Durante el reinado de Uzías, también recibe la comisión de ser profeta un “guarda de ganado y punzador de higos de sicómoros” llamado Amós, quien residía en Judá (Amós 7:14). A diferencia de Joel, que profetiza en Judá, Amós es enviado al norte, al reino de diez tribus de Israel. El libro de Amós se completó hacia el año 804 —después del regreso del profeta a Judá— y está escrito en un lenguaje sencillo pero a la vez muy gráfico.
Amós es portador de mensajes para las naciones enemigas que rodean a Israel, así como para Judá e Israel. A Siria, Filistea, Tiro, Edom y Moab les aguarda destrucción por la crueldad que manifestaron con el pueblo de Dios, y a los habitantes de Judá les espera lo mismo “debido a que rechazaron la ley de Jehová” (Amós 2:4). ¿Qué le sucederá al reino de diez tribus de Israel? Entre sus pecados se incluyen la opresión codiciosa de los pobres, la inmoralidad y el modo irrespetuoso en que trató a los profetas de Dios. Amós advierte que Jehová “pedir[á] cuentas a los altares de Betel” y “ciertamente derribar[á] la casa de invierno además de la casa de verano” (Amós 3:14, 15).Aunque han recibido ya varios castigos, los israelitas idólatras siguen siendo tercos. Amós le dice al pueblo: “Prepárate para encontrarte con tu Dios” (Amós 4:12). Para los israelitas, el día de Jehová significará ir “al destierro más allá de Damasco”, es decir, a Asiria (Amós 5:27). Amós tiene que soportar la oposición de un sacerdote de Betel, pero no se deja intimidar. “El fin ha llegado a mi pueblo Israel —le revela Jehová al profeta—. Ya no volveré a excusarlos.” (Amós 8:2.) Ni el Seol ni las cimas de las montañas podrán protegerlos del castigo divino (Amós 9:2, 3). No obstante, hay una promesa de restauración. “Recogeré de vuelta a los cautivos de mi pueblo Israel —dice Jehová—, y ellos realmente edificarán las ciudades desoladas y las habitarán, y plantarán viñas y beberán el vino de ellas, y harán jardines y comerán el fruto de ellos.” (Amós 9:14.)
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:1.
¿Cuando profetizó Amós y a que terrremoto se refiere?
Amós profetizó en algún tiempo entre los años 829 y 803 a. de la E.C., durante el período en que Jeroboán II gobernaba el reino norteño de Israel y Uzías era rey de Judá al sur. Amós dijo que la visión tuvo lugar “dos años antes del terremoto.” (Amós 1:1) El historiador Josefo dice que hubo un terremoto cuando, impíamente, Uzías intentó ofrecer incienso en el Santo del templo de Jehová. Pero parece que el terremoto al que Amós alude ocurrió algún tiempo antes durante el reinado de Uzías, y fue tan severo que Zacarías también lo menciona.—2 Cró. 26:16-27:1; Zac. 14:5.
3:3.
¿Qué se requiere del que quiera ser colaborador de Jehová?
Por supuesto, con Jehová no puede andar cualquier persona. Ese privilegio corresponde a los que ‘se han encontrado por cita con él’, por decirlo así. (Amós 3:3.) ¿Cómo han hecho esto? Por dedicarse incondicionalmente a Jehová, simbolizándolo por bautismo en agua. Cuando leemos las palabras: “¿Qué es lo que Jehová está pidiendo de vuelta de ti sino [...]?” parece que se insinúa que lo que sigue es un buen resumen de la responsabilidad del “hombre terrestre” para con Dios y sus semejantes humanos (Miq 6:8.)
¿Cómo aplica esto a nuestro andar con Dios? El Altísimo ha extendido a los seres humanos la invitación de andar con él como sus siervos y amigos aprobados. Uno acepta esa invitación o hace una “cita” para andar con Dios esforzándose por entrar en una relación con él. Desde entonces, uno debe conducirse en sus tratos diarios como si estuviera en la presencia literal de Dios. Debe seguir la admonición bíblica que dice: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” (1 Cor. 10:31) Al andar así tenemos que ser modestos. (Miq. 6:8) Esto significa reconocer que los caminos de Dios son superiores a los nuestros y humildemente someternos a éstos.
4:1.
¿A quiénes representan las “vacas de Basán”?
La elevada meseta de Basán, una región situada al este del mar de Galilea, era conocida por sus excelentes animales de raza, entre los que figuraban las vacas. Los fértiles pastos de la zona contribuían a su crianza. Amós comparó a las mujeres de Samaria amantes del lujo con las vacas de Basán. A fin de satisfacer su amor al lujo, dichas mujeres sin duda presionaban a “sus amos”, o esposos, para defraudar y oprimir a los de condición humilde. Pedían a sus “‘amos,” o esposos, que les obtuvieran las cosas que deseaban para llevar una vida de desenfreno. Sin embargo, el Altísimo no consideraba con favor tal injusticia. Él es santo, limpio o puro y, por lo tanto, juró por su santidad actuar contra las “vacas de Basán.” Serían violentamente removidas de Samaria como con ganchos de carnicero, y el resto sobreviviente sería removido como con anzuelos de pesca más pequeños. El enemigo arrojaría a estas mujeres por las brechas que se hicieran en los muros de la ciudad conquistada. (w78 15/2 32)
4:6.
¿Qué quiere decir la expresión “limpieza de dientes”?
Puesto que se usa junto con la expresión “falta de pan”, podría referirse a una época de hambre en la que los dientes se mantendrían limpios por falta de alimento.
5:5.
¿En qué sentido no debía Israel ‘buscar a Betel’?
Jeroboán I había instaurado la adoración de becerros en Betel. Desde entonces, aquella ciudad se había convertido en un centro de adoración falsa. Es probable que Guilgal y Beer-seba también fueran centros de adoración apóstata. Para escapar de la calamidad predicha, Israel tenía que dejar de hacer peregrinaciones a estos lugares y comenzar a buscar a Jehová.
7:1.
¿A qué se refiere la expresión “la hierba cortada del rey”?
Probablemente se refiera al impuesto exigido por el rey para sufragar el mantenimiento de sus caballos y jinetes. Dicho impuesto debía pagarse “al comienzo de la subida del sembrado tardío”. Después, la gente podía recoger sus cosechas. Pero antes de que lograran hacerlo, se formó un enjambre de langostas que devoró sus cosechas junto con el resto de la vegetación.
