Nombre que reciben una región y una cadena de montañas más altas de la actual Turquía oriental, cerca de la frontera con Irán, Armenia y la U.R.S.S.
Después del “Diluvio”, el arca de Noé se asentó en las “montañas de Ararat”. (Gé 8:4.) Durante el reinado de Ezequías, Adramélec y Sarézer, hijos de Senaquerib, huyeron a la “tierra de Ararat” después de haber asesinado a su padre. (2Re 19:37; Isa 37:38.) Jeremías predijo que Ararat se contaría entre “los reinos” que se levantarían contra Babilonia al tiempo de su destrucción, en el siglo VI a. E.C. (Jer 51:27.) Estas últimas citas bíblicas hacen referencia a una tierra situada al N. de Asiria. Eusebio, Jerónimo y la mayor parte de los escritores “cristianos” primitivos pensaron que Ararat correspondía a Armenia, y es así como lo vierte tanto la Versión de los Setenta en Isaías 37:38 como la Vulgata en 2 Reyes (4 Reyes) 19:37.
Numerosas inscripciones asirias de los reinados de Salmanasar I, Asurnasirpal II, Salmanasar III, Tiglat-piléser III y Sargón II, pertenecientes a los siglos IX y VIII a. E.C., se refieren a Ararat como “Urartu”. Una inscripción de Esar-hadón, otro de los hijos de Senaquerib y su sucesor al trono de Asiria, registra que derrotó a los ejércitos de sus hermanos parricidas en Hanigalbat, en la zona de Armenia. Sobre la base de estas inscripciones y de la relación que Jeremías establece entre Ararat y los reinos de Miní y Askenaz, parece ser que la tierra de Ararat estaba situada en la región montañosa del lago de Van, en la antigua Armenia, limitando al S. con la cabecera del Tigris, y al N., con las montañas del Cáucaso.
El nombre Ararat se aplica específicamente a la montaña más alta de esta región, aquella en la que, según la tradición, se posó el arca de Noé. Tiene dos picos cónicos distantes entre sí unos 11 Km. y separados por una profunda depresión. El más alto se eleva unos 5.165 m. sobre el nivel del mar y tiene sus últimos 900 m. cubiertos de nieves perpetuas, mientras que el más bajo, situado al SE., está a 3.914 m. sobre el nivel del mar. El pico más alto es particularmente difícil de escalar, y fue Parrot el primero en conseguirlo, allá en 1829. Los nombres de muchos lugares de esta región evocan el registro bíblico. Al monte Ararat mismo los turcos lo llaman Agri Dagi (Monte del Arca) y los persas, Kuhi-Nuh (Montaña de Noé). (Véase ARCA núm. 1.)
Provincia romana situada en la parte septentrional de Asia Menor. Se encontraba en la zona noroccidental de la actual Turquía y se extendía desde Estambul hacia el S. a lo largo de la costa meridional del mar Negro. Durante su segundo viaje misional, Pablo intentó viajar a Bitinia una vez que Timoteo se unió a él y a Silas en Listra, pero “el espíritu de Jesús no se lo permitió”. (Hch 16:7.) No se dice que esta región fuera escenario de la predicación de los apóstoles, pero no hay duda de que había cristianos allí cuando Pedro escribió su primera carta canónica entre los años 62 E.C.-64 E.C. (1Pe 1:1.) Cuando Plinio el Joven, en calidad de comisionado especial, escribió al emperador Trajano desde Bitinia, hizo alusión a la presencia de numerosos cristianos en la provincia y añadió que para entonces (principios del siglo II) el cristianismo no solo estaba concentrado en las ciudades, sino que se había extendido también “hasta las aldeas y los campos”. (Actas de los mártires, B.A.C., Madrid, 1987, “Carta de Plinio a Trajano”, pág. 244.)
En los días de los apóstoles, Capadocia era una gran región interior situada en la parte oriental de Asia Menor, en lo que hoy es Turquía. El clima solía ser frío y había pocos bosques. Ocupaba una meseta que en su mayor parte tenía una altitud de 900 m. Aunque los límites fluctuaron durante toda su historia, básicamente fueron: al N., el Ponto; al O., Galacia y Licaonia; al S., Cilicia y la cordillera del Tauro, y al E., Armenia y el alto Éufrates. Era rica en ganadería, en especial lanar, vacuna y caballar. En cuanto a la agricultura, el cultivo más importante era el de trigo.
En tiempos de Ciro el Imperio persa se anexionó Capadocia, y la región original fue dividida en dos satrapías, la del Ponto y la de Capadocia. Durante la dinastía seléucida de Siria se le permitió tener reyes tributarios. Más tarde, en 17 E.C., el emperador romano Tiberio hizo de Capadocia una provincia romana bajo la administración de un procurador. En 70 E.C., Vespasiano agrandó la provincia combinándola con Armenia, y así formó una importante provincia fronteriza en el E. Capadocia ocupaba una posición estratégica debido a las carreteras que la atravesaban. Una de ellas salía de Tarso, junto al Mediterráneo, pasaba por el desfiladero de los montes Tauro, conocido como las Puertas de Cilicia, cruzaba Capadocia y finalmente llegaba a la provincia del Ponto y a diversos puertos del mar Negro.
Los nativos de Capadocia probablemente eran arios del linaje jafético, aunque para el siglo II a. E.C. ya había allí comunidades judías. En el Pentecostés de 33 E.C. en Jerusalén había judíos procedentes de Capadocia. (Hch 2:9.) Es probable que esto contribuyera a que el cristianismo se extendiera pronto por Capadocia, estando ya los cristianos de esa región entre aquellos a quienes Pedro se dirigió en su primera carta. (1Pe 1:1.)
Ciudad de gran importancia en el ministerio terrestre de Jesús, situada en la orilla noroccidental del mar de Galilea, y se la llamó “su ciudad” en Mateo 9:1. Tenía una oficina de impuestos, donde Jesús llamó a Mateo para que fuera su discípulo. (Mt 9:9.) Es probable que contara además con una guarnición militar, ya que en ella residía un centurión. (Mt 8:5.) Estos hechos y también el que viviera allí un servidor del rey suficientemente rico como para tener esclavos (Jn 4:46-53), permiten suponer que Capernaum era una población de considerable tamaño y relevancia: una “ciudad de Galilea”. (Lu 4:31.)
Las dos ubicaciones más plausibles de la antigua Capernaum son las ruinas de Khan Minyeh (Horvat Minnim) y Tell Hum (Kefar Nahum). Khan Minyeh está junto al mar de Galilea, en el extremo nororiental de la llanura de Genesaret. Aunque se consideró que estas eran las ruinas de Capernaum, las excavaciones allí realizadas indicaron que eran de origen árabe. De manera que Tell Hum parece ser la verdadera ubicación. Estas son unas ruinas extensas situadas a unos 4 Km. al NE. de Khan Minyeh, y más o menos a los mismos kilómetros al SO. de la desembocadura del Jordán en el mar de Galilea. La llanura costera es bastante estrecha en este punto, pero en tiempos antiguos un camino salía de las proximidades del Jordán, pasaba por Capernaum y la llanura de Genesaret y llegaba hasta el Camino del Mar, la gran ruta comercial que iba de Mesopotamia a Egipto pasando por Damasco y cruzando Palestina. En la llanura de Genesaret fluyen varios manantiales, que desembocan en las azules aguas del mar de Galilea. La gran cantidad de materia vegetal que transportan las aguas de estos manantiales atrae a los peces, lo que hace de esta zona un lugar ideal para los pescadores. (Capernaum, it-2-Pg.739)
Al principio de su ministerio, después de la boda de Caná, donde ejecutó su primer milagro, Jesús viajó de Caná a Capernaum junto con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedó en esta ciudad unos cuantos días antes de subir a Jerusalén para la Pascua del año 30 E.C. (Jn 2:12, 13.)
Tiempo después, cuando empezó su gran ministerio en Galilea, Jesús sanó desde Caná, donde se encontraba de nuevo, al hijo de un miembro de la corte real de Herodes Antipas que estaba en Capernaum, a unos 26 Km. de Caná. (Jn 4:46-54.) Las noticias de este milagro pronto se esparcieron a las poblaciones vecinas, de modo que cuando Jesús se mudó de Caná a la ciudad de su juventud, Nazaret, pudo decir a sus oyentes que probablemente le pedirían que hiciese en Nazaret “las cosas que [habían oído] que sucedieron en Capernaum”. (Lu 4:16, 23.) Después de salir de Nazaret, donde la gente había intentado matarlo, Jesús “se domicilió en Capernaum, a la orilla del mar, en los distritos de Zabulón y Neftalí” (Mt 4:13-16; Lu 4:28-31), y así cumplió la profecía de Isaías (9:1, 2) que decía que los que andaban en la oscuridad verían una gran luz en aquella región.
Fue posiblemente en la cercana llanura de Genesaret, al SO. de Capernaum, donde Jesús se encontró de nuevo con Pedro y Andrés, ya discípulos suyos (Jn 1:35-42), y les extendió la invitación expresa de acompañarle en el ministerio, como hizo luego con Santiago y Juan. (Mr 1:16-21.) Más tarde, Jesús predicó en la sinagoga de Capernaum, donde curó a un endemoniado, y desde esta ciudad, ubicada estratégicamente, las noticias de su predicación y milagros “salían a todo rincón de la comarca”. (Lu 4:31-37; Mr 1:21-28; véase SINAGOGA.) Los pescadores Pedro y Andrés tenían su hogar en Capernaum, y allí fue donde Jesús sanó a la suegra de Pedro. Después de la curación, multitudes de personas se reunieron “justamente a la puerta” de la casa con enfermos y poseídos por demonios para que los curase. (Mr 1:29-34; Lu 4:38-41.)
Después de la gira de predicación por Galilea acompañado de los cuatro discípulos llamados de la región de Capernaum, Jesús volvió a esta población, a la que para entonces se podía llamar “su propia ciudad”, el lugar donde podía decirse que estaba “en casa”. (Mt 9:1; Mr 2:1.) De nuevo las muchedumbres se agolparon alrededor de la casa, y en esta ocasión Jesús sanó a un paralítico, al que bajaron por una abertura practicada en el techo. (Mr 2:2-12.) Más tarde, en la oficina de los impuestos extendió la invitación a Mateo y este llegó a ser el quinto discípulo que se le unió en el ministerio activo. En casa de Mateo, en Capernaum, Jesús asistió a una fiesta en la que había muchos recaudadores de impuestos, un colectivo que despreciaban los fariseos. (Mt 9:9-11; Lu 5:27-30.)
Después de ir a Judea y Jerusalén y asistir a la Pascua del año 31 E.C., Jesús regresó a Galilea, y parece probable que fuera en una montaña de los alrededores de Capernaum donde escogió a los doce apóstoles y pronunció su famoso Sermón del Monte. (Lu 6:12-49.) Cuando entró en Capernaum, unos ancianos judíos se le acercaron e hicieron de intermediarios en favor de un oficial del ejército que había demostrado su amor a la nación judía hasta construyendo una sinagoga en la ciudad. Esta fe incondicional del oficial gentil en el poder de Jesús de sanar a su esclavo enfermo incluso a distancia (como había hecho antes con el hijo del servidor del rey), maravilló a Jesús y resultó en que profetizara que personas “de las partes orientales y de las partes occidentales” se reclinarían a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. (Mt 8:5-13; Lu 7:1-10.)
