1. Adá, La primera de las dos esposas de Lamec. Fue madre de Jabal y Jubal, los fundadores de los ganaderos nómadas y los músicos, respectivamente. (Gé 4:19-23.)
2. Adá, Hija cananea de Elón el hitita y una de las esposas de Esaú. Como tal, fue “una fuente de amargura de espíritu para Isaac y Rebeca”. Dio a luz a Elifaz, quien llegó a ser padre de Amaleq. Es posible que sea la Basemat mencionada en Génesis 26:34. (Gé 26:35; 36:2, 4, 10, 12.)
Diosa virgen griega de la caza a quien los romanos llamaron Diana. Se la representa equipada con arco y flechas, y persiguiendo animales de caza, en especial ciervos. A pesar de que los griegos identificaban la Ártemis de Éfeso —adorada en diversas ciudades de todo el Asia Menor— con su propia Ártemis, aquella tiene poco en común con esta deidad griega de la mitología clásica. (Hch 19:27.) La Ártemis de Éfeso era la diosa de la fertilidad, y se la representaba con múltiples pechos, una corona en forma de torre y una especie de nimbo detrás de la cabeza. La mitad inferior del cuerpo, de aspecto semejante al de una momia, estaba decorada con diversos símbolos y animales.
A esta Ártemis adorada en Éfeso se la ha relacionado con diosas destacadas de otros pueblos, y algunos opinan que tienen un origen común. La obra A Dictionary of the Bible (vol. 1, pág. 605) observa: “Ártemis presenta analogías tan estrechas con la Cibeles de Frigia y con otras concepciones femeninas del poder divino en los países asiáticos —como la Ma capadocia, la Astarté o Astarot fenicia, la Atargatis y Milita sirias—, que puede decirse que todas estas no son más que meras variedades de una concepción religiosa fundamental que presenta ciertas diferencias en los distintos países debidas a un desarrollo que varía según las circunstancias locales y el carácter nacional” (edición de J. Hastings, 1904).
Los antiguos consideraban que el templo de Ártemis, de Éfeso —una estructura imponente hecha de cedro, ciprés, mármol blanco y oro—, era una de las siete maravillas del mundo.
Con ocasión de los grandes festivales que se celebraban en el mes de Artemisio (marzo-abril), llegaban a Éfeso centenares de miles de visitantes procedentes de todo el Asia Menor. Una característica de la celebración era la procesión religiosa, durante la que se paseaba la imagen de Ártemis por toda la ciudad con gran júbilo.
Los templetes de Ártemis hechos de plata eran un negocio productivo para Demetrio y otros plateros efesios. Por consiguiente, cuando la predicación del apóstol Pablo en Éfeso resultó en que un número considerable de personas abandonaran el culto impuro de esta diosa, Demetrio alteró los ánimos de los demás artesanos, aduciendo que la predicación de Pablo no solo constituía una amenaza para su próspero negocio, sino que además se corría el peligro de que se extinguiese el culto a la gran diosa Ártemis. Esta situación culminó en un tumulto que finalmente aquietó el registrador de la ciudad. (Hch 19:23-41.)
El templo de Ártemis era una de las llamadas ‘Siete Maravillas del Mundo.’ El templo de Artemis (o Diana) había sido reedificado según el plano de un templo jónico anterior del cual se dice que fue quemado en 356 a. de la E.C. por Eróstrato. Erigido sobre una plataforma de unos 72 metros de ancho por 127 metros de largo, el templo de Artemis tenía aproximadamente 49 metros de ancho y 104 metros de largo. Era un edificio de cedro, ciprés y mármol de color brillante, y tenía mosaicos de mármol blanco en el techo. Se informa que en vez de mezcla se utilizó oro entre los empalmes de los bloques de mármol. El santuario interior medía unos 21 metros de ancho y 32 metros de largo y se cree que haya estado abierto al cielo. Posiblemente había una estatua de Artemis detrás del gran altar.
1. Atalía, Reina de Judá. Fue hija del rey Acab de Israel y su esposa Jezabel.
1. Atalía, Reina de Judá. Fue hija del rey Acab de Israel y su esposa Jezabel, y, por lo tanto, nieta de Omrí. (2Re 8:18, 26.) Era hermana del rey Jehoram de Israel y hermana o hermanastra de los otros 70 hijos de Acab, a quienes Jehú ordenó matar. (2Re 3:1, 2; 10:1-9.) Fue dada en matrimonio por conveniencia política a Jehoram, hijo mayor de Jehosafat de Judá. (2Re 8:25-27; 2Cr 18:1.) Fue madre de Ocozías, quien con el tiempo llegó a ser rey de Judá.
Al igual que Jezabel, su madre, Atalía incitó a su esposo, Jehoram, a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová durante sus ocho años de reinado (1Re 21:25; 2Cr 21:4-6), y también al igual que su madre, derramó sangre inocente sin escrúpulos. Cuando su inicuo hijo Ocozías murió después de haber reinado tan solo un año, exterminó a todo el resto de la línea real, con la excepción de Jehoás, para entonces un niño de tierna edad, a quien habían escondido el sumo sacerdote y su esposa (que era tía de Jehoás). Inmediatamente después, Atalía se proclamó reina y gobernó durante seis años, c. 905-899 a. E.C. (2Cr 22:11, 12.) Sus hijos robaron del templo de Jehová sus cosas santas y las ofrecieron a Baal. (2Cr 24:7.)
