Herramientas y Utensilios |
Bolsa por lo general hecha de cuero que llevaban al hombro, entre otros, los viajeros, pastores y agricultores. Se empleaba para llevar alimento, ropa y otras provisiones; no obstante, no ha de confundirse con una bolsa más pequeña que se llevaba al cinto para las monedas de oro, plata y cobre. (Mt 10:9; Mr 6:8.) Es muy probable que la “bolsa de pastor” de David fuera una alforja del tipo de la que antes se ha descrito. (1Sa 17:40.) Cuando Jesucristo envió a sus seguidores a predicar en Israel, primero a los doce apóstoles y luego a los setenta discípulos, les dijo que no llevaran alforjas. (Mt 10:5, 9, 10; Lu 9:3; 10:1, 4.) Jehová se encargaría de que sus necesidades fuesen cubiertas por medio de la generosidad de sus coterráneos, entre los cuales la hospitalidad era una costumbre. Justo antes de su muerte, Jesús indicó que, como resultado de la oposición oficial, las circunstancias cambiarían, por lo que les dijo a sus discípulos que llevaran tanto bolsa como alforja. Sin embargo, deberían continuar buscando primero el reino de Dios y no inquietarse por las necesidades materiales. De esa manera mostrarían su confianza en que Jehová Dios cuidaría de ellos en el ejercicio de su ministerio. (Lu 22:35, 36; Mt 6:25-34.)
Utensilio delgado, con punta afilada en un extremo y un orificio u ojo en el otro; se usa para coser con hilo (o a veces con tiras de cuero) y para bordar. (Éx 28:6; 35:34, 35; Ec 3:7; Lu 5:36.) Aunque se han descubierto agujas de hueso en lugares antiguos, así como algunas de marfil, por lo general se usaban agujas de bronce, muy similares a las actuales. En Palestina se han hallado agujas de bronce cuya longitud oscila entre unos 4 y 14 cm., mientras que algunas agujas encontradas en Egipto, también de bronce, tienen de 8 a 9 cm. de longitud.
¿Un camello por el ojo de una aguja?
Cuando Jesús hablaba con un hombre rico (Lu 18:18-30), quedó muy decepcionado de él, pues amaba por sobre todas las cosas sus riquezas. Entonces Jesús dijo: "Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios" (Lu 18:25). Pero, ¿qué significan aquellas palabras? Existen tres grandes explicaciones para interpretar las palabras de Jesús. La primera es que "ojo de una aguja" es una referencia a una puerta pequeña que se hallaba en otra puerta mucho más grande en la entrada de la ciudad. La puerta grande se abría para que pasaran los mercaderes y los animales, mientras que la pequeña se abría sólo para los caminantes. Por lo tanto, por la puerta pequeña o "aguja" no podían pasar animales grandes, incluyendo los camellos. Otros han sugerido que, además de la puerta pequeña, también se trataría de un pasillo lleno de curvas. Sería muy difícil que un camello pasase por el ojo de una aguja. Cualquiera de las dos opciones, ninguna tiene fundamento histórico que la respalde. La segunda se refiere al significado de la palabra "camello". Para muchos, la palabra aramea "gamla" significaba "soga" como "camello". Se trataba de una soga que se usaba para amarrar los barcos a los muelles. Además, la palabra griega "kamelos" (camello) es muy similar a la palabra griega "kamilos" (soga). Los traductores habrían obviado su uso en tiempos bíblicos y la habrían traducido como "camello". De cierta manera, una soga de tal grosor jamás podría pasar por el ojo de una aguja. Sin embargo, tampoco es muy claro su respaldo en el idioma griego. Mientras que la tercera explicación es la más literal. La ridícula imagen de que un camello podría pasar por el ojo de una aguja sería una expresión hebrea usada por Jesús. Los judíos también usaban la expresión "pasar un elefante por el ojo de una aguja" (Talmud). Cualquiera de las interpretaciones sea la correcta, las palabras de Jesús deben ser tratadas como una hipérbole, es decir, una exageración de una escena para explicar lo difícil que sería para una persona que ame las riquezas entrar en el reino de Dios. |
La palabra hebrea mezam·mé·reth, traducida “despabiladeras” (Mod, VP), “cuchillos” (BJ) y “apagadores” (NM), se deriva de una raíz (za·már) que significa “recortar; podar”, de ahí que algunos crean que con ella se hace referencia a unos utensilios semejantes a tijeras destinados a despabilar las mechas de las lámparas. No obstante, todo lo que se sabe a ciencia cierta de estos utensilios es que estaban hechos de oro o de cobre y que se usaban en los servicios del templo. (1Re 7:50; 2Re 12:13; 25:14; 2Cr 4:22; Jer 52:18.)
Vasija en forma de cuenco con poca profundidad y por lo general portátil. Solía ser de madera, pero a veces se hacía de barro o de bronce. En este recipiente se mezclaba la harina con el agua a fin de hacer la masa. Cuando se preparaba pan leudado, por lo común se leudaba la masa introduciendo parte del fermento guardado de la hornada anterior, y se dejaba subir en la artesa antes de cocerla. (Gé 18:6; 1Sa 28:24.) El método usual consistía en amasar la mezcla con las manos, aunque los egipcios a veces usaban los pies cuando amasaban en una artesa grande. (Os 7:4.)
El tamaño de la artesa variaba considerablemente. Un tipo de artesa de barro bastante común tenía unos 25 cm. de diámetro y unos 8 cm. de profundidad.
Como el pan era un componente importante de la alimentación hebrea y se hacía con regularidad, la artesa era un artículo doméstico esencial para los israelitas y otros pueblos de la antigüedad. La plaga de ranas que cubrió Egipto, como consecuencia del segundo golpe de Jehová contra aquella tierra en el tiempo de Moisés, entró en las casas y hasta se metió en las artesas. (Éx 8:3.) Cuando más tarde el pueblo israelita huyó de Egipto, “cargó su masa de harina antes que se leudara, con sus artesas envueltas en sus mantos sobre su hombro”. (Éx 12:33, 34.) Por ser la artesa una pieza doméstica tan importante para la preparación del ‘pan de cada día’, es obvio que la bendición de Jehová sobre ella significaba que se garantizaba una cantidad suficiente de alimento en el hogar, mientras que la maldición de la artesa representaba hambre. (Dt 28:1, 2, 5, 15, 17.)
Utensilio que sirve para pesar. En la antigüedad la gente solía emplear una balanza que consistía en una barra horizontal sostenida en su punto medio por un eje o cuerda y de cuyos extremos pendían dos platillos o ganchos. El objeto que se debía pesar se colocaba en un platillo (o se colgaba en un gancho, como en el caso de una pequeña bolsa de dinero) y las pesas conocidas se colocaban en el otro. (Jer 32:10; Isa 46:6; Gé 23:15, 16; Eze 5:1; véase DINERO.) En tiempo de hambre, hasta el alimento podía tener que pesarse con cuidado en una balanza. El jinete del caballo negro del que se habla en Revelación 6:5 sostenía una balanza. La Biblia Comentada (B.A.C., Madrid, 1965, vol. 7, pág. 380) explica que “la balanza de la cual se habla aquí sirve para pesar el pan” y que su significado “no es otro sino el de la carestía y del hambre”.
Jehová mandó a los israelitas que fuesen honrados y usaran balanzas exactas (Le 19:35, 36), pues para Él una balanza defraudadora es algo detestable. (Pr 11:1; 16:11; Eze 45:10.) Las balanzas eran inexactas si los brazos no tenían la misma longitud, y también perdían su precisión si los brazos eran relativamente cortos o gruesos y pesados. En algunas épocas los israelitas usaron tales balanzas fraudulentas (Os 12:7; Am 8:5), y agravaron el engaño usando pesas inexactas: un juego para comprar y otro para vender. (Pr 20:23.)
También se habla de las balanzas en sentido figurado, como cuando Job dijo que ‘pesaran su adversidad en la balanza’. (Job 6:2.) Se enfatiza la pequeñez del hombre terrestre diciendo que la humanidad es más leve en la balanza que una exhalación (Sl 62:9), y se compara a las naciones a una insignificante capa de polvo en la balanza desde el punto de vista de Jehová, de quien se dice que pesa las montañas y las colinas en la balanza. (Isa 40:12, 15.) En ocasiones se utilizó la balanza para representar el juicio justo y ponderado. (Job 31:6; Da 5:27.)
Banco bajo que sirve como descanso o apoyo para los pies cuando alguien está sentado. La palabra hebrea ké·vesch solo aparece una vez en las Escrituras y es con relación al escabel de oro del trono del rey Salomón. (2Cr 9:18.) La expresión hebrea hadhóm ragh·lá·yim (literalmente, “banco de los pies”) aparece seis veces y se usa de modo figurado con referencia al templo (1Cr 28:2; Sl 99:5; 132:7; Lam 2:1), a la Tierra (Isa 66:1) y a los enemigos del Mesías cuando los aplasta el gobierno de este. (Sl 110:1.) Santiago reprende a los que hacen distinción de clases en la congregación, usando la ilustración de un hombre pobre al que se le dice: “Toma tú ese asiento allá debajo de mi escabel”. (Snt 2:3.) Las demás ocasiones en las que aparecen las palabras banquillo o escabel en las Escrituras Griegas Cristianas corresponden a citas o referencias de las Escrituras Hebreas. (Mt 5:35; Hch 7:49; “banquillo para tus [o, sus] pies” en Lu 20:43; Hch 2:35; Heb 1:13; 10:13.)
Especie de saco o talego que usaban tanto los hombres como las mujeres para llevar oro, plata, cobre, dinero acuñado u otros artículos. En algunas ocasiones las mujeres llevaban bolsas de adorno, posiblemente de forma alargada y redondeada. (Isa 3:16, 22; 46:6; Mt 10:9.) Las bolsas primitivas estaban hechas de piel, de juncos entrelazados o de algodón tejido. Tenían forma de saco y se ataban o cerraban por la boca con tiras de cuero u otro tipo de cuerda.
También se habla de la bolsa del cinto (literalmente, “cinto”, gr. zó·në [Mt 10:9; Mr 6:8]), tal vez una especie de faltriquera. Es posible que el cinto tuviera un espacio hueco en el que se podía llevar el dinero o que fuera de tela y con dobleces, en cuyo caso el dinero se guardaba en esos dobleces. ★“Vayan [...] y hagan discpulos” - (cf-Cap.9-Pg.91-§11-13-Foto)
Cuando Jesús mandó a sus setenta discípulos a predicar, probablemente desde Judea, les dijo que no llevasen bolsas. Con estas palabras les indicó que Jehová les proveería lo necesario por medio de sus compañeros israelitas, para quienes la hospitalidad era una costumbre. (Lu 10:1, 4, 7.) Sin embargo, poco antes de su muerte, aconsejó a los apóstoles que llevasen bolsas, pues sabía que a sus discípulos pronto los esparcirían y perseguirían. Debido a la oposición oficial, era posible que incluso las personas que estuviesen a favor del mensaje tuvieran miedo de ayudarlos. Además, pronto tendrían que llevar el mensaje del Reino a las naciones gentiles. Por todo ello, los seguidores de Jesús habrían de estar preparados para satisfacer sus necesidades materiales. (Lu 22:35, 36.)
