Relaciones Humanas |
Alabanza afectada o adulación para ganar la voluntad de una persona. Por lo general se hace para satisfacer el amor propio o la vanidad de quien es lisonjeado, y por eso es perjudicial. Con la lisonja se pretende ganar el favor o los beneficios materiales de otra persona, o crear en ella un sentimiento de obligación para con el adulador. A menudo la intención es poner una trampa a aquel que es objeto de la adulación. (Pr 29:5.) La lisonja no es una característica de la sabiduría de arriba, sino de la de este mundo, puesto que su raíz es el egoísmo, las distinciones y la hipocresía. (Snt 3:17.) La falta de sinceridad, la mentira, la adulación y la glorificación de hombres con el fin de sacar partido de su vanidad, son cosas que desagradan a Dios. (2Co 1:12; Gál 1:10; Ef 4:25; Col 3:9; Apo 21:8.)
La adulación se define como la acción de alabar a alguien con exageración o insinceridad, generalmente por interés. Se lisonjea o adula a alguien para obtener su favor o beneficios materiales, o para que se sienta comprometido con el adulador. En otras palabras, lo que motiva a los aduladores es el egoísmo. Según Judas 16, “se dedican a adular a los demás por interés” (Nuevo Testamento, Editorial Mensajero). (w98 1/2 29)
En 1 Tesalonicenses 2:3-6 el apóstol Pablo contrasta el comportamiento cristiano con la actitud aduladora, al decir: “Porque la exhortación que damos no proviene de error, ni de inmundicia, ni con engaño, sino que, así como hemos sido probados y reconocidos por Dios como aptos para tener encomendadas a nosotros las buenas nuevas, así hablamos, como agradando, no a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. De hecho, en ninguna ocasión nos hemos presentado ya sea con habla lisonjera (como ustedes lo saben) ni con una apariencia fingida para la codicia, ¡Dios es testigo! Tampoco hemos estado buscando la gloria de los hombres, no, ni de ustedes ni de otros, aunque pudiéramos ser una carga costosa como apóstoles de Cristo”.
Aunque en un principio parezca ventajoso lisonjear, la Biblia señala que “el que censura a un hombre hallará después más favor que aquel que lisonjea con la lengua”. (Pr 28:23.) El que una persona lisonjee para obtener ventaja sobre otra es precisamente lo opuesto a manifestar amor. El que odia acaso recurra a la lisonja, pero a la larga su engaño se volverá contra él. (Pr 26:24-28.)
El que lisonjea emplea palabras melosas para seducir a su víctima. Las expresiones “lisonjear”, “meloso [aplicado a lengua, labio o palabra]” (Sl 5:9; 12:2, 3; Da 11:32), “suavidad” (Pr 7:21), “melosidad” (Da 11:34, nota) y “doble cara” (Eze 12:24, nota) son traducciones de la raíz hebrea ja·láq y de sus derivados. En todos los casos bíblicos citados, el motivo del que emplea habla melosa es malo.
Herodes Agripa I es un ejemplo del desastroso resultado al que conduce el escuchar con agrado la lisonja y la adulación. Cuando la muchedumbre le aclamó al grito de “voz de un dios”, aceptó la lisonja y no le atribuyó a Dios la gloria, por lo que el ángel de Dios le hirió, de modo que falleció. (Hch 12:21-23.) En cambio, cuando una muchedumbre quiso tratar como dioses a Pablo y a Bernabé, estos se lo impidieron. (Hch 14:11-15.) De modo semejante, cuando un gobernante judío intentó adular a Jesús con el título de “Buen Maestro”, él lo corrigió en el acto, diciéndole: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios”. (Lu 18:18, 19; compárese con Job 32:21, 22.)
★Nadie es bueno, sino uno solo, Dios (Mr 10:18): Con estas palabras, Jesús reconoció que Jehová es quien establece la norma suprema de lo que está bien. Solo Jehová, como Soberano del universo, tiene el derecho a decidir qué está bien y qué está mal. Al comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, Adán y Eva se rebelaron contra Dios e intentaron quitarle ese derecho. Jesús, en cambio, es humilde y reconoce que quien debe fijar las normas es su Padre. Gracias a la Biblia, sabemos lo que Dios considera que está bien (Mr 10:19).
Por lo general, en la Biblia la palabra adulterio se refiere a la relación sexual voluntaria entre una persona casada y otra del sexo opuesto que no es su cónyuge, o, bajo la ley mosaica, a tal relación entre un hombre y una mujer ya casada o comprometida. La raíz hebrea que significa “cometer adulterio” es na`áf, mientras que su correspondencia griega es moi·kjéu·ö. (Eze 16:32, nota; Mt 5:32, nota.)
Ciertas sociedades primitivas permiten relaciones libres dentro de la misma tribu, pero a la promiscuidad sexual fuera de los límites de la tribu se la considera adulterio. La obra Funk & Wagnalls Standard Dictionary of Folklore, Mythology and Legend (1949, vol. 1, pág. 15) dice sobre la historia del adulterio: “Se da en todas las partes del mundo, y aunque muchas culturas lo han considerado reprensible, ha disfrutado de considerable popularidad en todas las culturas y en todos los tiempos”. Las inscripciones dan crédito de lo extendido que estaba en el antiguo Egipto; una egipcia, la esposa de Potifar, le propuso a José que tuviera relaciones con ella. (Gé 39:7, 10.) Tanto en el pasado como en el presente, por lo general ha estado prohibido, aunque no siempre se ha castigado.
La ley de Jehová distinguía a Israel y elevaba la condición moral del matrimonio y de la vida de familia a un nivel mucho más alto que el de las naciones circundantes. El séptimo mandamiento del Decálogo declaraba en lenguaje directo e inconfundible: “No debes cometer adulterio”. (Éx 20:14; Dt 5:18; Lu 18:20.) Estaba prohibida la invasión adúltera del ámbito de una persona casada, así como otras formas de inmoralidad sexual. (Véanse FORNICACIÓN; PROSTITUTA.)
Bajo la ley de Moisés, el adulterio se castigaba con severidad. Ambos recibían la pena de muerte: “En caso de que se halle a un hombre acostado con una mujer poseída por un dueño, ambos entonces tienen que morir juntos”. Esto aplicaba incluso a la mujer que tenía relaciones con un hombre que no fuera aquel con quien estaba debidamente comprometida. (Dt 22:22-24.) Si se sospechaba que una esposa había cometido adulterio, se la debía someter a juicio. (Nú 5:11-31; véase MUSLO.)
Aunque los cristianos no están bajo la ley de Moisés, tampoco deben cometer adulterio. “Porque el código: ‘No debes cometer adulterio’, [...] se resume en esta palabra, a saber: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’.” No puede haber hipocresía al respecto. (Ro 13:9; 2:22.) En su enseñanza de los principios divinos, Jesús elevó todavía más el nivel moral para los cristianos. Amplió el concepto de adulterio al decir que no estaba limitado al contacto sexual que un hombre pudiera tener con una mujer que no fuera su cónyuge: “Todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. Tales hombres se cuentan entre los que “tienen ojos llenos de adulterio”. (Mt 5:27, 28; 2Pe 2:14.)
Jesús también dijo que si un esposo o esposa obtenía un divorcio, a no ser por motivo de fornicación (gr. por·néi·a), el segundo matrimonio de cualquiera de los dos constituiría adulterio. Incluso un hombre soltero que tomara como esposa a una mujer divorciada sería culpable de adulterio. (Mt 5:32; 19:9; Mr 10:11, 12; Lu 16:18; Ro 7:2, 3.)
El adulterio es “realmente pecar contra Dios”. (Gé 39:9.) Jehová juzgará a los adúlteros, y nadie que persista en un proceder semejante ‘heredará el reino de Dios’. (Mal 3:5; 1Co 6:9, 10; Heb 13:4.) ¡Qué veraz es el proverbio: “Cualquiera que comete adulterio con una mujer es falto de corazón; el que lo hace está arruinando su propia alma”! (Pr 6:32-35.)
¿Cómo podría una persona ser culpable de adulterio espiritual?
En sentido espiritual, el término adulterio denota infidelidad a Jehová por parte de aquellos que están en una relación pactada con Él. Por consiguiente, el Israel natural, que estaba bajo el pacto de la Ley, fue culpable de adulterio espiritual debido a sus prácticas religiosas falsas, entre las que se contaban ritos de adoración sexual y otras violaciones del séptimo mandamiento. (Jer 3:8, 9; 5:7, 8; 9:2; 13:27; 23:10; Os 7:4.) Por razones similares, Jesús denunció a la generación de judíos de su día llamándola adúltera. (Mt 12:39; Mr 8:38.) Asimismo, si en la actualidad un cristiano dedicado a Jehová que ha sido introducido en el nuevo pacto se contamina con el sistema de cosas actual, comete adulterio espiritual. (Snt 4:4.)
En la Biblia, el término “alquilar” puede significar contratar a alguien (Mt 20:1) o arrendar algo. (Éx 22:14, 15; Hch 28:30.) “Salario”, por otro lado, es la remuneración o compensación que se les paga a los jornaleros por su trabajo o servicios (Le 19:13), y puede ser sinónimo de “recompensa”. Por ejemplo: se predijo que la conquista de Egipto, con toda su riqueza como botín, sería el salario —la recompensa— que recibiría el rey Nabucodonosor por su servicio al destruir Tiro en calidad de ejecutor asignado por Jehová. (Eze 29:18, 19; véanse también Rut 2:12; Isa 61:8; 62:11.) En cumplimiento de Zacarías 11:12, los sacerdotes dieron a Judas Iscariote treinta piezas de plata (de haber sido siclos, equivaldrían a unos 66 dólares [E.U.A.]) como “salario” por traicionar a Jesucristo. (Mt 26:14-16; 27:3-10; Hch 1:18; véase SOBORNO.)
Sin embargo, en algunas ocasiones, la palabra salario denota “retribución”: “El salario que el pecado paga es muerte”. (Ro 6:23; véanse también Sl 109:20; Isa 65:6, 7.)
El alquiler no solo se pagaba en forma de dinero o de plata (2Cr 24:11, 12; 25:6), sino también con animales domésticos, productos agrícolas, etc. Jacob recibió como salario por sus catorce años de trabajo a sus dos esposas, Lea y Raquel. Además, sirvió otros seis años por la parte convenida del rebaño de Labán. (Gé 29:15, 18, 27; 31:41.) Lea “alquiló” a Jacob para que tuviese relaciones con ella con las mandrágoras que le había llevado su hijo, y que después ella le dio a Raquel, y por esta razón dijo que el hijo que le nació era como el “salario de persona alquilada”. (Gé 30:14-18.) En el tiempo del ministerio terrestre de Jesús el salario diario normal de los trabajadores agrícolas debió ser un denario (0,74 dólares [E.U.A.]). (Mt 20:2.)
La ley de Dios dada a Israel requería que se pagase a los jornaleros al final de la jornada de trabajo (Le 19:13; Dt 24:14, 15), y las Escrituras censuran con severidad a aquellos que no son honrados con el salario de los trabajadores. (Jer 22:13; Mal 3:5; Snt 5:4.)
Al alquilar a otras personas, había que ejercer cuidado a fin de asegurarse de su competencia para el trabajo, de ahí el proverbio que dice: “Como arquero que todo lo traspasa es el que alquila a alguien estúpido, o el que alquila a los transeúntes”. (Pr 26:10.)
De acuerdo con el principio: “El obrero es digno de su salario” (Lu 10:7; 1Ti 5:17, 18), se puede decir que la hospitalidad y la ayuda material extendidas a quienes se dedican exclusivamente a los intereses de la adoración pura son el salario que les es debido. Los diezmos de los israelitas constituían el salario de los levitas por su servicio en el santuario. (Nú 18:26, 30, 31.) Por otro lado, a los que sirven al Creador no se les da como salario la posición justa ante Dios y la vida eterna, pues estas cosas son dones que resultan de la bondad inmerecida de Dios por medio de Cristo al ejercer fe en el sacrificio de rescate. (Ro 4:2-8; 6:23.)
En los días del profeta Ageo, la negligencia con respecto al santuario tuvo como resultado que Jehová retuviese Su bendición, y como consecuencia, los que se alquilaban lo hacían por ‘una bolsa que tenía agujeros’, es decir, el alquiler que se recibía era escaso y se gastaba rápidamente. (Ag 1:3-6.) Respecto a los días anteriores a la restauración del templo, Jehová dijo por medio de Zacarías: “Porque antes de aquellos días no se hizo que existiera salario para la humanidad; y en cuanto al salario de los animales domésticos, no había tal cosa”. (Zac 8:9, 10; véanse ASALARIADO; DONES DE DIOS; REGALO, DÁDIVA.)
A diferencia de la palabra hebrea sa·kjár (que suele significar el alquiler que se paga como salario por un trabajo o servicios prestados), la palabra hebrea `eth·nán, que proviene de la raíz na·thán (dar), se usa en las Escrituras exclusivamente con referencia al alquiler pagado por la prostitución, tanto literal como figurativa. Por lo tanto, este último término se considera más bien como un regalo, en lugar de como un salario ganado al trabajar, y por lo general denota algo peyorativo. La Ley prohibía que para cumplir un voto se llevara al santuario el “alquiler de una ramera” o el “precio de un perro”, esto es, el alquiler de un homosexual, que es lo que esta última expresión probablemente quiere decir. (Dt 23:18.) En vista de esto, el que se diga en la Biblia que el alquiler de Tiro por prostituirse con las naciones llegaría a ser algo santo a Jehová, parece dar a entender que el Altísimo santificaría la ganancia material que Tiro conseguiría de este modo, haciendo que se usara según Su voluntad y resultase en beneficio para Sus siervos. (Isa 23:17, 18; compárese con Ne 13:16.) Tanto Judá como Israel eran culpables de prostituirse con otras naciones. (Eze 23:1-16; Os 9:1; Miq 1:6, 7.) A este respecto, Dios denunció a Jerusalén por algo singular: a diferencia de las rameras, que recibían un alquiler por sus servicios, Jerusalén, por su parte, pagaba un alquiler a las naciones con las que se prostituía. (Eze 16:26-34, 41.)
La palabra española salario se deriva del vocablo latino salarium, que aludía a la asignación de sal que se entregaba a los soldados romanos para complementar su sueldo. Los griegos compraban los esclavos con sal, lo que dio lugar en algunas culturas a la expresión “no vale su sal”, es decir, vale menos de lo que se pagó por él. (g02 8/6 14) La palabra latina para “sal” es sal,y en los días de la Roma imperial, las tropas recibían parte de su paga (salarium) en sal. De ahí viene la palabra “salario”. (w85 15/5 22 párr. 3).
Factura de un hijo a su madre
Una tarde, un niño se acercó a su madre que preparaba la cena en la cocina, entregando una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota:
- Cortar el césped del jardín… 15.00
La madre lo miró con fijeza mientras él aguardaba expectante.
- Por llevarte 9 meses en mi vientre y darte la vida… NADA
Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, tenía sus ojos llenos de lágrimas. Moraleja: Así somos las personas, como niños, queriendo recompensa por las buenas acciones que hacemos. |
Persona que, a diferencia de un esclavo, presta algún servicio a cambio de remuneración. La Ley estipulaba que al asalariado se le pagara su servicio al final de la jornada. (Le 19:13; Dt 24:14, 15.) Parece ser que, al menos hacia el siglo I E.C., se fijaba el salario que se le pagaría al obrero antes de que empezara a trabajar, el día laboral duraba doce horas —de seis de la mañana a seis de la tarde— y el salario acostumbrado para los vendimiadores era de un denario (0,74 dólares [E.U.A.]) al día. (Mt 20:1-13.) La expresión bíblica “los años de un trabajador asalariado” parece indicar que también se determinaba de antemano la duración del contrato o acuerdo de trabajo. (Isa 16:14; 21:16.)
La Ley estipulaba que el trabajador asalariado no debería participar de la Pascua, de lo que se desprende que en Israel muchos de estos trabajadores eran incircuncisos; sin embargo, a los esclavos circuncisos sí les estaba permitido, pues se les consideraba miembros de una de las familias israelitas. Algo parecido ocurría con los trabajadores asalariados de un sacerdote, a quienes se les prohibía comer de las cosas santificadas, mientras que esta prohibición no se aplicaba a los esclavos circuncisos, ya que a estos se les consideraba miembros de la casa del sacerdote. (Éx 12:43-45; Le 22:10, 11.)
Al israelita que por haber sufrido serios reveses económicos se vendiese como esclavo al servicio de un coterráneo, un residente forastero, un poblador o un familiar de un residente forastero, no se le podía tratar con tiranía, sino con la consideración que se otorgaba a los asalariados. Si después no le era posible beneficiarse del derecho de recompra, debía ser puesto en libertad en el séptimo año de su servidumbre o en el año del Jubileo, según lo que llegase primero. (Éx 21:2; Le 25:39, 40, 47-49, 53; Dt 15:12; véase ESCLAVO.)
A veces los patronos abusaban de sus asalariados. A este respecto, Jehová advirtió a través del profeta Malaquías que intervendría como testigo veloz contra los que actuaban fraudulentamente con el salario del trabajador asalariado. (Mal 3:5; véanse además Snt 5:4; ALQUILER, SALARIO.)
Por lo general, el asalariado estaba ansioso por terminar su jornada laboral y recibir su paga. (Job 7:1, 2.) En ocasiones los asalariados no tomaban en serio los intereses de su patrono, situación que se infiere del comentario de Jesús respecto al asalariado que huye cuando se ve ante el peligro, a diferencia del Pastor Excelente, que entrega su alma a favor de las ovejas. (Jn 10:11-15; véase además Jer 46:21.)
En tanto que a los esclavos se les consideraba parte de la casa, los asalariados eran jornaleros a los que se podía despedir en cualquier momento. El joven pensó que estaría dispuesto a aceptar incluso el lugar más bajo en la casa de su padre (Lu 15:19).
Algo adquirido como resultado de dar a cambio artículos de valor, como dinero, bienes, servicios o incluso una vida.
Ya en los días de Abrahán la gente compraba y vendía mercancías, propiedades y servicios, y usaba el dinero como moneda de cambio de manera muy parecida a como se hace en la actualidad. Abrahán “[compró] con dinero” esclavos varones. (Gé 17:12, 13.) Después de la muerte de Sara, Abrahán le hizo una compra formal a Efrón, uno de los hijos de Het, de una porción de terreno, para usarla como sepultura familiar. (Gé 23:3-20; 49:29-32.) Son de interés los detalles de este contrato legal, el primero registrado en las Escrituras.
