HACE más de setenta años que se finalizó la reconstrucción del templo de Jerusalén, y la espiritualidad de los judíos está por los suelos. Hasta los sacerdotes se han vuelto corruptos. ¿Quién les abrirá los ojos a su verdadera situación e intentará levantarlos espiritualmente? Jehová le encarga esta tarea al profeta Malaquías.
El libro de Malaquías, el último de las Escrituras Hebreas, declara enérgicas profecías divinas. Si le prestamos atención, estaremos preparados para el “día de Jehová, grande e inspirador de temor”, el día en que el actual sistema de cosas malvado llegará a su fin (Malaquías 4:5).
Jehová le dice al pueblo de Israel lo que siente por ellos: “Los he amado”. Pero los sacerdotes han despreciado Su nombre. ¿Cómo lo han hecho? “Al presentar sobre [su] altar pan contaminado” y al ofrecer en sacrificio “un animal cojo o uno enfermo.” (Malaquías 1:2, 6-8.)Los sacerdotes “han hecho que muchos tropiecen en la ley”. Los pobladores tratan “traidoramente unos con otros”. Algunos se han casado con extranjeras, mientras que otros han traicionado a “la esposa de [su] juventud” (Malaquías 2:8, 10, 11, 14-16).
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:13.
¿En cuanto a calidad, qué debemos ofrecer los cristianos?.
Pablo exhortó a sus hermanos: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio” (Rom. 12:1). Seguramente, estas palabras hicieron pensar a los cristianos de origen judío en los sacrificios que efectuaban como parte de su adoración antes de hacerse discípulos de Jesús. Ellos sabían que bajo la Ley mosaica, los animales que se ofrecían en el altar tenían que ser los mejores. Era inaceptable presentar un animal defectuoso (Mal. 1:8). Pues lo mismo podría decirse cuando presentamos nuestro cuerpo “como sacrificio vivo”. Queremos darle a Jehová lo mejor, no solo lo que nos sobra después de haber satisfecho todos nuestros deseos. Cuando nos dedicamos a Dios, le entregamos sin reservas nuestra “alma”, es decir, toda nuestra vida; ponemos a su disposición nuestras energías, nuestros bienes y nuestras habilidades (Col. 3:23).
2:2.
¿En qué sentido maldeciría Jehová las bendiciones de los sacerdotes rebeldes?.
En el sentido de que las bendiciones que ellos pronunciaran terminarían por convertirse en maldiciones.
2:3.
Jehová dijo que “esparcir[ía] estiércol” sobre el rostro de los sacerdotes. ¿Qué quiso decir?.
De acuerdo con la Ley, el estiércol de los animales ofrecidos en sacrificio tenía que quemarse fuera del campamento (Levítico 16:27). Por eso, al decir que les arrojaría estiércol en la cara, Jehová dio a entender que despreciaba aquellos sacrificios y a quienes los ofrecían.
2:13.
¿De quiénes eran las lágrimas que cubrían el altar de Jehová?.
De las mujeres judías que iban al santuario a llorar sus penas ante Jehová. ¿Qué las hacía sufrir así? Que sus esposos las habían abandonado; se habían divorciado de ellas sin motivos válidos, tal vez para casarse con extranjeras más jóvenes.
En las Escrituras la palabra “odio” tiene varios significados:
1) Puede significar hostilidad intensa, una mala predisposición arraigada, a la que suele acompañar el rencor. Tal odio puede convertirse en un sentimiento corrosivo que intenta hacer daño al objeto de su odio. Los cristianos deben evitar esta clase de odio. Este es el odio que incitó a Caín a matar a su hermano justo Abel. (1 Juan 3:12.) También es la clase de odio que le tenían a Jesucristo los líderes religiosos. (Mateo 26:3, 4.)
2) Luego está el significado de la palabra “odio” que transmite la idea de un sentimiento tan intenso de disgusto o aversión por alguien o algo, que produce un rechazo absoluto de esa persona o cosa, pero sin ninguna intención de hacer daño al objeto del odio, sino solo de procurar evitarlo debido a un sentimiento de repugnancia. En el Salmo 139 se le llama “un odio completo”. En ese salmo David dijo: “¿No odio yo a los que te odian intensamente, oh Jehová, y no me dan asco los que se sublevan contra ti? De veras los odio con un odio completo. Han llegado a ser para mí verdaderos enemigos”. (Salmo 139:21, 22.)
3) La Biblia también emplea la palabra “odio” para referirse a amar a un grado menor. (Gé 29:31, 33; Dt 21:15, 16.)
Por ejemplo, Jesucristo dijo: “Si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo”. (Lu 14:26.) Obviamente Jesús no quería decir que sus seguidores debían sentir hostilidad o tener repugnancia a sus familias y a ellos mismos, pues esto no estaría en armonía con el resto de las Escrituras. Jacob ‘odió a Lea’, es decir, la amó menos que a Raquel. (Génesis 29:30, 31; Compárese con Mr 12:29-31; Ef 5:28, 29, 33.)
La ley de Dios a Israel decía: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón”. (Le 19:17.) Uno de los requisitos para que el homicida involuntario pudiera presentarse en una de las ciudades de refugio para conseguir asilo era no haber abrigado odio a la persona a la que había matado. (Dt 19:4, 11-13.)
