Unos diez años después, Pablo se halla en Macedonia, y Timoteo en Éfeso. El apóstol le escribe a Timoteo, recomendándole que permanezca en Éfeso y siga combatiendo las enseñanzas de los falsos maestros que han surgido en esa congregación. Cuando se desata una ola de persecución contra los cristianos —tras un fuego que devora Roma en el año 64—, Pablo escribe una segunda carta a Timoteo, la última de sus epístolas inspiradas. Hoy día podemos sacar provecho del estímulo y los consejos que contienen estas cuatro cartas de Pablo (Heb. 4:12).
Pablo aconseja a Timoteo que siga “guerreando el guerrear excelente; manteniendo la fe y una buena conciencia”. Expone los requisitos que los varones deben satisfacer para recibir un nombramiento en la congregación. También le dice a Timoteo: “Niégate a admitir los cuentos falsos que violan lo que es santo” (1 Tim. 1:18, 19; 3:1-10, 12, 13; 4:7).“No critiques severamente a un hombre mayor”, escribe Pablo a Timoteo, y le recomienda encarecidamente: “Guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado, apartándote de las vanas palabrerías que violan lo que es santo, y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’” (1 Tim. 5:1; 6:20).
Respuestas a preguntas bíblicas:
Un mito es un relato tradicional que se refiere a unos acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, que buscan dar una explicación a un hecho o un fenómeno. 2. Historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la narración, las acciones de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza, aspectos de la condición humana, etc.; se aplica especialmente a la que narra las acciones de los dioses o héroes de la Antigüedad.
★“Artificiosamente tramados”: (2 Pedro 1:16) Uno de los significados de “sofisticado” es: “falto de naturalidad”. Esta palabra viene de la misma raíz griega que el término que se vierte “artificiosamente tramados”. Ciertamente los verdaderos cristianos hacen bien en evitar tal actitud (sh 67 párr. 43; w89 15/6 11 párr. 4)
El superintendente cristiano Timoteo mandó a quienes deseaban servir al Dios verdadero que no prestaran atención a “doctrinas extrañas” ni “a mitos” (1 Timoteo 1:3, 4, La Biblia de las Américas). ¿Hace falta tomar estas precauciones hoy día? Sí, pues los conceptos erróneos sobre la Biblia y sus enseñanzas alejan a la gente de la adoración verdadera. A continuación se presentan algunos de tales conceptos junto con las observaciones que hace la misma Biblia. Esperamos que le ayuden a discernir las verdades de los mitos.
★Mito: Los milagros son imposibles.
★Verdad: El hombre tiene mucho que aprender acerca de la creación de Dios. Ningún científico puede explicar por completo cómo funciona la ley de la gravedad, definir con precisión todos los elementos de un átomo o exponer la naturaleza exacta del tiempo. “¿Puedes sondear las cosas profundas de Dios, o puedes sondear hasta el mismísimo límite del Todopoderoso?” (Job 11:7.) Dado que hay aspectos de la Creación que escapan a nuestro entendimiento, los científicos son cada vez más cautelosos a la hora de calificar de imposible cierto fenómeno.
★Mito: Todas las religiones llevan a Dios.
★Verdad: “Si permanecen en mi palabra —dijo Jesús—, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” (Juan 8:31, 32.) Si todas las religiones llevaran a Dios, no habría necesidad de libertar a nadie, ¿verdad? De hecho, Jesús enseñó que relativamente pocos andarían por “el camino que conduce a la vida” (Mateo 7:13, 14).
★Mito: Todos los buenos van al cielo al morir.
★Verdad: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella. Espera en Jehová y guarda su camino, y él te ensalzará para tomar posesión de la tierra.” (Salmo 37:11, 29, 34.) Solo 144.000 humanos fieles van al cielo, pues a ellos Dios les ha encargado “reinar sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9, 10; 14:1, 4).
★Mito: El “Antiguo Testamento” ya no es útil para los cristianos.
★Verdad: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa.” (2 Timoteo 3:16, 17.) “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.” (Romanos 15:4.) El “Antiguo Testamento” (Escrituras Hebreas) es imprescindible para nuestra educación espiritual y establece la base para nuestra fe en el “Nuevo Testamento” (Escrituras Griegas Cristianas).
★Mito: Gran parte del libro de Génesis, incluido el relato de Adán y Eva, es alegórico.
★Verdad: Lucas el evangelista trazó la genealogía de Jesús hasta llegar a Adán (Lucas 3:23-38). Si el libro de Génesis fuera alegórico, ¿cuáles serían los antepasados reales y cuáles los míticos? Jesús, quien existió en el cielo antes de venir a la Tierra, aceptó todo el Génesis, inclusive el relato de Adán y Eva (Mateo 19:4-6). Por tanto, poner en duda el libro de Génesis equivale a dudar del propio Jesús, así como de muchos escritores bíblicos (1 Crónicas 1:1; 1 Corintios 15:22; Judas 14).
Serie de progenitores y ascendientes de una persona, así como el escrito que la contiene. Jehová Dios es el gran Genealogista, el que guarda los registros de la creación, así como de los orígenes, el nacimiento y la descendencia de sus criaturas. Es “el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”. (Ef 3:14, 15.) A él se le debe el que su Palabra, la Biblia, contenga un registro exacto de las genealogías que desempeñan un papel importante en su propósito.
El hombre tiene un deseo innato de conocer su ascendencia y perpetuar el nombre familiar. Fue común en muchas de las naciones antiguas guardar un minucioso registro genealógico, en particular del linaje real y del sacerdotal. Tanto los árabes como los egipcios tuvieron por costumbre llevar registro de sus genealogías. También se han encontrado tablillas con escritura cuneiforme en las que figuran las genealogías de los reyes de Babilonia y de Asiria. Más recientes son las listas genealógicas de los griegos, los celtas, los sajones y los romanos.
El verbo hebreo que se emplea para la acción de inscribir los nombres de descendientes legítimos es ya·jás, se traduce ‘registrar genealógicamente’ (1Cr 5:17), mientras que la forma sustantiva es yá·jas, “registro genealógico”. (Ne 7:5.) En 1 Timoteo 1:4 y en Tito 3:9 se usa el término griego gue·ne·a·lo·guí·a con referencia a listas de ascendencia personales.
El apóstol Mateo inicia su evangelio con la siguiente introducción: “El libro de la historia [gue·né·se·ös, una forma de gué·ne·sis] de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán”. (Mt 1:1.) La palabra griega gué·ne·sis tiene el sentido literal de “línea de descendencia; origen”. Con este término traduce la Septuaginta la palabra toh·le·dhóhth, vocablo hebreo que tiene el mismo significado primario que la voz griega, y que en el libro de Génesis se traduce “historia” en las varias ocasiones en que aparece. (Compárese con Gé 2:4, nota.)
Después de presentar la genealogía de Cristo, Mateo ofrece en su evangelio una narración del nacimiento humano de Jesús, su ministerio, muerte y resurrección. Este tipo de exposición no era infrecuente en aquella época, pues las narraciones históricas griegas más antiguas se ajustaban a un contexto genealógico, y la narración se desarrollaba en torno a las personas referidas en la genealogía presentada en la obra. Por consiguiente, la genealogía era una parte fundamental de la narración y en muchos casos constituía la introducción a la misma. (Véase 1Cr 1-9.)
En el juicio celebrado en Edén, Dios dio la promesa de que una descendencia nacería de la “mujer” y aplastaría la cabeza de la serpiente. (Gé 3:15.) Es posible que esta promesa haya hecho pensar a algunos que la descendencia prometida tendría ascendencia humana, pero solo se especificó que la descendencia vendría por un linaje humano cuando se le dijo a Abrahán que por medio de su descendencia se bendecirían todas las naciones de la Tierra. (Gé 22:17, 18.) Este anuncio le confirió a la genealogía de Abrahán una importancia primordial. La Biblia es el único libro que además de registrar la genealogía abrahámica, presenta la de todas las naciones, cuya ascendencia puede trazarse hasta los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. (Gé 10:32.)
A este respecto, E. J. Hamlin comentó en The Interpreter’s Dictionary of the Bible que la tabla del origen de las naciones que aparece en Génesis es una pieza “única en la literatura antigua. [...] No se puede encontrar un interés similar por la historia en ninguna otra literatura sagrada del mundo” (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 3, pág. 515).
Propósito de los registros genealógicos.
Aparte del hecho de que la genealogía tenga importancia para el hombre por su inclinación natural a guardar un registro familiar para la posteridad, este registro es más importante aún desde un punto de vista cronológico, en especial para trazar la historia más remota de la humanidad. Pero su importancia cobra un significado mayor cuando se tiene presente que un registro genealógico minucioso es esencial para entender las promesas de Dios, sus profecías y su relación con el hombre.
Después del Diluvio, Noé indicó mediante su bendición que los descendientes de Sem obtendrían el favor divino. (Gé 9:26, 27.) Más tarde, Dios le reveló a Abrahán que lo que sería llamado su “descendencia” sería por medio de Isaac. (Gé 17:19; Ro 9:7.) Por lo tanto, llegó a ser obvio que para identificar a la descendencia prometida, se requeriría un registro genealógico muy cuidadoso. Así pues, con el transcurso del tiempo se hizo un registro concienzudo de la línea de Judá, la tribu a la que se prometió la gobernación (Gé 49:10), y en particular de la familia de David, por ser esta la línea real. (2Sa 7:12-16.) Este registro contendría la genealogía del Mesías, la Descendencia, la línea más importante de todas. (Jn 7:42.)
Aparte de este registro, otro que se guardó con especial cuidado fue el de la tribu de Leví, particularmente el de la familia sacerdotal de Aarón. (Éx 28:1-3; Nú 3:5-10.)
Por otra parte, bajo la Ley se necesitaban los registros genealógicos a fin de determinar los parentescos tribales para la división de la tierra, y también el parentesco familiar para las herencias de tierra personales. Por medio de estos registros se podía identificar al go·`él, el pariente más cercano y cualificado para efectuar el matrimonio de cuñado (Dt 25:5, 6), recomprar a su pariente (Le 25:47-49) y actuar como vengador de la sangre contra un homicida (Nú 35:19). Además, el pacto de la Ley prohibía el matrimonio dentro de ciertos grados de consanguinidad o afinidad, así que para no violar ese mandato, se necesitaba conocer la genealogía de la familia. (Le 18:6-18.)
Los israelitas se aferraban estrictamente a estas genealogías, como se puede ver por lo que sucedió después del regreso de Babilonia, cuando algunos que creían que eran de la descendencia sacerdotal no pudieron hallar su registro. Nehemías les dijo que no comieran de las cosas santísimas provistas para el sacerdocio hasta que pudiesen establecer públicamente su genealogía. (Ne 7:63-65.) En el registro que Nehemías hizo del pueblo estaban incluidos los netineos, pues, aunque no eran israelitas, formaban un grupo dedicado oficialmente al servicio del templo. (Ne 7:46-56.)
En la mayoría de los casos, las listas genealógicas no tratan de suministrar todos los datos cronológicos. Sin embargo, sirven de ayuda para los estudios cronológicos, pues corroboran ciertos puntos o completan detalles importantes de la cronología. Las listas genealógicas tampoco suelen proporcionar el índice de aumento de la población, puesto que en muchos casos se omiten ciertos eslabones intermedios si no son necesarios para la genealogía en cuestión. Y puesto que las genealogías no suelen incluir los nombres de las mujeres, no se mencionan los nombres de las esposas y concubinas que un hombre pudiera haber tenido; de la misma manera, puede que tampoco se mencionen por nombre todos los hijos de estas esposas, y hasta en ciertos casos quizás se omitan algunos de los hijos de la esposa principal.
De Adán hasta el Diluvio. Hay en la Biblia indicios claros de la existencia de listas de parentescos familiares que se remontan hasta el origen del hombre. Cuando nació Set, el hijo de Adán, Eva dijo: “Dios ha nombrado otra descendencia en lugar de Abel, porque Caín lo mató”. (Gé 4:25.) Algunos descendientes de Set sobrevivieron al Diluvio. (Gé 5:3-29, 32; 8:18; 1Pe 3:19, 20.)
Desde el Diluvio hasta Abrahán. Noé bendijo a su hijo Sem, por medio de quien vendría Abrán (Abrahán), el “amigo de Jehová”. (Snt 2:23.) Esta línea genealógica y la antediluviana, mencionada en el párrafo anterior, son suficientes para trazar el registro cronológico de la historia del hombre hasta Abrahán. En la lista antediluviana la línea se traza desde Set, y en la postdiluviana, desde Sem; en ambas se dan consecuentemente los años que transcurren entre el nacimiento de un hombre y el de su hijo. (Gé 11:10-24, 32; 12:4.) No existe otro registro genealógico tan completo de este período histórico, por lo que estas listas cumplen con un doble propósito: genealógico y cronológico. Hay algunos acontecimientos más cuya ubicación en el tiempo se determina por la información genealógica. (Véase CRONOLOGÍA - [Desde 2370 a. E.C. hasta el pacto abrahámico].)
Desde Abrahán hasta Cristo. Gracias a la intervención milagrosa de Dios, Abrahán y Sara tuvieron a Isaac, a través de quien vendría la “descendencia” prometida. (Gé 21:1-7; Heb 11:11, 12.) De un hijo de Isaac, Jacob (Israel), se originaron las doce tribus que constituyeron el pueblo judío. (Gé 35:22-26; Nú 1:20-50.) Judá sería la tribu de la realeza, un linaje real que luego se circunscribiría a la familia de David. Los descendientes de Leví constituyeron la tribu sacerdotal, aunque el sacerdocio se concretó al linaje aarónico. Para que el rey Jesucristo pudiese acreditar su derecho al trono, tenía que entroncar su ascendencia con el linaje davídico y dentro de la línea de Judá. Sin embargo, como su condición sacerdotal le correspondía por juramento de Dios, a la manera de Melquisedec, Jesús no necesitaba del linaje levítico. (Sl 110:1, 4; Heb 7:11-14.)
Otras listas genealógicas importantes. Además de la línea de descendencia de Adán a Jesucristo y de las extensas genealogías de los doce hijos de Jacob, también hay registros genealógicos de los orígenes de los pueblos emparentados con Israel. Entre estos están los hermanos de Abrahán (Gé 11:27-29; 22:20-24); los hijos de Ismael (Gé 25:13-18); los descendientes de Moab y Ammón, cuyo padre fue Lot, el sobrino de Abrahán (Gé 19:33-38); los hijos que Queturá le dio a luz a Abrahán y de quienes procedieron Madián y otras tribus (Gé 25:1-4), y la descendencia de Esaú (Edom) (Gé 36:1-19, 40-43).
Estas naciones son importantes debido a su parentesco con Israel, el pueblo escogido de Dios. Tanto Isaac como Jacob consiguieron esposas de la familia del hermano de Abrahán. (Gé 22:20-23; 24:4, 67; 28:1-4; 29:21-28.) Dios asignó territorios que lindaban con Israel a las naciones de Moab, Ammón y Edom, y a Israel se le dijo que no invadiese la herencia de territorio de estos pueblos ni los estorbase. (Dt 2:4, 5, 9, 19.)
Archivos oficiales. Parece ser que en Israel se guardaban registros nacionales de genealogías, además de los registros que mantenían las mismas familias. En el capítulo 46 de Génesis hallamos la relación de los miembros de la casa de Jacob hasta la muerte de este después de su entrada en Egipto. En Éxodo 6:14-25 aparece una genealogía, principalmente de los descendientes de Leví, que debió copiarse de un registro anterior. El primer censo de la nación se efectuó en el desierto de Sinaí en 1512 a.E.C., al segundo año de su salida de Egipto, cuando se realizó “el reconocimiento de su descendencia respecto a sus familias en la casa de sus padres”. (Nú 1:1, 18; véase también Nú 3.) El único otro censo nacional de Israel que Dios autorizó antes del exilio, y del que hay registro, es el que se efectuó unos treinta y nueve años más tarde en las llanuras de Moab. (Nú 26.)
Además de las genealogías registradas en los escritos de Moisés, están las listas hechas por otros cronistas oficiales, como por ejemplo: Samuel, que escribió Jueces, Rut y parte de Primero de Samuel; Esdras, que escribió Primero y Segundo de las Crónicas y el libro de Esdras, y Nehemías, el escritor del libro que lleva su nombre. En esos mismos escritos hay prueba de que otros mantuvieron registros genealógicos: Idó (2Cr 12:15) y Zorobabel; este último debió encargarse de que se hiciesen registros genealógicos entre los israelitas repatriados. (Esd 2.) Durante el reinado del justo rey Jotán, se hizo un registro genealógico de las tribus de Israel que vivían en la tierra de Galaad. (1Cr 5:1-17.)
Estas genealogías se conservaron con cuidado hasta el principio de la era común. Esto lo prueba el hecho de que cada familia de Israel pudo ir a censarse a la ciudad de la casa de su padre, en conformidad con el decreto de César Augusto promulgado poco antes del nacimiento de Jesús. (Lu 2:1-5.) Se sabe que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era de la división sacerdotal de Abías, y su esposa, Elisabet, de las hijas de Aarón. (Lu 1:5.) Se informa que Ana, la profetisa, era “de la tribu de Aser”. (Lu 2:36.) Y, por supuesto, las extensas listas de los antepasados de Jesús que se encuentran en Mateo, capítulo 1, y Lucas, capítulo 3, muestran claramente que tales registros se guardaban en los archivos públicos y podían ser consultados.
El historiador Josefo da testimonio de que los judíos tenían registros genealógicos oficiales, pues dice: “No sólo soy oriundo de una línea de sacerdotes, sino de la primera de las veinticuatro líneas, y de la principal familia de mi línea”. Después de señalar que su madre era descendiente de los asmoneos, concluye: “He anotado la línea de descendencia de mi familia tal cual aparece asentada en los registros públicos, haciendo caso omiso de los que nos calumnian”. (Vida de Flavio Josefo, sec. 1.)
No fue Herodes el Grande quien destruyó las genealogías oficiales de los judíos, como sostuvo Africano a principios del siglo III, sino, al parecer, los romanos cuando Jerusalén fue desolada en el año 70 E.C. (Contra Apión, libro I, sec. 7; La Guerra de los Judíos, libro II, cap. XVII, sec. 6; libro VI, cap. VI, sec. 3.) Desde ese tiempo los judíos no han podido determinar su línea genealógica, y ni siquiera quedan registros de las dos líneas más importantes, la de David y la de Leví.
La identificación de parentescos. Para determinar los parentescos, suele ser necesario examinar el contexto o comparar listas paralelas o textos de diferentes partes de la Biblia. Por ejemplo, el término “hijo” puede significar nieto o meramente un descendiente. (Mt 1:1.) También es posible que una lista de nombres parezca una relación de varios hermanos, hijos de un solo hombre. Sin embargo, al examinarla más detenidamente y compararla con otros textos, puede que resulte ser el registro de una línea genealógica, con los nombres de algunos hijos, así como de nietos o descendientes posteriores. Génesis 46:21 incluye tanto a hijos como a nietos de Benjamín bajo el término “hijos”, según se deduce cuando se compara este texto con Números 26:38-40.
Casos como el que acabamos de referir se dan incluso en las genealogías de algunas de las familias más importantes. Por ejemplo, en 1 Crónicas 6:22-24 hay anotados diez “hijos de Qohat”, pero en el versículo 18 del mismo capítulo y en Éxodo 6:18, solo se atribuyen a Qohat cuatro hijos. Un estudio del contexto permite concluir que la lista de “hijos de Qohat” que aparece en 1 Crónicas 6:22-24 es en realidad parte de una genealogía de familias de la línea qohatita, algunos de cuyos representantes David nombró para ciertos deberes del templo.
Por otra parte, “padre” puede significar “abuelo” o hasta predecesor de linaje real. (Da 5:11, 18.) En muchos lugares, como en Deuteronomio 26:5; 1 Reyes 15:11, 24; y 2 Reyes 15:38, la palabra hebrea `av (padre) también se usa en el sentido de “ascendiente” o “antepasado”. De manera similar, las palabras hebreas `em (madre) y bath (hija) se emplean en ciertas ocasiones para referirse a “abuela” y “nieta”, respectivamente. (1Re 15:10, 13.)
Ciudades; nombres en plural. Puede que en algunas listas se diga que un hombre es el “padre” de cierta ciudad, como en 1 Crónicas 2:50-54, donde a Salmá se le llama “el padre de Belén” y a Sobal, “el padre de Quiryat-jearim”. Probablemente se deba a que las ciudades de Belén y Quiryat-jearim fueron fundadas por estos hombres, o bien a que quizás las poblaron sus descendientes. La misma lista dice más adelante: “Los hijos de Salmá fueron Belén y los netofatitas, Atrot-bet-joab y la mitad de los manahatitas, los zoritas”. (1Cr 2:54.) Los netofatitas, los manahatitas y los zoritas mencionados en este texto debieron ser familias.
En Génesis 10:13, 14, los nombres de los descendientes de Mizraim parecen estar en plural. Hay quien opina que representan los nombres de familias o tribus y no de individuos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que hay otros nombres que están en número dual o plural, como Efraín, Apaim, Diblaim y Mizraim, el hijo de Cam mencionado antes, y todos ellos se refieren a una sola persona. (Gé 41:52; 1Cr 2:30, 31; Os 1:3; 2Cr 28:12.)
Listas abreviadas.
A menudo los escritores bíblicos abreviaban mucho una lista genealógica, mencionando por nombre solo a los cabezas de familia de las casas más prominentes, a los personajes importantes o a los que más importancia tenían desde el punto de vista del registro histórico en cuestión. Según parece, a veces todo lo que el cronista estaba interesado en mostrar era la descendencia de cierto antepasado remoto, por lo que podía omitir muchos nombres intermedios.
La genealogía del propio Esdras es un ejemplo de esos compendios. (Esd 7:1-5.) Registra su linaje desde el sumo sacerdote Aarón, pero en la lista paralela de 1 Crónicas 6:3-14 aparecen varios nombres (en los vss. 7 al 10) que se omiten en Esdras 7:3. Probablemente Esdras quería evitar la repetición innecesaria y acortar la larga lista de nombres. Aun así, la lista era perfectamente adecuada para probar su linaje sacerdotal. Esdras dice que es el “hijo” de Seraya, es decir, su descendiente (debió ser su bisnieto o quizás su tataranieto). El sumo sacerdote Seraya murió a manos de Nabucodonosor para el tiempo del exilio a Babilonia (607 a. E.C.), y su hijo Jehozadaq fue llevado cautivo. (2Re 25:18-21; 1Cr 6:14, 15.) El sumo sacerdote Josué (Jesúa), que regresó setenta años más tarde con Zorobabel, era hijo de Jehozadaq y, por lo tanto, nieto de Seraya. (Esd 5:2; Ag 1:1.) Sesenta y nueve años después, Esdras viajó a Jerusalén, de modo que es imposible que fuese hijo directo de Seraya y hermano de Jehozadaq.
Otra cosa que aprendemos al comparar estas genealogías es que aunque Esdras era descendiente de Aarón por medio de Seraya, no descendió de Jehozadaq, la línea de Seraya por la que se transmitía el sumo sacerdocio. La línea del sumo sacerdocio pasó por Josué (Jesúa), Joiaquim y Eliasib, siendo este último sumo sacerdote durante la gobernación de Nehemías. De modo que Esdras consiguió su objetivo con su genealogía abreviada, proporcionando solo los nombres suficientes para demostrar su posición en el linaje de Aarón. (Ne 3:1; 12:10.)
Algunas razones por las que las listas genealógicas varían. Si un hijo moría sin descendientes, no se le solía mencionar; a veces se daba el caso de que un hombre no tenía ningún hijo varón, de modo que la herencia posiblemente se transmitía por medio de una hija, que al casarse llegaba a estar bajo otro cabeza de familia de la misma tribu. (Nú 36:7, 8.) En algunos casos, la genealogía fusiona a una familia menos importante con otro cabeza de familia, y de este modo omite su nombre. Por lo tanto, el que alguien no tuviera descendencia, el que la herencia se transmitiera por medio de mujeres, la adopción o el que no se formase una casa ancestral separada eran razones por las que algunos nombres no figuraban en ciertas listas genealógicas. Por el contrario, con la formación de nuevas casas podían añadirse nuevos nombres a las genealogías. De modo que los nombres de una genealogía posterior podían diferir de los de una lista anterior.
Lo que pudiera parecer una lista de hermanos quizás incluya a varios cabezas de familia que en realidad son sobrinos, como en el caso de la “adopción” de los hijos de José por parte de Jacob, cuando dijo: “Efraín y Manasés llegarán a ser míos como Rubén y Simeón”. (Gé 48:5.) Por lo tanto, después se cuenta a Efraín y a Manasés junto con sus tíos como cabezas tribales. (Nú 2:18-21; Jos 17:17.)
