Un benjamita que debió ser hijo de Saharaim y de su esposa Husim. (1Cr 8:8, 11.)
1. Acaz, Hijo del rey Jotán de Judá.
2. Acaz, Bisnieto de Jonatán, el hijo del rey Saúl.
1. Acaz │ Heb.: ’A·jáz; │ Gr.: _____; │ Ing.: _____.
│ Sinónimos: Ajaz, Ahaz; abrev. de Jehoacaz.
★Nacimiento / Muerte: 763
- 727
a.E.C │ Lugar: Jerusalén
★Padres: Jotán y (?)
★Hermanos/as: _____.
★Esposa/s: Abías - (Abí).
★Hijos: Ezequías.
★Contemporáneos: _____. │ Parientes: ______.
★Profesión: Rey de Juda 761
- 746
a.E.C. │ Caracter: desleal.
★Definición: “Que Jehová Asga; Jehová Ha Asido”.
Hijo del rey Jotán de Judá. Acaz comenzó a reinar a la edad de veinte años y su gobernación duró dieciséis años. (2Re 16:2; 2Cr 28:1.)
Puesto que Ezequías, el hijo de Acaz, tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, este debió engendrarlo con menos de doce años. (2Re 18:1, 2.) Aunque en los climas templados los varones por lo general alcanzan la pubertad entre los doce y quince años, en los climas cálidos pueden alcanzarla antes. También varían las costumbres en cuanto al matrimonio. La revista Zeitschrift für Semitistik und verwandte Gebiete (publicada por E. Littmann, Leipzig, 1927, vol. 5, pág. 132) informó que el casamiento de niños es frecuente en la Tierra Prometida aun en tiempos modernos, y se cita un caso de dos hermanos de ocho y doce años que se casaron, el mayor de los cuales iba a la escuela junto con su esposa. No obstante, tanto un manuscrito hebreo como la Versión Peshitta siriaca y algunos manuscritos de la Versión de los Setenta dicen en 2 Crónicas 28:1 que la edad de Acaz cuando comenzó a reinar era de “veinticinco años”, no veinte.
En cualquier caso, Acaz murió relativamente joven, y su vida se caracterizó por una constante violación de la ley de Dios. A pesar de que Isaías, Oseas y Miqueas estuvieron activos en su obra de profetizar durante el tiempo de Acaz, la idolatría crasa caracterizó su reinado. No solo permitió que existiera entre sus súbditos, sino que él personalmente y de manera regular participó en hacer sacrificios paganos, hasta el punto de quemar a su(s) propio(s) hijo(s) como ofrenda(s) en el valle de Hinón. (2Re 16:3, 4; 2Cr 28:3, 4.) Debido a esta entrega a la adoración falsa, el gobierno de Acaz estuvo plagado de muchísimas dificultades. Siria y el reino septentrional de Israel se unieron para atacar a Judá desde el N., los edomitas aprovecharon la oportunidad para atacar desde el SE. y los filisteos invadieron desde el O. Se perdió el valioso puerto de Elat, en el golfo de `Aqaba. Zicrí, poderoso efraimita, mató a un hijo del rey y a dos de sus hombres principales en una incursión del reino septentrional que resultó en la matanza de 120.000 hombres de Judá y en que alrededor de 200.000 judaítas fueran llevados cautivos. Solo gracias a la intervención del profeta Oded, con el apoyo de algunos hombres principales de Efraín, fue posible que se liberara a estos cautivos y regresaran a Judá. (2Cr 28:5-15, 17-19; 2Re 16:5, 6; Isa 7:1.)
El mensaje que el profeta Isaías recibió de Dios, en el que se le aseguraba que Jehová no permitiría que las fuerzas siro-israelitas destruyeran Judá y pusieran sobre el trono a un hombre que no fuera de la línea davídica, debió fortalecer el ‘corazón tembloroso’ de Acaz. Aunque se le invitó a solicitar una señal de Dios, el idólatra Acaz replicó: “No pediré, ni someteré a Jehová a prueba”. (Isa 7:2-12.) De todos modos se predijo que, como señal, una doncella daría a luz un hijo que sería llamado Emmanuel (Con Nosotros Está Dios), y que antes de que el niño creciera, la alianza siro-israelita habría dejado de ser una amenaza para Judá. (Isa 7:13-17; 8:5-8.)
Con relación a los “sesenta y cinco años” de Isaías 7:8, cuando, según este profeta, Efraín sería “hecho añicos”, el Comentario exegético y explicativo de la Biblia (de Jamieson, Fausset y Brown, C.B.P., 1981, vol. 1, pág. 560) dice: “Unos dos años después de esta fecha tuvo lugar una deportación de israelitas bajo Tiglat-pileser (2 Reyes 15:29). Unos veinte años más tarde, se efectuó otra por Salmanasar (2 Reyes 17:1-6), cuando reinaba Oseas. Pero la última, que ‘cortó’ enteramente a Israel, al punto de ‘no ser ya pueblo’, y fue seguida de la colonización de Samaria por extranjeros, tuvo lugar bajo Esar-hadón, quien se llevó también a Manasés, rey de Judá, el año vigésimo segundo de su reinado, sesenta y cinco años después de haberse proferido esta profecía (Cf. Esdras 4:2, 3, 10, con 2 Reyes 17:24; 2 Crónicas 33:11)”.
Su vasallaje a Asiria y su muerte. No obstante, en lugar de cifrar su fe en Jehová, debido a su temor a la conspiración siro-israelita, Acaz optó por una política insensata y sobornó a Tiglat-piléser III de Asiria para que acudiera en su ayuda. (Isa 7:2-6; 8:12.) El alivio que pudo suponerle el que el ambicioso rey de Asiria aplastara a Siria e Israel fue solo temporal. A la postre “le causó angustia, y no lo fortaleció” (2Cr 28:20), pues de este modo Acaz puso a Judá bajo el pesado yugo asirio.
Al parecer, Acaz fue llamado a Damasco como rey vasallo para rendir homenaje a Tiglat-piléser III, y mientras estuvo allí, debió impresionarle el altar pagano de la ciudad, pues copió su diseño e hizo que el sacerdote Uriya construyera uno igual para colocarlo delante del templo de Jerusalén. Entonces osó ofrecer sacrificios sobre este “gran altar”. El altar original de cobre se retiró a un lado hasta que el rey decidiera el uso que debería dársele. (2Re 16:10-16.) Mientras tanto, hizo pedazos gran parte de los utensilios de cobre del templo y cambió otras cosas del recinto del templo, todo “por causa del rey de Asiria”, quizás para pagar el pesado tributo impuesto sobre Judá o posiblemente para esconder parte de la riqueza del templo de los ambiciosos ojos asirios. Las puertas del templo se cerraron y Acaz “hizo altares para sí en todo rincón de Jerusalén”. (2Re 16:17, 18; 2Cr 28:23-25.)
Después de dieciséis años de mala gobernación y de crasa apostasía, Acaz murió, y a pesar de haber sido enterrado como sus antepasados “en la Ciudad de David” (2Re 16:20), no se colocó su cuerpo en las sepulturas de los reyes. (2Cr 28:27.) Su nombre se incluye en las genealogías reales. (1Cr 3:13; Mt 1:9.)
El nombre de Acaz aparece en una inscripción de Tiglat-piléser III como ia-ú-ha-zi.
2. Acaz, Bisnieto de Jonatán, el hijo del rey Saúl. (1Cr 8:35, 36.)
1. Amasá, Hijo de Jéter (Itrá) y Abigail —hermana o medio hermana de David.
1. Amasá, Hijo de Jéter (Itrá) y Abigail —hermana o medio hermana de David—, y primo de Absalón y Joab. (2Sa 17:25; 1Cr 2:16, 17.) En 2 Samuel se dice que Jéter era israelita, mientras que 1 Crónicas dice ismaelita, quizás porque vivió en territorio ismaelita. Algunos creen que Amasá es una forma abreviada de Amasai, uno de los que se unieron al ejército de David en Ziqlag, pero tal identificación no es segura. (1Cr 12:18.)
Años más tarde, cuando Amasá se unió a Absalón en su rebelión contra David, aquel lo puso a cargo de su ejército en lugar de Joab. (2Sa 17:25.) La rebelión fue sofocada, Joab mató a Absalón, el hijo de David, y este le ofreció a Amasá el puesto de Joab como jefe de su ejército, pues como él mismo dijo, “¿No eres tú mi hueso y mi carne?”. (2Sa 18:9-15; 19:13.)
Volvió a estallar una rebelión, esta vez porque Seba no quiso tener participación con David. (2Sa 20:1, 2.) A Amasá le dieron tres días para reunir un ejército. Al no presentarse al tiempo fijado, se le dijo a Abisai que tomara a los siervos de David y fuera detrás de los rebeldes. Joab, el hermano de Abisai, junto con sus hombres, fue con ellos en persecución de Seba. Finalmente, cuando se les unió Amasá, que iba rezagado, Joab le asió con una mano de la barba fingiendo darle un beso afectuoso y con su espada en la otra le abrió el abdomen. (2Sa 20:4-12.) Esta pudiera haber sido la justa recompensa que merecía Amasá por haberse aliado con Absalón, pero ciertamente no le correspondía a Joab ejecutarla. Por lo tanto, David ordenó a Salomón que se vengara a Amasá con la muerte de Joab. (1Re 2:5, 32.)
2. Amasá, Hijo de Hadlai. Después de la victoria de Israel sobre Judá, el ejército vencedor llevó cautivos a sus hermanos para ponerlos en servidumbre. Amasá fue uno de los cuatro cabezas de la tribu de Efraín que prestaron atención a la súplica del profeta Oded de devolver a los cautivos. También los ayudó, proveyéndoles ropa, alimentos y medios para facilitar su repatriación. (2Cr 28:8-15.)
Descendiente del linaje real de David por medio de Salomón y antepasado de José, el padre adoptivo de Jesús. (Mt 1:14.)
1. Asá, El tercer rey de Judá después de la división de la nación en dos reinos.
1. Asá El tercer rey de Judá después de la división de la nación en dos reinos. Fue hijo de Abiyam (Abías) y nieto de Rehoboam. Reinó por cuarenta y un años: de 977 a 937 a. E.C. (1Re 15:8-10.)
