1. Abdón, Uno de los jueces, hijo de Hilel el piratonita de Efraín. (Jue 12:13-15.) Según Josefo (Antigüedades Judías, libro V, cap. VII, sec. 15), su gobierno de ocho años fue pacífico, y el registro bíblico no hace mención de ninguna guerra durante ese período. Sus cuarenta hijos y treinta nietos “cabalgaban en setenta asnos adultos”, una señal de considerable riqueza y rango en aquel tiempo. Al final de su judicatura, Abdón fue enterrado en Efraín, su tierra natal.
Algunos relacionan a Abdón con “Bedán”, mencionado en 1 Samuel 12:11; sin embargo, es más probable que Bedán fuera Barac, cuyo nombre aparece en este texto tanto en la Versión de los Setenta griega como en la Peshitta siriaca.
2. Abdón, Un benjamita. Fue el primogénito de Jeiel y debió ser hermano de Ner, el abuelo de Saúl. (1Cr 8:30; 9:36, 39.)
3. Abdón, Oficial de la corte del rey Josías (2Cr 34:20), llamado Acbor en 2 Reyes 22:12.
4. Abdón, Hijo de Sasaq, de la tribu de Benjamín; un cabeza familiar que moraba en Jerusalén. (1Cr 8:23-28.)
5. Abdón - (Ebrón), Una de las cuatro ciudades del territorio de Aser dadas a los levitas de la familia de Guersón. (Jos 21:27-30; 1Cr 6:71-74.) Probablemente sea Khirbet `Abdeh (Tel `Avdon), a unos 6 Km. al E. de Aczib. Este lugar se encuentra al N. de Wadi Qarn (Nahal Keziv) y al pie de las colinas de Galilea, y, por lo tanto, cerca del extremo norte de la llanura de Aser.
Posiblemente es el Ebrón de (Jos 19:24, 28.) Como muchos manuscritos hebreos leen en estos textos “Abdón”, la mayoría de los eruditos por lo general opinan que “Ebrón” es una grafía equivocada del nombre Abdón.
1. Baal, El cuarto en la lista de los hijos de Jeiel, un benjamita.
1. Baal, El cuarto en la lista de los hijos de Jeiel, un benjamita. (1Cr 8:29, 30; 9:35, 36.)
2. Baal, Rubenita cuyo hijo Beerah estuvo entre los que se llevó cautivos el rey asirio Tiglat-piléser III. (1Cr 5:5, 6, 26.)
3. Baal - (Baalat-Beer; Ramá del sur) Enclave simeonita dentro del territorio de Judá; al parecer es la misma que Baalat-Beer y Ramá del sur (o Négueb). (Compárese con 1Cr 4:32, 33 y Jos 19:7-9.)
4. Baal,
La palabra hebrea bá·`al se emplea en las Escrituras con referencia a:
1) un esposo, como dueño de su esposa (Gé 20:3);
2) un terrateniente (Jos 24:11, nota);
3) “los dueños [...] de las naciones” (Isa 16:8, nota);
4) “confederados” (literalmente, “dueños [amos] de un pacto”) (Gé 14:13, nota);
5) el dueño o poseedor de bienes materiales (Éx 21:28, 34; 22:8; 2Re 1:8, nota);
6) personas o cosas que poseen algo que es característico de su naturaleza, actitud u ocupación; por ejemplo: arquero (literalmente, “dueño de flechas”) (Gé 49:23); un “acreedor de la deuda” (literalmente, “dueño de una deuda de su mano”) (Dt 15:2); ‘cualquiera dado a la cólera’ (literalmente, “dueño de cólera”) (Pr 22:24); “antagonista judicial” (literalmente, “dueño de juicio”) (Isa 50:8, nota);
7) Jehová (Os 2:16), y
8) los dioses falsos (Jue 2:11, 13).
El término hab·Bá·`al (el Baal) es la designación aplicada al dios falso Baal. La expresión hab·Be`a·lím (los Baales) se refiere a las deidades locales, que, según se creía, eran dueñas de ciertos lugares en particular o ejercían influencia en ellos.
El término “Baal” aparece una vez en las Escrituras Griegas Cristianas, en Romanos 11:4, donde en el texto griego viene precedido del artículo femenino hé. Comentando sobre el uso del artículo femenino antes de “Baal” en la Septuaginta griega y en Romanos 11:4, John Newton escribió en un ensayo sobre la adoración de Baal: “Aunque en hebreo el género es masculino [hab·Bá·`al], el señor, a Baal se le llama [h` Bá·al] = la señora, en la Septuaginta; Os. II. 8; Sof. I. 4; y en el Nuevo Testamento, Romanos XI. 4. En la adoración licenciosa de este andrógino, o dios bisexual, los hombres a veces llevaban vestidos de mujer y las mujeres se ponían atuendos masculinos y blandían armas”. (Ancient Pagan and Modern Christian Symbolism, de T. Inman, 1875, pág. 119.)
En la historia de Israel hubo algunas ocasiones en las que se hizo referencia a Jehová como “Baal” de la nación, en el sentido de ser su Señor o Dueño marital. (Isa 54:5.) También puede ser que debido a su apostasía, los israelitas hayan asociado impropiamente a Jehová con Baal. Esta última posibilidad parece hallar confirmación en la profecía de Oseas, según la cual llegaría un tiempo, después del cautiverio de Israel y su restauración del exilio, en el que la nación se arrepentiría y no volvería a llamar a Jehová “Mi dueño” (“Mi Baal”, Str), sino “Mi esposo”. El contexto da a entender que no se volvería a oír en labios de los israelitas el nombre “Baal” utilizado en conexión con el dios falso. (Os 2:9-17.) Algunos piensan que el escritor de Segundo de Samuel usó los nombres “Is-bóset” y “Mefibóset” (bó·scheth significa vergüenza) en vez de “Esbaal” y “Merib-baal”, debido a la mala connotación que parece que llegó a tener la palabra hebrea bá·`al por su relación con la adoración degradada de Baal. (2Sa 2:8; 9:6; 1Cr 8:33, 34.)
Adoración de Baal.
Poco se sabía de la adoración a Baal, aparte de las muchas referencias de las Escrituras, hasta que las excavaciones de Ugarit (la moderna Ras Shamra, situada en la costa de Siria, frente al extremo NE. de la isla de Chipre) sacaron a la luz muchos objetos religiosos y cientos de tablillas de arcilla. Se cree que muchos de esos documentos antiguos, conocidos ahora como los textos de Ras Shamra, son las liturgias o las palabras de aquellos que participaban en los rituales de las fiestas religiosas.
En los textos de Ras Shamra se alude a Baal (llamado también Aliyán [Prevaleciente] Baal) como “Zebul (Príncipe), Señor de la Tierra” y “el Jinete de las Nubes”. Estos nombres armonizan con una representación de Baal en la que se le muestra sosteniendo en la mano derecha un garrote o maza y en la mano izquierda un relámpago que acaba en una punta de lanza. También se le representa llevando un yelmo con cuernos, lo que parece indicar una estrecha relación con el toro, símbolo de la fertilidad.
En Palestina no suele llover desde finales de abril hasta septiembre. Las lluvias comienzan en octubre y continúan durante todo el invierno hasta abril, gracias a lo cual crece una abundante vegetación. Se creía que los cambios de estación y los efectos subsiguientes eran ciclos producidos por los interminables conflictos entre los dioses. El que cesasen las lluvias y se marchitase la vegetación se atribuía al triunfo del dios Mot (dios de la muerte y la aridez) sobre Baal (dios de la lluvia y la fertilidad), lo que obligaba a este último a retirarse a las profundidades de la tierra. Por otro lado, se pensaba que el comienzo de la estación lluviosa indicaba que Baal había despertado a la vida, lo que era posible gracias al triunfo de Anat, su hermana, sobre Mot, permitiendo que su hermano Baal volviese al trono. La unión de Baal con su esposa, probablemente Astoret, se creía que garantizaba la fertilidad durante el año entrante.
Los agricultores y ganaderos cananeos posiblemente pensaban que el participar en rituales prescritos —una especie de magia imitativa— durante sus fiestas religiosas estimulaba a sus dioses a actuar según el modelo representado en esas fiestas, y esto era necesario para tener cosechas y rebaños productivos durante el nuevo año, así como para alejar sequías, plagas de langostas, etc. De modo que la vuelta a la vida de Baal para ser entronizado y unirse a su consorte se celebraría con ritos de fertilidad licenciosos, caracterizados por orgías sexuales desenfrenadas.
Toda ciudad cananea debió tener su santuario en honor al Baal de su localidad. Asimismo, se nombraban sacerdotes para dirigir la adoración en estos santuarios y en los muchos lugares sagrados que se hallaban en las cumbres de las colinas cercanas y que eran conocidos como “lugares altos”. (Compárese con 2Re 17:32.) Es posible que en el interior de dichos lugares sagrados hubiese imágenes o representaciones de Baal, en tanto que en el exterior, cerca de los altares, se encontraban las columnas de piedra (probablemente símbolos fálicos de Baal), los postes sagrados que representaban a la diosa Aserá y estantes de incienso. (Compárese con 2Cr 34:4-7; véase POSTE SAGRADO.) Había prostitutos y prostitutas en los lugares altos, y además de la prostitución ceremonial, también se llevaba a cabo el sacrificio de niños. (Compárese con 1Re 14:23, 24; Os 4:13, 14; Isa 57:5; Jer 7:31; 19:5.) La adoración de Baal incluso se efectuaba en las mismas azoteas de las casas, desde donde con frecuencia ascendía humo de sacrificio a ese dios. (Jer 32:29.)
Hay indicios de que tanto a Baal como a otros dioses y diosas cananeos sus adoradores los relacionaban con ciertos cuerpos celestes. Por ejemplo, uno de los textos de Ras Shamra menciona una ofrenda a la “Reina Shapash (el Sol) y a las estrellas”, y otro alude al “ejército del sol y la hueste del día”.
Por tanto, es preciso mencionar que la Biblia hace varias alusiones a los cuerpos celestes en relación con la adoración a Baal. Al describir el derrotero pecaminoso del reino de Israel, el registro de las Escrituras dice: “Siguieron dejando todos los mandamientos de Jehová [...], y empezaron a inclinarse ante todo el ejército de los cielos y a servir a Baal”. (2Re 17:16.) En cuanto al reino de Judá, se informa que en el mismo templo de Jehová llegaron a estar “los utensilios hechos para Baal y para el poste sagrado y para todo el ejército de los cielos”. También, la gente por todo Judá hizo “humo de sacrificio a Baal, al sol y a la luna y a las constelaciones del zodíaco y a todo el ejército de los cielos”. (23:4, 5; 2Cr 33:3; véase también Sof 1:4, 5.)
Cada localidad tenía su propio Baal, al que se solía calificar mediante un nombre geográfico. Por ejemplo, el Baal de Peor (Baal-peor), adorado por moabitas y madianitas, tomó su nombre del monte Peor. (Nú 25:1-3, 6.) Más tarde, los nombres de esos baales locales llegaron a incorporarse, por metonimia, a los mismos nombres geográficos, como por ejemplo: Baal-hermón, Baal-hazor, Baal-zefón y Bamot-baal. Sin embargo, a pesar de la diversidad de baales, para el cananeo en realidad solo existía un dios Baal.
¿Qué efecto tuvo la adoración de Baal en Israel? En el principio de la Biblia ya se hacen alusiones implícitas al baalismo, aunque parece ser que en el tiempo de los patriarcas no alcanzaba el nivel de degradación que tenía cuando los israelitas entraron en la tierra de Canaán. (Compárese con Gé 15:16; 1Re 21:26.) La mención de la ciudad de Asterot-qarnaim, nombre que posiblemente se deriva de Astoret, la consorte de Baal, es el primer indicio que encontramos de la existencia de ese dios falso. (Gé 14:5.) Antes de cruzar el mar Rojo, los israelitas podían ver desde su campamento un lugar del desierto llamado Baal-zefón. (Éx 14:2, 9.) A Moisés se le dieron advertencias específicas en el monte Sinaí con respecto a los habitantes de Canaán: había que demoler sus altares, hacer añicos sus columnas sagradas y cortar sus postes sagrados. (Éx 34:12-14.) De modo que todo lo relacionado con la adoración de Baal tenía que erradicarse de la Tierra Prometida.
Cuando los israelitas acamparon en las llanuras de Moab, el rey Balac llevó a Balaam a lo alto de Bamot-baal (que significa “Lugares Altos de Baal”) para que contemplara aquella impresionante multitud. (Nú 22:41.) Al no poder proferir una maldición directamente sobre los israelitas, Balaam le aconsejó a Balac que los indujera a practicar la idolatría, tentándolos a cometer inmoralidad sexual con las idólatras de Baal de Peor. Miles de israelitas sucumbieron a esta tentación y perdieron la vida. (Nú 22:1–25:18; Apo 2:14.)
A pesar de esta amarga experiencia y de las claras advertencias de Moisés y Josué (Dt 7:25, 26; Jos 24:15, 19, 20), cuando los israelitas fijaron su residencia en la Tierra Prometida, empezaron a imitar a los cananeos que quedaban, al parecer con la esperanza de asegurar la fertilidad de su ganado y de las cosechas. Al mismo tiempo, pretendían seguir adorando a Jehová. La apostasía se generalizó después de la muerte de Josué. (Jue 2:11-13; 3:5-8.) Los israelitas mantuvieron en sus campos altares, postes y otros efectos utilizados en la adoración de Baal, y, al parecer, hicieron caso a sus vecinos cananeos sobre cómo se debía agradar al “dueño”, o Baal, de cada territorio. También se les atrapó en las prácticas inmorales relacionadas con la adoración a Baal. Como resultado, Jehová los abandonó a sus enemigos.
Sin embargo, cuando el pueblo se volvía a Él, Jehová con misericordia los liberaba levantándoles jueces, como fue el caso de Gedeón, cuyo nombre fue cambiado a Jerubaal (que significa “Que Baal Haga Defensa Legal [Contienda]”). (Jue 6:25-32; 1Sa 12:9-11.) Sin embargo, estos jueces no consiguieron ninguna reforma permanente. (Jue 8:33; 10:6.) El baalismo se siguió practicando incluso después de los días de Samuel, aunque el registro muestra que, a petición suya, el pueblo se deshizo de las imágenes de Astoret y Baal y empezó a servir solo a Jehová. (1Sa 7:3, 4.)
