Cualidades Indeseables |
Las palabras de los idiomas originales que se traducen “matar”, “asesinar” y “degollar”, siempre se refieren a quitar la vida, y es el contexto —u otros textos— lo que determina si dicha acción ha sido deliberada y no autorizada o ilícita. Por ejemplo, en el mandato “No debes asesinar” (Éx 20:13), la palabra hebrea para “asesinar” (ra·tsáj) se refiere sin duda a matar de un modo deliberado o ilícito, pero en Números 35:27 ese mismo término denota una acción que le estaba autorizada al vengador de la sangre. Por lo tanto, el mandato: “No debes asesinar” tiene que entenderse dentro del contexto de la entera ley mosaica, que autorizaba quitar la vida humana en ciertas circunstancias, como en el caso de la ejecución de criminales.
Historia primitiva. El asesinato se ha conocido casi desde el principio de la historia humana. Debido a su desobediencia, el primer hombre, Adán, pasó a su descendencia el pecado y la muerte, con lo que, de hecho, se convirtió en un asesino. (Ro 5:12; 6:23.) Fue el Diablo quien —al principio de su derrotero como calumniador de Dios— contribuyó deliberadamente a ese resultado al inducir a pecar a Eva, la esposa de Adán, de modo que se convirtió en homicida y asesino. (Gé 3:13; Jn 8:44.)
Menos de ciento treinta años después ocurrió el primer asesinato, un fratricidio. Caín, el primogénito de Adán, movido por un odio envidioso, asesinó a su justo hermano Abel. (Gé 4:1-8, 25; 5:3.) Por este acto se maldijo a Caín con el destierro y llegó a convertirse en errante y fugitivo en la tierra. (Gé 4:11, 12.) Dios no autorizó al hombre a administrar la pena capital como castigo por el asesinato sino hasta después del Diluvio del día de Noé. (Gé 9:6.)
Bajo la Ley. Siglos más tarde, a los israelitas se les dio la ley mosaica, en la que se incluía una extensa legislación sobre el acto de quitar la vida humana. Diferenciaba entre matar a alguien deliberadamente y hacerlo por accidente. Cuando alguien alegaba ser un homicida involuntario, se investigaban los siguientes factores: 1) si odiaba a la persona muerta (Dt 19:11, 12; compárese con Jos 20:5), 2) si había estado al acecho de la víctima (Nú 35:20, 21) y 3) si había usado un instrumento o cualquier otro objeto que pudiera infligir una herida mortal. (Nú 35:16-18.) Hasta a los esclavos se les tenía que vengar si su amo los mataba a golpes. (Éx 21:20.) Mientras que a los homicidas deliberados se les castigaba con la pena de muerte y no tenían posibilidad de rescate, los homicidas involuntarios podían conservar la vida aprovechándose de la seguridad que se les ofrecía en las ciudades de refugio. (Éx 21:12, 13; Nú 35:30, 31; Jos 20:2, 3; véase CIUDADES DE REFUGIO.)
Ciertos actos deliberados que indirectamente causaran o pudieran resultar en la muerte de una persona se equiparaban a un asesinato deliberado. Por ejemplo, si el propietario de un toro que tuviera la costumbre de acornear no hacía caso de las advertencias respecto a mantener al animal bajo control y como consecuencia el toro mataba a alguien, el hombre podía ser ejecutado. Sin embargo, a veces se aceptaba un rescate en lugar de la vida del propietario, aunque en esos casos los jueces sin duda tomaban en consideración si había circunstancias atenuantes. (Éx 21:29, 30.) Además, cuando alguien tramaba la muerte de una persona presentando un falso testimonio, tenía que pagar con su vida. (Dt 19:18-21.)
La Ley permitía la defensa personal, pero restringía el derecho de luchar por las propiedades personales. En caso de que alguien sorprendiera a un ladrón entrando en su casa a la luz del día y lo matara, era culpable de homicidio. Sin duda, la razón era que el robo no incurría en la pena de muerte y era posible identificar y juzgar al ladrón. Sin embargo, de noche sería difícil ver lo que hacía el intruso o averiguar sus intenciones. Por lo tanto, a la persona que matase a un intruso en la oscuridad de la noche no se la consideraba culpable. (Éx 22:2, 3.)