Una vez que Jehoás llegó a la edad de siete años, el sumo sacerdote Jehoiadá, que era temeroso de Dios, lo sacó de su escondite y lo coronó como heredero legal del trono. Al oír el tumulto, Atalía corrió hacia el templo y, cuando vio lo que sucedía, gritó: “¡Conspiración! ¡Conspiración!”. Entonces el sumo sacerdote ordenó que la sacasen fuera de los terrenos del templo, y fue ejecutada en la puerta de entrada de los caballos del palacio. Probablemente fue la última descendiente de la abominable casa de Acab. (2Re 11:1-20; 2Cr 22:1–23:21.) ¡Qué verdadera resultó ser la declaración: “No caerá a tierra sin cumplirse nada de la palabra de Jehová que Jehová ha hablado contra la casa de Acab”! (2Re 10:10, 11; 1Re 21:20-24.)
Atalía quizás sea la primera mujer en la historia de dar un golpe de estado, a lo largo de la historia, hombres poderosos y malvados han cometido horrores indecibles contra uno y otro sexo. Y algunas mujeres han hecho lo mismo. Por ejemplo, la Biblia menciona el derramamiento de sangre inocente perpetrado por mujeres perversas como Jezabel, Atalía y Herodías (1 Reyes 18:4, 13; 2 Crónicas 22:10-12; Mateo 14:1-11).
2. Atalía, Benjamita de la casa de Jeroham que moraba en Jerusalén. (1Cr 8:26-28.)
3. Atalía, Padre de uno de los que regresaron a Jerusalén con Esdras en el año 468 a. E.C.; pertenecía a la familia de Elam. (Esd 8:1, 7.)
1. Débora, Nodriza de Rebeca.
1. Débora, Nodriza de Rebeca. Cuando Rebeca dejó la casa de su padre Betuel para ir a Palestina y casarse con Isaac, Débora la acompañó. (Gé 24:59.) Después de haber servido por años en la casa de Isaac, Débora se instaló en casa de Jacob, tal vez después de la muerte de Rebeca. Unos ciento veinticinco años después de casarse Rebeca e Isaac, murió Débora y la sepultaron bajo un gran árbol en Betel. El nombre que se le dio al árbol (Alón-bacut, que significa “Árbol Macizo del Llanto”) indica cuánto la querían Jacob y su familia. (Gé 35:8.)
2. Débora, Profetisa de Israel; esposa de Lapidot. (Jue 4:4.) No hay pruebas de que Lapidot y Barac fuesen la misma persona, como algunos han pensado. La relación entre Débora y Barac se debía únicamente a su interés común por liberar a Israel de la opresión cananea. Débora moraba bajo una palmera situada en la región montañosa de Efraín, entre Ramá y Betel, y “los hijos de Israel subían a ella para juicio”. (Jue 4:5.)
Jehová se sirvió de Débora para llamar a Barac, de Quedes-neftalí, y comunicarle que se había propuesto derrotar con 10.000 hombres al enorme ejército del rey cananeo Jabín que comandaba Sísara. Barac contaba con la promesa de Jehová de dar al enemigo en su mano, pero insistió en la presencia de Débora como representante de Dios —aunque era mujer— mientras él conducía las tropas al monte Tabor. Débora estuvo dispuesta a dejar la región segura donde se hallaba y unirse a Barac. Sin embargo, profetizó que “la cosa de embellecimiento” que coronaría la victoria llegaría a ser de una mujer. Estas palabras se cumplieron cuando Jael dio muerte a Sísara. (Jue 4:6-10, 17-22.)
El día de la victoria, Débora y Barac entonaron juntos una canción. Una porción de la misma está escrita en primera persona, lo que indica que la compuso Débora, al menos en parte. (Jue 5:7.) Entre las mujeres era costumbre celebrar las victorias con canción y baile. (Éx 15:20, 21; Jue 11:34; 1Sa 18:6, 7; Sl 68:11.) Esta canción le da a Jehová todo el crédito y alabanza por la victoria de su pueblo. Además, complementa de manera significativa la narración que le precede, por lo que ambos relatos han de considerarse en conjunto si se quiere tener un cuadro global de lo sucedido. Después de describir el poderío y la majestad de Jehová y recordar la condición de Israel antes de la lucha de Barac, la canción encomia a las tribus que respondieron a la llamada y pregunta por las que no lo hicieron. Además, da detalles acerca de la batalla y la derrota de los cananeos, la acción valerosa de Jael al matar a Sísara y la desilusión de la madre de Sísara, que esperó en vano los despojos y esclavos de Israel procedentes de la esperada victoria de su hijo. (Jue 5.)
Hija de Jacob y Lea. Debía tener unos seis años cuando Jacob volvió a Canaán y se estableció en Sucot. Había nacido en Harán cuando su padre residía en aquel lugar. (Gé 30:21, 22, 25; 31:41.)
Durante el tiempo que Jacob y su familia estuvieron acampados fuera de la ciudad de Siquem, Dina adquirió la costumbre imprudente de visitar a las muchachas cananeas del lugar, y en una de sus visitas, la violó Siquem, el hijo de Hamor, un principal de los heveos. Siquem se enamoró de ella, y Dina permaneció en su casa hasta que sus hermanos Simeón y Leví la vengaron. (Gé 34:1-31.) Algunos sostienen que Dina debía ser tan solo una niña cuando la violaron. Sin embargo, hay que tener presente que antes de que Jacob fuese a Siquem, construyó una casa y cabañas en Sucot, lo que da a entender que residió en aquel lugar por algún tiempo. (Gé 33:17.) En Siquem compró un terreno y al parecer se estableció allí por un tiempo. Todo ello, y el mismo hecho de que Siquem se enamorara de Dina, la “joven”, demuestra que no era meramente una niña cuando se relacionó con Siquem. (Gé 33:18, 19; 34:12.)