Dando muestras de verdadera cortesía, Abrahán se inclinó cuando hizo su oferta. No quería comprar el campo, sino tan solo la cueva que “está a la extremidad de su campo [de Efrón]”. Efrón hizo una contraoferta. No se sabe con seguridad si estaba aparentando la generosidad propia de los orientales al decir que le daba la propiedad a Abrahán (Gé 23:7-11) o si, como algunos piensan, tan solo estaba expresando que accedía a desprenderse de ella, es decir, a ‘darla’ por un precio. Lo que sí es seguro es su insistencia en que la transacción incluyese tanto la cueva como el campo. Por fin se llegó a un acuerdo, se fijó el precio, se cerró el trato y el dinero se pesó cuidadosamente, “cuatrocientos siclos de plata, corriente entre mercaderes” (c. 880 dólares [E.U.A.]). (Gé 23:16.) En aquellos días el dinero no estaba acuñado en monedas, sino que se pesaba en balanzas. Por consiguiente, “el campo y la cueva que estaba en él, y todos los árboles que estaban en el campo, que estaban dentro de todos sus límites en derredor, quedaron confirmados a Abrahán como propiedad suya comprada”. Toda esta transacción legal ocurrió en presencia de los interesados y de testigos: “Ante los ojos de los hijos de Het, entre todos los que entraban por la puerta de su ciudad”. (Gé 23:17, 18.) Más tarde, Jacob compró de manera similar una porción de terreno a los siquemitas. (Gé 33:18, 19.)
Durante un hambre de siete años, José, el primer ministro de Egipto, vendió grano primero por dinero, y cuando este se agotó, aceptó como pago animales domésticos, luego la tierra y, por fin, a las mismas personas. (Gé 42:2-25; 47:13-23.)
La ley de Moisés prohibía estrictamente comprar y vender en sábado, y condenaba también los tratos comerciales deshonestos. No obstante, Israel violó con frecuencia estas leyes cuando cayó en la apostasía. (Le 25:14-17; Ne 10:31; 13:15-18; Am 8:4-6.)
Cuando el rey David quiso comprar la era de Arauna (Ornán), este hombre tuvo la amabilidad de ofrecérsela gratis. Sin embargo, David insistió en pagarle la suma de 50 siclos de plata (110 dólares [E.U.A.]) por el lugar inmediato al altar más los materiales necesarios para los sacrificios. Parece ser que tiempo después se añadieron los terrenos circundantes, una superficie suficiente como para acomodar todo el templo, y el precio de compra fue de 600 siclos de oro por peso (77.070 dólares [E.U.A.]). (2Sa 24:21-24; 1Cr 21:22-25.) Durante los reinados de Jehoás y Josías, se compraron materiales y mano de obra para la reparación del templo. (2Re 12:9-12; 22:3-7.)
Jeremías compró un campo en su ciudad natal de Anatot, y describió la transacción legal del siguiente modo: “Escribí en una escritura y le puse el sello y tomé testigos al ponerme a pesar el dinero en la balanza”. (Jer 32:9-16, 25, 44.)
En las Escrituras Griegas Cristianas también hay varias referencias a la compra de mercancías y materiales, como víveres, aceite, prendas de vestir, perlas, campos, casas, oro, pomada para los ojos, mercancías en general, animales e incluso seres humanos. (Mt 13:44-46; 25:8-10; 27:7; Mr 6:37; Jn 4:8; 13:29; Hch 1:18; 4:34-37; 5:1-3; Apo 3:18; 13:17; 18:11-13; véase BANCO, BANQUERO.) A los judíos creyentes se les liberó por compra de la maldición de la Ley mediante Cristo, quien llegó a ser una maldición en lugar de ellos cuando, aunque era inocente, fue colgado en un madero. (Gál 3:13; 4:5.) Jehová “compró con la sangre del Hijo suyo” toda “la congregación de Dios”. (Hch 20:28.)
“Así se hace política”
Le dije a mi hijo: - Tu te vas a casar con la mujer que yo elija! El dijo: "No!" Le dije: - Ella es la hija de Bill Gates. Y el dijo: "Ok!"
Lo llamé a Bill Gates y le dije:
Llamé al Presidente del Banco Mundial y le pregunté si podía contratar a mi hijo como CEO del Banco Mundial.
Así es exactamente como funciona la política! |
Acción de guardar algo con cuidado y vigilancia; persona o escolta encargada de custodiar a un preso.
La ley bíblica más explícita sobre las responsabilidades del custodio se encuentra en Éxodo 22:10-13, que trata de los animales que se confían a otra persona. Dice esta ley, que debió basarse en una ley patriarcal anterior (Gé 31:39): “En caso de que un hombre diera a su prójimo [...] cualquier animal doméstico para que se lo guardara, y este de veras muriera o se lisiara o se lo llevaran cuando nadie estuviera mirando, [...] el otro no ha de dar compensación. Pero si en efecto le hubieran sido hurtados, ha de dar compensación al dueño de ellos. Si de hecho fuera desgarrado por una fiera, ha de traerlo como evidencia. Por algo que haya desgarrado una fiera no ha de dar compensación”. (Compárese con Gé 31:39.)
Cuando un pastor se comprometía a guardar o vigilar un rebaño, aceptaba legalmente la custodia de esos animales. Garantizaba al dueño que se les alimentaría y que no serían robados; en caso de que esto ocurriera, pagaría una compensación. Sin embargo, su responsabilidad no era absoluta, pues la ley supracitada absolvía al guardián de responsabilidad si intervenían factores que se escapaban al control humano, como el ataque de bestias salvajes. De todos modos, para que se exonerara al custodio de responsabilidad, tenía que presentar pruebas al dueño, como, por ejemplo, el cuerpo desgarrado del animal. Después de examinar las pruebas, el dueño debía declarar inocente al custodio.
El mismo principio aplicaba en general a cualquier propiedad que se confiaba a otra persona, incluso en lo que tenía que ver con las relaciones familiares. Por ejemplo, se consideraba al hermano mayor el guardián legal de sus hermanos y hermanas menores. Esto ayuda a entender la preocupación del primogénito Rubén por la vida de José cuando los demás hermanos hablaron de matarlo, según se registra en Génesis 37:18-30: “Por eso dijo: ‘No hiramos mortalmente su alma’. [...] ‘No viertan sangre. [...] no pongan sobre él mano violenta’. Era su propósito librarlo de la mano de ellos a fin de devolverlo a su padre”. Y cuando Rubén descubrió la ausencia de José, fue tal su ansiedad, que “rasgó sus prendas de vestir” y exclamó: “¡El niño ha desaparecido! Y yo... ¿adónde realmente he de ir yo?”. Sabía que se le podía considerar responsable de la pérdida de José. Para evitar tal responsabilidad, los hermanos astutamente prepararon una prueba falsa de que una fiera había despedazado a su hermano. Metieron la prenda de vestir de José en sangre de cabra y luego se la presentaron a Jacob, su padre y juez patriarcal, quien absolvió a Rubén de cualquier responsabilidad porque la prueba presentada le llevó a la conclusión de que una fiera había matado a José. (Gé 37:31-33.)
En Gálatas 3:19-25 se hace una aplicación espiritual de los términos “guardar” y “custodia”. Pablo dice que la Ley puso de manifiesto las transgresiones y que “la Escritura entregó todas las cosas juntas a la custodia del pecado”, pero continúa: “Sin embargo, antes que llegara la fe, estábamos guardados bajo ley, entregados juntos en custodia, esperando la fe que estaba destinada a ser revelada”. Con estas palabras puso de relieve que el Israel natural estaba en custodia espiritual, guardado por la Ley, hasta que llegara la fe en Cristo.
En algunas ocasiones la Biblia emplea el término “custodia” con referencia a la detención de una persona. Un ejemplo es el caso del medio israelita que injurió el nombre de Jehová en el campamento de Israel. Después que transgredió la Ley, el relato dice: “Entonces lo pusieron en custodia hasta que se les hiciera una declaración precisa conforme al dicho de Jehová”. (Le 24:10-16, 23.) Israel no acostumbraba a mantener en custodia a los delincuentes durante mucho tiempo, porque la justicia debía ejecutarse con prontitud. (Jos 7:20, 22-25.) Sin embargo, en este caso, como en el del hombre que violó el sábado (Nú 15:32-36), se esperaba una aclaración de la Ley, pero tan pronto como se conoció el dicho de Jehová al respecto, se ejecutó la sentencia sin dilación. De igual manera, a Pedro y los demás apóstoles se les puso en custodia, aunque injustamente, a la espera de ser juzgados ante el Sanedrín al día siguiente. (Hch 4:3; 5:17, 18.) Las Escrituras también dicen que a Jeremías se le puso en custodia injustamente, pues fue en realidad un encarcelamiento y no una detención para un juicio posterior. (Jer 37:21.)
Relaciones sexuales ilícitas fuera del matrimonio instituido por Dios. La palabra hebrea za·náh y otras formas afines transmiten la idea de prostitución, ayuntamiento o relación sexual inmoral y fornicación. (Gé 38:24; Éx 34:16; Os 1:2; Le 19:29.) La palabra griega que se traduce “fornicación” es por·néi·a, un término que, según explica B. F. Westcott en su libro Saint Paul’s Epistle to the Ephesians (1906, pág. 76), “se usa en sentido general con referencia a relaciones sexuales ilícitas, tales como 1) el adulterio, Os. II.2, 4 (LXX); Mt. V.32; XIX.9; 2) el matrimonio ilícito, 1 Cor. V.1, y, en su sentido más usual, 3) la fornicación, como es el caso que nos ocupa [Ef 5:3]”. A este respecto, el Greek-English Lexicon of the New Testament (de W. Bauer, revisión de F. W. Gingrich y F. Danker, 1979, pág. 693) define esta palabra como “prostitución, incontinencia, fornicación, toda clase de relación sexual ilícita”. Se entiende, por lo tanto, que por·néi·a implica el uso crasamente inmoral de los órganos genitales de por lo menos una persona, aunque hayan debido tomar parte en el acto dos o más individuos (bien otra persona que se presta al acto o un animal) del mismo sexo o de sexo opuesto. (Jud 7.) La violación es un acto de fornicación, pero, por supuesto, no convierte a la víctima en fornicador.
Cuando Dios bendijo al primer matrimonio humano, dijo: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne”. (Gé 2:24.) La norma que Dios fijó para el hombre y la mujer fue la monogamia, y estaban excluidas las relaciones sexuales promiscuas. Tampoco se contemplaba el divorcio ni las segundas nupcias. (Véase DIVORCIO.)
En la sociedad patriarcal, los siervos fieles de Dios odiaban la fornicación, y la consideraban un pecado contra Dios, tanto si eran personas solteras, como si estaban comprometidas o casadas. (Gé 34:1, 2, 6, 7, 31; 38:24-26; 39:7-9.)
La palabra griega original para “fornicación”, por·néi·a, no se refiere únicamente al coito, se refiere a toda actividad sexual ilícita, extramaritales que implique el empleo de los órganos genitales fuera del matrimonio, lo cual incluye prácticas como el sexo oral y anal, y la masturbación a la pareja y acariciar los órganos sexuales, sea que intervengan personas del mismo o de distinto sexo. (w99 1/9 12 párr. 17; g01 22/12 26; g04 22/7 12; g 3/07 26)
Bajo la Ley. Bajo la ley mosaica, el hombre que cometía fornicación con una muchacha que no estaba comprometida tenía que casarse con ella y pagar a su padre la dote estipulada para una novia (50 siclos de plata; 110 dólares [E.U.A.]). No podía divorciarse de ella en toda su vida. Aunque el padre de ella rehusara dársela en matrimonio, el hombre tenía que pagarle el precio de compra prescrito. (Éx 22:16, 17; Dt 22:28, 29.) Sin embargo, si la muchacha estaba comprometida, el hombre tenía que morir lapidado. No se castigaba a la muchacha que gritaba cuando era atacada, pero si no lo hacía (indicando así que consentía), también se le daba muerte. (Dt 22:23-27.)
La ley que castigaba con la muerte a una muchacha que se casase fingiendo ser virgen, pero que hubiese cometido fornicación en secreto, realzaba la santidad del matrimonio. Si su marido la acusaba falsamente de tal delito, se consideraba que había acarreado gran vergüenza a la casa del padre de ella. Por tal difamación los jueces tenían que ‘disciplinar’ a tal hombre (posiblemente azotarlo) y multarlo con 100 siclos de plata (220 dólares [E.U.A.]), dinero que se entregaba al padre de la esposa. (Dt 22:13-21.) La prostitución de la hija de un sacerdote deshonraba el sagrado puesto de su padre. A ella debía dársele muerte y luego quemarla como algo detestable. (Le 21:9; véase también Le 19:29.) La fornicación entre personas casadas (adulterio) era una violación del séptimo mandamiento, y aquellos que cometían tal pecado merecían la pena de muerte. (Éx 20:14; Dt 5:18; 22:22.)
Si un hombre cometía fornicación con una sierva designada para otro hombre pero que aún no había sido redimida o liberada, se les tenía que castigar a ambos, pero no debía dárseles muerte. (Le 19:20-22.) Esto era así porque la mujer todavía no era libre y no tenía completo control de sus acciones, como lo habría tenido una muchacha comprometida que estuviese en libertad. Aún no se había pagado el precio de redención, o al menos no en su totalidad, por lo que todavía era esclava de su amo.
Cuando el avaricioso profeta Balaam vio que no podía maldecir a Israel por medio de artes adivinatorias, procuró hacerles incurrir en la desaprobación de Jehová, induciéndolos a tener relaciones sexuales ilícitas. Por medio de las mujeres moabitas, consiguió que participaran en el sucio culto fálico del Baal de Peor, por lo que 24.000 israelitas perdieron la vida. (Nú 25:1-9; 1Co 10:8 [es probable que 1.000 cabezas del pueblo fuesen ejecutados y colgados en maderos (Nú 25:4) y los 23.000 restantes fuesen pasados a espada o muriesen debido al azote].)
Prohibida a los cristianos. Jesucristo restauró la norma original de Dios acerca de la monogamia (Mt 5:32; 19:9) y condenó la fornicación, equiparándola a razonamientos inicuos, asesinatos, robos, falsos testimonios y blasfemia, todo lo cual proviene del interior del hombre, de su corazón, y lo contamina. (Mt 15:19, 20; Mr 7:21-23.) Más tarde, el cuerpo gobernante de la congregación cristiana, compuesto por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, escribió a los cristianos en 49 E.C., prohibiéndoles la fornicación, que colocó al mismo nivel que la idolatría y el consumo de sangre. (Hch 15:20, 29; 21:25.)
El apóstol Pablo señala que la fornicación es una de las obras de la carne, lo opuesto al fruto del espíritu de Dios, y advierte que el practicar las obras de la carne impedirá que un individuo herede el Reino. (Gál 5:19-21.) Su consejo es que el cristiano amortigüe su cuerpo “en cuanto a fornicación”. (Col 3:5.) Pablo advirtió a los cristianos que la por·néi·a ni siquiera debería ser tema de conversación entre personas santas, tal como a los israelitas se les mandó que no mencionasen los nombres de los dioses paganos de las naciones que los rodeaban, no que no los nombraran a sus hijos al prevenirles del culto a esas deidades, sino que no los mencionasen con agrado. (Ef 5:3; Éx 23:13.)
La fornicación es una ofensa por la que un individuo puede ser expulsado de la congregación cristiana. (1Co 5:9-13; Heb 12:15, 16.) El apóstol explica que un cristiano que comete fornicación peca contra su propio cuerpo, pues usa los órganos de la reproducción para fines ilícitos. Este proceder afecta muy adversamente a la persona en sentido espiritual, trae deshonra a la congregación de Dios y hace que dicha persona quede expuesta al peligro de enfermedades venéreas mortíferas. (1Co 6:18, 19.) El fornicador abusa de los derechos de sus hermanos cristianos (1Te 4:3-7), pues: 1) su ‘locura deshonrosa’ introduce inmundicia en la congregación y la desprestigia (Heb 12:15, 16); 2) priva a la persona con quien comete fornicación de una condición moral limpia y, si es soltera, del derecho a dar comienzo a una relación matrimonial pura; 3) mancha el nombre de su propia familia, y, además, 4) perjudica a los padres, esposo o prometido de la persona con quien comete fornicación. Tal persona no desafía al hombre, cuyas leyes pueden o no sancionar la fornicación, sino a Dios, quien exigirá castigo por su pecado. (1Te 4:8.)
En sentido simbólico. Para Jehová Dios la nación de Israel, que estaba en una relación de pacto con Él, era una “esposa”. (Isa 54:5, 6.) Cuando Israel llegó a ser infiel a Dios, despreciándole y volviéndose a otras naciones, como Egipto y Asiria, en busca de ayuda y pactando con ellas, fue como una esposa infiel —adúltera o prostituta— que fornicaba con todo descaro. (Eze 16:15, 25-29.) De manera semejante, se llama adúlteros a los cristianos que están dedicados a Dios, o que profesan estarlo, y de manera infiel participan en adoración falsa o se hacen amigos del mundo. (Snt 4:4.)
La obra Lexicon Graecum Novi Testamenti (edición de F. Zorell, París, 1961, col. 1106) dice respecto al significado simbólico de por·néi·a en determinados pasajes: “Apostasía de la fe verdadera, sea parcial o total; defección del único Dios verdadero Jahvé para seguir tras dioses ajenos [4Re 922; Jer 3:2, 9; Os 6:10, etc.; pues se consideraba la unión de Dios con su pueblo como una especie de matrimonio espiritual]: Apo 14:8; 17:2, 4; 18:3; 19:2”. (Corchetes del editor; en la Septuaginta griega 4Re corresponde a 2Re en el texto masorético.)
Asimismo, a Babilonia la Grande, símbolo de una colectividad religiosa, se la representa en el libro bíblico de Apocalipsis como una ramera. Sus diversas sectas, “cristianas” y paganas, han alegado ser organizaciones de adoración verdadera; pero ella se ha asociado con los gobernantes de este mundo para conseguir poder y ganancia material, y ‘los reyes de la tierra han cometido fornicación’ con ella. Su proceder inmundo y obsceno de fornicación ha sido detestable a la vista de Dios y ha causado gran derramamiento de sangre y angustia en la Tierra. (Apo 17:1-6; 18:3.) Debido a su proceder, Babilonia la Grande sufrirá el juicio de destrucción de Dios contra los fornicadores. (Apo 17:16; 18:8, 9.)
