Cualidades Nobles, Gentiles |
En su alentadora carta a los cristianos de Filipos, el apóstol Pablo escribió: “He aprendido, en cualesquiera circunstancias que esté, a ser autosuficiente. [...] En toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad” (Filipenses 4:11, 12).
Significa estar contentos con lo esencial, cualesquiera sean nuestras circunstancias, al mismo tiempo que confiamos en Jehová y le servimos. Sobre este punto escribió lo siguiente a Timoteo, su fiel compañero en el ministerio: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con autosuficiencia. Porque nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:6-8). Gracias a la autosuficiencia, obtenemos la satisfacción que nos produce mantener nuestro servicio a Dios en primer lugar sin importar que tengamos poco o mucho en sentido material.
¿Cuál era el secreto de su autosuficiencia?
Observemos que el apóstol relacionó la autosuficiencia con la devoción piadosa (1 Timoteo 6:6-8). Reconoció que la felicidad proviene de practicar esta última virtud, es decir, de poner en primer lugar el servicio a Dios, y no los bienes y riquezas de este mundo. El “sustento y con qué cubrir[se]” no eran más que medios que le permitían seguir cultivando la devoción a Jehová. Por lo tanto, su secreto para ser autosuficiente era confiar en el Creador en todo tiempo pasara lo que pasase.
En la actualidad no son pocos los que viven llenos de ansiedad y desdicha porque desconocen este secreto o lo pasan por alto. No cultivan la autosuficiencia, sino que optan por confiar en el dinero y los beneficios que proporciona. La industria publicitaria y los medios de comunicación hacen creer al público que es imposible ser feliz a menos que consiga inmediatamente los últimos y mejores productos y artilugios. De ahí que haya tantas personas dominadas por el materialismo. En vez de sentirse felices y satisfechos, “caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina” (1 Timoteo 6:9, 10).
Bien dice la Biblia que “la escena de este mundo está cambiando”. Por ello, nos hace esta exhortación: “Los que se regocijan, [sean] como los que no se regocijan, y los que compran, como los que no poseen, y los que hacen uso del mundo, como los que no lo usan a plenitud” (1 Corintios 7:29-31).
Así pues, es el momento de analizar detenidamente nuestro modo de vivir. Si contamos con recursos limitados, tengamos cuidado de que no nos domine el resentimiento o, peor aún, la amargura y la envidia. Por otro lado, sin importar los bienes materiales que tengamos, conviene que estos ocupen su debido lugar en nuestra vida y que no nos esclavicen. Como aconsejó el apóstol Pablo, no debemos cifrar nuestra esperanza “en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas”. Si así lo hacemos, demostraremos que también hemos aprendido el secreto de ser autosuficientes (1 Timoteo 6:17-19).
“Menos es más”
Un banquero americano disfrutaba de su mejor temporada del año, las vacaciones en los bosques del Canadá. El americano navegaba con su canoa por un río cuando divisó un hombre de la localidad, a la orilla del río pescando. El turista se acercó al pescador quién se disponía a marcharse, pues ya había pescado dos pescados, y le pregunto, cuanto tiempo había necesitado para esa pesca. El pescador respondió: "Sólo un poco de tiempo". El americano luego le preguntó ¿porqué no permanecía más tiempo y sacaba más pescados? El pescador dijo que él ya tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia. El americano luego preguntó: Pero, ¿qué hace usted con el resto de su tiempo? El pescador dijo, "trabajo un poco en mi huerta, alimento a mis animales, saco el caballo a pasear y pesco un poco, juego con mis hijos, hago una siestita con mi señora, y después de cenar suelo tomarme algo con mi esposa mientras conversamos y contemplamos el cielo estrellado o tocamos la guitarra y cantamos con nuestros amigos. Tengo una vida "placentera y ocupada".
El americano replicó, "Soy consejero de inversiones y podría ayudarte. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador y eventualmente abrir tu propia procesadora. Podrías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este pequeño pueblo e irte a la capital, donde manejarías tu empresa en expansión". El pescador preguntó, ¿Pero, cuánto tiempo me llevaría todo eso? A lo cual respondió el americano, "entre 15 y 20 años". "¿Y luego qué?" El americano se rió y dijo: “Después viene lo mejor”. "Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de acciones) y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrás millones. "Millones ... y ¿luego qué?" Dijo el americano: "Luego te puedes retirar. Te trasladas a un pueblito en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, pasear todas las noches al pueblo a tomarte un vino y tocar la guitarra con tus amigos". El pescador respondió: "¿Acaso no es eso lo que ya estoy disfrutando?" (Ec 6:9; 1Ti 6:6-8; Flp 4:11) |
El Círculo de los 99
Había una vez un rey muy triste que tenía un bufón muy feliz. El rey no conseguía explicarse como el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de sobras de los cortesanos. En su desesperación, llamó al más sabio de sus asesores y le contó lo que sucedía. El sabio replicó que el sirviente no estaba en el círculo del 99, que era en el que se encontraba él. El rey no entendía aquella explicación. Entonces, el sabio se lo quiso mostrar con hechos.
Pidió al rey que tuviera preparada una bolsa con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. "Estas 100 monedas son tuyas. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste".
Entonces abrió la bolsa y descubrió en su interior todas las monedas de oro.
El rey y el sabio mientras miraban la escena por la ventana. Durante los meses siguientes el paje se mostró desagradable y siempre estaba de mal humor. Así que el rey decidió despedirlo.
Siempre nos falta algo para estar completos y solo completos se puede gozar de lo que se tiene, nos enseñaron erróneamente, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta. |
El término hebreo mezim·máh se usa para designar la capacidad de pensar, es decir, la capacidad de dar consideración seria y juiciosa a un asunto con conocimiento de causa (Pr 5:2; 8:12); los ardides, estratagemas e ideas insensatas de hombres inicuos (Sl 10:2, 4; 21:11; 37:7; 139:19, 20; Pr 12:2; 24:8; Jer 11:15), o las “ideas” que Jehová Dios o su “corazón” se proponen realizar. (Job 42:2; Jer 23:20; 30:24; 51:11.)
Uno de los objetivos de los proverbios es dar al joven conocimiento y capacidad de pensar. (Pr 1:1-4.) La información que se halla en los proverbios es una ayuda valiosa para orientar el pensamiento y la vida de la persona. La capacidad de pensar salvaguarda de seguir un proceder incorrecto y de asociarse con quienes pueden ejercer una influencia hacia el mal, pues ayuda a discernir el resultado final de tal proceder. Todo ello resulta en bendición. La sabiduría y la capacidad de pensar protegen a la persona de actividades que conducen a calamidad y así resultan ser vida para el alma. Tal persona disfruta de seguridad y no tiene por qué temer que le alcance la justicia por haber llegado a ser culpable de una mala acción. (Pr 3:21-25.)
Sin embargo, aquel que verdaderamente ejerce la capacidad de pensar también puede llegar a ser objeto de odio. Es posible que esta sea la idea expresada en Proverbios 14:17: “El hombre de capacidades de pensar es odiado”. A menudo las personas que no son reflexivas ven con desaprobación a quienes utilizan sus facultades mentales. Además, los que ocupan sus facultades mentales en hacer la voluntad de Dios pueden esperar que se les odie. Jesús dijo a este respecto: “Porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia”. (Jn 15:19.) Por supuesto, el término utilizado en el lenguaje original para “capacidades de pensar” en Proverbios 14:17 puede implicar también pensamiento maligno. Por lo tanto, otro significado de ese texto pudiera ser que se odia al hombre que trama el mal, y así es como lo vierten muchas traducciones: “El hombre de inicuas intrigas será odiado” (DK, Mod; véase BAS, BJ, MK y otras).
Aquello que tiene el propósito de convencer a otros de que han errado a fin de moverlos a reconocer sus faltas y corregirlas. A diferencia de la censura, la reprensión no requiere descubrir la falta mediante la presentación de pruebas. (Véase REPRENSIÓN.) El verbo hebreo ya·kjáj (censurar) es un término legal que también se traduce ‘pedir cuenta’ (Isa 37:4) y ‘enderezar los asuntos’ (Isa 1:18; 2:4.) El término griego correspondiente es e·lég·kjö. Ambos vocablos suelen comunicar la idea de declarar culpable de pecado a una persona y llamarla al arrepentimiento. La obra Theological Dictionary of the New Testament dice lo siguiente sobre el uso de e·lég·kjö en la Septuaginta griega para traducir la palabra hebrea ya·kjáj: “Denota la disciplina y educación que Dios da al hombre como resultado de su actividad judicial. Esto abarca todos los aspectos de la educación, desde declarar culpable al pecador hasta el castigo, desde la instrucción de los justos mediante pruebas severas hasta su guía mediante la enseñanza y la admonición” (edición de G. Kittel, 1964, vol. 2, pág. 473).
Censurar es “decir de alguien que ha obrado mal o desacertadamente o decir de alguna cosa que no está bien hecha” (Diccionario de Uso del Español), y en el uso bíblico abarca la idea de llamar la atención a alguna acción negligente, haciéndolo por lo general de manera bondadosa y con el deseo de corregir o ayudar. Pablo habló de censurar, pero con un propósito noble... “para que sean saludables en la fe”. De igual manera hoy día, los ancianos evitan la brusquedad poco cristiana.
Cuándo se necesita. En la Ley que Dios dio a Israel se decía a las personas que eran objeto de transgresiones: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón. Debes sin falta censurar a tu asociado, para que no cargues pecado junto con él”. (Le 19:17.) No tenían que permitir que se albergara en ellos resentimiento hacia el hermano que erraba, a quien había que censurar con el propósito de recobrarlo del pecado. La consecuencia de no cumplir con esta responsabilidad moral podía ser la reincidencia del pecador, y en ese caso la persona que se hubiera retraído de censurar a su compañero compartiría la responsabilidad de su pecado. (Compárese con Mt 18:15.)
Hay ocasiones en las que los ancianos que representan a la congregación deben censurar a quienes cometen males graves, incluso en la presencia de otros que tienen conocimiento del proceder pecaminoso. Esta censura no se reserva solo para quienes son receptivos a ella, pues también se ordena a los ancianos que ‘censuren a los que contradicen’ y que ‘censuren con severidad’ a los que son “ingobernables” y “habladores sin provecho”. (1Ti 5:20; Tit 1:9, 10, 13.)
Aunque la censura puede ser muy beneficiosa, no siempre es bien recibida. Proverbios 9:7, 8 advierte: “El que está corrigiendo al burlador está tomando para sí deshonra, y el que está dando una censura a alguien inicuo... ¡defecto en él! No censures a un burlador, para que no te odie. Da una censura a un sabio, y te amará”.
Actitud apropiada. Como Dios ha inspirado las Escrituras, toda censura que esté sólidamente basada en ellas es en realidad censura procedente de Dios. (2Ti 3:16.) La censura de Jehová es una expresión de su amor, por lo que no se debe aborrecer ni rechazar. (Pr 3:11, 12.) Debido al afecto que Jesucristo, Cabeza de la congregación cristiana, tiene a los que forman parte de dicha congregación, se preocupa de que hombres cualificados administren la censura necesaria. (Apo 3:14, 19.) Los sabios reconocen que “las censuras de la disciplina son el camino de la vida”. (Pr 6:23.)