El capítulo 10 de Nehemías presenta una serie de nombres que autenticaron con su sello un “arreglo fidedigno” para cumplir los mandamientos de Dios. (Ne 9:38.) Los nombres que se dan en estas listas pueden referirse a las casas implicadas en los acuerdos, representadas por su cabeza ancestral, y no necesariamente a personas individuales. (Compárese con Esd 10:16.) Puede pensarse así porque muchos de los nombres que están en la lista corresponden a los de aquellos que regresaron de Babilonia junto con Zorobabel unos ochenta años antes. Por lo tanto, aunque algunos de los implicados tuvieran el mismo nombre que el cabeza ancestral, es posible que solo hayan sido representantes de esas casas ancestrales.
Repetición de nombres. Es bastante frecuente que en una lista genealógica aparezca el mismo nombre más de una vez. El que un descendiente llevase el mismo nombre que uno de sus antecesores le facilitaba seguir su linaje, aunque, por supuesto, a veces había personas con el mismo nombre en diferentes familias. Algunos de los muchos ejemplos de tales repeticiones en la misma línea ancestral son: Sadoc (1Cr 6:8, 12), Azarías (1Cr 6:9, 13, 14) y Elqaná. (1Cr 6:34-36.)
En muchos casos, los nombres que aparecen en listas paralelas difieren. Esto puede ser debido a que ciertas personas tenían más de un solo nombre, como, por ejemplo, Jacob, quien también se llamaba “Israel”. (Gé 32:28.) Por otro lado, también podía darse el caso de que hubiera una ligera alteración en el deletreo del nombre, con lo que a veces incluso adquiría un significado distinto. Algunos ejemplos son: Abrán (que significa “Padre Es Alto [Ensalzado]”) y Abrahán (que significa “Padre de una Muchedumbre [Multitud]”); Sarai (posiblemente, “Contenciosa”) y Sara (“Princesa”). Parece ser que a Elihú, el antepasado del profeta Samuel, también se le llamaba Eliab y Eliel. (1Sa 1:1; 1Cr 6:27, 34.)
En las Escrituras Griegas Cristianas se mencionan algunos sobrenombres, como en el caso de Simón Pedro, llamado también Cefas, que era el equivalente arameo del nombre griego “Pedro” (Lu 6:14; Jn 1:42), y “Marcos”, sobrenombre de Juan. (Hch 12:12.) Estos nombres podían obedecer a algún rasgo característico. Simón “el cananita” (también llamado “el celoso”) distingue a este apóstol de Simón Pedro. (Mt 10:4; Lu 6:15.) La expresión “Santiago hijo de Alfeo” distingue a este otro apóstol de Santiago hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. (Mt 10:2, 3.) Podía añadirse la ciudad, distrito o país de donde procedía la persona, como José de Arimatea y Judas el galileo. (Mr 15:43; Hch 5:37.) Se cree que el nombre Judas Iscariote tal vez significa Judas “Hombre de Queriyot”. (Mt 10:4.) En las Escrituras Hebreas también se emplearon estos métodos. (Gé 25:20; 1Sa 17:4, 58.) A veces se daba el nombre del hermano para aclarar la identidad de alguien. (Jn 1:40.) A las mujeres que tenían el mismo nombre se las distinguía de manera similar mencionando también al padre, la madre, el hermano, la hermana, el esposo o el hijo. (Gé 11:29; 28:9; 36:39; Jn 19:25; Hch 1:14; 12:12.)
Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Escrituras Griegas Cristianas se usaban nombres de familia o títulos. La identidad de la persona se determinaba por su nombre personal o por la época y acontecimientos históricos con los que estaba relacionada. Por ejemplo, Abimélec debió ser un nombre personal de tres diferentes reyes filisteos, o bien un título comparable a “Faraón” entre los egipcios. (Gé 20:2; 26:26; 40:2; Éx 1:22; 3:10.) Por lo tanto, cuando se habla de Abimélec o de Faraón, hay que identificarlos por la época y las circunstancias. Herodes era un nombre de familia; César también lo era, aunque más tarde llegó a ser un título. A fin de evitar el riesgo de ambigüedad, cuando se hablaba de uno de los Herodes, se podía usar el nombre personal solo —Agripa o Antipas— o con el patronímico, como, por ejemplo, Herodes Antipas y Herodes Agripa. En el caso de los césares se hacía algo similar: César Augusto y Tiberio César. (Lu 2:1; 3:1; Hch 25:13.)
Nombres de mujeres. En algunas ocasiones, los nombres de las mujeres se incluyeron ocasionalmente en los registros genealógicos en virtud de ciertas razones históricas. En Génesis 11:29, 30 se menciona a Sarai (Sara) debido a que la descendencia prometida tenía que venir por medio de ella, no por medio de otra esposa de Abrahán. Puede que se mencione a Milcá en el mismo pasaje debido a que era la abuela de Rebeca, la esposa de Isaac, y así se mostraba que el linaje de Rebeca provenía de los parientes de Abrahán, ya que Isaac no debía casarse con una mujer extranjera. (Gé 22:20-23; 24:2-4.) En Génesis 25:1 se da el nombre de la esposa posterior de Abrahán, Queturá. Esto muestra que Abrahán se casó de nuevo después de la muerte de Sara y que aún conservaba la facultad de la reproducción más de cuarenta años después de que Jehová la hubiera regenerado milagrosamente. (Ro 4:19; Gé 24:67; 25:20.) Además, de este modo se muestra la relación que Madián y otras tribus árabes tenían con Israel.
También se menciona a Lea, a Raquel y a las concubinas de Jacob junto con los hijos que ellas dieron a luz. (Gé 35:21-26.) Esto nos ayuda a entender la relación que posteriormente Dios tuvo con estos hijos. Por razones similares, hallamos los nombres de otras mujeres en los registros genealógicos. Cuando una herencia se transmitía por medio de una mujer, su nombre también podía ser incluido. (Nú 26:33.) Por supuesto, Tamar, Rahab y Rut son casos sobresalientes. En cada uno de ellos hay algo que destacar en cuanto a como llegaron a estar estas mujeres en la línea de antepasados del Mesías, Jesucristo. (Gé 38; Rut 1:3-5; 4:13-15; Mt 1:1-5.) Otros casos en que se menciona a mujeres en las listas genealógicas son: 1 Crónicas 2:35, 48, 49; 3:1-3, 5.
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Genealogía y generaciones.
En algunas genealogías hallamos los nombres de un hombre y sus descendientes hasta sus tataranietos, lo que podría contarse como cuatro o cinco generaciones. Sin embargo, si el hombre vivía para ver todas estas generaciones de descendientes, desde su punto de vista, una “generación” podría significar el tiempo transcurrido desde su nacimiento hasta su muerte o hasta el último descendiente que naciera durante su vida. Este último concepto de “generación” implicaría un período de tiempo mucho más largo que el primero.
Pongamos un ejemplo: Adán vivió novecientos treinta años, y tuvo hijos e hijas. Durante ese tiempo vio por lo menos ocho generaciones de descendientes. Sin embargo, su vida alcanzó la de Lamec, el padre de Noé. Así pues, desde este punto de vista, el Diluvio aconteció en la tercera generación de la historia humana. (Gé 5:3-32.)
En la Biblia hallamos algunos casos de esta última forma de calcular. Jehová le prometió a Abrahán que su descendencia llegaría a ser residente forastera en una tierra que no era suya y que regresaría a Canaán “a la cuarta generación”. (Gé 15:13, 16.) El censo registrado en los capítulos 1 al 3 de Números indica que deben haberse sucedido muchas generaciones de padre a hijo durante los doscientos quince años de estancia en Egipto, siendo 603.550 el número total de hombres de veinte años de edad para arriba poco después del éxodo (sin contar a la tribu de Leví). Pero las ‘cuatro generaciones’ de Génesis 15:16, calculadas desde el momento de la entrada en Egipto hasta el éxodo, podrían contarse así: 1) Leví, 2) Qohat, 3) Amram y 4) Moisés. (Éx 6:16, 18, 20.) Cada una de estas personas vivió como promedio más de cien años. Por lo tanto, cada una de estas cuatro “generaciones” vió numerosos descendientes, posiblemente hasta los tataranietos o quizás más, dejando un lapso de veinte o incluso treinta años para el nacimiento de cada primer hijo. Esto explicaría cómo pudo crecer tanto la población en tan solo ‘cuatro generaciones’ hasta el tiempo del éxodo. (Véase ÉXODO.)
Este mismo censo presenta otro problema a los doctos bíblicos. En Números 3:27, 28 se dice que de Qohat procedieron cuatro familias, y llegaron a sumar en el tiempo del éxodo la elevada cifra de 8.600 varones mayores de un mes (8.300 según algunos manuscritos de la Septuaginta), lo que significaría que para ese tiempo Moisés tendría miles de hermanos, primos y sobrinos. Por ello, algunos han llegado a la conclusión de que Moisés no era hijo de Amram, hijo de Qohat, sino de otro Amram que vivió varias generaciones después, a fin de permitir suficiente tiempo para que las cuatro familias de qohatitas llegaran a tener un número tan grande de varones para el tiempo del éxodo de Egipto.
Este problema podría resolverse de dos maneras. Primero: no siempre se mencionaban todos los hijos de un hombre, como ya se ha explicado con anterioridad. Por lo tanto, es posible que los cuatro hijos de Qohat que son mencionados tuviesen más hijos que los que se nombran específicamente. Segundo: aunque Leví, Qohat, Amram y Moisés representan cuatro generaciones desde el punto de vista de lo que duró la vida de cada uno de ellos, también es posible que durante su vida hubieran visto varias generaciones. Así pues, aunque solo hubieran transcurrido sesenta años entre los nacimientos de Leví y Qohat, Qohat y Amram, y Amram y Moisés, podrían haber nacido muchas generaciones dentro de cada uno de esos períodos de sesenta años. Moisés pudo haber tenido sobrinos hasta la cuarta y quizás la quinta generación para el tiempo del éxodo. De modo que no es necesario que hubiera ningún otro Amram entre el hijo de Qohat y Moisés a fin de que para ese tiempo los descendientes de Qohat llegaran a 8.600 (o, posiblemente, 8.300).
Surge una cuestión relacionada con la línea genealógica de la Descendencia prometida, el Mesías, a partir de Nahsón, un principal de la tribu de Judá después del éxodo. Según Rut 4:20-22, Jesé, el padre de David, es el quinto eslabón a partir de Nahsón. Dado que el período de tiempo transcurrido desde el éxodo hasta David es de unos cuatrocientos años, el promedio de edad de cada uno de estos antepasados de David posiblemente fue de cien años (como en el caso de Abrahán) en el momento del nacimiento de su hijo, lo que no sería imposible, y puede que haya sido así. Estos hijos mencionados en el libro de Rut no tendrían que haber sido hijos primogénitos, así como David no era el primogénito, sino el más joven de los diversos hijos de Jesé. Por otra parte, Jehová podría haber desarrollado la línea de descendencia de este modo casi milagroso, a fin de que se pudiese ver en retrospección que en todo momento había estado dirigiendo los asuntos de la Descendencia prometida, como había hecho claramente en los casos de Isaac y Jacob.
Además, puede que hubiese omisiones deliberadas de nombres en este período de cuatrocientos años de la genealogía mesiánica, que está registrada también en 1 Crónicas 2:11-15; Mateo 1:4-6 y Lucas 3:31, 32. No obstante, el hecho de que todas las listas concuerden en esta sección de la genealogía podría significar que no se omitió ningún nombre. Ahora bien, aun en el caso de que los cronistas que recopilaron estas listas hubiesen omitido ciertos nombres que no consideraran importantes o necesarios, esto no presentaría ningún problema, ya que el hecho de que hubiera habido varias generaciones más no impugnaría otras declaraciones bíblicas ni la cronología.
La genealogía bíblica es confiable. Los estudiantes cuidadosos y sinceros de la genealogía bíblica no pueden acusar a los cronistas bíblicos de descuido, inexactitud o exageración por haber glorificado a su nación, a una tribu o a determinado personaje. Debe tenerse en cuenta que aquellos que registraron genealogías (como, por ejemplo, Esdras y Nehemías) se remitieron al archivo nacional y obtuvieron su información de las fuentes oficiales disponibles. (Véase CRÓNICAS, LIBROS DE LAS.) Después de hallar los datos necesarios, usaron estas listas para probar de manera satisfactoria lo que interesaba en aquel entonces. Sus contemporáneos, que conocían los hechos y podían acceder a los registros, aceptaron plenamente estas listas genealógicas. También debe tenerse presente el contexto histórico. Esdras y Nehemías vivieron en tiempos de reorganización, y las genealogías que compilaron eran esenciales para el funcionamiento de la nación.
Las listas genealógicas variarían de un período a otro, pues se añadían nuevos nombres y se quitaban otros, y a menudo solo se mencionaba a los cabezas de familia más importantes, especialmente en el caso de los más antiguos. En ciertas listas podían aparecer nombres menos importantes debido a que eran de interés en ese tiempo. Cabe la posibilidad de que las fuentes empleadas en ocasiones solo proporcionaran listas parciales. También es posible que faltaran algunas secciones, o que el mismo cronista las pasara por alto a propósito por considerarlas innecesarias. Y tampoco las necesitamos hoy.
Además, es posible que en algunos casos los copistas hayan incurrido en algún error, particularmente en el deletreo de los nombres. Pero esto no supone problema de importancia alguna para nuestro entendimiento de la Biblia y tampoco afecta el fundamento mismo del cristianismo verdadero.
Un examen sopesado de la Biblia borra por completo la falacia que algunos han divulgado de que las antiguas listas genealógicas de Génesis, capítulos 5 y 11, y de otros libros bíblicos, contienen nombres imaginarios o ficticios, introducidos con el fin de amañar el relato a voluntad del cronista. Los cronistas bíblicos fueron siervos dedicados de Jehová, sin ningún afán nacionalista, preocupados únicamente por la vindicación del nombre de Jehová y por los tratos de Dios con su pueblo. Además, tanto otros escritores de la Biblia como el propio Jesucristo se refirieron a muchos de los nombres mencionados por estos cronistas como personas reales. (Isa 54:9; Eze 14:14, 20; Mt 24:38; Jn 8:56; Ro 5:14; 1Co 15:22, 45; 1Ti 2:13, 14; Heb 11:4, 5, 7, 31; Snt 2:25; Jud 14.) Contradecir todo este testimonio equivaldría a acusar de mentiroso al Dios de la verdad o, cuando menos, de que ha tenido que valerse de engaños y artificios para conseguir que la gente crea en Su Palabra. Además, supondría negar la inspiración de la Biblia.
El apóstol escribe: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra”. (2Ti 3:16, 17.) Por lo tanto, podemos tener una confianza completa en las genealogías registradas en la Biblia. Suministraron información fundamental, no solo para cuando se escribieron, sino también para nosotros hoy. Por medio de ellas, podemos tener la seguridad, desde el punto de vista genealógico, de que Jesucristo es la Descendencia prometida de Abrahán por tanto tiempo esperada. Nos ayudan a determinar la cronología hasta Adán, una cronología que no puede hallarse en ningún otro lugar. La Biblia dice que Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra” (Hch 17:26), y también que “cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel” (Dt 32:8); y las genealogías bíblicas nos ayudan a comprender cómo están emparentadas todas las naciones.
Debido a que conocemos el origen de la humanidad, que Adán fue en un principio “hijo de Dios” y que todos descendemos de Adán (Lu 3:38), podemos entender bien la declaración: “Así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Ro 5:12.) Ese conocimiento también explica cómo puede ser Jesucristo “el último Adán” y el “Padre Eterno”, y cómo es posible que “así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados”. (Isa 9:6; 1Co 15:22, 45.) Podemos entender mejor el propósito de Dios de hacer que los hombres obedientes entren en una relación de “hijos de Dios”. (Ro 8:20, 21.) Podemos observar que Jehová expresa bondad amorosa para con aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos “hasta mil generaciones”. (Dt 7:9.) Asimismo, nos damos cuenta de su apego a la verdad como el Dios que guarda los pactos y que además ha conservado cuidadosamente un registro histórico sobre el que podemos edificar nuestra fe con seguridad. La genealogía, así como otros rasgos de la Biblia, demuestra que Dios es el gran Registrador y Conservador de la historia. (Véase GENEALOGÍA DE JESUCRISTO.)
El consejo de Pablo con respecto a las genealogías. Cuando el apóstol Pablo escribió a Timoteo entre los años 61-64 E.C., le dijo que no prestase atención a “cuentos falsos ni a genealogías, que terminan en nada, pero que proporcionan cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe”. (1Ti 1:4.) La fuerza de esta advertencia puede apreciarse mejor conociendo los extremos a los que posteriormente llegaron los judíos en la investigación de las genealogías, y la meticulosidad con que investigaban cualquier posible discrepancia. El Talmud Babilonio (Pesajim 62b) afirma que “entre ‘Azel’ y ‘Azel’ [1 Crónicas 8:38–9:44, una de las listas genealógicas de la Biblia], la enorme cantidad de interpretaciones exegéticas equivalía a la carga de ¡cuatrocientos camellos!”. (Hebrew-English Edition of the Babylonian Talmud, traducción de H. Freedman, Londres, 1967.)
No tenía sentido el envolverse en un estudio y consideración de tales asuntos, y menos cuando Pablo escribió a Timoteo. En aquel entonces ya no importaban los registros genealógicos, pues Dios no reconocía ya ninguna distinción entre judíos y gentiles dentro de la congregación cristiana. (Gál 3:28.) Además, los registros genealógicos ya habían establecido el linaje de Cristo por medio de la línea de David. Por otra parte, Jerusalén iba a ser destruida en breve y junto con ella, los registros judíos. Dios no los conservó. Por consiguiente, Pablo no quería que Timoteo y las congregaciones se desviaran malgastando el tiempo en investigaciones y controversias acerca de asuntos de linaje personal que no contribuían nada a la fe cristiana. La genealogía provista por la Biblia es suficiente para probar que Cristo es el Mesías, y esta es la cuestión genealógica de mayor importancia para los cristianos. Las otras genealogías de las Escrituras permanecen como testimonio de la autenticidad e historicidad del registro bíblico.
En el capítulo 1 de Mateo hallamos la genealogía de Jesucristo desde Abrahán en adelante, y en el capítulo 3 de Lucas su genealogía se remonta hasta “Adán, hijo de Dios”. La genealogía de Jesús es la única que consta en las Escrituras Griegas Cristianas. Parte de ella aparece en los capítulos 1 al 3 de Primero de las Crónicas, comienza desde Adán y pasa a través de Salomón hasta llegar a Zorobabel. Los libros de Génesis y Rut combinados proporcionan la línea desde Adán hasta David.
Las listas de Génesis-Rut, 1 Crónicas y Lucas concuerdan por completo desde Adán hasta Arpaksad, con diferencias menores con respecto a ciertos nombres, como Quenán, que en Lucas 3:37 es “Cainán”. Las listas de Génesis-Rut y Crónicas siguen concordando hasta David, mientras que la de Lucas intercala otro “Cainán” entre Arpaksad y Selah. (Lu 3:35, 36.)
Desde Salomón hasta Zorobabel, los registros de Crónicas y Mateo concuerdan en su mayor parte, aunque Mateo omite algunos nombres. Estas diferencias y las que se observan en la lista de Lucas a partir de David hasta Jesús se comentarán más adelante.
En el artículo GENEALOGÍA se ha explicado que los judíos guardaron, además de muchos registros familiares, numerosos registros genealógicos oficiales, a los que cronistas como Esdras tuvieron acceso cuando compilaron sus listas; además, dichos registros aún se conservaban en el siglo I E.C. y al parecer existieron hasta el año 70 E.C. La cuestión del linaje del Mesías, desde Abrahán y a través de David, fue para ellos de máxima importancia. Por lo tanto, hay base para confiar en que tanto Mateo como Lucas consultaron las mencionadas listas genealógicas.
Credibilidad de las genealogías de los evangelios. Una pregunta que se plantea es: ¿a qué se debe que Mateo no mencione algunos de los nombres que se hallan en las listas de otros cronistas? En primer lugar, para que una genealogía sea fiable, no es necesario que mencione todos los nombres de un linaje familiar. Por ejemplo, cuando en Esdras 7:1-5 el profeta traza su ascendencia sacerdotal, omite varios de los nombres que figuran en la lista de 1 Crónicas 6:1-15. Era evidente que no hacía falta mencionar los nombres de todos sus antepasados para probar su ascendencia sacerdotal ante los judíos. Algo similar hizo Mateo, quien además de haber podido consultar las Escrituras Hebreas, pudo haber copiado del registro oficial, si no todos los nombres, al menos aquellos cuya mención era necesaria para demostrar que Jesús era descendiente de Abrahán y David. (Compárense Rut 4:12, 18-22 y Mt 1:3-6.)
Las listas de Mateo y Lucas incluían los nombres de personajes cuya autenticidad reconocían los judíos de la época. Ha de tenerse en cuenta que los escribas y los fariseos eran enemigos enconados de los cristianos, así que se hubiesen valido de cualquier argumento a su alcance para desacreditar a Jesús; sin embargo, en ningún momento cuestionaron estas listas genealógicas. De haber existido algún error en las listas de Mateo y de Lucas, sus oponentes hubieran tenido una clara oportunidad de desprestigiar a Jesús. No debe olvidarse el hecho de que las listas genealógicas oficiales debieron estar a su alcance hasta el año 70 E.C., como también lo estuvieron las Escrituras.
Lo mismo puede decirse de los enemigos del cristianismo que hubo en el mundo pagano en el siglo I E.C., muchos de los cuales eran, al igual que aquellos judíos, personas cultas, que se hubiesen valido de cualquier error aparente para aducir que las listas de Mateo y de Lucas eran falsas o, cuando menos, contradictorias. Pero no hay indicio alguno de que a los cristianos primitivos se les atacara por esta causa.
Tanto Mateo como Lucas alcanzaron el objetivo pretendido. Para probar que Jesús era descendiente de Abrahán y de David, no era necesario hacer una genealogía nueva. Todo cuanto tuvieron que hacer fue copiar de las listas oficiales aceptadas por la nación los que contenían el linaje davídico y el sacerdotal, así como otros datos genealógicos. (Véase Lu 1:5; 2:3-5; Ro 11:1.) Aun si hubiese habido una omisión en dichas listas, no hubiese afectado en nada la intención de los evangelistas, que, de hecho, alcanzaron: presentar prueba legal y oficial de la genealogía de Jesús el Mesías.
Problemas en la genealogía de Jesús que registró Mateo Mateo divide la genealogía desde Abrahán hasta Jesús en tres secciones de catorce generaciones cada una, posiblemente como ayuda para la memoria. (Mt 1:17.) No obstante, cuando se cuentan los nombres, resulta que suman un total de cuarenta y uno en vez de cuarenta y dos. Para resolver la aparente discrepancia, podría contarse de la siguiente manera: Contar catorce nombres desde Abrahán hasta David y usar a este como el primer nombre para el segundo grupo de catorce, siendo Josías el último de este grupo; finalmente, encabezar la tercera serie de catorce nombres con Jeconías (Joaquín) y finalizarla con Jesús. Nótese que Mateo repite el nombre de David como el último del primer grupo de catorce nombres y el primero de los siguientes catorce. Seguidamente repite la expresión “la deportación a Babilonia”, expresión que asocia con Josías y sus hijos. (Mt 1:17.)
Como ya se ha indicado, puede que Mateo haya copiado su lista exactamente como estaba en el registro oficial que usó, o tal vez haya omitido a propósito algunos eslabones con la intención de facilitar el recordar los componentes de dicha lista. No obstante, una explicación de por qué se omiten tres reyes de la línea de David entre Jehoram y Uzías (Azarías) puede ser la siguiente: Jehoram se casó con la inicua Atalía, de la casa de Acab, la hija de Jezabel, y así unió este linaje condenado por Dios a la línea de los reyes de Judá. (1Re 21:20-26; 2Re 8:25-27.) De modo que Mateo menciona a Jehoram, el primero en la alianza inicua, pero omite los nombres de los siguientes tres reyes hasta la cuarta generación, Ocozías, Jehoás y Amasías, el fruto de esta alianza. (Compárese Mt 1:8 con 1Cr 3:10-12.)
Mateo indica que Zorobabel es el hijo de Sealtiel (Mt 1:12), y esto coincide con otras referencias. (Esd 3:2; Ne 12:1; Ag 1:14; Lu 3:27.) No obstante, en 1 Crónicas 3:19 se dice que Zorobabel era hijo de Pedaya. Zorobabel debió ser hijo carnal de Pedaya e hijo legal de Sealtiel como resultado del matrimonio de cuñado; también es posible que después de la muerte de Pedaya, Sealtiel criara a Zorobabel y este llegara a ser reconocido legalmente como hijo de Sealtiel.