7:7.
¿Cómo podemos emplear medios visuales en el ministerio del campo?
Podemos recurrir a las ilustraciones, los mapas, las líneas del tiempo y los cálculos matemáticos que aparecen en nuestras publicaciones, y pedirle a la persona que explique lo que ve (Amós 7:7, 8; 8:1, 2). También podríamos utilizar nuestras videocintas para enseñar verdades vitales.
“Fruto del verano.”: Heb.: qá·yits; señala al final del año agrícola. Daba a entender que el día de Jehová estaba cerca. El fruto del verano se recoge hacia el final de la temporada de la siega, es decir, al final del año agrícola. Jehová hizo que Amós viera “una cesta de fruto del verano” para indicar que se acercaba el fin de Israel. Por lo tanto, Dios le dijo a Amós: “El fin ha llegado a mi pueblo Israel. Ya no volveré a excusarlos”.
A lo largo de la historia, tanto los hombres como las mujeres por lo general han considerado el cabello como un adorno que realza el atractivo de la persona y, en muchos casos, como una señal de fuerza y juventud. Por esta razón, se ha cuidado con esmero.
Egipcios
Es probable que los egipcios hayan tenido las costumbres más peculiares con respecto al cabello. Los hombres, en especial los sacerdotes y soldados, se afeitaban el cabello y la barba. Heródoto dice que los habitantes del Nilo afeitaban el pelo de los muchachos, y solo les dejaban algunos mechones a los lados y quizás en la parte delantera y trasera de la cabeza. Cuando el joven alcanzaba la madurez, se le quitaban los mechones, símbolo de su juventud. Para los hombres era una señal de duelo o dejadez dejarse crecer el cabello y la barba. Por esta razón José se afeitó antes de ser conducido ante la presencia de Faraón una vez que se le liberó de la prisión. (Gé 41:14.) Sin embargo, en ocasiones los egipcios utilizaban pelucas y barbas postizas. En algunas representaciones de monumentos egipcios se ve a hombres de alto rango con pelo largo y bien cuidado; no es posible distinguir si se trata del pelo propio o de una peluca.
Las egipcias, por el contrario, llevaban su propio pelo, largo y trenzado. En bastantes momias de mujeres egipcias se ha hallado cabello trenzado bien conservado.
Asirios, babilonios, romanos.
Los asirios y babilonios solían llevar el pelo largo. En los relieves asirios se puede apreciar que los hombres llevaban el cabello bien peinado, con rizos que les llegaban hasta los hombros. Las barbas también eran largas y a veces estaban divididas en dos o tres hileras de rizos. Llevaban el bigote recortado y también rizado. Algunos creen que el cabello tan largo que se ve en los monumentos era en parte un postizo añadido al pelo natural.
Es de suponer que en tiempos antiguos los romanos llevaran barba, pero hacia el siglo III a. E.C. adoptaron la costumbre de afeitarse.
Hebreos. Desde tiempos primitivos los hebreos se dejaron crecer la barba, aunque la mantenían bien arreglada, y se cortaban el cabello a una medida moderada. Absalón se cortaba el cabello una vez al año, aunque le crecía tanto que cuando se lo cortaba, pesaba 200 siclos, o unos 2,3 Kg. (posiblemente debido al uso de aceite o ungüentos). (2Sa 14:25, 26.) La ley de Dios ordenaba a los varones israelitas que no ‘cortasen los mechones de sus lados de modo que quedasen cortos en derredor’, y que no destruyesen la “extremidad” de su barba. Este mandato no significaba que no podían recortarse el pelo o la barba, sino que se dio para evitar que imitasen prácticas paganas. (Le 19:27; Jer 9:25, 26; 25:23; 49:32.) Descuidar el cabello o la barba, probablemente dejándolos sin recortar y desatendidos, era una señal de duelo. (2Sa 19:24.) En las instrucciones dadas a los sacerdotes por medio del profeta Ezequiel, Dios les ordenó que se cortasen el cabello de la cabeza, pero que no se lo afeitasen, y también les dijo que no deberían llevar el cabello suelto cuando desempeñasen sus funciones en el templo. (Eze 44:15, 20.)
Las hebreas cuidaban su cabello y se lo dejaban largo como señal de belleza. (Can 7:5; Jn 11:2.) El que una mujer se cortase el cabello era señal de duelo o aflicción. (Isa 3:24.) En el caso de que un soldado israelita capturase a una mujer virgen de una ciudad enemiga y desease casarse con ella, la mujer primero tenía que cortarse el cabello, arreglarse las uñas y observar un período de duelo de un mes de duración por sus padres, que habrían muerto en la toma de la ciudad. (Dt 21:10-13; 20:10-14.)
Un factor que el sacerdote tenía que tener en cuenta en la diagnosis de la lepra era el color y estado del pelo de la parte afectada. (Le 13:1-46.)
Cristianos. Tanto el apóstol Pedro como el apóstol Pablo vieron la necesidad de aconsejar a las mujeres cristianas que no dieran indebida atención a los peinados y adornos, como era costumbre en aquellos días. En vez de eso, se las instó a que centrasen su atención en adornarse con la vestidura incorruptible de un espíritu quieto y apacible. (1Pe 3:3, 4; 1Ti 2:9, 10.)
Debido a las costumbres comunes de la época, el apóstol Pablo afirmó que era natural que el hombre tuviera el cabello más corto que la mujer. (Véase NATURALEZA - [Conciencia-§3.4].) Era una vergüenza para una mujer que se la rapara o trasquilara. Dios le había dado el cabello largo “en lugar de prenda para la cabeza”, pero Pablo explicó que esta cubierta natural, que era una gloria para la mujer, no la excusaba de cubrirse la cabeza con una “señal de autoridad” al orar o profetizar en la congregación cristiana. Si aceptaba este hecho y se cubría la cabeza en tales circunstancias, la cristiana demostraba su reconocimiento de la jefatura teocrática y su sujeción cristiana. De este modo glorificaba tanto a su cabeza marital como a Jehová Dios, el Cabeza de todos. (1Co 11:3-16.)
Uso figurado. Job se cortó el cabello como muestra de su desolación por haber perdido a sus hijos y posesiones. (Job 1:20.)