La tendencia humana pecaminosa es resentirse por la censura y con el siervo humano por medio de quien se administra. Pero ceder a esta tendencia rebaja a la persona al nivel de la bestia irracional que no tiene sentido moral; el proverbio inspirado lo expresa así: “El que odia la censura es irrazonable”. (Pr 12:1.) Por el contrario, el salmista David, a quien se censuró en repetidas ocasiones, escribió: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar”. (Sl 141:5.) ★“Compensación” - [¿Error o Fracaso?]
Cómo censura Jehová.
Jehová también gradúa la severidad (o suavidad) de su censura, no según una fórmula rígida, sino según lo que verdaderamente se necesite. Usando la ilustración de un labrador, Jehová dice en Isaías 28:23-29
(Versión Straubinger):
“Prestad atención y oíd mi voz; atended y escuchad mi palabra. ¿Acaso para sembrar el arador está siempre arando, abriendo y rastrillando su campo? Después de allanar su superficie, ¿acaso no esparce el eneldo, siembra el comino, pone el trigo en los surcos, la cebada en su lugar, y la espelta en el borde? Es Dios quien le enseña esta regla y le instruye. Pues no con el trillo se trilla el eneldo, ni rueda de carro pasa sobre el comino; sino que el eneldo es sacudido con un bastón y el comino con una vara. El trigo, en cambio, es trillado, pero no se lo trilla continuamente; y aunque (el labrador) hace pasar sobre él las ruedas de su carro y sus caballos, sin embargo no lo tritura. También esto viene de Yahvé de los ejércitos, el cual es admirable en sus designios y grande en sabiduría.”
El labrador no ara continuamente el suelo, sino solo al grado que se necesita. El labrador israelita esparcía o sembraba al voleo algunas semillas más pequeñas, mientras que otros granos más valiosos se colocaban en hileras. Y cuando los trillaba, los granos más pequeños, más tiernos, no se trillaban con equipo pesado, no fuera a ser que se les aplastara, sino con una vara. Hasta los granos más grandes y más duros que eran trillados con instrumentos pesados, como con un trillo de madera o rueda de carreta, no se trillaban al grado de aplastarlos totalmente. Así también Jehová, de manera sabia, justa y amorosa, mide la censura, disciplina y corrección —ya sea leve, moderada, fuerte o hasta severa— según la necesidad de cada situación individual. Solo los que ofrecen resistencia voluntariosa a Sus esfuerzos pacientes por ayudarlos reciben la fuerza de su poder destructivo.
¿Cómo imitan a Jesús los ancianos, al censurar? Hoy día, los ancianos imitan a Jesús al ver las reuniones como oportunidades de confirmar a los hermanos que nada los separará del amor de Jehová (Mt 11:28; Rom. 8:38, 39). Por ello, durante sus intervenciones se enfocan en las virtudes de sus hermanos, no en sus debilidades. Y no cuestionan sus motivos. Más bien, sus palabras revelan que los consideran personas que aman a Jehová y que desean hacer lo que a él le agrada (1 Tes. 4:1, 9-12). Por supuesto, hay ocasiones en las que los ancianos quizás tengan que dar un consejo para corregir a la congregación en general, pero si solo hace falta aconsejar a unos cuantos, suele ser mejor hacerlo en privado (Gál. 6:1; 2 Tim. 2:24-26). Cuando los ancianos se dirigen a la entera congregación, hacen lo posible por expresarse de tal manera que al concluir la reunión todos los presentes se sientan alentados y fortalecidos (Isa. 32:2; Hech. 15:32).
Cicatrices
Un día de verano un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y mientras nadaba feliz su mamá observaba con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole el niño se alarmó y miró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos. Justo cuando el cocodrilo le agarraba sus piernitas. La mujer tiraba determinada, con toda la fuerza de su corazón. Aunque el cocodrilo era más fuerte, la mamá era mucho más apasionada y su amor le daba las fuerzas para no soltar a su hijo. Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar y de un tiro mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus piernas. El niño levanto la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo el niño se remango las mangas y dijo: "Pero las que usted debe de ver son estas, son de las uñas de mama, mientras me agarraba de los brazos luchando por mi vida con el cocodrilo".
MORALEJA: |
De las muchas palabras hebreas y arameas usadas en las Escrituras para expresar la idea de “consejo”, las que más aparecen son el sustantivo hebreo `e·tsáh y el verbo relacionado ya·`áts. Aunque `e·tsáh normalmente se traduce “consejo”, también se ha traducido “proyecto”. (Isa 8:10.) En las Escrituras Griegas Cristianas se usan los términos bou·lë y sym·bóu·li·on para expresar el concepto de “consejo” como sustantivo. Bou·lë se traduce asimismo “designio” (Lu 23:51), “proyecto” (Hch 5:38), “voluntad expresa” (Hch 13:36) y “resolución” (Hch 27:42).
De modo que el término “consejo” también puede significar “voluntad”, “propósito”, “determinación”, “designio”, como cuando Jehová declara: “Mi propio consejo subsistirá”. (Isa 46:10.) Son los “consejos de los corazones”, es decir, los planes, designios, propósitos o determinaciones más interiores de la persona, los que se sacarán a la luz cuando el Señor Jesucristo venga para juzgar. (1Co 4:5.) La frase de Efesios 1:11 “conforme a la manera como su voluntad aconseja” (literalmente, “conforme al consejo de la voluntad de él”) puede entenderse “conforme al propósito, o determinación, que es una expresión de la voluntad de Dios”. El apóstol Pablo dijo que estaba limpio de la sangre de todo hombre debido a que no se había retraído de enseñar “todo el consejo de Dios” (“todo el propósito de Dios”, BAS; “la voluntad toda de Dios”, CP), es decir, todo lo que es esencial para la salvación. (Hch 20:27.)
A los hombres conocidos por su sabiduría se les estimaba mucho como consejeros reales. (Véase 2Sa 16:23.) Debido a su posición, a veces eran objeto de sobornos para que usaran su influencia de manera corrupta. Cuando los enemigos de los judíos contrataron consejeros, puede que lo hicieran sobornando a persas que servían en ese puesto. (Esd 4:5.)
Ningún ser humano es depositario de todo el conocimiento. Por lo tanto, la persona que escucha el buen consejo es sabia (Pr 12:15), mientras que el rechazar el buen consejo procedente de consejeros con experiencia, como hizo el rey Rehoboam, es una locura. (1Re 12:8.)
Jehová es el poseedor de la sabiduría en sentido absoluto. Es el único que no necesita a nadie que le aconseje. (Isa 40:13; Ro 11:34.) Su Hijo puede proveer dirección como “Maravilloso Consejero” porque recibió y siguió el consejo de su Padre y tiene Su espíritu. (Isa 9:6; 11:2; Jn 5:19, 30.) Esto pone de relieve que para que el consejo sea provechoso, debe tomar en cuenta a Jehová. Cualquier consejo que se oponga al Altísimo carece por completo de valor, y ni siquiera puede llamarse consejo. (Pr 19:21; 21:30.)
Amonestación. El apóstol Pablo es el único escritor que emplea el verbo que se traduce “amonestar”. Este término significa exhortar, aconsejar y corregir con firmeza, pero sin hostilidad (Hech. 20:31; 2Tes. 3:15). Así, Pablo les explicó a los corintios: “No estoy escribiendo estas cosas para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a mis hijos amados” (1 Cor. 4:14). Como vemos, Pablo amonestaba a sus hermanos porque los amaba y se preocupaba por ellos.
A la hora de amonestar a alguien, todo anciano ha de actuar con tacto. Al igual que Pablo, debe procurar que sus consejos sean amorosos, bondadosos y útiles (1 Te 2:11, 12). Por supuesto, también es preciso que “se adhiera firmemente a la fiel palabra [...], para que pueda exhortar por la enseñanza que es saludable” (Tito 1:5-9). ★“AMONESTACIÓN, AMONESTAR” - (Diccionario de Vine-Pg.509)
UN BUEN CONSEJERO
★Es accesible: Mateo 11:28, 29; 1 Pedro 1:22; 5:2, 3
★Escoge el ambiente apropiado: Marcos 9:33-37 ★Procura comprender el problema: Lucas 8:18; Santiago 1:19 ★No reacciona de modo exagerado: Colosenses 3:12-14 ★Ayuda a enfrentarse a emociones dolorosas: 1 Tesalonicenses 5:14; 1 Pedro 3:8 ★Conoce sus propias limitaciones: Gálatas 6:3; 1 Pedro 5:5 ★Da consejo específico: Salmo 19:7-9; Proverbios 24:26 ★Sabe cuándo retirarse: Hechos 17:32, 33 ★Mantiene confidenciales los asuntos: Proverbios 10:19; 25:9 Determina cuál es la verdadera situación. No da respuestas precipitadas. Se atiene humildemente a la Palabra de Dios. Si es posible, utiliza una biblioteca teocrática. No toma decisiones por otros. |
¿Por qué nos cuesta tanto ver nuestro propio error?
¿Te has dado cuenta lo sabios que parecemos ser a la hora de dar consejos a otros y lo torpe que somos cuando nos tenemos que aconsejar a nosotros mismos?
(Ro 2:21) La Biblia relata de varios personajes que aunque fueron muy ingeniosos en situaciones muy críticas y supieron aplicar buenas soluciones, cuando el problema les aplicaba directamente a ellos, se paralizaban y no sabían como salir de la situación. Uno de ellos fue David, que trajo la solución a todo el ejército de Israel al enfrentarse al problema que los paralizaba por muchos días, el gigante Goliat (1Sa 17:10, 11, 24) Otro fue Elías, un hombre que no tuvo problemas de solucionar el problema de quien se merece la adoración, Jehová o Baal, dándoles muerte a 450 profetas fracasados en la prueba. (1Re 18:18-46) Tanto el uno como el otro se quedaron paralizados y acobardados cuando ellos mismos fueron afectados por el problema y necesitaron ayuda externa para ver la solución con claridad.
David en su pecado con Bat-seba que Natán ayudo a entender con un ejemplo muy sencillo. ¿Qué nos paraliza y nos hace tan torpes con nuestros problemas personales?
Aquí, cinco factores importantes:
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Por lo general se cree que el término hebreo que se traduce “dicho proverbial” o “expresión proverbial” (ma·schál) se deriva de una raíz que significa “asemejarse” (Sl 49:12), y, de hecho, muchos dichos proverbiales utilizan semejanzas o comparaciones. Algunos eruditos relacionan la expresión “dicho proverbial” con el verbo “gobernar”, por lo que a veces se podría considerar como un dicho de un gobernante o como una expresión de autoridad, que este impone debido a su sabiduría. Esto concuerda con el hecho de que el rey Salomón, que era conocido por su sabiduría, podía pronunciar 3.000 proverbios, y puso por escrito una buena parte de estos dichos proverbiales. (1Re 4:32.)
Los israelitas tenían una serie de expresiones de uso popular o frecuente, expresiones que estaban llenas de significado debido a las circunstancias que las rodeaban. Estos dichos proverbiales solían declararse de manera concisa. (1Sa 10:12.) Sin embargo, no en todos ellos se expresaban puntos de vista apropiados, y hubo algunos en concreto que tuvieron la desaprobación de Jehová. (Eze 12:22, 23; 18:2, 3.)