Hacia el final de esta segunda gira de predicación por Galilea, y después de trabajar en el país de los gerasenos (gadarenos), al SE. del mar de Galilea, Jesús ‘pasó de nuevo a la ribera opuesta’, probablemente a la región de Capernaum. (Mt 8:28; Mr 5:1, 21; Lu 8:26, 40.) Entre la muchedumbre expectante reunida en la orilla se encontraba una mujer que fue sanada simplemente tocando la vestidura de Jesús. Después él ejecutó un milagro mucho mayor, cuando volvió a la vida a la hija de Jairo, un presidente de la sinagoga. Aunque Jesús dio la instrucción de no hablar de esta resurrección, de nuevo “la fama de esto se extendió por toda aquella región”. (Mt 9:18-26; Mr 5:22-43; Lu 8:40-56.) Posiblemente fue en Capernaum o en sus alrededores donde Jesús sanó a dos ciegos y a un mudo endemoniado. (Mt 9:27-34.)
Al final de su tercera gira de predicación por Galilea, poco antes de la Pascua del año 32 E.C. (Jn 6:4), Jesús anduvo sobre las aguas del mar de Galilea cuando se dirigía a la costa de Genesaret, cerca de Capernaum. Una vez que entró en Capernaum, lo localizaron las muchedumbres que lo habían seguido desde el otro lado del mar. Cuando Jesús pronunció un discurso con el fin de corregir el interés básicamente materialista que la mayoría tenía en él, muchos de sus discípulos lo abandonaron. Este incidente redujo el número de sus seguidores fieles. (Mt 14:23-34; Mr 6:53; Jn 6:17-71.) Es probable que fuera en Capernaum, después de haber asistido a la Pascua de 32 E.C. en Jerusalén, donde Jesús reprendió a los fariseos tradicionalistas por criticar a sus discípulos y al mismo tiempo invalidar la Palabra de Dios por sus tradiciones. (Mt 15:1-20; Mr 7:1-23; Jn 7:1.)
Finalmente, un poco antes de la fiesta de las cabañas del año 32 E.C., cuando se acercaba el final del extenso ministerio de Jesús en Galilea y en la parte N. del país, fue en Capernaum donde milagrosamente proveyó dinero para el impuesto del templo y presentó ilustraciones en cuanto a ser el mayor en el reino de los cielos, la oveja descarriada y el zanjar dificultades. (Mt 17:24–18:35; Mr 9:33-50; Lu 9:46-50.)
Jesús mostró que Capernaum, junto con las ciudades cercanas de Corazín y Betsaida, había sido uno de los lugares en los que había ejecutado la mayoría de sus obras poderosas. (Mt 11:20-24; Lu 10:13-15.) Se la había ‘ensalzado hasta el cielo’ de manera espiritual debido a la presencia, la predicación y los milagros de Jesús, pero se la iba a rebajar como si fuese “hasta el Hades”, símbolo en este pasaje de la profundidad de su degradación. Jesús dijo, valiéndose de una hipérbole, que incluso Sodoma no hubiese sido destruida si se la hubiera favorecido tanto como a Capernaum. Actualmente la ciudad de Capernaum ya no existe, como tampoco Sodoma; en Tell Hum (Kefar Nahum) solo quedan sus ruinas, que ocupan poco más de un kilómetro del litoral del mar de Galilea.
El relato de Hechos 18:18 dice que Pablo se hizo cortar el pelo al rape en Cencreas debido a un voto, tras lo cual parece ser que zarpó rumbo a Éfeso acompañado de Priscila y Áquila (c. 52 E.C.). Unos cuatro años más tarde, cuando escribió a los romanos, el apóstol se refirió a “la congregación que está en Cencreas”. Puede que fuese Febe, una cristiana de Cencreas, quien llevase a su destino la carta de Pablo a los romanos. (Ro 16:1, 2.)
Cencreas se hallaba en un istmo estrecho en el golfo Sarónico, a unos 11 Km. al E. de Corinto, ciudad con la que estaba vinculada por una cadena de fortificaciones militares. Cencreas era el puerto oriental de Corinto y allí atracaban las embarcaciones que se dirigían al E. de Grecia, mientras que Lequeo, al otro lado del istmo, era el puerto de Corinto para Italia y el occidente. Hoy se encuentran ruinas de edificios y muelles de la antigua Cencreas en las proximidades del pueblo de Kekhries.
Ambos términos se refieren al lugar de origen de un pueblo que el rey de Asiria trasplantó a las ciudades de Samaria después del exilio de Israel en 740 a. E.C. (2Re 17:23, 24, 30.) Diezmados por una plaga de leones, los deportados de Cutá y de otros lugares pidieron ayuda al rey de Asiria, quien les envió a uno de los antiguos sacerdotes del reino septentrional de Israel. Como Dios había desaprobado desde hacía tiempo la adoración que se practicaba en Israel (1Re 13:33, 34; 16:31-33), los servicios de ese sacerdote no produjeron verdaderos adoradores de Jehová, de modo que “de sus propios dioses [los colonos] resultaron ser adoradores”, y los cuteos siguieron sirviendo a su dios Nergal. La etnia formada como resultado de la mezcla de la ‘gente de Cutá’ y otras naciones con los israelitas que quedaron se dio en llamar “los samaritanos”. Según Josefo, “este pueblo [era] llamado de los cuteos en idioma hebreo, de los samaritanos en lengua griega”. (Antigüedades Judías, libro IX, cap. XIV, sec. 3.) Al parecer, se usó la designación “cuteos” debido a que la gente de Cutá predominaba entre los primeros pobladores. (2Re 17:24-41.)
El descubrimiento de tablillas de contratos en Tell Ibrahim (Imam Ibrahim), lugar situado a unos 50 Km. al NE. de Babilonia, en las que aparece el nombre Kutu (equivalente acadio de Cut), ha llevado a muchos geógrafos a identificar Tell Ibrahim con la Cutá bíblica. Hay indicios de que Cutá fue en un tiempo una de las ciudades más importantes del Imperio babilonio y probablemente también una de las de mayor extensión, pues el montículo que hoy la delimita tiene unos 18 m. de alto y 3 Km. de circunferencia. Entre las ruinas se encuentra lo que, según se cree, debió ser el emplazamiento de un templo dedicado a Nergal, lo que armoniza con la declaración bíblica de que “los hombres de Cut” eran devotos de ese dios. (2Re 17:29, 30.)
Territorio que se hallaba en la región montañosa que está al E. del mar Adriático, en lo que hoy día es Yugoslavia. Después del año 9 E.C., se le consideró el distrito más meridional de los dos que componían la provincia romana de Ilírico, aunque parece que los nombres de Dalmacia e Ilírico se usaban indistintamente para designar aquella provincia. Tito, compañero de Pablo, partió hacia Dalmacia poco antes de la ejecución del apóstol, que debió ocurrir cerca de 65 E.C. (2Ti 4:6-10.) En el mismo versículo en el que se dice que Demas había “abandonado” a Pablo, se dice también que Tito había partido para Dalmacia. Sin embargo, aunque no se precisa el propósito de la misión de Tito en este lugar, al parecer fue allí con la aprobación de Pablo. Puesto que unos nueve años antes, cuando Pablo finalizaba su tercer viaje misional, había dicho que su “circuito” se extendía hasta Ilírico (Ro 15:19), al N., algunos eruditos opinan que envió a Tito a aquella región para supervisar las congregaciones y participar en la obra misional. De ser así, habría actuado de modo similar a como lo había hecho en Creta. (Tit 1:5.) En su carta a Tito, Pablo le pidió que saliese de Creta (Tit 3:12), y parece probable que permaneciese con el apóstol hasta ser enviado a Dalmacia.
Lugar de Jerusalén con el pavimento de piedra donde el gobernador romano Poncio Pilato se sentó en el tribunal para juzgar a Jesucristo. (Jn 19:13.) Este lugar se llamaba en hebreo “Gábbatha”, palabra de origen incierto, pero que posiblemente significa “Colina”, “Altura” o “Espacio Abierto”. La denominación griega, Li-thó-strô-ton, puede aplicar a un pavimento de mosaico decorativo.
“El Empedrado” donde Jesús compareció ante Pilato se relaciona de alguna manera con “el palacio del gobernador”. (Jn 19:1-13.) Puede que fuera un recinto abierto enfrente del palacio de Herodes el Grande; algunos eruditos prefieren identificarlo con un lugar cercano a la Fortaleza Antonia o con su mismo patio central, al NO. del templo. De cualquier modo, la ubicación exacta de “El Empedrado” sigue siendo desconocida. (Véanse PALACIO DEL GOBERNADOR.)
Una de las ciudades filisteas más importantes; al parecer era la sede más septentrional de uno de sus cinco señores del eje. (Jos 13:3.) No se conoce con certeza su ubicación exacta, pero por lo general se la identifica con Khirbet el-Muqanna´ (Tel Miqne), a unos 18 Km. al E. de Asdod. Excavaciones recientes realizadas en ese lugar han desenterrado la mayor ciudad de aquel período, por lo que se cree que debió ser la ubicación de Eqrón.
La historia de Eqrón está repleta de cambios constantes de dueño. Este emplazamiento no se contó entre las conquistas de Josué, y los habitantes de Judá no lograron capturarla hasta más adelante. (Jos 13:2, 3; Jue 1:18.) En la división inicial de la Tierra Prometida, Eqrón estaba en la frontera entre Judá y Dan, pero dentro de la tribu de Judá. (Jos 15:1, 11, 45, 46; 19:40-43.) Cuando los filisteos capturaron el arca del pacto, Eqrón formaba parte de sus dominios. La presencia del Arca en Eqrón causó “una confusión mortífera”, lo que terminó en que se devolviese el Arca a los judíos desde esta ciudad. (1Sa 5:10-12; 6:16, 17.) Después de estar un tiempo bajo el control de los israelitas, parece ser que para cuando David mató a Goliat, los filisteos tenían de nuevo en su poder esta ciudad. (1Sa 7:14; 17:52.) Al principio del siglo X a. E.C. el faraón Sisaq de Egipto afirmó que había tomado Eqrón. Unos dos siglos más tarde, según los anales de Senaquerib, el rey Padi de Eqrón era leal a los asirios.
Ciudad de los señores del eje de los filisteos. (1Sa 6:17, 18.) Estaba situada al E. de la llanura de Filistea, y desempeñó un papel importante en la dominación alternativa de esa zona por parte de los israelitas y los filisteos. Gat, el lugar de nacimiento de Goliat y otros guerreros gigantes, estaba ocupada por los anaquim cuando Israel cruzó el Jordán para entrar en la Tierra Prometida. (Jos 11:22; 1Sa 17:4; 2Sa 21:15-22; 1Cr 20:4-8.) A los residentes de Gat se les llamaba guititas. (Jos 13:3.)
Cuando Josué conquistó la Tierra Prometida, no tomó el territorio ocupado por los filisteos, sino que se conquistó más tarde. No obstante, cuando Jehová comisionó a Josué para que asignara el territorio a las diferentes tribus, la porción de Judá incluía el territorio donde se encontraba Gat. (Jos 13:2, 3; 15:1, 5, 12.)
En diferentes ocasiones, tanto los efraimitas como los benjamitas tuvieron escaramuzas con los guititas, como revelan algunos comentarios de las genealogías. (1Cr 7:20, 21; 8:13.)