El celo de Asá por la adoración pura. Los veinte años transcurridos desde la división nacional en dos reinos habían saturado de apostasía a Judá y Benjamín. Asá demostró tener celo por la adoración pura “como David su antepasado” y con valor se dispuso a limpiar la tierra de los ídolos y los prostitutos de templo, el fue el primer rey recto que gobernó en el reino de Judá. Mandó quemar el “ídolo horrible” que su abuela Maacá había hecho en honor del poste sagrado, y por esta causa la destituyó del puesto de ‘primera dama’ que ocupaba. (1Re 15:11-13.)
En 2 Crónicas 14:2-5 se afirma que Asá “quitó los altares extranjeros y los lugares altos y quebró las columnas sagradas y cortó los postes sagrados”. No obstante, 1 Reyes 15:14 y 2 Crónicas 15:17 refieren que “los lugares altos no los quitó”. Por consiguiente, parece que los lugares altos aludidos en el primer registro de Crónicas que se cita estaban dedicados a la adoración pagana adoptada que infectó a Judá, mientras que el libro de Reyes se refiere a lugares altos en los que la gente participaba en la adoración a Jehová. Aun después de haberse erigido el tabernáculo y de la posterior construcción del templo, ocasionalmente se ofrecían sacrificios a Jehová en lugares altos, sacrificios que le eran aceptables en circunstancias especiales, como sucedió en los casos de Samuel, David y Elías. (1Sa 9:11-19; 1Cr 21:26-30; 1Re 18:30-39.) No obstante, el lugar habitual aprobado para los sacrificios era aquel autorizado por Jehová. (Nú 33:52; Dt 12:2-14; Jos 22:29.) En los lugares altos también se llevaban a cabo formas de adoración impropias, que bien pueden haber continuado a pesar de que se quitaran los lugares altos paganos, tal vez debido a que el rey no persiguió su eliminación con el mismo vigor con que suprimió los lugares paganos. O también es posible que Asá quitara por completo todos los lugares altos, pero que brotaran de nuevo con el tiempo y no se hubieran eliminado para cuando concluyó su reinado, lo que hizo posible que los aplastara su sucesor Jehosafat.
El celo de Asá por la adoración pura resultó en bendiciones y paz procedentes de Jehová durante los diez primeros años de su reinado. (2Cr 14:1, 6.) Más tarde, Zérah el etíope atacó Judá con un ejército de un millón de guerreros. A pesar de que los efectivos de las fuerzas enemigas eran muy superiores, Asá salió para hacer frente a la invasión en Maresah, situada a unos 38 Km. al OSO. de Jerusalén, en las tierras bajas de Judá. La ferviente oración que pronunció antes de entrar en combate fue un reconocimiento del poder de Jehová para librarle y una súplica por ayuda: “Nos apoyamos en ti, y en tu nombre hemos venido contra esta muchedumbre. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios. No permitas que el hombre mortal retenga fuerza contra ti”. El resultado fue una victoria completa. (2Cr 14:8-15.)
Después de esto, el profeta Azarías se encontró con Asá, a quien le recordó: “Jehová está con ustedes mientras ustedes resulten estar con él” y “si lo dejan, él los dejará a ustedes”. Llamó su atención a las sangrientas contiendas internas que sufrió la nación cuando se apartó de Jehová y lo instó a continuar con valor su actividad a favor de la adoración pura. (2Cr 15:1-7.) Asá reaccionó favorablemente y fortaleció a la nación en el servicio verdadero a Jehová, lo que resultó en que en el decimoquinto año de la gobernación de Asá (963 a. E.C.), una importante cantidad de personas del reino septentrional abandonaran esa región para unirse a una multitud congregada en Jerusalén, donde concertaron entrar en un pacto que manifestaba su determinación de buscar a Jehová y estipulaba la pena de muerte para aquellos que no lo guardaran. (2Cr 15:8-15.)
Intriga y guerra contra Baasá. El rey Baasá de Israel se dispuso a bloquear el paso de cualquiera que se sintiera inclinado a regresar a Judá fortificando la ciudad fronteriza de Ramá, situada en el camino principal a Jerusalén y a poca distancia al N. de dicha ciudad. Debido a un razonamiento humano o a prestar atención a algún mal consejo, Asá no se apoyó solo en Jehová, sino que recurrió a la diplomacia y a la conspiración para librarse de esta amenaza. Tomó los tesoros del templo y los de la casa real, y los envió como soborno al rey Ben-hadad de Siria con el fin de inducirlo a atacar la frontera norteña de Israel y de este modo distraer la atención de Baasá. Ben-hadad I aceptó, y su incursión en las ciudades del N. de Israel interrumpió la obra de construcción de Baasá y forzó la retirada de sus fuerzas de Ramá. Asá entonces reclutó toda la mano de obra disponible en el reino de Judá y se llevó la totalidad del abastecimiento de materiales de construcción de Baasá, que usó para edificar las ciudades de Gueba y Mizpá. (1Re 15:16-22; 2Cr 16:1-6.)
Por esta razón, Hananí el vidente se enfrentó a Asá, le señaló su inconsecuencia al no apoyarse en el Dios que le había librado de la enorme fuerza etíope y le recordó que “en cuanto a Jehová, sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él”. Debido a su necedad, Asá habría de enfrentarse a un estado de guerra continuo. Resentido por la corrección, el rey encarceló injustamente a Hananí y oprimió a otros del pueblo. (2Cr 16:7-11.)
La afirmación que se encuentra en 2 Crónicas 16:1 en cuanto a que Baasá subió contra Judá en “el año treinta y seis del reinado de Asá” ha dado origen a cierta controversia, pues la gobernación de Baasá —que comenzó en el tercer año de Asá y tan solo duró veinticuatro años— había terminado diez años antes del año trigésimo sexto de la gobernación de Asá. (1Re 15:33.) Si bien algunos opinan que se trata de un error del escriba y que la referencia es al año decimosexto o vigésimo sexto del reinado de Asá, no es necesario concluir que hubo tal error para armonizar el relato. Los comentaristas judíos citan el Seder Olam, en el que se indica que el año trigésimo sexto se calcula a partir de la existencia del reino separado de Judá (997 a. E.C.) y corresponde con el decimosexto año de Asá: Rehoboam había reinado diecisiete años; Abías, tres, y Asá se encontraba para ese entonces en su año decimosexto. (Soncino Books of the Bible, Londres, 1952, nota sobre 2 Cr 16:1.) Este también fue el punto de vista del arzobispo Ussher. Además, así puede explicarse la aparente diferencia entre la afirmación de 2 Crónicas 15:19 en el sentido de que la guerra “no ocurrió sino hasta el año treinta y cinco [de hecho, el año quince] del reinado de Asá”, y la de 1 Reyes 15:16 con referencia a que “hubo guerra misma entre Asá y Baasá el rey de Israel todos los días de ellos”, por cuanto una vez que comenzaron los conflictos entre los dos reyes, continuaron sin cesar de allí en adelante, como había predicho Hananí. (2 Cr 16:9.)
Enfermedad y muerte. Los tres años finales de Asá fueron dolorosos debido a una enfermedad de los pies (quizás gota), pero él, imprudentemente, procuró obtener curación física más bien que curación espiritual. A su muerte, se le dio un entierro honorable en la tumba que él mismo se había preparado en la ciudad de David. (1Re 15:23, 24; 2 Cr 16:12-14.)
A pesar de la insensatez y la falta de discernimiento espiritual que manifestó en algunas ocasiones, sus buenas cualidades y el no haber apostatado sin duda pesaron más que sus errores, y se le considera uno de los reyes fieles de la línea de Judá. (2 Cr 15:17.) Los cuarenta y un años de su reinado coincidieron total o parcialmente con los reinados de ocho reyes de Israel: Jeroboán, Nadab, Baasá, Elah, Zimrí, Omrí, Tibní (que gobernó sobre una parte de Israel en oposición a Omrí) y Acab. (1Re 15:9, 25, 33; 1Re 16:8, 15, 16, 21, 23, 29.) Al morir Asá, su hijo Jehosafat le sucedió en el trono. (1Re 15:24.)
2. Asá, Hijo del levita Elqaná y padre de Berekías. A su regreso del cautiverio babilonio, figuró entre los moradores de “los poblados de los netofatitas”. (1Cr 9:16.)
1. Ehúd, Descendiente de Jediael, de la tribu de Benjamín.
1. Ehúd, Descendiente de Jediael, de la tribu de Benjamín, a través de Bilhán. Fue un hombre valiente y poderoso. (1Cr 7:6, 10, 11.)
2. Ehúd, Hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín. (Jue 3:15.) Dios escogió a Ehúd para librar a la nación de una esclavitud de dieciocho años al rey Eglón de Moab, esclavitud que Dios permitió debido a que los israelitas “hicieron lo que era malo a los ojos de Jehová”. (Jue 3:12-14.)
Cuando los israelitas empezaron a clamar a Jehová por auxilio, Dios levantó un “salvador” en la persona de Ehúd. A su debido tiempo, los israelitas enviaron tributo a Eglón por medio de Ehúd, que se había hecho una espada de dos filos cuya “longitud era de un codo [heb. gó·medh]”. En este caso en concreto, no hay certeza en cuanto a la equivalencia de esa medida, aunque algunos creen que era un codo corto de unos 38 cm. Ehúd era zurdo, o, expresado literalmente, “un hombre cerrado (impedido) de su mano derecha”. Sin embargo, esto no quiere decir que tuviese algún impedimento, ya que en hebreo se emplea la misma fraseología para aludir a setecientos guerreros benjamitas, que aunque difícilmente tendrían defectos físicos, eran zurdos, y es muy probable que fuesen ambidextros. (Jue 3:15, 16, nota; 20:16; compárese con 1Cr 12:2.) La Biblia no especifica que Ehúd fuese ambidextro, aunque cabe esa posibilidad. De todas maneras, ya que era zurdo, se ciñó la espada sobre su muslo derecho, bajo la ropa.
