Ahora bien, la tierra no tenía forma y estaba vacía. La oscuridad cubría la superficie de las aguas profundas,e y la fuerza activa de Dios se movía de un lado a otrof por encima de las aguas.g
Entonces Dios dijo: “Que la tierra produzca hierba, plantas con semillae y árboles frutales según sus géneros,f y que den fruto y semilla”.g Y así ocurrió.
Entonces Dios dijo: “Que haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche,j y servirán de señal para marcar las estaciones, los días y los años.k
Entonces Dios dijo: “Que las aguas se llenen de seres vivos y que los animales voladores vuelen por encima de la tierra a través de la expansión de los cielos”.
Así que Dios creó los grandes animales marinos y todos los seres vivos que se mueven y enjambran en las aguas según sus géneros, y todos los animales con alas que vuelan según sus géneros. Y Dios vio que esto era bueno.
Entonces Dios dijo: “Que la tierra produzca seres vivos según sus géneros: animales domésticos, animales que se arrastran y animales salvajes de la tierra según sus géneros”. Y así ocurrió.
Dios pasó a hacer a los animales salvajes de la tierra según sus géneros, a los animales domésticos según sus géneros y a los animales que se arrastran según sus géneros. Y Dios vio que esto era bueno.
Entonces Dios dijo: “Hagamosn al ser humano a nuestra imageno y semejanza,p y que tenga autoridad sobre los peces del mar, los animales voladores de los cielos y los animales domésticos, sobre toda la tierra y sobre los animales que se arrastran sobre la tierra”.a
Además, Dios los bendijod y les dijo: “Tengan muchos hijose, multiplíquense, llenen la tierra y tomen controlf de ella, y tengan autoridadg sobre los peces del mar, los animales voladores de los cielos y todos los seres vivos que se mueven sobre la tierra”.
Y a todos los animales salvajes de la tierra, a todos los animales voladores de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra y tiene vida les doy toda la vegetación verde como alimento”.j Y así ocurrió.
Dios pasó a bendecir el séptimo día y a declararlo sagrado, porque en él Dios está descansando de toda la obra que ha creado, de todo lo que se propuso hacer.
Todavía no había arbustos en la tierra ni habían brotado otras plantas, porque Jehová Dios no había hecho llover en la tierra ni había nadie en ella que cultivara el suelo.
Así que Jehová Dios hizo crecer del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y con frutos buenos para comer. También hizo crecer el árbol de la vidaa en medio del jardín y el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.b
Ahora bien, Jehová Dios había estado formando del suelo a todos los animales salvajes del campo y los animales voladores de los cielos. Y se los fue llevando al hombre para ver cómo llamaba a cada uno, y cada ser vivoa se llamób como el hombre dijo.
Así que el hombre les puso nombre a los animales domésticos, a los animales voladores de los cielos y a los animales salvajes del campo. Pero él no tenía ninguna ayudante que lo complementara.
Ahora bien, de todos los animales salvajes del campo que Jehová Dios había hecho,m la serpientek era el más cauteloso.l Ella le preguntó a la mujer:n “¿De veras les dijo Dios que no pueden comer de todos los árboles del jardín?”.o
Así que la mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer y que era deseable a los ojos.c Así es, el árbol era agradable a la vista. De modo que ella agarró de su fruto y empezó a comer. Después, estando ya con su esposo, le dio a él del fruto y él se puso a comerlo.d
Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos.e Por lo tanto, cosieron hojas de higuera y se hicieron coberturas para taparse.f
Más tarde, como a la hora del díag en que soplaba la brisa, el hombre y su esposa oyeron la voz de Jehová Dios cuando él andaba por el jardín. Entonces se escondieron de la vista de Jehová Dios entre los árboles del jardín.h
Entonces Jehová Dios le dijo a la serpiente:a “Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y todos los animales salvajes del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. b
Y haréc que haya enemistadd entre túe y la mujer,f y entre tu descendenciag y la descendencia de ella.h Éli te aplastaráj la cabeza,k y túl le herirásm el talón”.n
A la mujer le dijo: “Aumentaré mucho tus sufrimientos durante los embarazoso y darás a luzp con dolor. Tú desearás intensamente estar con tu esposo, y él te dominará”.q
Y a Adán le dijo: “Como le hiciste caso a tu esposa y comiste del árbol del que te ordenér ‘No debes comer de él’, el suelo está maldito por tu culpa.s Te costará muchísimo trabajo sacar alimento de él todos los días de tu vida.t
Luego Jehová Dios dijo: “El hombre ahora es como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo.a Así que, para que no extienda la mano y agarre también del fruto del árbol de la vida,b coma de él y viva para siempre...”.
De modo que echó al hombre, y al este del jardín de Edéne puso querubinesf y la hoja llameante de una espada que giraba sin parar. Así se bloqueó el camino que llevaba al árbol de la vida.
Y Adán tuvo relaciones sexuales con su esposa Eva, y ella quedó embarazada.g Cuando dio a luz a Caín,h ella dijo: “He dado a luz un hijo con la ayuda de Jehová”.i
Si cambias y haces lo que está bien, ¿no crees que volverás a tener mi aprobación?t Pero, si no cambias y no haces lo que está bien, el pecado te seguirá acechando a la puerta porque desea dominarte.u ¿Y tú serás capaz de controlarlo?”.v
Hoy estás echándome de la región, y estaré fuera de tu vista. Seré un fugitivo y estaré yendo de un lado a otro por la tierra, y cualquiera que me encuentre de seguro me matará”.
Por eso, Jehová le dijo: “En ese caso, cualquiera que mate a Caín sufrirá la venganza siete veces”. Y Jehová estableció una señal para Caín, para que nadie que lo encontrara lo matara.
Entonces Caín tuvo relaciones sexuales con su esposa,o y ella quedó embarazada y dio a luz a Enoc. Luego Caín se puso a construir una ciudad y le puso el nombre de su hijo Enoc.p
Entonces Lamec compuso estos versos para sus esposas Adá y Zilá: “Oigan mi voz, esposas de Lamec. Escuchen mis palabras: he matado a un hombre que me hirió, sí, a un joven que me golpeó.
Pues bien, Adán volvió a tener relaciones sexuales con su esposa, y ella dio a luz un hijo. Ella lo llamó Set, porque dijo: “Dios me ha dado otro descendiente para reemplazar a Abel, porque Caín lo mató”.
los hijos del Dios verdaderoe empezaron a darse cuentaf de que las hijas de los hombres eran hermosas. Así que comenzaron a casarse con todas las que quisieron.
Los nefilim ya estaban en la tierra para ese entonces, y también después. En esos tiempos, los hijos del Dios verdadero tenían relaciones con las hijas de los hombres y ellas les daban hijos. Estos fueron los hombres poderosos y famosos de la antigüedad.
Así que Jehová vio que la maldad del hombre crecía en la tierra y que los pensamientosk de su corazón estaban inclinados solo hacia el mal todo el tiempo.l
Por lo tanto, Jehová dijo: “Voy a eliminar de la faz de la tierra a los hombres que he creado,o tanto a ellos como a los animales domésticos, a los animales que se arrastran y a los animales voladores de los cielos,p porque lamento haberlos hecho”.q
Entonces Dios le dijo a Noé: “He decidido acabar con todo ser vivo, porque la tierra está llena de violencia por culpa de los hombres. Por eso voy a destruirlos y a arrasar la tierra.
debe tener tres niveles: primero, segundo y tercero; a un codo del techo debe haber una ventana para que entre luz, y la entrada del arca debe estar en uno de los lados.
”Y yo, por mi parte, voy a traer un diluvio que inundará la tierra y destruirá a todo ser vivo que está bajo los cielos y que tiene aliento de vida. Todo lo que está en la tierra morirá.
Dos ejemplares de cada animal volador según su género, dos ejemplares de cada animal doméstico según su género y dos ejemplares de cada animal que se arrastra según su género irán adonde estés y entrarán en el arca para que los mantengas con vida.
De cada tipo de animal puro debes llevar siete contigo: machos y hembras. Pero de cada animal que no es puro solo debes llevar dos: el macho y la hembra.
Porque dentro de solo siete días haré que llueva en la tierra durante 40 días y 40 noches, y eliminaré de la faz de la tierra a todos los seres vivos que he hecho”.
Cuando Noé tenía 600 años, el día 17 del segundo mes, ese día reventaron todos los manantiales de las extensas aguas profundas y se abrierona las compuertas de los cielos.
Ellos entraron con todos los animales salvajes según sus géneros, todos los animales domésticos según sus géneros, todos los animales de la tierra que se arrastran según sus géneros y todos los animales voladores según sus géneros, todas las aves, todos los animales con alas.
Y el Diluvio siguió cayendo durante 40 días en la tierra. Las aguas no dejaron de crecer, empezaron a levantar el arca y la hicieron flotar muy por encima del suelo.
Así que murió todo ser vivo que había en la tierra: los animales voladores, los animales domésticos, los animales salvajes, los animales que enjambran en la tierra y todos los seres humanos.
Dios eliminó a todo ser vivo de la superficie de la tierra,e incluidos los seres humanos, los animales, los animales que se arrastran y los animales voladores de los cielos. Todos fueron destruidos. Solo sobrevivieronf Noé y los que estaban con él en el arca.
Pero Dios no se olvidó de Noé ni de los animales salvajes ni de los animales domésticos que estaban con él en el arca. Así que Dios hizo que un viento soplara en la tierra, y las aguas empezaron a bajar.
Pero la paloma no encontró un lugar donde posarse porque las aguas todavía cubrían la superficie de toda la tierra, así que regresó al arca. Entonces, Noé estiró la mano para meter la paloma en el arca.
La paloma regresó al atardecer. ¡Y Noé vio que en el pico llevaba una hoja fresca de olivo! Así se dio cuenta de que las aguas habían disminuido en la tierra.
En el año 601 de la vida de Noé, en el primer día del primer mes, las aguas se habían retirado de la tierra. Noé quitó la cubierta del arca y vio que el suelo se estaba secando.
Saca contigo a todos los seres vivos: a los animales voladores, a los animales y a los animales que se arrastran. Así podrán multiplicarse en la tierra y reproducirse y ser muchos”.
Y todos los seres vivos, todos los animales que se arrastran y todos los animales voladores —todo lo que se mueve sobre la tierra— salieron del arca por familias.
Luego Noé le construyó un altar a Jehová y sobre él ofreció algunos de los animales puros y algunos de los animales voladores puros como ofrendas quemadas.
Y a Jehová le llegó un aroma muy agradable.h Así que Jehová dijo en su corazón:i “Nunca más maldeciré el sueloj por culpa de los hombres, porque el corazón de los hombres tiendek al mal desde la juventud.l Nunca volveré a destruir de esta manera a todo ser vivo.m
Todos los seres vivos de la tierra, los animales voladores de los cielos, todo lo que se mueve sobre el suelo y los peces del mar seguirán teniéndoles miedo y terror. Ahora ellos quedan en sus manos.p
Además de eso, exigiré cuentas por la sangre y la vida de ustedes. Le exigiré cuentas a todo animal y también le exigiré cuentas a todo hombre por la vida de su hermano.
y con todos los seres vivos que salieron del arca con ustedes —las aves, los animales y todos los seres vivos de la tierra que están con ustedes—, es decir, con todos los seres vivos de la tierra.
Luego Dios añadió: “Esta es la señal del pacto que estoy estableciendo con ustedes y con todos los seres vivos que están con ustedes para todas las generaciones futuras:
Entonces recordaré sin falta el pacto que hice con ustedes y con todo tipo de seres vivos. Las aguas nunca más se convertirán en un diluvio para destruir a todos los seres vivos de la tierra.
Así que Sem y Jafet tomaron un manto entre los dos, se lo pusieron sobre los hombros y entraron caminando hacia atrás. Entonces cubrieron a su padre mirando para otro lado y así no vieron la desnudez de su padre.
Estas fueron las familias de los hijos de Noé, que aparecen agrupadas por líneas de descendientes y por naciones. De estas familias proceden todas las naciones que poblaron la tierra después del Diluvio.