Algunos dichos llegaron a ser expresiones comunes para ridiculizar o menospreciar a ciertas personas. (Hab 2:6.) En tales casos, incluso el objeto del desdén, tanto si era una persona como si era una cosa, recibía el calificativo de “dicho proverbial”, de ahí que a los israelitas se les advirtiese que si no escuchaban a Jehová ni obedecían sus mandamientos, tanto ellos como el templo se convertirían en dicho proverbial entre las naciones. (Dt 28:15, 37; 1Re 9:7; 2Cr 7:20.) La actitud que se tenía hacia una nación que llegaba a convertirse en dicho proverbial queda bien recogida en las siguientes expresiones bíblicas respecto a lo que la propia nación de Israel llegaría a ser: oprobio, escarnio, mofa, humillación e invocación de mal. (Sl 44:13-15; Jer 24:9.) La persona que se convertía en dicho proverbial también llegaba a ser tema de tonadillas que cantaban los bebedores y estaba expuesta a que otros le escupieran en la cara. (Sl 69:11, 12; Job 17:6.) Es evidente que dicha persona caía muy bajo.
No todos los dichos proverbiales se condensaban en una o dos frases cortas y expresivas. En el capítulo 14 de Isaías se registra una de estas expresiones más extensas, en la que se representa de forma vívida y por medio de comparaciones los efectos desastrosos producidos por el orgullo del rey de Babilonia. Se ridiculiza con sarcasmo e ironía a aquel que pensaba de sí mismo que era “el resplandeciente, hijo del alba”.
Cuando la semejanza o comparación de un dicho proverbial era algo oscura o extraña, también podía llamarse enigma. (Sl 78:2.) Y esto es lo que ocurre cuando Ezequiel asemejó bajo inspiración el proceder de Israel con relación a Babilonia y a Egipto con una vid que fue plantada por un águila y que más tarde extendió sus raíces de manera hambrienta hacia otra águila. (Eze 17:2-18.)
Algunas expresiones proverbiales eran poéticas, como es el caso de las de Job. (Job 27:1; 29:1.) Las ideas que expresó bajo inspiración no se escribieron en el estilo conciso y característico de la mayoría de los proverbios, sino que se desarrollaron en poemas muy instructivos llenos de expresiones figurativas.
Dios también hizo que Balaam se expresase con dichos proverbiales, dichos que asimismo fueron registrados en forma de poesía. (Nú 23:7, 18; 24:3, 15, 20, 21, 23.) Lejos de expresar desprecio por Israel, Balaam los “[bendijo] hasta el límite”, aunque profetizó un ay para otros pueblos. (Nú 23:11.) El aspecto proverbial en esta ocasión no se debe a que las expresiones del profeta llegaran a ser de uso popular, ni tampoco a que sus declaraciones fuesen expresiones concisas de sabiduría; más bien, reciben este nombre debido a la fuerza y gran significado de lo que se dijo, así como a la variedad de semejanzas o comparaciones de algunos de sus dichos.
El sustantivo hebreo mu·sár y el verbo ya·sár comunican el sentido de disciplina, castigo, corrección y exhortación. En la Septuaginta griega y en las Escrituras Griegas Cristianas, el sustantivo pai·déi·a y el verbo pai·déu·ö, que corresponden respectivamente a las formas hebreas, tienen el mismo significado básico. Ambas se derivan de pais, “niño”, y el sentido primario de pai·déi·a tiene relación con las medidas necesarias para la formación del niño, a saber: disciplina, instrucción, educación, corrección y castigo (Dt 11:2; Pr 1:2; Ef 6:4).
Fuentes y objetivos. La disciplina de Jehová es una expresión de su amor a su pueblo. (Pr 3:11, 12.) La instrucción que Él les da corrige puntos de vista equivocados, contribuye a moldear la mente y da orientación a su conducta. En la época de Moisés, los israelitas recibieron disciplina de Dios al ser testigos oculares de las manifestaciones de su grandeza, cuando Jehová, con su incomparable poder, ejecutó juicio sobre todas las deidades egipcias, liberó a su pueblo y destruyó al ejército egipcio en el mar Rojo. Pero además hubo juicios impresionantes contra miembros desobedientes del pueblo de Israel, así como la provisión milagrosa de agua y alimentos, acciones que transmitieron lecciones inigualables sobre la importancia de tomar a pecho y aplicar todo cuanto Jehová dice. En conjunto, estas medidas sirvieron para hacerles más humildes y grabar en ellos el debido temor a Jehová, basado en fe y obediencia. (Dt 8:3-5; 11:2-7.)
La disciplina de Jehová suele administrarse por medio de sus representantes, a quienes confiere autoridad. Por ejemplo: los ancianos, que servían en calidad de jueces, tenían que disciplinar al israelita que acusara falsamente a su esposa de no haber sido virgen cuando se casó. (Dt 22:13-19.) Cuando los padres disciplinan con buena razón a sus hijos, representan a Jehová, y se espera de los hijos que respondan a esa disciplina como a lo que es: una expresión del amor de sus progenitores, cuyo objeto es salvaguardar su bienestar eterno. (Pr 1:8; 4:1, 13; 6:20-23; 13:1, 24; 15:5; 22:15; 23:13, 14; Ef 6:4.) En la congregación cristiana, los ancianos hacen uso de la Palabra de Dios para disciplinar: enseñar, censurar y rectificar. (2Ti 3:16.) Cuando Jehová disciplina a miembros de la congregación cristiana por algún mal cometido, lo hace para ayudarlos a reponerse de su caída en pecado e impedir que se hagan partícipes del juicio condenatorio que pesa sobre el mundo impío. (1Co 11:32.) Asimismo, Jesucristo, como cabeza de la congregación cristiana y debido al afecto que siente por ella, se encarga de que reciba la disciplina que necesita. (Apo 3:14, 19.)
La expulsión de la congregación es una forma de disciplina más severa. El apóstol Pablo vio necesario recurrir a esta medida cuando ‘entregó a Alejandro e Himeneo a Satanás’. (1Ti 1:20.) Esto significa que, una vez cortados de la congregación, volvieron a ser parte del mundo controlado por el Diablo. (1Co 5:5, 11-13.)
La persecución que Jehová permite que sus siervos sufran puede servirles de disciplina o de preparación, y producir en ellos el deseable fruto de la justicia, del que disfrutarán en paz cuando la prueba haya terminado. (Heb 12:4-11.) Hasta se preparó al Hijo de Dios para que fuese un sumo sacerdote compasivo y misericordioso mediante las pruebas que su Padre permitió que sufriese. (Heb 4:15.)
Prestar atención o no hacer caso. Los inicuos, los necios y aquellos cuya moralidad es despreciable manifiestan su odio por la disciplina de Jehová al no hacer caso de ella. (Sl 50:16, 17; Pr 1:7.) Sin embargo, las malas consecuencias de ese necio proceder se convierten a su vez en una medida disciplinaria que suele resultar en un duro castigo. Con razón dice el proverbio: “La disciplina de los tontos es la tontedad”. (Pr 16:22.) Puede que caigan en pobreza, ignominia, enfermedad y hasta les sobrevenga muerte prematura. La historia de los israelitas es un ejemplo de la gran pérdida que ese proceder conlleva. No prestaron atención a la disciplina que, bien por censura o corrección, Dios les dio a través de los profetas. Tampoco hicieron caso de la disciplina que Jehová les impuso al retirarles su protección y bendición. Por fin experimentaron la dura disciplina que se les había venido anunciando: desolación y exilio. (Jer 2:30; 5:3; 7:28; 17:23; 32:33; Os 7:12-16; 10:10; Sof 3:2.)
En cambio, prestar atención a la disciplina, unido al temor respetuoso que se le debe a Dios, hace sabia a la persona y la capacita para usar correctamente el conocimiento que adquiere, con lo que se evita mucho dolor y sufrimiento personal. La disciplina que se recibe con aprecio y se pone en práctica puede incluso aumentar la expectativa de vida en la actualidad y hacer realidad la promesa de una vida eterna. Es propio, entonces, que se tenga la disciplina en muy alta estima. (Pr 8:10, 33-35; 10:17.)
Al educar a los hijos.
En la Biblia, la palabra disciplina no implica ningún tipo de maltrato o crueldad. El término griego del que se traduce está principalmente relacionado con la instrucción, la formación, la educación, la corrección y, a veces, con el castigo firme aunque cariñoso. Algo muy necesario para los hijos, dado que se desarrollan mejor con orientaciones, pautas y límites claros. La Biblia dice que dicha disciplina, o instrucción, es prueba del amor paterno. (Pr 13:24; Ef 6:4.) (w98 1/4 pág. 18 párr. 12; ba 24; g94 22/11 9-10; cl 100-101 párr. 10; w01 1/10 8 párr. 4)
La disciplina es un proceso, un método de instrucción que generalmente tiene que repetirse una y otra vez al tratar con niños.
La obra The Interpreter’s Dictionary of the Bible indica sobre este asunto: “En la Biblia, la disciplina se relaciona estrechamente por un lado con la educación, la instrucción y el conocimiento, y por el otro, con la censura, la corrección y el castigo. La aplicación natural del término es en el ámbito de la educación de los hijos”. Por lo tanto, disciplinar es mucho más que reprender; abarca toda la formación que los hijos precisan para desarrollarse. (g04 8/11 26)
El vocablo hebreo jen tiene el significado de favor, encanto o elegancia, sea en apariencia o comportamiento, y suele verterse “favor” (Gé 6:8), si bien en algunos casos se ha traducido “encanto”. Por ejemplo, puede que una prostituta sea “atractiva con encanto” (Na 3:4), aunque, como se observa en Proverbios, “el encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza”. También se dice que “una mujer de encanto es la que se ase de la gloria”. (Pr 31:30; 11:16; véase también Pr 5:18, 19.) La sabiduría y el entendimiento que proceden de Dios son un adorno realmente encantador (Pr 3:21, 22; 4:7-9), y lo mismo puede decirse del habla apropiada. (Sl 45:2; Pr 22:11.) Cuando los judíos volvieron de su exilio en Babilonia, se animó a Zorobabel a que siguiese adelante con la edificación del templo, y se le aseguró que cuando se colocase la piedra de remate, habría “gritos a ella: ‘¡Qué encantadora! ¡Qué encantadora!’”. (Zac 4:7.)
¿Qué hace a una persona encantadora?
★Es Abierta - (Hacen preguntas abiertas)
★Optimista - (No se quejan, Hablan de cosas alegres) ★Generosa - (Escuchan más de lo que hablan) ★Amable - (Les gusta ser agradecidos) ★Empatica - (Aprovechan el contacto físico, Buscan puntos de acuerdo) ★Elegante (Discreta, no exagera con extravagancia en los ademanes, ropa, perfumes o su voz) |
Noble y afectuosa disposición de bendecir a otros dando libremente y sin escatimar. La palabra hebrea na·dhív, que se traduce “generoso” en Isaías 32:8, también puede traducirse por “bien dispuesto” y ‘noble’. (Sl 51:12; Nú 21:18, nota.) El significado básico del nombre griego ha·pló·tës es “simplicidad” (2Co 11:3, Besson), pero también se traduce por “generosidad” (2Co 8:2; 9:11), “liberalidad” (Ro 12:8) y “sinceridad” (Ef 6:5). Jehová es la misma personificación de la generosidad, Aquel que satisface plenamente toda necesidad de sus criaturas obedientes “conforme a su voluntad”. (1Jn 5:14; Flp 4:19.) Toda dádiva buena y todo don perfecto procede de Él, incluso dones tan intangibles como la sabiduría. (Snt 1:5, 17.)