Después de presentar el tributo, Ehúd se volvió con los portadores del mismo, pero cuando llegaron a las canteras de Guilgal, los despidió y regresó. A continuación fue a ver a Eglón, el rey moabita, que estaba sentado en su cámara del techo, y le dijo: “Una palabra de Dios tengo para ti”. Interesado, Eglón se levantó de su trono. En ese instante Ehúd “metió su mano izquierda y tomó la espada de sobre su muslo derecho”, y la hundió en el grueso vientre de Eglón. Como resultado, “el mango también siguió entrando tras la hoja, de modo que la gordura se cerró sobre la hoja”. Un hombre que usase su mano derecha quizás habría sacado la espada de su lado izquierdo, así que no es probable que Eglón esperase que Ehúd, usando su mano izquierda, sacase una espada del muslo derecho. Una vez muerto el gobernante enemigo, Ehúd cerró con llave tras él las puertas de la cámara del techo y escapó a través del respiradero. Cuando los siervos de Eglón por fin abrieron las puertas, descubrieron que “¡su señor estaba caído en tierra, muerto!”. (Jue 3:15-25.)
Ehúd, que había escapado a la región montañosa de Efraín, formó un ejército de israelitas, y les dijo: “Síganme, porque Jehová ha dado a sus enemigos, los moabitas, en mano de ustedes”. Después de capturar los vados del Jordán, los israelitas cortaron la retirada de los moabitas a su país natal. Estos, sin duda muy desmoralizados por la muerte de su rey, fueron derrotados y perdieron 10.000 hombres, “cada uno robusto y cada uno hombre valiente; y ni siquiera uno escapó”. Una vez sojuzgado Moab bajo la mano de Israel y el acaudillamiento de Ehúd, “la tierra no tuvo más disturbio por ochenta años”. (Jue 3:26-30.)
A Ehúd no se le llamó específicamente “juez”, sino “salvador”. (Jue 3:15.) No obstante, a Otniel se le llamó “juez” y “salvador”, y este era el período de los jueces (Jue 3:9, 10), por lo que parece que a Ehúd no solo se le debió de considerar “salvador”, sino también “juez”.
3. Ehúd, Nombre mencionado entre los descendientes de Benjamín en 1 Crónicas 8:1, 6.
1. Erasto, Cristiano que sirvió a Pablo en el transcurso de su tercera gira.
1. Erasto, Cristiano que sirvió a Pablo en el transcurso de su tercera gira misional y a quien el apóstol envió desde Asia a Macedonia junto con Timoteo. (Hch 19:22.) Es probable que se trate del mismo Erasto que se quedó en Corinto cuando Pablo escribió su segunda carta a Timoteo. (2Ti 4:20.)
2. Erasto, Mayordomo de la ciudad de Corinto cuyos saludos incluye Pablo en su carta a los Romanos. (Ro 16:23.) Durante las excavaciones que se realizaron en Corinto en 1929, el profesor T. L. Shear descubrió un pavimento con la siguiente inscripción en latín: “Erasto, procurador [y] edil, colocó a su costa este pavimento”. Aunque no se sabe si este Erasto es el que menciona Pablo, se cree que el pavimento pertenece al siglo I E.C. Algunos han afirmado que el mayordomo de la ciudad fue también el compañero de viaje de Pablo. (Véase núm. 1.) Sin embargo, puesto que hubiera sido difícil para Erasto acompañar a Pablo y al mismo tiempo ocuparse de sus obligaciones como mayordomo de la ciudad, los que apoyan esta hipótesis opinan que Erasto había ocupado esa posición oficial en una época anterior y que por eso Pablo se refiere a él por este título.
1. Finehás, Hijo de Eleazar por medio de una hija de Putiel y nieto de Aarón.
1. Finehás, Hijo de Eleazar por medio de una de las hijas de Putiel y nieto de Aarón. El nombre de su hijo era Abisúa. (Éx 6:25; 1Cr 6:4.) La acción decidida del joven Finehás detuvo el azote de Jehová después de que 24.000 israelitas murieron en las llanuras de Moab por cometer fornicación y apegarse a Baal de Peor. Cuando observó que Zimrí introducía a la madianita Cozbí en su tienda, les atravesó a ambos con una lanza, “a la mujer, por sus partes genitales”. Este celo por “no [tolerar] ninguna rivalidad” para con Jehová ‘se le contó por justicia’, y Dios hizo un pacto para que el sacerdocio permaneciese en su linaje “hasta tiempo indefinido”. (Nú 25:1-3, 6-15; Sl 106:30, 31.)
Finehás desempeñó diversas funciones durante su vida: fue el representante sacerdotal en el ejército que ejecutó la venganza de Jehová sobre Madián (Nú 31:3, 6); encabezó el grupo de investigadores cuando se pensaba que tres tribus estaban abandonando la adoración de Jehová (Jos 22:9-33); fue el principal de los porteros del tabernáculo (1Cr 9:20), y después del entierro de su padre en la “Colina de Finehás”, fue sumo sacerdote. (Jos 24:33; Jue 20:27, 28.) Su nombre aparece en varias genealogías posteriores al exilio. (1Cr 6:4, 50; Esd 7:5; 8:2.)
★Celosos por la adoración pura de Jehová - (19950915-Pg.10*/555-Foto)
★¿Encarará usted las situaciones difíciles como Finehás? - (15-9-2011-Pg.30-Foto)
2. Finehás, El más joven de los dos hijos del sacerdote Elí, de quienes se dice que “no servían para nada”. (1Sa 1:3; 2:12.) Mientras servían de sacerdotes, tanto él como su hermano Hofní cohabitaban con mujeres en el santuario y “trataban la ofrenda de Jehová con falta de respeto”. (1Sa 2:13-17, 22.) Rehusaron escuchar las blandas reprensiones de su padre, y Dios pronunció juicio contra ellos por su iniquidad, juicio que se cumplió cuando ambos murieron el mismo día luchando contra los filisteos. (1Sa 2:23-25, 34; 3:13; 4:11.) La esposa de Finehás no pudo soportar las noticias de la captura del Arca y la muerte de su suegro y de su esposo. Estos sucesos la conmocionaron y murió dando a luz a Icabod. (1Sa 4:17-21.)
3. Finehás, Levita. Su hijo Eleazar ayudó a hacer un inventario de los tesoros del templo en los días de Esdras, en el año 468 a. E.C. (Esd 8:33, 34.)
Padre de Amasá, uno de los cabezas de los hijos de Efraín en el tiempo de los reyes Péqah de Israel y Acaz de Judá. (2Cr 28:6, 12, 16.)
Uno de los hijos del sumo sacerdote Elí. Hofní y su hermano Finehás eran “hombres que no servían para nada”, culpables de conducta sacrílega y de inmoralidad crasa. (1Sa 1:3; 2:12-17, 22-25.) Debido a su infidelidad mientras servía de sacerdote en el santuario de Jehová, Jehová le juzgó merecedor de muerte, que le sobrevino cuando los filisteos capturaron el arca sagrada. (1Sa 2:34; 4:4, 11, 17.)
1. Hananí, Uno de los catorce hijos de Hemán. Fue designado por suertes para dirigir el decimoctavo grupo de músicos que tocaban en el santuario en tiempos del rey David. (1Cr 25:4-6, 9, 25.)
2. Hananí, Vidente, u hombre de visiones, que reprendió al rey Asá de Judá por hacer una alianza con el rey de Siria en vez de confiar en Jehová, y que fue puesto en la casa de los cepos debido a que el rey se ofendió por lo que le dijo. (2Cr 16:1-3, 7-10.) Al parecer, Hananí era padre de Jehú, el profeta que reprendió a Baasá, el rey de Israel, y a Jehosafat, el rey de Judá. (1Re 16:1-4, 7; 2Cr 19:2, 3; 20:34.)
3. Hananí, Sacerdote de “los hijos de Imer” que estuvo entre los que despidieron a sus esposas extranjeras en obediencia a la exhortación de Esdras. (Esd 2:36, 37; 10:10, 11, 20, 44.)
4. Hananí, Hermano de Nehemías. Cuando fue a Susa, él y otros hombres de Judá informaron a Nehemías sobre el estado del muro de Jerusalén. (Ne 1:2, 3.) Una vez que el muro de la ciudad estuvo reconstruido, Nehemías puso a su hermano Hananí y también a Hananías al mando de Jerusalén. (Ne 7:1, 2.)
5. Hananí, Sacerdote y músico levita que formó parte de la procesión organizada por Nehemías para inaugurar el muro de Jerusalén. (Ne 12:31-36.)
1. Hosea - (Josué 1, Jehosúa) Uno de los doce hombres que Moisés envió a espiar la Tierra Prometida en 1512 a. E.C.; hijo de Nun, de la tribu de Efraín. Moisés, sin embargo, prefirió llamarle Jehosúa, que significa “Jehová Es Salvación”. (Nú 13:8, 16.) En griego, la Versión de los Setenta traduce el nombre por I·é·sóus (Jesús). Después de suceder a Moisés, por lo general se le llamó por la forma abreviada hebrea “Josué”. (Jos 1:1.)
2. Hosea, Príncipe de la tribu de Efraín durante el reinado de David; era hijo de Azazías. (1Cr 27:20, 22.)
3. Hosea, Grafía hebrea de Oseas, el profeta de Jehová que vivió en los siglos IX y VIII a. E.C., durante los reinados de Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. (Os 1:1.)
4. Hosea, Último rey del reino septentrional de Israel, que llegó a su fin en 740 a. E.C.; hijo de Elah. Hizo lo que era malo a la vista de Jehová, aunque no al mismo grado que sus predecesores. (2Re 17:1, 2.) Hosea no tenía derecho hereditario al trono ni fue ungido por Dios para ser rey; más bien, usurpó el trono al conspirar contra el rey Péqah y después asesinarle. Segundo de los Reyes 15:30 indica que Hosea dio muerte a Péqah y “empezó a reinar en lugar de él en el año veinte de Jotán”. Dado que al rey Jotán de Judá solo se le atribuyen dieciséis años de reinado (2Re 15:32, 33; 2Cr 27:1, 8), esta referencia quizás aluda al año vigésimo contando desde el principio del reinado de Jotán, lo que en realidad sería el año cuarto del reinado de Acaz, su sucesor.)
Sin embargo, parece ser que a Hosea no se le reconoció plenamente como rey sobre Israel hasta algún tiempo después. Segundo de Reyes 17:1 dice que en el año duodécimo de Acaz, Hosea “llegó a ser rey en Samaria, sobre Israel, por nueve años”. Puede ser que entonces Hosea ejerciera pleno control desde Samaria. Tal vez el apoyo de Asiria en este momento le sirvió de ayuda, pues los registros del rey asirio Tiglat-piléser III afirman que él colocó a Hosea sobre el trono. (Véase la tabla “Fechas sobresalientes durante el período de los reyes de Judá e Israel”.)