Entonces se dijeron unos a otros: “¡Vengan! Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego”. Así que usaron ladrillos en vez de piedras y usaron alquitrán como mezcla.c
Y dijeron: “¡Vamos! Construyámonos una ciudad y una torre que llegue hasta los cielos.d Así nos haremos famosose y no nos dispersaremos por toda la tierra”.f
Y Jehová dijo: “Como son un solo pueblo y hablan un solo idioma,h mira lo que han empezado a hacer. Ahora lograráni hacer cualquier cosa que se propongan.
Por eso la ciudad se llamó Babel,o porque allí fue donde Jehová confundió el idioma que se hablaba en toda la tierra, y desde allí Jehová dispersóp a la gente por toda la tierra.
Ahora bien, tanto Abrán como Nacor se casaron. La esposa de Abrán se llamaba Sarái y la esposa de Nacor se llamaba Milcá, y era hija de Harán, el padre de Milcá y de Iscá.
Taré salió de Ur de los caldeos y se llevó a su hijo Abrán, a su nieto Lot —el hijo de Harán— y a su nuera Sarái, la esposa de su hijo Abrán. Fueron con él hacia la tierra de Canaán y, cuando llegaron a Harán, comenzaron a vivir allí.
Yo bendeciré a los que te bendigan y maldecirép a cualquiera que te maldiga, y sin duda todas las familias de la tierraq serán bendecidas por medio de ti”.
Salió hacia la tierra de Canaán y se llevó a su esposa Sarái y a su sobrino Lot, así como todos los bienes que habían acumulado y a los siervos que habían adquirido en Harán. Cuando llegaron a la tierra de Canaán,
Pues bien, Jehová se le apareció a Abrán y le dijo: “Voy a darle esta tierra a tu descendencia”. Entonces Abrán construyó allí un altar para Jehová, quien se le había aparecido.
Más tarde se mudó de allí a la región montañosa que está al este de Betel y colocó su tienda entre Betel y Hai. Betel estaba al oeste y Hai estaba al este. Allí construyó un altar para Jehová y empezó a invocar el nombre de Jehová.
Tienes a tu disposición cualquier parte del país, ¿no es verdad? Separémonos, por favor. Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha. Pero, si tú vas a la derecha, yo iré a la izquierda”.p
Entonces Lot levantó la vista y vio todo el distrito del Jordán, hasta Zóar. Vio que era una región con mucha agua, igual que el jardín de Jehová y que la tierra de Egipto. Así era antes de que Jehová destruyera Sodoma y Gomorra.
Abrán se fue a vivir a la tierra de Canaán. En cambio, Lot se fue a vivir cerca de las ciudades del distrito y al final asentó su tienda cerca de Sodoma.
Después de que Lot se separó de Abrán, Jehová le dijo a Abrán: “Levanta la vista, por favor. Desde donde estás, mira al norte y al sur, al este y al oeste.
Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las partículas de polvo que hay en la tierra. Solo alguien que pudiera contar las partículas de polvo de la tierra podría contar a tus descendientes.
Así que Abrán se fue y siguió viviendo en tiendas de campaña. Con el tiempo llegó adonde estaban los árboles grandes de Mamré, en Hebrón. Allí se quedó a vivir y construyó un altar para Jehová.
estalló la guerra entre estos reyes y el rey Bera de Sodoma, el rey Birsá de Gomorra, el rey Sinab de Admá, el rey Seméber de Zeboyim y el rey de Bela, es decir, de Zóar.
En el año 14, Kedorlaomer y los reyes que estaban con él fueron y vencieron a los refaím en Asterot-Carnaim, a los zuzim en Cam, a los emim en Savé-Quiryataim
Luego fueron de regreso y llegaron a En-Mispat, es decir, a Cadés. Conquistaron todo el territorio de los amalequitas y también vencieron a los amorreos que vivían en Hazazón-Tamar.
Entonces el rey de Sodoma salió al valle de Sidim con el rey de Gomorra, el rey de Admá, el rey de Zeboyim y el rey de Bela, es decir, de Zóar. Allí se pusieron en formación de batalla para pelear contra ellos:
Pues bien, en el valle de Sidim había muchos pozos de alquitrán. Y, cuando los reyes de Sodoma y Gomorra trataron de huir, cayeron en los pozos, y los que quedaron huyeron a la región montañosa.
Después de eso, un hombre que había escapado fue adonde estaba Abrán el hebreo y le contó todo. En ese entonces, Abrán estaba viviendo entre los árboles grandes de Mamré el amorreo, que era hermano de Escol y de Aner. Ellos eran aliados de Abrán.
En cuanto Abrán se enteró de que su sobrino había sido capturado, reunió a sus hombres adiestrados para pelear —318 siervos que habían nacido en su casa— y fue tras los invasores hasta llegar a Dan.
Durante la noche, Abrán dividió a sus siervos en grupos, y él y sus siervos los atacaron y los vencieron. Él los persiguió hasta Hobá, que está al norte de Damasco.
Después de que Abrán regresó de haber derrotado a Kedorlaomer y a los reyes que estaban con él, el rey de Sodoma salió a encontrarse con Abrán en el valle de Savé, es decir, el valle del Rey.
Después de que pasó todo esto, Abrán tuvo una visión en la que recibió este mensaje de Jehová: “Abrán, no tengas miedo. Yo soy tu escudo. Tu recompensa será muy grande”.
Pero Abrán contestó: “Señor Soberano Jehová, ¿qué me vas a dar, si todavía no tengo hijos? Todos los bienes de mi casa los heredará Eliezer, un hombre de Damasco”.
Luego lo llevó afuera y le dijo: “Por favor, mira al cielo y cuenta las estrellas... si es que puedes contarlas”.n Y entonces le dijo: “Así de numerosa llegará a ser tu descendencia”.o
Entonces Dios le dijo a Abrán: “Debes saber que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya y que la gente de esa tierra los convertirá en esclavos y los maltratará durante 400 años.
Cuando el sol se había puesto y ya estaba muy oscuro, apareció un horno del que salía humo, y una antorcha encendida pasó entre los trozos de los animales.
Así que Sarái le dijo a Abrán: “¡Escúchame, por favor! Jehová no me ha permitido tener hijos. Por favor, ten relaciones con mi sierva y así quizás yo pueda tener hijos por medio de ella”. Y Abrán hizo lo que le dijo Sarái.
Cuando Abrán llevaba 10 años viviendo en la tierra de Canaán, Sarái, la esposa de Abrán, tomó a su sierva egipcia Agar y se la dio a su esposo Abrán como esposa.
Al ver esto, Sarái le dijo a Abrán: “Tú tienes la culpa del daño que ella me está haciendo. Yo te puse a mi sierva en tus brazos, pero, cuando ella se dio cuenta de que estaba embarazada, empezó a despreciarme. Que Jehová juzgue entre tú y yo”.
De modo que Abrán le dijo a Sarái: “Tú tienes autoridad sobre tu sierva, así que haz con ella lo que te parezca mejor”. Entonces Sarái la humilló, y ella huyó.
Entonces ella invocó el nombre de Jehová, que estaba hablando con ella, y le dijo: “Tú eres un Dios que ve”. Ella dijo eso porque pensó: “¿De veras he visto aquí al que me ve?”.
Y te daré a ti y a tu descendencia la tierra en la que viviste como extranjero —toda la tierra de Canaán—, y será de ustedes de forma permanente. Y yo seré el Dios de ellos”.
Generación tras generación tienen que circuncidarj a todos los varones que haya entre ustedes a los ocho días de edad, a cualquiera que nazca en la casa y a cualquiera que no sea descendiente de ustedes y que haya sido comprado con dinero a un extranjero.
Todos los varones nacidos en tu casa y todos los que hayas comprado con dinerok deben ser circuncidados. Mi pacto —marcado en la carne de ustedes— será un pacto permanente.l
Ante esto, Abrahán cayó rostro a tierra. Entonces empezó a reírse y a decir en su corazón:a “¿Acaso un hombre de 100 años tendrá un hijo? Y Sara, una mujer de 90 años, ¿de veras dará a luz?”.b
Pero Dios dijo: “Tu esposa Sara de veras te dará un hijo, y tienes que llamarlo Isaac. Y yo estableceré mi pacto con él. Será un pacto eterno con su descendencia.
En cuanto a Ismael, he oído tu petición. Mira, lo voy a bendecir. Haré que tenga hijos y que se multiplique mucho, muchísimo. De él saldrán 12 jefes, y lo convertiré en una nación grande.
Entonces Abrahán reunió a su hijo Ismael, a todos los varones nacidos en su casa y a todos los varones que había comprado con dinero —es decir, a todos los varones de la casa de Abrahán—, y circuncidó su prepucio ese mismo día, tal como le había mandado Dios.
Y todos los varones de su casa —los que habían nacido en su casa y los que habían sido comprados con dinero a un extranjero— también fueron circuncidados con él.
Después, Jehová se le apareció a Abrahán entre los árboles grandes de Mamré. Era la hora más calurosa del día y Abrahán estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña
Cuando él levantó la vista, vio que a cierta distancia había tres hombres de pie. Tan pronto como los vio, salió corriendo desde la entrada de su tienda a recibirlos, y entonces se inclinó hasta el suelo.
Puesto que han venido adonde este siervo suyo, permítanme traerles un poco de pan para que recobren fuerzas. Después pueden seguir su camino”. Ellos respondieron: “Está bien. Haz todo lo que has dicho”.
Luego Abrahán corrió adonde estaba el ganado, escogió un buen toro, joven, de carne tierna, y se lo dio a su sirviente, quien fue enseguida a prepararlo.
Después tomó mantequilla, leche y el toro joven ya preparado y les sirvió esta comida. Entonces él se quedó de pie junto a ellos debajo del árbol mientras ellos comían.
Uno de ellos le dijo: “Sin falta regresaré el año que viene por estas fechas, y tu esposa Sara tendrá un hijo”. Ahora bien, Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, que estaba detrás del hombre.
Yo he llegado a conocerlo a fin de que les ordene a sus hijos y a todos sus descendientes que sigan el camino de Jehová haciendo lo que es justo y recto. De ese modo, yo, Jehová, cumpliré lo que le he prometido a Abrahán”.
Supongamos que en la ciudad hay 50 hombres justos. Aun así, ¿destruirás a toda la gente? ¿No perdonarás a la ciudad por los 50 hombres justos que hay en ella?
¡Sería imposible que hicieras eso, que mataras al justo con el malvado! ¡Tú nunca permitirías que los dos acabaran igual! Sería imposible que tú hicieras algo así. ¿El Juez de toda la tierra no hará lo que es justo?”.
Pero supongamos que faltan 5 justos para llegar a los 50. ¿Destruirás a toda la ciudad porque faltan 5?”. Y Dios le contestó: “No la destruiré si encuentro allí a 45 justos”.
Abrahán continuó: “Jehová, no te vayas a enojar, pero, por favor, déjame seguir hablando. ¿Y si encuentras solo a 30?”. Él respondió: “Si encuentro a 30, no la destruiré”.
Y otra vez Abrahán le dijo: “Jehová, perdona que me tome la libertad de insistir. ¿Y si solo hay 20 justos?”. Dios le respondió: “Si hay 20, no la destruiré”.
Por último, Abrahán le dijo: “Jehová, no te enojes, pero, por favor, déjame hablar solo una vez más. ¿Y si encuentras solo a 10?”. Él le contestó: “No la destruiré si encuentro a 10”.
Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, y Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad. Cuando los vio llegar, Lot se levantó para recibirlos y luego se inclinó rostro a tierra.
Entonces les dijo: “Por favor, señores míos, vengan a casa de este siervo suyo. Quédense a dormir esta noche y haré que les laven los pies. Mañana pueden levantarse temprano y seguir su camino”. Pero ellos le respondieron: “No, gracias. Pasaremos la noche en la plaza”.
Miren, tengo dos hijas que todavía no han tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Por favor, déjenme traérselas afuera para que hagan con ellas lo que les parezca bien. Pero a estos hombres no les hagan nada, porque ellos han buscado refugio bajo mi techo”.