Unos años más tarde, Dina, junto con el resto de la casa de Jacob, entró en Egipto por invitación de José. (Gé 46:7, 15.)
Cristiana de la congregación de Jope que “abundaba en buenos hechos y en dádivas de misericordia”, entre los cuales estaba el hacer prendas de vestir interiores y exteriores para las viudas necesitadas. (Hch 9:36, 39.) “Dorcas” equivale al nombre arameo “Tabita”, ya que ambos significan “Gacela”. A Dorcas posiblemente se la conocía por los dos nombres, pues entonces no era extraño que los judíos tuvieran un nombre hebreo y otro griego o latino, especialmente aquellos que vivían en un puerto marítimo, como era el caso de Jope, en donde la población se componía tanto de judíos como de gentiles. O puede que Lucas haya traducido el nombre para el beneficio de los lectores gentiles. Dorcas es la única mujer en las Escrituras a la que se llama “discípula”. Sin embargo, esto no significa que ocupara una posición especial en la congregación, pues todos los cristianos eran realmente discípulos de Jesucristo. (Mt 28:19, 20.) Aunque su muerte, ocurrida en 36 E.C., causó mucho llanto entre las viudas que se habían beneficiado en gran manera de su bondad, nada indica que entre los dolientes estuviera su esposo, lo que da a entender que en aquel entonces no estaba casada.
Cuando Dorcas murió, los discípulos de Jope la prepararon para enterrarla, pero al enterarse de que Pedro estaba en Lida, a unos 18 Km. al SE. de Jope, le mandaron llamar. Sin duda habían oído que en aquella ciudad Pedro había curado al paralítico Eneas, y puede que sobre esta base razonaran que podía resucitar a Dorcas. O, tal vez, simplemente acudieron a Pedro en busca de consuelo. (Hch 9:32-38.)
Siguiendo un procedimiento similar al que usó Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo (Mr 5:38-41; Lu 8:51-55), después de hacer salir a todos del aposento superior, Pedro oró y dijo: “Tabita, ¡levántate!”. Dorcas abrió sus ojos, se incorporó y tomó la mano de Pedro para levantarse. Esta es la primera vez que se registra que un apóstol efectuase una resurrección, y este hecho resultó en que muchos se hicieran creyentes en Jope. (Hch 9:39-42.)
Mujer de la congregación cristiana de Filipos que se esforzó lado a lado con Pablo y otros “en las buenas nuevas”. Al parecer, tenía dificultades para resolver cierto problema que había surgido entre ella y Síntique, por lo que Pablo exhortó a estas dos cristianas a que fuesen ‘de la misma mente en el Señor’. (Flp 4:2, 3.)
Hija de Zelofehad mencionada en tercer lugar. Debido a que su padre no tuvo hijos varones, su herencia se repartió entre sus cinco hijas, con la condición de que se casaran con alguien de su propia tribu, la de Manasés, “para que la herencia de ellas continuara junto con la tribu de la familia de su padre” y no ‘circulara de una tribu a otra’. (Nú 36:1-12; 26:33; 27:1-11; Jos 17:3, 4.)
Hija del hermano de Abrahán, Harán, y hermana de Lot. Nació antes de que su tío Abrahán saliera junto con su casa de Ur de los caldeos. (Gé 11:27-31.)
Madre de Uzías (Azarías), el rey de Judá, a quien dio a luz alrededor de 845 a. E.C. Jecolías, la esposa de Amasías, era de Jerusalén. (2Re 15:1, 2; 2Cr 26:1, 3.)
1. Mahlá, Una de las cinco hijas de Zelofehad, de la tribu de Manasés. Mahlá y sus hermanas solicitaron la herencia de su padre, pues este no había tenido hijos varones, sino únicamente hijas. Moisés inquirió de Jehová, que dictó que se les diera la herencia. (Nú 26:28-33; 27:1-11.) Posteriormente, Jehová decretó por medio de Moisés que Mahlá y sus hermanas únicamente se casaran con miembros de su tribu, la de Manasés, para evitar que su herencia pasara a otra tribu. Mahlá y sus hermanas acataron esta disposición y “llegaron a ser las esposas de los hijos de los hermanos de su padre”. (Nú 36:1-6, 10-12.) Esta decisión judicial estableció un precedente con respecto a las herencias. (Nú 36:7-9.) Más tarde se presentaron ante Eleazar el sacerdote y ante Josué e hicieron referencia al mandato de Jehová; por consiguiente, se les dio “una herencia en medio de los hermanos de su padre”. (Jos 17:3, 4.)
2. Mahlá, Descendiente de Manasés cuya madre se llamaba Hamoléket. No se especifica si era hombre o mujer. (1Cr 7:17, 18.)
1. Milcá, Hija de Harán, el hermano de Abrahán.
1. Milcá, Hija de Harán, el hermano de Abrahán (Abrán), esposa de Nacor (su tío y hermano de Abrahán) y hermana de Lot. (Gé 11:27, 29.) Betuel, uno de los ocho hijos de Milcá, fue el padre de Rebeca. (Gé 22:20-23; 24:15, 24, 47.)
2. Milcá, Una de las cinco hijas de Zelofehad que recibieron una herencia en el territorio de la tribu de Manasés tras el fallecimiento de su padre. (Nú 26:33; 27:1-4; 36:10-12; Jos 17:3, 4.)
