6:20, 21; 1Co 2:13; 3:18-20; Col 2:8; Tit 3:9; 1:14; 2Ti 2:16; Ro 16:17.) Los cristianos eran conscientes de que tenían la obligación divina de mantener a sus familias. Por lo general se requería un cierto nivel de educación y preparación para desempeñar una ocupación seglar. (1Ti 5:8.) Sin embargo, la historia del cristianismo primitivo muestra que su interés principal era la predicación de las “buenas nuevas” y la educación bíblica, tanto personal como de los nuevos creyentes. (1Co 9:16.) El profesor E. J. Goodspeed dice al respecto en Christianity Goes to Press (1940, pág. 111):
“Desde el momento en que descubrieron las posibilidades de la publicación para divulgar el evangelio por todo el mundo, los cristianos se aprovecharon de estas a cabalidad, no solo publicando nuevos libros, sino rescatando otros antiguos. Este afán de publicar nunca los ha abandonado. Es un error creer que empezó con la invención de la imprenta; esta fue una característica del espíritu cristiano desde el año 70 E.C., que cobró ímpetu a medida que se concienciaron de la gran eficacia de este método. No pudieron ahogarlo ni las invasiones bárbaras ni la edad del oscurantismo. Y todo ello es prueba de la tremenda dinámica que impulsaba toda la vida cristiana primitiva, que incentivó la divulgación plena y sin reservas del evangelio a toda la humanidad, no solo por medio de la conducta y la palabra, sino mediante las técnicas de publicación más avanzadas”. (Véanse ESCUELA; TUTOR.)
Solo un “Hola”
Durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, nuestro profesor nos dio un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta que llegué a la última: “¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?”. Pensé que seguramente era una broma. Había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello oscuro, como de 50 años, pero ¿como iba yo a saber su nombre? Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen. “Absolutamente”, dijo el profesor. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son significantes y merecen vuestra atención, aunque sólo sea una sonrisa y un “Hola”. Yo nunca olvidé esa lección. También aprendí que su nombre era Dora. Para Jehová son importantes incluso los pajaritos, mucho más las personas. Y usted, ¿sabe el nombre de las personas que le sirven? (Mt 10:29-31; 18:10; 25:40) ★“Saludo” - [El valor de un saludo] |
Facultad del cerebro que permite reunir información, razonar y extraer conclusiones. El término “mente” traduce varias palabras griegas afines que expresan cualidades de la mente, tales como juicio, percepción, inteligencia, raciocinio, pensamiento, intención, recuerdo, estado mental, opinión, inclinación y actitud. A veces, donde algunas versiones traducen “mente”, otras emplean los términos descriptivos o específicos ya mencionados. En las Escrituras Hebreas algunas versiones traducen por “mente” las palabras hebreas que propiamente significan “corazón”, “alma” y “espíritu”. (Compárese con Dt 4:39, nota; Da 5:21, Val; Pr 23:7, Val, 1989; Eze 20:32, DK; Mod; CORAZÓN.)
‘Sean hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente.’ Lit.: “al espíritu de su mente”. La inclinación natural de la mente del hombre imperfecto tiende al pensar incorrecto. La Biblia denomina esta inclinación “mente carnal” (Val) o “disposición de ánimo carnal” (NM). (Col 2:18.) A los cristianos se les recuerda que antes eran enemigos de Dios porque ocupaban sus mentes en obras que eran inicuas. (Col 1:21.)
La mente del hombre “físico” (literalmente, “animal [de índole de alma]”), distinto del hombre “espiritual”, tiende hacia lo material. La fuerza que impulsa su mente es el resultado en parte de la herencia y en parte de lo que se le ha enseñado y lo que ha experimentado. Cuando se le presenta una cuestión, esta fuerza presiona o impulsa su mente en una dirección materialista o carnal. Por lo tanto, a los cristianos se les dice que “deben ser hechos nuevos en la fuerza [espíritu] que impulsa su mente”. (Ef 4:23.) El verbo que se traduce “ser hechos nuevos” en el texto griego está en tiempo presente, indicando una acción continua. Esta fuerza impulsora puede transformarse con un estudio de la Palabra de verdad de Dios, meditando en su significado y mediante la actuación de Su espíritu, de manera que la actitud mental dominante de la persona se incline en la dirección correcta. Entonces, ante una determinada cuestión, esta fuerza inclinará a la mente al debido proceder espiritual. (1Co 2:13-15.) Tal persona adquiere “la mente de Cristo”, cuya inclinación mental siempre fue espiritual. (1Co 2:16; Ro 15:5.)
El simple conocimiento o facultad intelectual no es suficiente para que alguien disfrute del favor divino. Estas cosas por sí mismas no rehacen la mente para que alguien haga la voluntad de Dios. (Ro 12:2.) Jehová dice: “Haré perecer la sabiduría de los sabios, y echaré a un lado la inteligencia de los intelectuales”. (1Co 1:19.) Se requiere la ayuda del espíritu de Dios para conseguir entendimiento (Pr 4:5-7; 1Co 2:11), sabiduría y buen sentido verdaderos. (Ef 1:8, 9.)
La ‘ley de la mente’. El apóstol Pablo llama ley de la mente a la que controla el funcionamiento de esta mente renovada en armonía con la “ley de Dios”, en la que se deleita la nueva mente. Pero la “ley del pecado”, que actúa en la carne caída, lucha contra la ‘ley de la mente’, de manera que hay un conflicto constante dentro del cristiano. ¿Puede salir victorioso? Sí, “¡gracias a Dios mediante Jesucristo nuestro Señor!”. La bondad inmerecida de Dios concede el perdón por los pecados de la carne sobre la base del sacrificio de rescate de Cristo y además proporciona la ayuda del espíritu santo. La situación del cristiano es diferente de la de aquellos que no lo son, como lo resume Pablo: “Así pues, con mi mente yo mismo soy esclavo a la ley de Dios, pero con mi carne a la ley del pecado”. (Ro 7:21-25; Gál 5:16, 17.)
¿Cómo puede la mente salir victoriosa de esta batalla? El apóstol Pablo lo aclara aún más con las siguientes palabras: “Los que están en conformidad con la carne fijan la mente en las cosas de la carne; pero los que están en conformidad con el espíritu, en las cosas del espíritu. Porque el tener la mente puesta en la carne significa muerte, pero el tener la mente puesta en el espíritu significa vida y paz; porque el tener la mente puesta en la carne significa enemistad con Dios, porque esta no está sujeta [la carne caída, imperfecta] a la ley de Dios, ni, de hecho, lo puede estar [...]. Por eso, si el espíritu del que levantó a Jesús de entre los muertos mora en ustedes, el que levantó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también sus cuerpos mortales mediante Su espíritu que reside en ustedes”. (Ro 8:5-11.)
La “intención” del espíritu. En Romanos 8:26, 27, Pablo explica que quizás en algunas ocasiones los siervos de Dios no sepan exactamente qué pedir en oración como necesitan hacerlo. Pero Dios sabe que desean que se cumpla Su voluntad, y sabe también lo que sus siervos necesitan. En el pasado Dios hizo que se registraran en su Palabra muchas oraciones inspiradas que expresaban su voluntad o su interés en ellos. De modo que Él acepta estas oraciones inspiradas como si fueran lo que su pueblo debiera desear y pedir en oración, y las contesta. Dios conoce a los de corazón recto y también conoce el significado de las cosas que hizo que su espíritu hablara mediante los escritores de la Biblia. Sabe cuál es “la intención [mente, pensamiento] del espíritu” cuando el espíritu “aboga” o intercede de este modo por ellos. ★¿Por qué se traduce de manera diferente la misma palabra griega? - (1-12-1990-Pg.30)
Amar con la mente. Jehová predijo que haría un nuevo pacto bajo el cual el espíritu santo obraría para escribir Sus leyes en la mente y corazón de Su pueblo. (Heb 8:10; 10:16.) De esta manera pueden cumplir aquello de lo que pende toda la Ley y los profetas, a saber, ‘amar a Jehová su Dios con todo su corazón y con toda su alma y con toda su mente, y a su prójimo como a sí mismo’. (Mt 22:37-40; Lu 10:27, 28.) Se debe amar a Dios con todo el corazón (los deseos, sentimientos y emociones de la personalidad interior), con toda el alma (la vida y todo el ser) y con toda la mente (las facultades intelectuales). Esta última frase significa que los siervos de Dios no solo deben amar con sentimientos, emociones y fuerza, sino que también deben emplear su mente de forma concienzuda para adquirir conocimiento de Dios y Cristo (Jn 17:3; Ro 12:1), conseguir entendimiento (Mr 12:33; Ef 3:18), servir a Dios y sus propósitos, y participar en declarar las buenas nuevas. Se les aconseja que “mantengan la mente fija en las cosas de arriba” (Col 3:2), que “fortifiquen su mente para actividad” y “mantengan completamente su juicio”. (1Pe 1:13.) El apóstol Pedro vio la importancia de ‘despertar sus facultades de raciocinio claro’ para tener presentes las cosas aprendidas. (2Pe 3:1, 2.) Asimismo, deben ‘tener muy presente la presencia del día de Jehová’. (2Pe 3:11, 12.)
En esta cita de Deuteronomio 6:5, el texto hebreo original usa tres expresiones: corazón, alma y fuerza vital. Sin embargo, en la traducción al griego del relato de Mateo, aparece “mente” en vez de “fuerza vital”. Esto puede deberse a varias razones. En primer lugar, aunque en hebreo antiguo no había una palabra específica para “mente”, la palabra hebrea para “corazón” incluía este concepto. Cuando se usa en sentido figurado, esta palabra se refiere a la persona que somos por dentro, lo que incluye todos nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes y motivaciones (Dt 29:4; Sl 26:2; 64:6). Por eso, cuando el texto hebreo usa la palabra corazón, la Septuaginta griega suele utilizar la palabra mente (Gé 8:21; 17:17; Pr 2:10; Isa 14:13). Otra razón por la que Mateo quizás haya usado la palabra griega para “mente” al citar Deuteronomio 6:5 es que la palabra hebrea que se traduce “fuerza vital” puede incluir tanto la fuerza física como la capacidad mental o intelectual. En cualquier caso, el hecho de que los significados de las palabras hebreas y griegas coincidan en parte puede explicar por qué los evangelistas no usaron exactamente las mismas palabras cuando citaron de Deuteronomio.
Cuando habló de los dones milagrosos del espíritu que actuaron en la congregación cristiana primitiva, Pablo destacó la necesidad de utilizar la mente. Dijo que en el caso de que orase en una lengua que no pudiera traducir, su mente sería infructífera. Además, si cantara alabanzas así, ¿cómo ayudaría al oyente que no entendiese la lengua? Por consiguiente, dijo que prefería hablar cinco palabras con su mente, con el fin de instruir a otros, que diez mil en una lengua; después estimuló a sus hermanos para que llegaran a estar plenamente desarrollados en facultades de entendimiento. (1Co 14:13-20.)
A los siervos de Jehová se les manda que estén “aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar”. (1Co 1:10; Flp 2:2; 1Pe 3:8.) Por supuesto, esto significa unidad en lo relacionado con los intereses de la adoración pura, las cosas importantes, no en gustos personales o en asuntos de menor importancia, que se resolverán en el momento en que se adquiera la madurez. (Ro 14:2-6, 17.) Tienen que ser “de la misma mente en el Señor” (Flp 4:2); no deben disputar, sino continuar “pensando de acuerdo”. (2Co 13:11.)
Los cristianos tienen que esforzarse por conocer mejor a Dios en todo aquello en lo que Él se ha pronunciado. (Ro 11:33, 34; 16:25, 26.) También deben tener la actitud mental de obediencia y humildad de Jesucristo; de este modo tendrán “la mente de Cristo”. (1Co 2:15, 16.) Pedro aconseja: “Puesto que Cristo sufrió en la carne, ustedes también ármense de la misma disposición mental”. (1Pe 4:1.) ★¿Qué significa amar a Jehová con todo la mente? - (15-6-2014-Pg.13-§7)
Una mente embotada o corrupta. En el monte Sinaí, los israelitas tenían sus facultades mentales embotadas debido a que no habían vuelto sus corazones completamente a Jehová; y lo mismo ocurrió con aquellos que se mantuvieron bajo la Ley después de que Dios la abolió por medio de Jesús. (2Co 3:13, 14.) No reconocieron que Jesús era aquel a quien señalaba la Ley. (Col 2:17.) En cuanto a los hombres que no aprobaron tener a Dios en conocimiento exacto, sino que adoraron las cosas creadas, “Dios los entregó a un estado mental desaprobado”, quedando mentalmente en oscuridad y haciendo todo tipo de cosas inútiles e impropias. (Ro 1:28; Ef 4:17, 18.) Los hombres de mente corrupta resistieron la verdad incluso en el tiempo de Moisés, y más tarde tales hombres lucharon contra el cristianismo verdadero, algunos hasta alegaron que eran cristianos, pero intentaron dividir y perturbar las congregaciones. (2Ti 3:8; Flp 3:18, 19; 1Ti 6:4, 5.) Esa clase de personas tienen las mentes y conciencias contaminadas y nada es limpio para ellas; por lo tanto, hablan sin provecho en su intento de embaucar las mentes de los cristianos verdaderos y esclavizarlos a opiniones humanas. (Tit 1:10-16.) Por esta razón, es esencial que todos los cristianos, en particular los que están en puestos de responsabilidad, sean de juicio sano. (Ro 12:3; 1Ti 3:2; Tit 2:6; 1Pe 4:7.)
El “dios de este sistema de cosas”, el Diablo, ciega las mentes de los incrédulos a la iluminación de las buenas nuevas acerca del Cristo. (2Co 4:4.) Por lo tanto, existe el peligro de que este archienemigo de Dios pueda seducir a los cristianos con su astucia y corromper sus mentes “de la sinceridad y castidad que se deben al Cristo”. (2Co 11:3.) Por este motivo, es necesario que los cristianos demuestren unidad de mente, sean razonables y sigan orando para que la paz de Dios “que supera a todo pensamiento” guarde sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús. (Flp 4:2, 5-7.)
Curar y abrir la mente. Jesús devolvió el juicio a un endemoniado, lo que mostró su poder para hacerlo incluso en el caso de las personas a las que los demonios habían enloquecido. (Mr 5:15; Lu 8:35.)
Jesús también puede abrir las mentes de los que tienen fe para que capten el significado de las Escrituras. (Lu 24:45.) Las personas tímidas o las que se sienten inferiores intelectualmente pueden obtener consuelo de las palabras del apóstol Juan: “Sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado capacidad intelectual para que adquiramos el conocimiento del verdadero [Jehová Dios]”. (1Jn 5:20.)
Pablo mostró a la congregación corintia que tenía juicio sano, aunque pareciera que ‘había perdido el juicio’ cuando se jactaba de sus credenciales como apóstol, algo que un cristiano normalmente no haría. Les aclaró que se vio obligado a hacerlo para que se volviesen a Dios y no fueran desviados. Esto se debía a que habían acudido a apóstoles falsos que los estaban apartando del buen camino. (2Co 5:13; 11:16-21; 12:11, 12, 19-21; 13:10.)
