Como es lógico, los historiadores romanos no dedican un excesivo espacio dentro de su obra histórica para referirse a la figura de Jesús. Ellos están escribiendo historia de Roma, biografías de emperadores romanos, etc. y los acontecimientos ocurridos en Judea, una pequeña y alejada provincia del Imperio no tenían una relevancia directa e inmediata sobre el objeto de su estudio. Es, por lo tanto, muy significativo que sí mencionen específicamente a la persona de Cristo en diversas oportunidades en sus escritos; esto reflejaría que los historiadores se vieron en la necesidad de explicar quién había sido este personaje que había suscitado seguidores que habían llegado incluso a la ciudad de Roma y ya estaban dando que hablar. La misma forma en que estas fuentes históricas expresan su referencia a Cristo manifiesta que asumen la existencia de la persona como un hecho histórico real y no una fábula o una invención de los mismos adherentes a la doctrina predicada por este Cristo. Veamos algunos ejemplos:
Uno de los más importantes historiadores romanos. Al escribir sobre el reinado de Nerón, Tácito narra el incendio de la ciudad de Roma y alude a la muerte de Cristo y a la existencia de los cristianos en Roma. “Pero nada del alivio que pudiera provenir del hombre, ninguno de los dones que pudiera impartir el príncipe, ni los muchos sacrificios expiatorios que pudieran ser presentados a los dioses, podrían haber tenido valor para disculpar a Nerón de la infamia que significaba el que se le creyera ser el que había ordenado la conflagración, el incendio de Roma. Por tanto, para suprimir el rumor, él cargó falsamente a las personas comúnmente llamadas cristianos con la culpa, y los castigó con las más refinadas torturas, atrayendo sobre ellos el aborrecimiento de todos por sus iniquidades. Cristo, el fundador del nombre había sido ajusticiado por Poncio Pilato, procurador de Judea en el reino de Tiberio: pero la superstición perniciosa, reprimida por un tiempo, volvió a hacer irrupción, no solamente a través de Judea, donde tuvo su origen este error, sino también por toda la ciudad de Roma” (incluimos aquí el texto original en latín que comprueba el estilo claro y directo, sin adornos o ambigüedades sobre el asunto: Auctor nominis eius Christus Tiberio imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat.) Anales XV. 44 Tácito hace también una amplia referencia al cristianismo en un fragmento de sus Historias, en relación con el incendio del Templo de Jerusalén en el año LXX D. C., preservado por Sulpicio Severo (Crón. 11. 30.6.).
Otro historiador romano que nació a finales del siglo I E.C., oficial de la corte en tiempos de Adriano, escritor de los anales de la Casa Imperial, dice: “Como los judíos estaban provocando continuos disturbios bajo la instigación de Chrestus (otra manera de deletrear Cristo), los expulsó de Roma”. Vida de Claudio 25.4 También escribió: “El castigo ordenado por Nerón recayó sobre los cristianos, una clase de hombres entregados a una superstición nueva y perjudicial”. Vida de Nerón, 26.2
Esto ocurrió alrededor del año LII E.C. (Compárese con Hechos 18:1, 2.) Note que Suetonio no expresa duda de la existencia de Cristo. Sobre esta base real y concreta, y a pesar de la persecución que amenazaba su vida, los cristianos primitivos estuvieron muy activos proclamando su fe. Difícilmente pudiera ser que arriesgaran la vida por un mito.
Gobernador de Bitinia en Asia Menor Cerca del año CXI E.C., escribió al emperador Trajano pidiéndole consejo respecto de cómo tratar a los cristianos. Explicó que había estado ejecutando a hombres y mujeres, niños y niñas. Eran tantos los que sufrían la muerte que él se preguntaba si debería continuar del mismo modo a todo el que se revelase como cristiano, o si debería matar solamente a algunos. Explicó que había hecho que los cristianos se inclinasen ante las estatuas de Trajano. Prosigue contando que también “los hizo maldecir a Cristo, algo a lo cual no puede inducirse a ningún verdadero cristiano”. En la misma carta prosigue contando de la gente sometida a juicio que: “Afirmaban, sin embargo, que toda su culpa, o error, consistía en que tenían el hábito de reunirse en cierto día fijo antes de que amaneciera, y que allí cantaban en versos alternados un himno a Cristo como a un Dios, y que se sometían a un juramento solemne, y no a hechos malvados de ninguna clase, sino mas bien a nunca cometer fraude, robo, adulterio, a nunca falsear su palabra, ni a negar algo que se les hubiera confiado cuando fueran llamados a dar cuenta de ello”. Epístolas X. 96.