1. Míriam, Hija de Amram y Jokébed, Levítas, y hermana de Moisés y Aarón.
1. Míriam, Hija de Amram y Jokébed, miembros de la tribu de Leví, y hermana de Moisés y Aarón. (Nú 26:59; 1Cr 6:1-3.) Aunque su nombre no se menciona específicamente en el relato, debió ser “la hermana de él” que vigiló a Moisés mientras estaba en un arca de papiro colocada entre las cañas del río Nilo. (Éx 2:3, 4.) Cuando la hija de Faraón descubrió al bebé, “tuvo compasión” de él y reconoció que era “uno de los niños de los hebreos”. A continuación Míriam le preguntó si quería que llamase a una mujer hebrea para criar al niño. Cuando la hija de Faraón le dijo que lo hiciese, “la doncella se fue y llamó a la madre [Jokébed] del niño”, a quien en consecuencia le encargaron la crianza de Moisés hasta que creciese. (Éx 2:5-10.)
Lleva la iniciativa entre las mujeres israelitas en un cántico a Jehová. Años más tarde, después de ser testigo del triunfo de Jehová sobre las fuerzas militares de Faraón en el mar Rojo, cuando oyó la canción de Moisés y los hombres de Israel, “Míriam la profetisa” encabezó a las mujeres de Israel en tocar la pandereta y danzar gozosamente. Respondiendo a la canción que inició Moisés, Míriam cantó: “Canten a Jehová, porque se ha ensalzado soberanamente. Al caballo y a su jinete en el mar ha lanzado”. (Éx 15:1, 20, 21.)
Se queja de Moisés. Mientras los israelitas estaban en el desierto, Míriam y Aarón se pusieron a hablar mal de Moisés debido a su esposa cusita. Es posible que la posición de prominencia e influencia que tenía Moisés entre el pueblo despertara en Míriam y Aarón un deseo de mayor autoridad debido a los celos, de manera que dijeron: “¿Es simplemente por Moisés solo por quien Jehová ha hablado? ¿No ha hablado también por nosotros?”. Pero Jehová estaba escuchando, y de repente les dijo a Moisés, Míriam y Aarón que fuesen a la tienda de reunión. Una vez allí, Dios les recordó a los murmuradores que su hermano Moisés era Su siervo, aquel con quien hablaba, no de manera indirecta, sino “boca a boca”. Jehová después preguntó a Míriam y Aarón: “¿Por qué, pues, no temieron hablar contra mi siervo, contra Moisés?”. La cólera de Jehová ardió contra ellos y cuando se apartó la nube de sobre la tienda, “Míriam estaba herida de lepra tan blanca como la nieve”. Aarón suplicó misericordia y Moisés intercedió por ella. Jehová permitió que Míriam regresase al campamento después de una humillante cuarentena de siete días. (Nú 12:1-15.)
El que solo se hiriese de lepra a Míriam tal vez indique que era la promotora de aquel mal comportamiento. Puede que su pecado de murmurar contra Moisés fuera mayor que el de Aarón. Por otra parte, es posible que se tratase de un caso de celos entre mujeres (ya que empezaron a hablar contra Moisés debido a su esposa cusita), y que Aarón apoyase a su hermana más bien que a su cuñada. Como a Míriam se la consideraba profetisa, es posible que fuese la mujer más prominente de Israel. Por consiguiente, quizás temiese que la esposa de Moisés la eclipsase. Sin embargo, aparte de estas posibilidades, y aunque fue un grave error que Míriam y Aarón murmurasen contra Moisés, fue especialmente grave la implicación de Míriam, debido a la posición de sujeción al hombre que Dios ha asignado a la mujer. (1Co 11:3; 1Ti 2:11-14.) Poco antes de entrar en la Tierra Prometida, Moisés puso la conducta pecaminosa de Míriam como ejemplo amonestador, al decir al pueblo que obedeciera las instrucciones sacerdotales sobre la lepra e instarlo a recordar lo que Jehová le había hecho a Míriam cuando salieron de Egipto. (Dt 24:8, 9.)
Míriam murió y fue enterrada en Qadés, en el desierto de Zin, poco antes de la muerte de Aarón. (Nú 20:1, 28.) Siglos después Jehová recordó mediante su profeta Miqueas el privilegio del que disfrutaron Míriam y sus hermanos cuando Israel salió de Egipto, diciendo: “Porque te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de esclavos te redimí; y procedí a enviar delante de ti a Moisés, Aarón y Míriam”. (Miq 6:4.)
2. Míriam, Descendiente de Judá. (1Cr 4:1, 17, 18.)
1. Naamá, Descendiente de Caín; hermana de Tubal-caín e hija de Lamec y Zilá. (Gé 4:17-19, 22.)
2. Naamá, Esposa ammonita de Salomón y madre de Rehoboam. (1Re 14:21; 2Cr 12:13.)
3. Naamá, Ciudad judía de la Sefelá. (Jos 15:20, 33, 41.) Su ubicación exacta se desconoce.
Una de las cinco hijas de Zelofehad, de la tribu de Manasés. Como Zelofehad murió sin haber engendrado hijo varón, Jehová decretó que su posesión hereditaria pasara a sus hijas, con lo que se estableció un precedente legal. Posteriormente, también se determinó que toda hija heredera debería casarse con un hombre de su propia tribu, con el fin de evitar que su herencia pasase de una tribu a otra. (Nú 26:28-33; 27:1-11; 36:6-12; Jos 17:3, 4.)
Esposa de Abrahán y madre de seis de sus hijos: Zimrán, Joqsán, Medán, Madián, Isbaq y Súah. De ellos provinieron varios pueblos del N. de Arabia que moraban al S. y al E. de Palestina. (Gé 25:1-4.)
