Sobresaliente guerrero benjamita que figura en una lista de treinta y siete de los hombres más valientes del rey David. (2Sa 23:31.) Debe ser el Abiel mencionado en el pasaje paralelo de 1 Crónicas 11:32. Se le llama el arbatita, quizás porque procedía de la ciudad de Bet-arabá, ubicada en la frontera que separaba Benjamín de Judá, por encima del extremo septentrional del mar Muerto. (Jos 15:6; 18:18, 21, 22.) Su valor en la lucha recuerda la profecía que pronunció Jacob en su lecho de muerte con respecto a la tribu de Benjamín. (Gé 49:27.)
1. Abiel - (Jeiel 2), Hijo de Zeror y descendiente de Becorat y Afías.
1. Abiel - (Jeiel) Hijo de Zeror y descendiente de Becorat y Afías, de la tribu de Benjamín. Una comparación de 1 Crónicas 8:29-33 y 9:35-39 con 1 Samuel 9:1, 2 y 14:50, 51 da base para creer que a Abiel también se le llama “Jeiel” en el relato de Crónicas, ya que allí se dice que Jeiel era padre de Ner, quien llegó a ser padre de Quis, el padre de Saúl, y en 1 Samuel 14:50, 51 también se muestra que Abiel (o Jeiel) era el padre de Ner. El registro de Crónicas indica que Jeiel (o Abiel) tuvo otros nueve hijos, a uno de los cuales se le llamó Quis, y este Quis, de más edad, sería, por lo tanto, el tío del hijo de Ner que tenía el mismo nombre.
En caso de que Abiel y Jeiel sean dos nombres de la misma persona, su genealogía debió ser como se presenta a continuación.
Afías (descendiente de Benjamín) | ||||||||||
Becorat | ||||||||||
Zeror | ||||||||||
Abiel o Jeiel | ||||||||||
Abdón | Zur | Quis | Baal | Ner | Nadab | Guedor | Ahió | Zacarías | Miqlot | |
Abner | Quis | (Zéker) | ||||||||
Saúl |
De modo que cuando leemos en 1 Samuel 9:1 que Quis (esto es, el segundo Quis, el padre de Saúl) era el “hijo de Abiel”, parece que con ello se quiere decir que era su nieto, como sucede en otros casos de la genealogía bíblica en los que se omiten uno o más eslabones. (Por ejemplo, aunque según 1 Samuel 10:21, en “la familia de los matritas” estaban incluidos Quis y Saúl, el nombre de Matri no aparece en los relatos que estamos considerando ni en ningún otro lugar de la Biblia.)
El registro de 1 Crónicas (8:33; 9:39), obviamente el más explícito de los dos relatos, parece presentar con claridad a Ner como padre inmediato del segundo Quis. (Véase QUIS núms. 2 y 3.)
2. Abiel - (Abí-Albón) Otro benjamita. (Véase Abí-Albón.)
1. Adán, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”.
2. Adán - (Tell ed-Damiyeh), Nombre de una ciudad ubicada al lado de Zaretán según Josué 3:16.
La palabra hebrea que se traduce “hombre”, “humanidad” u “hombre terrestre”, aparece más de 560 veces en las Escrituras, y se aplica tanto a individuos como a la humanidad en general, además de usarse como nombre propio.
1. Adán │ Heb.: אָדָם ’a·dhám; │ Gr.: án·thro·pos; │ Ing.: Adam.
│ Sinónimos: Aadam.
★Nacimiento / Muerte: 4026 - 3096 a.E.C │ Lugar: Edén │ Padres: Jehová
★Hermanos/as: _____. │ Esposo/a: Eva │ Hijos: Abel, Caín Set y otros hijos/as.
★Contemporáneos: Solo su familia inmediata. │ Parientes: Enoc, Enós (nietos).
★Profesión: Padre de la humanidad, administrador de la Tierra. │ Caracter: Desleal.
★Definición: Hombre Terrestre; Humanidad; proviene de una raíz que sig.: “rojo, rubicundo”.
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. (Gé 1:26.) Esta fue, en realidad, una declaración histórica. Y qué singular es la posición que ocupa en la historia “Adán, hijo de Dios”, la primera criatura humana. (Lu 3:38.) Adán fue el coronamiento glorioso de la obra creativa terrestre de Jehová, no solo por haber sido creado hacia el final de seis períodos creativos, sino, aún más importante, porque “a la imagen de Dios lo creó”. (Gé 1:27.) Por esta causa, el hombre perfecto Adán y, a un grado mucho menor, su descendencia ya degenerada, poseían facultades y capacidades mentales muy superiores al resto de las criaturas terrestres.
¿En qué sentido fue hecho a la semejanza de Dios? Habiendo sido hecho a la semejanza de su Magnífico Creador, Adán tenía los atributos divinos de amor, sabiduría, justicia y poder. En consecuencia, poseía un sentido de moralidad que implicaba una conciencia, algo completamente nuevo en el ámbito de la vida terrestre. Al estar hecho a la imagen de Dios, habría de administrar toda la Tierra y tener en sujeción a las criaturas terrestres y marinas, así como a las aves del cielo.
No era necesario que fuese una criatura espíritu, en su totalidad o en parte, para que poseyera las cualidades divinas. Jehová formó al hombre de los elementos del polvo del suelo y puso en él la fuerza de vida, de modo que llegó a ser alma viviente, dotado con la capacidad de reflejar la imagen y semejanza de su Creador. “El primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo.” “El primer hombre, Adán, llegó a ser alma viviente.” (Gé 2:7; 1Co 15:45, 47.) Esto sucedía en el año 4026 a. E.C., probablemente en el otoño, ya que los calendarios más antiguos comenzaban a contar el tiempo en esa época del año, alrededor del 1 de octubre, es decir, en la primera luna nueva del año civil lunar. (Véase AÑO.)
El hogar de Adán era un paraíso muy especial, un verdadero jardín de perfección y placer llamado Edén. Este paraíso le suministraba todo lo necesario para la vida, pues allí había “todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento”, que le serviría de sustento para siempre. (Gé 2:9.) Adán estaba rodeado de animales pacíficos de toda clase y características, pero se encontraba solo, pues no había otra criatura “según su género” con la que pudiese hablar. Jehová reconoció que ‘no era bueno que el hombre continuara solo’, de modo que mediante una operación quirúrgica divina, única en su género, tomó una costilla de Adán y la transformó en su complemento femenino para que llegara a ser su esposa y la madre de sus hijos. Con gran alegría ante la presencia de esta hermosa ayudante y permanente compañera que Dios le había dado, Adán pronunció la primera poesía conocida: “Esto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, y la llamó mujer “porque del hombre fue tomada esta”. Más tarde, le puso por nombre Eva. (Gé 2:18-23; 3:20.) Jesús y sus apóstoles confirmaron la veracidad de este relato. (Mt 19:4-6; Mr 10:6-9; Ef 5:31; 1Ti 2:13.)
Además, Jehová bendijo a estos recién casados con abundancia de trabajo deleitable. (Compárese con Ec 3:13; 5:18.) No se les maldijo con ociosidad, ya que habrían de mantenerse ocupados y activos cultivando y cuidando su hogar paradisiaco, que habrían de extender por todo el globo terráqueo a medida que se multiplicaran y llenaran la Tierra con miles de millones de seres de su mismo género. Era un mandato divino. (Gé 1:28.)
“Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno.” (Gé 1:31.) Adán fue perfecto en todo sentido desde el mismo principio. Se le dotó con la facultad del habla y con un vocabulario muy perfeccionado. Podía dar nombres significativos a las criaturas vivientes que le rodeaban y sostener una conversación tanto con su Dios como con su esposa.
Por todas estas razones, y por muchas más, estaba obligado a amar, adorar y obedecer estrictamente a su Magnífico Creador. Más que eso, el Legislador Universal le enunció la ley simple de la obediencia y le informó con claridad en cuanto al castigo justo y razonable por la desobediencia: “En cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”. (Gé 2:16, 17; 3:2, 3.) A pesar de que esta ley explícita anunciaba un severo castigo por la desobediencia, Adán desobedeció.
Resultados del pecado. A Eva la engañó cabalmente Satanás el Diablo, pero ese no fue el caso de su esposo. “Adán no fue engañado”, dice el apóstol Pablo. (1Ti 2:14.) Con pleno conocimiento de causa, escogió desobedecer deliberadamente, y luego intentó ocultarse como un delincuente. Cuando se le llamó a juicio, en vez de mostrar pesar o remordimiento, o pedir perdón, intentó justificarse y pasar la responsabilidad a otros, e incluso llegó a culpar a Jehová por su propio pecado deliberado: “La mujer que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que comí”. (Gé 3:7-12.) De modo que Adán fue expulsado de Edén a una tierra agreste y maldita que produciría espinos y cardos, y donde se ganaría su subsistencia con dificultad al segar los frutos amargos de su pecado. Fuera del jardín, en espera de su muerte, Adán llegó a ser padre de hijos e hijas. Solo se conoce el nombre de tres de ellos: Caín, Abel y Set. Puesto que Adán tuvo a sus hijos después de pecar, les pasó a todos ellos la herencia del pecado y la muerte. (Gé 3:23; 4:1, 2, 25.)
Este fue el trágico comienzo que Adán le dio a la raza humana. El paraíso, la felicidad y la vida eterna se perdieron, y en su lugar empezaron, como resultado de la desobediencia, el pecado, el sufrimiento y la muerte. “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” “La muerte reinó desde Adán.” (Ro 5:12, 14.) No obstante, Jehová, por su sabiduría y amor, proveyó un “segundo hombre”, el “último Adán”, que es el Señor Jesucristo. Gracias a este “Hijo de Dios” obediente, se abrió el camino por el que los descendientes del desobediente “primer hombre, Adán”, podrían recobrar el paraíso y la vida eterna. En el caso de los que componen la iglesia o congregación de Cristo, podrían obtener la vida celestial. “Porque así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados.” (Jn 3:16, 18; Ro 6:23; 1Co. 15:22, 45, 47.)
Después de su expulsión de Edén, el pecador Adán vivió lo suficiente para ver el asesinato de uno de sus hijos, el destierro de su hijo asesino, el abuso de la institución matrimonial y la profanación del nombre sagrado de Jehová. Fue testigo, igualmente, de la edificación de una ciudad, de la invención de instrumentos musicales y de la forja de herramientas de hierro y cobre. Observó el ejemplo de Enoc, “el séptimo en línea desde Adán”, hombre que “siguió andando con el Dios verdadero”, y fue condenado por dicho ejemplo. Incluso vivió para ver al padre de Noé, Lamec, de la novena generación. Finalmente, después de novecientos treinta años, la mayor parte de los cuales se consumieron en el lento proceso de la muerte, volvió al suelo del que había sido tomado en el año 3096 a. E.C.., tal como Jehová había dicho. (Gé 4:8-26; Gé 5:5-24; Jud 14; véase LAMEC núm. 2.)
2. Adán - (Tell ed-Damiyeh) Nombre de una ciudad ubicada al lado de Zaretán según Josué 3:16. Por lo general se la identifica con Tell ed-Damiyeh (Tel Damiya’), lugar situado al E. del río Jordán, aproximadamente a 1 Km. al S. de la confluencia de este río con el valle torrencial de Jaboq; está a unos 28 Km. (18 mi.) al NNE. de Jericó. Es posible que el nombre de la ciudad se derive del color de la arcilla de los aluviones, abundante en esa región. (1Re 7:46.)
El registro bíblico indica que fue en Adán donde Jehová represó el agua del Jordán para que los israelitas pudiesen atravesar el río. El valle del Jordán se estrecha considerablemente desde Tell ed-Damiyeh (Tel Damiya’) hacia el N., y la historia registra que en el año 1267 el río se bloqueó en este mismo punto debido a la caída de un montículo elevado que quedó atravesado en el lecho, lo que detuvo el paso del agua por unas dieciséis horas. En épocas más recientes, en concreto en el verano de 1927, algunos temblores de tierra de nuevo provocaron corrimientos del terreno que represaron el Jordán, de modo que se interrumpió el paso del agua durante veintiuna horas y media. (The Foundations of Bible History: Joshua, Judges, de J. Garstang, Londres, 1931, págs. 136, 137.) Si este fue el medio que a Dios le pareció apropiado usar para represar el Jordán en los días de Josué, entonces debió calcular y provocar el represamiento a fin de permitir que los israelitas atravesasen el Jordán el día que les había anunciado previamente mediante Josué. (Jos 3:5-13.)
Uno de los doce apóstoles de Jesús, identificado por lo general con Natanael. Al comparar los relatos evangélicos, se ve que Mateo y Lucas relacionan a Bartolomé y Felipe de la misma manera que Juan asocia el nombre de Natanael con Felipe. (Mt 10:3; Lu 6:14; Jn 1:45, 46.) Para examinar los detalles sobre la actividad de este apóstol, véase NATANAEL.
1. Benjamín - (Ben-oní), Duodécimo hijo de Jacob y hermano carnal de José.
1. Benjamín, Duodécimo hijo de Jacob y hermano carnal de José. Al parecer, fue el único hijo de Jacob que nació en la tierra de Canaán; los otros nacieron en Padán-aram. (Gé 29:31–30:25; Gé 31:18.) Raquel dio a luz a Benjamín, su segundo hijo, mientras iba en camino de Betel a Efrat (Belén), un parto difícil que le costó la vida. Antes de morir, lo llamó Ben-oní, que significa “Hijo de Mi Duelo”, pero su esposo luego le llamó Benjamín, que significa “Hijo de la Diestra”. (Gé 35:16-19; Gé 48:7.)
Después de esta mención de su nacimiento, no se vuelve a decir nada de él hasta que su hermano José fue vendido a Egipto. Al ser Benjamín el hijo más joven de Jacob con Raquel, su esposa amada (Gé 44:20), su padre lo quería mucho, en especial desde que supuso que José había muerto. Por lo tanto, Jacob era sumamente reacio a dejar que Benjamín fuese con sus hermanos a Egipto, y solo consintió después de mucha insistencia. (Gé 42:36-38; Gé 43:8-14.) Aunque en esa ocasión Judá llamó “muchacho” a Benjamín, este en realidad era ya un hombre joven. El registro de Génesis 46:8, 21 muestra que ya tenía hijos para cuando Jacob estableció su residencia en Egipto. No obstante, para Jacob era el amado “niño de su vejez”, aquel sobre quien tanto se apoyaba su anciano padre. (Gé 44:20-22, 29-34.) José también manifestó profundo cariño a su hermano más joven. (Gé 43:29-31, 34.)
La genealogía de los descendientes de Benjamín aparece en varios lugares, en algunos más completa que en otros. En Génesis 46:21 se mencionan diez “hijos de Benjamín”; el que no aparezcan algunos de esos nombres en listas posteriores ha llevado a algunos a la conclusión de que ciertos hijos tal vez hayan muerto a una edad temprana o no hayan producido linajes familiares. El deletreo de los nombres varía en estas listas (por ejemplo: Ehí, Ahiram, Ahará), y puede ser que algunos de los que figuran en Génesis 46:21 simplemente hayan sido descendientes. (Nú 26:38-40; 1Cr 7:6; 1Cr 8:1.) Se han presentado diversas objeciones a la hora de considerar la posibilidad de que Benjamín tuviera tantos hijos o hasta nietos para estas fechas, pero hay que tener en cuenta que cuando se dice que estaban entre ‘las almas que fueron con Jacob a Egipto’, no significa necesariamente que hubiesen nacido antes de la llegada de Jacob a ese país. Es posible que ellos ‘fueran a Egipto’ en el sentido de haber nacido allí antes de la muerte de Jacob, ocurrida diecisiete años después. Del mismo modo, a los dos hijos de José que le nacieron en Egipto se les cuenta entre “las almas de la casa de Jacob que entraron en Egipto”. (Gé 46:26, 27.) Para cuando murió su padre, Benjamín tendría entre cuarenta y cincuenta años, suficiente edad como para tener nietos.
