1. Alfeo, Padre del apóstol Mateo Leví, el recaudador de impuestos.
1. Alfeo, Padre del apóstol Mateo Leví, el recaudador de impuestos. (Mt 9:9; Mr 2:14.)
2. Alfeo - (Clopas) Padre de Santiago el Menos, el apóstol mencionado en noveno lugar entre los doce. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:15; Hch 1:13.) La tradición parece respaldar la opinión generalizada entre muchos eruditos de que Alfeo era la misma persona que Clopas (Jn 19:25), lo que además significaría que era el esposo de “la otra María”. (Mt 27:56; 28:1; Mr 15:40; 16:1; Lu 24:10.) Esta doble designación pudo deberse o bien a una variación en la pronunciación de la palabra de la que se originaba el nombre o a que esta persona tuviese dos nombres, hecho bastante común en aquel tiempo.
Quirinio, gobernador romano de Siria, nombró sumo sacerdote a Anás alrededor del año 6 ó 7 E.C., y sirvió como tal hasta aproximadamente el año 15 E.C. (Lu 2:2), así que era sumo sacerdote cuando Jesús, a la edad de doce años, asombró a los maestros rabínicos en el templo. (Lu 2:42-49.) Sin embargo, el procurador Valerio Grato lo destituyó del puesto de sumo sacerdote porque, según ciertas acusaciones, se extralimitaba en el desempeño de las funciones que los romanos le habían asignado. Aunque no volvió a ser sumo sacerdote oficial, hay muchas pruebas de que siguió ejerciendo gran poder e influencia como sumo sacerdote emérito y su voz era prioritaria en la jerarquía judía. Cinco de sus hijos, así como su yerno Caifás, fueron a su vez sumos sacerdotes. Debido a su prominencia, a Anás se le designa en las Escrituras con merecimiento como uno de los principales sacerdotes. (Mt 26:3; Lu 3:2.) Cuando Jesús fue detenido, lo llevaron en primer lugar a Anás para que lo interrogara y después a Caifás para que se le juzgara. (Jn 18:13.) El nombre de Anás encabezaba la lista de los máximos oponentes de los apóstoles de Jesucristo. (Hch 4:6.)
La acaudalada y poderosa casa levita de Anás tenía en la venta de animales para sacrificios dentro de los terrenos del templo una de sus principales fuentes de ingresos, razón suficiente para procurar matar a Jesús, quien limpió dos veces el templo, al que ellos habían convertido en una “cueva de salteadores”. (Jn 2:13-16; Mt 21:12, 13; Mr 11:15-17; Lu 19:45, 46.) Es probable que otra razón por la que Anás odiaba tanto a Jesús y a sus apóstoles fuera la enseñanza de Jesús sobre la resurrección, la misma resurrección de Lázaro como prueba viviente de esta doctrina y la predicación y enseñanza que de ella siguieron haciendo los apóstoles, pues si Anás era en efecto un saduceo, no creía en la resurrección. (Hch 23:8; compárese con Hch 5:17.)
Hijo que Herodes el Grande tuvo con Maltace, su cuarta esposa. Llegó a ser rey de Judea durante la estancia de José, María y Jesús en Egipto. Cuando José regresó, se estableció con su familia más al N., en Nazaret de Galilea, fuera de la jurisdicción de Arquelao, para no tener que vivir bajo su gobierno tiránico. (Mt 2:22, 23.)
Herodes el Grande le legó a su hijo Arquelao la gobernación de Judea, Samaria e Idumea, una parte del reino equivalente al doble de la que dio a cada uno de sus otros dos hijos, y en la que estaban las importantes ciudades de Jerusalén, Samaria, Jope y Cesarea. Ejerció sus funciones desde el año 4 a.C. hasta el año 6 d.C. Cuando fue depuesto, su territorio pasó a manos de procuradores que se sucedían unos a otros. Poncio Pilato, el que ordenó la muerte de Cristo, fue uno de ellos. Gobernó del año 26 al 36 de nuestra era. Después de la muerte de Herodes, Arquelao intentó afianzar más su gobernación y con ese fin visitó personalmente a Augusto en Roma. Aunque hubo quienes se opusieron, entre ellos su propio hermano y una delegación de judíos, a Arquelao se le permitió retener su poder, pero Augusto no le nombró rey, sino “etnarca”, príncipe tributario de mayor rango que un tetrarca. No obstante, Mateo no se equivoca al decir que “reinaba”, porque el ejército lo había proclamado rey con anterioridad. (Antigüedades Judías, libro XVII, cap. VIII, sec. 2.)
Herodes el Grande hizo un testamento, el cual cambió repetidas veces. Así fue que al morir su padre, Herodes Antipas, hijo a través de Maltace, llegó a ser tetrarca de Galilea y Perea; Arquelao, otro hijo de la misma mujer, fue hecho etnarca de Judea, Samaria e Idumea; y Felipe, hijo de Herodes y de Cleopatra de Jerusalén (no confundirla con la mucho más famosa Cleopatra de Egipto) llegó a ser tetrarca de los territorios del norte: Iturea, Traconitis, Gaulanitis, Auranitis y Batanea. Los títulos, rey, etnarca y tetrarca se mencionan en esta oración en orden descendente en cuanto a autoridad y prestigio.
Arquelao fue un gobernante cruel y muy impopular entre los judíos. En una ocasión, al sofocar un motín, ordenó la matanza despiadada de 3.000 judíos en el recinto del templo. Dos veces depuso al sumo sacerdote. Su divorcio y segundas nupcias también fueron contrarios a la ley judía. Finalmente, las quejas de los judíos y los samaritanos ante Augusto resultaron en una investigación que culminó con el destierro de Arquelao en el noveno o décimo año de su reinado. A partir de entonces, Judea llegó a estar bajo gobernadores romanos. (Véase Herodes núms. 1 y 2.)
Uno de los compañeros más allegados de Pablo, con quien viajó y estuvo en prisión. Era un macedonio de Tesalónica. (Hch 20:4; 27:2.) Se le menciona en el relato del tercer viaje evangelizador de Pablo: en el momento más crítico de la revuelta que se produjo en Éfeso, a Aristarco y Gayo los condujeron por la fuerza al teatro de la ciudad. (Hch 19:29.) Puede que haya sido ‘el hermano’ que ayudó a Pablo en la recaudación de la contribución que aportaron los hermanos de Macedonia y Grecia para los de Judea hacia el año 55 E.C.. (2Co 8:18-20.)
Aristarco acompañó a Pablo en su viaje a Roma, aunque no se sabe cómo consiguió embarcar; tal vez, en calidad de esclavo de Pablo. (Hch 27:2.) Mientras estuvo en Roma, ayudó y animó a Pablo y por algún tiempo fue su compañero de prisión. En las cartas del apóstol a los Colosenses (4:10) y a Filemón (23, 24), envía los saludos de Aristarco.
José Caifás era quien ocupaba el puesto de sumo sacerdote durante el ministerio terrestre de Jesús. (Lu 3:2.) Era yerno del sumo sacerdote Anás (Jn 18:13), y recibió su nombramiento del antecesor de Poncio Pilato, Valerio Grato, hacia el año 18 E.C., aunque hay quien afirma que no fue sino hasta el año 26 E.C. Ocupó ese cargo hasta alrededor del año 36 E.C., más tiempo que cualquiera de sus predecesores inmediatos, gracias a su sagaz diplomacia y cooperación con el gobierno romano. Caifás era saduceo (Hch 5:17) y buen amigo de Pilato.
Como cabecilla del complot contra Jesús, Caifás profetizó, aunque no de sí mismo, que Jesús moriría en breve por la nación, e hizo todo cuanto pudo para que esto fuera así. (Jn 11:49-53; 18:12-14.) En el juicio de Jesús delante del Sanedrín, rasgó sus prendas exteriores de vestir y dijo: “¡Ha blasfemado!”. (Mt 26:65.) Cuando Jesús compareció ante Pilato, Caifás probablemente fue uno de los que gritaron: “¡Al madero con él! ¡Al madero con él!” (Jn 19:6, 11); fue uno de los que pidieron que se soltase a Barrabás en vez de a Jesús (Mt 27:20, 21; Mr 15:11); estuvo entre los que gritaron: “No tenemos más rey que César” (Jn 19:15), y también fue uno de los que protestaron por la inscripción que se había puesto sobre el madero de tormento de Jesús: “El rey de los judíos”. (Jn 19:21.)
La muerte de Jesús no hizo que Caifás cesase de perseguir al incipiente cristianismo. Sin dilación se llevó a los apóstoles ante este líder religioso; se les ordenó con firmeza que dejaran de predicar, se les amenazó e incluso golpeó, pero en vano. “Todos los días en el templo, y de casa en casa, continuaban sin cesar” con su predicación a pesar de la posición de Caifás. (Hch 4:5-7; 5:17, 18, 21, 27, 28, 40, 42.) Pronto las manos de Caifás se volvieron a manchar de sangre, esta vez con la del justo Esteban, y más tarde facilitó a Saulo de Tarso cartas de presentación para que pudiera extender la campaña homicida contra los cristianos hasta Damasco. (Hch 7:1, 54-60; 9:1, 2.) Sin embargo, no mucho después, un funcionario romano llamado Vitelio destituyó a Caifás de su puesto.