Con el fin de resaltar el valor sobresaliente de lo espiritual, Jesús instó a sus seguidores a que se hicieran bolsas que no se gastaran, es decir, a que adquirieran tesoro en los cielos. (Lu 12:33.)
La palabra española “saco” se deriva del hebreo saq, un término que en la Biblia se usa sobre todo para denotar la tela de saco (Le 11:32), pero que también se refiere, como en la actualidad, a receptáculos para alimento y grano. (Gé 42:25, 27, 35.) El término hebreo `am·tá·jath (“bolsa”, NM; “saco”, SA; derivado de un verbo que significa “extender” [Isa 40:22]) se emplea en el relato de la visita de los hermanos de José a Egipto, y parece que es sinónimo de saq, aunque quizás describa la forma de la bolsa más bien que el material del que estaba hecha. (Gé 42:27, 28; 43:18-23.)
Cuando se preparaba para enfrentarse a Goliat, David puso cinco piedras en su “bolsa” de pastor (heb. kelí), posiblemente una especie de zurrón que se llevaba cruzado del hombro y que solía estar hecho de pieles de animales no adobadas. (1Sa 17:40, 49.) La palabra hebrea que se usa en este pasaje tiene un significado muy general y normalmente solo significa receptáculo, vasija o utensilio de barro, madera, metal o piel. (Le 6:28; 11:32, 33; Nú 31:20; 1Re 10:21.)
Naamán, el oficial del ejército sirio, le dio al codicioso Guehazí “dos talentos de plata en dos talegas [heb. jari·tím], con dos mudas de prendas de vestir, y dio esto a dos de sus servidores, para que lo llevaran delante de él”. Del texto se desprende que cada talega (ja·rít) podría contener y soportar un talento (c. 34 Kg.) y una muda de prendas de vestir, el máximo que por lo general podría transportar un hombre solo. (2Re 5:23.) Esta es la misma palabra que se usa para referirse a las “bolsas” que llevaban como adornos lujosos las altivas hijas de Sión. (Isa 3:16, 22.)
También estaba la bolsa (heb. kis) que empleaban los comerciantes, que debió ser parecida a la que todavía se usa hoy en los países orientales. A juzgar por las bolsas modernas, las de tiempos bíblicos posiblemente estaban hechas de algodón tejido, juncos flexibles o piel. Los comerciantes llevaban en estas bolsas las pesas que utilizaban en sus transacciones para pesar el grano, los metales preciosos u otros productos. Con referencia a la kis, la ley mosaica recogía un mandato contra las prácticas comerciales fraudulentas: “No debes llegar a tener en tu bolsa dos clases de pesas”. (Dt 25:13.) Mediante su profeta, Jehová preguntó: “¿Puedo ser moralmente limpio con balanzas inicuas y con una bolsa de pesas de piedra engañosas?”. (Miq 6:11; Pr 16:11.) El kis también podía usarse como una “bolsa” para llevar dinero u otros objetos de valor. (Pr 1:13, 14; Isa 46:6.)
La palabra hebrea tseróhr se deriva de un verbo que significa “envolver” (Éx 12:34) y designa un tipo común de receptáculo atado con una cuerda o cordel, ya sea a modo de “atado” (Gé 42:35) o de “bolsa” anudada. (Pr 7:20; Can 1:13.) Parece ser que de este modo ataban el dinero del cofre de las contribuciones del templo, probablemente en cantidades uniformes. (2Re 12:10.) En las transacciones comerciales de cantidades elevadas de dinero que se hacían en tiempos antiguos, a veces se pesaban las monedas y se colocaban en “bolsas” a las que se sellaba el nudo. En ocasiones se hacía pasar la bolsa de una persona a otra como garantía de que contenía la cantidad estipulada. El sello intacto garantizaba la cantidad de plata, oro u otro metal que contenía. Parece ser que Job usó una figura como esta en Job 14:17, cuando le dijo a Dios: “Sellada en una bolsa está mi sublevación, y tú aplicas cola sobre mi error”. Abigail confió en que Jehová ayudaría a David, pues dijo que cuando un enemigo lo persiguiera, su alma resultaría “estar envuelta en la bolsa de la vida con Jehová [su] Dios”. (1Sa 25:29.)
En las Escrituras Griegas Cristianas se hace referencia a la “alforja” (NM) o “morral” (Sd). (Mt 10:10; Lu 9:3.) El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 77) define la palabra griega pé·ra como “una bolsa de piel de los viajeros para contener provisiones”. (Véase ALFORJA.)
En Juan 12:6 y 13:29 muchas versiones dicen que Judas llevaba una “bolsa”; sin embargo, otras vierten la palabra griega glös·só·ko·mon por “caja” (CP, Jn 12:6) o “caja del dinero” (BAS, 1973; NM). Esta palabra denotaba en un principio la caja que se utilizaba para guardar la boquilla de un instrumento de viento, pero con el tiempo llegó a significar una caja pequeña para cualquier fin, como el de guardar dinero. Los traductores de la Septuaginta griega usaron esta palabra con referencia al cofre mencionado en 2 Crónicas 24:8, 10.
Por lo general, recipiente redondo poco profundo levantado del suelo por medio de patas. En él se pone carbón o madera que se va quemando poco a poco, y se emplea como medio de calefacción. La palabra hebrea que se vierte brasero (`aj) es de origen egipcio, lo que permite suponer que el brasero procede de ese país.
Al parecer, en las casas mejor preparadas se hacía el fuego en un brasero en vez de en un hoyo en el suelo. El rey Jehoiaquim tenía un brasero, probablemente de metal, en su casa de invierno. (Jer 36:22, 23)
Recipiente hecho de mimbre, cañas partidas, juncos, cuerda o material semejante, que en tiempos antiguos se usaba tanto en el campo como en el hogar y para otros fines. Estos recipientes variaban mucho en forma, tamaño y manufactura. El tejido podía ser suelto o apretado. Se hacían con asas, con tapas, con ambas cosas o sin ninguna de ellas.
Las Escrituras no suministran ninguna descripción detallada de las diversas clases de cestas usadas en la antigüedad en las tierras bíblicas, y se emplean varias palabras hebreas y griegas con ese significado. La voz hebrea utilizada con mayor frecuencia para cesta es sal. Se usa con referencia a las tres cestas de pan blanco que el jefe de los panaderos de Faraón soñó que llevaba en la cabeza, sueño que, según la acertada interpretación de José, significaba que este oficial moriría. (Gé 40:16-19, 22.) También se usa sal para designar la cesta en la que se colocaron el pan, las tortas y las galletitas sin fermentar cuando se instaló el sacerdocio de Israel, más tarde llamada “la cesta de la instalación”. (Éx 29:3, 23, 32; Le 8:2, 26, 31.) Ese mismo término hebreo se usó para denominar la cesta de las tortas y galletitas no fermentadas que se usaban de manera ceremonial cuando se cumplían los días de un nazareato. (Nú 6:13, 15, 17, 19.) Asimismo, fue dentro de un sal donde Gedeón colocó la carne que presentó ante el ángel de Jehová. (Jue 6:19.) Si bien las Escrituras no describen el sal, parece ser que este tipo de cesta era de tejido fino y, al menos en tiempos posteriores, se hacía de mimbre o de la hoja de la palmera. Debió haber sido bastante grande y plana, de modo que se podía llevar el pan con comodidad, como en el sueño del panadero real. En el Museo Británico se encuentra un modelo de madera pintada de una mujer egipcia que lleva sobre la cabeza una cesta abierta, grande y plana, llena de alimentos que supuestamente eran para los muertos.
Durante la estancia de los israelitas en Egipto bajo “dura esclavitud en trabajos de argamasa de barro y ladrillos” (Éx 1:14), debieron usar cestas para transportar los materiales de construcción, como la arcilla para los ladrillos y luego los mismos ladrillos. Reflexionando sobre cómo liberó Jehová a Israel de la esclavitud a Egipto, el salmista Asaf pone en boca de Dios las siguientes palabras: “Sus propias manos quedaron libres hasta del cesto [mid·dúdh]”. (Sl 81:4-6.) Este mismo término hebreo (dudh) se aplica a una cesta para llevar higos (Jer 24:1, 2), y también denota un tipo de olla (“olla de dos asas”, 1Sa 2:14; ‘olla de fondo redondo’, 2Cr 35:13) y un “horno”. (Job 41:20.)
El té·ne´ hebreo era la cesta en la que se colocaban las primicias de la cosecha para presentarlas a Dios depositándolas delante del altar de Jehová. (Dt 26:2, 4.) Esta cesta servía de receptáculo para los productos del suelo y probablemente era de gran tamaño y profunda. Moisés usó el término hebreo té·ne´ para “cesta” cuando advirtió a Israel de los resultados de la obediencia y de la desobediencia a Jehová. Le dijo al pueblo que ‘su cesta y su artesa serían benditas’ si seguía un proceder de obediencia, pero que esas mismas ‘cesta y artesa serían malditas’ si se hacía desobediente. (Dt 28:5, 17.)
La palabra hebrea kelúv puede denotar una cesta hecha de juncos u hojas. Se emplea este término en Amós 8:1, 2, donde el profeta informa que Jehová le hizo ver “una cesta de fruto del verano”. En Jeremías 5:27 se usa también con referencia a “una jaula” para pájaros.
Otra palabra hebrea que se refiere a un tipo de cesta es kar, traducida “cesta de la silla de montar las mujeres” en Génesis 31:34.
Una vez que Jesús multiplicó de manera milagrosa los panes y los pescados para alimentar a unos cinco mil hombres, además de mujeres y niños, se recogieron doce cestas llenas de sobrantes. (Mt 14:20; Mr 6:43; Lu 9:17; Jn 6:13.) Los cuatro escritores de los evangelios emplean la palabra griega kó·fi·nos para referirse a las cestas utilizadas a la hora de recoger los sobrantes. Este podía ser un tipo de cesta de mimbre relativamente pequeña y de poca consistencia utilizada para llevar las provisiones en los viajes, posiblemente provista de una cuerda a modo de asa para llevarla colgada a la espalda. Su capacidad normal puede deducirse del uso que también se da a este término griego como medida beocia de unos 7,5 l.