Alumbra y no te quemes
Nuestra actitud es algo que nadie nos puede quitar. Nosotros somos responsables de ésta, pues la podemos cultivar, siendo selectivos con la información que almacenamos en nuestra mente, y la dirección que le damos a nuestra meditación, esto es vital pues nuestro destino depende de la actitud con la que abordamos cada situación de la vida sin olvidar que se nos ha encargado una gran responsabilidad (Mt 5:14.) Muchas cosas las recibimos con el tiempo, es importantísimo que mientras que eso sucede sepamos esperar con paciencia, una actitud positiva y gozosa, disfrutando el momento y la posición donde nos encontramos, mientras trabajamos en dirección de nuestra meta. La paciencia no se demuestra por el tiempo que se espera, sino por la manera en que nos comportamos y aprovechamos el tiempo de espera (Gal 6:9). A veces nos cuesta aprender a desarrollar una buena actitud, pero Jehová nos da tiempo y oportunidades para ello, si no aprobamos y fracasamos en un asunto, Jehová nos da nuevas oportunidades para mejorar, Él no pone límites a la cantidad de exámenes que pasemos para superar cierta mala actitud que debemos de desechar. Esto lo conseguiremos si no nos rendimos ni excusamos, pasando la culpa a algo o alguien (Ge 3:12, 13). |
¿Cómo reconocer un "ICTUS"?
El ictus son un conjunto de enfermedades que afectan a los vasos sanguíneos que suministran la sangre al cerebro. Fórmula para un Test, FAST:
F: Face, o la Cara, Observe su cara, tiene la cara caída de un lado? le cuesta sonreir? ★¿Tiene la persona problemas en mantener el equilibrio?
Si la persona tiene dificultades en hacer cualquera de estas tareas, llame inmediatamente a una ambulancia o al Nr. 112. |
Espanta ese pájaro
Qué bueno sería no tener malos pensamientos, cuando nuestra cabeza es pasto de pensamientos impropios atrae toda clase de pájaros y si damos riendas sueltas a la mente, anidaran sobre ella. Todos en algún momento de nuestra vida somos atacados con pensamientos negativos de derrotas, de culpabilidad, pensamientos que planean el pecado y que afectan negativamente nuestro estado de ánimo y nuestra vida. Por ejemplo: Una persona que cayó en el pecado y se ha arrepentido genuinamente puede estar siendo atacado por pensamientos de culpabilidad que lo único que hacen es desanimarlo nuevamente. Nuestro enemigo es muy astuto y nos tira dardos de fuego (Ef 6:16), anda buscando la manera de destruirnos (1Pe 5:8) usará cualquier artimaña para lograrlo y uno de sus ataques preferidos son los que envía a nuestra mente, esos pensamientos que no edifican y que solo nos afectan negativamente. ¿Quieres vencer esos pensamientos que no edifican?, la única forma de vencerlos es contrarrestándolos con pensamientos que sí edifican. (Flp 4:6-8) Aunque es cierto de que no podemos evitar que un ave se pose sobre nuestra cabeza, sí podemos evitar que haga un nido sobre ella. (Ro 12:21) |
¿Qué tarda tu mente en grabar una imagen?
La realidad nos muestra que el cerebro humano puede interpretar hasta 77 imágenes por segundo que previamente han ingresado por la retina de nuestros ojos. Si hacemos cuentas, el trabajo conjunto entre los ojos y el cerebro nos permite interpretar la increíble cifra de 4615 imágenes por minuto. Este nuevo descubrimiento sobre la velocidad cerebral para captar imágenes es ocho veces mayor de lo que había establecido un estudio previo. ¿Qué repercusión puede tener eso en nuestra mente? Eso dependerá de las imágenes que permitimos acceder a nuestra mente a través de nuestros ojos, existe una regla, llamada la "regla de los 5 seg." en la que se pensaba que si un alimento cae al suelo no será infectado de bacterias si se recoge del suelo antes de 5 seg. pero nuevos estudios revelan que en menos de 1 seg. ya puede estar peligrosamente infectado de bacterias, naturalmente, mientras más tiempo esté en el suelo más se contaminará. Que ciertas vienen a ser las palabras del salmista: (Sl 101:3; 119:37) |
En las Escrituras abundan las referencias a posturas y ademanes, los cuales, según la descripción bíblica, debieron ser muy semejantes a los que actualmente hacen las personas del Oriente Medio. Estas suelen ser más expresivas que las personas de Occidente y tener menos inhibiciones al exteriorizar sus sentimientos. Sus posturas y ademanes, acompañaran o no a la palabra, estaban llenos de fuerza y significado.
Oración y homenaje. ★De pie. Ni los hebreos ni la mayoría de las demás naciones mencionadas en la Biblia tenían posturas determinadas para orar, aunque las que adoptaban eran sumamente respetuosas. Era común orar de pie, y Jesús se refirió a esta posición. (Mr 11:25.) Él debía estar orando de pie cuando, después de su bautismo, se abrió el cielo, el espíritu santo bajó sobre él en forma corporal de paloma y se oyó la propia voz de Dios hablando desde el cielo. (Lu 3:21, 22.)
★De rodillas. Esta era una postura común cuando se oraba. El propio Jesús se arrodilló a orar en el huerto de Getsemaní. (Lu 22:41.) Salomón también se arrodilló cuando oró en representación de la nación de Israel con motivo de la inauguración del templo. (1Re 8:54.) Si bien es cierto que en muchas de las referencias a la oración la Biblia emplea la palabra “rodillas” en plural, es posible que a veces la persona solo se apoyase en una rodilla, como hacen hoy en ocasiones los orientales. (Hch 9:40; 20:36; 21:5; Ef 3:14.)
★Inclinado. Para adorar, los judíos volvían el rostro hacia la ciudad de Jerusalén y su templo dondequiera que estuviesen. (1Re 8:42, 44; Da 6:10.) Ezequiel vio en una de sus visiones a 25 hombres de espaldas al templo de Jehová, inclinándose con los rostros vueltos hacia el E. (Eze 8:16.) Los templos de los que rendían culto al Sol estaban construidos de tal modo que la entrada estaba por el O., lo que obligaba a los adoradores a entrar de cara al E. En cambio, el templo de Jehová tenía su entrada por el E., de tal manera que cuando los adoradores de Jehová entraban, lo hacían de espaldas a la salida del Sol.
★Con los brazos extendidos. Tanto de pie como arrodillados, a veces volvían las palmas de las manos hacia los cielos, alzaban las manos o las extendían hacia adelante en actitud de súplica. (1Re 8:22; 2Cr 6:13; Ne 8:6.) Otras veces alzaban el rostro (Job 22:26) o los ojos hacia el cielo. (Mt 14:19; Mr 7:34; Jn 17:1.)
★Sentado y postrado. También era común orar sentado. Parece ser que el que hacía el ruego primero se arrodillaba y luego se echaba hacia atrás y se sentaba sobre los talones. (1Cr 17:16.) En esta posición podía inclinar la cabeza o apoyarla sobre el pecho. O, como hizo Elías, podía “agazaparse a tierra” y colocar su rostro entre las rodillas. (1Re 18:42.) La idea de postrarse se comunica a menudo en las Escrituras con expresiones como “caer” o “caer rostro a tierra”, lo que por lo general se hacía cayendo a tierra sobre las rodillas e inclinándose hacia adelante para apoyarse sobre las manos, o, más frecuentemente, apoyándose sobre los antebrazos y tocando el suelo con la cabeza. (Gé 24:26, 48; Ne 8:6; Nú 16:22, 45; Mt 26:39.) Si la persona estaba apesadumbrada u oraba con gran fervor, solía echarse con el rostro a tierra y el cuerpo estirado. En casos de abatimiento extremo, la persona podía ir vestida de saco. (1Cr 21:16.) Cuando los adoradores falsos rendían culto a sus ídolos, también tenían por costumbre inclinarse (Éx 20:5; Nú 25:2; 2Re 5:18; Da 3:5-12), y hasta solían besarlos. (1Re 19:18.)
★Ademanes de naturaleza religiosa. Job se refirió al peligro que encerraba dejar que el corazón fuese atraído por el culto a algún objeto de reverencia o a los astros, como el Sol o la Luna, a fin de rendirle adoración, tal vez con ademanes como el lanzarle besos con la mano, como hacían los adoradores de la Luna o de ídolos. Job indicó que esto equivaldría a repudiar al Dios verdadero, acción por la que tendría que rendirse cuentas. (Job 31:26-28.)
★Posturas cristianas al orar. Jesús oró en público con sinceridad, como hicieron Pablo y otros cristianos. También recomendó que se orara en privado (Mt 6:5, 6), y condenó explícitamente la ostentación de las oraciones largas para aparentar religiosidad, una práctica en la que algunos de los escribas habían caído. (Mr 12:40; Lu 20:47.) Sin embargo, los cristianos adoptaron muchas de las costumbres y prácticas de la sinagoga judía —aquellas que Dios no desaprobaba—, las que se mencionan en las Escrituras Griegas Cristianas. No obstante, en ningún momento adoptaron expresiones faciales o corporales de falsa religiosidad y santurronería. No dieron preferencia a una determinada postura, como juntar las palmas de las manos o entrelazar los dedos de ambas manos. De hecho, cuando una persona está desempeñando una determinada tarea o se halla ante una situación de gran emergencia, puede orar en silencio y sin la más mínima expresión externa. (Compárese con Ne 2:4.) Se aconseja a los cristianos que acudan a Dios “con toda forma de oración y ruego”. (Ef 6:18.)
★Homenaje
★Oración
Respeto, humildad. ★De rodillas. Las posturas que adoptan los orientales en muestra de respeto a otros, y especialmente cuando piden algo a un superior, eran muy similares a las que adoptaban al orar. Hay ejemplos de que algunos se arrodillaban suplicantes delante de otros. No lo hacían como adoración, sino en reconocimiento de la posición o el cargo de la persona y como señal de profundo respeto. (Mt 17:14; Mr 1:40; 10:17; 2Re 1:13.)
★Inclinarse era común al saludarse, al dirigirse a alguien para tratar asuntos de negocios o como señal de sumo respeto. Jacob se inclinó siete veces cuando se encontró con Esaú. (Gé 33:3.) Aunque Salomón era rey, mostró respeto a su madre inclinándose delante de ella. (1Re 2:19.)
Inclinarse también podía significar que se reconocía una derrota. (Isa 60:14.) Los que habían sido derrotados podían presentarse delante de sus conquistadores vestidos de saco y con sogas sobre la cabeza para solicitar misericordia. (1Re 20:31, 32.) Se cree que dichas sogas se colocaban alrededor del cuello para representar cautiverio y sumisión.
Aunque entre los judíos era común inclinarse delante de una autoridad en señal de respeto, Mardoqueo rehusó inclinarse ante Hamán. Eso se debió a que Hamán, siendo agaguita, probablemente era amalequita, y Jehová había dicho que borraría por completo el recuerdo de ellos de debajo de los cielos y que tendría guerra con Amaleq de generación en generación. (Éx 17:14-16.) En vista de que el inclinarse o postrarse habría tenido una connotación de paz para Hamán, Mardoqueo rehusó realizar ese acto para no violar el mandato de Dios. (Est 3:5.)
★Postrarse. Josué se postró delante de un ángel, “como príncipe del ejército de Jehová”, no para adorarlo, sino reconociendo el rango superior que ostentaba aquel ángel y que Jehová lo había enviado con una orden para él. (Jos 5:14.)
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, algunos se postraron ante él para hacerle peticiones y rendirle homenaje, y él no los reprendió. (Lu 5:12; Jn 9:38.) Jesús era el rey designado o nombrado por Dios, como él mismo dijo: “La majestad real de Dios se ha acercado” (The Emphatic Diaglott); “el reino de Dios se ha acercado”. (NM, Mr 1:15.) Por cuanto era heredero del trono de David, podía ser honrado como rey. (Mt 21:9; Jn 12:13-15.)
Sin embargo, los apóstoles de Jesucristo no permitieron que otros se postrasen ante ellos. La razón era que en esos casos en particular, el postrarse era un gesto de adoración, como si el poder del espíritu santo que tenían los apóstoles, con el que efectuaban las curaciones y otras obras poderosas, proviniese de ellos mismos. Los apóstoles sabían que el poder era de Dios, que el crédito debía dársele a Él y que toda la adoración debía dirigirse a Jehová a través de Jesucristo, de quien ellos eran simples representantes. (Hch 10:25, 26.)
La palabra original empleada en varios pasajes con relación al respeto que se le mostraba a Jesús es pro·sky·néö, cuyo significado primario es “rendir homenaje”, aunque también se traduce por “adorar”. (Mt 2:11; Lu 4:8.) Jesús no aceptó que le adoraran, pues la adoración solo le pertenece a Jehová (Mt 4:10), pero sí admitió que se le rindiese homenaje como reconocimiento de la autoridad que le había concedido Dios. Cuando el ángel que Jesucristo envió a Juan para darle la revelación se negó a que este le adorara, declaró el principio de que la adoración del hombre solo le pertenece a Dios. (Apo 19:10; véanse ADORACIÓN; HOMENAJE.)
★Cubrirse la cabeza era una señal de respeto por parte de las mujeres. Esta costumbre también se seguía en la congregación cristiana. Al considerar el principio de la jefatura cristiana, el apóstol Pablo dijo: “Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza [...]. Por eso la mujer debe tener una señal de autoridad sobre la cabeza, debido a los ángeles”. (1Co 11:3-10; véase JEFATURA.)
★Quitarse las sandalias era un gesto de respeto o reverencia. A Moisés se le ordenó que se quitase las sandalias junto a una zarza ardiente, y a Josué se le mandó lo mismo en presencia de un ángel. (Éx 3:5; Jos 5:15.) Puesto que el tabernáculo y el templo eran lugares santos, se cree que los sacerdotes desempeñaban sus deberes en el santuario descalzos. De la misma manera, el desatar las correas de las sandalias de otra persona o llevarle las sandalias se veía como una tarea servil y una expresión de humildad y de reconocimiento de la propia insignificancia en comparación con el amo. En el Oriente Medio aún existe la costumbre de que el sirviente u otro miembro de la casa quite las sandalias al visitante. (Mt 3:11; Jn 1:27; véase Pie - [§2]; SANDALIA.)
★Verter agua sobre las manos de otra persona. A Eliseo se le identificó como el ministro o sirviente de Elías mediante la expresión: “Derramaba agua sobre las manos de Elías”. Este era un servicio que se prestaba especialmente después de las comidas. Como en el Oriente Medio la costumbre era comer con los dedos en lugar de usar cuchillo y tenedor, el sirviente derramaba agua sobre las manos de su amo para que se las lavase. (2Re 3:11.) Una costumbre similar era la de lavar los pies, que se realizaba como un acto de hospitalidad, de respeto o, en ocasiones, de humildad. (Jn 13:5; Gé 24:32; 43:24; 1Ti 5:10.)