Un problema en la genealogía de Jesús registrada por Lucas. En las copias manuscritas de la lista de Lucas se intercala un segundo “Cainán” entre Arpaksad y Selah. (Lu 3:35, 36; compárese con Gé 10:24; 11:12; 1Cr 1:18, 24.) La mayoría de los doctos lo atribuyen a un error del copista. En las Escrituras Hebreas, “Cainán” no aparece en esta posición en las listas genealógicas de los textos hebreos o samaritanos, ni tampoco en ninguno de los targumes o versiones, excepto en la Septuaginta griega. Y parece que ni siquiera estaba en las primeras copias de la Septuaginta, pues Josefo, que suele seguir esta versión, menciona a Salas (Selah) a continuación como hijo de Arfaxad (Arpaksad). (Antigüedades Judías, libro I, cap. VI, sec. 4.) Los escritores antiguos Ireneo, Africano, Eusebio y Jerónimo no aceptaron el segundo “Cainán” de las copias del relato de Lucas, pues la consideraban una interpolación. (Véase CAINÁN núm. 2.)
¿Por qué difieren entre sí las genealogías de Mateo y de Lucas?
Casi todas las diferencias existentes entre las genealogías de Jesús que registraron Lucas y Mateo pueden resolverse con facilidad si se tiene presente que Lucas trazó la línea por medio de otro hijo de David, Natán, en vez de por medio de Salomón, como hizo Mateo. (Lu 3:31; Mt 1:6, 7.) Lucas sigue la ascendencia de María, y así prueba que Jesús era descendiente natural de David, mientras que Mateo muestra que Jesús tenía derecho legal al trono de David al ser descendiente de Salomón por la línea de José, quien era legalmente el padre de Jesús. Tanto Mateo como Lucas indican que José no era el padre verdadero de Jesús, sino solo su padre adoptivo, que le daba el derecho legal. Cuando llega a Jesús, Mateo, se desvía del estilo usado en toda su genealogía, y dice: “Jacob llegó a ser padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, a quien se llama Cristo”. (Mt 1:16.) Nótese que no dice ‘José llegó a ser padre de Jesús’, sino que era “el esposo de María, de la cual nació Jesús”. Lucas es incluso más específico cuando, después de mostrar que Jesús era realmente el Hijo de Dios por medio de María (Lu 1:32-35), dice: “Jesús [...] siendo hijo, según se opinaba, de José, hijo de Helí”. (Lu 3:23.)
Puesto que Jesús no era el hijo natural de José, sino el Hijo de Dios, la genealogía de Jesús registrada por Lucas tenía que probar que por nacimiento humano Jesús era en realidad hijo de David mediante su madre María. Frederic Louis Godet escribió respecto a las genealogías de ambos evangelistas: “Este estudio detallado del texto nos lleva así a admitir: 1) Que el registro genealógico que traza Lucas es el de Helí, el abuelo de Jesús. 2) Que, siendo la afiliación de Jesús por vía de Helí manifiestamente opuesta a su afiliación por la línea de José, el documento que ha procurado que llegue hasta nosotros no pretende ser otra cosa —desde su punto de vista— que una genealogía de Jesús basada en el linaje de María. ¿Por qué, entonces, no menciona Lucas a María y pasa inmediatamente de Jesús a su abuelo? El pensamiento antiguo no consideraba que la madre fuera un eslabón de una cadena genealógica. Para los griegos, un hombre era hijo de su padre, no de su madre, y los judíos tenían el adagio: ‘Genus matris non vocatur genus [Al descendiente de una madre no se le llama (su) descendiente]’ (‘Baba Batrá’, 110 a)”. (Commentary on Luke, 1981, pág. 129.)
En realidad, las dos genealogías (la de Mateo y la de Lucas) exponen la descendencia de David: una por medio de Salomón y la otra por medio de Natán. (Mt 1:6; Lu 3:31.) Cuando examinamos las listas de Mateo y Lucas, hallamos que después de separarse en Salomón y Natán, vuelven a unirse otra vez en dos personas, Sealtiel y Zorobabel. Esto puede explicarse de la siguiente manera: Sealtiel era el hijo de Jeconías, pero se le llegó a llamar “hijo de Nerí” quizás debido a que se casó con la hija de este y así llegó a ser su yerno. Es posible también que Nerí no tuviera hijos varones, lo que pudiera ser otra razón por la que se considerara a Sealtiel su “hijo”. Zorobabel, quien es probable que fuera hijo carnal de Pedaya, fue considerado legalmente hijo de Sealtiel, tal como se ha mostrado antes. (Compárese con Mt 1:12; Lu 3:27; 1Cr 3:17-19.)
A continuación, las genealogías indican que Zorobabel tuvo dos hijos, Resá y Abiud, y de nuevo las líneas se separan en este punto. (Pudieron haber sido descendientes y no hijos verdaderos, o al menos uno de ellos puede que haya sido un yerno. Compárese con 1Cr 3:19.) (Lu 3:27; Mt 1:13.) Las genealogías de Jesús de los evangelios de Mateo y Lucas varían en este punto de la que se halla en el capítulo 3 de Primero de las Crónicas. Estas diferencias pueden ser debidas a que Mateo, y quizás también Lucas, omitieron varios nombres a propósito. Pero el hecho que ha de tenerse en cuenta es que tales diferencias en las listas genealógicas de Mateo y Lucas muy probablemente son las mismas que ya existían en los registros genealógicos que estaban en uso en aquel entonces, plenamente aceptados por los judíos, y por lo tanto no fueron cambios que Mateo y Lucas efectuaron.
Por lo tanto, podemos concluir que las dos listas, la de Mateo y la de Lucas, establecen dos verdades: 1) que Jesús fue realmente el Hijo de Dios y el heredero natural del reino por nacer de manera milagrosa de la joven virgen María, perteneciente a la línea de David, y 2) que Jesús también era el heredero legal en la línea de descendencia de David y Salomón por medio de su padre adoptivo José. (Lu 1:32, 35; Ro 1:1-4.) El hecho de que José, consciente de las circunstancias, se casase con María y le diese la protección de su buen nombre y de su linaje real refutaba cualquier acusación que pudieran hacer los judíos hostiles en cuanto a la ilegitimidad del nacimiento de Jesús.
Estado placentero del ánimo que se complace en la posesión de un bien; goce completo, cuya duración, por inclinación natural, se desearía fuese permanente; satisfacción, contentamiento. Difiere, por lo tanto, del placer en sí, cuya incidencia está sujeta a la casualidad u obedece a estímulos superficiales.
El vocablo hebreo `é·scher (Sl 40:4) se traduce “feliz”, mientras que el verbo afín `a·schár significa “declarar feliz”. (Gé 30:13.) Ambos términos se emplean con relación a personas, por lo general para aludir al resultado de buenas acciones, como actuar con consideración hacia personas desfavorecidas o con temor reverente en relación con Jehová. (Sl 41:1; 112:1.) El término griego correspondiente es ma·ká·ri·os (feliz).
En 1 Timoteo 1:11 algunas versiones traducen ma·ká·ri·os por “bendito” (BAS, ENP, HAR, NVI, Val). Otro tanto ocurre en 1 Timoteo 6:15 (Mod, NVI, VP). Sin embargo, “feliz” es una traducción más exacta del vocablo, pues la lengua griega tiene una palabra específica para “bendito”, eu·lo·guë·tós. Por eso, otras versiones utilizan en los citados textos “bienaventurado” (BI, NBE, RH y otras) o “feliz” (1Ti 6:15, CP; CI; NM). Esto está en armonía con el hecho de que en las “felicidades” (conocidas generalmente como “bienaventuranzas”, y que se hallan en Salmos, Proverbios y particularmente en el Sermón del Monte) se haya traducido la forma plural de ma·ká·ri·os por “bienaventurados” (BJ, NC, Val y otras), “dichosos” (CP, NBE, Sd, VP) y “felices” (BI, CI, DGH, ENP, LT, NM, RH, TNV).
Jehová y Jesucristo. Jehová es el “Dios feliz”, y a su Hijo Jesucristo se le llama “el feliz y único Potentado”. (1Ti 1:11; 6:15.) A pesar de que la introducción de la iniquidad representó un desafío para el nombre y la soberanía de Jehová tanto en el cielo como en la Tierra (véase JEHOVÁ), Él está seguro del cumplimiento de sus propósitos; no se puede hacer nada contrario a lo que su voluntad permite. (Isa 46:10, 11; 55:10, 11.) Su gran paciencia al permitir condiciones que podría cambiar se ha debido a que tiene un propósito o fin definido en mira, y por ello es feliz. Pablo escribe a este respecto: “Dios, aunque tiene la voluntad de demostrar su ira y de dar a conocer su poder, toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira hechos a propósito para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia, que él preparó de antemano para gloria”. (Ro 9:22-24.)
Por esta razón, el salmista exclama: “La gloria de Jehová resultará ser hasta tiempo indefinido. Jehová se regocijará en sus obras”. (Sl 104:31.) Él es el primer y mayor Dador, nunca cambia ni deja que su generosidad y su actitud misericordiosa y amorosa se vuelvan en amargura debido a la ingratitud de algunas de sus criaturas. “Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes, y con él no hay la variación del giro de la sombra.” (Snt 1:17.) Su hijo Jesucristo también es feliz debido a que confía plenamente en su Padre y hace siempre las cosas que le agradan. (Jn 8:29.) Incluso cuando pasó por pruebas y sufrió, Jesús tuvo contentamiento. (Heb 12:2; compárese con Mt 5:10-12.)
¿Cuál es la base para la felicidad verdadera? Todas las felicidades prometidas en la Biblia están supeditadas a que exista una buena relación con Dios; todas ellas se realizan sobre la base del amor de Dios y el servicio fiel a Él. Si uno se aparta de la obediencia a Jehová, no puede conseguir verdadera felicidad. Su bendición es esencial para ser feliz; es una de sus ‘dádivas buenas’ y ‘dones perfectos’.
La felicidad no se deriva de acumular riquezas o poder material. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hch 20:35.) Al que es considerado con el de condición humilde y disfruta de la felicidad de dar, se le promete: “Jehová mismo lo guardará y lo conservará vivo. Será pronunciado feliz en la tierra”. (Sl 41:1, 2.) Las cosas que contribuyen a la verdadera felicidad son: el conocimiento de Jehová, la sabiduría que proviene de Él e incluso su corrección y disciplina. (Pr 2:6; 3:13, 18; Sl 94:12.) La persona que es verdaderamente feliz confía en Jehová (Pr 16:20), se deleita en su ley y anda en ella (Sl 1:1, 2; 112:1), observa lo justo (Sl 106:3) y teme a Dios (Sl 128:1).
★Temamos a Jehová y seremos felices - (1-8-2006-Pg.26)
★Usted puede ser feliz de verdad - (2-10-2022-Pg.6)
Una nación feliz. Una nación entera o todo un pueblo puede ser feliz si verdaderamente sigue a Jehová como su Dios y obedece sus leyes. (Sl 33:12; 144:15.) Después de la administración justa de David y durante el tiempo en que el rey Salomón siguió la ley de Jehová, la nación de Israel se sentía segura y feliz, “como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comían y bebían y se regocijaban”. (1Re 4:20, 25; 10:8; 2Cr 9:7.) Esto demuestra la influencia que ejerce un dominio justo sobre una nación. (Compárese con Pr 29:2, 18.) Los judíos nacionalistas pensaban que por ser descendientes carnales de Abrahán y Jacob, eran la ‘nación feliz cuyo Dios es Jehová’ (Sl 33:12), pero Jesús les aclaró lo que en realidad se requería para la felicidad de la nación. Les dijo abiertamente que el reino de Dios les sería quitado y sería “dado a una nación que [produjera] sus frutos”. (Mt 21:43.) Años después, el apóstol Pedro aplicó el término “nación” a los engendrados por espíritu en unión con Cristo, diciendo: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa”. (1Pe 2:9.)
Consejo de Cristo sobre la felicidad. Jesús empezó con fuerza su Sermón del Monte, enumerando nueve felicidades relacionadas con cualidades que llevan a una persona al favor de Dios, con la perspectiva de heredar el Reino de los cielos. (Mt 5:1-12.) Se ha de tener presente que en estas felicidades lo que le aporta a la persona la bendición de la felicidad no es la situación en la que se halla debido al tiempo y al suceso imprevisto, ni los actos puramente humanitarios que pudiera realizar. La verdadera felicidad se deriva de aquellas cosas que tienen que ver con la espiritualidad, la adoración a Dios y el cumplimiento de sus promesas. Por ejemplo, Jesús dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu...” (NC), o, traducido de manera más entendible, “felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”. (Mt 5:3.) Luego sigue diciendo: “Felices son los que se lamentan, puesto que ellos serán consolados”. (Mt 5:4.) Es obvio que Jesús no se refiere a todas las personas que se lamentan por cualquier razón. Es un lamento por el estado de necesidad espiritual, por su condición pecaminosa y las tristes consecuencias que de ella se derivan, y por el hambre y sed de justicia que padecen. Dios reparará en tales personas y las favorecerá con su bendición de satisfacción espiritual, pues Jesús promete: “Ellos serán saciados”. (Compárese con 2Co 7:10; Isa 61:1-3; Eze 9:4.)
En el libro de Apocalipsis, Jesucristo proclama siete felicidades por medio de un mensajero angélico. (Apo 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14.) En su introducción dice: “Feliz es el que lee en voz alta, y los que oyen, las palabras de esta profecía, y que observan las cosas que se han escrito en ella” (Apo 1:3), y termina con las siguientes palabras: “Felices son los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la autoridad de ir a los árboles de la vida, y para que consigan entrada en la ciudad [la Nueva Jerusalén] por sus puertas”. (Apo 22:14.)
La felicidad se define como un estado de bienestar caracterizado por emociones que van desde la satisfacción hasta una gran alegría. La felicidad verdadera proviene de tener una buena relación con Dios.
Cada una de estas nueve bienaventuranzas, como se las conoce habitualmente, comienza con la expresión griega ma·ká·ri·oi. En vez de traducir esta palabra por “bienaventurados”, como hacen algunas versiones bíblicas, la Traducción del Nuevo Mundo, La Nueva Biblia Latinoamérica y La Biblia interconfesional, entre otras, utilizan el término más moderno “felices”. (w04 1/9 pág. 4 Nota)
Lo que Jesús está haciendo es nada menos que esto: Está afirmando que, aunque todos consideren que sus seguidores son los más infelices y desafortunados, y aunque ellos mismos de ningún modo estén siempre llenos de optimismo acerca de su propia condición, ante los ojos del cielo y por las normas del reino son verdaderamente felices; sí, “felices” en el sentido más elevado de la palabra; por eso, superlativamente bienaventurados.
De paso, sírvase notar que éstas son “felicidades,” y no “bienaventuranzas,” razón por la cual muchas traducciones modernas tales como la Nueva Biblia Española y la Versión Popular usan “dichosos” en lugar de “bienaventurados,” y el Nuevo Testamento de la Versión Popular usa “felices” tal como lo hace la Traducción del Nuevo Mundo. (w82 1/5 26) la palabra griega que se vierte aquí “Bienaventurados” en muchas traducciones al principio de estas nueve es makarios, que en varias traducciones modernas se vierte “felices.” (Vea Today’s English Version, Emphasized Bible de Rotherham y la Traducción del Nuevo Mundo.) Hay otra palabra griega para “bienaventurados,” a saber eulogetós. De modo que éstas son nueve “felicidades” que Jesús pronunció al principio de su Sermón. La palabra griega aquí, makarios, no quiere decir simplemente estar alegre, festivo, como cuando uno se está divirtiendo. Más bien tiene el significado de gran bienestar, porque tanto de Dios como de Jesucristo se dice que son ‘felices.’ —1 Tim. 1:11; 6:15. (g71 8/9 27)
Los griegos aplicaban la palabra griega para “feliz” en este texto, makarios, a la felicidad suprema, la felicidad de la que se suponía que disfrutaban los dioses. En vista de la manera en que se usó la palabra en el Sermón del Monte de Jesús, y a través de las Escrituras Griegas Cristianas, un significado más abarcador de makarios sería ‘felicidad por ser favorecido por Dios.’ (g71 22/9 27)
Deleitarse en Jehová. En resumen: queda claro que aquellos que alcanzan la verdadera felicidad son los que constituyen la “nación santa” de Dios (1Pe 2:9), así como todos aquellos que sirven y obedecen a Jehová de corazón en unión con esa nación. El salmista dijo: “Regocíjense en Jehová, oh justos, y den gracias a su santa mención conmemorativa”. (Sl 97:12.) Siglos más tarde, Pablo se hizo eco de esas palabras y dijo en una de sus cartas a la congregación cristiana: “Siempre regocíjense en el Señor. Una vez más diré: ¡Regocíjense!”. (Flp 4:4.) En consecuencia, ni las riquezas ni la sabiduría, ni tampoco los logros ni el poder personal, conducen a la felicidad verdadera, sino solo el conocimiento de Jehová, cuyo consejo es: “No se gloríe el sabio a causa de su sabiduría, y no se gloríe el poderoso a causa de su poderío. No se gloríe el rico a causa de sus riquezas. Pero el que se gloría, gloríese a causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí, que yo soy Jehová, Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la tierra; porque en estas cosas de veras me deleito”. (Jer 9:23, 24.)
“Da y sé feliz”
María tiene 60 años y lleva más de 40 años casada, su marido Tom es precursor en una congregación pequeña, a Tom siempre le encanto la predicación y le llena mucho el poder ayudar a otros a conocer la verdad. Tom esta satisfecho y feliz con su vida, su esposa María no. Un día María le confió a una amiga de que se sentía infeliz, pues su marido Tom no ganaba lo suficiente para disfrutar de unas buenas vacaciones y otras cosas bonitas de la vida que ella siempre deseo, como amueblar bien su casa o comprarse bonitos vestidos.
Su amiga la escucho con atención y empatía y le hizo sentir de que ella se merecía algo mejor de lo que tenía. Pasaron 5 años, parecía que la amistad de María se habia enfriado con su amiga por el consejo que le habia dado, pero entonces ésta recibió una carta de María, en la que le agradecía mucho las palabras que le dijo en cuanto a que la felicidad no depende de otros. María había tomado las riendas de su felicidad y le contaba a su amiga en la carta de que su matrimonio nunca había sido tan feliz como ahora, además había encontrado mucha satisfacción en emprender también el precursorado, y ahora estaba ayudando a varias personas a encontrar la felicidad, ésto la satisfacía mucho y estaba muy agradecida y feliz. Nadie es responsable de nuestra felicidad, sino nosotros mismos al usar nuestros dones para ayudar a otros nos hará felices a nosotros mismo (Hch 20:35) |
“Dale color a tu vida”
Una mujer muy sabia se despertó una mañana, se miró al espejo, y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza. 'Hmmm' pensó, 'Creo que hoy me voy a hacer una trenza'. Así lo hizo y pasó un día maravilloso.
El siguiente día se despertó, se miró al espejo y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.
El siguiente día, cuando despertó, se miró al espejo y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
A la mañana siguiente, cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
Tu actitud es todo en la vida. Alégrate cada mañana; dale gracias a Dios por un nuevo día, por la vida. Hazte amigo de tí mismo, pues va a ser la única persona que siempre tendrás a tu lado, cuida bien de tu mente y corazón. Se humilde y agradece hasta los detalles más pequeños de la vida, pues tarde o temprano puede ser que tu también pierdas tu último pelo.
La vida no es esperar a que pase la tormenta, |
¿De quién o qué depende nuestra felicidad?
No debemos cometer el error de encargar a otros nuestra felicidad, lamentablemente así entran muchas personas en una relación de matrimonio, es cierto que podemos confiar razonablemente en que nuestro cónyuge nos hará feliz, pero no podemos esperar eso a grado perfecto, el dejar depender nuestra felicidad de lo que otros hagan o dejen de hacer, es una garantía de nuestra infelicidad. Si no estás contento con tu pareja, trátala como lo que quieres que llegue a ser y no como lo que todavía es.
Esta pregunta te puede orientar un poco, pregúntate honradamente: Si no tenemos paz interna a trabes de una buena relación con Jehová, no podremos controlarnos, y será el Diablo quien nos controle, quizás nos excusemos y digamos que si no nos hubieran provocado no actuaríamos así, pero la realidad es que si no fuera esa provocación seria otra cosa, pues el problema radica en nuestro interior, sin importar lo que pase alrededor. Es cierto que a veces no podemos controlar nuestros pensamientos, pero si debemos tener control de nuestras obras y de la lengua, esto contribuirá mucho a nuestra felicidad (1Pe. 3:10.) |
¿Dónde se escondió la felicidad?
La buscó en el DINERO: Jason "Jay" Gould, millonario norteamericano, al morir dijo: "Supongo que soy el hombre más miserable sobre la tierra."
La buscó en el PODER MILITAR:
La buscó en el PLACER:
La buscó en la INCREDULIDAD:
La buscó en el ESTATUS Y LA FAMA: Pero entonces, ¿DÓNDE ESTÁ LA FELICIDAD? ★“Ama a las personas, no las cosas” (1Ti 6:10)
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El "cuarteto químico de la felicidad"
Los químicos de la felicidad: El cuarteto que estimulan tu cerebro naturalmente.
★Dopamina: encargada del placer y se relaciona con el cumplimiento de metas y deseos.
★Oxitocina: reduce el estrés y aumenta la líbido.
★Serotonina: regula el estado de ánimo y se relaciona con la autoestima.
★Endorfina: reduce el dolor, el estrés y el miedo.
Realiza estas actividades diariamente y verás como en una semana, te sentirás diferente, mejor y más feliz. |
Ayudalo a encuentra su felicidad
Un maestro trajo globos a la clase y regaló uno a cada alumno, ordenó anotar sus nombres en sus globos, los dejó en el piso y sacó a los alumnos, luego les dijo: tienen 5 minutos para que encuentren los globos con sus propios nombres, los alumnos entraron y cada uno buscaba su nombre en el globo, se acabaron los 5 minutos y nadie pudo encontrar el suyo.
Les dijo: ahora cada uno tome cualquier globo y entréguelo al dueño del nombre que está anotado. Dijo el profesor: los globos son como la felicidad, ¡nadie la va a encontrar si sólo se preocupa por encontrar la suya, hay que ayudar a los demás a encontrarla para recibir su propia felicidad!
¡Aprende a hacer el bien sin esperar que te lo devuelvan, porque la vida te lo va a devolver en algún momento! |
No busques más
No busque más el amor, no busques más la felicidad, éstas son cosas que la vida nos regala, o no, Dios sabe porqué. El buscarlas por las calles o las cosas, no te conducirá a nada, solo te traerá insomnio y decepción. Si el amor o la felicidad quiere una cita contigo, tocará a tu puerta. Vendrán si tienen que venir, pero ninguna de las dos cosas son ya imprescindibles. Llega cierta edad en la vida donde lo más necesario es la paz, paz con uno mismo y paz con Dios. |
¿Qué necesitamos para ser felices?
¿Cómo dio esperanza Jesús?
¿Qué consejos dio Jesús para tener una vida feliz?
¿Qué es lo que nos hará más felices?
¿Qué necesitamos para ser felices?
Jesús comenzó su sermón más famoso hablando de la felicidad. Dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). ¿A qué necesidad se refería?¿Qué consejos dio Jesús para tener una vida feliz?
Jesús habló de las relaciones personales, del matrimonio, de los bienes materiales y de cualidades como la humildad, entre otras cosas (Mateo 5:21-32; 6:1-5, 19-34). Sin duda, seguir sus consejos contribuirá a nuestra felicidad.¿Qué es lo que nos hará más felices?
Es verdad que hacer cosas por los demás nos hace muy felices. Sin embargo, ninguna felicidad es comparable a la que se siente al servir a Dios. Según indicó Jesús, ni siquiera se puede comparar con la alegría que sienten los padres por los logros de sus hijos. En una ocasión, “cierta mujer de entre la muchedumbre levantó la voz y le dijo: ‘¡Feliz es la matriz que te llevó y los pechos que mamaste!’. Pero él dijo: ‘No; más bien: ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!’” (Lucas 11:27, 28).1:18; 4:14.
¿Qué “predicciones” se habían hecho respecto a Timoteo?.
Tal vez se trate de ciertas profecías sobre la futura labor de Timoteo en la congregación cristiana, que se pronunciaron por inspiración cuando Pablo visitó Listra durante su segundo viaje misional (Hech. 16:1, 2). Basándose en estas predicciones, los ancianos de la congregación ‘le impusieron las manos’ al joven Timoteo, apartándolo para un servicio en particular.
2:3, 4.
¿De qué maneras podemos aclarar la aplicación de los textos bíblicos que leemos?.
Una manera de hacerlo es aislar las palabras clave, las que tienen que ver con el punto en cuestión. Jesús se centró en la expresión “una sola carne” al explicar el significado de Génesis 2:24 (Mat. 19:3-6). También podemos hacer preguntas que resalten las palabras clave del texto que queremos leer. El objetivo es atraer la atención a la porción del texto que tenga que ver con nuestra exposición de modo que el auditorio vea con claridad la conexión entre el tema y los textos bíblicos que usamos.