Después de relatar que Jesús alimentó a 4.000 hombres, además de mujeres y niños, con siete panes y unos cuantos pescaditos, Mateo y Marcos dicen que se recogieron siete cestas de sobrantes. En esta ocasión emplean una palabra griega diferente, sfy·rís (o, spy·rís), que denota una cesta grande de provisiones o canasta. (Mt 15:37; Mr 8:8.) Si bien era suficiente con la kó·fi·nos de menor tamaño cuando se viajaba dentro del territorio judío o se salía de casa por poco tiempo, se requería una cesta más grande cuando se emprendía un viaje largo a países extranjeros. Algunas eran de suficiente tamaño como para contener a un hombre. Los escritores de los evangelios distinguen entre la kó·fi·nos y la sfy·rís (la NM usa “cesta” para la primera y “cesta de provisiones” para la segunda) cuando citan las referencias posteriores de Jesús a sus obras milagrosas de multiplicar el alimento. (Mt 16:9, 10; Mr 8:19, 20.) Cuando se entiende esto, también es claro que no se puede afirmar que después de la alimentación de 4.000 se hayan recogido menos pedazos que en la de los 5.000. Las siete canastas pueden haber contenido más pan que las doce cestas.
La sfy·rís es la clase de cesta en la que bajaron a Pablo por una abertura del muro de Damasco. (Hch 9:25.) Cuando les habló a los cristianos de Corinto de esta fuga, el apóstol usó la palabra griega sar·gá·në, que se refiere a un “cesto de mimbre” o trenzado. Estos dos términos griegos pueden usarse para el mismo tipo de cesta. (2Co 11:32, 33.)
Después de identificar a sus discípulos como “la luz del mundo”, Jesucristo les dijo: “No se enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa”. Esta “cesta de medir” (gr. mó·di·os) era una medida de capacidad de unos 9 l., pero Cristo la usó en el sentido figurado de cubierta. Jesús animó a sus discípulos a que no escondieran su luz espiritual bajo una “cesta de medir” figurativa, y luego los exhortó con las siguientes palabras: “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. (Mt 5:1, 2, 14-16; véase también Mr 4:21; Lu 11:33.)
Los clavos antiguos eran muy similares a los clavos de mayor tamaño que se usan en la actualidad, aunque algunos tenían un cuerpo de cuatro caras y una punta larga. Parece ser que los clavos más antiguos eran de bronce, mientras que en épocas posteriores los de mayor tamaño se hacían de hierro. David preparó “hierro en gran cantidad para clavos para las hojas de las puertas” del templo que se iba a construir. (1Cr 22:3.) Se han hallado clavos decorativos hechos de bronce recubierto de oro batido, que, según se cree, datan de 1300-1200 a. E.C. Con respecto a los clavos usados en la construcción del templo de Salomón, se dice: “Y el peso para los clavos era de cincuenta siclos [0,6 Kg.] de oro”. (2Cr 3:8, 9.)
En una tumba excavada justo al NE. de Jerusalén se encontraron en 1968 los restos de un judío del primer siglo ejecutado en un madero de tormento. Los estudios subsiguientes revelaron que aún le atravesaba el talón derecho un clavo de hierro de 11,5 cm. de longitud. Este clavo puede ser similar a los que usaron los soldados romanos para fijar en el madero a Cristo Jesús. Tomás no creyó que Cristo había resucitado hasta que vio la “impresión de los clavos” en su carne. (Jn 20:24-29.)
Con la muerte de Jesús en el madero de tormento quedó anulado el pacto de la ley mosaica. Con referencia a su anulación, Pablo señaló que Dios quitó el documento manuscrito de la Ley “clavándolo al madero de tormento”. (Col 2:13, 14.) Salomón comparó a “los que se entregan a las colecciones de sentencias” a “clavos hincados”, posiblemente porque estos hombres, como sus buenas palabras procedentes de Jehová, tienen un efecto estabilizador y sustentador en el oyente. (Ec 12:11.)
En los hogares hebreos, la tarea de cocinar los alimentos hirviéndolos, asándolos o cociéndolos en el horno, por lo general se consideraba propia de las mujeres, aunque en ciertas ocasiones fuesen los hombres quienes preparasen la comida. (Gé 18:6-8; 27:3-9, 14, 30, 31; 1Sa 8:13; 2Sa 13:8.) Mientras llevaron una vida nómada, es probable que los hebreos cocinasen sobre todo en el exterior, pero cuando se establecieron en Canaán y empezaron a vivir en casas de piedra, en ocasiones cocinaban en el interior de la casa, en particular cuando hacía mal tiempo. (Jue 6:19; 2Sa 13:7-11.) Se cocinaba sobre todo para la cena, ya que era la comida más importante del día. (Lu 14:12; Apo 3:20.) No podía cocinarse nada durante el sábado semanal, puesto que la Ley prohibía incluso encender fuego. (Éx 35:3.)
Los hebreos empleaban diversos utensilios para preparar el alimento. Las mujeres usaban el molino de mano. (Dt 24:6; Mt 24:41; véase MOLINO.) Para las especias y pequeñas cantidades de grano bastaba con el mortero y el majador. (Nú 11:8; véase MORTERO, I.) La masa de la harina para hacer pan se mezclaba en una artesa (Éx 12:34) y se cocía en un hogar o en un horno. (Éx 8:3; 1Cr 9:31.)
Los tenedores se usaron primero en el tabernáculo y más tarde en el templo. (Éx 27:3; 2Cr 4:16.) Por ejemplo, se hace mención del tenedor de tres puntas que utilizaban los sacerdotes. (1Sa 2:12-14.) Es probable que en las casas también se usase un tenedor similar para sacar la carne de la olla. Había cuchillos de varias clases para cortar la carne que iba a prepararse; sin embargo, en las Escrituras no se indica si se empleaban cuchillos y tenedores para comer.
Los recipientes destinados para cocinar solían ser vasijas de barro, aunque en algunos casos eran de cobre, como, por ejemplo, las que se utilizaban en el santuario. (Le 6:28.) Entre los utensilios domésticos para cocinar había ollas de muy diferentes tamaños. En las pinturas de las tumbas egipcias se representan ollas de bronce que descansan sobre patas, en las que posiblemente pensaban los israelitas quejumbrosos en el desierto cuando dijeron: “Nos sentábamos junto a las ollas de carne” en Egipto. (Éx 16:3.) La palabra hebrea que se traduce “ollas” en este pasaje es un término que suele emplearse para designar la olla de boca ancha, que podía usarse tanto para lavar (Sl 60:8) como para cocinar. (2Re 4:38-41; Eze 24:3-5.) Había toda una amplia gama de tamaños, desde el más corriente, de unos 30 cm. de diámetro, hasta otros mucho mayores. Las ollas más antiguas eran relativamente poco profundas y carecían de asas, pero para el tiempo del reino dividido de Israel se empezó a usar una variedad de dos asas.
Se han hallado ollas de boca estrecha con una o dos asas. Su forma era más o menos esférica y tenían de 10 a 36 cm. de diámetro.
Los israelitas también tenían calderas profundas para freír y tarteras. Estos utensilios a menudo se utilizaban para preparar las ofrendas de grano. (Le 2:5, 7; 7:9; 1Cr 23:29.) En Guézer se han hallado tarteras hechas de barro, con pequeñas hendiduras a modo de rejilla en el fondo del recipiente. En aquel tiempo también se usaban tarteras de hierro. (Eze 4:1-3.)
El término “olla” a veces se usa en las Escrituras en sentido figurado. Antes de su destrucción en 607 a.E.C., se comparó a Jerusalén a una olla de boca ancha, y a sus habitantes, a la carne de su interior. (Eze 11:1-12; 24:6-14; véase RECIPIENTES.)
Instrumento usado por un carpintero u otro artífice para trazar arcos o círculos y para hacer mediciones sobre la madera o algún otro material. La única referencia bíblica al compás se halla en Isaías 44:13. En ese pasaje se dice que el tallador de madera idólatra usa cordel de medir, tiza roja y una escofina para hacer un ídolo, y “con un compás sigue trazándolo [seguramente para conseguir que esté bien proporcionado], y gradualmente lo hace como la representación de un hombre, como la hermosura de la humanidad, para que esté sentado en una casa”. La palabra hebrea para “compás” (meju·gháh) está relacionada con jugh (círculo). (Pr 8:27; Isa 40:22.)
Cordón, soga o cuerda usada para medir. (1Re 7:15, 23; Am 7:17; Zac 2:1, 2.) Al parecer, algunos cordeles de medir estaban divididos en codos. (2Cr 4:2.) Para determinar cuánto medía un terreno, se extendía sobre la superficie un cordel de medir. (Compárese con Job 38:4, 5; Sl 78:55; Miq 2:4, 5.) Los edificadores lo usaban cuando tomaban medidas para edificar una ciudad (Jer 31:38, 39; Zac 1:16), y un tallador de madera podía usarlo a fin de calcular las dimensiones de un objeto. (Isa 44:13.) En una ocasión el rey David usó un cordel de medir con el fin de determinar cuántos moabitas vencidos serían ejecutados y a cuántos conservaría con vida. (2Sa 8:2.)
Uso figurado. En sentido figurado, “cordel de medir” significa una regla o norma de conducta. (Isa 28:10, 13.) Por ejemplo, Jehová hizo “del derecho el cordel de medir” cuando trató con su pueblo infiel. (Isa 28:17.) El que aplicase el mismo cordel de medir a Jerusalén que a Samaria dio a entender que a Jerusalén le sobrevendría una desolación similar. (2Re 21:13; Lam 2:8.) De igual manera, el hecho de que se extendiese el “cordel de medir de lo vacío” sobre Edom era presagio de destrucción, y el que se usase este cordel de medir significaba que la tierra se repartiría entre los animales, que empezarían a morar en las zonas desoladas de Edom. (Isa 34:5-17.)
David consideraba su relación con Jehová como su porción en la vida. Esta herencia, que le agradaba en gran manera, le impulsó a decir: “Los mismísimos cordeles de medir han caído para mí en lugares agradables”. (Sl 16:5, 6; compárese con Nú 18:20.)
Los cuerpos celestes dan testimonio de la actividad creativa de Dios, y puesto que su testimonio silencioso llena la Tierra, el salmista pudo decir con respecto a ellos: “Por toda la tierra ha salido el cordel de medir de ellos”. (Sl 19:1-4; Ro 1:20.) Véase CAÑA.
Utensilio provisto de uno o dos filos que sirve para cortar. Los cuchillos que se usaban en el pasado en las tierras bíblicas estaban hechos de piedra (sobre todo de pedernal), cobre, bronce o hierro.
El término hebreo ma·`akjé·leth, que se refiere literalmente a un instrumento para comer, también se emplea en el caso de grandes cuchillos, como los que se utilizaban para cortar los animales sacrificados. Un “cuchillo de degüello [heb. ma·`akjé·leth]” fue el instrumento que el fiel Abrahán tomó en sus manos cuando estuvo a punto de sacrificar a Isaac (Gé 22:6, 10), y uno similar usó también cierto levita para cortar en doce pedazos el cadáver de su concubina. (Jue 19:29.) En Proverbios 30:14 se habla de “una generación cuyos dientes son espadas y cuyas mandíbulas son cuchillos de degüello”, empleando así este término para representar la codicia.