A Ezequiel se le ordenó que se cortase el pelo y la barba, que dividiese los cabellos en tres partes y que utilizara cada parte de una manera que indicaría proféticamente las aflicciones que les sobrevendrían a los habitantes de Jerusalén cuando Dios ejecutara sus juicios. (Eze 5:1-13.) Arrancarse el pelo o cortárselo también representaba angustia y aflicción (Esd 9:3; Jer 7:29; 48:37; Miq 1:16), y arrancar el cabello de la cabeza o de la cara de otra persona era una forma de deshonrarla, despreciarla o censurarla. (Ne 13:25; Isa 50:6.)
La cantidad de cabellos que hay en la cabeza humana (un promedio aproximado de 100.000) se usó para representar algo numeroso o innumerable. (Sl 40:12; 69:4.) Por otra parte, la delgadez del cabello se empleó en sentido figurado para referirse a la precisión. (Jue 20:16.) La declaración: ‘No perecerá (o caerá) ni un cabello de su cabeza’, garantiza una total y completa protección y seguridad. (Lu 21:18; 1Sa 14:45; 2Sa 14:11; 1Re 1:52; Hch 27:34.) Algo similar denotaron las palabras de Jesucristo a sus discípulos al referirse al cuidado que Dios les dispensaba a ellos: “Los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados”. (Mt 10:30; Lu 12:7.) El hecho de que Jehová conozca hasta estos mínimos detalles demuestra cuánto se interesa por cada uno de los discípulos de Cristo.
La canicie merecía respeto (Pr 16:31; 20:29), y a veces se usaba como sinónimo de edad y sabiduría. (Job 15:9, 10.) En una visión dada a Daniel se representa a Jehová simbólicamente con cabello blanco, como “lana limpia”, y se le llama el “Anciano de Días”. (Da 7:9.) El apóstol Juan vio a Jesucristo, también representado en una visión, con cabellos “blancos como lana blanca”. (Apo 1:1, 14, 17, 18.)
Pelo de animales. El pelo de cabra se usaba en la confección de ciertas telas. (Éx 26:7.) Juan el Bautista llevaba una prenda de pelo de camello (Mt 3:4; Mr 1:6), que era el tipo de vestido oficial que utilizaban los profetas. (2Re 1:8; compárese con Gé 25:25.) Rebeca colocó pelo de cabra en las manos y cuello de Jacob para simular el pelo de Esaú. (Gé 27:16.)
Trenzados externos del cabello. En la antigua Grecia, los estilos de peinado eran muchos y variados. Uno de los más populares consistía en peinar el cabello con raya en medio y sujetarlo detrás con una cinta de color. Algunas mujeres llevaban el pelo recogido y enrollado en la parte superior de la cabeza. Otras se adornaban la frente con un flequillo corto y lacio o una cinta decorada por delante con un botoncito de metal. Se utilizaban tenacillas de hierro para rizar el pelo. También se ha descubierto que en la Atenas del período clásico muchas mujeres se teñían el cabello. El retórico Luciano de Samosata criticó la frivolidad de las mujeres que empleaban “máquinas” para hacerse rizos y que malgastaban la fortuna de su esposo en tintes árabes para el cabello. Los peinados de moda entre las griegas ricas de la antigüedad eran sumamente complicados. Requerían muchas horas de trabajo por parte del peluquero y resultaban muy caros. Eran ostentosos y hacían que la mujer atrajera la atención. (g95 8/3 22)
En el siglo I E.C. las mujeres paganas solían llevar peinados muy elaborados, pues se trenzaban el cabello largo en diseños vanidosos y se ponían ornamentos de oro en las trenzas. Probablemente muchas lo hacían por exhibición ostentosa... lo cual no es propio para los cristianos. (1 Timoteo 2:9, 10.) Sin embargo, no todo adorno es incorrecto, pues Pedro incluye “el uso de prendas de vestir exteriores”... obviamente una necesidad. En la antigüedad los siervos de Dios también usaban joyas. (Génesis 24:53; Éxodo 3:22; 2 Samuel 1:24; Jeremías 2:32; Lucas 15:22.) Con todo, es sabio que la cristiana evite ornamentos llamativos y el vestirse acentuando lo sensual, y que ejerza cuidado para manifestar buen gusto en su uso de cosméticos. El punto de este consejo apostólico es que la cristiana debe acentuar, no el adorno externo, sino el adorno interno. Para ser verdaderamente atractiva, debe vestirse con modestia y tener la disposición de la persona que teme a Dios. (Proverbios 31:30; Miqueas 6:8.) (w91 15/3 30) Vea 1 Timoteo 2:9.
Pelo que crece en el mentón y los carrillos; algunas veces esta palabra incluye el que crece sobre el labio superior. En hebreo “barba” es za-qán, mientras que los traductores vierten el término sa-fám, relativo al labio, de diversas maneras: “barba”, “bigote” o “labio superior”. En unos pocos casos la palabra za-qán se refiere a la barbilla y no al pelo de la barba. (Le 13:29, 30; 14:9.)
En la antigüedad muchos pueblos del Oriente, entre los que se contaban los israelitas, consideraban la barba como una prueba de dignidad varonil. La ley de Dios dada a Israel prohibía cortarse “los mechones de sus lados”, es decir, el pelo que se deja crecer en cada uno de los dos carrillos, así como la extremidad de la barba. (Le 19:27; 21:5.) Esta prohibición seguramente se debía a que entre algunos pueblos paganos esta práctica tenía connotaciones religiosas.
En momentos de gran desconsuelo, vergüenza o humillación, un hombre podía arrancarse pelos de la barba o dejarse esta o el bigote desatendidos. (Esd 9:3.) Quizás fue la barba desatendida de Mefibóset, hijo de Jonatán, lo que le indicó a David que tal vez le decía la verdad cuando afirmaba que Zibá, su siervo, le había calumniado, y que contrario a lo que Zibá le había dicho, Mefibóset en realidad estaba de duelo cuando el rey huía de Absalón. (2Sa 16:3; 19:24-30.) Se pensaba que quitar la barba era una manera figurada de expresar gran duelo con motivo de alguna calamidad. (Isa 7:20; 15:2; Jer 48:37; Eze 5:1.)