Más adelante se considera la bendición paterna pronunciada sobre Benjamín como uno de los cabezas de las doce tribus de Israel. (Gé 49:27, 28.)
2. Benjamín, También se conoce con el nombre de Benjamín a una de las tribus que descendieron del hijo de Jacob. Al tiempo del éxodo de Egipto, Benjamín era, después de Manasés, la tribu con menos varones. (Nú 1:36, 37.) En el censo que se hizo más tarde en las llanuras de Moab, había ascendido al séptimo lugar. (Nú 26:41.) Cuando acampaban en el desierto, la tribu se situaba al O. del tabernáculo junto con las que descendían de Manasés y Efraín, los hijos de José, y esta división de tres tribus ocupaba el tercer lugar en el orden de marcha. (Nú 2:18-24.)
El territorio asignado a la tribu de Benjamín en Canaán se encontraba entre Efraín y Judá, y lindaba al O. con el territorio de Dan. Su frontera septentrional se extendía desde el río Jordán, cerca de Jericó, cruzaba el terreno montañoso junto a Betel y continuaba hacia el O. hasta las proximidades de Bet-horón Baja. Desde allí, la frontera occidental iba hasta Quiryat-jearim, al S., giraba hacia el E. y pasaba por Jerusalén a través del valle de Hinón; luego bajaba por las escarpadas laderas orientales de nuevo hacia el Jordán, en el extremo N. del mar Muerto, y así este río constituía el límite oriental. (Jos 18:11-20; compárese con el límite septentrional de Judá, en Jos 15:5-9, y el límite meridional de “los hijos de José”, en Jos 16:1-3.) Esta zona medía de N. a S. unos 19 Km., y de E. a O., unos 45 Km. A excepción de la porción del valle del Jordán, cercana al oasis de Jericó, el territorio era accidentado y desigual, aunque tenía algunas zonas fértiles en las laderas occidentales. Los valles torrenciales que se extendían hacia el O. en dirección a la llanura de Filistea y hacia el E. en dirección al Jordán, convirtieron este territorio en una importante vía de acceso a las tierras altas, tanto para propósitos comerciales como militares. Durante la primera parte del reinado de Saúl, las fuerzas filisteas enemigas saquearon sin oposición a los israelitas en esta región desde su campamento de Micmash, situado a unos pocos kilómetros al N. de Guibeah, donde estaba la casa de Saúl, hasta que la hazaña de Jonatán en Micmash dio lugar a una batalla que obligó a los filisteos a huir a las llanuras de la costa. (1Sa 13:16-18; 14:11-16, 23, 31, 46.)
Entre las ciudades más notables asignadas originalmente a Benjamín estaban Jericó, Betel, Gabaón, Guibeah y Jerusalén. Sin embargo, fue la casa de José la que conquistó Betel, que llegó a ser una ciudad destacada del territorio adyacente de Efraín y un centro de la adoración idolátrica de becerros. (Jue 1:22; 1Re 12:28, 29.) Aunque Jerusalén también formaba parte del territorio de Benjamín, estaba situada en la frontera con Judá, y fue esta tribu la que primero capturó y quemó la ciudad. (Jue 1:8.) No obstante, ni Judá ni Benjamín lograron expulsar a los jebuseos de la ciudadela de Jerusalén (Jos 15:63; Jue 1:21), y no se dominó la ciudad y se convirtió en la capital de Israel sino hasta el tiempo del rey David. (2Sa 5:6-9.)
Durante el período de los jueces, la tribu de Benjamín rehusó obstinadamente entregar a los perpetradores de una vil acción cometida en la ciudad de Guibeah. Esta postura desembocó en una guerra civil con las otras tribus, que no estaban dispuestas a pasar por alto esta maldad, y como consecuencia casi se exterminó a la tribu de Benjamín. (Jue 19–21.) Sin embargo, las otras tribus idearon una manera de que Benjamín no desapareciera, y así esta tribu se recuperó y aumentó de unos seiscientos hombres a casi sesenta mil guerreros para el tiempo del reinado de David. (1Cr 7:6-12.)
En la profecía que Jacob pronunció en su lecho de muerte, se presentó a los descendientes de Benjamín como hábiles luchadores. Él dijo de este hijo amado: “Benjamín seguirá desgarrando como lobo. Por la mañana se comerá el animal prendido, y al atardecer dividirá el despojo”. (Gé 49:27.) Los combatientes benjamitas se destacaban por su habilidad con la honda; podían tirar piedras con honda tanto con la mano derecha como con la izquierda “a un cabello” y dar en el blanco. (Jue 20:16; 1Cr 12:2.) El juez zurdo Ehúd, el ejecutor del tiránico rey Eglón, era de Benjamín. (Jue 3:15-21.) También puede notarse que fue en “la mañana” del reino de Israel cuando la tribu de Benjamín, aunque llamada “la más pequeña de las tribus”, proveyó el primer rey de Israel: Saúl, hijo de Quis, quien resultó ser un fiero luchador contra los filisteos. (1Sa 9:15-17, 21.) Del mismo modo, “al atardecer” de la nación de Israel, de la tribu de Benjamín salieron la reina Ester y el primer ministro Mardoqueo, a los que se utilizó para salvar a los israelitas de la aniquilación bajo el Imperio persa. (Est 2:5-7.)
Aunque ciertos benjamitas apoyaron a David mientras estaba proscrito y Saúl lo perseguía (1Cr 12:1-7, 16-18), la mayor parte de la tribu al principio apoyó a Is-bóset, hijo de Saúl, cuando este último murió. (2Sa 2:8-10, 12-16.) No obstante, más adelante Benjamín reconoció la posición real de David y desde entonces, salvo raras excepciones, permaneció leal al reino de Judá. Algunos mantuvieron un espíritu partidista, como Simeí y Seba, lo que resultó en muestras esporádicas de antagonismo (2Sa 16:5; 20:1-22); pero cuando la nación se dividió y la tribu vecina de Efraín (descendiente del sobrino de Benjamín) llegó a ser la más importante del reino septentrional, la tribu de Benjamín se adhirió fielmente a Judá en reconocimiento del decreto de Jehová. (1Re 11:31, 32; 12:21; 2Cr 11:1; Gé 49:8-10.)
Después del cautiverio babilonio, las tribus más importantes fueron las de Benjamín y Judá. (Esd 4:1; 10:9.) El apoyo leal de Benjamín a Judá y a la ciudad de Jerusalén seguramente contribuyó a su posición favorecida en la visión de Ezequiel sobre la división de la tierra bajo el reino prometido. En esta visión, la tribu de Benjamín aparece justo en el límite meridional de la “contribución santa”, en tanto que la de Judá se sitúa en el límite septentrional. (Eze 48:8, 21-23.)
Entre los seguidores leales de Jesús, “el León que es de la tribu de Judá”, se encontraba el apóstol Pablo, un benjamita que demostró ser un bravo luchador en la guerra espiritual contra la doctrina y las prácticas falsas. (Apo 5:5; Ro 11:1; Flp 3:5.) Apropiadamente se incluye a la tribu de Benjamín entre las tribus del Israel espiritual. (Apo 7:8.)
En Mari, junto al río Éufrates, se han encontrado unas cartas antiguas —se cree que datan del siglo XVIII a. E.C.— en las que se hace mención de una violenta tribu de nómadas llamada Binu-jamina. Con respecto a este nombre, The Illustrated Bible Dictionary dice que algunos eruditos “han buscado aquí los antecedentes de la tribu bíblica; pero la diferencia en el tiempo y el origen lo hace muy poco seguro” (edición de J. D. Douglas, 1980, vol. 1, pág. 185).
★Una profecía cumplida - (ia-Cap.16-Pg.142-Recuadro)
3. Benjamín, Benjamita descendiente de Jediael mediante Bilhán. (1Cr 7:6, 10.)
4. Benjamín, Uno de los hijos de Harim que despidieron a sus esposas extranjeras en los días de Esdras. (Esd 10:31, 32, 44.) Puede que sea el mismo Benjamín mencionado en Nehemías 3:23 y Nehemías 12:34, pero no se puede asegurar.
La primera mención que se hace en las Escrituras de este cristiano destacado del primer siglo es la de Lucas en Hechos 4:32-37, esto fue en el Pentecostes del año 33 cuando se bautizaron 3.000 discípulos, que en muchos casos seguramente eran forasteros; habían llegado a Jerusalén para fiesta y no tenían previsto quedarse tanto tiempo. A fin de atender a todos estos hermanos, la congregación necesitaba fondos. Ni corto ni perezoso, Bernabé vendió un terreno y entregó el importe a los apóstoles como generosa donación. En este pasaje se dice que este hombre devoto era un levita nativo de la isla de Chipre, pero que se encontraba en Jerusalén para ese entonces. Fue uno de los creyentes que poco después del Pentecostés vendieron sus campos y sus casas y dieron el importe a los apóstoles para el sostén de otros cristianos necesitados. Se llamaba José, pero los apóstoles le dieron el sobrenombre de Bernabé, que significa “Hijo del Consuelo”. No era infrecuente esta costumbre de dar sobrenombres de acuerdo con las características personales.
Bernabé era un hombre afectuoso y generoso que no vacilaba en ofrecerse a sí mismo y compartir sus bienes materiales para el provecho de los intereses del reino de Dios. De buena gana ‘fue en socorro’ de sus hermanos (Hch 9:27), y al encontrar a nuevos creyentes, “se regocijó y empezó a animar a todos a continuar en el Señor con propósito de corazón”. “Era un varón bueno y lleno de espíritu santo y de fe” (Hch 11:23, 24), y fue profeta y maestro en Antioquía. (Hch 13:1.) Los apóstoles lo incluían entre los ‘amados que habían entregado sus almas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo’. (Hch 15:25, 26.) Aunque no era uno de los doce, con buena razón se le llamaba apóstol (Hch 14:14), pues era uno de los “enviados por el espíritu santo”. (Hch 13:4, 43.)
La relación estrecha que Bernabé y Pablo tuvieron durante muchos años empezó unos tres años después de la conversión de Pablo, cuando este intentaba ponerse en contacto con la congregación de Jerusalén. No se dice cómo Bernabé llegó a conocer a Pablo, pero fue él quien tuvo el privilegio de presentarlo al apóstol Pedro y al discípulo Santiago. (Hch 9:26, 27; Gál 1:18, 19.)
Mientras tanto, el testimonio de ciertos judíos de habla griega de Chipre y Cirene había suscitado mucho interés por el cristianismo en Antioquía de Siria. Como consecuencia, el cuerpo gobernante de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía para animar y edificar a estos nuevos creyentes. Por ser un chipriota de habla griega, era el hombre idóneo para esta asignación. Tan pronto como “se añadió una muchedumbre considerable al Señor” en Antioquía, Bernabé se fue a Tarso y persuadió a Pablo para que fuese y le ayudase en su ministerio. Por entonces, una advertencia divina sobre un hambre venidera hizo que los hermanos de Antioquía recogiesen muchas provisiones, que al debido tiempo se enviaron a la congregación de Jerusalén por medio de Bernabé y Pablo. (Hch 11:22-24, 27-30; Hch 12:25.)
Una vez terminada esta obra de socorro, los dos regresaron a Antioquía alrededor de 47 E.C., y desde allí partieron para un viaje misional bajo la dirección del espíritu santo. Primero llegaron a Chipre, donde compartieron la verdad de Dios con el procónsul Sergio Paulo. Desde allí viajaron hacia el interior de Asia Menor. Algunas veces fueron maltratados por chusmas. En una ocasión, después de haber curado a un hombre cojo en Listra, apenas habían conseguido que “las muchedumbres desistieran de hacerles sacrificios” (pensando que Bernabé era el dios Zeus y Pablo era Hermes o Mercurio, porque “llevaba la delantera al hablar”), cuando los judíos “persuadieron a las muchedumbres, y apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad”. (Hch 13:1-12; Hch 14:1-20.)
Sobre el año 49 E.C., Bernabé y Pablo llevaron a Jerusalén, al cuerpo gobernante, la cuestión candente de la circuncisión de los no judíos, y cuando esta fue resuelta, regresaron de nuevo a Antioquía para preparar su próximo viaje misional. (Hch 15:2-36.) Sin embargo, debido a que no pudieron llegar a un acuerdo en cuanto a llevar a Juan Marcos, cada uno partió hacia territorios diferentes. Bernabé se fue a Chipre con su primo Marcos, mientras que Pablo llevó a Silas por los distritos de Siria y Cilicia. (Hch 15:37-41.) A partir de este momento solo se menciona a Bernabé esporádicamente en algunas de las cartas de Pablo, mostrando así, que Pablo continuó teniendo a su anterior compañero en alta estima. (1Co 9:6; Gál 2:1, 9, 13; Col 4:10.)
Hasta Hechos 13:43, el liderazgo se atribuye a Bernabé; después, Pablo asume el liderazgo. Por otro lado, aceptó con humildad el firme consejo que Pablo les dio a él y a Pedro sobre la relación entre los judeocristianos y los discípulos de origen gentil (Gál 2:9, 11-14). Sin duda, bastan estas muestras para concluir que hizo honor a su nombre y fue un “Hijo del Consuelo”.
1. Boaz, Terrateniente de Belén de Judá que figuraba en las profecías de la venida del Mesías (Miqueas 5:2) y “hombre poderoso en riquezas” que vivió alrededor del siglo XIV a. E.C. (Rut 2:1.) Boaz era hijo de Salmá (Salmón) y de Rahab, y fue el padre de Obed, el abuelo de David. (Mt 1:5.) Llegó a ser uno de los eslabones de la línea genealógica del Mesías: el séptimo en línea de descendencia desde Judá. (1Cr 2:3-11; Lu 3:32, 33.) El libro de Rut recoge los sucesos que dieron lugar a que Boaz y Rut llegaran a estar incluidos en la genealogía de Jesús.
Boaz tenía un pariente cercano llamado Elimélec, cuyos dos hijos murieron sin herederos varones. Rut, una de las viudas, se apegó a la viuda de Elimélec, Noemí. Era el tiempo de la siega y Rut se hallaba espigando “por casualidad” en el campo de Boaz (Rut 2:3), que era un adorador devoto de Jehová. No solo saludaba a sus segadores con la expresión “Jehová esté con ustedes”, sino que al observar la lealtad de Rut a Noemí, también le dijo: “Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario perfecto procedente de Jehová”. (Rut 2:4, 12.) Cuando Rut le contó estas cosas a su suegra, Noemí exclamó: “Bendito sea él de Jehová [...]. Es uno de nuestros recompradores”. (Rut 2:20.) Además, cuando la siega terminó, Noemí le explicó a Rut la manera acostumbrada de llamar a la atención de Boaz este asunto. Mientras él dormía en su era, Rut se acostó a sus pies, después de descubrírselos, y una vez que él se despertó, le pidió que recomprara la posesión de Elimélec realizando el matrimonio de levirato. De este modo Rut sustituía a Noemí, que ya no podía tener hijos. A la mañana siguiente, Boaz convocó sin dilaciones a un pariente más cercano que él, a quien la Biblia llama Fulano, pero este no quiso cumplir con la disposición divina. No obstante, Boaz asumió con prontitud la responsabilidad y tomó a Rut como esposa, con la bendición de sus conciudadanos. Ella le dio un hijo, al que se puso por nombre Obed, quien llegó a ser el abuelo del rey David. (Rut 3:1–4:17.)