A los que en el siglo I E.C. urdieron la muerte de Jesús se les identificó como ‘hijos del diablo’, el primer homicida. (Jn 8:44.) Los escribas y los fariseos adornaban las tumbas de los justos y afirmaban que de haber sido sus contemporáneos, no hubiesen sido partícipes de su muerte, la muerte de los profetas. Sin embargo, manifestaron hacia el Hijo de Dios el mismo espíritu asesino que sus antepasados. (Mt 23:29-32; compárese con Mt 21:33-45; 22:2-7; Hch 3:14, 15; 7:51, 52.)
El odio se equipara al asesinato. El impulso asesino procede del corazón. (Mt 15:19; Mr 7:21; compárese con Ro 1:28-32.) Por lo tanto, el que odiara a su hermano sería un homicida, un asesino. (1Jn 3:15.) Cristo Jesús también relacionó el asesinato con las actitudes incorrectas, como el que una persona continuara airada con su hermano, le insultara o lo juzgara y condenara como un “despreciable necio”. (Mt 5:21, 22.) Un odio interno de tal naturaleza puede conducir al asesinato. Ese parece ser el trasfondo de las palabras de Santiago (5:6), cuando dice: “Han condenado, han asesinado al justo”. Las personas adineradas de inclinación malvada a las que se refiere Santiago y que manifestaron odio a los discípulos del Hijo de Dios y los oprimieron, en determinadas ocasiones llegaron a materializar su odio en asesinato. Como Jesús considera que el trato que se les dispensa a sus hermanos es como si se le diese a él, estas personas también asesinaron figurativamente a Jesús. Esta parece ser la idea de Santiago en su comentario. (Compárese con Snt 2:1-11; Mt 25:40, 45; Hch 3:14, 15.)
Aunque a los seguidores de Cristo quizás se les persiga y hasta asesine por causa de la justicia, nunca deberían sufrir por haber cometido asesinatos u otros delitos. (Mt 10:16, 17, 28; 1Pe 4:12-16; Apo 21:8; 22:15.)
Relación sexual antinatural de un hombre o una mujer con un animal. Las personas que sienten esta afinidad o atracción sexual son conocidas como zoófilos, zoofílicos o zoosexuales. La ley mosaica condenaba enfáticamente esta práctica pervertida y sentenciaba a muerte a la persona culpable y a la bestia. “Cuando un hombre da su emisión seminal a una bestia, debe ser muerto sin falta, y ustedes deben matar la bestia. Y cuando una mujer se acerca a cualquier bestia para tener cópula con ella, tienes que matar a la mujer y a la bestia.” (Le 20:15, 16; 18:23; Éx 22:19; Dt 27:21.)
Esta prohibición, así como todas las demás leyes divinas sobre las relaciones sexuales, elevó la moralidad israelita muy por encima de la de los pueblos vecinos. En Egipto la bestialidad era parte de la adoración animal idolátrica; los historiadores hablan de la cohabitación de mujeres con cabras, solo para citar un ejemplo. Los cananeos tenían prácticas similares (Le 18:23-30), y lo mismo se dice de Roma.
La práctica depravada de la bestialidad está incluida en la palabra griega por·néi·a, que se traduce “fornicación”. (Véase FORNICACIÓN.) Cualquiera que se entregue a esta práctica obscena será inmundo moralmente, y si formara parte de la congregación, podría ser expulsado. (Ef 5:3; Col 3:5, 6.)
El término griego bla-sfë-mí-a significa básicamente habla injuriosa, difamatoria o insultante, dirigida tanto a Dios como a los hombres. (Compárese con Apo 16:11; Mt 27:39.) No obstante, la acepción principal de la palabra española blasfemia es habla irreverente o injuriosa contra Dios o las cosas sagradas. En consecuencia, es la antítesis del habla reverente que se debe a la Persona Divina. (Véase HABLA INJURIOSA.)
