Los reyes que reinaron en la tierra de Edom antes de que los israelitas tuvieran un rey son los siguientes. Bela hijo de Beor; su ciudad se llamaba Dinhabá.
Los hijos de Judá fueron Er,n Onáno y Selá.p Estos tres hijos los tuvo con la hija de Súa, la cananea. Pero a Jehová le desagradaba la conducta de Er, el hijo mayor de Judá, así que le dio muerte.q
Más tarde, Guesur y Siria les quitaron Havot-Jaír junto con Quenat y sus pueblos dependientes, un total de 60 ciudades. Todos esos fueron los descendientes de Makir, el padre de Galaad.
Las familias de los escribas que vivían en Jabez fueron los tirateos, los simeateos y los sucateos. Esos fueron los quenitas que vinieron de Hammat, el padre de la casa de Recab.
Estos fueron los hijos que David tuvo en Hebrón: el primogénito fue Amnón, y su madre era Ahinoam de Jezreel; el segundo fue Daniel, y su madre era Abigaíl la carmelita;
Y los hijos de Hananías fueron Pelatías y Jesayá; el hijo de Jesayá fue Refayá; el hijo de Refayá fue Arnán; el hijo de Arnán fue Abdías; el hijo de Abdías fue Secanías,
Jabez le oró al Dios de Israel diciendo: “¡Ojalá me bendijeras y ensancharas mi territorio! ¡Ojalá tu mano estuviera conmigo y me protegiera de la calamidad para que no sufra ningún daño!”. Así que Dios le concedió lo que había pedido.
(Y su esposa judía dio a luz a Jéred, el padre de Guedor, a Héber, el padre de Socó, y a Jecutiel, el padre de Zanóah). Esos fueron los hijos de Bitías, la hija del faraón, con la que se casó Méred.
Los hijos de Selá hijo de Judá fueron Er, el padre de Lecá, y Laadá, el padre de Maresá, y las familias de los fabricantes de tela fina de la casa de Asbea,
Aquellos que aparecen por nombre en la lista vinieron durante los días del rey Ezequías de Judá y destruyeron las tiendas de los camitas y los meunim que estaban allí. Los mataron, y no ha quedado ni rastro de ellos hasta el día de hoy; se establecieron en su lugar porque allí había pastos para sus rebaños.
Estos son los hijos de Rubén, el primogénito de Israel. Él era el primogénito, pero, como contaminó la cama de su padre, su derecho de primogénito pasó a ser de los hijos de José hijo de Israel. Por eso no se le incluyó en los registros genealógicos con el derecho de primogénito.
Hacia el este, se estableció en el territorio que se extendía hasta donde empieza el desierto junto al río Éufrates, porque su ganado había aumentado mucho en la tierra de Galaad.
Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés tenían en su ejército a 44.760 guerreros poderosos que llevaban escudos y espadas y estaban armados con arcos; estaban adiestrados para la guerra.
Y le pidieron ayuda a Dios en la guerra, y él les respondió su súplica porque confiaron en él. Así que recibieron ayuda en la batalla, y los hagritas y todos los que estaban con ellos fueron entregados en sus manos.
Los descendientes de la media tribu de Manasés vivieron en la región que va desde Basán hasta Baal-Hermón, Senir y el monte Hermón. Eran muy numerosos.
Estos fueron los jefes de sus casas paternas: Éfer, Isí, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Jahdiel; eran guerreros poderosos, hombres famosos y jefes de sus casas paternas.
Pero no fueron fieles al Dios de sus antepasados y se prostituyeron con los dioses de los pueblos del país, a quienes Dios había aniquilado delante de ellos.
Así que el Dios de Israel movió al rey Pul de Asiria (es decir, el rey Tilgat-Pilnéser de Asiria) a desterrar a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, y llevárselos a Halá, Habor, Hará y al río Gozán, y allí están hasta el día de hoy.
Ellos estuvieron a cargo de los cantores en el tabernáculo, la tienda de reunión, hasta que Salomón construyó la casa de Jehová en Jerusalén, y cumplieron con su servicio tal como se les ordenó.
Aarón y sus hijos hicieron humear los sacrificios sobre el altar de la ofrenda quemada y sobre el altar del incienso. Cumplieron los deberes relacionados con las cosas santísimas para hacer expiación por Israel, de acuerdo con todo lo que había mandado Moisés, el siervo del Dios verdadero.
Estos fueron sus poblados, los lugares donde establecieron sus campamentos en su territorio. Cuando se echaron suertes, la primera les tocó a los descendientes de Aarón que pertenecían a la familia de los cohatitas,
Y a los descendientes de Aarón les dieron las ciudades de refugio, Hebrón, también Libná con sus campos de pasto, Jatir, Estemoa con sus campos de pasto,
y de la tribu de Benjamín: Gueba con sus campos de pasto, Alémet con sus campos de pasto y Anatot con sus campos de pasto. En total, hubo 13 ciudades para sus familias.
A los descendientes de Guersom les dieron, según sus familias, 13 ciudades de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés en Basán.
y el resto de las familias cohatitas recibieron de media tribu de Manasés estas ciudades: Aner con sus campos de pasto y Bileam con sus campos de pasto.
A los descendientes de Guersom les dieron de la familia de la media tribu de Manasés: Golán, en Basán, con sus campos de pasto y Astarot con sus campos de pasto;
y en la región del Jordán cerca de Jericó, al este del Jordán, les dieron de la tribu de Rubén: Bézer, en el desierto, con sus campos de pasto, Jáhaz con sus campos de pasto,
Los hijos de Tolá fueron Uzí, Refayá, Jeriel, Jahmái, Ibsam y Semuel, los jefes de sus casas paternas. Entre los descendientes de Tolá había guerreros poderosos, que para los días de David llegaban a 22.600.
Con ellos, por su linaje según sus casas paternas, había 36.000 soldados en su ejército aptos para la guerra, y es que tuvieron muchas esposas e hijos.
Y los hijos de Bela fueron cinco: Ezbón, Uzí, Uziel, Jerimot e Irí. Eran jefes de sus casas paternas, guerreros poderosos, y había 22.034 en su registro genealógico.