En todo el relato, desde su primer saludo amable a los trabajadores hasta que acepta la responsabilidad de conservar el nombre de Elimélec, se observa que Boaz fue una persona sobresaliente, un hombre de acción y de autoridad, con autodominio, generoso y amable, moralmente casto, de fe e integridad, y completamente obediente a los mandamientos de Jehová en todo respecto.
2. Boaz, Una de las dos enormes columnas de cobre —la que daba al N.— erigidas frente al pórtico del glorioso templo de Salomón. Su nombre, Boaz, posiblemente significara “Con Fuerza”. La columna que daba al S. se llamaba Jakín, y significaba “Que [Jehová] Establezca Firmemente”. Por lo tanto, si se leían las dos juntas y de derecha a izquierda, mirando hacia el E., comunicaban la siguiente idea: ‘Que [Jehová] establezca firmemente [el templo] con fuerza’. (1Re 7:15-21.)
Capitel Pieza decorada con molduras o esculpida que remata una columna por la parte superior. Las columnas Jakín y Boaz del templo de Salomón estaban rematadas por imponentes capiteles. (2Cr 3:15-17.) Tanto estos capiteles como las columnas sobre las que descansaban, se hicieron bajo la dirección del artesano Hiram cuando se construyó el templo (1034-1027 a. E.C.), y duraron más de cuatrocientos años, hasta que los babilonios saquearon Jerusalén en 607 a. E.C. (2Cr 4:11-13; Jer 52:17, 22.) Siempre que se hace referencia a esos capiteles, menos en una ocasión, se usa la palabra hebrea ko·thé·reth, que viene de la raíz ka·thár (‘cercar’, Jue 20:43) y está relacionada con ké·ther (‘adorno para la cabeza’, Est 1:11). La palabra hebrea para “capitel” de 2 Crónicas 3:15 (tsé·feth) proviene del verbo raíz tsa·fáh, que significa “revestir”. (Éx 25:11.)
Las columnas eran de cobre fundido, tenían un diámetro de aproximadamente 1,7 m. y una altura de 18 codos (8 m.). Los capiteles medían 5 codos (2,2 m.) de altura. (1Re 7:15, 16.) En vista de que hay pasajes que indican que la altura de los capiteles era de cinco codos, varios eruditos han llegado a la conclusión de que la referencia a “tres codos” que aparece en 2 Reyes 25:17 es un error del escriba. Debido a esto, algunas traducciones de la Biblia (por ejemplo, BJ, CI) han sustituido “tres codos” por “cinco codos”. Como las columnas eran huecas y sus paredes medían unos 7,5 cm. de grueso, es razonable suponer que los capiteles eran de características similares y que también fueron fundidos en moldes de barro “en el Distrito del Jordán”. (2Cr 4:17; Jer 52:21.)
Lo que se dice de estos capiteles en forma de tazón no permite determinar con exactitud su apariencia o diseño. Alrededor de la base había siete mallas de cobre, de las que colgaban dos filas de cien granadas de cobre cada una, suspendidas de cadenas también de cobre. Estas estaban colocadas como collares alrededor de los capiteles. (1Re 7:17, 18, 20, 42; 2Cr 3:16.) Parece ser que no se veían bien cuatro granadas de cada cadena de cien del lado del capitel que daba al templo, pues Jeremías dice que “sucedía que había noventa y seis, en los lados” (literalmente, “a barlovento”, “afuera” (MK), “visibles” (Str). (Jer 52:23.) Por encima de estas granadas ornamentales había una “obra de lirios” de 4 codos (1,8 m.). (1Re 7:19, 22.)
Otros capiteles mencionados en la Biblia son los “capiteles” (heb. kaf·toh·rím) de Nínive, condenados a que los frecuentaran el ‘pelícano y el puerco espín’. (Sof 2:13, 14.)
“Intendente” de Herodes Antipas, posiblemente de asuntos interiores. Su esposa, Juana, ministró de sus bienes a Jesús. (Lu 8:3.)
1. Enoc, Hijo de Caín y padre de Irad. Nació en la tierra de la Condición de Fugitivo después que Caín mató a su hermano Abel. (Gé 4:17, 18.)
Tambien recibió este nombre la primera ciudad mencionada en la Biblia. Caín la edificó en la tierra de la Condición de Fugitivo, al E. de Edén, y le dio el nombre de su hijo Enoc. (Gé 4:17.)
2. Enoc, Hijo de Jared. Nació cuando su padre tenía ciento sesenta y dos años, y fue el séptimo hombre en la línea genealógica desde Adán. Adán tenía 622 años cuando nació Enoc, y este vivió unos cincuenta y siete años más después de la muerte de Adán; por consiguiente, sus vidas se traslaparon bastante tiempo. A los sesenta y cinco años llegó a ser padre de Matusalén y bisabuelo de Noé, y después tuvo otros hijos e hijas. Formó parte de la “tan grande nube de testigos” que fueron ejemplos sobresalientes de fe en tiempos antiguos. “Enoc siguió andando con el Dios verdadero.” (Gé 5:18, 21-24; Heb 11:5; Heb 12:1.) Como profeta de Jehová, predijo la venida de Dios con sus santas miríadas para ejecutar juicio contra los impíos (Jud 14, 15), y este quizás fue el motivo por el que se le persiguió. Sin embargo, Dios no permitió que sus opositores lo matasen, de modo que “lo tomó”, es decir, interrumpió su vida a los trescientos sesenta y cinco años, edad muy inferior a la normal de la época. La Biblia dice que Enoc fue “transferido para que no viera la muerte”, lo que puede significar que Dios lo introdujo en un trance profético durante el que interrumpió su vida, de modo que no llegó a experimentar los dolores de la muerte. (Gé 5:24; Heb 11:5, 13.) En vista de las claras palabras de Jesús en Juan 3:13, Enoc no fue llevado al cielo, sino que, tal vez como en el caso de Moisés, Jehová hizo desaparecer su cuerpo, de manera que “no fue hallado en ningún lugar”. (Dt 34:5, 6; Jud 9.)
¿Fue Enoc al cielo? “Por fe Enoc fue transferido para que no viera la muerte.” Al traducir esta porción de Hebreos 11:5, algunas versiones de la Biblia indican que Enoc en realidad no murió. Por ejemplo, en La Nueva Biblia, Latinoamérica se lee que “por la fe, Henoc fue trasladado al cielo en vez de morir”.
No obstante, unos tres mil años después del día de Enoc, Jesucristo aseguró: “Ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre”.± (Juan 3:13.) La Nueva Versión Internacional, 1985, dice: “Nadie ha ido jamás al cielo, excepto el que vino del cielo: el Hijo del Hombre”.± Cuando Jesús hizo tal declaración, ni siquiera él había ascendido al cielo. (Compárese con Lucas 7:28.)
El apóstol Pablo afirma que Enoc y los demás integrantes de la gran nube de testigos precristianos “murieron todos” y “no obtuvieron el cumplimiento de la promesa”. (Hebreos 11:13, 39.) ¿Por qué razón? Porque todos los seres humanos, con inclusión de Enoc, han heredado el pecado de Adán. (Salmo 51:5; Romanos 5:12.) El único medio de salvación es el sacrificio de rescate de Cristo Jesús. (Hechos 4:12; 1 Juan 2:1, 2.) En los días de Enoc aún no se había pagado el susodicho rescate. Por consiguiente, Enoc no fue al cielo, sino que duerme en la muerte, aguardando la resurrección en la Tierra. (Juan 5:28, 29.)
Enoc no es el escritor del “Libro de Enoc”. Este es un libro apócrifo, no inspirado, que se escribió muchos siglos después, probablemente durante los siglos II y I a. E.C.
3. Enoc, Primera ciudad mencionada en la Biblia. Caín la edificó en la tierra de la Condición de Fugitivo, al E. de Edén, y le dio el nombre de su hijo Enoc. (Gé 4:17.)
1. Efraín, Hijo de José y de su esposa Asenat, la hija de Potifera, el sacerdote de On. Efraín, hermano menor de Manasés, nació en Egipto antes del comienzo del hambre que duró siete años. Su padre le puso por nombre Efraín “porque, decía él [José]: ‘Dios me ha hecho fructífero en la tierra de mi miseria’”. (Gé 41:50-52.)
En su lecho de muerte, Jacob adoptó a sus nietos Efraín y Manasés y los consideró iguales a sus propios hijos. (Gé 48:5.) Su padre José obtuvo el derecho de primogénito, por lo que, mediante Efraín y Manasés, recibió dos partes de la herencia de Jacob. (1Cr 5:1; compárese con Gé 48:21, 22; Dt 21:17; Jos 14:4.) Al bendecir a Efraín y Manasés, el patriarca Jacob dio la preferencia a Efraín e indicó de modo profético que llegaría a ser el más grande. (Gé 48:13-20.)
Primero de las Crónicas 7:20-27 suministra una lista genealógica de los hijos de Efraín y de sus descendientes posteriores; esta lista concluye con Josué, quien condujo a los israelitas a la Tierra Prometida. Ézer y Elead, probablemente hijos de Efraín, murieron a manos de los hombres de Gat. Poco tiempo después de la muerte de estos dos hijos, Efraín llegó a ser padre de Berías.
Después de Efraín LXX añade otros cinco nombres en Gé. 46:20, pues dice: “Pero le nacieron hijos a Manasés, los cuales le dio a luz su concubina siria, a saber, Makir. Y Makir llegó a ser padre de Galaad. Pero los hijos de Efraín, el hermano de Manasés, fueron Sutalaam y Taam. Y los hijos de Sutalaam fueron Edem”. Puede que esto explique por qué LXX, en Gé 46:27 y Éx 1:5, y Esteban, en Hch 7:14, cuentan 75 almas en vez de 70.
2. Efraín, El nombre de Efraín también se aplica a la tribu que descendió de él. Alrededor de un año después del éxodo de Egipto, los 40.500 guerreros de Efraín que tenían “veinte años de edad para arriba” superaban en 8.300 a los hombres físicamente capacitados de la tribu de Manasés. (Nú 1:1-3, 32-35.) Sin embargo, cuando concluyeron los cuarenta años de vagar por el desierto, Efraín tan solo registró 32.500 varones, es decir, 20.200 menos que Manasés. (Nú 26:34, 37.) No obstante, se predijo que la tribu de Efraín llegaría a ser la más importante. Cuando Moisés bendijo a los israelitas, habló de modo profético de las “decenas de millares de Efraín”, pero de los “millares de Manasés”. (Dt 33:17.)
En el desierto se asignó a los efraimitas y a su principal, Elisamá, que acamparan al lado O. del tabernáculo, junto con las tribus de Manasés y Benjamín. Esta división de tres tribus era la tercera en el orden de marcha. (Nú 2:18-24.)
Territorio tribal. El territorio que se asignó a la tribu de Efraín ocupaba una porción central de Palestina, al O. del Jordán. La tribu también tuvo ciudades enclavadas en el territorio de Manasés. Al N., Efraín limitaba con Manasés, y al S., con Benjamín y Dan. (Jos 16:1-9.) Aunque esta región es montañosa y ondulada, tiene un suelo rico y fértil, y en tiempos antiguos tenía muchos árboles. (Jos 17:15, 17, 18.) Dios nombró a Quemuel, un principal de la tribu, representante de Efraín para dividir la Tierra Prometida en porciones hereditarias. (Nú 34:18, 24.)
El tabernáculo se instaló en Siló, una ciudad de Efraín. (Jos 18:1.) Además de Siquem, la ciudad de refugio, se emplazaron en el territorio de Efraín otras ciudades levitas. (Jos 21:20-22; 1Cr 6:66-69.) En una de estas, Guézer, los efraimitas sometieron a los cananeos a trabajos forzados de esclavo en vez de expulsarlos. (Jos 16:10; Jue 1:29.)
Efraín desde Josué hasta David. El territorio de Efraín fue el marco donde ocurrieron numerosos acontecimientos importantes. El efraimita Josué, sucesor de Moisés, congregó a las tribus de Israel en Siquem y las exhortó a que sirvieran a Jehová fielmente. (Jos 24:1, 14, 15.) También fue en esa ciudad donde por fin se enterraron los huesos de José. Tiempo después, Josué y Eleazar, el hijo de Aarón, fueron enterrados en la región montañosa de Efraín. (Jos 24:29-33.) Más tarde, en esta misma región, el juez benjamita Ehúd reunió a los israelitas para luchar contra los moabitas. (Jue 3:26-30.) Después de la muerte de Ehúd, la profetisa Débora, desde su residencia en la región montañosa de Efraín, envió a Barac como el designado por Jehová para liberar a Israel de la opresión del rey Jabín. En la canción de victoria de Barac y Débora, Efraín es la tribu mencionada en primer lugar. (Jue 4:1-7; 5:14.) En una época posterior, Tolá, de la tribu de Isacar, juzgó a Israel durante veintitrés años mientras habitaba en Samir, en la región montañosa de Efraín. (Jue 10:1, 2.) El profeta Samuel, de la tribu de Leví, nació en Ramá, en la región montañosa de Efraín, y fue allí donde, una vez adulto, se estableció de forma permanente. (1Sa 1:1, 2, 19, 20; 7:15-17.)
El orgullo y un extremado deseo de prominencia causaron graves dificultades a los efraimitas en su relación con las otras tribus. Esta tendencia se manifestó ya en la época de los jueces. Por ejemplo, los efraimitas “trataron de armar riña” con Gedeón por no haberlos llamado antes para luchar contra Madián. No obstante, la prudencia de Gedeón evitó un enfrentamiento en aquella ocasión. (Jue 8:1-3.) Más adelante, los efraimitas se sintieron ofendidos cuando Jefté no los llamó para luchar contra los ammonitas, aunque en un principio habían rehusado ayudarle. Como consecuencia, guerrearon contra Jefté y sufrieron una derrota humillante: miles de efraimitas murieron en los vados del Jordán al ser identificados por el modo de pronunciar la contraseña, pues decían “Sibolet” en vez de “Schibolet”. (Jue 12:1-6; véase también 2Cr 25:10.)
Después de la muerte del rey Saúl, hubo 20.800 hombres de Efraín entre los que fueron a Hebrón para transferirle la gobernación real a David. (1Cr 12:23, 30.)
La tribu dominante del reino norteño. Desde que el reino se dividió durante la gobernación de Rehoboam, la tribu de Efraín, la más importante e influyente del reino norteño, se fue granjeando una mala reputación. (Os 13:1.) El primer rey, el efraimita Jeroboán, introdujo la adoración de becerros en Dan y en Betel. (1Re 11:26; 12:25-30.) Nunca se recuperaron de esta caída en la idolatría.
Siendo la tribu dominante del reino norteño, llegó a representar a todo el reino de las diez tribus. (2Cr 25:7; Jer 7:15.) Precisamente por eso, los profetas Oseas e Isaías dirigieron sus fuertes denunciaciones contra Efraín. Oseas la condenó por mezclarse con las naciones, imitar su comportamiento y servir a sus ídolos. Comparó a Efraín con una torta redonda a la que no se le dio la vuelta, horneada o hasta quemada en la parte inferior, pero cruda en su parte superior. (Os 7:8; compárese con Sl 106:35, 36; Os 4:17; 12:14.) A pesar de que las fuerzas de Efraín habían sufrido un desgaste por la acción de fuerzas extranjeras, esta tribu no se volvió a Jehová, sino que recurrió a Egipto por ayuda e hizo un pacto con Asiria. De este modo se comportó como una paloma simple a la que se atraparía en una red. (Os 7:9-12; 8:9; compárese con 2Re 17:4; Os 12:1.)
El profeta Isaías se dirigió a los ‘orgullosos borrachos de Efraín’. Su independencia del reino de Judá y sus alianzas con Siria y otras naciones los afectó como un licor embriagante, pero al fin les sobrevendría el desastre. (Isa 7:1, 2, 5-9, 17; 9:9-12; 17:3; 28:1-3.)