1. Demetrio, Platero de la ciudad de Éfeso (Asia Menor) que agitó una chusma contra el apóstol Pablo y sus compañeros al final de la estancia de este en Éfeso —que duró entre dos y tres años (c. 53-55 E.C.)—, en el transcurso de su tercer viaje misional. Gracias a la bendición divina, la predicación de Pablo había tenido éxito, de forma que muchos habían abandonado las artes mágicas y quemado sus libros. Demetrio había levantado un próspero negocio haciendo templetes de plata de la diosa Ártemis, así que se alarmó ante el éxito de Pablo en hacer discípulos de Cristo y pensó que se verían mermados sus ingresos. Por ello agitó a los demás artesanos y a una muchedumbre, aduciendo que Pablo amenazaba la prosperidad del negocio y desacreditaba el templo de Ártemis, con lo que consiguió crear un estado de confusión en toda la ciudad.
Después de unas dos horas, el registrador de la ciudad logró aquietar a la muchedumbre e insistió en que si Demetrio y los demás artesanos tenían alguna acusación contra Pablo y sus compañeros, fuesen a los tribunales para que se le diese al caso un tratamiento legal; de otro modo, el gobierno romano podía ver aquella manifestación como intento de sedición. Oídas estas consideraciones, la muchedumbre dejó a Pablo y a sus compañeros en libertad y se marchó del teatro, escenario del triste incidente, poco después de lo cual Pablo se encaminó a Macedonia. (Hch 19:18, 19, 23-41; 20:1.)
2. Demetrio, Cristiano de quien habla favorablemente el apóstol Juan en una carta a Gayo, alrededor del año 98 E.C. Puede ser que Demetrio llevase la carta a Gayo. Tal vez Juan haya recomendado a Demetrio con el fin de estimular la hospitalidad de Gayo, pues al parecer era costumbre en las congregaciones suministrar alimento y alojamiento para los hermanos fieles que viajaban en favor de las buenas nuevas. (3Jn 1, 12.)
Sucesor de Senaquerib, rey de Asiria, y uno de sus hijos más jóvenes. En una de sus inscripciones, Esar-hadón confirma el relato bíblico de la muerte de su padre (Isa 37:37, 38), diciendo: “Una firme resolución ‘cayó sobre’ mis hermanos. Abandonaron a los dioses y se entregaron a sus acciones violentas, tramando el mal [...]. Para hacerse con el reinado, mataron a Senaquerib su padre”. (Ancient Records of Assyria and Babylonia, de D. Luckenbill, 1927, vol. 2, págs. 200, 201.)
Esar-hadón afirma que antes de la muerte de su padre a él ya se le había designado heredero forzoso. Por lo visto, ya había servido como virrey en Babilonia antes de llegar a ser rey de Asiria. Esar-hadón relata que después del asesinato de su padre, persiguió a los asesinos hasta Armenia (la “tierra de Ararat”, 2Re 19:37), donde los derrotó. Se cree que su reinado oficial duró doce años.
A comienzos de su reinado, Esar-hadón inició la restauración de Babilonia, que había sido destruida por Senaquerib. Restauró el templo de Esagila, y el propio Esar-hadón dijo de la ciudad: “Yo reedifiqué Babilonia, la amplié, la enaltecí y la engrandecí”. (Ancient Records of Assyria and Babylonia, vol. 2, pág. 244.)
Sus registros relatan acciones militares contra los gimirrai o cimerios, que, según se cree, eran descendientes de Gómer. (Compárese con Gé 10:2; Eze 38:6.) Asimismo, saqueó Sidón y erigió en un lugar cercano una nueva ciudad, a la que llamó Kar-Esarhaddon. En una de sus inscripciones menciona a unos veinte reyes vasallos, entre los que aparece Manasés, rey de Judá (Menasii rey de Iaúdi).
El registro de 2 Crónicas 33:10-13 muestra que “los jefes del ejército que pertenecía al rey de Asiria” capturaron a Manasés y lo condujeron a Babilonia. En el pasado hubo quienes pensaron que esta referencia a Babilonia era un error y que Manasés había sido llevado a Nínive. Sin embargo, según se ha visto, Esar-hadón, cuyas inscripciones muestran que fue contemporáneo de Manasés, había reconstruido Babilonia, y se dice que se había “interesado mucho menos que cualquier otro rey asirio en el embellecimiento de su capital, Nínive”. (The Interpreter’s Dictionary of the Bible, edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 2, pág. 125.) Si Manasés fue capturado durante el reinado de Esar-hadón, no sería incongruente que se le hubiera llevado a Babilonia, ciudad de cuya restauración Esar-hadón se jactó con tanto orgullo. No obstante, se puede señalar que Asurbanipal, hijo de Esar-hadón, también hace referencia a Manasés como rey tributario durante su reinado. (Véanse ASIRIA - [Esar-Hadón].)
Los “sesenta y cinco años”. Al tiempo de la reconstrucción del templo de Jerusalén, algunos de los habitantes no israelitas del país dijeron que “Esar-hadón el rey de Asiria” les había llevado a Samaria. (Esd 4:2.) Algunos creen que para entender el período de “sesenta y cinco años” mencionado en Isaías 7:8 con referencia a la desolación de Efraín (con su capital en Samaria), es muy importante el que haya continuado hasta el reinado de Esar-hadón la costumbre asiria de trasplantar habitantes a Samaria, y de allí a otros lugares. El tiempo que transcurrió entre el reinado de Tiglat-piléser III (que inició la deportación de los habitantes del reino norteño de Israel poco después de la profecía de Isaías) y el de Esar-hadón daría lugar para ese período de sesenta y cinco años hasta que Efraín ‘fuera hecho añicos’ completamente “de modo que no [fuera] pueblo”.
La conquista de Egipto. El logro militar más sobresaliente de Esar-hadón fue la conquista de Egipto, al derrotar al ejército egipcio comandado por el gobernante etíope Tirhaqá (llamado “rey de Etiopía” en 2 Reyes 19:9) y capturar la ciudad de Menfis. De este modo añadió a sus muchos títulos el de “Rey de los reyes de Egipto”.
Aunque Esar-hadón organizó Egipto en distritos y colocó a gobernadores asirios sobre los príncipes de estos distritos, en menos de dos años surgieron revueltas. El rey asirio emprendió una segunda campaña para aplastar la rebelión, pero murió en Harán, mientras iba en camino. Esar-hadón había dicho en sus inscripciones: “Soy poderoso, soy todopoderoso. Soy un héroe, soy gigantesco, soy colosal”. (Ancient Records of Assyria and Babylonia, vol. 2, pág. 226.) No obstante, tal como todos los demás humanos imperfectos, se demostró que no era más que un súbdito esclavo de otros reyes: el Pecado y la Muerte, quienes por fin lo reclamaron. (Compárese con Sl 146:3, 4; Ec 9:4; Ro 5:21.)
Esar-hadón había tomado medidas antes de su muerte para asegurar una sucesión al trono sin asperezas, proclamando a su hijo Asurbanipal príncipe heredero y nombrando a su otro hijo, Shamash-shum-ukin, rey de Babilonia. Así, a la muerte de Esar-hadón, Asurbanipal se convirtió en el siguiente monarca de Asiria.
1. Filipo, Esposo de Herodías y padre de Salomé. Vivía en Roma cuando su esposa le dejó para llegar a ser la esposa adúltera de su medio hermano Herodes Antipas. (Mt 14:3, 4; Mr 6:17, 18; Lu 3:19, 20.) Era hijo de Herodes el Grande y su tercera esposa, Mariamne II, la hija del sumo sacerdote Simón. Por lo tanto, era medio judío y medio idumeo. (Véase HERODES núm. 5.)
2. Filipo, Tetrarca de la región este y noreste del Mar de Galilea, “Gobernante de distrito” de Iturea y Traconítide cuando Juan el Bautista empezó su ministerio en el “año decimoquinto del reinado de Tiberio César”, es decir, 29 E.C. (Lu 3:1-3.) Era hijo de Herodes el Grande y Cleopatra de Jerusalén, y, por lo tanto, medio hermano de Herodes Antipas, Arquelao y (Filipo núm. 1). (Véase HERODES núm. 6.)
En Nehemías se emplea la forma abreviada, mientras que en los demás lugares se utiliza la forma más larga.
Padre del sumo sacerdote Jesúa (o Josué). (Esd 3:2; Ag 1:12; Zac 6:11.) Se le desterró cuando Nabucodonosor dio muerte a su padre, el sacerdote principal Seraya, y por medio de él se conservó la línea de sumos sacerdotes. (1Cr 6:14, 15; 2Re 25:18-21; Ne 12:26.)
