Habacuc profetizó durante una etapa muy agitada de la historia de Judá: después de la muerte del buen rey Josías y antes de la destrucción de Jerusalén en el año 607 antes de nuestra era. Las injusticias y los actos violentos estaban a la orden del día. El profeta advirtió a Judá que las alianzas con Egipto no la librarían de los sanguinarios babilonios. Su mensaje, escrito con gran energía y dramatismo, incluyó esta alentadora promesa: “En cuanto al justo, por su fidelidad seguirá viviendo” (Habacuc 2:4). Estas palabras deben ser muy importantes para nosotros, ya que el apóstol Pablo las citó en tres libros de las Escrituras Griegas Cristianas (Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). De igual modo, también es Habacuc quien nos transmite la siguiente garantía de Jehová: “La visión es todavía para el tiempo señalado [...]. No llegará tarde” (Habacuc 2:3).
Después de Asiria surge como potencia mundial el Imperio babilónico, gobernado a veces por reyes caldeos. En el libro del profeta Habacuc (escrito alrededor del 628 antes de nuestra era), se predice cómo utilizaría Jehová a Babilonia como instrumento de castigo y qué le sucedería finalmente a esta potencia.
En los primeros dos capítulos del libro de Habacuc aparece un diálogo entre este profeta y Jehová. Angustiado por lo que estaba sucediendo en Judá, Habacuc le pregunta a Dios: “¿Por qué me haces ver lo que es perjudicial, y sigues mirando [nuestro] penoso afán?”. Jehová le responde: “Voy a levantar a los caldeos, la nación amarga e impetuosa”. El profeta se sorprende de que Dios vaya a castigar a Judá valiéndose de quienes “tratan traidoramente” a los demás (Habacuc 1:3, 6, 13). Pero Jehová le asegura que el justo seguirá viviendo y que el enemigo recibirá su merecido. Después del diálogo encontramos cinco ayes, o expresiones de condena, que Jehová pronuncia contra sus enemigos caldeos (Habacuc 2:4).A continuación, Habacuc implora la misericordia divina mediante una oración en forma de endechas, o lamentos. El profeta alude a las ocasiones en las que Jehová demostró su impresionante poder en el mar Rojo, el desierto, Jericó y otros lugares. También predice el momento en el que Jehová, lleno de cólera, marchará contra las naciones para destruirlas en Armagedón. Su oración concluye así: “Jehová el Señor Soberano es mi energía vital; y él hará mis pies como los de ciervas, y sobre mis lugares altos me hará pisar” (Habacuc 3:1, 19).
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:5, 6.
¿Por qué se asombrarían los judíos de que Dios levantara a los caldeos contra Jerusalén?.
Cuando Habacuc empezó a profetizar, Judá se hallaba bajo el control de Egipto (2 Reyes 23:29, 30, 34). Aunque los caldeos (o babilonios) iban creciendo en poderío, todavía no habían logrado derrotar a los ejércitos del faraón Nekó (Jeremías 46:2). Además, en Jerusalén estaban el templo de Jehová y la sede del gobierno, que había ejercido de forma ininterrumpida la casa de David. Por eso, a los judíos les resultaba inconcebible la “actividad” que Jehová iba a efectuar, a saber, permitir que los caldeos destruyeran Jerusalén. Pero en el año 607 antes de nuestra era, la visión que anunciaba la destrucción de la ciudad a manos de los babilonios “sin falta se realiz[ó]” (Habacuc 2:3).
2:1.
¿Por qué dijo el profeta Habacuc que estaba para ser censurado por Jehová?.
A Habacuc le pareció difícil entender cómo Jehová Dios podría usar a los caldeos despiadados e idólatras para ejecutar Su juicio contra el reino de Judá. Puesto que estaba poniendo en tela de juicio el que el Altísimo fuera a utilizar a los caldeos, que consideraban a los hombres como simples peces y cosas que se arrastran que ellos podían capturar, y subyugar, el profeta reconoció que tenía que recibir ayuda para poder ver este asunto de la manera correcta. Por lo tanto, esperó una revelación adicional de Jehová a fin de quedar plenamente informado.
Cualidad de la persona que tiene un alto concepto de sí misma y se vanagloria de ello, por lo que con frecuencia trata a los demás sin el debido respeto y con una actitud desafiante y despectiva. El presuntuoso puede caer fácilmente en un deseo desordenado de que los demás lo prefieran, sin tolerar que nadie lo contradiga, debido a que cree que su criterio es superior y obra como si su único fin en la vida fuese él mismo. Otros términos afines son: arrogancia, altanería, orgullo y soberbia. Sus antónimos son la humildad y la modestia.