Sin embargo, los profetas de Jehová también predijeron que cesaría el espíritu de celo y hostilidad que existía entre Efraín (el reino de diez tribus) y Judá (el reino de dos tribus). (Isa 11:13; Jer 31:6.) Judá y Efraín se unirían, y la tribu de Efraín sería restaurada al favor divino. (Jer 31:18-20; 50:19; Eze 37:16-19; Zac 10:7.)
Aunque la tribu de Efraín se ganó una mala reputación, algunos siguieron un proceder correcto. Por ejemplo, durante el reinado del rey Asá de Judá, muchos efraimitas se unieron a ese rey cuando vieron que Jehová estaba con él. (2Cr 15:9.) Más tarde, también hubo efraimitas entre los que estuvieron presentes en Jerusalén para la celebración de la Pascua en el primer año del reinado de Ezequías y después participaron en la destrucción de todo lo relacionado con la idolatría. (2Cr 30:18; 31:1.) Sin embargo, cuando Ezequías invitó a los israelitas del N. a ir para la Pascua, muchos habitantes de Efraín, Manasés y Zabulón se mofaron e insultaron a sus correos. El orgullo les impidió humillarse y bajar a Jerusalén para celebrar esta fiesta. (2Cr 30:10, 11.)
3. Efraín - (Efrén; Efrón 3) Ciudad por lo general considerada la Efrén que Abías, el rey de Judá, le arrebató a Jeroboam, el rey de Israel. (2Cr 13:19.) Debió estar situada en el territorio de la tribu de Efraín. En el siglo I E.C., cuando los líderes religiosos entraron en consejo para matar a Jesús, este se retiró a Efraín, cerca del desierto, con sus discípulos. (Jn 11:53, 54.) El lugar que normalmente se sugiere como posible ubicación de esta ciudad es et-Taiyiba, a unos 6 Km. al ENE. de Betel y 3 Km. al ESE. del posible emplazamiento de Baal-hazor. (2Sa 13:23.) Según el historiador judío Josefo, el general romano Vespasiano conquistó Efraín durante su marcha contra Jerusalén. (La Guerra de los Judíos, libro IV, cap. IX, sec. 9.)
4. Efraín, “El bosque de Efraín” era una zona situada al E. del Jordán, donde el ejército del rey David luchó contra el de su hijo rebelde Absalón. (2Sa 18:6-8.) Se desconoce el lugar que ocupaba este bosque en la tierra de Galaad, pero es probable que estuviese cerca de Mahanaim. (2Sa 17:22, 24, 26.)
1. Felipe, Uno de los primeros discípulos que estuvo entre los doce apóstoles de Jesucristo. En los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, a Felipe solo se le menciona por nombre en las listas de los apóstoles. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:14.) El relato de Juan es el único que da alguna información detallada sobre él.
Felipe era de la misma ciudad que Pedro y Andrés, a saber, Betsaida, en la orilla N. del mar de Galilea. Cuando oyó la invitación de Jesús: “Sé mi seguidor”, actuó de manera muy parecida a como lo había hecho Andrés el día antes. Andrés había buscado a su hermano Simón Pedro y lo había llevado a Jesús; luego Felipe hizo lo mismo con Natanael (Bartolomé), diciendo: “Hemos hallado a aquel de quien Moisés, en la Ley, y los Profetas escribieron, a Jesús, hijo de José, de Nazaret. [...] Ven y ve”. (Jn 1:40, 41, 43-49.) La declaración de que “Jesús halló a Felipe” puede indicar que ya se conocían, como también las palabras de Felipe a Natanael, pues Felipe dio el nombre de Jesús, de su familia y hasta mencionó su residencia. No se dice si existía alguna relación entre Felipe y Natanael (Bartolomé) aparte de la amistad, pero por lo general se les coloca juntos en las listas bíblicas, a excepción de en Hechos 1:13.
Con motivo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cinco días antes de la Pascua del año 33 E.C. (Mr 11:7-11), algunos griegos quisieron ver a Jesús, y le pidieron a Felipe que los presentase. Quizás se dirigieron a él atraídos por su nombre griego, o simplemente porque fue el primero a quien pudieron preguntar. De todas formas, Felipe no se sintió con autoridad de satisfacer la petición de estos griegos (quizás prosélitos), por lo que consultó primero a Andrés, con quien se le menciona en otras partes (Jn 6:7, 8) y quien tal vez tuviese una relación más estrecha con Jesús. (Compárese con Mr 13:3.) Juntos, y sin llevar consigo a los griegos, presentaron la petición a Jesús para que él decidiera. (Jn 12:20-22.) Esta actitud prudente y algo cautelosa se refleja en la respuesta que dio a la pregunta de Jesús sobre alimentar a la multitud, e incluso en su petición (hecha después de las preguntas bastante directas de Pedro y Tomás): “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. (Jn 6:5-7; Jn 13:36, 37; Jn 14:5-9.) Su tacto en el trato contrasta con la manera de ser de Pedro, directa y brusca, y por lo tanto los breves relatos en los que se menciona a Felipe dejan entrever la variedad de personalidades de los apóstoles que Jesús escogió.
Debido a su estrecha relación con Natanael (Bartolomé) y con los hijos de Zebedeo, es posible que Felipe fuese uno de los dos discípulos a quienes no se identifica y que estaban en la orilla del mar de Galilea cuando el resucitado Jesús se apareció. (Jn 21:2.)
2. Felipe, Evangelizador y misionero del primer siglo. Junto con Esteban, estaba entre los siete “varones acreditados [...], llenos de espíritu y de sabiduría”, escogidos para la distribución diaria e imparcial de alimento entre los cristianos de habla griega y hebrea de Jerusalén. (Hch 6:1-6.) El relato de la actividad de Felipe (como también de la de Esteban) después que terminó este servicio especial confirma el talante espiritual de los hombres que formaban este cuerpo administrativo escogido, pues Felipe hizo un trabajo similar al que más tarde efectuó el apóstol Pablo, aunque de un alcance más limitado.
Cuando la persecución esparció a todos los discípulos salvo a los apóstoles, que permanecieron en Jerusalén, Felipe fue a Samaria, donde declaró las buenas nuevas del Reino y, con el poder milagroso del espíritu santo, expulsó demonios y curó a cojos y paralíticos. Llenos de gozo, muchos aceptaron el mensaje y se bautizaron, incluso cierto Simón que había practicado artes mágicas. (Hch 8:4-13.) De modo que cuando los apóstoles “oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan” para que estos creyentes bautizados pudieran recibir el don gratuito del espíritu santo. (Hch 8:14-17.)
A continuación el espíritu de Jehová condujo a Felipe para encontrarse con el eunuco etíope en el camino a Gaza, y allí, en poco tiempo, este “hombre en poder bajo Candace reina de los etíopes” puso fe en Jesús y pidió a Felipe que lo bautizase. (Hch 8:26-38.) Desde allí se dirigió a Asdod y a Cesarea, “declarando las buenas nuevas a todas las ciudades” a lo largo del camino. (Hch 8:39, 40.) Estos breves relatos ilustran la obra de un “evangelizador”. (Hch 21:8.)
Unos veinte años después, se halla a Felipe aún activo en el ministerio en Cesarea, encrucijada internacional, y conocido todavía por haber sido “uno de los siete hombres” seleccionados por los apóstoles. Como informa Lucas, cuando él y Pablo se alojaron en la casa de Felipe por un tiempo, sobre el año 56 E.C., “este [Felipe] tenía cuatro hijas, vírgenes, que profetizaban”. (Hch 21:8-10.) El hecho de que las cuatro hijas fuesen de una edad suficiente como para profetizar puede indicar que Felipe ya era un hombre casado cuando comenzó su actividad.
★Dones de Dios - [Control de los dones del espíritu]
Era el padre de María y el abuelo materno de Jesucristo. (Lu 3:23.) Se entiende que el que se llame a José “hijo de Helí” significa que era el yerno de Helí. Aunque María no figura en la lista, Lucas traza la ascendencia natural de María, la madre de Jesús, por medio de David. (Lu 3:31)
La Cyclopædia de (M’Clintock y Strong, 1881, vol. 3, pág. 774) dice: “Es sabido que los judíos trazaban su árbol genealógico únicamente por el nombre del varón, y cuando el linaje del abuelo pasaba al nieto por medio de una hija, se omitía el nombre de esta y se ponía el de su esposo como hijo del abuelo materno.
Padre de Enoc y antepasado antediluviano de Jesucristo; la quinta generación desde Adán. (1Cr 1:2; Lu 3:37.) Jared, hijo de Mahalalel, vivió novecientos sesenta y dos años (3566 - 2604 a. E.C.), y solo fue superado en longevidad por su nieto Matusalén. A los ciento sesenta y dos años llegó a ser padre de Enoc, y tuvo varios hijos e hijas. (Gé 5:15-20.)
1. Jéter, En Éxodo 4:18, el texto masorético llama Jéter al suegro de Moisés, Jetró.
2. Jéter, Descendiente de Judá a través de Pérez; murió sin descendencia. (1Cr 2:4, 5, 25, 26, 28, 32.)
3. Jéter, Primer hijo de Ezrá mencionado por nombre; era descendiente de Judá. (1Cr 4:17.)
4. Jéter - (Itrán 2) Descendiente de Aser. (1Cr 7:30, 38.) Probablemente era la misma persona que el Itrán mencionado en el versículo 37, ya que los nombres son muy similares en hebreo.
5. Jéter, Primogénito de Gedeón. Según parece, acompañó a su padre en la persecución y captura de los reyes madianitas Zébah y Zalmuná, pero cuando recibió la orden de ejecutarlos, el joven tuvo miedo de desenvainar su espada. (Jue 8:20.) Tras la muerte de Gedeón, a Jéter lo asesinó su medio hermano Abimélec. (Jue 9:5, 18.)
6. Jéter, Padre de Amasá, quien fue jefe del ejército de David. (1Re 2:5, 32.) Si bien el texto masorético de 2 Samuel 17:25 le llama Itrá y dice que era israelita, en 1 Crónicas 2:17 se dice que era ismaelita, tal vez porque vivió durante un tiempo entre los ismaelitas.
1. Joah, Portero levita asignado sobre los almacenes en el tiempo de David.
1. Joah, Portero levita asignado sobre los almacenes en el tiempo de David; era el tercer hijo de Obed-edom. (1Cr 26:1, 4, 12-15.)
2. Joah, Descendiente levita de Guersom (Guersón); era hijo de Zimá. (1Cr 6:19b-21.) Quizás sea el mismo Joah que, junto con su hijo, ayudó a deshacerse de todos los objetos inmundos que Ezequías hizo retirar del templo al comenzar su reinado. (2Cr 29:1, 3, 12, 16.)
3. Joah, Uno de los tres hombres que componían el comité enviado por Ezequías para escuchar al mensajero asirio Rabsaqué, pero sin responder a sus acusaciones ni bravuconadas. Joah y sus dos acompañantes se dirigieron a Rabsaqué para pedirle que les hablase en la lengua siria, que ellos entendían, en lugar de en el idioma de los judíos, a oídos de los que estaban sobre el muro de la ciudad. Con sus prendas de vestir rasgadas, informaron a Ezequías de sus amenazas. (2Re 18:18, 26, 36, 37; Isa 36:3, 11, 21, 22.) La construcción de la frase “Joah el hijo de Asaf el registrador” no especifica quién de los dos fue “el registrador”. No obstante, parece más probable que fuese Joah el que ocupara el cargo, ya que también se menciona el puesto de sus dos acompañantes.
4. Joah, Registrador mediante el que el rey Josías envió dinero a los trabajadores para las reparaciones del templo; era hijo de Joacaz. (2Cr 34:8-11.)
1. José - (Zafenat-panéah) Primero de los dos hijos que Jacob tuvo con su amada esposa Raquel. (Gé 35:24.) Cuando José nació (1767-1657 a.E.C.), Raquel exclamó: “¡Dios ha quitado mi oprobio!”, pues había sido estéril. Luego lo llamó José, diciendo: “Jehová me añade otro hijo”, es decir, otro hijo además de Dan y Neftalí, a quienes Raquel había aceptado como suyos aunque le nacieron a su sierva Bilhá. (Gé 30:3-8, 22-24.) En aquel entonces Jacob debía tener unos noventa y un años de edad. (Compárese con Gé 41:46, 47, 53, 54; Gé 45:11; Gé 47:9.)
Unos seis años después, Jacob partió de Padán-aram con toda su familia para regresar a la tierra de Canaán. (Gé 31:17, 18, 41.) Cuando se enteró de que su hermano Esaú iba a su encuentro con 400 hombres, Jacob repartió sus hijos a las esposas y concubinas, y colocó a Raquel y José detrás de todos, en la posición más segura. (Gé 33:1-3.) José y su madre fueron, por lo tanto, los últimos en inclinarse ante Esaú. (Gé 33:4-7.)
Después José residió con su familia en Sucot, Siquem (Gé 33:17-19) y Betel. (Gé 35:1, 5, 6.) Más tarde, cuando iban de Betel a Efrat (Belén), Raquel, la madre de José, murió mientras daba a luz a Benjamín. (Gé 35:16-19.)
Odiado por sus medio hermanos. A la edad de diecisiete años, José cuidaba ovejas junto con los hijos que Jacob tuvo con Bilhá y Zilpá. Mientras lo hacía, aunque era el menor, no se unió a ellos en sus malas acciones, sino que, movido por un sentido de responsabilidad, le llevó a su padre un mal informe sobre ellos. (Gé 37:2.)
Jacob tuvo más cariño a José que a todos sus demás hijos, debido a que era un hijo de su vejez, y tal vez también debido al apego de José a la rectitud. Jacob mandó hacer para su hijo una larga vestidura rayada, quizás como las que llevaban las personas de rango. Como resultado, los hermanos de José le cobraron odio. Más tarde, cuando les relató un sueño que predecía que llegaría a tener preeminencia sobre ellos, su odio fue mayor. Un segundo sueño señaló que, no solo sus hermanos, sino hasta su padre y su madre (al parecer no Raquel, pues ya había muerto, sino quizás la casa o la principal esposa viva de Jacob), se inclinarían ante él. Cuando José relató este sueño, su padre lo reprendió, y los celos de sus hermanos se intensificaron. El que José hablara concerniente a sus sueños no significa que abrigase sentimientos de superioridad. Tan solo estaba dando a conocer lo que Dios le había revelado, y seguramente Jacob reconoció la naturaleza profética de aquellos sueños, pues “observó el dicho”. (Gé 37:3-11.)
En otra ocasión, Jacob, que entonces se hallaba en Hebrón, pidió a José que comprobase el bienestar del rebaño y de sus hermanos mientras estaban en las inmediaciones de Siquem. En vista del rencor que le guardaban, esta no debió ser una asignación agradable para José. No obstante, dijo sin vacilar: “¡Aquí estoy!”. Desde la llanura baja de Hebrón se puso en camino hacia Siquem. Un hombre le informó que sus hermanos se habían dirigido a Dotán, por lo que continuó su viaje. Cuando sus hermanos alcanzaron a verlo en la distancia, empezaron a tramar contra él, diciendo: “¡Miren! Ahí viene ese soñador. Y ahora vengan y matémoslo y arrojémoslo en una de las cisternas [...]. Entonces veremos en qué vendrán a parar sus sueños”. (Gé 37:12-20.) Pero Rubén, el primogénito, quiso frustrar el asesinato y los exhortó a que no matasen a José, sino que lo arrojasen en una cisterna seca. Cuando José llegó, lo despojaron de su larga prenda de vestir rayada e hicieron lo que Rubén había recomendado. Posteriormente, cuando apareció una caravana de ismaelitas, Judá, en ausencia de Rubén, persuadió a los demás para que en lugar de matar a José lo vendiesen a los mercaderes que pasaban. (Gé 37:21-27.)