¿Hay que odiar a los enemigos? El consejo de Jesús de amar a los enemigos está en completa armonía con el espíritu de las Escrituras Hebreas. (Mt 5:44.) El fiel Job reconoció que cualquier sentimiento de alegría maliciosa por la calamidad de alguien que lo odiase intensamente hubiera sido incorrecto. (Job 31:29.) La ley mosaica impuso a los israelitas la responsabilidad de acudir en ayuda de otros israelitas a quienes pudieran considerar enemigos suyos. (Éx 23:4, 5.) Más bien que regocijarse por la calamidad de un enemigo, a los siervos de Dios se les manda: “Si el que te odia tiene hambre, dale pan de comer; y si tiene sed, dale agua de beber”. (Pr 24:17, 18; 25:21.)
Una de las ideas que los maestros judíos de la tradición habían añadido a la ley de Dios era que se tenía que odiar a los enemigos. Como la Ley mandaba que los israelitas amasen a su prójimo (Le 19:18), estos maestros enseñaban que eso implicaba odiar a sus enemigos. Se llegó a pensar que los términos “amigo” y “prójimo” aplicaban exclusivamente a los judíos, mientras que a todos los demás se les consideraba enemigos por naturaleza. A la luz de la acepción tradicional de “prójimo”, que promovía la enemistad con los gentiles, se puede ver fácilmente por qué añadieron a esta declaración de la ley de Dios las palabras no autorizadas: “y odiar a tu enemigo”. (Mt 5:43.)
Por el contrario, el cristiano está obligado a amar a sus enemigos, es decir, aquellos que se hacen a sí mismos enemigos personales. Este amor (gr. a-gá-pë) no es sentimentalismo, basado en un mero apego personal, como normalmente se piensa, sino que es un amor de orden moral o social, fundamentado en un asentimiento deliberado de la voluntad, entendido como una cuestión de principio, deber y propiedad, que busca con sinceridad el bien ajeno según lo que es justo. El amor a-gá-pë trasciende los sentimientos personales de animadversión y nunca permite que hagan que una persona abandone los principios correctos y se desquite. El siervo de Dios incluso ora por aquellos que debido a su ignorancia se oponen a su proceder cristiano y lo persiguen, para que sus ojos puedan abrirse y ver la verdad concerniente a Dios y sus propósitos. (Mt 5:44.)
Odio apropiado. No obstante, en ciertas condiciones y en determinadas ocasiones es apropiado odiar. “Hay [...] tiempo de amar y tiempo de odiar”. (Ec 3:1, 8.) Incluso se dice que Jehová odió a Esaú. (Mal 1:2, 3.) Esto no se puede atribuir a ninguna arbitrariedad de Dios. Esaú demostró que no era merecedor del amor de Jehová al despreciar su primogenitura y venderla, con lo que vendía también las promesas y bendiciones divinas vinculadas a dicha primogenitura. Además, se propuso matar a su hermano Jacob. (Gé 25:32-34; 27:41-43; Heb 12:14-16.) Dios también odia los ojos altaneros, la lengua falsa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que fabrica proyectos perjudiciales, los pies que se apresuran a correr a la maldad, el testigo falso, así como a cualquiera que envía contiendas entre hermanos, de hecho, cualquier persona o cosa que se opone por completo a Él y a sus leyes justas. (Pr 6:16-19; Dt 16:22; Isa 61:8; Zac 8:17; Mal 2:16.)
¿Qué clase de odio deben cultivar los siervos de Dios? La verdadera lealtad a Jehová impulsa a sus siervos a odiar lo que Él odia y a quien Él odia. (2Cr 19:2.) “¿No odio yo a los que te odian intensamente, oh Jehová, y no me dan asco los que se sublevan contra ti? De veras los odio con un odio completo. Han llegado a ser para mí verdaderos enemigos.” (Sl 139:21, 22.) Pero este odio no procura causar daño a otros y no es sinónimo de rencor o malevolencia. Más bien, expresa un total aborrecimiento de lo que es inicuo, y evita lo que es malo y a los que odian intensamente a Jehová. (Ro 12:9, 17, 19.) Los cristianos con razón odian a los enemigos declarados de Dios, como el Diablo y sus demonios, así como a los hombres que de manera consciente y deliberada toman su posición contra Jehová.
Aunque los cristianos no aman a aquellos que tornan la bondad inmerecida de Dios en una excusa para conducta relajada, no odian a las personas que han caído en pecado, pero que merecen que se les muestre misericordia. En vez de odiar al malhechor arrepentido, odian el acto inicuo, “hasta la prenda de vestir interior que ha sido manchada por la carne”. (Jud 4, 23.)
Debe evitarse el odio impropio. Las personas que en otro tiempo se odiaban, dejan de hacerlo una vez que llegan a ser cristianos. (Tit 3:3.) El que odia a su hermano todavía anda en oscuridad, por lo que cualquier alegación suya de que es amador de Dios en realidad sería una mentira. El odio al hermano equivale a asesinato. (1Jn 2:9, 11; 4:20; 3:15.)
El sentimentalismo puede hacer que el punto de vista personal en cuanto al amor y al odio se desequilibre, como al parecer le sucedió a David con su hijo Absalón. (2Sa 18:33; 19:1-6.) Del mismo modo, “el que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina”. (Pr 13:24.)
Si una persona respeta la intimidad ajena y muestra consideración amorosa, no se convertirá innecesariamente en objeto de odio. De ahí el consejo: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga su suficiencia de ti y ciertamente te odie”. (Pr 25:17.)
¿En qué sentido deben los seguidores de Cristo “odiar” a sus parientes?