El orgullo y la cólera resultan en presuntuosidad. La palabra hebrea za·dhóhn, que se traduce “presunción; presuntuosidad”, se deriva del verbo zidh, “cocer; acalorarse”. (Gé 25:29; Éx 21:14.) El calor de la cólera o del orgullo puede hacer que uno actúe de forma precipitada, se vuelva injustificadamente atrevido y se exceda en sus derechos. El proverbio dice: “Presuntuoso y soberbio fanfarrón es el nombre del que actúa en un furor de presunción”. (Pr 21:24.) En Deuteronomio 1:43 se emplea la misma forma verbal hebrea para designar la acción del pueblo de Israel cuando desobedeció una orden de Dios y tomó una iniciativa que no se había autorizado. Moisés dijo a la nación: “De modo que les hablé, y ustedes no escucharon, sino que empezaron a portarse con rebeldía contra la orden de Jehová y a acalorarse mucho, y trataron de subir a la montaña”. En el relato sobre el mismo incidente registrado en Números 14:40-44 se emplea otra palabra hebrea muy relacionada, `a·fál. Allí se registra: “Moisés dijo: ‘[...] No suban, porque Jehová no está en medio de ustedes [...]’. Sin embargo, ellos se atrevieron a subir a la cima de la montaña”, y allí los derrotaron los habitantes. Se ‘hincharon’ con una falsa confianza. (Compárese con Hab 2:4.)
El hecho de que la cólera puede resultar en presuntuosidad destructiva y en una violación indisculpable de la ley de Dios también se muestra en el mandato que Dios dio a Israel: “En caso de que un hombre se acalore [una forma de zidh] contra su prójimo al grado de matarlo con astucia, has de llevarlo hasta de estar a mi altar, para que muera”. (Éx 21:14.)
Hay que guardarse cuidadosamente de ella. El rey David, a quien Dios concedió muchos favores y gran autoridad, se dio cuenta de que a pesar de todo podía ser culpable de presuntuosidad, y por eso oró: “Las equivocaciones... ¿quién puede discernirlas? De pecados ocultos pronúnciame inocente. También retén a tu siervo de actos presuntuosos; no dejes que me dominen. En ese caso seré completo, y habré permanecido inocente de mucha transgresión”. (Sl 19:12, 13.) Existe gran peligro de que incurramos en presuntuosidad, y por eso hemos de estar en guardia constantemente. Los actos presuntuosos o atrevidos son pecados mucho más serios que las equivocaciones. Sin importar la posición que se ocupe, el tomarse libertades es una cosa detestable a la vista de Dios. Aunque Uzías era un rey poderoso a quien Dios había bendecido, se le hirió de lepra porque tuvo la osadía de asumir los deberes sacerdotales. (2Cr 26:16-21.) Este mismo defecto impulsó al rey Saúl a rebelarse contra Jehová, pues asumió la responsabilidad de ofrecer un sacrificio porque no quería esperar a que Samuel llegara. (1Sa 13:8-14.) Además, aunque Jehová había mandado que se diera por entero a la destrucción a los amalequitas, actuó según su propio criterio y perdonó al rey amalequita Agag y lo mejor del despojo. Debido a su proceder presuntuoso se le rechazó como rey. (1Sa 15:8, 9, 11, 18, 19.)
Un ejemplo notable de atrevimiento y presunción por parte de un israelita del pueblo es el caso de Uzah. Contrario al procedimiento delineado por Dios, se estaba transportando el arca del pacto a Jerusalén en un carro tirado por reses vacunas. Cuando “las reses vacunas casi causaron un vuelco”, Uzah ‘alargó su mano y la agarró’ para sostenerla. Debido a su irreverencia y atrevimiento Jehová ‘lo derribó, de modo que murió’. (2Sa 6:6, 7.)
Si alguien no está seguro de qué acción debe tomar con respecto a cierto asunto, o no está seguro de si tiene autoridad para actuar, primero debería consultar a otros que tuvieran conocimiento y discernimiento. Las Escrituras aconsejan: “Por la presunción solo se ocasiona una lucha, pero con los que consultan juntos hay sabiduría”. (Pr 13:10.) Si bien la presunción conduce a resultados desastrosos, la modestia salvará a la persona. El sabio dice: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos”. (Pr 11:2.)
Falta de respeto a la soberanía de Dios. Cuando una persona actúa de manera presuntuosa para con Dios, muestra falta de respeto a Su soberanía y Divinidad. Los más reprensibles son los que afirman ser sus siervos, pero presentan una imagen deformada de Él. Por eso, Jehová dijo de los falsos profetas: “El profeta que tenga la presunción de hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, [...] ese profeta tiene que morir. [...] Cuando hable el profeta en nombre de Jehová y la palabra no suceda ni se realice, [...] con presunción la habló el profeta”. (Dt 18:20-22.)