En los días de Samuel se llevó a Gat el arca del pacto que había sido capturada, con consecuencias desastrosas para los habitantes de la ciudad. (1Sa 5:8, 9.) Poco después Israel sojuzgó a los filisteos, y ciertas ciudades que estos habían tomado de Israel “siguieron volviendo a Israel, desde Eqrón hasta Gat”. (1Sa 7:14.) Más tarde, cuando David mató al gigante guitita Goliat, los israelitas persiguieron a los filisteos hasta Eqrón y Gat. (1Sa 17:23, 48-53.)
Tiempo después, David se refugió en Gat cuando se vio obligado a huir de Saúl. Los siervos de Akís, el rey de Gat, empezaron a decir: “¿No es éste David el rey del país?”, así que David tuvo miedo y fingió estar loco para poder escapar. (1Sa 21:10-15.) Recordando la experiencia que tuvo en Gat, David compuso dos salmos. (Salmos 34 y 56, encab.) Sin embargo, la siguiente ocasión en la que David fue a Gat ya no era un fugitivo solitario, sino un líder de 600 guerreros con sus familias. El rey Akís estaba deseoso de conseguir el apoyo de David en su lucha contra Saúl, de modo que le concedió a él y a sus hombres residir a salvo en la ciudad de Ziqlag, donde permanecieron hasta que se dio muerte a Saúl dieciséis meses más tarde, después de lo cual David se trasladó a Hebrón. (1Sa 27:2–28:2; 29:1-11; 2Sa 1:1; 2:1-3.) En su endecha sobre Saúl y Jonatán, David señaló que la noticia de la muerte de Saúl causaría regocijo y júbilo en las ciudades filisteas de Gat y Asquelón. (2Sa 1:20.)
Durante el reinado de David, Gat y sus pueblos dependientes llegaron a estar en manos de los israelitas. (1Cr 18:1.) Cuando David huyó de Absalón, había 600 guititas entre los que se fueron con él. (2Sa 15:18.) Mientras reinaba Salomón, Akís todavía era rey de Gat. (1Re 2:39-41.) Seguramente era un príncipe vasallo, no un rey en el sentido común de la palabra. (Véase SEÑORES DEL EJE.) Más tarde, Rehoboam, el sucesor de Salomón, reedificó y fortificó esa ciudad. (2Cr 11:5-8.)
El rey Hazael de Siria arrebató a Jehoás la ciudad de Gat poco después del año vigésimo tercero (876 a. E.C.) de este rey de Judá. (2Re 12:6, 17.) Los filisteos debieron recuperar el control de la ciudad más tarde, pues Uzías la capturó de nuevo en su campaña contra ellos. (2Cr 26:3, 6.) Los profetas Amós y, más adelante, Miqueas, se refieren a Gat como una ciudad extranjera. (Am 6:2; Miq 1:10.) El rey asirio Sargón se jactó de conquistar Gat poco después de 740 a. E.C., y desde entonces no se hacen más referencias históricas a esa ciudad. A partir de ese momento, cuando la Biblia menciona ciudades filisteas, no incluye a Gat. (Sof 2:4; Jer 25:17, 20; Zac 9:5, 6.)
No se sabe con exactitud dónde estaba situada Gat. Se han propuesto varios emplazamientos, pero las excavaciones arqueológicas efectuadas en la mayoría de estos lugares no encajan con la historia de la ciudad de Gat. Algunos eruditos se inclinan a favor de Tell es-Safi (Tel Zafit), a 18,5 Km. al ESE. de Asdod. Yohanan Aharoni sostiene: “Dado que no existe otro tell adecuado en esta región meridional, haríamos bien en considerar una propuesta anterior que identificaba Gat con Tell es-Safi. Se trata de un emplazamiento grande e importante con una ciudad contemporánea a sus pies, en la que se ha encontrado importante cerámica filistea. El que esté ubicada donde Wadi es-Sant (el valle de Elah) se adentra en la Sefelá occidental encaja con el relato de la victoria de David sobre Goliat el guitita. La lucha tuvo lugar en la parte más oriental, entre Socoh y Azeqá. (1Sa 17:1.) Más tarde los israelitas persiguieron a los filisteos ‘hasta llegar a Gat [...] y a las puertas de Eqrón, de modo que los filisteos heridos cayeron en el camino de Saaraim hasta Gat y Eqrón’ (vs. 52)”. (The Land of the Bible, traducción y edición de A. Rainey, 1979, pág. 271.)
Guititas - (De [Pertenecientes a] Gat). Término con que se suele designar a los habitantes o naturales de la ciudad filistea de Gat. (Jos 13:2, 3.) El gigante Goliat era guitita. (2Sa 21:19; 1Cr 20:5.) Ittai, al que se llamó “extranjero” y “desterrado”, y los demás guititas, se adhirieron lealmente a David cuando este tuvo que huir por causa de la rebelión de su hijo Absalón. (2Sa 15:13, 18-22; 18:2.)
Sin embargo, el término “guitita” también se usa para referirse a Obed-edom, en cuya casa estuvo por un tiempo el arca del pacto. (2Sa 6:10, 11; 1Cr 13:13.) Algunos eruditos creen que también era de Gat de Filistea. No obstante, parece más probable que Obed-edom fuera un levita al que se llamaba guitita porque provenía de la ciudad levita de Gat-rimón. (Jos 21:20, 23, 24.)
Nombre de la cordillera más occidental de las dos que forman el sistema montañoso del Líbano. Su nombre quizás se derive del color de sus cimas y de sus peñascos de piedra caliza, o de sus cúspides cubiertas de nieve durante la mayor parte del año. (Jer 18:14.) La cordillera del Líbano, que se extiende a lo largo del mar Mediterráneo por unos 160 Km. de NNE. a SSO., corre paralela a la del Antilíbano unos 100 Km. Las separa un valle largo y fértil (Celesiria o la Bekaa) que tiene entre 10 y 16 Km. de ancho. (Jos 11:17; 12:7.) Por este valle, fluye hacia el N. el río Orontes, mientras que el Litani (cuyo curso más bajo se llama Nahr el-Kasimiye) fluye hacia el S. y bordea el extremo meridional de la cordillera del Líbano. Más allá del extremo septentrional de la cadena montañosa del Líbano, pasa otro río, el Nahr el-Kebir (Eleutherus).
Con pocas excepciones, las estribaciones de la cordillera del Líbano se elevan prácticamente desde el mismo mar Mediterráneo, y solo dejan una estrecha llanura costera. Las cumbres de esta cordillera oscilan entre los 1.800 m. y los 2.100 m. de altura, y solo dos de ellas sobrepasan los 3.000 m. Las laderas del Líbano, tanto las de la vertiente oriental como las de la occidental, son escarpadas.
Sus laderas orientales son bastante áridas y prácticamente no tienen ninguna corriente de agua importante; sin embargo, las laderas occidentales están bien regadas, pues las surcan arroyos y desfiladeros. (Compárese con Can 4:15.) La parte más baja de las laderas occidentales forma terrazas escalonadas donde crecen viñas, grano, árboles frutales, moreras, nogales y olivos. (Compárese con Os 14:5-7.) En el rico suelo de la capa de piedra arenisca hay pinos, y en las zonas más altas se encuentran algunas pequeñas arboledas de majestuosos cedros, que antiguamente cubrían la cordillera y cuya madera se usó para diversos propósitos. (1Re 6:9; Can 3:9; Eze 27:5.) Los fresnos, los cipreses y los enebros también son originarios de la cordillera del Líbano. (1Re 5:6-8; 2Re 19:23; Isa 60:13.) Entre los animales que habitan esta región están el chacal, la gacela, la hiena, el lobo y el oso. En tiempos antiguos había muchos más bosques y una mayor abundancia de animales salvajes, entre los que se contaban el león y el leopardo. (Can 4:8; Isa 40:16.) Es posible que la expresión “fragancia del Líbano” tenga su origen en la fragancia de esos grandes bosques. (Can 4:11.)
Los israelitas no conquistaron la región del Líbano durante el tiempo de Josué, pero llegó a ser el límite NO. de la tierra. (Dt 1:7; 3:25; 11:24; Jos 1:4; 9:1.) Los habitantes paganos de esta región fueron una prueba para la fidelidad de Israel a Jehová. (Jue 3:3, 4.) Siglos más tarde, el rey Salomón gobernó sobre una parte del Líbano, donde efectuó algunas obras de construcción. (1Re 9:17-19; 2Cr 8:5, 6.) Posiblemente una de estas obras fue “la torre del Líbano, que mira hacia Damasco”. (Can 7:4; no obstante, hay quien cree que esta expresión se refiere a uno de los picos del Líbano.) En ese tiempo, Hiram, el rey de Tiro, dominaba otra sección del Líbano, desde donde suministró a Salomón maderas de cedro y de enebro. (1Re 5:7-14.)
Las montañas del Líbano dominan el panorama de la Tierra Prometida. Realmente son dos cordilleras que corren paralelas. Las estribaciones de la cordillera del Líbano propiamente dicha siguen hasta la Alta Galilea. En muchos lugares las estribaciones llegan justamente hasta el litoral. El pico más elevado de esta cordillera mide unos 3.000 metros (10.000 pies) sobre el nivel del mar. El pico más elevado de la cordillera adyacente del Antilíbano es el hermoso monte Hermón, que se eleva 2.814 metros (9.232 pies) sobre el nivel del mar. Su nieve derretida constituye una importante fuente de agua para el río Jordán y una fuente de rocío durante la temporada seca en la primavera avanzada. (Sal. 133:3.) Las montañas del Líbano eran especialmente famosas por sus cedros gigantescos, cuya madera figuró en la construcción del templo de Salomón. (1 Rey. 5:6-10.) Aunque solo quedan unos cuantos bosquecillos de cedros hoy, las laderas inferiores todavía sustentan viñas, olivares y huertos, como lo hacían en tiempos bíblicos. (Ose. 14:5-7.)
Al concluir así nuestra visita a la Tierra de Promisión de Jehová, localizada como está entre el desierto inhóspito hacia el este y el mar Grande, podemos formarnos un cuadro mental de la gloria que la revistió antes, en los días de Israel. En realidad era ‘una tierra muy, muy buena que manaba leche y miel’. (Núm. 14:7, 8; 13:23.) Moisés habló así de ella: “Jehová tu Dios va a introducirte en una buena tierra, tierra de valles torrenciales de agua, manantiales y profundidades acuosas que brotan en la llanura-valle y en la región montañosa, tierra de trigo y cebada y vides e higos y granadas, tierra de olivas de aceite y miel, tierra en la cual no comerás pan con escasez, en la cual no te faltará nada, tierra cuyas piedras son hierro y de cuyas montañas extraerás cobre. Cuando hayas comido y te hayas satisfecho, entonces tienes que bendecir a Jehová tu Dios por la buena tierra que te ha dado”. (Deu. 8:7-10.) Que todos los que ahora aman a Jehová den igualmente gracias por lo que Dios se propone: hacer de toda la Tierra un paraíso glorioso, según el modelo de su antigua Tierra Prometida. (Sal. 104:10-24.)