Salmanasar V, el sucesor de Tiglat-piléser III, obligó a Hosea a pagar tributo, pero no pasó mucho tiempo antes de que Hosea enviara mensajeros a So, el rey de Egipto, solicitando ayuda, y retuviera el tributo de los asirios. Cuando Salmanasar V se enteró de esta conspiración secreta, encerró a Hosea en la casa de detención y sitió Samaria. En 740 a. E.C., tras un sitio que se prolongó durante tres años, la ciudad cayó, sus habitantes fueron llevados al exilio y el reino de las diez tribus de Israel llegó a su fin. (2Re 17:3-6.)
5. Hosea, Uno de los cabezas del pueblo, o su descendiente, que concordó con la propuesta levítica de formalizar un “arreglo fidedigno” en el tiempo de Nehemías. (Ne 9:5, 38; 10:1, 14, 23.)
Itrá y Abigail, la hermana o medio hermana de David fueron padres de Amasá. (2Sa 17:25.) En 1 Crónicas 2:17 se le llama Jéter.
1. Jehú, Benjamita de la ciudad de Anatot que se ofreció ayuda a David.
1. Jehú, Benjamita de la ciudad de Anatot que se ofreció voluntario para ayudar a David, quien en aquel tiempo se encontraba en Ziqlag escondiéndose del rey Saúl. Jehú era uno de los hombres poderosos “armados del arco, que usaban la mano derecha y usaban la mano izquierda con piedras o con flechas en el arco”. (1Cr 12:1-3.)
2. Jehú, Profeta, hijo de Hananí. Predijo la destrucción de la casa de Baasá, rey de Israel. (1Re 16:1-4, 7, 12.) De los muchos reyes de las diez tribus de Israel, Jehú fue el mejor, pero ni siquiera él ‘anduvo en la ley de Jehová con todo su corazón’ (2 Reyes 10:30, 31). Sin embargo, en el reino de diez tribus hubo quienes se mantuvieron íntegros (1 Reyes 19:18).
Más de treinta y tres años después, un profeta del mismo nombre (quizás la misma persona) censuró al rey Jehosafat de Judá por tener amistad con el inicuo rey Acab de Israel y prestarle ayuda. (2Cr 19:1-3.) En 2 Crónicas 20:34 se dice que los asuntos de Jehosafat estaban “escritos entre las palabras de Jehú hijo de Hananí, que fueron insertadas en el Libro de los Reyes de Israel”.
3. Jehú, Hijo de Jehosafat (no el rey Jehosafat de Judá) y nieto de Nimsí. (2Re 9:14.) Gobernó como rey de Israel desde aproximadamente 904 hasta 877 a. E.C. Durante el reinado del rey Acab de Israel, Elías el profeta huyó al monte Horeb para escapar de la esposa de Acab, que procuraba darle muerte. Dios le mandó que regresase y ungiese a tres hombres: a Eliseo por sucesor, a Hazael por rey de Siria y a Jehú por rey de Israel. (1Re 19:15, 16.) Elías ungió a Eliseo (o lo nombró); sin embargo, a Jehú lo ungió más tarde Eliseo, el sucesor de Elías.
¿Ungió Eliseo a Jehú debido a la tardanza de Elías? No; poco después de darle el mandato a Elías, Jehová le dijo que la calamidad que le sobrevendría a la casa de Acab, y que ejecutaría Jehú, no llegaría en los días de Acab, sino en los del hijo de Acab. (1Re 21:27-29.) De modo que la demora se debió a la guía de Jehová, no a negligencia por parte de Elías. Jehová planeó la unción para el momento más oportuno, cuando se dieran las circunstancias para que Jehú pudiese cumplir inmediatamente con el propósito de dicha unción. Y en armonía con su personalidad decisiva y dinámica, Jehú no perdió ni un momento, sino que actuó con rapidez.
La ocasión propicia llegó. Era tiempo de guerra. Acab había muerto y su hijo Jehoram gobernaba. El ejército de Israel estaba reunido en Ramot-galaad vigilando las fuerzas de Hazael, el rey de Siria. Jehú era uno de los comandantes militares. (2Re 8:28; 9:14.) Él y Bidqar, su adjutor, soldados del ejército de Acab, habían estado presentes cuando Elías denunció los manejos de Acab y profetizó que Jehová ‘le pagaría en la porción de terreno que le pertenecía a Nabot’. Acab se había apoderado de este terreno después que su esposa Jezabel instigó el asesinato de Nabot. (1Re 21:11-19; 2Re 9:24-26.)
Mientras las fuerzas militares de Israel vigilaban en Ramot-galaad, el rey Jehoram de Israel estaba en Jezreel recuperándose de las heridas que le habían infligido los sirios en Ramá. El rey de Judá, Ocozías, también estaba allí. Era sobrino de Jehoram, pues su madre, Atalía, era hermana de Jehoram de Israel e hija de Acab y Jezabel. El rey Ocozías había ido a Jezreel para visitar a su tío Jehoram, que estaba enfermo. (2Re 8:25, 26, 28, 29.)
La unción de Jehú. Eliseo llamó a su servidor, uno de los hijos de los profetas, y le dijo que tomase un frasco de aceite, fuera al campamento israelita en Ramot-galaad, ungiera allí a Jehú y huyera. El servidor de Eliseo obedeció: llamó a Jehú aparte de los otros oficiales a una casa, donde lo ungió y le comunicó su comisión de aniquilar a toda la casa de Acab. Luego el servidor huyó, tal como Eliseo había mandado. (2Re 9:1-10.)
Cuando Jehú salió de la casa, intentó disimular la seriedad del asunto, como si el profeta no hubiera dicho nada de importancia. Pero su apariencia y proceder hicieron notar a los hombres que algo significativo había ocurrido. Al ser apremiado, Jehú reveló que había sido ungido por rey de Israel, y ante esta impresionante declaración, el ejército le proclamó rey inmediatamente. (2Re 9:11-14.)
Aniquilación de la casa de Acab. Después de dar órdenes para que el asunto no se diera a conocer en Jezreel, Jehú cabalgó hacia allí a toda velocidad. (2Re 9:15, 16.) A los mensajeros que Jehoram envió desde Jezreel para inquirir: “¿Hay paz?”, se les puso en la retaguardia de los hombres de Jehú. Mientras se acercaba la “oleada en masa” de los jinetes y carros de Jehú, la manera de conducir el carro, “con locura”, le identificó a los ojos del atalaya que estaba en la torre. Jehoram, hijo de Acab, sospechó y salió en su carro de guerra hasta alcanzar a Jehú en el terreno de Nabot. Jehú le disparó una flecha y, recordando la profecía de Elías, mandó a su adjutor, Bidqar, que arrojara su cuerpo en el campo de Nabot. Después continuó hasta la ciudad de Jezreel. Al parecer, Ocozías, nieto de Acab, que había salido de la ciudad con Jehoram, intentó volver a su propia capital, Jerusalén, pero solo llegó hasta Samaria y se escondió allí. Más tarde fue capturado y llevado a la presencia de Jehú, cerca del pueblo de Ibleam, no lejos de Jezreel. Jehú ordenó a sus hombres que lo matasen en su carro de guerra. Estos lo hirieron mortalmente en camino a Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y huyó a Meguidó, donde murió. Luego lo llevaron a Jerusalén para enterrarlo. (2Re 9:17-28; 2Cr 22:6-9.)
Cuando Jehú llegó a Jezreel, Jezabel, la viuda de Acab, gritó: “¿Le fue bien a Zimrí, el que mató a su señor?”. (Véase 1Re 16:8-20.) Pero Jehú, impasible ante esta amenaza indirecta, pidió a los oficiales de la corte que la arrojaran por la ventana. Ellos obedecieron. Su sangre salpicó el muro y Jehú la pisoteó bajo sus caballos. Las siguientes palabras concisas del relato pueden ayudar a conocer mejor la personalidad de Jehú: “Después de eso pasó adentro y comió y bebió”; luego, mandó que la enterrasen. Mientras tanto, los perros habían comido a Jezabel, y esa circunstancia le recordó a Jehú la expresión profética de Elías sobre su muerte. (2Re 9:30-37; 1Re 21:23.)
Jehú no se demoró en cumplir su misión. Desafió a los hombres de Samaria a poner a uno de los 70 hijos de Acab sobre el trono y pelear, pero ellos, por temor, manifestaron que eran leales a Jehú. Este puso su lealtad a prueba con intrepidez al decirles: “Si ustedes me pertenecen [...] tomen las cabezas de los hombres que son hijos de su señor y vengan a mí mañana a esta hora, a Jezreel”. Al día siguiente llegaron mensajeros con las 70 cabezas en cestas, y Jehú mandó que se pusieran en dos montones junto a la puerta de Jezreel hasta la mañana. Después Jehú mató a todos los hombres distinguidos de Acab, a sus conocidos y a sus sacerdotes. Luego dio muerte a otros 42 hombres, los hermanos del rey Ocozías de Judá, el nieto de Acab. De este modo puso fin también a los hijos de Jehoram de Judá, el esposo de Atalía, la hija de la inicua Jezabel. (2Re 10:1-14.)
Se habían dado importantes pasos para limpiar a Israel del baalismo, pero Jehú todavía tenía mucho que hacer, y se ocupó de ello con la prontitud y el celo que le caracterizaban. Mientras se dirigía a Samaria, se encontró con el recabita Jehonadab (más adelante Jehová, mediante el profeta Jeremías, encomió a los descendientes de este hombre por su fidelidad). (Jer 35:1-16.) Jehonadab se puso del lado de Jehú en su lucha contra el baalismo y se fue con él para ayudarle. Todos los que quedaban de Acab en Samaria, es decir, los que de algún modo estaban relacionados con él, fueron aniquilados. (2Re 10:15-17.)