En la Biblia, “odiar” puede referirse a amar a una persona o cosa menos que a otra (Gén. 29:30, 31). Los cristianos deben “odiar” a sus parientes en el sentido de amarlos menos que a Jesús (Mat. 10:37).
¿Qué significa odiar? En la Palabra de Dios el término “odio“ se emplea con tres sentidos diferentes. Está el odio motivado por el rencor, que procura hacer daño a su objeto. Los cristianos deben evitar esta clase de odio. Este es el odio que incitó a Caín a matar a su hermano justo Abel. (1 Juan 3:12.) También es la clase de odio que le tenían a Jesucristo los líderes religiosos. (Mateo 26:3, 4.)
Por otra parte, la palabra “odio” se emplea en las Escrituras con el sentido de amar menos. Por ejemplo, Jesús dijo: “Si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo”. (Mt 10:37; 19:29; Mr 10:29, 30; Lucas 14:26.) Es evidente que Jesús solo quiso decir que debía amarse menos a los familiares que a él. De modo que se debe amar menos a los parientes carnales que a Cristo, y si es necesario, se les debe dejar atrás a causa de él. Jacob ‘odió a Lea’, es decir, la amó menos que a Raquel. (Génesis 29:30, 31.)
Luego está el significado de la palabra “odio” que especialmente nos interesa ahora. Este transmite la idea de un sentimiento tan intenso de disgusto o aversión por alguien o algo, que produce un rechazo absoluto de esa persona o cosa. En el Salmo 139 se le llama “un odio completo”. En ese salmo David dijo: “¿No odio yo a los que te odian intensamente, oh Jehová, y no me dan asco los que se sublevan contra ti? De veras los odio con un odio completo. Han llegado a ser para mí verdaderos enemigos”. (Salmo 139:21, 22.)
1:10. A Jehová no le complacían las ofrendas de los codiciosos sacerdotes, que cobraban hasta por cosas tan simples como cerrar las puertas o encender el altar. Es esencial, pues, que el amor a Dios y al prójimo sea el verdadero motivo de nuestros actos de adoración, incluida nuestra participación en el ministerio cristiano. ¡Jamás lo hagamos por dinero! (Mateo 22:37-39; 2 Corintios 11:7.)
2:7-9. Quienes reciben el privilegio de enseñar en la congregación deben siempre asegurarse de que lo que enseñan concuerda con la Palabra de Dios, las Santas Escrituras, y con las publicaciones bíblicas que proporciona “el mayordomo fiel” (Lucas 12:42; Santiago 3:11).
2:10, 11. Jehová les pide a sus siervos que tomen en serio el consejo de casarse “solo en el Señor” (1 Corintios 7:39).
2:15, 16. Los cristianos verdaderos deben honrar el pacto que los une a la esposa de su juventud.
“El día que está ardiendo como el horno” vendrá y devorará a todos los malvados. Pero antes de aquel día, un profeta “tendrá que volver el corazón de padres hacia hijos, y el corazón de hijos hacia padres” (Malaquías 4:1, 5, 6).
Respuestas a preguntas bíblicas:
3:1.
¿Cuándo viene Jesús?.
En los capítulos 24 y 25 de Mateo se dice que Jesús “viene” en distintos sentidos. Él no necesita desplazarse físicamente para ‘venir’, sino que “viene” en el sentido de que dirige su atención a la humanidad o a sus seguidores, con frecuencia en calidad de Juez. Así, en 1914 ‘vino’ para empezar su presencia como Rey entronizado (Mateo 16:28; 17:1; Hechos 1:11). En 1918 ‘vino’ como mensajero del pacto y juzgó en primer lugar a los que afirmaban servir a Jehová (Malaquías 3:1-3; 1 Pedro 4:17). Y en Armagedón ‘vendrá’ a ejecutar la sentencia contra los enemigos de Dios (Apo 19:11-16).
La venida (o llegada) a la que se alude varias veces en Mateo 24:29-44 y 25:31-46 tendrá lugar en “la gran tribulación” (Apo 7:14). Por otra parte, la venida que se menciona repetidamente en Mateo 24:45 a 25:30 tiene que ver con la acción de juzgar, a partir de 1918, a los que afirman ser sus discípulos. No sería razonable decir, por ejemplo, que las acciones de recompensar al esclavo fiel y de castigar a las vírgenes necias y al esclavo indolente, que escondió el talento del Amo, tendrán lugar cuando Jesús ‘venga’ en la gran tribulación. Eso significaría que a muchos de los ungidos se les hallaría infieles en ese momento y, por tanto, tendrían que ser reemplazados. Sin embargo, Apo 7:3 indica que para entonces todos los esclavos ungidos de Cristo ya habrán sido “sellado[s]” de manera permanente.
3:1a.
¿Quién era “el Señor verdadero” que vendría a su templo “súbitamente”, o inesperadamente?.
La expresión hebrea que se usa aquí es ha·’A·dhóhn. El uso del artículo definido ha (“el”) delante del título ’A·dhóhn (“Señor; Amo”) limita la aplicación de este título exclusivamente a Jehová Dios. Sí, era a “Su templo” adonde Jehová vendría. (Habacuc 2:20; Salmo 11:4.)
Después de haber mencionado a un mensajero, Malaquías indicó que “el Señor verdadero” vendría a “Su templo” acompañado por otro mensajero, uno diferente, “el mensajero del pacto”. ¿Quién sería este? Pues bien, en vista de lo que sucedió, es razonable concluir que “el mensajero del pacto” sea Jesucristo, presentado por Juan el Bautizante a sus discípulos como “el Cordero de Dios”. (Juan 1:29-34.) ¿De qué “pacto” es el Mesías “el mensajero”? La evidencia de Lucas 1:69-75 y Hechos 3:12, 19-26 sugiere que es del pacto abrahámico, que fue la base de que los judíos fueran los primeros a quienes se dio la oportunidad de llegar a ser herederos del Reino.