Acuerdo, coparticipación. Dar un apretón de manos y chocar las palmas de las manos eran ademanes que se hacían para expresar que se estaba de acuerdo, se ratificaba o se confirmaba un contrato o trato. (Esd 10:19.) Las Escrituras advierten lo peligroso que es hacer estos ademanes para salir fiador de otra persona. (Pr 6:1-3; 17:18; 22:26.) La cooperación o coparticipación también se indicaba con un apretón de manos o asiendo la mano de la otra persona. (2Re 10:15; Gál 2:9.)
★“No dispuestos a ningún acuerdo”: 2 Timoteo 3:3 Lit.: “sin tregua”; En Romanos 1:31 “Falsos en los acuerdos”: O léase: “opuestos a todo acuerdo”.
Bendición. Poner las manos sobre la cabeza; alzar las manos. Puesto que la palabra hebrea ba·rákj se refiere tanto a doblar las rodillas, como a arrodillarse o a bendecir, es probable que las personas que recibían una bendición se arrodillasen y se inclinasen delante de la persona que los bendecía. A continuación, el que bendecía ponía sus manos sobre la cabeza del que recibía la bendición. (Gé 48:13, 14; Mr 10:16.) Al dar una bendición a un grupo de personas, era común alzar las manos hacia ellos mientras se pronunciaba la bendición. (Le 9:22; Lu 24:50.)
Juramento Alzar la mano; poner la mano debajo del muslo. Cuando se hacía un voto, había la costumbre de alzar la mano derecha. Dios dice simbólicamente que hace este ademán. (Dt 32:40; Isa 62:8.) En la visión de Daniel, el ángel alzó ambas manos a los cielos para pronunciar un juramento. (Da 12:7.) Otro método de confirmar un juramento era colocar la mano de una persona bajo el muslo (cadera) de otra, como hizo el sirviente de Abrahán al jurar que conseguiría una esposa para Isaac de entre los parientes de Abrahán (Gé 24:2, 9), y como hizo José a Jacob al jurar que no lo enterraría en Egipto. (Gé 47:29-31.) La palabra “muslo” se refiere a la parte superior de la pierna que va desde la cadera hasta la rodilla, donde está el fémur. Según el rabino judío Rashbam, esto se hacía cuando un superior ponía bajo juramento a un inferior que le debía obediencia, como un amo a su sirviente o un padre a su hijo. Según Abraham Ibn Ezra, otro erudito judío, en aquellos días era costumbre que el sirviente colocase su mano bajo el muslo de su amo al hacer un juramento, con lo que indicaba que estaba bajo la autoridad de su amo. (The Soncino Chumash, edición de A. Cohen, Londres, 1956, pág. 122.) ★Juramento
Desconsuelo, vergüenza. ★Echarse polvo sobre la cabeza; rasgarse las prendas de vestir; vestirse de saco. La persona desconsolada, además de llorar (Gé 50:1-3; Jn 11:35), inclinaba la cabeza tristemente (Isa 58:5), se echaba polvo sobre la cabeza (Jos 7:6) o se sentaba en la tierra (Job 2:13; Isa 3:26). El desconsuelo solía expresarse rasgándose las prendas de vestir (1Sa 4:12; Job 2:12; véase RASGAR LAS PRENDAS DE VESTIR; DUELO; OPROBIO) y a veces poniéndose cenizas sobre la cabeza. (2Sa 13:19.) Cuando se condenó a los judíos a la aniquilación en manos de sus enemigos por mandato del rey Asuero, “saco y ceniza mismos se tendieron como lecho para muchos”. (Est 4:3.) Jehová advirtió a Jerusalén que se ciñese de saco y se revolcase en las cenizas debido a la calamidad que se le avecinaba. (Jer 6:26.) Miqueas dijo a los habitantes de la ciudad filistea de Afrá que se ‘revolcaran en el polvo mismo’. (Miq 1:10.)
★Cortarse el cabello o arrancarse pelos; golpearse el pecho. El cortarse el cabello (Job 1:20), arrancarse pelos de la barba (Esd 9:3), cubrirse la cabeza (2Sa 15:30; Est 6:12), cubrirse el bigote (Eze 24:17; Miq 3:7) y ponerse las manos sobre la cabeza, indicaban desconsuelo o vergüenza, a veces hasta el grado del aturdimiento. (2Sa 13:19; Jer 2:37.) Se cree que este último ademán significaba que la pesada mano de aflicción de Dios estaba sobre el que se lamentaba. Isaías anduvo “desnudo y descalzo” como señal de la aflicción que tenía que venir sobre Egipto y Etiopía. (Isa 20:2-5.) Cuando alguien experimentaba un sentimiento extremo de desconsuelo o contrición, a veces se golpeaba el pecho en desconsuelo (Mt 11:17; Lu 23:27), o se daba una palmada en el muslo en señal de pesar, vergüenza, humillación o duelo. (Jer 31:19; Eze 21:12.)
Cólera, burla, insulto, invocación del mal. ★Menear la cabeza; dar una bofetada. Varios ademanes, acompañados por lo general de palabras, expresaban ira, animosidad, mofa, reproche y desprecio. Por ejemplo: gestos con la boca, menear la cabeza o la mano (2Re 19:21; Sl 22:7; 44:14; 109:25; Sof 2:15), dar una bofetada (Job 16:10; Mt 5:39; Jn 18:22) y mesar el pelo de la barba de alguien (Isa 50:6). Jesús sufrió las peores vejaciones delante del tribunal supremo judío. Le escupieron, le abofetearon, le cubrieron el rostro y luego le dieron puñetazos y se mofaron de él diciendo: “Profetízanos, Cristo. ¿Quién es el que te hirió?”. (Mt 26:67, 68; Mr 14:65.) Después volvió a recibir un trato similar de parte de los soldados. (Mt 27:30; Mr 15:19; Jn 19:3.) ★“León” - [¿A que viene esa furia?]
★Tirar polvo era otra forma de expresar desprecio. Simeí la utilizó contra David a la vez que lo maldecía y le arrojaba piedras. (2Sa 16:13.) Mientras Pablo presentaba su defensa delante de los judíos que formaban una chusma en Jerusalén, ellos, como muestra de su furia, gritaron, arrojaron sus prendas exteriores de vestir y lanzaron polvo al aire. (Hch 22:22, 23.)
★Palmotear. Podía tratarse simplemente de un ademán para llamar la atención de alguien, como se muestra en Josué 15:18, pero con más frecuencia indicaba cólera (Nú 24:10), desprecio o burla (Job 27:23; Lam 2:15), pena (Eze 6:11), animosidad o que la persona se regocijaba por el mal que le acaecía a un rival, a un enemigo odiado o a un opresor. En ocasiones, además de palmotear se pateaba con los pies. (Eze 25:6; Na 3:19.)
★“Ira, Cólera, Furia, Indignación”
★“Burla, Escarnio, Mofa”
★“Invocación de Mal”
Nombramientos. ★Ungir. Se seguían ciertos procedimientos al nombrar a alguien para un puesto o al otorgarle cierta autoridad. Durante el procedimiento para la instalación del sacerdocio, se ungió a Aarón con el aceite santo de la unción. (Le 8:12.) También se ungía a los reyes. (1Sa 16:13; 1Re 1:39.) El rey Ciro de Persia no fue ungido literalmente por un representante de Dios, pero se dice figuradamente que era el ungido de Jehová debido a que se le nombró para conquistar Babilonia y libertar al pueblo de Dios. (Isa 45:1.) Eliseo fue ‘ungido’ cuando recibió su nombramiento, pero no se le ungió literalmente con aceite. (1Re 19:16, 19.) A Jesús le ungió su Padre Jehová, no con aceite, sino con espíritu santo. (Isa 61:1; Lu 4:18, 21.) Sus hermanos engendrados por espíritu santo, quienes componen la congregación cristiana, son ungidos por medio de Cristo. (2Co 1:21; Hch 2:33.) Este ungimiento los nombra, comisiona y capacita para ser ministros de Dios. (1Jn 2:20; 2Co 3:5, 6; véase UNGIDO, UNGIR.)
★Imponer las manos era un método de designar el nombramiento de una persona a un cargo, como sucedió en el caso de los siete hombres que nombraron los apóstoles para atender la distribución de alimento en la congregación de Jerusalén. (Hch 6:6.) El cuerpo de ancianos de la congregación nombró a Timoteo para un servicio especial. (1Ti 4:14.) Más tarde, el apóstol Pablo lo comisionó para hacer nombramientos, aunque le aconsejó que no se apresurara al efectuarlos. (1Ti 5:22.)
La imposición de las manos también tenía otros significados, por ejemplo, reconocimiento, como se muestra en Éxodo 29:10, 15, donde se indica que Aarón y sus hijos reconocieron que los sacrificios se habían ofrecido a favor suyo. Puede hallarse un significado similar en Levítico 4:15.
También se imponían las manos para designar a las personas que iban a recibir ciertos beneficios o poderes, como cuando Jesús hacía curaciones (Lu 4:40) y cuando recibían el espíritu santo aquellos sobre los que Pablo imponía las manos. (Hch 19:6.) Eso no significa que el espíritu pasara a través de las manos de Pablo, sino que él como representante de Cristo, estaba autorizado a designar, en armonía con los requisitos establecidos, quiénes tenían que recibir los dones del espíritu. (Véase también Hch 8:14-19.) Sin embargo, para transmitir los dones del espíritu no era necesario imponer las manos, pues, por ejemplo, en el caso de Cornelio y su casa, el apóstol Pedro simplemente estuvo presente cuando recibieron el espíritu santo y el don de hablar en lenguas. (Hch 10:44-46.)
Favor. Estar de pie delante de un superior. El que alguien estuviese de pie delante de una autoridad representaba que esta le había otorgado favor y reconocimiento, pues se necesitaba permiso para poder entrar delante de la presencia de un rey. (Pr 22:29; Lu 1:19; 21:36.) En Apocalipsis 7:9, 15 se ve a una gran muchedumbre de pie delante del trono, lo que indica que Dios los reconoce con favor.
El decir que la cabeza de alguien sería alzada o elevada a veces significaba simbólicamente que sería levantado o restablecido a una posición de favor. (Gé 40:13, 21; Jer 52:31.)
Llenar las manos de poder.
La ceremonia en la que Moisés, en calidad de mediador, colocó en las manos de Aarón y de sus hijos la ofrenda sacrificatoria, que luego meció delante de Jehová, representó que llenaba de poder las manos de los sacerdotes para ocupar el puesto sacerdotal. El acto de mecer las ofrendas de acá para allá simbolizaba una presentación constante delante de Jehová. (Le 8:25-27.)
★Lavarse las manos
★Mano - [Ademanes y su significado]
Amistad. ★Besar; lavar los pies; ungir la cabeza. La amistad se expresaba con un beso (Gé 27:26; 2Sa 19:39), y en ocasiones de profunda emoción, echándose sobre el cuello de otra persona, abrazándola, besándola y llorando. (Gé 33:4; 45:14, 15; 46:29; Lu 15:20; Hch 20:37.) Había tres cosas que se consideraban necesarias siempre al mostrar hospitalidad a un huésped: besarle cuando se le saludaba, lavarle los pies y derramar aceite sobre su cabeza. (Lu 7:44-46.)
Debido a que en tiempos de Jesús era costumbre reclinarse a la mesa para comer, el recostarse sobre el seno de otra persona era una señal de íntima amistad o favor, y a esta posición se la llamaba la posición del seno. (Jn 13:23, 25.) Esta costumbre sirvió de base para las ilustraciones de Lucas 16:22, 23 y Juan 1:18.
El Abrazo
La duración media de un abrazo entre dos personas es de 3 segundos. Pero los investigadores han descubierto algo fantástico. Cuando un abrazo dura 20 segundos, se produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente. La razón es que un abrazo sincero produce una hormona llamada "oxitocina", también conocida como la hormona del amor. Esta sustancia tiene muchos beneficios en nuestra salud física y mental, nos ayuda, entre otras cosas, para relajarse, para sentirse seguro y calmar nuestros temores y la ansiedad. Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos, que acunamos a un niño, que acariciamos un perro o un gato, que estamos bailando con nuestra pareja, cuanto más nos acercamos a alguien o simplemente sostenemos los hombros de un amigo. |
★Comer con alguien de su pan era un símbolo de amistad y paz. (Gé 31:54; Éx 2:20; 18:12.) El volver después para hacerle daño se tenía por la más vil de las traiciones. Eso fue lo que hizo el traidor Judas. (Sl 41:9; Jn 13:18.)
★“Acariciar” - [La economía de las caricias]
★“Mendigo, Mendicidad” - [Por favor, deme el abrazo que le sobre]
Inocencia, rechazar la responsabilidad por algo.
★Lavarse las manos. Esta era una manera figurada de declararse inocente o no responsable de cierta acción. (Dt 21:6.) Así es como el salmista declara su inocencia en el Salmo 73:13. (Véase también Sl 26:6.) Pilato trató de eludir su responsabilidad con relación a la muerte de Jesús lavándose las manos delante de las muchedumbres y diciendo: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Ustedes mismos tienen que atender a ello”. (Mt 27:24.)
★Lavarse las manos
★Mano - [Ademanes y su significado]
★Sacudir las prendas de vestir. Pablo mostró que rechazaba toda posible responsabilidad cuando sacudió sus prendas de vestir delante de los judíos de Corinto a los que había predicado a pesar de su oposición, y a continuación les dijo: “Esté la sangre de ustedes sobre sus propias cabezas. Yo estoy limpio. Desde ahora me iré a gente de las naciones”. (Hch 18:6.) Cuando Nehemías sacudió su “seno”, es decir, el seno de su prenda de vestir, dio a entender que Dios iba a rechazar a quien no obrara de acuerdo con su palabra. (Ne 5:13.) ★Notas de Hechos 18:6
★ Sacúdanse el polvo de los pies. El sacudirse la suciedad o el polvo de los pies también indicaba que se declinaba toda responsabilidad. Jesús dijo a sus discípulos que se sacudiesen el polvo de los pies en cualquier lugar o ciudad que no los recibiese o escuchase. (Mt 10:14; Lu 10:10, 11; Hch 13:51.)
Gozo. ★Batir las manos. El gozo se demostraba batiendo las manos (2Re 11:12; Sl 47:1) y bailando, a menudo con acompañamiento musical. (Jue 11:34; 2Sa 6:14.) El gritar y cantar durante el trabajo, en particular durante la época de la vendimia, eran expresiones de felicidad o de gozo apreciativo. (Isa 16:10; Jer 48:33.)
Oposición. ★Agitar la mano (amenazadoramente) contra alguien indicaba oposición. (Isa 10:32; 19:16.)
★Levantar la cabeza significaba que la persona que lo hacía asumía la actitud de tomar acción con prontitud para usar la fuerza, por lo general, para oponerse, luchar u oprimir. (Jue 8:28; Sl 83:2.)
★Alzar la mano contra una persona que ocupaba un puesto de autoridad indicaba rebelarse contra él. (2Sa 18:28; 20:21.)
★Lamer el polvo simbolizaba derrota y destrucción. (Sl 72:9; Isa 49:23.)
★Colocar la mano o el pie en la espalda o cerviz de los enemigos era una forma simbólica de referirse a la derrota de un enemigo, su fuga, persecución y captura. (Gé 49:8; Jos 10:24; 2Sa 22:41; Sl 18:40.)