Del nombre dado al adversario original de Dios, Di-á-bo-los (que significa “Diablo” o “Calumniador”), se desprende que él fue el primer culpable de blasfemia contra Dios. Lo que le dijo a Eva, aunque de manera velada y sutil, dio la imagen de un Creador mentiroso. (Gé 3:1-5.) De modo que Satanás fue el primer instigador de la blasfemia y lo ha seguido siendo hasta la actualidad. (Jn 8:44-49.)
La ‘invocación del nombre de Jehová’ que dio comienzo en el tiempo de Enós, antes del Diluvio, no debió ser recta o propia, pues mucho antes Abel debió haberse dirigido a Dios usando su nombre divino. (Gé 4:26; Heb 11:4.) Si esta invocación del nombre de Dios significaba, como algunos estudiosos piensan, una mala utilización del nombre de Jehová y una aplicación impropia de ese nombre a seres humanos o a objetos idolátricos, podría considerarse blasfemia.
Al fiel Job le preocupaba que sus hijos pudieran haber “maldecido a Dios en su corazón” con pensamientos pecaminosos, y cuando él mismo estuvo bajo adversidad, “no pecó, ni atribuyó nada impropio a Dios”, a pesar de los intentos blasfemos del Adversario de que ‘maldijera a Dios en su misma cara’. (Job 1:5, 11, 20-22; 2:5-10.) Voluntaria o involuntariamente, los tres compañeros de Job representaron mal a Dios y ‘lo pronunciaron inicuo’, a la vez que insinuaron que Job había hablado y actuado de modo blasfemo. (Job 15:6, 25; 32:3; 42:7, 8.)
La blasfemia en el pacto de la Ley. Los tres primeros mandamientos de las “Diez Palabras” o Decálogo inciden en la incomparable posición de Jehová Dios como Soberano Universal y en su derecho exclusivo de ser adorado, al tiempo que advierten: “No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna, porque Jehová no dejará sin castigo al que tome su nombre de manera indigna”. (Éx 34:28; 20:1-7.) Se condenaba invocar el mal sobre Dios y maldecir a un principal. (Éx 22:28.) El primer caso de blasfemia que se registra posterior a este mandamiento tiene como protagonista a un hombre de madre israelita y padre egipcio que “empezó a injuriar el Nombre y a invocar el mal contra él”, mientras luchaba con un israelita. Jehová decretó que se apedreara al ofensor, y así estableció el castigo que merecería cualquier futuro “injuriador del nombre de Jehová”, fuese israelita nativo o residente forastero. (Le 24:10-16.)
Poco tiempo después, la gran mayoría de los israelitas murmuraron contra Jehová con falta de respeto. Como resultado, se les condenó a vagar por el desierto durante cuarenta años, y a todos los que tenían veinte años de edad o más se les sentenció a morir en el desierto. (Nú 14:1-4, 11, 23, 29; Dt 1:27, 28, 34-39.) Su actitud blasfema hasta los llevó a hablar de lapidar a los siervos fieles de Dios. (Nú 14:10.) Aunque el habla abusiva de Coré, Datán y Abiram se dirigía sobre todo contra Moisés y Aarón, los representantes de Dios, antes de la ejecución de esos hombres y sus familias ante sus respectivas tiendas, Moisés dijo a los observadores: “Sabrán ustedes que estos hombres han tratado a Jehová irrespetuosamente”, pues habían desdeñado el nombramiento teocrático. (Nú 16:1-3, 30-35.)
Aun cuando no hubiera ninguna expresión verbal contra Dios, las acciones contra las leyes de Su pacto podían equivaler a “hablar injuriosamente de Jehová” o blasfemar contra él. Así, aunque se trataba con misericordia al violador involuntario de la ley de Dios, la persona que cometía ofensas deliberadas y voluntarias, ya fuera israelita o residente forastero, tenía que ser muerto por haber hablado abusivamente de Jehová y haber despreciado su palabra y mandamiento. (Nú 15:27-31; compárese con Dt 31:20; Ne 9:18, 26.)