Josué hizo “cuchillos de pedernal” para circuncidar a los hijos de Israel en Guibeat-haaralot. (Jos 5:2-4.) Un componente del término hebreo que designa estos cuchillos es jé·rev, que por lo general se traduce “espada”. (Compárese con Jos 5:2, nota.) El cuchillo de pedernal común que usaban los cananeos era de unos 15 cm. de longitud y su hoja tenía un lomo o arista central y doble filo.
Los escribas y los secretarios usaban en tiempos antiguos una especie de cuchillo para afilar sus plumas de caña y para borrar. En Jeremías 36:23 se habla del uso de un “cuchillo de secretario” para rasgar un rollo del libro que Jeremías había preparado por orden de Jehová.
Muchos cuchillos antiguos de cobre tienen una hoja recta de 15 a 25 cm. de longitud, aunque también se han encontrado algunos con la punta curva. El mango y la hoja del cuchillo solían ser de una sola pieza. Algunos mangos se hacían de madera y se sujetaban a la hoja.
En Proverbios 23:1, 2 se alude al cuchillo de manera figurada, pues allí se recomienda que quien coma con un rey ‘se ponga un cuchillo a la garganta’, posiblemente para subrayar qué importante es restringir el apetito en tales circunstancias.
Antiguamente los espejos de mano (Isa 3:23), a veces se hacían de piedra pulida, aunque por lo general estaban hechos de bronce o cobre y, más tarde, de estaño, plata u oro. Es probable que los espejos de vidrio no comenzaran a aparecer hasta el siglo I E.C. Los espejos de metal fundido se bruñían bien para que reflejasen la imagen de forma adecuada. Con este propósito se usaba piedra pómez en polvo, que después se aplicaba periódicamente con una esponja que solía ir colgada del mismo espejo. Sin embargo, los antiguos espejos de metal no reflejaban la imagen con tanta claridad como los actuales espejos de cristal. Esta es la razón por la que el apóstol Pablo escribió: “En la actualidad vemos en contorno nebuloso por medio de un espejo de metal”. (1Co 13:12.)
Uso figurado. Las Escrituras a veces se refieren a los espejos de manera figurativa o ilustrativa. En Job 37:18 se compara a los cielos con un espejo de metal cuya cara bruñida da un reflejo brillante. El discípulo Santiago usó el espejo para representar la Palabra de Dios cuando instó a las personas a ser no solo oidores de la Palabra, sino hacedores de ella. (Snt 1:22-25.) Y el apóstol Pablo mostró que los cristianos “[reflejan] como espejos la gloria de Jehová” en su ministerio. (2Co 3:18; 4:1.)
★“Reflejamos como espejos”: Los antiguos espejos de mano eran de metal como el bronce o el cobre y se pulían muy bien para que la superficie produjera buen reflejo. Como espejos, los ungidos reflejan la gloria de Dios que brilla a ellos desde Jesucristo y que progresivamente ‘los transforma según la imagen’ comunicada por el Hijo, quien refleja la gloria de Jehová. (2 Corintios 4:6; Efesios 5:1.) Por espíritu santo y las Escrituras, Dios crea en ellos “la nueva personalidad”, un reflejo de Sus propias cualidades. (Efesios 4:24; Colosenses 3:10.) Sea nuestra esperanza vivir en el cielo o vivir en la Tierra, despleguemos esa personalidad y atesoremos el privilegio de reflejar la gloria de Dios en nuestra vida y ministerio. (w90 15/9 26)
Pieza de hierro o bocado que se inserta en la boca de las caballerías para dirigirlas y sujetarlas, y que junto con la cabezada, las riendas y a veces otros accesorios compone las bridas. Las palabras hebreas son mé·theg (2Re 19:28) y ré·sen (Job 30:11), mientras que la palabra griega es kja·li·nós. (Snt 3:3.)
El Diccionario de uso del español de América y España define freno o cabestro así: “Pieza de hierro atada a las riendas que se coloca en la boca de los caballos y otros animales de tiro para dirigirlos”. En tiempos remotos, este objeto no era muy diferente del actual, que sigue siendo inapreciable a la hora de domar y montar un caballo. (g04 22/5 31)
En la Biblia esta palabra por lo general se usa en sentido figurado o para ilustrar algo. El salmista dice: “No se hagan como un caballo o mulo sin entendimiento, cuya fogosidad ha de reprimirse hasta por un freno o cabestro antes que se acerquen a ti”. (Sl 32:9.) Los hombres no deberían ser como bestias irracionales, incapaces de conducirse a sí mismos debidamente. Sin embargo, tal como se requiere el látigo y el freno para corregir a estas bestias brutas, en el caso de la persona estúpida es útil la vara. (Pr 26:3.)
A “la vid de la tierra” del libro de Revelación se la arroja al lagar, donde los caballos la pisotean con violencia. La sangre que salió llegó “hasta la altura de los frenos de los caballos, por una distancia de mil seiscientos estadios [296 Km.]”. (Apo 14:18-20.) La extensión y profundidad de la sangre representa el tremendo alcance de la destrucción efectuada por los ángeles. También muestra que el lagar tiene suficiente capacidad para abarcar a todos y no dejar escapar a ninguno que forme parte de la simbólica “vid de la tierra” una vez que su culpabilidad se hace manifiesta.
Jehová dijo a Senaquerib, el rey de Asiria: “Y ciertamente pondré mi garfio en tu nariz y mi freno entre tus labios, y realmente te conduciré de vuelta por el camino por el cual has venido”. (2Re 19:28; Isa 37:29.) Senaquerib tuvo que renunciar al sitio de Jerusalén y volver a Nínive, donde más tarde sus propios hijos lo asesinaron, no por su propia voluntad, sino por la mano de Jehová. (2Re 19:32-37; Isa 37:33-38.) El que Jehová ponga un freno en las mandíbulas de los pueblos enemigos indica que llegan a estar bajo su control absoluto, al igual que se domina a los animales por medio del freno. (Isa 30:28.)
Cuando Job se lamenta por su penosa condición enferma y por ser objeto de burla, dice de los que le acosan: “El freno lo dejaron suelto a causa de mí”. (Job 30:11.) Los enemigos de Job descargaron sobre él su hostilidad desbocados, sin freno y con total falta de respeto.
Santiago, el medio hermano de Jesús, ofrece consejo acerca del uso apropiado de la lengua, asemejando su control a un freno. Si mediante la aplicación de los principios bíblicos se adquiere autodominio y como consecuencia se controla la lengua, también se podrá controlar todo el cuerpo. (Snt 3:2, 3.) Es necesario que el que profesa ser adorador de Dios refrene su lengua; de lo contrario, su forma de adoración será vana. (Snt 1:26.)
Utensilio que al expandirlo aspira aire a través de una válvula y al contraerlo con fuerza lo expele enérgicamente por un cañón de salida. Para conseguir que los hornos dispongan de un tiro con mayor presión, el fuelle es más eficaz que el simplemente abanicar o usar las anticuadas cañas huecas o tubos por los que se soplaba con este propósito. Los fuelles estaban hechos de una manera muy sencilla: en un marco o base se montaba una bolsa, a la que se unía un tubo que apuntaba al horno y que podía ser de hierro o de caña con contera de barro resistente al fuego. Los fuelles accionados a mano eran útiles para fraguas pequeñas, pero en hornos grandes de altas temperaturas se utilizaban fuelles accionados con los pies, uno bajo cada pie del operario, quien los presionaba alternativamente, tirando cada vez de una cuerda para rellenar de aire el que estaba comprimido. Con el fin de que los hornos grandes dispusieran de un tiro continuo, se hacía que dos hombres accionaran dos pares de fuelles. La palabra hebrea para fuelle es map·pú·aj, que proviene de la raíz na·fáj (soplar). (Gé 2:7.) En las Escrituras se habla específicamente del fuelle una vez (Jer 6:29), aunque quizás se haga alusión a él en Isaías 54:16 y Ezequiel 22:20, 21. En estos textos las expresiones son figurativas y las ilustraciones se basan en los métodos que se utilizaban para refinar metales. (Véase REFINAR, REFINADOR.)
Herramienta cortante, compuesta de una pala acerada, con filo por un lado y enastada, que se empleaba para cortar leña o piedra; también se utilizaba como arma.
Son varios los vocablos hebreos y griegos que se refieren a este instrumento. La palabra hebrea gar·zén, que en la Biblia aplica a un hacha empleada para cortar leña, también se usa en la inscripción de Siloam con el significado de hacha para excavar en la roca. (Dt 19:5; Isa 10:15.) Según la obra Lexicon in Veteris Testamenti Libros (de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 650), la palabra hebrea sa·ghár, que aparece en el Salmo 35:3, denota un “hacha doble”. Y en 2 Reyes 6:5, 6, el término hebreo bar·zél, que significa literalmente “hierro”, quiere decir “cabeza de hacha”.
En Apocalipsis 20:4 se menciona a los herederos del Reino celestial que fueron “ejecutados con hacha por el testimonio que dieron de Jesús y por hablar acerca de Dios”. Puesto que el hacha en ocasiones era el instrumento que empleaba el Estado para ejecutar la pena de muerte, lo que este texto debe querer decir es que algunos gobiernos humanos han juzgado merecedores de muerte a estos siervos leales de Dios.
Recipiente donde se prensa la aceituna para extraer su aceite, se pisa la uva para obtener el mosto, etc. Como la recolección de las aceitunas venía después de la de las uvas, se solían utilizar los mismos lagares para extraer tanto el mosto como el aceite de oliva, aunque también había un tipo de lagar a modo de prensa que se usaba para las aceitunas.
Los lagares comunes consistían en dos pilas poco profundas de piedra caliza natural situadas a dos niveles diferentes y conectadas entre sí por medio de un pequeño canal. (Nú 18:27, 30; 2Re 6:27.) Las uvas o aceitunas se pisaban o machacaban en la pila superior (gath, Ne 13:15), y los jugos extraídos caían a la tina inferior (yé·qev, Jue 7:25; Pr 3:10; Joe 2:24; Ag 2:16). En Joel 3:13 aparecen ambos términos: “Vengan, desciendan, porque el lagar [gath] se ha llenado. Las tinas del lagar [ha·yeqa·vím, plural de yé·qev] realmente rebosan”. Al parecer, el término yé·qev también se utilizaba para referirse a lagares de una sola pila, en los que tanto se pisaban las uvas como se recogía el jugo. (Job 24:11; Isa 5:2; 16:10; Jer 48:33.) La base de estos lagares estaba más inclinada que la del tipo convencional de dos pilas ya mencionado, lo que permitía recoger el jugo en la parte más baja. Si el lagar era largo y estrecho, como un abrevadero, se llamaba pu·ráh. (Isa 63:3; Ag 2:16.) Las Escrituras Griegas Cristianas también hablan del lagar de vino (lë·nós, Mt 21:33), así como del “estanque para el lagar” de vino (hy·po·lé·ni·on, Mr 12:1).