Sin embargo, ellos le respondieron: “¡Quítate de en medio!”. Y luego dijeron: “Este individuo solitario, un extranjero que vino a vivir aquí, ¿cómo se atreve a juzgarnos? Ahora a ti te trataremos peor que a ellos”. Entonces se le echaron encima a Lot e intentaron tirar abajo la puerta.
Entonces los hombres que estaban dentro con Lot le dijeron: “¿Tienes a alguien más en la ciudad? ¡Reúne a tus yernos, tus hijos, tus hijas y toda tu gente, y sácalos de aquí!
Vamos a destruir este lugar, porque los gritos de queja contra sus habitantes han llegado a ser muy fuertes ante Jehová. Por eso, Jehová nos ha enviado a destruir la ciudad”.
Así que Lot salió para hablar con sus yernos —los hombres que iban a casarse con sus hijas— y les dijo una y otra vez: “¡Vamos! ¡Salgan de este lugar! ¡Jehová va a destruir la ciudad!”. Pero sus yernos creían que estaba bromeando.
Cuando empezaba a amanecer, los ángeles se pusieron a apresurar a Lot diciéndole: “¡Corre! ¡Llévate a tu esposa y a tus dos hijas, para que no mueras cuando se castigue a la ciudad por su error!”.
Pero Lot seguía tardándose. Aun así, Jehová le tuvo compasión y por eso los hombres los tomaron de la mano a él, a su esposa y a sus dos hijas y los sacaron de la ciudad.
Tan pronto como llegaron a las afueras, uno de los hombres dijo: “¡Corre por tu vida! ¡No mires atrás y no te detengas en ninguna parte del distrito! ¡Huye a la región montañosa para que no seas destruido!”.
Sé que ya le has mostrado tu favor a este siervo tuyo y que me estás demostrando gran bondad al mantenerme vivo. Pero no soy capaz de huir a la región montañosa. Es que tengo miedo de que me pase algo malo y me muera.
Cuando miró abajo hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la tierra del distrito, vio algo impresionante: ¡de la tierra subía un humo tan denso como el humo que sale de un horno!
Ahora bien, cuando Dios destruyó las ciudades del distrito, tuvo en cuenta a Abrahán. Por eso sacó a Lot de las ciudades que iba a destruir, donde Lot había estado viviendo.
Tiempo después, a Lot le dio miedo vivir en Zóar, así que él salió de Zóar con sus dos hijas y se mudó a la región montañosa. Allí empezó a vivir en una cueva con sus dos hijas.
Y la hija mayor le dijo a su hermana: “Nuestro padre ya es muy mayor, y no hay ningún hombre en el país con quien podamos tener relaciones como se acostumbra en toda la tierra.
Así que esa noche emborracharon con vino a su padre. Luego la hija mayor entró adonde estaba su padre y se acostó con él. Pero Lot no se dio cuenta ni de cuándo su hija se acostó ni de cuándo se levantó.
Al día siguiente, la hija mayor le dijo a la hija menor: “Anoche yo me acosté con mi padre. Volvamos a darle vino esta noche, y luego tú entras y te acuestas con él. Así mantendremos el linaje de nuestro padre”.
De modo que esa noche volvieron a emborrachar con vino a su padre. Luego la hija menor fue y se acostó con él. Pero Lot no se dio cuenta ni de cuándo ella se acostó ni de cuándo se levantó.
Posteriormente, Dios se le apareció a Abimélec de noche en un sueño y le dijo: “Puedes darte por muerto debido a la mujer que has mandado traer,b pues ella está casadac y le pertenece a otro hombre”.
Y ahora devuélvele la mujer a su esposo, porque él es profeta. Él orará por ti y tú seguirás viviendo. Pero, si no se la devuelves, te aseguro que tú y todos los tuyos morirán”.
Luego Abimélec llamó a Abrahán y le reclamó: “¿Qué nos has hecho? ¿Qué pecado cometí contra ti para que nos hayas expuesto a mí y a mi reino a cometer un pecado tan grande? Eso que me hiciste estuvo muy mal”.
Por eso, cuando Dios me mandó salir de la casa de mi padre y andar de un sitio a otro, yo le pedí a ella: ‘Demuéstrame, por favor, tu amor leal de esta manera: adondequiera que vayamos, di que soy tu hermano’”.
Y a Sara le dijo: “Aquí le doy 1.000 piezas de plata a tu hermano. Son para probar tu inocencia ante todos los que están contigo y ante todos los demás. Nadie podrá acusarte de nada”.
Entonces Dios le dijo a Abrahán: “No te sientas mal por lo que Sara te está diciendo sobre el muchacho y tu esclava. Escúchala, porque por medio de Isaac vendrá lo que será llamado tu descendencia.
Así que Abrahán se levantó muy de mañana, tomó pan y un odre de agua y se los dio a Agar. Él le puso todas las cosas al hombro y luego los despidió a ella y al muchacho. Entonces, ella se marchó y anduvo sin rumbo por el desierto de Beer-Seba.
Después siguió caminando y se sentó sola a una distancia de un tiro de arco, porque decía: “No quiero ver morir a mi hijo”. De modo que se sentó a cierta distancia y empezó a llorar desconsoladamente.
Entonces Dios oyó al muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha escuchado al muchacho allí donde está.
Por eso júrame por Dios aquí mismo que no nos traicionarás ni a mí ni a mis hijos ni a los hijos de mis hijos. Júrame también que nos demostrarás a mí y a la tierra donde has estado viviendo el mismo amor leal que yo te he demostrado”.
Entonces Dios dijo: “Por favor, toma a tu hijo, a tu único hijo, al que amas tanto,c a Isaac,d y viaja a la tierra de Moria.e Allí preséntalo como ofrenda quemada sobre una de las montañas que yo te indicaré”..f
Así que Abrahán se levantó muy de mañana, preparó su burro y llamó a dos sirvientes para que los acompañaran a él y a su hijo Isaac. También partió leña para la ofrenda quemada. Luego empezó el viaje hacia el lugar que el Dios verdadero le había indicado.
Así que Abrahán agarró la leña para la ofrenda quemada y la puso sobre su hijo Isaac. Y él se llevó el fuego y el cuchillo, y los dos siguieron el camino juntos.
Entonces Isaac se dirigió a su padre Abrahán y dijo: “¡Padre mío!”. Él respondió: “¡Dime, hijo!”. Isaac preguntó: “Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está la oveja para la ofrenda quemada?”.
Finalmente, ellos llegaron al lugar que el Dios verdadero le había indicado a Abrahán. Allí él construyó un altar y colocó la leña encima. Luego ató a su hijo Isaac de pies y manos y lo puso encima de la leña, sobre el altar.
Entonces dijo: “No le hagas daño al joven, no le hagas nada. Ahora sé de veras que eres un hombre que teme a Dios, porque no te has negado a darme a tu hijo, tu único hijo”.
Entonces Abrahán levantó la vista y vio que a cierta distancia de él había un carnero con los cuernos enredados en un matorral. Así que fue, agarró el carnero y lo presentó como ofrenda quemada en vez de a su hijo.
de veras te bendeciré y de veras haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay a la orilla del mar.h Además, tu descendencia conquistará las ciudades de sus enemigos.i
“Yo soy un extranjero e inmigrante entre ustedes. Denme una propiedad de su territorio para usarla como lugar de sepultura. Así podré enterrar ahí a mi difunta esposa”.
“Señor mío, escúchanos. Entre nosotros, tú eres un jefe escogido por Dios. Puedes enterrar a tu difunta esposa en la mejor de nuestras sepulturas. Ninguno de nosotros se negará a darte su sepultura para que entierres a tu esposa”.
que me venda la cueva de Macpelá, que es de su propiedad y está al final de su campo. Déjenme pagarle delante de ustedes la cantidad de plata que vale. Así tendré un lugar para usarlo como sepultura”.
Ahora bien, Efrón estaba sentado entre los hijos de Het. Así que, delante de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciudad de él, Efrón el hitita le contestó a Abrahán:
“¡No, mi señor! Escúchame. No solo te doy la cueva, sino también el campo donde está. Te los doy en presencia de estos hombres de mi pueblo. Entierra a tu esposa”.
y le dijo a Efrón delante de todos: “Si te parece bien, escúchame. Te pagaré el precio completo del campo. Acepta la plata para que yo pueda enterrar allí a mi esposa”.
De modo que Abrahán aceptó la oferta de Efrón y pesó para él la cantidad de plata que le había dicho delante de los hijos de Het: 400 siclos de plata, según el peso que usaban los mercaderes.
Así fue como se dejó constancia de que el campo que Efrón tenía en Macpelá, frente a Mamré —el campo, la cueva que estaba en él y todos los árboles que estaban dentro de los límites del campo—, había pasado a ser
Un día, Abrahán habló con el siervo de más años que había en su casa, el que administraba todo lo que Abrahán tenía, y le dijo: “Por favor, pon tu mano debajo de mi muslo.
Quiero que me jures por Jehová, el Dios de los cielos y el Dios de la tierra, que no escogerás como esposa para mi hijo a una de las hijas de los cananeos, entre quienes estoy viviendo.
Jehová, el Dios de los cielos, me hizo salir de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes. También habló conmigo y me juró: ‘Voy a darle esta tierra a tu descendencia’. Él enviará a su ángel delante de ti, y tú sin falta conseguirás una esposa para mi hijo en ese lugar.
Al llegar, hizo que sus camellos se arrodillaran junto a un pozo que estaba fuera de la ciudad. Ya estaba atardeciendo y era más o menos la hora en la que las mujeres iban a sacar agua.
Te pido que la joven a la que yo le diga ‘Por favor, baja tu jarro de agua para que pueda beber’ y que me conteste ‘Puedes beber tú, y también les traeré agua a tus camellos’ sea la que tú has escogido para tu siervo Isaac. Así me harás saber que le has mostrado amor leal a mi amo”.
Antes de que terminara de orar, salió de la ciudad una joven llamada Rebeca con un jarro sobre el hombro. Era hija de Betuel, hijo de Milcá, la esposa de Nacor, el hermano de Abrahán.
Era una joven muy atractival y era virgen; no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre.m Ella bajó al manantial, llenó su jarro de agua y entonces volvió a subir.
Luego dijo: “Alabado sea Jehová, el Dios de mi amo Abrahán, porque ha seguido mostrándole amor leal y fidelidad a mi amo. Jehová me ha guiado hasta la casa de los hermanos de mi amo”.
En cuanto vio la nariguera y los brazaletes en las muñecas de su hermana Rebeca y la escuchó decir “Y eso fue lo que me dijo el hombre”, fue a encontrarse con aquel hombre, que todavía seguía allí al lado de los camellos junto al manantial.
Así que el hombre entró en la casa, y él les quitó las correas a los camellos y les dio paja y alimento. También les llevó agua a él y a los hombres que iban con él para lavar sus pies.
Mi amo quiso que le hiciera un juramento. Me dijo: ‘No escogerás como esposa para mi hijo a una de las hijas de los cananeos, en cuya tierra estoy viviendo.
Entonces él me dijo: ‘Jehová, a quien he servido, enviará a su ángel contigo y sin duda le dará éxito a tu viaje. Tienes que escoger una esposa para mi hijo de entre mis familiares y de la casa de mi padre.
haz que suceda lo que voy a pedirte. Aquí estoy junto a un manantial. Cuando venga una joven a sacar agua, yo le diré: “Por favor, dame un poco de agua de tu jarro”.
”Pues bien, antes de que acabara de orar en silencio, Rebeca ya estaba saliendo de la ciudad con su jarro sobre el hombro. Ella bajó al manantial y empezó a sacar agua. Entonces le dije: ‘Dame de beber, por favor’.
Y ella enseguida se bajó el jarro del hombro y me dijo: ‘Bebe tú, y también les traeré agua a tus camellos’. Así que bebí, y ella también les trajo agua a los camellos.