Después de la destrucción de Jerusalén en 607 a. E.C., algunos hombres de Siquem, Siló y Samaria expresaron su desconsuelo afeitándose la barba, rasgándose las vestiduras y practicándose cortaduras. Estos hombres habían ido con ofrendas incruentas a la casa de Jehová, al parecer con la intención de ofrecerlas en el lugar donde había estado el templo. (Jer 41:5.) El que se hicieran cortaduras, práctica terminantemente prohibida por la Ley, muestra que su proceder no estaba por completo en armonía con la ley de Dios. (Le 19:28; 21:5.)
La importancia que tenían la barba y su cuidado pesó en la opinión que Akís, el rey de Gat, se formó de David cuando este disfrazó su cordura dejando correr la saliva por la barba. Esto contribuyó a que el rey Akís se convenciera de que David estaba loco. (1Sa 21:13.) Más tarde, cuando Hanún, el rey de Ammón, insultó gravemente a los embajadores de David afeitándoles la mitad de la barba, David tuvo compasión de ellos y les dijo que permanecieran en Jericó hasta que la barba les creciera en abundancia. Los ammonitas sabían que este incidente era un gran insulto a David y que se habían hecho hediondos a sus ojos, de modo que se prepararon para la guerra. (2Sa 10:4-6; 1Cr 19:1-6.)
Incluso antes del pacto de la Ley, los hombres acostumbraban a llevar barba. Aunque no hay inscripciones hebreas con figuras humanas, se han encontrado en Egipto, Mesopotamia y otros países del Oriente Medio muchos monumentos e inscripciones en los que se representa con barba a los asirios, babilonios y cananeos. En algunas representaciones que se remontan al III milenio a. E.C. se ven barbas de diversos estilos. En las representaciones de los pueblos antes mencionados, los que principalmente aparecen sin barba son los eunucos, aunque a este respecto hay que decir que la emasculación no existía entre los israelitas, pues la Ley excluía al eunuco de la congregación de Israel. (Dt 23:1.)
Debido a que a la mayoría de los semitas se les representa con barba, aun antes del tiempo de la Ley, parece lógico pensar que llevaran barba los hombres fieles del linaje de Sem, quienes seguían hablando el lenguaje de Edén y debían estar más cerca de las costumbres originales del tiempo de su antepasado Set. Por consiguiente, hay buena razón para creer que Noé, Enoc, Set y Adán también llevaron barba.
Heródoto (II, 36) dice que los egipcios se afeitaban tanto la cara como la cabeza. Para los hombres era una prueba de duelo o falta de aseo dejarse crecer el cabello y la barba. Por esta razón, José se afeitó antes de comparecer ante la presencia de Faraón. (Gé 41:14.) No obstante, los egipcios usaban barbas postizas y pelucas.
¿Llevaba Jesús barba cuando estuvo en la Tierra? No hay duda de que esta era una costumbre que los judíos guardaban estrictamente. Jesús, nacido judío, “llegó a estar bajo ley” y cumplió la Ley. (Gál 4:4; Mt 5:17.) Como todos los demás judíos, estaba dedicado a Jehová Dios desde su nacimiento debido al pacto de la Ley y se encontraba bajo la obligación de guardarla en su totalidad, incluyendo la prohibición de afeitarse la extremidad de la barba. La costumbre romana en aquel tiempo era no llevar barba, de modo que si Jesús no la hubiese llevado, le habrían acusado de eunuco o de romano. Es significativa la siguiente profecía concerniente al sufrimiento de Jesús: “Mi espalda di a los golpeadores, y mis mejillas a los que mesaban [el pelo]”. (Isa 50:6.)
¿Qué quiere decir “destruir la extremidad” de la barba? En Levítico 19:27 se dispuso la ley de no “cortar los mechones de sus lados de modo que queden cortos en derredor”, para evitar que los judíos se cortaran la barba o el cabello como solían hacerlo los paganos (Jeremías 9:25, 26; 25:23; 49:32). Sin embargo, el mandato divino no significaba que los judíos no pudieran recortarse la barba o el bigote en lo más mínimo. El relato de 2 Samuel 19:24 indica que los hombres judíos normalmente ‘atendían’ o se recortaban el bigote. El grado al que lo hacían dependía mayormente de lo que era costumbre en el momento. Los hallazgos arqueológicos demuestran que a lo largo de los siglos los judíos se han arreglado la barba de diferentes maneras.
Falta total o parcial de cabello. Suele aparecer en ciertas zonas de la cabeza, mientras que en el resto el pelo crece con normalidad. Esta caída parcial del cabello da cuenta de aproximadamente el noventa por ciento de los casos. La Biblia habla de la “calvicie” (heb., qor-jáh), “la calva de la coronilla” (heb., qa-rá-jath) y la “calvicie de la frente” (heb., guib-bé-aj y gab-bá-jath). (Le 13:41-44; 21:5.) Aunque todavía se desconocen las causas exactas de la calvicie, se cree que el factor principal es la herencia. Otros factores pueden ser: infección, desequilibrio hormonal, envejecimiento, trastornos nerviosos, incluso algunos tratamientos médicos y la sífilis.
La calvicie es un defecto que afecta el atractivo personal, por lo que los pueblos antiguos la asociaban con vergüenza, duelo y angustia. (Isa 3:24; 15:2; Jer 47:5; Eze 27:31; Am 8:10; Miq 1:16.) Sin embargo, bajo la ley de Moisés no se la consideraba inmunda. (Le 13:40.) Tampoco se la consideraba un defecto que impidiera servir en el sacerdocio. En la visión del profeta Ezequiel se dijo que los sacerdotes no debían afeitarse el cabello ni llevarlo suelto, sino recortado. (Eze 44:20.)
Eliseo, el profeta de Jehová, era calvo. Mientras subía por el camino de Jericó a Betel, después de suceder al profeta Elías, unos muchachitos se mofaron de él diciendo: “¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!”. Al parecer, no se mofaron de Eliseo porque fuera calvo, sino por verlo con la conocida prenda de vestir oficial de Elías. No querían en ese lugar a ningún sucesor de Elías. Debía seguir subiendo hacia Betel o ascender a los cielos en una tempestad de viento, como el anterior usuario de aquella prenda de vestir oficial. (2Re 2:11.) En respuesta al desafío de que fue objeto su posición de profeta sucesor de Elías, y para enseñar a esos jóvenes y a sus padres a respetar al profeta de Jehová, Eliseo invocó el mal sobre aquellos burlones en el nombre del Dios de Elías. Era una prueba de su ministerio profético. Jehová manifestó que aprobaba a Eliseo haciendo que dos osas salieran de los bosques cercanos y despedazaran a 42 de ellos. (2Re 2:23, 24.)