En 1 Crónicas 1:32 se dice específicamente que Queturá era “la concubina de Abrahán”, y parece muy probable que Génesis 25:6 se refiera a ella y a Agar cuando habla de los hijos de las “concubinas” de Abrahán. Por consiguiente, Queturá fue una esposa secundaria que nunca alcanzó la misma posición que Sara, la madre de Isaac, por medio de quien tenía que venir la descendencia prometida. (Gé 17:19-21; 21:2, 3, 12; Heb 11:17, 18.) En consecuencia, “Abrahán dio todo cuanto tenía a Isaac”, en tanto que “a los hijos de las concubinas [...] dio dádivas. Entonces los envió de donde estaba Isaac su hijo, mientras todavía estaba vivo, hacia el este, a la tierra del Oriente”. (Gé 25:5, 6.)
Se ha sostenido que Abrahán debió tomar a Queturá por concubina antes de la muerte de Sara, pues creen improbable que a la edad de ciento cuarenta años pudiese haber tenido seis hijos con una sola mujer y hubiese vivido lo suficiente como para verlos alcanzar una edad con la que enviarlos fuera de su casa. Sin embargo, Abrahán vivió después de la muerte de Sara más de treinta y cinco años, y murió a los ciento setenta y cinco años de edad. (Gé 25:7, 8.) Por consiguiente, tuvo tiempo suficiente antes de morir para casarse con Queturá, tener seis hijos y verlos crecer. Por otra parte, parece razonable que Abrahán se abstuviera de tomar otra concubina en vida de Sara, por consideración a ella y a fin de no dar pie a las discordias familiares (como la que hubo por causa de Agar e Ismael). El orden en que se narran los acontecimientos en el libro de Génesis deja bastante claro que Abrahán tomó a Queturá por esposa después de la muerte de Sara. (Gé 23:1, 2; 24:67; 25:1.)
Abrahán y Sara pudieron tener a Isaac a una edad tan avanzada gracias a que sus facultades reproductivas fueron revitalizadas milagrosamente (Heb 11:11, 12), lo que explica que Abrahán pudiera tener después seis hijos más con Queturá.
Hija de Labán, hermana menor de Lea y prima hermana de Jacob, de quien llegó a ser la esposa preferida. (Gé 29:10, 16, 30.) En 1781 a. E.C. Jacob viajó a Harán, Padán-aram, la “tierra de los orientales”, cuando huía de su violento hermano Esaú. (Gé 28:5; 29:1.) Raquel, una muchacha “de hermosa figura y de hermoso semblante”, trabajaba de pastora para su padre y se encontró con Jacob en un pozo cercano a Harán. Jacob fue recibido en la casa de su tío Labán; un mes más tarde concordó en servirle durante siete años para poder casarse con Raquel, de la que se había enamorado. Durante aquellos siete años su amor no se debilitó, por lo que para él “resultaron como unos cuantos días”. Sin embargo, la noche de la boda su tío no le entregó a Raquel, sino a su hermana mayor, Lea, quien debió cooperar en el engaño. A la mañana siguiente, Jacob le acusó de haberle embaucado, pero Labán se amparó en la costumbre local para excusar su conducta. Jacob concordó en celebrar plenamente la semana de matrimonio con Lea antes de recibir a Raquel y en trabajar después otros siete años para Labán. (Gé 29:4-28.)
Raquel no decepcionó a Jacob como esposa, y este le mostró más amor que a Lea. Jehová entonces compensó a Lea bendiciéndola con cuatro hijos, mientras que Raquel permaneció estéril. (Gé 29:29-35.) Raquel sentía celos de su hermana y desesperación por su esterilidad, que en aquel entonces se consideraba un gran oprobio para una mujer. Su impaciencia quejumbrosa llegó a exasperar hasta a su amoroso esposo. A fin de compensar su esterilidad, dio su sirvienta a Jacob para tener prole de ella (como Sara había hecho anteriomente con su esclava Agar); los dos hijos que Jacob tuvo con ella fueron considerados hijos de Raquel. Lea y su sierva dieron a luz un total de cuatro hijos más antes de que Raquel finalmente viera realizada su esperanza y diera a luz su primer hijo propio, José. (Gé 30:1-24.)
En ese momento Jacob ya estaba listo para partir de Harán, pero su suegro lo persuadió para que se quedase más tiempo, por lo que se marchó seis años más tarde por orden divina. Debido a la doblez de Labán, Jacob no le avisó de su marcha, algo en lo que tanto Lea como Raquel concordaron con su esposo. Antes de marchar, Raquel robó los “terafim” de su padre, que al parecer eran un tipo de imágenes idolátricas. Cuando Labán los alcanzó y les hizo saber del robo (al parecer su mayor preocupación), Jacob, que ignoraba que había sido Raquel, mostró que desaprobaba aquel acto al decretar la muerte del ladrón en caso de que se hallara entre su séquito. La búsqueda llevó a Labán hasta la tienda de Raquel, pero ella evitó que la descubrieran al alegar que estaba indispuesta debido a su período menstrual y quedarse sentada sobre las alforjas que contenían los terafim. (Gé 30:25-30; 31:4-35, 38.)
Cuando Jacob se reunió con su hermano Esaú, mostró que seguía prefiriendo a Raquel al colocarla con su único hijo detrás de todos, pues sin duda consideraba que esta era la posición más segura en caso de que atacara Esaú. (Gé 33:1-3, 7.) Después de morar por un tiempo en Sucot, luego en Siquem y finalmente en Betel, Jacob se dirigió más hacia el S. En el camino de Betel a Belén, Raquel dio a luz a su segundo hijo, Benjamín, pero murió en el parto y fue enterrada allí. Jacob erigió una columna para señalar la sepultura. (Gé 33:17, 18; 35:1, 16-20.)