Después le pregunté: ‘¿De quién eres hija?’. Ella contestó: ‘Soy hija de Betuel, el hijo que Milcá tuvo con Nacor’. Entonces, le puse la nariguera y le coloqué los brazaletes en las muñecas.
Luego me incliné y me postré ante Jehová, y alabé a Jehová, el Dios de mi amo Abrahán, quien me había guiado por el camino correcto hasta la nieta del hermano de mi amo para llevársela a su hijo.
Después, él y los hombres que estaban con él comieron y bebieron, y pasaron allí la noche. Cuando él se levantó por la mañana, dijo: “Déjenme regresar con mi amo”.
Y bendijeron a Rebeca y le dijeron: “Hermana nuestra, que llegues a ser miles de veces diez mil y que tu descendencia conquiste las ciudades de quienes la odian”.
A continuación, Rebeca y sus siervas se prepararon, se montaron en los camellos y siguieron al hombre. Entonces, el siervo se marchó y se llevó a Rebeca con él.
Entonces le preguntó al siervo: “¿Quién es aquel hombre que viene caminando por el campo hacia nosotros?”. El siervo le contestó: “Ese es mi amo”. Así que ella agarró su velo y se cubrió.
Después, Isaac la llevó a la tienda de campaña de su madre Sara. Así fue como Rebeca llegó a ser su esposa. Isaac se enamoró de ella y sintió consuelo tras la pérdida de su madre.
Pero, a los hijos que tuvo con sus concubinas, Abrahán les dio regalos. Luego, mientras todavía vivía, los envió hacia el este, lejos de su hijo Isaac, a la tierra de Oriente.
Y ellos se pusieron a vivir en la región que va desde Havilá —cerca de Sur, que está cerca de Egipto— hasta Asiria. Él se estableció cerca de todos sus hermanos.
Los hijos que llevaba dentro de ella empezaron a luchar entre sí, de modo que ella dijo: “Si las cosas son así, ¿para qué voy a seguir viviendo?”. Así que consultó a Jehová.
Y Jehová le dijo: “Hay dos naciones en tu vientre. Dos pueblos saldrán de ti separados. Un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al más joven”.
Los muchachos fueron creciendo. Con el tiempo, Esaú llegó a ser un hábil cazador al que le gustaba estar en el campo, mientras que Jacob era un hombre sin culpa que vivía en tiendas de campaña.
Y Esaú le dijo a Jacob: “¡Rápido, por favor! ¡Dame un poco del guisado rojo que tienes ahí, porque estoy sin fuerzas!”. Por eso fue que lo llamaron Edom.
Después, Jacob le dio pan y guisado de lentejas, y Esaú se puso a comer y beber.c Luego se levantó y se fue. Así despreció Esaú su derecho de primogénito.d
Ahora bien, hubo una época de hambre en el país, aparte de la primera que hubo en los días de Abrahán.e De modo que Isaac fue a Guerar,f donde estaba Abimélec, el rey de los filisteos.
Quédate a vivir como extranjero en este país,i y yo seguiré contigo y te bendeciré. Te daré todas estas tierrasj a ti y a tu descendencia. Cumpliré el juramento que le hice a tu padrek Abrahán cuando le dije:
‘Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas de los cielos y a tu descendencia le daré todas estas tierras.l Y todas las naciones de la tierram conseguirán una bendición para ellas mismas mediante tu descendencia’.
Cuando los hombres del lugar le preguntaban por Rebeca, él les decía “Es mi hermana”. Y es que tenía miedo de decir que ella era su esposa. Como ella era muy hermosa, él pensaba: “Los hombres del lugar podrían matarme por Rebeca”.
Abimélec llamó enseguida a Isaac y le dijo: “¡Ella es tu esposa! ¿Por qué dijiste ‘Es mi hermana’?”. Isaac le contestó: “Es que tenía miedo de que me mataran por ella”.
Isaac volvió a abrir los pozos que se habían cavado cuando vivía su padre Abrahán pero que los filisteos habían tapado tras la muerte de Abrahán. Además, les puso los mismos nombres que su padre les había puesto.
Pero los pastores de Guerar se pusieron a discutir con los pastores de Isaac y a decirles: “¡El agua es nuestra!”. Por lo tanto, Isaac llamó al pozo Ésec, porque habían discutido con él.
Más tarde se fue de allí y cavó otro pozo, pero ya no discutieron por él. Por eso, él lo llamó Rehobot y dijo: “Todo esto es gracias a Jehová, quien ahora nos ha dado suficiente espacio y ha hecho que seamos muchos en el país”.
Esa noche se le apareció Jehová y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre Abrahán. No tengas miedo, porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia debido a mi siervo Abrahán”.
Y ellos le dijeron: “Hemos visto claramente que Jehová está contigo. Por eso decidimos decirte: ‘Por favor, hagamos un juramento entre tú y nosotros. Déjanos hacer este pacto contigo:
tú no nos harás nada malo tal como nosotros no te hemos hecho nada malo.a Ten en cuenta que siempre te hemos tratado bien y que te despedimos en paz. Ahora tú eres el que ha sido bendecido por Jehová’”.
Pues bien, cuando Isaac era viejo y sus ojos estaban tan débiles que no podía ver, llamó a su hijo mayor Esaú y le dijo: “¡Hijo mío!”. Y él contestó: “¡Aquí estoy!”.
Vete, por favor, adonde está la manada y tráeme dos de los mejores cabritos que encuentres para que yo pueda prepararle a tu padre una comida sabrosa, como a él le gusta.
Entonces él le dijo: “Tráeme algo de lo que cazaste para que me lo coma, hijo mío, y luego te bendeciré”. Así que Jacob le sirvió comida y vino, y él comió y bebió.
Entonces, él se acercó y lo besó, y su padre pudo oler su ropa. Así que lo bendijo y dijo: “Mira, el olor de mi hijo es como el aroma del campo que Jehová ha bendecido.
Que los pueblos te sirvan y que las nacionesf se inclinen ante ti. Sé el amo de tus hermanos, y que los hijos de tu madreg se inclinen ante ti. Maldito sea todo el que te maldiga y bendito sea todo el que te bendiga”.h
Pues bien, justo cuando Isaac había terminado de bendecir a Jacob y Jacob acababa de salir de donde estaba su padre Isaac, entonces su hermano Esaú volvió de cazar.
Isaac empezó a temblar violentamente y le dijo: “Entonces, ¿quién fue el que salió a cazar y me trajo la carne? Comí justo antes de que tú llegaras y lo bendije. ¡Él será bendito!”.
Entonces Esaú dijo: “Con razón se llama Jacob, pues me ha suplantado estas dos veces. Ya me quitó mi derecho de primogénito. ¡Y ahora también me quita mi bendición!”. Después le preguntó: “¿No has reservado una bendición para mí?”.
Sin embargo, Isaac le respondió a Esaú: “Lo he hecho amo tuyo, le he dado a todos sus hermanos como siervos y le he concedido cereales y vino nuevo. ¿Qué me queda para darte, hijo mío?”.
Desde entonces, Esaú le tuvo profundo rencor a Jacob por la bendición que su padre le había dado. Y Esaú decía en su corazón: “Pronto morirá mi padre. Después de los días de duelo mataré a mi hermano Jacob”.
Cuando le contaron a Rebeca lo que su hijo mayor Esaú estaba planeando, ella enseguida mandó llamar a su hijo menor Jacob y le dijo: “¡Escucha! Tu hermano Esaú planea matarte para vengarse.
hasta que se le pase el enojo y se olvide de lo que le hiciste. Entonces te mandaré avisar para que vuelvas. ¿Por qué voy a perderlos a los dos en un solo día?”.
Luego Rebeca empezó a decirle a Isaac: “Las hijas de Het han hecho que odie la vida. Si alguna vez Jacob se casa con una de las hijas de Het, con alguna como estas hijas del país, ¿para qué quiero seguir viviendo?”.
Él te dará la bendición de Abrahán —a ti y a tu descendencia— para que ocupes el país en el que has estado viviendo como extranjero y que Dios le ha dado a Abrahán”.
De modo que Isaac despidió a Jacob. Entonces Jacob fue a Padán-Aram adonde estaba Labán hijo de Betuel el arameo. Él era hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.
Pues bien, Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob, que lo había enviado a Padán-Aram a buscar una esposa allí y que le había dado este mandato al bendecirlo: “No te cases con ninguna de las hijas de Canaán”.
Así que, además de las otras esposas que ya tenía, Esaú fue adonde estaba Ismael —hijo de Abrahán— y se casó con Mahalat, hija de Ismael y hermana de Nebayot.
Con el tiempo llegó a cierto lugar y, como ya se había puesto el sol, se preparó para pasar allí la noche. De modo que tomó una piedra de allí, la acomodó para apoyar la cabeza y se acostó en aquel lugar.
Entonces tuvo un sueño, y resulta que vio una escalera que empezaba en la tierra y llegaba a los cielos, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
También vio que Jehová estaba por encima de ella y que decía: “Yo soy Jehová, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra donde estás acostado te la daré a ti y también a tu descendencia.
Tus descendientes serán tan numerosos como las partículas de polvo que hay en la tierra. Te extenderás al este y al oeste, al norte y al sur. Y todas las familias de la tierra sin falta serán bendecidas por medio de ti y por medio de tu descendencia.
De modo que Jacob se levantó temprano por la mañana, tomó la piedra en la que había apoyado la cabeza, la colocó como una columna y echó aceite encima de ella.
En el campo vio un pozo y tres rebaños de ovejas echados allí cerca, porque los rebaños solían beber de aquel pozo. Y una gran piedra cubría la boca del pozo.
Cuando ya estaban reunidos allí todos los rebaños, los pastores corrían la piedra del pozo y daban de beber a los rebaños. Después volvían a colocar la piedra sobre el pozo.
Pero ellos le dijeron: “No tenemos permiso para hacer eso. Tenemos que esperar a que se reúnan todos los rebaños y se quite la piedra del pozo. Solo entonces les damos de beber a las ovejas”.
Cuando Jacob vio a Raquel, la hija de Labán —el hermano de la madre de Jacob—, que venía con las ovejas de Labán, Jacob fue de inmediato a correr la piedra del pozo y a darles de beber a las ovejas de Labán, el hermano de su madre.
En cuanto Labán escuchó que Jacob —el hijo de su hermana— estaba allí, corrió a encontrarse con él. Lo abrazó, lo saludó con un beso y lo llevó a su casa. Y Jacob le empezó a contar a Labán todo lo que le había pasado.
Después, Labán le dijo a Jacob: “Aunque seas mi pariente, ¿cómo voy a dejar que trabajes para mí sin darte nada a cambio? Dime, ¿cuánto quieres que te pague?”.
Pues bien, a la mañana siguiente, Jacob vio que quien estaba con él era Lea. Entonces, le dijo a Labán: “¿Pero qué me has hecho? ¿No fue por Raquel por la que trabajé para ti? ¿Por qué me has engañado?”.
Así que Lea quedó embarazada y dio a luz un hijo al que llamó Rubén, pues dijo: “Esto es porque Jehová ha visto mi dolor. Ahora mi esposo empezará a amarme”.
Luego volvió a quedar embarazada y dio a luz un hijo. Entonces declaró: “Esto es porque Jehová escuchó, porque no era amada. Y él me dio este otro hijo”. Por eso ella lo llamó Simeón.
Y una vez más quedó embarazada y dio a luz un hijo. Así que dijo: “Ahora sí que mi esposo se unirá a mí, porque le he dado tres hijos”. Por lo tanto, se le llamó Leví.
Y quedó embarazada otra vez y dio a luz un hijo. Luego declaró: “Esta vez alabaré a Jehová”. Por lo tanto, ella lo llamó Judá. Entonces dejó de tener hijos.
Así que ella le dijo: “Aquí tienes a mi esclava Bilhá. Ten relaciones con ella para que tenga hijos para mí. Así yo también tendré hijos por medio de ella”.
Pues bien, un día, para el tiempo de la cosecha del trigo, Rubén estaba paseando por el campo y encontró mandrágoras. Así que se las llevó a su madre Lea. Entonces Raquel le dijo a Lea: “Dame, por favor, de las mandrágoras de tu hijo”.