2:9.
¿Qué significa adornarse con “vestido bien arreglado”, y qué efecto tendrá este consejo de 1 Timoteo 2:9 en nuestras intervenciones desde la plataforma o en el ministerio del campo?.
Las palabras griegas que ahí se vierten “adornen”, “bien arreglado” y “adorno” son formas de kó·smos, que también es la raíz de la palabra “cosmético”, que significa: “sustancia de las empleadas para embellecer el cutis, el pelo, etc.”. (w91 1/6 30) El uso de maquillajes era otra costumbre oriental introducida en Grecia por los comerciantes y viajeros. En el siglo V a.E.C. las mujeres atenienses utilizaban plomo para emblanquecerse el rostro. Se pintaban los labios de rojo y se ponían colorete hecho de algas o raíces. Se perfilaban las cejas con hollín, se oscurecían los párpados con kohl (sulfuro de antimonio en polvo u otras sustancias) y como rímel para las pestañas utilizaban excremento de vaca o una mezcla de clara de huevo y goma arábiga. Las excavaciones arqueológicas realizadas en palacios, cementerios y pueblos han sacado a la luz una multitud de objetos relacionados con el embellecimiento de las mujeres. La amplia variedad de instrumentos y utensilios incluye espejos, peines, alfileres en forma de gancho, pequeños y elegantes cuchillos, horquillas para el pelo, navajas de afeitar y minúsculos recipientes para perfumes, cremas y pigmentos. (g95 8/3 22)
Según este principio, aplicable tanto a hombres como a mujeres, hemos de vestir con pulcritud. Seguir este principio habla bien del cristiano y honra a la organización de Jehová. Cuando los demás observen nuestro “vestido bien arreglado”, tal vez se sientan más inclinados a escuchar el mensaje que proclamamos.
2:9a.
¿Cómo es la persona que demuestra “modestia y buen juicio”?.
La persona modesta no desea ofender innecesariamente a nadie ni llamar demasiado la atención. Quien tiene buen juicio es discreto y sensato, respeta las normas divinas y está dispuesto a poner en práctica las pautas bíblicas.
2:9b.
¿Por qué debemos tener una apariencia pulcra?.
Nuestra apariencia pulcra redunda en gloria para Dios y habla bien de su organización (1 Cor. 10:31). Si nuestra ropa y nuestra persona están limpias, los demás quizá concluyan que tenemos amor propio y se muestren más dispuestos a escucharnos.
2:9c.
¿Qué principios bíblicos debemos aplicar para que nuestra apariencia no refleje amor al mundo?.
En 1 Juan 2:15-17 se nos advierte que no amemos al mundo ni las cosas del mundo. Los siervos de Jehová rechazamos las modas del sistema de Satanás que no reflejan la personalidad cristiana. Efesios 2:2 hace referencia al espíritu de rebelión que existe en este malvado sistema. La desobediencia a la autoridad se evidencia en la forma de vestirse y arreglarse hoy día la gente: sensual, de mal gusto y desaliñada. En vez de imitar al mundo, sigamos el ejemplo de los cristianos maduros (1 Tim. 4:12; 1 Ped. 5:2, 3).
Lo que se pone para la decoración, la hermosura o mejor parecer de personas o cosas, aunque no siempre sea de valor práctico. Usaron los adornos en especial las mujeres, aunque también los utilizaron los hombres; se emplearon en la decoración de edificios y para engalanar animales. El propósito puede ser bueno o engañoso. La palabra hebrea para “adorno” es , que debe proceder de la raíz ha·dhár, cuyo significado es “honor”. (1Cr 16:29; Lam 5:12.) En 1 Pedro 3:3 “adorno” traduce la palabra griega kó·smos, vertida “mundo” en otros textos. El verbo relacionado ko·smé·ö se traduce “adornar”. (Tit 2:10.)
Los adornos en tiempos bíblicos. Las referencias bíblicas y los hallazgos que los arqueólogos han sacado a la luz revelan que no solo hubo interés por los adornos desde tiempos muy antiguos, sino una producción de gran nivel artístico. Los artesanos realizaron obras sumamente decorativas en tejeduría, bordado, tallado en madera y marfil, y en metalistería. Los restos de palacios de Asiria, Babilonia y Persia (como el de la ciudad de Mari) dan prueba de una exquisita decoración, con grandes murales en las paredes interiores, así como bajorrelieves tallados con minuciosidad de escenas de guerra, caza y vida cortesana que adornaban tanto las paredes interiores como las exteriores. Las entradas del palacio solían estar custodiadas por grandes figuras de bestias imponentes. Las representaciones de los reyes y otros personajes en los relieves revelan finos bordados en sus prendas de vestir. Incluso el equipo de los caballos está muy ornamentado con borlas y grabados. (Compárese con los collares de los camellos madianitas; Jue 8:21, 26.) Los adornos usados en el antiguo Egipto se conocen sobre todo por sus pinturas funerarias, aunque también han sobrevivido algunos objetos, como tronos, carros reales y otros artículos. El siervo de Abrahán ya regaló en su tiempo a Rebeca algunos artículos de joyería, como una nariguera de oro y unos brazaletes también de oro. (Gé 24:22, 30, 47, 53.) Cuando llegó a ser el primer ministro de Faraón, José recibió un collar de oro y el propio anillo de sellar del monarca. (Gé 41:41-43.) Estos anillos de sellar, o sortijas con sello, eran comunes en todas las tierras bíblicas, y a veces se llevaban colgados del cuello con un cordón. (Compárese con Gé 38:18.) Servían para poner la firma o sello oficial de la persona en documentos, y de este modo se identificaba al portador del documento como representante autorizado del propietario del anillo.
En el éxodo, los israelitas obtuvieron de los egipcios muchos objetos de plata y oro, y sin duda de estos provinieron gran parte de los prendedores, aretes, anillos y otros artículos que contribuyeron para la preparación del tabernáculo, tal como antes habían contribuido de modo erróneo aretes de oro para la fabricación del becerro idolátrico. (Éx 12:35, 36; 32:1-4; 35:20-24.) En la preparación del tabernáculo y su equipo participaron muchos hábiles artesanos de la madera, los metales y las piedras preciosas, y también tejedores y bordadores. (Éx 35:25-35.)
El templo que más tarde construyó Salomón fue ornamentado aún de forma más espléndida. Sus paneles de madera de cedro, así como sus puertas de madera de árbol oleífero y de enebro, estaban tallados con figuras de calabazas, guirnaldas de flores, querubines y palmeras, y recubiertos de oro; por otra parte, las dos columnas de cobre que había delante del edificio tenían capiteles adornados con obra de malla, obra de cadena, granadas y obra de lirios. (1Re 6:18, 29, 35; 7:15-22.) Salomón demostró un gran aprecio por la belleza artística; su magnífico trono de marfil revestido de oro, con figuras de leones en cada brazo y doce más en los seis escalones que había enfrente de él, era único en el mundo antiguo. (1Re 10:16-21.) Tanto el templo como los edificios reales gubernamentales estaban adornados de manera tan hermosa, que dejaron impresionada a la reina de Seba. (1Re 6, 7, 10.) El templo que edificó Herodes también era un edificio magnífico, adornado con piedras hermosas y cosas dedicadas. De todos modos, Jesús mostró que estos adornos materiales no serían de ningún valor cuando el juicio de Dios cayera sobre Jerusalén por su infidelidad. (Lu 21:5, 6.)
En tiempos bíblicos, el novio y la novia se engalanaban para el banquete de bodas. La novia se ataviaba con la mejor ropa y los mejores adornos que tenía para presentarse delante del novio. (Sl 45:13, 14; Isa 61:10.)
Sin embargo, la Biblia realza más el adorno espiritual. La disciplina de los padres se considera “una guirnalda de atracción” para la cabeza, “un collar fino” para la garganta y una “corona de hermosura”; “los labios del conocimiento son vasos preciosos”, superiores a cualquier jarrón de oro de un artesano; “como manzanas de oro en entalladuras de plata es una palabra hablada al tiempo apropiado para ella”, y “un arete de oro, y un adorno de oro especial, es el censurador sabio al oído que oye”. (Pr 1:9; 4:9; 20:15; 25:11, 12.) A una mujer bella que no tiene sensatez se la asemeja a una “nariguera de oro en el hocico de un cerdo”. (Pr 11:22.)
“Adorno del rey” El libro de Proverbios muestra que el que una multitud de personas escoja vivir bajo la gobernación de un rey y se deleite en ella es una medida del éxito de esa gobernación; es un adorno para el rey, algo que le recomienda y le distingue como gobernante. (Pr 14:28.) Jehová, mediante su reino mesiánico, es esa clase de gobernante. (Sl 22:27-31; Flp 2:10, 11.) A Jehová mismo se le describe envuelto en luz y rodeado de belleza. (Sl 104:1, 2; Eze 1:1, 4-28; Apo 4:2, 3.) Él ha adornado profusamente su creación con color, variedad y gran magnificencia. (Lu 12:27, 28; Sl 139:14; 1Co 15:41.)
La aptitud de un rey se mide por el bienestar de sus súbditos. Si muchos desean permanecer bajo su dominación, será porque es un buen dirigente. Salomón tenía “súbditos de mar a mar [del mar Rojo al mar Mediterráneo] y desde el Río [Éufrates] hasta los cabos de la tierra” (Salmo 72:6-8). Su gobernación se caracterizó por paz y prosperidad sin precedentes (1 Reyes 4:24, 25). El reinado de Salomón fue todo un éxito. Por otro lado, el dirigente que no cuenta con el favor popular acaba sufriendo deshonra.
Durante la mayor parte de su reinado, Salomón temió y obedeció a Jehová, lo que contribuyó a que su gobierno tuviera buenos resultados. ¿Cómo se sabe si un rey es buen gobernante o no? Pr 14:28 responde: “En la multitud de pueblo está el adorno del rey, pero en la falta de población está la ruina del alto funcionario”. La aptitud de un rey se mide por el bienestar de sus súbditos. Si muchos desean permanecer bajo su dominación, será porque es un buen dirigente. Salomón tenía “súbditos de mar a mar [del mar Rojo al mar Mediterráneo] y desde el Río [Éufrates] hasta los cabos de la tierra” (Salmo 72:6-8). Su gobernación se caracterizó por paz y prosperidad sin precedentes (1 Reyes 4:24, 25). El reinado de Salomón fue todo un éxito. Por otro lado, el dirigente que no cuenta con el favor popular acaba sufriendo deshonra.
Consejo cristiano sobre el adorno personal. Asimismo, las Escrituras Griegas Cristianas recomiendan la moderación en el adorno y aconsejan no confiar en las cosas físicas, dando una falsa imagen mediante el adorno material. En los días de los apóstoles, las mujeres a las que había influido la cultura griega solían llevar peinados muy elaborados y otros adornos, motivo por el que Pablo señaló que las mujeres cristianas deberían “[adornarse] en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras”. (1Ti 2:9, 10.) Del mismo modo, Pedro recurrió a ejemplos de tiempos precristianos al exhortar a las mujeres a que buscasen la belleza de “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios”, señalando a mujeres que se adornaban “sujetándose a sus propios esposos”, como el caso de Sara. (1Pe 3:1-6.) Por lo tanto, las Escrituras proporcionan la guía para una justa evaluación del adorno y las joyas, así como para su uso equilibrado.
Por otra parte, el apóstol Pablo señala que el cristiano puede hermosear o adornar la enseñanza de Dios y hacerla más atractiva a otros mediante obras excelentes e intachables de seriedad, habla saludable y conducta recta. (Tit 2:10.)
La ornamentación en la profecía. Jehová había bendecido a Jerusalén y por eso la asemejó a una mujer ataviada con prendas de vestir costosas, y muy adornada y enjoyada. Sin embargo, la capital de Judá usó su belleza y adorno de modo infiel como una prostituta. El que perdiera su espiritualidad y se prostituyera en sentido espiritual con las naciones resultó en que fuera despojada de sus adornos y dejada como desnuda. (Eze 16:2, 10-39.) A Jerusalén se la despojó, no solo en sentido espiritual, sino también literal, cuando sus avariciosos conquistadores tomaron las riquezas de la ciudad, incluso las que “las hijas de Sión” habían llevado: “Las ajorcas y las cintas para la cabeza y los adornos de forma de luna, los pendientes y los brazaletes y los velos, las prendas de adorno para la cabeza y las cadenillas de los pasos y las fajas para los pechos y las ‘casas del alma’ [quizás recipientes para perfume] y las conchas zumbadoras ornamentales [amuletos], los anillos para los dedos y los anillos para la nariz”. (Isa 3:16-26.) Este tiempo sería de duelo, pues era costumbre quitar los adornos durante el duelo. (Éx 33:4-6.) Oseas, el profeta de Jehová, también condenó a las diez tribus de Israel por adornarse con el motivo incorrecto de atraer a “amantes apasionados” y envolverse en la adoración falsa. (Os 2:13.)
Sin embargo, los profetas de Jehová predijeron la restauración de Israel del exilio en Babilonia, y que la nación se adornaría de nuevo como expresión de su gozo y alborozo. (Isa 52:1; Jer 31:4.) Entonces Sión sería edificada —de manera figurada— con un fundamento de zafiros, almenajes de rubíes y puertas de piedras relumbrantes como el fuego, en función de la paz y la justicia que Él daría (Isa 54:7, 8, 11-14), y Jerusalén se vestiría con atavío y adornos de novia. (Isa 49:14-18; compárese con 61:10.) Este último cuadro tiene cierta semejanza con la descripción de la Nueva Jerusalén, la congregación cristiana, con sus puertas de perlas y fundamentos adornados con piedras preciosas, que es preparada como una “novia adornada para su esposo”, Jesucristo. (Apo 21:2, 9-21.) Es patente de nuevo que los ornamentos y adornos se refieren a cualidades y bendiciones espirituales resultantes de la aprobación y el favor de Dios.
En contraste, Babilonia la Grande, la mujer simbólica que comete fornicación con los reyes de la tierra, se engalana con traje real y adornos, y vive en lujo desvergonzado, pero tiene que ser despojada de sus suntuosas galas, desnudada y destruida. Su belleza es falsa, y ella ‘se glorifica a sí misma’; por consiguiente, su adorno no representa la bendición y el favor divino, sino, más bien, sus propias pretensiones y los beneficios que le produce su prostitución en poder y riquezas. (Apo 17:3-5, 16; 18:7-20; véanse AJORCA; BRAZALETE; COSMÉTICOS; CUENTAS; INDUMENTARIA; PRENDEDOR.)
Sustancias o tratamientos que se aplican al rostro o a otras partes del cuerpo para cambiar su apariencia, embellecerlo o hacerlo más atractivo. Estos preparados pueden aplicarse a la piel, las uñas o el cabello. La palabra española “cosmético” se deriva del término griego ko·smë·ti·kós, que significa “experto en decoración”.
En el pueblo de Israel había quienes preparaban ungüentos y mezclas. (Éx 30:25; 1Sa 8:13; Ne 3:8.) El uso de los ungüentos, a menudo perfumados, estaba muy generalizado, posiblemente más que el de otros cosméticos. En los climas cálidos y secos contribuían a humedecer la piel y el cabello. También se usaban los aceites perfumados; en una ocasión una mujer pecadora ungió los pies de Jesús con esta clase de aceite. (Lu 7:37, 38.) Asimismo, unos días antes de la muerte de Jesús, María, la hermana de Lázaro, fue “con una cajita de alabastro llena de aceite perfumado, nardo genuino, muy costoso”, y lo ungió. (Mr 14:3; Jn 12:3; Mt 26:6, 7; véase UNGÜENTOS Y PERFUMES.)
Cuando Jehú fue a Jezreel, Jezabel “procedió a pintarse los ojos con pintura negra”, además de arreglarse la cabeza hermosamente. (2Re 9:30.) Algunas mujeres israelitas se pintaban los ojos, como era común en la antigüedad en otras tierras del Oriente Medio. (Eze 23:40.) La pintura para los ojos solía ser negra, un color que contrastaría con el blanco de los ojos y los haría parecer más grandes. (Jer 4:30.) En las Escrituras no se dice que las mujeres fieles de Israel acostumbraran a pintarse los ojos, aunque una de las hijas de Job se llamaba Querén-hapuc, que posiblemente significa “Cuerno de la Pintura (de ojos) Negra [es decir, un receptáculo de cosmética]”. (Job 42:14.)
Las Escrituras no condenan el uso modesto y juicioso de los artículos de adorno. No obstante, Pablo y Pedro aconsejaron a las mujeres cristianas que se adornaran “con modestia y buen juicio, [...] como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios”. (1Ti 2:9, 10; 1Pe 3:3, 4.) Y en la estimación inspirada de la buena esposa, se dice: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza”. (Pr 31:30.)
El maquillaje de Egipto
La vanidad es tan antigua como la civilización y los egipcios no fueron una excepción. Tanto los hombres como las mujeres llevaban grandes cantidades de maquillaje, que según ellos les brindaba la protección de Horus y Ra. Los cosméticos los fabricaban moliendo minerales como la malaquita y la galena, y con esta mezcla obtenían una sustancia llamada "khol" que aplicaban alrededor de los ojos con instrumentos hechos de madera, hueso y marfil. Las mujeres también aplicaban pintura roja a sus mejillas y teñían sus manos y sus uñas con henna. Ambos sexos utilizaban perfumes a base de aceite, mirra y canela. Los egipcios creían que su maquillaje tenía poderes curativos, y no iban del todo desencaminados: se ha demostrado que los cosméticos a base de plomo usados a lo largo del valle del Nilo ayudaban a evitar infecciones en los ojos. Resulta interesante que las referencias bíblicas a la pintura de ojos siempre estén relacionadas con mujeres de mala fama, como la intrigante reina Jezabel o como la prostituta —símbolo de la Jerusalén infiel— mencionada por los profetas Jeremías y Ezequiel (2Re 9:30; Jer 4:30; Eze 23:40). |
Adornos pequeños perforados hechos de diversos materiales, como el vidrio, las gemas, el oro y la plata. Solían usarse para confeccionar collares, y se han encontrado en momias egipcias, en sepulturas griegas y romanas, en ruinas de templos asirios y también en Meguidó, Asdod y Bet-semes.
Con respecto a la bella sulamita de El Cantar de los Cantares, se dice: “Gratas a la vista son tus mejillas entre las trenzas, tu cuello en una sarta de cuentas”. (Can 1:10.) Esta cita muestra que las sartas de cuentas eran uno de los adornos de las mujeres hebreas de la antigüedad. (Véase ADORNO[S]).
Señal o dibujo permanente conseguido practicando incisiones en la piel con el fin de producir cicatrices, o introduciendo una sustancia colorante debajo de la epidermis. Aunque era una práctica común para ciertos pueblos antiguos, los israelitas la tenían prohibida. (Le 19:28.) Por ejemplo, hubo un tiempo en que los egipcios se tatuaban en el pecho o en los brazos los nombres o símbolos de sus deidades. El que los israelitas acataran la ley de Jehová de no desfigurar sus cuerpos los hizo distintos de otras naciones. (Dt 14:1, 2.) También debió grabar en ellos el respeto debido al cuerpo humano, que, como creación de Dios, debe usarse para honrarle. (Sl 100:3; 139:13-16; Ro 12:1.)
2:14.
¿Quién tiene la culpa del estado en que se encuentra el mundo?.
La mayoría de la gente está preocupada por la situación mundial, pero no entiende por qué estamos tan mal. Y no lo entiende porque niega la existencia de Satanás, el verdadero causante de los problemas. Cierto, gran parte de esos problemas los ha provocado el ser humano. Desde que nuestros primeros padres se independizaron del Creador, la humanidad ha ido cometiendo un error tras otro. Pero fue el Diablo quien engañó a Eva y la convenció de que se rebelara contra Dios. Es él quien ha creado el sistema en el que vive nuestra imperfecta y decadente sociedad, y es él quien lo controla. Puesto que Satanás es “el dios de este sistema de cosas”, la sociedad humana tiene las mismas características que él: orgullo, discordia, envidia, avaricia, deshonestidad y rebeldía (2 Cor. 4:4; 1 Tim. 3:6; Sant. 3:14, 15). Tales características han generado conflictos políticos y religiosos, odio, corrupción y caos, lo que ha resultado en mucho dolor.
Todo aquello que es contrario a la personalidad, normas, caminos y voluntad de Jehová Dios, o que perjudica la relación de una persona con Él. Se puede pecar por palabras (Job 2:10; Sl 39:1), hechos (por acción [Le 20:20; 2Co 12:21] u omisión [Nú 9:13; Snt 4:17]), o por actitudes impropias de la mente o el corazón (Pr 21:4; compárese también con Ro 3:9-18; 2Pe 2:12-15). La falta de fe en Dios es un pecado grave, pues en realidad presupone falta de confianza o de fe en su capacidad de realizar lo que se propone. (Heb 3:12, 13, 18, 19.) Un estudio de los términos empleados en los idiomas originales y de ejemplos relacionados confirmará esta explicación.
El término hebreo común para “pecado” es jat·tá´th, y el griego es ha·mar·tí·a. En ambas lenguas las formas verbales (heb. ja·tá´; gr. ha·mar·tá·nö) significan “errar” en el sentido de marrar o no alcanzar una meta, camino, objetivo o blanco exacto. En Jueces 20:16 se utiliza ja·tá´ en una frase negativa para referirse a los benjamitas como ‘personas que podían tirar piedras con honda a un cabello y no erraban’. Los escritores griegos solían utilizar ha·mar·tá·nö con respecto al lancero que erraba su blanco. Ambas palabras se empleaban para referirse a errar, marrar o no alcanzar, no simplemente objetivos o metas materiales (Job 5:24), sino también morales o intelectuales. Proverbios 8:35, 36 dice que el que halla sabiduría piadosa halla vida, pero ‘el que no alcanza (heb. ja·tá´) la sabiduría le está haciendo violencia a su alma’, pues la lleva a la muerte. En las Escrituras, tanto el término hebreo como el griego se refieren principalmente al acto de pecar que solo puede darse en las criaturas inteligentes de Dios, errar el objetivo con respecto a su Creador.
El lugar del hombre en el propósito de Dios. El hombre fue creado “a la imagen de Dios” (Gé 1:26, 27), existe, como todo lo creado, por voluntad divina. (Apo 4:11.) El que Dios le diera trabajo mostró que el hombre estaría al servicio del propósito de Dios sobre la Tierra. (Gé 1:28; 2:8, 15.) Según palabras del apóstol Pablo, el hombre fue creado a “la imagen y gloria de Dios” (1Co 11:7), por lo que debería reflejar Sus cualidades y comportarse de modo que fuese un reflejo de Su gloria. Como hijo terrestre de Dios, el hombre debería ser la imagen de su Padre celestial. Obrar de otro modo negaría su paternidad divina y equivaldría a repudiarla. (Compárese con Mal 1:6.)
Jesús mostró esto cuando animó a sus discípulos a manifestar bondad y amor de un modo superior a lo que ya hacían personas ‘pecadoras’, conocidas por su conducta pecaminosa. Les explicó que solo siguiendo el ejemplo de Dios de amor y misericordia demostrarían ser “hijos de su Padre que está en los cielos”. (Mt 5:43-48; Lu 6:32-36.) Pablo relacionó la pecaminosidad humana con la gloria de Dios, al decir: “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. Literalmente, errar el blanco, según los textos hebreos y griegos de la Biblia. Dios mismo fija el “blanco” que sus criaturas inteligentes deben alcanzar. El errar ese blanco es pecado, que también es injusticia, o desafuero (Rom. 3:23; 1 Juan 5:17; 3:4; compárese con Ro 1:21-23; Os 4:7.) En 2 Corintios 3:16-18 y 4:1-6, el apóstol explica que aquellos que abandonan el pecado y se vuelven a Jehová “con rostros descubiertos [reflejan] como espejos la gloria de Jehová, [y son] transformados en la misma imagen de gloria en gloria”, debido a que ‘la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca de Cristo, que es la imagen de Dios, pasa a ellos’. (Compárese también con 1Co 10:31.) Cuando el apóstol Pedro expuso cuál era la voluntad de Dios para Sus siervos humanos, citó de las Escrituras Hebreas y dijo: “De acuerdo con el Santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen que ser santos, porque yo soy santo’”. (1Pe 1:15, 16; Le 19:2; Dt 18:13.)
Por consiguiente, puede decirse que el pecado empaña en el hombre el reflejo de la semejanza y gloria de Dios, profana al hombre, lo convierte en persona inmunda, impura, lo empobrece en sentido espiritual y moral. (Compárese con Isa 6:5-7; Sl 51:1, 2; Eze 37:23; véase SANTIDAD.)