Se acaba con los adoradores de Baal. Acto seguido, con el pretexto de convocar una gran reunión para adorar al dios Baal, Jehú consiguió que todos los adoradores de ese dios que había en Israel se reunieran en la casa de Baal. Tras comprobar que no había adoradores de Jehová presentes, mandó a sus hombres que dieran muerte a todos los que estaban en la casa. Después destruyeron las columnas sagradas de Baal y demolieron la casa, que mantuvieron aparte para excusado, un uso que perduró hasta el día de Jeremías, escritor del relato del libro de los Reyes. El registro dice: “Así exterminó Jehú a Baal de Israel”. (2Re 10:18-28.) Sin embargo, más adelante la adoración de Baal volvió a causar problemas, tanto en Israel como en Judá. (2Re 17:16; 2Cr 28:2; Jer 32:29.)
Probablemente para distinguir el reino de diez tribus de Israel del reino de Judá, que tenía el templo de Jehová en Jerusalén, el rey Jehú permitió que continuase la adoración de becerros en Israel, con sus centros en Dan y Betel. “Y Jehú mismo no puso cuidado en andar en la ley de Jehová el Dios de Israel con todo su corazón. No se apartó de los pecados de Jeroboán, con que él hizo pecar a Israel.” (2Re 10:29, 31.)
No obstante, debido al celo y rigor que Jehú demostró en la erradicación del baalismo y la ejecución de los juicios divinos sobre la casa de Acab, Jehová le recompensó con la promesa de que sus hijos se sentarían sobre el trono de Israel a lo largo de cuatro generaciones. Esta promesa se cumplió en los descendientes de Jehú: Jehoacaz, Jehoás, Jeroboán II y Zacarías, cuya gobernación terminó cuando fue asesinado alrededor de 791 a. E.C. Por lo tanto, la dinastía de Jehú reinó sobre Israel por unos ciento catorce años. (2Re 10:30; 13:1, 10; 14:23; 15:8-12.)
¿Por qué fue Jehú culpable de sangre si Jehová lo comisionó como ejecutor? Sin embargo, después del tiempo de Jehú, Jehová dijo por medio del profeta Oseas: “De aquí a poco tiempo tengo que pedir cuentas por los actos de derramamiento de sangre de Jezreel a la casa de Jehú, y tengo que hacer que el regir real de la casa de Israel cese”. (Os 1:4.) Esta culpa de sangre sobre la casa de Jehú no podía deberse a que se hubiera cumplido con la comisión de aniquilar a la casa de Acab, pues Dios le había mandado a Jehú hacerlo. La culpa tampoco pudo deberse a haber ejecutado a Ocozías de Judá y a sus hermanos, pues por medio de las relaciones familiares de estos, debidas al matrimonio de Jehoram de Judá, el hijo del rey Jehosafat, con Atalía, la hija de Acab y Jezabel, el linaje real de Judá se había contaminado con la inicua casa de Omrí.
Más bien, parece que el error de Jehú fue permitir que continuase la adoración de becerros en Israel y no haber andado en la ley de Jehová con todo su corazón. Quizás pensó que la independencia de Judá solo podía mantenerse mediante la separación religiosa. Al igual que otros reyes de Israel, perpetuó la adoración de becerros a fin de afianzar su posición. Esta fue, en realidad, una expresión de falta de fe en Jehová, quien había hecho posible que llegara a ser rey. De modo que puede ser que, aparte de la justa ejecución del juicio de Jehová contra la casa de Acab, el móvil impropio que llevó a Jehú a permitir la adoración de becerros también fuera causa de derramamiento de sangre.
El poder del reino de Israel se resquebrajó cuando cayó la casa de Jehú, y el reino solo duró unos cincuenta años más. Únicamente a Menahem, quien derribó a Salum, el asesino de Zacarías, le sucedió su hijo en el trono. Este hijo, Peqahías, fue asesinado, al igual que su asesino y sucesor Péqah. A Hosea, el último rey de Israel, se le hizo cautivo del rey de Asiria. (2Re 15:10, 13-30; 17:4.)
La adoración de becerros fue el principal pecado de Israel en toda su historia. Este proceder condujo a la nación a apartarse de Jehová, con la consiguiente decadencia. De manera que la culpa por el “derramamiento de sangre de Jezreel” fue una de las prácticas, junto con el asesinato, robo, adulterio y otros crímenes, que en realidad tenían su raíz en la adoración falsa a la que los gobernantes permitieron que el pueblo se entregara. Finalmente, Dios tenía que “hacer que el regir real de la casa de Israel [cesara]”. (Os 1:4; 4:2.)
Siria y Asiria hostigan a Israel. Debido a que Jehú no se volvió completamente a Jehová y no anduvo en sus caminos, tuvo que encararse a las dificultades que le ocasionó Hazael, el rey de Siria, durante todos los días de su reinado. Hazael fue conquistando palmo a palmo el territorio transjordánico de Israel. (2Re 10:32, 33; Am 1:3, 4.) Al mismo tiempo, aumentó la amenaza asiria contra la existencia de Israel.
Inscripciones asirias mencionan a Jehú. En inscripciones del rey de Asiria Salmanasar III, este alega haber recibido tributo de Jehú. La inscripción dice: “El tributo de Jehú (ia-ú-a), hijo de Omrí (hu-um-ri): recibí de él plata, oro, un tazón saplu de oro, un vaso de oro de fondo puntiagudo, cubiletes de oro, cubos de oro, estaño, un bastón de rey (y) puruhtu de madera [el significado de esta última palabra no se conoce]”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 227.) (Aunque Jehú en realidad no era hijo de Omrí, desde el tiempo de este rey a veces se usaba esta expresión para designar a los reyes de Israel, sin duda debido a la valentía de Omrí y a su obra de edificación en Samaria, que continuó siendo la capital de Israel hasta la caída del reino de diez tribus ante Asiria.)
Junto a esta inscripción, en el llamado Obelisco Negro hay una representación pictórica, quizás de un emisario de Jehú inclinándose ante Salmanasar y ofreciendo tributo. Algunos comentaristas opinan que esta es la primera representación pictórica de israelitas que se conoce. Sin embargo, no podemos estar absolutamente seguros de la veracidad de la declaración de Salmanasar. Tampoco se puede confiar en que la figura sea una representación exacta de un israelita, pues puede que estas naciones hayan representado a sus enemigos con apariencia indeseable, de manera similar a como los dibujos o grabados de la actualidad representan a las personas de una nación enemiga: débiles, grotescas u odiosas.
Jehu y la historia seglar
Los críticos han cuestionado muchas veces la existencia de los personajes de las Escrituras. ¿Contamos con alguna prueba extrabíblica sobre Jehú?
Hay por lo menos tres testimonios arqueológicos de la antigua Asiria que mencionan por nombre a este rey de Israel. Uno de ellos afirma mostrar a Jehú, o quizá a uno de sus emisarios, inclinándose ante Salmanasar III y ofreciéndole tributo. La inscripción dice: “El tributo de Jehú (ia-ú-a), hijo de Omrí (hu-um-ri): recibí de él plata, oro, un tazón saplu de oro, un vaso de oro de fondo puntiagudo, cubiletes de oro, cubos de oro, estaño, un bastón de rey (y) puruhtu de madera [el significado de esta última palabra no se conoce]”. Aunque Jehú no era en realidad “hijo de Omrí”, se usaba esta expresión para designar a una sucesión de reyes de Israel, probablemente debido a la fama de Omrí ya su obra de edificación en Samaria, la capital de la nación.
La afirmación del monarca asirio de que Jehún le rindió tributo no puede corroborarse. No obstante, Salmanasar mencionó a Jehú tres veces: en una estela, en una estatua de sí mismo y en los anales de la corte asiria, referencias que no dejan ninguna duda en cuanto a la veracidad histórica del personaje bíblico.
4. Jehú, El hijo de Obed de la familia de Jerahmeel, descendiente de Hezrón, hijo de Pérez, que le nació a Judá por medio de Tamar. Esta línea de Jehú vino por medio de Jarhá, un esclavo egipcio. Sesán, un descendiente de Jerahmeel, no tuvo hijos, de modo que le dio su hija a Jahrá por esposa. El hijo que les nació se llamó Atai, un antepasado de Jehú. (1Cr 2:3-5, 25, 34-38.)
5. Jehú, Simeonita, hijo de Josibías. En los días del rey Ezequías de Judá fue uno de los principales de las familias simeonitas que derribaron a los camitas y a los meunim que vivían en la vecindad de Guedor, y que luego se establecieron en esa tierra con sus rebaños. (1Cr 4:24, 35, 38-41.)
1. Joab, Hijo de Seraya, descendiente de Quenaz de la tribu de Judá.
1. Joab, Hijo de Seraya, descendiente de Quenaz de la tribu de Judá. Fue “el padre de Gue-harasim” (que significa “Valle de los Artífices [o, Artesanos]”), “porque —según informa el registro bíblico— artífices llegaron a ser”, lo que al parecer se refiere a que Joab fue “padre”, o fundador, de la comunidad de artífices que residió en aquel valle. (1Cr 4:1, 13, 14.)
2. Joab, Segundo de los tres hijos de Zeruyá, la hermana o medio hermana de David (posiblemente, hija de la madre de David de un matrimonio anterior con Nahás; 2Sa 17:25). Por lo tanto, Joab era sobrino de David, y sus hermanos eran Abisai y Asahel. (2Sa 8:16; 1Cr 2:13-16.) Cuando se identifica a estos tres hombres, se registra el nombre de la madre, no el del padre, porque ella era la hermana de David; así se hace patente su relación con él.
Características.
Joab era un general capaz, un hombre con habilidad para organizar, ingenioso y decidido. Por otro lado, era un oportunista ambicioso, vengativo, astuto y en ocasiones carente de escrúpulos.
Joab estaba a la cabeza de los hombres de David cuando Is-bóset, hijo de Saúl, gobernaba sobre todo Israel, con la excepción de la tribu de Judá, que se adhirió a David. (2Sa 2:10.) Los siervos de Is-bóset y los de David se enfrentaron unos contra otros en el estanque de Gabaón. Las fuerzas de Is-bóset estaban al mando de Abner, tío de Saúl, que había sido el responsable de colocar a Is-bóset en el trono. Mientras los hombres estaban sentados unos frente a otros, Abner propuso un combate entre doce hombres de cada lado. Se agarraron los unos de los otros por la cabeza y cada uno atravesó a su oponente con la espada, de modo que todos murieron. (2Sa 2:12-16.) Como no se zanjó el asunto con el combate, el resultado fue una batalla total. Un recuento posterior reveló que las fuerzas de Is-bóset habían perdido 360 hombres, y las de David, tan solo 20. (2Sa 2:30, 31.)