Y Makir consiguió una esposa para Hupim y para Supim, y la hermana de él se llamaba Maacá). El segundo se llamaba Zelofehad, pero Zelofehad solo tuvo hijas.
Después tuvo relaciones con su esposa, que quedó embarazada y dio a luz un hijo. Pero él lo llamó Berías porque ella dio a luz cuando su casa estaba pasando por una calamidad.
Sus propiedades y poblados fueron Betel con sus pueblos dependientes, y al este Naarán, y al oeste Guézer con sus pueblos dependientes, y Siquem con sus pueblos dependientes, hasta llegar a Ayyá con sus pueblos dependientes;
y, al lado de los descendientes de Manasés, Bet-Seán con sus pueblos dependientes, Taanac con sus pueblos dependientes, Meguidó con sus pueblos dependientes y Dor con sus pueblos dependientes. En estos vivieron los descendientes de José hijo de Israel.
Todos esos fueron los hijos de Aser, jefes de sus casas paternas, guerreros poderosos y selectos, los jefes de los jefes del ejército; según su registro genealógico, sumaban 26.000 soldados aptos para la guerra.
Y los hijos de Ulam fueron guerreros poderosos que sabían usar el arco, y tuvieron muchos hijos y nietos, 150 en total. Todos esos fueron descendientes de Benjamín.
Todos los israelitas fueron registrados genealógicamente, y están inscritos en el Libro de los Reyes de Israel. Y la gente de Judá fue desterrada a Babilonia por su infidelidad.
Los primeros habitantes que regresaron a sus propiedades en sus ciudades fueron algunos israelitas, los sacerdotes, los levitas y los siervos del templo.
y los hermanos de ellos, jefes de las casas paternas, 1.760 hombres fuertes y competentes que estaban disponibles para el servicio de la casa del Dios verdadero.
Y Salum, hijo de Coré, hijo de Ebiasaf, hijo de Coré, y sus hermanos de su casa paterna, los coreítas, eran responsables del servicio de los porteros de la tienda, y sus padres habían sido responsables del campamento de Jehová como guardas de la entrada.
En total, los que fueron seleccionados como porteros de las entradas sumaban 212. Se habían establecido en sus poblados según su registro genealógico. David y el vidente Samuel los nombraron para estos cargos de confianza.
Había cuatro porteros principales en los cargos de confianza. Eran levitas y estaban a cargo de los cuartos y de las cámaras del tesoro de la casa del Dios verdadero.
Pasaban la noche en sus puestos alrededor de la casa del Dios verdadero, porque eran responsables de la vigilancia, tenían a su cargo la llave y cada mañana abrían la casa.
A algunos de ellos los pusieron a cargo de los utensilios, de todos los utensilios santos, de la harina fina, el vino, el aceite, el olíbano y el aceite balsámico.
Y Matitías, uno de los levitas, que era el primogénito de Salum el coreíta, tenía el cargo de confianza de supervisar las cosas que se cocinaban en sartenes.
Estos eran los cantores, los jefes de las casas paternas de los levitas en los cuartos, aquellos que estaban libres de otros deberes; porque su responsabilidad era estar de servicio de día y de noche.
Ahora bien, los filisteos estaban peleando contra Israel. Y resulta que los hombres de Israel huyeron de los filisteos y muchos murieron en el monte Guilboa.
Entonces Saúl le dijo a su escudero: “Saca tu espada y atraviésame con ella. No quiero que esos incircuncisos vengan y me traten con crueldad”. Pero su escudero no quiso hacerlo porque tenía mucho miedo. Así que Saúl mismo agarró la espada y se dejó caer sobre ella.
Cuando todos los israelitas que estaban en el valle vieron que todos habían huido y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron. Después de eso, los filisteos vinieron y las ocuparon.
Al día siguiente, cuando los filisteos fueron a quitarles las cosas de valor a los muertos, se encontraron los cadáveres de Saúl y sus hijos en el monte Guilboa.
Lo desvistieron y le quitaron la cabeza y la armadura, y enviaron un mensaje por toda la tierra de los filisteos para dar a conocer la noticia entre el pueblo y sus ídolos.
todos los guerreros fueron y se llevaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos. Se los llevaron a Jabés, enterraron sus huesos bajo el árbol grande de Jabés y ayunaron siete días.
Ya desde antes, cuando Saúl era rey, tú eras el que dirigía a Israel en sus campañas militares. Y Jehová tu Dios te dijo: ‘Tú pastorearás a mi pueblo Israel y serás líder de mi pueblo Israel’”.
Así, todos los ancianos de Israel vinieron a ver al rey a Hebrón, y David hizo un pacto con ellos en Hebrón delante de Jehová. Después ungieron a David como rey de Israel, de acuerdo con las palabras que Jehová había dicho por medio de Samuel.
Los habitantes de Jebús se burlaron de David diciéndole: “¡Nunca vas a entrar aquí!”. Sin embargo, David conquistó la fortaleza de Sion, que ahora es la Ciudad de David.
Estos son los jefes de los guerreros poderosos de David, que lo apoyaron firmemente en su reinado, junto con todo Israel, y ayudaron a hacerlo rey de acuerdo con las palabras de Jehová sobre Israel.
Esta es la lista de los guerreros poderosos de David: Jasobeam, hijo de un hacmonita, el líder de los tres. En una ocasión, mató a 300 hombres con su lanza.
Estuvo con David en Pas-Damim, donde los filisteos se habían reunido para la guerra. Ahora bien, allí había un terreno sembrado de cebada, y los soldados habían huido de los filisteos.
Ante esto, los tres entraron por la fuerza en el campamento de los filisteos, sacaron agua de la cisterna junto a la puerta de Belén y se la llevaron a David. Pero David se negó a beberla y la derramó para Jehová.
Dijo: “Sabiendo cómo ve Dios las cosas, ¡yo jamás haría esto! ¿Cómo podría beber la sangre de estos hombres, que arriesgaron sus vidas? Y es que arriesgaron sus vidas para traerla”. Así que se negó a beberla. Estas son las cosas que hicieron sus tres guerreros poderosos.