Todos estos pasajes destacan que el propósito original de Dios para el hombre era que viviera en armonía con Su personalidad y fuese como su Creador, tal como un padre humano que ama a su hijo desea que le imite, tenga su misma comprensión de la vida, normas de conducta y calidad humana. (Compárese con Pr 3:11, 12; 23:15, 16, 26; Ef 5:1; Heb 12:4-6, 9-11.) Siendo esta la voluntad de Dios, es imperativo que el hombre le obedezca y se sujete a Su voluntad, bien sea que esté explícita en un mandamiento concreto o no. El pecado es, por lo tanto, un fracaso moral, presupone haber errado el blanco en todos estos aspectos considerados.
El principio del pecado. El pecado se produjo primero en la región de los espíritus antes de introducirse en la Tierra. Desde tiempos inmemoriales había prevalecido en el universo una completa armonía con Dios. Pero esa armonía fue interrumpida por una criatura celestial a la que se llama simplemente Resistidor, Adversario (heb. Sa·tán; gr. Sa·ta·nás; Job 1:6; Ro 16:20), el principal Acusador Falso o Calumniador (gr. Di·á·bo·los) de Dios. (Heb 2:14; Apo 12:9.) Por consiguiente, el apóstol Juan dice: “El que se ocupa en el pecado se origina del Diablo, porque el Diablo ha estado pecando desde el principio”. (1Jn 3:8.)
Con la expresión “desde el principio”, Juan claramente se refiere al principio de la persistente oposición de Satanás, igual que en 1 Juan 2:7; 3:11 se utiliza “principio” para referirse al comienzo del discipulado de los cristianos. Las palabras de Juan muestran que Satanás continuó su proceder pecaminoso después de haber dado principio al pecado. Por consiguiente, todo el que “hace del pecado su ocupación o práctica” demuestra que es ‘hijo’ del Adversario, descendiente espiritual que refleja las cualidades de su “padre”. (The Expositor’s Greek Testament, edición de W. R. Nicoll, 1967, vol. 5, pág. 185; Jn 8:44; 1Jn 3:10-12.)
Como alimentar un deseo impropio hasta que se hace fértil es una acción que precede al momento en que se “da a luz el pecado” (Snt 1:14, 15), antes de que el pecado se manifestara en la criatura celestial que se volvió opositora, esta ya había empezado a desviarse de la justicia y a distanciarse de Dios.
La sublevación en Edén. La voluntad de Dios dada a conocer a Adán y a su esposa era ante todo positiva, pues enumeraba cosas que tenían que hacer. (Gé 1:26-29; 2:15.) Adán recibió un solo mandato prohibitorio: no comer (ni siquiera tocar) del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. (Gé 2:16, 17; 3:2, 3.) La prueba de obediencia y devoción que Dios le puso al hombre se destaca por el respeto que mostró a su dignidad. Con ella Dios no le atribuyó a Adán nada malo; no utilizó como prueba la prohibición de cometer, por ejemplo, bestialidad, asesinato ni ninguna otra acción vil o degradada similar. Dios sabía que Adán no tenía inclinaciones depravadas. El comer era normal, apropiado, y a Adán se le había dicho que “[comiese] hasta quedar satisfecho” de lo que Dios le había dado. (Gé 2:16.) De modo que Dios probó a Adán al prohibirle comer del fruto de este árbol en concreto, y así convirtió su ingestión en un símbolo del conocimiento que permitía decidir por uno mismo lo que era “bueno” y lo que era “malo” para el hombre. Por consiguiente, Dios no le impuso ninguna penalidad a Adán ni le atribuyó nada que desmereciera su dignidad como hijo humano de Dios.
La mujer fue el primer ser humano que pecó. La tentación a la que la sometió el adversario de Dios, quien utilizó a una serpiente como medio de comunicación (véase PERFECCIÓN - [El primer pecador y el rey de Tiro]), no consistió en un llamamiento abierto a la inmoralidad de naturaleza sensual. Más bien, hacía gala de ser un llamamiento al deseo de una supuesta elevación intelectual y libertad. En primer lugar el tentador hizo que Eva repitiese la ley de Dios, que debió haberle transmitido su esposo, y después atacó la veracidad y la bondad de Dios. Aseveró que el comer el fruto del árbol prohibido no resultaría en muerte, sino en iluminación y aptitud como la de Dios para determinar por uno mismo lo que era bueno o malo. Esa declaración revela que en aquel tiempo el corazón del tentador estaba completamente alejado de su Creador, pues sus palabras constituyeron una clara contradicción de lo que Dios había dicho y una calumnia disimulada contra Él. No acusó a Dios de haberse equivocado inconscientemente, sino de tergiversar deliberadamente las cosas, al decir: “Porque Dios sabe [...]”. Cuando se analizan los métodos rebajados que utilizó este espíritu para lograr sus fines, convirtiéndose en un mentiroso y engañador, en un asesino impulsado por su ambición, puede verse la gravedad del pecado y la naturaleza detestable de su desamor, pues obviamente conocía las fatales consecuencias de lo que le estaba proponiendo a Eva. (Gé 3:1-5; Jn 8:44.)
Como muestra el relato, el deseo impropio empezó a obrar en la mujer. En lugar de reaccionar con completa repugnancia y justa indignación por ponerse en duda la justicia de la ley de Dios, llegó a mirar al árbol como algo deseable. Codició lo que correctamente le pertenecía a Jehová Dios como su Soberano: su aptitud y prerrogativa de determinar lo que es bueno y lo que es malo para sus criaturas. De este modo, empezaba a conformarse a los caminos, las normas y la voluntad del opositor, que contradecía abiertamente a su Creador y a su cabeza nombrado por Dios, su esposo. (1Co 11:3.) Confiada en las palabras del tentador, se dejó seducir, comió del fruto y así puso de manifiesto el pecado que había nacido en su corazón y en su mente. (Gé 3:6; 2Co 11:3; compárese con Snt 1:14, 15; Mt 5:27, 28.)
Más tarde, cuando Eva le ofreció el fruto a Adán, este tomó de él. El apóstol muestra que el pecado del hombre difirió del de su esposa en el sentido de que Adán no fue engañado por la propaganda del tentador, y por consiguiente no hizo ningún caso de la alegación de que podía comerse del árbol con impunidad. (1Ti 2:14.) Por lo tanto, el que Adán comiera tuvo que deberse a su deseo por su esposa, de modo que ‘escuchó la voz de ella’ más bien que la de su Dios. (Gé 3:6, 17.) Se conformó a los caminos y a la voluntad de ella, y por medio de ella, a los del adversario de Dios. Por lo tanto, ‘erró el blanco’, no actuó a la imagen y semejanza de Dios, no reflejó la gloria de Dios, y de hecho, insultó a su Padre celestial.
★¿Sabía Dios que Adán y Eva iban a pecar? - (1-1-2011-Pg.13)
Los efectos del pecado. El pecado hizo que el hombre ya no estuviera en armonía con su Creador. No solo dañó sus relaciones con Dios, sino también sus relaciones con el resto de la creación de Dios, e incluso se dañó a sí mismo, a su mente, corazón y cuerpo. Las consecuencias fueron funestas para la raza humana.
La conducta de la pareja humana reveló inmediatamente esta falta de armonía. El que cubrieran ciertas partes de su cuerpo, que Dios había hecho, y el que después intentaran esconderse de Él, eran indicios claros del alejamiento que se había producido en su mente y corazón. (Gé 3:7, 8.) De manera que el pecado introdujo en ellos sentimientos de culpabilidad, ansiedad, inseguridad y vergüenza. Este hecho ilustra la idea que el apóstol destacó en Romanos 2:15, donde dijo que la ley de Dios está ‘escrita en el corazón del hombre’, de modo que su violación trastocaría el interior del hombre y su conciencia le acusaría de haber actuado mal. Por decirlo así, el hombre tenía incorporado un detector de mentiras que hacía imposible que escondiese su condición pecaminosa ante su Creador. En respuesta a la excusa que el hombre le ofreció para explicar su cambio de actitud hacia su Padre celestial, Dios le preguntó: “¿Del árbol del que te mandé que no comieras has comido?”. (Gé 3:9-11.)
Para ser consecuente consigo mismo, así como para el bien del resto de su familia universal, Jehová Dios no podía aprobar tal proceder pecaminoso ni por parte de sus criaturas humanas ni por parte del hijo celestial que se había rebelado. Manteniendo su santidad, Dios les impuso a todos ellos con toda justicia la sentencia de muerte. Luego se expulsó a la pareja humana del jardín de Dios en Edén, y por lo tanto se le cortó el acceso a otro árbol que Dios había designado como el “árbol de la vida”. (Gé 3:14-24.)
Las consecuencias para toda la humanidad. Romanos 5:12 dice que “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Compárese con 1Jn 1:8-10.) Hay quienes han dicho que estas palabras significan que toda la prole futura de Adán participa del pecado original, porque Adán, como cabeza de la familia humana, actuó como su representante e hizo partícipes de su pecado a todos los seres humanos. Sin embargo, lo que el apóstol dice es que la muerte se “extendió” a todos los hombres, lo que indica que el pecado de Adán tuvo en la humanidad un efecto progresivo, no simultáneo.
El apóstol continúa diciendo que la muerte había gobernado como rey “desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado a la semejanza de la transgresión de Adán”. (Ro 5:14.) Al pecado de Adán se le llama correctamente una “transgresión”, ya que se traspasó una ley declarada, un mandamiento expreso que Dios le había dado. Además, cuando Adán pecó, lo hizo por decisión propia, en calidad de ser humano perfecto, que no padecía incapacidad alguna, una condición de la que su prole obviamente nunca ha disfrutado. Por lo tanto, estos factores no parecen encajar con el punto de vista de que ‘cuando Adán pecó, todos sus futuros descendientes pecaron con él’. Para que a todos los descendientes de Adán se les considerara responsables de participar en el pecado personal de Adán, se requeriría que hubieran expresado el deseo de tenerlo como su cabeza de familia. Sin embargo ninguno de ellos decidió nacer de él; el que las personas nazcan en el linaje de Adán es el resultado de la voluntad de sus padres. (Jn 1:13.)
Por consiguiente, todos los indicios muestran que el pecado pasó de Adán a las generaciones sucesivas debido a la reconocida ley de la herencia. Seguramente, esta sería la idea del salmista cuando dijo: “Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre”. (Sl 51:5.) Luego entró el pecado, con todas sus penosas consecuencias, y se extendió a toda la humanidad, no porque Adán fuese el cabeza de la familia humana, sino porque él, no Eva, fue el progenitor de la vida humana. Su prole heredaría inevitablemente de él y de Eva tanto las características físicas como todas las manifestaciones de la personalidad, incluso la inclinación al pecado. (Compárese con 1Co 15:22, 48, 49.)
Las palabras de Pablo también señalan a esta conclusión cuando dice que “así como mediante la desobediencia del solo hombre [Adán] muchos fueron constituidos pecadores, así mismo, también, mediante la obediencia de la sola persona [Cristo Jesús] muchos serán constituidos justos”. (Ro 5:19.) Todos los que fuesen “constituidos justos” por la obediencia de Cristo no serían constituidos justos en el mismísimo momento en que Cristo presentara su sacrificio de rescate a Dios, sino que llegarían a estar bajo los beneficios de ese sacrificio progresivamente, al ejercer fe en esa provisión y llegar a reconciliarse con Dios. (Jn 3:36; Hch 3:19.) Del mismo modo, todas las generaciones de descendientes de Adán han sido constituidas pecadoras al ser concebidas en el linaje de Adán por sus padres, pecadores innatos.
El poder y el salario del pecado. “El salario que el pecado paga es muerte” (Ro 6:23), y por haber nacido en el linaje de Adán, todos los hombres han llegado a estar bajo la “ley del pecado y de la muerte”. (Ro 8:2; 1Co 15:21, 22.) El pecado y la muerte ‘han reinado’ sobre la humanidad y la han subyugado, sometiéndola a la esclavitud a la que Adán la vendió. (Ro 5:17, 21; 6:6, 17; 7:14; Jn 8:34.) Estas declaraciones muestran que al pecado no solo se le considera la comisión u omisión de ciertas acciones, sino también una ley, principio gobernante o fuerza que actúa en los humanos, a saber, la inclinación innata a cometer el mal que han heredado de Adán. De modo que su herencia adámica ha producido ‘debilidad de la carne’, imperfección. (Ro 6:19.) La “ley” del pecado obra continuamente en sus miembros, intentando controlar su proceder, hacerlos sus súbditos, a fin de que no estén en armonía con Dios. (Ro 7:15, 17, 18, 20-23; Ef 2:1-3.)
El “rey” pecado puede dictar sus ‘órdenes’ de maneras muy diversas a personas de distintos antecedentes y en momentos diferentes. De ahí que cuando Dios observó que Caín se enardeció de cólera, le advirtiese que depusiese su ira y procurase el bien, pues, como Jehová le dijo, “hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?”. Sin embargo, Caín permitió que el pecado de la envidia lo dominara e hiciese de él un asesino. (Gé 4:3-8; compárese con 1Sa 15:23.)
La enfermedad, el dolor y el envejecimiento. Como la muerte de los hombres suele deberse a la enfermedad o al envejecimiento, se desprende que estos últimos son concomitantes del pecado. Bajo el pacto de la ley mosaica, las leyes que regulaban los sacrificios por el pecado incluían la expiación para los que habían sufrido la plaga de la lepra. (Le 14:2, 19.) Los que tocaban un cadáver humano o entraban en la tienda donde hubiera muerto una persona se hacían inmundos y tenían que someterse a purificación ceremonial. (Nú 19:11-19; compárese con Nú 31:19, 20.) Jesús también asoció la enfermedad con el pecado (Mt 9:2-7; Jn 5:5-15), aunque mostró que ciertas enfermedades específicas no son necesariamente el resultado de pecados específicos. (Jn 9:2, 3.) Otros textos muestran los efectos beneficiosos de la justicia (un proceder opuesto al del pecado) en la salud física. (Pr 3:7, 8; 4:20-22; 14:30.) Durante el reinado de Cristo, se eliminarán la muerte —que reina con el pecado (Ro 5:21)— y el dolor. (1Co 15:25, 26; Apo 21:4.)
El pecado y la Ley. El apóstol Juan escribe que “todo el que practica pecado también está practicando desafuero, de modo que el pecado es desafuero” (1Jn 3:4); también dice que “toda injusticia es pecado”. (1Jn 5:17.) El apóstol Pablo, por otro lado, habla de “todos los que hayan pecado sin ley”. Más adelante explica que “hasta la Ley [dada por medio de Moisés] había pecado en el mundo, pero a nadie se imputa pecado cuando no hay ley. No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado a la semejanza de la transgresión de Adán”. (Ro 2:12; 5:13, 14.) Las palabras de Pablo se deben entender según el contexto; sus primeras declaraciones en esta carta a los Romanos muestran que comparaba a los que estaban bajo el pacto de la Ley con aquellos que no lo estaban y que por tanto no estaban bajo su código de leyes, y demostraba que ambos grupos de personas eran pecadores. (Ro 3:9.)
Durante los más de dos mil quinientos años que transcurrieron entre la desviación de Adán y la inauguración del pacto de la Ley, en 1513 a.E.C., Dios no dio a la humanidad ningún código extenso de leyes ni ninguna ley sistemática que definiera específicamente el pecado en todas sus ramificaciones y formas. Es verdad que había emitido ciertos decretos, como los que le dio a Noé después del diluvio universal (Gé 9:1-7) y el pacto de la circuncisión celebrado con Abrahán y su casa, que incluía a sus esclavos extranjeros. (Gé 17:9-14.) Pero con respecto a Israel, el salmista pudo escribir que Dios “está anunciando su palabra a Jacob, sus disposiciones reglamentarias y sus decisiones judiciales a Israel. No ha hecho así a ninguna otra nación; y en cuanto a sus decisiones judiciales, no las han conocido”. (Sl 147:19, 20; compárese con Éx 19:5, 6; Dt 4:8; 7:6, 11.) En cuanto al pacto de la Ley dada a Israel se podía afirmar: “El hombre que ha cumplido la justicia de la Ley vivirá por ella”, pues la adherencia perfecta a esta Ley y la conformidad con ella solo podía lograrla un hombre sin pecado, como fue el caso de Cristo Jesús. (Ro 10:5; Mt 5:17; Jn 8:46; Heb 4:15; 7:26; 1Pe 2:22.) No sucedió así con ninguna otra ley dada entre Adán y el pacto de la Ley.
“Hacen por naturaleza las cosas de la ley.” Esto no significó que los hombres que vivieron durante el período entre Adán y Moisés estaban libres de pecado debido a que no había ningún código extenso de leyes con el que medir su conducta. Pablo escribe en Romanos 2:14, 15: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. Como originalmente al hombre se le hizo a la imagen y semejanza de Dios, tiene una naturaleza moral que resulta en la facultad de la conciencia. Como Pablo indica, hasta los hombres pecadores, imperfectos, tienen un grado de conciencia. (Véase CONCIENCIA.) Puesto que una ley es básicamente una ‘regla de conducta’, esta naturaleza moral actúa en sus corazones como si se tratara de una ley. Sin embargo, por encima de dicha ley de naturaleza moral, hay otra ley heredada, la “ley del pecado”, que guerrea contra las tendencias justas y esclaviza a los que no oponen resistencia a su dominación. (Ro 6:12; 7:22, 23.)
Esta naturaleza moral y su consiguiente facultad de la conciencia pueden observarse hasta en el caso de Caín. Aunque Dios no le había dado ninguna ley sobre el homicidio, la conciencia de Caín le condenó después de haber asesinado a Abel, como lo demuestra la respuesta evasiva que dio a la pregunta de Dios. (Gé 4:8, 9.) José, el hebreo, mostró que tenía la ‘ley de Dios en su corazón’ cuando respondió a la solicitud seductora de la esposa de Potifar: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. Aunque Dios no había condenado específicamente el adulterio, José reconoció que estaba mal, que violaba la voluntad de Dios para los humanos expresada en Edén. (Gé 39:7-9; compárese con Gé 2:24.)
Por eso, durante el período patriarcal, desde Abrahán hasta el tiempo de los doce hijos de Jacob, las Escrituras muestran que hombres de muchas razas y naciones hablaron de “pecado” (jat·tá´th), como, por ejemplo: pecados contra la persona para la que se trabaja (Gé 31:36), contra el gobernante de quien se es súbdito (Gé 40:1; 41:9), contra un pariente (Gé 42:22; 43:9; 50:17) o simplemente contra un compañero (Gé 20:9). En cualquier caso, el que usaba el término “pecado” reconocía cierta relación con la persona contra que la que se cometía o pudiera cometerse el pecado, así como una responsabilidad concomitante de respetar y no ir en contra de los intereses de esa persona (o su voluntad y autoridad, si era el caso de un gobernante). Esto mostraba que tenían una naturaleza moral. No obstante, con el transcurso del tiempo, el dominio del pecado sobre los que no servían a Dios se hizo mayor, por lo que Pablo pudo decir que las personas de las naciones ‘se hallan mentalmente en oscuridad, y alejadas de la vida que pertenece a Dios, más allá de todo sentido moral’. (Ef 4:17-19.)
Cómo hizo la Ley que “abundase” el pecado. Aunque la medida de conciencia que el hombre tenía le dio cierto sentido natural para distinguir lo correcto de lo incorrecto, Dios identificó específicamente el pecado en sus múltiples aspectos al hacer el pacto de la Ley con Israel. La boca de cualquier descendiente de Abrahán, Isaac y Jacob —amigos de Dios— que alegara inocencia de pecado ‘sería cerrada y todo el mundo quedaría expuesto a castigo ante Dios’. La razón era que la carne imperfecta que heredaron de Adán hacía imposible que fuesen declarados justos ante Dios por obras de ley, “porque por ley es el conocimiento exacto del pecado”. (Ro 3:19, 20; Gál 2:16.) La Ley explicó claramente cuál era el alcance del pecado, de manera que en realidad hizo que la transgresión y el pecado ‘abundaran’, en el sentido de que para entonces había muchas acciones y hasta actitudes identificadas como pecaminosas. (Ro 5:20; 7:7, 8; Gál 3:19; compárese con Sl 40:12.) Sus sacrificios sirvieron continuamente para recordar la condición pecadora de los que estaban bajo la Ley. (Heb 10:1-4, 11.) De esta manera, la Ley actuó como un tutor para conducirlos al Cristo, con el fin de que pudieran ser declarados “justos debido a fe”. (Gál 3:22-25.)
¿Cómo pudo el mandamiento de Dios a Israel ‘incentivar el pecado’? Cuando Pablo explica que la ley mosaica no es el medio de alcanzar una condición justa a la vista de Dios, dice: “Cuando estábamos en conformidad con la carne, las pasiones pecaminosas que eran excitadas por la Ley obraban en nuestros miembros para que produjéramos fruto para muerte. [...] Entonces, ¿qué diremos? ¿Es pecado la Ley? ¡Jamás llegue a ser eso así! Realmente, yo no habría llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por la Ley; y, por ejemplo, no habría conocido la codicia si la Ley no hubiera dicho: ‘No debes codiciar’. Pero el pecado, recibiendo un incentivo por medio del mandamiento, obró en mí toda clase de codicia, porque aparte de ley el pecado estaba muerto”. (Ro 7:5-8.) De no haber existido la Ley, Pablo no hubiese conocido o discernido el amplio espectro del pecado, por ejemplo, el pecado de la codicia. Como él mismo dijo, la Ley ‘excitó’ la pasión pecaminosa, y el mandamiento que condenaba la codicia ‘incentivó’ el pecado. Estas observaciones de Pablo deben entenderse a la luz de su propio comentario: “Aparte de ley el pecado estaba muerto”. En tanto el pecado no se hubiese tipificado explícitamente, no se podía acusar a nadie de pecado si la imputación carecía de definición legal. Antes de la existencia de la Ley, tanto Pablo como otras personas de su raza vivían libres de acusación por pecados aún no tipificados. Sin embargo, con la llegada de la Ley se les constituyó en pecadores condenados a muerte. La Ley les hizo más conscientes aún de su condición pecadora, lo que no quiere decir que los indujo al pecado, sino que hizo muy manifiesto el hecho de que eran pecadores. En este sentido la Ley incentivó y produjo en Pablo y los de su raza el pecado. La Ley proporcionó la base legal para imputar pecado a un mayor número de personas y por muchas más causas.
En consecuencia, la respuesta a la pregunta “¿Es pecado la Ley?”, es un tajante ‘No’. (Ro 7:7.) La Ley cumplió con el propósito para el que Dios la originó, de modo que no ‘erró el blanco’, sino que dio justamente en la diana, y no solo por ser conveniente y provechosa como guía protectora para sus observantes, sino por haber determinado legalmente que toda persona, sin excluir a los israelitas, era pecadora y necesitaba redención divina. Además, encaminó a los israelitas hacia Cristo como su único Redentor.
Errores, transgresiones, ofensas. Las Escrituras con frecuencia enlazan “error” (heb. `a·wón), “transgresión” (heb. pé·scha´; gr. pa·rá·ba·sis), “ofensa” (gr. pa·rá·ptö·ma) y otros términos semejantes, con “pecado” (heb. jat·tá´th; gr. ha·mar·tí·a). Todos estos términos relacionados presentan aspectos específicos del pecado, las formas que adquiere.
Errores, equivocaciones y tontedad. El sustantivo `a·wón está relacionado básicamente con el hecho de errar, actuar de manera torcida o incorrecta. Este término hebreo se refiere a un error o mal moral, una distorsión de lo que es correcto. (Job 10:6, 14, 15.) Los que no se someten a la voluntad de Dios obviamente no se guían por su sabiduría y justicia perfectas, así que es inevitable que yerren. (Compárese con Isa 59:1-3; Jer 14:10; Flp 2:15.) Seguramente debido a que el pecado hace que el hombre se desequilibre y distorsione lo que es recto (Job 33:27; Hab 1:4), `a·wón es el término hebreo que con más frecuencia se enlaza o se usa en paralelo con jat·tá´th (pecado, la acción de errar el blanco). (Éx 34:9; Dt 19:15; Ne 4:5; Sl 32:5; 85:2; Isa 27:9.) Este desequilibrio produce confusión y falta de armonía dentro del hombre y además dificulta sus tratos con Dios y con el resto de Su creación.
El “error” (`a·wón) puede ser intencionado o no, puede ser una desviación consciente de lo que es justo o un acto inconsciente, una “equivocación” (schegha·gháh); pero sea como sea, la persona ha cometido un error y es culpable ante Dios. (Le 4:13-35; 5:1-6, 14-19; Nú 15:22-29; Sl 19:12, 13.) Por supuesto, la importancia de un error intencionado es mucho mayor que la del que se comete por equivocación. (Nú 15:30, 31; compárese con Lam 4:6, 13, 22.) El error es contrario a la verdad, y los que pecan voluntariamente pervierten la verdad, un proceder que solo les conduce a un pecado aún más grave. (Compárese con Isa 5:18-23.) El apóstol Pablo habla del “poder engañoso del pecado”, el cual endurece el corazón humano. (Heb 3:13-15; compárese con Éx 9:27, 34, 35.) El mismo escritor, al citar de Jeremías 31:34, (donde en el hebreo original se habla del “error” y el “pecado” de Israel), escribió ha·mar·tí·a (pecado) y a·di·kí·a (injusticia) en Hebreos 8:12, y ha·mar·tí·a y a·no·mí·a (desafuero) en Hebreos 10:17.