Asumir autoridad o tomar acción. ★Ponerse de pie o levantarse significaba asumir autoridad, poder o tomar acción. Se dice que los reyes se ponían de pie cuando asumían su autoridad real o cuando empezaban a ejercerla. (Da 8:22, 23; 11:2, 3, 7, 21; 12:1.) A Jehová se le representa levantándose para llevar a cabo el juicio de la gente. (Sl 76:9; 82:8; 109:31.) El registro menciona que Satanás se puso de pie contra Israel cuando incitó a David a hacer el censo. (1Cr 21:1.)
★Ceñirse los lomos indica prepararse para la acción. Se basaba en la costumbre de tiempos bíblicos de recogerse las amplias prendas de vestir con un cinturón o faja de manera que no estorbasen al trabajar, correr, etc. (Job 40:7; Jer 1:17; Lu 12:37; 1Pe 1:13, nota.)
★Ceñir
★Lomos - [“Ceñirse los lomos”]
Misceláneo. ★Acostarse a los pies. Cuando Rut quiso recordarle a Boaz que era un recomprador, fue durante la noche, le descubrió los pies y se acostó junto a ellos. Cuando él se despertó, ella le dijo: “Soy Rut tu esclava, y tienes que extender tu falda sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador”. De esa forma indicó que deseaba llevar a cabo el matrimonio de cuñado. (Rut 3:6-9.)
★Aspecto al ayunar. ‘El afligir el alma’ hacía referencia principalmente al ayuno, y podía representar duelo, reconocimiento de pecados, arrepentimiento o contrición. (Le 16:29, 31; 2Sa 1:12; Sl 35:13; Joe 1:13, 14.) En los días de Jesús, algunos hipócritas presentaban un semblante triste y desfigurado cuando ayunaban para dar una impresión de “santidad”, pero Jesús dijo a sus discípulos que cuando ayunasen, deberían untarse la cabeza con aceite y lavarse el rostro a fin de que su ayuno pasase inadvertido a los hombres, sabiendo que el Padre celestial ve lo que hay en el corazón. (Mt 6:16-18.) Los cristianos también practicaban el ayuno en ocasiones en que querían prestar atención indivisa a asuntos espirituales. (Hch 13:2, 3; véase AYUNO.)
★Poner la mano sobre los ojos de alguien que había fallecido. Las palabras de Jehová a Jacob: “José pondrá su mano sobre tus ojos” (Gé 46:4), eran una forma de decir que José cerraría los ojos de Jacob después de su muerte, una responsabilidad que normalmente recaía sobre el primogénito. Por lo tanto, parece que de esta manera Jehová le hizo saber a Jacob que el derecho de primogénito sería de José. (1Cr 5:2.)
★Silbar ante algo representaba sorpresa o asombro. Así se sintieron los que contemplaron la sobrecogedora desolación de Judá y, después, la escalofriante ruina de Babilonia. (Jer 25:9; 50:13; 51:37.)
★Sostenerse sobre el brazo: Era costumbre que los reyes u hombres que ocupaban una posición de autoridad se sostuvieran sobre el brazo de un siervo o de alguien de rango inferior, como hizo el rey Jehoram de Israel. (2Re 7:2, 17.) El rey Ben-hadad II se apoyaba en la mano de su siervo Naamán cuando se inclinaba en la casa de su dios Rimón. (2Re 5:18.)
Uso figurado de ciertas acciones.
★Andar. Otra acción que se utiliza en sentido figurado es “andar”. Andar significa seguir un cierto proceder, tal como “Noé andaba con el Dios verdadero”. (Gé 6:9; 5:22.) Los que andaban con Dios seguían el proceder que Dios marcaba y hallaban su favor. Las Escrituras Griegas Cristianas utilizan esta misma expresión para referirse a las dos maneras opuestas de obrar, antes y después de llegar a ser siervo de Dios. (Ef 2:2, 10; 4:17; 5:2.) De manera similar, “correr” representa cierta manera de actuar. (1Pe 4:4.) Dios dijo que los profetas de Judá “corrieron” aunque Él no los había enviado, con lo que dio a entender que actuaron como profetas falsos, no autorizados. (Jer 23:21.) Pablo compara el cristianismo a una carrera en la que hay que apegarse a las reglas a fin de poder ganar el premio. (1Co 9:24; Gál 2:2; 5:7.)
★Pies - [Andar]
★Verdad - [‘Andar en la verdad.’]
★Lavar los pies a otra persona. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, usó una de las costumbres orientales para darles una lección de humildad y mostrarles que tenían que servirse unos a otros. Pedro le solicitó que no solo le lavase los pies, sino también las manos y la cabeza. Pero Jesús contestó: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, sino que está todo limpio”. (Jn 13:3-10.) Con estas palabras se refirió a que cuando alguien regresa a su casa después de un baño, solo necesita lavarse los pies para quitarse el polvo del camino. Jesús usó la limpieza física como representación de la limpieza espiritual.
★“Tendrá que sentarse” Según Malaquías 3:3 el proceso antiguo de refinación de la plata tomaba tiempo. Por lo tanto, el refinador solía “sentarse”, esperando hasta que el metal líquido reflejara la luz como lo haría un espejo bien pulido y él pudiera ver su imagen allí. De manera similar, Jehová ha seguido refinando a su pueblo hoy, limpiándolo de las enseñanzas y prácticas inmundas. Esto les ha ayudado a reflejar con mayor exactitud Su imagen. (Efesios 5:1.) (w89 1/7 30)
Leer a una persona por sus gestos y posturas
★1. Cerrando los ojos mientras habla: Si una persona, hablando contigo, cierra los ojos, tienes que saber que está tratando de esconderse o protegerse del mundo exterior. Esto no quiere decir que te tenga miedo. Más bien, al revés. Quiere quitarte de su campo de visión. Es posible que ya lo hayas aburrido. Cierra los ojos y ¡bam! Desapareciste.
★2. Protegiendo la boca con la mano: Es un vívido ejemplo de que todos venimos de la infancia. Recuerda, cómo te cubrías la boca con la palma de tu mano cuando no querías contar algo. De adulto es lo mismo. Algunos dedos, la palma o el puño nos ayudan a contener las palabras. A veces lo enmascaramos con una tos fingida. ★3. Mordiendo el aro de tus lentes: ¿Un amigo tuyo está mordiendo pensativo los aros de sus lentes? Trata de apoyarlo y animarlo. De seguro estará preocupado por algo y en su nivel subconsciente trata de sentirse seguro, como en la infancia con el pecho materno. Por cierto, un lápiz, bolígrafo, dedo, cigarillo o inclusive un chicle en la boca también indican lo mismo. ★4. Mostrando la cara: Muchas mujeres usan este gesto para atraer la atención de los hombres. Apoyando la barbilla sobre las manos dobladas, exponemos nuestra cara para mostrarla, como si fuera el escaparate en una tienda, como si dijéramos: “Aquí estoy tan linda, admírame”. Los hombres deberían recordar este gesto para no perder la oportunidad de hacer un cumplido a tiempo. ★5. Acariciando la barbilla: De esta forma la persona trata de tomar una decisión. Al mismo tiempo, su mirada puede estar dirigida abajo, arriba, a la izquierda o a cualquier otro lado. No se da cuenta de qué es lo que está viendo en ese preciso momento, ya que está completamente sumergida en sus pensamientos. ★6. Brazos cruzados: Es uno de los gestos más comunes. No es de extrañar que mucha gente se sienta muy cómoda con esta pose, ya que este gesto ayuda a aislarse de los demás. Muchas veces lo usamos cuando no estamos a gusto con algo. Los brazos cruzados son una clara señal de la actitud negativa de tu interlocutor. ★7. Exponiéndose: Esta pose es más abierta, ¿verdad? Cuando la mujer quiere gustarle a un hombre, comienza a exponerse mostrando sus mejores lados. Se endereza para resaltar sus pechos y cruza las piernas. Los brazos doblados abajo son una clara señal de atención hacia el interlocutor. ★8. Inclinándose hacia adelante: Cuando una persona siente simpatía hacia su interlocutor y quiere tener un contacto con él o ella, normalmente se inclina hacia adelante. Al mismo tiempo, los pies pueden quedar en el mismo lugar, pero el cuerpo avanza instintivamente. ★9. Inclinándose hacia atrás: Si la persona se apoya contra el respaldo de su asiento, deja en claro que está aburrida con la conversación. Es posible que se sienta incómoda en presencia de su interlocutor. ★10. Punta, talón: Sí, los adultos también lo hacen. No solo los niños. Este gesto indica que la persona está muy preocupada. ★11. Frotándose las manos: Se dice que las manos transmiten lo que la cabeza piensa. Cuando nos frotamos las manos, generalmente expresamos expectativas o esperanza de algún éxito en algo. En otras palabras, hacemos este gesto cuando pensamos en los futuros beneficios. ★12. Apretón de manos "guante": Si tu interlocutor saludándote te agarra con ambas manos, así muestra que puedes confiar en él. ★13. Apretón con la palma arriba: La palma arriba, cubriendo la mano del interlocutor, indica empatía, pero solo si se hace de una vez. Si las manos ya estuvieron agarradas por cierto momento y después alguien puso la palma de la mano arriba, puede indicar su deseo de mostrar quién está a cargo. ★14. Apretón con la palma abajo: Al apoyar la mano de tu interlocutor, es como si le hablaras de tu disposición a ayudarle. ★15. Apretón con un toque: Con la mano disponible la persona puede tocar el antebrazo, codo o la espalda de la persona a la que saluda. Esta invasión del espacio personal muestra la necesidad de comunicación. Y cuanto más cerca del cuerpo es, mayor es la necesidad. ★16. Enderezando la corbata: Aquí todo depende de la situación. Si es un hombre que lo hace en presencia de una mujer, es altamente posible que le guste. Pero también este gesto puede significar que la persona no se siente cómoda. Puede ser que haya mentido o solo se quiera ir. ★17. Recolectando vellos inexistentes: Es así llamado el gesto de represión. La mayoría de las veces la gente lo usa para expresar su desacuerdo tácito. En otras palabras, no expresan abiertamente su opinión, pero de seguro no están de acuerdo con lo que está sucediendo a su alrededor. ★18. Montando la silla: Una silla no es un caballo y su respaldar, aunque en cierta forma lo parezca, no es un escudo. Además, fue hecha para otros propósitos. Así que a muchas personas les molesta esta forma de sentarse de unos, porque a nivel intuitivo sentimos mucha agresión proveniente de la persona “montada”. Normalmente, las personas dominantes usan esta posición. ★19. Jugando con el zapato: Las de las piernas cruzadas es una de las poses femeninas más atractivas. Y si le agregamos el jugar con el zapato medio quitado, lo acentuamos aún más. Este gesto habla de un estado de ánimo relajado y tranquilo y sirve como una especie de luz verde del semáforo para el hombre. ★20. Contacto visual: Los ojos son el espejo del alma y también un perfecto instrumento de comunicación. Allí podemos leer todos los sentimientos y emociones del interlocutor. Los enamorados se miran fijamente a los ojos, esperando inconscientemente a ver cómo se agrandan. Y esto se nota mucho, porque las pupilas pueden aumentar de tamaño hasta 4 veces, comparadas con su estado normal. Y, por cierto, si la persona se pone brava, sus ojos se vuelven como unas cuentas debido a la reducción máxima de las pupilas. |
Presciencia significa conocimiento de lo que ha de suceder o existir. En la Biblia, esta palabra tiene que ver principalmente, aunque no de manera exclusiva, con Jehová Dios, el Creador, y con sus propósitos. Predeterminación es la acción de determinar o decidir algo por anticipado.
Los términos griegos.
Las palabras que por lo general se traducen por “presciencia” y “predeterminación” se encuentran en las Escrituras Griegas Cristianas, aunque estos mismos conceptos se hallan reflejados también en las Escrituras Hebreas.
El término “presciencia” traduce la palabra griega pró·gnö·sis (de pro, “antes” y gnö·sis, “conocimiento”). (Hch 2:23; 1Pe 1:2.) La forma verbal correspondiente, pro·gui·nó·skö, se emplea en dos ocasiones con referencia a los seres humanos: en el comentario de Pablo respecto a ciertos judíos que lo habían “conocido de antes” y en la referencia que hace Pedro al “conocimiento de antemano” que tenían aquellos a quienes dirigió su segunda carta. (Hch 26:4, 5; 2Pe 3:17.) En este último caso es obvio que tal presciencia no era infinita, es decir, no significaba que aquellos cristianos conocían todos los detalles sobre el tiempo, el lugar y las circunstancias relacionados con las condiciones y los sucesos futuros que Pedro había considerado. Pero sí tenían una idea general de lo que podían esperar, una idea que habían recibido gracias a que Dios inspiró a Pedro y a los otros escritores de la Biblia.
“Predeterminar” traduce la palabra griega pro·o·rí·zö (de pro, “antes” y ho·rí·zö, “delimitar, demarcar”). (La palabra española “horizonte” se deriva de la griega ho·rí·zön, que significa “delimitador, demarcador”.) Como ilustración del sentido que tiene el verbo griego ho·rí·zö, véase la declaración que hizo Jesús con respecto a sí mismo: “El Hijo del hombre se va conforme a lo que está designado [ho·ri·smé·non]”; o las palabras de Pablo cuando dijo que Dios “decretó [delimitó, ho·rí·sas] los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de los hombres”. (Lu 22:22; Hch 17:26.) Este mismo verbo también se usa para hacer referencia a la determinación de los hombres, como, por ejemplo, cuando los discípulos “resolvieron [hó·ri·san]” enviar una ministración de socorro a sus hermanos necesitados. (Hch 11:29.) No obstante, las referencias específicas a la acción de predeterminar que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas solo se aplican a Dios.
Factores que se han de tener presente.
Para entender la presciencia y la predeterminación de Dios, es preciso tener presente ciertos factores.
Primero: en la Biblia se dice claramente que Dios puede preconocer y predeterminar. Jehová mismo presenta como prueba de su Divinidad esta capacidad de preconocer y predeterminar acontecimientos de salvación y liberación, así como actos de juicio y castigo, y luego hacer que se realicen. Su pueblo escogido es testigo de ello. (Isa 44:6-9; 48:3-8.) La presciencia y la predeterminación divinas constituyen la base de toda profecía verdadera. (Isa 42:9; Jer 50:45; Am 3:7, 8.) Jehová desafía a todas las naciones que se oponen a su pueblo a que demuestren la pretendida divinidad de aquellos a quienes consideran dioses y de sus ídolos, pidiendo que sus deidades profeticen actos de salvación y juicio similares y que luego hagan que se cumplan. Su impotencia ante este desafío demuestra que sus ídolos solo “son viento e irrealidad”. (Isa 41:1-10, 21-29; 43:9-15; 45:20, 21.)
Un segundo factor que debe tenerse en cuenta es el libre albedrío de las criaturas inteligentes de Dios. Las Escrituras muestran que Dios extiende a tales criaturas el privilegio y la responsabilidad de elegir lo que quieren hacer, de ejercer libre albedrío (Dt 30:19, 20; Jos 24:15), haciéndolas así responsables de sus actos. (Gé 2:16, 17; 3:11-19; Ro 14:10-12; Heb 4:13.) Por lo tanto, no son meros autómatas o robots. No se podría afirmar que el hombre fue creado a la “imagen de Dios” si no tuviera libre albedrío. (Gé 1:26, 27; véase LIBERTAD.) Lógicamente, no debería haber ningún conflicto entre la presciencia de Dios, así como su predeterminación, y el libre albedrío de sus criaturas inteligentes.