Cuando Plinio el Joven, en calidad de comisionado especial, escribió al emperador Trajano desde Bitinia, hizo alusión a la presencia de numerosos cristianos en la provincia y añadió que para entonces (principios del siglo II) el cristianismo no solo estaba concentrado en las ciudades, sino que se había extendido también “hasta las aldeas y los campos”. (Compárese con 1Pe 1:1.) (Actas de los mártires, B.A.C., Madrid, 1987, “Carta de Plinio a Trajano”, pág. 244.)
Escritor satírico griego del siglo segundo, habló con desdén de Cristo y de los cristianos. Él los vinculó con las sinagogas de Palestina y aludió a Cristo de este modo: “…el hombre que fue ejecutado en Palestina por haber introducido este nuevo culto en el mundo… Aun más, el primer legislador que ellos tuvieron les persuadió de que todos ellos eran hermanos unos de otros, después de haber transgredido de una vez por todas negando los dioses griegos y adorando a aquel sofista ejecutado y viviendo bajo sus leyes”. The Passing Peregruis
Historiador judío, llegó a ser fariseos a la edad de 19 años; el año LXVI D. C. fue comandante de las fuerzas judías en Galilea. Después de ser capturado, fue anexado al cuartel general de los romanos. Más tarde se dedica a actividades literarias y a escribir historia. En su obra Antigüedades Judías tiene una cita que ha sido objeto de mucho debate: “Ahora, había alrededor de este tiempo un hombre sabio, Jesús, si es que es licito llamarlo un hombre, pues era un hacedor de maravillas, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo a sí a muchos de los judíos y de los gentiles. Él era el Cristo, y cuando Pilato, a sugerencia de los principales entre nosotros, le condenó a ser ejecutado, aquellos que le amaban desde un principio no le olvidaron, pues se volvió a aparecer vivo ante ellos al tercer día; exactamente como los profetas lo habían anticipado y cumpliendo otras diez mil cosas maravillosas respecto de su persona que también habían sido preanunciadas. Y la tribu de cristianos, llamados de este modo por causa de él, no ha sido extinguida hasta el presente”.
Flavio Josefo una referencia a Santiago el hermano de Jesús. En Antigüedades Judías XX.9.1 describe las acciones del sumo sacerdote Ananus:
“Pero el más joven Ananus, que como dijimos recibió el sumo sacerdocio, era de disposición atrevida y excepcionalmente osado, siguió el partido de los Saduceos, que son los más severos en el juicio entre todos los judíos, como ya lo hemos demostrado. Como Ananus fuese de tal disposición, pensó que ahora tenía una buena oportunidad, como Festo estaba ahora muerto, y Albino estaba todavía en camino; así que reunió un concilio de jueces, y trajo ante éste al hermano de Jesús el así llamado Cristo, cuyo nombre era Santiago, junto con algunos otros, y habiéndoles acusado de infractores de la ley, los entregó para que fuesen apedreados”.
Existe en el Museo Británico un interesante manuscrito que preserva el texto de una carta escrita un tiempo después del año LXXIII D. C. Esta carta fue enviada por un sirio llamado Mara Bar-Serapio a su hijo Serapio. Mara Bar-Serapio estaba en prisión en aquel tiempo, pero escribió para alentar a su hijo en la búsqueda de la sabiduría, y le señala que aquellos que persiguieron a los sabios fueron cogidos por la desventura. Le muestra como ejemplos las muertes de Sócrates, Pitágoras y Cristo:
“¿Qué ventaja obtuvieron los atenienses con la muerte de Sócrates? Hambruna y plaga vinieron sobre ellos como juicio por su crimen. ¿Qué ventaja obtuvieron los hombres de Samos al quemar a Pitágoras? En un momento su tierra se vio cubierta de arena. ¿Qué ventaja obtuvieron los judíos al ejecutar a su sabio Rey Yesua? Fue precisamente después de eso que su reino fue abolido.
Dios vengó con toda justicia a estos tres hombres sabios: los atenienses murieron de hambre; los de Samos fueron invadidos por el mar; los judíos, arruinados y expulsados de su tierra, viven en completa dispersión. Pero en lo concerniente al bien, Sócrates no murió, sino que sobrevivió en la enseñanza de Platón. Tampoco Pitágoras murió totalmente, sino que sobrevivió en la estatua de Hera. Ni tampoco el sabio Rey Yesua murió en lo que respecta a su influencia para el bien; sobrevivió en la enseñanza que él había impartido”.