3:1-3.
¿Cuándo vinieron al templo “el Señor verdadero” y “el mensajero del pacto”, y quién fue enviado delante de ellos?.
Mediante Jesucristo como su representante, Jehová vino al templo el 10 de nisán del año 33 E.C. de nuestra era para limpiarlo. Ese día, Jesús entró al templo y echó a los que compraban y vendían en él (Marcos 11:15). Esto sucedió tres años y medio después de que Jesús fuera ungido para ser rey. Correspondientemente, parece que tres años y medio después de su coronación como rey celestial, Jesús acompañó a Jehová al templo espiritual y halló que el pueblo de Dios necesitaba una limpieza. Allá en el siglo primero, Juan el Bautista fue enviado a preparar a los judíos para la venida de Cristo. En tiempos más recientes, también se envió a un “mensajero” a preparar el camino para la venida de Jehová a su templo espiritual. Este mensajero fue un grupo de estudiantes que, ya desde la década de 1880, se dedicó a implantar muchas verdades bíblicas elementales en el corazón de personas sinceras.
3:1-3a.
¿Cuándo y cómo vino Jehová a su “templo” a dictar juicio en nuestros tiempos?.
Unos cinco siglos después de Malaquías, Jehová utilizó a Cristo (su “mensajero del pacto [abrahámico]”) como representante suyo. Valiéndose de él, fue al templo de Jerusalén para dictar juicio y, al ver que, en conjunto, el pueblo del pacto ya no era digno de su favor, lo rechazó (Mateo 23:37, 38). Los sucesos del año 70 de nuestra era nos confirman que así lo hizo. Y podemos estar igual de seguros de que sustituyó a ese pueblo por “el Israel de Dios”, una nación espiritual formada por 144.000 personas de todas las naciones (Gálatas 6:16; Romanos 3:25, 26). Pero ese no fue el cumplimiento final de la profecía de Malaquías. Aquella predicción se refiere también a tiempos modernos.
Desde la entronización de Jesucristo, en 1914, también es el Juez y Ejecutor nombrado por su Padre. En 1918, tres años y medio después de acceder al trono, limpió el templo espiritual de Jehová, representado en la Tierra por la congregación de cristianos ungidos, una purificación que abarcaba la adoración, la conducta y las doctrinas.
Es obvio que Dios no se presentó en un templo de piedra y argamasa, ya que el último santuario material de la adoración verdadera había sido destruido en el año 70. Más bien, inspeccionó su templo espiritual, el sistema para que los seres humanos se acerquen a Dios y lo adoren gracias al sacrificio redentor de Cristo (Hebreos 9:2-10, 23-28). Las iglesias de la cristiandad no podían ser el templo espiritual, pues pertenecían a una organización religiosa culpable de derramamiento de sangre y prostitución espiritual, una organización que promovía doctrinas falsas en vez de la adoración pura. Antes bien, Jehová fue “testigo veloz contra” aquellas iglesias y dictó una condena que, como sabemos, tenían bien merecida (Malaquías 3:5). Sin embargo, después del establecimiento del Reino había un grupo de cristianos verdaderos que sí servían a Dios en los patios de su templo espiritual y seguían fieles a él en medio de duras pruebas. Con todo, hasta estos cristianos ungidos por espíritu tenían que ser purificados en cierta medida. De ello nos hablan los escritos de los doce profetas, con sus alentadoras promesas de restauración física y espiritual para los siervos de Dios. Así, Malaquías predijo que Dios iba a “clarificarlos como oro y como plata”, de forma que llegaran “a ser para Jehová personas que presenten una ofrenda de dádiva en justicia” (Malaquías 3:3).
3:6.
¿Cuál podría ser la causa si el amor de un cristiano se ha enfriado?.
Si su amor por Dios y por la verdad se ha enfriado, no es porque él haya cambiado. Jehová no cambia (Sant. 1:17). Él se interesa por usted hoy tanto como antes. Entonces, ¿qué puede haber cambiado en su relación con él? Tal vez las presiones y las preocupaciones han hecho que usted ya no ore con el fervor de antes ni pase tanto tiempo estudiando y meditando. Quizás ya no es tan celoso en el ministerio del campo o no asiste a todas las reuniones (2 Cor. 13:5). Es posible que ese no sea su caso, pero si lo es, ¿qué lo ha llevado a una situación como esa? Puede ser que preocupaciones legítimas como la de atender su salud o mantener a la familia hayan debilitado el sentido de urgencia que debe tener en vista de lo cerca que está el fin.
3:10.
¿Es dar el diezmo, es decir, “traer todas las décimas partes”, un símbolo de dedicación completa a Jehová?.
Aunque la Ley mosaica quedó anulada con la muerte de Jesús y ya no es un requisito entregar la décima parte de todo lo que tenemos, todavía el diezmo tiene un significado simbólico (Efesios 2:15). Pero no representa dedicarnos por completo a Jehová. ¿Por qué? Porque el diezmo se daba año tras año, mientras que la dedicación se hace una sola vez en la vida y se simboliza con el bautismo. A partir de ese momento, todo lo que tenemos le pertenece a Jehová. Pero aun así, él nos deja escoger una porción de ello —un diezmo simbólico— para usarlo en su servicio. Le entregamos a Jehová todo lo que las circunstancias nos permitan y el corazón nos impulse a dar. Nuestras ofrendas incluyen el tiempo, las energías y los recursos que empleamos en la predicación del Reino y en la obra de hacer discípulos. También incluyen asistir a las reuniones, visitar a hermanos enfermos o mayores y apoyar económicamente la adoración verdadera.