Padre del rey David; era de la tribu de Judá y nieto de Rut y Boaz; por lo tanto, fue un eslabón en la línea genealógica desde Abrahán hasta Jesús. (Rut 4:17, 22; Mt 1:5, 6; Lu 3:31, 32.) Jesé tuvo ocho hijos, uno de los cuales tal vez murió antes de tener descendencia, posible razón por la que se omitió su nombre de las genealogías de las Crónicas. (1Sa 16:10, 11; 17:12; 1Cr 2:12-15.) No se dice que las dos hermanas de David, Abigail y Zeruyá, fueran hijas de Jesé. De una de ellas se dice que era “hija de Nahás”. (1Cr 2:16, 17; 2Sa 17:25.) Nahás tal vez fuera el primer esposo de la esposa de Jesé, lo que haría que sus hijas fuesen medio hermanas de los hijos de Jesé, a menos que, como algunos piensan, Nahás sea otro nombre de Jesé o incluso el nombre de su esposa.
Jesé vivía en Belén y tenía ovejas. Cuando el rey Saúl se apartó de la adoración verdadera, Jehová envió a Samuel a la casa de Jesé para ungir a uno de sus hijos por rey. Jesé hizo pasar a los siete mayores, pero Jehová no escogió a ninguno de ellos. Luego se le dijo que llamara a su hijo más joven, a David, que estaba apacentando las ovejas, y este fue a quien Jehová escogió. (1Sa 16:1-13.)
Cuando Saúl llamó a David para que tocara el arpa a fin de tranquilizarlo, el anciano Jesé le envió un generoso regalo y luego dio permiso a David para que permaneciera algún tiempo sirviendo en la corte de Saúl. (1Sa 16:17-23; 17:12.) Parece ser que David ya había regresado para atender las ovejas cuando Jesé lo envió con algunas provisiones para sus tres hijos mayores, que estaban en el ejército de Saúl. (1Sa 17:13, 15, 17, 18, 20.) Durante el tiempo que David estuvo proscrito por Saúl, Jesé y su esposa recibieron asilo en Moab. (1Sa 22:3, 4.)
A David se le llama con frecuencia “el hijo de Jesé”. Saúl, Doeg, Nabal y Seba usaron esta expresión con tono despectivo (1Sa 20:27, 30, 31; 22:7-9, 13; 25:10; 2Sa 20:1; 1Re 12:16; 2Cr 10:16), y Esdras, Jehová Dios y otras personas, entre ellas el propio David, de modo respetuoso. (1Sa 16:18; 1Sa 17:58; 2Sa 23:1; 1Cr 10:14; 1Cr 12:18; 1Cr 29:26; Sl 72:20; Lu 3:32; Hch 13:22.)
La promesa profética de que la “raíz de Jesé” ‘estaría de pie como señal enhiesta para los pueblos’ y juzgaría con justicia se cumplió en Cristo Jesús, quien, debido a su inmortalidad, mantiene viva la línea genealógica de Jesé. (Isa 11:1-5, 10; Ro 15:8, 12.)
Hermano de Santiago el Menos e hijo de María. (Mt 27:56; Mr 15:40, 47.) Algunos manuscritos antiguos leen “José” en lugar de “Josés”.
1. Lucio, Varón de Cirene que se asociaba con la congregación de Antioquía de Siria cuando Pablo partió de allí en su primer viaje misional. (Hch 13:1-3.)
2. Lucio, ‘Pariente’ cristiano de Pablo que estuvo con él en Corinto durante su tercer viaje misional, cuando el apóstol escribió su carta a los Romanos. Mandó saludos junto con Pablo a los cristianos de Roma. (Ro 16:21.)
1. Manasés, Primogénito de José y nieto de Jacob. Cuando José obtuvo el cargo de administrador del alimento de Egipto, Faraón le dio por esposa a Asenat, la hija de Potifera (el sacerdote de On), con la que tuvo dos hijos: Manasés y Efraín. José llamó a su primogénito Manasés, pues dijo: “Dios me ha hecho olvidar todas mis desgracias y toda la casa de mi padre”. (Gé 41:45, 50-52.)
Cuando Jacob los bendijo, insistió en colocar su mano derecha sobre Efraín, el más joven, y la izquierda sobre Manasés, con el objeto de poner al más joven por delante del mayor (Gé 48:13-20) para indicar que Efraín llegaría a ser más grande que Manasés.
Manasés tuvo hijos de una concubina siria (1Cr 7:14); José vivió lo suficiente como para ver a los hijos de Makir, un hijo de Manasés. (Gé 50:22, 23.)
Después de Efraín LXX añade otros cinco nombres en Gé. 46:20, pues dice: “Pero le nacieron hijos a Manasés, los cuales le dio a luz su concubina siria, a saber, Makir. Y Makir llegó a ser padre de Galaad. Pero los hijos de Efraín, el hermano de Manasés, fueron Sutalaam y Taam. Y los hijos de Sutalaam fueron Edem”. Puede que esto explique por qué LXX, en Gé 46:27 y Éx 1:5, y Esteban, en Hch 7:14, cuentan 75 almas en vez de 70.
2. Manasés, La tribu de Israel que descendió de Manasés, el hijo de José, y que estaba formada por siete familias tribales. Aproximadamente un año después de que los israelitas salieron de Egipto, la tribu de Manasés tenía 32.200 hombres robustos mayores de veinte años. (Nú 1:34, 35.) Entre ellos estaba Gaddí, uno de los diez hombres que dieron un mal informe después de espiar la Tierra Prometida. (Nú 13:1, 2, 11, 25-33.) Cuando se hizo un segundo censo, unas cuatro décadas más tarde, el número de varones de esa tribu había aumentado a 52.700, sobrepasando a la tribu de Efraín en 20.200. (Nú 26:28-34, 37.) Por lo tanto, cuando Moisés habló de las “decenas de millares de Efraín”, pero de los “millares de Manasés”, obviamente se refería al papel de menor importancia que había de desempeñar Manasés en el futuro. (Dt 33:17.)
En el desierto, la tribu de Manasés, dirigida por el principal Gamaliel, hijo de Pedahzur, acampaba al O. del tabernáculo, junto a Efraín y Benjamín. Esta división de tres tribus era la tercera en el orden de marcha. (Nú 1:10, 16; Nú 2:18-24; Nú 7:54; 10:23.)
Conquistas en ambos lados del Jordán. Cuando los israelitas derrotaron a los reyes amorreos Sehón y Og, Moisés concedió aquella tierra a los rubenitas, a los gaditas y a media tribu de Manasés, con la condición de que esas tribus participasen en conquistar el territorio que quedaba al O. del Jordán. (Nú 32:20-33; Nú 34:14, 15; Dt 29:7, 8.) Debieron ser principalmente los manasitas quienes tomaron la sección septentrional de la zona oriental del Jordán, aunque también participaron en la conquista Jaír, Nóbah y los “hijos de Makir”. Por este motivo Moisés les asignó a ellos esta región. (Nú 32:39-42; Dt 3:13-15; 1Cr 2:21, 22.)
Luego, los hombres de la “media tribu de Manasés” que habían recibido su herencia cruzaron el Jordán y colaboraron en la conquista de la tierra que quedaba al O. del río. (Jos 1:12-18; 4:12.) También hubo manasitas entre los que se congregaron frente al monte Guerizim cuando Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la ley, la bendición y la invocación de mal”. (Dt 27:12; Jos 8:33, 34.) Bajo el acaudillamiento de Josué, los israelitas acabaron con la hegemonía cananea, derrotando a 31 reyes en el transcurso de unos seis años. (Jos 12:7-24.) Aunque para entonces todavía había territorio sin conquistar, Josué, ayudado por el sumo sacerdote Eleazar y por representantes de las diez tribus nombrados divinamente (como el manasita Haniel, hijo de Efod), dividieron la tierra en porciones hereditarias. (Nú 34:17, 23; Jos 13:1-7.)
Herencia de la tierra. Media tribu de Manasés ya tenía su herencia al E. del Jordán, que comprendía Basán y una parte de Galaad. (Jos 13:29-31.) Al S. estaba Gad; Mahanaim era la ciudad fronteriza. (Jos 13:24-26, 30.) Toda esta región era una alta meseta, cuya elevación media era de 610 m. Allí estaba ubicada Golán, una de las seis ciudades de refugio, y Beesterá (Astarot), otra ciudad levita. (Jos 20:8, 9; 21:27; 1Cr 6:71.)