Además, cuando, quizás por presunción, se muestra falta de respeto a los siervos nombrados de Jehová, en realidad se le muestra falta de respeto a Él. En Israel, los casos difíciles se llevaban al ‘lugar que Jehová escogía’ (desde los días de David en adelante, Jerusalén). A cualquiera que se burlase del juicio pronunciado tenía que dársele muerte, pues el que se oponía a los representantes de Dios estaba despreciando a Dios mismo. La Ley decía: “De acuerdo con la ley que te indiquen, y conforme a la decisión judicial que te digan, debes obrar. [...] Y el hombre que se porte con presuntuosidad al no escuchar al sacerdote que está de pie para servir de ministro allí a Jehová tu Dios, o al juez, ese hombre tiene que morir; y tienes que eliminar de Israel lo que es malo. Y todo el pueblo oirá y tendrá miedo, y ya no obrará presuntuosamente”. (Dt 17:8-13; compárese con Nú 15:30.) El apóstol Pedro habla de algunos que muestran gran falta de respeto a Dios y a sus siervos ungidos y los llama “osados [del griego tol·mëtës, “atrevidos”, Val], voluntariosos, estos no tiemblan ante los gloriosos, sino que hablan injuriosamente”. Según dice Pedro, tales hombres “sufrirán [...] destrucción en su propio derrotero de destrucción”. (2Pe 2:10, 12.)
El presumir por razón de cierto parentesco puede ser un lazo. Juan el Bautista discernió lo que pensaban los judíos cuando lo abordaron, y por eso les advirtió: “No se atrevan a decir dentro de sí: ‘Por padre tenemos a Abrahán’. Porque les digo que de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abrahán”. (Mt 3:9.) La palabra griega que se traduce aquí “atrevan” es dó·xë·te, de do·ké·ö, que significa básicamente “pensar; formarse una opinión [correcta o incorrecta]”.
La presunción terminará. La antigua Babilonia era un prototipo de presunción contra Dios, por lo que la enemistad eterna de Dios estaba contra ella. Por eso, el profeta Jeremías dijo a esta ciudad: ‘¡Mira! Yo estoy contra ti, oh Presunción —es la expresión del Señor Soberano—. La Presunción ciertamente tropezará y caerá’. (Jer 50:29, 31, 32.) La simbólica Babilonia la Grande ha demostrado ser el enemigo de Dios más enconado y presuntuoso que hay en la Tierra, emborrachando a sus habitantes “con el vino de su fornicación” y siendo responsable de “la sangre de profetas y de santos y de todos los que han sido degollados en la tierra”. Por esta razón sufrirá destrucción eterna (Apo 17:2, 5; 18:7, 8, 20, 24) en armonía con la promesa de Jehová de poner fin a toda la presuntuosidad babilonia: “Y realmente haré cesar el orgullo de los presuntuosos, y la altivez de los tiranos abatiré”. (Isa 13:11.)
2:5.
¿Qué representa el “hombre físicamente capacitado” de este versículo, y por qué “no alcanzará su meta”?.
Dicho hombre representa el Imperio babilónico, que con su pericia militar había conquistado una nación tras otra. Tantas victorias lo habían embriagado, como si de vino se tratara. Sin embargo, no lograría su meta de ‘recoger todas las naciones’ (es decir, controlarlas), pues Jehová lo derrocaría valiéndose de los medos y los persas. En nuestros días, el “hombre físicamente capacitado” constituye un conjunto de potencias políticas. Este hombre, al igual que el de tiempos antiguos, está ebrio de arrogancia y tiene una insaciable sed de conquista. Pero tampoco él alcanzará su objetivo de ‘recoger todas las naciones’. Jehová es el único que conseguirá reunir a la humanidad bajo un solo gobierno: el Reino de Dios (Mateo 6:9, 10).
El término hebreo que en la Biblia se traduce “dignidad” puede traducirse también por “esplendor”, “majestad”, “gloria” y “honor”. En español, la palabra dignidad se define como la cualidad de la persona que merece respeto y estima. Y nadie merece más respeto y estima que Jehová. Por eso, sus siervos le tienen respeto, y lo demuestran hablando y comportándose con dignidad.
La dignidad es el respeto que debes tener hacia tí mismo, es el valor que te atribuyes como persona. Este autorespeto te protege de ser utilizado, abusado o manipulado. Poseer dignidad te muestra que nadie tiene el derecho de humillarte, lastimarte o aprovecharse de tí. La dignidad es fundamental para establecer límites en tus relaciones. Por lo tanto, es crucial que te ames a tí mismo, te respetes y restaures tu autoestima. En última estancia, la dignidad es el amor que sientes por tí mismo.