Metrosexual Metrosexual es un adjetivo que hace referencia al hombre que concede atención excesiva por su imagen y que tiene ciertos gustos y costumbres generalmente asociados a la mujer (por ejemplo, la utilización de cosméticos, el gasto excesivo en ropa o el apego por las cirugías estéticas). El término incluye el prefijo metro (de metrópoli), ya que esta tendencia se desarrolló en el ámbito urbano y de las grandes ciudades. Es importante destacar que la metrosexualidad no está vinculada a la preferencia sexual: los metrosexuales pueden ser heterosexuales, homosexuales o bisexuales, contribuye a difuminar las diferencias entre homosexuales y heterosexuales sin que importe lo más mínimo, pues él centra su amor en sí mismo, y su opción sexual es el placer”. Según una enciclopedia, esta palabra ha cobrado popularidad “porque cada vez están mejor integrados socialmente los homosexuales y, por tanto, existen cada día menos tabúes sobre la homosexualidad y sobre las nuevas definiciones de masculinidad”. (g 2/07 30/63-Nota)
Inmoralidad sexual Traducción del término griego pornéia, expresión general que abarca todo tipo de relaciones sexuales prohibidas por la ley de Dios. Incluye el adulterio, la prostitución, las relaciones sexuales entre personas no casadas entre sí, la homosexualidad y el sexo con animales. En Apocalipsis, al hablar de la prostituta religiosa conocida como “Babilonia la Grande”, se usa para describir su trato con los gobernantes de este mundo a cambio de poder y beneficios materiales (Apo 14:8; 17:2; 18:3; Mt 5:32; Hch 15:29; Gál 5:19). Ver PROSTITUTA; PROSTITUTO.
Cantidad fijada que paga un deudor por el uso de aquello que toma prestado.
Ya en el II milenio a. E.C. Babilonia tenía un sistema de préstamos plenamente desarrollado. El código de Hammurabi estipulaba un tipo de interés del 20% sobre moneda y grano, y que un mercader que cargara un tipo mayor tendría que perder el derecho a la cantidad prestada. Sin embargo, la ley que Dios le dio a Israel prohibía que se prestase dinero a interés a los coterráneos necesitados. Nadie debía aprovecharse de los reveses económicos de su compañero. (Éx 22:25; Le 25:36, 37; Dt 23:19.) En Proverbios 28:8 se indica que la fortuna amasada por interés y usura con el tiempo llegaría a ser posesión del “que muestra favor a los de condición humilde”.
Sin embargo, a los israelitas se les permitía cobrar interés a los extranjeros. (Dt 23:20.) Los doctos judíos entienden que esto se hacía, no en casos de necesidad, sino en préstamos comerciales. (The Pentateuch and Haftorahs, edición de J. H. Hertz, Londres, 1972, pág. 849.) Por lo general los extranjeros que se hallaban en Israel solo estaban de paso y a menudo por motivos comerciales, por lo que era razonable que se esperara que pagaran interés, sobre todo en vista de que ellos también prestaban con interés.
Aunque el israelita recto obedecía la ley divina respecto a prestar dinero sin cobrar interés (Sl 15:5; Eze 18:5, 8, 17), parece ser que la costumbre de cobrar interés se popularizó, lo que causó dificultades a los deudores necesitados. (Ne 5:1-11; Isa 24:2; Eze 18:13; 22:12.) No obstante, Jesucristo respaldó lo que la ley de Dios prescribía y le dio una aplicación aún más amplia, diciendo: “Continúen [...] prestando sin interés, sin esperar que se les devuelva nada”. (Lu 6:34, 35.) En vista de esto, sería impropio no ayudar materialmente a una persona que no estuviese en condiciones de devolver lo prestado debido al infortunio y por causas ajenas a su voluntad. En cambio, si con el préstamo no se pretende aliviar un estado de pobreza, no habría inconveniente en cobrar algún interés. El propio Jesús dejó entrever en una de sus ilustraciones que no es impropio recibir interés por dinero invertido: cuando el esclavo inicuo fue censurado por no haber entregado el dinero de su amo a los banqueros para que cobrase sus réditos. (Mt 25:26, 27; Lu 19:22, 23.)
★ “Interés intenso”
Desde los albores de la historia, el hombre ha manifestado interés por la distracción y el entretenimiento. Se dice que Jubal, perteneciente a la séptima generación desde Adán, fue el “fundador de todos los que manejan el arpa y el caramillo”. (Gé 4:21.) Con el tiempo, especialmente en el período postdiluviano, se inventaron ciertos juegos.
Egipto y Mesopotamia. En lugares muy dispersos de Egipto, Palestina y Mesopotamia, los arqueólogos han desenterrado varias clases de tableros, figuras de ajedrez, dados y otras piezas para juegos, algunas de las cuales datan de tiempos anteriores a Abrahán. Un relieve de una puerta de un templo egipcio representa a Ramsés III jugando a un juego parecido a las damas con una de sus concubinas. En muchos juegos se utilizaban dados o se tiraban palos para determinar los movimientos.
En las pinturas egipcias se representan, además de bailes e instrumentos musicales, escenas de muchachas egipcias haciendo malabarismos con varias pelotas a la vez. Otros juegos típicos entre los más jóvenes eran los de equipo, como, por ejemplo, una competición que consistía en tirar de una cuerda. También eran populares las canicas.
Israel. En la Biblia no se hace ninguna referencia directa a los juegos de los hebreos, pero hay ciertos indicios de que había algunas formas de esparcimiento además de la música, el canto, el baile y la conversación. Zacarías 8:5 habla de niños que jugaban en las plazas públicas, y en Job 21:11, 12 se mencionan las canciones y las danzas de los muchachos. En los días de Jesús, los niños jugaban a representar ocasiones felices y tristes. (Mt 11:16, 17.) Por otra parte, las excavaciones en Palestina han sacado a la luz juguetes de niños, como sonajeros y silbatos, además de ollas y carros en miniatura. Job 41:5 puede indicar que se tenían pájaros domesticados. Al parecer, también se practicaba el tiro al blanco con flechas, así como con hondas. (1Sa 20:20-22, 35-40; Jue 20:16.) Sin embargo, parece que los judíos no practicaron los juegos de competición propiamente dichos hasta el período helenista.
Los enigmas y juegos de adivinanza eran populares en Israel, como lo ilustra el que Sansón planteara un enigma a los filisteos. (Jue 14:12-14.)
Grecia. Hacia el tiempo en que Isaías empezó a profetizar en Judá, los griegos dieron comienzo a sus famosas competiciones olímpicas de atletismo en honor de Zeus, en el año 776 a.E.C. Aunque los juegos de Olimpia siguieron siendo los más famosos, otras tres ciudades griegas llegaron a ser importantes centros de competiciones. En el istmo cercano a Corinto se celebraban los juegos ístmicos, consagrados a Poseidón. En Delfos se disputaban los juegos píticos, mientras que los juegos nemeos, también en honor de Zeus, se celebraban cerca de Nemea.
Los juegos olímpicos se celebraban cada cuatro años y tenían una marcada connotación religiosa. Algunos rasgos importantes de estos juegos eran los sacrificios religiosos y la adoración al fuego olímpico. Los juegos ístmicos se celebraban cada dos años cerca de Corinto.
Todas estas competiciones constaban básicamente de carreras pedestres, lucha, boxeo, lanzamiento de disco y jabalina, carreras de carros y otras pruebas. Los participantes hacían un voto de guardar el horario del rígido entrenamiento de diez meses, que ocupaba la mayor parte de su tiempo. Dicho horario estaba supervisado estrictamente por jueces que vivían con los participantes. Por lo general los entrenamientos se hacían en condiciones más difíciles que las de la misma competición: los corredores se ponían pesos en los pies y los boxeadores llevaban pesados uniformes. Solían pasar años hasta que un atleta desarrollaba las cualidades necesarias para vencer en los juegos. El premio consistía en una simple guirnalda o corona de hojas: en los juegos olímpicos se usaban hojas de acebuche; en los juegos ístmicos, de pino; en los juegos píticos, de laurel, y en las competiciones nemeas, de apio silvestre. El premio se exhibía en la línea de llegada junto al árbitro, lo que impulsaba a los participantes de las carreras pedestres a esforzarse al máximo mientras mantenían su vista fija en el premio. Sin embargo, se descalificaba al que no guardase las reglas. Los juegos eran el tema de conversación para todos antes, durante y después de su celebración. A los atletas vencedores se les elogiaba e idolatraba, se les obsequiaba con muchos regalos y se les agasajaba. En Corinto, se otorgaba una pensión vitalicia a los atletas ganadores.
Roma. Los juegos romanos diferían mucho de los juegos griegos, ya que sus rasgos principales eran las luchas de gladiadores y otras exhibiciones de extrema brutalidad. Las competiciones de gladiadores empezaron en el siglo III a. E.C. como un servicio religioso en los funerales, y posiblemente tenían una estrecha relación con los ritos paganos antiguos en los que los adoradores se laceraban a sí mismos, dejando fluir la sangre en honor de sus dioses o de sus muertos. (1Re 18:28; compárese con la prohibición de tales prácticas a Israel en Le 19:28.) Más tarde, los juegos romanos se dedicaron al dios Saturno. No había nada que les superase en brutalidad e insensibilidad. En cierta ocasión, el emperador Trajano organizó unos juegos en los que figuraban 10.000 gladiadores, la mayoría de los cuales luchó hasta morir antes del final del espectáculo. Incluso algunos senadores, algunas mujeres “nobles” y un emperador, Cómodo, bajaron a la arena gladiatoria. A partir de la época de Nerón, muchos cristianos murieron atrozmente en estas celebraciones.
Se introducen en Palestina juegos paganos.
Durante el reinado de Antíoco Epífanes, en el siglo II a. E.C., los judíos helenizantes introdujeron la cultura y las competiciones atléticas griegas en Israel. Según se relata en el primer capítulo del libro apócrifo de 1 Macabeos, se abrió un gimnasio en Jerusalén. En 2 Macabeos 4:12-15 se dice que incluso los sacerdotes descuidaban sus deberes para participar en los juegos. Sin embargo, hubo quienes se opusieron fuertemente a tal adopción de costumbres paganas.
En el siglo I a. E.C. Herodes el Grande construyó un teatro en Jerusalén y un anfiteatro en la llanura, además de un teatro y un anfiteatro en Cesarea, e instituyó la celebración de juegos cada cinco años en honor de César. Además de luchas, carreras de carros y otras competiciones, introdujo rasgos de los juegos romanos, como luchas entre animales salvajes o entre animales y condenados a muerte. Según Josefo, por todo ello los judíos planearon dar muerte a Herodes, aunque sin éxito. (Antigüedades Judías, libro XV, cap. VIII, secs. 1-4; libro XV, cap. IX, sec. 6.)
El punto de vista cristiano. Tertuliano, escritor de los siglos II y III E.C., expuso la posición de los cristianos primitivos tocante al entretenimiento romano al decir: “¿Qué puede esperar nuestro deseo en las cuadrigas del Circo? ¿Qué tienen que oír nuestros oídos en las torpezas del Teatro? ¿Qué tienen que ver nuestros ojos en la atrocidad con que las fieras despedazan hombres en la arena? ¿Qué tiene que aprender nuestra atención en la vanidad de las acciones del [juego llamado] Xisto? ¿En qué os ofendemos por presumir hay otros deleites más gustosos que vuestros juegos? [...] Si reprobamos vuestros entretenimientos, también nuestros deleites os disgustan a vosotros”. (Apología contra los gentiles, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947, cap. XXXVIII, [4, 5,] pág. 100.) El apóstol Pablo sintetiza el punto de vista cristiano sobre el entrenamiento corporal en el consejo que da a Timoteo en 1 Timoteo 4:7-10.
Uso ilustrativo. Pablo y Pedro utilizaron algunos rasgos de los juegos para ilustrar ciertas enseñanzas. En contraste con el premio que buscaban los competidores en las competiciones griegas, la corona por la que se esfuerza un cristiano ungido no es una guirnalda de hojas que se marchitan, sino la recompensa de vida inmortal. (1Pe 1:3, 4; 5:4.) El cristiano tiene que correr con la determinación de ganar el premio y tiene que mantener su vista fija en él; mirar atrás sería desastroso. (1Co 9:24; Flp 3:13, 14.) Ha de contender según las reglas de una vida moral con el fin de no ser descalificado. (2Ti 2:5.) El autodominio, la autodisciplina y el entrenamiento son fundamentales. (1Co 9:25; 1Pe 5:10.) Los esfuerzos del cristiano deben estar bien dirigidos hacia la victoria, como el buen boxeador dirige sus golpes sin desperdiciar energía, si bien en el caso del cristiano, el objeto de sus golpes no es otro ser humano, sino aquellas cosas que pueden hacerle fracasar, que pudieran hallarse dentro de sí mismo. (1Co 9:26, 27; 1Ti 6:12.) El cristiano ha de quitarse todo peso que le estorba y el pecado que podría enredarle, es decir, la falta de fe, de la misma manera que los competidores en las carreras se quitaban toda ropa que dificultase su movimiento. El corredor cristiano tiene que estar preparado para una carrera de fondo que requiere aguante, no simplemente para una carrera de velocidad. (Heb 12:1, 2.)
Debe observarse que en Hebreos 12:1 Pablo habla de una gran “nube de testigos [gr. mar·ty·rön] que nos cerca”. El contenido del capítulo precedente —al que Pablo se refiere con las palabras: “Pues, entonces”— hace patente que esta “nube de testigos” no era una simple multitud de observadores. De modo que Pablo animó a los cristianos a seguir adelante en la carrera señalando, no a meros observadores, sino al ejemplo excelente de otros que también eran corredores, y en particular instándolos a mirar atentamente al que ya había salido victorioso y que entonces era su Juez, Cristo Jesús.
Es posible que la ilustración de 1 Corintios 4:9 se haya tomado de las competiciones romanas. En ella, a Pablo y sus compañeros apóstoles se les asemeja a los que participaban en la última prueba del espectáculo en la arena, normalmente la más sangrienta y la que se reservaba para aquellos que debían morir. Hebreos 10:32, 33 puede que también tenga como fondo los juegos romanos. (Véase TEATRO.) Es posible que Pablo mismo hubiera experimentado los peligros de los juegos romanos, en vista de lo que dice en 1 Corintios 15:32 sobre ‘pelear con bestias salvajes en Éfeso’. Algunos creen poco probable que un ciudadano romano hubiera peleado con bestias salvajes en la arena, por lo que piensan que la expresión es figurativa y se refiere a los opositores semejantes a bestias de Éfeso. Sin embargo, las palabras de 2 Corintios 1:8-10 concernientes a los graves peligros a los que se enfrentó en el distrito de Asia, donde se encontraba Éfeso, y según las cuales Dios lo rescató de “tan grande cosa como la muerte”, encajan mejor con el hecho de que tuviera que luchar en la arena romana con fieras reales que con la oposición que halló en Éfeso. (Hch 19:23-41.) Puede, por lo tanto, haber sido una de las varias veces que estuvo “a punto de morir” durante su ministerio. (2Co 11:23; véase DIVERSIÓN.) ★Tablero de juego de Ur - (it-2-Pg.163)
¿Por qué comprenderemos mejor versículos bíblicos al conocer el antiguo atletismo? Saber que en los juegos de la antigua Grecia ‘no se permitía competir a ningún delincuente notorio’ nos ayuda a entender mejor a Pablo cuando dijo en 2 Timoteo 2:5 que, en la carrera por la vida, debemos ‘competir de acuerdo con las reglas’. En los juegos antiguos, los corredores no llevaban ropa ni equipo que les añadiera peso, lo que nos hace entender mejor el consejo de Pablo en Hebreos 12:1 de ‘quitarse todo peso’. Aquellas carreras eran exigentes pruebas de fuerza y resistencia, lo cual arroja luz sobre la exhortación de Pablo de correr con aguante. El premio para el vencedor de las antiguas carreras pedestres griegas solía consistir en una corona de laurel, olivo silvestre o pino. Este dato nos ayuda a captar mejor el sentido de las palabras de Pablo en 1 Corintios 9:24, 25, cuando dijo que, a diferencia del premio que reciben los ganadores de las pruebas atléticas, el premio para los cristianos que aguantan no es perecedero. De ese modo, el apóstol Pablo ilustra claramente las recompensas de satisfacer los requisitos divinos, abandonar una actitud materialista y aguantar para conseguir el premio de la vida eterna. (Véase CORREDOR - [La historia del origen del Maratón])
La carrera
En una ocasión en la carrera de los 100 m con obstáculos de las olimpiadas de 1980, salieron los 8 competidores.
El número 7 tiró el primer obstáculo, luego el segundo y el tercero; Desde el suelo vio a los demás alejarse, sin embargo se puso en pié y continuó la carrera; se dio cuenta de que su rodilla sangraba y que su pierna no tenía la fuerza necesaria por el golpe, pero aún continuó; tropezando más adelante con otro obstáculo y cayendo nuevamente. En ese punto ya los otros competidores habían pasado la meta y los que estaban alrededor de la pista le decían que saliera de la pista pues estaba sangrando y de todas formas ya no iba a ganar la carrera, pero este atleta no les hizo caso, se levantó y siguió adelante, su objetivo era llegar a la meta, y lo iba a lograr sin importar lo que pasara.
La gente en las graderías estaba atónita al ver la persistencia de aquel hombre. PERSEVERAR HASTA EL FINAL SIN IMPORTAR LOS TROPIEZOS! En esta vida mis amigos sentimos muchas veces que hemos caído demasiado y que ya no podemos más, pues pensamos que la carrera está perdida. Nunca estás tan abajo que Dios no te pueda levantar, ni tan lejos que Dios no te pueda alcanzar. SIGUE! Sigue hasta el final... Que ahí estará tu Creador con los brazos abiertos... aplaudiendo tu perseverancia y confianza en El, y dispuesto a entregarte tu corona de vencedor... SIGUE!!! (Ec 9:11; Hch 20:24; 1Co 9:24; 2Ti 4:7; Heb 12:1, 2). |
La modesta recompensa
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram.
En una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado.
Un buen día un tal Sissa se presentó en su corte y pidió audiencia.
Después de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenzó a jugar y se sintió maravillado:
– Sissa, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has inventado —dijo el rey. Cuando al día siguiente Sissa se presentó de nuevo ante el trono, dejó maravillado al rey con su petición, sin precedente por su modestia.
– Soberano —dijo Sissa—, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero del ajedrez.
Pero has de saber que tu petición es indigna de mi generosidad. Durante la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió a que se enteraran de si habían ya entregado al irreflexivo Sissa su mezquina recompensa.
– Soberano, están cumpliendo tu orden —fue la respuesta—. Los matemáticos de la corte calculan el número de granos que le corresponde.
Por la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó de nuevo cuánto tiempo hacía que Sissa había abandonado el palacio con su saco de trigo.
Por la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor de la corte solicitaba audiencia para presentarle un informe muy importante.
El rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.
¿Cómo se llega a este resultado?
¿Cuánto trigo es?
La estimación de producción mundial de trigo para la cosecha 2013-2014 fue de: 708.891.000 Tm |
¿Tú corres?
“En una ocasión una persona me vio con una camiseta de alguna carrera y me preguntó, en tono burlón… – ¿Tú corres? -Le dije que sí – ¿Y eres de los buenos o de los malos? -Soy de los buenos, le dije. – ¿Ah sí? y ¿en que lugar llegas? -He llegado cuarto, sexto, octavo, 30º, 50º… Depende de la cantidad de pilotos que asistan a la carrera. – Ufff… ¿entonces en qué lugar llegan los malos? ¡LOS MALOS NO LLEGAN NI A INSCRIBIRSE, AMIGO!
Esos solo se dedican a faltar el respeto y criticar a los que participan con sus medios, sean muchos o pocos.
¡SIGUE SIEMPRE ADELANTE! |
Alguien que se interpone entre dos o más partes en desacuerdo a fin de reconciliarlas; intercesor; agente intermediario o medianero. En las Escrituras el término se aplica a Moisés y a Jesucristo, mediadores del pacto de la Ley y del nuevo pacto, respectivamente. (Gál 3:19; 1Ti 2:5.)
Sangre para dar validez a los pactos. El escritor inspirado de la carta a los Hebreos considera dos pactos principales, el pacto de la Ley y el nuevo pacto, y se refiere a Cristo como el mediador de este último. (Heb 9:15.) Sus palabras de Hebreos 9:16 han sido objeto de controversia entre los eruditos bíblicos. Por ello el texto se ha traducido de diferentes maneras: “Pues donde hay testamento se requiere que conste la muerte del testador” (BJ). “Para que un testamento surta efecto es preciso comprobar que ha muerto quien lo otorgó” (BI). “Porque donde hay un pacto, necesario es que sea causada la muerte del que lo hizo” (BAS, 1973, nota). “Porque donde hay un pacto, es necesario que se suministre la muerte del humano que hace el pacto” (NM). “Porque donde [hay] pacto, [es] necesario que intervenga la muerte de la [víctima mediadora] que lo ratifica” (ENP). “Porque donde (hay) pacto, muerte (hay) necesidad de ser reportada de lo pactado” (NTI). “Para que un pacto entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo hizo” (VP, nota).
El texto griego dice al pie de la letra: “Donde pues pacto, muerte necesidad de ser traída del que ha pactado para sí”. (Heb 9:16, Int.) “Porque donde un pacto (es), una muerte (es) necesaria que sea introducida del que concierta el pacto.” (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, 1987, vol. 4, pág. 149.)
La traducción de di·a·thé·kë por “pacto” expresa con exactitud el significado del término original. La traducción “testamento”, que utilizan muchas versiones, no es consecuente con el uso del término en la Septuaginta griega y en muchos lugares de las Escrituras Griegas Cristianas. (Lu 1:72; Hch 3:25; 7:8; Ro 9:4; 11:27; Heb 8:6-10; 12:24.) La palabra “testamento” tampoco concuerda con el contexto, pues Pablo considera el pacto de la Ley y el nuevo pacto, ninguno de los cuales eran “testamentos”.
En Hebreos 9:16 el apóstol Pablo explica que los pactos entre Dios y el hombre (no entre seres humanos) exigen sacrificios. Debe notarse, además, que, en particular en el caso de los hebreos, el acercamiento a Dios y los pactos con Él normalmente se basaban en sacrificios, y a las víctimas a veces se las cortaba en pedazos con motivo de la validación de un pacto. Es obvio que el pacto de la Ley y el nuevo pacto necesitaron del derramamiento de sangre para su validación ante Dios. De otro modo Él no hubiera reconocido su validez ni hubiera mantenido con los implicados una relación basada en pacto. (Heb 9:17.) Para dar validez al pacto de la Ley, se utilizaron víctimas animales —toros y cabras— que tomaron el lugar de Moisés, el mediador. (Heb 9:19.) Para validar el nuevo pacto, se sacrificó la vida humana de Jesucristo. (Lu 22:20; véase apéndice 7D - “Pacto” usado en el antiguo sentido hebreo.)
El mediador del pacto de la Ley. Moisés era el mediador del pacto de la Ley entre Jehová Dios y la nación de Israel. Jehová habló con él “boca a boca” (Nú 12:8), aunque en realidad fue el ángel de Jehová quien habló en representación de Dios. (Hch 7:38; Gál 3:19; Heb 2:2.) Moisés fue para Israel un vocero intermediario de Jehová. (Éx 19:3, 7, 9; 24:9-18.) En su calidad de mediador, tenía “confiada a él toda [la] casa” de Jehová. (Nú 12:7.) Al mediar el pacto de la Ley, ayudó a la nación de Israel a guardar el pacto y recibir sus beneficios.
Validación del pacto de la Ley. El apóstol Pablo dice: “Ahora bien, no hay mediador cuando se trata de una sola persona, mas Dios es uno solo”. (Gál 3:20.) En el pacto de la Ley, Dios era uno de los pactantes y la nación de Israel el otro. Debido a su condición pecaminosa, los israelitas no podían pactar por sí solos con Dios, sino que necesitaban un mediador. Esta carencia se manifestó en su petición a Moisés: “Habla tú con nosotros, y escuchemos nosotros; pero no hable Dios con nosotros, por temor de que muramos”. (Éx 20:19; Heb 12:18-20.) Por consiguiente, como expresión de su misericordia, Jehová designó a Moisés mediador del pacto de la Ley y dispuso que se sacrificasen animales con el fin de dar validez al pacto. Por supuesto, Moisés también era imperfecto y pecador, pero tenía el reconocimiento de Dios, como lo había tenido Abrahán tiempo atrás. (Heb 11:23-28; véase DECLARAR JUSTO - [Cómo se ‘cuenta’ como justo a alguien].) Con motivo de la inauguración del pacto, Moisés supervisó el sacrificio de los animales. Acto seguido, roció la sangre sobre el rollo o el “libro del pacto”, leyó el libro al pueblo, expuso los términos recogidos en el pacto y el pueblo accedió a obedecer. Posteriormente, Moisés roció al pueblo (lógicamente a los ancianos que lo representaban) con la sangre, diciendo: “Aquí está la sangre del pacto que Jehová ha celebrado con ustedes tocante a todas estas palabras”. (Éx 24:3-8; Heb 9:18-22.)
Inauguración del sacerdocio. Los sacerdotes designados de la casa de Aarón no podían empezar a ejercer sus funciones como sacerdotes por su cuenta. Tenían que tomar posesión de su puesto bajo la dirección del mediador de Dios, Moisés. Cuando esto tuvo lugar, del 1 al 7 de Nisán de 1512 a.E.C., Moisés ungió el tabernáculo, su mobiliario y utensilios, así como a Aarón, con un aceite de composición especial. Después de llenar las manos de Aarón y sus hijos con ofrendas, meció sus manos llenas ante Jehová a fin de consagrarlos o ‘llenar sus manos de poder’ para el sacerdocio. Luego los salpicó con el aceite de la unción y la sangre del altar. De modo que una función de Moisés como mediador fue dirigir la instalación y entrada en vigor del sacerdocio, uno de los aspectos del pacto de la Ley. (Le 8; Heb 7:11; véase INSTALACIÓN.)
Moisés también desempeñó un papel importante el 8 de Nisán de 1512 a.E.C. en relación con los primeros servicios del sacerdocio recién instalado, pues dirigió los actos y, junto con Aarón, bendijo al pueblo. (Le 9.) En la institución de todo lo relacionado con el pacto de la Ley, Moisés actuó en calidad oficial de mediador.
Otros trabajos de mediador. Por medio de Moisés se le dio a Israel un código de más de 600 leyes, que incluían también los estatutos sacerdotales. Moisés ejecutó muchos milagros a favor del pueblo por el poder de Dios. Además, intercedió por ellos, suplicando a Jehová que los librase por causa de Su nombre. (Éx 32:7-14; Nú 14:11-20; 16:20-22; 21:7; Dt 9:18-20, 25-29; 10:8-11.) El interés principal de Moisés era el nombre de Jehová y el pueblo, lo que incluso estaba por encima de la preocupación por su propio bienestar. (Éx 32:30-33; Nú 11:26-29; 12:9-13.)
Semejanzas entre dos mediaciones. Con respecto a los que son introducidos en el nuevo pacto, hallamos una situación similar a la del antiguo Israel. Los cristianos también son pecadores. Como la sangre de animales en realidad no puede quitar los pecados (Heb 10:4), es necesario un sacrificio mejor. Jesucristo es ese sacrificio mejor. (Heb 10:5-10.) El escritor de Hebreos lo explica de la siguiente manera. Después de mencionar los sacrificios ofrecidos bajo la Ley, dice: “¿Cuánto más la sangre del Cristo, [...] limpiará nuestra conciencia de obras muertas para que rindamos servicio sagrado al Dios vivo? Por eso él es mediador de un nuevo pacto, para que, habiendo ocurrido una muerte para la liberación de ellos por rescate de las transgresiones bajo el pacto anterior, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay un pacto, es necesario que se suministre la muerte del humano que hace el pacto. Porque el pacto es válido sobre víctimas muertas, puesto que no está en vigor en ningún tiempo mientras vive el humano que ha hecho el pacto”. (Heb 9:11-17.)
Pablo continúa señalando que el pacto anterior no se inauguró sin sangre. Cuando Moisés ofició en este pacto, se encargó de que se hiciesen los sacrificios y roció la sangre sobre el “libro del pacto”. (Heb 9:18-28.) De igual manera, Jesucristo, el mediador de Dios para el nuevo pacto, compareció ante Jehová con el valor de su sangre después de su sacrificio. Otra semejanza es que del mismo modo que el pacto de la Ley se hizo con una nación, no con personas (Éx 24:7, 8), así el nuevo pacto se hizo con la “nación santa” de Dios, “el Israel de Dios”. (1Pe 2:9; Gál 6:15, 16.)
Beneficiarios de la mediación de Cristo. El apóstol Pablo dice que hay “un solo mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”, tanto judíos como gentiles. (1Ti 2:5, 6.) Él sirve de mediador del nuevo pacto entre Dios y aquellos a quienes se introduce en este pacto: la congregación del Israel espiritual. (Heb 8:10-13; 12:24; Ef 5:25-27.) Cristo llegó a ser el Mediador para que los llamados “reciban la promesa de la herencia eterna” (Heb 9:15); presta ayuda, no a los ángeles, sino a la “descendencia de Abrahán”. (Heb 2:16.) Ayuda a los que han de ser introducidos en el nuevo pacto a ser ‘adoptados’ en la casa de Jehová, compuesta por sus hijos espirituales, quienes finalmente estarán en el cielo como hermanos de Cristo y llegarán a formar parte con él de la descendencia de Abrahán. (Ro 8:15-17, 23-25; Gál 3:29.) Les ha transmitido el prometido espíritu santo, con el que se les sella y se les ha dado una prenda de lo que ha de venir, su herencia celestial. (2Co 5:5; Ef 1:13, 14.) En Apo 7:4-8 se da a conocer que la cantidad total de los que al fin son sellados de manera permanente asciende a 144.000 personas.
Inauguración del nuevo pacto. Después de su muerte y resurrección, Jesús entró en el cielo para comparecer ante la persona de Dios con el fin de presentar su ofrenda, de la que se benefician primero los que han sido introducidos en el nuevo pacto. (Heb 9:24.) Luego intervino como Sumo Sacerdote y Mediador. En armonía con la pauta que se siguió en la inauguración del pacto de la Ley, Jesucristo presentó el valor de su sacrificio ante Jehová en el cielo (tal como Moisés roció la sangre sobre el libro de la Ley [pues Dios no estaba allí en persona]). En el día del Pentecostés de 33 E.C., Jesús derramó el espíritu santo de Dios sobre los primeros a los que se introdujo en el nuevo pacto, unas 120 personas. Más tarde, en aquel mismo día, unos 3.000 judíos y prosélitos fueron añadidos a la congregación. (Hch 1:15; 2:1-47; Heb 9:19.) Y tal como Moisés leyó la Ley al pueblo, así Jesucristo enuncia claramente las condiciones del nuevo pacto y sus leyes a los que tienen parte en él. (Éx 24:3-8; Heb 1:1, 2; Jn 13:34; 15:14; 1Jn 5:1-3.)
Como Mediador y Sumo Sacerdote, Jesucristo, siendo inmortal, siempre está vivo y puede abogar a favor de los miembros del Israel espiritual que se acercan a Dios por medio de él, de manera que puede mediar el nuevo pacto hasta que las personas que reciben su ayuda como mediador se salven completamente. (Heb 7:24, 25.) Puede dirigir los asuntos para que el nuevo pacto consiga todos sus objetivos. A los que tienen parte en el pacto finalmente se les instala en el sacerdocio celestial como sacerdotes con Cristo, su gran Sumo Sacerdote. (Apo 5:9, 10; 20:6.)
Bendiciones para toda la humanidad. Aunque el papel de mediador de Jesús únicamente va dirigido hacia los que están en el nuevo pacto, también es el Sumo Sacerdote de Dios y la Descendencia de Abrahán. Al cumplir con sus responsabilidades en estas dos últimas posiciones, bendecirá a otras personas de la humanidad, puesto que todas las naciones tienen que ser bendecidas por medio de la descendencia de Abrahán. Los que están en el nuevo pacto son bendecidos primero por Cristo, la Descendencia principal (Gál 3:16, 29), y se les introduce como miembros asociados de la descendencia. Constituidos reyes y sacerdotes en virtud del nuevo pacto que él media, participarán en administrar las bendiciones del sacrificio de Jesús y de su gobernación real a todas las naciones de la Tierra. Una vez realizado su propósito al introducir al “Israel de Dios” en esta posición, el papel mediador de Cristo resulta por tanto en beneficios y bendiciones para toda la humanidad. (Gál 6:16; Gé 22:17, 18.)
Además de los 144.000 “sellados”, hay otros que también oran a Jehová Dios en el nombre de Cristo y ponen fe en el mérito de su sacrificio de rescate. Este sacrificio no es solo para aquellos por quienes Jesucristo media el nuevo pacto, sino también para toda la humanidad que expresa fe en Cristo. (1Jn 2:2.) Estas personas que no han sido introducidas en el nuevo pacto también reconocen que “no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos”. (Hch 4:12.) También consideran a Jesucristo como su gran Sumo Sacerdote celestial, mediante quien pueden acercarse a Dios y mediante cuyos servicios pueden conseguir el perdón de sus pecados. (Heb 4:14-16.) Apocalipsis 21:22-24 dice que ‘las naciones andarán en la luz de la Nueva Jerusalén’, ciudad que tiene a Jehová Dios como su luz y al Cordero Jesucristo como su lámpara.
Mujer que amamanta y cuida a un niño que no es suyo (Gé 24:59; 35:8; Éx 2:7; 2Re 11:2; 2Cr 22:11; Isa 49:23). Débora, por ejemplo, fue la nodriza de Rebeca y más tarde, su sierva o asistenta, de manera que continuó como sirvienta de la familia incluso después de la muerte de su ama. (Gé 24:59, 67; 35:8.)
La Traducción del Nuevo Mundo traduce en algunas ocasiones la palabra hebrea `o·mé·neth por nodriza. (2Sa 4:4.) Tanto esta forma como su correspondiente masculina (`o·mén; Nú 11:12; Isa 49:23 [‘cuidador’]) designan a la persona que cuidaba o atendía niños, enfermos o ancianos. Esta función la desempeñaron tanto la anciana Noemí, que sirvió de “nodriza”, es decir, de niñera de su nieto Obed (Rut 4:13, 16, 17), como la bella virgen Abisag, la enfermera del rey David. (1Re 1:1-4.)
La palabra griega tro·fós significaba en ocasiones “nodriza”. Pablo la empleó en 1 Tesalonicenses 2:7, donde se comparó a sí mismo y a sus compañeros con “una madre que cría” a fin de resaltar el hecho de que fueron amables con los creyentes macedonios.
Acuerdo entre dos o más personas para emprender cierta acción o abstenerse de llevarla a cabo; convenio; contrato. La palabra hebrea beríth, de etimología incierta, aparece unas 280 veces en las Escrituras Hebreas, y más de 80 de esos casos se dan en el Pentateuco de Moisés. Las tablillas cuneiformes encontradas en Qatna en 1927 (antigua ciudad cananea al SE. de Hamat) permiten comprobar que el significado primario del término hebreo es “pacto”, comparable al del vocablo legal moderno de “contrato”. “El contenido de dos de las [quince] tablillas es sencillo. La tablilla A contiene una lista de nombres [...]. La tablilla B, una lista de víveres [...]. Por lo tanto, la lista A es un compromiso por el que las personas mencionadas [...] acuerdan ponerse al servicio de otra o cumplir con determinadas obligaciones. La lista B, de la mano del mismo escriba, explicita la naturaleza del compromiso: los que suscriben el acuerdo recibirán a cambio de sus servicios una cantidad específica de víveres. [...] El concepto israelita de berit, ‘pacto’, fue un tema central en la teología yavista. Aquí aparece escrito este término por primera vez en un documento extrabíblico de tiempos antiguos, no posterior al primer tercio del siglo XIV a. C.” (Bulletin of the American Schools of Oriental Research, febrero de 1951, pág. 22.)
Algunas versiones de las Escrituras Griegas Cristianas traducen el término di·a·thé·kë por “pacto; alianza; testamento” (testamentum, Vg). Sin embargo, la Cyclopædia de M’Clintock y Strong (1891) comenta en el artículo “Pacto” que “no parece haber necesidad de introducir una nueva palabra [aparte de “pacto”] que transmita una idea nueva. Dado que la Sept[uaginta] tradujo de manera consecuente [beríth] —término que nunca significa última voluntad o testamento, sino siempre pacto o acuerdo— por [di·a·thé·kë] en todo el A.T., puede suponerse que cuando los escritores neotestamentarios adoptaron ese término, intentaron comunicar a sus lectores (la mayoría de ellos familiarizados con el A.T. en griego) la misma idea. Además, en la mayoría de las ocasiones, el N.T. se refiere al mismo concepto denominado pacto (beríth) en el A.T. (véanse 2Cor. III, 14; Heb. VII, IX; Apo XI, 19); si bien en el mismo contexto, la misma palabra y objeto se ha traducido del griego al [español, en la mayoría de las Biblias,] algunas veces ‘pacto’ [o ‘alianza’] y otras ‘testamento’ (Heb. VII, 22; VIII, 8-13; IX, 15)”. (Véase también NM, apéndice 7E.)