En uno de esos lagares de vino que se encontró, la pila superior medía unos 2,5 m. de lado y casi 40 cm. de profundidad. La tina más pequeña, situada unos 60 cm. más abajo, y en la que caía el jugo, tenía una superficie de algo más de 1,2 m. de lado y una profundidad de casi 1 m. Gedeón utilizó un lagar de vino de ese tipo para trillar el trigo. (Jue 6:11.)
En esos lagares se solía machacar el fruto con los pies descalzos o con piedras pesadas. Para ello trabajaban en equipo de dos a siete personas, o incluso más. Sin embargo, Isaías dijo que Jehová pisaría el lagar solo. (Isa 63:3.) Por encima de las cabezas de los pisadores había una viga transversal de la que colgaban cuerdas para que pudieran agarrarse y apoyarse en ellas. Las salpicaduras de “la sangre de uvas” manchaba las prendas de vestir exteriores de los pisadores. (Gé 49:11; Isa 63:2.) Aunque significaba trabajo arduo, la temporada de pisar las uvas solía ser un tiempo de regocijo; gritos y canciones gozosos ayudaban a mantener el ritmo al pisar. (Jue 9:27; Jer 25:30; 48:33.) La expresión “el Guitit” (traducida por “los lagares” en la Versión de los Setenta griega y la Vulgata latina), que aparece en el encabezamiento de tres salmos (8, 81, 84), puede indicar que eran canciones relacionadas con la vendimia.
Uso figurado. En varias ocasiones, en la Biblia se menciona el lagar de vino en un sentido figurado. (Isa 63:2, 3; Lam 1:15.) El lagar también se usa como símbolo de la ejecución del juicio de Dios (Is 5:2; Ap 19:15). En el día de Jehová, cuando se reúne a las muchedumbres en la llanura baja de la decisión, el mandato es: “Metan una hoz, porque la mies ha madurado. Vengan, desciendan, porque el lagar se ha llenado. Las tinas del lagar realmente rebosan; porque la maldad de ellos se ha hecho abundante”. (Joe 3:13, 14.) De manera similar, Juan vio en visión “la vid de la tierra” arrojada al “gran lagar de la cólera de Dios”, y pisada allí hasta que “salió sangre del lagar hasta la altura de los frenos de los caballos”. El que pisa este lagar de vino de la “cólera de la ira de Dios el Todopoderoso” es aquel que se llama “Fiel y Verdadero”, “La Palabra de Dios”. (Apo 14:19, 20; 19:11-16.)
Utensilio que consistía básicamente en un mango con una cuerda o tralla de cuero, y que desde la antigüedad se ha venido empleando como instrumento de castigo (2Cr 10:11, 14), así como para arrear y dirigir a animales. (Pr 26:3; Na 3:2.)
El rey Rehoboam se jactó de que mientras su padre Salomón había castigado a los israelitas con “látigos”, él lo haría con “azotes de puntas agudas”. Aunque estas palabras de Rehoboam eran figurativas, los azotes a los que hizo referencia debieron haber sido trallas rematadas en garfios parecidos a la cola del escorpión, pues la palabra hebrea `aq·rab·bím, traducida “azotes de puntas agudas”, significa literalmente “escorpiones”. (1Re 12:11, 14, nota; 2Cr 10:11, 14.)
Elifaz el temanita habló del “látigo de una lengua” (Job 4:1; 5:21), una expresión con la que probablemente se refería al uso de la lengua para hacer daño, como en el caso de la calumnia y del habla injuriosa. (Compárese con Pr 12:18; Snt 3:5-10.)
Para el tiempo de la Pascua del año 30 E.C., “después de hacer un látigo de cuerdas, [Jesús] expulsó del templo a todos aquellos junto con las ovejas y el ganado vacuno”. Esto no significa que Jesús utilizase el látigo contra los mercaderes, como se ve en el caso de los vendedores de palomas, a quienes expulsó verbalmente y no con el látigo. Además, al echar al ganado vacuno con el látigo, también estaba expulsando a los vendedores, pues lógicamente irían tras su ganado para acorralarlo. (Jn 2:13-17.)
Herramienta de percusión compuesta de una cabeza y un mango. Se le dio un uso muy diverso: para clavar clavos (Jer 10:4) y estacas de tiendas (Jue 4:21); en la explotación de canteras para partir la roca, así como para labrar y alisar las piedras de edificios (1Re 6:7), y para dar forma al metal, como al hacer ídolos. (Isa 41:7; 44:12.)
Entre los diversos materiales empleados para hacer cabezas de martillo, encontramos la piedra, el metal y la madera. El martillo o mazo que empleó Jael para clavar la estaca en las sienes de Sísara probablemente era de madera. (Jue 4:21; 5:26.)
La palabra de juicio de Jehová se compara en sentido figurado a un martillo de fragua que desmenuza el peñasco. (Jer 23:29.) Babilonia fue también como un martillo de fragua en la mano de Jehová, que rompió en pedazos a naciones y reinos. (Jer 50:23; compárese con Jer 25:8, 9, 17-26. Véase “Metalario, Forjador” - (Lit.: “martillador”.)
Aparato sencillo que normalmente se componía de dos piedras circulares colocadas una encima de la otra, y entre las que se molían los granos comestibles trillados hasta convertirlos en harina. El grano podía machacarse con un majador en un mortero, frotarse sobre una losa con una piedra o molerse con un molino de mano, método que se utilizaba en la mayoría de los hogares palestinos de la antigüedad. Estos medios se utilizaron desde los albores del tiempo de los patriarcas, pues Sara, la esposa de Abrahán, hacía tortas redondas de “flor de harina”. (Gé 18:6.) En el desierto, el pueblo de Israel molía el maná que Dios había provisto “en molinos de mano o lo machacaba en mortero”. (Nú 11:7, 8; véase MORTERO, I.)
Por lo general el pan se cocía cada día, y normalmente cada familia poseía su propio molino de mano. El moler el grano hasta convertirlo en harina era una actividad diaria que realizaban las mujeres. (Mt 24:41; Job 31:10; Éx 11:5; Isa 47:1, 2.) Se levantaban muy de mañana a fin de preparar la harina que se necesitaba para el pan del día. En la Biblia se alude al sonido de los molinos de mano como símbolo de condiciones pacíficas y normales. Por el contrario, cuando no se oía “el sonido del molino de mano”, era indicio de abandono y desolación. (Jer 25:10, 11; Apo 18:21, 22; compárese con Ec 12:3, 4.)
Al igual que los molinos semejantes que aún se usan en el Oriente Medio, el molino de mano de tiempos antiguos constaba de dos piedras redondas, una de las cuales, la muela superior de molino podía llegar a medir 1,5 metros (5 pies) de diámetro, estaba hecha para encajar y girar sobre la inferior de mayor tamaño. (Dt 24:6; Job 41:24.) Hoy día, la pesada piedra inferior (o solera) generalmente está hecha de basalto, y suele tener unos 46 cm. de diámetro y de 5 a 10 cm. de grosor. Un eje de madera encajado en el centro de la piedra inferior sirve de pivote para la piedra superior. La superficie para moler de la piedra inferior fija es convexa, lo que permite que el grano pulverizado se deslice hacia el perímetro del molino. La superficie inferior cóncava de la piedra de molino superior (la volandera) se acopla a la piedra inferior. En el centro de la piedra superior, en un orificio cónico, va encajado el eje de madera, y este orificio también sirve para introducir el grano en el molino. Cerca del borde exterior de la piedra superior hay un agujero, en el que se inserta un palo de madera que sirve de mango para la piedra superior del molino.
Normalmente esta clase de molino de mano era accionado por dos mujeres. (Lu 17:35.) Se sentaban una frente a la otra, colocando ambas una mano sobre el mango para girar la piedra superior, y con la mano libre, una de las mujeres iba poniendo en el agujero de la piedra superior pequeñas cantidades de grano, mientras que la otra recogía la harina a medida que salía del borde del molino y caía a la bandeja o tela extendida debajo del molino.
Como por lo general el pan se cocía cada día y el grano se molía con frecuencia, la ley que Dios dio a Israel prohibía, por misericordia, quitarle a una persona el molino de mano o la muela superior como prenda. El pan diario de una familia dependía del molino de mano. Por consiguiente, el tomarlo o tomar su muela superior significaba tomar “un alma”, es decir, su “medio de vida”. (Dt 24:6, nota.)
En las Escrituras también se mencionan molinos mayores. Jesucristo se refirió a una “piedra de molino como la que el asno hace girar” (Mt 18:6; Mr 9:42; Lu 17:2), quizás similar a la que los filisteos hicieron mover a Sansón, ya ciego, cuando “vino a ser molendero en la casa de encierro”. (Jue 16:21.) Una piedra como esa —quizás de 1,2 a 1,5 metros (4 a 5 pies) de diámetro —pesaba tanto que era necesario usar un asno para hacerla girar. Los molinos detracción animal se utilizaban no solo en Israel, sino en gran parte del Imperio romano.
Durante el ataque de Abimélec al pueblo de Tebez, “cierta mujer arrojó una piedra superior de molino sobre la cabeza de Abimélec y le hizo pedazos el cráneo”. (Jue 9:50, 53; 2Sa 11:21.) En Revelación, la destrucción repentina y final de Babilonia la Grande se asemeja a arrojar al mar “una piedra semejante a una gran piedra de molino”. (Apo 18:21.)
Recipiente en forma de cuenco donde se pulveriza grano, especias, aceitunas u otras sustancias, machacándolas con un majador.
En algunas pinturas encontradas en tumbas egipcias aparecen representados morteros de tamaño considerable. Probablemente eran morteros de madera con majadores de metal. En una de estas pinturas se ve a dos hombres junto a un mortero levantando y dejando caer alternativamente los majadores de metal (en forma de macillo por ambos extremos), que sujetaban por el centro con las dos manos. La pintura indica que después de machacar bien cierta parte del contenido del mortero, se tamizaba en otro recipiente, y los restos más gruesos se devolvían al mortero para seguir machacándolos.
En el desierto los israelitas prepararon el maná para su consumo moliéndolo en molinos de mano o machacándolo en morteros (heb. medho·kjáh). (Nú 11:7, 8.)
El mejor aceite de oliva se obtenía machacando las aceitunas con un mazo en un mortero. Mediante este sistema el aceite procedía solo de la carne de la aceituna, mientras que al prensarlo se aplastaban también los huesos. El aceite puro de oliva, batido, era el que se quemaba en el candelabro de la tienda de reunión. También se usaba aceite batido para la “ofrenda quemada constante” y para el aceite de la unción santa. En el santuario se usaba un incienso machacado hasta quedar hecho polvo fino. (Éx 27:20, 21; 29:40, 42; 30:23-25, 35, 36.)
Como el interior del mortero es hueco, en la Biblia se utiliza esta palabra para referirse a una determinada configuración del terreno. Por ejemplo, según Jueces 15:18, 19, Dios proveyó agua a Sansón partiendo un “hueco [...] en forma de mortero” (heb. makj·tésch) en Lehí. La sección de Jerusalén llamada “Mactés” o “Barrio del Mortero” (heb. Makj·tésch, que significa “Mortero”), puede deber su nombre a la hondonada o depresión que había en esa parte de la ciudad. (Sof 1:11, nota.)