Otros actos de blasfemia registrados en las Escrituras Hebreas fueron los de los hijos de Elí (1Sa 3:12, 13) y el del oficial asirio pagano Rabsaqué. (2Re 19:4-6, 22, 23.) A Nabot se le condenó por blasfemia y se le ajustició basándose en el testimonio de testigos falsos. (1Re 21:10-13.) Más tarde, Dios condenó a los falsos profetas que prometían paz a quienes no respetaban a Jehová. (Jer 23:16, 17.) Jehová aseveró que los que le causaban oprobio tendrían su pago debido “en su propio seno”. (Isa 65:6, 7; compárese con Sl 10:13; Isa 8:20-22.) El proceder apóstata de Israel causó oprobio al nombre de Dios entre las naciones. (Isa 52:4, 5; Eze 36:20, 21.)
Con el tiempo, la enseñanza rabínica preconizó el punto de vista erróneo de que Levítico 24:10-23 prohibía por blasfema la misma pronunciación del nombre Jehová. La tradición talmúdica también prescribió que cuando los jueces religiosos oyeran en testimonio palabras blasfemas pronunciadas supuestamente por el acusado, tenían que rasgarse las vestiduras siguiendo el ejemplo de 2 Reyes 18:37; 19:1-4. (The Jewish Encyclopedia, 1976, vol. 3, pág. 237; compárese con Mt 26:65.)
“Blasfemia” en las Escrituras Griegas. El apóstol Pablo mostró el significado básico de bla·sfë·mí·a cuando usó en Romanos 2:24 el verbo griego de la misma raíz, bla·sfë·mé·ö, citando de Isaías 52:5 y Ezequiel 36:20, 21 (referido anteriormente).
Blasfemar también supone reclamar los atributos o prerrogativas de Dios o atribuirlos a otra persona o cosa. (Compárese con Hch 12:21, 22.) Los líderes religiosos judíos acusaron a Cristo Jesús de blasfemia porque dijo a ciertas personas que se les perdonaban sus pecados (Mt 9:2, 3; Mr 2:5-7; Lu 5:20, 21), e intentaron apedrearlo por blasfemia porque decía de sí mismo que era el Hijo de Dios. (Jn 10:33-36.) Cuando Jesús se refirió ante el Sanedrín al propósito de Dios respecto a él y a la gloriosa posición que se le otorgaría, el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y le acusó de blasfemia, juzgándole merecedor de muerte. (Mt 26:63-66; Mr 14:61-64.) Como los líderes religiosos judíos no tenían autoridad de los romanos para ejecutar la sentencia de muerte, con astucia cambiaron la acusación de blasfemia por la de sedición cuando llevaron a Jesús ante Pilato. (Jn 18:29–19:16.)
Ya que Jesús es el Hijo de Dios y su representante directo, es lógico pensar que se considere blasfemia lo que se diga contra él. (Lu 22:65.) De la misma manera, como el espíritu santo o fuerza activa emana de Dios y está relacionado íntimamente con Su Persona, Jesús pudo hablar de “blasfemia contra el espíritu”, también conocida como pecado imperdonable. (Mt 12:31; Mr 3:28, 29; Lu 12:10.) La blasfemia se origina en el corazón (Mt 15:19; Mr 7:21, 22), de modo que la condición de corazón, manifiesta en la voluntariedad implicada, tiene que estar relacionada con la blasfemia contra el espíritu. El incidente que llevó a Jesús a decir que tal pecado era imperdonable muestra que dicho pecado consistía en oponerse a la acción del espíritu de Dios. Esta oposición no se debía a engaño, debilidad humana o imperfección, sino que era consciente y deliberada. Los fariseos vieron con claridad que el espíritu de Dios actuaba en Jesús para hacer el bien, pero por razones egoístas atribuyeron este poder a Beelzebub, Satanás el Diablo, lo que supuso una blasfemia contra el espíritu santo de Dios. (Mt 12:22-32; compárese con Heb 6:4-6; 10:26, 27.)