Uso ilustrativo. Muchas de las referencias bíblicas al Líbano tienen que ver con su productividad (Sl 72:16; Isa 35:2) y sus exuberantes bosques, en particular sus majestuosos cedros. (Sl 29:5.) A menudo se habla del Líbano en sentido figurado. Se dice que se ha quedado avergonzado, compadeciéndose de la tierra de Judá, que las fuerzas asirias habían ‘despojado’. (Isa 33:1, 9.) Sin embargo, el ejército asirio tenía que experimentar calamidad, sería talado como si fueran árboles del Líbano. (Isa 10:24-26, 33, 34.) Para indicar los efectos desastrosos que resultarían del juicio de Jehová, se dice que “la flor misma del Líbano se ha marchitado”. (Na 1:4.) No obstante, en una profecía de restauración, se dice que los bosques del Líbano se convierten en huertos fructíferos, lo que ilustra un cambio completo de la situación. (Isa 29:17, 18.)
Por medio de Jeremías, Jehová dijo “respecto a la casa del rey de Judá”: “Tú eres para mí como Galaad, la cabeza del Líbano”. (Jer 22:6.) Parece ser que “la casa” designa el complejo del palacio (Jer 22:1, 5), que al estar emplazado en un alto, tenía una posición ensalzada y magnífica, como el Líbano. Además, en la construcción de varios de aquellos edificios reales se había usado mucha madera de cedro. (1Re 7:2-12.) El rey Jehoiaquim, que oyó las palabras registradas en Jeremías 22:6, había hecho revestir de cedro su lujoso palacio. (Jer 22:13-15.) Por todo ello, el recinto del palacio era como un bosque magnífico de edificios hechos de madera de cedro, y apropiadamente se le podía comparar al Líbano y a la región de Galaad, que estaba densamente poblada de árboles. Jehová advirtió a Judá que si el rey Jehoiaquim, sus siervos y el pueblo no hacían justicia, la ‘casa llegaría a ser un mero lugar devastado’ (Jer 22:1-5) y los que moraran en el figurativo Líbano (Jerusalén), anidados en los simbólicos cedros, tendrían que pasar calamidades. (Jer 22:23; véase también Eze 17:2, 3.)
De manera similar, el deseo del rey asirio Senaquerib de “[ascender] a la altura de regiones montañosas, las partes más remotas del Líbano” y “[cortar] sus cedros encumbrados”, parece aludir a sus intenciones con respecto a Jerusalén. (Isa 37:21-24.) Las palabras proféticas: “La violencia hecha al Líbano” (Hab 2:17), pueden referirse a la calamidad reservada a Jerusalén o, si se entiende literalmente, a la disminución de los bosques del Líbano debido a los estragos de la guerra. (Compárese con Isa 14:5-8.)
La profecía de Zacarías (10:10) habló del tiempo en que Jehová llevaría a su pueblo de regreso a la tierra de Galaad y al Líbano. En este caso, el Líbano puede referirse al territorio que quedaba al O. del Jordán, tal como Galaad era la tierra que quedaba al E. de dicho río.
Región sudoriental de Europa que ocupaba la parte central de lo que actualmente se conoce como la península balcánica, al norte de Grecia que se hizo famosa bajo Alejandro Magno. Se extendía desde el mar Adriático, al O., hasta el mar Egeo, al E., y quedaba al N. de Acaya. Aunque cuenta con muchas llanuras fértiles, es principalmente una zona montañosa. En la antigüedad Macedonia era un eslabón vital entre Oriente y Occidente. La vía Egnatia, construida por los romanos, iba desde Dirraquio y Apolonia, en la costa occidental de la península, hasta más allá de Neápolis, en la costa oriental. Fue independiente hasta que la conquistaron los romanos. Cuando el apóstol Pablo visitó Europa por primera vez, era una provincia romana. Pablo visitó esta región tres veces (Hch 16:9). Ver apéndice B13.
Los macedonios eran descendientes de Jafet, quizás por la línea de Kitim, el hijo de Javán. (Gé 10:2, 4, 5.) Aunque el nombre “Kitim” se relacionaba principalmente con la isla de Chipre, en la antigüedad se usó también para referirse a otras regiones. El historiador Josefo escribe que los hebreos llamaron a las islas y a la mayor parte de los litorales (al parecer los de la zona mediterránea) “Cetim”. (Antigüedades Judías, libro I, cap. VI, sec. 1.) Este hecho puede explicar el que Macedonia reciba el nombre de “Cetim” en el libro apócrifo de 1 Macabeos 1:1, BR; SA, 1972), y por ello es posible que los macedonios fueran descendientes de Kitim.
Historia. Macedonia alcanzó relevancia durante la gobernación de Filipo II. Este rey pudo unificar Macedonia y las regiones vecinas, y como resultado de su victoria en la batalla de Queronea (338 a. E.C.), Macedonia impuso su supremacía sobre la mayoría de los estados griegos. Después del asesinato de Filipo, su hijo Alejandro Magno ascendió al trono. Dos años después comenzó su extensa campaña de conquistas. Al tiempo de su muerte en Babilonia (323 a. E.C.), había forjado con sus conquistas un imperio que se extendía hasta la India, al E., y englobaba Mesopotamia, Siria, Palestina, Egipto, Asia Menor, Tracia, Macedonia y Grecia. (Véanse Da 2:31-33, 39; 7:6; 8:1-7, 20, 21; BESTIAS SIMBÓLICAS; IMAGEN.)
Cuando el imperio se dividió después de la muerte de Alejandro, Antípatro, el que había sido regente de Macedonia mientras Alejandro guerreaba en el Oriente, conservó ese puesto. Antes de su muerte, confió la regencia a Polipercón en vez de a su propio hijo Casandro. Esta acción dio lugar a luchas políticas que culminaron en el reconocimiento de Casandro como rey de Macedonia. A Casandro le sucedió su hijo Alejandro, pero poco después lo mató Demetrio Poliorcetes (hijo de Antígono el Cíclope, uno de los generales de Alejandro Magno). De nuevo surgió la confusión. Finalmente, Antígono Gonatas, hijo de Demetrio Poliorcetes, consiguió hacerse con el trono. Aunque perdió la corona dos veces, Antígono pudo recuperarla en las dos ocasiones y Macedonia siguió bajo el control de los Antígonos hasta la llegada de la administración romana. Para la mitad del siglo II a. E.C., Macedonia llegó a ser una provincia romana. Durante el siglo I E.C., se unió por un tiempo con Acaya, al S., y Mesia, al N., para formar una provincia imperial bajo el legado de Mesia. Sin embargo, en el año 44 E.C. Macedonia volvió a convertirse en provincia senatorial bajo la jurisdicción de un gobernador romano. (Véase GRECIA, GRIEGOS.)
Ministerio de Pablo. Macedonia fue la primera región de Europa que visitó el apóstol Pablo en su segundo viaje misional. Mientras estaba en Troas, al NO. de Asia Menor, tuvo una visión. “Cierto varón macedonio estaba de pie y le suplicaba y decía: ‘Pasa a Macedonia y ayúdanos’.” (Hch 16:8, 9.) Pablo respondió a esa visión y partió para Macedonia junto con Lucas, Timoteo, Silas y quizás otros compañeros. Después de llegar a Neápolis (el puerto de Filipos, al NE. de Macedonia), fue a Filipos y declaró allí las buenas nuevas. (Hch 16:11-40.) Parece ser que Lucas se quedó en Filipos cuando Pablo, Silas y Timoteo viajaron a las ciudades macedonias de Anfípolis (a unos 50 Km. al OSO. de Filipos) y Apolonia (aproximadamente a 50 Km. al SO. de Anfípolis). A continuación, Pablo testificó en las ciudades macedonias de Tesalónica (a más o menos 60 Km. al ONO. de Apolonia) y Berea (aproximadamente a 80 Km. al OSO. de Tesalónica). (Hch 17:1-12.) Debido a la amenaza de chusmas en Berea, Pablo se vio obligado a partir de Macedonia. No obstante, dejó a Silas y a Timoteo en Berea a fin de que pudiesen atender al nuevo grupo de creyentes que se había formado. Silas y Timoteo se reunirían con él más tarde. (Hch 17:13-15.) Posteriormente, preocupado por el bienestar de la nueva congregación de Tesalónica, envió a Timoteo para animar a aquellos hermanos. (1Te 3:1, 2.) Quizás Timoteo se reunió con Pablo en Atenas, Acaya, y luego fue de nuevo a Tesalónica. Sin embargo, parece más probable que Pablo le indicase en Berea que fuese a Tesalónica. El buen informe que Timoteo llevó a su vuelta impulsó a Pablo a escribir su primera carta a los Tesalonicenses. (1Te 3:6; Hch 18:5.) Poco tiempo después les escribió su segunda carta.
Durante el transcurso de su tercera gira misional, Pablo hizo planes para regresar a Macedonia. (1Co 16:5-8; 2Co 1:15, 16.) Aunque permaneció un poco más de tiempo en Éfeso, envió a aquella región a Timoteo y a Erasto. (Hch 19:21, 22.) Más tarde, un platero de Éfeso, Demetrio, levantó una chusma contra Pablo. La ciudad se puso en confusión, y mientras los efesios se apresuraban al teatro, tomaron y llevaron consigo a “Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo”. (Hch 19:23-29.) Después que pasó el alboroto, Pablo partió para Macedonia. (Hch 20:1.) Parece ser que se detuvo en Troas, y le contrarió no encontrar allí a Tito, que había sido enviado a Corinto (Acaya) con el fin de ayudar en la colecta para los santos de Judea. (2Co 2:12, 13.) Pablo continuó hacia Macedonia, donde se reunió con Tito, que le informó de cómo habían reaccionado los corintios a la primera carta que les escribió. (2Co 7:5-7.) Luego Pablo escribió a los corintios su segunda carta, y más tarde se dirigió al S. de Grecia. Tenía la intención de hacerse a la mar desde Grecia en dirección a Siria, pero un complot de los judíos hizo que cambiara sus planes y regresara a Macedonia. (Hch 20:2, 3.) Entre sus compañeros de viaje había tres macedonios: Sópater, Aristarco y Segundo. (Hch 20:4.)
Los cristianos macedonios eran pobres, pero aun así eran muy generosos. Contribuyeron por encima de sus posibilidades en favor de los hermanos necesitados de Judea. (2Co 8:1-7; compárese con Ro 15:26, 27; 2Co 9:1-7.) Los filipenses apoyaron de modo sobresaliente el ministerio de Pablo. (2Co 11:8, 9; Flp 4:15-17.) Cuando el apóstol estuvo en prisión en Roma por primera vez, la congregación de Filipos incluso envió a Epafrodito para que atendiera sus necesidades. (Flp 2:25-30; 4:18.) Y los tesalonicenses manifestaron gran fe y perseverancia, por lo que llegaron a ser un ejemplo para “todos los creyentes de Macedonia y de Acaya”. (1Te 1:1-8; 4:9, 10.)
Parece ser que después que dejaron a Pablo en libertad en Roma, volvió a visitar Macedonia, y desde allí escribió la carta conocida como Primera a Timoteo. (1Ti 1:3.) Es posible que la carta a Tito también se haya escrito desde Macedonia.
La tierra situada en el extremo oriental del mar Mediterráneo que en un tiempo estuvo ocupada por la antigua nación de Israel. El nombre se deriva de la palabra latina Palaestina y la griega Pa·lai·stí·në. Esta última viene, a su vez, del término hebreo Pelé·scheth. En las Escrituras Hebreas, Pelé·scheth (que se traduce “Filistea”) se refiere únicamente al territorio de la costa ocupado por los filisteos. (Éx 15:14; Sl 60:8; 83:7; 87:4; 108:9; Isa 14:29, 31; Joe 3:4.) Sin embargo, Heródoto (siglo V a. E.C.) y otros escritores seglares posteriores (Filón, Ovidio, Plinio, Josefo y Jerónimo) utilizaron los términos griego y latino para designar todo el territorio que había sido conocido como la “tierra de Canaán” o la “tierra de Israel”. (Nú 34:2; 1Sa 13:19.) Puesto que Jehová había prometido esta tierra a Abrahán y a sus descendientes (Gé 15:18; Dt 9:27, 28), también se la podía llamar la Tierra Prometida o la “tierra de la promesa”. (Heb 11:9.) Desde la Edad Media se la conoce también como Tierra Santa.