Moisés instó a sus compañeros israelitas a que cultivasen esta cualidad divina, la generosidad, incluso cuando hiciesen un préstamo a cambio de una prenda. “No debes endurecer tu corazón ni ser como un puño para con tu hermano pobre. Porque debes abrirle tu mano generosamente [...]. Sin falta debes darle —y no debe ser mezquino tu corazón al darle— [...]. Por eso te estoy mandando, diciendo: ‘Debes abrir generosamente tu mano a tu hermano afligido y pobre en tu tierra’.” (Dt 15:7-11.)
Dice el proverbio: “El alma generosa [literalmente, “el alma con un regalo de bendición”] será engordada [prosperará] ella misma; y el que liberalmente riega a otros, él mismo también será liberalmente regado”. (Pr 11:25.) Jesucristo lo expresó de esta manera: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hch 20:35.) También dijo: “Practiquen el dar, y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio”. (Lu 6:38.)
El apóstol Pablo expresó con otras palabras esta conocida verdad: “El que siembra parcamente, parcamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará”. Y puesto que esto es así, el apóstol concluye: “Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre”. (2Co 9:6, 7.) Pablo continúa señalando a Jehová como ejemplo supremo de generosidad, pues además de proveer abundantemente la semilla al sembrador y pan para comer, también enriquece a los hermanos de Corinto “para toda clase de generosidad”, a fin de que sean generosos con los demás. Por eso, Pablo señaló que tales muestras de generosidad resultaron en “muchas expresiones de gracias a Dios”. (2Co 9:8-13.)
Pablo también animó a los romanos a mostrar esta misma generosidad piadosa: “El que distribuye, hágalo con liberalidad”. (Ro 12:8.) A los hebreos les escribió: “Además, no olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios”. (Heb 13:16.) Las congregaciones de Macedonia fueron un ejemplo sobresaliente de generosidad. Aunque eran pobres, contribuyeron “más allá de lo que verdaderamente podían hacer”, y eso hizo “abundar las riquezas de su generosidad”. (2Co 8:1-4.)
Hay que tener en cuenta que estos textos acerca de la generosidad y liberalidad no contradicen ni menoscaban aquellos pasajes que condenan a los ingratos, holgazanes y perezosos. Por ejemplo, el perezoso que no ara en tiempo frío no merece nada cuando está mendigando en el tiempo de la siega, pues el que rehúsa trabajar no tiene derecho a la generosidad de otros. (Pr 20:4; 2Te 3:10.) No se tenía que poner a las viudas en la lista para socorro a menos que reunieran los requisitos para ello. (1Ti 5:9, 10.) Las contribuciones que hicieron las congregaciones por toda Galacia, Macedonia y Acaya no se destinaban a los necesitados que hubiera entre los adoradores paganos en general, sino a “los santos” que estaban necesitados. (1Co 16:1; 2Co 9:1, 2.)
Acuérdate de “mí”
Un hombre perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado notando que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”. El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba ¡llena de agua! De pronto, se vio ante un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionara y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no sé cuánto tiempo atrás? Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia… Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: “Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente” (Pr 11:25; Ecl. 11:6.) |
“Espera que Jehová te lo dé”
Un niño acompañado de su amigo se acerca a su abuelo, quien estaba ocupado. El abuelo siempre solía darle caramelos a sus nietos, así que le pregunta si le puede dar unos caramelos, el abuelo contesta que le entre la mano en el bolsillo y los saque el mismo, pues el tiene las manos ocupadas. El nieto contesta que no, que prefiere esperar, después de un rato, el abuelo entra la mano en el bolsillo y le da un buen puñado de caramelos a su nieto. Entonces el amigo del nieto le pregunta a este por qué no tomó el mismo los caramelos del bolsillo del abuelo y así no hubieran tenido que esperar tanto. El nieto le contesta a su amigo: “Mi abuelo tiene las manos mucho más grandes y me da muchos más caramelos que los que yo pueda coger con mi mano.”
Moraleja: |
Cualidad de obrar sin prejuicio o favoritismo; equidad. Cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones. Cualidad que consiste en no favorecer en el trato a una persona perjudicando a otra. La imparcialidad significa no dejar que el rango, la facilidad de palabra, las riquezas, el soborno o incluso la simpatía por la causa del pobre o los desfavorecidos influyan en nuestro juicio o acciones. La imparcialidad procura que todos sean tratados en armonía con lo que es equitativo y justo, de acuerdo con lo que cada uno merece y necesita. (Pr 3:27.)
La expresión hebrea na·sá´ pa·ním, que se traduce ‘tratar con parcialidad’, significa literalmente “levantar el rostro”. (Le 19:15.) Un modo de saludar oriental era inclinarse humildemente y volver el rostro a tierra. En señal de reconocimiento, aquel a quien se saludaba levantaba o alzaba el rostro del que se había inclinado. (Compárese con Gé 32:20, donde ‘dar una acogida afable’ traduce la locución hebrea que significa literalmente “levantar el rostro”.) Con el tiempo, la expresión llegó a utilizarse peyorativamente con referencia al trato preferencial interesado. Un sentido similar tenía la locución hebrea na·kjár pa·ním, que se traduce “ser parcial”, pero cuyo sentido literal es “reconocer el rostro”. (Dt 1:17; 16:19.) Con base en la fórmula hebrea, la expresión griega lam·bá·nö pró·sö·pon significa ‘mostrar parcialidad’, o, literalmente, “tomar o aceptar el rostro”. (Lu 20:21; compárese con Int.) Las formas compuestas de estas dos palabras se traducen “parcialidad; favoritismo” (Ro 2:11; Snt 2:1), ‘mostrar favoritismo’ (Snt 2:9) y “parcial” (Hch 10:34). (compárese con Int)
Jehová es imparcial. Jehová dice que Él “no trata a nadie con parcialidad ni acepta soborno”. (Dt 10:17; 2Cr 19:7.) Cuando Dios envió a Pedro a declarar las buenas nuevas al gentil incircunciso Cornelio, el apóstol declaró: “Con certeza percibo que Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. (Hch 10:34, 35; Ro 2:10, 11.)
No se le pueden pedir explicaciones a Jehová por sus decisiones y acciones, pues Él es el Creador y el Ser Supremo. Puede hacer lo que desee con lo que ha creado, y no le debe nada a nadie. (Ro 9:20-24; 11:33-36; Job 40:2.) Él se relaciona con individuos o grupos de personas, incluso con naciones enteras, de acuerdo con su propósito y a su propio tiempo señalado. (Hch 17:26, 31.) Sin embargo, Dios es imparcial. Recompensa a cada uno, no por su apariencia exterior o posesiones, sino por lo que es y lo que hace. (1Sa 16:7; Sl 62:12; Pr 24:12.) Su Hijo Jesucristo sigue el mismo derrotero imparcial. (Mt 16:27.)
No fue parcial con Israel. Algunas personas han afirmado que Jehová fue parcial al favorecer a Israel y hacer de él su pueblo de tiempos antiguos. Sin embargo, un examen honrado de su relación con los israelitas revela que tal acusación es falsa. Jehová los escogió y se relacionó con ellos, no por la grandeza de la nación ni la multitud de sus miembros, sino por amor y aprecio a la fe y lealtad de su amigo Abrahán, el antepasado de Israel. (Snt 2:23.) Además fue paciente con Israel debido a que había puesto su nombre sobre ese pueblo. (Dt 7:7-11; Eze 36:22; Dt 29:13; Sl 105:8-10.) Si Israel obedecía, se le bendecía más que a las naciones que no tenían la Ley. Si desobedecía, Dios era paciente y misericordioso, aunque también los castigaba. Y aunque disfrutaban de una posición favorecida, su responsabilidad delante de Dios era mayor, pues llevaban Su nombre y estaban bajo la Ley, que contenía maldiciones para los que la quebrantasen: “Maldito es el que no ponga en vigor las palabras de esta ley poniéndolas por obra”. (Dt 27:26.) Por violar la Ley, los judíos llegaron a estar bajo esta maldición, que venía a añadirse a su condenación como prole del pecador Adán. (Ro 5:12.) Por lo tanto, para redimirlos de esta desventaja especial, Cristo no solo tuvo que morir, sino que hubo de hacerlo en un madero de tormento, tal como el apóstol Pablo explica en Gálatas 3:10-13.
Por lo tanto, Dios no fue en absoluto parcial con Israel. Se sirvió de Israel teniendo en mira la bendición de todas las naciones. (Gál 3:14.) De este modo, obró para que a su debido tiempo se beneficiasen gentes de todas las naciones. En armonía con esto, el apóstol recalca: “[¿]Es él el Dios de los judíos únicamente? ¿No lo es también de gente de las naciones? Sí, de gente de las naciones también, si en verdad Dios es uno solo, que declarará justos a los circuncisos como resultado de fe y justos a los incircuncisos por medio de su fe”. (Ro 3:29, 30.) Además, en la antigua comunidad judía había la posibilidad de que hombres de otras naciones obtuvieran el favor y la bendición de Dios y recibieran sus bendiciones si adoraban a Jehová el Dios de Israel y guardaban su Ley, tal como hicieron los gabaonitas, los netineos (que significa “Dados”) y muchos residentes forasteros. (Jos 9:3, 27; 1Re 8:41-43; Esd 8:20; Nú 9:14.)
Aunque Jehová era paciente y misericordioso, aceptando repetidas veces a Israel cuando se arrepentía, finalmente lo rechazó como pueblo que llevaba su nombre. (Lu 13:35; Ro 11:20-22.) De ahí que el apóstol dijera: “Él pagará a cada uno conforme a sus obras: [...] ira y cólera, tribulación y angustia, sobre el alma de todo hombre que obra lo que es perjudicial, del judío primero y también del griego; pero gloria y honra y paz para todo el que obra lo que es bueno, para el judío primero, y también para el griego. Porque con Dios no hay parcialidad”. (Ro 2:6-11.)
Por lo tanto, aunque desde un punto de vista superficial y limitado la actuación divina podría parecer parcial, una visión más profunda y completa pone de manifiesto la maravillosa imparcialidad y justicia divinas, que van más allá de lo que el hombre pudiese haber concebido. Dios planeó de manera sobresaliente los asuntos a fin de que toda la humanidad tuviese la oportunidad de recibir Su favor y la vida. (Isa 55:8-11; Ro 11:33.)
No fue parcial con David. Como Jehová le dijo a Moisés, Él es un Dios que de ninguna manera dará exención del castigo por el error. (Éx 34:6, 7; Col 3:25.) Ni siquiera hizo una excepción en el caso de su amado siervo David, con el que había hecho un pacto para un reino. Dios le castigó severamente por sus pecados. Después de que David pecó contra Dios por lo acontecido con Bat-seba y su esposo Urías, Jehová le dijo: “Aquí estoy levantando contra ti calamidad procedente de tu propia casa; y ciertamente tomaré a tus esposas ante tus mismos ojos y las daré a tu semejante, y él ciertamente se acostará con tus esposas ante los ojos de este sol. Mientras que tú mismo obraste en secreto, yo, por mi parte, haré esta cosa enfrente de todo Israel y enfrente del sol”. (2Sa 12:11, 12.)