4:3.
¿Cómo “pisotearán a los inicuos” los adoradores de Jehová?.
Los siervos de Dios en la Tierra no “pisotearán a los inicuos” literalmente; es decir, no serán ejecutores del juicio divino. Más bien, la frase da a entender que lo harán en sentido figurado, participando con entusiasmo en la celebración de victoria que seguirá al fin del mundo de Satanás (Salmo 145:20; Apo [Apocalipsis] 20:1-3).
4:4.
¿Por qué deberíamos “rec[ordar] la ley de Moisés”?.
Aunque dicha Ley no es obligatoria para el cristiano, contiene “una sombra de las buenas cosas por venir” (Hebreos 10:1). Al prestarle atención, vemos cómo se cumple lo escrito en ella (Lucas 24:44, 45). Además, también contiene “representaciones típicas de las cosas en los cielos”. Por consiguiente, es fundamental estudiarla para comprender las enseñanzas cristianas y cuál debe ser nuestra conducta (Hebreos 9:23).
4:5, 6.
¿A quién representa “Elías el profeta”?.
La profecía indica que “Elías” haría una obra de restauración: la de preparar el corazón de la gente. En el siglo primero de nuestra era, Jesucristo identificó a Juan el Bautista como “Elías” (Mateo 11:12-14; Marcos 9:11-13). Además, Marcos indicó que el ministerio de Juan cumplió una predicción de Isaías (Isa. 40:3; Mar. 1:1-4). El “Elías” de nuestros tiempos, enviado “antes de la venida del día de Jehová, grande e inspirador de temor”, no es otro que “el esclavo fiel y discreto” (Mateo 24:45). Este grupo de cristianos ungidos también ha estado realizando con empeño una obra de restauración espiritual.
3:10. Si no le damos a Jehová lo mejor, nos perdemos sus bendiciones.
3:14, 15. Por culpa del mal ejemplo de los sacerdotes, los judíos perdieron el aprecio por el servicio a Dios. Quienes ocupan puestos de responsabilidad en la congregación cristiana deben ser ejemplares (1 Pedro 5:1-3).
3:16. Jehová lleva un registro de todos los que le temen y le son fieles, y los protegerá cuando acabe con el mundo malvado de Satanás. Por tanto, jamás permitamos que se debilite nuestra determinación de mantenernos íntegros (Job 27:5). Es curioso que en éste versículo se relaciona el uso de la lengua con ser escritos en el libro de la vida, es como dice el Pr 18:21 el uso que le damos a la lengua puede ser decisivo en cuanto a nuestro futuro.
4:1. En el día de ajuste de cuentas con Jehová, tanto la “raíz” como la “rama mayor” acabarán igual: los niños pequeños recibirán la misma condena que sus padres. En vista de la enorme responsabilidad que recae sobre los padres cristianos, ambos han de hacer un gran esfuerzo por buscar y mantener la aprobación de Dios (1 Corintios 7:14).
“El sol de la justicia”, Jesucristo, brilla con el favor divino sobre quienes sienten temor reverencial hacia el nombre de Jehová (Juan 8:12). También lleva “curación en sus alas”: curación espiritual en este tiempo, y una curación total en sentido físico, mental y emocional en el nuevo mundo de Dios (Apo 22:1, 2). Los bendecidos por Dios “escarbarán el suelo como becerros engordados”, lo que significa que expresarán su emoción de manera desbordante. Pues bien, ya que tales bendiciones nos esperan, tomemos a pecho la exhortación del rey Salomón: “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre” (Eclesiastés 12:13).
QUIÉN fue Malaquías? En la Biblia no se nos dice nada de su ascendencia ni de su historia personal. Con todo, del tenor de su profecía se desprende claramente que era intensamente devoto a Jehová Dios, lo cual demostró al sostener Su nombre y la adoración pura, y que sentía profunda indignación hacia los que afirman que sirven a Dios pero solo se sirven a sí mismos. En los cuatro capítulos de su profecía se menciona el nombre de Jehová 48 veces.
2 Su nombre en hebreo es Mal·`a·kjí, que posiblemente significa “Mi Mensajero”. Tanto por lo que indican las Escrituras Hebreas y la Septuaginta como por el orden cronológico de los libros se coloca a Malaquías en último lugar entre los llamados 12 profetas menores. Según la tradición de la Gran Sinagoga, Malaquías vivió después de los profetas Ageo y Zacarías y fue contemporáneo de Nehemías.