Se puede decir que Palestina es el eslabón que une los continentes europeo y asiático con el africano. Se encontraba en el centro de una circunferencia alrededor de la cual estaban ubicadas las antiguas potencias mundiales: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. (Eze 5:5.) Palestina estaba flanqueada al E. y al S. por grandes desiertos y al O., por el mar Grande o Mediterráneo, y era un paso obligado entre los ríos Nilo y Éufrates por el que viajaban las caravanas en las grandes rutas comerciales. Se hallaba en la extensa región conocida en la actualidad como la Media Luna Fértil, y era una tierra de un particular atractivo por sus recursos naturales y características singulares.
En la actualidad se emplea el nombre “Palestina” con referencia a una amplia región cuyos límites no se precisan. Al S. se podría trazar una línea imaginaria desde el extremo meridional del mar Muerto hasta el extremo sudoriental del mar Mediterráneo, y al N., otra desde las laderas meridionales del monte Hermón hasta cerca de la ciudad de Tiro. Entre los límites N. y S., “desde Dan hasta Beer-seba” (1Sa 3:20; 2Sa 3:10), tenía una extensión de unos 240 Km. Desde la costa mediterránea y hacia el interior, en dirección E., Palestina llegaba hasta el desierto de Arabia. Ocupaba, por lo tanto, una superficie total de 25.500 Km.2, una superficie algo menor que la de Bélgica y un poco mayor que la de El Salvador.
Características geográficas.
Geográficamente, el territorio de Palestina se puede dividir de N. a S. en cuatro regiones longitudinales paralelas.
La primera es una llanura fértil que ocupa una franja a lo largo de la costa, que en su mayor parte tiene muy pocos puertos naturales. El promontorio de la imponente cordillera del monte Carmelo, que se proyecta casi hasta el mar, divide en dos esta llanura costera. A la sección septentrional se la conoce como la llanura de Aser (Fenicia); la meridional sigue las dunas de arena a lo largo de la costa y abarca la llanura de Sarón y la de Filistea, que se ensancha en su parte S.
En la segunda región geográfica, junto a las llanuras marítimas, se encuentran las principales cordilleras montañosas, que atraviesan el país de N. a S. como una columna vertebral. En el N. estaban las montañas de Neftalí, llamadas también las colinas de Galilea. Estas eran una extensión de las cordilleras del Líbano, famosas por sus bosques de cedros y por el monte Hermón, que se eleva a 2.814 m. La altitud de las montañas septentrionales de Palestina oscila entre los 1.208 m. del Har Meron, en la Alta Galilea, y los 562 m. del monte Tabor, famoso desde los días de Barac. (Jue 4:12.) Por debajo del monte Tabor hay una llanura central relativamente ancha que corta transversalmente el país de O. a E., separando las montañas del N. de las del S. Este valle, donde se pelearon muchas batallas decisivas, consta de dos partes: la oriental, o “llanura baja de Jezreel”, y la occidental, o “llanura-valle de Meguidó”. (Jos 17:16; 2Cr 35:22.)
Al O. y al N. del valle de Meguidó, desaguado por el río Cisón, se encuentra la cordillera del Carmelo, que va desde la costa hacia el SE. y se une a las montañas de Efraín o Samaria, en las que se elevan los históricos montes Guerizim y Ebal, este último de unos 900 m. de altura. (Dt 11:29.) Continuando hacia el S., se halla la cordillera conocida como la “región montañosa de Judá”, pues aunque las elevaciones oscilan entre unos 600 y 1.000 m., la zona abunda en mesetas, colinas redondeadas y laderas poco inclinadas. (2Cr 27:4; Lu 1:39.) En esta región están las ciudades de Jerusalén, Belén y Hebrón.
En el S., las montañas de Judá se confunden paulatinamente con el Négueb, un nombre que según se cree viene de una raíz que significa “estar reseco” y que aplicaba a la región que se extendía hasta el valle torrencial de Egipto, y constituían la parte S. de Palestina. En el límite N. del Négueb estaba la ciudad de Beer-seba, parecida a un oasis; y en el extremo S., Qadés-barnea. (Gé 12:9; 20:1; 22:19.)
Al acercarse a las montañas de Judá por el O., se llega a la zona de colinas conocida como la Sefelá, con sus frecuentes valles pequeños que van de O. a E., desde las llanuras costeras hasta las tierras elevadas. (Jos 9:1.) En su mayoría, estas colinas eran adecuadas para apacentar rebaños y ganado, pues los manantiales de los valles suministraban el agua necesaria.
La tercera región geográfica de Palestina es la gran hendidura, a veces llamada el Arabá (Dt 11:30), que divide el país longitudinalmente de N. a S. Esta profunda hendidura empieza en Siria, al N., y se extiende hacia el S., hasta el golfo de `Aqaba, en el mar Rojo. Las cordilleras montañosas y peñascos que discurren en paralelo a ambos lados de la hendidura son lo que hace que esta depresión central de la tierra sea tan espectacular.
Cuando se sigue de N. a S. esta depresión parecida a zanja, se desciende rápidamente desde las estribaciones del monte Hermón hasta la cuenca del Huleh, donde la cabecera del Jordán formaba antiguamente un pequeño lago. Desde allí, el Jordán desciende rápidamente más de 270 m. en unos 16 Km. hasta llegar al mar de Galilea, que está a unos 210 m. bajo el nivel del mar. Desde Galilea hasta el mar Muerto a esta gran hendidura de la corteza terrestre se la conoce como el valle del Jordán, llamado por los árabes el Ghor, que significa “Depresión”. Es una “garganta” grande que en ciertos lugares llega a tener 19 Km. de ancho. La cuenca del Jordán está unos 45 m. por debajo del suelo de este valle. En este tramo el río desciende otros 180 m., serpenteando lentamente hasta el mar Muerto, cuya superficie está a casi 400 m. por debajo del nivel del Mediterráneo, lo que le hace el punto más bajo de la superficie de la Tierra. (GRABADO, vol. 1, pág. 334.)
Al S. del mar Muerto, la gran hendidura sigue por unos 160 Km. hasta el golfo de `Aqaba; a esta parte de la hendidura se la conoce comúnmente como el Arabá. (Dt 2:8.) A mitad de camino alcanza su punto más elevado, unos 200 m. sobre el nivel del mar.
La cuarta región geográfica de Palestina está formada por colinas y mesetas al E. de la gran hendidura del Jordán. (Dt 2:36, 37; 3:8-10.) Por el N., esta tierra cultivable se extiende unos 100 Km. al E. del mar de Galilea, mientras que por el S., la anchura solo es de unos 40 Km., antes de convertirse en áridas estepas que finalmente se pierden en el desierto de Arabia. La parte septentrional y más ancha de esta ondulada región oriental, situada al N. de Ramot-galaad, se llamaba la tierra de Basán, y tenía una altura media de unos 600 m.; al S. de Basán, la región de Galaad alcanza una altitud de unos 1.000 m. La parte S. de Galaad limita con la meseta que hay al N. del valle torrencial de Arnón, donde está situado el monte Nebo, que supera los 820 m. de altura. Este territorio, que en un tiempo fue posesión de los ammonitas, a su vez limitaba al S. del valle torrencial de Arnón con la tierra de Moab. (Jos 13:24, 25; Jue 11:12-28.)
Nombres geográficos.
Los nombres hebreos antiguos de muchas ciudades, montañas y valles se han perdido, en parte debido a la casi constante ocupación árabe de Palestina desde el año 638 E.C. Pero como el árabe es la lengua viva más cercana al hebreo, en algunas ocasiones es posible identificar con considerable seguridad, ciertos lugares y ubicaciones antiguos de acontecimientos importantes.
En la lista que acompaña este artículo se dan algunos términos geográficos comunes en árabe y hebreo que son de ayuda al relacionar lugares con ubicaciones bíblicas.
Condiciones climáticas. El clima de Palestina es tan variado como su topografía. En unos 160 Km., desde el mar Muerto hasta el monte Hermón, los grandes contrastes de altitud producen condiciones climáticas tan variadas como las que hay en otros lugares que están separados por miles de kilómetros de latitud entre el trópico y el ártico. El monte Hermón por lo general está cubierto de nieve todo el año, mientras que en el mar Muerto el termómetro a veces alcanza los 50 °C (122 °F). Las brisas marinas que proceden del Mediterráneo templan la temperatura a lo largo de la cordillera central. Como resultado, en Jerusalén muy pocas veces se sobrepasan los 32 °C (90 °F) y raras veces hiela. Por ejemplo, en enero la temperatura promedio es de unos 10 °C (50 °F); en esa parte del país tampoco son comunes las nevadas. (Compárese con 2Sa 23:20.)
En este país de contrastes, las precipitaciones también varían mucho. A lo largo de la costa son de unos 380 mm. anuales, pero en las cimas del monte Carmelo, de la cordillera central y de las regiones montañosas que están al E. del Jordán llegan a duplicar esa cantidad. Por otro lado, el Négueb, el bajo Jordán y la región del mar Muerto tienen un clima desértico, con unas precipitaciones entre 50 y 100 mm. anuales. La mayor parte de esas precipitaciones caen en los meses invernales, diciembre, enero y febrero, mientras que en los meses estivales, de junio a octubre, solo caen el 6 ó 7% del total. La ligera lluvia “temprana” u otoñal de octubre y noviembre permite arar el suelo (endurecido por el calor del verano) en preparación para la siembra de los cereales de invierno. La lluvia “tardía” o de primavera llega en marzo y abril. (Dt 11:14; Joe 2:23; Zac 10:1; Snt 5:7.)
En Palestina abunda el rocío, en especial en los meses secos del verano, y gracias a ello pueden subsistir muchas de las viñas y las tierras de pasto. (Ag 1:10; Zac 8:12.) Gran cantidad del rocío de Palestina se debe a las brisas cargadas de humedad que soplan desde el Mediterráneo y desde el monte Hermón. (Sl 133:3.) En ciertas zonas el rocío es tan abundante por la noche que la vegetación recupera la humedad que pierde durante las horas de calor del día. (Compárese con Job 29:19.) En el Négueb y en las tierras altas de Galaad, donde las precipitaciones son mínimas, el rocío es de particular importancia. (Véase ROCÍO.)