Un tercer factor que debe tomarse en cuenta, pero que a veces se pasa por alto, es el de las normas y cualidades morales de Dios reveladas en la Biblia, como su justicia, honradez, imparcialidad, amor, misericordia y bondad. Por lo tanto, la manera de entender cómo Dios usa sus facultades de presciencia y predeterminación tiene que armonizar, no solo con algunos de estos factores, sino con todos ellos. Es evidente que cualquier cosa que Dios preconozca tiene que suceder inevitablemente, por lo que Dios puede llamar a las “cosas que no son como si fueran”. (Ro 4:17.)
¿Sabe Dios de antemano todo lo que la gente hará? La cuestión que ahora se plantea es: ¿Es infinito o ilimitado su ejercicio de la presciencia? ¿Prevé y preconoce todas las acciones futuras de todas sus criaturas, tanto celestiales como humanas? Y, ¿predetermina Dios tales acciones o hasta preordina cuál será el destino final de todas sus criaturas, aun antes de que hayan llegado a existir?
O, ¿ejerce quizás Dios su presciencia de manera selectiva o a voluntad, de modo que solo prevea o preconozca lo que opte por prever o preconocer? Y, en lugar de determinar el destino eterno de sus criaturas antes que lleguen a existir, ¿espera hasta poder juzgar su proceder en la vida y la actitud que demuestren al estar bajo prueba? Las respuestas a estas preguntas solo pueden hallarse en las Escrituras y en la información que en ellas se da sobre los tratos de Dios con sus criaturas, así como en aquellas cosas que Su Hijo Jesucristo reveló. (1Co 2:16.)
La doctrina del predestinacianismo. La doctrina de que Dios ejerce su presciencia hasta un grado infinito y predetermina o preordina el proceder y el destino de todos los individuos es conocida con el nombre de predestinacianismo. Sus defensores razonan que la Divinidad y la perfección de Dios requieren que sea omnisciente (que todo lo sabe), no solo tocante al pasado y al presente, sino también tocante al futuro. Según este concepto, el que Dios no preconociera todos los asuntos hasta en los mínimos detalles sería muestra de imperfección. Casos como el de Esaú y Jacob, los hijos gemelos de Isaac, se presentan como prueba de que Dios predetermina el futuro de sus criaturas antes de que nazcan (Ro 9:10-13); también se citan textos como Efesios 1:4, 5 en prueba de que Dios preconoció y predeterminó el futuro de todas sus criaturas aun antes del principio de la creación.
Para que este punto de vista fuera acertado, tendría que armonizar con todos los factores expuestos hasta ahora, lo que incluiría la explicación bíblica de las cualidades, normas y propósitos divinos, así como la relación justa de Dios con sus criaturas. (Apo 15:3, 4.) Sería conveniente, por lo tanto, analizar las implicaciones de la doctrina del predestinacianismo.
Aceptar este concepto implicaría suponer que, gracias a su presciencia, Dios preconoció y predeterminó antes de la creación de los ángeles y del hombre el comportamiento de dicha creación, incluso la rebelión de uno de sus hijos celestiales, la posterior rebelión de la primera pareja humana (Gé 3:1-6; Jn 8:44) y todas las penosas consecuencias de esa rebelión, tanto hasta el día de hoy como para un futuro. Esto significaría forzosamente que toda la maldad que se ha producido durante la historia (crimen e inmoralidad, opresión y sufrimiento, mentira e hipocresía, adoración falsa e idolatría) existía en un tiempo, antes de la creación, en la mente de Dios, debido a su preconocimiento del futuro hasta los más mínimos detalles.
El que el Creador de la humanidad verdaderamente hubiera ejercido su poder para preconocer todo lo que la historia ha visto desde la creación del hombre querría decir que cuando Él declaró: “Hagamos al hombre” (Gé 1:26), en realidad habría estado poniendo en marcha deliberadamente toda la iniquidad practicada desde aquel tiempo. Estos hechos ponen en tela de juicio lo razonable y consecuente del concepto predestinaciano, en particular en vista de que el discípulo Santiago muestra que el desorden y otras cosas viles no se originan de los cielos, sino que son de fuente “terrenal, animal, demoníaca”. (Snt 3:14-18.)
¿Ejerce Dios la presciencia hasta un grado infinito? Razonar que el que Dios no preconociera todos los sucesos y circunstancias futuras en pleno detalle revelaría imperfección en realidad denota un concepto arbitrario de lo que es perfección. La perfección propiamente definida no presupone términos tan absolutos e inclusivos, puesto que, en realidad, el que algo sea perfecto radica en que esté a la altura de las normas de excelencia impuestas por alguien capacitado para juzgarlas. (Véase PERFECCIÓN.) En el fondo, los factores decisivos que han de determinar si algo es perfecto o no son la propia voluntad y el beneplácito de Dios, no las opiniones o conceptos humanos. (Dt 32:4; 2Sa 22:31; Isa 46:10.)
Examínese el siguiente ejemplo: La omnipotencia de Dios es innegablemente perfecta e infinita. (1Cr 29:11, 12; Job 36:22; 37:23.) No obstante, la perfección de su poder no requiere que haga uso de la plenitud de su omnipotencia en cualquier caso dado o en todos ellos. Es obvio que no lo ha hecho, pues, de haber sido así, no solo hubiese destruido algunas ciudades y naciones antiguas, sino que hace mucho que hasta la propia Tierra y todo cuanto hay en ella habrían sido destruidos por la expresión de sus juicios y poderosas manifestaciones de desaprobación, como ocurrió en el Diluvio y en otras ocasiones parecidas. (Gé 6:5-8; 19:23-25, 29; compárese con Éx 9:13-16; Jer 30:23, 24.) Por lo tanto, el ejercicio que Dios hace de su fuerza no es una liberación de poder ilimitado, sino que está controlada por su propósito, y cuando se merece, atemperado por su misericordia. (Ne 9:31; Sl 78:38, 39; Jer 30:11; Lam 3:22; Eze 20:17.)
De manera similar, si en determinados asuntos Dios opta por hacer uso de su facultad infinita de presciencia de manera selectiva y solo hasta cierto grado, nadie, ni humano ni ángel, tiene derecho a decirle: “¿Qué estás haciendo?”. (Job 9:12; Isa 45:9; Da 4:35.) Por lo tanto, no es una cuestión de capacidad, es decir, de lo que Dios puede prever, preconocer o predeterminar, porque “para Dios todas las cosas son posibles” (Mt 19:26), sino de lo que Dios considere conveniente preconocer y predeterminar, porque “todo lo que se deleitó en hacer lo ha hecho”. (Sl 115:3.)
Presciencia selectiva. La opción al predestinacianismo, el ejercicio selectivo de la presciencia de Dios, tendría que estar de acuerdo con sus propias normas de justicia y ser consecuente con lo que Él revela de sí mismo en su Palabra. Contrario al predestinacianismo, varios textos de la Biblia muestran que Dios analiza una situación que se estaba produciendo y luego decide sobre la base de su examen de los hechos.
Por ejemplo, Génesis 11:5-8 indica que Dios dirigió su atención a la Tierra con el fin de examinar lo que ocurría en Babel y a continuación tomó medidas para desbaratar la conspiración inicua que había comenzado allí. Cuando en Sodoma y Gomorra se vieron sumidos en un ambiente de iniquidad, Jehová le informó a Abrahán que iba a investigar (por medio de sus ángeles) ‘para ver si obraban del todo conforme al clamor que acerca de ello había llegado a él, y, si no, podría llegar a saberlo’. (Gé 18:20-22; 19:1.) Dios dijo que ‘había llegado a conocer a Abrahán’, y después que este estuvo a punto de sacrificar a Isaac, Jehová declaró: “Ahora sé de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu único”. (Gé 18:19; 22:11, 12; compárese con Ne 9:7, 8; Gál 4:9.)
Presciencia selectiva significa que Dios podía optar por no preconocer indistintamente todos los actos futuros de sus criaturas. Esto querría decir que en lugar de que toda la historia desde la creación en adelante fuese una simple repetición de lo que Dios ya había previsto y predeterminado, Él podría, con toda sinceridad, colocar ante la primera pareja humana la perspectiva de vida eterna en una Tierra libre de iniquidad. Las instrucciones que Jehová dio a sus dos primeros hijos humanos para que, como sus agentes perfectos y libres de pecado, llenaran la Tierra con su prole, la transformaran en un paraíso y ejercieran control sobre la creación animal, constituían la concesión de un privilegio verdaderamente amoroso y lo que en realidad deseaba para ellos, más bien que ser una comisión condenada al fracaso de antemano. Si Dios hubiera preconocido que la primera pareja humana iba a pecar y que jamás podría comer del “árbol de la vida”, la prueba del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” y el que hubiese creado un “árbol de la vida” en el jardín de Edén hubieran carecido de sentido y de propósito. (Gé 1:28; 2:7-9, 15-17; 3:22-24.)
Ofrecer algo muy deseable a otra persona sabiendo de antemano que no podrá cumplir las condiciones para obtenerlo se considera un acto hipócrita y cruel. La esperanza de tener vida eterna se presenta en la Palabra de Dios como una meta al alcance de toda persona. Después que Jesús instó a sus oyentes a ‘seguir buscando con el fin de hallar’ aquellas cosas buenas que proceden de Dios, dijo que un padre no daría una piedra o una serpiente a un hijo que le pidiese pan o pescado. Luego, con el fin de dar a conocer el punto de vista de su Padre respecto a defraudar las legítimas aspiraciones de una persona, añadió: “Por lo tanto, si ustedes, aunque son inicuos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará su Padre que está en los cielos cosas buenas a los que le piden!”. (Mt 7:7-11.)
Así que las invitaciones y oportunidades que Dios coloca delante de todas las personas para que reciban beneficios y bendiciones eternas son de buena fe. (Mt 21:22; Snt 1:5, 6.) Él puede instar a los hombres con toda sinceridad a que ‘se vuelvan de sus transgresiones y sigan viviendo’, como hizo con el pueblo de Israel. (Eze 18:23, 30-32; compárese con Jer 29:11, 12.) Lógicamente, no podría instarlos de este modo si preconociera que individualmente estaban destinados a morir como practicantes de iniquidad. (Compárese con Hch 17:30, 31; 1Ti 2:3, 4.) Jehová le dijo a Israel: “Ni dije yo a la descendencia de Jacob: ‘Búsquenme sencillamente para nada’. Yo soy Jehová, que hablo lo que es justo, que informo lo que es recto. [...] Diríjanse a mí y sean salvos, todos ustedes los que están en los cabos de la tierra”. (Isa 45:19-22.)
De manera similar, el apóstol Pedro escribió: “Jehová no es lento respecto a su promesa [del día venidero en el que se rendirán cuentas], como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento”. (2Pe 3:9.) Si Dios ya hubiera preconocido y predeterminado con milenios de anticipación exactamente qué individuos recibirían la salvación eterna y cuáles destrucción eterna, bien cabría preguntarse de qué sirve la ‘paciencia’ de Dios y hasta qué grado es genuino su deseo de que “todos alcancen el arrepentimiento”. El apóstol Juan escribió por inspiración que “Dios es amor”, y el apóstol Pablo indica que el amor ‘espera todas las cosas’. (1Jn 4:8; 1Co 13:4, 7.) En consonancia con esta sobresaliente cualidad divina, Dios muestra una actitud genuinamente sincera y bondadosa hacia todas las personas, deseando que obtengan la salvación, mientras no demuestren ser indignas y ya no quede esperanza para ellas. (Compárese con 2Pe 3:9; Heb 6:4-12.) Por eso el apóstol Pablo habla de la “cualidad bondadosa de Dios [que] está tratando de conducirte al arrepentimiento”. (Ro 2:4-6.)
Finalmente, si por la presciencia de Dios, la oportunidad de recibir los beneficios del sacrificio de rescate de Cristo Jesús ya hubiera estado irrevocablemente cerrada para algunos, quizás para millones de personas, incluso antes de que nacieran, debido a que nunca pudieran ser merecedores de esos beneficios, no podría decirse con sinceridad que el rescate se había hecho disponible para todos los hombres. (2Co 5:14, 15; 1Ti 2:5, 6; Heb 2:9.) Es obvio que la imparcialidad de Dios no es una simple metáfora. “En toda nación, el que le teme [a Dios] y obra justicia le es acepto.” (Hch 10:34, 35; Dt 10:17; Ro 2:11.) La opción de buscar a Dios, por si acaso ‘buscan a tientas y verdaderamente lo hallan, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros’, está disponible para todas las personas. (Hch 17:26, 27.) Por consiguiente, la exhortación divina que se da al final del libro de Revelación: “Cualquiera que oiga, diga: ‘¡Ven!’. Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida” (Apo 22:17), no es una esperanza vacía o una promesa hueca.
Cosas preconocidas y predeterminadas. En todo el registro bíblico, cuando Dios ejerce su presciencia y predeterminación siempre es en consonancia con sus propósitos y su voluntad. “Proponerse” algo significa aspirar a conseguir cierta meta u objetivo poniendo los medios que lo propician. (La palabra griega pró·the·sis, que se traduce “propósito”, significa literalmente “lo antepuesto o expuesto antes”.) Puesto que los propósitos de Dios se cumplirán inevitablemente, Él puede preconocer los resultados, la realización final de sus propósitos, y puede predeterminar tanto esos resultados como los pasos que quizás crea conveniente dar para lograrlos. (Isa 14:24-27.) Por eso se dice que Jehová ‘forma’ o ‘moldea’ (del hebreo ya·tsár, término relacionado con “alfarero”; Jer 18:4) su propósito en lo que respecta a acontecimientos o acciones futuras. (2Re 19:25; Isa 46:11; compárese con Isa 45:9-13, 18.) En su calidad de Gran Alfarero, Dios “opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad aconseja”, en armonía con su propósito (Ef 1:11), y “hace que todas sus obras cooperen juntas” para el bien de los que lo aman. (Ro 8:28.) Por tanto, Dios “declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho”, específicamente en relación con sus propósitos determinados. (Isa 46:9-13.)