★¿Qué lección aprendemos de los envidiosos hermanos de José? - (1-10-2008-Pg.16-Foto)
Vendido en esclavitud. A pesar de las súplicas de José para que se apiadaran de él, lo vendieron por veinte piezas de plata. (Gé 37:28; Gé 42:21.) Más tarde, engañaron a Jacob para que creyese que una bestia salvaje había matado a José. El anciano Jacob estaba tan afligido por la pérdida de su hijo que rehusó recibir consuelo. (Gé 37:31-35.)
Con el tiempo los mercaderes llevaron a José a Egipto y lo vendieron a Potifar, el jefe de la guardia de corps de Faraón. (Gé 37:28, 36; Gé 39:1.) Esta compra del egipcio Potifar no era algo insólito, pues papiros antiguos indican que los esclavos sirios (José era medio sirio, Gé 29:10; Gé 31:20) eran muy apreciados en el país.
Tal como José había sido diligente en favorecer los intereses de su padre, también fue un esclavo industrioso y confiable. Con la bendición de Jehová, todo lo que hizo tuvo éxito, de modo que Potifar le confió todos los asuntos de su casa. Parece que José desempeñó un cargo de superintendente, un puesto mencionado en los registros egipcios con relación a las casas grandes de los egipcios influyentes. (Gé 39:2-6.)
★José en Egipto - (Cómic)
Resiste la tentación. José se había hecho un joven muy apuesto, y la esposa de Potifar se encaprichó con él. Le pidió repetidas veces que tuviera relaciones con ella, pero José, educado en las sendas de la justicia, rehusó, diciendo: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. Sin embargo, eso no eliminó el peligro que afrontaba. Como indican los descubrimientos arqueológicos, parece que las casas egipcias estaban diseñadas de tal manera que había que pasar por la parte principal de la casa para llegar a las despensas. Si la casa de Potifar estaba construida de manera similar, debió resultarle imposible a José evitar todo contacto con la esposa de Potifar. (Gé 39:6-10.)
Finalmente, la esposa de Potifar se aprovechó de un momento que consideró oportuno. Mientras no había otros hombres presentes y José se ocupaba de la administración de la casa, ella se agarró de su prenda de vestir y le dijo: “¡Acuéstate conmigo!”. Pero José se desprendió de su prenda de vestir y huyó. Ante esto, la mujer se puso a gritar y dio a entender que José había intentado abusar de ella. Tras referírselo a su esposo, el encolerizado Potifar hizo arrojar a José en la casa de encierro, en la que se mantenía detenidos a los prisioneros del rey. (Gé 39:11-20.)
★¿Qué ayudó a José a no caer en la tentación? - (2-9-2017-Pg.4-§8-Foto)
★“Seamos como José y huyamos de la inmoralidad” - (5-2020-Pg.8/41-Foto)
En prisión. Según parece, al principio José recibió un trato severo en la prisión. “Con grilletes afligieron sus pies, en hierros entró su alma.” (Sl 105:17, 18.) Sin embargo, debido a la conducta ejemplar de José en aquellas circunstancias y a la bendición de Jehová, más tarde el oficial principal de la casa de encierro le colocó en un cargo de confianza sobre los demás prisioneros. En este puesto el prisionero José demostró de nuevo su aptitud como administrador al encargarse de que se hiciera todo el trabajo. (Gé 39:21-23.)
Más tarde, cuando dos oficiales de Faraón —el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos— fueron puestos en la misma prisión, se designó a José para que los atendiese. Después de algún tiempo, los dos hombres tuvieron sueños, y José, tras atribuir la interpretación a Dios, se los descifró. El sueño del jefe de los coperos indicaba que se le restablecería a su posición al cabo de tres días. Por lo tanto, José le solicitó que le recordase e hiciera mención de él a Faraón para que pudiera ser libertado de la prisión. José explicó que se le había secuestrado de la “tierra de los hebreos” y que no había hecho nada que mereciese encarcelamiento. Probablemente para no dejar en mala posición a su familia, prefirió no identificar a los secuestradores. Después interpretó que el sueño del panadero significaba que se le daría muerte al cabo de tres días. Ambos sueños se cumplieron tres días después con motivo del cumpleaños de Faraón. Sin duda, esta circunstancia le dio a José la seguridad de que sus propios sueños se cumplirían y le ayudó a continuar perseverando. Para entonces ya habían transcurrido unos once años desde que sus hermanos lo habían vendido. (Gé 40:1-22; compárese con Gé 37:2; Gé 41:1, 46.)
★“Jehová libera a José” - (Cap.40,41) - (5-2020-Pg.5/38-Foto)
★José sufrió injustamente en “el hoyo carcelario” - (cl-Cap.11-Pg.108-§1,2-Foto-Pg.111)
Ante Faraón. Cuando se le volvió a colocar en su puesto, el copero se olvidó por completo de José. (Gé 40:23.) Sin embargo, después de dos años completos, Faraón tuvo dos sueños que ninguno de los sacerdotes magos y sabios de Egipto pudo interpretar. El copero se acordó entonces de José y se lo mencionó a Faraón, quien en seguida hizo que lo llevasen a su presencia. Siguiendo la costumbre egipcia, José se afeitó y se mudó de ropas antes de presentarse ante Faraón. Tampoco en esta ocasión se atribuyó ningún mérito, sino que reconoció que la interpretación procedía de Dios. Luego explicó que los dos sueños de Faraón indicaban que habría siete años de abundancia seguidos por siete años de hambre. Además, recomendó medidas para aliviar la futura escasez de alimento. (Gé 41:1-36.)
Se le nombra segundo gobernante de Egipto. Faraón consideró que José, que entonces tenía treinta años, poseía la sabiduría necesaria para administrar los asuntos durante el tiempo de abundancia y el de hambre. Por lo tanto, lo elevó al segundo puesto en el gobierno de Egipto, y le dio su propio anillo de sellar, prendas de vestir de lino fino y un collar de oro. (Gé 41:37-44, 46; compárese con Sl 105:17, 20-22.) Esta manera de investir de autoridad está atestiguada por inscripciones y pinturas murales egipcias. También es digno de mención que los registros egipcios antiguos revelan que varios cananeos ocuparon puestos encumbrados en Egipto, y el que Faraón cambiara el nombre de José a Zafenat-panéah al elevarlo a una posición de autoridad próxima a la suya. (Gé 41:45.) tampoco es un caso sin precedente.
Para los de habla hebrea, el nombre debió significar “Revelador de Cosas Escondidas”, pero para los egipcios probablemente significó “El Dios dijo: ¡Vivirá!”. Además, José recibió por esposa a Asenat, la hija de Potifera (que en egipcio significa “Aquel a Quien Ha Dado Ra”), el sacerdote de On. (Gé 41:45.)
Después José recorrió la tierra de Egipto e hizo preparativos para administrar los asuntos del Estado, y luego almacenó grandes cantidades de víveres durante los años de abundancia. Antes de que llegase el hambre, su esposa Asenat le dio dos hijos, Manasés y Efraín. (Gé 41:46-52.)
Sus medio hermanos van a comprar alimento. Llegó el hambre. Debido a que se extendió más allá de las fronteras de Egipto, los pueblos circundantes acudían a José para comprar alimento. Por fin, incluso sus diez medio hermanos llegaron y se inclinaron ante él, lo que cumplió, de manera parcial, los dos sueños previos de José. (Gé 41:53–42:7.) Ellos, sin embargo, no lo reconocieron, ya que llevaba su atavío real y les hablaba por medio de un intérprete. (Gé 42:8, 23.) Fingiendo no conocerlos, los acusó de ser espías, ante lo que ellos le aseguraron que eran diez hermanos que habían dejado tras sí, en casa, a su padre y a un hermano más joven, y que otro hermano ya no vivía. Pero José insistió en que eran espías y los puso bajo custodia. Al tercer día les dijo: “Hagan esto y manténganse vivos. Yo temo al Dios verdadero. Si son rectos, que uno de sus hermanos se quede atado en su casa de custodia [al parecer, en la que habían estado los diez bajo custodia], pero los demás de ustedes vayan, lleven cereales para el hambre de sus casas. Entonces me traerán a su hermano menor, para que sus palabras sean halladas fidedignas; y no morirán”. (Gé 42:9-20.)
Al ver cómo se había desarrollado la situación, los medio hermanos de José empezaron a sentir sobre sí mismos la retribución divina por haberlo vendido en esclavitud años antes y reconocieron su culpabilidad delante de su hermano, a quien todavía no habían reconocido. Cuando José los oyó y se dio cuenta de su arrepentimiento, se conmovió tan profundamente que tuvo que retirarse a llorar. Después que volvió, hizo atar a Simeón hasta que los demás regresaran con su hermano menor. (Gé 42:21-24.)
Sus medio hermanos vuelven con Benjamín. Cuando los nueve medio hermanos de José le contaron a Jacob lo que había acontecido en Egipto y luego descubrieron que su dinero estaba de nuevo en sus sacos, les dio mucho miedo, y su padre empezó a lamentarse. Jacob permitió que su hijo más joven acompañara a sus hermanos de regreso a Egipto, solo debido a la severidad del hambre y a que Judá prometió que Benjamín regresaría a salvo. (Gé 42:29–43:14.)
Cuando llegaron allí, se reunieron con Simeón, y para sorpresa suya, todos fueron invitados a comer con el administrador de los víveres. Una vez que llegó José, le presentaron un regalo, se postraron ante él y tras contestar sus preguntas concernientes a su padre, se volvieron a inclinar ante él. Cuando José vio a Benjamín, su hermano carnal, se emocionó tanto que se apartó de su presencia y cedió a las lágrimas, pero logró controlar sus sentimientos e hizo que se sirviera la comida. Los once hermanos estaban sentados a su propia mesa, según su edad, y a Benjamín se le sirvieron porciones cinco veces mayores que las de los demás. José tal vez quiso probar así a sus hermanos, para determinar si había en ellos algún sentimiento recóndito de celos, pero no parecía haberlo. (Gé 43:15-34.)
Al igual que en la visita anterior, José hizo que de nuevo les pusieran el dinero de cada uno en su costal (Gé 42:25), y además dispuso que se colocara su copa de plata en el costal de Benjamín. Una vez puestos en camino, ordenó que se les alcanzara y acusase de robar su copa de plata. Quizás con el fin de impresionar en ellos el gran valor que tenía esa copa para José y la gravedad de su supuesto delito, el hombre que estaba a cargo de la casa de José tenía que decirles: “¿No es esta la cosa en que bebe mi amo y por la cual con pericia lee agüeros?”. (Gé 44:1-5.) Naturalmente, como todo esto era parte de un ardid, no hay ninguna base para creer que José en realidad se valiera de la copa de plata para leer agüeros. Es probable que desease dar la impresión de ser un administrador de un país en el que la adoración verdadera era algo extraño.
La consternación de sus hermanos debió ser grande cuando se halló la copa en el costal de Benjamín. Volvieron a la casa de José con sus prendas de vestir rasgadas y se inclinaron ante él. Este les dijo que todos, excepto Benjamín, estaban libres para marcharse. Sin embargo, no quisieron hacerlo, lo que probó que había desaparecido el espíritu envidioso que unos veintidós años atrás les había movido a vender a su hermano. Judá dio una conmovedora explicación de sus circunstancias y se ofreció para ocupar el lugar de Benjamín, pues su padre moriría de dolor si Benjamín no regresaba. (Gé 44:6-34.)
★¿Fue José fiel a Jehová si practicaba la adivinación? - (1-2-2006-Pg.31-Foto)
José revela su identidad. Emocionado por el ruego de Judá, José ya no pudo contenerse más. Pidió a todos los demás que saliesen y se identificó ante sus hermanos. Aunque anteriormente le habían maltratado de manera cruel, no abrigaba ningún resentimiento contra ellos. Les dijo: “Ahora no se sientan heridos y no se encolericen contra ustedes mismos por haberme vendido acá; porque para la conservación de vida me ha enviado Dios delante de ustedes. Pues este es el segundo año del hambre en medio de la tierra, y todavía hay cinco años en que no habrá tiempo en que se are, ni habrá siega. Por consiguiente, Dios me envió delante de ustedes a fin de colocarles un resto en la tierra y para mantenerlos vivos mediante un gran escape. Así pues, no fueron ustedes los que me enviaron acá, sino el Dios verdadero”. (Gé 45:1-8.) El perdón de José fue genuino, y lo exteriorizó llorando en presencia de sus hermanos y besándolos. (Gé 45:14, 15.)
Después, de acuerdo con las órdenes de Faraón, José les proporcionó carruajes con el fin de que pudieran llevar a Jacob y a toda su casa a Egipto. Además les dio regalos y provisiones para el viaje. Y cuando partieron, les animó a que ‘no se exasperaran unos con otros en el camino’. (Gé 45:16-24.)
El padre de José va a Egipto. Al principio Jacob no podía creer que su hijo José todavía estuviese vivo. Sin embargo, cuando al final se convenció, Jacob, que ya tenía ciento treinta años, exclamó: “¡Ah, permítaseme ir y verlo antes de morir!”. Más tarde, en Beer-seba, mientras estaba en camino a Egipto con toda su casa, Jacob recibió en visión la aprobación divina para aquel traslado y también se le dijo: “José pondrá su mano sobre tus ojos”. José tenía que ser el que cerrara los ojos de Jacob después de su muerte. Como la costumbre era que el primogénito hiciera esto, Jehová reveló de este modo que José recibiría el derecho de primogenitura. (Gé 45:25–46:4.)
Judá, a quien se había enviado delante, avisó a José de la llegada de su padre, y José hizo preparar su carro, fue al encuentro de Jacob en Gosén y luego se presentó ante Faraón con cinco de sus hermanos. Siguiendo las instrucciones de José, sus hermanos se identificaron como pastores de ovejas y pidieron permanecer como residentes forasteros en la tierra de Gosén. Su solicitud les fue concedida, y José, tras presentar a su padre a Faraón, instaló a Jacob y su casa en lo mejor de la tierra. (Gé 46:28–47:11.) Así que, de manera sabia y amorosa, José sacó el mejor partido del prejuicio egipcio contra los pastores. Resultó en una salvaguarda para que la familia de Jacob no se contaminase con la influencia egipcia, y eliminó el peligro de ser asimilados totalmente por los egipcios como consecuencia de casarse con ellos. Desde entonces en adelante, Jacob y toda su casa dependieron de José. (Gé 47:12.) En efecto, todos se inclinaron ante José como primer ministro de Faraón, con lo que sus sueños proféticos se cumplieron de manera sobresaliente.
El efecto del hambre en los egipcios. Puesto que el hambre continuaba, los egipcios agotaron poco a poco todo su dinero y su ganado a cambio de alimento. Finalmente, llegaron a vender a Faraón su tierra y se vendieron a sí mismos como esclavos. Luego José los instaló en ciudades, sin duda para facilitar la distribución del grano. No obstante, este trasvase de población a las ciudades debió ser una medida temporal, pues como los egipcios tendrían que regresar a sus campos para sembrarlos, lógicamente ocuparían de nuevo sus casas anteriores. Cuando la tierra les volviera a producir cosecha, los egipcios, en cumplimiento del decreto de José, tendrían que dar la quinta parte de su producto a Faraón por el uso de la tierra. Sin embargo, los sacerdotes quedaron exentos. (Gé 47:13-26.)