Algunos pueblos acostumbraban a ‘imponerse calvicie’ afeitándose la cabeza en ocasiones de dolor debido a la muerte de un familiar o por razones religiosas, práctica que los israelitas tenían prohibida. (Dt 14:1.) A los sacerdotes se les dio el mandato específico de que no se rapasen ni afeitasen la extremidad de la barba en señal de duelo por los muertos (Le 21:5), y a los israelitas en general se les mandó que no se cortaran los mechones de sus lados ni la extremidad de su barba. (Le 19:27; Jer 9:26; véase BARBA.)
Los egipcios solían afeitarse la cabeza y consideraban que la barba era una señal de duelo o dejadez. Por esta razón se afeitó José cuando le sacaron de la prisión para llevarle ante la presencia de Faraón. (Gé 41:14.) Sin embargo, los egipcios se cubrían la calvicie con pelucas, y muchos de los que se afeitaban la cabeza y la barba también llevaban pelucas y se ponían barbas postizas. En el Papiro de Ebers, un tratado médico egipcio del II milenio a. E.C., hay once recetas para evitar la calvicie.
Según la Ley, si alguien tenía lepra en la cabeza, debía afeitársela al principio de su período de cuarentena, en el día de purificación, y de nuevo al séptimo día de su purificación. (Le 13:33; 14:8, 9.) Si un nazareo se contaminaba, debía afeitarse la cabeza “en el día de verificar su purificación”. (Nú 6:9.) En el caso de que un soldado israelita quisiera tomar por esposa a una mujer cautiva, esta tenía que afeitarse la cabeza. (Dt 21:12.)
Las tropas de Nabucodonosor se vieron afectadas por una calvicie temporal durante el agotador y difícil sitio de la ciudad continental de Tiro. Jehová le dijo a Ezequiel que “toda cabeza fue una que quedó calva, y todo hombro fue uno que quedó pelado por frotación”, cuando las fuerzas militares de Nabucodonosor rindieron “un gran servicio” al ejecutar juicio contra Tiro. Las cabezas quedaron calvas debido a la rozadura de los yelmos, y los hombros llegaron a estar pelados por los materiales de construcción de las torres y fortificaciones. (Eze 26:7-12; 29:17, 18.)
En los días de los apóstoles, había lugares, como la ciudad inmoral de Corinto, donde se castigaba a las mujeres adúlteras o fornicadoras rapándoles la cabeza. A las muchachas esclavas se les hacía llevar el pelo corto. Parece ser que Pablo recurrió a esta costumbre para ilustrar que si una mujer oraba o profetizaba con la cabeza descubierta en la congregación cristiana, aunque tuviera el cabello como prenda para la cabeza, mostraba falta de respeto al principio divino de la jefatura y ‘avergonzaba su cabeza’ como si llegase al extremo de rapársela. (1Co 11:3-10.)
Pérdida del color del pelo causada por la reducción de los gránulos de pigmento en el cabello como consecuencia de ciertos cambios en la química corporal. Hay algunos casos de canicie prematura, pero por lo general aparece con la edad avanzada. En la Biblia se usan el verbo hebreo siv (grisear) y, con más frecuencia, el sustantivo hebreo seh·váh (canas, canicie, vejez), para referirse a la edad avanzada. (Rut 4:15; 1Sa 12:2; 1Re 2:6, 9; Job 15:10; Sl 71:18.) Abrahán, Gedeón y David vivieron hasta una “buena vejez [seh·váh]”. (Gé 15:15; 25:8; Jue 8:32; 1Cr 29:28.)
La Biblia reconoce tanto la belleza de la juventud como el esplendor de la vejez: “La hermosura de los jóvenes es su poder, y el esplendor de los viejos es su canicie”. (Pr 20:29.) Esto último es verdad sobre todo si la persona adora y sirve a Jehová: “La canicie es corona de hermosura cuando se halla en el camino de la justicia”. (Pr 16:31.) “Los que están plantados en la casa de Jehová, [...] todavía seguirán medrando durante la canicie.” (Sl 92:13, 14.) Su Dios no los abandonará. (Isa 46:4.) La ley de Jehová es: “Ante canas debes levantarte, y tienes que mostrar consideración a la persona del envejecido”. (Le 19:32.)
La canicie no depende del sexo de la persona, ni tampoco influye el que sea rubia, morena o pelirroja. El prevenir o remediar las canas ha estado siempre más allá del poder del hombre o de la ciencia médica. Este es un aspecto que Jesucristo señaló después de decir que no deberíamos jurar por nuestra cabeza. (Mt 5:36.)
Los tintes para el pelo no son de descubrimiento reciente, pues ya se usaban en tiempos de los griegos y los romanos. Según Josefo, se decía que Herodes el Grande se teñía las canas para encubrir su edad avanzada. (Antigüedades Judías, libro XVI, cap. VIII, sec. 1.)
1:3, 6, 9, 11, 13; 2:1, 4, 6. Respecto al furor que siente hacia Israel, Judá y las seis naciones que las rodean, Jehová asegura: “No lo volveré atrás”. Es imposible escapar a los castigos divinos (Amós 9:2-5).
2:12. No deberíamos desmoralizar a los diligentes precursores, superintendentes viajantes, misioneros o miembros de la familia Betel insistiendo en que dejen su servicio de tiempo completo a fin de llevar una vida supuestamente normal. Al contrario, debemos animarlos a seguir realizando su buena obra.
3:8. Tal como una persona siente miedo cuando oye rugir a un león, Amós se sintió impelido a predicar cuando escuchó que Jehová le decía: “Ve, profetiza a mi pueblo” (Amós 7:15). El temor de Dios debería motivarnos a predicar con celo el mensaje del Reino.
3:13-15; 5:11. Con la ayuda de Jehová, el humilde guarda de ganado Amós pudo “d[ar] testimonio” a personas que eran ricas y por consiguiente se sentían satisfechas de sí mismas. De igual modo, Jehová puede capacitarnos para declarar el mensaje del Reino sin importar lo difícil que sea un territorio.
4:6-11; 5:4, 6, 14. A pesar de que en repetidas ocasiones los israelitas “no volvieron” a Jehová, se les aconsejó: “Busquen a Jehová, y sigan viviendo”. Mientras Jehová continúe permitiendo pacientemente la existencia de este malvado sistema de cosas, debemos instar a las personas a que busquen a Dios.