Aunque no se vuelve a hablar del baalismo hasta el final del reinado de Salomón, es posible que subsistiera en algunas partes del reino. Salomón introdujo en el país diferentes formas de baalismo al casarse con muchas mujeres paganas, quienes lo indujeron a él y a sus hijos a servir a otros dioses y diosas relacionados con la adoración a Baal, como Astoret y Mólek. (1Re 11:4, 5, 33; Jer 32:35.)
Cuando se dividió el reino en 997 a. E.C., Jeroboán implantó la adoración de becerros en el reino septentrional de Israel, en Dan y en Betel. El baalismo autóctono y la adoración de becerros convivieron, del mismo modo que en Judá se observaba una pretendida adoración verdadera en Jerusalén mientras que por toda la nación se seguía practicando el baalismo. (1Re 14:22-24.)
En los días del rey Acab (c. 940-920 a. E.C.) se introdujo en Israel un tipo diferente de culto a Baal: el de Melqart, el Baal de Tiro. (GRABADO, vol. 2, pág. 532.) Acab formó una alianza matrimonial con Jezabel, la hija de Etbaal (que significa “Con Baal”), el rey de Tiro. Jezabel importó a Israel este culto más influyente, que se valía de muchos sacerdotes y ayudantes. (1Re 16:31-33.) Por fin se produjo la famosa confrontación en el monte Carmelo entre Jehová y Baal.
Elías mandó que ocurriera una sequía en el nombre de Jehová, probablemente debido a que los adoradores de Baal creían que era este dios, el dueño del cielo, quien daba las lluvias y la fertilidad. (1Re 17:1.) Después de tres años y seis meses de sequía, se vio que Baal no era capaz de satisfacer las muchas súplicas que le dirigieron sus sacerdotes y adoradores para que pusiera fin a la sequía, por lo que Elías reunió a todo el pueblo en el monte Carmelo a fin de que fuera testigo de la gran prueba que demostraría quién era el Dios verdadero. La prueba resultó en la humillación de los adoradores de Baal y la matanza de 450 profetas de ese dios falso. Jehová, no Baal, mandó entonces la lluvia para acabar con la sequía. (1Re 18:18-46; Snt 5:17.)
El hijo y sucesor de Acab, Ocozías, siguió sirviendo a Baal. (1Re 22:51-53.) Lo sucedió su hermano Jehoram, y el registro dice que quitó la columna sagrada de Baal que su padre había hecho, aunque siguió practicando la adoración de becerros. (2Re 3:1-3.)
Más tarde (c. 905 a. E.C.) se ungió a Jehú como rey. Él se vengó de la muerte de los profetas de Jehová matando a Jezabel y a la casa de su esposo Acab. Se reunió luego a todos los adoradores de Baal en Samaria con la excusa de celebrar “una asamblea solemne para Baal”. Cuando Jehú dio la orden, se dio muerte a todos los adoradores de Baal. Se quemaron los postes sagrados, se demolió la columna sagrada y también la casa de Baal, que fue apartada para excusado público. “Así —dice el registro— exterminó Jehú a Baal de Israel.” (2Re 10:18-28.) De modo que, al menos por un tiempo, se suprimió de Israel la adoración de Baal. Sin embargo, fue por practicar esta religión baalista por lo que Jehová por fin dejó que se llevara al exilio al reino de diez tribus de Israel. (2Re 17:16-18.)
El baalismo logró atrincherarse en Judá, a pesar de que el rey Asá se esforzó por eliminar todo lo relacionado con esa forma de adoración falsa. (2Cr 14:2-5.) Cuando Acab casó a Atalía, la hija que le dio Jezabel, con Jehoram, el séptimo rey de Judá, su inicua influencia introdujo el baalismo tirio en la familia real judaíta. Ni siquiera las reformas realizadas al principio del reinado del nieto de Atalía, Jehoás, y las posteriores llevadas a cabo por Ezequías, consiguieron eliminar permanentemente la adoración de Baal. (2Re 11:18; 18:4.) El hijo de Ezequías, Manasés, reconstruyó los mismos lugares altos que su padre había destruido. (2Re 21:3.) Aunque al parecer la mayoría de los reyes judaítas se contaminaron con la adoración de Baal, Manasés llegó mucho más lejos que todos los demás en la práctica de este culto degradado. (2Re 21:9-11.) Ni las reformas que más tarde realizó el mismo Manasés, ni siquiera la extensa depuración que llevó a cabo su nieto, el rey Josías, consiguieron recuperar de modo permanente la adoración verdadera. Como resultado de haberse contaminado por completo con la adoración falsa, el pueblo fue castigado con el exilio y la desolación de la tierra. (2Cr 33:10-17; 2Re 23:4-27; Jer 32:29.)
En la obra profética de Jeremías, efectuada desde los días de Josías hasta el exilio babilonio, el profeta denunció a Israel por degradarse con la adoración de Baal y comparó la nación a una esposa adúltera que se había prostituido bajo todo árbol frondoso y en todo lugar alto, cometiendo adulterio con piedras y árboles, y olvidando a Jehová, su “dueño marital”. (Jer 2:20-27; 3:9, 14.) Después del exilio en Babilonia y el regreso de los judíos a Palestina, la Biblia no dice que los israelitas volvieran a practicar el baalismo.
★¡Informe exacto de un testigo ocular! - (15-3-1989-Pg.25-Fotos)
5. Baal de Peor, El Baal que adoraban los moabitas y los madianitas en el monte Peor. (Nú 25:1, 3, 6.) Puede que se tratase de Kemós, pues este era el dios principal de los moabitas. (Nú 21:29.) Era dios de la fertilidad. Además, se le representaba como dios del cielo, la lluvia y la tormenta. Baal también era el patrón de muchos lugares. La adoración de Baal de Peor probablemente tuvo ritos muy licenciosos, como el baalismo en general. Mientras los israelitas estaban acampados en Sitim, en las llanuras altas de Moab, las adoradoras de este dios los indujeron a cometer inmoralidad e idolatría. (Nú 25:1-18; Dt 4:3; Sl 106:28; Os 9:10; Apo 2:14.)
Debido al pecado de Israel con Baal de Peor, Jehová envió un azote que mató a miles de israelitas. En vista de la aparente discrepancia entre Números 25:9 y 1 Corintios 10:8, se ha planteado una duda en cuanto a la cantidad que en realidad murió como consecuencia del azote. Por lo visto, 23.000 murieron directamente por el azote, en tanto que los jueces de Israel ejecutaron a 1.000 “cabezas” (cabecillas), a los que luego se colgó a la vista pública. (Nú 25:4, 5; véase BAAL núm. 4.)
6. Baal-berit (El-berit)
(Dueño de un Pacto; una vez, en Jue 9:46, El-berit, Dios de un Pacto).
El Baal de Siquem, a quien los israelitas empezaron a adorar después de la muerte del juez Gedeón. (Jue 8:33.) Puede que el nombre “Baal-berit” obedezca a la creencia de que este Baal en particular vigilaba la observancia de los pactos.
En la casa o templo de Baal-berit, ubicada en Siquem, había alguna clase de tesoro. (Jue 9:4.) Parece ser que los siquemitas celebraban una fiesta en honor de Baal-berit relacionada con la vendimia, fiesta que culminaba con un tipo de comida sacrificatoria en el templo de su dios. Fue en el templo de Baal-berit, cuando los siquemitas comían, bebían y maldecían a Abimélec, donde Gaal, probablemente bajo la influencia del vino, los incitó a rebelarse contra el rey Abimélec. (Jue 9:27-29.) Más tarde, cuando este los amenazó, los terratenientes de la torre de Siquem (Migdal Siquem, BJ) buscaron refugio en la bóveda de la casa de El-berit (Baal-berit), donde hallaron la muerte cuando Abimélec y sus hombres le prendieron fuego. (Jue 9:46-49.)
1. Betuel, Sobrino de Abrahán e hijo de Nacor y Milcá.
1. Betuel, Sobrino de Abrahán e hijo de Nacor y Milcá. (Gé 22:20, 22.) Llegó a ser padre de Rebeca y Labán. (Gé 22:23; 24:15, 24, 29.) Tiempo después, él y Labán reconocieron que el esclavo de Abrahán había ido a su casa a buscar esposa para Isaac por dirección divina, pues dijeron: “De Jehová ha procedido esta cosa”. (Gé 24:50.) Se le llama sirio, o arameo, y vivía en la llanura de Aram. (Gé 25:20; 28:2, 5.)
2. Betuel - (Betul, Kesil, Betel) Una comparación de las listas de ciudades dadas en Josué 15:30; 19:4 y 1 Crónicas 4:30, indica que a esta ciudad también se la llamaba Betul y Kesil (Sign.: Lomo [es decir, Ladera]). Estaba en la parte meridional del territorio de Judá, pero se asignó a la tribu de Simeón como enclave. Parece ser, por lo tanto, que también es la “Betel” referida en 1 Samuel 30:27, uno de los lugares a los que David envió parte del despojo como regalo. Se ha identificado tentativamente con Khirbet el-Qaryatein (Tel Qeriyyot), a unos 19 Km. al S. de Hebrón, aunque algunos prefieren Khirbet er-Ras (Horvat Rosh), a unos 24 Km. al O. de ese lugar.
Personaje que se había marchado a Galacia, según dice Pablo en su segunda carta a Timoteo. (2Ti 4:10.)
Satanás recibió este descriptivo nombre por ser el principal y más notorio calumniador y acusador de Jehová, de su buena palabra y de su santo nombre. El término griego di·á·bo·los significa “calumniador”. (Compárese con Lu 16:1, donde aparece la forma verbal di·a·bál·lö; Juan 8:44; Apo 12:9, 10)
A través de los siglos, el Diablo ha demostrado ser el principal opositor de Dios y del hombre: disputó con Miguel acerca del cuerpo de Moisés (Jud 9); demostró que tenía poder para entrampar a otros (1Ti 3:7; 2Ti 2:26); ha usado a criaturas humanas —guías religiosos falsos, Judas Iscariote, Bar-Jesús— para conseguir sus fines (Jn 8:44; 13:2; Hch 13:6, 10); ha oprimido de tal modo a la gente, que en muchos casos ha sido imposible la recuperación médica de la persona (Hch 10:38); ha ocasionado el encarcelamiento de los justos (Apo 2:10), y hasta tiene medios de causar la muerte (Heb 2:14). Por consiguiente, a los cristianos se les aconseja que no den lugar a la influencia del Diablo por ‘permanecer en estado provocado’. (Ef 4:27.) Pedro advirtió: “Mantengan su juicio, sean vigilantes. Su adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, procurando devorar a alguien”. (1Pe 5:8.)
La palabra di·á·bo·los aparece en otros pasajes del texto original de las Escrituras Griegas cristianas, pero no con referencia a Satanás, por lo que su traducción correspondiente es “calumniador”. Por ejemplo, dirigiéndose a los doce, Jesús dijo con respecto a Judas: “Uno de ustedes es calumniador” (Jn 6:70); a las mujeres de la congregación se les advirtió que no se hicieran calumniadoras (1Ti 3:11; Tit 2:3), y una de las señales de “los últimos días”, es que ‘los hombres serían calumniadores’. (2Ti 3:1-5.)
La ley que Jehová le dio a la nación de Israel prohibía la calumnia (Le 19:16), y todo el contexto bíblico está en contra de ese uso impropio de la lengua. (2Sa 19:27; Sl 15:3; 101:5; Pr 11:13; 20:19; 30:10; Jer 6:28; 9:4.
La criatura celestial que es el principal adversario de Jehová Dios y de todos los que adoran al Dios verdadero. También se le conoce como Satanás porque se hizo resistidor de Jehová. Se le describe como la serpiente original, evidentemente por haber utilizado una serpiente en Edén para engañar a Eva, y por esta razón la palabra “serpiente” llegó a significar “engañador”. En el libro de Apocalipsis también se aplica a Satanás el simbolismo de un dragón devorador.
¿Cómo se puede saber si tal persona celestial realmente existe? La Biblia es la principal fuente de prueba. En ella se le menciona por nombre muchas veces (Satanás 52 veces, Diablo 33 veces). En la Biblia se halla escrito también el testimonio de un testigo ocular que confirma la existencia de Satanás. ¿Quién fue el testigo ocular? Jesucristo —quien vivió en los cielos antes de venir a la Tierra— mencionó muchas veces a este inicuo por nombre. (Luc. 22:31; 10:18; Mat. 25:41.)
Lo que la Biblia dice tocante a Satanás el Diablo es razonable. El mal que el género humano experimenta sobrepasa por mucho, en proporción, a la maldad de los humanos implicados en la situación. La explicación bíblica sobre el origen de Satanás y sus actividades aclara por qué, a pesar de que la mayor parte de la humanidad desea vivir en paz, el hombre ha sido plagado por el odio, la violencia y la guerra por miles de años, y por qué esta situación ha alcanzado el nivel de amenazar ahora con destruir a todo el género humano.
Si en verdad no existiera el Diablo, entonces el aceptar lo que la Biblia dice tocante a él no resultaría de beneficio duradero para nadie. Sin embargo, hay muchos casos de personas que en el pasado estuvieron envueltas en el ocultismo —o que pertenecieron a grupos que practican el espiritismo— y que informan que en aquel tiempo les perturbaba muchísimo oír “voces” de lo invisible, ser “poseídas” por seres sobrehumanos, y otros sucesos por el estilo. Obtuvieron alivio verdadero cuando aprendieron lo que la Biblia dice sobre Satanás y sus demonios, pusieron en práctica el consejo bíblico de evitar las prácticas espiritistas y buscaron la ayuda de Jehová mediante la oración.
El creer que Satanás existe no significa aceptar la idea de que él tenga cuernos, una cola larga y puntiaguda y una horca, ni que esté asando gente en un infierno ardiente. La Biblia no describe así a Satanás. Eso es lo que salió de la mente de artistas medievales en que influyeron las representaciones de Pan, un dios de la mitología griega, y El Infierno, la obra escrita por el poeta italiano Dante Alighieri. En vez de enseñar que hay un infierno ardiente, la Biblia dice claramente que “los muertos [...] no están conscientes de nada en absoluto”. (Ecl. 9:5.)
¿Es el culpar al Diablo un recurso para no llevar responsabilidad? Hay quienes culpan al Diablo por lo que ellos mismos hacen. En contraste con eso, la Biblia muestra que a menudo los humanos tienen gran parte de la culpa por lo malo que les acaece, sea a manos de otros humanos o a causa de su propio proceder (Ecl. 8:9; Gál. 6:7). Sin embargo, la Biblia no nos deja en ignorancia en lo que toca a la existencia y los designios de este enemigo sobrehumano que ha traído tanto sufrimiento a la humanidad. Nos muestra cómo podemos escapar de su control.