Al igual que Jesús, Esteban sufrió martirio acusado de blasfemia. (Hch 6:11-13; 7:56-58.) Antes de ser cristiano, Pablo había sido blasfemo y había intentado forzar a los cristianos a hacer “una retractación” (literalmente, “blasfemar”). No obstante, cuando llegó a ser discípulo, sufrió en su carne las contradicciones blasfemas de los judíos, y es posible que en Éfeso algunos llegasen a calificar su enseñanza de blasfema contra la diosa pagana Ártemis. (Hch 13:45; 19:37; 26:11; 1Ti 1:13.) Al expulsar a Himeneo y a Alejandro, Pablo los entregó “a Satanás para [enseñarlos] por disciplina a no blasfemar”. (1Ti 1:20; compárese con 2Ti 2:16-18.) Santiago mostró que los ricos, como clase, eran propensos a “[blasfemar] contra el nombre excelente” por el que se llamaba a los discípulos. (Snt 2:6, 7; compárese con Jn 17:6; Hch 15:14.) En los “últimos días” abundarían los blasfemos (2Ti 3:1, 2), como también se predice en el libro de Apocalipsis tanto de manera explícita como simbólica. (Apo 13:1-6; 16:9-11, 21; 17:3.)
Blasfemar contra el espíritu santo. Blasfemar es hablar de manera injuriosa, difamatoria o insultante sobre Dios o sobre las cosas sagradas. El espíritu santo proviene de Dios mismo, de modo que oponerse deliberadamente a dicho espíritu o no admitir que algo es obra suya equivale a blasfemar contra Dios. Como leemos en Mateo 12:24, 28 y Marcos 3:22, los líderes religiosos judíos vieron el espíritu de Dios en acción al presenciar los milagros de Jesús y, aun así, se los atribuyeron a Satanás.
Estado de embriaguez, conjunto de trastornos producidos por el uso excesivo de bebidas alcohólicas. Borracho es aquel que habitualmente abusa de la bebida hasta el punto de embriagarse.
En las tierras bíblicas antiguamente se contaban entre las bebidas embriagantes el vino hecho de uva (Dt 32:14) y las bebidas alcohólicas preparadas bien a partir de frutas, como la granada (Can 8:2), bien a partir de cereales. (Isa 1:22.) El uso moderado del vino y de otras bebidas alcohólicas es aceptable a Jehová, pues Él provee el “vino que regocija el corazón del hombre mortal”. (Sl 104:14, 15; véanse CERVEZA; VINO Y BEBIDAS ALCOHÓLICAS.)
Se condena en la Biblia. En la Biblia se censura con firmeza el uso de bebidas alcohólicas hasta el punto de emborracharse. El sabio escritor de Proverbios pinta un cuadro vívido y exacto científicamente acerca de los efectos de ingerir bebidas alcohólicas en exceso. Advierte: “¿Quién tiene el ¡ay!? ¿Quién tiene desasosiego? ¿Quién tiene contiendas? ¿Quién tiene preocupación? ¿Quién tiene heridas sin causa? ¿Quién tiene deslustre de ojos? Los que se quedan largo tiempo con el vino, los que entran en busca de vino mezclado. No mires el vino cuando rojea, cuando luce centelleante en la copa [cuando el vino parece excesivamente atractivo], cuando baja con suavidad [cuando se desliza con demasiada suavidad por la garganta]. A su fin muerde justamente como una serpiente, y segrega veneno justamente como una víbora [puede provocar enfermedad física (por ejemplo, cirrosis del hígado) y mental (delírium trémens), e incluso causar la muerte]. Tus propios ojos verán cosas extrañas [el alcohol actúa en los centros de control del cerebro y los reprime; empiezan a manifestarse actitudes que por lo general se controlarían; se ven alucinaciones; se cuentan experiencias fantásticas del modo más plausible para encubrir lagunas de la memoria; desaparecen las inhibiciones], y tu propio corazón hablará cosas perversas [se expresan pensamientos y deseos que suelen estar callados]”. (Pr 23:29-33; Os 4:11; Mt 15:18, 19.)
El escritor sigue describiendo la experiencia personal del borracho: “Y ciertamente llegarás a ser como uno que está acostado en el corazón del mar [experimentando la confusión de alguien que se ahoga y que al final queda inconsciente], hasta como uno que está acostado en el tope de un mástil [así como el balanceo de un barco es mayor en este punto, la vida del borracho está ante un mayor peligro de sufrir un accidente, un ataque, envolverse en una pelea, etc.]. ‘Me han golpeado, pero no enfermé; me han herido, pero no lo supe [dice el borracho, como si se hablase a sí mismo; es insensible a lo que le sucedía y al castigo que la experiencia le ha infligido]. ¿Cuándo despertaré? Lo buscaré todavía más [dormirá hasta que desaparezcan los efectos de haber bebido con exceso, pero está esclavizado a la bebida y anhela beber más cuando pueda]’”. Caerá en la pobreza por su dispendio en bebidas alcohólicas y también por su falta de formalidad e incapacidad para trabajar. (Pr 23:20, 21, 34, 35.)