5:18, 19. “Desea[r] con vehemencia el día de Jehová” sin estar verdaderamente preparado para él es una necedad. La situación del hombre que actúa así se asemeja a la de alguien que consigue huir de un león pero entonces se encuentra con un oso, y después logra escapar del oso pero lo muerde una serpiente. Haríamos bien en “mant[enernos] despiertos” y alerta en sentido espiritual (Lucas 21:36).
7:12-17. Deberíamos ser intrépidos al declarar el mensaje divino.
9:7-10. Ser descendientes de los patriarcas fieles y de los que fueron liberados de Egipto como pueblo escogido de Dios no impidió que los israelitas infieles cayeran en una situación tan desaprobada como la de los cusitas. Lograr la aprobación del Dios imparcial no solo depende de proceder de cierto linaje, sino de ‘temerle y obrar justicia’ (Hechos 10:34, 35).
“Odien lo que es malo —exhorta Amós—, y amen lo que es bueno, y den a la justicia un lugar en la puerta.” (Amós 5:15.) A medida que se acerca el día de Jehová, lo sabio es acercarnos a Dios y mantenernos separados del mundo malvado y de las personas con influencia corruptora que lo caracterizan. Las oportunas lecciones que encontramos en el libro bíblico de Amós nos pueden ayudar a lograrlo (Hebreos 4:12).
NI PROFETA ni hijo de profeta, sino ganadero de ovejas y punzador de higos de sicómoros... esas eran las ocupaciones de Amós cuando Jehová lo llamó y lo envió a profetizar no solo a su propia nación de Judá, sino particularmente al reino norteño de Israel. Fue uno de los profetas a quienes se alude en 2 Reyes 17:13, 22, 23. Vino de Teqoa de Judá, que estaba a unos 16 kilómetros (10 millas) al sur de Jerusalén y a aproximadamente un día de viaje desde la frontera sur del reino de diez tribus de Israel. (Amós 1:1; 7:14, 15.)
2 El primer versículo de su profecía declara que Amós comenzó su carrera como profeta durante los días de Uzías el rey de Judá y de Jeroboán II, hijo de Joás, el rey de Israel, dos años antes de un terremoto extraordinario. Eso coloca la profecía dentro del período de 26 años en que se traslaparon los reinados de aquellos dos reyes, es decir, desde 829 hasta alrededor de 804 a. E.C. El profeta Zacarías menciona que el pueblo huyó atemorizado cuando azotó el desastroso terremoto de los días de Uzías. (Zac. 14:5.) El historiador judío Josefo declara que ocurrió un terremoto cuando, con presunción, Uzías intentó ofrecer incienso en el templo. Sin embargo, parece que el terremoto que Amós menciona ocurrió temprano en el reinado de Uzías.
3 El nombre Amós significa “Que Es una Carga” o “Que Lleva una Carga”. Aunque Amós llevó mensajes cargados de ayes a Israel y Judá (y a muchas naciones paganas), también llevó un mensaje consolador acerca de que el pueblo de Jehová experimentaría restauración. Había razones para pronunciar una carga de ayes en Israel. La prosperidad, la vida fastuosa y el libertinaje eran lo corriente. La gente había olvidado la Ley de Jehová. Su prosperidad visible los cegaba al hecho de que, como un fruto demasiado maduro, ya había empezado en ellos el proceso de descomposición que llevaba a la destrucción. Amós profetizó que en solo unos cuantos años el reino de diez tribus iría al destierro más allá de Damasco. Así engrandeció la justicia y soberanía de Jehová, a quien 21 veces llama el “Señor Soberano”. (Amós 1:8.)
4 La autenticidad de Amós queda establecida por el cumplimiento de esa profecía y otras. El profeta también predijo que todas las naciones enemigas de los alrededores de Israel —los sirios, filisteos, tirios, edomitas, ammonitas y moabitas— serían devoradas por el fuego de la destrucción. La historia ha demostrado que con el tiempo cada uno de aquellos baluartes enemigos fue quebrantado. Los caminos de Judá e Israel eran más reprensibles aún, porque estas habían abandonado a Jehová para practicar la adoración falsa. La ciudad fortificada de Samaria —la última fortaleza de Israel— cayó en 740 a. E.C., después de ser sitiada por el ejército asirio bajo Salmanasar V. (2 Rey. 17:1-6.) Judá no aprendió de lo que le ocurrió a su nación hermana, y por eso fue destruida en 607 a. E.C.
5 Amós condenó a Israel por su vida fastuosa, pues los ricos defraudaban a los pobres para construir sus “casas de marfil”, donde bebían y comían suntuosamente. (Amós 3:15; 5:11, 12; 6:4-7.) Los hallazgos de los arqueólogos confirman que hubo tal prosperidad. En la excavación de Samaria se halló una gran cantidad de objetos de marfil. La Encyclopedia of Archaeological Excavations in the Holy Land comenta: “Se pueden distinguir dos grupos principales: 1) Placas talladas en alto relieve, [...] 2) Placas talladas en bajo relieve y decoradas con piedras preciosas, vidrio coloreado, laminilla de oro, etc. [...] Se cree que los objetos de marfil fueron hechos por artífices fenicios y probablemente fueron usados como incrustaciones en los muebles del palacio de los reyes israelitas. La Biblia menciona la ‘casa de marfil’ que construyó Acab (1 Reyes 22:39) y las ‘camas de marfil’, que eran símbolos de la vida fastuosa que se vivía en Samaria según las palabras de censura de (Amós 6:4)”.
6 No cabe duda de que el libro de Amós pertenece al canon de la Biblia. Esteban parafraseó tres versículos de este libro en Hechos 7:42, 43, y Santiago citó de él en Hechos 15:15-18, lo cual confirma incuestionablemente la autenticidad de este libro. (Amós 5:25-27; 9:11, 12.)
7 Juicios contra las naciones - (1:1–2:3) “Jehová... desde Sión rugirá” (1:2). Amós pasa a advertir acerca de los juicios ardientes de Jehová contra las naciones. Damasco (Siria) ha trillado a Galaad con trillos de hierro. Gaza (Filistea) y Tiro han entregado a Edom israelitas cautivos. Edom mismo carece de misericordia y amor fraternal. Ammón ha invadido a Galaad. Moab ha quemado los huesos del rey de Edom para cal. La mano de Jehová está contra todas estas naciones, y él dice: ‘No la volveré atrás’ (1:3, 6, 8, 9, 11, 13; 2:1).