JEHOVÁ es un Dios tan digno que la Biblia dice que está vestido de dignidad (Sal. 104:1). Los seres humanos podemos reflejar la dignidad de Jehová de muchas maneras. Una de ellas es cuidando nuestra forma de arreglarnos. El apóstol Pablo exhortó a las cristianas a adornarse con “vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso” (1 Tim. 2:9). Pero, claro está, hace falta más que eso para que nuestra conducta sea digna del Dios al que representamos, un Dios lleno de “dignidad y esplendor” (Sal. 111:3).
Honremos a los que fueron creados “a la semejanza de Dios”
Puesto que para tratar a alguien con honra es fundamental que sintamos respeto sincero por esa persona, nunca debemos olvidar las razones bíblicas que tenemos para respetar a todos nuestros hermanos. Veamos dos de esas razones.
A diferencia de las demás criaturas en la Tierra, los seres humanos fuimos creados “a la semejanza de Dios” (Sant. 3:9). De modo que poseemos atributos divinos como el amor, la sabiduría y la justicia. Veamos qué más hemos recibido de nuestro Creador. El salmista escribió: “Oh Jehová [...], tú, cuya dignidad se relata por encima de los cielos [...,] procediste a hacerlo [al hombre] un poco menor que los que tienen parecido a Dios, y con gloria y esplendor [“honra”, Reina-Valera, 1960] entonces lo coronaste” (Sal. 8:1, 4, 5; 104:1). Dios ha coronado, o adornado, a los seres humanos en general con cierta medida de dignidad, gloria y honra. Por tanto, cuando dignificamos a una persona, en realidad estamos honrando al Ser que la dotó de dignidad: el propio Jehová. Y si debemos tratar con respeto al prójimo en general, con mucha más razón debemos respetar a nuestros hermanos cristianos (Juan 3:16; Gál. 6:10).
¿Cuán sano es tu amor propio?
01. No buscan llamar la atención 02. No juzgan a las personas 03. No se obsesionan con las opiniones de los demás 04. No hacen comparaciones 05. No encuentran placer en complacer a todos 06. No necesitan de respaldo constante 07. No necesitan el permiso de nadie para actuar 08. No inventan excusas 09. No evitan hacer cosas que los asustan 10. No viven en su zona de confort 11. No posponen las cosas para la semana que viene 12. No dejan que la falta de recursos los detengan 13. No evitan las verdades incómodas de la vida 14. No renuncian a causa de inconvenientes menores 15. No se limitan a usar un conjunto pequeño de herramientas |
En vista de que todavía no ha sido posible determinar con exactitud el verdadero significado de esta expresión, un buen número de versiones, como NM, BC, BJ, no la traducen. Esta costumbre de aclamar en público a una persona a quien se honraba mientras cabalgaba por la ciudad no era hebrea, pero existe otro ejemplo en Ester 6:11, cuando se honró en público a Mardoqueo por mandato del rey persa Asuero.
1:1-4; 1:12–2:1. Habacuc hizo preguntas sinceras, y Jehová le respondió. El Dios verdadero escucha las oraciones de sus siervos fieles.
2:1. Al igual que Habacuc, debemos mantenernos siempre en guardia y activos espiritualmente. También hemos de estar dispuestos a cambiar nuestro punto de vista si se nos “censura” o corrige.
2:4. Para sobrevivir al cercano día del juicio divino, tenemos que aguantar fielmente (Hebreos 10:36-38).
2:6, 7, 9, 12, 15, 19. A los codiciosos, los que buscan ganancias ilícitas, los violentos, los inmorales y los idólatras les aguarda un futuro calamitoso. Debemos evitar a toda costa comportarnos como ellos.
2:11. Si no denunciamos la maldad de este mundo, “una piedra [...] clamará lastimosamente”. Por eso, es importante que prediquemos el mensaje del Reino con valor y tesón.
3:6. Cuando Jehová ejecute su juicio, nada se interpondrá en su camino, ni siquiera las organizaciones humanas que parecen tan perdurables como colinas y montañas.
3:13. Tenemos la seguridad de que Jehová no destruirá de manera indiscriminada a las personas en Armagedón, pues salvará a las que le sirvan fielmente.
3:17-19. Estamos seguros de que, a pesar de sufrir penalidades antes de la guerra de Armagedón o durante esta, Jehová nos dará “energía vital” para que sigamos sirviéndole gozosamente.
“El gran día de Jehová está cerca —señala Sofonías 1:14—. Está cerca, y hay un apresurarse muchísimo de él.” El libro de Sofonías también nos muestra qué debemos hacer para que Jehová nos oculte en ese día y cómo podemos prepararnos para sobrevivir. Ciertamente, “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder” (Hebreos 4:12).