Benaya hijo de Jehoiadá era un hombre valiente que hizo muchas hazañas en Cabzeel. Mató a los dos hijos de Ariel de Moab, y en un día de nieve se metió en una cisterna y mató a un león.
También mató a un egipcio de tamaño extraordinario; medía cinco codos de alto. Él solo llevaba un palo, mientras que el egipcio tenía una lanza en la mano que era como el rodillo de un telar. A pesar de eso, se enfrentó al egipcio, le arrebató su lanza y con ella lo mató.
Ahora bien, aunque él destacaba todavía más que los treinta, no llegó al nivel de los tres. Sin embargo, David lo puso al mando de su guardia personal.
Estos son los hombres que se unieron a David en Ziclag durante el tiempo en que él no podía moverse con libertad por culpa de Saúl hijo de Quis; ellos estaban entre los guerreros poderosos que lo apoyaron en las batallas.
Estaban armados con arcos, y usaban tanto la mano derecha como la izquierda para lanzar piedras o para disparar flechas con el arco. Eran de los hermanos de Saúl, de Benjamín.
El jefe era Ahiézer, junto con Joás. Los dos eran hijos de Semaá el guibeatita. También estaban Jeziel y Pélet, hijos de Azmávet, Beracá, Jehú el anatotita,
Algunos de los gaditas se pasaron al bando de David en el refugio del desierto; eran guerreros poderosos, soldados adiestrados para la guerra, listos para luchar con escudos grandes y lanzas. Sus caras eran como de leones y eran tan rápidos como las gacelas en las montañas.
Estos son los hombres que cruzaron el río Jordán en el primer mes, cuando estaba desbordándose, e hicieron huir a todos los que vivían en las tierras bajas, al este y al oeste.
Entonces David salió, se puso delante de ellos y les dijo: “Si han venido en son de paz para ayudarme, seremos amigos. Pero, si han venido para traicionarme y entregarme a mis enemigos sin que yo haya hecho nada malo, que el Dios de nuestros antepasados lo vea y haga justicia”.
Entonces el espíritu vino sobre Amasái, el jefe de los treinta, y él dijo: “Somos tuyos, oh, David, y estamos contigo, oh, hijo de Jesé.
Paz, que tengas paz, y que la paz esté con quienes te ayudan, porque tu Dios te está ayudando”. Así que David los recibió y los nombró jefes de las tropas.
También algunos hombres de Manasés se pasaron al bando de David cuando vino con los filisteos a luchar contra Saúl; pero él no ayudó a los filisteos porque los gobernantes de los filisteos, después de hablarlo, echaron a David, pues decían: “Se va a pasar al lado de Saúl, su señor, y eso nos costará la cabeza”.
Estos fueron los hombres de Manasés que se pasaron al bando de David cuando fue a Ziclag: Adná, Jozabad, Jediael, Miguel, Jozabad, Elihú y Ziletái, jefes de mil de Manasés.
Ellos ayudaron a David cuando se enfrentó a la banda de saqueadores, porque todos eran hombres fuertes y valientes, y llegaron a ser jefes en el ejército.
Este fue el número de los jefes de los hombres armados para la guerra que se unieron a David en Hebrón para entregarle el reinado de Saúl, de acuerdo con la orden de Jehová.
De Zabulón, había 50.000 que podían servir en el ejército y colocarse en formación de batalla con todas sus armas de guerra; todos apoyaban a David con lealtad absoluta.
Todos estos eran hombres de guerra, que se ponían en línea de batalla; vinieron a Hebrón con un corazón completo para hacer a David rey de todo Israel, y también el resto de los israelitas estaban todos de acuerdo en hacer rey a David.
Además, los que vivían cerca de ellos, y hasta los que vivían en Isacar, Zabulón y Neftalí, traían burros, camellos, mulas y toros cargados de alimentos: harina, tortas de higos comprimidos y pasas, vino y aceite; también traían muchas vacas y ovejas, porque había gran alegría en Israel.
Entonces David le dijo a toda la congregación de Israel: “Si a ustedes les parece bien y si Jehová nuestro Dios lo aprueba, vamos a enviarles un mensaje al resto de nuestros hermanos en todas las regiones de Israel, y también a los sacerdotes y los levitas en sus ciudades con campos de pasto, para que se unan a nosotros.
David y todo Israel subieron a Baalá —a Quiryat-Jearim, que pertenece a Judá— para subir desde allí el Arca del Dios verdadero, Jehová, quien ocupa su trono sobre los querubines, el Arca donde se invoca el nombre de él.
David y todo Israel estaban celebrando la ocasión con gran entusiasmo delante del Dios verdadero, con canciones, arpas y otros instrumentos de cuerda, panderetas, címbalos y trompetas.
El Arca del Dios verdadero estuvo con los de la casa de Obed-Edom; se quedó tres meses en su casa. Y Jehová no dejaba de bendecir a los de la casa de Obed-Edom y todo lo que él tenía.
Cuando los filisteos oyeron que se había ungido a David como rey de todo Israel, todos subieron en busca de él. David se enteró y salió a luchar contra ellos.
David le consultó a Dios: “¿Subo a luchar contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?”. Jehová le contestó: “Sí, sube y sin falta los entregaré en tus manos”.
Así que David subió a Baal-Perazim y allí los derrotó. Y David dijo: “El Dios verdadero ha abierto una brecha en el frente enemigo con mis manos, como una brecha que abren las aguas”. Por eso llamaron a aquel lugar Baal-Perazim.
David de nuevo consultó a Dios, pero el Dios verdadero le contestó: “No subas a atacarlos de frente. En vez de eso, da un rodeo y atácalos por detrás, frente a los arbustos bacá.
Y, cuando oigas salir un sonido de pasos de las copas de los arbustos bacá, entonces ataca, porque el Dios verdadero habrá salido ante ti para derrotar al ejército de los filisteos”.
Fue entonces cuando David dijo: “Nadie debe llevar el Arca del Dios verdadero excepto los levitas, porque Jehová los ha elegido para llevar el Arca de Jehová y para servirle siempre”.
y les dijo: “Ustedes son los jefes de las casas paternas de los levitas. Santifíquense, ustedes y sus hermanos, y suban el Arca de Jehová, el Dios de Israel, al lugar que le he preparado.