3 ¿Cuándo se escribió esta profecía? Fue durante la administración de un gobernador, lo cual la coloca en el tiempo de la restauración de Jerusalén después de los 70 años de la desolación de Judá. (Mal. 1:8.) Pero ¿cuál gobernador? Puesto que se menciona el servicio del templo, pero sin que se haga referencia a la edificación del templo, el libro debe haberse escrito después del tiempo del gobernador Zorobabel, durante cuyo término gubernativo se completó el templo. Las Escrituras solo mencionan a otro gobernador de aquellos tiempos, y ese es Nehemías. ¿Se ajusta la profecía al tiempo de Nehemías? En Malaquías no se declara nada acerca de la reconstrucción de Jerusalén ni de su muro, lo cual elimina el principio de la gobernación de Nehemías. No obstante, se dice mucho acerca de los abusos que cometía el sacerdocio, lo cual relaciona a Malaquías con la situación que existía cuando por segunda vez Nehemías vino a Jerusalén, después que Artajerjes lo hubo llamado de nuevo a Babilonia en 443 a.E.C., el trigésimo segundo año del reinado del rey. (Mal. 2:1; Neh. 13:6.) Pasajes similares en Malaquías y Nehemías indican que la profecía aplica a este tiempo en particular. (Mal. 2:4-8, 11, 12—Neh. 13:11, 15, 23-26; Mal. 3:8-10—Neh. 13:10-12.)
4 El libro de Malaquías siempre ha sido aceptado por los judíos como auténtico. Las citas de él en las Escrituras Griegas Cristianas, varias de las cuales indican cumplimientos de su profecía, prueban que el libro de Malaquías fue inspirado y parte del canon de las Escrituras Hebreas que reconoció la congregación cristiana. (Mal. 1:2, 3—Rom. 9:13; Mal. 3:1—Mat. 11:10 y Luc. 1:76 y 7:27; Mal. 4:5, 6—Mat. 11:14 y 17:10-13, Mar. 9:11-13 y Luc. 1:17.)
5 La profecía de Malaquías indica que el celo religioso y el entusiasmo que despertaron los profetas Ageo y Zacarías cuando el templo fue reconstruido habían pasado. Los sacerdotes se habían hecho negligentes y orgullosos, y se creían muy justos y buenos. Los servicios que se efectuaban en el templo se habían convertido en una burla. Los diezmos y las ofrendas habían decaído porque se opinaba que Dios no estaba interesado en Israel. Las esperanzas en torno a Zorobabel no se habían realizado, y, contrario a lo que algunos esperaban, el Mesías no había venido. El estado espiritual de los judíos estaba en un punto muy bajo. ¿Qué base había para tener ánimo y esperanza? ¿Cómo podría hacerse que el pueblo se diera cuenta de su verdadera condición y despertara y se volviera a la justicia? La profecía de Malaquías suministró la respuesta.
6 El estilo de escritura de Malaquías es directo y vigoroso. Él empieza presentando una proposición y luego contesta las objeciones que levantan las personas a quienes habla. Finalmente, reafirma su proposición original. Esto refuerza y aviva su argumento. En vez de elevarse a alturas de elocuencia, usa un estilo abrupto, de peso en la argumentación.
7 El mandamiento de Jehová a los sacerdotes - (1:1–2:17) Primero Jehová expresa el amor que le tiene a su pueblo. Ha amado a Jacob y ha odiado a Esaú. Que Edom trate de edificar sus lugares devastados; Jehová los demolerá y estos serán llamados “el territorio de la iniquidad”, el pueblo denunciado por Jehová, porque Jehová ‘será engrandecido sobre el territorio de Israel’ (1:4, 5).
8 Ahora Jehová habla directamente a los ‘sacerdotes que desprecian su nombre’. Mientras tratan de justificarse, Jehová señala a sus sacrificios ciegos, cojos y enfermos, y pregunta: ¿Aprueba siquiera el gobernador esas ofrendas? Jehová mismo no se deleita en ellas. Su nombre debe ser ensalzado entre las naciones, pero estos hombres lo profanan al decir: “La mesa de Jehová es algo contaminado”. Una maldición vendrá sobre ellos porque han echado a un lado astutamente sus votos al ofrecer sacrificios que no valen nada. “‘Porque yo soy un gran Rey —ha dicho Jehová de los ejércitos—, y mi nombre será inspirador de temor entre las naciones’” (1:6, 12, 14).
9 Jehová da ahora un mandamiento a los sacerdotes, y dice que si no toman en serio este consejo él enviará una maldición sobre ellos y sobre sus bendiciones. Esparcirá el estiércol de las fiestas de ellos sobre sus rostros porque no han guardado el pacto de Leví. “Porque los labios de un sacerdote son los que deben guardar el conocimiento, y la ley es lo que la gente debe buscar de su boca; porque es el mensajero de Jehová de los ejércitos” (2:7). Malaquías confiesa el gran pecado de Israel y Judá. Ellos se han tratado con traición unos a otros, y han profanado la santidad de Jehová, su Padre y Creador, al casarse con hijas de un dios extranjero. Han llegado al extremo de fatigar a Jehová. Hasta han preguntado: “¿Dónde está el Dios de justicia?” (2:17).
10 El Señor verdadero y el mensajero - (3:1-18) La profecía llega ahora a un punto culminante con estas palabras de “Jehová de los ejércitos”: “¡Miren!, envío mi mensajero, y él tiene que despejar un camino delante de mí. Y súbitamente vendrá a Su templo el Señor verdadero, a quien ustedes buscan, y el mensajero del pacto en quien se deleitan. ¡Miren! Ciertamente vendrá” (3:1). Como refinador, Jehová limpiará a los hijos de Leví y llegará a ser testigo veloz contra los inicuos que no le han temido. Jehová no cambia, y porque ellos son hijos de Jacob, él volverá a ellos con misericordia si ellos vuelven a él.
11 Ellos han estado robándole a Dios, pero ahora que le pongan a prueba trayendo sus diezmos al almacén para que haya alimento en Su casa, confiando en que desde las compuertas de los cielos él derramará la plenitud misma de su bendición. Llegarán a ser una tierra de deleite, a la cual pronunciarán feliz todas las naciones. Los que están en temor de Jehová han estado hablando los unos con los otros, y Jehová les ha estado prestando atención y escuchando. “Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre” (3:16). De seguro llegarán a ser de Jehová el día en que él produzca una propiedad especial.