Jacob bendice a los hijos de José. Unos doce años después de terminar el hambre, José llevó ante Jacob a sus dos hijos, Manasés y Efraín. Fue entonces cuando Jacob indicó que el derecho de primogenitura sería de José, al considerar a Efraín y Manasés del mismo modo que si fueran hijos suyos. Así que de José tenían que surgir dos tribus distintas, con dos herencias tribales separadas. Mientras bendecía a Efraín y Manasés, Jacob mantuvo su mano derecha colocada sobre el más joven, Efraín, pese al desagrado de José. Al dar preeminencia a Efraín, indicó de manera profética que el más joven llegaría a ser el mayor. (Gé 47:28, 29; Gé 48:1-22; véanse también Dt 21:17; Jos 14:4; 1Cr 5:1.)
Jacob bendice a José y a los otros hijos. Tiempo después, Jacob reunió a todos sus hijos en su lecho de muerte y los bendijo individualmente. Asemejó a José al “retoño de árbol frutal”. Aquel “árbol frutal” era el patriarca Jacob mismo, y José llegó a ser una de sus ramas prominentes. (Gé 49:22.) Aunque los arqueros hostigaron a José y fue blanco del odio, el arco de José “moraba en lugar permanente, y la fuerza de sus manos era flexible”. (Gé 49:23, 24.) Estas palabras podrían aplicar personalmente a José. Sus medio hermanos le habían abrigado rencor y de manera figurada lo habían asaeteado para destruirlo. Sin embargo, José les pagó con misericordia y bondad amorosa, cualidades que llegaron a ser como flechas que mataron su rencor. Los arqueros enemigos no consiguieron matar a José ni debilitar su devoción a la justicia y su afecto fraternal.
Sin embargo, las palabras de Jacob también podían aplicarse de manera profética a las tribus que descenderían de los dos hijos de José, Efraín y Manasés, y a sus futuras batallas. (Compárese con Dt 33:13, 17; Jue 1:23-25, 35.) Es digno de mención que Josué (Hosea, Jehosúa), el sucesor de Moisés y caudillo de la lucha contra los cananeos, procedió de la tribu de Efraín. (Nú 13:8, 16; Jos 1:1-6.) Otro descendiente de José, Gedeón, de la tribu de Manasés, venció a los madianitas con la ayuda de Jehová. (Jue 6:13-15; Jue 8:22.) Y Jefté, también de la tribu de Manasés, sojuzgó a los ammonitas,*. (Jue 11:1, 32, 33; compárese con Jue 12:4; Nú 26:29.)
Otros aspectos de la bendición profética de Jacob también tienen un paralelo en las experiencias de José. Cuando José suministró alimento para toda la casa de Jacob o Israel en lugar de vengarse, hizo las veces de pastor y de piedra de apoyo para Israel. Como Jehová había dirigido los asuntos para que él pudiera ayudar de ese modo, José procedía de las manos del “Poderoso de Jacob”, por lo que contaba con el apoyo de Jehová. Él estaba con el Todopoderoso en el sentido de estar del lado de Jehová, y por eso, tenía su bendición. (Gé 49:24, 25.)
Las tribus que descendieron de José por medio de Efraín y Manasés también experimentarían la bendición de Jehová. Jacob dijo: “El Todopoderoso [...] te bendecirá con las bendiciones de los cielos arriba, con las bendiciones de la profundidad acuosa que yace allá abajo, con las bendiciones de los pechos y la matriz”. (Gé 49:25.) Esto les aseguró a los descendientes de José que tendrían el agua necesaria procedente del cielo y de debajo de la tierra, así como una población numerosa. (Compárese con Dt 33:13-16; Jos 17:14-18.)
Las bendiciones que Jacob pronunció sobre su amado hijo José tenían que ser semejantes a un adorno para las dos tribus que surgirían de José, un adorno superior a las bendiciones que constituyen los bosques y manantiales que adornan las eternas montañas y las colinas indefinidamente duraderas. Serían una bendición permanente, y continuarían sobre la cabeza de José y de sus descendientes por tanto tiempo como continuaran las montañas y las colinas. (Gé 49:26; Dt 33:16.)
José fue “singularizado de entre sus hermanos” porque Dios lo escogió para desempeñar un papel especial. (Gé 49:26.) Se distinguió por su excelente disposición y dotes para la superintendencia y organización. Por lo tanto, era apropiado que descendieran bendiciones especiales sobre la coronilla de su cabeza.
Jacob murió cuando terminó de bendecir a sus hijos. Luego José cayó sobre el rostro de su padre y lo besó. En conformidad con el deseo de Jacob de que se le enterrara en la cueva de Macpelá, José hizo que los médicos egipcios embalsamaran el cuerpo de su padre como preparación para el viaje a Canaán. (Gé 49:29–50:13.)
Actitud hacia sus hermanos. A su regreso de enterrar a Jacob, los medio hermanos de José, cuya conciencia aún les remordía, temieron que José tomara alguna represalia contra ellos, por lo que suplicaron que los perdonase. Ante eso, José rompió a llorar, y les consoló y aseguró que no había razón para temer: “No tengan miedo, ¿pues acaso estoy yo en el lugar de Dios? En cuanto a ustedes, ustedes tenían pensado un mal contra mí. Dios lo tenía pensado para bien, con el propósito de obrar como sucede hoy, para conservar viva a mucha gente. Ahora pues, no tengan miedo. Yo mismo seguiré proveyéndoles alimento a ustedes y a sus niñitos”. (Gé 50:14-21.)
Su muerte. José sobrevivió a su padre unos cincuenta y cuatro años, y llegó a la edad de ciento diez años. Tuvo el privilegio de llegar a ver a algunos de sus bisnietos. Por fe, pidió antes de morir que los israelitas llevasen sus huesos a Canaán al tiempo del éxodo. Cuando murió, se embalsamó su cuerpo y se puso en un ataúd. (Gé 50:22-26; Jos 24:32; Heb 11:22.)
Se da prominencia al nombre de José. En vista de la posición prominente de José entre los hijos de Jacob, era muy apropiado que su nombre se usase a veces para designar a todas las tribus de Israel (Sl 80:1) o a las que integraron el reino norteño. (Sl 78:67; Am 5:6, 15; Am 6:6.) Su nombre también figura en la profecía bíblica. En la visión profética de Ezequiel, la herencia de José es una porción doble (Eze 47:13), una de las puertas de la ciudad “Jehová Mismo Está Allí” lleva el nombre José (Eze 48:32, 35) y, con referencia a la reunificación del pueblo de Jehová, se habla de José como jefe de una parte de la nación y de Judá, como jefe de la otra. (Eze 37:15-26.) La profecía de Abdías indicó que la “casa de José” tomaría parte en la destrucción de la “casa de Esaú” (Abd 18), y la de Zacarías dice que Jehová salvaría a la “casa de José”. (Zac 10:6.) Entre las tribus del Israel espiritual aparece la de José en lugar de la de Efraín. (Apo 7:8.)
El hecho de que se mencione a la tribu de José en Apocalipsis 7:8 da a entender que la profecía de Jacob en su lecho de muerte tendría una aplicación en el Israel espiritual. Por lo tanto, es digno de notar que el Poderoso de Jacob, Jehová Dios, proveyó a Jesucristo como el Pastor Excelente que entregó su vida por las “ovejas”. (Jn 10:11-16.) Cristo Jesús es también la piedra angular de fundamento sobre la que descansa el templo de Dios compuesto de israelitas espirituales. (Ef 2:20-22; 1Pe 2:4-6.) Y este ‘Pastor’ y ‘Piedra’ está con el Dios Todopoderoso. (Jn 1:1-3; Hch 7:56; Heb 10:12; compárese con Gé 49:24, 25.)
Paralelos entre José y Jesucristo Se pueden observar numerosos paralelos entre la vida de José y la de Cristo Jesús. Al igual que José, Jesús también se distinguió por ser el hijo predilecto de su padre. (Compárese con Mt 3:17; Heb 1:1-6.) Los medio hermanos de José le mostraban hostilidad. De manera similar, a Jesús lo rechazaron los suyos, los judíos (Jn 1:11), y sus medio hermanos en la carne al principio no ejercieron fe en él. (Jn 7:5.) La disposición obediente de José al cumplir con la voluntad de su padre de ir y comprobar cómo estaban sus medio hermanos tiene su paralelo en que Jesús aceptara de buena gana venir a la Tierra. (Flp 2:5-8.) Las amargas experiencias que tuvo José como resultado de esta misión fueron comparables a lo que le ocurrió a Jesús, sobre todo cuando lo maltrataron y finalmente le dieron muerte en un madero de tormento. (Mt 27:27-46.) Así como los medio hermanos de José lo vendieron a la caravana de madianitas-ismaelitas, de manera similar, los judíos entregaron a Jesús a la autoridad romana para que lo ejecutase. (Jn 18:35.) Tanto en el caso de José como en el de Jesús, el sufrimiento los refinó y preparó para cumplir con sus respectivas misiones de salvación. (Sl 105:17-19; Heb 5:7-10.) El que se elevara a José al puesto de administrador de alimentos de Egipto, así como las vidas que se salvaron por esa razón, encuentra un paralelo en el que Jesús haya sido ensalzado y llegue a ser Salvador tanto de los judíos como de los que no lo son. (Jn 3:16, 17; Hch 5:31.) El ardid de los hermanos de José para hacerle daño resultó ser el medio de que Dios se valió para salvarles de la inanición. De igual manera, la muerte de Jesús suministró la base para la salvación. (Jn 6:51; 1Co 1:18.)
2. José, Padre de Igal, el espía de la tribu de Isacar a quien Moisés envió desde el desierto de Parán. (Nú 13:2, 3, 7.)
3. José, Levita de “los hijos de Asaf” al que durante el reinado de David se designó por suertes para formar parte del primero de los veinticuatro grupos de músicos. (1Cr 25:1, 2, 9.)
4. José, “Hijo de Jonam”; antepasado de Jesucristo por parte de su madre, María. (Lu 3:30.) José era descendiente de David y vivió antes de que los babilonios destruyesen Jerusalén
5. José, Uno de los hombres que acataron la exhortación de Esdras y despidieron a sus esposas e hijos extranjeros. (Esd 10:10-12, 42, 44.)
6. José, Sacerdote de la casa paterna de Sebanías que fue contemporáneo del sumo sacerdote Joiaquim, el gobernador Nehemías y Esdras el sacerdote. (Ne 12:12, 14, 26.)
7. José, “Hijo de Matatías” y antepasado de Jesucristo por línea materna. (Lu 3:24, 25.) Vivió varios años después del destierro en Babilonia.
8. José, Hijo de cierto Jacob; padre adoptivo de Cristo Jesús, esposo de María y, más tarde, progenitor de por lo menos cuatro hijos varones: Santiago, José, Simón y Judas, además de varias hijas. (Mt 1:16; Mt 13:55, 56; Lu 4:22; Jn 1:45; Jn 6:42.) También se le llamó hijo de Helí (Lu 3:23), su suegro. El justo José, siempre obediente a la dirección divina, se apegó a la ley mosaica y acató los decretos de César.
Como carpintero y residente en Nazaret, José no era un hombre de muchos recursos financieros. (Mt 13:55; Lu 2:4; compárese Lu 2:24 con Le 12:8.) Estaba prometido con la muchacha virgen María (Lu 1:26, 27), pero antes de que se desposaran, ella se quedó encinta por medio del espíritu santo. Puesto que no quería hacer de ella un espectáculo público, José tenía la intención de divorciarse en secreto. Sin embargo, tras recibir una explicación del ángel de Jehová en un sueño, llevó a María a su hogar como su esposa legal. No obstante, se abstuvo de tener relaciones con ella hasta después del nacimiento de aquel hijo engendrado milagrosamente. (Mt 1:18-21, 24, 25.)
En obediencia al decreto de César Augusto de que la población se registrara en sus propias ciudades, José, descendiente del rey David, se desplazó con María hasta Belén de Judea, en donde María dio a luz a Jesús en un establo, ya que no había disponible otro alojamiento. Aquella noche, ciertos pastores a quienes un ángel había informado del nacimiento, fueron a ver al niño recién nacido. Unos cuarenta días después, como requería la ley mosaica, José y María presentaron a Jesús en el templo de Jerusalén junto con una ofrenda. Tanto José como María se admiraron cuando oyeron las palabras proféticas del anciano Simeón en cuanto a las grandes cosas que haría Jesús. (Lu 2:1-33; compárese con Le 12:2-4, 6-8.)
Parece que después de algún tiempo, mientras residían en una casa de Belén, unos astrólogos orientales visitaron a María y su hijito (aunque podría parecer que Lucas 2:39 indica que José y María volvieron a Nazaret justo después de presentar a Jesús en el templo, debe tenerse en cuenta que este texto forma parte de un relato muy condensado). La intervención divina impidió que su visita resultase en la muerte de Jesús. Al ser advertido en un sueño de que Herodes intentaba hallar al niño para destruirlo, José prestó atención a las instrucciones divinas de huir con su familia a Egipto. (Mt 2:1-15.)
Tras el fallecimiento de Herodes, el ángel de Jehová se le volvió a aparecer a José en un sueño y le dijo: “Levántate, toma al niñito y a su madre, y ponte en camino a la tierra de Israel”. Sin embargo, al oír que Arquelao, el hijo de Herodes, gobernaba en lugar de su padre, tuvo miedo de regresar a Judea, y “habiéndosele dado advertencia divina en un sueño, se retiró al territorio de Galilea, y vino y moró en una ciudad de nombre Nazaret”. (Mt 2:19-23.)
José llevaba a su familia a la celebración de la Pascua en Jerusalén todos los años. En cierta ocasión, regresaban a Nazaret cuando, después de viajar la distancia correspondiente a un día desde Jerusalén, se dieron cuenta de que su hijo Jesús, de doce años, no estaba con ellos. Lo buscaron angustiados y por fin lo hallaron en el templo de Jerusalén escuchando e interrogando a los maestros. (Lu 2:41-50.)
El registro bíblico no menciona el grado de enseñanza que José le dio a Jesús. No obstante, no hay duda de que contribuyó a que Jesús progresara en sabiduría. (Lu 2:51, 52.) También le enseñó el oficio de carpintero, pues a Jesús se le conoció como “el hijo del carpintero” (Mt 13:55) y también como el “carpintero”. (Mr 6:3.)
Las Escrituras no mencionan de modo específico la muerte de José, pero parece que murió antes que Jesús. Si hubiera vivido después de la Pascua de 33 E.C., no es probable que Jesús, mientras estaba fijado en el madero, confiara el cuidado de María al apóstol Juan. (Jn 19:26, 27.)
9. José,
Medio hermano de Jesucristo. (Mt 13:55; Mr 6:3.) Al igual que sus demás hermanos, al principio no ejerció fe en Jesús. (Jn 7:5.) Sin embargo, después, los medio hermanos de Jesús, seguramente entre ellos José, se hicieron creyentes. El registro dice que estaban con los apóstoles y otros discípulos después de la ascensión de Jesús al cielo; de modo que es muy posible que se contaran entre los aproximadamente 120 discípulos reunidos en un aposento superior en Jerusalén cuando se escogió por suertes a Matías para reemplazar al infiel Judas Iscariote. Parece ser que este mismo grupo de unos 120 recibió el espíritu de Dios en el día del Pentecostés de 33 E.C. (Hch 1:9–2:4.)
★Qué podemos aprender de la familia humana de Jesús - (15-12-2003-Pg.4-Fotos)
10. José de Arimatea, Hombre rico de la ciudad de Arimatea (Judea) y miembro respetado del Sanedrín judío. Aunque era un varón bueno y justo que esperaba el reino de Dios, no se identificó abiertamente como discípulo de Jesucristo debido a que temía a los judíos incrédulos. Sin embargo, no votó en favor de la acción injusta del Sanedrín contra Cristo Jesús. Más tarde, mostró valor al pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús, y junto con Nicodemo lo preparó para el entierro y luego lo puso en una tumba nueva labrada en la roca. Esta tumba era de su propiedad y estaba situada en un jardín cercano al lugar donde se fijó a Jesús en el madero.