El grano que se convierte en harina en un mortero se golpea con dureza. Por lo tanto, las Escrituras utilizan este procedimiento a modo de ilustración, al decir: “Aunque machaques al tonto con un majador en un mortero [heb. bam·makj·tésch], entre el grano resquebrajado, hasta que quede fino, su tontedad no se apartará de él”. (Pr 27:22.)
Cuchillo de filo agudísimo que se emplea para rasurar. Las dos palabras hebreas para navaja se derivan de una raíz que significa ‘dejar descubierto’. (Isa 3:17.) Las navajas halladas en Egipto son de bronce. Estos hallazgos concuerdan con el registro bíblico, que indica que se usaron navajas desde tiempos muy antiguos. (Gé 41:14.)
Aunque los hombres de Israel se dejaban barba y llevaban el cabello un poco largo, parece que se lo cortaban a navaja; además, en Hechos 18:18 las distintas versiones muestran que Pablo se ‘rasuró’, ‘afeitó’, ‘trasquiló’, ‘rapó’ o ‘cortó al rape el cabello’ (BR; CI; Val, 1909; VHA; NM; véanse también 2Sa 19:24; Eze 44:20). Cuando los levitas entraron en el servicio de la tienda de reunión en el desierto, tuvieron que “hacer pasar una navaja por toda su carne”. (Nú 8:7.) Los que estaban bajo un voto de nazareo no debían pasar una navaja sobre su cabeza hasta que terminase el período de su voto. (Nú 6:5, 18; Jue 13:5; 16:17; Hch 21:23, 24.) La madre del levita Samuel lo dedicó al servicio en la tienda de reunión desde antes de su nacimiento y prometió que ‘no vendría navaja sobre la cabeza de este’. (1Sa 1:11.)
Jehová advirtió a Judá que se valdría de los asirios como “navaja” para “[afeitar] la cabeza y el pelo de los pies” y para “[barrer] hasta la barba misma”, representando con ello la devastación de gran parte de la tierra de Judá y el exilio de la población capturada. (Isa 7:20.)
Dios mandó a Ezequiel que usara una espada como navaja de afeitar para rasurarse el cabello y la barba, y que luego hiriera una tercera parte del pelo con esta espada, ilustración gráfica de que una parte de los habitantes de Jerusalén serían aniquilados por la espada. Esta ilustración indica que las espadas podían utilizarse a modo de navajas afiladas. (Eze 5:1, 2, 12.) Además revela que el oficio de barbero se conocía desde la antigüedad.
Debido al cortante daño que una lengua engañosa puede causar, en la Biblia se la asemeja a una navaja. (Sl 52:2.)
Utensilio que se usa para poner a nivel ciertas superficies o para conseguir que formen ángulo recto con la plomada. Los carpinteros, albañiles y otros artesanos de tiempos antiguos empleaban el “instrumento de nivelar” (heb. misch·qé·leth o misch·qó·leth) para comprobar la horizontalidad cuando levantaban muros y diversas estructuras, mientras que la plomada se usaba para comprobar la verticalidad. Los albañiles egipcios al parecer emplearon un instrumento de nivelar en forma de “A”, con una cuerda no muy larga suspendida en vertical desde el ápice. Cuando la cuerda suspendida coincidía con una marca en el centro del travesaño, indicaba que la superficie sobre la que se hallaba estaba nivelada. No obstante, las Escrituras no nos dan ninguna descripción de los instrumentos de nivelar, y hace referencia a ellos únicamente de manera figurada.
El instrumento de nivelar se puede usar para la buena construcción de un edificio o para verificar posteriormente su estructura. Jehová predijo que aplicaría a la Jerusalén descarriada “el cordel de medir que se aplicó a Samaria y también el instrumento de nivelar que se aplicó a la casa de Acab”. Dios había medido, y había comprobado que Samaria y la casa del rey Acab no eran ‘rectas’, sino de moralidad perversa, lo que resultó en su destrucción. De igual manera, Dios juzgaría a Jerusalén y sus gobernantes, poniendo al descubierto su iniquidad y causando la destrucción de aquella ciudad, como aconteció en 607 a.E.C. (2Re 21:10-13; 10:11.) Por medio de Isaías, los gobernantes inicuos y fanfarrones del pueblo, que estaban en Jerusalén, recibieron aviso de su venidera calamidad y de la declaración de Jehová: “Haré del derecho el cordel de medir, y de la justicia el instrumento de nivelar”. Las normas del verdadero derecho y de la justicia genuina revelarían quiénes eran realmente los siervos de Dios y quiénes no, lo que resultaría en vida o en destrucción. (Isa 28:14-19.)
Piel cosida y pegada que se utiliza para contener líquidos, como agua, aceite, leche y vino, y otras sustancias, como mantequilla y queso. Era el recipiente más generalizado en la antigüedad.
El odre (gr. a·skós) solía hacerse de la siguiente manera: se mataba normalmente una oveja o cabra, ala que se cortaban la cabeza y las patas, para luego desollar el pellejo cuidadosamente, de modo que no fuese preciso abrirlo en canal. Se curtía la piel y se cosían todas las aberturas excepto una. Esta abertura, que podía ser el cuello o una de las patas, se dejaba sin coser y se cerraba con un tapón o cordel. Las pieles que se usaban para hacer odres eran de oveja, cabra y a veces de buey. En algunas ocasiones se conservaba el pelo del animal en los odres destinados a contener leche, mantequilla, queso y agua. Sin embargo, se requería un proceso más completo de curtido en los odres utilizados para aceite y vino. Incluso en tiempos más recientes se han hecho en el Oriente Medio muchos odres de manera muy similar a la ya mencionada. Si los pellejos para agua no están bien curtidos, el agua adquiere un sabor desagradable.
Cuando Abrahán despidió a Agar, le dio “un odre de agua [heb. jé·meth]”. (Gé 21:14, 15, 19.) Los gabaonitas le dijeron a Josué: “Estos son los odres de vino [heb. no´·dhóhth] que llenamos nuevos, y, ¡miren!, se han reventado” (Jos 9:13), lo que podía suceder con el tiempo debido a la presión creada por la fermentación activa del vino. Elihú dijo lo siguiente: “¡Miren! Mi vientre es como vino que no tiene respiradero; como odres [heb. `o·vóhth] nuevos, quiere reventar”. (Job 32:19.) Por regla general, los odres nuevos de vino podían resistir la presión interna del anhídrido carbónico generado por la fermentación del vino, a diferencia de los odres viejos, que con el tiempo se endurecían, perdían su elasticidad y podían reventar con facilidad. Jesucristo dijo apropiadamente: “Tampoco ponen vino nuevo en odres [una forma plural de a·skós; “cueros”, NBE; “pellejos”, BJ] viejos; pero si acaso lo ponen, entonces los odres se revientan y el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y ambas cosas se conservan”. (Jos 9:4; Mt 9:17; Mr 2:22; Lu 5:37, 38.) Esta ilustración era parte de la respuesta de Jesús en cuanto a por qué sus discípulos no se sometían a todas las costumbres y prácticas antiguas de los fariseos. Es evidente que Jesús quiso decir que la verdad del cristianismo era demasiado poderosa y enérgica para que la retuviese el viejo sistema del judaísmo, que ya no tenía vitalidad ni elasticidad y que estaba desvaneciéndose rápidamente. (Mt 9:14-16.)
David, un fugitivo asediado por sus enemigos, se refirió al odre de manera figurada al rogar a Dios, en quien había puesto su confianza, que no olvidase sus lágrimas: “Pon mis lágrimas, sí, en tu odre” o “las anotara en un libro”. (Sl 56:8.)
En ocasiones los odres llenos de vino probablemente se colgaban en un lugar donde pudieran ahumarse, con el fin de protegerlos de los insectos o para que el vino adquiriese rápidamente las propiedades deseadas. Por otra parte, cuando los odres no se usaban, puede que se colgaran en habitaciones sin chimenea, donde se oscurecerían por el humo del fuego que allí se hacía. Estos odres de vino pronto perderían su elasticidad y se acartonarían. Tal vez este sea el fondo de las palabras que pronunció el salmista acosado por las dificultades: “Porque me he hecho como un odre en el humo”. (Sl 119:83; véanse ALFARERO; RECIPIENTES.)
Instrumento compuesto de un mango largo y una tabla, o plancha, comúnmente rectangular o redondeada, que sirve para diversos usos. En el tabernáculo se usaban palas de cobre para sacar las cenizas del altar del holocausto. (Éx 27:1-3; 38:3; Nú 4:14.) Las palas de cobre que el trabajador hebreo-fenicio Hiram hizo para el templo de Salomón tenían la misma función. (1Re 7:13, 14, 40, 45.) Los babilonios se las llevaron junto con otros utensilios del templo en 607 a.E.C. (2Re 25:8, 14; Jer 52:18.)
También se usaban palas para aventar el grano, aunque es probable que fueran de madera. (Isa 30:24.) Con la ancha pala de aventar se recogía el grano trillado de la era y se arrojaba al aire contra el viento, que se llevaba el tamo —el polvo y la paja— y dejaba que el grano cayese a la era. Juan el Bautista representó proféticamente al Mesías con una pala de aventar (o aventador) figurativa en la mano para separar el “trigo” de la “paja” simbólicos. (Mt 3:1, 12; véase AVENTAR.)
Utensilio formado por una cuerda a cuyo extremo se ataba un peso de metal, piedra o arcilla, a fin de mantenerla recta y vertical. Servía de guía para construir muros y otras estructuras rectas y perpendiculares con respecto a la línea del horizonte. También recibe los nombres de plomo y perpendículo, que pueden referirse al peso con o sin la cuerda. La utilizaban tanto carpinteros como albañiles u otros artesanos de tiempos antiguos.
En relación con la reconstrucción del templo de Jerusalén, se representa a Zorobabel con una plomada en la mano, literalmente, “la piedra [o “el peso”], el estaño”, según el texto masorético. (Zac 4:9, 10.) Tal como se predijo, Zorobabel no solo colocó el fundamento del templo, sino que además se encargó de supervisar la finalización del trabajo. (Esd 3:8-10; 6:14, 15.)
Amós contempló en visión a Jehová apostado en un muro hecho a plomada, es decir, recto, perpendicular. El profeta vio que Jehová sostenía una plomada, y se le dijo que Él colocaba una plomada en medio de su pueblo. Como Israel no pasó la prueba de rectitud en sentido espiritual al no actuar de acuerdo con los requisitos divinos, Jehová haría justicia y ‘ya no volvería a excusarlo’. Los lugares altos de Israel se dejarían desolados, sus santuarios serían devastados y Dios se “[levantaría] contra la casa de Jeroboán con una espada”. (Am 7:7-9.) En cumplimiento de esas palabras, Israel fue devastado y los asirios destruyeron la ciudad de Samaria en el año 740 a.E.C.