Dios creó perfecta a la primera pareja humana, y pudo contemplar los resultados de toda su obra creativa y ver que todo era “muy bueno”. (Gé 1:26, 31; Dt 32:4.) En lugar de preocuparse con un sentido de desconfianza por lo que la pareja humana pudiera hacer en el futuro, Dios “procedió a descansar”, dice el registro. (Gé 2:2.) Pudo hacerlo porque, en virtud de su omnipotencia y sabiduría supremas, ninguna acción, circunstancia o contingencia que surgiera podría convertirse en un obstáculo insalvable o en un problema irremediable que impidiera la realización de su propósito soberano. (2Cr 20:6; Isa 14:27; Da 4:35.) Por lo tanto, no existe ninguna base bíblica para apoyar los argumentos de los que creen en la predestinación y alegan que el que Dios se abstuviera así de emplear sus poderes de presciencia pondría en peligro sus propósitos, dejándolos “siempre expuestos al fracaso por falta de previsión, lo que lo obligaría a poner continuamente en orden su sistema cuando este se desordenara por causa de la contingencia de las acciones de los seres con libre albedrío”. El que Dios haga uso de su presciencia de manera selectiva tampoco significa que sus criaturas tengan el poder de “quebrantar las medidas [de Dios], obligarlo a cambiar continuamente su modo de pensar, someterlo a vejación o ponerlo en confusión”, como afirman los que creen en el predestinacianismo. (Cyclopædia, de M’Clintock y Strong, 1894, vol. 8, pág. 556.) Si ni siquiera los siervos terrestres de Dios tienen verdadera necesidad de ‘inquietarse acerca del día siguiente’, se desprende que su Creador, para quien las naciones poderosas son “como una gota de un cubo”, ni tuvo ni tiene tal ansiedad. (Mt 6:34; Isa 40:15.)
Respecto a clases de personas. También hay casos en los que Dios preconoció el derrotero que emprenderían ciertos grupos, naciones o la mayoría de la humanidad, y por ello predijo el rumbo básico que seguirían sus acciones futuras y predeterminó la acción que tomaría con ellos. No obstante, esa presciencia o predeterminación no priva a los que integran tales grupos de la humanidad de ejercer su libre albedrío para decidir qué proceder particular quieren seguir, como se ve en los siguientes ejemplos:
Antes del diluvio del día de Noé, Jehová anunció su propósito de causar una destrucción que resultaría en la pérdida de vidas humanas y animales. No obstante, el relato bíblico muestra que Dios tomó esa determinación después que se manifestaron las condiciones que requirieron tal acción, como la violencia y otras maldades. Además, como Dios puede ‘conocer el corazón de los hijos de la humanidad’, examinó la situación y descubrió que “toda inclinación de los pensamientos del corazón [de la humanidad] era solamente mala todo el tiempo”. (2Cr 6:30; Gé 6:5.) Sin embargo, hubo personas, a saber, Noé y su familia, que individualmente obtuvieron el favor de Dios y escaparon de la destrucción. (Gé 6:7, 8; 7:1.)
Algo similar sucedió en el caso de la nación de Israel: aunque Dios dio a los israelitas la oportunidad de llegar a ser un “reino de sacerdotes y una nación santa” si guardaban su pacto, no obstante, unos cuarenta años después, cuando la nación estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida, predijo que quebrantarían su pacto y que Él los abandonaría como nación. En este caso, la presciencia de Dios no carecía de base previa, puesto que ellos ya habían manifestado insubordinación y rebelión a escala nacional. Por consiguiente, Dios dijo: “Porque bien conozco su inclinación que van desarrollando hoy antes de que yo los introduzca en la tierra acerca de la cual he jurado”. (Éx 19:6; Dt 31:16-18, 21; Sl 81:10-13.) Dios podía preconocer que la inclinación que manifestaban resultaría en que aumentara su iniquidad, pero eso no hacía que Él, en virtud de su presciencia, fuera responsable de ello, tal como el que alguien sepa de antemano que una determinada estructura que se ha edificado con materiales de poca calidad y de manera deficiente se deteriorará no lo hace responsable de ello. La regla divina que rige es: ‘Se siega lo que se siembra’. (Gál 6:7-9; compárese con Os 10:12, 13.) Ciertos profetas proclamaron advertencias proféticas de las expresiones de juicio que Dios había predeterminado, pero todas se basaban en una condición o actitud de corazón ya existente. (Sl 7:8, 9; Pr 11:19; Jer 11:20.) Sin embargo, aun en estos casos, había oportunidad para que algunos respondieran individualmente al consejo, la censura y las advertencias de Dios, y así se hicieran dignos de su favor; de hecho, hubo quienes lo hicieron. (Jer 21:8, 9; Eze 33:1-20.)
El Hijo de Dios, que también podía leer los corazones humanos (Mt 9:4; Mr 2:8; Jn 2:24, 25), fue dotado por su Padre con poderes de presciencia, de modo que pudo predecir condiciones, sucesos y expresiones de juicio divino que acontecerían en el futuro. Jesús predijo que los escribas y fariseos como clase recibirían el juicio del Gehena (Mt 23:15, 33), pero con ello no quiso decir que cada fariseo o escriba estuviera condenado de antemano a la destrucción, como lo muestra el caso del apóstol Pablo. (Hch 26:4, 5.) Jesús predijo ayes para Jerusalén y otras ciudades que no querían arrepentirse, pero no indicó que su Padre hubiera predeterminado que cada persona de esas ciudades sufriría ese castigo. (Mt 11:20-23; Lu 19:41-44; 21:20, 21.) También preconocía en qué resultaría la inclinación y actitud de corazón de la humanidad, y predijo las condiciones que existirían entre la humanidad para el tiempo de la “conclusión del sistema de cosas”, y también cómo se irían realizando los propósitos de Dios. (Mt 24:3, 7-14, 21, 22.) Los apóstoles de Jesús también pronunciaron profecías que manifestaban la presciencia de Dios con respecto a ciertas clases, como el “anticristo” (1Jn 2:18, 19; 2Jn 7), y también el fin que tales clases tienen predeterminado. (2Te 2:3-12; 2Pe 2:1-3; Jud 4.)
Respecto a determinadas personas. Además de emplear su presciencia con respecto a clases de personas, también lo ha hecho en relación con determinadas personas. Entre estos están: Esaú y Jacob (mencionados antes), el Faraón del éxodo, Sansón, Salomón, Josías, Jeremías, Ciro, Juan el Bautista, Judas Iscariote y el propio Hijo de Dios, Jesús.
En los casos de Sansón, Jeremías y Juan el Bautista, Jehová hizo caso de su presciencia antes de que nacieran. Sin embargo, Dios no especificó cuál iba a ser su destino final, pero sí predeterminó que Sansón viviría conforme al voto de los nazareos e iniciaría la liberación de Israel de los filisteos, que Jeremías sería profeta y que Juan el Bautista haría una obra preparatoria como precursor del Mesías. (Jue 13:3-5; Jer 1:5; Lu 1:13-17.) Aunque se les favoreció mucho con dichos privilegios, este hecho no garantizaba que obtendrían salvación eterna, ni siquiera que permanecerían fieles hasta la muerte (aunque los tres lo hicieron). Jehová predijo que uno de los muchos hijos de David sería llamado Salomón y predeterminó que ese sería quien edificaría el templo. (2Sa 7:12, 13; 1Re 6:12; 1Cr 22:6-19.) No obstante, aunque se le favoreció de esta manera y hasta tuvo el privilegio de escribir ciertos libros de las Santas Escrituras, Salomón cayó en la apostasía en los últimos años de su vida. (1Re 11:4, 9-11.)
En el caso de Esaú y Jacob, la presciencia de Dios tampoco fijó sus destinos eternos; lo que hizo fue determinar o predeterminar cuál de los grupos nacionales que descenderían de ellos conseguiría una posición dominante sobre el otro. (Gé 25:23-26.) Al prever que dominaría Jacob, también se mostró que él sería quien obtendría el derecho de primogénito, lo que conllevaba el privilegio de pertenecer al linaje por medio del cual vendría la “descendencia” abrahámica. (Gé 27:29; 28:13, 14.) De este modo, Jehová Dios dejó claro que cuando selecciona individuos para usarlos de determinada manera, no se rige por las costumbres o procedimientos usuales que se conforman a las expectativas humanas. Tampoco se ve obligado a otorgar ciertos privilegios únicamente sobre la base de obras, de modo que alguien pudiera llegar a creer que se ha ‘ganado el derecho’ a tales privilegios y que ‘se le deben’. El apóstol Pablo destacó este punto cuando mostró por qué Dios, por su bondad inmerecida, pudo conceder a las naciones gentiles privilegios que en otro tiempo parecía que estaban reservados a Israel. (Ro 9:1-6, 10-13, 30-32.)
La cita que Pablo hace de que Jehová ‘amó a Jacob [Israel] y odió a Esaú [Edom]’ corresponde a Malaquías 1:2, 3, escrito mucho después del tiempo de Jacob y Esaú. De modo que la Biblia no dice necesariamente que Jehová tuviera esa opinión de los gemelos antes de su nacimiento, aunque es un hecho probado científicamente que gran parte de la manera de ser y del temperamento de un niño se determinan al tiempo de la concepción como consecuencia de los factores genéticos aportados por cada uno de los padres, y es obvio que Dios puede ver esos factores. David dijo que Jehová vio ‘hasta su embrión’. (Sl 139:14-16; véase también Ec 11:5.) No es posible decir hasta qué grado afectó eso a la predeterminación de Jehová concerniente a los dos muchachos, pero, de todos modos, el que escogiera a Jacob en lugar de a Esaú no significó en sí mismo que condenaba a la destrucción a Esaú o a sus descendientes, los edomitas. Hasta algunos cananeos, cuyos pueblos habían sido maldecidos, tuvieron el privilegio de asociarse con el pueblo que estaba en relación de pacto con Dios y recibieron bendiciones. (Gé 9:25-27; Jos 9:27; véase CANAÁN, CANANEO núm. 2.) El “cambio de parecer” que Esaú buscó encarecidamente con lágrimas solo fue un intento infructuoso de alterar la decisión de su padre Isaac de que la bendición especial correspondiente al primogénito aplicara por entero a Jacob. Por lo tanto, esto indicó que Esaú no sentía ningún arrepentimiento ante Dios por su actitud materialista. (Gé 27:32-34; Heb 12:16, 17.)
La profecía de Jehová concerniente a Josías requería que algún descendiente de David se llamara así, y además predijo que ese rey tomaría acción contra la adoración falsa que se practicaba en la ciudad de Betel. (1Re 13:1, 2.) Más de tres siglos después, un rey con ese nombre cumplió esta profecía. (2Re 22:1; 23:15, 16.) Sin embargo, no prestó atención a “las palabras de Nekó procedentes de la boca de Dios”, lo que resultó en su muerte. (2Cr 35:20-24.) Por lo tanto, aunque Dios lo preconoció y predeterminó para hacer un trabajo específico, Josías era una persona con libre albedrío que podía escoger entre obedecer o no hacerlo.
De manera similar, Jehová predijo con casi dos siglos de anterioridad que se valdría de un conquistador llamado Ciro para liberar a los judíos de Babilonia. (Isa 44:26-28; 45:1-6.) No obstante, la Biblia no dice que el gobernante persa que se llamó así en cumplimiento de la profecía divina se hiciese adorador verdadero de Jehová; de hecho, la historia seglar muestra que continuó adorando a dioses falsos.
Estos casos de presciencia antes del nacimiento de la persona no están en pugna con las cualidades reveladas de Dios y las normas que Él ha declarado. Tampoco hay nada que indique que Dios haya obligado a aquellas personas a obrar contra su voluntad. En los casos del Faraón, de Judas Iscariote y del propio Hijo de Dios, no hay prueba alguna de que Jehová haya empleado su presciencia antes de que llegaran a existir. En cada uno de estos casos quedan reflejados algunos principios relacionados con la presciencia y predeterminación divinas.
Uno de esos principios es que Dios pone a prueba a una persona, bien al ocasionar o dar lugar a que ocurran determinadas circunstancias o acontecimientos, o al hacer que esa persona escuche sus mensajes inspirados, con el fin de que ejerza su libre albedrío y tome una decisión que revele a la vista de Jehová cuál es la inclinación de su corazón. (Pr 15:11; 1Pe 1:6, 7; Heb 4:12, 13.) De acuerdo con la respuesta de la persona, Dios puede también amoldarla en el derrotero que ella ha escogido de propia voluntad. (1Cr 28:9; Sl 33:13-15; 139:1-4, 23, 24.) Así que “el corazón del hombre terrestre” tiene que inclinarse primero en una determinada dirección antes de que Jehová proceda a dirigir sus pasos. (Pr 16:9; Sl 51:10.) Cuando se halla bajo prueba, el corazón puede adoptar una actitud invariable, bien para endurecerse en un proceder de injusticia y rebelión o para reafirmarse en su devoción inquebrantable a Jehová Dios y en su determinación a hacer Su voluntad. (Job 2:3-10; Jer 18:11, 12; Ro 2:4-11; Heb 3:7-10, 12-15.) Una vez que la persona ha llegado a ese extremo por decisión propia, las consecuencias de su derrotero pueden predeterminarse y predecirse sin violentar su derecho a ejercer libre albedrío y sin que se haga injusticia. (Compárese con Job 34:10-12.)
El caso del fiel Abrahán, que ya se ha examinado, ilustra bien estos principios. Un caso opuesto fue el del insensible Faraón del éxodo. Jehová previó que no autorizaría la salida de los israelitas “salvo por una mano fuerte” (Éx 3:19, 20), y predeterminó la plaga que resultaría en la muerte de su primogénito. (Éx 4:22, 23.) A menudo se ha interpretado mal la consideración que hace el apóstol Pablo de cómo actuó Dios con el Faraón, como si Dios endureciese el corazón de las personas arbitrariamente, conforme a su propósito predeterminado, sin tomar en cuenta la inclinación o actitud de corazón que esas personas hayan tenido antes. (Ro 9:14-18.) Según muchas traducciones, Dios advirtió a Moisés que ‘endurecería el corazón [del Faraón]’. (Éx 4:21; compárese con Éx 9:12; 10:1, 27.) No obstante, algunas versiones traducen el relato bíblico de manera que diga: “Yo dejaré que a él se le haga obstinado el corazón” (NM); “Yo permitiré que quede endurecido [“dejaré se endurezca”; BC, nota] su corazón” (CJ). De igual manera, el apéndice de la traducción al inglés de Rotherham muestra que en hebreo a menudo se presentan las circunstancias o el permiso de un suceso como si fueran la causa del mismo, y que incluso mandatos positivos han de aceptarse ocasionalmente con tan solo el sentido de permiso”. Por ejemplo, el texto hebreo original dice en Éxodo 1:17 que las parteras “hacían que los niños varones vivieran”, cuando la realidad era que, al no darles muerte, les permitían vivir. Después de citar como apoyo a los doctos hebreos M. M. Kalisch, H. F. W. Gesenius y B. Davies, Rotherham comenta que el sentido hebreo de los textos relacionados con el Faraón es que “Dios permitió que Faraón endureciera su corazón —le dejó permanecer—, le dio la oportunidad, la ocasión, de que saliera la iniquidad que había en él. Eso es todo”. (The Emphasised Bible, apéndice, pág. 919; compárese con Isa 10:5-7.)
Un hecho que corrobora este punto de vista es que el propio registro bíblico indica claramente que fue el propio Faraón quien “endureció su corazón”. (Éx 8:15, 32, Val; “hizo insensible su corazón”, NM.) De modo que actuó según su voluntad y siguió su inclinación terca, lo que condujo a unos resultados que Jehová ya había previsto y predicho con exactitud. Las repetidas oportunidades que Jehová dio a Faraón le obligaron a tomar decisiones, y a medida que las tomaba, iba endureciendo su actitud. (Compárese con Ec 8:11, 12.) Como lo muestra el apóstol Pablo al citar Éxodo 9:16, Jehová permitió que la situación tomara este curso a lo largo de las diez plagas para poner de manifiesto Su poder y hacer que Su nombre se conociera por toda la Tierra. (Ro 9:17, 18.)