Proverbios 24:9 dice que “la conducta relajada de la tontedad es pecado”, y los términos hebreos que transmiten la idea de tontedad a menudo se utilizan en conexión con la acción de pecar, pues a veces el pecador arrepentido reconoce: “He obrado tontamente”. (1Sa 26:21; 2Sa 24:10, 17.) Si Dios no disciplina al pecador este se enreda en sus errores y tontamente se descarría. (Pr 5:22, 23; compárese con 19:3.)
Transgredir equivale a “traspasar”. El pecado puede tomar la forma de una “transgresión”. La palabra griega pa·rá·ba·sis (transgresión) tiene el significado básico de “acción de traspasar”, es decir, el hecho de sobrepasar o ir más allá de ciertos límites, en especial en lo tocante a quebrantar una ley. Mateo utiliza la forma verbal (pa·ra·bái·nö) cuando registra la pregunta de los escribas y fariseos en cuanto a por qué los discípulos de Jesús ‘traspasaron la tradición de los hombres de otros tiempos’, así como la pregunta con la que Jesús respondió en cuanto a por qué estos opositores ‘traspasaban el mandamiento de Dios a causa de su tradición’, y de ese modo invalidaban la palabra de Dios. (Mt 15:1-6.) Este verbo también puede significar “descarriarse” o “desviarse”, como cuando Judas “se desvió” de su ministerio y apostolado. (Hch 1:25.) En algunos textos griegos se utiliza el mismo verbo al referirse a “todo el que prevarica, y no persevera en la doctrina de Cristo”. (2Jn 9, JT.)
En las Escrituras Hebreas hay referencias similares al pecado de personas que ‘traspasaron’, ‘pasaron por alto’ o ‘pasaron más allá’ (heb. `a·vár) del pacto o las órdenes específicas de Dios. (Nú 14:41; Dt 17:2, 3; Jos 7:11, 15; 1Sa 15:24; Isa 24:5; Jer 34:18.)
El apóstol Pablo muestra la estrecha relación del término pa·rá·ba·sis con la violación de la ley al decir que “donde no hay ley, tampoco hay transgresión”. (Ro 4:15.) Por consiguiente, si no existe una ley que le acuse, no se puede llamar “transgresor” al pecador. De manera consecuente, Pablo y los otros escritores cristianos utilizan pa·rá·ba·sis (y pa·ra·bá·tës, “transgresor”) en un contexto legal. (Compárese con Ro 2:23-27; Gál 2:16, 18; 3:19; Snt 2:9, 11.) Como Adán había recibido un mandato directo de Dios, era culpable de “transgresión” de una ley declarada. Su esposa, aunque fue engañada, también era culpable de transgredir aquella ley. (1Ti 2:14.) El pacto de la Ley dado a Moisés mediante ángeles se añadió al pacto abrahámico “para poner de manifiesto las transgresiones”, de manera que ‘todas las cosas juntas pudieran entregarse a la custodia del pecado’, condenando legalmente a todos los descendientes de Adán, entre los que estaban los israelitas, y demostrando que todos necesitaban el perdón y la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. (Gál 3:19-22.) Por lo tanto, si Pablo se hubiera sometido de nuevo a la ley mosaica, se hubiera vuelto a convertir en un “transgresor” de aquella Ley, sujeto a su condenación, y por lo tanto habría desestimado la bondad inmerecida de Dios que proporcionaba liberación de aquella condenación. (Gál 2:18-21; compárese con 3:1-4, 10.)
La palabra hebrea pé·scha´ transmite la idea de ‘transgresión’ (Sl 51:3; Isa 43:25-27; Jer 33:8) y de ‘sublevación’, que es negarse a obedecer al que manda. (1Sa 24:11; Job 13:23, 24; 34:37; Isa 59:12, 13.) De modo que la transgresión voluntaria equivale a rebelión contra la gobernación y autoridad paterna de Dios. Coloca la voluntad de la criatura en contra de la del Creador, por lo que esta se subleva contra la soberanía de Dios, Su gobierno supremo.
Ofensa. La palabra griega pa·rá·ptö·ma significa literalmente “caída al lado”, de donde adquiere el sentido de traspié o paso en falso (Ro 11:11, 12), o desacierto, “ofensa”. (Ef 1:7; Col 2:13.) El pecado que cometió Adán cuando comió del fruto prohibido fue una “transgresión”, por cuanto él traspasó la ley de Dios; fue una “ofensa” en el sentido de que cayó o dio un paso en falso en vez de mantenerse en pie o andar con rectitud, en armonía con los justos requisitos de Dios y en apoyo de su autoridad. Los muchos estatutos y requisitos del pacto de la Ley en realidad abrieron el camino para que, debido a la imperfección de los que estaban sujetos a ella, se cometieran muchas de tales ofensas (Ro 5:20); la nación de Israel en conjunto cometió el desacierto de no guardar aquel pacto. (Ro 11:11, 12.) Como todos los diversos estatutos de aquella Ley eran parte de un único pacto, la persona que daba “un paso en falso” en un solo estatuto se convertía en ofensor y “transgresor” de todo el pacto y, por consiguiente, de todos sus estatutos. (Snt 2:10, 11.)
“Pecadores.” Como “no hay hombre que no peque” (2Cr 6:36), a todos los descendientes de Adán se les puede llamar apropiadamente “pecadores” por naturaleza. Sin embargo, en las Escrituras el término “pecadores” por lo general tiene una aplicación más específica, pues designa a los que practican el pecado o tienen una reputación de pecar. Sus pecados se han vuelto de conocimiento público. (Lu 7:37-39.) A los amalequitas que Saúl tenía que destruir por orden de Jehová se les llama “pecadores”. (1Sa 15:18.) El salmista oró que Dios no se llevase su alma “junto con los pecadores”, y sus siguientes palabras identificaron a estos como “hombres culpables de sangre, en cuyas manos hay conducta relajada, y cuya diestra está llena de soborno”. (Sl 26:9, 10; compárese con Pr 1:10-19.) Los líderes religiosos censuraron el que Jesús se relacionase con “recaudadores de impuestos y pecadores”, y los judíos consideraban a los recaudadores de impuestos como una clase de reconocida mala reputación. (Mt 9:10, 11.) Jesús dijo que tanto ellos como las rameras irían al Reino delante de los líderes religiosos judíos. (Mt 21:31, 32.) Zaqueo, recaudador de impuestos y “pecador” a los ojos de muchos, reconoció que había ‘arrancado’ dinero a otros ilegalmente. (Lu 19:7, 8.)
Por consiguiente, cuando Jesús afirmó que habría “más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento”, hablaba en sentido relativo (véase JUSTICIA - [La bondad y la justicia]), pues todos los hombres son pecadores por naturaleza y no hay quien sea justo en el sentido absoluto del término. (Lu 15:7, 10; compárese con Lu 5:32; 13:2; véase DECLARAR JUSTO.)
★Ayudemos a quienes se han apartado del rebaño - (15-11-2008-Pg.8)
★Ilustraciones: 15. La oveja perdida
★Notas de Mateo 9:10 - [Pecadores]
★“Vuelvan a mí” - (2-6-2020-Pg.24)
La relativa gravedad del mal. Aunque el pecado siempre es pecado y en cualquier caso podría con justicia hacer que el culpable fuese merecedor del “salario” del pecado, la muerte, las Escrituras muestran que para Dios el mal tiene diferentes grados de gravedad. Por ejemplo, los hombres de Sodoma eran “pecadores en extremo contra Jehová”, y su pecado era “muy grave”. (Gé 13:13; 18:20; compárese con 2Ti 3:6, 7.) El que los israelitas hicieran un becerro de oro también se llamó un “gran pecado” (Éx 32:30, 31), y la adoración de becerros promovida por Jeroboán hizo que los habitantes del reino norteño “[pecasen] con un gran pecado”. (2Re 17:16, 21.) El pecado de Judá fue “semejante al de Sodoma”, lo que convirtió al reino de Judá en algo aborrecible a los ojos de Dios. (Isa 1:4, 10; 3:9; Lam 1:8; 4:6.) Tal proceder de violación de la voluntad de Dios puede hacer que hasta las propias oraciones personales sean pecado. (Sl 109:7, 8, 14.) Como el pecado es una afrenta contra la persona de Dios, Él no se mantiene indiferente; cuando aumenta la gravedad del pecado, es comprensible que aumente la indignación y la ira de Dios. (Ro 1:18; Dt 29:22-28; Job 42:7; Sl 21:8, 9.) Sin embargo, su ira no solo se debe a que el pecado sea una afrenta contra su persona, sino que también la provoca el daño y la injusticia hechos a los seres humanos, especialmente a sus siervos fieles. (Isa 10:1-4; Mal 2:13-16; 2Te 1:6-10.)
La debilidad y la ignorancia humanas. Jehová toma en cuenta la debilidad de los hombres imperfectos que descienden de Adán, de manera que los que le buscan con sinceridad pueden decir: “No ha hecho con nosotros aun conforme a nuestros pecados; ni conforme a nuestros errores ha traído sobre nosotros lo que merecemos”. Las Escrituras muestran la misericordia y bondad amorosa tan maravillosas que Dios ha desplegado en la manera paciente de tratar a los seres humanos. (Sl 103:2, 3, 10-18.) Él también toma en cuenta que la ignorancia es un factor que contribuye al pecado (1Ti 1:13; compárese con Lu 12:47, 48), siempre que tal ignorancia no sea deliberada. No se excusa a los que rechazan a sabiendas el conocimiento y la sabiduría que Dios ofrece, ‘complaciéndose en la injusticia’. (2Te 2:9-12; Pr 1:22-33; Os 4:6-8.) Hay quienes se han extraviado temporalmente de la verdad, pero que con ayuda vuelven (Snt 5:19, 20), mientras que otros ‘cierran sus ojos a la luz y olvidan el anterior limpiamiento de sus pecados’. (2Pe 1:9.)
¿Qué es el pecado imperdonable? El conocimiento conlleva mayor responsabilidad. El pecado de Pilato no fue tan grande como el de los líderes religiosos judíos que entregaron a Jesús al gobernador, ni como el de Judas, que traicionó a su Señor. (Jn 19:11; 17:12.) Jesús dijo a los fariseos de su día que si fuesen ciegos, no tendrían pecado, con lo que probablemente quería decir que Dios podría perdonar sus pecados debido a su ignorancia; sin embargo, como negaron hallarse en ignorancia, ‘su pecado permaneció’. (Jn 9:39-41.) Jesús dijo que no tenían “excusa de su pecado”, porque habían sido testigos de sus palabras y obras poderosas que había realizado por la acción del espíritu de Dios. (Jn 15:22-24; Lu 4:18.) Los que blasfemaron voluntariosamente y a sabiendas contra el espíritu de Dios así manifestado, fuera de palabra o por su proceder, serían culpables “de pecado eterno” con consecuencias eterna y no tendrían ninguna posibilidad de perdón, pues no existe ningún sacrificio que pueda cubrir esta clase de pecados (Mt 12:31, 32; Mr 3:28-30; compárense con Jn 15:26; 16:7, 8.) Este podría ser el caso de algunos que se hicieron cristianos y luego se apartaron deliberadamente de la adoración pura de Dios. Hebreos 10:26, 27 dice que “si voluntariosamente practicamos el pecado después de haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los pecados, sino que hay cierta horrenda expectación de juicio y hay un celo ardiente que va a consumir a los que están en oposición”.
Cuando en 1 Juan 5:16, 17 Juan habla de un “pecado que sí incurre en muerte”, a diferencia del que no, se refiere al pecado voluntario, consciente. (Compárese con Nú 15:30.) Si hay prueba de que alguien ha pecado de manera voluntaria y consciente, el cristiano no debería orar por esa persona. Naturalmente, Dios es el juez final de la actitud de corazón del pecador. (Compárese con Jer 7:16; Mt 5:44; Hch 7:60.)
Para quien se ha arrepentido verdaderamente, no hay razón para desesperar, no importa cuán vergonzosa haya sido su transgresión (Sl 103:12; Isa 1:18; 44:22; 55:6, 7; Miq 7:18–20; 1Jn 1:9). Por otra parte, no hay excusa para la indiferencia, como si el tema del pecado imperdonable no fuera tema de preocupación. La blasfemia contra el Espíritu Santo es el resultado de un progreso gradual en el pecado. Entristecer al Espíritu (Ef 4:30), si no hay arrepentimiento, conduce a resistir al Espíritu (Hch 7:51), lo cual, al persistir en ello, se desarrolla hasta apagar al Espíritu (1Te 5:19). La verdadera solución se encuentra en Sl 95:7b, 8a, “¡Ojalá oyerais hoy su voz! No endurezcáis vuestro corazón” (Heb 3:7, 8a.)
★Resurrección - [El pecado contra el espíritu santo]
★¿Ha pecado usted contra el espíritu santo? - (15-7-2007-Pg.16)
★¿He cometido el pecado imperdonable? - (19941108-Pg.18/659)
★¡La oración surte efecto! - (15-7-1986-Pg.24-§20,21)
★¿No se debe orar por un expulsado que no se ha arrepentido? - (20011201-Pg.30/735)
★¿Qué es el pecado imperdonable? - (19700201-Pg.95/96)
★¿Se debe orar a favor de un expulsado? - (19800715-Pg.30/447)
Pecado aislado y práctica del pecado. Juan también hace una distinción entre el pecado aislado y la práctica del pecado, según se ve al comparar 1 Juan 2:1 con 3:4-8 en la Traducción del Nuevo Mundo. La obra Imágenes verbales en el Nuevo Testamento (de A. T. Robertson, CLIE, 1990, vol. 6, pág. 247) dice en cuanto a lo propio de la traducción “todo el que practica pecado [poi·ón tën ha·mar·tí·an]” (1Jn 3:4): “El participio presente en voz activa (poiön) significa el hábito de practicar el pecado”. En cuanto a 1 Juan 3:6, donde aparece la frase oukj ha·mar·tá·nei en el texto griego, la misma obra comenta (pág. 247): “Presente lineal [...] de indicativo en voz activa de hamartanö: ‘no persiste en pecar’”. Por consiguiente, es posible que en un determinado momento el cristiano fiel incurra o caiga en pecado debido a debilidad o a ser descarriado, pero “no se ocupa en el pecado”, es decir no anda de continuo en ese camino. (1Jn 3:9, 10; compárese con 1Co 15:33, 34; 1Ti 5:20.)
Participación en los pecados ajenos. Una persona puede hacerse culpable de pecado ante Dios si se asocia de manera voluntaria con los malhechores, aprueba su maldad o la encubre a fin de que los ancianos no sepan de su conducta y tomen las medidas pertinentes. (Compárese con Sl 50:18, 21; 1Ti 5:22.) Por eso, los que permanecen en la simbólica ciudad de “Babilonia la Grande” también “[reciben] parte de sus plagas”. (Apo 18:2, 4-8.) Un cristiano que se asocie o que siquiera dirija “un saludo” al que abandona la enseñanza del Cristo se hace “partícipe en sus obras inicuas”. (2Jn 9-11; compárese con Tit 3:10, 11.)
Pablo advirtió a Timoteo que no fuera “partícipe de los pecados ajenos”. (1Ti 5:22.) Las palabras precedentes de Pablo en cuanto a ‘nunca imponer las manos apresuradamente a ningún hombre’ deben referirse a la autoridad que había recibido Timoteo de nombrar superintendentes en las congregaciones. No tenía que nombrar a un hombre recién convertido, pues podría hincharse de orgullo; si no prestaba atención a este consejo, sería hasta cierto grado responsable del mal que tal persona pudiera cometer. (1Ti 3:6.)
Toda una nación podría ser culpable de pecado ante Dios sobre la base de los principios supracitados. (Pr 14:34.)
Pecados contra los hombres, contra Dios y contra Cristo. Como se mostró anteriormente, las Escrituras Hebreas registran casos específicos de pecados que cometieron personas de diferentes naciones durante la época de los patriarcas. Eran principalmente casos de pecados contra otros hombres.
Puesto que Dios es el único modelo de justicia y bondad, pecar contra el semejante no consiste en no conformarse a la ‘imagen y semejanza’ de la persona contra la que se peca. Más bien, es faltar el respeto a sus legítimos derechos e intereses, lo que supone una ofensa para dicha persona y un daño inmerecido. (Jue 11:12, 13, 27; 1Sa 19:4, 5; 20:1; 26:21; Jer 37:18; 2Co 11:7.) Jesús enunció los principios por los que una persona debería guiarse si se cometiera algún pecado grave contra ella. (Mt 18:15-17.) Aunque un hermano pecase contra otro 77 veces o 7 veces en un solo día, habría que perdonarle si mostraba arrepentimiento cuando se le reprendía. (Mt 18:21, 22; Lu 17:3, 4; compárese con 1Pe 4:8.) Pedro habla de sirvientes de casa a los que se abofeteaba por haber cometido pecados contra su dueño. (1Pe 2:18-20.) Se puede pecar contra la autoridad constituida si no se le muestra el debido respeto. Pablo se declaró a sí mismo inocente de cualquier pecado “contra la Ley de los judíos [o] contra el templo [o] contra César”. (Hch 25:8.)
No obstante, los pecados contra los seres humanos también son pecados contra el Creador, a quien los hombres tienen que rendir cuentas. (Ro 14:10, 12; Ef 6:5-9; Heb 13:17.) Cuando Dios detuvo al rey filisteo Abimélec para impedir que tuviese relaciones con Sara, le dijo: “Estaba deteniéndote de pecar contra mí”. (Gé 20:1-7.) De igual manera, José reconoció que el adulterio era un pecado contra el Creador del hombre y la mujer, Aquel que instituyó el matrimonio (Gé 39:7-9), y lo mismo reconoció el rey David. (2Sa 12:13; Sl 51:4.) La Ley clasificaba los pecados de robo, fraude o malversación de bienes ajenos como ‘comportamiento infiel para con Jehová’. (Le 6:2-4; Nú 5:6-8.) Tanto los que endurecían su corazón y eran “como un puño” para con sus hermanos pobres como los que retenían el salario de los hombres debían encararse a la censura divina. (Dt 15:7-10; 24:14, 15; compárese con Pr 14:31; Am 5:12.) Samuel dijo que era inconcebible por su parte “pecar contra Jehová cesando de orar” a favor de sus compañeros israelitas cuando estos se lo solicitaban. (1Sa 12:19-23.)
A tenor de lo dicho, en Santiago 2:1-9 se condena como pecado el favoritismo o el hacer distinción de clases entre cristianos. Pablo dice que aquellos que no prestan atención a la conciencia débil de sus hermanos y por tanto les hacen tropezar, “están pecando contra Cristo”, el Hijo de Dios, quien dio su vida por todos sus seguidores. (1Co 8:10-13.)
Por consiguiente, aunque en realidad todos los pecados son pecados contra Dios, para Jehová hay pecados que atentan más directamente contra su propia persona, como la idolatría (Éx 20:2-5; 2Re 22:17), la falta de fe (Ro 14:22, 23; Heb 10:37, 38; 12:1), la falta de respeto por las cosas sagradas (Nú 18:22, 23) y todas las formas de adoración falsa (Os 8:11-14). Esta debió de ser la razón por la que el sumo sacerdote Elí les dijo a sus hijos, quienes no mostraban respeto por el tabernáculo y el servicio de Dios, que “si peca un hombre contra un hombre, Dios decidirá como árbitro por él [compárese con 1Re 8:31, 32]; pero si es contra Jehová contra quien peca un hombre, ¿quién hay que pueda orar por él?”. (1Sa 2:22-25; compárese con los vss. 12-17.)
Pecar contra el propio cuerpo.
Cuando Pablo previno contra la fornicación (relaciones sexuales entre personas que no están unidas en matrimonio), dijo que “todo otro pecado que el hombre cometa está fuera de su cuerpo, pero el que practica la fornicación peca contra su propio cuerpo”. (1Co 6:18; véase FORNICACIÓN.) El contexto muestra que Pablo había estado recalcando que los cristianos tenían que estar unidos con su Señor y Cabeza, Cristo Jesús. (1Co 6:13-15.) El fornicador se convierte en una carne con otra persona, a menudo una ramera, lo cual es impropio y un pecado. (1Co 6:16-18.) Como ningún otro pecado puede separar el cuerpo del cristiano de la unión con Cristo y hacerlo ‘uno’ con otra persona, esta debe ser la razón por la que todos los otros pecados se consideran como ‘fuera del cuerpo de uno’. Además, la fornicación también puede resultar en daño incurable al propio cuerpo físico del fornicador.
★Peca contra su propio cuerpo - (10-2009-Pg.29)
★‘Pecar contra el propio cuerpo’ - (19920322-Pg.22/183)
Ángeles pecadores. Como los hijos celestiales de Dios también tienen que reflejar Su gloria y alabarlo cumpliendo Su voluntad (Sl 148:1, 2; 103:20, 21), pueden pecar en el mismo sentido básico que los seres humanos. Segunda de Pedro 2:4 muestra que algunos de los hijos celestiales de Dios pecaron, y Dios los “entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio”. Primera de Pedro 3:19, 20 se refiere a la misma situación al hacer referencia a “los espíritus en prisión, que en un tiempo habían sido desobedientes cuando la paciencia de Dios estaba esperando en los días de Noé”. Y Judas 6 indica que el ‘errar el blanco’ o pecar de tales criaturas celestiales consistió en que “no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación”; lógicamente, ese propio lugar de habitación se refería a los cielos, donde Dios está presente.
Como el sacrificio de Jesucristo no encierra provisión alguna para cubrir los pecados de las criaturas celestiales, no hay razón para creer que los pecados de aquellos ángeles desobedientes fuesen perdonables. (Heb 2:14-17.) Al igual que Adán, eran criaturas perfectas sin ninguna debilidad innata que pudiera considerarse un factor atenuante al juzgar su maldad.
★¿Qué quiere decir la Biblia cuando afirma que Jesús “predicó a los espritus en prisión”? - (15-6-2013-Pg.23)
★¿Quiénes fueron los “espíritus en prisión” que predicó Jesús? - (19720115-Pg.63)
El perdón de los pecados. Como se explicó en el artículo DECLARAR JUSTO - [Cómo se ‘cuenta’ como justo a alguien], Jehová Dios en realidad ‘acredita’ justicia en la cuenta de la persona que vive conforme a su fe. De ese modo ‘cubre’, ‘borra’ o ‘remueve’ los pecados que de otro modo podrían cargarse en la cuenta de esa persona fiel. (Compárese con Sl 32:1, 2; Isa 44:22; Hch 3:19.) Por eso Jesús asemejó las “ofensas” y los “pecados” a ‘deudas’. (Mt 6:14; 18:21-35; Lu 11:4.) En consecuencia, aun siendo sus pecados como el color escarlata, Jehová ‘lava’ la mancha que los hace inmundos. (Isa 1:18; Hch 22:16.) En cuanto al medio del que Dios se vale para manifestar su tierna misericordia y bondad sin apartarse de su norma de justicia y rectitud perfectas, véanse ARREPENTIMIENTO; RECONCILIACIÓN; RESCATE, y otros artículos relacionados.
Evitar el pecado. El amor a Dios y al prójimo es un medio fundamental para evitar el pecado, que es desafuero, pues el amor es una cualidad sobresaliente de Dios; Él hizo del amor la base de su Ley a Israel. (Mt 22:37-40; Ro 13:8-11.) De esta manera, el cristiano no está alejado de Dios, sino en una unión gozosa con Él y su Hijo. (1Jn 1:3; 3:1-11, 24; 4:16.) Tales personas pueden recibir la guía del espíritu santo de Dios y “[vivir] en cuanto al espíritu desde el punto de vista de Dios”, desistiendo de los pecados (1Pe 4:1-6) y produciendo el fruto justo del espíritu de Dios en lugar del fruto inicuo de la carne pecaminosa. (Gál 5:16-26.) Por lo tanto, pueden ser libertados del dominio del pecado. (Ro 6:12-22.)