La palabra “diablo” significa alguien que dice mentiras malvadas acerca de otra persona. “Satanás” significa enemigo u opositor. Estos términos califican al principal enemigo de Dios. Al principio era un ángel perfecto que vivía con Dios en el cielo, pero luego se hizo vanidoso y quiso recibir la adoración que por derecho le pertenece a Dios. (Mateo 4:8-10.)
Este ángel, Satanás, habló con Eva a través de una serpiente y, con sus mentiras, consiguió que desobedeciera a Dios. De esta manera Satanás atacó la “soberanía” de Dios, es decir, su posición como el Altísimo. Puso en duda que Dios gobernara de manera adecuada y para el bien de Sus súbditos. También insinuó que ningún ser humano se mantendría leal a Dios. Al actuar así se convirtió en enemigo de Dios. De ahí que recibiera el nombre de Satanás el Diablo. (Génesis 3:1-5; Job 1:8-11; Apocalipsis 12:9.)
Satanás trata de engañar a las personas para que lo adoren. (2 Corintios 11:3, 14.) Una manera de hacerlo es mediante la religión falsa. Si una religión enseña mentiras acerca de Dios, en realidad cumple el propósito de Satanás. (Juan 8:44.) Las personas que pertenecen a religiones falsas tal vez crean sinceramente que adoran al Dios verdadero, pero en realidad sirven a Satanás, pues él es ‘el dios de este mundo’. (2 Corintios 4:4.)
El espiritismo es otro medio que usa Satanás para controlar a la gente. Algunas personas tal vez invoquen a los espíritus para que las protejan, perjudiquen a otros, predigan el futuro o hagan milagros. Satanás es la fuerza malvada que está detrás de todas esas prácticas. Si queremos agradar a Dios, no debemos tener nada que ver con el espiritismo. (Deuteronomio 18:10-12; Hechos 19:18, 19.)
Satanás también engaña a la gente por medio del orgullo de raza extremado y la adoración de organizaciones políticas. Algunas personas creen que su nación o raza es superior a las demás. Pero eso no es cierto. (Hechos 10:34, 35.) Otras esperan que las organizaciones políticas resuelvan los problemas de la humanidad. De esta forma rechazan el Reino de Dios, el cual es la única solución para nuestros problemas. (Daniel 2:44.)
Otra manera de engañar Satanás a las personas es tentándolas con deseos pecaminosos. Jehová nos dice que evitemos las prácticas pecaminosas porque sabe que nos perjudicarán. (Gálatas 6:7, 8.) Puede que algunas personas quieran que usted se les una en tal proceder. Pero recuerde que en realidad es Satanás quien desea que usted haga esas cosas. (1 Corintios 6:9, 10; 15:33.)
Satanás puede valerse de persecución u oposición para que usted abandone a Jehová. Tal vez algunos de sus seres queridos se enfaden mucho por el hecho de que esté estudiando la Biblia. Otros quizás se burlen de usted. Pero ¿a quién le debe la vida? Satanás quiere asustarlo para que deje de aprender de Jehová. No permita que venza. (Mateo 10:34-39; 1 Pedro 5:8, 9.) Al resistir al Diablo, puede alegrar a Jehová y demostrar que apoya Su soberanía. (Proverbios 27:11.)
¿Puede crear un Dios de amor al Diablo? Si Dios es bueno y perfecto como enseña la Biblia, parecería contradictorio que creara a alguien tan cruel y malvado. Pero la Biblia no dice en ningún lado que él creara a semejante ser. Al contrario, describe a Jehová en estos términos: “La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él” (Deuteronomio 32:4; Salmo 5:4).
Entonces, ¿cuál es el origen del Diablo? Para saberlo, primero hay que averiguar si un ser creado perfecto puede hacer cosas que no estén bien. Dios no creó robots, sino criaturas con libre albedrío, es decir, con la capacidad de tomar decisiones por su cuenta. Así pues, un ser inteligente y perfecto puede elegir entre hacer lo bueno o hacer lo malo. Y claro, las buenas acciones solo tienen mérito cuando quien las hace —sea un ser humano o un ser espiritual— tiene la libertad para decidir cómo actuar.
Dios no puede conceder libre albedrío a sus criaturas y al mismo tiempo impedirles hacer lo que está mal si lo desean. Por tanto, un ser perfecto puede elegir hacer lo malo, como ocurrió con Satanás, el Diablo, de quien Jesús dijo que “no permaneció firme en la verdad” (Juan 8:44). Estas palabras indican que el ser que se convirtió en el Diablo era al principio un espíritu perfecto, que en un tiempo “permaneció firme en la verdad”. Ahora bien, ¿por qué Jehová les dio a sus criaturas libertad de decisión? Porque las ama y confía en ellas (véase PERFECCIÓN - “¿Puede un ser perfecto dejar de serlo?”).
¿No trabaja para Dios el Diablo? Hay quienes llegan a esta conclusión tras leer el libro bíblico de Job. Según cierto experto, la declaración de que el Diablo venía “de discurrir por la tierra” alude a lo que hacían los espías de la antigua Persia, que viajaban por todo el territorio para mantener informado a su rey (Job 1:7). Pero si el Diablo fuera un espía de Dios, ¿habría sido necesario que le explicara que venía “de discurrir por la tierra”? Además, en el relato de Job no se presenta al Diablo como un aliado de Dios, sino todo lo contrario, como su principal enemigo. ¿Cómo lo sabemos? Porque en este relato se le da el nombre de Satanás, que significa “Resistidor” (Job 1:6). Entonces, ¿de dónde salió la idea de que el Diablo trabaja para Dios?
Esta idea ya aparecía en algunos libros apócrifos del siglo primero, como el Libro de los jubileos y la Regla de la comunidad de los hombres de Qumrán, donde se representaba al Diablo negociando con Dios pero al mismo tiempo sometiéndose a Su voluntad. Y esa idea perduró durante siglos. En su libro El Príncipe de las Tinieblas, el historiador Jeffrey B. Russell explica que el reformador protestante Martín Lutero consideraba al Diablo “una herramienta de Dios, como una tijera de podar o un rastrillo que Dios utilizara para cultivar su jardín”. Russell añade que “el rastrillo goza destruyendo las hierbas”, pero al estar en manos del Dios todopoderoso, cumple la voluntad divina. Esta enseñanza —posteriormente adoptada por el teólogo francés Juan Calvino— ofendió el sentido de la justicia de muchos creyentes. Si ya les costaba entender que un Dios de amor permitiera la maldad, mucho más les costaba aceptar que también la causara (Santiago 1:13). Hoy día esta doctrina, sumada a los horrores vividos en el siglo XX, hace que muchas personas no crean ni en Dios ni en el Diablo.
¿No es el Diablo solo un símbolo del mal? Si así fuera, sería casi imposible entender algunos pasajes bíblicos. Analicemos por ejemplo Job 2:3-6. ¿Con quién hablaba Dios? ¿Con la maldad que había en Job, o tal vez consigo mismo? Y si Dios acababa de expresar su confianza en las virtudes de Job, ¿por qué acto seguido le enviaría desgracias para probarlo? Atribuirle a Dios esos motivos equivale a decir que es un ser malvado, en vez de aquel “en quien no hay injusticia” (Salmo 92:15). En realidad, Dios se negó a “alargar la mano” contra Job. Es obvio que el Diablo no puede ser una representación abstracta, o símbolo, del mal ni un supuesto lado oscuro de la personalidad de Dios. Más bien, es un espíritu que se convirtió en el principal enemigo de Dios.
Antepasado de José, el padre adoptivo de Jesús. (Mt 1:15, 16.)
1. Elón, Hitita cuya hija, esposa de Esaú.
1. Elón, Hitita cuya hija, Adá, esposa de Esaú, fue “una fuente de amargura” para Isaac y Rebeca. (Gé 26:34, 35; 27:46; 28:8; 36:2.)
2. Elón, Segundo de los tres hijos de Zabulón. Se le menciona entre los componentes de la familia de su abuelo Jacob que fueron a Egipto. También fue el cabeza de familia de los elonitas. (Gé 46:14; Nú 26:26.)
★Elonitas
(De [Pertenecientes a] Elón).
Familia que descendió de Elón, hijo de Zabulón. (Nú 26:26.)
3. Elón, Juez zabulonita de Israel. Después de juzgar al pueblo durante diez años, murió y fue enterrado en Ayalón, en el territorio de Zabulón. (Jue 12:11, 12.)
4. Elón, Pueblo de la tribu de Dan mencionado entre Itlá y Timnah. (Jos 19:42, 43.) No ha sido posible ubicarlo con exactitud.
Gigante de la ciudad de Gat y paladín del ejército filisteo a quien David dio muerte. Era extraordinariamente alto, pues medía seis codos y un palmo (2,9 m.). Su cota de malla de cobre pesaba 5.000 siclos (57 Kg.) y la hoja de hierro de su lanza, 600 siclos (6,8 Kg.). (1Sa 17:4, 5, 7.) Era uno de los refaím, y puede que haya sido un soldado mercenario del ejército filisteo. (1Cr 20:5, 8.)
No mucho tiempo después que Samuel ungió a David, y una vez que el espíritu de Jehová había dejado al rey Saúl (1Sa 16:13, 14), los filisteos se reunieron para guerrear contra Israel en Socoh, y acamparon en Efes-damim. Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a Israel para que presentara a un hombre que luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría qué ejército llegaría a ser siervo del otro. Durante cuarenta días, Goliat desafió al aterrorizado ejército de Israel cada mañana y cada atardecer. No obstante, ningún soldado israelita tuvo suficiente valor como para aceptar el reto. (1Sa 17:1-11, 16.)
Al desafiar a los ejércitos del Dios vivo, Jehová, Goliat firmó su propia sentencia. El pastorcillo David, sobre quien estaba el espíritu de Dios, hizo frente a su reto. Goliat, precedido por su escudero, avanzó, invocando por sus dioses el mal contra David. A esto, David respondió: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio”. (GRABADO, vol. 1, pág. 745.) Cuando David le lanzó una piedra con su honda, esta se le hundió en la frente y Goliat cayó a tierra. Acto seguido, David se plantó sobre Goliat y con la espada del gigante le cortó la cabeza. A esto siguió una notable derrota y una gran matanza de filisteos. (1Sa 17:26, 41-53.)
“Entonces David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, y puso las armas de él en su tienda.” (1Sa 17:54.) Aunque es verdad que David no tomó la fortaleza de Sión sino hasta un tiempo posterior (2Sa 5:7), la ciudad de Jerusalén había sido habitada desde hacía tiempo por israelitas y jebuseos. (Jos 15:63; Jue 1:8.) Parece ser que más adelante David dejó la espada de Goliat en el santuario, como lo indica el que se la diera el sacerdote Ahimélec cuando huía de Saúl. (1Sa 21:8, 9.)
Un pasaje que ha causado cierta dificultad se halla en 2 Samuel 21:19, donde se explica: “Elhanán hijo de Jaaré-oreguim el betlemita logró derribar a Goliat el guitita, el asta de cuya lanza era como el enjulio de los obreros del telar”. El relato paralelo de 1 Crónicas 20:5 dice: “Elhanán hijo de Jaír logró derribar a Lahmí el hermano de Goliat el guitita, el asta de cuya lanza era como el enjulio de los obreros del telar”.
Se han ofrecido varias explicaciones posibles: El targum preserva una tradición según la cual se identifica a Elhanán con David. La obra Soncino Books of the Bible (edición de A. Cohen, Londres, 1951, 1952) comenta que bien podrían haber existido dos personajes llamados Goliat, y también menciona que Goliat puede haber sido un título descriptivo, como “Faraón”, “Rabsaqué” y “Sultán”. La mayoría de los comentaristas piensan que se debe a un error del copista que un texto diga “Jaaré-oreguim” y el otro, “Jaír”, así como que el registro de Segundo de Samuel incluya el término “betlemita [heb. behth hal·laj·mí]”, en tanto que solo el relato de Crónicas incluye el nombre “Lahmi [’eth-Laj·mí]”. (Véase Jaaré-oreguim; Lahmí.)
Sucesor de Jefté como juez de Israel. Llegó a ser padre de 30 hijos y 30 hijas, lo que indica que era polígamo y por lo visto hombre de ciertos recursos. Además, proporcionó 30 esposas a sus hijos. Murió después de una judicatura de siete años, y fue enterrado en Belén, su ciudad natal (probablemente se trate de Belén de Zabulón). (Jue 12:7-10; Jos 19:10, 14, 15.)
1. Jacob - (Israel) Hijo de Isaac y Rebeca, y hermano gemelo menor de Esaú. Los padres de Jacob llevaban veinte años casados cuando les nacieron gemelos, sus únicos hijos, en 1858 a. E.C. Isaac tenía entonces sesenta años. Al igual que en el caso de Abrahán, las oraciones de Isaac para tener prole recibieron respuesta solo después de que su paciencia y su fe en las promesas de Dios habían sido completamente probadas. (Gé 25:20, 21, 26; Ro 9:7-10.)
Rebeca estaba angustiada durante el embarazo porque los gemelos “empezaron a pugnar” dentro de su matriz, lo que, según explicó Jehová, representaba el comienzo de dos naciones que llegarían a estar opuestas entre sí. Además, Jehová declaró que, contrario a la costumbre, el mayor serviría al menor. En conformidad con esto, cuando nacieron, Jacob, el segundo, tenía asido el talón de Esaú; de ahí el nombre Jacob, que significa “Que Ase el Talón”. (Gé 25:22-26.) Así Jehová demostró que puede percibir la inclinación genética de los que todavía no han nacido, y ejercer su presciencia y su derecho de seleccionar de antemano a los que escoge para sus fines, aunque sin predeterminar en modo alguno el destino final de la persona. (Ro 9:10-12; Os 12:3.)
Esaú, el hijo favorito de su padre, era un cazador de carácter indómito, inquieto y nómada, mientras que a Jacob se le describe como un “hombre sin culpa [heb. tam], que moraba en tiendas”, alguien que llevaba una vida tranquila de pastor y en quien se podían confiar asuntos de carácter doméstico, alguien por quien su madre sentía un cariño especial. (Gé 25:27, 28.) Esta palabra hebrea (tam) se usa también en otros lugares para describir a las personas que tienen la aprobación de Dios. Por ejemplo, “los hombres sanguinarios odian a cualquiera exento de culpa [heb. tam]”; no obstante, Jehová asegura que “el futuro de ese hombre será pacífico”. (Pr 29:10; Sl 37:37.) Job era un hombre que mantenía su integridad, que “resultó sin culpa [heb. tam] y recto”. (Job 1:1, 8; 2:3.)