¿Predestinó Dios a Judas para que traicionara a Jesús de modo que se cumpliese la profecía? El proceder traidor de Judas Iscariote cumplió profecía divina y demostró la presciencia de Jehová, así como también la de su Hijo. (Sl 41:9; 55:12, 13; 109:8; Hch 1:16-20.) No obstante, no puede afirmarse que Dios predeterminó o predestinó específicamente a Judas para que siguiera tal proceder. Las profecías habían predicho que uno de los asociados íntimos de Jesús lo traicionaría, pero no especificaron cuál de ellos sería. También en este caso los principios bíblicos excluyen la posibilidad de aducir que Dios predestinó el comportamiento de Judas. El apóstol Pablo mencionó la siguiente norma divina: “Nunca impongas las manos apresuradamente a ningún hombre; ni seas partícipe de los pecados ajenos; consérvate casto”. (1Ti 5:22; compárese con 3:6.) Jesús se interesó en seleccionar sabiamente y con el debido rigor a sus doce apóstoles, pues antes de dar a conocer su decisión, pasó toda una noche orando a su Padre. (Lu 6:12-16.) Si hubiera estado predestinado que Judas fuese un traidor, la guía de Dios hubiese sido inconsecuente y, según su propia norma, se hubiese hecho partícipe de los pecados que Judas cometió.
Por consiguiente, se desprende que cuando se seleccionó a Judas para ser apóstol, su corazón aún no daba indicios de tener una actitud traicionera. Él permitió que ‘brotara una raíz venenosa’ y lo contaminara, de modo que se desvió y que aceptó la dirección del Diablo en lugar de la de Dios, lo que le llevó al robo y la traición. (Heb 12:14, 15; Jn 13:2; Hch 1:24, 25; Snt 1:14, 15; véase JUDAS núm. 4.) Cuando su desviación llegó a un determinado punto, Jesús mismo pudo leer el corazón de Judas y predecir su traición. (Jn 13:10, 11.)
Es verdad que en Juan 6:64, después de indicar que algunos discípulos habían tropezado debido a ciertas enseñanzas de Jesús, leemos que “Jesús supo desde el principio [“desde el primer momento” (LT); “desde un principio” (FF)] quiénes eran los que no creían y quién era el que lo traicionaría”. Si bien la palabra “principio” (gr. ar·kjé) se usa en 2 Pedro 3:4 para referirse al comienzo de la creación, también puede hacer alusión a otras ocasiones. (Lu 1:2; Jn 15:27.) Por ejemplo, cuando el apóstol Pedro dijo que el espíritu santo se había derramado sobre los gentiles “así como también había caído sobre nosotros en el principio”, obviamente no se refería al comienzo de su discipulado o de su apostolado, sino a un momento importante de su ministerio, a saber, el día del Pentecostés de 33 E.C., “el principio” del derramamiento del espíritu santo con un propósito determinado. (Hch 11:15; 2:1-4.) En consecuencia, es de interés notar el comentario que se hace en el Commentary on the Holy Scriptures sobre Juan 6:64: “Principio [...] no significa de manera metafísica desde el principio de todas las cosas [...], ni desde el principio de conocer Él [Jesús] a cada uno [...], ni desde el principio de congregar Él a los discípulos en torno de sí, ni desde el principio de Su ministerio mesiánico [...], sino desde los primeros gérmenes secretos de incredulidad [que hicieron tropezar a algunos discípulos]. Con relación a esto Él conoció al que lo traicionaría desde el principio” (de Lange, traducción y edición de P. Schaff, 1976, pág. 227; compárese con 1Jn 3:8, 11, 12).
La predeterminación del Mesías. Jehová Dios preconoció y predeterminó los sufrimientos, muerte y resurrección del Mesías. (Hch 2:22, 23, 30, 31; 3:18; 1Pe 1:10, 11.) La realización de lo que Dios había predeterminado por su presciencia dependía en parte de Su propio poder y de las acciones de algunos hombres (Hch 4:27, 28), que se prestaron voluntarios a la influencia del adversario de Dios, Satanás el Diablo. (Jn 8:42-44; Hch 7:51-54.) No obstante, así como los cristianos del tiempo de Pablo ‘no estaban en ignorancia de los designios de Satanás’, Dios podía prever los deseos y recursos inicuos que el Diablo idearía en contra de Jesucristo, el Ungido de Dios. (2Co 2:11.) Además, Dios podía emplear su poder a fin de deshacer u obstaculizar cualquier ataque contra el Mesías que no se ajustara al tiempo y la manera señalados en la profecía. (Compárese con Mt 16:21; Lu 4:28-30; 9:51; Jn 7:1, 6-8; 8:59.)
Las palabras de Pedro en cuanto a que Cristo, como el Cordero de sacrificio de Dios, había sido “preconocido antes de la fundación [una forma del término griego ka·ta·bo·lé] del mundo [kó·smou]”, son interpretadas por los defensores de la predestinación en el sentido de que Dios ejerció tal presciencia antes de la creación de la humanidad. (1Pe 1:19, 20.) La palabra griega ka·ta·bolé, traducida “fundación”, tiene el sentido literal de “lanzamiento hacia abajo”, y puede referirse a ‘la concepción de descendencia’, como en Hebreos 11:11. Aunque el que Dios creara a la primera pareja humana fue la “fundación” de un mundo de la humanidad, como se muestra en Hebreos 4:3, 4, esa pareja perdió después la posición que tenían como hijos de Dios. (Gé 3:22-24; Ro 5:12.) No obstante, por la bondad inmerecida de Dios, se les permitió concebir descendencia y producir prole, y de uno de sus hijos la Biblia dice específicamente que se ganó el favor de Dios y se colocó en condición de ser redimido y salvado, a saber, Abel. (Gé 4:1, 2; Heb 11:4.) Es digno de mención que en Lucas 11:49-51 Jesús hace alusión a “la sangre de todos los profetas vertida desde la fundación del mundo” y pone esto en paralelo con las palabras “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías”. Así que Jesús relacionó a Abel con la “fundación del mundo”.
El Mesías o el Cristo habría de ser la prometida Descendencia por medio de la que se bendecirían todas las personas justas de todas las familias de la Tierra. (Gál 3:8, 14.) La primera vez que se mencionó esa “descendencia” fue después de la rebelión en Edén y antes del nacimiento de Abel. (Gé 3:15.) Esto fue más de cuatro mil años antes de que se revelara inequívocamente que el “secreto sagrado” era la “descendencia” o simiente mesiánica. Por lo tanto, puede decirse sin lugar a dudas que ese “secreto” fue “guardado en silencio por tiempos de larga duración”. (Ro 16:25-27; Ef 1:8-10; 3:4-11.)
A su tiempo debido, Jehová Dios asignó a su propio Hijo primogénito para que cumpliera el papel profético de la “descendencia” y llegara a ser el Mesías. No hay nada que muestre que ese Hijo estuviera predestinado a desempeñar esa función aun antes de su creación o de que estallara la rebelión en Edén. El que con el tiempo Dios lo escogiera para que se encargara de cumplir las profecías tampoco se hizo sin que hubiera una base previa. El período de íntima asociación entre Dios y su Hijo antes de que este fuera enviado a la Tierra indudablemente resultó en que Jehová lo ‘conociera’ a tal grado que pudiera estar seguro de que cumpliría fielmente las promesas y los cuadros proféticos. (Compárese con Ro 15:5; Flp 2:5-8; Mt 11:27; Jn 10:14, 15; véase JESUCRISTO - [Probado y perfeccionado].)
Predeterminación de los ‘llamados y escogidos’. Todavía quedan por explicar los textos que tratan acerca de aquellos cristianos que han sido “llamados” o “escogidos”. (Jud 1; Mt 24:24.) Se dice que son “escogidos según la presciencia de Dios” (1Pe 1:1, 2), ‘escogidos antes de la fundación del mundo’, ‘predeterminados a la adopción como hijos de Dios’ (Ef 1:3-5, 11), ‘elegidos desde el principio para la salvación y llamados a este mismo destino’. (2Te 2:13, 14.) El sentido de estos textos depende de que se refieran a la predeterminación de ciertas personas individuales o de que hablen de la predeterminación de una clase de personas, a saber, la congregación cristiana, el “solo cuerpo” (1Co 10:17) de los que serán coherederos con Cristo Jesús en su Reino celestial. (Ef 1:22, 23; 2:19-22; Heb 3:1, 5, 6.)
En caso de que estas palabras aplicaran a individuos específicos que han sido predeterminados a la salvación eterna, querrían decir que esas personas nunca podrían resultar infieles ni fallar en su llamada, puesto que la presciencia de Dios en su caso no podría resultar inexacta y el que Él los predeterminara a cierto destino jamás podría fracasar o ser frustrado. No obstante, los mismos apóstoles a los que se inspiró para escribir las palabras supracitadas mostraron que algunos que fueron ‘comprados’ y ‘santificados’ por la sangre del sacrificio de rescate de Cristo y que habían “gustado la dádiva gratuita celestial” y habían “llegado a ser participantes de espíritu santo [...] y los poderes del sistema de cosas venidero” apostatarían sin posibilidad de arrepentimiento, y así se acarrearían destrucción. (2Pe 2:1, 2, 20-22; Heb 6:4-6; 10:26-29.) Los apóstoles instaron unidamente a aquellos a quienes escribieron: “Hagan lo sumo por hacer seguros para sí su llamamiento y selección; porque si siguen haciendo estas cosas no fracasarán nunca”, y: “Sigan obrando su propia salvación con temor y temblor”. (2Pe 1:10, 11; Flp 2:12-16.) Es obvio que Pablo, quien fue “llamado a ser apóstol de Jesucristo” (1Co 1:1), no se consideró como persona predestinado a la salvación eterna, puesto que habla de sus vigorosos esfuerzos por tratar de alcanzar “la meta para el premio de la llamada hacia arriba por Dios” (Flp 3:8-15) y también expresa su preocupación de ‘no llegar a ser desaprobado de algún modo’. (1Co 9:27.)
De manera similar, el que se les conceda “la corona de la vida” está sujeto a que permanezcan fieles bajo pruebas hasta la mismísima muerte (Apo 2:10, 23; Snt 1:12); en caso contrario, pueden perder la corona de su correinado con el Hijo de Dios. (Apo 3:11.) El apóstol Pablo expresó su confianza en que tendría “reservada la corona de la justicia” solo después de tener la certeza de que se acercaba el fin de su vida, cuando casi había “corrido la carrera hasta terminarla”. (2Ti 4:6-8.)
Por otra parte, si se entiende que los textos citados antes aplican a una clase, es decir, a la congregación cristiana o “nación santa” de los llamados considerada en conjunto (1Pe 2:9), entonces significan que Dios preconoció y predeterminó que llegaría a existir dicha clase (pero no qué personas específicas la formarían). En ese caso, también querrían decir que Él prescribió o predeterminó, según su propósito, el “modelo” al que tendrían que conformarse los que, a su debido tiempo, fueran llamados para ser miembros de ella. (Ro 8:28-30; Ef 1:3-12; 2Ti 1:9, 10.) Dios también predeterminó qué obras se esperaría que estos llevaran a cabo, así como el hecho de que serían probados debido a los sufrimientos que el mundo les causaría. (Ef 2:10; 1Te 3:3, 4.)
Sobre los textos que hablan de los ‘nombres escritos sobre el rollo de la vida’, véase NOMBRE.
Fatalismo y predestinacianismo. Los pueblos paganos de la antigüedad, entre ellos los griegos y los romanos, creían que los dioses predeterminaban el destino de una persona, en particular la duración de su vida. La mitología griega atribuía el control de los destinos del hombre a tres deidades: Cloto (la hilandera), que hilaba la trama de la vida; Láquesis (la que da a cada uno su lote), que determinaba la duración de la vida, y Átropo (la inflexible), que ponía fin a la vida de una persona cuando se cumplía su tiempo. Los romanos también tuvieron una tríada similar.
Según el historiador judío Josefo (siglo I E.C.), los fariseos procuraron conciliar el concepto del destino con su creencia en Dios y el principio del libre albedrío que Dios otorgó al hombre. (La Guerra de los Judíos, libro II, cap. VIII, sec. 14; Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. I, sec. 3.) En la obra The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, se hace el siguiente comentario: “Antes de Agustín [siglos IV y V E.C.] no hubo en el cristianismo un desarrollo serio de la teoría de la predestinación”. Y la Encyclopædia of Religion and Ethics, de Hastings, 1919, vol. 10, pág. 231) dice a este respecto que los “padres de la Iglesia” anteriores a Agustín —entre ellos Justino, Orígenes e Ireneo— “no tuvieron conocimiento alguno del concepto de la predestinación incondicional; enseñaron el principio del libre albedrío”. Al refutar las doctrinas propias del gnosticismo, estos “padres de la Iglesia” por lo general se apoyaron en la creencia de que la facultad del libre albedrío era “la característica distintiva de la personalidad humana, la base de su responsabilidad moral, un don divino que le permitía al hombre optar por hacer las cosas que agradan a Dios”, y hablaron de “la autonomía del hombre ante Dios, cuyo consejo no le constreñía”. (The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, edición de S. Jackson, 1957, vol. 9, págs. 192, 193.)
Manera habitual de manifestar el dolor los judíos, así como otros orientales, en particular al enterarse del fallecimiento de algún familiar. Por lo general, esta acción consistía en rasgar la vestidura por su parte delantera hasta dejar el pecho al descubierto, pero raras veces se rasgaba por completo de tal modo que no pudiera llevarse.
Esta costumbre se menciona por primera vez en la Biblia en el caso de Rubén, el hijo mayor de Jacob, que al volver a la cisterna y no hallar a José, rasgó sus vestiduras y dijo: “¡El niño ha desaparecido! Y yo... ¿adónde realmente he de ir yo?”. Por ser el primogénito, era especialmente responsable de su hermano menor. De igual manera, Jacob también rasgó sus mantos y se vistió con tela de saco en señal de duelo una vez que se le informó de la supuesta muerte de su hijo. (Gé 37:29, 30, 34.) En Egipto, los medio hermanos de José exteriorizaron su dolor rasgando sus vestiduras cuando se hizo que Benjamín pareciese un ladrón. (Gé 44:13.)
En cambio, cuando Jehová mató a los dos hijos mayores de Aarón, Nadab y Abihú, debido a su iniquidad, Moisés ordenó a Aarón y a sus otros dos hijos: “No vayan a dejar sus cabezas desaseadas, y no deben rasgar sus prendas de vestir, para que no mueran ustedes”. (Le 10:6.) Sin embargo, en otras ocasiones se permitía que los sacerdotes de menor rango del linaje de Aarón manifestaran su dolor de esta manera cuando fallecía un pariente cercano, pero el sumo sacerdote no podía dejar su cabello desaseado ni rasgar sus vestiduras. (Le 21:1-4, 10, 11.)