Pero ella le respondió: “¿Te parece poco haberte quedado con mi esposo? ¿Ahora también quieres quedarte con las mandrágoras de mi hijo?”. Y Raquel le contestó: “De acuerdo. Que él se acueste esta noche contigo, pero a cambio dame las mandrágoras de tu hijo”.
Al anochecer, cuando Jacob venía del campo, Lea salió a su encuentro y le dijo: “Tienes que venir conmigo, porque de hecho te he alquilado con las mandrágoras de mi hijo para que tengas relaciones conmigo”. Por lo tanto, él se acostó con ella aquella noche.
Antes de que yo llegara, tenías poco, pero ahora tu rebaño ha crecido y se ha hecho muy grande. Desde que llegué, Jehová te ha bendecido. ¿Y cuándo voy a hacer algo yo por mi propia familia?”.
Entonces Labán le preguntó: “¿Qué quieres que te dé?”. Jacob le respondió: “¡No me des nada! Si haces por mí lo que voy a pedirte, seguiré pastoreando tu rebaño y cuidando de él.
Hoy pasaré por entre todo el rebaño, y tú separarás a las ovejas moteadas o con grandes manchas y a los carneros jóvenes oscuros, así como a las hembras de las cabras moteadas o con grandes manchas. Y todos los animales que nazcan así a partir de ahora serán mi salario.
Y el día de mañana, cuando vengas a revisar mi salario, podrás comprobar que he sido honrado. Si ves que tengo alguna hembra de las cabras que no sea moteada ni tenga grandes manchas o algún carnero joven que no sea oscuro, entonces se podrá decir que te he robado”.
Y ese día, de entre todas las cabras, separó a los machos rayados o con grandes manchas y a las hembras moteadas o con grandes manchas. Separó a todos los animales que tuvieran alguna mancha blanca y a todos los carneros jóvenes oscuros. Entonces puso todos estos animales al cuidado de sus hijos.
Entonces Jacob tomó ramas recién cortadas de estoraque, de almendro y de plátano, y les quitó algunas partes de la corteza para dejar al descubierto la madera blanca.
Después puso esas ramas descortezadas en los canales y en los bebederos, adonde iban a beber los rebaños, para que se pusieran en celo enfrente de ellas cuando fueran a beber.
Entonces Jacob separaba a los carneros jóvenes y hacía que los rebaños miraran a los animales rayados y oscuros que había en los rebaños de Labán. Luego fue separando a sus propios rebaños para que no se mezclaran con los rebaños de Labán.
Y, siempre que los animales más fuertes se ponían en celo, Jacob colocaba las ramas en los canales para que los rebaños las vieran y se pusieran en celo junto a ellas.
Con el tiempo, Jacob se enteró de que los hijos de Labán decían: “Jacob se ha quedado con todo lo que le pertenecía a nuestro padre. Toda su riqueza la ha sacado de lo que le pertenecía a nuestro padre”.
Si él me decía ‘Te pagaré con los animales moteados’, todo el rebaño tenía crías moteadas. Pero, si decía ‘Te pagaré con los animales rayados’, todo el rebaño tenía crías rayadas.
Una vez, cuando el rebaño se puso en celo, tuve un sueño. Vi que los machos de las cabras que se apareaban con el rebaño eran rayados, moteados y manchados.
Y él dijo: ‘Levanta la vista, por favor, y verás que todos los machos de las cabras que se aparean con el rebaño son rayados, moteados y manchados. Esto es así porque he visto todo lo que Labán te está haciendo.
Yo soy el Dios verdadero, que se te apareció en Betel, donde ungiste una columna y donde me hiciste un voto. Ahora prepárate, sal de este país y regresa a la tierra donde naciste’”.
y se dirigió con todos sus rebaños y con todos los bienes que había acumulado, el ganado que poseía y que había acumulado en Padán-Aram, hacia la tierra de Canaán, donde estaba su padre Isaac.
Pues bien, Jacob había colocado su tienda en la montaña y Labán había acampado con sus hermanos en la región montañosa de Galaad. Así que Labán se acercó a Jacob
¿Por qué me engañaste y te fuiste a escondidas sin avisarme? Si me lo hubieras dicho, te habría despedido con una fiesta y con canciones, panderetas y arpas.
En cuanto a tus dioses, búscalos, y la persona que los tenga morirá. Busca entre todo lo que tengo delante de nuestros hermanos y llévate lo que sea tuyo”. Ahora bien, Jacob no sabía que Raquel había robado los dioses.
Así que Labán los buscó en la tienda de campaña de Jacob, en la tienda de Lea y en la tienda de las dos esclavas, pero no los encontró. Al salir de la tienda de Lea, fue a buscarlos a la tienda de Raquel.
Pero Raquel ya había agarrado los ídolos domésticos, los había escondido en la canasta de la silla que las mujeres usaban para montar en camello y se había sentado encima. De modo que Labán los buscó por toda la tienda, pero no los encontró.
Entonces ella le dijo a su padre: “No te enojes, señor mío, pero no puedo levantarme en tu presencia. Estoy con lo que es habitual entre las mujeres”. De modo que él siguió buscando, pero, por más que buscó, no encontró los ídolos domésticos.
Ahora que ya terminaste de buscar entre todas mis cosas, ¿encontraste algo que pertenezca a tu casa? Sácalo delante de mis hermanos y tus hermanos, y que ellos decidan quién de los dos tiene la razón.
Nunca te llevé ningún animal despedazado por fieras. Yo me hacía cargo de la pérdida. Y, si robaban algún animal —fuera de día o de noche—, tú me exigías que te lo compensara.
Si el Dios de mi padreo —el Dios de Abrahán y el Dios a quien Isaacp teme— no hubiera estado conmigo, ahora me estarías mandando de regreso con las manos vacías. Pero Dios vio mi sufrimiento y mi duro trabajo. Por eso te reprendió anoche”.q
Entonces Labán le respondió a Jacob: “Estas mujeres son mis hijas, estos niños son mis hijos y este rebaño es mi rebaño. Todo lo que estás mirando es mío y de mis hijas. ¿Cómo voy a hacer algo contra ellas o contra los hijos que ellas han dado a luz?
Si maltratas a mis hijas o si te casas con otras mujeres además de ellas, aunque no haya ningún hombre con nosotros que lo vea, recuerda que Dios será testigo entre tú y yo”.
Este montón de piedras y esta columna son testigos de que yo no pasaré más allá de este montón para hacerte daño y de que tú no pasarás más allá de este montón y de esta columna para hacerme daño.
Que juzgue entre nosotros el Dios de Abrahán y el Dios de Nacor, es decir, el Dios del padre de ellos”. Y Jacob juró por el Dios a quien temía su padre Isaac.
Tiempo después, los mensajeros regresaron adonde estaba Jacob y le dijeron: “Fuimos adonde tu hermano Esaú y ahora viene a tu encuentro con 400 hombres”.
Después, Jacob oró: “Oh, Dios de mi padre Abrahán y Dios de mi padre Isaac, tú, Jehová, me has dicho: ‘Regresa a tu tierra y adonde están tus parientes, y yo te trataré bien’.
Yo no merezco el amor leal ni la fidelidad que me has mostrado a mí, tu siervo. Cuando crucé el Jordán, solo tenía mi bastón, pero ahora tengo tanto que he llegado a formar dos campamentos.
Porque tú has dicho: ‘De veras te trataré bien y haré que tu descendencia sea como los granos de arena del mar, que son tan numerosos que no se pueden contar’”.
Además, le ordenó al que iba primero: “Si te encuentras con mi hermano Esaú y te pregunta ‘¿De quién eres siervo y adónde vas? ¿De quién son estos animales que van delante de ti?’,
También les dio órdenes al segundo, al tercero y a todos los que iban detrás de cada grupo de animales. Les dijo: “Eso es lo que deben decirle a Esaú cuando se encuentren con él.
También deben decirle: ‘Tu siervo Jacob viene detrás de nosotros’”. Porque Jacob pensaba: “Si logro aplacarlo enviándole antes un regalo, entonces, cuando yo lo vea, quizás me reciba amablemente”.
Pero Jacob se levantó más tarde esa misma noche, tomó a sus dos esposas, sus dos siervas y sus 11 niños y cruzó las aguas del Jaboc por la parte menos profunda.
Cuando ese hombre vio que no lograba vencer a Jacob, entonces le tocó la cavidad de la cadera. Así que a Jacob se le dislocó la cadera mientras luchaba con él.
Por eso, hasta el día de hoy, los descendientes de Israel no tienen la costumbre de comerse el tendón del muslo, que está en la cavidad de la articulación de la cadera, porque fue en ese tendón del muslo donde aquel hombre tocó a Jacob.
Cuando Esaú levantó la vista, vio a las mujeres y a los niños y preguntó: “¿Quiénes son estos que vienen contigo?”. Jacob le contestó: “Son los hijos con los que Dios ha bendecido a tu siervo”.
Pero Jacob le dijo: “No, si me he ganado tu favor, te ruego que aceptes este regalo de mi parte, porque lo traje para poder ver tu rostro. He visto tu rostro y ha sido como ver el rostro de Dios, pues me has recibido con gusto.
Por favor, acepta el regalo que te he traído, porque Dios me ha bendecido y tengo todo lo que necesito”. Y siguió insistiéndole hasta que Esaú lo aceptó.
Pero Jacob le respondió: “Mi señor sabe que los niños son frágiles. También sabe que tengo ovejas y vacas con crías. Si en un día apuramos demasiado a los animales, todos morirán.
Por favor, mi señor, vete delante de tu siervo. Yo haré el viaje más despacio, al paso del ganado y de los niños, hasta que me encuentre con mi señor en Seír”.
Entonces Esaú le dijo: “Al menos permíteme dejarte parte de mi gente”. Pero Jacob le contestó: “¿Para qué vas a hacer eso? Si con tener el favor de mi señor me basta”.
Jacob siguió su viaje desde Padán-Aram y llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, y estableció su campamento cerca de la ciudad.
Después pagó 100 piezas de dinero por una parte del campo donde había colocado su tienda. Les compró esa parte a los hijos de Hamor, que era padre de Siquem.
Cuando Jacob se enteró de que Siquem había deshonrado a su hija Dina, sus hijos estaban en el campo con el ganado. Así que Jacob decidió no decir nada hasta que ellos regresaran.
Pero los hijos de Jacob se enteraron y regresaron enseguida del campo. Estaban ofendidos y muy enojados porque Siquem había deshonrado a Israel al acostarse con la hija de Jacob, algo que no debía hacerse.
Pueden pedirme una dote altísima por la novia y un generoso regalo. Estoy dispuesto a darles cualquier cosa. Pero, por favor, denme a la joven por esposa”.
Así que ellos respondieron: “No podemos hacer algo así. No podemos darle nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque es una deshonra para nosotros.
Y el joven se apresuró a hacer lo que pedían, porque de veras le gustaba la hija de Jacob. Además, él era el más respetable de toda la casa de su padre.
“Estos hombres quieren seguir viviendo en paz con nosotros. Dejemos que se queden en nuestra tierra y que hagan negocios aquí. A fin de cuentas, hay suficiente tierra para ellos. Nosotros podremos casarnos con sus hijas y darles nuestras hijas a ellos.
Solo han puesto una condición: que todos nuestros varones se circunciden tal como ellos están circuncidados. Solamente así aceptarán quedarse a vivir con nosotros para formar un solo pueblo.
¿No creen que entonces todos sus bienes, sus riquezas y sus animales serán nuestros? Pues hagamos lo que nos piden para que se queden a vivir con nosotros”.
Entonces todos los que salían por la puerta de la ciudad les hicieron caso a Hamor y a su hijo Siquem, y todos los varones —todos los que salían por la puerta de la ciudad— se circuncidaron.
Pero, al tercer día, cuando los hombres todavía estaban adoloridos, Simeón y Leví —dos hijos de Jacob que eran hermanos de Dina— tomaron una espada cada uno y fueron a la ciudad. Y allí, sin que nadie se lo esperara, mataron a todos los varones.