El mensaje bíblico acerca de Cristo fijado en el madero, tan poco atractivo para mucha gente, da testimonio de la veracidad del relato bíblico sobre la vida y el ministerio de Jesús (1 Cor. 1:22, 23). Además, la evangelización que realizaron con ardor los seguidores de Jesús a pesar de la intensa oposición apoya la historicidad de Jesús (1 Cor. 15:12-17).
Con respecto a los idiomas que se hablaban en Palestina en tiempos de Jesús, el catedrático G. Ernest Wright señala: “Los más comunes eran, evidentemente, el griego y el arameo [...]. Los soldados y funcionarios romanos hablarían entre sí el latín, mientras que los judíos ortodoxos se entenderían en una variedad tardía del hebreo”. Eso explica por qué la inscripción que Pilato colocó en el madero de Jesús estaba escrita en tres idiomas: hebreo, latín y griego (Juan 19:20).
En su libro Discoveries From the Time of Jesus (Descubrimientos del tiempo de Jesús), Alan Millard señala: “Los gobernadores romanos sin duda hablaban griego en sus actividades diarias, por lo que es probable que Jesús empleara ese idioma cuando fue interrogado por Pilato”. Aunque la Biblia no confirma ni desmiente esta afirmación, lo cierto es que el pasaje no menciona que se utilizara un intérprete (Juan 18:28-40).
El profesor Wright concluye: “No contamos con medio alguno para saber si [Jesús] era capaz de hablar en latín o en griego, pero en su predicación al pueblo se serviría del arameo o del hebreo popular, fuertemente teñido de aramaísmo” (Arqueología bíblica, 1975, página 349).
Flavio Josefo, historiador judío del primer siglo, se refirió al apedreamiento de “Santiago, hermano de Jesús a quien llamaban el Cristo” (The Jewish Antiquities, [Antigüedades judaicas], Josefo, Libro XX, sección 200). Una referencia directa y muy favorable a Jesús, que se encuentra en el Libro XVIII, secciones 63, 64, ha sido puesta en tela de juicio por algunos que afirman que la misma fue agregada más tarde o fue cambiada por los cristianos para darle realce; pero se reconoce que el vocabulario y el estilo son básicamente los de Flavio Josefo, y el pasaje se encuentra en todos los manuscritos disponibles.
Tácito, historiador romano que vivió a fines del primer siglo E.C., escribió: “Christus [forma latina de “Cristo”], del cual el nombre [cristiano] se originó, sufrió la pena capital durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato” (The Complete Works of Tacitus [Obras completas de Tácito], Nueva York, 1942, “The Annals” [“Anales”], Libro 15, pár. 44).
En cuanto a las primeras referencias históricas no cristianas a Jesús, The New Encyclopædia Britannica declara: “Estos relatos independientes demuestran que en tiempos antiguos ni siquiera los adversarios del cristianismo dudaron alguna vez de la historicidad de Jesús, la cual varios autores de a fines del siglo XVIII, del siglo XIX y de a principios del siglo XX pusieron en tela de juicio por primera vez y por razones de poco peso” (1976, Macropædia, tomo 10, pág. 145).
Antes de morir, Moisés predijo que la nación se apartaría de la adoración verdadera y que, como resultado de esto, le acaecería calamidad. (Deuteronomio 31:27-29.) El libro de Jueces testifica que esto ocurrió repetidas veces. En los días del profeta Jeremías, la infidelidad de la nación resultó en que fuera desterrada a Babilonia. ¿Por qué permitió Dios también que los romanos destruyeran a Jerusalén y su templo en 70 E.C.? ¿De qué infidelidad había sido culpable la nación para que Dios no la protegiera como lo había hecho cuando ella había confiado en Él? Poco antes de esto ellos habían rechazado a Jesús como el Mesías.
¿Qué ven estos traductores en el texto griego que hace que algunos de ellos se abstengan de verterlo: “la Palabra era Dios”? El artículo definido (el) aparece antes de la palabra the-os´ (Dios) la primera vez que esta se usa, pero no la segunda vez. El uso del sustantivo con el artículo indica una identidad, una personalidad, mientras que el uso de un predicado nominal en singular sin artículo antes del verbo (conforme se construye la oración en griego) indica que se trata de cierta cualidad de alguien. Por eso el texto no está diciendo que la Palabra (Jesús) fuera lo mismo que el Dios con quien estaba, sino que la Palabra era semejante a Dios, divino, un dios. (Véase NM, edición con referencias, de 1984, en inglés, pág. 1579.)