8 Juicio contra Judá e Israel - (2:4-16) Jehová tampoco volverá atrás su cólera de contra Judá. Ellos han transgredido al ‘rechazar la ley de Jehová’ (2:4). ¿Y qué hay de Israel? Jehová había aniquilado por ellos a los terribles amorreos y les había dado la buena tierra. Había levantado nazareos y profetas entre ellos, pero los israelitas habían hecho que los nazareos violaran su voto y habían dado a los profetas el mandato: “No deben profetizar” (2:12). Por eso Jehová hace que sus cimientos tambaleen como un carro que está cargado de grano recién cortado. En cuanto a sus hombres poderosos, huirán desnudos.
9 El ajuste de cuentas con Israel - (3:1–6:14) Por vívidas ilustraciones Amós hace resaltar que el mismo hecho de que él esté profetizando prueba que Jehová ha hablado. “Porque el Señor Soberano Jehová no hará ni una cosa a no ser que haya revelado su asunto confidencial a sus siervos los profetas. [...] ¡El Señor Soberano Jehová mismo ha hablado! ¿Quién no profetizará?” (3:7, 8). Amós sí profetiza especialmente contra los despojadores dados al lujo que moran en Samaria. Jehová los arrancará de sus divanes espléndidos, y sus casas de marfil perecerán.
10 Jehová relata los castigos y las correcciones que ha dado a Israel. Cinco veces les recuerda: “No volvieron a mí”. Por lo tanto, oh Israel, “prepárate para encontrarte con tu Dios” (4:6-12). Amós entona una endecha profética: “La virgen, Israel, ha caído; no puede levantarse de nuevo. Ha sido abandonada sobre su propio suelo; no hay nadie que la levante” (5:2). Con todo, Jehová, el Hacedor de cosas maravillosas en el cielo y la Tierra, sigue llamando a Israel para que lo busque y siga viviendo. Sí, “busquen lo que es bueno, y no lo que es malo, a fin de que sigan viviendo” (5:4, 6, 14). Pero ¿qué significará para ellos el día de Jehová? Será un día de ayes. Como un torrente, los barrerá al destierro más allá de Damasco, y las casas con adornos de marfil donde celebran sus grandes fiestas serán convertidas en ripio y escombros.
11 Amós profetiza a pesar de oposición - (7:1-17) Jehová muestra a su profeta una plomada colocada en medio de Israel. Ya no volverá a excusarlos. Devastará los santuarios de Israel y se levantará con una espada contra la casa de Jeroboán II. Amasías el sacerdote de Betel envía este mensaje a Jeroboán: “Amós ha conspirado contra ti” (7:10). Amasías dice a Amós que se vaya a profetizar en Judá. Amós indica claramente la fuente de su autoridad: “Jehová procedió a tomarme de seguir tras el rebaño, y Jehová pasó a decirme: ‘Ve, profetiza a mi pueblo Israel’” (7:15). Amós entonces predice calamidad para Amasías y su casa.
12 Opresión, castigo y restauración - (8:1–9:15) Jehová muestra a Amós una cesta de fruto del verano. Condena el que Israel oprima a los pobres y jura “por la Superioridad de Jacob” que tendrán que estar de duelo debido a sus malas obras. “‘¡Mira! Vienen días —es la expresión del Señor Soberano Jehová—, y ciertamente enviaré un hambre al país, un hambre, no de pan, y una sed, no de agua, sino de oír las palabras de Jehová’” (8:7, 11). Caerán para no levantarse más. Sea que caven hasta dentro del Seol o suban a los cielos, la propia mano de Jehová los tomará. Los pecadores de su pueblo morirán a espada. Entonces, ¡una promesa gloriosa! “En aquel día levantaré la cabaña de David que está caída, y ciertamente repararé sus brechas. [...] ciertamente la edificaré como en los días de mucho tiempo atrás” (9:11). Tanto prosperarán los cautivos juntados de nuevo que el arador alcanzará al cosechador antes de que este pueda recoger sus abundantes cosechas. ¡Estas bendiciones de Jehová serán permanentes!
13 El percibir por qué se hizo que Amós diera sus advertencias a Israel, Judá y sus vecinos cercanos puede ser provechoso para los que leen la Biblia hoy. Los que rechazan la ley de Jehová, defraudan y oprimen al pobre, son codiciosos e inmorales y practican la idolatría, no pueden tener la aprobación de Jehová. Pero Jehová perdona a los que se apartan de prácticas como esas y se arrepienten, y les muestra misericordia. Somos sabios si nos apartamos de la compañía de este mundo que procura corrompernos y prestamos atención a esta exhortación de Jehová: “Búsquenme, y sigan viviendo” (5:4, 6, 14).
14 Al tiempo de su martirio, Esteban citó de Amós. Recordó a los judíos que ellos habían ido al cautiverio porque Israel había idolatrado a dioses extranjeros, como Moloc y Refán. ¿Se beneficiaron aquellos judíos de oír de nuevo las palabras de Amós? ¡No! Encolerizados, lapidaron a Esteban, y así se encaminaron a más calamidad, que les vendría cuando Jerusalén fuera destruida en 70 E.C. (Amós 5:25-27; Hech. 7:42, 43.)
15 Es provechoso considerar el cumplimiento de las muchas profecías de Amós, no solo de las que se cumplieron cuando Israel, Judá y las otras naciones fueron castigadas, sino también de las profecías de restauración. Tal como había predicho Jehová mediante Amós, los cautivos de Israel volvieron en 537 a.E.C. para edificar y habitar sus ciudades desoladas y plantar sus viñas y jardines. (Amós 9:14; Esd. 3:1.)
16 Sin embargo, hubo un cumplimiento glorioso y edificante de la profecía de Amós en los días de los apóstoles. Cuando bajo inspiración Santiago considera el recogimiento de los no israelitas a la congregación cristiana, hace claro que esto se había predicho en la profecía de Amós 9:11, 12. Indica que ‘la reedificación de la cabaña de David que estaba caída’ se cumple con relación a la congregación cristiana, “para que los que queden de los hombres busquen solícitamente a Jehová, junto con gente de todas las naciones, personas que son llamadas por mi nombre, dice Jehová”. En realidad, allí estaba el apoyo bíblico para el nuevo suceso que relata Simón Pedro... que Dios estaba sacando de entre las naciones “un pueblo para su nombre”. (Hech. 15:13-19.)