La mitad restante de la tribu de Manasés recibió su herencia de territorio al O. del Jordán. (Jos 17:2, 5.) Este territorio lindaba al S. con Efraín; al NO., con Aser; al NE., con Isacar, y al O., con el mar Mediterráneo. El límite entre Efraín y Manasés se extendía desde Micmetat hasta Tapúah, continuaba a lo largo del valle torrencial de Qaná y terminaba en el Mediterráneo. (Compárese con Jos 16:5-8; 17:7-10.) Los efraimitas tenían algunas ciudades enclavadas en el territorio de Manasés, mientras que a los manasitas les asignaron ciudades tanto en Isacar como en Aser (Bet-seán, Ibleam, Dor, En-dor, Taanac, Meguidó y sus respectivos pueblos dependientes). (Jos 16:9; 17:11.) Sin embargo, los manasitas no expulsaron a los cananeos que las habitaban, aunque con el tiempo los sometieron a trabajos forzados. (Jos 17:11-13; Jue 1:27, 28; compárese con 1Cr 7:29.) Dos de los enclaves en otro territorio —Taanac (Aner[?]) e Ibleam (Bileam o Gat-rimón[?])— pasaron a los levitas qohatitas. (Jos 21:25, 26; 1Cr 6:70.)
Historia. Una vez repartida la tierra, Josué bendijo a los hombres de Rubén, Gad y la “media tribu de Manasés” del lado oriental y los exhortó a que continuasen sirviendo a Jehová. (Jos 22:1-8.) Ellos se marcharon de Siló, viajaron hasta el Jordán y edificaron un altar cerca del río, lo que estuvo a punto de originar una guerra civil, ya que las otras tribus lo consideraron un acto de infidelidad y rebelión. Sin embargo, la cuestión se zanjó de manera pacífica cuando explicaron que el altar no se había erigido para ofrecer sacrificios, sino como constatación de su fidelidad a Jehová. (Jos 22:9-31.)
Posteriormente Jehová se valió del juez manasita Gedeón para librar a los israelitas de la opresión de Madián. (Jue 6:11-16, 33-35; 7:23; 8:22.) Jefté fue otro de los jueces manasitas, y durante su judicatura se liberó a Israel del hostigamiento ammonita. (Jue 11:1, 32, 33.)
Durante el reinado de Saúl, el primer rey de Israel, los rubenitas, los gaditas y la “media tribu de Manasés” del lado oriental consiguieron una victoria decisiva sobre los hagritas y sus aliados. (1Cr 5:10, 18-22.) Por ese entonces, algunos manasitas, entre los que había hombres de extraordinario valor, abandonaron a Saúl para unirse a David. (1Cr 12:19-21.) Muertos Saúl y su sucesor, Is-bóset, 18.000 manasitas de la región que quedaba al O. del Jordán y otros miles procedentes de la zona que quedaba al E. del río fueron a Hebrón para hacer a David rey sobre todo Israel (1070 a. E.C.). (1Cr 12:31, 37, 38.)
Años más tarde, las notables reformas religiosas emprendidas por el rey Asá de Judá impulsaron a muchos manasitas a abandonar el reino norteño ‘cuando vieron que Jehová su Dios estaba con Asá’. (2Cr 15:8, 9.) Con ocasión de una gran asamblea celebrada en el decimoquinto año del reinado de Asá (963 a. E.C.), entraron en un pacto a fin de buscar a Jehová. (2Cr 15:10, 12.) Igualmente, durante el reinado de Ezequías de Judá (745-717 a. E.C.), aunque muchos se mofaron de los mensajeros que él envió para extender la invitación de ir a Jerusalén para celebrar la Pascua, algunos manasitas estuvieron dispuestos a humillarse y respondieron favorablemente. Estos fueron los que más tarde participaron en destruir los objetos idolátricos. (2Cr 30:1, 10, 11, 18; 31:1.)
Con anterioridad (c. 760 a. E.C.), Tiglat-piléser (Tilgat-pilnéser) III se había llevado al exilio a los manasitas que vivían al E. del Jordán. (1Cr 5:23-26.) Parece ser que para ese tiempo existían conflictos entre las tribus de Efraín y Manasés, si bien estaban unidas en su oposición a Judá. (Isa 9:20, 21.)
Casi un siglo después de que el reino de diez tribus llegó a su fin, el rey Josías de Judá extendió su campaña de destrucción de altares, estantes de incienso, postes sagrados e imágenes utilizadas en la adoración falsa hasta los lugares devastados de Manasés y otras regiones fuera de Judá (desde el año 648 a. E.C. en adelante). Este rey de Judá también efectuó trabajos de reparación en el templo, trabajos que se financiaron con las contribuciones que hicieron los israelitas de diversas tribus, entre las que estaba la de Manasés. (2Cr 34:1-11.)
Después del regreso del exilio en Babilonia (537 a. E.C.), algunos manasitas fijaron su residencia en Jerusalén. (1Cr 9:1-3.)
En la visión de Ezequiel, la asignación de tierra perteneciente a Manasés estaba entre las de Neftalí y Efraín. (Eze 48:4, 5.) Manasés también figura entre las tribus del Israel espiritual. (Apo 7:6.)
3. Manasés, Nombre que aparece en el texto masorético en Jueces 18:30 debido a una modificación del escriba. El relato trata sobre la apostasía danita. La Traducción del Nuevo Mundo dice que “Jonatán hijo de Guersom, hijo de Moisés, él y sus hijos llegaron a ser sacerdotes para la tribu de los danitas”. (Véanse también BJ, NBE, NC, TA, Val> y otras.) Los escribas judíos insertaron una letra en voladita (nun = n) entre las primeras dos letras del nombre original hebreo para que leyera “de Manasés” en vez de leer “de Moisés”, seguramente por consideración a este último. De este modo los escribas intentaron evitar oprobio al nombre de Moisés debido a la acción de Jonatán. Además de aparecer en el texto masorético alterado, la expresión “de Manasés” se encuentra en el Manuscrito Vaticano núm. 1209 de la Septuaginta griega y en la Peshitta siriaca. Sin embargo, tanto el Manuscrito Alejandrino de la Septuaginta griega como la Vulgata latina leen “de Moisés” en este texto.
4. Manasés, Rey de Judá; hijo y sucesor del rey Ezequías. (2Re 20:21; 2Cr 32:33.) La madre de Manasés fue Hefziba. A los doce años ascendió al trono como el decimocuarto rey de Judá después de David, y gobernó en Jerusalén durante cincuenta y cinco años (716-662 a. E.C.). (2Re 21:1.) Hizo lo que era malo a los ojos de Jehová. Reedificó los lugares altos que su padre había destruido, levantó altares a Baal, adoró a “todo el ejército de los cielos” y edificó altares para la religión falsa en dos patios del templo. Hizo pasar a sus hijos por el fuego, practicó la magia, la adivinación y fomentó el espiritismo. Además, puso dentro de la casa de Jehová la imagen tallada del poste sagrado que había hecho. Indujo a Judá y Jerusalén a “hacer lo que era malo, más que las naciones que Jehová había aniquilado de delante de los hijos de Israel”. (2Re 21:2-9; 2Cr 33:2-9.) Aunque Jehová envió profetas, no les prestó atención. También fue culpable de derramar mucha sangre inocente. (2Re 21:10-16.) Según los escritos de los rabíes judíos, entre sus víctimas estuvo Isaías, quien, de acuerdo con estos escritos, fue aserrado en pedazos por mandato de Manasés. (Compárese con Heb 11:37.)
Jehová castigó a Manasés por no prestar atención a su advertencia, haciendo que el rey de Asiria se lo llevara cautivo a Babilonia, una de las ciudades reales del monarca asirio. (2Cr 33:10, 11.) Se menciona a ‘Manasés de Judá’ en una lista del monarca asirio Esar-hadón de “22 reyes de Hatti, del litoral y de las islas” que pagaban tributo. Su nombre también aparece en una lista similar de Asurbanipal. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 237, 238.)
Mientras estaba cautivo, Manasés se arrepintió, se humilló y oró a Jehová. Dios oyó su solicitud de favor y le volvió a dar el reino de Jerusalén. (2Cr 33:12, 13.) Más tarde, Manasés “edificó un muro exterior para la Ciudad de David”, puso jefes militares en las ciudades fortificadas de Judá y quitó los dioses extranjeros y “la imagen-ídolo de la casa de Jehová”, así como los altares que había edificado “en la montaña de la casa de Jehová y en Jerusalén”. Luego preparó el altar de Jehová, empezó a ofrecer sacrificios y animó a otros a servir a Jehová. Sin embargo, el pueblo no dejó de ofrecer sacrificios en los lugares altos, aunque los ofrecían a Jehová. (2Cr 33:14-17.) Cuando Manasés murió, su hijo Amón le sucedió en el trono. (2Cr 33:20.)
Es sorprendente que Manasés fuera hijo de Ezequías, uno de los reyes judíos más fieles. De hecho, el nacimiento de Manasés fue resultado de un milagro. Nació después que Jehová había extendido milagrosamente la vida de su padre, Ezequías (Isaías 38:1-8; 2 Crónicas 33:1). Y hay una sorpresa final. Después de muchos años de perseguir a los siervos de Jehová, ¡Manasés se arrepintió y murió siendo siervo de Jehová! (2 Crónicas 33:1-6, 12-17.)