Como ustedes no la llevaron la primera vez, la ira de Jehová nuestro Dios estalló contra nosotros, porque no nos aseguramos de cuál era la forma correcta de hacerlo”.
Entonces los levitas llevaron el Arca del Dios verdadero con las varas sobre los hombros, tal como Moisés lo había mandado, según las palabras de Jehová.
David les dijo a los jefes de los levitas que les encargaran a sus hermanos los cantores cantar con alegría, acompañados de instrumentos musicales: instrumentos de cuerda, arpas y címbalos.
Por lo tanto, los levitas se lo encargaron a Hemán hijo de Joel y, de sus hermanos, a Asaf hijo de Berekías y, de sus hermanos los meraritas, a Etán hijo de Cusayá.
Con ellos estaban sus hermanos de la segunda división: Zacarías, Ben, Jaaziel, Semiramot, Jehiel, Uní, Eliab, Benaya, Maaseya, Matitías, Elifelehu, Micneyá y los porteros Obed-Edom y Jeiel.
Los sacerdotes Sebanías, Josafat, Netanel, Amasái, Zacarías, Benaya y Eliezer tocaban las trompetas bien alto delante del Arca del Dios verdadero, y Obed-Edom y Jehías también servían de porteros para el Arca.
David tenía puesta una túnica sin mangas de tela fina, igual que todos los levitas que llevaban el Arca, los cantores y Kenanías, el jefe del transporte y de los cantores; David también tenía puesto un efod de lino.
Todos los israelitas venían subiendo el arca del pacto de Jehová entre gritos de alegría, el sonido del cuerno, las trompetas y los címbalos, tocando bien alto los instrumentos de cuerda y las arpas.
Pero, cuando el arca del pacto de Jehová llegó a la Ciudad de David, Mical, hija de Saúl, miró hacia abajo por la ventana y, al ver al rey David dando brincos y celebrando la ocasión, empezó a despreciarlo en su corazón.
David había preparado una tienda para el Arca del Dios verdadero. Así que la metieron y la colocaron allí, y presentaron ofrendas quemadas y sacrificios de paz delante del Dios verdadero.
Entonces eligió a algunos de los levitas para que sirvieran delante del Arca de Jehová a fin de honrar, dar gracias y alabar a Jehová, el Dios de Israel.
Asaf era el jefe y Zacarías era el segundo al mando. Jeiel, Semiramot, Jehiel, Matitías, Eliab, Benaya, Obed-Edom y Jeiel tocaban los instrumentos de cuerda y las arpas; Asaf tocaba los címbalos,
Y digan: ‘Sálvanos, oh, Dios de nuestra salvación, reúnenos y rescátanos de las naciones, para que podamos dar gracias a tu santo nombre y alabarte radiantes de alegría.
Entonces David dejó a Asaf y a sus hermanos allí delante del arca del pacto de Jehová para que sirvieran continuamente delante del Arca, según la rutina diaria.
para presentarle con regularidad ofrendas quemadas a Jehová en el altar de las ofrendas quemadas, mañana y tarde. Y también para hacer todo lo que está escrito en la Ley que Jehová le dio a Israel.
Con ellos estaban Hemán, Jedutún y los demás hombres elegidos y designados por nombre para darle gracias a Jehová, porque “su amor leal dura para siempre”;
Hemán y Jedutún estaban con ellos para tocar las trompetas, los címbalos y los instrumentos que se usaban para alabar al Dios verdadero; y los hijos de Jedutún estaban en la puerta.
Tan pronto como David se instaló en su propia casa, le dijo al profeta Natán: “Aquí estoy yo viviendo en una casa de cedro mientras el arca del pacto de Jehová está bajo telas de tienda”.
Desde el día que liberé a Israel hasta el día de hoy, yo no he morado en ninguna casa, sino que he estado yendo de tienda en tienda y de un tabernáculo a otro.
En todo el tiempo que anduve con Israel, ¿acaso le dije una sola palabra de esto a alguno de los jueces de Israel a quienes nombré para que pastorearan a mi pueblo? ¿Alguna vez les pregunté ‘¿Por qué no me han construido una casa de cedro?’?”’.
”Ahora dile a mi siervo David: ‘Esto es lo que dice Jehová de los ejércitos: “Yo te saqué de los campos de pasto, donde andabas detrás del rebaño, para que llegaras a ser líder de mi pueblo Israel.
Y estaré contigo vayas donde vayas. Voy a eliminar a todos tus enemigos delante de ti. Y te haré un nombre como el de los grandes hombres de la tierra.
Voy a designar un lugar para mi pueblo Israel. Allí los estableceré y vivirán sin que nunca más los molesten. Los malvados no volverán a oprimirlos como en el pasado,
”’”Cuando tus días lleguen a su fin y te vayas con tus antepasados, yo levantaré después de ti a tu descendencia, a uno de tus hijos, y estableceré con firmeza su reinado.
Y, como si esto no fuera suficiente, oh, Dios, también dices que la casa de tu siervo durará hasta un futuro lejano, y tú, Jehová Dios, me ves como si fuera un hombre al que hay que enaltecer aún más.
¿Y qué otra nación en la tierra es como tu pueblo Israel? Tú, el Dios verdadero, fuiste y los rescataste para que fueran tu pueblo. Te hiciste un nombre al realizar cosas grandes e impresionantes cuando expulsaste a naciones delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto.
Que tu nombre dure y sea engrandecido para siempre y así la gente diga: ‘Jehová de los ejércitos, el Dios de Israel, es Dios para Israel’. Y que la casa de tu siervo David esté firmemente establecida delante de ti.
Así que dígnate bendecir la casa de tu siervo, y que esta continúe para siempre delante de ti. Porque tú, Jehová, la has bendecido, y será bendita para siempre”.
Entonces David puso tropas en Siria de Damasco, y los sirios se convirtieron en sus siervos y le pagaban tributo. Jehová le daba la victoria a David dondequiera que iba.