El escritor de la carta a los Hebreos emplea repetidas veces el término di·a·thé·kë (Heb 7:22; 8:6, 8, 9, 10; 9:4, 15, 16, 17, 20) refiriéndose innegablemente a un pacto en el sentido hebreo antiguo, y hasta cita de Jeremías 31:31-34 y hace mención del “arca del pacto”. En los versículos supracitados de Jeremías, la Septuaginta traduce la antigua voz hebrea beríth (pacto) por di·a·thé·kë. Además, en Hebreos 9:20 se cita de Éxodo 24:6-8, donde sin lugar a dudas se habla de un pacto.
Aplicación de la palabra. Los pactos siempre incluían a dos o más partes. Podían ser unilaterales (en los que solo una de las partes tenía la responsabilidad de cumplir los términos) o bilaterales (en los que ambas partes tenían términos que cumplir). Además de los pactos en los que Dios es una de las partes, la Biblia registra la formulación de pactos entre hombres, tribus, naciones o grupos de personas. Quebrantar un pacto era un pecado grave. (Eze 17:11-20; Ro 1:31, 32.)
El término “pacto” se aplicaba a un decreto invariable, como el concerniente al pan de la proposición (Le 24:8) o a la creación de Dios gobernada por sus leyes, tales como la inalterable sucesión del día y la noche. (Jer 33:20.) También se usa figurativamente, como en la expresión ‘pacto con la Muerte’. (Isa 28:18.) Asimismo, Jehová habla de un pacto en relación con las bestias salvajes. (Os 2:18.) Al convenio matrimonial se le llama pacto. (Mal 2:14.) La expresión “dueños (amos) de un pacto” tiene el sentido de “confederados”, como en Génesis 14:13.
En realidad, cualquier promesa de Jehová es un pacto, pues su realización es segura, y se puede confiar plenamente en su cumplimiento. (Heb 6:18.) Un pacto está en vigor mientras sus términos estén vigentes y la obligación de cumplirlo descanse en una o ambas partes. Los resultados o las bendiciones que se derivan del pacto pueden continuar, incluso, eternamente.
Métodos de ratificar un pacto. A menudo se invocaba a Dios como testigo. (Gé 31:50; 1Sa 20:8; Eze 17:13, 19.) Se hacía un juramento. (Gé 31:53; 2Re 11:4; Sl 110:4; Heb 7:21.) Los hombres a veces disponían una señal o testimonio físico, como un regalo (Gé 21:30), una columna o majano (Gé 31:44-54) o el darle nombre a un lugar (Gé 21:31). En una ocasión Jehová se sirvió del arco iris. (Gé 9:12-16.) Un método era matar y cortar en trozos determinados animales, y luego cada uno de los que hacían el pacto pasaba entre los pedazos. Debido a esta costumbre se acuñó la locución hebrea ‘cortar un pacto’. (Gé 15:9-11, 17, 18, nota; Jer 34:18, nota, 19.) A veces una alianza iba acompañada de una fiesta. (Gé 26:28, 30.) En ciertas ocasiones se podía participar de una comida de comunión, como se hizo cuando se inauguró el pacto de la Ley. (Abd 7; Éx 24:5, 11.) El pactante de más entidad podía regalar al otro armas o alguna pieza de su indumentaria. (1Sa 18:3, 4.) En algunas naciones paganas las partes pactantes acostumbraban a beber cada uno sangre del otro, bien sola o mezclada con vino (en violación de la prohibición divina dada a toda persona en Génesis 9:4 y al pueblo de Israel bajo la Ley), y pronunciar las más duras maldiciones sobre el que se atreviese a quebrantar el pacto.
La Biblia emplea la expresión “pacto de sal” para indicar la permanencia e inmutabilidad de un pacto. (Nú 18:19; 2Cr 13:5; Le 2:13.) Entre los pueblos antiguos, comer sal juntos era una señal de amistad, e indicaba fidelidad y lealtad duraderas. Comer sal con los sacrificios de comunión simbolizaba lealtad perdurable.
Documentos escritos. “El dedo de Dios” escribió sobre piedra los Diez Mandamientos (Éx 31:18; 32:16); se dice que Jeremías redactó una escritura, la selló y tomó testigos (Jer 32:9-15); también se han hallado tablillas de arcilla de pueblos antiguos que recogen los términos de contratos convenidos en su día. Estas solían introducirse en sobres de arcilla que luego se cerraban.
La promesa edénica.
Como se registra en Génesis 3:15, Jehová Dios declaró proféticamente su propósito en el jardín de Edén en presencia de Adán, Eva y la “serpiente”.
Con respecto a la identidad de los que estaban incluidos en esta promesa y profecía, la visión dada al apóstol Juan de Apocalipsis 12:9 nos informa que la “serpiente” es Satanás el Diablo. La “descendencia” de la “mujer”, durante tanto tiempo esperada por los hombres justos, se identifica con la “descendencia” de Abrahán: Jesucristo. (Gál 3:16; Mt 1:1.) La serpiente tenía que magullar en el talón a la “descendencia”. Jesucristo fue muerto; sin embargo, esta herida no fue permanente, ya que Dios lo levantó de la muerte. Pero la “descendencia”, a su vez, tiene que magullar la cabeza de la serpiente, derrotándola permanentemente.
¿Quién es la “mujer” que interviene en este pacto? No puede ser Eva, pues ella se hizo enemiga de Dios. Para poder derrotar, ‘reducir a la nada’, a la criatura celestial Satanás el Diablo, la “descendencia” de la mujer también tendría que ser celestial, no humana. (Heb 2:14.) Aunque Jesús era Hijo de Dios, nació como hombre, pero cuando se bautizó, Dios lo reconoció como Su Hijo al enviar espíritu santo sobre él, y así Jesús se convirtió en el Hijo de Dios engendrado por espíritu. (Mt 3:13-17; Jn 3:3-5.) Más tarde, cuando se le resucitó, fue “hecho vivo en el espíritu”. (1Pe 3:18.) Entonces, ¿quién fue la “madre”, no ya del niño Jesús, sino del Hijo de Dios engendrado por espíritu? El apóstol Pablo explicó que tanto Abrahán como Sara, Isaac, Agar e Ismael configuraron un drama simbólico, en el que Isaac representó a todos aquellos cuya esperanza es celestial, entre quienes estaba el propio apóstol Pablo. De hecho, Pablo dijo que la “madre” de todos estos es “la Jerusalén de arriba”. Jesucristo los llamó sus “hermanos”, con lo que dio a entender que eran hijos de una misma madre. (Heb 2:11.) Sobre esta base se puede identificar a la “mujer” de Génesis 3:15 con “la Jerusalén de arriba”. (Gál 4:21-29.)
Los términos de la promesa implican que habría un lapso de tiempo, durante el cual la “serpiente” produciría una “descendencia” y surgiría una enemistad entre las dos ‘descendencias’. Ya han pasado unos seis mil años desde la declaración de la promesa. Justamente antes del reinado milenario de Cristo, se arrojará a la “serpiente” al abismo de inactividad, y después del fin de los mil años, se la aniquilará para siempre. (Apo 20:1-3, 7-10; Ro 16:20.)
Pacto con Noé. Jehová Dios hizo un pacto con Noé —quien representaba a su familia— en relación con el propósito de Jehová de salvaguardar la vida humana y animal y destruir el mundo inicuo de aquel día. (Gé 6:17-21; 2Pe 3:6.) Noé tuvo sus hijos cuando ya era mayor de quinientos años. (Gé 5:32.) Cuando Dios reveló su propósito a Noé, sus hijos eran adultos y se habían casado. Noé, por su parte, tenía que construir el arca e introducir en ella a su esposa, hijos y nueras, así como a los animales y también alimento. De esta forma, Jehová conservaría sobre la tierra alguna carne tanto de hombres como de animales. El que Noé cumpliese obedientemente los términos del pacto resultó en que Jehová conservase la vida humana y animal. El pacto se cumplió por completo en el año 2369 a. E.C., después del Diluvio, cuando tanto el hombre como los animales pudieron vivir otra vez sobre el suelo y reproducir su especie. (Gé 8:15-17.)
Pacto del arco iris. El pacto del arco iris se hizo entre Jehová Dios y toda carne —representada por Noé y su familia, así como por la especie animal— en las montañas de Ararat en 2369 a. E.C. Jehová declaró que nunca más volvería a aniquilar a toda carne por medio de un diluvio. El arco iris se dio entonces como señal del pacto, que durará mientras la humanidad viva sobre la tierra, es decir, eternamente. (Gé 9:8-17; Sl 37:29.)
Pacto con Abrahán. Al parecer, el pacto con Abrahán entró en vigor cuando Abrán (Abrahán) cruzó el Éufrates en camino a la tierra de Canaán. Cuatrocientos treinta años después, se hizo el pacto de la Ley. (Gál 3:17.) Cuando Abrahán vivía en Mesopotamia, en Ur de los caldeos, Jehová le dijo que viajase al país que le había de mostrar. (Hch 7:2, 3; Gé 11:31; 12:1-3.) Éxodo 12:40, 41 (LXX) dice que Israel salió de su esclavitud en Egipto al final de cuatrocientos treinta años de residir en aquel país y en la tierra de Canaán, “en este mismo día”. El día en el que se les liberó fue el 14 de Nisán de 1513 a. E.C., el día de la Pascua. (Éx 12:2, 6, 7.) Este hecho indicaría que Abrahán cruzó el Éufrates en camino a Canaán el 14 de Nisán del año 1943 a. E.C.; entonces empezó a regir el pacto abrahámico. Dios se le apareció de nuevo a Abrahán una vez que este viajó hasta Siquem, en Canaán, y le dio más detalles sobre la promesa, diciendo: “A tu descendencia voy a dar esta tierra”, relacionando, por lo tanto, este pacto con la promesa de Edén, y revelando que la “descendencia” tendría un desarrollo humano, es decir, que vendría a través de una línea de descendencia humana. (Gé 12:4-7.) Como se registra en Génesis 13:14-17; 15:18; 17:2-8, 19; y 22:15-18, Jehová revelaría más tarde detalles adicionales.
Las promesas del pacto pasaron a la estirpe de Abrahán por medio de Isaac (Gé 26:2-4) y de Jacob. (Gé 28:13-15; 35:11, 12.) El apóstol Pablo dice que Cristo (el principal) y aquellos que están en unión con él son la verdadera “descendencia”. (Gál 3:16, 28, 29.)
Dios reveló el propósito y las consecuencias del pacto abrahámico, pues dijo que la descendencia prometida vendría por medio de Abrahán, que esta descendencia poseería la puerta de sus enemigos, que la descendencia de Abrahán por medio de Isaac sería muy numerosa e incontable para el hombre de aquel tiempo, que el nombre de Abrahán sería engrandecido, que la descendencia poseería la Tierra Prometida y que todas las familias de la Tierra se bendecirían por medio de la descendencia. (Véanse los textos de Génesis citados anteriormente.) El cumplimiento literal de estos detalles tipificó el cumplimiento mucho mayor por medio de Cristo. Pablo añade más información en cuanto a la naturaleza simbólica y profética de los términos de este pacto cuando dice que Abrahán, Sara, Isaac, Agar e Ismael representaron un drama simbólico. (Gál 4:21-31.)
El pacto abrahámico es “un pacto hasta tiempo indefinido”. Sus términos exigen que se extienda hasta que se haya consumado la destrucción de todos los enemigos de Dios y la bendición de las familias de la tierra. (Gé 17:7; 1Co 15:23-26.)
Cuando Pablo comentó acerca del pacto abrahámico y el de la Ley, hizo referencia al principio que dice: “No hay mediador cuando se trata de una sola persona”, y añadió que “Dios es uno solo”. (Gál 3:20; véase MEDIADOR.) El pacto que Jehová hizo con Abrahán fue unilateral. Fue más bien una promesa, pues Jehová no le impuso condiciones de cumplimiento obligatorio que él tuviese que satisfacer a cambio de la realización de la promesa. (Gál 3:18.) Por consiguiente, no se requería un mediador. No obstante, el pacto de la Ley fue bilateral. Las partes integrantes fueron Jehová y la nación de Israel, y Moisés intervino como mediador. Los israelitas convinieron en los términos del pacto e hicieron una promesa sagrada de obedecer la Ley. (Éx 24:3-8.) Este pacto no invalidó el pacto abrahámico. (Gál 3:17, 19.)
Pacto de la circuncisión. El pacto de la circuncisión (Berit Milá o Brit Milá) se hizo en el año 1919 a. E.C., cuando Abrahán tenía noventa y nueve años de edad. Jehová lo hizo con Abrahán y su descendencia natural. Todos los varones de la casa, entre ellos los esclavos, tenían la obligación de circuncidarse; todo el que se negara a hacerlo sería cortado de su pueblo. (Gé 17:9-14.) Más tarde, Dios declaró que el residente forastero que deseara comer la Pascua (y de este modo unirse a Israel como adorador de Jehová) debía circuncidar a los varones de su casa. (Éx 12:48, 49.) La circuncisión fue un sello de la justicia que Abrahán tuvo por fe mientras estaba en su estado incircunciso y fue una señal física de la relación de pacto con Jehová de los descendientes de Abrahán a través de Jacob. (Ro 4:11, 12.) Dios reconoció la circuncisión hasta el fin del pacto de la Ley, en el año 33 E.C. (Ro 2:25-28; 1Co 7:19; Hch 15.) Aunque la circuncisión física se realizaba bajo la Ley, Jehová mostró repetidas veces que a él le interesaba más su significado simbólico, pues aconsejó a Israel que ‘circuncidase el prepucio de sus corazones’. (Dt 10:16; Le 26:41; Jer 9:26; Hch 7:51.)
Pacto de la Ley. El pacto de la Ley entre Jehová y la nación del Israel natural se celebró el tercer mes después de salir de Egipto, en el año 1513 a. E.C. (Éx 19:1.) Fue un pacto nacional: aquel que nacía israelita natural estaba bajo el pacto de la Ley por nacimiento y de este modo se encontraba en esta relación especial con Jehová. La Ley estaba dispuesta de forma ordenada, como un código, con sus estatutos agrupados. Se transmitió a través de ángeles por mano de un mediador, Moisés, y se puso en vigor en el monte Sinaí por medio del sacrificio de animales (en sustitución del mediador, Moisés). (Gál 3:19; Heb 2:2; 9:16-20.) En aquel entonces Moisés roció la mitad de la sangre de los animales sacrificados sobre el altar, luego leyó el libro del pacto al pueblo, el cual estuvo de acuerdo en obedecer, y por último roció la sangre sobre el libro y sobre el pueblo. (Éx 24:3-8.) La ley contemplaba un sacerdocio de la familia de Aarón, qohatita de la tribu de Leví. (Nú 3:1-3, 10.) El sumo sacerdocio pasó de Aarón a sus descendientes, primero a Eleazar, luego a Finehás y así sucesivamente. (Nú 20:25-28; Jos 24:33; Jue 20:27, 28.)
Los términos del pacto de la Ley estipulaban que si los israelitas guardaban el pacto, serían un pueblo para el nombre de Jehová, un reino de sacerdotes y una nación santa, y tendrían su bendición (Éx 19:5, 6; Dt 28:1-14), en tanto que si violaban el pacto, serían malditos. (Dt 28:15-68.) Los propósitos del pacto eran: poner de manifiesto las transgresiones (Gál 3:19), conducir a los judíos a Cristo (Gál 3:24), servir de sombra de las buenas cosas por venir (Heb 10:1; Col 2:17), salvaguardar a los judíos de la religión falsa, pagana, y preservar la adoración verdadera de Jehová, así como proteger la línea de la descendencia prometida. Junto con el pacto abrahámico (Gál 3:17-19), el pacto de la Ley organizó a la nación-descendencia natural de Abrahán por medio de Isaac y Jacob.
El pacto de la Ley también extendió sus beneficios a otros que no eran del Israel natural, puesto que podían hacerse prosélitos, circuncidarse y así recibir muchos de los beneficios de la Ley. (Éx 12:48, 49.)
¿En qué sentido se quedó “anticuado” el pacto de la Ley? La ley tenía el efecto de proteger a los israelitas de la adoración falsa. Sin embargo, el pacto de la Ley quedó “anticuado” en cierto sentido cuando Dios anunció por medio del profeta Jeremías que haría un nuevo pacto. (Jer 31:31-34; Heb 8:13.) En 33 E.C. el pacto de la Ley quedó invalidado sobre la base de la muerte en sacrificio de Cristo en un madero de tormento (Col 2:14) y lo sustituyó el nuevo pacto. (Heb 7:12; 9:15; Hch 2:1-4.)
Pacto con la tribu de Leví. Jehová hizo un pacto con la tribu de Leví: tenía que ponerse aparte a toda la tribu para la organización del servicio del tabernáculo, que comprendía el sacerdocio. Esto sucedió en el desierto de Sinaí en el año 1512 a. E.C. (Éx 40:2, 12-16; Mal 2:4.) Aarón y sus hijos, de la familia de Qohat, serían los sacerdotes, mientras que las restantes familias levitas se encargarían de otros deberes, como erigir la tienda o desmontarla, y algunos más. (Nú 3:6-13; cap. 4.) Posteriormente, también sirvieron en el templo. (1Cr 23.) La ceremonia de instalación del sacerdocio se celebró durante los días 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., y ellos comenzaron a oficiar a partir del día 8 de Nisán. (Le 8, 9.) A los levitas no se les dio una herencia en la tierra, pero las otras tribus debían pagarles el diezmo, y tenían ciudades enclavadas en todo el territorio donde morar. (Nú 18:23, 24; Jos 21:41.) Debido al celo por la devoción exclusiva a Jehová que manifestó Finehás, Dios hizo con él un pacto de paz, un pacto para un sacerdocio por tiempo indefinido tanto para él como para su prole. (Nú 25:10-13.) El pacto del sacerdocio levítico continuó vigente hasta que finalizó el pacto de la Ley. (Heb 7:12.)
Pacto con Israel en Moab. Poco antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida, en el año 1473 a. E.C., Jehová hizo un pacto con el Israel natural en Moab (Dt 29:1; 1:3), donde Moisés repitió y explicó una gran parte de la Ley. El propósito de aquel pacto era fomentar la lealtad a Jehová, así como hacer ajustes y enunciar ciertas leyes necesarias para los israelitas, pues iban a abandonar una vida nómada para establecerse en la tierra. (Dt 5:1, 2, 32, 33; 6:1; compárese Le 17:3-5 con Dt 12:15, 21.) Este pacto terminó cuando se abolió el pacto de la Ley, pues era parte integrante de esta.