Los pocos detalles que se registran no pueden proporcionar más que un cuadro incompleto de la personalidad de Raquel. Se sabe que era adoradora de Jehová (Gé 30:22-24), pero tuvo fallos humanos. El que robase los terafim y su astucia para evitar que la descubrieran posiblemente puede atribuirse, al menos en parte, a sus antecedentes familiares. A pesar de sus debilidades, Jacob la amó mucho, y aun de viejo la consideró su verdadera esposa y estimó a los hijos de ella más que a todos los demás. (Gé 44:20, 27-29.) Las palabras que le dirigió a José poco antes de morir, aunque sencillas, transmiten el afecto tan profundo que sentía por ella. (Gé 48:1-7.) Se dice de Raquel y Lea que son las que “edificaron la casa de Israel [Jacob]”. (Rut 4:11.)
Los descubrimientos arqueológicos arrojan luz sobre la razón por la que Raquel se apropió de los terafim de su padre. (Gé 31:19.) Las tablillas cuneiformes halladas en Nuzi (Nuzu), al N. de Mesopotamia, que datan, según se cree, de mediados del II milenio a. E.C., muestran que algunos pueblos antiguos consideraban que la posesión de los dioses domésticos (el “título legal”) convertía a una persona en heredera legítima de los bienes de la familia. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 196, 197.) Se cree que Raquel pudo pensar que Jacob tenía derecho a participar de la herencia de Labán como hijo adoptivo, y, por lo tanto, se quedó con los terafim para asegurar la herencia o anticiparse a los demás hijos de Labán. O puede ser que pensase que la posesión de estos era un medio de impedir que su padre reclamara legalmente parte de la riqueza que Jacob había adquirido trabajando para él. (Compárese con Gé 30:43; 31:1, 2, 14-16.) Estas posibilidades, por supuesto, dependen de que existiera tal costumbre entre el pueblo de Labán y de que los terafim fueran en realidad tales dioses domésticos.
El sepulcro de Raquel “en el territorio de Benjamín, en Zelzah”, aún se conocía en tiempos de Samuel, unos seis siglos después. (1Sa 10:2.) La ubicación tradicional del sepulcro se encuentra a 1,5 Km. al N. de Belén. Sin embargo, de ser así, estaría situado en el territorio de Judá, no de Benjamín. Por ello otros creen que estaba más al N., pero en la actualidad es imposible precisarlo.
¿Por qué dice la Biblia, siglos después de morir Raquel, que lloraría a sus hijos? En Jeremías 31:15 se dice que Raquel llora a sus hijos que han sido llevados a la tierra del enemigo y que su lamento se oye en Ramá (al N. de Jerusalén, en el territorio de Benjamín). Como en el contexto se menciona varias veces a Efraín, cuyos descendientes tribales a menudo representan como colectivo el reino septentrional de Israel (Jer 31:6, 9, 18, 20), algunos eruditos creen que esta profecía está relacionada con la ocasión en que los asirios llevaron al exilio a los habitantes del reino septentrional. (2Re 17:1-6; 18:9-11.) Por otro lado, pudiera referirse al exilio final de todo el pueblo, tanto Israel como Judá (estos últimos a Babilonia). En el primer caso, la figura de Raquel sería muy apropiada, pues era la antepasada materna de Efraín (por medio de José), la tribu más importante del reino septentrional. En el segundo caso, como Raquel no solo fue la madre de José, sino también de Benjamín, cuya tribu formó parte del reino meridional de Judá, sería un símbolo apropiado de las madres de todo Israel. Parecería que habían tenido hijos en vano. Sin embargo, la promesa consoladora de Jehová era que los exiliados “ciertamente [volverían] de la tierra del enemigo”. (Jer 31:16.)
Mateo citó este texto en relación con la matanza de niños pequeños ocurrida en Belén por orden de Herodes. (Mt 2:16-18.) Puesto que la sepultura de Raquel estaba relativamente cerca de Belén (aunque parece ser que no en el lugar tradicional), esta metáfora de Raquel llorando por sus hijos era muy apropiada para expresar el dolor que sentían las madres de los niños asesinados. Pero esta cita de la profecía de Jeremías aún era más apropiada en vista de los paralelos existentes. Los israelitas estaban sometidos a una potencia extranjera. Sus hijos habían vuelto a ser arrebatados. Esta vez, sin embargo, la “tierra del enemigo” a la que habían llevado a los niños no era una región política, como en el caso anterior, sino la sepultura, dominio del ‘rey Muerte’. (Compárese con Sl 49:14; Apo 6:8.) A la muerte se le llama “el último enemigo” que tiene que ser destruido (Ro 5:14, 21; 1Co 15:26); por consiguiente, todo retorno de ese “destierro” tendría que significar una resurrección de entre los muertos.
Hija de Betuel, el hijo de Nacor, y, por lo tanto, sobrina nieta de Abrahán.
El nombre de su hermano era Labán. (Gé 22:20-23.)