Y David se llevó grandes cantidades de cobre de Tibhat y Cun, ciudades de Hadadézer. Con ese cobre, Salomón hizo el Mar de cobre, las columnas y los utensilios de cobre.
enseguida envió a su hijo Hadoram al rey David para preguntarle cómo estaba y felicitarlo por luchar contra Hadadézer y derrotarlo (y es que Hadadézer había luchado muchas veces contra Tou). Hadoram le llevó a David todo tipo de objetos de oro, plata y cobre.
El rey David los santificó para Jehová, tal como había santificado la plata y el oro que se había llevado de todas las naciones: de Edom, de Moab, de los ammonitas, de los filisteos y de los amalequitas.
Entonces David dijo: “Le mostraré amor leal a Hanún hijo de Nahás porque su padre me mostró amor leal a mí”. Así que David envió mensajeros para que lo consolaran por la pérdida de su padre. Pero, cuando los siervos de David llegaron a la tierra de los ammonitas para consolar a Hanún,
los príncipes de los ammonitas le dijeron a Hanún: “¿Te crees que David ha mandado a sus siervos a consolarte porque quiere honrar a tu padre? ¿No será que vinieron a espiarnos y a inspeccionar el país para derrotarte?”.
El rey David fue informado de lo que les pasó a estos hombres y, como habían sido tan humillados, enseguida envió otros hombres a su encuentro para decirles: “Quédense en Jericó hasta que les vuelva a crecer la barba, y después regresen”.
Con el tiempo, los ammonitas se dieron cuenta de que se habían ganado el odio de David, así que Hanún y los ammonitas enviaron 1.000 talentos de plata para contratar carros y jinetes de Mesopotamia, Aram-Maacá y Zobá.
Contrataron 32.000 carros, y también al rey de Maacá y su gente. Entonces llegaron y acamparon delante de Medebá. Los ammonitas salieron de sus ciudades y se reunieron para la guerra.
Y los ammonitas fueron y se colocaron en formación de batalla a la entrada de la puerta de la ciudad mientras los reyes que habían venido estaban aparte, en campo abierto.
Cuando Joab vio que las fuerzas de ataque venían contra él por delante y por detrás, eligió a algunos de los mejores soldados de Israel y los colocó en formación de batalla para enfrentarse con los sirios.
Cuando los ammonitas vieron que los sirios habían escapado, ellos también huyeron de su hermano Abisái y se metieron en la ciudad. Después de eso, Joab volvió a Jerusalén.
Cuando los sirios vieron que Israel los había vencido, enviaron mensajeros para convocar a los sirios que estaban en la región del Río y que tenían como líder a Sofac, el jefe del ejército de Hadadézer.
Cuando se lo informaron a David, él inmediatamente reunió a todo el ejército de Israel, cruzó el Jordán, llegó adonde estaban ellos y se colocó en formación de batalla contra ellos. David se colocó en formación de batalla para enfrentarse con los sirios, quienes lucharon contra él.
Pero los sirios huyeron de Israel. David mató a 7.000 conductores de carros y a 40.000 soldados de a pie sirios, y también mató a Sofac, el jefe del ejército.
Cuando los siervos de Hadadézer vieron que Israel los había vencido, enseguida acordaron la paz con David y se convirtieron en sus súbditos. Y Siria ya no quiso ayudar a los ammonitas.
A principios de año, cuando los reyes salen a hacer sus campañas militares, Joab lideró una expedición militar y devastó la tierra de los ammonitas; él fue y cercó Rabá, mientras que David se quedó en Jerusalén. Joab atacó Rabá y la destruyó.
Entonces David quitó la corona de la cabeza de Malcam. Vio que pesaba un talento de oro, y en ella había piedras preciosas; y se la pusieron a David en la cabeza. Él también se llevó un botín enorme de la ciudad.
Además, sacó a la gente de la ciudad para ponerla a trabajar aserrando piedras y manejando instrumentos cortantes de hierro y hachas. Esto fue lo que hizo David con todas las ciudades de los ammonitas. Finalmente, David y todos los soldados regresaron a Jerusalén.
Después de esto, estalló una guerra con los filisteos en Guézer. En esa ocasión, Sibecái el husatita mató a Sipái, descendiente de los refaím, y los filisteos fueron sometidos.
Otra vez hubo guerra con los filisteos, y Elhanánh hijo de Jaír mató a Lahmí, el hermano de Goliati el guitita, que tenía una lanza cuyo palo era como el rodillo de un telar.j
Y de nuevo estalló una guerra. Estalló en Gat, donde había un hombre de tamaño extraordinario, con 6 dedos en cada mano y 6 dedos en cada pie, 24 en total. Este también era descendiente de los refaím.
Así que David les dijo a Joab y a los jefes del pueblo: “Vamos, cuenten a los israelitas desde Beer-Seba hasta Dan, y luego infórmenme para que sepa cuántos son”.
Pero Joab le dijo: “¡Que Jehová multiplique a su pueblo por 100! Mi señor el rey, ¿no son ya todos ellos siervos de mi señor? ¿Para qué quiere mi señor hacer esto? ¿Por qué hacer que Israel se vuelva culpable?”.
Joab entonces le dio a David el número de los que fueron registrados. Todo Israel tenía 1.100.000 hombres armados con espadas, y Judá tenía 470.000 hombres armados con espadas.
David le dijo al Dios verdadero: “He pecado muchísimo haciendo esto. Ahora, por favor, perdona el error de tu siervo, porque me he portado como un estúpido”.
tres años de hambre; tres meses de derrotas ante tus adversarios con la espada de tus enemigos alcanzándote, o tres días sufriendo el castigo de la espada de Jehová —es decir, una epidemia en el país— con el ángel de Jehová causando destrucción por todo el territorio de Israel’. Ahora piénsalo y dime qué debo contestarle al que me envió”.
David le respondió a Gad: “Esto es muy duro para mí. Prefiero caer en manos de Jehová,w porque su misericordiax es muy grande. Pero no quiero caer en manos de ningún hombre”.y
Además, el Dios verdadero envió un ángel a Jerusalén para destruirla. Pero, cuando él estaba a punto de hacerlo, Jehová lo vio y sintió pesar por aquella calamidad y le dijo al ángel que estaba causando la destrucción: “¡Basta! Baja ya la mano”. El ángel de Jehová estaba cerca de la era de Ornán el jebuseo.