Pacto con el rey David. El pacto con David se hizo en algún momento de su reinado en Jerusalén (1070-1038 a. E.C.). Las dos partes del pacto fueron Jehová y David, como representante de su familia. (2Sa 7:11-16.) Los términos eran que un hijo de la línea de David poseería el trono para siempre y que este hijo edificaría una casa para el nombre de Jehová. El propósito de Dios con este pacto era dotar a los judíos de una dinastía real y darle a Jesús, como heredero de David, el derecho legal al trono de este, “el trono de Jehová” (1Cr 29:23; Lu 1:32), así como identificar a Jesús como el Mesías. (Eze 21:25-27; Mt 1:6-16; Lu 3:23-31.) Este pacto no trataba nada referente al sacerdocio; el sacerdocio levítico servía conjuntamente con los reyes de la línea de David; pero bajo la Ley, el sacerdocio y la gobernación estaban estrictamente separados. Puesto que Jehová reconoce esta gobernación y actúa a través de ella para siempre, el pacto tiene duración eterna. (Isa 9:7; 2Pe 1:11.)
Pacto para un sacerdocio a la manera de Melquisedec. Se habla de este pacto en el Salmo 110:4, y el escritor del libro bíblico de Hebreos lo aplica a Cristo en Hebreos 7:1-3, 15-17. Es un pacto que Jehová hace únicamente con Jesucristo. Parece que Jesús se refirió a este pacto cuando hizo el pacto para un Reino con sus seguidores. (Lu 22:29.) Por el juramento de Jehová, Jesucristo, Su hijo celestial, sería sacerdote a la manera de Melquisedec. Melquisedec era rey y sacerdote de Dios en la Tierra; Jesucristo no había de ocupar ambos puestos —rey y sumo sacerdote— en la Tierra, sino en el cielo. Después de su ascensión al cielo, se le instaló en su puesto permanentemente. (Heb 6:20; 7:26, 28; 8:1.) El pacto está en vigor eternamente, puesto que Jesús actuará bajo la dirección de Jehová como rey y sumo sacerdote para siempre (Heb 7:3.)
¿De qué dos pactos se habla en Lucas 22:29? Las palabras de Jesús en Lucas 22:29 “yo hago un pacto con ustedes” se refieren al pacto del Reino que Jesús hizo con sus seguidores. Las palabras “así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo” se refieren, al parecer, al pacto que Jehová hizo con él para que fuera un sacerdote a la manera de Melquisedec, como indica Salmo 110:4
Nuevo pacto. En el siglo VII a. E.C., Jehová profetizó mediante el profeta Jeremías que habría un nuevo pacto, y dijo que no sería como el pacto de la Ley, que Israel había quebrantado. (Jer 31:31-34.) La noche antes de morir, el 14 de Nisán del año 33 E.C., cuando Jesucristo instituyó la celebración de la Cena del Señor, anunció el nuevo pacto, que sería validado por su sacrificio. (Lu 22:20.) El día quincuagésimo desde su resurrección, diez días después de ascender a su Padre, derramó sobre sus discípulos reunidos en un aposento superior de Jerusalén el espíritu santo que había recibido de Jehová. (Hch 2:1-4, 17, 33; 2Co 3:6, 8, 9; Heb 2:3, 4.)
Las partes del nuevo pacto son, por una parte, Jehová, y, por otra, el “Israel de Dios”, es decir, los ungidos por espíritu en unión con Cristo, que forman su congregación o cuerpo. (Heb 8:10; 12:22-24; Gál 6:15, 16; 3:26-28; Ro 2:28, 29.) El nuevo pacto se pone en vigor mediante la sangre derramada de Jesucristo, el sacrificio de su vida humana, cuyo valor presentó ante Jehová después de ascender al cielo. (Mt 26:28.) Cuando Dios escoge a una persona para la llamada celestial (Heb 3:1), lo introduce en su pacto sobre la base del sacrificio de Cristo. (Sl 50:5; Heb 9:14, 15, 26.) Jesucristo es el mediador del nuevo pacto (Heb 8:6; 9:15) y el principal de la descendencia de Abrahán. (Gál 3:16.) Como Jesús es el mediador del nuevo pacto, ayuda a los que se encuentran en dicho pacto a convertirse en parte de la verdadera descendencia de Abrahán (Heb 2:16; Gál 3:29) al serles perdonados sus pecados. Jehová los declara justos. (Ro 5:1, 2; 8:33; Heb 10:16, 17.)
Estos hermanos de Cristo, ungidos y engendrados por espíritu, llegan a ser sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote, y constituyen “un sacerdocio real”. (1Pe 2:9; Apo 5:9, 10; 20:6.) Efectúan un trabajo sacerdotal, un “servicio público” (Flp 2:17), y se les llama “ministros de un nuevo pacto”. (2Co 3:6.) Estos llamados deben seguir los pasos de Cristo con sumo cuidado y atención, fielmente, hasta que terminen sus vidas en la muerte. Luego Jehová los constituirá un reino de sacerdotes, haciéndolos partícipes de la naturaleza divina, y los recompensará con inmortalidad e incorrupción como coherederos en los cielos con Cristo. (1Pe 2:21; Ro 6:3, 4; 1Co 15:53; 1Pe 1:4; 2Pe 1:4.) El propósito del pacto es sacar un pueblo para el nombre de Jehová como parte de la “descendencia” de Abrahán. (Hch 15:14.) Este pueblo forma la “novia” de Cristo, el cuerpo de personas a las que introduce en un pacto para el Reino con el fin de que reinen con él. (Jn 3:29; 2Co 11:2; Apo 21:9; Lu 22:29; Apo 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) El propósito del nuevo pacto exige que este continúe en vigor hasta que todos los del “Israel de Dios” sean resucitados a inmortalidad en los cielos.
Los beneficios de ese propósito, una vez realizado, serán eternos, por lo que puede llamársele “un pacto eterno”. (Heb 13:20.)
Pacto de Jesús con sus seguidores. En la noche del 14 de Nisán de 33 E.C., después de celebrar la Cena del Señor, Jesús hizo este pacto con sus once apóstoles fieles y les prometió que se sentarían sobre tronos. (Lu 22:28-30; compárese con 2Ti 2:12.) Posteriormente mostró que esta promesa se extendería a todos los ‘vencedores’ ungidos por espíritu. (Apo 3:21; véase también Apo 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) En el día del Pentecostés inauguró este pacto con ellos ungiendo con espíritu santo a aquellos discípulos presentes en el aposento de arriba en Jerusalén. (Hch 2:1-4, 33.) Aquellos que se adhiriesen a él a través de pruebas y sufriesen su misma clase de muerte (Flp 3:10; Col 1:24), reinarían con él y compartirían su gobernación real. Este pacto entre Jesucristo y sus reyes asociados está en vigor eternamente. (Apo 22:5.)
Pacto de Sal.
En virtud de las propiedades conservantes de la Sal, esta se convirtió en símbolo de permanencia e inmutabilidad; por lo tanto, “un pacto de sal” denota un acuerdo de carácter vinculante u obligatorio, es decir, un pacto duradero e inalterable.
Cuando se hacían pactos, los pactantes solían comer juntos —incluso comían sal juntos—, lo que denotaba lealtad y fidelidad perpetuas al pacto celebrado. Por lo tanto, se entendía que un “pacto de sal” había que cumplirlo sin falta. (Levítico 2:13; Números 18:19; 2 Crónicas 13:4, 5.) De modo que la declaración del rey Abías de Judá en cuanto a que Jehová había hecho “un pacto de sal” con David y sus hijos significaba que el pacto celebrado con la línea de David para el reino permanecería para siempre.
Sin duda, porque la sal representaba la falta de corrupción, se utilizaba en la adoración de Jehová que rendía Israel. Por ejemplo, todas las ofrendas sobre el altar tenían que ser saladas. En la Ley que se dio mediante Moisés se declaró: “No debes dejar que falte de sobre tu ofrenda de grano la sal del pacto de tu Dios. Junto con toda ofrenda tuya presentarás sal”.
Como testigos de Jehová, sus siervos hoy día son “la sal de la tierra”. Esto requiere que sean incorruptibles, fieles y leales. Tienen que ser diligentes en cultivar el fruto del espíritu santo de Dios... amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autodominio (Gálatas 5:22, 23). El fruto del espíritu es la fuente de cualidades espirituales, semejantes a la sal. Pero el hecho de que algunos hayan servido a Jehová por muchos años no es, en sí, garantía de que no se apartarán de la verdad (1 Corintios 10:12). Jesús mismo nos advirtió acerca de esto (Véase SAL - [Uso figurado-§2].)
Otros pactos. a) Josué y los principales de Israel pactan con los habitantes de la ciudad de Gabaón a fin de permitirles seguir con vida. A pesar de que los cananeos habían sido maldecidos y los israelitas tenían que destruirlos, se consideraba que un pacto imponía una obligación tan ineludible que se permitió a los gabaonitas permanecer vivos; la maldición se satisfizo haciéndolos leñadores y aguadores para la asamblea de Israel. (Jos 9:15, 16, 23-27.) b) Josué hace un pacto con Israel para servir a Jehová. (Jos 24:25, 26.) c) El pacto de los hombres de mayor edad de Galaad con Jefté en Mizpá para nombrarlo cabeza sobre los habitantes de Galaad si Jehová le daba la victoria sobre los ammonitas. (Jue 11:8-11.) d) El pacto entre Jonatán y David. (1Sa 18:3; 23:18.) e) Jehoiadá, el sacerdote, con los jefes de la guardia de corps caria y de los corredores. (2Re 11:4; 2Cr 23:1-3.) f) Israel pacta con Jehová para despedir a las esposas extranjeras. (Esd 10:3.) g) Jehová da a su siervo como pacto del pueblo o para el pueblo. (Isa 42:6; 49:8.) h) David hace un pacto en Hebrón con todos los ancianos de Israel. (1Cr 11:3.) i) Un pacto del pueblo, durante el reinado de Asá, para buscar a Jehová con todo el corazón y toda el alma. (2Cr 15:12.) j) Josías hace un pacto con Jehová para guardar sus mandamientos de acuerdo con la Ley. (2Cr 34:31.) k) Los “fanfarrones” que gobernaban Jerusalén creyeron equivocadamente que por haber hecho un “pacto con la Muerte” estaban seguros. (Isa 28:14, 15, 18.)
Cualquier valor, particularmente dinero, que se da para que se utilice durante cierto tiempo, a condición de que se devuelva o se entregue algo equivalente.
Entre los pueblos de la antigüedad era frecuente que se cobrase un interés muy alto por los préstamos, y se castigaba con severidad a quienes no podían devolverlos. Según algunos registros antiguos, el interés que debía pagarse por el arrendamiento de un campo podía ascender a la mitad de la cosecha, y no se consideraba ilegal el que un mercader tuviese que devolver el doble de lo que pedía prestado. (Código de Hammurabi, edición de Federico Lara Peinado, Madrid, Tecnos, 1986, párrs. 46, 101.) Pueden leerse ejemplos del castigo severo que se aplicaba a los deudores pueden leerse en la Historia de Roma desde su fundación, de Tito Livio, II, XXIII, 2-7, y en Mateo 18:28-30.
En el Israel de la antigüedad, sin embargo, la situación era muy diferente. Generalmente, los israelitas prestaban dinero o alimento a sus compatriotas si habían sufrido reveses económicos, y la Ley prohibía que se les exigiera el pago de interés. El que un israelita aceptase el pago de intereses de otro israelita necesitado equivalía a aprovecharse de su adversidad. (Éx 22:25; Le 25:35-37; Dt 15:7, 8; 23:19.) No obstante, se podía exigir el pago de interés a los extranjeros. No obstante, parece que incluso en este caso la Ley aplicaba exclusivamente a préstamos comerciales y no a situaciones de verdadera necesidad. Con frecuencia, los extranjeros que se hallaban en Israel eran comerciantes viajeros, así que era razonable que pagaran interés, pues ellos también prestarían a interés. (Dt 23:20.)
Las Escrituras Hebreas censuran al que rehúsa devolver un préstamo (Sl 37:21) y a la vez animan a prestar a los necesitados. (Dt 15:7-11; Sl 37:26; 112:5.) Proverbios 19:17 dice: “El que muestra favor al de condición humilde le presta a Jehová, y Él le pagará su trato”.
La experiencia de Ana demuestra que Jehová paga generosamente. En cumplimiento de su voto a Jehová, ella le ‘prestó’ a Samuel, su único hijo, para que sirviese en el santuario. En consecuencia, fue bendecida, no con solo un hijo más, sino con tres hijos y dos hijas. (1Sa 1:11, 20, 26-28; 2:20, 21.)
Mientras Cristo Jesús estuvo en la Tierra, reflejó la generosidad de su Padre Jehová y enseñó a otros a hacer lo mismo. Dijo con relación a los préstamos: “Si prestan sin interés a aquellos de quienes esperan recibir, ¿de qué mérito les es? Hasta los pecadores prestan sin interés a los pecadores para que se les devuelva otro tanto. Al contrario, continúen [...] prestando sin interés, sin esperar que se les devuelva nada; y su galardón será grande, y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso para con los ingratos e inicuos”. (Lu 6:34, 35.)
La Ley obligaba a los judíos que escuchaban a Jesús a prestar sin interés a otros israelitas necesitados. No era infrecuente el que los pecadores prestasen sin interés a aquellos que podrían devolver el préstamo. No obstante, tal préstamo sin interés tal vez se hiciese con objeto de obtener algún favor del prestatario en el futuro. Por otro lado, si alguien deseaba imitar a Dios, iría más allá que un pecador y prestaría incluso a personas necesitadas cuya situación económica quizás no les permitiese devolver nunca lo que habían pedido.
Como es lógico, la aplicación de las palabras de Jesús se ve limitada por las circunstancias. Por ejemplo, la obligación de proveer lo necesario para la familia es de mayor importancia, por lo que sería incorrecto que alguien hiciese un préstamo que le impidiera cumplir con dicha obligación. (Mr 7:11-13; 1Ti 5:8.) También han de tomarse en cuenta la actitud y las circunstancias de la persona que pide el préstamo. ¿Se encuentra necesitada porque es irresponsable, perezosa y no desea aceptar trabajos que podría desempeñar? En ese caso aplicarían las palabras del apóstol Pablo: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. (2Te 3:10; véanse DEUDA, DEUDOR; INTERÉS.)
Mujer lasciva. Ramera. Mujer que mantiene relaciones sexuales con los hombres a cambio de remuneración. De hecho, el vocablo griego pór·në (ramera; fornicadora; prostituta) proviene de una raíz que significa “vender”. (Apo 17:1, nota.) El término hebreo zoh·náh (ramera; prostituta) se deriva del verbo raíz za·náh, que significa “estar de ramera; tener relaciones inmorales; cometer prostitución; fornicar”.
Bajo la Ley. Dios ha condenado la prostitución desde el mismo principio. Él mismo puso en Edén la norma perfecta en cuanto al matrimonio, cuando dijo al unir a Adán y Eva: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne”. (Gé 2:24.) Aunque Dios condenaba la prostitución, permitió el concubinato y la poligamia, incluso a sus siervos, hasta que llegó el tiempo en que estimó oportuno reinstaurar la norma perfecta para el matrimonio mediante Jesucristo. Jesús citó las palabras ya mencionadas de su Padre, y el apóstol Pablo señaló que esta regla era obligatoria en la congregación cuando mostró que el cristiano que la pasa por alto se une a una ramera y pasa a formar “un solo cuerpo” con ella. (Mt 19:4-9; 1Co 6:16.)
La ley de Dios a Israel mandaba: “No profanes a tu hija haciéndola prostituta, para que la tierra no cometa prostitución y la tierra realmente se llene de moral relajada”. (Le 19:29.) El séptimo mandamiento prohibía el adulterio (Éx 20:14; Dt 5:18), y el castigo era la muerte de los dos implicados. (Le 20:10.) Tenía que darse muerte a la muchacha a la que se hallaba culpable de haberse casado alegando falsamente que era virgen. (Dt 22:13-21.) A la muchacha comprometida que cometía fornicación con otro hombre se la consideraba igual que una esposa adúltera, y se le daba muerte. (Dt 22:23, 24.) La muchacha soltera que cometía fornicación tenía que ser dada en matrimonio al hombre que la había seducido, a menos que el padre rehusara dar su consentimiento. (Éx 22:16, 17; Dt 22:28, 29.)
Por estas y otras razones, las prostitutas que había en Israel eran, con pocas excepciones, mujeres extranjeras. Los Proverbios previenen repetidas veces contra la “mujer extraña” y la “extranjera” que atraían seductoramente a un hombre a cometer inmoralidad. (Pr 2:16; 5:20; 7:5; 22:14; 23:27.)
La Ley prohibía que un sacerdote se casase con una prostituta, y si la hija de un sacerdote cometía prostitución, debía dársele muerte y después quemarla en el fuego. (Le 21:7, 9, 14.) El ‘alquiler de una prostituta’ no se aceptaba como contribución para el santuario de Jehová, porque las prostitutas eran algo detestable a la vista de Jehová. (Dt 23:18.)
La manera sabia y entendida de manejar el caso de dos prostitutas fortaleció en gran manera la fe del pueblo en Salomón como el sucesor adecuado de David en el trono de Israel. Probablemente los jueces del tribunal inferior no pudieron solventar ese caso, y por esa razón se remitió al rey. (Dt 1:17; 17:8-11; 1Sa 8:20.) Estas mujeres quizás no eran prostitutas profesionales, sino mujeres que habían cometido fornicación, bien judías, o, posiblemente, de ascendencia extranjera. (1Re 3:16-28.)
El caso de Judá, el bisnieto de Abrahán, ilustra el punto de vista que tenían los primeros siervos de Dios sobre la prostitución. Mientras residía como forastero en Canaán, donde se toleraba la prostitución, Judá, el cabeza de familia, tuvo relaciones con Tamar, la viuda de su hijo Er, que se había vestido como una ramera. Una vez que se descubrió que Tamar había quedado encinta, le informaron a Judá: “Tamar tu nuera ha estado de ramera, y mira que también está encinta de su prostitución”. Ante esto, Judá ordenó que la quemaran (es decir, que se le diese muerte y luego se quemara su cadáver como algo detestable), pues se consideraba que pertenecía a Selah, el hijo de Judá. Cuando la verdad salió a la luz, Judá no se excusó por haber tenido relaciones con una supuesta ramera, sino que dijo con relación a Tamar: “Ella es más justa que yo, por razón de que yo no la di a Selah mi hijo”. De modo que la perdonó por haber actuado de aquel modo para obtener descendencia de Judá, pues no le había dado a su hijo Selah en matrimonio de levirato. (Gé 38:6-26.)