HABACUC es otro de los llamados profetas menores de las Escrituras Hebreas. No obstante, su visión y su declaración formal inspiradas por Dios no son de manera alguna menores en importancia para el pueblo de Dios. Su profecía, que anima y fortalece, sostiene a los siervos de Dios en tiempos difíciles. En este libro sobresalen dos verdades sublimes: Jehová Dios es el Soberano Universal, y el justo vive por la fe. El escrito sirve también de advertencia a los opositores de los siervos de Dios y a los que afirman hipócritamente que son su pueblo. Establece un modelo para tener fe firme en Jehová, quien es merecedor de toda canción de alabanza.
2 El libro de Habacuc abre así: “La declaración formal que contempló en visión Habacuc el profeta”. (Hab. 1:1.) ¿Quién era este profeta Habacuc (hebreo: Javaq·qúq), cuyo nombre significa “Abrazo Ardiente”? No se provee información respecto al linaje de Habacuc, su tribu ni las circunstancias de su vida ni de su muerte. No se puede decir definitivamente si era un músico levita del templo o no, aunque se ha deducido eso de lo suscrito al final del libro: “Al director sobre mis instrumentos de cuerda”.
3 ¿Cuándo hizo Habacuc sus declaraciones formales proféticas? La conclusión ya mencionada y las palabras “Jehová está en su santo templo” indican que el templo de Jerusalén todavía estaba en pie (2:20). Esto, junto con el mensaje de la profecía, da a entender que se pronunciaron poco antes de la destrucción de Jerusalén en 607 a.E.C. Pero ¿cuántos años antes? Debe haber sido después del reinado de aquel rey temeroso de Dios, Josías, de 659 a 629 a.E.C. La profecía misma suministra la clave al predecir una actividad que la gente de Judá no creerá aunque se le cuente. ¿Qué es esto? Es que Dios levantará a los caldeos (babilonios) para castigar a la infiel Judá (1:5, 6). Esto cuadraría con los comienzos del reinado del rey idólatra Jehoiaquim, cuando la incredulidad y la injusticia cundían con desenfreno en Judá. El faraón Nekó había puesto en el trono a Jehoiaquim, y la nación estaba dentro de la esfera de influencia de Egipto. En aquellas circunstancias el pueblo pudiera creer que podía dudar de toda posibilidad de una invasión por Babilonia. Pero Nabucodonosor derrotó al faraón Nekó en la batalla de Carquemis en 625 a.E.C., y quebrantó así el poder de Egipto. Por lo tanto, la profecía debe haberse pronunciado antes de ese suceso. Como se ve, todo señala al comienzo del reinado de Jehoiaquim (que empezó en 628 a.E.C.), y esto hace de Habacuc un contemporáneo de Jeremías.
4 ¿Cómo sabemos que el libro es inspirado de Dios? Catálogos antiguos de las Escrituras Hebreas confirman la canonicidad del libro de Habacuc. Aunque no lo mencionan por nombre, evidentemente el libro estaba incluido en sus referencias a los ‘doce profetas menores’, pues sin Habacuc no serían 12. El apóstol Pablo reconoció esta profecía como parte de las Escrituras inspiradas, y al citar directamente de Habacuc 1:5 menciona que es algo “que se dice en los Profetas”. (Hech. 13:40, 41.) Hizo varias referencias al libro en sus cartas. Ciertamente el cumplimiento de las expresiones de Habacuc contra Judá y Babilonia muestra que Habacuc fue un profeta verdadero de Jehová, en cuyo nombre y para cuya gloria habló.
5 El libro de Habacuc está compuesto de tres capítulos. Los primeros dos capítulos son un diálogo entre el escritor y Jehová. Se habla en ellos de la fortaleza de los caldeos, así como del pesar que le aguarda a la nación babilónica que multiplica lo que no es de ella, que obtiene ganancia mala para su casa, que construye una ciudad mediante derramamiento de sangre y que adora a la imagen tallada. El tercer capítulo trata sobre la magnificencia de Jehová en el día de la batalla, y son incomparables el poder y la energía de su estilo dramático. Este capítulo es una oración en endechas y se ha dicho que es “una de las [odas] más espléndidas y magníficas en el campo de la poesía hebrea”.
6 El profeta clama a Jehová - (1:1–2:1) La infidelidad de Judá ha suscitado preguntas en la mente de Habacuc. “¿Hasta cuándo, oh Jehová, tengo que gritar por ayuda, sin que tú oigas?”, pregunta. “¿Y por qué hay expoliación y violencia enfrente de mí?” (1:2, 3). La ley se entumece, el inicuo rodea al justo, y la justicia sale torcida. Por eso Jehová efectuará una actividad que causará asombro, algo que “no creerán aunque se les cuente”. ¡En realidad él ‘levanta a los caldeos’! Ciertamente es espantosa la visión que da Jehová de esta fiera nación en avance veloz. Ella se da por entero a la violencia, y recoge cautivos “justamente como la arena” (1:5, 6, 9). Nada quedará en pie a su paso, ni siquiera reyes con sus funcionarios encumbrados, porque se ríe de todos ellos. Captura todo lugar fortificado. Todo esto es por el juicio y la censura procedentes de Jehová, el “Santo” (1:12). Habacuc espera atentamente a que Jehová hable.