Si se tiene fe en la recompensa segura que Dios dará a los que obren con justicia (Heb 11:1, 6), se puede resistir la tentación de participar en el disfrute temporal del pecado. (Heb 11:24-26.) Como “de Dios uno no se puede mofar”, es ineludible la regla: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”, y el conocimiento de este hecho protege a la persona del engaño del pecado. (Gál 6:7, 8.) Se da cuenta de que los pecados no pueden permanecer escondidos para siempre (1Ti 5:24), y de que “aunque un pecador esté haciendo lo malo cien veces y continuando largo tiempo según le plazca”, sin embargo, “les resultará bien a los que temen al Dios verdadero”, pero no al inicuo que no está en el temor de Dios. (Ec 8:11-13; compárese con Nú 32:23; Pr 23:17, 18.) Sin importar la riqueza material que hayan obtenido los inicuos, no pueden comprar la protección de Dios (Sof 1:17, 18), y, realmente, con el tiempo la prosperidad del pecador será “algo que está atesorado para el justo”. (Pr 13:21, 22; Ec 2:26.) Los hombres de fe que buscan la justicia pueden evitar llevar la “carga pesada” que el pecado trae, es decir, la pérdida de la paz mental y la paz de corazón y la debilidad de la enfermedad espiritual. (Sl 38:3-6, 18; 41:4.)
El conocimiento de la Palabra de Dios es la base para tal fe y el medio de fortalecerla. (Sl 119:11; compárese con 106:7.) La persona que actúa apresuradamente sin primero buscar conocimiento en cuanto a su proceder, ‘errará en el blanco’, es decir, pecará. (Pr 19:2, nota.) El darse cuenta de que “un solo pecador puede destruir mucho bien”, hace que la persona justa intente actuar con sabiduría verdadera. (Compárese con Ec 9:18; 10:1-4.) El proceder sabio es evitar relacionarse con personas que practican la adoración falsa y que tienen tendencias inmorales, pues su compañía podría entrampar al cristiano en el pecado y echar a perder los hábitos útiles. (Éx 23:33; Ne 13:25, 26; Sl 26:9-11; Pr 1:10-19; Ec 7:26; 1Co 15:33, 34.)
Por supuesto, hay muchas cosas que pueden hacerse o dejarse de hacer, o que pueden llevarse a cabo de diversas maneras, sin que se incurra en pecado. (Compárese con 1Co 7:27, 28.) Dios no acorraló al hombre con una cantidad innumerable de reglas que rigieran hasta el más mínimo detalle de su vida. El hombre tenía que usar su inteligencia, y además se le dio amplio margen para desarrollar su propia personalidad y manifestar sus preferencias personales. El pacto de la Ley contenía muchos estatutos; sin embargo, ni siquiera estos privaron al hombre de la libertad de expresar su personalidad. El cristianismo, en el que tanto se recalca el amor a Dios y al prójimo, igualmente permite a los hombres la libertad más amplia posible que las personas de corazón justo pudieran desear. (Compárese con Mt 22:37-40; Ro 8:21; véanse JEHOVÁ - [Un Dios de normas morales]; LIBERTAD.)
Cosas ilegales que se hacen cada día “sin darte cuenta”
★1. Crear GIFs y memes.
★2. Cuentas-parodia en Twitter. ★3. Grabar conversaciones por Skype y compartirlas. ★4. Usar eBay sin declarar tus ingresos. ★5. Compartir contraseñas de cuentas. ★6. Crear una cuenta en Facebook si eres menor de 14 años. ★7. Conectarte a redes Wi-Fi ajenas sin permiso. ★8. Trabajar de forma remota mientras estás de vacaciones en otro país. ★9. Subir contenido con copyright a Youtube o otras redes sociales. ★10. Descargar archivos y usarlos sin permiso. ★11. Desbloquear tu smartphone. ★12. Registrar dominios de marcas registradas. ★13. Crear una dirección IP falsa. ★14. Usar una identidad falsa en la red. ★15. Utilizar un emulador para jugar a videojuegos retro. ★16. Extender oficiosamente los períodos de prueba de programas. ★17. Insultar en la red. ★18. Comer algo en la tienda sin haber pagado antes. ★19. Mandar mensajes de texto mientras conduces. ★20. Vender un artículo usado sin declarar al comprador los fallos que tiene. ★21. Conducir con un par de g/l de alcohol de más en la sangre. Súmale a esto las infracciones que diariamente pueden ser registradas por cámaras mientras conduces, andas por la calles o estas de compras. |
“Cómo responder al acoso verbal”
1. Ignorar al agresor Cambia de tema, cuanto más banal mejor. Así el comentario queda fuera de contexto distrayendo la atención del agresor. Ejemplo: Agresión verbal: Pero que aspecto tan horrible que tienes. Defensa verbal: La calor esta insoportable, deberíamos ir a tomar algo. 2. Gestos mudos 3. Monosílabos 4. El refrán inadecuado 5. Ceder y consentir 6. La respuesta desintoxicante 7. Asertividad positiva 8. Banco de niebla 9. Técnica de Aserción negativa 10. La confrontación |
“El Problema”
En un castillo oriental se encontraron con la muerte de uno de sus guardianes y fue preciso encontrar un substituto.
El gran Maestro convocó a todos los discípulos para determinar quién sería el nuevo centinela y con mucha calma dijo:
Entonces, colocó una magnífica mesa en el centro de la sala con un jarrón de porcelana y unas rosas de extraordinaria belleza en él, y dijo así:
¿Qué representaría? ¿Qué hacer? ¿Cuál es el enigma?
Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el gran Maestro dijo:
Muchas personas cargan la vida entera con el peso de cosas que fueron importantes en el pasado y que hoy solo ocupan un espacio inútil en sus corazones y mentes.
Hay un proverbio chino que dice: “Para poder beber vino es necesario tirar primero el té”
El pasado sirve como lección, como experiencia, como referencia. Usa las experiencias del pasado en el presente, para construir tu futuro (Pr 8:13; 2Co 5:17; Flp 3:13, 14.) |
¿Podría estar Equivocado?
¿Por qué hay tanta gente convencida de sus creencias, aunque otros grupos están igual de convencidas de que los demás están engañados y mal informados? Pienso que la clave está en que la mayoría de las personas se encierran en su micro-mundo, sea nacionalidad, religión, cultura o educación, en realidad a lo que se acomoda mejor a nuestros gustos o preferencias personales, decidiendo así creer en lo que cuadra con nustro deseo y no se abren ni se hacen receptivos a intercambiar ideas y conocimiento con otros grupos religiosos, culturales o educacionales, aunque la verdad los pudiera incomodar y sacar de su zona de confort. De esa forma crean una especie de miopía intelectual y emocional de manera que se fanatizan en su supuesta verdad sin analizar objetivamente la posibilidad de poder estar equivocados en lo que tubo la “suerte” de integrarse. Para poder tener conocimiento verdadero y objetivo de la vida de ahora y de la que nos espera, tenemos que ser imparciales, razonables y estar dispuestos a evaluar la posibilidad de estar equivocados, abriéndonos a otras culturas, educación y formas de pensar, comparando las escrituras, los hechos, la historia y el buen juicio.
Una de las formas para poder evaluar si estamos en lo cierto es la formula física de la causa y el efecto.
La Biblia, es una fuente de sabiduría superior. Da respuestas satisfactorias a preguntas como las siguientes: No olvidemos que Jesús mismo advirtió de esa trampa y dijo que no se trataba tanto de él mismo o lo que decímos, sino de su padre, Jehová y lo que hacemos conforme a su voluntad a la hora de ser evaluados como verdaderos cristianos (Mt 7:21) |
¿Un poco no es nada?
Un padre cedió a la petición de sus hijos de ir a ver una película de cine, cuando ésta empezó, el padre decidió abandonar la sala de cine con sus hijos después que aparecieron en la pantalla unas escenas de nudismo, los hijos protestaron argumentando que solo era un poco de ninguna importancia (Sl 119:37) En casa el padre les hizo para consolarlos unas galletas y les sorprendió diciéndoles: “bueno hijitos, no sigan enfadados, miren le he hecho estas galletitas y además con una sorpresita”, los hijos preguntaron ¿si, que sorpresita?, el padre contesto: “solo les e añadido un poquito de excrementos de nuestro lindo perrito, pero solo un poquito”. Demás esta decir que ninguno probo ni una galleta (Lu 16:10) |
Cicatrices de Oro (Kintsugi)
El kintsugi (金継ぎ) (en japonés: ‘reparación dorada’) o kintsukuroi (金繕い) (en japonés: ‘reparación de oro’) es una técnica de origen japonés para arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. Forma parte de una filosofía que plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto, y que deben mostrarse en lugar de ocultarse, incorporarse y además hacerlo para embellecer el objeto, poniendo de manifiesto su transformación e historia.
El Kintsugi o la resiliencia no solo se refiere a la capacidad que tenemos los seres humanos de hacer frente a las adversidades que se nos ponen en el camino, sino que se trata de salir humildes, reforzados y mejorados de ellas. (Ro 5:1-6; 2Co 11:23-30)
Es decir, las personas resilientes no solo superaran los problemas que se les presenten a lo largo de su vida, sino que tienen la capacidad de convertir estas experiencias en algo de lo que aprender y conseguir que los fortalezca y los mejore. No solo sobreviven a los golpes y a las roturas, sino que salen fortalecidos y maduros espiritualmente. (Lu 7:47; 2Pe 1:5-7.)
Muchos de nosotros hemos pasado por experiencias devastadoras o pruebas de superación, sea por accidente o por malas decisiones, lo que ha dejado en nosotros cicatrices imborrables que solo el pegamento del amor y la bondad inmerecida de Jehová ha podido reparar con su espíritu, usemos esas experiencias agradecidos, para madurar y ayudar a otros a afrontar las experiencias desagradables con la actitud correcta para ser ennoblecidos con el Kintsugi que nos ofrece el espíritu santo y el sacrificio de Jesús, (2Co 4:7-12; 16)
★Censura - [Cicatrices] |
2:15.
¿Qué significa que a la mujer “se le manten[ga] en seguridad mediante el tener hijos”?.
Tener hijos, cuidar de ellos y atender el hogar puede mantener a una mujer “en seguridad” porque evita que se convierta en una persona desocupada, ‘chismosa y entremetida en asuntos ajenos’ (1 Tim. 5:11-15).
3:1.
¿Qué requisitos son necesarios para ser nombrado como superintendente o anciano?.
Ningún hombre se convierte en superintendente de forma automática. Tiene que trabajar con empeño para alcanzar esta “obra excelente”. Y eso incluye atender con verdadero interés las necesidades de sus hermanos (Isa. 32:1, 2). Quien aspira a ser superintendente o siervo ministerial tiene que esforzarse por llenar las condiciones que establece la Biblia (1 Tim. 3:1-10, 12, 13; Tito 1:5-9). Todo varón bautizado debería preguntarse: “¿Participo plenamente en la predicación, y ayudo a otros hermanos a hacer lo mismo? ¿Me preocupo por el bienestar de los demás y procuro fortalecerlos? ¿Se me conoce por ser un buen estudiante de la Palabra de Dios? ¿Trato de mejorar la calidad de mis comentarios? ¿Realizo con entusiasmo las labores que me confían los ancianos?” (2 Tim. 4:5). Sin duda, son preguntas dignas de examinarse.
3:4.
¿Qué significa el que un hombre tenga a sus “hijos en sujeción con toda seriedad”?.
Significa que, en su sujeción, los hijos deben reflejar una seriedad que corresponde adecuadamente a su edad y circunstancias. Su sujeción incluiría los asuntos religiosos, los aspectos más vitales de la vida del cristiano. De modo que la respuesta que obtiene un hombre de sus hijos al darles instrucción de la Palabra de Dios debe recomendarlo como persona que puede ayudar a otros en la congregación a amoldar su vida a los justos requisitos de Dios.
3:4a.
¿Afecta la conducta de la esposa el que un hombre llene o no los requisitos para ser recomendado como anciano o siervo ministerial?.
La esposa es parte de la casa del hombre y la conducta de ella sí se refleja favorable o desfavorablemente sobre él. Sin embargo, en muchos países ella disfruta de cierto estado legal que a menudo limita lo que el esposo puede hacer para controlar la conducta de ella, especialmente si es incrédula. Según la ley, por lo general el hombre tiene mucho menos autoridad para con su esposa que la que tiene para con sus hijos. Por lo tanto, mientras el hombre esté controlando la conducta de su esposa al grado que lo permita la ley, no estaría descalificado, siempre y cuando llene todos los otros requisitos bíblicos. Por supuesto, él mismo no debe ser culpable de contribuir hacia alguna conducta aviesa de su esposa. Lo importante es que el hombre realmente esté ‘presidiendo su propia casa excelentemente.’—1 Tim. 3:4.
3:6. ¿Cuándo, especialmente, debe darse consideración seria al tiempo que lleva como cristiano un hombre antes de que se le nombre anciano?.
Esto sucede cuando la congregación ya tiene ancianos que tienen muchos años de experiencia en el vivir cristiano. Cuando en tal congregación se nombra a un hombre que lleva pocos años de bautizado, esto puede conducir a que se “hinche de orgullo.” (1 Tim. 3:6) Sin embargo, si la congregación se compone de nuevos conversos, el nombramiento de un hombre que sea relativamente nuevo, pero que satisfaga los requisitos bíblicos, no presenta el mismo peligro espiritual. Ese hombre se da cuenta de que está sirviendo debido a que existe una necesidad y no debido a que él sea particularmente sobresaliente como persona espiritual.
3:10. ¿Puede un individuo que ha terminado un período de prueba no anunciada ser recomendado para nombramiento como siervo ministerial?.
En cuanto a los siervos ministeriales 1 Timoteo 3:10 dice: “Que éstos sean probados primero en cuanto a aptitud, entonces que sirvan como ministros, al estar libres de acusación.” El que un individuo haya terminado un período de prueba estipulado por haber hecho algo incorrecto no significa de por sí que está ‘libre de acusación.’ No es prudente confiar responsabilidad demasiado pronto a un individuo en esta situación. (1 Tim. 5:22) Suficiente tiempo debe haber pasado para que él establezca que se ha recuperado completamente de la debilidad que se manifestó en su acto o derrotero incorrecto. Después de terminar el período de prueba debe haber demostrado a través de un período de suficiente duración que está dedicado a la justicia y le tiene amor genuino a Jehová y a su pueblo. Otros deben poder considerarlo como excelente ejemplo de conducta cristiana. De modo que si verdaderamente ha edificado una reputación excelente desde que terminó su período de prueba, podría considerarse la recomendación de él para llegar a ser, no un anciano, sino primero un siervo ministerial.
4:3.
¿Debe comerse carne los viernes?.
La realidad es que la regla de los viernes de vigilia fue hecha obligación para los catolicos hace solo unos 1.100 años. El papa Nicolás I (858-867) fue quien la puso en vigor.
Pero luego, a principios de 1966, el papa Paulo VI autorizó a los oficiales eclesiásticos locales a modificar este requisito de abstinencia en sus países según lo creyeran conveniente. El papa obró en armonía con las recomendaciones que se hicieron en el Segundo Concilio del Vaticano que se completó recientemente. En un país tras otro los viernes de vigilia fueron virtualmente abolidos... en Francia, el Canadá, Italia, México, Estados Unidos, etc.
Sin embargo, la Iglesia Católica no ha cambiado completamente su posición tocante a la abstinencia de carne los viernes. Aun ahora a los católicos todavía se les exige que se abstengan de comer carne el “Viernes Santo.” Además, en algunos lugares no deben comer carne los viernes de la Cuaresma.
La Iglesia Católica no ha basado sus enseñanzas en lo que dice la Palabra de Dios. Más bien, ha fundado muchas de sus creencias y prácticas en las tradiciones inestables de los hombres.
Esto es obviamente cierto tocante a abstenerse de carne los viernes. Pues, prescindiendo de cuánto busque usted, en ninguna parte de la Biblia encontrará que a los cristianos se les dieran instrucciones jamás de abstenerse de comer carne en ningún viernes del año, ni en ningún otro día. No es requisito de Dios. De hecho, la edición católica de la Biblia en inglés Versión Normal Revisada dice que el prescribir o mandar “abstinencia de alimentos que Dios creó para recibirse con acción de gracias” es una evidencia de una desviación de la fe.—1 Tim. 4:1-4.
4:8.
¿Por qué es esencial que resaltemos el valor práctico de la información, y de qué modos podemos lograrlo?.
Si las personas no ven el valor práctico de lo que decimos, quizá se desconecten mentalmente y no se beneficien de la información. Ayudamos a los oyentes a entender de qué modo influye en su vida el temor de Jehová, y así los animamos a pensar en términos prácticos (Sal. 111:10; 1 Tim. 4:8). Hacemos práctico nuestro discurso al tener en cuenta al auditorio y preguntarnos: “¿Cómo puede beneficiar a los componentes de este auditorio la información que voy a presentar?”.
4:13.
¿Qué podemos hacer para que nuestros oyentes aprendan algo cuando utilizamos textos muy conocidos?.
Podemos aislar las palabras o las expresiones relacionadas con el tema que desarrollemos. Por ejemplo, si leemos Miqueas 6:8 podríamos preguntar: “¿Qué se entiende en ese pasaje por ‘justicia’? ¿Quién establece las normas sobre la justicia de que habla este versículo? ¿Qué significa ‘ejercer justicia’?”. A continuación podemos aplicar el versículo teniendo en cuenta el tema, el objetivo y el auditorio.
4:13a.
¿Qué puede ocurrir si animamos a los oyentes a centrarse en los detalles de un relato bíblico conocido?.
Pudieran encontrar muy instructivo que se mencione el contexto de un pasaje, las circunstancias en que se escribió y la identidad de quien hablaba. Esto les ayudará a leer la Palabra de Dios con mayor detenimiento y a captar mejor la importancia de los sucesos bíblicos (Mat. 22:41-45; Luc. 20:37, 38).
4:15.
¿Cómo podemos sacar el máximo provecho de la guía que da la Biblia?.
La fuente más sobresaliente de guía divina es la Palabra inspirada de Dios, la Biblia (2 Tim. 3:16, 17). Si queremos sacar el máximo provecho de ella, no debemos esperar a que surja una dificultad seria para buscar ayuda en sus páginas. Más bien, debemos habituarnos a leerla todos los días (Sal. 1:1-3). Así conoceremos mejor sus consejos inspirados. Pensaremos igual que Dios y estaremos listos para enfrentar cualquier problema, aunque sea inesperado. Pero además, es fundamental que meditemos en lo que leamos en la Biblia y que oremos al respecto. Cuando reflexionamos en los pasajes bíblicos, extraemos lecciones que luego podemos poner en práctica en situaciones concretas. Si surge una dificultad grave, oremos a Jehová para pedirle que nos guíe. Su espíritu nos ayudará a recordar principios útiles que hayamos leído en la Biblia o en nuestras publicaciones (Sal. 25:4, 5).
5:3-16.
¿Qué aprendemos sobre la atención de los necesitados en las instrucciones de Pablo en 1 Timoteo 5:3-16?.
La congregación debe preocuparse por los problemas de las viudas envejecidas y necesitadas. Los parientes de los necesitados, si podían, debían asumir su responsabilidad y prestar asistencia; las viudas tenían que satisfacer ciertos requisitos para que se les prestara ayuda.
5:8.
¿Qué obligaciones tiene el esposo?.
Para que Dios forme parte de un matrimonio, este debe esforzarse por obedecer las normas divinas. El esposo es el principal responsable de satisfacer las necesidades físicas y espirituales de su casa. Además, debe tener en cuenta las necesidades emocionales de su esposa. En Colosenses 3:19 leemos: “Esposos, sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente con ellas”. Un comentarista bíblico explica que en este pasaje la expresión “encolerizarse amargamente” significa “golpear a la esposa, hablarle con rudeza o negarle el apoyo, el afecto, el cuidado, la protección y el sustento”. Esa clase de comportamiento es totalmente inaceptable en un hogar cristiano. En cambio, cuando el esposo ejerce su autoridad de forma bondadosa, a su esposa se le hace más fácil seguir su dirección.
5:8a.
¿Por qué deberíamos hacer planes pensando en la posibilidad de que muramos?.
En cierto sentido, hacer esos preparativos es como dar un regalo a nuestra familia. Es una manifestación de amor. Demuestra que queremos ‘proveer para los que son miembros de nuestra casa’, incluso cuando ya no estemos con ellos (1 Timoteo 5:8).
5:13.
¿Por qué no estamos obligados a revelar toda la información que sepamos sobre algo?.
Pablo indicó que hay personas que no tienen derecho a recibir toda la información que piden. Él habló de las personas chismosas y entrometidas, que siempre están “hablando de cosas que no debieran”. Si alguien tiene fama de entrometido o de no saber guardar las confidencias, difícilmente le confiarán los demás sus asuntos personales. Por inspiración, el apóstol Pablo ofreció este oportuno consejo: “Traten de vivir tranquilos, ocúpense de sus propios asuntos” (1 Tes. 4:11, Traducción en lenguaje actual). Claro, habrá ocasiones en que los ancianos tengan que hacernos alguna pregunta personal para poder cumplir con sus responsabilidades. En esos casos es importante que digamos la verdad, ya que así les ayudaremos a llevar a cabo su trabajo (1 Ped. 5:2).
5:24.
¿De qué formas intenta Satanás corromper a los siervos de Dios?.
Satanás hace lo imposible para corrompernos y hacernos perder la aprobación de Jehová (Apo 12:12, 17). Pero no caigamos en ninguna de las trampas del Diablo. Más bien, hagamos nuestras las palabras de David, quien escribió: “Actuaré con discreción en un camino exento de falta. [...] Andaré en la integridad de mi corazón dentro de mi casa” (Sal. 101:2). Hoy día, Jehová ya no revela milagrosamente a sus siervos los pecados o engaños cometidos, como hizo a veces en el pasado. Pero sigue viendo todo lo que ocurre y saca las cosas a la luz en el momento y de la manera que ve convenientes. La razón principal por la que él pone al descubierto las malas acciones es que es un Dios de amor. Como ama a su congregación, toma medidas para mantenerla pura. Al mismo tiempo, otorga su misericordia a quienes se han dejado arrastrar por el pecado pero luego demuestran verdadero arrepentimiento (Pro. 28:13).
6:3, 4.
¿Que mandato acerca de los falsos maestros nos da la Biblia?.
La Biblia pide a los cristianos que “eviten” a los apóstatas, o, según otras versiones, que “se aparten”, “permanezcan lejos” e incluso “huyan” de ellos (Romanos 16:17; 2Jn 9-11). ¡Más claro, imposible! ¿Cuál es nuestra reacción cuando un médico nos manda evitar todo contacto con alguien porque tiene una enfermedad mortal muy contagiosa? Ante una instrucción tan directa, no nos cabe ninguna duda de que debemos seguirla rigurosamente. Pues bien, Jehová, el Gran Doctor, nos manda evitar todo contacto con cualquier maestro desleal a la verdad, pues es alguien “mentalmente enfermo” que procura infectarnos con sus doctrinas (1 Tim. 6:3, 4).
Como vemos, el mandato divino también es muy directo, pero ¿estamos igual de decididos a seguirlo en todas las circunstancias?
6:9, 10.
¿Producen las posesiones materiales felicidad duradera?.
Las posesiones materiales no producen felicidad duradera. Los esfuerzos por ganar riquezas resultan a menudo en familias infelices, salud quebrantada y ruina espiritual.
6:10.
¿Por qué debemos huir del amor al dinero?.
En su primera carta a Timoteo, Pablo resaltó los principios que debían regir a los cristianos que eran esclavos, pues, al parecer, algunos de ellos esperaban obtener beneficios económicos de sus amos creyentes. Quizás había otros miembros de la congregación que trataban de utilizar a los hermanos para lucrarse. Pablo dijo que no debía verse “la devoción piadosa [como] un medio de ganancia” económica. Tal vez la raíz del problema fuera “el amor al dinero” (1 Tim. 6:1, 2, 5, 9, 10). ¿Puede usted pensar en algún personaje bíblico que haya arruinado su relación con Jehová por causa del amor al dinero o a las cosas materiales? (Jos. 7:11, 21; 2 Rey. 5:20, 25-27.) Pablo le dijo a Timoteo: “Hombre de Dios, huye de estas cosas. Pero sigue tras la justicia, la devoción piadosa, la fe, el amor, el aguante, la apacibilidad” (1 Tim. 6:11). Todo aquel que quiera sobrevivir al futuro día de la ira divina debe hacer caso de este consejo.
Suele decirse que todo hombre tiene su precio. Esta difundida frase destaca que hasta la persona más decente está dispuesta a quebrantar las normas morales por la cantidad de dinero adecuada. Y es que una persona que en circunstancias normales es afable y bondadosa puede transformarse en un ser desagradable y agresivo cuando hay dinero de por medio. Basta con repasar los numerosos delitos motivados por la avaricia: el chantaje, la extorsión, el fraude, el secuestro e incluso el asesinato.
6:15, 16.
¿Son aplicables estas palabras a Jehová Dios o a Jesucristo?.
Estas palabras se refieren a Aquel cuya manifestación mencionan estos versículos, es decir, a Jesucristo (1 Tim. 6:14). A diferencia de simples seres humanos que gobiernan como reyes y señores, Jesús es el “único Potentado”, y solo él es inmortal (Dan. 7:14; Rom. 6:9). Desde que ascendió a los cielos invisibles, ningún hombre en la Tierra lo “ha visto” con los ojos literales.