Término con que se traduce la palabra hebrea ma·`atsádh, que hace referencia a una herramienta empleada para dar forma a la madera y hasta al hierro. (Jer 10:3; Isa 44:12.) La raíz de la que se piensa que procede este término hebreo se ha asociado con palabras de lenguas emparentadas que significan “segar; cortar”. Por esta razón, Koehler y Baumgartner definen ma·`atsádh como “podón”. (Lexicon in Veteris Testamenti Libros, Leiden, 1958, pág. 550.) Los modernos podones consisten en un mango y una hoja con la punta en forma de gancho. No obstante, otros opinan que ma·`atsádh alude a un tipo de hacha, pues ese es su significado en hebreo tardío, y creen que podría referirse a una azuela.
Vasija o cualquier utensilio cóncavo que puede contener diversas sustancias, entre ellas líquidos o áridos. (1Re 17:10; Est 1:7; Jer 40:10.) Algunos llevaban tapaderas. (Nú 19:15.) Muchos estaban hechos de barro, madera, metal o piedra. (Le 6:28; 15:12; Nú 7:85; 1Re 10:21; Mt 26:7.) Eran comunes los jarros y las vasijas “de forma de tazón” (Isa 22:24), las bolsas o sacos (Gé 42:25; Ag 1:6), las cestas (Mr 8:19, 20; 2Co 11:33), los odres (Jue 4:19; Lu 5:37, 38) y los cubos. (Nú 24:7; Jn 4:11; véanse ODRE; UTENSILIOS.)
Jarros, jarras, frascos y botellas. El jarro, que por lo general era un recipiente cilíndrico y profundo con una, dos o hasta cuatro asas, solía estar hecho de barro (Isa 30:14; Lam 4:2) y a veces de piedra. (Jn 2:6.) Se ha dicho que era común usarlas de piedra porque se consideraba que no era tan fácil que se contaminaran ceremonialmente, a diferencia de las de otros materiales, como el barro (Le 11:33). Esto explicaría por qué Juan relaciona el uso de vasijas de piedra para almacenar agua con “las normas de purificación de los judíos”. En la época de los reinos de Judá y de Israel, es posible que un jarro grande común haya tenido unos 65 cm. de alto y un diámetro de unos 40 cm. Algunos jarros tenían picos. (2Re 4:2.) Los jarros podían colocarse sobre un estante (Le 11:35), y se utilizaban para guardar líquidos, como el agua o el aceite (1Re 18:33; 2Re 4:2), y los grandes a menudo se usaban para vino. (1Sa 10:3; 25:18; 2Sa 16:1; Jer 13:12.) También se almacenaban en jarros materias sólidas, como la harina. (1Re 17:12.) A veces se colocaban documentos y escrituras de compra en jarros o vasijas de barro con el fin de conservarlos (Jer 32:13-15), como es el caso de los manuscritos antiguos de la región de Qumrán, cerca del mar Muerto, entre los que figura el famoso Rollo del mar Muerto de Isaías.
Las jarras de agua (1Sa 26:11, 12, 16; 1Re 19:6) y los frascos (1Sa 10:1; 1Re 14:3; 2Re 9:3; Jer 19:1, 10) por lo general estaban hechos de barro. Las botellas de tiempos antiguos variaban notablemente tanto en tamaño como en forma. Podían tener el cuello más o menos estrecho, y algunas llevaban tapones. Los egipcios utilizaban como botellas vasijas ornamentadas hechas de alabastro, hueso, bronce, vidrio, oro, marfil, porcelana, plata o piedra. En Asiria se empleaban botellas de vidrio, y en otros lugares del mundo bíblico eran comunes los recipientes similares hechos de barro.
Tazones, platos y bandejas. Los tazones se utilizaban para los líquidos, como vino (Am 6:6), leche (Jue 5:25) y agua (Jue 6:38), y se hacían de barro, piedra y metal. Algunos tazones de banquete eran de cerámica. Los hallazgos de los arqueólogos muestran que en los días de los reinos de Judá y de Israel, los tazones de cerámica tenían una altura de unos 20 cm. como promedio, un diámetro interior (a la altura del borde) de aproximadamente 40 cm. y a veces tenían cuatro asas. A diferencia de los tazones, los platos y las bandejas eran probablemente llanos. (Éx 25:29; 37:16; Nú 4:7; 7:84, 85; Mt 14:8, 11; Mr 6:25, 28.)
Copas. La copa, un recipiente relativamente pequeño para beber líquidos, solía ser de barro, aunque a veces era de metal. (Pr 23:31; Jer 35:5; Mr 9:41.) Algunas copas estaban moldeadas para adaptarse a la mano. Por lo general eran tazones más llanos y sin asa. Los que tenían asa servían también de cucharones.
“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”
En la Biblia, a menudo se utiliza la palabra copa para representar la voluntad de Dios o la labor que Dios le encarga a una persona. En Mateo 26:39 Jesús no estaba titubeando en cuanto a dar su vida como rescate por la humanidad creyente (Juan 1:29).
De ninguna manera pudiera significar eso lo que él dijo, porque varias veces durante su ministerio Jesús había dicho a sus discípulos que sufriría y moriría, y hasta había indicado la clase de muerte que tendría. (Mt 16:21; Jn 3:14.)
Hasta la idea de evitar una muerte en sacrificio —lo cual sugirió Pedro— le repugna (Mt 16:22, 23). Más bien, está en agonía porque teme que la clase de muerte que le espera dentro de poco —como un despreciable criminal— traerá oprobio al nombre de su Padre. Ahora percibe que en unas cuantas horas será fijado en un madero como una de las personas más bajas que pudiera haber: ¡un blasfemador contra Dios! y por sedición. Esto es lo que más le perturba, la posibilidad de deshonrar a su muy amado Padre al morir en un madero de tormento como un blasfemador maldito. Por eso, le pidió que pasara de él esa “copa”
Uso figurado. El congregador indicó que al sobrevenir la muerte, se quiebra “el jarro junto al manantial”. Al parecer este jarro es el corazón, que con la muerte deja de recibir e impulsar la circulación de la sangre por todo el cuerpo. Se convierte en algo tan inútil como un jarro quebrado que no puede retener agua. El cerebro, al que posiblemente aluda la metáfora “tazón de oro” (el cráneo con su contenido cerebral), también deja de funcionar y se descompone, ‘se quebranta’. (Ec 12:6, 7.)
Vasos. El vocablo griego traducido vaso (skéu·os) se utiliza varias veces en las Escrituras Griegas para designar diversos recipientes, herramientas y utensilios. Las Escrituras a menudo comparan las personas a vasos. (Hch 9:15.) Los cristianos son vasos de barro frágiles a los que se confía un glorioso tesoro, el ministerio. (2Co 4:7.) A la mujer se le llama el “vaso más débil”. Por lo tanto, si el esposo cristiano tiene en consideración las limitaciones físicas y biológicas de su esposa, como lo hizo Jehová en la Ley que dio a Israel (Le 18:19; 20:18), actúan “de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino”. (1Pe 3:7.)
Al llamar a la mujer un “vaso más débil”, Pedro no la estaba rebajando, pues sus palabras implican que el esposo también es un vaso débil o frágil. Otros pasajes bíblicos aluden a ambos sexos con metáforas parecidas, como “vasos de barro” (2 Corintios 4:7) y “vasos de misericordia” (Romanos 9:23). Es cierto que el apóstol se refiere al sexo femenino como el “más débil”, pero Romanos 5:6 aplica el término ‘débil’ a todos los seres humanos, hombres y mujeres por igual. Así pues, los primeros cristianos no considerarían peyorativa la expresión “vaso más débil”. [...] Por su estructura ósea y muscular, el hombre normalmente está dotado de más fuerza física que la mujer. Sin embargo, no hay ninguna indicación de que Pedro estuviera comparando la fuerza moral, espiritual o mental de ambos. (g94 8/10 19, 20)
Una persona debería mantenerse separada de los vasos ‘faltos de honra’ (personas que no se comportan correctamente) y seguir un proceder acorde con la voluntad de Jehová. De este modo podría ser un “vaso para propósito honroso, santificado, útil a su dueño, preparado para toda buena obra”. (2Ti 2:20, 21.) El que Jehová se retenga de destruir inmediatamente a los “vasos de ira”, los inicuos, sirve para librar a los que tienen una disposición hacia la justicia, pues les da tiempo para que se dejen moldear como “vasos de misericordia”. (Ro 9:17-26.)
★El valor de un “Vaso más débil” - (15-5-2006-Pg.32)
★“Corazón” - [¿Qué contienes?]
★¿Son sus labios “vasos preciosos”? - (5-2011-Pg.19)
Copa. La copa a menudo simboliza retribución divina o la cólera de Dios. De tal copa pueden beber personas inicuas, ciudades o hasta pueblos y naciones. (Sl 11:6; 75:8; Isa 51:17, 22; Jer 25:12-29; 51:41; Lam 4:21; Apo 14:9, 10; 16:19; 18:5-8.) Por ejemplo, la antigua Babilonia era una simbólica “copa de oro en la mano de Jehová”, de la que muchas naciones tuvieron que beber la poción amarga de la derrota. (Jer 51:7.)
Cuando a Jerusalén le esperaba la destrucción, se dijo a sus habitantes que la gente ni siquiera les daría “a beber la copa de consolación a causa del padre de uno ni a causa de la madre de uno”. Estas palabras posiblemente eran una alusión a la copa de vino que se daba a la persona que estaba de duelo por sus parientes difuntos. (Jer 16:5-7; compárese con Pr 31:6.)
La “copa” simbólica que Jehová llenó para Jesucristo era su voluntad para él. Sin duda, debido a la gran preocupación que Cristo tenía por el oprobio que su muerte como hombre acusado de blasfemia y sedición acarrearía a Dios, oró que si era posible pasase de él esa “copa”. No obstante, estaba dispuesto a someterse a la voluntad de Jehová y beberla. (Mt 26:39, 42; Jn 18:10, 11.) La asignación o “copa” que Jehová preparó para Jesús no solo significaba sufrimientos, sino también el bautismo de Jesús en la muerte, que culminaría con la resurrección a vida inmortal en el cielo. (Lu 12:50; Ro 6:4, 5; Heb 5:7.) Por lo tanto, también era “la copa de magnífica salvación” para Cristo. (Sl 116:13.) Según la voluntad divina, la “copa” que Jesucristo recibió para beber también la comparte con el “rebaño pequeño” de sus coherederos en el Reino. (Lu 12:32; Mr 10:35-40.)