12 El día de Jehová, grande e inspirador de temor - (4:1-6) Este es el día venidero que devorará a los inicuos y no les dejará raíz ni rama mayor. Pero el sol de la justicia brillará para los que temen el nombre de Jehová, y a estos se les curará. Jehová les aconseja que recuerden la Ley de Moisés. Jehová promete enviar a Elías el profeta antes de su día grande e inspirador de temor. “Y él tendrá que volver el corazón de padres hacia hijos, y el corazón de hijos hacia padres; para que yo no venga y realmente hiera la tierra con un darla por entero a la destrucción” (4:6).
13 El libro de Malaquías ayuda a entender los principios inmutables y el amor misericordioso de Jehová Dios. Desde el comienzo recalca el gran amor de Jehová a su pueblo “Jacob”. Él dijo a los hijos de Jacob: “Yo soy Jehová; no he cambiado”. A pesar de la gran iniquidad de ellos, Jehová estaba dispuesto a volver a su pueblo si ellos volvían a él. ¡Un Dios misericordioso, por cierto! (Mal. 1:2; 3:6, 7; Rom. 11:28; Exo. 34:6, 7.) Mediante Malaquías, Jehová recalcó que los labios de un sacerdote “deben guardar el conocimiento”. Todo aquel a quien se le confía enseñar a otros la Palabra de Dios debe prestar atención a este punto y asegurarse de que lo que imparte es conocimiento exacto. (Mal. 2:7; Fili. 1:9-11; compárese con Santiago 3:1.) Jehová no tolera a hipócritas, a los que tratan de dar a entender que ‘hacer lo malo es bueno a los ojos de Jehová’. Nadie debe pensar que puede engañar a Jehová con simplemente fingir que hace una ofrenda a este gran Rey. (Mal. 2:17; 1:14; Col. 3:23, 24.) Jehová será testigo veloz contra todos los que violan Sus leyes y principios justos; nadie debe creer que podrá actuar inicuamente y salirse con la suya. Jehová los juzgará. (Mal. 3:5; Heb. 10:30, 31.) Los justos pueden tener plena seguridad de que Jehová recordará lo que ellos hacen y les dará su recompensa. Deben prestar atención a la Ley de Moisés, como lo hizo Jesús, porque mucho de su contenido se cumple en él. (Mal. 3:16; 4:4; Luc. 24:44, 45.)
14 Como el último libro de las inspiradas Escrituras Hebreas, Malaquías señala al futuro, a sucesos que rodean la venida del Mesías, cuya aparición más de cuatro siglos después suministró la razón para que se escribieran las Escrituras Griegas Cristianas. Como se escribió en Malaquías 3:1, Jehová de los ejércitos dijo: “¡Miren!, envío mi mensajero, y él tiene que despejar un camino delante de mí”. Hablando bajo inspiración, el envejecido Zacarías mostró que aquello se cumplió en su hijo, Juan el Bautizante. (Luc. 1:76.) Jesucristo confirmó esto, y entonces dijo: “No ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él”. Juan había sido enviado, como había predicho Malaquías, para ‘preparar el camino’, y por eso no estaba entre aquellos con quienes Jesús después hizo un pacto para un Reino. (Mat. 11:7-12; Luc. 7:27, 28; 22:28-30.)
15 Luego, en Mal. 4:5, 6, Jehová prometió: “¡Miren! Les envío a Elías el profeta”. ¿Quién es este “Elías”? Tanto Jesús como el ángel que se le apareció a Zacarías aplican estas palabras a Juan el Bautizante, lo que muestra que este sería quien ‘restauraría todas las cosas’ y ‘alistaría para Jehová un pueblo preparado’ para recibir al Mesías. Sin embargo, Malaquías también dice que “Elías” es precursor “del día de Jehová, grande e inspirador de temor”, lo que indica un cumplimiento todavía futuro en un día de juicio. (Mat. 17:11; Luc. 1:17; Mat. 11:14; Mar. 9:12.)
16 Mirando a aquel día futuro, Jehová de los ejércitos dice: “Desde el nacimiento del sol aun hasta su puesta mi nombre será grande entre las naciones. [...] Porque yo soy un gran Rey [...], y mi nombre será inspirador de temor entre las naciones”. Sí, ¡inspirador de temor! Porque ‘el día arderá como el horno, y todos los presuntuosos y todos los que hacen iniquidad tendrán que llegar a ser como rastrojo’. No obstante, felices son los que temen el nombre de Jehová, porque para ellos “el sol de la justicia ciertamente brillará, con curación en sus alas”. Esto enfoca atención en el tiempo feliz en que a los obedientes de entre la familia humana se les cura por completo... espiritual, emocional, mental y físicamente. (Apo 21:3, 4.) Al señalar a aquel día glorioso y bendito del futuro, Malaquías nos anima a obrar de todo corazón cuando traemos nuestras ofrendas a la casa de Jehová: “‘Pruébenme, por favor, en cuanto a esto —ha dicho Jehová de los ejércitos—, a ver si no les abro las compuertas de los cielos y realmente vacío sobre ustedes una bendición hasta que no haya más carencia’”. (Mal. 1:11, 14; 4:1, 2; 3:10.)