Abner huyó durante la pelea, pero el veloz Asahel, hermano de Joab, lo persiguió. A pesar de las objeciones y advertencias de Abner, Asahel persistió hasta casi alcanzarlo, y Abner lo atravesó con el cuento de su lanza. (2Sa 2:18-23.) Cuando Abner y sus hombres llegaron a la colina de Amá, se reunieron en la cima, desde donde Abner hizo un llamamiento para terminar la pelea con el fin de evitar más amargura y que continuase la matanza. En esta ocasión Joab demostró sabiduría práctica al prestar atención al llamamiento y volver a David en Hebrón. (2Sa 2:24-28, 32.)
Mata a Abner en venganza. Sin embargo, Joab contuvo su afán de venganza a la espera de un momento más conveniente. Entretanto, mientras David se hacía más fuerte, Joab entabló una guerra prolongada con la casa de Saúl, que estaba en franco declive. Finalmente, Abner, ofendido con Is-bóset por un asunto personal, hizo un pacto con David, prometiéndole conseguir pleno apoyo de Israel. (2Sa 3:6-21.) Joab no estuvo de acuerdo con esa maniobra y acusó a Abner de ser un espía. No obstante, fingió amistad con Abner para que no recelara, y luego lo asesinó en venganza por la muerte de Asahel, su hermano. Puede que también haya pensado que al mismo tiempo estaba eliminando un posible rival para el puesto de comandante del ejército de David. (2Sa 3:22-27.)
Cuando David se enteró del asesinato, negó rotundamente ante todo Israel cualquier culpabilidad por parte de su casa y añadió: “¡Que vuelva remolineando sobre la cabeza de Joab y sobre toda la casa de su padre, y no sea cortado de la casa de Joab hombre que padezca flujo, o leproso, u hombre que asga el huso giratorio [quizás, un lisiado], o uno que caiga a espada, o uno que tenga necesidad de pan!”. David no actuó en este tiempo contra Joab y Abisai, quien se confabuló con Joab en el asesinato, porque, como dijo: “Hoy yo soy débil, aunque ungido por rey, y estos hombres, los hijos de Zeruyá, son demasiado severos para mí. Pague Jehová al hacedor de lo malo conforme a su propia maldad”. (2Sa 3:28-30, 35-39.)
Comandante de los ejércitos de Israel. Después que se le ungió por rey sobre todo Israel, David subió contra Jerusalén (Jebús). Los jebuseos se mofaron de él, pensando que su posición era inexpugnable. Sin embargo, David vio que la ciudad era vulnerable a través del túnel del agua. Por lo tanto, ofreció la posición de “cabeza y príncipe” a cualquiera que subiera por el túnel y fuese el primero en herir a los jebuseos. Joab subió, la ciudad cayó ante David y a Joab se le recompensó con la elevada posición de comandante de los ejércitos de Israel. (2Sa 5:6-8; 8:16; 20:23; 1Cr 11:4-8.) En su calidad de comandante, Joab tenía un cuerpo de diez servidores personales que llevaban sus armas, entre quienes estaba Naharai el berotita, un hombre poderoso. (2Sa 18:15; 1Cr 11:39.)
Después que David conquistó Edom, Joab permaneció allí durante seis meses en un esfuerzo por aniquilar a todos los varones. (2Sa 8:13, 14; 1Re 11:14-17.) Posteriormente, Joab mostró sus dotes de mando en la pelea contra los ammonitas y los sirios, al colocar a Abisai, su hermano, a cargo de una división, para derrotar un ataque simultáneo desde dos frentes por parte de las fuerzas del enemigo. (2Sa 10:8-14; 1Cr 19:6-16.) Asimismo, sin duda desempeñó un papel importante en las otras batallas que David peleó contra los filisteos, los moabitas y otros pueblos.
Apoya el reino de David. En el sitio de Rabá de Ammón, Joab demostró lealtad a David como el rey ungido de Jehová. Él tomó “la ciudad de las aguas”, una expresión que quizás haga referencia a la parte de la ciudad que contenía el suministro de agua o a la fortaleza que lo protegía. Una vez tomada esta parte vital, la ciudad capital no podía resistir mucho más, y al final la rendición se hizo inevitable. En lugar de forzar el sitio de la ciudad hasta conseguir tomarla él mismo, Joab, bien por verdadero respeto al rey, por el bien de Israel o por beneficio personal, mostró la debida honra a su soberano terrestre. Dijo que prefería que fuese el rey ungido de Jehová quien tomara la ciudad real enemiga y consiguiese la fama por esta hazaña, a pesar de que él ya había realizado la parte más importante. (2Sa 12:26-31; 1Cr 20:1-3.)
Propició la muerte de Urías. Durante el sitio de Rabá, David envió una carta por medio de Urías en la que le mandaba a Joab que colocase a Urías donde la batalla era más intensa a fin de que lo matasen. Joab apoyó esta treta; no obstante, cuando informó al rey del resultado de la batalla, hábilmente se valió de este hecho para impedir que David lo reprendiera debido a que había perdido hombres valientes al enviarlos demasiado cerca del muro de la ciudad. Joab dijo en su informe: “Murieron algunos de los siervos del rey; y tu siervo Urías el hitita también murió”. Como Joab había esperado, la respuesta de David no contenía ningún tono de desagrado, sino que más bien encomió a Joab. (2Sa 11:14-25.)
Secunda a Absalón, pero después se opone a él. Después que Absalón había pasado tres años desterrado por haber asesinado a su medio hermano Amnón, Joab envió a una mujer desde Teqoa a David para que le suplicase que Absalón regresara. La petición tuvo éxito y Joab llevó a Absalón de nuevo a Jerusalén, aunque David no quiso verlo. Dos años después, Absalón le solicitó dos veces a Joab que se presentase ante él para que hablara al rey en su favor, pero Joab rehusó. Finalmente, Absalón recurrió al ardid de prender fuego al campo de cebada de Joab, y provocó una rápida y airada respuesta por su parte. Luego, pudo explicar la razón de su acto, e indujo a Joab a que viese al rey para que este le volviese a mirar con favor. (2Sa 13:38; 14:1-33.)
Aunque Joab apoyó la causa de Absalón para que pudiera regresar, cuando Absalón se rebeló, apoyó a David. El rey le colocó a cargo de una tercera parte de sus hombres, con órdenes estrictas de tratar con amabilidad a Absalón. No obstante, durante la pelea Joab desobedeció la orden del rey y mató a Absalón. (2Sa 18:1-17.) En esta ocasión, al igual que otras veces, Joab antepuso su opinión a las órdenes teocráticas que el rey ungido de Dios le había dado. Sin embargo, tuvo el valor de dirigirse a David de manera resuelta y directa cuando más tarde su duelo por Absalón ponía en peligro la unidad del reino. (2Sa 19:1-8.)
Destituido y después nombrado de nuevo jefe del ejército. Por lo visto, debido a la desobediencia de Joab al matar a Absalón, David le sustituyó como jefe del ejército y nombró a Amasá. (2Sa 19:13.) No obstante, Amasá no fue un general de la talla de Joab. Cuando David le mandó que convocase a los hombres de Judá para pelear contra el rebelde Seba, hijo de Bicrí, Amasá convocó a Judá, pero llegó después del tiempo señalado por David. Debido a que la situación era urgente, David comisionó a Abisai para ir en busca de Seba, diciendo: “Para que realmente no halle para sí ciudades fortificadas y escape ante nuestros ojos”. Parece ser que durante la pelea Joab tomó la iniciativa al igual que cuando era jefe del ejército. Sitió Abel de Bet-maacá, y los ciudadanos arrojaron la cabeza de Seba por encima del muro, y así cumplieron la orden de Joab. Como resultado, Joab perdonó a la ciudad, se retiró y volvió a Jerusalén. (2Sa 20:1-7, 14-22.)
Asesina a Amasá. Mientras perseguía a Seba, Joab cometió un crimen grave. Cuando Amasá, que era primo suyo (2Sa 17:25; 1Cr 2:16, 17), fue a su encuentro cerca de Gabaón, Joab dejó caer la espada de su vaina. Al recogerla, la sostuvo convenientemente en su mano izquierda mientras asía la barba de Amasá con su mano derecha como si fuese a besarlo. Como Amasá estaba desprevenido, Joab pudo matarlo con su espada. Es posible que Joab haya desconfiado de Amasá debido a que había encabezado el ejército del rebelde Absalón, pero sea como fuere, el oportunista Joab se valió de un tiempo de emergencia y disensión para asesinar a su rival y así autopromocionarse. Puede que David aplazase la acción contra Joab debido a los vínculos existentes entre Amasá y Absalón, así como al hecho de que Joab acababa de pelear contra las fuerzas rebeldes de Absalón bajo el acaudillamiento de Amasá. Tal como Joab ambicionaba, se le volvió a nombrar cabeza del ejército. (2Sa 20:8-13, 23.)
¿Por qué no ejecutó David a Joab cuando asesinó a Abner, y por qué volvió a nombrarle general del ejército después de haber asesinado también a Amasá, que había sido nombrado general en su lugar? La Biblia no da ninguna explicación. Si fue por debilidad a la hora de aplicar la ley de Dios, puede que haya sido debido a la fuerza e influencia de Joab y su familia en el ejército. O puede que existiesen otras circunstancias que la Biblia no menciona. De cualquier modo, hay que tener en cuenta que sea que David tuviese una buena o una mala razón para no ejecutar a Joab, tampoco le perdonó, sino que encargó a Salomón, su hijo y sucesor, que le hiciese pagar su maldad.
Hace un censo incompleto. En otra ocasión ‘Satanás incitó’ a David a hacer un censo ilegal del pueblo. Joab reconvino a David, pero en vano. Aquel no completó el censo, sino que dejó fuera a las tribus de Leví y Benjamín “porque la palabra del rey había sido detestable a Joab”. (1Cr 21:1-6; 2Sa 24:1-9.)