Herramienta cortante que consiste en una hoja con muescas o dientes sujeta a uno o dos mangos. Las sierras primitivas no cortaban en ambas direcciones; algunas estaban diseñadas para cortar cuando se tiraba hacia el que la usaba; otras, cuando se empujaba hacia afuera. Las sierras egipcias solían estar hechas de bronce y tenían dientes inclinados en la dirección del mango. Ese tipo de sierra cortaba cuando se tiraba hacia la persona que la usaba. La hoja estaba insertada en el mango o atada a él con correas. Los asirios utilizaban sierras de dos mangos con hojas de hierro. Los carpinteros hebreos usaban la sierra para cortar madera, y los albañiles empleaban sierras que podían cortar piedra. (Isa 10:15; 1Re 7:9.)
David puso a trabajar a los cautivos ammonitas en tareas como la de aserrar piedras. (2Sa 12:29-31.) Entre sus herramientas había “hachas” o, literalmente, “sierras de piedra”, según el texto masorético en 1 Crónicas 20:3. Parece ser que en algunos casos se usaban sierras de hoja de cobre con dientes de piedra para cortar piedra. Otras veces se colocaba un abrasivo, como los polvos de esmeril, debajo del borde cortante de una sierra que tuviera la hoja de cobre o de bronce, con el fin de facilitar la tarea de cortar la piedra.
La persecución de los fieles testigos precristianos de Jehová fue a veces tan severa que a algunos se les mató “aserrados en pedazos”. (Heb 11:37, 38.) Según la tradición, el inicuo rey Manasés dio muerte a Isaías de esa manera extremadamente dolorosa, aunque las Escrituras no lo dicen.
Guarnición que se coloca encima de un animal y que sirve de asiento al jinete. Hay varias referencias bíblicas a la acción de aparejar asnos (Gé 22:3; Nú 22:21; 2Sa 17:23; 19:26; 1Re 2:40; 13:13, 27; 2Re 4:24), pero no se facilita ninguna descripción de las sillas de montar. Según los monumentos antiguos, parece que las primeras sillas de montar eran poco más o menos un paño o una almohadilla de cuero. El significado básico del verbo hebreo “aparejar” es “ceñir”, lo que indica que las sillas de montar se sujetaban al animal. En un relieve antiguo se ve una silla de montar semejante a una caja sujeta a la joroba de un camello. No se puede decir nada específico acerca de la “cesta de la silla de montar las mujeres a camello” (hebreo kar hag·ga·mál) mencionada en Génesis 31:34, que se ha traducido también “palanquín [“silla”, FS; “enjalma”, CI; “montura”, LT; “aparejos”, TA; “albarda (sub stramenta [bajo las pajas])”, Alba] del camello” (NC); Véase Caballo.
Bajo la Ley, cualquiera que tocase una silla de montar sobre la que hubiese estado cabalgando alguien que tuviese flujo se hacía inmundo, al igual que la persona que tocase un artículo sobre el que se hubiese sentado una mujer que tuviera la menstruación. (Le 15:9, 19-23.)
El único lugar donde aparece la palabra hebrea sé·redh en la Biblia es en Isaías 44:13, y se refiere a la “tiza roja” que los artesanos de la madera empleaban para marcar.
El término hebreo kelí tiene una aplicación muy amplia, y puede referirse a artículos (Gé 24:53; Éx 3:22; Le 13:49, 52, 57-59; 15:4, 6), útiles (Gé 27:3), efectos (Gé 31:37), receptáculos (Gé 42:25; 43:11), equipo (Gé 45:20), instrumentos (Gé 49:5; 1Cr 15:16), enseres (Éx 25:9), utensilios (Éx 25:39; 27:3, 19; 30:27, 28; 31:7-9), vasijas (Le 6:28; 11:32-34), ropaje (Dt 22:5), armas (Jue 9:54; 18:11, 16, 17), equipaje (1Sa 10:22), bagaje (1Sa 17:22), bolsas (1Sa 17:40, 49), organismos (1Sa 21:5) y herramientas (1Re 6:7).
El término kelí a menudo designa los diversos utensilios que se utilizaban en el santuario, como platos, cántaros, palas, tazones, tenedores, braserillos, apagadores, despabiladeras, palanganas y copas. (Éx 25:29, 30, 39; 27:3, 19; 37:16, 23; 38:3; 1Re 7:40-50; 2Cr 4:11-22.) Al ser usados para un propósito sagrado, estos utensilios eran “santos”. (1Re 8:4.) Por consiguiente, los judíos que partieron de Babilonia en el año 537 a.E.C. y que tuvieron el privilegio de llevar los utensilios sagrados que el rey Nabucodonosor había tomado de Jerusalén, debían mantenerse limpios religiosa y moralmente. A ellos se les dio este mandato profético: “Apártense, apártense, sálganse de allí [Babilonia], no toquen nada inmundo; sálganse de en medio de ella, manténganse limpios, ustedes los que llevan los utensilios de Jehová”. (Isa 52:11.) Esto no solo requería de ellos una limpieza ceremonial; exigía limpieza de corazón. Cuando el apóstol Pablo escribió a los corintios, aplicó las palabras de Isaías 52:11 mostrando que los cristianos también tienen que estar libres de la contaminación de la carne y del espíritu. (2Co 6:14-18; 7:1.)
El propio Jesucristo, fundador del cristianismo, fue quien puso el ejemplo en este sentido, al permanecer “leal, sin engaño, incontaminado, separado de los pecadores”. (Heb 7:26.) Durante su estancia en la Tierra demostró celo por mantener la santidad del templo de Jehová, como cuando por dos veces lo limpió de mercaderes. (Jn 2:13-25; Mt 21:12, 13; Mr 11:15-17; Lu 19:45, 46.) En relación con la segunda ocasión en la que limpió el templo, Marcos informa que “no dejaba que nadie llevara utensilio alguno por el templo”. (Mr 11:16.) Esta frase parece dar a entender que Jesús no permitía que nadie detrajese la santidad del patio del templo al usarlo como atajo para llevar utensilios o género alguno a otras zonas de Jerusalén.
En las Escrituras no se ofrece una descripción detallada del tipo de fuentes y vasijas que eran comunes en tiempos antiguos, aunque por lo general estaban hechas de barro, madera o metal. Algunas eran de uso doméstico, como las que le llevaron a David y a sus acompañantes cuando huían de Absalón. (2Sa 17:27-29.) Para designar este tipo de vasija en particular se emplea la palabra hebrea saf, término que también se usa para denominar la fuente en la que los israelitas pusieron la sangre de la víctima pascual cuando aún estaban en Egipto (Éx 12:22) y las fuentes del templo que Nabucodonosor se llevó a Babilonia. (Jer 52:19.) La palabra saf también puede traducirse “tazón”, como en las palabras proféticas de Jehová: “Aquí voy a hacer de Jerusalén un tazón que causa vértigo a todos los pueblos en derredor”. (Zac 12:1, 2.)
Su uso en el santuario. Tanto en el tabernáculo como después en el templo, hubo fuentes destinadas a un uso sagrado, relacionado con la adoración a Jehová. De acuerdo con las instrucciones que Jehová le dio a Moisés, entre los utensilios del tabernáculo había una gran fuente que debía llenarse de agua. Estaba hecha de cobre, igual que su base, y se hallaba entre la tienda de reunión y el altar con el fin de que el sumo sacerdote y los otros sacerdotes que oficiaban tuviesen un abastecimiento de agua para lavarse las manos y los pies antes de entrar en la tienda de reunión o antes de ministrar ante el altar. (Éx 30:17-21; 31:9; 40:30, 31.) Esta fuente, llamada “pila” en algunas traducciones (BJ, CI, FS, SA), se hizo “usando para ello los espejos de las sirvientas que hacían servicio organizado a la entrada de la tienda de reunión”. (Éx 38:8.)
De acuerdo con el texto masorético, no se dieron instrucciones relacionadas con la manera de trasladarla de un lugar a otro. Sin embargo, la Septuaginta griega (que concuerda con el Pentateuco samaritano) añade a la explicación que se halla en Números 4:14 las siguientes palabras: “Y tomarán una tela púrpura y cubrirán la fuente y su soporte, y los pondrán en una cubierta azul de piel y [los] pondrán sobre varales”.
La palabra hebrea que se emplea con referencia a la fuente del tabernáculo es ki·yóhr (o ki·yór), que puede traducirse por “fuente”, “pila” o “jofaina”. (Éx 35:16, nota.) Es la misma que se utiliza para aludir a las diez fuentes que Salomón hizo construir para el uso del templo, donde se enjuagaban los utensilios que se usaban en las ofrendas quemadas. (2Cr 4:6, 14.)
La capacidad de las diez fuentes de cobre (“pilas”, BJ, Val) que Hiram hizo para el templo era de “cuarenta medidas de bato”, o unos 880 l. de agua. Si eran de forma hemisférica, debieron tener un diámetro de casi 2 m. Naturalmente, las medidas variarían en caso de tener un cuello algo ahusado. En cualquier caso, ha de decirse que la Biblia no da detalles sobre su forma, aunque sí dice que “cada fuente era de cuatro codos”. Cada una de las fuentes iba en una carretilla de cuatro ruedas, hecha con gran destreza y decorada con grabados y otros ornamentos; cinco se colocaron a la derecha de la casa y las otras cinco, a la izquierda. (1Re 7:27-39.)
Otra fuente de gran tamaño fue el mar fundido ornamentado que estaba colocado sobre doce figuras de toros “al lado derecho, al este, hacia el sur” de la casa. En él se recogía agua para el uso de los sacerdotes. Era de forma circular y tenía diez codos (4,5 m.) de un borde al otro y cinco codos (2,2 m.) de altura. (2Cr 4:2-6, 10.)
La palabra griega ni·ptér se traduce en la Biblia “vasija” (BAS; Val, 1989) o “palangana” (NM), y con ella se hace referencia al recipiente que empleó Jesús cuando lavó los pies a sus discípulos. (Jn 13:5.)
Tazones. Como ocurre con otras vasijas mencionadas en la Biblia, los tazones se solían hacer de barro, madera o metal. El término hebreo miz·ráq se emplea con relación a una vasija de metal, al parecer de las que se usaban para los sacrificios cultuales. (Éx 27:3; Nú 4:14; 7:13; 1Re 7:50; 2Cr 4:8.) Los tazones de mayor tamaño empleados en las comidas eran el tsal·lá·jath (“tazón del banquete”, Pr 26:15) y el sé·fel (“gran tazón de banquete”, Jue 5:25). La palabra gul·láh se suele traducir “tazón” (Zac 4:2), pero también se traduce por las expresiones “forma de tazón” y “redondos” en la descripción de los capiteles de las dos columnas que se hallaban a la entrada del templo de Salomón. (1Re 7:41.) Las palabras griegas try·bli·on y fi·á·lë también aluden a algún tipo de tazón. La primera se emplea para referirse a una fuente honda en la que se comía (Mt 26:23), mientras que la segunda se refiere al tipo de tazón que solía emplearse para las libaciones. (Apo 16:2-17.)
La taza en tus manos
Vas caminando con tu taza de café y de repente alguien pasa, te empuja y hace que se te derrame el café por todas partes.
- ¿Por qué se te derramó el café? |