¿Qué quiso decir el apóstol Juan al escribir Juan 1:1? ¿Quiso decir que Jesús mismo es Dios, o acaso que Jesús y el Padre componen un Dios? En el mismo capítulo, versículo 18, Juan escribió: “A Dios nadie [“ningún hombre, KJ, Dy] le ha visto jamás; el unigénito Hijo [“el dios unigénito”, NM], que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (VV [1977]). ¿Había visto algún ser humano a Jesucristo, el Hijo? ¡Claro que sí! Por lo tanto, ¿estaba diciendo Juan que Jesús era Dios? Es obvio que no es así. A fines de su Evangelio, Juan resumió el asunto, diciendo: “Éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, [no Dios, sino] el Hijo de Dios”. (Juan 20:31, VV [1977].)
Juan 20:30, 31, VV (1977): “Hizo además Jesús muchas otras señales [“milagros”, BD; “señales milagrosas”, VP] en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Así que la conclusión a la que correctamente debemos llegar, basándonos en los milagros que él ejecutó, es que Jesús es “el Cristo”, el Mesías, “el Hijo de Dios”. La expresión “Hijo de Dios” es muy diferente de “Dios Hijo”.)
Los profetas precristianos como Elías y Eliseo efectuaron milagros parecidos a los de Jesús. No obstante, eso ciertamente no era prueba de que ellos fueran Dios.
Es cierto que Jesús apareció en forma física ante sus discípulos después de su resurrección. Pero en ciertas ocasiones, ¿por qué no lo reconocieron al principio? (Luc. 24:15-32; Juan 20:14-16.) En cierta ocasión, para el provecho de Tomás, Jesús apareció con la prueba física de las marcas de los clavos en las manos y la herida de una lanza en el costado. Pero ¿cómo le fue posible en aquella ocasión aparecer repentinamente en medio de ellos aunque las puertas estaban cerradas con llave? (Juan 20:26, 27.) En dichas ocasiones, Jesús evidentemente materializó cuerpos, como los ángeles lo habían hecho en tiempos pasados cuando aparecieron ante seres humanos. El deshacerse del cuerpo físico de Jesús al resucitarlo no presentó problema alguno para Dios. Es interesante que aunque Dios no dejó el cuerpo físico en la tumba (evidentemente a fin de reforzar la convicción de los discípulos de que Jesús realmente había sido levantado), se dejaron allí los paños de lino en los que había estado envuelto; no obstante, el resucitado Jesús siempre apareció completamente vestido. (Juan 20:6, 7; 1 Cor. 15:42-50; 1 Ped. 3:18.)
En 1 Tesalonicenses 4:16 VV (1977) se declara que el mandato de Jesucristo para que comience la resurrección se da “con voz de arcángel”, y Judas 9 dice que el arcángel es Miguel. ¿Sería apropiado comparar la voz de mando de Jesús a la de alguien que tuviera menos autoridad que él? Es razonable, por lo tanto, concluir que el arcángel Miguel es Jesucristo. (Es interesante que la expresión “arcángel” nunca se encuentra en plural en las Escrituras, lo cual sugiere que hay uno sólo.)
Revelación 12:7-12 dice, con relación al hecho de que se confiriera la autoridad real a Cristo, que Miguel y sus ángeles harían guerra contra Satanás y expulsarían del cielo a él y a sus ángeles inicuos. Luego se describe a Jesús dirigiendo los ejércitos del cielo en una guerra contra las naciones del mundo (Rev. 19:11-16). ¿No es razonable que Jesús también fuera el que toma medidas en contra de aquel a quien se describe como “el gobernante de este mundo”, Satanás el Diablo? (Juan 12:31.) En Daniel 12:1 (VV [1977]) se asocia el ‘levantarse de Miguel’, para actuar con autoridad, con un “tiempo de angustia, cual nunca lo hubo hasta entonces”. Eso ciertamente cuadraría con lo que experimentarían las naciones cuando Cristo como ejecutor celestial tomara medidas contra ellas. Por lo tanto, las pruebas indican que al Hijo de Dios se le conoció como Miguel antes de venir a la Tierra y también se le conoce por dicho nombre desde su regreso al cielo, donde reside como el glorificado Hijo celestial de Dios.