17 Aunque continúa advirtiendo de ‘un dar a la tierra por entero a la destrucción’, este último libro de los Profetas despierta optimismo y gozo por lo que aseguran estas palabras de Jehová a su pueblo: “Todas las naciones tendrán que pronunciarlos felices, porque ustedes mismos llegarán a ser una tierra de deleite” (4:6; 3:12).
Último libro de las Escrituras Hebreas en muchas Biblias españolas. En el canon tradicional judío se le sitúa el último de los escritos de los llamados profetas menores y antes de los Escritos (Hagiógrafos). Es una declaración formal de Jehová sobre Israel por medio de Malaquías. (Mal 1:1.)
Circunstancias en el tiempo de Malaquías. Cuando profetizó Malaquías, la situación entre los sacerdotes era lamentable. En contra de las prescripciones de la Ley, aceptaban animales cojos, ciegos y enfermos para sacrificarlos sobre el altar de Jehová. (Mal 1:8; Le 22:19; Dt 15:21.) Por no instruir ni orientar debidamente al pueblo, le hacían tropezar (Mal 2:7, 8), y, como un agravante más, mostraban parcialidad en los juicios (2:9). Todas estas acciones tuvieron un mal efecto en los israelitas en general, pues los llevó a subestimar el servicio a Jehová (3:14, 15), como lo demuestra el que no pagasen al templo sus diezmos. Tanto se habían apartado de su devoción a Jehová que se divorciaron de sus esposas para casarse con mujeres que adoraban dioses falsos. Llegaron incluso a practicar la hechicería, el adulterio, la mentira, el fraude y la opresión (2:11, 14-16; 3:5, 8-10). Por este motivo Jehová advirtió que iría a su templo para juicio (3:1-6), e instó a los malhechores a que se arrepintiesen, diciéndoles: “Vuelvan a mí, y yo ciertamente volveré a ustedes” (3:7).
Cuándo se escribió. El contenido del libro de Malaquías permite determinar el tiempo de su escritura. Se escribió después del exilio en Babilonia, puesto que los israelitas estaban bajo la administración de un gobernador y el templo era de nuevo el centro de adoración, lo que indica que ya se había reedificado. (Mal 1:7, 8; 2:3, 13; 3:8-10.) Estos datos parecen indicar que debió escribirse después del tiempo de Ageo (520 a. E.C.) y Zacarías (520-518 a. E.C.), puesto que estos profetas se dedicaron a instar a los israelitas a terminar la construcción del templo. (Esd 5:1, 2; 6:14, 15.) El que Israel descuidase la adoración verdadera y no se adhiriese a las leyes de Dios cuadra con las condiciones que existían cuando Nehemías llegó de nuevo a Jerusalén, algún tiempo después del año trigésimo segundo del rey Artajerjes (c. 443 a. E.C.). (Compárese con Mal 1:6-8; 2:7, 8, 11, 14-16; Ne 13:6-31.) Por lo tanto, al igual que el libro de Nehemías, es muy probable que Malaquías se escribiera después del año 443 a. E.C.
Armonía con otros libros de la Biblia. El libro de Malaquías está en armonía con el resto de las Escrituras. El apóstol Pablo citó de él cuando ilustró que la selección de Dios “no depende del que desea ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia”. (Mal 1:2, 3; Ro 9:10-16.) El libro identifica a Jehová como el Creador (Mal 2:10; compárese con Sl 100:3; Isa 43:1; Hch 17:24-26) y como un Dios justo, misericordioso e inmutable que no deja impune el mal cometido deliberadamente. (Mal 2:2, 3, 17; 3:5-7, 17, 18; 4:1; compárense con Éx 34:6, 7; Le 26:14-17; Ne 9:17; Snt 1:17.) Realza la importancia del nombre de Dios (Mal 1:5, 11, 14; 4:2; compárese con Dt 28:58, 59; Sl 35:27; Miq 5:4) e insta a recordar la ley de Moisés. (Mal 4:4.)
El libro también dirigió la atención de Israel a la venida del Mesías y al día de Jehová. Aunque indicó que Jehová enviaría al que llama “mi mensajero”, este solo sería el precursor de un “mensajero del pacto” todavía mayor que acompañaría a Jehová. (Mal 3:1.) Los relatos inspirados de Mateo (11:10-14; 17:10-13), Marcos (9:11-13) y Lucas (1:16, 17, 76) concuerdan en identificar —en su cumplimiento inicial— al precursor de Jesús, Juan el Bautista, con el “mensajero” y el “Elías” de Malaquías 3:1 y 4:5, 6.
Declaración formal que pone de relieve la responsabilidad ante Jehová Dios cuando se desatienden sus requisitos |
Jehová amó a Israel, pero ellos despreciaron su nombre - (1:1-14)
★Jehová amó a su pueblo al igual que amó a Jacob, aunque odió a Esaú |
Se censura a los sacerdotes y al pueblo por no guardar los caminos de Jehová - (2:1-17)
★Los sacerdotes se desvían del camino de Dios, por lo que hacen “que muchos tropiecen en la ley”, y así ‘arruinan el pacto de Leví’ |
El Señor verdadero juzgará y refinará a su pueblo - (3:1-18)
★Jehová vendrá al templo con el mensajero del pacto; refinará y limpiará a los levitas, y se complacerá en la ofrenda de dádiva de Judá |
Venida del día de Jehová, grande e inspirador de temor - (4:1-6)
★El día de Jehová significará la destrucción completa de los inicuos, pero ‘el sol de la justicia brillará’ sobre los que están en temor del nombre de Dios |