7 La visión de los cinco ayes - (2:2-20) Jehová responde: “Escribe la visión, y ponla claramente sobre tablas”. Aunque parezca tardarse, sin falta se realizará. Jehová consuela a Habacuc con las palabras: “En cuanto al justo, por su fidelidad seguirá viviendo” (2:2, 4). El orgulloso enemigo no alcanzará su meta, aunque siga recogiendo para sí a naciones y pueblos. Pues, ¡estos son los mismos que levantarán contra él el dicho proverbial de los cinco ayes!
8 “¡Ay de aquel que está multiplicando lo que no es suyo!” Él mismo llegará a ser algo que saquear. Será saqueado “por el derramamiento de la sangre de la humanidad y la violencia a la tierra” (2:6, 8). “¡Ay del que obtiene ganancia mala para su casa!” Su cortar a muchos pueblos hará que las mismas piedras y el maderaje de su casa clamen (2:9). “¡Ay del que está construyendo una ciudad por derramamiento de sangre!” Sus pueblos se afanarán solo para el fuego y la nada, declara Jehová. “Porque la tierra se llenará de conocer la gloria de Jehová como las aguas mismas cubren el mar” (2:12, 14).
9 ‘¡Ay del que con cólera emborracha a su compañero para mirar sus partes vergonzosas!’ Jehová le hará beber de la copa de Su mano derecha al traerle deshonra en lugar de gloria “por el derramamiento de la sangre de la humanidad y la violencia hecha a la tierra”. ¿De qué le sirve una imagen tallada a su hacedor?... ¿no son mudos tales dioses que nada valen (2:15, 17)? “¡Ay del que dice al pedazo de leña: ‘¡Oh, sí, despierta!’, a una piedra muda: ‘¡Oh, despierta! Ella misma dará instrucción’!” En contraste con estos dioses sin vida, “Jehová está en su santo templo. ¡Guarde silencio delante de él, toda la tierra!” (2:19, 20).
10 Jehová en el día de la batalla - (3:1-19) En oración solemne, Habacuc recuerda gráficamente la actividad temible de Jehová. Al aparecer Jehová, “su dignidad cubrió los cielos; y con su alabanza la tierra quedó llena” (3:3). Su resplandor era como la luz, y delante de él la peste seguía yendo. Se detuvo y sacudió la tierra, haciendo que las naciones saltaran y las montañas eternas quedaran hechas pedazos. Jehová siguió montado a caballo como guerrero poderoso con arco desnudo y con carros de salvación. Las montañas y las profundidades acuosas se agitaron. El Sol y la Luna se detuvieron, y hubo la luz de sus flechas y el relámpago de su lanza mientras marchaba por la tierra trillando a las naciones en cólera. Salió para la salvación de su pueblo y de su ungido, y para poner al descubierto “hasta el mismo cuello” el fundamento del inicuo (3:13).
11 Esta visión del poder de la obra que Jehová ha hecho, y de su actividad venidera que ha de sacudir al mundo, tiene un efecto arrollador en el profeta. “Oí, y mi vientre empezó a agitarse; al sonido mis labios temblaron; podredumbre empezó a entrar en mis huesos; y en mi situación estuve agitado, para esperar calladamente el día de angustia, para su subida al pueblo, para hacer él incursión contra ellos” (3:16). Con todo, Habacuc está resuelto a alborozarse en Jehová y estar gozoso en el Dios de su salvación prescindiendo de los tiempos malos que tendrá que afrontar, cuando no habrá flor en la higuera, ni fruto en la vid ni rebaño en el aprisco. Concluye su canción de éxtasis con las palabras: “Jehová el Señor Soberano es mi energía vital; y él hará mis pies como los de ciervas, y sobre mis lugares altos me hará pisar” (3:19).
12 El apóstol Pablo, quién reconoció que la profecía de Habacuc era provechosa para enseñar, en tres ocasiones diferentes citó del versículo 4 del capítulo 2. Al recalcar que las buenas nuevas son el poder de Dios para la salvación a todo el que tiene fe, Pablo escribió a los cristianos de Roma: “Porque en ellas se revela la justicia de Dios a causa de fe y hacia fe, así como está escrito: ‘Mas el justo... por medio de la fe vivirá’”. Cuando escribió a los gálatas, Pablo recalcó el punto de que la bendición viene mediante fe: “Que por ley nadie es declarado justo para con Dios es evidente, porque ‘el justo vivirá a causa de la fe’”. También escribió, en su carta a los hebreos, que los cristianos deben mostrar una fe viva, que conserve el alma, y de nuevo se refirió a las palabras de Jehová a Habacuc. Sin embargo, Pablo no solo cita las palabras de Habacuc: “mi justo vivirá a causa de la fe”, sino también las palabras siguientes del profeta, según la Septuaginta griega: “Si se retrae, mi alma no se complace en él”. Entonces da este resumen: Nosotros somos “de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma” (Rom. 1:17; Gál. 3:11; Heb. 10:38, 39.)