Al enterarse, Jacob les dijo a Simeón y a Leví: “Me han causado un gran problema. Por su culpa me aborrecerán los habitantes del país: los cananeos y los perizitas. Nosotros somos pocos. Seguro que ellos se unirán para atacarme, y acabarán conmigo y con toda mi casa”.
Después, Dios le dijo a Jacob: “Ponte en camino, sube a Betel y quédate allí. Y tienes que hacerle allí un altar al Dios verdadero, quien se te apareció cuando estabas huyendo de tu hermano Esaú”.
Entonces Jacob les dijo a su familia y a todos los que estaban con él: “Desháganse de los dioses extranjeros que tengan, límpiense y cámbiense de ropa.
Pongámonos en camino y subamos a Betel. Allí le haré un altar al Dios verdadero, quien contestó mis súplicas en el día de mi angustia y quien ha estado conmigo dondequiera que he ido”.
Así que ellos le dieron a Jacob todos los dioses extranjeros que tenían y los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob lo enterró todo debajo del árbol grande que estaba cerca de Siquem.
Más tarde murió Débora, la nodriza de Rebeca, y fue enterrada debajo de un roble, al pie de la colina donde estaba Betel. Por eso él llamó Alón-Bacut a este árbol.
Dios también le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso. Ten muchos hijos y multiplícate. Llegarás a ser padre de naciones, de un gran grupo de naciones. Y entre tus descendientes habrá reyes.
Y Jacob levantó una columna, una columna de piedra, en el lugar donde Dios había hablado con él. Derramó una ofrenda líquida sobre ella y le echó aceite encima.
Mientras Israel vivía en aquella tierra, un día Rubén fue y se acostó con Bilhá, la concubina de su padre, e Israel se enteró.
Al final, Jacob tuvo 12 hijos.
Tiempo después, Jacob llegó adonde estaba su padre Isaac. Llegó a Mamré, en el área de Quiryat-Arbá, es decir, Hebrón, donde Abrahán y también Isaac habían vivido como extranjeros.
Después, Esaú se fue a otra tierra a cierta distancia de su hermano Jacob y se llevó a sus esposas, a sus hijos, a sus hijas y a todos los miembros de su casa, así como el ganado y los demás animales y todas las riquezas que había acumulado en la tierra de Canaán.
Como los dos habían acumulado muchos bienes, ya no podían vivir juntos. Tenían tantos animales que la tierra donde habían estado viviendo ya no daba abasto para mantenerlos.
Y Elifaz, hijo de Esaú, tuvo una concubina llamada Timná. Con el tiempo, ella le dio a Elifaz un hijo llamado Amalec. Estos fueron los hijos de Adá, esposa de Esaú.
Los jeques que salieron de los hijos de Esaú son los siguientes. De Elifaz —el primer hijo de Esaú— salieron el jeque Temán, el jeque Omar, el jeque Zefó, el jeque Quenaz,
De Reuel —hijo de Esaú— salieron el jeque Náhat, el jeque Zérah, el jeque Samá y el jeque Mizá. Estos fueron los jeques de la familia de Reuel en la tierra de Edom. Fueron los hijos de Basemat, esposa de Esaú.
Por último, de Oholibamá —esposa de Esaú— salieron el jeque Jeús, el jeque Jalam y el jeque Coré. Estos fueron los jeques que salieron de Oholibamá hija de Aná y esposa de Esaú.
Los hijos de Zibeón fueron Ayá y Aná. Este es el Aná que encontró aguas termales en el desierto mientras estaba cuidando los burros de su padre, Zibeón.
Cuando Baal-Hanán hijo de Acbor murió, reinó en su lugar Hadar. Su ciudad se llamaba Paú y su esposa se llamaba Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezahab.
Así que los jeques que descendieron de Esaú —ordenados por familias y por regiones según sus nombres— fueron el jeque Timná, el jeque Alvá, el jeque Jetet,
el jeque Magdiel y el jeque Iram. Estos fueron los jeques de Edom, ordenados por las regiones que ocuparon en su tierra. Este es Esaú, el padre de los edomitas.
Esta es la historia de Jacob. Cuando su hijo José tenía 17 años, el muchacho cuidaba los rebaños con los hijos de Bilhá y de Zilpá, las esposas de su padre. Y un día José le dio a su padre un mal informe de sus hermanos.
Estábamos amarrando gavillas de grano en medio del campo, y entonces mi gavilla se levantó y se quedó de pie. Luego sus gavillas se pusieron alrededor de la mía y se inclinaron ante ella”.
Sus hermanos le dijeron: “¿Acaso vas a ser rey sobre nosotros y nos vas a gobernar?”. Así pues, los sueños de José y sus palabras hicieron que ellos lo odiaran todavía más.
Después, José tuvo otro sueño y se lo contó a sus hermanos. Les dijo: “He tenido otro sueño. Pero esta vez se inclinaban ante mí el sol, la luna y 11 estrellas”.
Se lo contó a su padre y a sus hermanos. Entonces su padre lo reprendió y le dijo: “¿Qué significa este sueño tuyo? ¿De veras vendremos tu madre, tus hermanos y yo a inclinarnos hasta el suelo delante de ti?”.
Más tarde, Israel le dijo a José: “Tus hermanos están pastoreando los rebaños cerca de Siquem, ¿verdad? Ven, que quiero mandarte adonde están ellos”. Y José le respondió: “¡Aquí estoy para lo que mandes!”.
Así que su padre le dijo: “Por favor, ve a ver si tus hermanos están bien, fíjate en cómo está el rebaño y regresa para informarme”. Entonces lo mandó del valle de Hebrón a Siquem.
Rubén añadió: “No derramen sangre. Échenlo en esta cisterna en el desierto, pero no le hagan daño”. Y es que él quería librarlo de ellos para devolvérselo a su padre.
Luego se sentaron a comer y, al levantar la vista, vieron que venía una caravana. Eran ismaelitas que bajaban de Galaad hacia Egipto. Sus camellos iban cargados de ládano, bálsamo y corteza resinosa.
Vamos a vendérselo a los ismaelitas, y no le hagamos daño nosotros. Después de todo, él es nuestro hermano y somos de la misma sangre”. Así que ellos escucharon a su hermano.
Y, cuando los mercaderes madianitas pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron de la cisterna y se lo vendieron a los ismaelitas por 20 piezas de plata. De modo que aquellos hombres se llevaron a José a Egipto.
Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarlo, pero él no se dejaba consolar. Más bien, decía: “¡Seguiré de duelo por mi hijo hasta que baje a la Tumba!”. Y el padre de José siguió llorando por él.
En vista de eso, Judá le dijo a Onán: “Cásate con la esposa de tu hermano y cumple con el matrimonio de cuñado. Ten relaciones con ella para darle descendencia a tu hermano”.
Pero Onán sabía que esa descendencia no se consideraría suya. Así que, cuando tenía relaciones con la esposa de su hermano, derramaba su semen en el suelo para no darle descendencia a su hermano.
Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: “Quédate en la casa de tu padre y mantente viuda hasta que mi hijo Selá sea mayor”. Y es que pensaba: “No sea que él también muera como sus hermanos”. Así que Tamar se fue y se quedó en la casa de su padre.
Con el tiempo murió la esposa de Judá, que era hija de Súa. Cuando Judá terminó el periodo de duelo, fue con su amigo Hirá el adulamita adonde estaban los esquiladores de sus ovejas en Timná.
Así que ella se quitó su ropa de viuda, se cubrió el rostro, se puso un chal y se sentó a la entrada de Enaim, que está en el camino que va a Timná. Hizo esto porque veía que Selá ya era mayor y todavía no la habían casado con él.
De modo que se apartó del camino, fue hacia ella y, como no sabía que era su nuera, le pidió: “Déjame tener relaciones contigo, por favor”. Ella le respondió: “¿Qué me darás a cambio de tener relaciones conmigo?”.
Él le preguntó: “¿Qué quieres que te deje como garantía?”. Entonces ella le dijo: “Tu anillo de sellar con su cordón y la vara que tienes en la mano”. Así que él se los dio, tuvo relaciones con Tamar y la dejó embarazada.
Así que les preguntó a los hombres del lugar: “¿Dónde está aquella prostituta de templo que estaba en Enaim junto al camino?”. Pero ellos le dijeron: “Aquí nunca ha habido una prostituta de templo”.
Al final, él regresó adonde estaba Judá y le dijo: “No la encontré. Es más, los hombres del lugar me dijeron: ‘Aquí nunca ha habido una prostituta de templo’”.
Así que Judá le dijo: “Que se quede con las cosas, no sea que se burlen de nosotros. En cualquier caso, yo le envié el cabrito a ella, pero tú no la encontraste”.
Unos tres meses después le dijeron a Judá: “Tu nuera Tamar se ha prostituido. Y, por haberse prostituido, ahora está embarazada”. Entonces Judá dijo: “Llévenla afuera y que la quemen”.
Mientras la iban llevando afuera, ella le envió este mensaje a su suegro: “El hombre del que estoy embarazada es el dueño de estas cosas”. Y añadió: “Por favor, comprueba de quién son este anillo de sellar, este cordón y esta vara”.
Judá examinó las cosas y dijo: “Ella es más justa que yo, porque yo no la entregué a mi hijo Selá”. Después de aquello no volvió a tener relaciones sexuales con ella.
Mientras ella daba a luz, uno de ellos sacó la mano. Enseguida la partera agarró un hilo rojo escarlata, se lo ató a la mano y dijo: “Este salió primero”.
Pues bien, los ismaelitas llevaron a José a Egipto. Allí se lo vendieron a un egipcio llamado Potifar, que era jefe de la guardia del faraón y funcionario de la corte.
Desde el momento en que lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová empezó a bendecir la casa del egipcio debido a José. Jehová bendijo todo lo que él tenía en la casa y en el campo.
Al final, Potifar dejó al cuidado de José todo lo que tenía. No tenía que preocuparse de nada, únicamente de lo que quería comer. Además, José se convirtió en un joven fornido y atractivo.
Pero él se negabad y le decía a la esposa de su amo: “Mira, mi amo no se preocupa de nada de la casa porque me tiene a mí, y me ha confiadoe todo lo que tiene.
No hay nadie con más autoridad que yo en esta casa. Y él ha puesto todo a mi disposición excepto a ti, porque eres su esposa.f Así que ¿cómo podría yo hacer algo tan malo y de hecho pecar contra Dios?”.g
ella se puso a llamar a gritos a los hombres de la casa y les dijo: “¡Miren! Ese hebreo que nos trajo mi esposo ha querido reírse de nosotros. Intentó acostarse conmigo, pero yo me puse a gritar con todas mis fuerzas.
Por eso, el jefe de la prisión puso a José a cargo de todos los presos que estaban encerrados allí. José era el encargado de que ellos realizaran todo lo que tenían que hacer.
Y el jefe de la prisión no se preocupaba de nada de lo que había puesto al cuidado de José, porque Jehová estaba con José y Jehová se encargaba de que le saliera bienf todo lo que hacía.
Ahora bien, tanto el copero como el panadero del rey de Egipto, que estaban encerrados en la prisión, tuvieron un sueño cada uno la misma noche. Y cada sueño tenía su propia interpretación.
Entonces, les preguntó a estos funcionarios del faraón que estaban encerrados con él en la casa de su amo: “¿Por qué tienen hoy esas caras tan tristes?”.
Ellos le contestaron: “Cada uno de nosotros tuvo un sueño, pero no tenemos ningún intérprete”. Así que José les dijo: “¿No le pertenecen a Dios las interpretaciones? Cuéntenme sus sueños, por favor”.
Cuando el jefe de los panaderos vio que José había interpretado algo bueno, le dijo: “Yo también estaba en mi sueño y tenía tres canastas de pan blanco sobre la cabeza.
Pues bien, tres días después fue el cumpleañosf del faraón. Así que el faraón hizo un banquete para todos sus siervos y mandó traer al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos delante de sus siervos.g
Y las espigas delgadas empezaron a tragarse a las siete espigas llenas de grano excelente. Ahí se despertó el faraón y se dio cuenta de que había sido un sueño.