Se une a Adonías en su intento de usurpar el trono. A pesar de que Joab había prestado servicio a David, cuando el rey envejeció y enfermó, lo abandonó y se unió a la conspiración de Adonías, hijo de David. (1Re 1:18, 19.) Quizás lo hizo pensando que si Adonías era el rey, él podría controlar los resortes del gobierno, o tal vez se sintiese más seguro de su posición con Adonías que con Salomón. Cuando oyó que David había hecho rey a Salomón, abandonó a Adonías. (1Re 1:49.) Más tarde, una vez muerto Adonías, Joab corrió a la tienda de Jehová y se asió de los cuernos del altar. (1Re 2:28.) Esto no le sirvió de protección, pues era un homicida voluntario; por lo tanto, Salomón envió a Benaya para que lo ejecutara allí mismo. De este modo llevó a cabo el consejo pronunciado por David en su lecho de muerte de que no permitiese que las canas de Joab bajasen en paz al Seol, debido a su culpabilidad por derramamiento de sangre por los asesinatos de Abner y Amasá, “dos hombres más justos y mejores que él”. Enterraron a Joab en su propia casa, en el desierto, y a Benaya se le designó cabeza del ejército. (1Re 2:5, 6, 29-35; 11:21.)
Los últimos versículos (8-12) del Salmo 60, de David, están dedicados a la victoria de Joab sobre los edomitas. (Véase el encabezamiento de este salmo.)
3. Joab, Cabeza de una familia de “los hijos de Pahat-moab”, algunos de cuyos miembros regresaron con Zorobabel del exilio babilonio en 537 a. E.C. (Esd 2:1, 2, 6; Ne 7:6, 7, 11.)
4. Joab, Según Esdras 8:1, 9, “los hijos de Joab” figuraban entre los que volvieron con Esdras en 468 a. E.C. Por entonces, el cabeza de familia era Abdías, hijo de Jehiel. Si bien este texto no los vincula a la casa de Pahat-moab, cabe la posibilidad de que fuesen de la misma familia que el núm. 3 o estuviesen emparentados con él.
1. Jotán, Descendiente de Judá a quien se llama “hijo” de Jahdai. (1Cr 2:47.)
2. Jotán, Hijo más joven del juez Gedeón (Jerubaal), que residía en Ofrá. (Jue 8:35; 9:5.) A la muerte de Gedeón, Abimélec, el hijo que tuvo con su esclava, asesinó a todos sus medio hermanos, es decir, los demás hijos de Gedeón, con la excepción de Jotán, que se había ocultado. Posteriormente, cuando los terratenientes de Siquem hicieron rey a Abimélec, Jotán se subió a la cima del monte Guerizim y se sirvió de una ilustración sobre árboles para pronunciar una maldición profética sobre los terratenientes de Siquem y Abimélec. Luego Jotán huyó y estableció su residencia en Beer. (Jue 9:6-21, 57.)
3. Jotán, Hijo que el rey Uzías (Azarías) de Judá tuvo con Jerusá, hija de Sadoc. (2Re 15:32, 33; 1Cr 3:12; 2Cr 27:1; Mt 1:9.) Después que Uzías fue herido con lepra cuando se encolerizó con los sacerdotes debido a que le reprendieron por invadir ilegalmente el templo e intentar ofrecer incienso, Jotán se ocupó de los deberes reales en lugar de su padre. Pero, por lo visto, no empezó sus dieciséis años de gobierno hasta la muerte de Uzías; tenía a la sazón veinticinco años de edad (777-762 a. E.C.). (2Re 15:5, 7, 32; 2Cr 26:18-21, 23; 27:8.)
Isaías, Oseas y Miqueas sirvieron de profetas en el tiempo de Jotán. (Isa 1:1; Os 1:1; Miq 1:1.) Si bien sus súbditos practicaron la adoración incorrecta en los lugares altos, Jotán personalmente hizo lo que era recto a los ojos de Jehová, y fue siempre fiel. (2Re 15:35; 2Cr 27:2, 6.)
En el transcurso del reinado de Jotán se emprendieron muchas obras de construcción. Erigió la puerta superior del templo, construyó gran parte del muro de Ofel y edificó ciudades en la región montañosa de Judá, así como lugares fortificados y torres en los bosques. (2Cr 27:3-7.)
Pero Jotán no disfrutó de un reinado pacífico. Guerreó contra los ammonitas y finalmente los venció. Como resultado, le pagaron durante tres años un tributo anual de 100 talentos de plata (660.600 dólares [E.U.A.]) y 10.000 medidas de coro (unos 2.200.000 l.) tanto de trigo como de cebada. (2Cr 27:5.) Durante su reinado, el país también empezó a sufrir presiones militares por parte del rey sirio Rezín y el rey israelita Péqah. (2Re 15:37.)
Jotán fue enterrado a su muerte en la Ciudad de David, y su hijo Acaz, que tenía unos cuatro años de edad cuando Jotán llegó a ser rey, ascendió al trono de Judá. (2Cr 27:7–28:1.)
Puesto que Jotán solo gobernó dieciséis años, la referencia que se hace en 2 Reyes 15:30 al “año veinte de Jotán” parece que ha de entenderse como una referencia al año vigésimo después de llegar a ser rey, es decir, el año cuarto de Acaz. Puede que el escritor de Reyes prefiriese no introducir a Acaz, sucesor de Jotán, en este punto del relato debido a que aún tenía detalles que suministrar sobre el reinado de Jotán.
1. Melquí, “Hijo”, o descendiente, de Adí, y padre, o antepasado, de Nerí. (Lu 3:27, 28.)
2. Melquí, “Hijo”, o descendiente, de Janaí, y padre, o antepasado, de Leví. (Lu 3:23, 24.)
Portavoz principal de los siete príncipes de Medo-Persia. Estaba al servicio real cuando la reina Vasti se negó a obedecer al rey Asuero. (Est 1:13-15.) Memucán afirmó que Vasti no solo había obrado mal contra el rey, sino contra los príncipes y contra el pueblo entero, y que, en consecuencia, había que destituirla a fin de que las esposas del imperio aprendiesen a obedecer a sus maridos. Tanto el rey como los demás príncipes coincidieron con Memucán, y a tal efecto se promulgó un decreto real entre las leyes inmutables de los medos y los persas. (Est 1:16-22.)
Estos “siete príncipes de Persia y Media” estaban “versados en la ley y en causas judiciales”. Eran los consejeros más íntimos del rey, pues “estaban sentados como primeros en el reino”. (Est 1:13, 14.) Se confirma la existencia de tal consejo de siete en la corte persa por lo que dice Esdras 7:14.
Hijo de Salomón y de su esposa ammonita Naamá. Sucedió a su padre en el año 997 a. E.C., a la edad de cuarenta y un años, y reinó durante diecisiete años. (1Re 14:21; 1Cr 3:10; 2Cr 9:31.) Rehoboam se distinguió por ser el último rey de la monarquía unida, aunque por poco tiempo, y el primer gobernante del reino meridional de dos tribus, Judá y Benjamín, pues poco después de que todo Israel lo coronó rey en Siquem, el reino unido de David y Salomón se dividió. Diez tribus retiraron su apoyo a Rehoboam e hicieron rey a Jeroboán, como Jehová había predicho por medio del profeta Ahíya. (1Re 11:29-31; 12:1; 2Cr 10:1.)
Esta separación se produjo después que una delegación del pueblo que tenía a Jeroboán como vocero suplicó a Rehoboam que anulara algunas de las medidas opresivas que Salomón había impuesto. Rehoboam analizó el asunto cuidadosamente. Primero consultó con los ancianos, quienes le aconsejaron que prestase atención al clamor del pueblo y redujese sus cargas, lo que haría de él un rey sabio y amado por su pueblo. Pero Rehoboam rechazó este consejo maduro y buscó el de los jóvenes con quienes se había criado. Ellos le dijeron que debería hacer que ‘su meñique fuese tan grueso como las caderas de su padre’, aumentando la carga de su yugo y castigándolos con azotes de puntas agudas en lugar de látigos. (1Re 12:2-15; 2Cr 10:3-15; 13:6, 7.)
Esta actitud arrogante y tiránica adoptada por Rehoboam alejó por completo a la mayor parte del pueblo. Las únicas tribus que continuaron apoyando a la casa de David fueron Judá y Benjamín, aunque también le dieron su apoyo los sacerdotes y los levitas de ambos reinos, así como individuos aislados de las diez tribus. (1Re 12:16, 17; 2Cr 10:16, 17; 11:13, 14, 16.)
Por consiguiente, cuando el rey Rehoboam y Adoram (Hadoram), el supervisor de los reclutados para trabajo forzado, entraron en el territorio de las tribus escindidas, Adoram fue lapidado, pero el rey se las arregló para escapar con vida. (1Re 12:18; 2Cr 10:18.) Luego Rehoboam reunió un ejército de 180.000 hombres de Judá y Benjamín, resuelto a que las diez tribus se sometieran a él por la fuerza. Pero por medio del profeta Semaya, Jehová les prohibió luchar contra sus hermanos, pues Él mismo había decretado la división del reino. Aunque de esta manera se evitó una guerra, durante todos los días de Rehoboam continuaron las hostilidades entre las dos facciones. (1Re 12:19-24; 15:6; 2Cr 10:19; 11:1-4.)
Durante un tiempo Rehoboam se apegó bastante a las leyes de Jehová, y al comienzo de su reinado edificó y fortificó varias ciudades, algunas de las cuales abasteció con provisiones de alimento. (2Cr 11:5-12, 17.) Sin embargo, una vez que su gobernación quedó establecida firmemente, abandonó la adoración de Jehová y llevó a Judá a practicar un abominable culto de marcado carácter sexual, debido quizás a la influencia ammonita de su familia materna. (1Re 14:22-24; 2Cr 12:1.) Como consecuencia de esto, Jehová se encolerizó, y manifestó su cólera levantando al rey de Egipto, Sisaq, quien, junto con sus aliados, invadió la tierra y capturó varias ciudades de Judá durante el quinto año del reinado de Rehoboam. Si no hubiera sido porque Rehoboam y sus príncipes se humillaron arrepentidos, ni siquiera Jerusalén habría escapado. De todas formas, Sisaq tomó como botín los tesoros del templo y de la casa del rey, entre ellos los escudos de oro que Salomón había hecho. Después Rehoboam reemplazó estos escudos con otros de cobre. (1Re 14:25-28; 2Cr 12:2-12.)
Rehoboam se casó con 18 mujeres, entre las que estuvieron Mahalat, nieta de David, y Maacá, nieta de Absalón, el hijo de David. Maacá fue su esposa favorita y la madre de Abías (Abiyam), uno de sus 28 hijos y el presunto heredero al trono. También formaban parte de la familia de Rehoboam 60 concubinas y 60 hijas. (2Cr 11:18-22.)