17 De Jesucristo, el Cabeza de esta congregación cristiana, se dice en otros lugares que es el “hijo de David”, que hereda “el trono de David su padre” y gobierna para siempre. (Luc. 1:32, 33; 3:31.) Así la profecía de Amós señala al cumplimiento del pacto con David para un reino. Las palabras de conclusión de Amós no solo dan una visión maravillosa de la prosperidad sobreabundante que viene cuando se levanta “la cabaña de David”, sino que también subrayan la permanencia del Reino de Dios: “‘Y ciertamente los plantaré sobre su suelo, y ya no serán desarraigados de su suelo que les he dado’, ha dicho Jehová tu Dios”. ¡La Tierra rebosará de bendiciones eternas a medida que Jehová restaura por completo “la cabaña de David”! (Amós 9:13-15.)
La profecía de este libro de las Escrituras Hebreas se dirigió principalmente al reino septentrional de Israel. Parece que en primer lugar se pronunció oralmente durante el período en el que se traslaparon los reinados de Jeroboán II de Israel y Uzías de Judá, es decir, entre los años 829 y, más o menos, 804 a. E.C. (Am 1:1.) Luego, alrededor de 804 a. E.C., se puso por escrito, quizás después que el profeta regresó a Judá. Para examinar la información sobre el profeta.
Nunca se ha dudado de la canonicidad de este libro. Los judíos lo han aceptado desde tiempos antiguos y aparece en los catálogos cristianos más antiguos. Justino Mártir, del siglo II E.C., citó del libro de Amós en su Diálogo con Trifón (cap. XXII). Este libro concuerda por completo con el resto de la Biblia, como lo demuestran las muchas referencias que hace el escritor a la historia bíblica y a las leyes de Moisés. (Am 1:11; 2:8-10; 4:11; 5:22, 25; 8:5.) Los cristianos del primer siglo aceptaron los escritos de Amós como escritura inspirada. Por ejemplo: el mártir Esteban (Hch 7:42, 43; Am 5:25-27) y Santiago, el medio hermano de Jesús (Hch 15:13-19; Am 9:11, 12), hicieron alusión al cumplimiento de algunas de sus profecías.
Otros sucesos históricos también atestiguan la veracidad del profeta. La historia ha demostrado que las llamas de la destrucción con el tiempo devoraron a todas las naciones a las que Amós había condenado. La propia ciudad de Samaria, con sus impresionantes fortificaciones, sufrió asedio para finalmente ser capturada en 740 a. E.C., y el ejército asirio se llevó a sus habitantes “al destierro más allá de Damasco”, como había predicho Amós. (Am 5:27; 2Re 17:5, 6.) Así mismo, el reino meridional de Judá recibió su merecido castigo cuando fue destruido por los babilonios en el año 607 a. E.C. (Am 2:5.) Además, en cumplimiento de la palabra de Jehová pronunciada por Amós, los descendientes de Israel y de Judá que estaban cautivos regresaron en 537 a. E.C. para reconstruir su tierra natal. (Am 9:14; Esd 3:1.)
La arqueología bíblica también confirma que Amós fue un historiador veraz de su tiempo cuando, al hablar del lujo ostentoso de los ricos, se refirió a sus “casas de marfil” y “lechos de marfil”. (Am 3:15; 6:4.) En un comentario acerca de algunos de estos hallazgos, Jack Finegan dice: “Es de sumo interés el que se hallara una gran cantidad de objetos de marfil en las excavaciones de Samaria. Se han encontrado mayormente en forma de placas o pequeños paneles en relieve, y se piensa que en un tiempo estuvieron adosados al mobiliario e incrustados en los paneles de las paredes”. (Light From the Ancient Past, 1959, págs. 187, 188.)
El espíritu de Jehová impulsó a Amós a emplear un lenguaje sencillo, directo y gráfico, pero expresado en un tono digno, propio de un profeta de Dios. Escogió términos sencillos, enérgicos y llenos de significado a fin de que tanto la persona encumbrada como la humilde entendiesen y captasen el sentido de su profecía. Empleó diversas ilustraciones, algunas de sabor rural, que le dieron vitalidad y fuerza a su mensaje. (Am 2:13; 4:2; 9:9.) Sus referencias históricas son exactas (Am 1:9, 11, 13; 4:11). Además, aludió a prácticas y costumbres familiares a la gente (Am 2:8; 6:4-6). En conjunto, la profecía sigue una redacción bien ordenada, con una forma y un propósito definidos.
Como siervo de Jehová, Amós enalteció la palabra, el nombre, la justicia y la soberanía del Todopoderoso. Describe al “Señor Soberano, Jehová de los ejércitos”, como infinitamente grande, tan grande que nada está más allá de su alcance o su poder. (Am 9:2-5.) Aun el Sol, la Luna, las constelaciones y los elementos están sujetos a Sus órdenes. (Am 5:8; 8:9.) Por lo tanto, a Dios le resulta fácil demostrar su supremacía sobre las naciones. (Am 1:3-5; 2:1-3; 9:7.)
En armonía con el significado de su nombre, Amós llevó un mensaje de peso, cargado de ayes y denunciación, en contra de las naciones paganas y de Judá e Israel. También llevó un mensaje consolador de restauración en el que podrían poner su esperanza los que eran fieles a Jehová.
La profecía se dirigió en particular a Israel, el reino septentrional de diez tribus, que practicó la adoración de becerros en Dan y Betel |
Es irrevocable el juicio de Jehová contra las naciones y contra Israel - (1:1–2:16)
★Siria, Filistea y Tiro, debido a su trato cruel a Israel |
El mensaje de juicio de Jehová contra Israel - (3:1–6:14)
★Dios ha favorecido en especial a Israel; por esta causa, la nación está particularmente comprometida a rendir cuentas |
Las visiones y las profecías muestran que el fin de Israel está cerca - (7:1–8:14)
★Visión de una desolación causada por la langosta; el profeta intercede |
Castigo y restauración - (9:1-15)
★No hay lugar al que puedan huir para escapar; no hay nada que esté fuera del alcance del Señor Soberano Jehová |