El relato bíblico revela que David sufrió muchas dificultades de parte de su propia familia. (2Sa 13–18; 1Re 1.) Aunque Dios no lo ejecutó por causa del pacto del reino que había hecho con él (2Sa 7:11-16), David experimentó grandes desdichas. Como había dicho Elihú, un anterior siervo de Dios, “hay Uno que no ha mostrado parcialidad a príncipes”. (Job 34:19.) Sin embargo, basándose en el venidero sacrificio de Jesucristo, Dios podía perdonar al arrepentido David y aun así mantener su propia justicia y rectitud. (Ro 3:25, 26.) Por medio del sacrificio de su Hijo, Dios tiene una base justa e imparcial para devolver la vida a Urías y a otros, de manera que, al fin, nadie sufra injustamente. (Hch 17:31.)
Consejo a los jueces. Jehová aconsejó con firmeza a los jueces de Israel en cuanto a la imparcialidad. A los jueces se les dio la siguiente orden estricta: “No deben ser parciales en el juicio”. (Dt 1:17; 16:19; Pr 18:5; 24:23.) No debían favorecer a un pobre solo por su pobreza, por lástima o por prejuicio contra el rico. Asimismo, no tenían que favorecer a un rico por su riqueza —quizás dándole trato especial a fin de ganar su favor, lo que sería un soborno— o debido a temer su poder o influencia. (Le 19:15.) Con el tiempo, Dios condenó al infiel sacerdocio levítico de Israel por violar su Ley y, particularmente, por mostrar parcialidad, puesto que los sacerdotes actuaban como jueces en Israel. (Mal 2:8, 9.)
En la congregación cristiana. En la congregación cristiana la imparcialidad es ley. Mostrar favoritismo es pecado. (Snt 2:9.) Aquellos que son culpables de favoritismo llegan a ser “jueces que dictan fallos inicuos”. (Snt 2:1-4.) Tales personas no tienen la sabiduría de arriba, que no hace distinciones por parcialidad. (Snt 3:17.) Los que se hallan en puestos de responsabilidad en la congregación tienen la seria obligación que el apóstol Pablo colocó sobre el superintendente Timoteo: “Solemnemente te encargo delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos que guardes estas cosas sin prejuicio, y no hagas nada según una inclinación parcial”. Esto aplicaría en especial cuando se celebran audiencias judiciales en la congregación. (1Ti 5:19-21.)
Los que ‘admiran personalidades para su provecho’. La violación del principio de imparcialidad puede resultar en la condenación más severa. Judas, el medio hermano de Jesús, habla de algunos que “son murmuradores, quejumbrosos respecto a su suerte en la vida, que proceden según sus propios deseos, y su boca habla cosas hinchadas, a la vez que están admirando personalidades en el interés de su propio provecho”. (Jud 16.) De estos hombres se dice que son “los que hacen separaciones, hombres animales, que no tienen espiritualidad”. (Jud 19.) Pueden influir en otros por sus expresiones hinchadas y su admiración o aceptación de personalidades, como aquellos sobre quienes Pablo dice que “astutamente logran introducirse en las casas y se llevan como cautivas suyas a mujeres débiles cargadas de pecados, llevadas de diversos deseos”. (2Ti 3:6.) A dichas personas les espera destrucción. (Jud 12, 13.)
“Dignos de doble honra”, ¿cómo? En vista de estas cosas, ¿cómo pueden los que componen la congregación cristiana considerar a los ancianos que presiden excelentemente “dignos de doble honra, especialmente [a] los que trabajan duro en hablar y enseñar”? (1Ti 5:17.) No por su personalidad o habilidad, sino por su diligencia y duro trabajo al atender todas las responsabilidades que han sido colocadas sobre ellos. Las disposiciones y nombramientos de Dios deben respetarse. Tales hombres deberían recibir cooperación y apoyo especiales a fin de que puedan desempeñar su labor en la congregación de Dios. (Heb 13:7, 17.) Santiago, el medio hermano de Jesús, hace notar que los maestros de la congregación tienen una pesada responsabilidad delante de Dios y recibirán un juicio más severo. (Snt 3:1.) Por lo tanto, merecen que se les escuche, obedezca y honre. Por una razón similar, la esposa debe honrar y respetar a su esposo, a quien Dios ha encargado la responsabilidad de cuidar a los miembros de la familia, responsabilidad por la que va a ser juzgado. (Ef 5:21-24, 33.) El mostrar dicho respeto a hombres que han sido colocados en posiciones de responsabilidad según las disposiciones de Dios no es parcialidad.
Respeto a los gobernantes. A los cristianos también se les manda que respeten a los gobernantes humanos, no por lo que son como personas, puesto que es posible que algunos sean corruptos, ni tampoco porque están en posición de otorgar favores. Los cristianos respetan a los gobernantes porque Dios lo ordena y también debido a la posición de responsabilidad que su cargo representa. Por eso dice el apóstol: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores, porque no hay autoridad a no ser por Dios; las autoridades que existen están colocadas por Dios en sus posiciones relativas. Por lo tanto, el que se opone a la autoridad se ha puesto en contra del arreglo de Dios”. (Ro 13:1, 2.) Si estos hombres utilizan mal su autoridad, tendrán que responder ante Dios. No obstante, el cristiano da el honor o respeto que se debe al que ostenta ese cargo de acuerdo con la regla: “Den a todos lo que les es debido: al que pide impuesto, el impuesto; al que pide tributo, el tributo; al que pide temor, dicho temor; al que pide honra, dicha honra”. (Ro 13:7.) La honra que el cristiano rinde en este caso particular, superior a la que se otorga al ciudadano común, no es una muestra de parcialidad.
Castillos en el aire
Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: -¡Quédese usted con su martillo, estúpido! |
“Los juegos de la verguenza”
Olimpiada de Berlin Alemania de 1936, Jesse Owens un estadounidense negro, se sorprende al recibir el mismo trato que los blancos en el hotel alemán donde se alojaron los jugadores olímpicos, dado que en USA eso era inconcebible en aquel entonces, no obstante Alemania solo mostraba una gran maquina propagandista, ya que el anfitrión gobierno nazi consideraba a las personas de piel oscura como infrahumanos (Pr 23:6-8.) Por eso, mientras Jesse Owens se ganaba medalla tras medalla en las diferentes disciplinas olímpicas y al público se entusiasmaba con aplausos cada vez que éste participaba en medio de una orgullosa Alemania nazi y con dirigentes nazis en la tribuna principal que solo se limitaban a mostrar un frívolo reconocimiento, cuchicheando entre ellos con semblante preocupado, pues este hijo de esclavos negro ponía en evidencia la vanidad de la ilusión nazi de ser una raza aria superior (Dt 16:18-20; Jn 7:24.) Hitler desconcertado, abandonó el estadio y alertó a la gestapo para que vigilara estrictamente a Jesse Owens, además escribió una carta al ganador "negro" ordenandole que devolviera las 4 medallas de oro que recibió, pero esta carta nunca llego a las manos de Jesse (Hch 10:34-35.) Los prejuicios nazis de su orgullo aria se vinieron a bajo como una casa de cartas aunque eso no cambió su actitud que los llevo 3 años después a iniciar la II Guerra mundial y con ello su estrelloso final (Pr 16:18; 28:22.) |
Por que no puede ser justo el juicio humano
E l sentido de justicia de cada uno de nosotros se ve influenciado por un sin número de razones, aquí algunas de las razones de las que depende nuestra capacidad de ejercer justicia: 1. Lo que comemos o bebemos antes de un juicio.
Ya un dicho antiguo dice: “Ojo que la vista engaña” (Isa 11:3; Os 4:11.) |
Prejuicios
Sign.: Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. ★Cuando Fred Astaire hizo su primera prueba cinematográfica, en 1933, el informe del director de pruebas de la Metro decía: "Incapaz de actuar, calvo, sólo sirve para bailar"; Astaire conservó aquel informe y lo tenía enmarcado sobre la chimenea de su casa en Beverley Hills. ★Por su parte, Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y no aprendió a leer hasta los siete; su maestro lo describía como "mentalmente lento y siempre abstraído en estúpidas ensoñaciones"; lo expulsaron del colegio y le negaron el ingreso en la escuela Politécnica de Zurich. ★Whiston Churchill no aprobó el sexto grado, no llegó a ser Primer Ministro hasta los 62 años, tras toda una vida de reveses, y sus mayores logros los consiguió cuando ya había cumplido los 75. ★Richard Bach, antes de poder publicar su libro Juan Salvador Gaviota, vio cómo el manuscrito era rechazado por dieciocho editoriales; tras ser publicado, vendió en cinco años más de siete millones de ejemplares. ★El maestro de música de Beethoven lo tildo de compositor fracasado. ★Un periódico rechazó a Walt Disney con el argumento de que a éste le faltaba creatividad. ★De Pablo dijeron que era un apóstata (Hch 21:21). ★A Jesús lo tildaron de glotón, pero como él mismo dijo: “la sabiduría divina queda probada por las obras” (Mt 11:18, 19). |
Solo un helado
En días especiales en el que los helados eran la oferta de una cafetería, un niño de 8 años entró en el establecimiento y se sentó en una mesa.
La camarera puso un vaso de agua en frente de él. Y ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera estaba un poco impaciente.
El niño volvió a contar las monedas. |
“Un negro”
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta (Hch 10:34, 35; Ro 2:10, 11.) |
La justicia es una virtud que inclina a mantener o administrar lo que es recto de manera equitativa e imparcial y según una norma. Las palabras hebreas tsé·dheq y tsedha·qáh, así como la griega di·kai·o·sy·në, transmiten la idea de “honradez” o “rectitud”, e implican la existencia de una norma o patrón que determina lo que es recto. El término “justicia” se utiliza con frecuencia en un contexto legal. (Sl 35:24; 72:2; 96:13; Isa 11:4; Apo 19:11.) En Levítico 19:36 se utiliza tsé·dheq cuatro veces en conexión con transacciones comerciales: “Debe resultar que tengan balanzas exactas [tsé·dheq, “justas”, DK, FS, Val], pesas exactas, un efá exacto y un hin exacto”. La palabra hebrea misch·pát, que suele traducirse “justicia” y “juicio” (NM; Val, 1960), también puede transmitir la idea de un plan (Éx 26:30), costumbre (Gé 40:13), regla (2Cr 4:20) o procedimiento (Le 5:10) determinados.
La palabra griega que se traduce “en armonía [o, conformidad] con la justicia” (NM) hace referencia a una cosa que es “justa” (CI, Val) o merecida. (Ro 3:8; Heb 2:2.) “Juicio” y “venganza” son los significados básicos de otros dos vocablos griegos que a veces también se traducen “justicia”. (Mt 12:20, CI, HAR, NM; Lu 18:7, NC, NM, Val.)
Dios fija la norma. El helenista Kenneth S. Wuest dice: “Dios es la norma objetiva que determina el significado de dikaios [justo], y al mismo tiempo mantiene ese significado constante e inmutable, ya que Él es el Inmutable”. Luego añade la siguiente cita de Cremer: “En el sentido bíblico, la justicia es una condición de rectitud de la que Dios es la norma, que se valora según la norma divina, que se conforma a Dios en comportamiento, y tiene que ver sobre todo con su relación con Dios y con el modo de andar ante Él. Es y se la llama dikaiosune theou (justicia de Dios) (Rom. 3:21, 1:17), justicia como la que pertenece a Dios, y es de valor ante Él, justicia divina, véase Ef. 4:24; con esta justicia así definida, el evangelio (Rom. 1:17) viene al mundo de las naciones, que estaba acostumbrado a medir con una norma diferente”. (Studies in the Vocabulary of the Greek New Testament, 1946, pág. 37.)