Recibió la primogenitura y la bendición. Abrahán murió en 1843 a. E.C., cuando su nieto Jacob tenía quince años de edad, de modo que el muchacho tuvo tiempo suficiente de oír por boca de su abuelo, así como de su padre, acerca del pacto de Dios ratificado por juramento. (Gé 22:15-18.) Jacob se dio cuenta del gran privilegio que significaría ser partícipe en el cumplimiento de tales promesas divinas. Finalmente, se le presentó la oportunidad de comprarle legalmente a su hermano tanto la primogenitura como todo lo que esta conllevaba. (Dt 21:15-17.) Un día en que Esaú volvía exhausto del campo percibió el aroma del sabroso guisado que su hermano había cocinado, se acercó y exclamó: “¡Aprisa, por favor, dame un bocado de lo rojo... lo rojo que está allí, porque estoy cansado!”. Jacob respondió: “¡Véndeme, ante todo, tu derecho de primogénito!”. “Esaú despreció la primogenitura”, por lo que efectuó la venta con toda celeridad, sellándola con un juramento solemne. (Gé 25:29-34; Heb 12:16.) Estas fueron razones suficientes para que Jehová dijera: “Amé a Jacob, pero odié a Esaú”. (Ro 9:13; Mal 1:2, 3.)
¿Obró bien Jacob al hacerse pasar por Esaú? Cuando Isaac se hizo viejo y vio próxima su muerte, pidió a Esaú que fuera a cazar una pieza, y le dijo: “Déjame comer, a fin de que te bendiga mi alma antes que yo muera”. Sin embargo, Rebeca oyó la conversación y rápidamente mandó a Jacob a buscar dos cabritos a fin de preparar un sabroso plato para Isaac, y le dijo a Jacob: “Tienes que llevarlo a tu padre y él tiene que comerlo, a fin de que te bendiga antes de su muerte”. Incluso le puso las pieles de los cabritos en las manos y el cuello para que cuando Isaac palpara a Jacob, pensara que era Esaú. Cuando Jacob le llevó la comida a su padre, este le preguntó: “¿Quién eres, hijo mío?”, a lo que Jacob contestó: “Soy Esaú tu primogénito”. Como bien sabía Jacob, legalmente tenía derecho a hacerse pasar por Esaú, el primogénito de Isaac. Isaac palpó a Jacob para ver si era realmente Esaú, y dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú”. Por fin, todo salió como se había previsto e Isaac “lo bendijo”. (Gé 27:1-29.) ¿Habían obrado bien Rebeca y Jacob?
No se podía dudar que Jacob tenía derecho a la bendición. Antes del nacimiento de los gemelos, Jehová le había dicho a Rebeca: “El mayor servirá al menor”. (Gé 25:23.) Posteriormente, en armonía con las inclinaciones que Jehová ya había previsto y que le habían llevado a amar a Jacob más que a Esaú, este vendió la primogenitura a Jacob por solo un plato de guisado. (Gé 25:29-34.)
La Biblia no dice si Isaac conocía estas indicaciones sobre quién debería recibir la primogenitura. No sabemos por qué Rebeca y Jacob obraron como lo hicieron, aunque ambos eran conscientes de que la bendición le pertenecía a Jacob. Este no se hizo pasar por Esaú maliciosamente para apoderarse de algo a lo que no tenía derecho. La Biblia no condena lo que hicieron Rebeca y Jacob. El resultado fue que Jacob recibió la bendición que le correspondía. Isaac mismo debió reconocer que se había cumplido la voluntad de Jehová. Poco después, cuando mandó a Jacob a Harán para que buscara una esposa, volvió a bendecirle y le dijo específicamente: “Dios Todopoderoso [...] te dará la bendición de Abrahán”. (Gé 28:3, 4; compárese con Heb 11:20.) De modo que podemos concluir que el resultado final concordaba con el propósito de Dios. La Biblia enseña claramente la lección que debe aprenderse de este relato al advertir que no ha de haber “ningún fornicador ni nadie que no aprecie cosas sagradas, como Esaú, que a cambio de una sola comida vendió regalados sus derechos de primogénito”. (Heb 12:16.)
★¿Estuvo mal que Jacob se hiciera pasar por Esaú? - (1-10-2007-Pg.31)
Jacob se traslada a Padán-aram. Sucesos de la vida de Jacob, Jacob tenía setenta y siete años cuando dejó Beer-seba para ir a la tierra de sus antepasados, donde pasó los siguientes veinte años de su vida. (Gé 28:10; Gé 31:38.) Después de viajar unos 100 Km. en dirección NNE., se detuvo en Luz (Betel), en las colinas de Judea, para pasar la noche, y usó por almohada una piedra. En sus sueños vio una escalera, o un tramo de escalera, que llegaba a los cielos y por la que ascendían y descendían ángeles. En lo alto vio a Jehová, que le confirmó el pacto divino que había hecho con Abrahán e Isaac. (Gé 28:11-13; 1Cr 16:16, 17.)
En este pacto Jehová le prometió a Jacob que lo cuidaría, lo guardaría y no lo abandonaría hasta que la tierra sobre la que estaba acostado llegase a ser suya, y su descendencia fuese tanta como las partículas de polvo de la Tierra. Además le dijo: “Por medio de ti y por medio de tu descendencia todas las familias del suelo ciertamente se bendecirán”. (Gé 28:13-15.) Cuando Jacob se dio verdadera cuenta de la importancia que tenía lo que había experimentado por la noche, exclamó: “¡Cuán inspirador de temor es este lugar! Esta no es otra cosa sino la casa de Dios”. Por esa razón cambió el nombre de Luz a Betel, que significa “Casa de Dios”, y procedió a erigir una columna y a ungirla como testigo de estos acontecimientos trascendentales. En agradecimiento a la promesa de Dios de apoyarle, también hizo el voto de que sin falta le daría a Jehová la décima parte de todo lo que recibiese. (Gé 28:16-22.)
Jacob continuó su viaje y por fin se encontró con su prima Raquel en las inmediaciones de Harán. Labán —padre de Raquel y hermano de la madre de Jacob— le invitó a quedarse con ellos. Jacob se enamoró de Raquel y le ofreció a su padre trabajar siete años para él si se la entregaba como esposa. Los años transcurrieron “como unos cuantos días” debido al amor tan profundo que Jacob sentía por Raquel. Sin embargo, a Jacob le engañaron el día de la boda: le entregaron a Lea, la hermana mayor de Raquel. Labán le ofreció la siguiente explicación: “No se acostumbra [...] dar la menor antes de la primogénita”. Después de celebrar esta boda por una semana, Labán también le entregó a Jacob su hija Raquel como esposa con la condición de que trabajara otros siete años en pago por ella. Además, a Lea y a Raquel> les dio dos siervas, Zilpá y Bilhá, respectivamente. (Gé 29:1-29; Os 12:12.)
De esta unión Jehová empezó a formar una nación numerosa. Lea le dio a luz a Jacob cuatro hijos seguidos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Como Raquel veía que seguía estéril, le dio a Jacob su esclava Bilhá, con la que tuvo dos hijos: Dan y Neftalí. Luego Lea quedó estéril, de manera que le dio a Jacob su esclava Zilpá, y de ella recibió dos hijos: Gad y Aser. Lea volvió a dar a luz hijos; primero tuvo a Isacar, luego a Zabulón y después tuvo una hija llamada Dina. Por fin Raquel llegó a estar encinta y dio a luz a José. Por consiguiente, en un período relativamente corto de siete años, Jacob fue bendecido con muchos hijos. (Gé 29:30–30:24.)
Jacob se hace rico antes de salir de Harán. Una vez finalizado el contrato de catorce años de trabajo a cambio de sus esposas, Jacob estaba ansioso de regresar a su tierra natal. Pero al ver Labán cómo le había bendecido Jehová por causa de Jacob, insistió en que continuase supervisando sus rebaños; incluso le dijo a Jacob que estipulase su propio salario. En esa zona geográfica las ovejas y las cabras suelen ser de un solo color: las ovejas, blancas, y las cabras, negras. Por consiguiente, Jacob pidió que se le diese en calidad de salario solo las ovejas y las cabras que tuviesen colores o marcas anormales: las ovejas de color moreno oscuro y todas las cabras con cualesquier marcas blancas. “¡Pues, eso es excelente!”, fue la respuesta de Labán. Y para mantener el salario tan bajo como fuese posible, Labán, por sugerencia de Jacob, separó de los rebaños todas las cabras rayadas, moteadas y con manchas de color y toda oveja morena oscura entre los carneros jóvenes, y se las entregó a sus propios hijos para que las cuidasen, e incluso fijó una distancia de tres jornadas entre ellos para evitar cruces entre los dos rebaños. Solo pertenecerían a Jacob las que a partir de entonces naciesen con un color anormal. (Gé 30:25-36.)
Jacob empezó cuidando únicamente ovejas de color normal y cabras sin marcas. Sin embargo, trabajó mucho e hizo lo que pensaba que incrementaría la cantidad de animales de un color anormal. Tomó varas (ramitas verdes y todavía húmedas) de estoraques, almendros y plátanos, y las descortezó, para darles la apariencia de estar rayadas y moteadas. Colocó estas varas en los canales de los abrevaderos de los animales, al parecer con la idea de que si los animales miraban las rayas cuando estaban en celo, la prole que tuviesen sería moteada o de un color anormal. También procuró colocar los palos en los abrevaderos solo cuando los que estaban en celo eran los animales más fuertes y robustos. (Gé 30:37-42.)
¿Cuál fue el resultado? Los animales con marcas o color anormal —el salario de Jacob— fueron más numerosos que los de un solo color de tono normal, que habrían de pertenecerle a Labán. Como Jacob obtuvo el resultado deseado, es probable que pensara que lo había conseguido con su estratagema de las varas rayadas. Sin duda tenía el mismo concepto erróneo que tenían muchas personas: que era posible influir en la prole con ese tipo de recursos. Sin embargo, en un sueño su Creador le explicó la verdadera razón.
Jacob llegó a saber por medio de un sueño que fueron otros factores (en este caso, los genéticos), no las varas, los causantes de su éxito. Aunque Jacob estaba al cuidado de animales de un solo color, la visión le reveló que los machos cabríos eran rayados, moteados y manchados. ¿Cómo pudo ocurrir algo así? Al parecer, aunque tenían un color uniforme eran híbridos, debido a los cruces que se habían producido en el rebaño de Labán antes de que Jacob empezara a cobrar su salario. Por consiguiente, según las leyes de la herencia descubiertas por Gregor Mendel en el siglo pasado, algunos de estos animales llevaban en sus genes los factores hereditarios para producir animales manchados y moteados. (Gé 31:10-12.)
Durante los seis años que Jacob trabajó en estas condiciones, Jehová lo bendijo en gran manera y lo hizo prosperar no solo incrementando sus rebaños, sino también la cantidad de siervos, camellos y asnos, a pesar de que Labán seguía cambiando el salario que había acordado. Finalmente, el “Dios verdadero de Betel” le mandó a Jacob que regresase a la Tierra Prometida. (Gé 30:43; 31:1-13, 41.)
Regreso a la Tierra Prometida. Temiendo que Labán intentase de nuevo impedir que dejase de servirle, Jacob tomó en secreto a sus esposas, a sus hijos y todo lo que le pertenecía, cruzó el río Éufrates y se puso en camino hacia Canaán. Es posible que Jacob estuviese apacentando sus rebaños cerca del Éufrates, como se indica en Génesis 31:4, 21, cuando pensó en este traslado. Para entonces Labán estaba fuera esquilando sus rebaños, y no se le informó de la marcha de Jacob hasta tres días después de su partida. Puede que aún haya transcurrido más tiempo mientras terminaba de esquilar y lo organizaba todo para ir con sus fuerzas en persecución de Jacob. De modo que Jacob dispuso de suficiente tiempo para conducir lentamente a sus rebaños por todo el camino hasta la región montañosa de Galaad antes que Labán le alcanzase. Debió recorrer desde Harán una distancia no inferior a 560 Km.; sin embargo, Labán y sus parientes, en una afanosa persecución a lomos de sus camellos, pudieron recorrerla fácilmente en siete días. (Gé 31:14-23.)
Cuando Labán encontró a los que estaba persiguiendo acampados a unos pocos kilómetros al N. del Jaboq, le exigió a Jacob que le explicara por qué había marchado sin permitir que besase a sus hijos y sus nietos como despedida, y por qué le había robado sus dioses. (Gé 31:24-30.) La respuesta a la primera pregunta era bastante obvia: temía que Labán le hubiera impedido partir. En cuanto a la segunda pregunta, Jacob desconocía lo sucedido, y la búsqueda que se llevó a cabo no logró revelar que había sido Raquel quien había robado los terafim de la familia y los había escondido en la cesta de la silla de montar de su camello. (Gé 31:31-35.)
La siguiente declaración puede explicar esta acción de Raquel y la preocupación de Labán: “La posesión de los dioses domésticos convertía a una persona en heredero legítimo, lo que explica la ansiedad de Labán por recobrar los suyos [del] poder [de] Jacob. [Gé 31:26 y los vss. siguientes.]” (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 197, nota 1.)
Una vez resuelta la disputa pacíficamente, Jacob erigió una columna de piedra e hizo un montón de piedras, que permaneció allí por muchos años como testimonio del pacto de paz que los dos habían celebrado con una comida ceremonial. Los nombres que se le dieron a este majano de piedras fueron Galeed (Majano de Testimonio) y La Atalaya. (Gé 31:36-55.)
Jacob estaba ansioso de hacer las paces con su hermano Esaú, a quien no había visto por más de veinte años. Para atenuar cualquier animadversión que su hermano todavía pudiera abrigar, Jacob envió delante de él costosos regalos para Esaú: cientos de cabras y ovejas, además de muchos camellos, asnos y ganado. (Gé 32:3-21.) Jacob había huido de Canaán prácticamente sin nada; entonces, debido a la bendición de Jehová, volvía convertido en un hombre rico.