Manasés nació tres años después de que Dios extendiera milagrosamente la vida de su padre, Ezequías, uno de los mejores reyes que tuvo Judá (2 Reyes 20:1-11). Sin duda, el fiel Ezequías pensó que el nacimiento de Manasés se debía a la misericordia divina y que el niño era un regalo de Dios. Por eso, seguramente procuró inculcar en él un profundo amor por las elevadas normas de Jehová. Pero hay que admitir que los hijos no siempre imitan a sus padres. Y así sucedió con Manasés.
Ezequías murió cuando Manasés tenía apenas 12 años. De ahí en adelante, el muchacho “procedió a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová” (versículos 1 y 2). ¿Se habrá dejado llevar por consejeros que no sentían ningún respeto por las leyes divinas? La Biblia no lo dice. Lo que sí sabemos es que se convirtió en un idólatra y un asesino. Erigió altares a dioses falsos y sacrificó en ellos a sus propios hijos, practicó la hechicería y contaminó el templo de Dios en Jerusalén introduciendo en él un ídolo repugnante. Y pese a que Jehová —el Dios a quien debía su nacimiento— le hizo numerosas advertencias, él nunca quiso hacerle caso (versículos 3 a 10).
Finalmente, Jehová permitió que los babilonios se lo llevaran encadenado al exilio. En Babilonia, Manasés tuvo la oportunidad de examinar su vida. Es muy probable que, al ver que sus ídolos no habían hecho nada para protegerlo, comprendiera que eran totalmente inútiles. O puede que recordara lo que años atrás le había enseñado su padre. El caso es que la actitud de Manasés cambió por completo. El relato explica que el rey “ablandó el rostro de Jehová su Dios”, “humillándose mucho” y “orando” (versículos 12 y 13). Pero ¿perdonaría Jehová a alguien que había cometido crímenes tan horrendos? A Jehová le conmovió ver que Manasés sentía tanto pesar. Por consiguiente, escuchó sus súplicas sinceras y “lo restauró en Jerusalén a su gobernación real” (versículo 13). A fin de demostrar su arrepentimiento, Manasés hizo todo lo que pudo por enmendar sus pecados: eliminó de su reino los ídolos y altares, y animó al pueblo a servir a Jehová (versículos 15 a 17).
Así que si usted cree que no es digno de recibir el perdón de Dios, acuérdese de Manasés. Jehová incluyó este relato en la Biblia para animarnos y enseñarnos que está “listo para perdonar” (Salmo 86:5; Romanos 15:4). Lo que a él le importa no es tanto el pecado en sí, sino la actitud del pecador. Si este se arrepiente de corazón, suplica el perdón divino y se esfuerza por enmendar su vida, logrará —como Manasés— “abland[ar] el rostro de Jehová” (Isaías 1:18; 55:6, 7).
5. Manasés, Israelita “de los hijos de Pahat-moab” que se contaba entre los que aceptaron esposas extranjeras y las despidieron “con sus hijos” en los días de Esdras. (Esd 10:30, 44.)
6. Manasés, Otro israelita “de los hijos de Hasum” que se contaba entre los que despidieron a sus esposas extranjeras debido a la firme postura de Esdras a favor de la adoración pura. (Esd 10:33, 44.)
1. Nahás, Rey que gobernaba sobre los ammonitas cuando Saúl inició su reinado.
1. Nahás, Rey que gobernaba sobre los ammonitas, cuando Saúl inició su reinado. Nahás condujo su ejército contra Jabés de Galaad. El relato explica: “Por lo cual todos los hombres de Jabés dijeron a Nahás: ‘Celebra un pacto con nosotros para que te sirvamos’. Entonces les dijo Nahás el ammonita: ‘Con esta condición lo celebraré con ustedes, con la condición de perforar y sacarles todo ojo derecho, y tengo que poner eso como oprobio a todo Israel’. A su vez, los ancianos de Jabés le dijeron: ‘Danos un plazo de siete días, y ciertamente enviaremos mensajeros a todo el territorio de Israel y, si no hay salvador de nosotros, entonces tendremos que salir a donde ti’”. Israel se volcó en apoyo de Saúl, fueron a Jabés y derrotaron a Nahás. Solo unos pocos de su ejército escaparon con vida. (1Sa 11:1-11; 12:11, 12.)
En uno de los Rollos del mar Muerto, el 4QSama, que según se cree pertenece al siglo I a. E.C., se halla la siguiente inserción precisamente antes de 1 Samuel 11:1: “[Na]hás, rey de los hijos de Ammón, oprimió con dureza a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén, y les sacó a todos el ojo derecho, y sembró ter[ror y miedo] en Israel. No quedó ni uno solo, entre los hijos de Israel de más [allá del Jordán, cu]yo ojo derecho no [saca]ra Na[hás, rey] de los hijos de Ammón, salvo unos siete mil hombres que [huyeron de] los hijos de [A]mmón y entraron en [J]abés-galaad. Como un mes más tarde [...]”. (Bible Review, 1985, vol. 1, núm. 3, pág. 28.) Prácticamente la misma información se recoge en la obra de Josefo. (Antigüedades Judías, libro VI, cap. V, sec. 1.)
Si Nahás (Naas) murió en combate contra las fuerzas de Saúl, como dice Josefo (Antigüedades Judías, libro VI, cap. V, sec. 3), el Nahás que trató con bondad a David algunos años más tarde debe haber sido un hijo y sucesor del derrotado por Saúl. En tal caso, puede que el nombre Nahás haya sido un título otorgado a varias personas, como lo fueron los títulos “Abimélec”, “Faraón” y “Jabín”. Cuando este segundo Nahás murió, David envió embajadores a su hijo Hanún, quien interpretó mal las buenas intenciones de David y humilló en gran manera a sus representantes. Esta acción desencadenó una serie de acontecimientos que finalmente resultaron en la derrota ammonita a manos de David. (2Sa 10:1-5; 11:1; 12:26-31; 1Cr 19:1-5; 1Cr 20:1-3.)
2. Nahás, Padre de Abigail, la hermana o medio hermana de David, y posiblemente padre de Zeruyá. Abisai, Joab, Asahel y Amasá fueron nietos suyos. (2Sa 17:25; 1Cr 2:16, 17.) A Abigail se la llama “hija de Nahás”, pero no hay ninguna referencia directa en la que a ella y a su hermana se las llame hijas de Jesé, el padre de David. No obstante, se dice que eran las “hermanas” de los hijos de Jesé, uno de los cuales era David. Esto permite varios posibles parentescos: 1) Nahás era una mujer, la esposa de Jesé y madre de todos los implicados (el nombre era tanto de hombre como de mujer); eso, sin embargo, no es muy probable, pues en las genealogías los nombres de mujeres aparecían únicamente por motivos especiales, que no parecen existir en este caso. 2) Nahás era otro nombre de Jesé, como indica la tradición judía primitiva. La Septuaginta griega (edición de Lagarde) utiliza el nombre “Jesé” en vez de Nahás en 2 Samuel 17:25. 3) Nahás era el primer marido de la esposa de Jesé (una explicación más probable), y ella le dio dos hijas, Abigail y Zeruyá, antes de casarse con Jesé y darle varios hijos varones. (Véase ABIGAIL núm. 2.)
3. Nahás, Habitante de la ciudad ammonita de Rabá. Durante la rebelión de Absalón, su hijo Sobí fue bondadoso con David al suministrarle provisiones cuando huía de Mahanaim. (2 Samuel 17:27-29.) Es posible que se tratara de un israelita que fue a vivir a Rabá tras la derrota que Israel infligió a los ammonitas. (2 Samuel 12:26-31.)
Descendiente del rey David a través de Natán que figura en el linaje real de Jesús. Según Lucas, Nerí fue el padre de Sealtiel, pero Mateo dice que fue Jeconías. (Mt 1:12; Lu 3:27.) Es posible que Sealtiel se casara con la hija de Nerí y llegara a ser su yerno. Por otra parte, no es extraño que en las listas genealógicas hebreas al yerno se le llame hijo. En consecuencia, los dos relatos están en lo cierto.
1. Netanías, Tercer hijo de Asaf mencionado por nombre.
1. Netanías, Tercer hijo de Asaf mencionado por nombre; fue uno de los cuatro hijos de Asaf que escogió David para servicio musical en el santuario. Encabezaba la quinta de las veinticuatro divisiones. (1Cr 25:1, 2, 12.)
2. Netanías, Levita que formaba parte del grupo compuesto por sacerdotes, levitas y príncipes, a los que el rey Jehosafat envió en el tercer año de su reinado para enseñar la ley de Jehová en las ciudades de Judá. (2Cr 17:7-9.)
3. Netanías, Hijo de Selemías y padre de Jehudí, quien leyó el rollo de Jeremías ante el rey Jehoiaquim en el año 625 a. E.C. (Jer 36:14, 21, 23.)