El hecho de que cada evangelista incluyera detalles distintos sobre José prueba que escribieron sus relatos de forma independiente. Mateo, recaudador de impuestos, destacó que José era “un hombre rico”. Marcos, quien escribió pensando en los romanos, menciona que era un “miembro estimable del Consejo” que también esperaba el Reino de Dios. Lucas, que era un médico compasivo, menciona que José era un “varón bueno y justo” que no apoyó el complot del Consejo contra Jesús. Y Juan es el único que dice que “era discípulo de Jesús, pero secreto por su temor a los judíos” (Mt 27:57-60; Mr 15:43-46; Lu 23:50-53; Jn 19:38-42.)
11. José, (Barsabás, Justo 1, Judas 7) Discípulo a quien se propuso junto con Matías como candidato al puesto de superintendencia que dejó vacante el infiel Judas Iscariote. José, llamado también Barsabás (quizás un patronímico o simplemente un nombre adicional) y a quien se dio el sobrenombre de Justo, fue testigo de la obra, milagros y resurrección± de Jesucristo. Sin embargo, fue Matías, no José, el escogido por suertes para reemplazar a Judas Iscariote antes del Pentecostés del año 33 E.C. y fue él quien llegó a ser “contado junto con los once apóstoles”. (Hch 1:15–2:1.)
12. José - (Bernabé) Levita de sobrenombre Bernabé y oriundo de Chipre. (Hch 4:36, 37.) Fue compañero íntimo del apóstol Pablo.
Probablemente, nombre personal de Bartolomé, por lo tanto, uno de los doce apóstoles de Jesús. Bartolomé, que significa “Hijo de Tolmai”, era un patronímico (es decir, un nombre derivado de su padre). El apóstol Juan emplea el nombre personal Natanael, mientras que Mateo, Marcos y Lucas le llaman Bartolomé. Estos asocian el nombre de Felipe con el de Bartolomé, del mismo modo que Juan relaciona a Felipe con Natanael. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:14; Jn 1:45, 46.) En aquellos tiempos no era raro que se conociera a una persona por más de un nombre. Por ejemplo, a “Simón, hijo de Juan”, también se le llegó a conocer como Cefas y como Pedro. (Jn 1:42.) No debería extrañar que a Natanael se le llamara Bartolomé, “Hijo de Tolmai”, pues había otra persona conocida simplemente como Bartimeo, que significa “Hijo de Timeo”. (Mr 10:46.) Los escritores cristianos de los siglos siguientes emplearon indistintamente los nombres Natanael y Bartolomé.
Natanael era de Caná de Galilea. (Jn 21:2.) Se hizo seguidor de Jesús desde el mismo principio de su ministerio. Después de responder a la llamada de Jesús: “Sé mi seguidor”, Felipe buscó inmediatamente a su amigo Natanael y le invitó a ‘venir y ver’ al Mesías. Natanael preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”, aunque luego aceptó la invitación. Cuando Jesús lo vio acercarse, observó: “Mira, un israelita de seguro, en quien no hay engaño”. Natanael debió ser un hombre excepcional para que Jesús se expresara de este modo. Esta declaración y el que Jesús le dijera que lo había visto bajo una higuera antes de que Felipe lo llamara, impulsaron a Natanael a confesar que Jesús era verdaderamente “el Hijo de Dios, [...] el Rey de Israel”. Jesús le aseguró que vería “cosas mayores que estas”. (Jn 1:43-51.)
Como era uno de los doce, Natanael mantuvo una constante relación con Jesús durante su ministerio, y se le preparó para el servicio que desempeñaría en el futuro. (Mt 11:1; Mt 19:25-28; Mt 20:17-19, 24-28; Mr 4:10; Mr 11:11; Jn 6:48-67.) Después de la muerte y resurrección± de Jesús, Natanael y otros apóstoles volvieron al negocio de la pesca. Cierta mañana, mientras se acercaban a la orilla en su barca, Jesús los llamó. A diferencia de Pedro, Natanael permaneció en la barca hasta que llegó a la orilla, y posteriormente, mientras desayunaba con todos, pudo escuchar la significativa conversación entre Jesús y Pedro. (Jn 21:1-23.) También estuvo con los demás apóstoles cuando se reunieron para orar y en el día de Pentecostés. (Hch 1:13, 14; Hch 2:42.)
1. Nicolás, Uno de los siete hombres recomendado distribuidores de alimento.
1. Nicolás, Uno de los siete hombres cualificados que la congregación recomendó a los apóstoles para que los nombrasen distribuidores de alimento, de modo que se garantizara que se trataría con equidad a todos los miembros de la congregación primitiva de Jerusalén después del Pentecostés de 33 E.C. Nicolás es el único de los siete al que se llama “prosélito de Antioquía (Siria)”, lo que indica que tal vez haya sido el único no judío del grupo, pues los nombres griegos de los demás eran comunes incluso entre los judíos naturales. (Hch 6:1-6.) No parece tener nada que ver con el Nicolas no identificado en la Biblia que dio nombre a esa secta impía.
2. Nicolás - (Nicolaítas) "[Los nicolaítas]. Del griego [nikan], 'conquistar' y 'laos' 'el pueblo' o "destructor o corruptor del pueblo". Gr.: di·da·kjén Ni·ko·la·i·tón; lat.: doc·trí·nam Ni·co- la·i·tá·rum. La “secta de Nicolás” (o nicolaítas). A esta secta se la condena en dos de las siete cartas a las congregaciones que aparecen en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis. Se encomió al “ángel” de la congregación de Éfeso por odiar “los hechos de la secta de Nicolás”, hechos que el propio Jesucristo también odia. (Apo 2:1, 6.) En la congregación de Pérgamo, sin embargo, había algunos que tenían “firmemente asida la enseñanza de la secta de Nicolás”, y se les instó a que se volviesen y se arrepintiesen. (Apo 2:12, 15, 16.)
Aparte de lo que está escrito en Apocalipsis acerca de la secta de Nicolás, no se sabe nada más sobre ella, sus prácticas y enseñanzas, las cuales se condenan; tampoco se conoce su origen y desarrollo. El adverbio de modo “así”, empleado inmediatamente después de la referencia al comportamiento inmoral y a la idolatría de los israelitas que fueron tras la “enseñanza de Balaam” (Apo 2:14, 15), bien pudiera indicar alguna similitud entre esta y la de la secta de Nicolás, pero en Apocalipsis se hace una distinción entre ambas. No existe base alguna para relacionar —como hicieron algunos autores de la iglesia primitiva— la secta de Nicolás con el cristiano de Antioquía (Siria) del mismo nombre (núm. 1), solo porque este sea el único Nicolás mencionado en la Biblia. Tampoco es riguroso decir que un grupo apóstata tomó su nombre con el fin de revestir de autoridad su proceder impropio. Lo más probable es que Nicolás haya sido un personaje no identificado en la Biblia que dio nombre a esa secta impía.
Hijo de Lamec y décimo hombre en la línea desde Adán por medio de Set. Nació en el año 2970 a.E.C.-2020 a.E.C., ciento veintiséis años después de la muerte de Adán. Cuando Lamec dio a su hijo el nombre de Noé, dijo: “Este nos traerá consuelo aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido”. (Gé 5:28-31.)
Exento de falta entre sus contemporáneos. El mundo en el que vivía Noé había degenerado. En aquellos días, ciertos ángeles habían abandonado su propio y debido lugar de habitación y se habían casado con las hijas de los hombres, de modo que habían engendrado una raza de “hombres de fama” que recrudecieron la violencia que llenaba la tierra (Gé 6:1-4; Jud 6), hasta “que toda inclinación de los pensamientos del corazón [del hombre] era solamente mala todo el tiempo” y la tierra estuvo “arruinada, porque toda carne había arruinado su camino sobre la tierra”. (Gé 6:5, 11, 12.) No obstante, Noé evitó la corrupción, de suerte que la Palabra de Dios dice que era un “hombre justo” que “resultó exento de falta entre sus contemporáneos“ y “andaba con el Dios verdadero”. (Gé 6:8, 9.) De él se podía decir con toda propiedad que estaba “exento de falta”, pues a diferencia de aquel mundo impío, satisfizo plenamente lo que Dios requirió de él. (Compárese con Gé 6:22; véase PERFECCIÓN.)
Jehová manifiesta su propósito de destruir aquel mundo. Jehová marcó un límite de tiempo para la existencia de aquel mundo impío, diciendo: “Ciertamente no obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años”. (Gé 6:3.) Esas palabras constituían un decreto judicial divino. Unos veinte años después nació el hijo primogénito de Noé (probablemente Jafet, 2470 a. E.C.), y el registro muestra que otro hijo, Sem, nació dos años más tarde. No se dice, sin embargo, cuándo nació Cam, pero los tres hijos habían crecido y se habían casado cuando Noé recibió las instrucciones divinas para construir un arca. Por consiguiente, es probable que solo faltasen cuarenta o cincuenta años para que llegase el diluvio. (Gé 6:13-18.) Introducido en un pacto con Jehová (Gé 6:18) y ayudado por su familia, Noé emprendió el trabajo de constructor y “predicador de justicia”, y advirtió a aquella generación inicua de la inminente destrucción. Aunque Noé ya tenía mas de 500 años para ese entonces, era un hombre de principios piadosos. Aunque el relato bíblico dice que Dios le mandó específicamente construir un arca, no leemos que le mandara predicar a sus coetáneos. De todos modos, a Noé se le llama “predicador de justicia”, tal vez por cuarenta o cincuenta años, o más (2 Pedro 2:5.) Aunque es probable que Dios le indicara a Noé que debía predicar, sin duda su sentido de los principios y su amor al prójimo lo indujeron a hacerlo.
Conservación de la vida a través del Diluvio. La gente no creía que Dios fuera a destruir aquel mundo inicuo. De modo que fue debido a su fe fuerte por lo que Noé hizo “conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así”. (Gé 6:22.) Por su fe inquebrantable en Jehová, el escritor cristiano de la carta a los Hebreos lo incluyó entre aquellos que formaban parte de la “tan grande nube de testigos”. Pablo dijo: “Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa; y por esta fe condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según fe”. (Heb 11:7; Gé 12:1.)
Siete días antes de que las aguas del Diluvio empezasen a caer, Jehová le dio instrucciones a Noé para que introdujese a los animales en el arca. El séptimo día de esa semana, “entró Noé, y con él sus hijos, y su esposa, y las esposas de sus hijos, en el arca antes de que empezaran las aguas del diluvio. [...] Después Jehová cerró tras él la puerta”. En ese mismo día “llegó el diluvio y los destruyó a todos”. (Gé 7:1-16; Lu 17:27.)
Por medio de los ocupantes del arca se mantuvo la continuidad de la vida humana y animal. Asimismo, también sobrevivió la adoración verdadera, y por medio de Noé y de su familia, Dios conservó la historia de la creación —junto con una cronología que se remonta hasta la creación del hombre— y el lenguaje original (llamado posteriormente hebreo). Noé hizo un registro exacto de los acontecimientos importantes acaecidos durante su estancia en el arca. (Gé 7:11, 12, 24; 8:2-6, 10, 12-14.)
Las bendiciones postdiluvianas y el pacto del arco iris. Después de pasar aproximadamente un año en el arca, Noé y su familia salieron a una tierra que había sido limpiada. El arca se había posado en las montañas de la cordillera del Ararat. Debido al aprecio que sentía por la bondad amorosa de Jehová, su misericordia y mano protectora, Noé construyó un altar y ofreció “algunas de todas las bestias limpias y de todas las criaturas voladoras limpias” como sacrificio a Jehová. Dios quedó complacido por esta acción y le reveló a Noé que la tierra nunca más volvería a estar maldita, que no volvería a asestar un golpe a todo de la manera como lo había hecho y que siempre habría “siembra y cosecha, y frío y calor, y verano e invierno, y día y noche”. (Gé 8:18-22.)
Jehová bendijo a los supervivientes del Diluvio y les mandó: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra”. Luego dio nuevos decretos para su bienestar: 1) les permitió añadir la carne de los animales a su dieta; 2) puesto que el alma está en la sangre, esta no tenía que comerse, y 3) se instituyó la pena capital regulada por la autoridad debidamente constituida. Esas leyes tenían que ser obligatorias para toda la humanidad, pues esta desciende de los tres hijos de Noé. (Gé 1:28; 9:1-7; 10:32.)
Después de emitir esos decretos, Jehová procedió a decir: “Y en cuanto a mí, aquí estoy estableciendo mi pacto con ustedes y con su prole después de ustedes, y con toda alma viviente que está con ustedes, entre aves, entre bestias y entre todas las criaturas vivientes de la tierra con ustedes, [...]. Sí, de veras establezco mi pacto con ustedes: Nunca más será cortada de la vida toda carne por aguas de un diluvio, y nunca más ocurrirá un diluvio para arruinar la tierra”. El arco iris permanece hasta este día como “señal” o recordatorio de este pacto. (Gé 9:8-17; Isa 54:9.)
La embriaguez de Noé. Noé vivió trescientos cincuenta años después del Diluvio. El relato informa de manera franca y honrada: “Ahora bien, Noé comenzó a trabajar de labrador y procedió a plantar una viña. Y empezó a beber del vino y se embriagó, y así se desarropó en medio de su tienda”. (Gé 9:20, 21.) Este relato no indica que Noé fuese un borracho. La Biblia lo incluye para una mejor comprensión del suceso que siguió, un suceso que, por otra parte, tuvo un profundo efecto en la historia mundial. Antes del Diluvio, Noé no participó en el ‘beber’ de aquella sociedad inicua, ‘beber’ que debió llegar a extremos de borracheras estrepitosas. Estas cosas embotaron sus facultades mentales y sin duda contribuyeron a que pasasen por alto la advertencia de Dios, no haciendo caso “hasta que vino el diluvio y los barrió a todos”. (Mt 24:38, 39; Lu 17:27.)
Mientras Noé estaba dormido en su tienda, Cam y tal vez también su hijo Canaán estuvieron implicados en alguna clase de falta de respeto a Noé. El relato bíblico dice: “Por fin Noé despertó de su vino y llegó a saber lo que le había hecho su hijo menor”. Por lo general se ha entendido que el “hijo menor” al que se refiere este pasaje era Cam. Sin embargo, esta expresión a veces también se usa en la Biblia con referencia a un nieto, en este caso, Canaán. En cualquier caso, Cam, el padre de Canaán, en lugar de cubrir inmediatamente la desnudez de Noé, como luego hicieron sus hermanos, fue a comentarlo con ellos. Cuando Noé se enteró de lo ocurrido, maldijo a Canaán y bendijo a Jehová el Dios de Sem. (Gé 9:20-27.)
★Borrachera - [¿Por qué dice la Biblia que Noé y Lot se embriagaron?]
Rebelión de Nemrod. Noé fue el primer patriarca de la sociedad postdiluviana. (Gé 10:1-32.) Sin embargo, durante su vida la religión falsa resurgió, entonces entre aquellos que estaban bajo el liderazgo de Nemrod, como puede verse en su intento rebelde de edificar “una torre con su cúspide en los cielos” por temor a ser dispersados “por toda la superficie de la tierra”. Esta acción contravenía el mandato de Dios de ‘llenar la tierra’ y también era una rebelión contra la posición de Noé como profeta de Dios. Noé murió aproximadamente dos años antes del nacimiento de Abrahán. Por lo tanto, llegó a ver el juicio de Jehová contra los edificadores de la Torre de Babel, así como la dispersión de esos rebeldes sobre la superficie de la Tierra. Como ni Noé ni Sem participaron en la construcción de la torre, su idioma no fue confundido, sino que continuaron hablando el lenguaje original del hombre, aquel que Dios le había dado a Adán. (Gé 9:1, 28, 29; 11:1-9.)