Lucas muestra lo que significa ser justo cuando dice que el sacerdote Zacarías y su esposa Elisabet, los padres de Juan el Bautista, “eran justos delante de Dios porque andaban exentos de culpa de acuerdo con todos los mandamientos y requisitos legales de Jehová”. (Lu 1:6.) La justicia se mide en conformidad con la voluntad de Dios y sus mandatos. Sus mandatos específicos pueden variar de un tiempo a otro y de una persona a otra. Por ejemplo: su mandato a Noé de edificar un arca nunca se ha repetido, y el mandato sobre la circuncisión tampoco aplica a los cristianos. No obstante, las normas personales de Dios, su personalidad, lo que Él es, según se expresa en sus palabras y en su modo de actuar, siempre permanecen constantes, por lo que suponen una norma perfecta, ‘como una roca’ en firmeza y estabilidad, con la que medir la conducta de todas sus criaturas. (Dt 32:4; Job 34:10; Sl 92:15; Eze 18:25-31; 33:17-20.)
La bondad y la justicia. Cuando el apóstol Pablo habla de la muerte en sacrificio de Cristo, hace una distinción entre la bondad y la justicia, diciendo: “Porque apenas muere alguien por un hombre justo; en realidad, por el hombre bueno, quizás, alguien hasta se atreva a morir. Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Ro 5:7, 8.) A un hombre se le puede considerar “justo” si cumple con sus obligaciones, es imparcial, honrado, no es culpable de mala conducta o de inmoralidad, es decir, si se le conoce por su conducta íntegra y su rectitud. Sin embargo, en la declaración de Pablo se observa cierta superioridad en el caso del hombre “bueno”. Ser “bueno” implica ser “justo”; sin embargo, son otras las cualidades que distinguen al hombre bueno del que simplemente es justo. El uso del término griego indica que la persona que se destaca por su bondad es benévola (muestra buena voluntad o afecto a otros) y benefactora (hace bien a otros). Esta persona no está interesada únicamente en hacer lo que es de justicia, sino que va más allá, se siente movida por un interés sincero hacia otros y por el deseo de beneficiarlos y ayudarlos. (Compárese con Mt 12:35; 20:10-15; Lu 6:9, 33, 35, 36; Jn 7:12; Hch 14:17; Ro 12:20, 21; 1Te 5:15.)
Por consiguiente, el argumento de Pablo es que aunque el hombre que se destaca por ser “justo” puede ganarse el respeto y hasta la admiración de otros, quizás no haga una impresión tan fuerte en el corazón de los demás como para impulsar a alguien a morir por él. Sin embargo, el hombre que se destaca por su bondad, que es cariñoso, servicial, considerado, misericordioso y que se interesa activamente en beneficiar a otros, se gana su afecto, y su bondad puede tocar el corazón de otra persona lo suficiente como para que esté dispuesta a morir por él.
Nótese que en las Escrituras se contrasta lo que es “bueno” con lo que es “vil” (Jn 5:29; Ro 9:11; 2Co 5:10), “inicuo” (Mt 5:45; Ro 12:9) y “malo” (Ro 16:19; 1Pe 3:11; 3Jn 11); y al “justo” se le contrasta con el “pecador” (o injusto) (Mr 2:17; Lu 15:7). Igual que alguien puede ser un pecador (porque no cumple con las normas justas) y sin embargo no ser llamado o clasificado necesariamente como “vil”, “inicuo” o “malo”, así también una persona puede ser “justa” y sin embargo no ser llamada o clasificada necesariamente como “buena” en el sentido que acabamos de explicar.
Se conocía a José de Arimatea como un hombre “bueno y justo”, términos que siempre se utilizan en un sentido relativo cuando se aplican a seres humanos imperfectos. (Lu 23:50; compárese con Mt 19:16, 17; Mr 10:17, 18; véase BONDAD - [La bondad de Jehová].) El mandamiento de la ley que Dios dio a Israel era “santo [por ser de Dios] y justo [por ser perfecto en justicia] y bueno [por ser provechoso en todo respecto para quien lo observaba]”. (Ro 7:12; compárese con Ef 5:9.)
Jehová el Justo. Las palabras hebreas tsé·dheq y tsedha·qáh y la griega di·kai·o·sý·në aparecen frecuentemente con referencia a la rectitud de los caminos de Dios: como Soberano (Job 37:23; Sl 71:19; 89:14), al administrar y ejecutar juicio y justicia (Sl 9:8; 85:11; Isa 26:9; 2Co 3:9), al castigar al pueblo que profesaba ser suyo (Isa 10:22), al vindicarse a sí mismo en el juicio (Sl 51:4; Ro 3:4, 5) y al vindicar a su pueblo (Miq 7:9).
Jehová mismo se llama “el lugar de habitación de la justicia”. (Jer 50:7.) Por lo tanto, es el Justo, y la justicia de sus criaturas depende de su relación con Él. Jehová acata su propia norma de justicia sin desviarse. Jehová Dios, el Juez y Dador de Estatutos supremo (Isa 33:22), “es amador de justicia y derecho” (Sl 33:5). “El derecho y la abundancia de justicia él no menosprecia.” (Job 37:23.) Esto garantiza que nunca abandonará a sus leales. (Sl 37:28.) Por lo tanto, sus criaturas pueden tener la máxima confianza en Él. De Él está escrito: “Justicia y juicio son el lugar establecido de tu trono”. (Sl 89:14.)
Mantiene la justicia mientras ejerce misericordia. Jehová no muestra parcialidad al tener tratos con sus criaturas, sino que acepta a todos aquellos que le temen y practican la justicia, y les otorga su bendición. (Hch 10:34, 35.) Las personas o las naciones enteras reciben castigo o recompensa según sus actos. (Ro 2:3-11; Ef 6:7-9; Col 3:22–4:1.) La justicia, la equidad, la santidad y la pureza de Jehová son tales que no puede minimizar ningún pecado. (Sl 5:4; Isa 6:3, 5; Hab 1:13; 1Pe 1:15.) Por consiguiente, no podría perdonar los pecados de la humanidad sin satisfacer la justicia, es decir, sin una base legal. Sin embargo, gracias a su bondad inmerecida, hizo esta provisión justa al ofrecer a su Hijo en sacrificio, con el fin de propiciar o cubrir los pecados. De esta manera puede ejercer misericordia para con los pecadores que aceptan esta provisión sin pasar por alto la justicia. Pablo lo expresa de la siguiente manera: “Mas ahora, aparte de ley, la justicia de Dios ha sido puesta de manifiesto, [...] sí, la justicia de Dios mediante la fe en Jesucristo [...]. Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios, y es como dádiva gratuita que por su bondad inmerecida se les está declarando justos mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús. [...] Para que [Dios] sea justo hasta al declarar justo al hombre [pecaminoso por herencia] que tiene fe en Jesús”. (Ro 3:21-26.) De modo que la justicia de Jehová está equilibrada con la misericordia, y da la oportunidad a hombres y naciones de volverse de sus caminos inicuos y escapar de la ejecución de sus juicios adversos. (Jer 18:7-10; Eze 33:14-16; véase DECLARAR JUSTO.)
Hay que buscar la justicia de Dios. Jesús instó a sus oyentes: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas”. (Mt 6:33.) Toda persona ha de seguir buscando el Reino; tiene que desear ese gobierno y ser leal a él. Pero no puede olvidar que es el reino de Dios; ha de conformarse a la voluntad de Dios, a su norma en cuanto a lo que es conducta correcta e incorrecta, y debe ‘rehacer su mente’ continuamente para que toda faceta de su vida esté en armonía con la justicia de Dios. (Ro 12:2.) Tiene que “vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. (Ef 4:23, 24.)
Los judíos pensaban que estaban salvos y que recibirían el reino de Dios gracias a establecer su propia justicia, pero no se sujetaron a la justicia de Dios. (Ro 10:1-3.) Por esta razón Jesús dijo a sus discípulos: “Porque les digo a ustedes que si su justicia no abunda más que la de los escribas y fariseos, de ningún modo entrarán en el reino de los cielos”. Estos hombres manifestaban una medida de justicia al obedecer ciertos requisitos de la Ley y sus tradiciones añadidas. Pero en realidad habían invalidado la palabra de Dios por causa de su tradición, y habían rechazado a Cristo, el camino provisto por Dios por medio del cual hubieran podido obtener la verdadera justicia. (Mt 5:17-20; 15:3-9; Ro 10:4.)
La sabiduría de Jehová es muy superior a la de los humanos imperfectos, y es el hombre, no Dios, quien debe adquirir conocimiento de la senda de la justicia. (Isa 40:14.) Por lo tanto, el hombre no está en posición de juzgar si los actos de Dios son justos o injustos, sino que debe aprender a conformar su pensar a las normas de justicia que Jehová ha revelado en su Palabra. Dios dijo a los israelitas: “En cuanto a mis caminos, ¿no están bien ajustados, oh casa de Israel? ¿No son los caminos de ustedes los que no están bien ajustados?”. (Eze 18:29.) Además, el hecho de que Jehová sea el Creador descarta toda base para dudar de lo justo de sus actividades. (Ro 9:20, 21; véase también Job 40:8–41:34.)
Por lo tanto, Jehová siempre ha requerido, con toda razón, que los que desean conseguir su aprobación se familiaricen con su norma de justicia y la sigan. (Isa 1:17, 18; 10:1, 2; Jer 7:5-7; 21:12; 22:3, 4; Eze 45:9, 10; Am 5:15; Miq 3:9-12; 6:8; Zac 7:9-12.) Al igual que Dios, tienen que ser imparciales, pues el fallar en este respecto sería injusto y violaría la ley del amor. (Snt 2:1-9.) ★Sigamos buscando primero “la justicia de Dios” - (15-10-2010-Pg.7)
La justicia no se consigue por medio de obras personales. Por consiguiente, está claro que los hombres imperfectos nunca podrían conseguir la verdadera justicia, es decir, alcanzar la altura de la justicia de Dios, si dependieran de las obras de la ley mosaica o de sus propias obras de justicia. (Ro 3:10; 9:30-32; Gál 2:21; 3:21; Tit 3:5.) Los hombres a quienes Dios ha llamado “justos” han sido los que han ejercido fe en Él y no han confiado en sus propias obras, sino que han respaldado esa fe con obras que estaban en armonía con Su norma justa. (Gé 15:6; Ro 4:3-9; Snt 2:18-24.)