Flora y fauna. La gran variedad de árboles, arbustos y plantas que pueden encontrarse en esta pequeña región de la Tierra asombra a los botánicos. Uno de ellos calculó que en Palestina hay unas 2.600 variedades de plantas. Las diversas altitudes, condiciones climatológicas y clases de suelos justifican en parte la existencia de una flora tan diversa: desde las plantas alpinas hasta las de los desiertos tórridos, o desde las plantas del rico suelo de las llanuras aluviales hasta las del rocoso suelo de la meseta, y cada una florece y da fruto en su temporada. A distancias relativamente cortas pueden hallarse palmeras de clima cálido y robles y pinos de zonas frías, sauces junto a corrientes de agua y tamariscos en el desierto. A esta tierra también se la conoce por sus viñedos, olivos e higueras, así como por sus sembrados de trigo, cebada y mijo. También se cosechan guisantes, habichuelas, lentejas, berenjenas, cebollas y pepinos, así como algodón y lino. Suele ocurrir que quienes visitan esta tierra antes o después de la primavera —cuando el campo, cuajado de flores, ofrece un opulento espectáculo— se marchan algo desilusionados por la apariencia árida e inhóspita que tienen durante la mayor parte del año sus escabrosas colinas. Sin embargo, en un tiempo algunas zonas de esta tierra estuvieron mucho más pobladas de árboles que ahora, gozaban de una lozanía propia del “jardín de Jehová”, un paraíso botánico que ‘manaba leche y miel’, acogedor y atractivo. (Gé 13:10; Éx 3:8; Nú 13:23, 24; Dt 8:7-9.)
La fauna en general era más abundante en la exuberante Palestina de entonces que en nuestros días. En la actualidad se han extinguido de aquellas tierras el león, el oso, el toro salvaje y el hipopótamo, pero aún se encuentran lobos, jabalíes, gatos monteses, chacales, liebres y zorras. Es común en Palestina la cría de ganado ovino, caprino, vacuno y caballar, así como de asnos y camellos. Se ha calculado que hoy existen en Israel 85 variedades diferentes de mamíferos, 350 de aves y 75 de reptiles.
Recursos del suelo. Además de ser una tierra bien regada y productiva, de las montañas de Palestina se extraían minerales útiles, como el hierro y el cobre. (Dt 8:9.) El oro, la plata, el estaño y el plomo tenían que importarse, pero había grandes depósitos de sal, y en el valle del Jordán había también yacimientos de arcilla para las industrias de ladrillos, cerámica y fundición. (1Re 7:46.) Se extraía piedra caliza de calidad para la construcción y había afloramientos de basalto oscuro, apreciado por su dureza y textura de grano fino.
Región interior de la zona meridional de Asia Menor. Esa región montañosa abarcaba la parte occidental de la cordillera del Tauro, quedaba al N. de Panfilia y al S. de la Frigia gálata, y tenía a Caria y Licia al O. y a Licaonia, al E. Se cree que su extensión aproximada era de 190 Km. de E. a O. y de unos 80 Km. de anchura. En ella había cadenas montañosas partidas por ríos y valles, así como también bosques y dehesas.
Sus habitantes, violentos y belicosos, formaban bandas tribales de salteadores. Esos montañeses eran difíciles de controlar y no se dejaron influir fácilmente por la cultura helénica o romana. Los romanos dieron al rey gálata Amintas la tarea de subyugarlos, pero murió antes de poder lograrlo. Pisidia pasó a formar parte de la provincia romana de Galacia en 25 a. E.C., y en el año 6 a. E.C. se pusieron guarniciones en las colonias de la zona a fin de controlar a sus habitantes. Esas colonias estaban dirigidas desde Antioquía, ciudad ubicada cerca de los límites entre Pisidia y Frigia. En el año 74 E.C., la parte meridional de Pisidia se unió a Panfilia y Licia para formar una provincia romana, mientras que la sección septentrional permaneció como parte de la provincia de Galacia hasta que en tiempos postapostólicos se la incluyó en una nueva provincia que llevaba el nombre de Pisidia.
En su primer viaje misional, el apóstol Pablo cruzó Pisidia desde Panfilia, en la costa, hasta las montañas de Antioquía de Pisidia. (Hch 13:13, 14.) También cruzó Pisidia en su viaje de regreso. (Hch 14:21, 24.) Los bandidos y los impetuosos ríos de aquella zona montañosa posiblemente fueron la base de la declaración de Pablo en cuanto a haber estado en “peligros de ríos, en peligros por parte de salteadores”. (2Co 11:26.)
Distrito de la parte N. de Asia Menor que se extiende a lo largo del Euxino (mar Negro). En tiempos precristianos, ese nombre se aplicaba a la región septentrional de Asia Menor que bordeaba el Ponto Euxino, nombre que a veces recibía dicho mar. El Ponto iba desde el curso inferior del río Halys, al O. (cerca de Bitinia), en dirección E. a lo largo de la costa hacia el límite sudoriental del mar. El clima por todo ese fértil litoral es templado en verano y benigno en invierno. En el interior, el Ponto forma el ángulo nororiental de la meseta central, dividida por muchos valles por los que fluyen ríos y en los que se cultivaban cereales. Las laderas de las montañas estaban pobladas de árboles, de los que se obtenía madera para la construcción de barcos. A lo largo de la costa se notaba la influencia de las colonias griegas, pero los habitantes del interior tenían una estrecha relación con Armenia, que se encontraba al E.
El reino de Ponto se creó en el siglo IV a. E.C., tras haber estado por un tiempo bajo la influencia persa. Hubo una sucesión de reyes llamados Mitrídates y se forjaron lazos estrechos con Roma. No obstante, Mitrídates VI Eupátor desafió el poder de Roma y extendió en gran medida los dominios de su reino. Después de una serie de guerras, los romanos mandados por Pompeyo lo derrotaron alrededor del año 66 a. E.C. Después, gran parte del Ponto se unió a Bitinia, al O., para formar una provincia compuesta llamada Bitinia y Ponto, mientras que la sección oriental se unió a la provincia de Galacia (Ponto gálata). Tiempo después, sobre el año 36 a. E.C., se cedió parte de esta sección oriental para formar parte del reino de Polemón. Así que en el siglo I E.C. el término “Ponto” hacía referencia bien a toda la zona geográfica costera, a la parte de esa zona que quedaba dentro de la provincia unida de Bitinia y Ponto, o incluso a la sección oriental que había llegado a ser parte de Galacia y el reino de Polemón.
Filón, escritor judío del siglo I E.C., dijo que los judíos se habían esparcido por todas partes del Ponto. En el Pentecostés de 33 E.C., algunos judíos del Ponto estuvieron en Jerusalén. (Hch 2:9.) Posiblemente, algunos de ellos escucharon el discurso de Pedro, se hicieron cristianos y regresaron al territorio donde residían. Unos treinta años más tarde, Pedro dirigió su primera carta canónica (c. 62-64 E.C.) a los “residentes temporales esparcidos por el Ponto” y otras regiones de Asia Menor. (1Pe 1:1.) Puesto que mencionó a los “ancianos” que tenían que pastorear al rebaño, parece ser que ya existían congregaciones cristianas en el Ponto. (1Pe 5:1, 2.) Áquila, un judío natural del Ponto, viajó a Roma y luego a Corinto, donde se encontró con el apóstol Pablo. (Hch 18:1, 2.)
La ley de Jehová sobre la santidad de la sangre era muy explícita. El derramamiento de sangre humana contaminaba la tierra en la que vivían los hijos de Israel, en medio de la que residía Jehová, y solo se podía expiar por medio de la sangre del que la había derramado. (Gé 9:5, 6; Nú 35:33, 34.) Así, en el caso de un asesino, cuando el vengador de la sangre le daba muerte “sin falta” (Éx 21:23; Nú 35:21), quedaba vengada la sangre de su víctima y se satisfacía la ley de “alma por alma”. Pero, ¿qué pasaba con el homicida involuntario, aquel que, por ejemplo, mataba a su hermano cuando por accidente se desprendía la cabeza del hacha al cortar leña? (Dt 19:4, 5.) Para tales desafortunados Jehová amorosamente proveyó las ciudades de refugio, seis en total, donde el que derramaba sangre por accidente podía hallar asilo y protección del vengador de la sangre. (Nú 35:6-32; Jos 20:2-9.)
Ubicaciones. Antes de su muerte, Moisés designó tres de estas ciudades al E. del Jordán. La primera, Bézer, estaba al S., en la meseta del territorio que pertenecía a la tribu de Rubén, y al E. del extremo septentrional del mar Muerto; la segunda, Ramot, en Galaad, pertenecía a la tribu de Gad y estaba hacia el centro de la sección oriental de la tierra que ocupaba Israel; la tercera, Golán, en Basán, estaba al N., en el territorio de Manasés. (Dt 4:43; Jos 21:27, 36, 38.) Cuando los israelitas pasaron al lado occidental del Jordán, Josué designó otras tres ciudades de refugio: Hebrón, al S., en el territorio de Judá; Siquem, en las regiones montañosas centrales de Efraín, y Quedes, al N., en el territorio de Neftalí, al que más tarde se conoció como la región de Galilea. (Jos 21:13, 21, 32.) Todas estas ciudades eran levitas, y una, Hebrón, era una ciudad sacerdotal. Además, por haber sido apartadas como ciudades de refugio, recibieron “estado sagrado”. (Jos 20:7.)
Procedimiento legal. Cuando un fugitivo llegaba a una ciudad de refugio, tenía que exponer su caso a los ancianos en la puerta de la ciudad, y debía extendérsele hospitalidad. A fin de evitar que los que cometían asesinatos intencionados se aprovechasen de esta provisión, después de exponer el caso en la ciudad de refugio, el fugitivo tenía que someterse a juicio y probar su inocencia en las puertas de la ciudad bajo cuya jurisdicción había ocurrido la muerte. En caso de hallarle inocente, era devuelto a la ciudad de refugio. Sin embargo, solo podía garantizarse su seguridad si permanecía en la ciudad el resto de su vida o hasta la muerte del sumo sacerdote. No era posible aceptar ningún rescate con el fin de alterar estos términos. (Nú 35:22-29, 32; Jos 20:4-6.) Ni siquiera el altar sagrado de Jehová podía proteger a los asesinos, como se mostró en el caso de Joab. (Éx 21:14; 1Re 1:50; 2:28-34; véase VENGADOR DE LA SANGRE.)
¡Qué diferencia, pues, entre la provisión de Jehová para proteger a los homicidas involuntarios y los santuarios provistos por las naciones paganas antiguas y las iglesias de la cristiandad desde tiempos primitivos! Mientras que estos santuarios protegían de igual manera a criminales e inocentes, las ciudades de refugio israelitas daban protección, y con ciertas restricciones, solo a los homicidas involuntarios, de modo que se fomentaba el respeto por la santidad de la vida.
¿Servían las ciudades de refugio para que los delincuentes escaparan de la justicia?
En la antigüedad, muchos delincuentes y fugitivos se escondían en templos paganos para evitar que los capturaran. Y lo mismo sucedía en la Edad Media en las iglesias y monasterios de la cristiandad. Sin embargo, en el antiguo Israel, las leyes impedían que los delincuentes aprovecharan las ciudades de refugio para escapar de la justicia.
Según la Ley mosaica, los únicos que podían pedir asilo en una de esas ciudades eran quienes mataban a alguien sin intención (Deuteronomio 19:4, 5). Como el familiar varón más cercano a la víctima tenía derecho a vengarse, al homicida se le permitía huir a la ciudad de refugio más próxima, donde presentaba el caso ante los ancianos. Entonces lo llevaban a la ciudad bajo cuya jurisdicción había ocurrido la muerte para someterlo a juicio. Aquella era su oportunidad para probar que era inocente.
Los ancianos analizaban la relación entre la víctima y el acusado, a fin de determinar si este último actuó movido por el odio (Números 35:20-24; Deuteronomio 19:6, 7; Josué 20:4, 5).