Alrededor del año 1878 a. E.C., Abrahán envió al administrador de su casa, probablemente Eliezer, a buscar una buena esposa para su hijo Isaac (quien entonces tenía cuarenta años). Este administrador fue a “la ciudad de Nacor”, que estaba en la parte superior del valle de Mesopotamia. Allí, junto a un pozo, oró para que la muchacha escogida por Jehová no solo le diese de beber cuando se lo pidiera, sino que además se ofreciese para dar de beber a sus diez camellos. (Gé 24:1-14.) Mientras oraba, Rebeca fue al pozo con un jarro de agua. Cuando le pidió un sorbo de agua, ella fue amable, le dio de beber y luego “rápidamente vació su jarro en el abrevadero y corrió vez tras vez al pozo para sacar agua, y siguió sacando para todos los camellos de él. Entretanto, el hombre se quedó mirándola con fijeza, admirado, guardando silencio para saber si Jehová había dado éxito a su viaje o no”. Rebeca fue amable, hospitalaria, modesta e industriosa; además, “la joven era de apariencia muy atractiva”. (Gé 24:14-21.)
El siervo de Abrahán reconoció que su oración había sido contestada, y le regaló a Rebeca una nariguera y dos hermosos brazaletes de oro (que hoy costarían unos 1.350 dólares [E.U.A.]). Ella se los enseñó a la casa de su madre y a su hermano Labán, quien a su vez mostró hospitalidad al visitante y a los servidores que estaban con él. (Gé 24:22-32.) No obstante, antes de comenzar a comer, el hombre comunicó su propósito. En respuesta, Labán y Betuel, su padre, dieron su consentimiento para que Rebeca se casase con Isaac. Luego, el siervo de Abrahán regaló a Rebeca y a su familia preciosos artículos de oro y plata, así como prendas de vestir finas, y después todos comieron juntos. (Gé 24:33-54.) Esta transacción constituyó un contrato matrimonial honorable, no entre Rebeca e Isaac, sino entre los padres de ambos, de acuerdo con la costumbre de la época. De esta forma Rebeca fue prometida a Isaac, y a partir de ese momento era su esposa a todos los efectos.
Con el consentimiento de Rebeca, la caravana salió a la mañana siguiente para el largo viaje hacia el Négueb, cerca de Beer-lahai-roí, donde vivía Isaac en aquel tiempo. Antes de partir, la familia de Rebeca la bendijo, diciendo: “Que llegues a ser millares de veces diez mil, y que tu descendencia tome posesión de la puerta de los que la odien”. Con Rebeca fueron Débora, su nodriza, y otras servidoras, que al parecer jamás regresaron a su tierra. (Gé 24:55-62; 35:8.)
Cuando llegó a su destino, Rebeca se cubrió con una mantilla al acercarse Isaac, su esposo. Después que el siervo de Abrahán contó a Isaac todos los pormenores del viaje y cómo Jehová había dirigido la selección, Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de su madre para que pasase a ser su esposa. Isaac la amó profundamente y “halló [en ella] consuelo después de la pérdida de su madre”, Sara, quien había muerto tres años antes. (Gé 24:63-67.)
Al igual que Sara, Rebeca permaneció estéril por unos 20 años. Después de unos diecinueve años, durante los cuales Isaac suplicó de manera persistente a Jehová, concibió y dio a luz gemelos: Esaú y Jacob. Tan angustioso fue su embarazo, pues pugnaban el uno con el otro en la matriz, que Rebeca se preguntaba: “¿Exactamente por qué estoy viva?”. Como respuesta, Jehová le aseguró que sería la madre de dos grandes naciones, y que “el mayor servirá al menor”. (Gé 25:20-26.) Pablo dice que esto fue para demostrar que la selección de la ‘descendencia de la promesa’ dependía por entero de Dios. (Ro 9:6-13.)
Como Sara, Rebeca también encubrió su identidad en una ocasión, haciéndose pasar por la hermana de su esposo. Esto ocurrió cuando un hambre en la tierra obligó a su familia a establecerse temporalmente en territorio filisteo gobernado por el rey Abimélec. Para ese tiempo, Rebeca debía estar entrada en años; sin embargo, debido a su gran belleza, Isaac, el heredero designado del pacto abrahámico, suponía que estaba en peligro de morir si se sabía que era su marido. (Gé 26:1-11.)
Cuando Isaac, ya viejo, se dispuso a bendecir a Esaú, su primogénito, Rebeca inmediatamente tomó medidas para que Jacob fuera el bendecido. (Gé 25:28-34; 27:1-5.) No se dice si Rebeca sabía que Jacob tenía derecho legal a la primogenitura por haberla comprado, pero era muy consciente de lo que Jehová le había dicho, es decir, que el mayor serviría al menor. De modo que se aseguró de que Jacob obtuviera para sí la bendición de su padre. El resultado final estuvo en armonía con el propósito de Jehová. (Gé 27:6-29; véase JACOB núm.1.)
Más tarde, cuando Rebeca se enteró de los planes que tenía Esaú de matar a Jacob, indujo a Isaac a que enviara a Jacob a la tierra natal de ella con el fin de que se buscase esposa. Tanto a ella como a Isaac les había apenado mucho que Esaú hubiese tomado dos esposas de entre los odiados cananeos. (Gé 26:34, 35; 27:41-46; 28:1-5; 29:10-12.)
No se dice exactamente cuándo murió Rebeca, pero puede ser que falleciera antes de que Jacob regresase de Mesopotamia. (Gé 35:27.) La enterraron en la cueva familiar de Macpelá, con Abrahán y Sara, en el mismo lugar donde más tarde serían enterrados también Isaac, Lea y Jacob. (Gé 49:29-31; 50:13.)
Concubina de Nacor, el hermano de Abrahán. Tuvo cuatro hijos. (Gé 22:20, 24.)