6:17.
¿Por qué no es sensato cifrar la esperanza en las riquezas?.
Cifrar nuestra esperanza en las riquezas no es una buena idea, ya que estas son “inseguras”. El patriarca Job, por ejemplo, era muy rico. Pero cuando las desgracias le sobrevinieron súbitamente, sus riquezas no le sirvieron de nada, pues lo perdió todo de la noche a la mañana. Más bien, fue su fuerte relación con Dios lo que lo sostuvo a través de todas sus pruebas y aflicciones (Job 1:1, 3, 20-22). Abrahán, por su parte, no dejó que sus numerosos bienes le impidieran aceptar una difícil comisión de Jehová. Y como recompensa, llegó a ser “padre de una muchedumbre de naciones” (Gén. 12:1, 4; 17:4-6). Ambos hombres —como muchos otros— son ejemplos dignos de imitar. Así pues, seamos jóvenes o mayores, todos debemos examinarnos para ver a qué concedemos verdadera importancia en nuestra vida y en qué ciframos nuestra esperanza (Efe. 5:10; Fili. 1:10).
4:15.
Sin importar que hayamos abrazado el cristianismo recientemente o hace mucho tiempo, debemos esforzarnos por seguir progresando en sentido espiritual.
6:2.
Si estamos trabajando para un compañero de creencia, no deberíamos intentar aprovecharnos de la situación. El hecho de que sea nuestro hermano y no alguien de fuera de la congregación debería impulsarnos a trabajar con mayor diligencia.
AL FINAL del relato de Lucas sobre la vida de Pablo en el libro de Hechos, Pablo está en Roma aguardando el resultado de su apelación a César. Se dice que Pablo está en su propia casa alquilada, predicando el Reino de Dios a todos los que vienen a él, y haciéndolo “con la mayor franqueza de expresión, sin estorbo”. (Hech. 28:30, 31.) Pero en la segunda carta de Pablo a Timoteo el apóstol escribe: “Estoy sufriendo el mal hasta el punto de cadenas de prisión como malhechor”, e indica que su muerte se acerca. (2 Tim. 2:9; 4:6-8.) ¡Qué cambio! En el primer caso lo trataban como un preso honorable; en el segundo, como si fuera un criminal. ¿Qué había sucedido entre el tiempo del comentario de Lucas sobre la situación de Pablo en 61 E.C., al fin de dos años en Roma, y el relato escrito de Pablo mismo a Timoteo sobre su situación, que parece haberse escrito poco antes de su muerte?
2 El problema de intercalar la escritura de las cartas de Pablo a Timoteo y Tito dentro del período que abarca el libro de Hechos ha llevado a algunos comentaristas bíblicos a la conclusión de que Pablo salió vencedor en su apelación a César y fue puesto en libertad alrededor de 61 E.C. The New Westminster Dictionary of the Bible dice: “El versículo de conclusión de Los Hechos concuerda mejor con este parecer [el de que Pablo fue puesto en libertad después de estar confinado por dos años] que con la suposición de que el aprisionamiento descrito terminó en la condenación y la muerte del apóstol. Lucas recalca el hecho de que nadie estorbó su obra, y así ciertamente da la impresión de que no estaba cerca el fin de su actividad”. Por eso, la escritura de Primera a Timoteo corresponde al período entre el primer aprisionamiento de Pablo en Roma y su último aprisionamiento allí, o alrededor de 61-64 E.C.
3 Al ser puesto en libertad, evidentemente Pablo reanudó su actividad misional en asociación con Timoteo y Tito. El que Pablo haya llegado a España, como algunos creen, no es seguro. Clemente de Roma escribió (c. 95 E.C.) que Pablo llegó “al límite extremo de O[ccidente]”, lo que pudiera haber incluido a España.
4 ¿Desde dónde escribió Pablo su primera carta a Timoteo? Primera a Timoteo 1:3 indica que Pablo hizo arreglos para que Timoteo atendiera ciertos asuntos de congregación en Éfeso mientras él mismo seguía su camino a Macedonia. Parece que desde Macedonia escribió la carta a Timoteo, quien se hallaba en Éfeso.
5 Desde tiempos remotos se ha aceptado que las dos cartas a Timoteo fueron escritas por Pablo y forman parte de las Escrituras inspiradas. Escritores cristianos primitivos, entre ellos Policarpo, Ignacio y Clemente de Roma, convienen en esto, y las cartas se incluyen como escritos de Pablo en los catálogos de los primeros siglos. Cierta autoridad escribe: “Hay pocos escritos del N[uevo] T[estamento] que cuenten con testimonio más convincente [...] Por lo tanto, las objeciones a su autenticidad tienen que considerarse como innovaciones modernas opuestas a las pruebas convincentes de la iglesia primitiva”.
6 Pablo escribió su primera carta a Timoteo para fijar claramente ciertos procedimientos de orden o estructura en la congregación. También consideró importante advertir a Timoteo que se cuidara de las enseñanzas falsas y que fortaleciera a los hermanos para que resistieran aquel ‘conocimiento falso’. (1 Tim. 6:20.) La ciudad comercial de Éfeso también ofrecería las tentaciones del materialismo y el “amor al dinero”, y sería oportuno dar algún consejo sobre esto también (6:10). Ciertamente Timoteo tenía buenos antecedentes de experiencia y adiestramiento que serían útiles para esa tarea. Había nacido de un padre griego y una madre judía temerosa de Dios. No se sabe con exactitud cuándo tuvo Timoteo su primer contacto con el cristianismo. Cuando Pablo visitó Listra en el transcurso de su segunda gira misional, probablemente a fines de 49 E.C. o a principios de 50 E.C., ya “los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes” acerca de Timoteo (quien quizás salía entonces de la adolescencia o tenía poco más de 20 años). Así que Pablo organizó un viaje con Timoteo y Silas como sus acompañantes. (Hech. 16:1-3.) A Timoteo se le menciona por nombre en 11 de las 14 cartas de Pablo, y también en el libro de Hechos. Pablo siempre manifestó interés paternal en él, y en varias ocasiones lo asignó para que visitara y sirviera a distintas congregaciones... prueba de que Timoteo había hecho buen trabajo en el campo misional y estaba capacitado para encargarse de responsabilidades de peso. (1 Tim. 1:2; 5:23; 1 Tes. 3:2; Fili. 2:19.)
7 Exhortación a fe con una buena conciencia - (1:1-20) Después de saludar a Timoteo llamándolo “un hijo genuino en la fe”, Pablo lo anima a permanecer en Éfeso. Timoteo ha de corregir a los que enseñan “diferente doctrina”, lo que conduce a cuestiones inútiles más bien que a una dispensación de fe. Pablo dice que el objetivo de este mandato es “amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía”. Añade: “Desviándose de estas cosas, ciertos individuos han sido apartados al habla ociosa” (1 Tim. 1:2, 3, 5, 6).
8 Aunque Pablo había sido anteriormente blasfemo y perseguidor, la bondad inmerecida del Señor “sobreabundó junto con la fe y el amor que hay en relación con Cristo Jesús”, de modo que se le mostró misericordia. Él había sido el más notable de los pecadores, y por eso llegó a ser una demostración de la gran paciencia de Cristo Jesús, quien “vino al mundo para salvar a pecadores”. ¡Cuán digno es el Rey de la eternidad de recibir honra y gloria para siempre! Pablo exhorta a Timoteo a participar en el guerrear excelente, “manteniendo la fe y una buena conciencia”. Timoteo no debe ser como los que han “experimentado naufragio respecto a su fe”, tales como Himeneo y Alejandro, a quienes Pablo ha disciplinado por blasfemar (1 Tim. 1:14, 15, 19).
9 Instrucciones sobre adoración y organización en la congregación - (2:1–6:2) Deben hacerse oraciones con relación a hombres de toda clase, incluso los que están en alto puesto, con el fin de que los cristianos puedan vivir tranquilamente con devoción piadosa. Es la voluntad de Dios, el Salvador, que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos” (1 Tim. 2:4-6). Pablo fue nombrado apóstol y maestro de estas cosas. De modo que pide a los hombres que oren con lealtad, y a las mujeres que se vistan modesta y sensatamente, como es propio de personas que reverencian a Dios. La mujer debe aprender en silencio y no ejercer autoridad sobre el hombre, “porque Adán fue formado primero, luego Eva” (1 Tim. 2:13).
10 El hombre que procura ser superintendente desea una obra excelente. Pablo entonces señala los requisitos que califican a los superintendentes y los siervos ministeriales. El superintendente debe ser “irreprensible, esposo de una sola mujer, moderado en los hábitos, de juicio sano, ordenado, hospitalario, capacitado para enseñar, no un borracho pendenciero, no un golpeador, sino razonable, no belicoso, no amador del dinero, hombre que presida su propia casa excelentemente, que tenga hijos en sujeción con toda seriedad [...], no un hombre recién convertido [...] Debe también tener excelente testimonio de los de afuera” (1 Tim. 3:2-7). Hay requisitos parecidos para los siervos ministeriales, y se les debe probar en cuanto a aptitud antes de que sirvan. Pablo escribe estas cosas para que Timoteo sepa cómo debe comportarse en la congregación de Dios, que es “columna y apoyo de la verdad” (1 Tim. 3:15).
11 En tiempos posteriores algunos se apartarán de la fe por las enseñanzas de demonios. Hombres hipócritas que hablarán mentiras prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que se participe de ellos con acción de gracias. Timoteo debe ser excelente ministro y negarse a admitir relatos falsos y ‘cuentos de viejas’. Por otra parte, debe irse entrenando con la devoción piadosa como mira. “Con este fin estamos trabajando duro y esforzándonos —dice Pablo—, porque hemos cifrado nuestra esperanza en un Dios vivo, que es Salvador de hombres de toda clase, especialmente de los fieles.” Por lo tanto, Timoteo debe seguir dando estos mandatos y enseñándolos. No debe permitir que ningún hombre menosprecie su juventud; por el contrario, debe hacerse ejemplo en conducta y servicio piadoso. Debe estar intensamente ocupado en estas cosas y prestar constante atención a sí mismo y a su enseñanza, pues al persistir en estas cosas ‘se salvará a sí mismo y también a los que le escuchan’ (1 Tim. 4:7, 10, 16).
12 Pablo aconseja a Timoteo sobre cómo tratar con la gente en el nivel individual: a los hombres mayores como a padres, a los de menos edad como a hermanos, a las mujeres mayores como a madres, a las de menos edad como a hermanas. Ha de hacerse provisión adecuada para las que en verdad son viudas. Sin embargo, la familia de una viuda debe atenderla si es posible. No hacer esto sería repudiar la fe. Cuando una viuda tiene por lo menos 60 años de edad, debe ser puesta en la lista si ‘se da testimonio de ella por sus excelentes obras’ (1 Tim. 5:10). Por otra parte, no se debe admitir a las viudas de menos edad, que dejan que sus impulsos sexuales las dominen. En vez de estar andorreando y chismeando, que estas se casen y tengan hijos, para no dar incentivo al opositor.
13 A los ancianos que presiden excelentemente debe tenérseles por dignos de doble honra, ‘especialmente a los que trabajan duro en hablar y enseñar’ (1 Tim. 5:17). No ha de admitirse una acusación contra un anciano salvo por la evidencia de dos o tres testigos. Las personas que practican el pecado deben ser censuradas delante de todos los presentes, pero no ha de haber prejuicio ni parcialidad en estas cosas. Los esclavos deben respetar a sus dueños y rendir buen servicio, especialmente a los hermanos, que son “creyentes y amados” (1 Tim. 6:2).
14 Consejo sobre “devoción piadosa junto con autosuficiencia” - (6:3-21) El hombre que no se aviene a palabras saludables está hinchado de orgullo y mentalmente enfermo sobre cuestiones, y esto lleva a disputas violentas acerca de cosas insignificantes. Por otra parte, la “devoción piadosa junto con autosuficiencia” es un medio de gran ganancia. Uno debe estar contento si tiene qué comer y con qué cubrirse. El resolverse a ser rico es un lazo que lleva a la destrucción, y el amor al dinero es “raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”. Pablo insta a Timoteo en su condición de hombre de Dios a huir de esas cosas, seguir tras las virtudes cristianas, pelear la excelente pelea de la fe y ‘asirse firmemente de la vida eterna’ (1 Tim. 6:6, 10, 12). Debe observar el mandamiento “de manera inmaculada e irreprensible” hasta la manifestación del Señor Jesucristo. Que los que son ricos “cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios”, para asirse firmemente de la vida que realmente lo es. Al concluir, Pablo anima a Timoteo a guardar el depósito de doctrinas a su cuidado y a apartarse de las palabrerías profanadoras y de “las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’” (1 Tim. 6:14, 17, 20).
15 Esta carta da una severa advertencia a los aficionados a vanas suposiciones y a discusiones filosóficas. Los “debates acerca de palabras” están relacionados con el orgullo y deben evitarse, pues Pablo nos dice que obstruyen el desarrollo cristiano y solo presentan “cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe” (1 Tim. 6:3-6; 1:4). Junto con las obras de la carne, tales disputas están “en oposición a la enseñanza saludable según las gloriosas buenas nuevas del Dios feliz” (1 Tim. 1:10, 11).
16 Parece que los cristianos de la Éfeso codiciosa de dinero necesitaban consejo respecto a luchar contra el materialismo y sus distracciones. Pablo dio ese consejo. El mundo ha citado mucho estas palabras de Pablo: ‘El amor al dinero es raíz de toda suerte de males’, pero ¡cuán pocos son los que prestan atención a esas palabras! Por el contrario, los verdaderos cristianos tienen que prestar atención a ese consejo siempre. Significa vida para ellos. Tienen que huir del perjudicial lazo del materialismo y cifrar su esperanza, “no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas” (1Ti 6:6-12, 17-19).
17 La carta de Pablo muestra que Timoteo mismo era un ejemplo excelente de lo que debe ser el cristiano joven. Aunque relativamente joven en años, era maduro en desarrollo espiritual. Había procurado calificar como superintendente y fue abundantemente bendecido por los privilegios de que disfrutó. Pero al igual que todo joven ministro celoso de hoy día, Timoteo tenía que seguir reflexionando sobre estas cosas y estar intensamente ocupado en ellas para que su adelantamiento fuera continuo. El consejo de Pablo es oportuno para todos los que quieren disfrutar continuamente del progreso cristiano: “Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan” (1 Tim. 4:15, 16).
18 Esta carta inspirada infunde aprecio por los arreglos ordenados de Dios. Muestra que tanto hombres como mujeres pueden hacer su parte para mantener la armonía teocrática en la congregación (1 Tim. 2:8-15). Pasa entonces a considerar cómo califican los superintendentes y los siervos ministeriales. Así el espíritu santo indica los requisitos que han de satisfacer los que sirven en capacidades especiales. La carta también estimula a todos los ministros dedicados a alcanzar estas normas, al decir: “Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de superintendente, desea una obra excelente” (1 Tim. 3:1-13). Se da debida consideración a la actitud apropiada del superintendente para con las personas de la congregación agrupadas según su edad y sexo, así como al manejo de acusaciones ante testigos. Al recalcar que los ancianos que trabajan duro en hablar y enseñar son dignos de doble honra, Pablo cita dos veces de las Escrituras Hebreas como autoridad: “Porque la escritura dice: ‘No debes poner bozal al toro cuando trilla el grano’; también: ‘El trabajador es digno de su salario’”. (1 Tim. 5:1-3, 9, 10, 19-21, 17, 18; Deu. 25:4; Lev. 19:13.)
19 Después de dar todo ese consejo excelente, Pablo añade que el mandamiento debe ser observado de manera inmaculada e irreprensible ‘hasta la manifestación del Señor Jesucristo como el Rey de los que reinan y Señor de los que gobiernan como señores’. Sobre la base de esta esperanza del Reino, la carta concluye con una vigorosa exhortación a los cristianos para “que trabajen en lo bueno, que sean ricos en obras excelentes, que sean liberales, listos para compartir, atesorando para sí con seguridad un fundamento excelente para el futuro, para que logren asirse firmemente de la vida que realmente lo es”. (1 Tim. 6:14, 15, 18, 19.) ¡Ciertamente es provechosa toda la excelente instrucción de Primera a Timoteo!
Dos cartas inspiradas de las Escrituras Griegas Cristianas que escribió a Timoteo el apóstol Pablo, quien se identifica a sí mismo como el autor en las palabras de apertura de cada carta. (1Ti 1:1; 2Ti 1:1.) Al parecer, la primera carta se escribió desde Macedonia. El versículo 3 del primer capítulo da base para datar aproximadamente la redacción de esta carta, pues dice: “Así como te animé a quedarte en Éfeso cuando yo estaba a punto de seguir mi camino a Macedonia, así lo hago ahora”. No hay ninguna mención de esto en el libro de los Hechos, que abarca desde el tiempo de la ascensión de Jesús al cielo, en el año 33 E.C., hasta el segundo año de la reclusión de Pablo en Roma, hacia 61 E.C. Por lo tanto, parece ser que Pablo animó a Timoteo a quedarse en Éfeso algún tiempo después de ser liberado, y que fue entonces cuando Pablo partió hacia Macedonia. Por consiguiente, el tiempo de la escritura de Primera a Timoteo se situaría entre la fecha de la liberación del apóstol de su primera reclusión en Roma y su última reclusión allí, es decir, alrededor de 61-64 E.C. La segunda carta se escribió en Roma durante la última reclusión de Pablo (probablemente alrededor del año 65 E.C.) y no mucho antes de su muerte. (2Ti 1:8, 17; 4:6-9.)
Autenticidad La autenticidad de Primera y Segunda a Timoteo está bien probada. Todos los catálogos importantes antiguos, empezando con el Fragmento de Muratori, del siglo II E.C., consideran canónicas las dos cartas. Más importante aún, están en perfecta armonía con el resto de las Escrituras y hacen referencia a ellas. Contienen citas o alusiones a Números (16:5; 2Ti 2:19), a Deuteronomio (19:15; 25:4; 1Ti 5:18, 19), a Isaías (26:13; 2Ti 2:19) y a las palabras de Jesucristo (Mt 10:10; Lu 10:7; 1Ti 5:18). Son dignas de mención las frecuentes referencias a la fe (1Ti 1:2, 4, 5, 14, 19; 2:7, 15; 3:9, 13; 4:1, 6, 12; 5:8, 12; 6:10-12, 21; 2Ti 1:5, 13; 2:18, 22; 3:8, 10, 15; 4:7), así como el énfasis que se da a la doctrina correcta (1Ti 1:3, 4; 4:1-3, 6, 7; 6:3, 4, 20, 21; 2Ti 1:13; 3:14, 15; 4:3, 5), a la conducta (1Ti 2:8-11, 15; 3:2-13; 4:12; 5:1-21; 6:1, 2, 11-14; 2Ti 2:22), a la oración (1Ti 2:1, 2, 8; 4:5; 5:5; 2Ti 1:3) y a la perseverancia fiel cuando se experimenta sufrimiento (2Ti 1:8, 12; 2:3, 8-13).
Marco histórico de Primera a Timoteo. Alrededor del año 56 E.C., el apóstol Pablo se reunió en Mileto con los ancianos de la congregación de Éfeso y les dijo: “Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí”. (Hch 20:29, 30.) Unos pocos años después, la enseñanza de doctrinas falsas llegó a ser un problema tan grave que Pablo instó a Timoteo a quedarse en Éfeso, a fin de “[mandar] a ciertos individuos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a cuentos falsos ni a genealogías”. (1Ti 1:3, 4.) Timoteo tenía que pelear una guerra espiritual dentro de la congregación cristiana para preservar la pureza de esta y ayudar a sus miembros a permanecer en la fe (1:18, 19). La aplicación del consejo mencionado en la carta del apóstol protegería a los miembros de la congregación del peligro de apartarse.
Para que la congregación prosperase, no podía pasarse por alto la oración. Con el fin de que los cristianos pudiesen llevar una vida calmada y tranquila, sin interferencia, era apropiado que orasen respecto a reyes y hombres que ocupaban puestos gubernamentales elevados. Pablo escribió sobre los que representaban a la congregación en oración: “Deseo que en todo lugar los hombres se ocupen en orar, alzando manos leales, libres de ira y debates”. Esto significaba acercarse a Dios de una manera pura, sin ningún sentimiento de rencor o cólera contra otros. (1Ti 2:1-8.)
Timoteo también tenía que estar alerta para que las mujeres se mantuviesen en su lugar asignado por Dios (1Ti 2:9-15); para que solo sirviesen de superintendentes y siervos ministeriales hombres capacitados, puesto que tendrían que ser un fuerte baluarte contra la apostasía (1Ti 3:1-13; 5:22); para que las viudas que lo mereciesen recibieran ayuda de la congregación (1Ti 5:3-16); para que se diese la debida consideración a los ancianos que presidían de una manera excelente (1Ti 5:17-19); para que los esclavos se comportasen correctamente con sus dueños (1Ti 6:1, 2); para que todos estuviesen contentos con lo que tenían, en vez de aspirar a ser ricos (1Ti 6:6-10), y para que los ricos no depositasen su confianza en las posesiones materiales, sino que, más bien, fuesen ricos en obras excelentes y generosos (1Ti 6:17-19). Timoteo mismo tenía que ser un “ejemplo para los fieles en el hablar, en conducta, en amor, en fe, en castidad”, y también tenía que preocuparse por continuar adelantando (1Ti 4:12, 15, 16; 6:11-14).
Marco histórico de Segunda a Timoteo. En el año 64 E.C., un gran incendio asoló Roma y destruyó una cuarta parte de la ciudad. Se rumoreaba que César Nerón era el responsable de ello, y para protegerse a sí mismo, echó la culpa a los cristianos. Parece ser que eso levantó una ola de violenta persecución gubernamental. Probablemente fue alrededor de ese tiempo (c. 65 E.C.) cuando el apóstol Pablo volvió a estar recluido en prisión en Roma. A pesar de que muchos le habían abandonado, de que sufría en cadenas y se enfrentaba a una muerte inminente (2Ti 1:15, 16; 4:6-8), el apóstol escribió una alentadora carta a Timoteo que prepararía a este compañero más joven para resistir a los elementos apóstatas dentro de la congregación y permanecer firme frente a la persecución (1Ti 2:3-7, 14-26; 3:14–4:5). Al enterarse de las circunstancias de Pablo, Timoteo pudo derivar estímulo del buen ejemplo del apóstol en perseverar fielmente bajo gran tribulación (2:8-13).
Gracias al denuedo que derivaba de la fuerza que da Jehová, Pablo exhortó a Timoteo: “Te recuerdo que avives cual fuego el don de Dios que está en ti mediante la imposición de mis manos. Porque Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de buen juicio. Por lo tanto, no te avergüences del testimonio acerca de nuestro Señor, ni de mí, prisionero por su causa; antes bien, acepta tu parte en sufrir el mal por las buenas nuevas según el poder de Dios”. (2Ti 1:6-8.)
Consejo a un anciano cristiano sobre sus responsabilidades |
Consejo para el propio bienestar espiritual de Timoteo
★Guerrea la batalla espiritual, mantén la fe y una buena conciencia (1Ti 1:18, 19)
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Advertencia sobre las influencias que corrompen la congregación
★Ordena a ciertos individuos que no enseñen doctrinas diferentes, ni presten atención a cuentos falsos y genealogías (1Ti 1:3, 4)
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Requisitos para los que sirven de ancianos y siervos ministeriales
★Entre los requisitos para servir de anciano se incluye ser irreprensible; tener una sola esposa; ser de juicio sano, ordenado, hospitalario, capacitado para enseñar, sobrio en lo tocante a la bebida y al temperamento, razonable; no amar el dinero; presidir su casa de manera excelente; no ser un recién convertido, y tener buena reputación fuera de la congregación (1Ti 3:1-7)
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Instrucciones relacionadas con diversas necesidades de la congregación
★Se debe orar por hombres de toda clase, lo que incluye a los gobernantes, a fin de que los cristianos vivan pacíficamente con devoción piadosa; la voluntad de Dios es que se salven hombres de toda clase (1Ti 2:1-4)
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Estímulo y consejo para ayudar a Timoteo a permanecer firme a pesar de las dificultades que se presentarían en el futuro |
Estimula a Timoteo a continuar progresando
★‘Aviva cual fuego el don de Dios’ que recibiste; no te avergüences del testimonio acerca de Cristo, ni de Pablo, porque esté preso; acepta tu parte en sufrir por las buenas nuevas (2Ti 1:6-8)
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Consejo para ayudar a Timoteo a mantenerse firme ante los maestros falsos
★Evita las disputas respecto a palabras y el habla que viola lo que es santo; intenta recobrar con apacibilidad a los que han sido atrapados por el Diablo (2Ti 2:14, 16-26)
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Circunstancias de Pablo como prisionero
★Pablo fue nombrado apóstol de Jesucristo; entonces sufre debido a ello, pero no se avergüenza (2Ti 1:11, 12)
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