La ley que Dios dio a Israel condenaba la prostitución, aunque había rameras en el país. (Pr 7.) La Ley prohibía estrictamente que una muchacha israelita se prostituyese. (Le 19:29; 21:9.) La israelita que cometiese fornicación y más tarde se casara alegando falsamente que era virgen tenía que morir lapidada. (Dt 22:20, 21.) El dinero que obtenía una ramera de su vil comercio era algo detestable que no se aceptaba como contribución al santuario de Jehová, algo muy distinto de lo que ocurría en el paganismo, que solía tener en la prostitución de los templos una fuente de ingresos. (Dt 23:18.)
Prostitutas de templo.
La figura de la prostituta de templo era una característica singular de la religión falsa. El historiador Heródoto informa que “la costumbre sin duda más ignominiosa que tienen los babilonios es la siguiente: toda mujer del país debe, una vez en su vida, ir a sentarse a un santuario de Afrodita y yacer con un extranjero”. (Historia, I, 199.) Asimismo, había prostitutas de templo relacionadas con la adoración de Baal, de Astoret y de otros dioses y diosas que se adoraban en Canaán y otros lugares.
Los prostitutos de templo también formaban parte de la adoración degenerada. (1Re 14:23, 24; 15:12; 22:46.)
‘El camino a la muerte.’ En el capítulo 7 de Proverbios, el rey Salomón describe una escena que observó y que ilustra los manejos de la prostituta y los resultados para los que caen en sus redes. Menciona a un joven que al anochecer pasa por la calle cerca de la casa de una prostituta, un joven del que Salomón dice que es “falto de corazón”, es decir, de discernimiento o buen juicio. (Véase CORAZÓN.) La mujer, vestida de la manera indecente característica de una prostituta, está al acecho y se dirige a él. Tiene labios suaves y habla persuasiva, pero su verdadera disposición es alborotadora y terca; es astuta de corazón. Finge ser justa al decir que había hecho sacrificios de comunión ese mismísimo día (dando a entender que habría alimento para banquetear, puesto que el que hacía la ofrenda normalmente tomaba parte del sacrificio de comunión para él mismo y su familia). (Pr 7:6-21.)
Salomón muestra que una vez que el joven ha sido atraído seductoramente hasta este punto, ya no puede evitar envolverse con ella en el pecado, y, abandonando todo sentido común, sigue adelante ‘como un toro al degüello’, como un hombre que estuviera atado con grilletes sin poder escapar de la disciplina que recibirá. “Hasta que —dice Salomón—, una flecha le abre el hígado”, es decir, hasta que recibe la herida que provoca la muerte, tanto espiritual como física, pues no solo ha expuesto su cuerpo a una enfermedad mortífera de transmisión sexual (en casos avanzados de sífilis el ataque bacteriano satura el hígado), sino que, además, “no ha sabido que en ello está envuelta su misma alma”. Todo su ser y toda su vida han sido afectados seriamente, y él ha pecado gravemente contra Dios. Salomón concluye su relato diciendo: “Caminos al Seol es su casa; van descendiendo a los cuartos interiores de la muerte”. (Pr 7:22, 23, 27; compárese con Pr 2:16-19; 5:3-14.)
“Destruye cosas valiosas.” El Proverbio dice: “El hombre que ama la sabiduría regocija a su padre, pero el que tiene compañerismo con las prostitutas destruye cosas valiosas”. (Pr 29:3.) En primer lugar, destruye su relación con Dios, que es la posesión más valiosa; después, acarrea oprobio a su familia y destruye las relaciones familiares. Como advierte otro proverbio, tal hombre ‘da a otros su dignidad y sus años a lo que es cruel; los extraños se satisfacen de su poder, y las cosas que consiguió con dolor llegan a estar en casa de un extranjero’. (Pr 5:9, 10.)
Por lo tanto, el sabio aconseja: “No desees en tu corazón su belleza [la de la mujer extranjera], [...] porque a favor de una prostituta uno se rebaja a un pan redondo; pero en cuanto a la esposa de otro hombre, ella caza hasta un alma preciosa”. (Pr 6:24-26.) Estas palabras pueden significar que cuando un israelita tenía relaciones con una prostituta, derrochaba sus bienes y se sumía en la pobreza (compárese con 1Sa 2:36; Lu 15:30), pero el hombre que cometía adulterio con la esposa de otro perdía su alma (la Ley penalizaba el adulterio con la muerte). O puede que en todo el pasaje se llame prostituta a la esposa adúltera.
Los últimos versículos del capítulo (Pr 6:29-35) dicen: “[En cuanto a] cualquiera que tenga relaciones con la esposa de su semejante; nadie que la toque quedará exento de castigo. La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para llenarse el alma cuando tiene hambre. Pero, cuando sea hallado, lo resarcirá con siete veces la cantidad; todas las cosas valiosas de su casa dará. Cualquiera que comete adulterio con una mujer es falto de corazón; el que lo hace está arruinando su propia alma. Una plaga y deshonra hallará, y su oprobio mismo no será borrado. Porque la furia de un hombre físicamente capacitado son los celos, y no mostrará compasión en el día de la venganza. No dará consideración a ninguna clase de rescate, ni mostrará disposición favorable, no importa cuán grande hagas el presente”.
Proverbios 6:30-35 puede dar a entender que los hombres no desprecian tanto a un ladrón que roba para aplacar el hambre, porque hasta cierto grado entienden su acto. Sin embargo, si es apresado, tiene que devolver con ‘interés’ lo que robó (esto era así especialmente bajo la Ley [Éx 22:1, 3, 4]; en el proverbio puede que se diga “siete veces” para indicar que se le hace pagar al grado máximo la pena). Pero el adúltero no puede hacer restitución por su pecado; su oprobio, que no es pequeño, permanece, y él no puede ofrecer ningún rescate ni librarse del castigo que merece.
Si un cristiano que es miembro del cuerpo espiritual de Cristo tuviera relaciones con una prostituta o cometiera fornicación, estaría apartando un miembro de Cristo para hacerlo miembro de una ramera, uniéndose con una prostituta como un solo cuerpo. De modo que estaría pecando contra su propio cuerpo en lo que respecta a su condición de ser ‘un miembro de Cristo’. (1Co 6:15-18.)
Deben abandonar tal práctica para recibir salvación. Hay esperanza para las prostitutas, siempre que se vuelvan de sus prácticas detestables y ejerzan fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo. Cuando el apóstol escribió a los cristianos de Corinto, les recordó que algunos de ellos antes habían sido fornicadores y adúlteros, pero que habían abandonado ese proceder y habían sido lavados y declarados justos en el nombre del Señor Jesucristo. (1Co 6:9-11.) Muchas de las rameras que había en Israel demostraron tener mejor corazón que los líderes religiosos. Estas mujeres, despreciadas por los escribas y fariseos, aceptaron humildemente la predicación de Juan el Bautista, y Jesús las puso como ejemplo para los líderes religiosos cuando dijo: “En verdad les digo que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de ustedes al reino de Dios”. (Mt 21:31, 32.)
Rahab. Rahab, una ramera de la ciudad pagana de Jericó, demostró que tenía un buen corazón para con Jehová y ayudó a los espías enviados por Josué. Debido a su fe y a que obró de acuerdo con ella, se salvó de la destrucción de la ciudad. Más tarde se unió en matrimonio honorable con Salmón, de la tribu de Judá, y llegó a ser antepasada de Jesucristo. (Jos 2; 6:22-25; Mt 1:1, 5; Snt 2:25.)
Rahab es un ejemplo de una prostituta que expresó fe en Dios y fue declarada justa. (Snt 2:25.) Los espías que Josué envió a Jericó se alojaron en la casa de Rahab. (Jos 2:1.) No sería razonable suponer que lo hicieron movidos por un interés inmoral. A este respecto, C. F. Keil y F. Delitzsch hacen el siguiente comentario en su obra Commentary on the Old Testament (1973, vol. 2, “Joshua”, pág. 34): “Entrar en la casa de una mujer de su condición no hubiese despertado mucha sospecha. Además, el hecho de que la casa estuviese junto al muro o sobre él les facilitaría la huida. Pero el Señor guió de tal modo a los espías, que hallaron en esta pecadora a la persona idónea para sus propósitos, una mujer en cuyo corazón hicieron tal impresión los informes sobre la liberación milagrosa que el Dios vivo había realizado en favor de Israel, que no solo les informó del abatimiento que había sobrecogido a los cananeos, sino que, además, con plena confianza en el poder del Dios de Israel, escondió a los espías de todas las pesquisas de sus coterráneos, pese al gran riesgo que eso supuso para ella”. Si se tiene presente que Israel tenía la comisión divina de echar a los cananeos de aquella tierra debido a sus prácticas inmorales y que Dios bendijo la conquista de Jericó y a la propia Rahab, resulta del todo irrazonable suponer que los espías tuvieron relaciones inmorales con ella o que Rahab continuó después con la práctica de la prostitución. (Le 18:24-30.)
Con relación a la prostituta que dio a luz a Jefté (Jue 11:1) y a la prostituta de la ciudad de Gaza en cuya casa se alojó Sansón (Jue 16:1), véanse JEFTÉ; SANSÓN.
Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, denunció con dureza la incredulidad de los principales sacerdotes y ancianos, y declaró que los recaudadores de impuestos y las rameras iban delante de ellos al reino de Dios. (Mt 21:23, 31, 32.) Estas personas, blanco del desprecio de los demás, eran gente de buen corazón, cuyos pecados habían sido perdonados debido a su fe en Cristo. No obstante, primero tuvieron que limpiarse de su prostitución, pues los que persisten en la inmoralidad no pueden heredar el Reino. (Gál 5:19-21; Ef 5:5.) ★De ramera a persona amada por Dios - (19840515-Pg.297)
Uso figurado. A la persona, nación o congregación dedicada a Dios que hace alianzas con el mundo o se vuelve a la adoración de dioses falsos se la llama en la Biblia “prostituta o ramera”. Ese fue el caso de la nación de Israel, que tuvo “ayuntamiento inmoral” con dioses extranjeros y, de la misma manera que una esposa infiel busca a otros hombres, acudió a naciones extranjeras en busca de protección y salvación de sus enemigos, en vez de acudir a su “dueño marital”, Jehová Dios. (Isa 54:5, 6.) Además, Jerusalén alcanzó tal grado de infidelidad, que fue más allá de la costumbre común de las prostitutas, como dijo el profeta Ezequiel bajo inspiración: “A todas las prostitutas se acostumbra dar un regalo, pero tú... tú has dado tus regalos a todos los que te han amado apasionadamente, y les ofreces un soborno para que vengan a ti de todo en derredor en tus actos de prostitución”. (Eze 16:33, 34.) Tanto el reino de diez tribus de Israel como el reino de dos tribus de Judá fueron denunciados debido a su prostitución en este sentido simbólico. (Eze 23:1-49.)
El término “ramera” también se emplea en sentido figurado para referirse a una persona, organización o pueblo que profesa adorar a Jehová, pero que en la práctica da su afecto y adoración a otros dioses. En este sentido, Jerusalén se convirtió en una “ramera” que llegó hasta el punto —contrario a lo normal entre las meretrices— de pagar a las naciones paganas para prostituirse con ellas en vez de recibir retribución. (Eze 16:33, 34; véase Eze 23, donde se asemeja a prostitutas a Samaria y Jerusalén [que representan a Israel y Judá, respectivamente].)
El ejemplo más notorio de prostitución espiritual es “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”. El libro de Apocalipsis la describe simbólicamente como una ramera que monta una bestia salvaje de color escarlata y que tiene un nombre escrito en su frente: “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”. “Los reyes de la tierra cometieron fornicación” con ella. (Apo 17:1-5; 18:3; 1Cr 5:25; véanse BABILONIA LA GRANDE; FORNICACIÓN.)
Los regalos han desempeñado un papel importante en las relaciones humanas desde tiempos remotos. El anciano siervo de Abrahán dio joyas a Rebeca después de ver la prueba de que Jehová la había escogido para ser la esposa de Isaac. (Gé 24:13-22.) Posteriormente, una vez que recibió la aprobación de Labán y Betuel para la boda, el siervo de Abrahán dio otras dádivas a Rebeca, y también “cosas selectas al hermano y a la madre”. (Gé 24:50-53.) Más tarde, Abrahán cedió todas sus posesiones a Isaac, pero ofreció dádivas a los hijos de sus concubinas y los despidió. (Gé 25:5, 6; compárese con 2Cr 21:3.)
Es posible que en tiempos patriarcales fuera común hacer regalos a quien había sufrido adversidad. Cuando Jehová “volvió atrás la condición de cautiverio de Job”, sus hermanos, hermanas y anteriores conocidos no solo acudieron a consolarlo, sino que cada cual le obsequió con “una pieza de moneda y, cada cual, un anillo de oro”. (Job 42:10, 11.)
Dádivas que se hacían con el fin de recibir beneficios. A menudo se ofrecían presentes con miras a conseguir algo deseado. Jacob preparó un impresionante regalo para su hermano Esaú —numerosas cabezas de ganado— a fin de hallar favor a sus ojos. (Gé 32:13-18; 33:8.) La insistencia de Jacob para que Esaú aceptara su don se entiende mejor si se tiene en cuenta que, según la costumbre oriental, rechazar un presente indicaba que no se iba a otorgar el favor. (Gé 33:10.) Asimismo, cuando los hijos de Jacob quisieron congraciarse con el severo administrador de alimentos egipcio (quien en realidad era su propio hermano José), siguieron la recomendación de su padre de llevar consigo un obsequio de los productos más selectos del país. (Gé 42:30; 43:11, 25, 26.) El rey Asá envió un presente de plata y oro a Ben-hadad para inducirlo a romper el pacto que había hecho con Baasá, el rey de Israel. (1Re 15:18, 19.)
El proverbio dice sobre los beneficios que reporta el dar: “La dádiva de un hombre le efectúa una gran abertura, y lo conduce aun delante de los grandes”. (Pr 18:16.) Una dádiva puede aplacar la cólera, pero no apaciguará la furia del hombre que se levanta contra el que ha cometido adulterio con su esposa, sin importar la importancia del regalo que el adúltero ofrezca. (Pr 21:14; 6:32-35.)
Dádivas a reyes, profetas y otros. Era costumbre llevar regalos a un rey cuando se le visitaba. Se destaca en especial que no llevaron presentes a Saúl los “hombres que no servían para nada” y no le tenían respeto. Especialmente Salomón recibió gran abundancia de regalos de gentes de tierras distantes que iban a oír su sabiduría. Los astrólogos que fueron a ver al “que nació rey de los judíos” siguieron esta costumbre cuando ofrendaron dones al niño Jesús. (1Sa 10:27; 1Re 10:10, 24, 25; Mt 2:1, 2, 11; véanse también 2Re 20:12; 2Cr 17:5.) Los que iban a inquirir de un profeta a veces también llevaban regalos. (1Sa 9:7; 2Re 8:8, 9.) No obstante, los profetas de Dios ni pedían dádivas por sus servicios ni las esperaban, como lo muestra el que Eliseo se negara a aceptar el “regalo de bendición” de Naamán. (2Re 5:15, 16.)
Se solía gratificar a los que terminaban una determinada tarea con éxito. (2Sa 18:11; Da 2:6, 48; 5:16, 17, 29.) La Ley estipulaba que cuando se emancipara a un esclavo, no se le debía despedir con las manos vacías, sino que tenía que recibir un regalo: algo del rebaño, de la era y del lagar de aceite y vino. (Dt 15:13, 14.) Asimismo, en las ocasiones de gran regocijo solían hacerse regalos. (Est 9:20-22; compárese con Apo 11:10.)
Con relación al santuario. Dios tomó a los levitas como dádiva para la casa de Aarón, como personas dadas a Jehová para servir en el santuario. (Nú 18:6, 7.) A los gabaonitas y a otros a los que se hizo siervos en el santuario se les llamó netineos, que significa “dados (gente dada)”. (Jos 9:27; 1Cr 9:2; Esd 8:20.) Asimismo, se consideraban dádivas las contribuciones para sufragar el servicio y los sacrificios del santuario. (Éx 28:38; Le 23:37, 38; Nú 18:29; Mt 5:23, 24; Lu 21:1.)
Como Jehová es el Creador, es el dueño de todo. Por lo tanto, el que ofrece un don material para el adelanto de la adoración verdadera no hace sino devolver algo de lo que Dios le ha dado. (Sl 50:10; 1Cr 29:14.)
Advertencia concerniente a los regalos. Puesto que los obsequios que se dan como soborno pueden arruinar el corazón y pervertir la justicia, las Escrituras aconsejan odiar tales regalos. Asimismo, Dios condena a los que van en pos de los regalos. (Dt 16:19, 20; Ec 7:7; Pr 15:27; Isa 1:23; véase SOBORNO.) Además, al “hombre que con falsedad se jacta acerca de una dádiva”, es decir, al que no cumple con aquello de que se jacta, se le compara a nubes vaporosas y viento sin aguacero. (Pr 25:14.) Quien da regalos puede tener muchos compañeros, pero con dar regalos no puede garantizar su amistad duradera. (Pr 19:6.)
Las Escrituras Griegas Cristianas censuran con firmeza ciertas prácticas relacionadas con los regalos. Jesús condenó a los escribas y fariseos por traspasar el mandamiento de honrar al padre y a la madre. Según ellos, si se alegaba que las posesiones materiales eran una dádiva dedicada a Dios, no se tenía la obligación de ayudar a los padres, aunque sí se podían utilizar esos bienes personalmente. (Mt 15:1-6; véase CORBÁN.) No tiene ningún mérito dar si se espera algo de vuelta. (Lu 6:30-36; 14:12-14.) Para que el dar le agrade a Jehová, debe hacerse desinteresadamente y sin exhibición ostentosa. (Mt 6:2-4; 1Co 13:3.)
La generosidad cristiana. Los cristianos primitivos hacían regalos o contribuciones para sus hermanos necesitados. (Ro 15:26; 1Co 16:1, 2.) Sin embargo, siempre se ofrecían de manera voluntaria, como lo indican las palabras de Pablo: “Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre”. (2Co 9:7.) También ayudaron a los que se dedicaban por entero al ministerio cristiano, como el apóstol Pablo, quien, aunque agradecía mucho los regalos que le enviaban sus hermanos, no procuraba sus obsequios. (Flp 4:15-17.)
Los cristianos pueden dar algo más valioso que un regalo: su tiempo y sus habilidades para edificar y fortalecer la mente y el espíritu del prójimo, lo que trae aún mayor felicidad. La mayor dádiva que puede ofrecerse es el entendimiento de la Palabra de Dios, pues puede conducir al que lo recibe a la vida eterna. (Jn 6:26, 27; 17:3; Hch 20:35; 2Co 12:15; Apo 22:17; véase DÁDIVAS DE MISERICORDIA.)