Cuando David levantó la vista, vio al ángel de Jehová entre la tierra y los cielos, con una espada desenvainada en la mano apuntando hacia Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de tela de saco, enseguida se lanzaron al suelo rostro a tierra.
David le dijo al Dios verdadero: “¿No fui yo el que dijo que se contara al pueblo? Soy yo el que ha pecado, soy yo el que cometió el error. Pero estas ovejas, ¿qué han hecho ellas? Oh, Jehová mi Dios, por favor, haz que tu mano me castigue a mí y a la casa de mi padre; pero no traigas este azote contra tu pueblo”.
Entonces David le dijo a Ornán: “Véndeme el terreno de la era para que le construya un altar a Jehová en él. Véndemelo por su valor total y que así se detenga el azote contra el pueblo”.
Pero Ornán le dijo a David: “Quédatelo. Que mi señor el rey haga lo que quiera. Aquí te doy reses para las ofrendas quemadas, el trillo para que te sirva de leña y el trigo para la ofrenda de grano. Te lo doy todo”.
Sin embargo, el rey David le contestó a Ornán: “No, yo tengo que pagarte el valor total por él. No voy a quedarme con lo que es tuyo para dárselo a Jehová ni voy a ofrecer sacrificios quemados que no me han costado nada”.
Y David le construyó allí un altar a Jehová y le ofreció sacrificios quemados y sacrificios de paz, e invocó a Jehová, quien le contestó enviando fuego desde los cielos sobre el altar de la ofrenda quemada.
Sin embargo, el tabernáculo de Jehová que Moisés había hecho en el desierto y el altar de la ofrenda quemada estaban en aquel tiempo en el lugar alto de Gabaón.
Luego David ordenó que reunieran a los residentes extranjeros que estaban en la tierra de Israel, y los puso a trabajar como picapedreros, cortando y labrando piedras para construir la casa del Dios verdadero.
Y David dijo: “Mi hijo Salomón es joven y no tiene experiencia, y la casa que hay que construirle a Jehová debe ser extraordinariamente grandiosa, para que su fama y belleza se conozcan en todos los países. Por eso voy a hacer preparativos para él”. Así que David dejó listos muchos materiales antes de su muerte.
Pero recibí este mensaje de Jehová: ‘Tú has derramado mucha sangre y has peleado grandes guerras. No construirás una casa para mi nombre, porque has derramado mucha sangre en la tierra delante de mí.
¡Mira! Vas a tener un hijo que será un hombre de paz, y lo haré descansar de todos los enemigos que lo rodean, pues su nombre será Salomón y durante sus días le daré a Israel paz y tranquilidad.
Él es el que construirá una casa para mi nombre. Él será mi hijo y yo seré su padre. Estableceré con firmeza el trono de su reinado sobre Israel para siempre’.
Si sigues con cuidado las normas y las decisiones judiciales que Moisés le dio a Israel por orden de Jehová, entonces te irá bien. Sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te aterrorices.
Con mucho esfuerzo, dejé listos para la casa de Jehová 100.000 talentos de oro, 1.000.000 de talentos de plata y una cantidad tan grande de cobre y hierro que no se puede pesar; también dejé listas madera y piedra, pero tú conseguirás más.
“¿No está con ustedes Jehová su Dios, y no les ha dado paz en todos lados? Él me entregó a los habitantes del país, y el país ha sido sometido delante de Jehová y de su pueblo.
Ahora decídanse con todo el corazón y con toda el alma a buscar a Jehová su Dios, y pónganse a construir el santuario de Jehová, el Dios verdadero, para traer el arca del pacto de Jehová y los utensilios santos del Dios verdadero a la casa que se construirá para el nombre de Jehová”.
Jáhat era el jefe y Zizá era el segundo. Pero, como Jeús y Berías no tuvieron muchos hijos, se les contó como una sola casa paterna que atendía una sola responsabilidad.
Los hijos de Amram fueron Aarónm y Moisés.n Pero Aarón fue puesto aparteo de forma permanente para santificar el Santísimo,p él y sus hijos, para ofrecer sacrificiosq delante de Jehová, servirler y pronunciar bendicioness en su nombre para siempre.
Esos fueron los hijos de Leví que fueron registrados según sus casas paternas, según los jefes de las casas paternas. Fueron contados e inscritos por nombre, y cumplían con el servicio de la casa de Jehová desde los 20 años de edad.
Su función era ayudar a los hijos de Aarón en el servicio de la casa de Jehová encargándose de los patios, de los comedores y de la purificación de toda cosa santa, así como de las labores necesarias para el servicio de la casa del Dios verdadero.
Ayudaban encargándose de los panes apilados, de la harina fina para la ofrenda de grano, de las galletas delgadas sin levadura, de los panes a la plancha, de la masa mezclada y de medir todas las cantidades y tamaños.
Ayudaban siempre que se ofrecían sacrificios quemados a Jehová en sábado, en luna nueva y durante los periodos de fiesta, según el número que exigían las normas, y lo hacían con regularidad delante de Jehová.
También cumplían con sus responsabilidades relacionadas con la tienda de reunión, con el lugar santo y con sus hermanos los hijos de Aarón en el servicio de la casa de Jehová.
Como los hijos de Eleazar tenían más jefes que los hijos de Itamar, los dividieron de acuerdo con eso: 16 jefes de casas paternas para los hijos de Eleazar y 8 jefes de casas paternas para los hijos de Itamar.
Además, los dividieron por sorteo, a un grupo junto con el otro, pues había jefes del lugar santo y jefes del Dios verdadero tanto de los hijos de Eleazar como de los hijos de Itamar.
Entonces Semaya hijo de Netanel, el secretario de los levitas, registró sus nombres ante el rey, los príncipes, el sacerdote Sadoc, Ahimélec hijo de Abiatar y los jefes de las casas paternas de los sacerdotes y de los levitas. Fueron eligiendo una tras otra las casas paternas: una para Eleazar y otra para Itamar.
Esos eran sus puestos de servicio cuando entraban en la casa de Jehová, según el procedimiento establecido por su antepasado Aarón, tal como le había mandado Jehová, el Dios de Israel.