Cristiana filipense a la que Pablo encomió por su integridad. A ella y a otra hermana cristiana, llamada Evodia, las exhortó a “[ser] de la misma mente en el Señor”. (Flp 4:2, 3.) Parece ser que el apóstol dio este consejo debido a que existía cierto desacuerdo entre ellas dos, conclusión que apoyan muchas traducciones modernas (BI; CB, 1988; LT; Mensajero; NVI; PNT; RH; TNV; Val, 1989; VP).
1. Tirzá, Una de las cinco hijas de Zelofehad, de la tribu de Manasés; era contemporánea de Moisés y Josué. (Nú 26:29, 33; 27:1-7; 36:11, 12; Jos 17:3, 4.)
2. Tirzá,
Ciudad de Samaria. Los descubrimientos arqueológicos parecen identificarla con Tell el-Far`ah, que está a unos 10 Km. al NNE. de Siquem.
Comandados por Josué, los israelitas derrotaron al rey de Tirzá (Jos 12:7, 24), y, siglos más tarde, Jeroboán, el primer rey del reino septentrional, transfirió su residencia a esta ciudad. (Compárese con 1Re 12:25; 14:17.) Al parecer Tirzá continuó siendo la capital del reino durante los reinados de Nadab, el hijo de Jeroboán (1Re 15:25-28), y de sus sucesores Baasá, Elah y Zimrí. (1Re 15:33; 16:5, 6, 8, 15.) Este último se suicidó en Tirzá cuando Omrí capturó la ciudad. (1Re 16:17-20.) Después de reinar en Tirzá por seis años, Omrí edificó Samaria y la hizo su capital. (1Re 16:23, 24, 29.) Más de ciento cincuenta años después, Menahem, un residente de Tirzá, mató a Salum y llegó a ser rey de Samaria. (2Re 15:14, 17.)
Una de las dos esposas de Lamec, el primer polígamo mencionado en la Biblia. Fue la madre de Tubal-caín y de su hermana Naamá. Lamec compuso un poema para sus esposas Adá y Zilá. (Gé 4:19-24.)
Esposa de Moisés. Ziporá conoció a Moisés junto a un pozo mientras ella y sus seis hermanas estaban abrevando los rebaños de su padre. Cuando llegaron ciertos pastores, intentaron echar a las muchachas, como tenían por costumbre, pero Moisés las ayudó e incluso abrevó los rebaños él mismo. Por esta muestra de bondad se le invitó a la casa de Ziporá, y con el tiempo su padre, el sacerdote Jetró, se la dio en matrimonio. (Éx 2:16-21.) Ziporá le dio a Moisés dos hijos: Guersom y Eliezer. (Éx 2:22; 18:3, 4.)
Cuando Jehová mandó a Moisés de regreso a Egipto, Ziporá y sus dos hijos emprendieron la marcha con él. En el trayecto ocurrió un incidente grave que el registro bíblico recoge de una forma un tanto oscura: “Ahora bien, aconteció en el camino, en el lugar de alojamiento, que Jehová [“el ángel de Jehová”, LXX] consiguió encontrarse con él y siguió buscando la manera de darle muerte. Por fin Ziporá tomó un pedernal y le cortó el prepucio a su hijo e hizo que este tocara los pies de él y dijo: ‘Es porque eres novio de sangre para mí’. En consecuencia, él lo soltó. En ese tiempo ella dijo: ‘Novio de sangre’, por motivo de la circuncisión”. (Éx 4:24-26.)
Los eruditos han ofrecido diversas explicaciones a este pasaje, algunas de las cuales se han incluido en versiones de la Biblia. (Véanse Alba; BAS; BC; BJ; BR; CB; CI; EMN; FS; Ga; HM; LT; MK; NBE; RH; SA; Str; TA; Val, 1989; VP.) Con estas interpretaciones se pretende aclarar si era la vida de Moisés o la del niño la que estaba en peligro; si los pies que Ziporá tocó con el prepucio eran los de Moisés, los de su hijo o los del ángel, y por qué razón (y a quién) dijo Ziporá: “Eres novio de sangre para mí”.
En vista de lo que dice la ley de la circuncisión registrada en Génesis 17:14, parece ser que era la vida del niño la que estaba en peligro, que Ziporá circuncidó al niño porque entendió que era necesario para obrar correctamente, que arrojó el prepucio a los pies del ángel que estaba amenazando la vida del niño para demostrar su obediencia a la ley de Jehová y que se dirigía a Jehová por medio de su representante angélico cuando exclamó: “Eres novio de sangre para mí”, con lo que quiso demostrar que se sometía como una esposa a Jehová, el esposo, en el pacto de la circuncisión. (Véase Jer 31:32.)
Pero lo que dice el registro bíblico no permite llegar a conclusiones definitivas al respecto. El significado del hebreo antiguo de este pasaje es oscuro debido a las expresiones idiomáticas en uso hace casi tres mil quinientos años. Por esa razón, otras traducciones (CJ, Mod, NC, NM, PIB, Scío, Val), la antigua Septuaginta griega entre ellas, no intentan interpretar estos versículos.
Al parecer, Ziporá volvió a visitar a sus padres, pues tras el éxodo, ella y sus dos hijos fueron con Jetró al encuentro de Moisés en el campamento en el desierto. (Éx 18:1-6.) La presencia de Ziporá se hizo notar nuevamente y parece ser que provocó los celos de Míriam, la hermana de Moisés, pues esta, junto con Aarón, utilizó los antecedentes cusitas de Ziporá como excusa para quejarse contra Moisés. (Nú 12:1.) Esto no significa que Ziporá había muerto y que Moisés se había casado de nuevo con una mujer etíope, como se afirma comúnmente, pues aunque el término “cusita” por lo general hace referencia a los etíopes, también puede abarcar a los habitantes de Arabia.