4. Netanías, Hijo de Elisamá y padre de Ismael, el asesino del gobernador Guedalías. (2Re 25:23, 25; Jer 40:8, 14, 15; 41:1-18.)
1. Ram, Descendiente de Judá por la línea de Pérez y Hezrón.
1. Ram, Descendiente de Judá por la línea de Pérez y Hezrón que vivió durante el tiempo en que Israel estaba en Egipto. Aunque parece que Ram no fue el primogénito de Hezrón, su genealogía, de la que se originó el linaje de David, es la primera que se menciona de los hijos de Hezrón. (1Cr 2:4, 5, 9-17, 25.) Como antecesor de Nahsón, Boaz y David, también fue antepasado de Jesús. (Nú 1:7; Rut 4:18-22; Mt 1:3, 4.) Su nombre se escribe Arní (Aram en algunos manuscritos) en la genealogía de Jesús registrada por Lucas. (Lu 3:33.)
2. Ram, Primogénito de Jerahmeel y sobrino del núm. 1. Tuvo tres hijos. (1Cr 2:9, 25, 27.)
Hijo de Sargón II; rey de Asiria. Aunque heredó de su padre un imperio de gran solidez, se vio obligado a pasar la mayor parte de su reinado sofocando sublevaciones, en particular de la ciudad de Babilonia.
Parece ser que Senaquerib fue gobernador o general de la región septentrional de Asiria durante el reinado de su padre. Después de heredar el trono, esta región debió causarle pocos problemas. Más bien, sus dificultades le vinieron principalmente del S. y del O. El caldeo Merodac-baladán (Isa 39:1) abandonó su refugio en Elam, al que le había obligado a ir Sargón, el padre de Senaquerib, y se proclamó rey de Babilonia. Senaquerib marchó contra él y sus aliados elamitas y los derrotó en Kish. Sin embargo, Merodac-baladán logró escapar y se escondió durante otros tres años. Senaquerib entró en Babilonia y puso en el trono a Bel-ibni como virrey. Posteriormente efectuó otras expediciones punitivas para contener a los pueblos de las regiones montañosas de los alrededores de Asiria.
Luego, en lo que Senaquerib califica como su “tercera campaña”, avanzó contra “Hatti”, término que en aquel tiempo debía referirse a Fenicia y Palestina. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 235.) Esta zona se había rebelado contra el yugo asirio. Entre los que habían rechazado esa dominación estaba el rey Ezequías de Judá (2Re 18:7), aunque no hay indicios de que se hubiese coligado con los otros reinos sublevados.
En el año decimocuarto de Ezequías (732 a. E.C.), las fuerzas de Senaquerib avanzaron hacia el O., capturaron Sidón, Aczib, Akkó y otras ciudades de la costa fenicia y a continuación se dirigieron hacia el S. Algunos reinos atemorizados, entre ellos Moab, Edom y Asdod, enviaron tributos en prueba de su sumisión. La recalcitrante Asquelón± fue tomada por la fuerza, junto con las ciudades cercanas de Jope y Bet-dagón. Una inscripción asiria acusa al pueblo y a los nobles de la ciudad filistea de Eqrón de haber entregado a su rey Padi a Ezequías, quien según Senaquerib, “le mantuvo encarcelado, ilegalmente”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 235, 236; compárese con 2Re 18:8.) Se dice que los habitantes de Eqrón habían solicitado ayuda a Egipto y a Etiopía para evitar o frustrar el ataque asirio.
El registro bíblico indica que aproximadamente para este tiempo Senaquerib atacó Judá, y sitió y capturó muchas de sus ciudades y pueblos fortificados. Ezequías envió un mensaje a los asirios que estaban en Lakís, en el que les ofrecía pagar el tributo que Senaquerib impusiera. (2Re 18:13, 14.) La captura de Lakís por parte de Senaquerib se presenta en un friso, donde aparece sentado sobre un trono ante la ciudad vencida, aceptando los despojos que le llevaban de aquella ciudad mientras se torturaba a algunos de los cautivos.
El relato bíblico no indica si se liberó al rey Padi, en caso de que en realidad fuese un cautivo de Ezequías, pero muestra que este pagó el tributo de 300 talentos* de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]) y 30 talentos* de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]) que pidió Senaquerib. (2Re 18:14-16.) Sin embargo, Senaquerib envió un comité de tres oficiales para pedir al rey y al pueblo de Jerusalén que capitularan y con el tiempo se sometieran a ser enviados al exilio. El mensaje asirio despreciaba de manera particular la confianza de Ezequías en Jehová. Mediante su vocero, Senaquerib alardeó, diciendo que Jehová sería tan impotente como los dioses de los países que ya habían caído ante el poder asirio. (2Re 18:17-35.)
El comité asirio regresó a Senaquerib, quien a la sazón estaba luchando contra Libná, y se oyó decir “respecto a Tirhaqá el rey de Etiopía: ‘Mira que ha salido a pelear contra ti’”. (2Re 19:8, 9.) Las inscripciones de Senaquerib hablan de una batalla en “Elteqeh” (c. 15 Km. al NNO. de Eqrón), en la que afirma haber derrotado un ejército egipcio y las fuerzas del “rey de Etiopía”. Luego narra su conquista de Eqrón y cómo volvió a poner en el trono al liberado Padi. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, pág. 236.)
Jehová derrota al ejército de Senaquerib. En cuanto a Jerusalén, aunque Senaquerib había enviado cartas amenazadoras advirtiendo a Ezequías que no había desistido de su determinación de tomar la capital de Judá (Isa 37:9-20), el registro muestra que los asirios ni siquiera “[dispararon] allí una flecha”, “ni [alzaron] contra ella cerco de sitiar”. Jehová, de quien Senaquerib se había mofado, envió un ángel, que en una noche derribó a “ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios”, lo que obligó a Senaquerib a regresar “con rostro avergonzado a su propio país”. (Isa 37:33-37; 2Cr 32:21.)
Las inscripciones de Senaquerib no mencionan nada respecto al desastre que sufrieron sus fuerzas. Pero, como comenta el profesor Jack Finegan, “en vista del tono jactancioso que impregna habitualmente las inscripciones de los soberanos asirios, [...] difícilmente cabría esperar que Senaquerib registrara tal derrota” (Light From the Ancient Past, 1959, pág. 213). No obstante, llama la atención la versión que Senaquerib presenta del asunto, según se halla inscrita en lo que se conoce como el Prisma de Senaquerib, conservado en el Instituto Oriental de la universidad de Chicago. Dice en parte: “En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 de sus ciudades fuertes, baluartes e innumerables aldehuelas de sus inmediaciones, y (las) conquisté mediante terraplenes bien construidos y arietes acercados (a los muros), (combinados con) el ataque de infantes, y (usando) minas, brechas y trabajo de zapa. Saqué (de ellas) 200150 personas, jóvenes y ancianos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, camellos, ganado mayor y menor sin cuento, y (los) consideré botín. A él mismo [Ezequías] hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula. [...] Las ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de Ašdod, a Padi, rey de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. [...] El propio Ezequías [...] me envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes bloques de piedra roja, lechos (ataraceados) con marfil, sillas nimedu (ataraceadas) con marfil, cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj (y) toda clase de valiosos tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas. Para entregar el tributo y rendir obediencia como un esclavo envió su mensajero (personal)”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 236, 237.)
Aunque esta jactanciosa versión aumenta en gran manera la cantidad de talentos* de plata enviados —pues en lugar de 300 dice 800—, y debe hacer lo mismo con otros detalles del tributo pagado, en otros aspectos confirma de manera extraordinaria el registro bíblico y muestra que Senaquerib no afirmó que había tomado Jerusalén. Debería notarse, sin embargo, que Senaquerib presenta el asunto del pago del tributo de Ezequías como posterior al sitio de Jerusalén, mientras que el relato bíblico muestra que fue anterior. Sobre la probable razón para esta inversión en el orden de los sucesos, nótese la observación que hace Funk and Wagnalls New Standard Bible Dictionary (1936, pág. 829): “El final de esta campaña de S[enaquerib] está velado en la oscuridad. Lo que hizo después de capturar Eqrón [...] todavía es un misterio. En sus anales, S[enaquerib] sitúa en estos momentos el castigo que infligió a Ezequías, su incursión en el territorio de Judá, y su reparto del territorio y las ciudades de Judá. Este orden en los acontecimientos parece un velo para cubrir algo que no desea mencionar”. El registro bíblico muestra que Senaquerib volvió rápidamente a Nínive después de lo que Dios hizo con sus tropas, así que el relato invertido de Senaquerib sitúa de manera conveniente el tributo de Ezequías como si se lo hubiera pagado por medio de un mensajero especial en Nínive. Ciertamente es significativo que las inscripciones antiguas y los registros no hablen de campañas posteriores de Senaquerib en Palestina, aunque los historiadores afirman que siguió reinando otros veinte años.