La Ley era justa. Esto no significa que la Ley dada por medio de Moisés no se ajustase a la norma de justicia de Dios. Al contrario, el apóstol razona: “De manera que, por su parte, la Ley es santa, y el mandamiento es santo y justo y bueno”. (Ro 7:12; Dt 4:8.) La Ley cumplió con el propósito de Dios al poner de manifiesto las transgresiones, servir de tutor que llevara a los judíos sinceros a Cristo y de sombra de las cosas buenas por venir. (Gál 3:19, 24; Heb 10:1.) Pero no podía traer una justicia verdadera y completa a los que estuviesen bajo ella. Todos eran pecadores; no podían guardar la Ley a la perfección; además, su sumo sacerdote no podía quitarles los pecados con los sacrificios que ofrecía y el servicio que desempeñaba. Por lo tanto, solo podrían alcanzar la justicia si aceptaban la provisión que Dios había hecho: su Hijo. (Ro 8:3, 4; Heb 7:18-28.) A los que aceptaban a Cristo se les declaraba justos, no como algo que hubiesen ganado, sino como una dádiva, y Cristo llegó a ser para ellos “sabiduría procedente de Dios, también justicia y santificación y liberación por rescate”. Por consiguiente, la verdadera justicia solo puede venir por medio de Cristo. Este hecho ensalza a Jehová, dándole a Él, en lugar de al hombre o a sus obras, el crédito como la Fuente de toda justicia, “para que sea así como está escrito: ‘El que se jacta, jáctese en Jehová’”. (1Co 1:30, 31; Ro 5:17.)
Los beneficios de la justicia. Dios ama a los justos y se interesa en ellos. David escribió: “Un joven era yo, también he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan”. (Sl 37:25.) Salomón dijo: “Jehová no hará que el alma del justo padezca hambre, pero rechazará el deseo vehemente de los inicuos”. (Pr 10:3.) Él juzgará a toda la Tierra habitada con justicia por medio de Jesucristo, y creará “nuevos cielos y una nueva tierra” en la que la justicia ha de morar. (Hch 17:31; 2Pe 3:13.) A los justos se les promete que finalmente poseerán la Tierra; los inicuos serán eliminados de la Tierra como un “rescate” por los justos, pues mientras los inicuos dominen, los justos no podrán tener paz. Y las posesiones de los inicuos pasarán a los justos, como dice el proverbio: “La riqueza del pecador es algo que está atesorado para el justo”. (Pr 13:22; 21:18.)
A la persona que persevera en la justicia se le asegura que tendrá la buena voluntad de Dios y la aprobación de los hombres de corazón recto, tanto ahora como hasta tiempo indefinido, pues “al recuerdo del justo le espera una bendición [y existirá “hasta tiempo indefinido”], pero el mismísimo nombre de los inicuos se pudrirá”. (Pr 10:7; Sl 112:6.)
Además, el ejercer justicia según la norma de Dios no es una carga; la felicidad del hombre realmente depende de ello. (Sl 106:3; compárese con Isa 56:1, 2.) El famoso jurista inglés, Blackstone, reconoció esta verdad: “[Dios] ha vinculado tan estrechamente, ha entretejido tan inseparablemente, las leyes de justicia eterna con la felicidad de cada persona, que esta última no se puede alcanzar sin observar la primera; y si la primera se obedece puntualmente, no puede inducir más que a la segunda”. (Chadman’s Cyclopedia of Law, 1912, vol. 1, pág. 88.)
Debe respetarse e imitarse a los justos. El respetar a aquellos a quienes Jehová considera justos y obedecer su consejo y reprensión es el proceder de la sabiduría, pues solo puede resultar en bien. David recibió reprensión de Jehová por medio de hombres justos, los siervos y profetas de Dios, y dijo: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar”. (Sl 141:5.)
De igual manera, el debido ejercicio de la justicia por parte de la autoridad gubernamental contribuye a la felicidad y al bienestar de sus súbditos. (Compárese con Pr 29:4.) Dado que Cristo Jesús, como rey del reino de Dios, y todos los que sirvan en puestos administrativos bajo él, siempre ejercerán justicia, sus súbditos leales se deleitarán en someterse a su régimen justo. (Isa 9:6, 7; 32:1, 16-18; 42:1-4; Mt 12:18-21; Jn 5:30; compárese con Pr 29:2.)
Concerniente a la administración de la justicia y los principios implicados, véanse CAUSA JUDICIAL; LEY; TRIBUNAL JUDICIAL.
“La coraza de la justicia.” ¿Para qué sirve una coraza? Para cubrir el pecho y de este modo proteger el corazón. ¿Por qué tenemos que proteger nuestro corazón simbólico? Porque está inclinado al mal, dado que somos imperfectos (Gén. 8:21). De ahí que sea esencial educarlo y tenerlo bajo control. Comprendemos que “la coraza de la justicia” es vital, por lo que no nos la quitamos ni un minuto. “La coraza de la justicia” representa las justas normas de Jehová. En efecto, no nos entretenemos con cosas que Dios odia ni nos entregamos con la imaginación a fantasías pecaminosas.
Debido a que la Biblia dice: “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida”, los cristianos han de llevar puesta “la coraza de la justicia”. (Pr 4:23; Ef 6:14.) Como el corazón del hombre caído y pecaminoso es traicionero y desesperado, el seguir la justicia de Dios es esencial como protección para que no se vuelva malo. (Jer 17:9.) El corazón necesita mucha disciplina y formación. El cristiano únicamente puede recibir dicha ayuda si se adhiere estrictamente a las Escrituras, que, como dice el apóstol Pablo, son “[provechosas] para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, y esté completamente equipado para toda buena obra”. El cristiano debería aceptar con agradecimiento la disciplina que proviene de hombres justos que utilizan la Palabra de Dios de esta manera. (2Ti 3:16, 17.) ★Armadura - [La coraza de la justicia]
La perfección de la Justicia de Jehová
El equilibrio perfecto que despliega Jehová entre sus cualidades de Amor, sabiduría, poder y justicia sobresale incluso al aplicarnos a nosotros el juicio, Él nos da la elección: “he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo” (Deu. 30:19, 20) No obstante no nos deja la justicia a nuestra propia mano, ilustrémoslo así: Cierto anciano de la congregación, no confía mucho en el arrepentimiento de un hermano que había sido expulsado, no obstante si Jehová lo perdonó y de nuevo es un hermano en la congregación, no somos nadie para poner en tela de Juicio la justicia de Jehová. Pero ahora ese hermano, cuestiona la justicia del anciano, la manera como actúa este anciano ahora al tratar e este hermano, será la medida con la que Jehová lo tratará a él en su juicio. Pues aunque éste dudaba de la justicia de Jehová al perdonar al hermano expulsado, supo como defender su propia justicia cuando ésta se puso en tela de juicio (Ro 10:3). “Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio” (Lucas 6:38.) |
Apacibilidad de carácter exenta de altivez o vanidad. Predisposición mental que permite sufrir con paciencia las ofensas que se reciben sin irritación, resentimiento o ánimos de venganza. La mansedumbre está estrechamente enlazada con otras virtudes, como la humildad y la amabilidad, de las que rara vez se la halla separada. (Véanse APACIBILIDAD; HUMILDAD.) La palabra hebrea traducida “manso” (`a·náw) viene de la raíz `a·náh, que significa “afligir; humillar”.
El uso que se da en las Escrituras a la palabra “manso” tiene que ver con personas que son dóciles, amables, de genio apacible, pero al mismo tiempo, de carácter muy enérgico. Se utilizaba esta palabra para referirse a una bestia salvaje que estaba domesticada, pero que aún era poderosa. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento,de Vine, define “mansedumbre, manso” de la siguiente manera: “Es una obra efectuada en el alma; y sus ejercicios son en primer lugar y ante todo para con Dios. Es aquella disposición de espíritu con la que aceptamos Sus tratos con nosotros como buenos, y por ello, sin discutirlos ni resistirlos”. (g89 22/1 12)
En la Biblia se destaca la mansedumbre como actitud mental que se tiene, en primer lugar, hacia Dios, y después, hacia el prójimo. Por ejemplo, está escrito: “Los mansos ciertamente aumentarán su regocijo en Jehová mismo”. (Isa 29:19.) Las personas mansas son enseñables —Jehová “enseñará a los mansos Su camino” (Sl 25:9)— y están dispuestas a aguantar disciplina de parte de Dios, aunque les sea gravoso por el momento. (Heb 12:4-11.) La mansedumbre hace que las personas esperen en Jehová para que Él corrija los males y daños sufridos injustamente en lugar de airarse. (Sl 37:8-11.) No se les decepciona, pues aquel a quien Jehová nombró para ello, la “ramita del tocón de Jesé”, censurará con justicia “a favor de los mansos de la tierra”. (Isa 11:1-4.)
Moisés. Moisés fue precisamente esa clase de hombre, “era con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”, aceptaba la crítica sin resentimiento. (Nú 12:3.) Este comentario en cuanto a su mansedumbre se hizo cuando Míriam y Aarón murmuraron contra él. En realidad, fue una queja injustificada contra Jehová, queja que Él rápidamente notó y censuró. (Nú 12:1-15.)
Algunos comentaristas dicen que al hablar de su propia mansedumbre, Moisés se estaba alabando a sí mismo de manera injustificada. Otros afirman que esta declaración se añadió con posterioridad, y algunos críticos la presentan como prueba de que Moisés no escribió el Pentateuco. Sin embargo, el Commentary de Cook dice al respecto: “Si tenemos en cuenta en nuestro examen [de estas palabras] que Moisés no las pronunció motu proprio [de su propia iniciativa], sino bajo la guía del Espíritu Santo que estaba sobre él (cf. XI. 17), veremos que dan muestra de una cierta ‘objetividad’, cualidad que testifica tanto de su autenticidad como de su inspiración. En estas palabras, al igual que en los pasajes donde Moisés guarda un registro no menos claro de sus propias faltas (cf. XX. 12 ss.; Éx. IV. 24 ss.; Deut. I. 37), se percibe la sencillez del que da testimonio de sí mismo, pero no para sí mismo (cf. S. Mat. XI. 28, 29). Estas palabras se insertan a fin de explicar la razón de que Moisés no hiciera nada por vindicarse y de que, consiguientemente, el Señor interviniera con tanta prontitud”.
“Era con mucho el más manso”: (Nú 12:3.) O: “el de genio más apacible”. El uso que se da en las Escrituras a la palabra “manso” viene de una raíz que significa “afligir, humillar”, tiene que ver con personas que son dóciles, amables, de genio apacible, pero al mismo tiempo, de carácter muy enérgico. Se utilizaba esta palabra para referirse a una bestia salvaje que estaba domesticada, pero que aún era poderosa. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de Vine, define “mansedumbre, manso” de la siguiente manera: “Es una obra efectuada en el alma; y sus ejercicios son en primer lugar y ante todo para con Dios. Es aquella disposición de espíritu con la que aceptamos Sus tratos con nosotros como buenos, y por ello, sin discutirlos ni resistirlos”. (w03 1/12 14 párr. 20; g89 22/1 12)
Jesucristo. Jesucristo demostró mansedumbre al aguantar todo tipo de injuria sin una palabra de queja, incluso al dejarse llevar al degüello como un cordero sin tan siquiera protestar. (Flp 2:5-8; Heb 12:2; Hch 8:32-35; Isa 53:7.) Aunque era mayor que Moisés, fue como él un ejemplo de mansedumbre o apacibilidad de genio. (Mt 11:28, 29, BJ, NC, NM, NTI, Val.) Como se predijo en Isaías 61:1, se le ungió con el espíritu de Jehová “para anunciar buenas nuevas a los mansos”. Después de leer esta profecía en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se crió, Jesús dijo: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”. (Lu 4:16-21.) Al enviar a su amado Hijo para enseñar a los mansos la salvación, Dios les hacía objeto de un favor muy especial. (Sl 149:4; Pr 3:34.)
Trae beneficios.