Prohibida en la congregación cristiana. El borracho es propenso al alboroto rudo y desenfrenado, y a acciones ridículas que son un oprobio. (Pr 20:1; Sl 107:27; Isa 19:14.) Por consiguiente, la práctica de la borrachera no puede tolerarse en la congregación cristiana. La actitud de Dios hacia la borrachera se reveló en su Ley a Israel. Al hijo que fuera terco y rebelde, así como glotón y borracho, se le tenía que apedrear hasta morir. (Dt 21:18-21.) De manera similar, la Biblia ordena que se expulse de la congregación a los borrachos inveterados o no arrepentidos. (1Co 5:11-13.) En las “obras de la carne” se incluyen “borracheras, fiestas desenfrenadas”, cosas que las naciones en general practican. El cristiano al que se ha limpiado de tales prácticas, pero que más adelante regresa a ellas, no tiene cabida en el reino de Dios. (1Co 6:9-11.) Ya no debe dedicar su tiempo a obrar la voluntad de las naciones participando en excesos con vino y partidas de beber (1Pe 4:3), sino que debe dedicarse a producir los frutos del espíritu de Dios. (Gál 5:19-24.)
Por lo tanto, el ser moderado y de juicio sano forma parte de los requisitos para los superintendentes cristianos (1Ti 3:1-3; Tit 1:7); los siervos ministeriales (1Ti 3:8); los hombres y mujeres, tanto de edad avanzada (Tit 2:2, 3) como jóvenes (Tit 2:4-8), y los hijos, en especial los de los superintendentes. (Tit 1:6.)
Cuando el apóstol Pablo trató el tema de la “cena del Señor”, reprendió a los cristianos corintios por ciertos abusos que se estaban produciendo. Algunos llevaban su comida y bebida al lugar de reunión de la congregación. Deshonraban a sus hermanos necesitados, pues abusaban de la comida y de la bebida y no la compartían con ellos. Así, cuando llegaba el momento de la celebración de la Cena del Señor, algunos no estaban en posición de participar debido a los excesos, mientras que otros tenían hambre. Por eso Pablo dijo: “Uno tiene hambre, pero otro está embriagado”. (1Co 11:20-22.)
Tal como se expuso en la Ley, no es apropiado tomar bebidas alcohólicas antes de ocuparse en servicio religioso. A los sacerdotes de Israel se les ordenaba bajo pena de muerte que no bebiesen vino ni licor embriagante mientras desempeñaban sus deberes oficiales. (Le 10:8-11.)
¿Por qué dice la Biblia que hombres como Noé y Lot se embriagaron?
En la Biblia se mencionan casos de borrachera cuando su mención contribuye a esclarecer ciertos asuntos importantes. A este respecto, relata que después del Diluvio Noé plantó una viña, “empezó a beber del vino y se embriagó”. Este acontecimiento está registrado en las Escrituras para mostrar en qué circunstancias se pronunció la maldición de Noé contra Canaán. (Gé 9:20-27.) En otro caso se narra que en dos noches distintas las hijas de Lot le dieron tanto vino a su padre, que se embriagó y ellas tuvieron relaciones sexuales con él. (Gé 19:30-38.) Este relato nos da a conocer el origen de las naciones de Moab y Ammón y su relación con Israel. Lot bebería lo suficiente como para perder el control de su buen juicio, pero no hasta el punto de estar totalmente borracho, es decir, al grado de ser incapaz de tener relaciones sexuales. Puesto que la palabra de Dios condena con tanta firmeza la borrachera, podemos tener la seguridad de que estos hombres justos no solían beber en exceso, no eran borrachos. En estos casos se ve la franqueza de la Biblia, que, para nuestra instrucción, no oculta la verdad cuando relata acontecimientos relacionados con personajes bíblicos. Se registran otros casos de borrachera en 1 Samuel 25:36-38; 2 Samuel 11:13; 1 Reyes 20:15-21.