Si se establecía que fue un homicidio involuntario, el acusado debía regresar a la ciudad de refugio y no salir de sus límites. Esto no significa que viviera como prisionero, pues trabajaba y se integraba con normalidad en la comunidad. Finalmente, cuando moría el sumo sacerdote, tenía libertad para abandonar la ciudad (Números 35:6, 25-28).
Antigua capital de Lidia (en la parte occidental de Asia Menor) y centro de adoración de una diosa asiática relacionada con Ártemis o con Cibeles. Estaba ubicada al S. del río Gediz (antes llamado Hermos), a unos 50 Km. al S. de Tiatira (en la actualidad Akhisar) y a unos 75 Km. al E. de Esmirna (en la actualidad Izmir). La acrópolis de la ciudad se erigía sobre un risco rocoso casi inaccesible. Aunque una cordillera limitaba su comunicación por la zona S., Sardis dominaba la ruta comercial que iba de E. a O. Su comercio, la gran fertilidad de la tierra y la manufactura de tejidos y alfombras de lana, contribuyeron de modo importante a la relevancia y riqueza de Sardis. La población de la ciudad posiblemente alcanzó en su momento los 50.000 habitantes.
En el siglo VI a. E.C., Ciro el Grande derrotó al último rey de Lidia, Creso, y por más de doscientos años Sardis se convirtió en la capital de la parte occidental del Imperio persa. En el año 334 a. E.C., la ciudad se rindió a Alejandro Magno sin ofrecer resistencia. Posteriormente, quedó bajo la gobernación de Pérgamo y, más tarde, de Roma. En el año 17 E.C. un gran terremoto casi arrasó Sardis, pero pudo reedificarse la ciudad gracias a la generosa ayuda de Roma.
El historiador judío Josefo indica que en el siglo I a. E.C. había en Sardis (Sardes) una gran comunidad judía. (Antigüedades Judías, libro XIV, cap. X, sec. 24.) Para la última parte del siglo I E.C., la congregación cristiana que había en Sardis necesitaba ‘despertarse’ en sentido espiritual. Sin embargo, también había algunos miembros de esta congregación que ‘no habían contaminado sus prendas exteriores de vestir’. (Apo 3:1-6.)
Entre las notables ruinas de la antigua Sardis se encuentran el templo de la Ártemis de los efesios (o Cibeles), un teatro romano, un estadio y una antigua sinagoga, (Véase SARDIO).
Nombre gr. para la ciudad de Zarefat. Población fenicia que ‘pertenecía a’ Sidón o, al parecer, dependía de ella en los días de Elías. Una viuda pobre de esta ciudad mostró hospitalidad a Elías, por lo que milagrosamente su harina y aceite no se acabaron durante un tiempo de gran hambre. El profeta también levantó a su hijo de la muerte por el poder de Dios. (1Re 17:8-24; Lu 4:25, 26.) Más adelante, marcó un límite del anterior territorio cananeo que se predijo que llegaría a ser posesión de los israelitas exiliados. (Abd 20.) Su nombre se ha conservado en el de Sarafand, a unos 13 Km. al SSO. de Sidón, si bien Sarepta pudo estar ubicada un poco más lejos en la costa mediterránea.
Lugar desde donde debían regresar los exiliados de Jerusalén. (Abd 20.) Si bien no se conoce su ubicación exacta, de los varios lugares apuntados, uno probable es Saparda, que aparece en algunos anales asirios como un territorio de Media. En una ocasión los asirios exiliaron a parte de los habitantes del reino septentrional de Israel a “las ciudades de los medos”. (2Re 17:5, 6.)
Designación que por lo general se aplica a la región de colinas bajas situada entre la cordillera central de Palestina y las llanuras costeras de Filistea. (Dt 1:7; Jos 9:1; 10:40; 11:2; 12:8; Jue 1:9; 2Cr 28:18; Abd 19; Zac 7:7.) La Sefelá era una de las regiones del territorio asignado a Judá. (Jos 15:33-44.) Aunque alcanza una altitud de unos 450 m., es una “tierra baja” (compárese con Jer 17:26; 32:44; 33:13, donde schefe·láh aparece en el texto hebreo) si se compara con la cordillera central, mucho más elevada. La Sefelá lindaba al S. con el Négueb (Jue 1:9), y al N., con “la región montañosa de Israel” (más allá de la llanura baja de Ayalón). (Jos 11:16.)
Los valles que dividen las estribaciones onduladas de esta región servían de rutas naturales para viajar de E. a O. La Sefelá es fértil, y tiene un clima templado. Antiguamente, la región se destacaba por la abundancia de sicómoros y huertos de olivos, además de proporcionar pastos para rebaños y vacadas. (1Re 10:27; 1Cr 27:28; 2Cr 1:15; 9:27; 26:10.)
La Sefelá asociada con la “región montañosa de Israel” (Jos 11:16) quizás sea la región montuosa situada entre las montañas de Samaria y la llanura de Sarón. Esta zona es más estrecha y menos definida que la Sefelá de Judá. No hay base para considerar un anacronismo la distinción entre Judá e Israel que se hace en el capítulo 11 de Josué (véase el vs. 21). Una nota al pie de la página en el comentario de C. F. Keil y F. Delitzsch observa: “La distinción [...] se puede explicar sin dificultad hasta desde las circunstancias del propio tiempo de Josué. Judá y la doble tribu de José (Efraín y Manasés) recibieron su herencia por suertes antes que todas las demás. Pero mientras que la tribu de Judá ocupaba su territorio asignado en el sur, todas las otras tribus permanecieron en Guilgal; y hasta en un período posterior, cuando Efraín y Manasés estaban en su territorio, todo Israel, con la excepción de Judá, todavía estaba acampado en Siló.
Además, las dos partes de la nación estaban separadas entonces por el territorio que después se asignó a la tribu de Benjamín, pero que en ese tiempo no tenía ningún dueño; y además de esto, el altar, el tabernáculo y el arca del pacto estaban en medio de José y de las otras tribus que todavía estaban reunidas en Siló”. (Commentary on the Old Testament, 1973, vol. 2, “Joshua”, págs. 124, 125.)
Aunque el nombre Sefelá significa “Tierra Baja”, realmente es una zona montuosa que alcanza una altitud de unos 450 metros (1.500 pies) en la porción sur y está interrumpida por muchos valles que se extienden de este a oeste. (2 Cró. 26:10.) Se eleva directamente al este de la llanura costera de Filistea y debe considerarse una tierra baja solo en comparación con las colinas de Judá, que son más altas y están más al este. (Jos. 12:8.) Sus colinas, que estaban cubiertas de sicómoros, ahora sustentan viñas y olivares. (1 Rey. 10:27.) Tenía muchas ciudades. En la historia bíblica sirvió de valla entre Israel y los filisteos o cualesquier otros ejércitos invasores que trataban de entrar en Judá desde la dirección de la llanura costera. (2 Rey. 12:17; Abd. 19.)
1. Sucot, Lugar donde Jacob, tras su encuentro con Esaú, construyó una casa.
1. Sucot, Lugar donde Jacob, tras su encuentro con Esaú, construyó una casa e hizo cabañas o establos para su ganado; de ahí se deriva su nombre. (Gé 33:16, 17.) La afirmación de que Siquem, el próximo descansadero, estaba “en la tierra de Canaán”, da a entender que Sucot no se hallaba en la misma Canaán. (Gé 33:18.)
Otras referencias que probablemente aluden al mismo lugar indican que estaba al E. del río Jordán. Por lo tanto, Sucot se menciona como una de las ciudades situadas en la herencia de la tribu de Gad, al E. del Jordán. (Jos 13:24, 25, 27.) Cuando Gedeón cruzó el Jordán y llegó a Sucot mientras perseguía a lo que quedaba de las fuerzas madianitas, los príncipes de la ciudad se negaron a dar víveres a sus tropas, y lo mismo hicieron los hombres de la cercana ciudad de Penuel. A su regreso, Gedeón obtuvo los nombres de 77 príncipes y ancianos de Sucot (lo que da muestra de las considerables dimensiones de la ciudad), y los castigó por no apoyar su acción militar dirigida por Dios. (Jue 8:4-16.) Durante la construcción del templo de Salomón, los utensilios de cobre se fundieron en el Distrito del Jordán, entre Sucot y Zaretán. (1Re 7:46.)
Tomando como base estas referencias, se suele identificar a Sucot con un lugar de Tell Deir `Alla (hoy llamado Sukkot) o sus alrededores, a unos 5 Km. al E. del río Jordán y ligeramente al N. del Jaboq, justo en el lugar donde este brota de las colinas. El nombre original podría conservarse en la cercana Tell el-Ekshas, puesto que es el equivalente árabe del Sucot hebreo. Tell Deir `Alla domina una fértil llanura que podría ser “la llanura baja de Sucot”, de la que se habla en los Salmos 60:6 y 108:7.
2. Sucot, Primer lugar donde pararon los israelitas mientras iban hacia el mar Rojo. (Éx 12:37.) No se conoce con exactitud su ubicación, pues tanto el lugar que ocupaba Ramesés (el lugar de donde partieron) como el de Etam (el campamento que siguió a Sucot) son hoy desconocidos. (Éx 13:20.) En el mejor de los casos, se puede decir que Sucot debió estar a un día de viaje (de 32 a 48 Km.) del desierto de Etam, que según se cree se extiende a lo largo de la parte noroccidental de la península del Sinaí.
El principal puerto marítimo fenicio; se ha identificado con el moderno es-Sur, situado a unos 50 Km. al N. del monte Carmelo y a unos 35 Km. al SSO. de Sidón. Tiro era una ciudad antigua (Isa 23:1, 7), pero no se sabe exactamente cuándo fundaron la colonia los sidonios. Se la menciona por primera vez después de la conquista de la Tierra Prometida en el año 1467 a. E.C., y en aquel tiempo era una ciudad fortificada. Esta mención de Tiro se hizo en conexión con los límites del territorio tribal de Aser. Desde el comienzo y durante toda su historia, parece ser que Tiro permaneció fuera de los límites de Israel como población vecina independiente. (Jos 19:24, 29; 2Sa 24:7.)
Tiro e Israel mantuvieron relaciones amistosas en ciertas épocas, notablemente durante los reinados de David y Salomón. Diestros trabajadores tirios colaboraron en la construcción del palacio real de David con madera de cedro que envió Hiram, el rey de Tiro. (2Sa 5:11; 1Cr 14:1.) Los tirios también le suministraron a David cedros que posteriormente se utilizaron en la construcción del templo. (1Cr 22:1-4.)
Tras la muerte de David, el rey Hiram de Tiro le proporcionó a Salomón materiales y ayuda para la construcción del templo y de otros edificios gubernamentales. (1Re 5:1-10; 7:1-8; 2Cr 2:3-14.) El hijo de un obrero tirio que trabajaba el cobre y de una mujer israelita trabajó en la construcción del templo por ser un hábil artesano. (1Re 7:13, 14; 2Cr 2:13, 14.) Se pagó a los tirios por su ayuda con trigo, cebada, aceite y vino. (1Re 5:11, 12; 2Cr 2:15.) Además, Salomón le dio al rey de Tiro veinte ciudades, aunque al monarca tirio no le agradó mucho el regalo. (1Re 9:10-13.)
Con el tiempo, Tiro se convirtió en una de las grandes potencias marítimas del mundo antiguo, y tanto sus marineros como su flota comercial de naves de “Tarsis” eran famosos por sus viajes a lugares lejanos. Salomón y el rey de Tiro cooperaron en una empresa naviera para importar oro de Ofir y otros artículos de valor. (1Re 9:26-28; 10:11, 22; 2Cr 9:21.)