Y ellos también echaron suertes igual que lo hicieron sus hermanos los hijos de Aarón en presencia del rey David, Sadoc, Ahimélec y los jefes de las casas paternas de los sacerdotes y de los levitas. La casa paterna del mayor fue tratada igual que la del hermano menor.
Además, David y los jefes de los grupos para el servicio separaron a algunos de los hijos de Asaf, Hemán y Jedutún para que sirvieran profetizando con las arpas, con los instrumentos de cuerda y con los címbalos. Esta es la lista de los hombres nombrados para este servicio:
de los hijos de Asaf: Zacur, José, Netanías y Asarelá, los hijos de Asaf que estaban bajo la dirección de Asaf, quien profetizaba bajo la dirección del rey;
de Jedutún, los seis hijos de Jedutún: Guedalías, Zerí, Jesayá, Simeí, Hasabías y Matitías, que estaban bajo la dirección de su padre Jedutún, quien profetizaba con el arpa dando gracias y alabando a Jehová;
Todos esos fueron hijos de Hemán, un hombre de visiones del rey, que declaraba cosas relacionadas con el Dios verdadero para darle gloria; así pues, el Dios verdadero le dio a Hemán 14 hijos y 3 hijas.
Todos ellos cantaban en la casa de Jehová bajo la dirección de su padre, con címbalos, instrumentos de cuerda y arpas para el servicio de la casa del Dios verdadero. Asaf, Jedutún y Hemán estaban bajo la dirección del rey.
Todos esos fueron de los hijos de Obed-Edom. Ellos, sus hijos y sus hermanos eran hombres competentes y capacitados para el servicio; había 62 de Obed-Edom.
A Supim y a Hosá les tocó al oeste, cerca de la Puerta de Saléket, junto al camino principal que sube; un grupo de guardias iba colocado al lado de otro grupo de guardias.
En cuanto a los levitas, Ahíya estaba a cargo de las cámaras del tesoro de la casa del Dios verdadero y de las cámaras del tesoro de las cosas santificadas.
Este Selomot y sus hermanos estaban a cargo de todas las cámaras del tesoro de las cosas santificadas, que habían santificado el rey David, los jefes de las casas paternas, los jefes de mil y de cien, y los jefes del ejército.
Además, estaban a cargo de todo lo que habían santificado el vidente Samuel, Saúl hijo de Quis, Abner hijo de Ner y Joab hijo de Zeruyá. Todo lo que cualquiera santificaba se ponía al cuidado de Selomit y sus hermanos.
De los hebronitas, Hasabías y sus hermanos, 1.700 hombres competentes, estaban a cargo de la administración de Israel en la región al oeste del Jordán. Administraban todo lo relacionado con el trabajo para Jehová y el servicio del rey.
De los hebronitas, Jeriya era el jefe de los hebronitas según el linaje de la casa paterna de ellos. En el año 40 del reinado de David, se hizo una búsqueda entre ellos y encontraron hombres fuertes y competentes en Jazer de Galaad.
Y los hermanos de él eran 2.700 hombres competentes, jefes de las casas paternas. Así que el rey David les dio autoridad sobre los rubenitas, los gaditas y la media tribu de los manasitas para atender todos los asuntos del Dios verdadero y del rey.
El número de israelitas —los jefes de las casas paternas, los jefes de mil y de cien, y los oficiales que servían al rey en todo lo relacionado con las divisiones que se turnaban mes tras mes, todos los meses del año— era de 24.000 por cada división.
El comandante del tercer grupo, encargado de servir durante el tercer mes, era Benaya hijo del sacerdote principal Jehoiadá, y en su división había 24.000.
Estos fueron los líderes de las tribus de Israel: el líder de los rubenitas era Eliezer hijo de Zicrí; el de los simeonitas era Sefatías hijo de Maacá;
David no contó a los de 20 años de edad para abajo, y es que Jehová había prometido hacer que Israel fuera tan numeroso como las estrellas de los cielos.
Joab hijo de Zeruyá empezó a hacer el censo, pero no lo terminó. Por este censo, la ira de Dios se desató contra Israel, y no se llegó a poner el número en el registro histórico de la época del rey David.
David entonces reunió en Jerusalén a todos los príncipes de Israel: los príncipes de las tribus, los comandantes de las divisiones que servían al rey, los jefes de mil y los jefes de cien, los jefes a cargo de todos los bienes y del ganado que les pertenecían al rey y a sus hijos, así como los funcionarios de la corte y todos los hombres fuertes y competentes.
Entonces el rey David se puso de pie y dijo: “Escúchenme, hermanos míos y pueblo mío. Yo tenía en mi corazón el deseo de construir una casa como lugar de descanso para el arca del pacto de Jehová y como banquillo para los pies de nuestro Dios. Hice preparativos para su construcción.
Sin embargo, Jehová, el Dios de Israel, me escogió entre todos los de la casa de mi padre para que fuera rey de Israel para siempre. Porque escogió a Judá como líder; y, entre los de la casa de Judá, escogió a los de la casa de mi padre; y, entre los hijos de mi padre, fue a mí a quien él aprobó para hacerme rey de todo Israel.
Y, entre todos mis hijos —pues Jehová me ha dado muchos hijos—, él escogió a mi hijo Salomón para que ocupara el trono del reinado de Jehová sobre Israel.
Así que, ante los ojos de todo Israel —la congregación de Jehová— y a oídos de nuestro Dios, les digo: esfuércense por conocer y obedecer con cuidado todos los mandamientos de Jehová su Dios para que permanezcan en esta buena tierra y se la dejen como herencia permanente a sus hijos después de ustedes.
”Y tú, Salomón, hijo mío, conoced al Dios de tu padre y sírvelee con un corazón completof y con mucho gusto,g porque Jehová examinah todos los corazones y ve todas las intenciones y pensamientos.i Si tú lo buscas, él dejará que lo encuentres;j pero, si lo abandonas,k te rechazará para siempre.l
Luego David le dio a su hijo Salomón el plano arquitectónico del pórtico y de los diversos compartimientos, como los cuartos de almacén, las habitaciones de la azotea, los cuartos interiores y el compartimiento de la reconciliación.