El historiador judío del siglo I E.C., Josefo, dice citar de Beroso, historiador babilonio (posiblemente del siglo III a. E.C.), cuando escribe: “Senaquerib, de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y centuriones” (Antigüedades Judías, libro X, cap. I, sec. 5). Algunos comentaristas intentan explicar el desastre refiriéndose a un relato de Heródoto (Historia, II, 141), del siglo V a. E.C., en el que cuenta que sobre el campamento asirio “cayó durante la noche un tropel de ratones campestres que royeron sus aljabas, sus arcos y, asimismo, los brazales de sus escudos”, lo que los incapacitó para la invasión de Egipto. Este relato obviamente no coincide con el registro bíblico, ni tampoco armoniza con las inscripciones asirias. No obstante, los relatos de Beroso y Heródoto reflejan el hecho de que las fuerzas de Senaquerib sufrieron una repentina calamidad en esta campaña.
Sin embargo las dificultades de Senaquerib no habían terminado, pues cuando regresó a Asiria, tuvo que aplacar otra revuelta en Babilonia provocada por Merodac-baladán. Esta vez Senaquerib colocó a su propio hijo Asurnadinsumi como rey de Babilonia. Seis años más tarde, se embarcó en una campaña contra los elamitas, pero estos pronto se vengaron invadiendo Mesopotamia. Capturaron a Asurnadinsumi y colocaron a su propio rey en el trono de Babilonia. Siguieron varios años de lucha por el control de la región, hasta que finalmente Senaquerib, airado, se vengó de Babilonia arrasándola, una acción sin precedente en vista de que en toda Mesopotamia se consideraba a Babilonia una “ciudad santa”. Al parecer, los restantes años del reinado de Senaquerib no tuvieron mayores incidentes.
Se cree que la muerte de Senaquerib aconteció unos veinte años después de su campaña contra Jerusalén. Este dato depende de los registros asirios y babilonios, y su confiabilidad es dudosa. De todos modos, debería notarse que el relato bíblico no dice que la muerte de Senaquerib se produjese tan pronto como regresó a Nínive. “Más tarde entró en la casa de su dios” Nisroc, y sus hijos, Adramélec y Sarézer, “lo derribaron a espada”, y escaparon a la tierra de Ararat. (2Cr 32:21; Isa 37:37, 38.) Una inscripción de su hijo y sucesor, Esar-hadón, confirma esta declaración. (Ancient Records of Assyria and Babylonia, de D. Luckenbill, 1927, vol. 2, págs. 200, 201.)
Edificación. El Imperio asirio, por consiguiente, no experimentó ninguna expansión particular bajo Senaquerib. Sin embargo, este monarca llevó a cabo un ambicioso proyecto de edificación en Nínive, ciudad a la que devolvió la capitalidad. El inmenso palacio que erigió en ella era un complejo de salones, patios y cuartos lujosos que abarcaban una zona de unos 450 m. de longitud por unos 210 m. de anchura. Introdujo en la ciudad agua que provenía de 48 Km. de distancia, construyendo un acueducto sobre el río Gómer conocido como el acueducto Jerwan. Sus aguas se utilizaron para el riego de jardines y parques, así como para llenar la fosa que rodeaba la ciudad, y de este modo reforzó sus defensas.
Miembro prominente de la congregación cristiana de Jerusalén del primer siglo; era profeta y fue compañero de Pablo en su segundo viaje misional. Al parecer era ciudadano romano. (Hch 15:22, 26, 27, 32, 40; 16:19, 25, 37, 38.) El nombre Silvano, hallado en las cartas de Pablo y Pedro, probablemente era la forma latinizada del nombre griego Silas, utilizado por Lucas en Hechos.
La congregación de Jerusalén escogió a Silas para acompañar a Bernabé y a Pablo de regreso a Antioquía (Siria), a fin de llevar a aquella congregación la decisión con respecto a la circuncisión. (Hch 15:22, 30-32.)
No se sabe con seguridad si Silas permaneció en las inmediaciones de Antioquía o regresó a Jerusalén. Algunos manuscritos que contienen Hechos 15:34 dicen: “Pero a Silas le pareció bien permanecer allí más tiempo”. Sin embargo, los manuscritos más importantes omiten este versículo. (Véase Hechos 15:34 NM, nota.) De todas formas, Silas estaba en Antioquía al comienzo de la segunda gira misional de Pablo. Desde allí, él y Pablo viajaron al N. y al O. a través de Siria, luego a Cilicia y a otras regiones del Asia Menor. Timoteo se les unió en Listra y Lucas en Troas.
Después que Pablo recibió en un sueño la invitación de ir a Macedonia, se detuvieron primero en Filipos. En la plaza de mercado, los magistrados civiles ordenaron que se golpease a Silas y Pablo con varas, se les echase en prisión y se les pusiese en el cepo. Pero durante la noche, mientras oraban y cantaban, un terremoto soltó sus cadenas y abrió las puertas de la prisión. El carcelero, que estaba muy atemorizado, después de escuchar a Pablo y Silas, se hizo cristiano, y les curó las heridas que les habían producido los golpes. (Hch 15:41–16:40.)
Su ministerio tuvo una buena acogida en Tesalónica y Berea, donde Silas y Timoteo se quedaron temporalmente mientras Pablo continuaba hasta Atenas y Corinto. (Hch 17:1, 10, 14-16; 18:1.) Silas y Timoteo finalmente se reunieron con Pablo en Corinto y continuaron ayudándole. Allí participaron con Pablo en la preparación de las dos cartas a los Tesalonicenses. (1Te 1:1; 2Te 1:1.) A Silas no se le vuelve a mencionar en la narración histórica de los viajes de Pablo.
Unos años más tarde, alrededor de 62-64 E.C., Pedro escribió su primera carta desde Babilonia “mediante Silvano”, lo que posiblemente significa que Silvano fue el amanuense de Pedro. En ella se le llama “fiel hermano”, y probablemente fue el mismo Silvano que antes había acompañado a Pablo. (1Pe 5:12.)
Presidente de la sinagoga de Corinto cuando Pablo visitó esa ciudad; posiblemente fue el sucesor de Crispo, quien se hizo cristiano. Cuando el procónsul Galión se negó a escuchar las acusaciones de los judíos en contra de la enseñanza religiosa de Pablo, la muchedumbre se apoderó de Sóstenes y se puso a golpearlo. Ciertos manuscritos dicen que esa muchedumbre estaba compuesta de “griegos” antijudíos, mientras que otros dicen que fueron “judíos”. Sin embargo, ambos términos son interpolaciones, pues ninguno de los tres manuscritos más antiguos dicen qué grupo o partido fue el que atacó a Sóstenes. (Hch 18:8, 12-17.)
Los judíos de Corinto presentaron este cargo contra Pablo: “Contrario a la ley, este persuade a los hombres a [adoptar] otra manera de adorar a Dios” (Hch 18:13). Con estas palabras insinuaban que había estado realizando propaganda religiosa ilegal. Sin embargo, Galión se dio cuenta de que no era culpable de ninguna “injusticia o [...] acto inicuo de villanía” (Hch 18:14). Aquel magistrado no tenía la menor intención de enredarse en disputas judaicas. De modo que, antes de que el acusado pudiera abrir la boca para defenderse, desestimó la causa. Esta decisión enojó tanto a los denunciantes, que se desquitaron con Sóstenes, probablemente el hombre que había reemplazado a Crispo como presidente de la sinagoga. En efecto, “se pusieron a golpearlo enfrente del tribunal” (Hch 18:17).
Es posible que esta mala experiencia que sufrió Sóstenes le llevara a convertirse al cristianismo y, posteriormente, a asociarse con Pablo en Éfeso, pues en los saludos que aparecen al comienzo de su primera carta a los Corintios Pablo incluye los de cierto Sóstenes (nombre griego no demasiado común), y se refiere a él como “nuestro hermano”. (1Co 1:1.)
Hijo de una mujer judía llamada Eunice y de un griego cuyo nombre no aparece en las Escrituras. Desde la cuna, Timoteo había sido instruido en “los santos escritos” por su madre y, probablemente, por su abuela Loida. (Hch 16:1; 2Ti 1:5; 3:15.) No se sabe con exactitud cuándo abrazó el cristianismo, probablemente hacia el año 47 E.C. o durante la primera visita de Pablo a Listra. Sin embargo, a finales de 49 o principios de 50 E.C., cuando el apóstol Pablo llegó a Listra (donde al parecer vivía Timoteo) en el transcurso de su segundo viaje misional, “los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes” acerca del discípulo Timoteo (que para entonces estaría en la adolescencia o tendría poco más de veinte años). (Hch 16:2.)