En todos los tratos que los tirios tuvieron con Israel, no hay ningún indicio de que se interesasen como pueblo en la adoración de Jehová; mantenían una relación principalmente comercial. Eran de raza cananea, y la religión que practicaban era una forma de baalismo, con Melqart y Astarté (Astoret) como sus principales deidades. Jezabel, hija de Etbaal, rey de los sidonios (y de Tiro), se casó con Acab, el rey del reino septentrional de Israel. Fue infame la determinación de Jezabel por aniquilar la adoración de Jehová. (1Re 16:29, 31; 18:4, 13, 19.)
Condenada por Dios. Sin embargo, Tiro no llegó a estar bajo la firme condenación divina debido a la iniquidad personal de Jezabel y de su hija Atalía. Tiro creció hasta hacerse muy grande a expensas de otros pueblos, entre ellos Israel. Manufacturaba objetos de metal, artículos de vidrio y tintes de color púrpura; era un centro de comercio para las caravanas por vía terrestre y un gran almacén de importación y exportación. Junto con este crecimiento industrial y comercial vinieron riquezas, presunción y orgullo. Sus mercaderes y comerciantes se jactaban de ser príncipes y los honorables de la Tierra. (Isa 23:8.) Con el tiempo, Tiro también manifestó una actitud de oposición a Jehová y conspiró junto con las naciones vecinas contra el pueblo de Dios. (Sl 83:2-8.) De modo que fue su atrevido desafío a Jehová lo que finalmente le acarreó un juicio adverso, con su consecuente caída y destrucción.
En la última parte del siglo IX a. E.C., Jehová se fijó en la actitud arrogante de Tiro. Por lo tanto, le advirtió que por haber robado a su pueblo el oro, la plata y muchas cosas deseables, y haber utilizado todo esto para hermosear sus templos, se la iba a pagar con la misma moneda. También habría un ajuste de cuentas con Tiro por haber vendido al pueblo de Dios en esclavitud. (Joe 3:4-8; Am 1:9, 10.)
Posteriormente, el profeta Isaías registró una nueva declaración formal contra Tiro, que indicaba que se la olvidaría durante “setenta años”. (Isa 23:1-18.) Años después, el profeta Jeremías incluyó a Tiro entre las naciones escogidas para beber el vino de la cólera de Jehová. (Jer 25:8-17, 22, 27; 27:2-7; 47:2-4.) Como las naciones mencionadas en la profecía de Jeremías tenían que “servir al rey de Babilonia setenta años” (Jer 25:8-11), esto parece indicar que tanto la profecía de Isaías como la de Jeremías estaban relacionadas con la campaña de Nabucodonosor contra Tiro.
Además, por medio de Ezequiel, contemporáneo de Jeremías, Jehová señaló a la calamidad que sufriría Tiro a manos de Nabucodonosor. (Eze 26:1–28:19.) Aunque Tiro había sido como una bonita nave que tenía velas de diversos colores, coberturas para la cubierta y una proa con incrustaciones de marfil, se hundiría en alta mar. (Eze 27:3-36.) El “rey” de Tiro (al parecer la línea de gobernantes tirios) se jactó altivamente: “Yo soy un dios. En el asiento de dios me he sentado”. Pero, por su irreverencia, tendría que ser derribado y destruido por fuego. (Eze 28:2-19.)
Destrucción de la ciudad. Durante el largo sitio de Nabucodonosor contra Tiro, las cabezas de sus soldados ‘quedaron calvas’ por el rozamiento de sus yelmos, y sus hombros se ‘pelaron por frotación’ de cargar los materiales utilizados en la construcción de obras de asedio. Como Nabucodonosor no recibió ningún “salario” por ser el instrumento divino al ejecutar juicio sobre Tiro, Jehová prometió compensarle con la riqueza de Egipto. (Eze 29:17-20.) Según el historiador judío Josefo, el sitio duró trece años (Contra Apión, libro I, sec. 21), y fue muy costoso para los babilonios. La historia no da detalles, pero la pérdida en vidas y propiedades que sufrieron los tirios a manos de Nabucodonosor tiene que haber sido grande. (Eze 26:7-12.)
No obstante, cuando los israelitas regresaron del exilio en Babilonia, los tirios pudieron ayudarlos suministrándoles madera de cedro del Líbano para un segundo templo, y reanudaron su comercio con la ciudad reedificada de Jerusalén. (Esd 3:7; Ne 13:16.)
Aunque el enfrentamiento de Tiro con Nabucodonosor fue grave, no tenía que ser el fin completo de Tiro. Una declaración formal profética pronunciada posteriormente indicó que, si bien Tiro edificaría un antemural y amontonaría plata y oro, Jehová mismo la destruiría por completo. (Zac 9:3, 4.)
La profecía de Zacarías se cumplió casi doscientos años después de pronunciarse. En el año 332 a. E.C., Alejandro Magno hizo marchar a su ejército a través de Asia Menor, y al avanzar hacia el S., se detuvo por suficiente tiempo como para poner sitio a Tiro. Cuando la ciudad se negó a abrir sus puertas, Alejandro, encolerizado, hizo que su ejército ‘raspase’ las ruinas de la ciudad que había estado en tierra firme y las arrojase al mar, y de este modo construyó un terraplén hasta la ciudad que estaba en la isla, todo ello en cumplimiento de la profecía. (Eze 26:4; GRABADO, vol. 2, pág. 531.) Mientras sus fuerzas navales mantenían atrapadas a las naves tirias en el puerto, Alejandro se puso a construir las torres de asedio más altas que jamás se habían utilizado en las guerras antiguas. Finalmente, después de siete meses, se abrió brecha en los muros, que eran de 46 m. de altura. Además de los 8.000 militares muertos en batalla, se dio muerte como represalia a 2.000 cabecillas, y 30.000 habitantes de Tiro fueron vendidos como esclavos.
Mencionada en las Escrituras Griegas. A pesar de que Alejandro arrasó por completo la ciudad, fue reedificada durante el período seléucida, y en el siglo I E.C. era un importante puerto de escala en el Mediterráneo. Durante el extenso ministerio de Jesús en Galilea, varias personas de Tiro, Sidón y sus alrededores acudieron a oír su mensaje y a que las curara de sus enfermedades. (Mr 3:8-10; Lu 6:17-19.) Unos meses más tarde, Jesús visitó personalmente la región de Tiro y sus alrededores, y en esa ocasión curó a la hija endemoniada de una mujer sirofenicia. (Mt 15:21-29; Mr 7:24-31.) Jesús comentó que si hubiese realizado en Tiro y Sidón las obras poderosas que hizo en Corazín y Betsaida, sus habitantes paganos hubieran respondido mejor que aquellos judíos. (Mt 11:20-22; Lu 10:13, 14.)
Principal puerto marítimo del NO. de Asia Menor desde el que Pablo partió en su primera visita a Macedonia y al que más tarde regresó en algunas ocasiones. Estaba situado a unos 30 Km. al S. del Helesponto (Dardanelos) y a unos 25 Km. al S. del lugar tradicional de la antigua Troya. El mismo término griego que se traduce “Troas” también aplicaba a Tróade, una región de Misia que rodeaba Troya.
La ciudad de Troas fue edificada por Antígono, uno de los generales de Alejandro Magno, durante la última parte del siglo IV a. E.C. En el año 133 a. E.C. quedó bajo control romano, y después la región de Misia pasó a formar parte de la provincia romana de Asia. Durante un tiempo, Julio César pensó en transferir la sede del gobierno romano a Troas. Después, el emperador Augusto honró la ciudad designándola colonia independiente del gobernador provincial de Asia y eximiendo a sus ciudadanos tanto de los impuestos del país como de la capitación.
En el segundo viaje misional, probablemente en la primavera del año 50 E.C., y después de pasar por Frigia y Galacia, el apóstol y sus compañeros llegaron a Troas, pues ‘el espíritu de Jesús no les permitió’ ir a Bitinia. (Hch 16:6-8.) En Troas Pablo tuvo una visión singular, pues vio a un hombre que le suplicaba: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Inmediatamente concluyó: “Dios nos había mandado llamar para declararles las buenas nuevas”. El uso del pronombre “nos” en este texto, así como en los versículos siguientes, debe significar que Lucas se unió por primera vez al grupo de Pablo en Troas e hizo el viaje con ellos a través del mar Egeo hasta Neápolis. (Hch 16:9-12.)
Después de dejar Éfeso en su tercer viaje, Pablo se detuvo en Troas, donde predicó las buenas nuevas acerca del Cristo, pues, como dice: “Me fue abierta una puerta en el Señor”. Pero después de un período de tiempo que no se revela, el apóstol empezó a preocuparse de que Tito no hubiera llegado, así que partió hacia Macedonia, esperando hallarle allí. (Hch 20:1; 2Co 2:12, 13.)
Pablo debió pasar ese invierno en Grecia antes de regresar de nuevo a Troas en la primavera del año 56 E.C. (Hch 20:2-6.) En esta ocasión se quedó siete días con el fin de servir a los hermanos cristianos de Troas y edificarlos espiritualmente. Cuando se reunió con ellos la noche antes de partir, “prolongó su discurso hasta la medianoche”. Uno de los presentes, el joven Eutico, que estaba sentado en la ventana del tercer piso, vencido por el sueño se cayó de la ventana y murió. El apóstol resucitó milagrosamente al muchacho y continuó conversando con los congregados hasta el amanecer. (Hch 20:6-12.)
Es probable que Pablo visitara Troas de nuevo tras ser liberado de su arresto domiciliario en Roma en el año 61 E.C. Durante su segunda reclusión en Roma, alrededor del año 65 E.C., escribió a Timoteo y le pidió que le llevase una capa y ciertos rollos y pergaminos que había dejado con Carpo en Troas. Parece muy poco probable que esta petición se hubiese hecho unos nueve años después, como hubiese sido el caso si la última visita a la casa de Carpo se hubiera producido en su tercer viaje en el año 56 E.C. (2Ti 4:13.)
Enclave simeonita en la parte meridional de Judá. (Jos 15:21, 31; 19:1, 2, 5; 1Cr 4:24-30.) Posteriormente, Ziqlag estuvo bajo el control filisteo. Akís, el rey de Gat, se la dio al fugitivo David como lugar de residencia, y a partir de ese momento fue posesión de los reyes de Judá. (1Sa 27:6.) Los amalequitas atacaron e incendiaron la ciudad y se llevaron cautivos, entre ellos, a Ahinoam y Abigail, las esposas de David. Después de derrotar a los merodeadores y recuperar a los cautivos y todo lo que habían tomado, David envió desde Ziqlag parte del despojo de la batalla a sus amigos, ancianos de Judá de diversas ciudades. (1Sa 30.) Muchos hombres poderosos armados se unieron a David en Ziqlag, y fue allí donde recibió la noticia de la muerte del rey Saúl. (2Sa 1:1, 2; 4:10; 1Cr 12:1, 2, 20-22.) Tras el exilio en Babilonia, algunos hijos de Judá fijaron su residencia en esa ciudad. (Ne 11:25, 28.) Aunque se han presentado varios lugares como la posible Ziqlag de tiempos antiguos, Y. Aharoni y otros eruditos piensan que debe identificarse con Tell esh-Shari`ah (Tel Sera´), a unos 7 Km. al E. de Guerar y 22 Km. al NO. de Beer-seba.