★Jehová, “el Dios que da paz” - (15-8-2011-Pg.23-§1-3-Foto)
¿Por qué dejó cojo a Jacob el ángel con el que luchó? Durante la noche en que la casa de Jacob cruzó el río Jaboq en camino hacia el S. para encontrarse con Esaú, Jacob tuvo la extraordinaria experiencia de luchar con un ángel, y debido a su perseverancia, se le cambió el nombre a Israel, que significa “Contendiente (Perseverante) con Dios; o, Dios Contiende”. (Gé 32:22-28.) A partir de entonces estos dos nombres suelen aparecer juntos en los paralelismos poéticos hebreos. (Sl 14:7; 22:23; 78:5, 21, 71; 105:10, 23.) Durante la lucha el ángel tocó el hueco de la coyuntura del muslo de Jacob y este cojeó por el resto de su vida, lo que tal vez tuvo el propósito de enseñarle humildad, un recordatorio constante para que no se ensalzase demasiado por la prosperidad que Dios le había dado ni por haber forcejeado con un ángel. En conmemoración de estos acontecimientos trascendentales, Jacob llamó al lugar Peniel o Penuel. (Gé 32:25, 30-32.)
Después del encuentro amigable entre los gemelos, Jacob y Esaú, que entonces tenían noventa y siete años de edad, cada uno se fue por su camino, y al parecer no se encontraron de nuevo hasta que enterraron a su padre Isaac, unos veintitrés años más tarde. Esaú se fue con sus regalos hacia el S., a Seír, y Jacob se dirigió hacia el N., cruzando de nuevo el río Jaboq. (Gé 33:1-17; 35:29.)
★La voluntad de Dios viene primero - (15-9-2010-Pg.8-§8-12-Foto)
Los siguientes treinta y tres años como residente forastero. Después que Jacob se separó de Esaú, se estableció en Sucot. Este fue el primer lugar donde permaneció durante cierto tiempo desde que regresó de Padán-aram. Aunque no se dice cuánto tiempo pasó allí, puede que hayan sido varios años, pues edificó una casa permanente en la que vivir y cabañas o establos cubiertos para su ganado. (Gé 33:17.)
El siguiente traslado de Jacob fue hacia el O., a través del Jordán, a las inmediaciones de Siquem, donde compró una porción de terreno de los hijos de Hamor por “cien piezas de moneda [heb. qesi·táh]”. (Gé 33:18-20; Jos 24:32.) En la actualidad no se conoce el valor de esa antigua unidad monetaria, la qesi·táh, pero cien piezas —no había monedas en aquel tiempo— probablemente supondría un peso considerable de plata.
En Siquem, Dina, la hija de Jacob, empezó a relacionarse con las cananeas, lo que llevó a que Siquem, el hijo de Hamor —un principal—, la violara. Tras este episodio, los acontecimientos se sucedieron sin que Jacob pudiese controlarlos: sus hijos mataron a todo varón de Siquem, tomaron cautivas a las mujeres y los niños, se apropiaron de las pertenencias y riquezas de la comunidad e hicieron que su padre Jacob fuese un hedor para los habitantes de la tierra. (Gé 34:1-31.)
A continuación, Jacob recibió el mandato divino de partir de Siquem y trasladarse a Betel, y así lo hizo. Sin embargo, antes de ir, ordenó a los de su casa que se limpiasen, se cambiasen de ropa y apartasen todos los dioses falsos (probablemente incluyendo los terafim de Labán), así como los aretes que tal vez llevaban como amuletos. Jacob enterró todo esto fuera de la vista cerca de Siquem. (Gé 35:1-4.)
Betel, la “Casa de Dios”, fue de importancia especial para Jacob, pues allí Jehová le había transmitido el pacto abrahámico quizás unos treinta años antes. Entonces, después que Jacob edificó un altar a este gran Dios de sus antepasados, Jehová repitió el pacto y confirmó que se le había cambiado el nombre a Israel. A continuación Jacob erigió una columna sobre la que derramó una libación y aceite en conmemoración de estos acontecimientos trascendentales. También durante esta estancia en Betel murió Débora, la nodriza de su madre, y fue enterrada. (Gé 35:5-15.)
Tampoco sabemos cuánto tiempo vivió Jacob en Betel. Después de partir de allí y trasladarse hacia el S., y mientras todavía estaban a cierta distancia de Belén (Efrata), Raquel empezó a tener dolores de parto, y murió al dar a luz a Benjamín, su segundo hijo. Jacob enterró allí a su amada Raquel y erigió una columna para señalar su tumba. (Gé 35:16-20.)
Bendecido entonces con doce hijos, de los que saldrían doce tribus, Israel siguió viajando más hacia el S. Del siguiente lugar donde acampó se dice que estaba “a alguna distancia más allá de la torre de Éder”, lo que da a entender que se encontraba entre Belén y Hebrón. Mientras residía allí, Rubén, su hijo mayor, tuvo relaciones sexuales con Bilhá, concubina de su padre y madre de Dan y Neftalí. Rubén tal vez haya pensado que su padre Jacob era demasiado viejo para tomar alguna medida al respecto, pero sufrió la desaprobación de Jehová, y debido a este acto incestuoso perdió su primogenitura. (Gé 35:21-26; 49:3, 4; Dt 27:20; 1Cr 5:1.)
Posiblemente antes de que José fuese vendido como esclavo y llevado a Egipto, Jacob se trasladó a Hebrón, donde aún vivía su anciano padre Isaac, aunque no puede precisarse con exactitud la fecha. (Gé 35:27.)
Un día Jacob envió a José, quien entonces tenía diecisiete años, a ver cómo les iba a sus hermanos, que estaban cuidando los rebaños de su padre. Cuando por fin los localizó en Dotán, a unos 100 Km. al N. de Hebrón, sus hermanos lo prendieron y lo vendieron a una caravana de comerciantes que se dirigía a Egipto. Esto sucedió en 1750 a. E.C. Luego hicieron que su padre creyese que una bestia salvaje había matado a José. Jacob se lamentó durante muchos días por la pérdida de su hijo, rehusando ser consolado y diciendo: “[¡]En duelo bajaré a donde mi hijo, al Seol!”. (Gé 37:2, 3, 12-36.) La muerte de su padre Isaac, en 1738 a. E.C., tan solo aumentó su dolor. (Gé 35:28, 29.)
El traslado a Egipto. Unos diez años después de la muerte de Isaac, Jacob se vio obligado a enviar a diez de sus hijos a Egipto en busca de cereales como consecuencia de un hambre que afectó una extensa zona. Benjamín se quedó con su padre. El administrador de alimentos de Faraón, José, reconoció a sus hermanos y pidió que volviesen a Egipto con Benjamín, su hermano más joven. (Gé 41:57; Gé 42:1-20.) Sin embargo, cuando se informó de ello a Jacob, al principio rehusó dejarle ir, pues temía que le acaeciese algún daño a este hijo amado de su vejez. Para ese tiempo Benjamín tenía por lo menos veintidós años. (Gé 42:29-38.) No consintió en dejar ir a Benjamín hasta que ya consumieron todo el alimento obtenido en Egipto. (Gé 43:1-14; Hch 7:12.)
Una vez reconciliados José y sus hermanos, se invitó a Jacob y a toda su casa, junto con todo su ganado y pertenencias, a trasladarse a la fértil tierra de Gosén, en Egipto, en la zona del delta, ya que aquel hambre tan grande iba a durar otros cinco años. Faraón incluso les dio carruajes para el traslado y provisiones de alimentos. (Gé 45:9-24.) Mientras Jacob iba a Egipto, Jehová le aseguró que este traslado tenía su bendición y aprobación. (Gé 46:1-4.) Todas las almas pertenecientes a la casa de Jacob, incluidos Manasés, Efraín y otros que quizás nacieron en Egipto antes de la muerte de Jacob, fueron setenta en total. (Gé 46:5-27; Éx 1:5; Dt 10:22.) Esta cantidad no incluía a Lea, que había muerto en la Tierra Prometida (Gé 49:31), ni a las hijas de Jacob que no se registran por nombre, ni a las esposas de sus hijos. (Gé 46:26; compárese con Gé 37:35.)
Poco después de llegar a Egipto, en 1728 a. E.C., se llevó a Jacob a la corte de Faraón, donde saludó a este gobernante con una bendición. Jacob se identificó como residente forastero (igual que Abrahán e Isaac, porque, del mismo modo que ellos, tampoco había heredado la tierra prometida por Dios). Cuando se le preguntó su edad, Jacob contestó que tenía ciento treinta años, pero que en comparación con los de sus antepasados, los suyos habían sido “pocos y angustiosos”. (Gé 47:7-10.)
Poco antes de su muerte, Jacob bendijo a sus nietos, los hijos de José, y por dirección divina puso a Efraín, el más joven, por delante de Manasés, el mayor. Luego le dijo a José que iba a recibir la porción doble de la herencia que correspondía al primogénito: “Te doy yo una porción saliente de tierra más que a tus hermanos, la cual tomé de la mano de los amorreos mediante mi espada y mediante mi arco”. (Gé 48:1-22; 1Cr 5:1.) Como Jacob había comprado pacíficamente la tierra cercana a Siquem a los hijos de Hamor (Gé 33:19, 20), al parecer la promesa hecha a José era una expresión de la fe de Jacob, en la que se profetizaba la futura conquista de Canaán a manos de sus descendientes como si ya hubiera sido llevada a cabo por su propia espada y su propio arco. José tuvo una porción doble en la tierra conquistada porque las tribus de Efraín y Manasés recibieron una herencia cada una.
Antes de morir, Jacob hizo acopio de fuerzas para bendecir a cada uno de sus doce hijos. (Gé 49:1-28.) Demostró fe en el cumplimiento de los propósitos de Dios. (Heb 11:21.) Debido a su fe y a que Jehová le había confirmado específicamente el pacto abrahámico de bendición, las Escrituras suelen referirse a Jehová, no solo como el Dios de Abrahán e Isaac, sino también de Jacob. (Éx 3:6; 1Cr 29:18; Mt 22:32.)
Finalmente, en 1711 a. E.C., Jacob murió a la edad de ciento cuarenta y siete años después de haber residido diecisiete años en Egipto. (Gé 47:27, 28.) Así terminó ese período histórico, desde el nacimiento de Jacob hasta su muerte, que ocupa más de la mitad de las páginas del libro de Génesis (caps. Gé 25–Gé 50). En armonía con el deseo de Jacob de ser enterrado en la tierra de Canaán, José mandó a los médicos de Egipto embalsamar el cuerpo de su padre en preparación para el viaje. Luego, un gran cortejo fúnebre (acorde con la dignidad de José, el hijo del difunto) salió de Egipto camino de Canaán. Cuando llegó a la región del Jordán, hubo siete días de duelo, después de los cuales los hijos de Jacob enterraron a su padre en la cueva de Macpelá, donde se había enterrado a Abrahán e Isaac. (Gé 49:29-33; 50:1-14.)
Fuente o pozo de Jacob El “pozo” o “fuente” donde Jesucristo conversó mientras descansaba con una mujer samaritana. (Jn 4:5-30.) Se cree que es Bir Ya`qub (Be’er Ya`aqov), a unos 2,5 Km. al SE. de Nablus y no muy lejos de Tell Balata, donde estaba ubicada Siquem. La fuente de Jacob es un pozo profundo, cuyo nivel de agua nunca llega hasta arriba. Las mediciones hechas en el siglo pasado indican que la profundidad del pozo es de unos 23 m. Tiene unos 2,5 m. de diámetro, aunque se va estrechando en la parte superior. Debido a que suele estar seco aproximadamente desde finales de mayo hasta las lluvias de otoño, se cree que las aguas de este pozo provienen de la lluvia y la filtración, pero también hay quien cree que además recibe agua de un manantial y que por lo tanto podría llamársele asimismo una fuente.
La Biblia no dice específicamente que Jacob excavó el pozo. Sin embargo, sí indica que tenía un campo en esas inmediaciones. (Gé 33:18-20; Jos 24:32; Jn 4:5.) Además, la mujer samaritana le dijo a Jesús: “Jacob [...] nos dio el pozo y [...] bebió de él [...] junto con sus hijos y su ganado vacuno”. (Jn 4:12.) De manera que es probable que Jacob lo excavase o hiciese que lo excavaran con el fin de abastecer de agua a su gran casa y sus muchos rebaños, y así evitar así problemas con sus vecinos, quienes ya debían poseer las otras fuentes de agua que había en la región. Por otra parte, puede que haya necesitado un mayor suministro de agua y más permanente para cuando se secaran los otros pozos de la zona.
2. Jacob, Los profetas usaron a menudo el nombre “Jacob” en un sentido figurado para referirse a la nación que descendió de este patriarca. (Isa 9:8; 27:9; Jer 10:25; Eze 39:25; Am 6:8; Miq 1:5; Ro 11:26.) En una ocasión Jesús usó el nombre de Jacob en sentido figurado hablando de aquellos que estarían “en el reino de los cielos”. (Mt 8:11.)
3. Jacob, El padre de José, quien fue esposo de María, la madre de Jesús. (Mt 1:15, 16.)
1. Jaír, Descendiente de Judá a través de su nieto Hezrón.
1. Jaír, Descendiente de Judá a través de su nieto Hezrón, que se había casado con una mujer de la tribu de Manasés. (1Cr 2:21, 22.) A Jaír se le suele considerar descendiente de Manasés en lugar de descendiente de Judá, quizás debido a sus hazañas militares en el territorio de Manasés, donde conquistó varias aldeas de tiendas a las que dio su nombre, que se conservó durante generaciones. (Nú 32:41; Dt 3:14; Jos 13:30; 1Re 4:13; véase Havot-jaír.)
2. Jaír, Séptimo juez de Israel. Ya que era un galaadita importante y a cada uno de sus 30 hijos se les vincula a las ciudades de tiendas mencionadas antes, es probable que fuese un descendiente del núm. 1. Juzgó a Israel durante veintidós años, después de lo cual murió y fue enterrado en Qamón. (Jue 10:3-5.)
3. Jaír, Padre de Mardoqueo, de la tribu de Benjamín. (Est 2:5.)
4. Jaír, Padre de Elhanán, quien dio muerte a Lahmí, el hermano de Goliat. (1Cr 20:5.) Por lo visto, el relato correspondiente de 2 Samuel 21:19 contiene un error de transcripción.
★ Jairita.
(De [Perteneciente a] Jaír).
Sobrenombre de Irá, el “sacerdote de David”. (2Sa 20:26.) Quizás Irá fuese descendiente del Jaír manasita, pero si la lectura de la Peshitta siriaca es correcta, puede que haya sido un sacerdote originario de la ciudad levita de Jatir.