Las Escrituras mencionan numerosos ejemplos de esta expresión de dolor: Job rasgó su vestidura sin mangas cuando se le comunicó la muerte de sus hijos (Job 1:20); sus tres supuestos amigos fingieron compadecerse de él llorando, rasgando su ropa y lanzando polvo al aire cuando vieron por primera vez su desgracia (Job 2:12); Josué, tras la derrota en Hai (Jos 7:6); el joven que anunció la muerte de Saúl (2Sa 1:2); David, cuando se le dio la falsa noticia de que Absalón había asesinado a todos sus demás hijos (2Sa 13:30, 31), y el rey Ezequías y sus siervos, que rasgaron sus vestiduras al oír las palabras del asirio Rabsaqué contra Jehová y Jerusalén (Isa 37:1; 36:22). Cuando la reina Atalía vio que se acercaba el fin de su usurpación del trono, también “rasgó sus prendas de vestir y se puso a gritar: ‘¡Conspiración! ¡Conspiración!’”. (2Re 11:14.)
En el momento más sombrío de la historia de Judá, la insensibilidad de los corazones del rey Jehoiaquim y sus príncipes quedó patente en el hecho de que no sintieron pavor, ni “rasgaron sus prendas de vestir” cuando se les leyó la profecía de Jeremías, que advertía de los juicios de Jehová. (Jer 36:24.)
No obstante, con el fin de mostrar que esta manifestación exterior de dolor puede ser hipócrita o, al menos, carecer de sinceridad, y que no tiene ningún valor a no ser que el dolor sea genuino, Jehová dirigió las siguientes palabras al pueblo de Judá por medio del profeta Joel: “Rasguen su corazón, y no sus prendas de vestir; y vuelvan a Jehová su Dios”. (Joe 2:13.)
Tiempo después, el sumo sacerdote Caifás aparentó enorme indignación al rasgar sus vestiduras cuando Jesús admitió que era el Hijo de Dios. (Mt 26:65.) Su actitud contrasta con la de Pablo y Bernabé, seguidores cristianos de Jesús, que rasgaron sus prendas en señal de auténtica consternación y angustia cuando vieron que la gente de Listra los había tomado por dioses y estaban a punto de adorarlos. (Hch 14:8-18.)
La Ley exigía que los leprosos llevaran una vestidura rasgada (Le 13:45), quizás porque los judíos asociaban la lepra con la muerte, como se refleja en el relato de Míriam, en el que se dice que ella se hallaba “como alguien que está muerto” tras haber sido herida con esta temida enfermedad. (Nú 12:12.) De modo que el leproso estaba obligado a llevar ropa distintiva, como si estuviese de duelo por sí mismo, pues, en cierto modo, era un “muerto viviente”.
Uso simbólico. La ropa también podía rasgarse por razones simbólicas, como cuando el profeta Ahíya rasgó en doce trozos la prenda que llevaba puesta y dijo a Jeroboán que tomase diez de ellos, y así representó la división del reino de Salomón. (1Re 11:29-39.) Asimismo, Samuel ilustró que Jehová rechazaba la casa de Saúl haciendo referencia a su prenda de vestir sin mangas que se rasgó cuando la agarró Saúl. (1Sa 15:26-28.)
La palabra hebrea que se traduce “seducido” significa fundamentalmente “abrir, expandir”. Es conmovedor contemplar los cielos estrellados y la Luna radiante. Pero los vecinos de Job adoraban la Luna como símbolo de la fertilidad. A menudo seductoras orgías sexuales formaban parte de la adoración de la Luna. Si Job hubiera pensado constantemente en tales orgías, su ‘mano hubiera procedido a besar su boca’ en un acto de adoración. Su corazón pudiera haberse hecho más liberal y permisivo, hasta el punto en que la idolatría no hubiera parecido tan mala. Pero se dio cuenta de ello. (Job 31:26-28.) (w83 15/5 5)
Fascinación o atracción de una cosa o una persona que provoca su deseo o su afecto. La seducción es el acto de seducir, de inducir y persuadir a alguien con el fin de modificar su opinión o hacerle adoptar un determinado comportamiento según la voluntad del que seduce. Aunque suele emplearse para referirse a intentos de conseguir interacciones de tipo sexual, se emplea también en español para referirse a intentos de atraer, físicamente o a una opinión.
El término puede tener una connotación positiva o negativa, según se considere mayor o menor cantidad de engaño. Etimológicamente, "seducir" proviene del latín seductio, (acción de apartar). Y según el DRAE, en su primer acepción, seducir es "engañar con arte y maña", aunque al tratarse de un término tan emocional cada autor ha acuñado su propio término.
Los sonidos pronunciados por las personas al hablar, cantar, etc., así como los emitidos por animales, se designan en las Escrituras con la palabra hebrea qohl, su equivalente arameo qal y la palabra griega fö·në. (Gé 3:8, 10; 21:17; Job 4:10; Da 4:31; Mt 27:46.) Además de “voz”, qohl también puede significar “trueno”, “sonido”, “ruido”, “noticias”, etc. (Gé 45:16; Éx 9:28; 20:18; 32:17.) De manera similar, fö·në también puede tener significados como “sonido”, “grito”, “sonido del habla” y “soplo”, además de “voz”. (Jn 3:8; Hch 19:34; 1Co 14:10, 11; Heb 12:26; Apo 8:13.)
Personas celestiales. El apóstol Pablo habla de “las lenguas de los hombres y de los ángeles”, lo que indica que los espíritus tienen idioma y habla. (1Co 13:1.) A los ángeles y al mismo Jehová Dios se les ha oído hablar de manera audible y entendible para los hombres. Pero no hay que suponer que así es como se comunican unos con otros en los cielos, pues se necesita una atmósfera como la que existe alrededor de la Tierra para propagar las ondas sonoras de la voz que el oído humano puede oír y entender.
En las ocasiones en las que Dios o los ángeles hablaron con una voz audible al oído humano, debió producirse una transformación de su habla en ondas sonoras, igual que se requirió una transformación para que algunos ángeles se aparecieran a la vista del hombre, bien materializándose o bien transmitiendo a la mente humana una imagen óptica. En la actualidad, los científicos pueden tomar la emisión de ondas sonoras de la voz de una persona y convertirla en impulsos eléctricos de manera que pueda transmitirse a un receptor, que a su vez puede transformar esos impulsos de nuevo en sonidos parecidos a la voz de la persona.
¿Ha oído algún humano la voz de Dios mismo? En tres ocasiones el registro bíblico presenta a Jehová hablando a los humanos audiblemente: 1) en el bautismo de Jesús (29 E.C.), cuando Jehová dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. Tanto Jesús como Juan el Bautista oyeron esta voz (Mt 3:17; Mr 1:11; Lu 3:22); 2) en la transfiguración de Jesús (32 E.C.), mientras estaban presentes los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, cuando se pronunciaron prácticamente las mismas palabras (Mt 17:5; Mr 9:7; Lu 9:36); 3) en el año 33 E.C., un poco antes de la última Pascua de Jesús, cuando, al responder a la solicitud de Jesús de que Dios glorificase su nombre, una voz desde el cielo dijo: “Lo glorifiqué, y también lo glorificaré de nuevo”. La muchedumbre pensaba que tronaba o que un ángel le había hablado a Jesús. (Jn 12:28, 29.)
En esas ocasiones Jehová Dios mismo se puso de manifiesto mediante sonidos audibles de voz comprensibles para sus siervos. Parece ser que en el último relato citado la muchedumbre no entendió la voz con claridad, pues algunos la compararon a un trueno. No obstante, resulta obvio que en tales ocasiones era Jehová el que hablaba, pues las declaraciones tenían que ver con Jesús, el propio hijo de Dios, que estaba más cerca del Padre que cualquier otra criatura. (Mt 11:27.)
Jesús dijo a un grupo de judíos no creyentes, alrededor del tiempo de la Pascua del año 31 E.C.: “También, el Padre que me envió ha dado testimonio él mismo acerca de mí. Ustedes ni han oído su voz en ningún tiempo ni visto su figura; y no tienen su palabra permaneciendo en ustedes, porque al mismísimo que él despachó no creen”. (Jn 5:37, 38.) Esta muchedumbre incrédula nunca había oído la voz de Dios, y ni siquiera obedecían su palabra o el testimonio obvio que recibieron mediante el apoyo que Dios dio a las obras de Jesús. Además, según parece, solo Jesús y Juan el Bautista habían oído la voz de Jehová, pues aún no se habían producido las dos ocasiones posteriores.
La referencia bíblica a la “voz” de Jehová a veces se refiere al carácter imperativo de su mandato, como en la expresión “la voz del Dios Omnipotente”. (Eze 10:5, Val.)
★¿En qué tres ocasiones habló Dios a oídos de Jesús y otros hombres?
Voces angélicas. En otras ocasiones en las que se dijo que Dios ‘habló’, fueron ángeles los que hablaron en representación suya. Hubo ángeles que representaron a Dios al hablar a Moisés en el monte Horeb y al pueblo de Israel congregado cerca del pie de la montaña. (Éx 34:4-7; 20:1-17; Gál 3:19.) En ocasiones, estos ángeles no se presentaron en apariencia o forma visible, como cuando la voz vino de la montaña que temblaba y humeaba. (Éx 20:18, 19; Dt 4:11, 12; Heb 12:18, 19.) A veces se aparecían en visión (Da 8:1, 15, 16; Apo 14:15-18), y en otras ocasiones se materializaron en forma humana para llevar mensajes hablados a los hombres. (Gé 18:1-3, 20; 19:1; Jos 5:13-15.)
Oír la voz de Dios. El ‘oír la voz de Dios’ no significa necesariamente oír una voz literal, audible. Más a menudo significa reconocer y oír con obediencia lo que Dios ha hecho que se escriba en su Palabra y que se transmita por medio de sus representantes terrestres. (1Jn 2:3, 4.) De modo que la palabra “voz” puede utilizarse para referirse a “toda expresión que sale de la boca de Jehová”, es decir: sus mandatos presentados a las personas, sea verbalmente por Dios mismo, por ángeles o por hombres, o mediante escritos inspirados. (Sl 103:20; Mt 4:4; véase OBEDIENCIA.)
Oír la voz de Jesús. Jesucristo se refirió a sí mismo como el “pastor excelente” cuyas ovejas “escuchan su voz, [...] y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. [...] No conocen la voz de los extraños”. (Jn 10:2-5, 11.) Los que son las “ovejas” de Cristo “conocen” su voz en el sentido de que reconocen y admiten como verdad lo que Cristo dice según se registra en la Biblia. Rehúsan admitir la enseñanza de ‘extraños’, falsos pastores. “Escuchan” su voz en el sentido de que obedecen sus mandatos según se enuncian en las Escrituras. (Jn 15:10, 15.) Puesto que Cristo Jesús es el Principal Representante de Dios, que siempre escucha la voz de Jehová y habla lo que Jehová manda, el que sigue a Cristo estará en unión con Jehová. (Jn 5:19; 1Jn 2:6.)
La voz del resucitado Jesucristo. Tras su resurrección y ascensión, Cristo se apareció a Saulo de Tarso (quien luego sería el apóstol Pablo) y le habló en una voz que él entendió, pero que los hombres que le acompañaban no entendieron. (Hch 9:1-9; 22:6-11; 26:12-18.) En Hechos 9:7 el relato dice que los hombres que estaban con Saulo oyeron “una voz [“el sonido, o ruido”, Mod, nota; “sonido de voz”, TA; véanse también las notas de BAS; Ga; NTI; Str; Val, 1989]”. El que en este texto se emplee fö·nés, que es el genitivo de fö·né, comunica la idea de captar el sonido de la voz. Esto puede entenderse como que los hombres solo oyeron el sonido de la voz, pero que no entendieron lo que decía. Cuando Pablo después relató la experiencia, dijo que los hombres “no oyeron la voz del que me hablaba”. (Hch 22:9.) En este relato se utiliza el caso acusativo (objetivo) fö·nén, que comunica el sentido de que aunque se registró en sus oídos el sonido, no oyeron la voz, las palabras claramente articuladas y entendibles, como fue el caso de Saulo, a quien Cristo estaba hablando.
Cuando el apóstol Pablo escribió a la congregación de Tesalónica en cuanto al recogimiento de los santos ungidos de Dios, dijo: “El Señor [Jesucristo] mismo descenderá del cielo con una llamada imperativa, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”. (1Te 4:16.) El término “arcángel” significa “ángel jefe” o “ángel principal”. La expresión “voz de arcángel” empleada por Pablo llama la atención al carácter autoritativo de la voz de Jesús. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, reveló la autoridad que Dios le había conferido, al decir: “Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha concedido también al Hijo el tener vida en sí mismo. Y le ha dado autoridad para hacer juicio, por cuanto es Hijo del hombre. [...] Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Jn 5:26-29.)
Uso de la voz humana. Puesto que la voz y el lenguaje son un don de Dios, deberían utilizarse para alabarle a Él. Esto puede hacerse hablando “las cosas magníficas de Dios”, edificando a otros con información de la Palabra de verdad de Dios o mediante canciones de alabanza y acción de gracias. (Hch 2:11; Sl 42:4; 47:1; 98:5; Ef 5:19; Col 3:16.)
Dios escucha la voz de sus siervos. Los que sirven a Dios con espíritu y con verdad pueden invocar a Dios con la seguridad de que Él oye su voz, sin importar el idioma en el que lo invoquen. Además, aunque no se utilice la voz literal y se haga la petición a Dios en silencio, Él, que conoce el corazón de los hombres, “oye” o presta atención. (Sl 66:19; 86:6; 116:1; 1Sa 1:13; Ne 2:4.) Dios oye a los afligidos que claman a Él por ayuda, y también oye la voz y conoce las intenciones de los hombres que se oponen a Él y traman maldad contra Sus siervos. (Gé 21:17; Sl 55:18, 19; 69:33; 94:9-11; Jer 23:25.)
Las cosas inanimadas. Muchas de las numerosas creaciones de Dios carecen de voz. Pero la palabra hebrea qohl (voz; sonido) se utiliza con respecto al testimonio que estas cosas mudas dan de la majestad de su Creador. (Sl 19:1-4.) Se dice en un sentido personificado que la sabiduría sigue “dando su voz” en las plazas públicas, pues está disponible a todos los que la buscan, y Dios ha hecho que la sabiduría se proclame ante todos a fin de que no haya excusa para el que no escuche. (Pr 1:20-30.)
Uso figurado. La angustia de los habitantes de Jerusalén frente al ataque babilonio se compara con la voz angustiada de una mujer enferma, y “la voz de la hija de Sión” se asemeja a la de una mujer que da a luz su primer hijo. (Jer 4:31.) El enemigo reduciría a Jerusalén a una condición tan baja, que cualquier expresión suya subiría desde su posición degradada como si subiera del polvo, y sería como la voz grave de un médium espiritista. (Isa 29:4.) Por medio del profeta Jeremías, Dios también profetizó que los babilonios conquistarían Egipto, e irían en tropel como cortadores de leña para talarlo. Egipto yacería en el suelo profundamente humillado, llorando en tono bajo y gimiendo, con su “voz” baja como la de una serpiente que silba en retirada. (Jer 46:22.)