A la mañana siguiente, él estaba inquieto. Así que el faraón mandó llamar a todos los sacerdotes-magos y sabios de Egipto y les contó sus sueños, pero no hubo nadie que pudiera interpretárselos.
Resulta que allí con nosotros había un joven hebreo, un siervo del jefe de la guardia. Cuando le contamos nuestros sueños, él nos interpretó su significado.
Entonces el faraón le dijo a José: “He tenido un sueño, pero no hay nadie que pueda interpretármelo. Y me han dicho que, cuando te cuentan un sueño, tú puedes interpretarlo”.
Pero, cuando terminaron de comérselas, nadie habría pensado que se las habían comido, porque su aspecto seguía siendo tan malo como antes. Y ahí me desperté.
Entonces las espigas delgadas empezaron a tragarse a las siete espigas llenas de grano excelente. Les conté el sueño a los sacerdotes-magos, pero no hubo nadie que pudiera explicármelo”.
Las siete vacas flacas y feas que salieron después de las otras son siete años. Las siete espigas vacías y quemadas por el viento del este serán siete años de hambre.
Que el faraón actúe de inmediato y nombre supervisores en el país para que se recoja la quinta parte de lo que produzca Egipto durante los siete años de abundancia.
Ellos deben reunir todos estos víveres durante los años buenos que vienen. Y deben almacenar el grano en las ciudades y tenerlo guardado allí. Este grano pertenecerá al faraón.
El faraón se quitó el anillo de sellar de su propia mano y lo puso en la mano de José. Luego lo vistió con ropa de lino fino y le colocó en el cuello un collar de oro.
También hizo que se subiera en el segundo carro de honor del faraón, y delante de él iban gritando: “¡Avrékh!”. Así fue como el faraón lo puso a cargo de toda la tierra de Egipto.
Después de aquello, el faraón llamó Zafenat-Panéah a José y le dio como esposa a Asenat hija de Potifera, el sacerdote de On. Y José quedó a cargo de toda la tierra de Egipto.
José tenía 30 años cuando se presentó ante el faraón, el rey de Egipto. Entonces José se retiró de la presencia del faraón y salió a recorrer toda la tierra de Egipto.
Él estuvo reuniendo los víveres de la tierra de Egipto durante estos siete años y los almacenó en las ciudades. En cada ciudad guardaba lo que producían los campos de los alrededores.
José siguió almacenando muchísimo grano, tanto como los granos de arena del mar. Llegó a haber tanto que no podían medirlo, y al final tuvieron que dejar de medirlo.
Entonces comenzaron los siete años de hambre, tal como había dicho José. Y hubo hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había pan.
Al final, el hambre alcanzó la tierra de Egipto, y el pueblo empezó a pedirle pan al faraón desesperadamente. Así que el faraón les dijo a los egipcios: “Vayan adonde está José y hagan todo lo que él les diga”.
Y seguía habiendo hambre en toda la superficie de la tierra. Entonces José empezó a abrir todos los graneros que tenían y a venderles grano a los egipcios, porque el hambre se había apoderado de la tierra de Egipto.
Pues bien, José era el que estaba a cargo de todo el país y el que vendía grano a gente de toda la tierra. Por eso los hermanos de José fueron adonde estaba él y se inclinaron ante él rostro a tierra.
Tan pronto como José los vio, reconoció a sus hermanos, pero les ocultó quién era. Entonces, les preguntó con rudeza: “¿De dónde vienen?”. Ellos le respondieron: “Venimos de la tierra de Canaán a comprar alimento”.
Enseguida José recordó los sueños que había tenido sobre ellos y les dijo: “¡Ustedes son espías! ¡Han venido a averiguar los puntos débiles del país!”.
Pero ellos contestaron: “Nosotros, tus siervos, somos 12 hermanos. Todos somos hijos del mismo hombre de la tierra de Canaán. El más joven se quedó con nuestro padre y el otro ya no está con nosotros”.
Que uno de ustedes vaya a buscar a su hermano mientras los demás se quedan encerrados aquí. Así veremos si están diciendo la verdad. Y, si no, por la vida del faraón que ustedes son espías”.
Si son gente honrada, que uno de ustedes se quede en esta prisión donde están encerrados mientras los demás hermanos se van y llevan grano para calmar el hambre de sus familias.
Y se pusieron a decirse: “De seguro estamos pagando por lo que le hicimos a nuestro hermano. Vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, pero no le hicimos caso. Por eso ahora nosotros estamos sufriendo esta angustia”.
Rubén les dijo: “¿Recuerdan que les pedí ‘No le hagan daño al muchacho’ y que ustedes no me escucharon? Pues ahora tenemos que rendir cuentas por su sangre”.
Después, José mandó que les llenaran de grano los costales y que volvieran a meter el dinero de cada hombre en su costal. También mandó que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo.
Cuando llegaron al lugar donde iban a hospedarse, uno de ellos abrió su costal para darle alimento a su burro y vio que en la boca del costal estaba su dinero.
De inmediato les dijo a sus hermanos: “¡Me devolvieron el dinero! ¡Miren! ¡Está en mi costal!”. Al oírlo, todos se asustaron y, temblando, se dijeron unos a otros: “¿Pero qué es lo que Dios nos ha hecho?”.
Pero el señor del país nos dijo: ‘Sabré que son gente honrada si hacen lo que les voy a decir. Dejen conmigo a uno de sus hermanos. Tomen grano para calmar el hambre de sus familias y váyanse.
Luego tráiganme a su hermano menor para que yo vea que son gente honrada y no unos espías. Entonces les devolveré a su hermano y ustedes podrán comprar lo que quieran en el país’”.
Entonces su padre Jacob exclamó: “¡Ustedes me están quitando a mis hijos! ¡José ya no está con nosotros! ¡Simeón ya no está con nosotros! ¡Y ahora quieren llevarse a Benjamín! ¡Soy yo el que está sufriendo todas estas cosas!”.
Sin embargo, Jacob respondió: “Mi hijo no bajará con ustedes, porque su hermano ha muerto y solo queda él. Si tuviera un accidente durante el viaje y muriera, de la tristeza harían descender mis canas a la Tumba”.
Ellos le respondieron: “El hombre nos preguntó directamente sobre nosotros y nuestros parientes. Nos preguntó: ‘¿Todavía vive su padre? ¿Tienen algún otro hermano?’. Y nosotros le contestamos sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que él nos diría ‘Bajen acá con su hermano’?”.
Entonces Judá le insistió a su padre Israel: “Deja que yo me lleve al muchacho, y permítenos ir para que sobrevivamos y no vayamos a morir ni nosotros ni tú ni nuestros hijos.
Te garantizo que no le pasará nada. Yo asumo la responsabilidad. Si no te lo traigo de vuelta y te lo entrego, cargaré con ese pecado contra ti para siempre.
De modo que su padre Israel les dijo: “Si así tiene que ser, hagan lo que voy a decirles. Metan en sus costales los mejores productos del país y llévenselos de regalo a ese hombre: un poco de bálsamo, un poco de miel, ládano, corteza resinosa, pistachos y almendras.
Que el Dios Todopoderoso permita que ese hombre les tenga compasión y deje en libertad a su otro hermano y a Benjamín. Y yo, si tengo que perder a mis hijos, los perderé”.
Así que, después de tomar el regalo y el doble de dinero, se pusieron en camino y bajaron a Egipto con Benjamín. Allí se presentaron de nuevo ante José.
Cuando José vio a Benjamín con ellos, enseguida le dijo al hombre que estaba a cargo de su casa: “Lleva a estos hombres a la casa, mata unos animales y prepara una comida, porque van a comer conmigo al mediodía”.
Pero los hombres se asustaron cuando los llevaron a la casa de José. Se pusieron a decir: “Nos han traído aquí por el dinero que nos devolvieron la vez pasada en nuestros costales. ¡Ahora van a atacarnos y a hacernos sus esclavos, y van a quedarse con nuestros burros!”.
Pero, de regreso, cuando llegamos al lugar donde íbamos a hospedarnos y empezamos a abrir nuestros costales, resulta que nos encontramos con que el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal. Allí estaba todo nuestro dinero en su justo peso. Así que quisiéramos devolverlo en persona.
Entonces él les dijo: “No tengan miedo. Todo está bien. El Dios de ustedes y el Dios de su padre puso ese tesoro en sus costales. Su dinero llegó a mí primero”. Después de eso les trajo a Simeón.
Cuando levantó la vista y vio a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre, preguntó: “¿Es este el hermano del que me habían hablado? ¿El hermano más joven?”. Y añadió: “Que Dios te muestre su favor, hijo mío”.
Pero José no pudo contener sus emociones al ver a su hermano. Así que salió rápidamente porque estaba a punto de llorar, entró a un cuarto privado y rompió a llorar.
A él le sirvieron en una mesa, a ellos en otra y a los egipcios que estaban con José en otra. Y es que los egipcios no podían comer con los hebreos porque eso es algo detestable para los egipcios.
Así que sentaron a sus hermanos delante de él. Pusieron al mayor donde le correspondía por su derecho de primogénito y al menor donde le correspondía por su edad. Y ellos se miraban unos a otros asombrados.
José hacía que les llevaran raciones de la comida que había en su mesa a la mesa de ellos. Pero la ración que mandaba servir a Benjamín era cinco veces mayor que la de los demás.a Y continuaron comiendo y bebiendo con él hasta quedar satisfechos.b
Más tarde, José le ordenó al hombre que estaba a cargo de su casa: “Llena los costales de los hombres con tanta comida como puedan llevar y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal.
Pero en la boca del costal del más joven, además del dinero del grano de él, debes poner mi copa, la copa de plata”. Pues bien, el hombre hizo lo que José le había mandado.
Todavía no se habían alejado mucho de la ciudad cuando José le dijo al hombre que estaba a cargo de su casa: “¡Corre! ¡Ve tras ellos! Cuando los alcances, diles: ‘¿Por qué han devuelto mal por bien?
¡Pero si te hemos traído desde la tierra de Canaán el dinero que encontramos en la boca de nuestros costales! ¿Cómo íbamos a robar oro o plata de la casa de tu amo?
Él se puso a buscar en cada costal, empezando por el del hermano mayor y terminando por el del más joven. Y la copa se encontró en el costal de Benjamín.
Judá le contestó: “¿Qué podemos decirle a mi amo? ¿Qué explicación podemos dar? ¿Cómo podemos demostrar nuestra inocencia? El Dios verdadero ha descubierto el error que cometieron tus esclavos. ¡Ahora todos, tanto nosotros como el que tenía la copa, seremos esclavos de mi amo!”.
Sin embargo, José exclamó: “¡Yo nunca haría algo semejante! El hombre que tenía la copa es el que será mi esclavo. Los demás pueden ir en paz y regresar con su padre”.
Entonces Judá se acercó a él y le dijo: “Te lo suplico, amo mío, por favor, permíteme hablar contigo y no te enojes conmigo, que soy tu esclavo, porque tú eres como el mismísimo faraón.
Y nosotros le dijimos a mi amo: ‘Sí, tenemos padre, pero ya es anciano. También tenemos otro hermano, el más joven. Nuestro padre lo tuvo a él cuando ya era mayor, y es el único que queda de los hijos que tuvo su madre, porque su hermano murió. Y su padre lo ama muchísimo’.
Pero nosotros le dijimos: ‘No podemos bajar allá. No podemos presentarnos ante aquel hombre a menos que llevemos a nuestro hermano menor. Solo bajaremos si nuestro hermano menor viene con nosotros’.
Yo, tu siervo, le garanticé a mi padre que me encargaría del muchacho. Le dije: ‘Si no te lo traigo de vuelta, cargaré con ese pecado contra mi padre para siempre’.
Al oír esto, José no pudo contenerse más delante de sus sirvientes y gritó: “¡Hagan salir a todos de aquí!”. Y, cuando solo quedaban allí sus hermanos, José les dijo quién era.