Le dio el plano arquitectónico de todo lo que, por inspiración,s se le había revelado sobre los patiost de la casa de Jehová, todos los comedoresu de alrededor, las cámaras del tesoro de la casa del Dios verdadero y las cámaras del tesoro de las cosas santificadas;v
también sobre las divisiones de los sacerdotes y de los levitas, todas las tareas relacionadas con el servicio de la casa de Jehová y todos los utensilios usados en el servicio de la casa de Jehová.
Él especificó el peso del oro —el oro para todos los utensilios usados en los diferentes servicios— y el peso de los utensilios de plata, para todos los utensilios de los diferentes servicios;
así como el peso para los candelabros de oro y sus lámparas de oro, de cada candelabro y sus lámparas, y el peso de los candelabros de plata, para cada candelabro y sus lámparas, dependiendo de su uso;
el peso para los tenedores, los tazones y las jarras de oro puro, y el peso de los tazones pequeños de oro, para cada tazón pequeño, y el peso de los tazones pequeños de plata, para cada tazón pequeño.
También especificó el peso del oro refinado para el altar del incienso y para la representación del carro, es decir, los querubines de oro con sus alas extendidas que tienen el arca del pacto de Jehová bajo su sombra.
Entonces David le dijo a su hijo Salomón: “Sé fuerte y valiente, y ponte a trabajar. No tengas miedo ni te aterrorices, porque Jehová Dios, mi Dios, está contigo. No te dejará ni te abandonará. Estará contigo hasta que todo el trabajo para el servicio de la casa de Jehová quede terminado.
Aquí están las divisiones de los sacerdotes y de los levitas para todo el servicio de la casa del Dios verdadero. Cuentas con trabajadores dispuestos y hábiles para hacer todo tipo de servicio, así como con los príncipes y el pueblo entero, que seguirán todas tus instrucciones”.
El rey David ahora le dijo a toda la congregación: “Mi hijo Salomón, a quien Dios ha escogido, es joven y no tiene experiencia, y la obra es grande, porque el templo no es para un hombre, sino para Jehová Dios.
No he escatimado esfuerzos en hacer los preparativos para la casa de mi Dios. He conseguido el oro para los trabajos en oro, la plata para los trabajos en plata, el cobre para los trabajos en cobre, el hierro para los trabajos en hierro, la madera para los trabajos en madera, así como piedras de ónice y piedras para incrustar con argamasa, piedrecitas de mosaico, todo tipo de piedras preciosas y muchísimas piedras de alabastro.
Además, por amor a la casa de mi Dios, también doy oro y plata de mi propio tesoro para la casa de mi Dios, aparte de todo lo que he dejado listo para la casa santa,
para los trabajos en oro, para los trabajos en plata y para todo el trabajo de los artesanos. Y, ahora, ¿quién se ofrece a traerle hoy a Jehová una donación?”.
Entonces se ofrecieron los príncipes de las casas paternas, los príncipes de las tribus de Israel, los jefes de mil y de cien, y los encargados de los asuntos del rey.
Ellos dieron para el servicio de la casa del Dios verdadero 5.000 talentos de oro, 10.000 dáricos, 10.000 talentos de plata, 18.000 talentos de cobre y 100.000 talentos de hierro.
El pueblo estaba feliz por haber hecho estas ofrendas voluntarias, pues le hicieron las ofrendas voluntarias a Jehová con un corazón completo, y el rey David también estaba inmensamente feliz.
David entonces alabó a Jehová ante los ojos de toda la congregación. David dijo: “Alabado seas por toda la eternidad, oh, Jehová, Dios de nuestro padre Israel.
Tuyos, oh, Jehová, son la grandeza,t el poder,u la hermosura,v el esplendorw y la majestad,x porque todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo.y Tuyo es el reino,z oh, Jehová. Tú te elevas a ti mismo como cabeza de todo.a
Las riquezasb y la gloriac provienen de ti, y tú lo gobiernasd todo. En tus manos hay fuerzae y poder,f y tus manos son capaces de engrandecerg y fortalecer a todos.h
”Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para poder hacerte estas ofrendas voluntarias? Pues todo proviene de ti, y lo que te hemos dado viene de tus propias manos.
Ante ti, somos residentes extranjeros e inmigrantes, igual que todos nuestros antepasados. Porque nuestros días sobre la tierra son como una sombra, sin esperanza.
Oh, Dios mío, sé muy bien que tú examinas el corazón y te gusta la integridad. En la sinceridad de mi corazón, he ofrecido voluntariamente todas estas cosas, y me alegra mucho ver a tu pueblo, aquí presente, hacerte ofrendas voluntarias.
Oh, Jehová, Dios de Abrahán, Isaac e Israel —nuestros antepasados—, mantén estas intenciones y pensamientos en el corazón de tu pueblo para siempre, y dirige su corazón hacia ti.
Y dale un corazón completo a mi hijo Salomón para que obedezca tus mandamientos, tus recordatorios y tus normas, y para que haga todas estas cosas y construya el templo para el que yo hice preparativos”.
David entonces le dijo a toda la congregación: “Ahora alaben a Jehová su Dios”. Y toda la congregación alabó a Jehová, el Dios de sus antepasados, y se inclinó y se postró ante Jehová y ante el rey.
Continuaron ofreciéndole sacrificios a Jehová y haciéndole ofrendas quemadas a Jehová al día siguiente: 1.000 toros jóvenes, 1.000 carneros y 1.000 corderos, y sus ofrendas líquidas; ofrecieron muchos sacrificios de parte de todo Israel.
Estuvieron comiendo y bebiendo delante de Jehová aquel día con gran alegría, y por segunda vez hicieron rey a Salomón hijo de David y lo ungieron delante de Jehová como líder, y a Sadoc como sacerdote.
Y Jehová engrandeció a Salomón de manera extraordinaria ante los ojos de todo Israel y le dio tanta dignidad real como ningún otro rey de Israel jamás la había tenido.
En cuanto a la historia del rey David, está escrita de principio a fin en los registros del vidente Samuel, del profeta Natán y de Gad, el hombre de visiones,