13 La profecía de Habacuc es muy provechosa hoy día para los cristianos, que necesitan energía vital. Enseña a cifrar confianza en Dios. También es provechosa para dar advertencia a otros sobre los juicios de Dios. La lección de la advertencia es contundente: No vea los juicios de Dios como juicios que se demoran demasiado; ‘sin falta se realizarán’. (Hab. 2:3.) La profecía de que Babilonia destruiría a Judá se realizó infaliblemente, y sin falta Babilonia misma fue capturada cuando la ciudad cayó ante los medos y los persas en 539 a.E.C. ¡Qué advertencia para que creamos las palabras de Dios! Por eso el apóstol Pablo consideró provechoso citar de Habacuc al advertir a los judíos de su tiempo que no fueran infieles: “Cuiden que no les sobrevenga lo que se dice en los Profetas: ‘Contémplenlo, escarnecedores, y admírense de ello, y desaparezcan, porque obro una obra en sus días, una obra que ustedes de ninguna manera creerán aunque alguien se la contara en detalle’”. (Hech. 13:40, 41; Hab. 1:5, LXX.) Los judíos sin fe no quisieron escuchar a Pablo, tal como no habían creído la advertencia de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén, y sufrieron las consecuencias de su falta de fe cuando los ejércitos de Roma devastaron Jerusalén en 70 E.C. (Luc. 19:41-44.)
14 Hoy, igualmente, la profecía de Habacuc estimula a los cristianos a tener una fe firme mientras viven en un mundo violento. Les ayuda a enseñar a otros y a contestar la pregunta que por todo el mundo han hecho muchos: ¿Ejecutará Dios venganza contra el inicuo? Note de nuevo las palabras de la profecía: “Manténte en expectación de ella; porque sin falta se realizará. No llegará tarde”. (Hab. 2:3.) Sean cuales sean las conmociones que ocurran en la Tierra, el resto ungido de los herederos del Reino recuerdan las palabras de Habacuc en cuanto a los actos de venganza de Jehová en el pasado: “Saliste para la salvación de tu pueblo, para salvar a tu ungido” (3:13). Jehová es ciertamente el “Santo” de ellos, desde hace mucho tiempo, y la “Roca” que censurará al injusto y dará vida a aquellos a quienes abraza con amor. Todos los que aman la justicia pueden regocijarse con su Reino y soberanía, y decir: “En cuanto a mí, ciertamente me alborozaré en Jehová mismo; ciertamente estaré gozoso en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor Soberano es mi energía vital” (1:12; 3:18, 19).
Libro de las Escrituras Hebreas que ocupa el octavo lugar entre los llamados “profetas menores” tanto en el texto hebreo como en la Versión de los Setenta y en la mayoría de las Biblias españolas. Consta de dos partes:
1) un diálogo entre el escritor y Jehová (caps. 1, 2);
2) una oración en endechas (cap. 3).
Escritor. Al escritor se le identifica en el mismo libro. La composición de ambas secciones se atribuye a “Habacuc el profeta” (1:1; 3:1).
Canonicidad. La canonicidad del libro de Habacuc está respaldada por catálogos antiguos de las Escrituras Hebreas. Aunque no lo mencionan por nombre, el libro debió estar incluido en sus referencias a los ‘doce profetas menores’, pues de otra manera no hubieran sido doce. Además, las citas que se hacen de él en las Escrituras Griegas Cristianas prueban fuera de toda duda su canonicidad. Pablo citó de Habacuc 1:5 (LXX) al dirigirse a los judíos faltos de fe (Hch 13:40, 41), aunque no mencionó el nombre del profeta, y también citó de Habacuc 2:4 (“Pero en cuanto al justo, por su fidelidad seguirá viviendo”) cuando animó a los cristianos a que manifestaran fe. (Ro 1:16, 17; Gál 3:11; Heb 10:38, 39.)
Entre los Rollos del mar Muerto hay un manuscrito de Habacuc (caps. 1, 2) que contiene un texto hebreo premasorético con un comentario adjunto. Ha de señalarse que en este texto el nombre de Jehová está escrito en caracteres hebreos antiguos, mientras que en el comentario se evita sustituyéndolo por la palabra hebrea ’El (que significa “Dios”).