Puede que en este tiempo, como resultado del funcionamiento del espíritu de Dios, se expresasen ciertas profecías o predicciones concernientes a Timoteo. Después que el espíritu santo indicó de esta manera el futuro de Timoteo, los ancianos de la congregación se unieron al apóstol Pablo en imponer las manos sobre Timoteo, apartándolo, por lo tanto, para un servicio en particular con relación a la congregación cristiana. (1Ti 1:18; 4:14; 2Ti 1:6; compárese con Hch 13:3.) Pablo escogió a Timoteo como compañero de viaje, y, a fin de no ser una causa de tropiezo para los judíos, lo circuncidó. (Hch 16:3.)
Viaja con Pablo. Timoteo participó con Pablo y Silas en actividades cristianas en Filipos, Tesalónica y en Berea solo se quedó con Silas. (Hch 16:11–17:10.) Cuando el apóstol Pablo tuvo que partir de Berea debido a la oposición que levantaron judíos fanáticos, dejó a Silas y a Timoteo atrás para que cuidaran del nuevo grupo de creyentes que había allí. (Hch 17:13-15.) Parece ser que, posteriormente, Pablo aconsejó a Timoteo, que aún estaba en Berea, que visitase a los hermanos de Tesalónica para estimularlos a permanecer fieles a pesar de la tribulación. (1Te 3:1-3.) Cuando Timoteo se reunió con Pablo, probablemente en Corinto, llevó buenas nuevas acerca de la fidelidad y amor de los cristianos tesalonicenses. (Hch 16:6-17:14; 1Te 3:2-6.) En la carta que Pablo envió a continuación a los tesalonicenses, incluyó los nombres de Silvano (Silas) y Timoteo en el saludo, como también hizo en su segunda carta. (1Te 1:1; 2Te 1:1.)
Timoteo volvió a acompañar a Pablo durante el tercer viaje misional de este (c.52-56 E.C.). (Compárese con Hch 20:4.) Estando en Éfeso (1Co 16:8), Pablo escribió en su primera carta a los Corintios: “Les envío a Timoteo, puesto que él es mi hijo amado y fiel en el Señor; y él les recordará mis métodos relacionados con Cristo Jesús, así como yo estoy enseñando en todas partes en toda congregación”. (1Co 4:17.) No obstante, hacia la conclusión de su carta, Pablo indicó que había la posibilidad de que Timoteo no pudiese ir a Corinto: “Si llega Timoteo, vean que quede libre de temor entre ustedes, porque él está haciendo la obra de Jehová, así como yo”. (1Co 16:10.) Si Timoteo llegó a visitar Corinto, debió haber sido antes de que él y Erasto saliesen de Éfeso en dirección a Macedonia, puesto que Timoteo y Pablo estaban juntos en Macedonia cuando se escribió la segunda carta a los Corintios (basada en el informe de Tito, no de Timoteo). (Hch 19:22; 2Co 1:1; 2:13; 7:5-7.) Quizás la visita que Timoteo quería hacer no se materializó. Esto parece indicarse en la segunda carta de Pablo a los cristianos de Corinto, pues en esta no se hace mención alguna de que Timoteo les haya visitado, salvo en compañía del propio Pablo. (2Co 1:19.) Más tarde, cuando Pablo escribió a los Romanos, al parecer desde Corinto (la casa de Gayo), Timoteo estaba con él. (Compárese con Hech. 19:22; Ro 16:21, 23; 1Co 1:14.)
El nombre de Timoteo está incluido en los saludos de las cartas escritas por Pablo a los Filipenses (1:1), Colosenses (1:1) y Filemón (1) durante el primer encarcelamiento del apóstol en Roma. Parece ser que Timoteo también estuvo encarcelado en Roma durante algún tiempo entre la escritura de la carta a los Filipenses y la carta a los Hebreos. (Flp 2:19; Heb 13:23.)
Responsabilidades y cualidades. Después que Pablo fue liberado, Timoteo volvió a participar con el apóstol en el ministerio, permaneciendo en Éfeso bajo su dirección. (1Ti 1:1-3.) Puede que para ese tiempo (c. 61-64 E.C.) Timoteo tuviese unos treinta años. Pablo le escribió: “Que nadie jamás menosprecie tu juventud” (1Ti 4:12). Poseía autoridad para nombrar superintendentes y siervos ministeriales en la congregación. (1Ti 5:22.) Estaba plenamente capacitado para encargarse de esas pesadas responsabilidades, como había demostrado al trabajar codo a codo con el apóstol Pablo durante once años o más. Pablo pudo decir con respecto a él: “Porque no tengo a ningún otro de disposición como la de él, que genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes. [...] Ustedes saben la prueba que él dio de sí mismo, que, cual hijo con su padre, sirvió como esclavo conmigo en el adelanto de las buenas nuevas”. (Flp 2:20-22.) Y a Timoteo le escribió: “Nunca ceso de acordarme de ti en mis ruegos, y noche y día anhelo verte —pues recuerdo tus lágrimas— para llenarme de gozo. Porque recuerdo la fe que hay en ti sin hipocresía alguna”. (2Ti 1:3-5.) Aunque con estas palabras Pablo da a entender que lo consideraba un tanto tímido a la hora de ejercer su autoridad, tenía la plena seguridad de que podía enviarlo a una congregación problemática con la confianza de que aplicaría estas instrucciones: “[Deseo] que mandes a ciertos individuos que no enseñen diferente doctrina” (1Ti 1:3).
Estaba plenamente capacitado para encargarse de esas pesadas responsabilidades, como había demostrado al trabajar codo a codo con el apóstol Pablo durante once años o más. Pablo pudo decir con respecto a él: “Porque no tengo a ningún otro de disposición como la de él, que genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes. [...] Ustedes saben la prueba que él dio de sí mismo, que, cual hijo con su padre, sirvió como esclavo conmigo en el adelanto de las buenas nuevas”. (Flp 2:20-22.) Y a Timoteo le escribió: “Nunca ceso de acordarme de ti en mis ruegos, y noche y día anhelo verte —pues recuerdo tus lágrimas— para llenarme de gozo. Porque recuerdo la fe que hay en ti sin hipocresía alguna”. (2Ti 1:3-5.)
Aunque Timoteo estaba enfermo con frecuencia debido a problemas estomacales (1Ti 5:23), gustosamente se gastó a favor de otros. Debido a sus excelentes cualidades, se hizo querer por el apóstol Pablo, quien deseó vivamente su compañía cuando vio que la muerte era inminente. (2Ti 4:6-9). Sin embargo, las Escrituras no dicen si consiguió llegar a tiempo para verlo vivo.
Puede que Timoteo haya sido tímido y haya titubeado en hacer valer su autoridad debido a su relativa juventud. (Compárese con 1Ti 4:11-14; 2Ti 1:6, 7; 2:1.) Esto muestra que no era orgulloso, sino que reconocía sus limitaciones.
Cristiano griego que trabajó arduamente como fiel compañero y emisario del apóstol Pablo. Cuando surgió la cuestión de la circuncisión en Antioquía (c. 49 E.C.), parece ser que Tito acompañó a Pablo y Bernabé hasta Jerusalén. (Hch 15:1, 2; Gál 2:1-3.) Alrededor del año 55 E.C., Tito ministró abnegadamente a la congregación corintia a petición de Pablo, quien lo había enviado a Corinto para ayudar en la colecta a favor de los hermanos necesitados de Judea, y quizás también para ver la reacción de la congregación a la primera carta que Pablo les había enviado. (2Co 2:13; 8:1-6; 12:17, 18.) Cuando Tito posteriormente se unió al apóstol en Macedonia, pudo presentarle un buen informe acerca de la congregación corintia, que le proporcionó consuelo y gozo a Pablo. Tito mismo había llegado a tener un gran afecto a los cristianos de Corinto debido a su obediencia, y su encomiable actitud había sido una fuente de estímulo y gozo para él. (2Co 7:6, 7, 13-15.)
Puesto que Tito había dado los primeros pasos con relación a la contribución, Pablo deseaba que él completase la tarea, y recomendó a Tito a la congregación corintia como “partícipe conmigo y colaborador para bien de ustedes”. Como estaba interesado sinceramente en el bienestar de los corintios, y el apóstol le había estimulado a hacerlo, Tito partió de buena gana hacia Corinto. (2Co 8:6, 16, 17, 23.)
Parece ser que después que Pablo fue liberado de su primera reclusión en Roma, Tito y Timoteo trabajaron con él en el ministerio. Cuando estuvo en Creta (seguramente en algún momento entre 61 y 64 E.C.), Pablo dejó a Tito en la isla para que ‘corrigiera las cosas defectuosas e hiciese nombramientos de ancianos en ciudad tras ciudad’. (Tit 1:4, 5.) Parece ser que esta solo fue una asignación temporal, puesto que Pablo le pidió que hiciese todo lo posible para unirse a él en Nicópolis. (Tit 3:12.)
Durante la segunda reclusión de Pablo en Roma (c. 65 E.C.), Tito, probablemente a instancias del apóstol o con su aprobación, partió para Dalmacia. (2Ti 4:10.) Sin duda, este hermano de origen gentil era un buen ejemplo de incircunciso que había recibido la unción del espíritu (Gál. 2:3).