La invitación del profeta Sofonías todavía se extiende a los mansos de la Tierra: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre [o, humildad]. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová”. (Sof 2:3, nota.) Además de esta, también hay otras promesas maravillosas de vida y paz para tales personas. Por ejemplo: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Sl 37:11.) Tanto en sentido espiritual como literal, “los mansos comerán y quedarán satisfechos”. (Sl 22:26.)
“BUSQUEN MANSEDUMBRE”: La expresión hebrea para “mansedumbre” denota una disposición que permite a la persona soportar el mal con paciencia, sin molestarse ni vengarse. (w05 15/5 30 párr. 19)
Mansedumbre es suavidad y benignidad en la condición o en el trato, y está libre de arrogancia o presunción. Está muy relacionada con otras virtudes, como la humildad y la apacibilidad. (w93 15/12 8)
Por tanto, en contraste con los inicuos, que descarrían a los mansos y buscan su ruina (Am 2:7; 8:4), Jehová escucha sus deseos sinceros y contesta sus oraciones; su esperanza en Jehová no se ve defraudada. (Sl 10:17; 9:18.) Con toda razón dice el proverbio: “Mejor es ser humilde de espíritu con los mansos que dividir el despojo con los que a sí mismos se ensalzan”. (Pr 16:19.)
La idea de expresar desaprobación, ya sea por palabra o por acciones, por lo general se comunica en hebreo con el verbo ga·`ár. (Gé 37:10.) Otro verbo hebreo que también se traduce “reprender” significa literalmente “humillar” (Job 11:3); un nombre hebreo traducido “reprensión” tiene el significado literal de “censura”. (2Re 19:3.) En griego se transmite esta idea con el verbo e·pi·ti·má·ö, que también puede significar “ordenar con firmeza; decir rigurosamente; corregir”. (Mt 12:16; Lu 18:39; 2Ti 4:2.)
Un sentido de “reprender” que no se limita a las personas es “impedir; detener”. Jehová reprende a la semilla en el sentido de que impide que haya buena cosecha (Mal 2:3), y el que reprenda a los insectos devoradores significa que no les deja dañar gravemente las cosechas. (Mal 3:11.) El salmista se valió de las bestias para simbolizar a los enemigos del pueblo de Dios y le rogó al Altísimo que no les permitiera hacer daño: “Reprende a la bestia salvaje de las cañas, a la asamblea de toros”. (Sl 68:30.) Jesucristo reprendió al viento y a una fiebre. (Mr 4:39; Lu 4:39.)
A veces “reprender” transmite la idea de “amenazar”, de modo que la expresión “reprensión de tu rostro” puede indicar que el semblante ha adquirido un porte amenazador. (Sl 80:16.)
El efecto de una reprensión puede llamar la atención al gran poder de Jehová. Un ejemplo notable fue la división del mar Rojo. (Sl 106:9.)
Válida o injustificada. La reprensión puede ser válida o injustificada. Cuando José contó un sueño que parecía violar el sentido natural de la debida relación entre padres e hijos, su padre Jacob lo reprendió. (Gé 37:10.) Asimismo, después que Jesucristo dijo a sus discípulos que iba a sufrir y ser ejecutado, Pedro lo reprendió con las palabras: “Sé bondadoso contigo mismo, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino”. (Mt 16:22.) Como Pedro estaba equivocado, Jesús tuvo que reprenderlo con términos muy enérgicos: “Ponte detrás de mí, Satanás, porque tú no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. (Mr 8:32, 33.) Unos treinta años después de dar aquel consejo a Jesús, Pedro demostró que ya comprendía el significado de la abnegación. No animó a sus hermanos en la fe a descansar y ser bondadosos consigo mismos, sino que los exhortó a fortificar su mente para la actividad y dejar de amoldarse según sus antiguos deseos mundanos. Pese a las pruebas, tenían que poner en primer lugar en la vida el cumplimiento de la voluntad de Dios (1 Pedro 1:6, 13, 14; 4:1, 2).
Provechosa. Aunque la reprensión del sabio puede herir los sentimientos, el consejo inspirado es: “Mejor es oír la reprensión de alguien sabio que ser el hombre que oye la canción de los estúpidos”. (Ec 7:5.) Cuando se acepta la reprensión del sabio con un buen espíritu y se actúa en consecuencia, la conducta de la persona puede mejorar. Una simple reprensión afecta más al sensato que golpear cien veces al estúpido por una mala acción. (Pr 17:10.) La expulsión, una forma como la congregación expresa la reprensión, puede hacer que el pecador recapacite, como parece que ocurrió con el incestuoso de Corinto. (2Co 2:6, 7; 1Co 5:1-5.)
Actitud deferente con que se trata a la persona que se juzga digna de estima; reconocimiento y consideración hacia algo o, especialmente, por alguien, en razón de sus cualidades, méritos, oficio, dignidad o autoridad. Manifestar respeto es “honrar”. Diversas palabras de los idiomas originales transmiten la idea de otorgar honra, respeto o temor saludable a otros. (Véanse HONRA; TEMOR.)
A Jehová y sus representantes. Por ser el Creador, Jehová Dios merece la máxima honra de parte de todas sus criaturas inteligentes. (Apo 4:11.) Tal honra exige que le obedezcan fielmente debido al amor y la gratitud por lo que Jehová ha hecho a favor de ellas. (Mal 1:6; 1Jn 5:3.) También incluye utilizar las posesiones valiosas en beneficio de la adoración verdadera. (Pr 3:9.)
El que se apropia de lo que pertenece al Creador muestra falta de respeto por las cosas sagradas. Tal fue el proceder de Hofní y Finehás, los hijos del sumo sacerdote Elí, quienes se apoderaban de lo mejor de las ofrendas que se hacían a Jehová. Al no tomar medidas firmes contra sus hijos por esta acción, Elí les dio más honra a ellos que a Jehová. (1Sa 2:12-17, 27-29.)
Mientras que los hombres muestran honra a Jehová Dios cuando le obedecen fielmente y sirven a favor de su adoración, Dios honra a los humanos al bendecirlos y recompensarlos. (1Sa 2:30.) Por ejemplo, el rey David, fiel siervo de Jehová que deseaba edificar un templo para albergar el arca sagrada del pacto, fue honrado o recompensado con un pacto para un reino. (2Sa 7:1-16; 1Cr 17:1-14.)
Como voceros de Jehová, los profetas, en especial el Hijo de Dios, Jesucristo, eran dignos de respeto. Pero los israelitas no les otorgaron dicho respeto, sino que abusaron verbal y físicamente de ellos, incluso hasta el punto de darles muerte. La falta de respeto que Israel mostró a los representantes de Jehová alcanzó su punto máximo al matar a su Hijo. Por esta razón, Jehová se valió de los ejércitos romanos para ejecutar su venganza sobre la Jerusalén infiel en el año 70 E.C. (Mt 21:33-44; Mr 12:1-9; Lu 20:9-16; compárense con Jn 5:23.)
En la congregación cristiana. Los que tenían responsabilidades especiales como maestros en la congregación cristiana merecían el apoyo y la cooperación de sus compañeros creyentes. (Heb 13:7, 17.) Eran “dignos de doble honra”, lo que incluía ayuda material voluntaria por su duro trabajo a favor de la congregación. (1Ti 5:17, 18; véase ANCIANO.)
Sin embargo, todos los cristianos tenían derecho a recibir honra de sus compañeros creyentes. El apóstol Pablo aconsejó: “En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”. (Ro 12:10.) Como cada cristiano conoce sus debilidades y defectos mejor que los demás, es apropiado que ponga a los demás por delante de sí mismo y les tribute gran honra y estima por su fiel labor. (Flp 2:1-4.) Las congregaciones honraban a las viudas que lo merecían dándoles apoyo material cuando se hallaban necesitadas. (1Ti 5:3, 9, 10.)
Entre los miembros de la familia. La esposa debe tener temor saludable, o profundo respeto, a su esposo como cabeza de la familia. (Ef 5:33.) Esto está en armonía con la preeminencia que Dios otorgó al hombre. Este, no la mujer, fue creado primero, y él es “imagen y gloria de Dios”. (1Co 11:7-9; 1Ti 2:11-13.) Sara fue un ejemplo notable de una mujer que tenía profundo respeto a su esposo. Dicho respeto procedía del corazón, pues llamó a su marido “señor” incluso “dentro de sí”, no simplemente para que otros lo oyeran. (1Pe 3:1, 2, 5, 6; compárese con Gé 18:12.)
Por otro lado, a los esposos se les insta: “Continúen morando con ellas [sus esposas] de igual manera, de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino, puesto que ustedes también son herederos con ellas del favor inmerecido de la vida”. (1Pe 3:7.) Por consiguiente, los esposos cristianos ungidos por espíritu tenían que tomar en consideración que sus esposas ocupaban la misma posición que ellos como coherederas con Cristo (compárese con Ro 8:17; Gál 3:28), y se las debía tratar de manera honorable por ser menos fuertes que los hombres.
Con relación a los hijos, los padres son los representantes de Dios, autorizados para educarlos y disciplinarlos, y por ello tienen el derecho de recibir honra o respeto. (Éx 20:12; Ef 6:1-3; Heb 12:9.) Esto no se limitaría a que el hijo obedeciera y manifestara tener a sus padres en alta estima. Cuando fuese necesario, incluiría cuidarlos con amor una vez que se hiciesen mayores. (Compárese con Mt 15:4-6.) En la congregación cristiana se consideraba peor que una persona sin fe a quien no proveía para su madre o padre de edad avanzada y necesitado. (1Ti 5:8.) Como el apóstol Pablo le indicó a Timoteo, la congregación no tenía que asumir la carga de cuidar de las viudas que tuvieran hijos o nietos con posibilidades de prestar ayuda material. (1Ti 5:4.)
A los gobernantes y otras personas. A los hombres que ocupan puestos gubernamentales elevados también se les debe honra o respeto. Un cristiano no muestra tal respeto para conseguir favores, sino porque es la voluntad de Dios. Puede que estos hombres sean corruptos (compárese con Lu 18:2-6; Hch 24:24-27), pero aun así se les respeta por consideración a la dignidad de su cargo. (Ro 13:1, 2, 7; 1Pe 2:13, 14.) De manera similar, los esclavos tenían que considerar a sus dueños dignos de plena honra y hacer su trabajo asignado a fin de no ocasionar oprobio al nombre de Dios. (1Ti 6:1.)
Cuando otros pedían que un cristiano diera razón de su esperanza, este tenía que hacerlo “junto con genio apacible y profundo respeto [literalmente, “temor”]”. Aunque se hicieran las preguntas en un tono insultante, el cristiano debería presentar sus razones con calma y amabilidad y no responder de manera irritada o resentida. Aunque al cristiano no le intimida el temor a los hombres, debería demostrar un profundo respeto o temor saludable, como si estuviera en la presencia de Jehová Dios y del Señor Jesucristo. (1Pe 3:14, 15.) En este aspecto debería seguir el ejemplo de los ángeles, quienes no presentan acusaciones en términos injuriosos aunque son mayores en fuerza y poder. (2Pe 2:11.)
El respeto es como un cerco invisible alrededor El respeto es como un cerco invisible alrededor de cada ser vivo, formado por su cultura, edad, experiencia, educación y antecedentes, que no debemos de sobrepasar sin ser invitados por el mismo, eso significa no invadir su persona, territorio ni su posición con nuestra persona, nuestra forma de pensar ni acciones, eso hará que la convivencia sea agradable y digna. |