Por fin, José les dijo a sus hermanos: “Yo soy José. Y mi padre, ¿sigue vivo?”. Pero sus hermanos no pudieron contestarle porque se quedaron asombrados.
Entonces, José les dijo a sus hermanos: “Acérquense a mí, por favor”. Y ellos se acercaron. Él les dijo: “Yo soy su hermano José, al que ustedes vendieron a Egipto.
Por lo tanto, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, sino el Dios verdadero. Lo hizo para nombrarme consejero jefe del faraón y señor de toda su casa, y también gobernante de toda la tierra de Egipto.
”Así que suban rápido adonde está mi padre y díganle: ‘Esto es lo que ha dicho tu hijo José: “Dios me ha hecho señor de todo Egipto. Baja adonde estoy yo. No te tardes.
Yo me encargaré de que allí tengas alimento, porque todavía quedan cinco años de hambre. De lo contrario, tú, tu casa y todo lo que tienes caerán en la miseria”’.
Además, te ordeno que les digas: ‘Hagan esto: lleven carros de la tierra de Egipto para traer a sus niños y esposas, y traigan a su padre montado en uno de los carros.
Sin embargo, cuando empezaron a contarle lo que José les había dicho y cuando él vio los carros que José había enviado para llevarlo, comenzó a revivir su padre Jacob.
Después de eso, Jacob salió de Beer-Seba. Los hijos de Israel llevaron a su padre Jacob, así como a sus hijos y a sus esposas, en los carros que el faraón había enviado para transportarlo.
Los hijos de Judá eran Er, Onán, Selá, Pérez y Zérah. Sin embargo, Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. Y los hijos de Pérez eran Hezrón y Hamul.
José hizo que le prepararan su carro y subió a Gosén a encontrarse con su padre Israel. Tan pronto como lo tuvo delante, lo abrazó y estuvo llorando un largo rato.
Entonces José les dijo a sus hermanos y a toda la casa de su padre: “Déjenme subir a informar al faraón y decirle: ‘Han llegado mis hermanos y toda la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán.
ustedes tienen que contestar ‘Nosotros, tus siervos, hemos criado ganado desde que éramos jóvenes, igual que nuestros antepasados’. Así les permitirá vivir en la tierra de Gosén, porque los egipcios detestan a los pastores de ovejas”.
Así que José fue a decirle al faraón: “Mi padre y mis hermanos han venido de la tierra de Canaán con sus ovejas, con sus vacas y con todo lo que tienen. Están en la tierra de Gosén”.
El faraón les preguntó a los hermanos de José: “¿A qué se dedican?”. Ellos le respondieron: “Nosotros, tus siervos, somos pastores de ovejas, igual que nuestros antepasados”.
Además, le dijeron al faraón: “Hemos venido a este país a vivir como extranjeros porque, como el hambre es terrible en la tierra de Canaán, no hay pastos para los rebaños de tus siervos. Por favor, permite que tus siervos vivan en la tierra de Gosén”.
La tierra de Egipto está a tu disposición. Lleva a tu padre y tus hermanos a vivir a la mejor parte del país. Que vivan en la tierra de Gosén. Y, si sabes de algunos hombres expertos entre ellos, ponlos a cargo de mi ganado”.
Jacob le respondió al faraón: “Llevo 130 añosq yendo y viniendo.r Han sido años muy difíciles, pero han sido pocos comparados con los años que mis antepasados pasaron yendo y viniendo”.s
Así que José estableció a su padre y a sus hermanos en la tierra de Egipto y les dio una propiedad en la mejor parte del país, en la tierra de Ramesés, tal como había mandado el faraón.
Ahora bien, no había alimento en toda la región, porque el hambre era terrible. De hecho, el hambre había consumido la tierra de Egipto y la tierra de Canaán.
Con el tiempo se agotó el dinero de la tierra de Egipto y de la tierra de Canaán. Entonces todos los egipcios empezaron a acudir a José y a decirle: “¡Danos comida! ¿Vas a dejarnos morir porque nos hemos quedado sin dinero?”.
Así que ellos empezaron a llevarle su ganado. Y José les daba comida a cambio de sus caballos, de los animales de sus rebaños y manadas, y de sus burros. Durante ese año, José les dio comida a cambio de su ganado.
Pero aquel año terminó. Y, al año siguiente, ellos empezaron a venir adonde él estaba y a decirle: “No podemos ocultarle a nuestro señor que ya le hemos dado todo nuestro dinero y todos nuestros animales domésticos. Lo único que nos queda para darle a nuestro señor son nuestras tierras y a nosotros mismos.
¿Vas a dejar que muramos y que nuestras tierras se echen a perder? Cómpranos y compra nuestras tierras, y danos comida a cambio. Seremos esclavos del faraón y nuestras tierras serán suyas. Danos semillas para que sobrevivamos y no nos muramos y para que nuestras tierras no queden abandonadas”.
Por lo tanto, como el hambre era terrible, los egipcios vendieron sus campos y José compró todas sus tierras para el faraón. De modo que todas las tierras llegaron a ser del faraón.
Las únicas tierras que no compró fueron las de los sacerdotes. Como el faraón les daba sus raciones de comida y ellos vivían de esas raciones, ellos no vendieron sus tierras.
Entonces José le dijo a la gente: “Miren, hoy los he comprado a ustedes y sus tierras para el faraón. Aquí tienen las semillas con las que deben sembrar sus tierras.
Cuando llegue la cosecha, entréguenle la quinta parte al faraón. Las cuatro partes que queden les servirán para volver a sembrar sus campos y para alimentarse ustedes, los que están en sus casas y sus hijos”.
Y José estableció un decreto que sigue vigente hasta el día de hoy en la tierra de Egipto: la quinta parte de la cosecha le pertenece al faraón. La única excepción fueron las tierras de los sacerdotes, que no llegaron a ser del faraón.
Pues bien, Israel se quedó viviendo en la tierra de Gosén, en Egipto. Él y su familia se establecieron allí, tuvieron hijos y llegaron a ser muchísimos.
Al acercarse el momento de su muerte, Israel llamó a su hijo José y le dijo: “Si cuento con tu favor, te ruego que hagas esto: coloca la mano debajo de mi muslo y júrame que me demostrarás amor leal y serás fiel a tu palabra. Por favor, no me entierres en Egipto.
Después de que pasaron estas cosas, le dijeron a José: “Tu padre se está poniendo muy débil”. Así que él fue a verlo con sus dos hijos, Manasés y Efraín.
Me prometió: ‘Te daré hijos y te multiplicaré. Haré que seas un gran grupo de naciones. Le daré esta tierra a tu descendencia y haré que sea suya de forma permanente’.
Ahora, los dos hijos que tuviste aquí en la tierra de Egipto antes de que yo viniera a reunirme contigo son míos. Efraín y Manasés llegarán a ser hijos míos tal como lo son Rubén y Simeón.
En cuanto a mí, yo venía de Padán cuando Raquel murió a mi lado en la tierra de Canaán. Pero, como todavía quedaba un buen trecho para llegar a Efrat, la enterré allí en el camino a Efrat, es decir, Belén”.
Luego José tomó a sus dos hijos y se los acercó a Israel. A Efraín lo tomó con la mano derecha y lo puso a la izquierda de Israel, y a Manasés lo tomó con la mano izquierda y lo puso a la derecha de Israel.
Pero Israel puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, aunque era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés. Él puso así las manos a propósito, aunque sabía que Manasés era el primogénito.
Luego bendijo a José y dijo: “Que el Dios verdadero, a quien sirvieron mis padres Abrahán e Isaac, el Dios verdadero, que ha sido mi pastor durante toda mi vida hasta este día,
el ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a los muchachos. Y que ellos lleven mi nombre y el nombre de mis padres, Abrahán e Isaac, y que lleguen a ser un pueblo numeroso en la tierra”.
Pero José vio que su padre mantenía su mano derecha sobre la cabeza de Efraín y eso no le gustó. Por eso trató de mover la mano de su padre de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés.
Pero su padre se resistió a hacerlo y le dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé. Él también se convertirá en un pueblo, y también será importante. Pero su hermano menor llegará a ser más importante, y su descendencia será tan numerosa como para formar naciones enteras”.
Luego continuó bendiciéndolos ese día y dijo: “Que los hijos de Israel te mencionen en sus bendiciones al decir: ‘Que Dios te haga como a Efraín y a Manasés’”. Así que él siguió poniendo a Efraín por delante de Manasés.
Pero no sobresaldrás, porque fuiste impetuoso como las aguas turbulentas y te subiste a la cama de tu padre. En aquella ocasión deshonraste mi cama. ¡De veras lo hizo!
Judá es un cachorro de león. Tú, hijo mío, subirás desde donde tienes la presa. Él se ha agachado y se ha estirado como un león. ¿Y quién se atreve a despertar a un león?
El cetro no se apartará de Judá,o ni el bastón de mando se apartará de entre sus pies, hasta que venga Siló,p y a él le pertenecerá la obediencia de los pueblos.q
Sin embargo, su arco se mantuvo firme y sus manos continuaron fuertes y ágiles. Esto fue gracias a las manos del poderoso de Jacob, gracias al pastor, la piedra de Israel.
Él procede del Dios de tu padre, y Dios te ayudará. Él está con el Todopoderoso, y Dios te bendecirá con las bendiciones de los cielos arriba, con las bendiciones de las profundidades abajo y con las bendiciones de los pechos y la matriz.
Las bendiciones de su padre serán superiores a las bendiciones de las montañas eternas y superiores a las cosas valiosas de las colinas duraderas. Continuarán sobre la cabeza de José, sobre la coronilla del que fue escogido entre sus hermanos.
Todos estos formaron las 12 tribus de Israel, y esto fue lo que les dijo su padre cuando los bendijo. A cada uno le dio la bendición que le correspondía.
Después de eso les dio estas instrucciones a sus hijos: “Voy a ser reunido con mi pueblo. Entiérrenme con mis antepasados en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita.
Es la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mamré, en la tierra de Canaán. Ese fue el campo que Abrahán le compró a Efrón el hitita para tener un lugar de sepultura.
Cuando terminaron los días de duelo, José habló con los miembros de la corte del faraón y les dijo: “Si me he ganado el favor de ustedes, denle este mensaje al faraón:
‘Mi padre me hizo hacer un juramento. Me dijo: “Mira, estoy a punto de morir. Entiérrame en mi sepultura, que he excavado en la tierra de Canaán”. Por favor, déjame subir y enterrar a mi padre, y después de eso volveré’”.
De modo que José subió a enterrar a su padre. Lo acompañaron todos los siervos del faraón, los ancianos de la corte y todos los ancianos de la tierra de Egipto,
Entonces llegaron a la era de Atad, que está en la región del Jordán. Allí se pusieron de duelo con un amargo y profundo dolor, y José siguió de duelo por su padre durante siete días.
Cuando los habitantes del lugar, los cananeos, los vieron de duelo en la era de Atad, exclamaron: “¡Qué gran duelo es este para los egipcios!”. Por eso aquel lugar, que está en la región del Jordán, se llamó Abel-Mizraim.
Así que sus hijos lo llevaron a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva del campo de Macpelá, el campo que estaba frente a Mamré y que Abrahán le había comprado a Efrón el hitita para tener un lugar de sepultura.
Tras la muerte de su padre, los hermanos de José empezaron a decirse: “Quizás José nos guarde rencor y nos haga pagar por todo el daño que le hicimos”.
‘Esto es lo que deben decirle a José: “Te ruego, por favor, que perdones la ofensa de tus hermanos y el pecado que cometieron al hacerte este daño”’. Así que, por favor, perdona la ofensa de los siervos del Dios de tu padre”. Cuando le dijeron estas cosas, José se echó a llorar.
Además, José llegó a conocer a la tercera generación de los hijos de Efraín y también a los hijos de Makir, hijo de Manasés. Ellos nacieron sobre las rodillas de José.
Finalmente, José les dijo a sus hermanos: “Estoy a punto de morir, pero Dios se fijará en ustedes. Él de veras los sacará de esta tierra y los llevará a la tierra que juró darles a Abrahán, a Isaac y a Jacob”.