Los eruditos creen que este manuscrito se escribió hacia fines del siglo I a. E.C., lo que lo convierte en el manuscrito hebreo más antiguo que existe del libro de Habacuc. En Habacuc 1:6 este manuscrito dice “caldeos”, de modo que confirma la exactitud del texto masorético, que muestra que los caldeos (babilonios) serían aquellos que Jehová levantaría como su instrumento.
Cuándo se escribió y contexto histórico. La declaración “Jehová está en su santo templo” (Hab 2:20) y la nota que sigue a Habacuc 3:19 (“Al director sobre mis instrumentos de cuerda”) indican que Habacuc profetizó antes de que el templo que Salomón construyó en Jerusalén fuese destruido en el año 607 a. E.C. Asimismo, las palabras de Jehová “voy a levantar a los caldeos” (1:6) y el carácter general de la profecía muestran que los caldeos, o babilonios, todavía no habían desolado Jerusalén. No obstante, Habacuc 1:17 podría dar a entender que ya habían empezado a derribar algunas naciones. Durante el reinado del buen rey Josías de Judá (659-629 a. E.C.), los caldeos y los medos tomaron Nínive (en 632 a. E.C.), y Babilonia se hallaba por aquel entonces en vías de convertirse en potencia mundial. (Na 3:7.)
De acuerdo con la tradición rabínica, algunos sostienen que Habacuc profetizó en una fecha más temprana, durante el reinado de Manasés de Judá. También opinan que era uno de los profetas a los que se hace alusión en 2 Reyes 21:10 y 2 Crónicas 33:10. Sostienen, además, que los babilonios no eran todavía una amenaza, lo que haría la profecía de Habacuc más inverosímil aún para los judaítas. (Véase Hab 1:5, 6.)
Por otro lado, durante los primeros años del reinado de Jehoiaquim, Judá estaba dentro del campo de influencia egipcia (2Re 23:34, 35), y el que en este tiempo Dios levantara a los caldeos para castigar a los desobedientes habitantes de Judá pudo ser para ellos ‘una actividad que no creerían aunque se les contara’. (Hab 1:5, 6.) El rey de Babilonia, Nabucodonosor, derrotó al faraón Nekoh en Carquemis (en 625 a. E.C.) en el cuarto año del reinado del rey Jehoiaquim. (Jer 46:2.) Por lo tanto, Habacuc pudo haber profetizado y registrado la profecía antes de ese acontecimiento, y haber completado la escritura en Judá hacia 628 a. E.C. El empleo del tiempo futuro al referirse a la amenaza caldea señalaría a una fecha anterior al vasallaje de Jehoiaquim a Babilonia (620-618 a. E.C.). (2Re 24:1.)
Estilo. El estilo es enérgico y conmovedor. Se emplean comparaciones e ilustraciones vívidas. (Hab 1:8, 11, 14, 15; 2:5, 11, 14, 16, 17; 3:6, 8-11.) Comentando acerca del estilo de Habacuc, S. R. Driver dijo: “La fuerza literaria de Habacuc es considerable. Aunque su libro es breve, es muy enérgico; sus descripciones son explícitas y dinámicas; tanto las ideas como la expresión son poéticos”. Por supuesto, tales cualidades se deben principalmente a la inspiración divina.
El libro de Habacuc destaca la supremacía de Jehová sobre todas las naciones (Hab 2:20; 3:6, 12), hace resaltar su soberanía universal y también el hecho de que el justo vive por medio de la fe (2:4). Además, edifica la confianza en Jehová mostrando que no muere (1:12), que trilla las naciones con justicia y que sale para salvar a su pueblo (3:12, 13). Para aquellos que se alborozan en Jehová, se le presenta como el Dios de salvación y la fuente de energía vital (3:18, 19).
Ofrece una respuesta a la pregunta: ¿ejecutará Dios a los inicuos? |
Habacuc pregunta por cuánto tiempo permitirá Dios a los inicuos continuar - (1:1–2:1)
★Cuando Jehová responde que levantará a los caldeos como Su instrumento para el castigo, Habacuc no puede entender que el Santo utilice a un agente traidor, que hace de su máquina de guerra un dios, cuya red barredera recoge a hombres como peces y que mata a pueblos sin piedad |
Jehová contesta que tiene un tiempo señalado, pronuncia un ay sobre caldeos - (2:2-20)
★Jehová asegura que aunque parezca que tarda, la visión profética es “para el tiempo señalado, y sigue jadeando hasta el fin”, para cumplirse sin falta |
Habacuc pide a Jehová que actúe, y que muestre misericordia durante ese día - (3:1-19)
★El profeta teme y tiembla al recordar pasadas manifestaciones del poder de Jehová, pero está determinado a esperar en silencio el día de angustia, alborozándose en el Dios de su salvación |