1. Jehonatán, Uno de los levitas a los que Jehosafat envió en su tercer año de reinado con el propósito de enseñar la ley de Jehová a la gente de Judá. (2Cr 17:5, 7-9.)
2. Jehonatán Secretario cuya casa se utilizó como cárcel, en la que se encerró a Jeremías. (Jer 37:15, 20; 38:26.) Parece probable que la casa tuviese alguna estancia subterránea que pudo usarse como celda.
3. Jehonatán, Cabeza postexílico de una casa paterna de sacerdotes que vivió en el tiempo de Joiaquim, el sucesor de Jesúa. (Ne 12:10, 12, 18.)
1. Jehosafat, Hijo de Ahilud que sirvió de registrador.
1. Jehosafat, Hijo de Ahilud que sirvió de registrador durante los reinados de David y Salomón. (2Sa 8:16; 20:24; 1Re 4:3; 1Cr 18:15.)
2. Jehosafat, Uno de los doce comisarios de Salomón. Este “hijo de Parúah” suministraba alimento del territorio de Isacar para el rey y su casa un mes al año. (1Re 4:7, 17.)
3. Jehosafat - (Josafat) Hijo del rey Asá de Judá y de Azubá, la hija de Silhí. A la edad de treinta y cinco años sucedió a su padre en el trono, y gobernó durante veinticinco años desde 936 a. E.C. (1Re 22:42; 2Cr 20:31.) Su reinado fue contemporáneo de los de Acab, Ocozías y Jehoram, reyes de Israel. (1Re 22:41, 51; 2Re 3:1, 2; 2Cr 17:3, 4.) Su gobernación se caracterizó por su estabilidad, prosperidad, gloria y relativa paz con las naciones vecinas. Jehosafat recibía regalos de parte de sus súbditos, y los filisteos y los árabes le daban tributo. (2Cr 17:5, 10, 11.)
Logros. Jehosafat fortaleció su posición colocando fuerzas militares en las ciudades fortificadas de Judá y guarniciones en la tierra de Judá y en el territorio de Israel capturado por su padre, Asá. Un gran cuerpo de guerreros valientes sirvieron en Jerusalén a favor de los intereses reales, y en Judá se edificaron fortificaciones y ciudades de depósitos. (2Cr 17:1, 2, 2Cr 17:12-19.)
A diferencia de los reyes israelitas del reino norteño, Jehosafat manifestó un gran interés por la adoración verdadera. (2Cr 17:4.) Comisionó a ciertos príncipes, levitas y sacerdotes para que enseñaran la ley de Jehová en las ciudades de Judá. (2Cr 17:7-9.) También santificó las ofrendas sagradas (2Re 12:18) y viajó por todo su reino exhortando a sus súbditos a que volviesen a Jehová en fidelidad. (2Cr 19:4.) Continuó con valor la campaña contra la idolatría que había iniciado Asá. (1Re 22:46; 2Cr 17:6.) Sin embargo, el infame culto de los lugares altos estaba tan arraigado entre los israelitas, que los esfuerzos de Jehosafat no lograron erradicarlo definitivamente. (1Re 22:43; 2Cr 20:33.)
En el reinado de Jehosafat se instituyó un sistema judicial mejor. El rey mismo inculcó en los jueces la importancia de ser imparciales y no aceptar soborno alguno, ya que no juzgaban para el hombre, sino para Jehová. (2Cr 19:5-11.)
Jehosafat fue un rey que confió en Jehová. Cuando Judá se vio amenazada por las fuerzas coligadas de Ammón, Moab y la región montañosa de Seír, fue humilde y reconoció la debilidad de la nación frente a este peligro, de modo que oró a Jehová en busca de ayuda. Por ello Jehová luchó a favor de Judá y puso en confusión a las filas enemigas, de manera que se exterminaron unos a otros. En consecuencia, las naciones vecinas tuvieron temor y Judá continuó disfrutando de paz. (2Cr 20:1-30.)
Su relación con el reino de diez tribus. Jehosafat mantuvo la paz con el reino norteño y cometió la imprudencia de formar una alianza matrimonial con Acab. (1Re 22:44; 2Cr 18:1.) Por esta razón, en varias ocasiones se vio envuelto en otras alianzas con el reino de Israel.
Jehosafat hizo una visita al reino norteño algún tiempo después de la boda de su primogénito, Jehoram, con Atalía, la hija del rey Acab. Durante dicha visita, acordó acompañar a Acab en una campaña militar para recuperar Ramot-galaad de la mano de los sirios. No obstante, antes de ponerse en camino, le solicitó a Acab que inquiriera de Jehová. Como resultado, 400 profetas le aseguraron a Acab que saldría triunfante. Sin embargo, Micaya, profeta verdadero de Jehová a quien Acab odiaba pero que fue llamado debido a la insistencia de Jehosafat, predijo una derrota segura. A pesar de esta predicción, Jehosafat, quizás para no volverse atrás de su promesa original de acompañar a Acab, entró en batalla ataviado con las prendas de la realeza. Como Acab había tomado la precaución de disfrazarse, los sirios concluyeron por error que Jehosafat era el rey de Israel, de modo que le sometieron al ataque más severo. Jehosafat estuvo a punto de perder la vida, y Acab fue herido de muerte a pesar del disfraz. (1Re 22:2-37; 2Cr 18.) Cuando Jehosafat regresó a Jerusalén, recibió censura por aliarse imprudentemente con el inicuo Acab; Jehú, el hombre de visiones, le dijo: “¿Es a los inicuos a quienes se ha de dar ayuda, y es para los que odian a Jehová para quienes debes tener amor? Y por esto hay indignación contra ti procedente de la persona de Jehová”. (2Cr 19:2.)
Posteriormente, Jehosafat se asoció con el rey Ocozías, el sucesor de Acab, en un proyecto de construcción naval que se realizaba en Ezión-guéber, en el golfo de `Aqaba; pero Jehová desaprobó esta alianza marítima con el inicuo rey Ocozías. Por lo tanto, en cumplimiento de la profecía, las naves fueron destrozadas. (1Re 22:48, 49; 2Cr 20:35-37.)
Después Jehosafat se unió a Jehoram (el sucesor de Ocozías) y al rey de Edom en una ofensiva militar para reprimir la sublevación del rey moabita Mesá contra el reino de diez tribus, pero los ejércitos de la alianza se vieron entrampados y sin agua en el desierto. Por consiguiente, Jehosafat pidió un profeta de Jehová. Solo por consideración a Jehosafat, el profeta Eliseo buscó la inspiración divina, y su consejo salvó a los tres reyes y a sus ejércitos del desastre. (2Re 3:4-25.)
Jehoram llega a ser rey. Mientras Jehosafat todavía vivía, le cedió el reino a su primogénito Jehoram, y a sus otros hijos les dio valiosos regalos, junto con ciudades fortificadas de Judá. (2Re 8:16; 2Cr 21:3.) En especial después de la muerte de Jehosafat y su entierro en la Ciudad de David, la alianza matrimonial con la casa de Acab resultó desastrosa para el reino de Judá. Bajo la influencia de Atalía, Jehoram restableció las prácticas idolátricas. (1Re 22:50; 2Cr 21:1-7, 11.)
4. Jehosafat, Hijo de Nimsí y padre del rey israelita Jehú. (2Re 9:2, 14.)
5. Jehosafat llanura baja de, Lugar simbólico llamado también “llanura baja de la decisión”. (Joe 3:2, 14.) Como se le relaciona con la ejecución de juicio por parte de Dios, no debería extrañar que se le conociera como la “llanura baja de Jehosafat”, pues el nombre “Jehosafat” significa “Jehová Es Juez”. Además, durante el reinado de Jehosafat, Jehová liberó a Judá y a Jerusalén de las fuerzas coligadas de Ammón, Moab y la región montañosa de Seír. Para ello confundió a las fuerzas enemigas e hizo que se exterminaran entre ellas. (2Cr 20:1-29.)
En la simbólica “llanura baja de Jehosafat”, Jehová juzga a las naciones como merecedoras de ejecución debido a haber maltratado a su pueblo. La llanura baja misma sirve de gran lagar simbólico donde se aplasta a las naciones como si fuesen racimos de uvas. La opinión de que la “llanura baja de Jehosafat” corresponde de manera literal al valle de Cedrón, el valle de Hinón o el valle de Jezreel es muy poco plausible, pues ninguno de estos valles tendría el tamaño suficiente para dar cabida a “todas” las naciones. (Joe 3:1-3, 12-14; compárese con Apo 14:18-20.)
1. Penuel, “Padre de Guedor” de la tribu de Judá.
1. Penuel, “Padre de Guedor” de la tribu de Judá. (1Cr 4:1, 4.) Debido a que Guedor aparece también como nombre de una población de Judá, Penuel podría haber sido su fundador o un antepasado de sus habitantes.
2. Penuel, Hijo de Sasaq. Cabeza de familia de la tribu de Benjamín que vivió en Jerusalén. (1Cr 8:1, 25, 28.)
3. Penuel, Ciudad ubicada al S. del Jaboq. En el tiempo de los jueces, Gedeón pidió alimento a los hombres de Penuel para que su ejército pudiera continuar la persecución de los reyes de Madián, pero ellos se negaron. Por esta razón, Gedeón más tarde demolió su torre y mató a todos sus hombres. (Jue 8:4-9, 17.) No se hace ninguna alusión más a Penuel hasta que el rey Jeroboán I la “edificó” de nuevo, o al menos la fortificó. (1Re 12:25.)
Se la suele identificar con Tulul edh-Dhahab esh-Sherqiyeh, situado a unos 6 Km. al E. de Sucot y cerca del Jaboq, a unos 14 Km. al NE. de su confluencia con el Jordán. Hay indicios de que estaba muy fortificada y de que disfrutaba de una posición estratégica, de manera que controlaba la entrada del desfiladero del Jaboq que conducía al Jordán por el O.
1. Quis, Levita merarita, hijo de Mahlí y hermano de Eleazar.
1. Quis, Levita merarita, hijo de Mahlí y hermano de Eleazar. Como este murió sin haber tenido hijos varones, solo tuvo hijas, los hijos de Quis tomaron a esas herederas por esposas. Uno de los hijos de Quis fue Jerahmeel. (1Cr 23:21, 22; 24:29.)
2. Quis, Benjamita, hijo de Jeiel y su esposa Maacá. (1Cr 8:29, 30.) Su hermano Ner fue el abuelo de Saúl, el primer rey de Israel. (1Cr 9:35-39.) Parece que a Jeiel, el padre de Quis, también se le conoció por el nombre de Abiel.
3. Quis, Benjamita, padre del rey Saúl (1Sa 14:51; Hch 13:21) y miembro acomodado de la familia de los matritas. (1Sa 9:1; 10:21.) Fue hijo de Ner y nieto de Jeiel (Abiel), y, por consiguiente, sobrino del Quis mencionado en el párrafo anterior y hermano de Abner. (1Cr 8:29-33; 9:35-39.) Aunque en 1 Samuel 9:1 se le llama “hijo” de Abiel (Jeiel), parece que la palabra “hijo” tiene aquí el sentido de “nieto”.
> La casa de Quis debía estar en Guibeah, en el territorio de Benjamín (1 Samuel 10:26), aunque se le enterró en Zelá. (2Sa 21:14.) El único incidente relacionado con Quis que se menciona en la Biblia tiene que ver con el momento en el que envía a su hijo Saúl en compañía de un sirviente a buscar unas asnas que se le habían perdido. (1Sa 9:3, 4.)
4. Quis, Levita del tiempo del rey Ezequías; fue hijo de Abdí, uno de los hijos de Merarí, y uno de los levitas que durante el primer año del reinado de Ezequías ayudó a limpiar el templo. (2Cr 29:1-5, 12-17.)
5. Quis, Benjamita, antepasado de Mardoqueo el primo de Ester. (Est 2:5-7.)
Libertador de Israel entre las judicaturas de Ehúd y Barac. Solo se registra un acto heroico de Samgar: mató a 600 filisteos con una aguijada de ganado vacuno, y debido a ello se dice que “logró salvar a Israel”. (Jue 3:31.) Según Josefo, Samgar (Sanagar) murió en el primer año de su gobierno. (Antigüedades Judías, libro V, cap. IV, sec. 3.) El que fuese un “hijo de Anat” puede indicar que era de la ciudad de Bet-anat de Neftalí. (1:33.)
1. Samir, Levita hijo de Miqueas.
1. Samir, Levita hijo de Miqueas. (1Cr 24:20, 24.)
2. Samir, Ciudad de la región montañosa de Judá. (Jos 15:20, 48.) Si bien este nombre parece conservarse en el de Khirbet Somerah, se cree que estaba ubicada cerca de el-Bireh, a unos 20 Km. al SO. de Hebrón.
3. Samir, Lugar de la región montañosa de Efraín donde residió y fue enterrado el juez Tolá. (Jue 10:1, 2.) Podría estar situado en la última ubicación de Samaria o en los alrededores. El Códice Alejandrino (LXX) apoya en cierta medida este punto de vista, pues en Jueces 10:1 lee Sa·ma·réi·ai (Samaria).
Se desconoce el nombre original de ángel rebelde se convirtió en el gran enemigo de Dios. Con el tiempo llegó a ser conocido como Satanás, el Diablo, la serpiente y el dragón, nombres que lo identifican como opositor, calumniador, engañador y devorador, respectivamente (Apo 12:9). En ciertos aspectos, la forma de actuar de Satanás se asemeja a la del antiguo rey de Tiro (Eze 28:12-19). Ambos fueron irreprensibles en sus comienzos, pero cayeron víctimas de su altivez.
En Job. 1:6 es la primera vez que aparece has·Sa·tán, “el Resistidor” en M, aunque sa·tán, “resistidor”, sin el artículo definido ha, aparece nueve veces antes de este pasaje, a partir de Nú 22:22. Gesenius’ Hebrew Grammar (GK), sec. 126 d y e, declara: “Por lo general, el artículo se emplea para determinar un sustantivo cada vez que el griego y el inglés lo requieren; así: [...] (d) Cuando términos que aplican a clases enteras se restringen (sencillamente por el uso) a individuos [...] o a cosas particulares, p. ej. ששז, adversario, חששז, el adversario, Satanás [...]”.