Un modelo profético Los profetas Isaías y Ezequiel, Jesucristo y los apóstoles Pedro y Pablo hablaron acerca de Noé, el siervo de Dios. Tanto Jesús como Pedro muestran que los días de Noé sirvieron de modelo profético de “la presencia del Hijo del hombre” y de un futuro “día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos”. Al conservar con vida a Noé y a su familia cuando destruyó aquel mundo inicuo, Jehová ‘ponía para personas impías un modelo de cosas venideras’. (2Pe 3:5-7; 2Pe 2:5, 6; Isa 54:9; Eze 14:14, 20; Mt 24:37-39; Heb 11:7; 1Pe 3:20, 21.)
¿Cómo en los días de Noé?
Entre los paralelos que encontramos en nuestros días y los días de Noé, están principalmente el hecho de que los demonios están en la Tierra, operando con plena libertad e interviniendo en la vida cotidiana de los humanos. En los días de Noé muchos de estos se materializaron con cuerpos humanos y tomaron esposas humanas con las que procrearon una raza híbrida llamada “Nefilim” (Ge 6:4) Nos podemos imaginar un poco lo que esos malvados ángeles caídos aportaron a sus familias aquí en la Tierra, pues son criaturas espirituales con miles, quizás millones de años de experiencia, el Capitulo 8 del libro apócrifo de Enoc dice: "Todos los ángeles caídos comenzaron a revelar secretos a sus esposas". Lamentablemente en su condición pervertida y desertora no sería nada bueno para los humanos. Tal fue la perversión y maldad, que Jehová se propuso intervenir, por la velocidad del deterioro con la que se aceleraba la destrucción. Y como Jehová tiene su día, el cual nadie puede acelerar ni frenar, Él se propuso frenar los acontecimientos en la Tierra poniendo fin a aquella malvada sociedad (2Pe 2:4-5.) Hoy día, tenemos las mismas condiciones, los hechos muestran que desde 1914 E.C. los demonios han sido echados a la tierra junto con su cabecilla, Satanás (Sl 110:1; Apo 12:7-12) Cuando entendemos eso, podemos comprender porque una humanidad que usaba el carro y el caballo y que no conocía la luz eléctrica hasta hace unos 100 años, de pronto, se superan en conocimiento tal, que llegamos a volar, si, incluso a la Luna y que tenemos aparatos que hace menos de un siglo se considerarían milagrosos. ¿No es cierto que la sabiduría debería proporcionarnos a todos, condiciones más dignas y agradables de vida? y ¿Hacer de nuestra Tierra un lugar cada vez más pacífico y seguro? ¿Cómo es entonces que cada día nos acercamos más a un suicidio mundial? ¿Será que alguien nos está usando para su propósito, como quien usa las piezas de un ajedrez? (Jn 8:44; Apo 16:14-16) Lamentablemente los mejores científicos y el mayor capital se están usando para propósitos bélicos, no cabe duda de quien es muy posible que venga gran parte de ese conocimiento, que por su estado de emergencia y situación desesperada ante la inminente guerra de las guerras, se haya visto obligado a compartir con los humanos para nuevamente interferir en los planes de Jehová, pues sabe que tiene los días contados. (Hab 2:3; Mt 24:37-39; Lu 21:25-28.) ★Han Creado la Computadora más Potente del Mundo, ¿para qué?
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1. Simón Isacariote, padre del Judas que traicionó a Jesús. (Jn 6:71; 13:2, 26.)
2. Simón,
Otro nombre del apóstol Pedro. (Mr 3:16.)
★Nota de estudio de Mt 10:2
★Notas de Hechos 15:14
3. Simón - (El “cananita”, zelote o celoso, el Entusiasta) Apóstol de Jesucristo, al que se distingue de Simón Pedro mediante el término “cananita”. (Mt 10:4; Mr 3:18.) Aunque es posible que se le aplicara el adjetivo ze·lo·tes debido a que en un tiempo hubiese pertenecido a los celotes, un partido judío opuesto a los romanos, también puede ser que tuviera el sentido de “celoso” o “fervoroso” en sentido religioso. (Lu 6:15; Hch 1:13.)
★El Cananita
(del arameo, significa: “Fervoroso; Entusiasta”).Designación que distinguía al apóstol Simón del apóstol Simón Pedro. (Mt 10:4; Mr 3:18.) Se considera que el término “Cananita” es de origen hebreo o arameo y que corresponde a la palabra griega zë-lö-tés (de la que viene la voz española “celote”), que significa “‘celoso’; fervoroso; entusiasta”. Lucas se refirió a este Simón usando la palabra griega zēlōtḗs, que también significa ‘celoso’ o ‘entusiasta’ (Lu 6:15; Hch 1:13). Aunque es posible que Simón en algún momento perteneciera a los zelotes, un partido judío que se oponía a los romanos, también es posible que recibiera este nombre por su celo y entusiasmo.
★El celoso
O: “Celote; Entusiasta”. Gr.: Ze·lo·tén.Sobrenombre que distingue al apóstol Simón del apóstol Simón Pedro y que parece tener un significado similar a la expresión “cananita”, usada por Mateo y Marcos. (Mt 10:4; Mr 3:18; Lu 6:15; Hch 1:13.)
4. Simón,
Medio hermano de Jesús junto con Santiago, José y Judas, más joven que él. (Mt 13:55; Mr 6:3.) Aunque aún no era creyente antes de la fiesta de los tabernáculos del año 32 E.C. (Jn 7:2-8), puede que se hiciese discípulo más tarde. Los medio hermanos de Jesús estuvieron entre los 120 discípulos reunidos en Jerusalén durante el tiempo del Pentecostés de 33 E.C., si bien no se especifica si él estuvo presente. (Hch 1:14, 15.)
★Qué podemos aprender de la familia humana de Jesús - (15-12-2003-Pg.4-Fotos)
5. Simón, fariseo que tuvo a Jesús comiendo en su casa. En este lugar una pecadora mostró a Jesús gran bondad y respeto untándole los pies con aceite perfumado. (Lu 7:36-50.)
6. Simón, Habitante de Betania al que se llamaba “el leproso” (quizás sanado por Jesús), en cuya casa Cristo y sus discípulos, así como el resucitado Lázaro y sus hermanas Marta y María, tomaron una comida. En este lugar María derramó sobre Jesús aceite perfumado costoso. (Mt 26:6-13; Mr 14:3-9; Jn 12:2-8.)
7. Simón, Natural de Cirene y padre de Alejandro y Rufo. Se le obligó a ayudar a Jesús a llevar el madero de tormento cuando regresaba del campo. (Mt 27:32; Mr 15:21; Lu 23:26.)
Déjate ayudar
En Mateo 16:24 Jesús dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo.” Eso significa seguir sus pasos, el ejemplo que él nos puso, si meditamos en esos pasos que él marcó, cuando llevaba el madero, nos damos cuenta que fue la única ocasión en la que Jesús como hombre perfecto necesitó ayuda y tuvo que ser auxiliado por alguien imperfecto, un tal Simón de Cirene (Mt 27:31, 32) Es curioso que Jehová no le reprochara a su hijo y le dijera: “Vamos Jesús, que eres mi hijo, tienes que dar un buen ejemplo como modelo perfecto a seguir, venga que yo te doy las fuerzas“. No, sino que permitió que su hijo aceptara modestamente ayuda de personas a su alrededor. Seis días antes, María la hermana de Lázaro perfumó a Jesús con un aceite carísimo a pesar de protestas incluso de sus discípulos, Jesús aceptó esta ayuda de María que de seguro lo animó y preparó para su inminente muerte en sacrificio (Jn 12:1-8) Recordemos que en cierta ocasión, el gran profeta Elías mismo también se deprimió por la amenaza de una simple mujer y hasta Jehová cocinó para él y le sirvió la comida en su lecho (1Re 19:4-7). Esto nos deja una lección, el hecho de que nos decidamos a servir a Jehová no significa que seamos superiores y no necesitemos consejos o ayuda de otras personas, a veces, hasta personas no cristianas, pues todos tropezamos y tenemos derecho a cansarnos, incluso deprimirnos (Pr 27:10.) Es sabio y modesto de nuestra parte aceptar nuestras limitaciones y esa ayuda profesional o de hermanos que Jehová nos puede brindar para salir de paso y volver a encontrar ánimo y equilibrio en nuestro servicio sagrado. (Miq 6:8; Snt 5:14; Lu 5:31)
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8. Simón - (Simonía) Mago de la ciudad de Samaria que asombró tanto a la nación con sus artes mágicas que la gente decía de él: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande”. Fruto del ministerio de Felipe, Simón “se hizo creyente” y fue bautizado. Más tarde, cuando vio que los creyentes recibían el espíritu santo después que Pedro y Juan les imponían las manos, Simón ofreció impropiamente dinero para que se le otorgara la misma autoridad. Pedro lo reprendió con firmeza, diciéndole que su corazón no era recto a la vista de Dios e instándolo a arrepentirse y a orar por perdón. . Por lo visto, Simón no era un hombre malo; quería obrar bien, pero se dejó llevar por un error de juicio. Por eso, Simón pidió a estos apóstoles que rogaran intensamente a Jehová a favor de él. (Hch 8:9-24.)
Cuidado con la simonía (“Compra o venta deliberada de cosas espirituales, [...] prebendas y beneficios eclesiásticos”.) SIMÓN de Samaria, quien vivió en el siglo I E.C., gozaba de mucho prestigio en su comunidad. Las artes mágicas que practicaba cautivaban de tal modo a las personas que decían: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande” (Hechos 8:9-11). Sin embargo, después de bautizarse como cristiano, Simón observó un poder mucho mayor que el que él había tenido: el poder que se concedió a los apóstoles de Jesús y que les facultaba para otorgar a otras personas los dones milagrosos del espíritu santo. Simón quedó tan impresionado que les ofreció dinero a los apóstoles y les pidió: “Denme a mí también esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espíritu santo” (Hechos 8:13-19). El apóstol Pedro reprendió a Simón con estas palabras: “Perezca tu plata contigo, porque pensaste conseguir posesión de la dádiva gratuita de Dios mediante dinero. No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto a vista de Dios” (Hechos 8:20, 21). Este relato bíblico ha dado origen a la palabra simonía, que se ha definido como “negocio ilícito y pecaminoso de gracias espirituales y cargos religiosos”. La New Catholic Encyclopedia admite que, sobre todo entre los siglos IX y XI, “la simonía invadió los monasterios, el bajo clero, el episcopado y hasta el papado”. La novena edición de The Encyclopædia Britannica (1878) señala: “Quien estudia la historia de los cónclaves papales se convence de que ninguna de las elecciones realizadas ha estado libre de simonía, y de que, en muchos casos, en los cónclaves se ha visto la más flagrante, desvergonzada y abierta”. Los cristianos verdaderos de la actualidad deben tener cuidado con la simonía. Por ejemplo, algunos pudieran colmar de alabanzas o de costosos regalos a los que tienen la potestad de conseguirles mayores privilegios, quienes, a su vez, podrían mostrar favoritismo a aquellos que pueden, y muchas veces desean con ansia, llenarlos de regalos. En ambos casos se manifiesta simonía, un modo de actuar que las Escrituras condenan sin ambages. “Arrepiéntete, por lo tanto, de esta maldad tuya —exhortó Pedro a Simón—, y ruega intensamente a Jehová que, si es posible, se te perdone el proyecto de tu corazón [“lo que planeaste”, Zanuso]; porque veo que eres hiel venenosa y lazo de injusticia.” (Hechos 8:22, 23.)
Afortunadamente, Simón comprendió la gravedad de su deseo incorrecto e imploró a los apóstoles: “Rueguen ustedes intensamente a Jehová por mí para que no me sobrevenga ninguna de las cosas que han dicho” (Hechos 8:24). Los cristianos verdaderos hacen caso de la importante lección que contiene este relato y evitan cuidadosamente contaminarse con la simonía.
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9. Simón, El Curtidor de Jope en cuya casa junto al mar se hospedó el apóstol Pedro por unos cuantos días en 36 E.C. (Hch 9:43; 10:6, 17, 32.)
Los curtidores trataban las pieles de los animales con una solución de cal para quitarles el pelo y los restos de carne y grasa. Después, para fabricar artículos de cuero, trataban las pieles con un potente líquido hecho de plantas. Este proceso producía malos olores y requería mucha agua, lo que quizás explique por qué Simón vivía junto al mar, probablemente a las afueras de Jope. Según la Ley mosaica, quienes trabajaban con cadáveres de animales eran ceremonialmente inmundos (Le 5:2; 11:39). Por eso, muchos judíos los menospreciaban y no se habrían alojado en la casa de un curtidor. De hecho, el Talmud consideraba que este oficio era peor que trabajar recogiendo excremento. Sin embargo, el prejuicio no le impidió a Pedro quedarse en la casa de Simón. Demostró tener una mente abierta, y eso lo preparó para su siguiente asignación: ir a la casa de un gentil. Algunos expertos opinan que la palabra griega para “curtidor” (byrseús) era un sobrenombre de Simón.
1. Symeón,
Forma del nombre de Simón (Pedro) que Santiago usó en una ocasión en el concilio de Jerusalén. (Hch 15:14.)
★Nota de estudio de Mt 10:2
★Notas de Hechos 15:14
2. Symeón - (Niger) Uno de los profetas y maestros de la congregación de Antioquía (Siria) que impusieron las manos sobre Bernabé y Pablo después de que el espíritu santo los comisionó para la obra misional. Tenía el sobrenombre latino de Niger (del lat., significa: “Oscuro; Negro”). (Hch 13:1-3.)
Contendiente por el trono del reino de diez tribus de Israel después de la gobernación que por espacio de siete días ejerció Zimrí, el quinto rey de Israel, en 951 a. E.C. El pueblo estaba dividido en cuanto a quién debería ser rey: Tibní u Omrí. Cuatro años más tarde, cuando probablemente estaba en pleno furor la guerra civil, la cuestión se zanjó finalmente; Tibní, que nunca practicó la religión verdadera, perdió ante los apoyadores de Omrí y encontró la muerte. Era hijo de Guinat. (1Re 16:15, 21-23.)
Rey de Madián cuyos ejércitos y aliados oprimieron a Israel durante siete años, hasta que se nombró juez a Gedeón. (Jue 6:1.) La pequeña partida de Gedeón puso en fuga a los invasores, y, mientras perseguían a las tropas en retirada, capturaron y dieron muerte a los reyes Zébah y Zalmuná. (Jue 6:33; 8:4-21; Sl 83:11, 12.)
Rey de Madián que oprimió a Israel. Zébah y Zalmuná probablemente gobernaron durante los siete años que Madián realizó incursiones en el territorio de Israel, arruinando las cosechas y sembrando la miseria. (Jue 6:1-6.) También asesinaron a algunos miembros de la casa de Gedeón, aunque no se indica cuándo. (Jue 8:18, 19.)
Cuando Gedeón venció a su ejército de 135.000 hombres, Zébah, Zalmuná y 15.000 soldados lograron escapar, pese a la intensa persecución, hacia la lejana Qarqor; pero, una vez allí, volvieron a ser derrotados y, finalmente, capturados. Mientras Gedeón los llevaba como cautivos humillados por lo menos hasta Sucot, puede que se les hiciera recordar sus palabras soberbias (o al menos, el espíritu) conservadas en el salmo: “Tomemos posesión de los lugares de habitación de Dios para nosotros”. (Sl 83:11, 12.) Después de hacerles confesar que habían dado muerte a sus hermanos, Gedeón mismo ejecutó a aquellos reyes madianitas. (Jue 8:4-21.)