¿Qué tienes en la mano?
No importa los dones, edad o posesiones que tengamos, contemos con lo que "TENEMOS" y no nos excusemos con lo que no tenemos o podemos ofrecer, pues nadie es tan pobre que no pueda ofrecer ni siquiera una sonrisa, que puede ser un gran regalo. (2Co 8:12) Moisés se excusó diciendo a Jehová -LO QUE NO TENÍA- “el don de hablar” (Éx 4:1, 10, 13) Jehová le preguntó: ¿QUÉ TIENES en la mano? cuando Moisés contestó que era un bastón, Dios le dijo que lo arrojara al suelo, con otras palabras “Pon -LO QUE TIENES- a mi servicio” y éste se convirtió en una señal clara del poder de Dios, DANDO HONOR AL SIGNIFICADO DE SU NOMBRE. Demos a Jehová lo que tenemos y Él manifestará su poder con lo poco que tengamos al usarlo con decisión cabalmente y al ser enriquecido con la bendición de Dios (Éx 4:1-5; 2Co 3:5.) Céntrate y usa lo que tienes y no en lo que no tienes, igualmente dirige tu vista, tus oídos, tus palabras y tus metas a lo que deseas y nunca en lo que no deseas. Además, con el pasaje de Éxodo 4:1-5, Jehová nos enseña cuatro condiciones que son necesarias para llevar a cabo con éxito cualquier tarea que Jehová nos encomiende y contar con su bendición: 1. Trata de identificar los dones que tienes: (“¿Qué tienes en la mano?” - Éx 4:2)2. Dedícaselo al servicio de Jehová: (“Arrójala a tierra” - Éx 4:3) 3. No temas, sé valiente y confía en Jehová: (“Alarga la mano y agarra la serpiente por la cola” - Éx 4:4) 4. Usa tus dones para que otros tengan fe y le traigan gloria a Jehová: (“Para que crean que se te ha aparecido Jehová” - Éx 4:5.) Si, hermano entrégate en las manos de Jehová, Él hará maravillas de ti al ser usado para amar y animar a otros, de esa manera nos podemos convertir en una alargadera de la mano de Jehová, en sus colaboradopres (1Co 3:9; 1Ti 4:10, 16).
|
Disputa (Dt 17:8), controversia (Jer 25:31) o litigio (Jer 11:20).
Las Escrituras desaconsejan el envolverse en riñas o disputas sin causa. (Pr 3:30.) El proverbio dice: “Como quien agarra por las orejas a un perro es cualquiera que, al pasar, se enfurece por la riña que no es suya”. (Pr 26:17.) El habla de los estúpidos suele conducirlos a riñas; y los tontos no se refrenan lo suficiente para evitarlas. (Pr 18:6; 20:3.) Puesto que el “apretar la cólera” resulta en riña (Pr 30:33), el ser lentos para la cólera produce el efecto contrario. (Pr 15:18.)
La riña acaba con un ambiente pacífico (Pr 17:1) y puede hacer que hasta la persona más mansa pierda el autodominio. Por ejemplo, las riñas de Israel por la falta de agua en Qadés indujeron a Moisés y Aarón a actuar irreflexivamente y por ello perdieron el privilegio de entrar en la Tierra Prometida. Las riñas injustificadas de Israel con los representantes de Jehová constituían en realidad una riña con Jehová. (Nú 20:2, 3, 10-13; 27:14; Sl 106:32.) Los que del mismo modo se envuelven en riñas o controversias violentas con los siervos de Dios se colocan en una posición muy seria que les puede llevar a la muerte. (Compárese con Isa 41:8, 11, 12; 54:17.)
Debido al efecto perjudicial de las riñas, el proverbio aconseja: “Antes que haya estallado la riña, retírate”. (Pr 17:14.) Abrán (Abrahán) puso un buen ejemplo a este respecto. Preocupado por que no surgieran disputas entre los manaderos de su ganado y los del ganado de su sobrino Lot, sugirió que se separaran. Altruistamente le dio a Lot la oportunidad de escoger la zona en la que apacentaría a sus animales. (Gé 13:7-11.) Pero los israelitas infieles del tiempo de Isaías no actuaron como su antepasado Abrahán. Se dice de ellos: “Para riña y para lucha ustedes ayunaban”. Incluso durante el ayuno participaban en riñas. (Isa 58:4.)
La ley mosaica abarcaba casos de riña que resultaban en daño corporal. Prescribía que se pagara compensación a la persona que había recibido daño debido al tiempo que había perdido de su trabajo. (Éx 21:18, 19.)
Murmuración. La murmuración causa desánimo y es destructiva. Los israelitas murmuraron contra Jehová al poco de salir de Egipto, criticando la dirección que había provisto por medio de sus siervos Moisés y Aarón. (Éx 16:2, 7.) Posteriormente, sus quejas desanimaron a Moisés hasta tal punto que pidió morir. (Nú 11:13-15.) La murmuración puede poner en peligro de muerte a quien la practica. Jehová consideró aquella murmuración contra Moisés como una queja rebelde en contra de Su propio acaudillamiento. (Nú 14:26-30.) Muchos perdieron la vida a consecuencia de la crítica.
Por esa razón, las Escrituras Griegas Cristianas toman como base los ejemplos de la antigüedad para advertir del peligro de la murmuración, o la queja. (1Co 10:10, 11.) Judas califica a los que ‘desatienden el señorío y hablan injuriosamente de los gloriosos’ de “murmuradores, quejumbrosos respecto a su suerte en la vida, que proceden según sus propios deseos, y su boca habla cosas hinchadas, a la vez que están admirando personalidades en el interés de su propio provecho”. (Jud 8, 16.)
Jesús condenó una actitud crítica cuando dijo: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados. Entonces, ¿por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, pero no tomas en cuenta la viga que hay en tu propio ojo? [...] ¡Hipócrita! Primero extrae la viga de tu propio ojo, y entonces verás claramente cómo extraer la paja del ojo de tu hermano”. (Mt 7:1, 3-5; compárese con Ro 2:1.)
Muchos ejemplos bíblicos muestran que la murmuración perjudicó al pueblo de Dios. Hacemos bien en pensar detenidamente en el efecto corrosivo que esta puede tener en nuestro tiempo. Los seres humanos imperfectos tendemos a quejarnos. Por eso debemos estar en guardia para detectar cualquier manifestación de tal tendencia y evitarla.
¿Cómo evitar las riñas?
El que por nuestros sentimientos seamos indebidamente susceptibles o quisquillosos o nos ofendamos fácilmente en nuestras relaciones con otras personas es una forma de egoísmo que nos priva de paz e impide que honremos a otros. Es prudente alejarse de una situación conflictiva antes de perder la calma.
Frank Donovan, en su libro Dealing With Anger—Self-Help Solutions for Men (Cómo vencer la cólera. Consejos de autoayuda para hombres), recomienda: “Evadir la cólera —o, más específicamente, evadir la escena y a otras personas cuando se está enojado— es una estrategia de gran importancia y valor cuando el grado de cólera es alto”.
Bertram Rothschild escribió lo siguiente en la revista The Humanist: “La cólera [...] es más que nada responsabilidad de cada uno. Las razones para enojarnos están en nuestra cabeza. [...] Las pocas veces que la cólera consiguió los fines deseados no son nada comparadas con las muchas que hizo empeorar la situación. Es preferible no enojarse”.
★“Necesidad de pelear”: 2 Timoteo 2:24, Aunque el contexto indica que aquí Pablo se refería a peleas verbales, la palabra en el lenguaje original que se traduce “pelear” (má·kje·sthai) se suele relacionar con un combate armado o cuerpo a cuerpo. (g91 8/7 13)
¿Debería cambiar de congregación?
No cabe duda que las cualidades cristianas se desarrollan por medio del roce y la convivencia (Pro. 27:17), No obstante, a veces surgen casos de diferencias de personalidad perpetuas, que hacen imposible nuestro adelantamiento, en estos casos extremos, quizás lo mas apropiado sería apartarse a otro lugar donde no haya necesidad de roces, un caso típico lo tenemos en la diferencia que surgió entre los pastores de Abraham y los de Lot, Abraham como hombre maduro tomo la delantera y zanjo las discordias con la propuesta de separarse (Ge 13:8-9). Jesucristo también dijo que a veces hay individuos que no saben mas que ver cosas negativas en uno (Mt 11:18-19). A la larga se ven los resultados de nuestros tratos (Pro. 13:20). |
“Jaque Mate”
En un museo de Europa está expuesto un cuadro que se llama "derrotado por el Diablo".
El mismo consiste en un joven que está jugando ajedrez con el Diablo y todo indica (por la cantidad de piezas en la mesa) que está perdiendo la partida. Un día el museo abrió sus puertas como de costumbre y llego en una excursión el famoso mundialmente campeón de ajedrez "Bobby Fischer".
Cuando llego al cuadro, se quedo mirando fijamente las piezas del juego y le dijo a la concurrencia:
¿Cuantas veces has pensado que estás derrotado, que las circunstancias y los problemas te están ganando el "juego"?
Aunque la situación mundial parece que va a favor del Diablo, esta muy lejos de acabar así, de hecho la partida se esta desarrollando tal y como Jehová profetizó en su palabra que sucedería, lo que pone a nuestra fe a prueba. Yo conozco a uno que se llama Jesús que puede ver las situaciones desde un punto de vista muy diferente porque ya paso por allí. Él ya le dio jaque mate al Diablo y nos enseña los movimientos exactos para que nosotros lo venzamos también. (Ef 6:12; Jn 16:33; Apo 3:21; Apo 20:1-3.) |
¿Qué discutían?
Faltar el respeto con palabras virtualmente equivale a gritarse personalmente. ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados? “Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia”.
“¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca, la distancia entre ellos es muy pequeña”. Cuando se enamoran más aún, ¿Qué sucede? Ya ni hablan, sólo susurran y se acercan aún más con su amor. Ese amor también los mueve a ceder la palabra y estar dispuesto a escucharse, de hecho la voz del compañero les suena a una bella melodía (Can 4:11.) Y con Jehová, ni la mirada se necesita para expresarle cuanto lo amamos. Así de cerca están dos personas cuando se aman. Cuando discutan, no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, podrían llegar a que se distancien tanto que no encontrarán más el camino de regreso y terminaran con lo que podría haber sido una fiel y bella amistad. En el ambiente virtual es de vital importancia compartir los principios de respeto mutuo. No existen pensamientos que no puedan ser expresados educadamente con cortesía, amabilidad y amor, quizás nos falte aprender mejor de la ortografía que nuestro maestro Jesucristo nos enseño con palabras y hechos. Cuando conocemos nuestra identidad y a quien servimos, no tenemos problemas en aceptar consejos, ni tenemos necesidad de que alguien nos defienda sacando una espada de la boca (Pr 17:9; Col 3:13.) |
¿Quieres pelea?
Una serpiente entró en un taller de carpintería y pasando por encima de una sierra se hirió levemente. Furiosa, regresó y mordió la sierra; al hacerlo lastimó su boca y sangró. Entonces, sin entender lo que estaba sucediendo y sintiéndose atacada, decidió rodearla para sofocarla con todo su cuerpo apretándola con todas sus fuerzas... Terminó matándose ella misma. Moraleja: En la vida a veces es mejor ignorar situaciones, personas, comportamientos y hasta palabras. ¿Porqué? Porque mientras más vueltas le das, más te puedes lastimar, tú decides cuanto poder le das a las acciones y palabras de la gente sobre tu persona, si permitiras que te afecten o no. Escoge bien qué batallas y las armas con las que quieres pelear, No todas valen la pena! (Ec 7:9; 2Co 10:4-5.) ★“Ira” - [Curiosidades sobre la Ira] |
Regalo, dádiva o medio con el que se corrompe a alguien o se consigue que haga algo en favor de uno, que por lo general constituye injusticia o delito. Según el contexto, la palabra hebrea para soborno (schó·jadh) también puede traducirse “regalo” o “presente”. (Éx 23:8, nota; 1Re 15:19; Pr 17:8.) Las Escrituras indican que el aceptar sobornos no solo llevaba a la perversión de la justicia, sino hasta al derramamiento de sangre. (Dt 16:19; 27:25; Eze 22:12.)
La ley que Dios dio a Israel prohibía específicamente aceptar sobornos, y Jehová, como el Juez Supremo, puso el ejemplo perfecto al siempre tomar decisiones imparciales sin jamás dejarse sobornar. (Éx 23:8; 2Cr 19:7.) Por lo tanto, los que quieran ser huéspedes en la tienda de Jehová deben imitarle en este respecto. (Sl 15:1, 5; véase también Isa 33:15, 16.)
La Biblia contiene numerosos ejemplos de personas que incurrieron en esta falta. Por ejemplo, a Dalila la sobornaron para que traicionara a Sansón, y para ello cada señor del eje de los filisteos le pagó 1.100 piezas de plata (si las “piezas de plata” eran siclos, equivaldrían a 2.422 dólares [E.U.A.]). (Jue 16:5.) Los hijos de Samuel, que fue profeta y juez, a diferencia de su padre, aceptaron sobornos y pervirtieron el juicio. (1Sa 8:3; 12:3.) Por otra parte, David habla de aquellos cuya mano derecha debería estar apoyando la causa de la justicia, pero que, sin embargo, está llena de soborno. (Sl 26:10.) Los reyes Asá y Acaz sobornaron a los reyes de Siria y Asiria, respectivamente, a cambio de ayuda militar. (1Re 15:18, 19; 2Re 16:8.) Los cabezas o príncipes de la Jerusalén infiel también amaron el soborno. (Isa 1:23; 5:23; Miq 3:11.) A diferencia de las rameras comunes, que aceptan un precio por su prostitución, la Jerusalén infiel sobornaba a los demás para que fueran a ella. (Eze 16:33.)
En el siglo I E.C., Judas Iscariote se dejó sobornar para traicionar a Jesucristo (Mt 26:14-16, 47-50), y el gobernador Félix se abstuvo de hacer justicia en el caso de Pablo esperando que el apóstol lo sobornara. (Hch 24:26, 27.)
Las expresiones “un soborno del seno” y “un soborno en el seno” pueden entenderse mejor si se tiene en cuenta que en hebreo la palabra “seno” puede referirse también al pliegue que hace una prenda de vestir por encima del cinturón. Por lo tanto, estas expresiones parecen indicar que el soborno se escondía en el pliegue superior de la prenda de vestir y luego se daba en secreto a otra persona, quien, a su vez, lo ocultaba de la misma manera. (Pr 17:23; 21:14; véase REGALO, DÁDIVA.)
¿Regalo o Compra?"
Cuenta una fábula que en cierta ocasión entró un ladrón a robar en una casa, en la que encontró un perro que empezó a ladrar. El ladrón para que se callara le ofreció un apetecible hueso. El perro se quedó pensando y dijo: "¿Por qué me das este hueso? ¿Me lo das como obsequio o para engañarme y hacerme algún daño? Si matas a mi amo y hurtas en la casa, me moriré de hambre, así que lo más prudente será ladrar y avisar a la familia que andan los ladrones en vez de comerme el hueso que me ofreces. No quiero cegarme con tu hueso, pues yo no miro la vida presente sino la venidera; por lo tanto huye de aquí si no quieres que te descubran. Moraleja: Los "beneficios" que pueden ofrecernos los inicuos siempre se hacen sospechosos y tienen un gran precio. En el plano espiritual, es necesario que estemos al tanto de las muchas trampas a las que nos encaramos el pueblo de Dios por parte de un personaje similar al ladrón de la vida eterna, Satanás el diablo.
Recuerden al perro de la fábula. Él pensó ¿por qué me das este hueso? ¿Cómo obsequio o para engañarme? No se olvide que quien está detrás del atractivo y esplendor de este mundo es el Diablo, él esta convencido de que todo hombre tiene un precio, te quiere vivo, pero robarte tu esperanza de vida eterna y para eso usará lo que sabe que a ti más te puede atraer. (1Co 15:33; 2Co 2:11; Snt 1:14, 15.) |
Dinero, alimento u otra cosa con que se ayuda o auxilia a las personas que se hallan en necesidad apremiante debido a la edad, el hambre u otras adversidades.
Una característica distintiva de los fieles siervos de Dios es la buena disposición para ayudar a los necesitados. (Job 29:16; 31:19-22; Snt 1:27.) En el primer siglo la congregación de Jerusalén tomó medidas para distribuir alimento a las viudas cristianas necesitadas, y después se nombró a siete hombres capacitados para que se encargaran de que no se pasase por alto en la distribución diaria a ninguna viuda que mereciera tal ayuda. (Hch 6:1-6.) Años más tarde, el apóstol Pablo señaló en su carta a Timoteo que las actuaciones de socorro de la congregación en favor de las viudas deberían limitarse a las que fuesen mayores de sesenta años y tuviesen un registro de buenas obras en el adelanto del cristianismo. (1Ti 5:9, 10.) Sin embargo, el cuidado de los padres y abuelos de edad avanzada era, fundamentalmente, la obligación de los hijos y los nietos, no de la congregación. Por eso, el apóstol Pablo escribió: “Si alguna viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a practicar devoción piadosa en su propia casa y a seguir pagando la debida compensación a sus padres y abuelos, porque esto es acepto a vista de Dios”. (1Ti 5:4, 16.)
Había ocasiones en que las congregaciones cristianas participaban juntas en medidas de socorro a favor de sus hermanos de otros lugares. Por ejemplo, cuando el profeta Ágabo predijo que ocurriría “una gran hambre”, los discípulos de la congregación de Antioquía de Siria “resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea”. (Hch 11:28, 29.) Otras medidas de socorro que se organizaron para los hermanos necesitados de Judea también fueron estrictamente voluntarias. (Ro 15:25-27; 1Co 16:1-3; 2Co 9:5, 7.)
“Auxilio”
El único sobreviviente de un naufragio llegó a una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar.
Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse y almacenar sus pocas pertenencias. Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el ruido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.
— ¿Cómo supieron que estaba aquí? – preguntó a sus salvadores. La próxima vez que parezca que todo se hecho a perder, recuerda que puede ser la señal de que la ayuda de Dios está en camino. Los griegos de la antigüedad pensaban que los dioses trataban a los humanos como juguetes en sus manos, pero lo cierto es que Jehová Dios, si mueve a veces las piazas de nuestra vida sin nuestro consentimiento, pero para la santificación de su nombre y nuestro propio bien (2Cr 16:9; Isa 41:10; 46:10). |