En muchos lugares de las Escrituras Hebreas aparece la palabra sa·tán sin el artículo definido, la primera de ellas con referencia al ángel que se puso en pie en el camino para resistir a Balaam cuando este salió con el objetivo de maldecir a los israelitas. (Nú 22:22, 32.) En algunas ocasiones, dicho término se refiere a personas que resisten a otras. (1Sa 29:4; 2Sa 19:21, 22; 1Re 5:4; 11:14, 23, 25.) Pero para referirse a Satanás el Diablo, el adversario principal de Dios, se utiliza la palabra con el artículo definido ha. (Job 1:6, nota; 2:1-7; Zac 3:1, 2.) En las Escrituras Griegas la palabra sa·ta·nás aplica a Satanás el Diablo casi todas las veces que se emplea, y por lo general va acompañada del artículo definido ho.
Su origen. Las Escrituras indican que la criatura conocida como Satanás no siempre tuvo ese nombre, sino que se le dio debido a que tomó un proceder de oposición y resistencia a Dios. No se revela el nombre que tenía antes. Dios es el único Creador, y ‘su actividad es perfecta’ y sin ninguna injusticia. (Dt 32:4.) Por lo tanto, cuando fue creado, era una criatura de Dios perfecta y justa. Es una persona celestial, pues compareció en el cielo en la presencia de Dios. (Job 1, 2; Apo 12:9.) Jesucristo dijo de él: “Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él”. (Jn 8:44; 1Jn 3:8.) Con estas palabras mostró que Satanás estuvo una vez en la verdad, pero la abandonó. Su acción abierta de rebelión al apartar a Adán y Eva de Dios constituyó un homicidio, pues acarreó la muerte de Adán y Eva, lo que, a su vez, trajo el pecado y la muerte a su prole. (Ro 5:12.) Las cualidades y acciones que se le atribuyen por todas las Escrituras solo se podrían atribuir a una persona, nunca a una cualidad abstracta del mal. Está claro que los judíos, así como Jesús y sus discípulos, sabían que Satanás era una persona.
Desde un comienzo justo y perfecto, esta persona celestial se desvió hacia el pecado y la degradación. Santiago explica el proceso que lo llevó al pecado cuando dice: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte”. (Snt 1:14, 15.) El proceder emprendido por Satanás en algunos respectos parece paralelo al del rey de Tiro descrito en Ezequiel 28:11-19. (Véase PERFECCIÓN - [El primer pecador y el rey de Tiro].)
El relato bíblico deja claro que Satanás habló por medio de una serpiente, y sedujo a Eva para que desobedeciera el mandato de Dios. A su vez, Eva indujo a Adán a tomar el mismo derrotero rebelde. (Gé 3:1-7; 2Co 11:3.) En consecuencia, la Biblia da a Satanás el título de “Serpiente”, título que, por el uso que Satanás hizo de la serpiente, adquirió el significado de “engañador”; él también se convirtió en “el Tentador” (Mt 4:3) y un mentiroso, “el padre de la mentira”. (Jn 8:44; Apo 12:9.)
★¿Por qué se valió Satanás de una serpiente para hablar con Eva? - (1-1-2011-Pg.12)
Hace surgir la cuestión de la soberanía. Cuando Satanás abordó a Eva (mediante las palabras de la serpiente), en realidad desafió la legitimidad y justicia de la soberanía de Jehová. Dio a entender que Dios estaba reteniendo algo de la mujer sin ningún derecho, y además le acusó de mentiroso por decir que ella moriría si comía del fruto prohibido. También le hizo creer a Eva que sería libre e independiente de Dios, igual a Él. Por este medio, esta malvada criatura celestial se elevó a sí misma por encima de Dios a los ojos de Eva y pasó a ser su dios, aunque, al parecer, en ese momento ella no conocía la identidad del que la engañaba. Su acción colocó al hombre y a la mujer bajo su acaudillamiento y control, y lo convirtió a él en un dios rival opuesto a Jehová. (Gé 3:1-7.)
Al descorrer el velo y ofrecer una vislumbre de cuestiones celestiales, la Biblia revela que Satanás compareció después ante Jehová en el cielo como un dios rival, desafiándole en su propio rostro, y diciendo que podía apartar de Él a su siervo Job y, por extensión, a cualquier siervo suyo. En realidad, acusó a Dios de concederle injustamente a Job todas las cosas, además de total protección, de manera que él no podía probar a Job y demostrar que realmente había maldad en su corazón. Dio a entender que Job servía a Dios principalmente por motivos egoístas. Dejó claro que tenía esta opinión al decir: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 1:6-12; 2:1-7; véase SOBERANÍA.)
En este caso particular, Jehová permitió que Satanás plagase a Job de calamidades: no impidió que Satanás causara una incursión de merodeadores sabeos, así como la aniquilación de sus rebaños y pastores mediante lo que el mensajero llamó “el mismísimo fuego de Dios” desde los cielos, sobre el que no se especifica si eran rayos u otro tipo de fuego. Satanás también causó una incursión de tres bandas de caldeos y una tempestad de viento. Con estos medios destruyó todas las propiedades de Job y mató a todos sus hijos. Finalmente, le infligió una enfermedad repugnante a Job mismo. (Job 1:13-19; 2:7, 8.)
Todo esto pone de manifiesto la fuerza y el poder de la criatura celestial llamada Satanás, así como su actitud cruel y asesina.
Sin embargo, es importante notar que Satanás reconoció su impotencia frente al mandato expreso de Dios, pues no desafió el poder y la autoridad de Dios cuando se le prohibió quitarle la vida a Job. (Job 2:6.)
Su continua oposición a Dios. Al desafiar a Dios y acusar a sus siervos de que no mostrarían integridad, Satanás se hizo acreedor de su título “Diablo”, que significa “Calumniador”. Se merecía ese título por haber calumniado a Jehová Dios en el Jardín de Edén.
Se le unen otros demonios inicuos. Antes del diluvio del día de Noé, otros ángeles de Dios dejaron su propio lugar de habitación en los cielos y el puesto que allí tenían asignado, materializaron cuerpos humanos, vinieron a morar en la Tierra, tomaron esposas para sí y produjeron una prole a la que se llamó nefilim. (Gé 6:1-4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe 2:4; Jud 6; véanse HIJO[S] DE DIOS; NEFILIM.) Al dejar de servir a Dios, estos ángeles quedaron bajo el control de Satanás. Por consiguiente, a este se le llama “el gobernante de los demonios”. En una ocasión, cuando Jesús expulsó los demonios de un hombre, los fariseos le acusaron de hacerlo gracias al poder de “Beelzebub, el gobernante de los demonios”. La respuesta de Jesús: “Si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo”, muestra que ellos se referían a Satanás. (Mt 12:22-27.)
El apóstol Pablo relaciona a Satanás con las “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”, y las llama “los gobernantes mundiales de esta oscuridad”. (Ef 6:11, 12.) Por tratarse de una fuerza invisible cuyo dominio abarca las inmediaciones de la Tierra, se llama a Satanás el “gobernante de la autoridad del aire”. (Ef 2:2.) En Apocalipsis se le muestra como el que está “extraviando a toda la tierra habitada”. (Apo 12:9.) El apóstol Juan dijo que “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1Jn 5:19.) Por lo tanto, él es “el gobernante de este mundo”. (Jn 12:31.) Por esta razón, Santiago escribió que “la amistad con el mundo es enemistad con Dios”. (Snt 4:4.)
Su lucha por destruir a la “descendencia”. Satanás se esforzó desde el mismo principio por impedir que viniese la prometida “descendencia” de Abrahán. (Gé 12:7.) Por lo visto, intentó que Sara se contaminase para que no fuese digna de dar a luz a la descendencia; pero Dios la protegió. (Gé 20:1-18.) Hizo todo lo posible por destruir a aquellos a quienes Dios escogió como descendencia de Abrahán, la nación de Israel. Con ese fin, los indujo a pecar e hizo que otras naciones atacaran a Israel, como muestra la historia bíblica. Un punto culminante de los intentos ambiciosos de Satanás en su lucha contra Dios, que él consideró un éxito, llegó cuando el rey de la tercera potencia mundial de la historia bíblica, Babilonia, tomó Jerusalén; derrocó a Sedequías, rey del linaje de David; destruyó el templo de Jehová, y desoló Jerusalén y Judá. (Eze 21:25-27.)
Como la dinastía babilonia encabezada por Nabucodonosor obraba como instrumento de Satanás, mantuvo a Israel en el exilio por sesenta y ocho años, justo hasta el momento de su caída. De hecho, Babilonia no tenía la intención de dejar en libertad a sus cautivos, una actitud que reflejaba la arrogancia y los designios ambiciosos de Satanás, que actuaba como dios rival opuesto al Dios Soberano Universal, Jehová. Los reyes babilonios adoraban al ídolo-dios Marduk, a la diosa Istar y a un nutrido panteón de deidades, por lo que eran en realidad demonólatras, y como parte del mundo alejado de Dios, estaban bajo el control de Satanás. (Sl 96:5; 1Co 10:20; Ef 2:12; Col 1:21.)
Satanás había logrado imbuir al rey de Babilonia de la ambición de dominar al mundo, incluso “el trono de Jehová” (1Cr 29:23) y “las estrellas de Dios”, la dinastía davídica que ocupaba el trono sobre el monte Moria (por extensión, Sión). Este “rey”, es decir, la dinastía babilonia, se había envanecido en su corazón y era a sus ojos y a los ojos de sus admiradores “el resplandeciente”, un “hijo del alba”. (Hay traducciones que conservan el término “Lucifer”, que emplea la Vulgata latina. Sin embargo, ese término solo traduce la voz hebrea heh·lél, “resplandeciente”; no se trata de un nombre ni de un título, solo se emplea para aludir a la actitud arrogante que asumió la dinastía babilonia encabezada por Nabucodonosor.) (Isa 14:4-21.) Como Babilonia era un instrumento de Satanás, era de esperar que su “rey” reflejara la misma ambición desmedida que él tenía. Una vez más, Jehová salió al rescate de su pueblo y lo repatrió, a la espera de que llegase la descendencia o simiente prometida. (Esd 1:1-6.)
Sus esfuerzos por hacer tropezar a Jesús. Como Satanás sabía que Jesús era el Hijo de Dios y aquel de quien se había profetizado que lo magullaría en la cabeza (Gé 3:15), hizo todo lo que pudo por destruirle. No obstante, cuando el ángel Gabriel anunció a María la concepción de Jesús, le dijo: “Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, también, lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios”. (Lu 1:35.) Jehová protegió a su Hijo, de modo que los esfuerzos por destruir a Jesús cuando aún era un niño no tuvieron éxito. (Mt 2:1-15.) Dios continuó protegiéndole durante su juventud. Después de su bautismo, Satanás se le acercó en el desierto, donde le sometió a tres tentaciones diferentes y difíciles, en las que Jesús probó cabalmente su devoción a Jehová. En una de las tres, Satanás le mostró todos los reinos del mundo, de los que afirmó ser el dueño. Aunque Jesús no contradijo esta afirmación, se negó a considerar siquiera por un instante la idea de conseguir antes el Reino mediante esta oferta, ni tampoco se planteó hacer algo solo para satisfacer su ego. Su respuesta inmediata a Satanás fue: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’”. Ante esto, “el Diablo [...] se retiró de él hasta otro tiempo conveniente”. (Mt 4:1-11; Lu 4:13.) Este incidente ilustra la verdad de las palabras que Santiago escribió después: “Opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes”. (Snt 4:7.)
Jesús se mantuvo alerta al peligro de las maquinaciones de Satanás y al hecho de que este deseaba hacerle abrigar ideas contrarias a la voluntad de Jehová a fin de destruirle. Esto se demostró cuando Pedro, con buenas intenciones, lo sometió a una tentación. Jesús había hablado del sufrimiento y la muerte que tenía que experimentar. “Con eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: ‘Sé bondadoso contigo mismo, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino’. Pero él, dándole la espalda, dijo a Pedro: ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres’”. (Mt 16:21-23.)
Jesús estuvo en peligro durante todo su ministerio. Satanás utilizó agentes humanos para oponerse a él e intentar hacerle tropezar o bien matarlo. En una ocasión las personas estuvieron a punto de hacerle rey. Pero él no quiso dar consideración alguna a una proposición como esa; solo aceptaría un nombramiento de esa naturaleza en el momento y de la manera indicados por Dios. (Jn 6:15.) En otra ocasión intentaron matarlo los habitantes de su propio pueblo natal (Lu 4:22-30); sufrió el acoso constante de aquellos a quienes Satanás usó para intentar atraparlo. (Mt 22:15.) Pero todos los esfuerzos de Satanás por hacer que Jesús pecase en el más leve pensamiento o acción fracasaron. Se demostró cabalmente que Satanás era un mentiroso y que había fracasado en desafiar la soberanía de Dios y la integridad de sus siervos. Como Jesús dijo poco antes de su muerte, “ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera”, en completo descrédito. (Jn 12:31.) Satanás ejercía control sobre toda la humanidad por medio del pecado. Pero después de celebrar la última Pascua con sus discípulos, sabiendo que Satanás pronto le causaría la muerte, Jesús pudo decir: “El gobernante del mundo viene. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Jn 14:30.)
Unas pocas horas después, Satanás consiguió darle muerte, apoderándose primero de uno de sus apóstoles y valiéndose luego de los líderes judíos y de la potencia mundial romana para ejecutar a Jesús de manera dolorosa e ignominiosa. (Lu 22:3; Jn 13:26, 27; caps. 18, 19.) Satanás actuó como el “que tiene el medio para causar la muerte, es decir, [el] Diablo”. (Heb 2:14; Lu 22:53.) Pero con esto Satanás no favoreció su causa; solo cumplió, sin quererlo, la profecía que requería que Jesús muriese como un sacrificio. La muerte de Jesús en inocencia proveyó el precio de rescate para la humanidad, y por medio de su muerte (y su posterior resurrección por Dios) Jesús entonces podía ayudar a la humanidad pecaminosa a escapar del control de Satanás, pues, como está escrito, Jesús se hizo sangre y carne “para que por su muerte redujera a nada al que tiene el medio para causar la muerte, es decir, al Diablo; y emancipara a todos los que por temor de la muerte estaban sujetos a esclavitud durante toda su vida”. (Heb 2:14, 15.)