Antes de su muerte, a la edad de cincuenta y ocho años, y de que Abías ascendiera al trono en 980 a. E.C., Rehoboam distribuyó muchos regalos entre sus otros hijos, probablemente para evitar cualquier sublevación contra Abías después de su muerte. (1Re 14:31; 2Cr 11:23; 12:16.) En general, la vida de Rehoboam se resume bien en este comentario: “Él hizo lo que era malo, porque no había establecido firmemente su corazón en buscar a Jehová”. (2Cr 12:14.)
1. Salum, Último de los cuatro hijos de Neftalí mencionados por nombre que se incluyen entre “los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto”. (Gé 46:8, 24.) Fundó la familia tribal de los silemitas. (Nú 26:49, 50.) En 1 Crónicas 7:13 el texto masorético utiliza la grafía Salum, pero otros siete manuscritos hebreos leen Silem.
2. Salum, Hijo de Shaúl, nieto de Simeón y padre de Mibsam. (1Cr 4:24, 25.)
3. Salum, Hijo de Sismai y padre de Jeqamías, de la división genealógica de Judá de los jerahmeelitas. (1Cr 2:4, 5, 9, 25, 40, 41.)
4. Salum, Cabeza de los porteros del santuario que en cierto tiempo estuvo en la puerta del rey que daba al E.; descendiente de Coré. Aunque el nombre aparece principalmente en las listas de los que regresaron de Babilonia y vivían en Jerusalén (1Cr 9:2, 3, 17-19, 31, 34; Esd 2:1, 42; Ne 7:45), referencias como “el comedor de Maaseya hijo de Salum el guarda de la puerta”, correspondiente al tiempo de Jeremías (Jer 35:4), podrían indicar que el nombre que aparece en las listas posteriores al exilio se refiere a una casa o familia paterna de porteros que descendieron de cierto Salum anterior. Si dicho Salum anterior fue el Selemías y el Meselemías de quien se dice en 1 Crónicas 26:1, 2, 9, 14 que era el portero que estaba al E. del santuario durante el reinado de David, sería una prueba más de que lo antedicho es correcto.
5. Salum, Decimoquinto rey del reino de diez tribus; hijo de Jabés. Salum mató en una conspiración a Zacarías, el último descendiente de Jehú que gobernó, y reinó en Samaria durante un mes lunar (c. 791 a. E.C.), hasta que lo asesinó Menahem. (2Re 15:8, 10-15.)
6. Salum, Efraimita cuyo hijo, Jehizquías, fue uno de los líderes tribales que objetaron a tomar cautivos a sus hermanos de Judá. (2Cr 28:12, 13.)
7. Salum - (Mesulam 4) Descendiente de Aarón de la línea de sumos sacerdotes. El hijo o descendiente de Salum, Hilquías, ofició durante el reinado de Josías. (1Cr 6:12, 13; 2Cr 34:9.) Esdras también fue descendiente suyo. (Esd 7:1, 2.) En otros lugares se le llama Mesulam. (1Cr 9:11; Ne 11:11.)
8. Salum, Esposo de Huldá, la profetisa a quien visitó la delegación del rey Josías; hijo de Tiqvá. Debió ser “el cuidador de las prendas de vestir” de los sacerdotes o del rey. (2Re 22:14; 2Cr 34:22.) Posiblemente sea el mismo que el núm. 10.
9. Salum - (Jehoacaz 3) Hijo de Josías que reinó en Judá durante tres meses antes de que lo exiliara el faraón Nekoh. (1Cr 3:15; 2Re 23:30-34; Jer 22:11, 12.) En los demás lugares se le llama Jehoacaz.
10. Salum, Tío paterno de Jeremías. En 608 a. E.C. Jeremías compró un campo a Salum, hijo de Hanamel. (Jer 32:1, 7-9.) El tiempo en el que vivió haría posible que fuera el mismo que el núm. 8.
11. Salum, Uno de los porteros que concordaron en despedir a las esposas extranjeras y a los hijos cuando Esdras regresó a Jerusalén. (Esd 10:24, 44.) Probablemente esté relacionado de algún modo con el núm. 4.
12. Salum, Uno de los hijos de Binuí que también despidieron a las esposas extranjeras y a los hijos. (Esd 10:38-42, 44.)
13. Salum,
Príncipe de medio distrito de Jerusalén que junto con sus hijas colaboró en los trabajos de reparación del muro de Jerusalén; hijo o descendiente de Halohés. (Ne 3:12.)
★¿Qué hicieron las hijas de Salum, y quiénes imitan su ejemplo en nuestros días? - (2-10-2019-Pg.23-§11)
Segundo emperador de Roma, gobernó del 14 al 37 d.C. instituyendo de forma permanente la magistratura que había ejercido su antecesor. Nació en Roma el 16 de noviembre del año 42 a. E.C., y era hijo mayor del pontífice Tiberio Claudio Nerón y Livia Drusila. Cuando su madre se casó con Augusto en el año 38 a. E.C., él pasó a ser el hijo adoptivo del emperador. A instancias de su padre adoptivo, se divorció de su esposa Vipsania Agripina a la edad de treinta y un años y contrajo matrimonio con Julia, la hija de Augusto.
Augusto escogió a Tiberio como sucesor después que habían muerto todos los demás candidatos que prefería. Augusto falleció el 17 de agosto del año 14 E.C. (calendario gregoriano), y el 15 de septiembre Tiberio permitió al Senado que lo nombrara emperador, cuando Jesús tenía unos 15 años de edad. Juan comenzó a bautizar “en el año decimoquinto del reinado de Tiberio César”. Si se cuentan los años desde la muerte de Augusto, el año decimoquinto comenzó en agosto del año 28 E.C. y terminó en el mismo mes del año 29 E.C. Si se contara desde su proclamación oficial como emperador, el año decimoquinto comenzaría y terminaría en el mes de septiembre de los mismos años. (Lu 3:1-3.)
Tiberio murió en marzo del año 37 E.C., por lo que fue emperador durante todo el tiempo del ministerio de Jesús. De modo que era la imagen de Tiberio la que tenía la moneda que le llevaron a Jesús cuando dijo: “Paguen a César las cosas de César”. (Mr 12:14-17; Mt 22:17-21; Lu 20:22-25.) Tiberio amplió la ley de laesa majestas (Lesa Majestad) para que penalizase, además de actos sediciosos, el empleo de términos difamatorios contra el emperador, y probablemente los judíos se basaron en esta ley para presionar a Poncio Pilato a fin de que se diese muerte a Jesús. (Jn 19:12-16.) Posteriormente Tiberio llamó a Pilato a Roma debido a las quejas de los judíos contra su administración, pero Tiberio murió y fue sucedido por Calígula antes que Pilato llegase.
Como emperador, Tiberio tuvo tanto virtudes como vicios. Impidió que se gastara dinero en frivolidades y usó los fondos con generosidad en favor de la prosperidad del imperio, así como para paliar los efectos de desastres o tiempos adversos. Se consideró a sí mismo un hombre, no un dios; rehusó muchos títulos honoríficos y, por lo general, centró la adoración del emperador en Augusto más bien que en sí mismo.
Sin embargo, sus vicios excedieron a sus virtudes. Era extremadamente receloso e hipócrita; durante su reinado mandó asesinar a gran cantidad de personas, y entre sus víctimas estuvieron muchos de sus anteriores amigos. Consultó a astrólogos. En su villa de Capri, donde pasó los últimos diez años de su vida, se entregó a deseos lascivos y perversos de la clase más degradada con hombres que se tenían para propósitos contranaturales.
A Tiberio no solo lo despreciaron, por ejemplo, su maestro de escuela, Teodoro de Gadara, y su propio padre adoptivo, Augusto, sino también sus súbditos en general. Después de su muerte el Senado rehusó deificarle. Por estas y otras razones, los escriturarios ven en Tiberio un cumplimiento de la profecía que dice que “uno que [había] de ser despreciado” se levantaría como el “rey del norte”. (Da 11:15, 21.)
1. Zérah, Jeque edomita. Era hijo de Reuel y nieto de Esaú y Basemat, hija de Ismael. (Gé 36:3, 4, 13, 17; 1Cr 1:37.) Posiblemente se tratase de la misma persona que el núm. 2.
2. Zérah, Padre del segundo rey edomita, Jobab; era originario de Bozrá. (Gé 36:33; 1Cr 1:44.) Posiblemente fuera la misma persona que el núm. 1.
3. Zérah - (Zara, Ezrahíta, Zerahítas) Hijo de Judá y Tamar y hermano gemelo de Pérez. (Gé 38:27-30; Mt 1:3.) Fue uno de los que “vinieron con Jacob a Egipto”. (Gé 46:12, 26.) Sus cinco hijos (1Cr 2:4, 6) constituyeron una de las familias de la tribu de Judá (Nú 26:20) de la que con el tiempo procedieron personajes como Acán (Jos 7:1, 17, 18, 24; 22:20), dos jefes del ejército de David (1Cr 27:11, 13) y algunos residentes de la Jerusalén postexílica (1Cr 9:3, 6; Ne 11:22, 24). Véase Zerahítas - (Ezrahíta).
4. Zérah - (Zóhar, Zerahítas) Hijo de Simeón que fundó una familia simeonita. (1Cr 4:24; Nú 26:12, 13.) En Génesis 46:10 y Éxodo 6:15 se le llama Zóhar.
★Zerahítas
(De [Pertenecientes a] Zérah).
Descendientes de Zérah, hijo de Simeón. (Nú 26:12, 13.)
5. Zérah, Descendiente de Guersón, el hijo de Leví. (1Cr 6:16, 20, 21; compárese con Gé 46:11.) Es posible que el Zérah mencionado en 1 Crónicas 6:41 sea la misma persona.
6. Zérah, Etíope, o cusita, que lanzó un gigantesco ejército de un millón de hombres y 300 carros contra Judá durante el reinado de Asá, en 967 a. E.C. Zérah fue derrotado, y sus fuerzas se retiraron y fueron perseguidas y diezmadas “hasta Guerar”. (2Cr 14:1, 9-15.) No se le ha identificado con seguridad con ningún gobernante etíope o egipcio del que se tenga constancia en la historia extrabíblica.