Continúa luchando contra los cristianos. Después de la muerte y resurrección de Jesús, Satanás continuó librando una batalla sin cuartel contra los seguidores de Cristo. El libro de Hechos y las cartas de las Escrituras Griegas Cristianas suministran numerosas pruebas de esto. Pablo dijo que se le había dado “una espina en la carne, un ángel de Satanás, que siguiera [abofeteándole]”. (2Co 12:7.) Como había hecho con Eva, Satanás disfrazó su verdadera naturaleza y propósitos “transformándose en ángel de luz”, y sus agentes también siguieron “transformándose en ministros de justicia”. (2Co 11:14, 15.) Ministros de esa clase fueron los falsos apóstoles que lucharon contra Pablo (2Co 11:13), y aquellos de Éfeso ‘que dijeron ser judíos y sin embargo eran una sinagoga de Satanás’. Esmirna (Apo 2:9.) Filadelfia (Ap 3:9.) Satanás nunca cesó de acusar “día y noche” a los cristianos, y, como en el caso de Job, desafiar su integridad. (Apo 12:10; Lu 22:31.) No obstante, los cristianos tienen “un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”, que comparece ante la persona de Dios en favor suyo. (1Jn 2:1.)
Será abismado y finalmente destruido. Cuando Satanás hizo que Eva y después Adán se rebelaran contra Dios, Él le dijo a la serpiente (en realidad a Satanás, pues un simple animal no podía entender las cuestiones en juego): “Polvo es lo que comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón”. (Gé 3:14, 15.) Dios reveló que como se arrojaba a Satanás de la organización santa de Dios, no tendría ninguna esperanza alentadora, sino que, por decirlo así, ‘comería polvo’ hasta que muriese. La “descendencia” finalmente le magullaría en la cabeza, lo que significaría una herida mortal. Cuando Cristo estuvo en la Tierra, los demonios le identificaron como Aquel que tenía que arrojarlos al “abismo”, al parecer, una condición de restricción que en un relato paralelo se relaciona con ‘tormento’. (Mt 8:29; Lu 8:30, 31; véase TORMENTO.)
En el libro de Apocalipsis se habla de los últimos días de Satanás, así como de su fin. En él se dice que cuando Cristo toma el poder del Reino, Satanás es arrojado del cielo a la Tierra sin poder acceder más a los cielos, como hacía en los días de Job y durante siglos después. (Apo 12:7-12.) A partir de esta derrota, a Satanás solo le queda “un corto espacio de tiempo”, durante el cual guerrea contra “los restantes de la descendencia de ella, los cuales observan los mandamientos de Dios y tienen la obra de dar testimonio de Jesús”. En consonancia con sus esfuerzos por devorar a los que quedan de la descendencia de la mujer, se le llama el “dragón”, un engullidor o aplastador. (Apo 12:16, 17; compárese con Jer 51:34, donde Jeremías habla de Jerusalén y Judá, y dice: “Nabucodorosor el rey de Babilonia [...] me ha tragado como lo haría una culebra grande” [o: “un dragón”, nota].) En el relato anterior de su lucha contra la mujer y sus esfuerzos por devorar a su hijo varón, se le representa como “un dragón grande de color de fuego”. (Apo 12:3.)
El capítulo 20 de Apocalipsis relata la acción de atar y abismar a Satanás por mil años a manos de un gran ángel —Jesucristo— que tiene la llave del abismo y es la “descendencia” que ha de magullar a Satanás en la cabeza. (Compárese con Apo 1:18; véase ABISMO.) .)
El esfuerzo final de Satanás culmina en una derrota permanente. La profecía dice que será desatado por “un poco de tiempo” tan pronto como termine el Reino milenario de Cristo, y que conducirá a las personas rebeldes a otro ataque contra la soberanía de Dios; pero se le arroja, junto con sus demonios, al lago de fuego y azufre, es decir, la destrucción eterna. (Apo 20:1-3, 7-10; compárese con Mt 25:41; véase LAGO DE FUEGO.)
¿Qué significa ‘entregar a una persona a Satanás para la destrucción de la carne’? Cuando el apóstol Pablo dio instrucciones a la congregación de Corinto en cuanto a la acción que se debía tomar con un miembro de la congregación que cometía la maldad de mantener relaciones incestuosas con la esposa de su padre, escribió: “Entreguen a tal hombre a Satanás para la destrucción de la carne”. (1Co 5:5.) Este era un mandato de expulsar al hombre de la congregación y cortar todo compañerismo con él. (1Co 5:13.) El que se le entregara a Satanás significaba que estaría fuera de la congregación, en el mundo del que Satanás es dios y gobernante. Este hombre era como un “poco de levadura” en “toda la masa”, es decir, “la carne” o elemento carnal dentro de la congregación; al expulsar a este hombre incestuoso, la congregación, que es de inclinación espiritual, destruiría “la carne” que había en ella. (1Co 5:6, 7.) De manera similar, Pablo entregó a Himeneo y Alejandro a Satanás, porque habían rechazado la fe y una buena conciencia y habían experimentado el naufragio de su fe. (1Ti 1:20.)
Parece que más tarde el hombre que había cometido el incesto en Corinto se arrepintió y se limpió de su maldad, lo que movió al apóstol Pablo a recomendar que le recibieran de nuevo en la congregación. Una razón por la que los exhortó a perdonar fue: “Para que no seamos alcanzados por Satanás, porque no estamos en ignorancia de sus designios”. (2Co 2:11.) En la primera ocasión Satanás había conseguido perjudicar a la congregación, y el apóstol la reprendió por su indulgencia, porque estaba ‘hinchada’ al permitir que el hombre inicuo continuase con su práctica sin tener en cuenta el oprobio que causaba. (1Co 5:2.) Pero, por otro lado, si entonces los corintios se iban al otro extremo y se negaban a perdonar al arrepentido, Satanás los alcanzaría por la otra dirección, es decir, podría aprovecharse de su dureza y de que no estaban dispuestos a perdonar. La Palabra de Dios ilumina a los cristianos para que se den cuenta de la existencia de Satanás, de su poder, de sus designios y propósitos y de su manera de obrar, de manera que puedan luchar contra este enemigo espiritual con las armas espirituales que Dios provee. (Ef 6:13-17.)
¿Por qué Satanás pecó si todo era perfecto?
En su amor Jehová ha hecho infinidad de criaturas celestiales y terrestres, integrando en ellos las mismas cualidades innatas de Él mismo, entre ellas el amor, la sabiduría, cierto poder, justicia, libre albedrío y el insaciable deseo de aprender y seguir desarrollándonos. De hay que era cuestión de tiempo que surgiera “Satanás: “Resistidor” o “Adversario” y un diablo: “Calumniador”, “Acusador” o “Difamador” que no es más que un personaje que encajaría con las cualidades que esos calificativos definen, pues Satanás y Diablo no son nombres sino calificativos. La cuestión de la soberanía universal es un asunto que se plantearía con el tiempo, por cualidades que tenemos todos los seres inteligentes integradas, como son el querer superarnos continuamente, la curiosidad por querer saber y aprender cosas nuevas, con la pregunta: ¿Qué pasaría si...? y el falso sentimiento de creer saberlo todo con relativa poca información, por falta de humildad. De esa manera, Jehová Dios, permitió que surgiera esa cuestión para demostrar a través de la experiencia, que solo Él tiene el derecho legítimo de gobernar de una manera justa, amorosa, poderosa y sabia a todas sus criaturas. El respetar y apoyar de toda alma ese derecho que solo le corresponde al creador todopoderoso Jehová, haría posible una armoniosa, duradera y funcional organización universal de todo ser vivo existente, que está interconectada y subordinada a su Creador y solo así podría sobrevivir, pues Jehová es la fuente de la vida, como lo muestran los hechos comprobados. |
¿QUIÉN ES SATÁN?
LA BIBLIA no dice que Satán sea “la inclinación maligna” del hombre, sino, más bien, un espíritu invisible, un ángel. (Job 1:6.) En ella se le menciona por nombre muchas veces (Satanás 52 veces, Diablo 33 veces). Como ángel, o hijo de Dios, fue creado perfecto, pero más tarde se convirtió por voluntad propia en el primer rebelde, el primer adversario de Dios. (Deuteronomio 32:4; compárese con Ezequiel 28:12-17.) Como parte de su rebelión contra la soberanía de Dios, Satán acusa a los hombres de ser infieles, de actuar solo por egoísmo. Observe algunos textos que revelan los medios sutiles que él emplea para hacer que los hombres sean desobedientes y actúen mal:
1. Job 1:6-12; 2:1-7 |
Descendiente del rey David, de la tribu de Judá, y antepasado de Jesús. Se dice que era hijo de Joaquín (Jeconías) y también de Nerí. Tanto a Sealtiel como a su hermano Pedaya se les identifica como padre del gobernador postexílico Zorobabel.
Sobre el padre de Sealtiel: Sealtiel figura como el primero de los hijos que le nacieron a Joaquín durante su exilio. (1Cr 3:17; Mt 1:12.) Lucas traza la genealogía de Jesús a través de Nerí. Si Sealtiel se casó con una hija del mencionado Nerí cuyo nombre no se indica, “de Nerí” significaría que fue su yerno. Ocurre algo parecido cuando más tarde Lucas dice que José es hijo “de Helí” por el hecho de que se casó con María, la hija de este. (Lu 3:23, 27.)
Sobre el padre de Zorobabel: a Pedaya se le identifica como tal una vez (1Cr 3:19), pero a Sealtiel, el hermano de Pedaya (1Cr 3:17, 18), se le llama así en todas las demás ocasiones. (Esd 3:2, 8; 5:2; Ne 12:1; Ag 1:1, 12, 14; 2:2, 23; Mt 1:12; Lu 3:27.) Si Pedaya murió cuando su hijo Zorobabel todavía era joven, pudiera ser que el hermano mayor de Pedaya, Sealtiel, hubiera criado a Zorobabel como su propio hijo. O si Sealtiel murió sin hijos y Pedaya realizó el matrimonio de levirato en su favor, el hijo de Pedaya y la esposa de Sealtiel hubiera sido el heredero legal de este. (Ver las notas de estudio de Lu 3:27.)
¿Por qué se refiere Lucas 3:27 a Sealtiel, hijo de Jeconías, como el hijo de Nerí?
El padre de Sealtiel fue Jeconías, y según parece, Nerí fue su suegro.
Tanto 1 Crónicas 3:17 como Mateo 1:12, indica que Jeconías (el rey Jehoiaquim) era el padre carnal de Sealtiel. Sin embargo, el evangelista Lucas llama a Sealtiel “hijo de Nerí” (Luc. 3:27). Da la impresión de que Nerí había casado a su hija con Sealtiel. Puesto que los judíos solían llamar hijos a sus yernos, en particular en las listas genealógicas, Lucas podía referirse con toda propiedad a Sealtiel como el hijo de Nerí. Del mismo modo, Lucas habla de José como el hijo de Helí, quien en realidad era el padre de la esposa de José, María (Luc. 3:23)
Ayudante de Pablo; “amado hermano y fiel ministro y coesclavo en el Señor” del distrito de Asia. (Col 4:7.) Tíquico estaba en el grupo que regresó de Grecia con Pablo a través de Macedonia hasta Asia Menor, pero no se dice si continuó hasta Jerusalén o no. (Hch 20:2-4.) Es una de las varias personas de las que se opina que pudieron ser el “hermano” que ayudó a Tito a organizar la colecta hacia el año 55 E.C. para los hermanos de Judea mientras estuvo en Grecia. (2Co 8:18, 19; 12:18.) Pablo envió a Tíquico desde la prisión de Roma con cartas para Éfeso y Colosas, en las que prometía que este les daría más detalles en cuanto a su situación y los consolaría; la carta a los Colosenses menciona que Onésimo le acompañaba. (Ef 6:21, 22; Col 4:7-9.) Después de ser puesto en libertad, Pablo pensó en enviar a Creta a Ártemas o a Tíquico. (Tit 3:12.) Cuando el apóstol volvió a estar en una prisión romana por segunda vez, despachó a Tíquico a Éfeso. (2Ti 4:12.)
1. Tolá, Primer hijo de Isacar que acompañó a la casa de Jacob.
1. Tolá, Primer hijo de Isacar mencionado por nombre que acompañó a la casa de Jacob cuando entró en Egipto en 1728 a. E.C. (Gé 46:8, 13.) Los hijos de Tolá y algunos de sus nietos fundaron familias tribales populosas en Isacar, a las que se conocía colectivamente como tolaítas. (Nú 26:23; 1Cr 7:1-4.)
★Tolaítas
(De [Pertenecientes a] Tolá).
Familia de la tribu de Isacar fundada por Tolá. (Nú 26:23; véase TOLÁ núm. 1.)
2. Tolá, Juez de Israel que era hijo de Puá. Era descendiente de Isacar, pero vivió en la región montañosa de Efraín, donde posteriormente fue enterrado. No hay registro de nada de lo que hizo durante los veintitrés años de su judicatura. (Jue 10:1, 2.)
1. Uriya, Sacerdote durante el gobierno del rey Acaz de Judá.
1. Uriya, Sacerdote durante el gobierno del rey Acaz de Judá (761-746 a. E.C.). Cuando Acaz estuvo en Damasco para ofrecer tributo a Tiglat-piléser III, envió a Uriya el diseño y modelo de un altar que vio en aquella ciudad con instrucciones para que edificase uno igual, y más tarde le ordenó que reemplazara el altar de Jehová por este. Uriya obedeció. (2Re 16:8-16.) Uriya (Urías) también fue testigo de la redacción de un pasaje profético escrito por Isaías (Isa 8:1, 2), y, aunque no se le identifica como tal, es de suponer que fuese el sumo sacerdote, dada su importancia y el hecho de que no se diga de ningún otro que ocupara ese cargo entonces.
2. Uriya,
Profeta de Jehová, hijo de Semaya, que era de Quiryat-jearim. Durante el reinado de Jehoiaquim, Uriya profetizó contra Judá y Jerusalén, tal como hizo Jeremías. Sin embargo, cuando se enteró de que Jehoiaquim quería darle muerte, huyó a Egipto, pero se lo llevaron de allí a la fuerza, lo asesinaron y arrojaron su cuerpo a una fosa común. (Jer 26:20-23.)
★Jehoiaquim, el rey que mató a Uriya, profeta de Jehová - (jr-Cap.2-Pg.25)
3. Uriya, Hijo de Haqoz; sacerdote cuyo hijo, Meremot, fue uno de los sacerdotes en quienes Esdras delegó el oro, la plata y los utensilios del templo a fin de que los llevasen a Jerusalén. El hijo de Uriya, Meremot, después colaboró en la reparación de los muros de Jerusalén. (Esd 8:33; Ne 3:4, 21.)