★Lot - [Librado de Sodoma-§2]
★Noé - [La embriaguez de Noé]
Una falsa suposición. Cuando los discípulos de Cristo empezaron a hablar en lenguas después de recibir el espíritu santo en el Pentecostés del año 33 E.C., algunos dijeron: “Están llenos de vino dulce”, pero Pedro explicó: “Estos, de hecho, no están borrachos, como suponen ustedes, pues es la hora tercera del día” (sobre las nueve de la mañana, contando desde la salida del Sol, más o menos a las seis de la mañana). (Hch 2:1-4, 13-15.) Estos observadores del Pentecostés tenían el rollo de la profecía de Isaías, donde está escrito: “¡Ay de los que se levantan muy de mañana para buscar solo licor embriagante [...]!”. (Isa 5:11.) No era costumbre celebrar una fiesta o banquete tan temprano, y no era realista pensar que 120 personas se hubieran emborrachado a la misma vez y a aquella hora de la mañana. Pablo expresa así la costumbre: “Por lo general los que se emborrachan están borrachos de noche”. (1Te 5:7.)
Borrachera figurativa. Los líderes del reino de diez tribus, cuya tribu principal era Efraín, estaban borrachos con “vino” en sentido espiritual. Por una parte, habían buscado la independencia política y habían hecho alianzas con los enemigos del reino de Judá, cuyos reyes se sentaban en “el trono de Jehová”. (1Cr 29:23.) Por otra, es muy probable que también se prodigaran en orgías literales. Estos hombres habían hecho un pacto con Jehová Dios, pero lo violaban de manera arrogante y embriagada, y de este modo deshonraban a Dios. (Isa 28:1-4.)
Así mismo, los sacerdotes y líderes de Judá llegaron a estar borrachos en sentido figurado. Eran guías religiosos que habían añadido tradiciones de hombres a la Ley de Dios y habían visto y hablado cosas falsas acerca de la santa nación de Dios. Se habían dirigido a Asiria por ayuda en vez de a Dios. (Isa 29:1, 9-14; 2Re 16:5-9.) Tal como estaba profetizado, Asiria se llevó cautiva a la embriagada nación de Israel en 740 a.E.C. Tiempo después, a la apóstata Judá se la obligó a beber la copa de la ira de Jehová y se la envió tambaleante al exilio babilonio en 607 a.E.C. (Isa 51:17-23.) Debido al trato severo que Babilonia había dado al pueblo de Dios, esta nación (“el rey de Sesac”) tuvo que beber la misma copa sesenta y ocho años más tarde. (Jer 25:15-29.)
En la Biblia se representa a la simbólica “Babilonia la Grande” como una ramera borracha que tiene en su mano una copa de oro “llena de cosas repugnantes y de las inmundicias de su fornicación”. Se ha emborrachado a los habitantes de la tierra con “el vino de su fornicación”. Ella misma está “borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús”. Su libertinaje resultará en su destrucción eterna. (Apo 17:1-6, 16; 14:8; 18:8; véase BABILONIA LA GRANDE.)
Chismear es charlar ociosamente de cosas que atañen a otros; esparcir rumores infundados. Calumniar es difamar, por lo general con malicia, sea verbalmente o por escrito.
El chisme es una “noticia verdadera o falsa con que se pretende indisponer a unas personas con otras” o con que “se murmura de alguna”; también puede ser algo verídico o falso que se cuente “para difamar o desacreditar a alguien”. Abarca desde el “chisme de vecindad”, que puede ser charla relativamente inocua, “que verse sobre cosas de poca importancia”, hasta habla mucho más dañina. Puesto que todos nos interesamos en la gente, a veces en charla decimos cosas buenas o edificantes sobre alguien. (w89 15/10 10 párr. 3)
La palabra griega original utilizada en la Biblia para “chismosas” viene de un verbo que significa “rebosar de palabras”. (1 Timoteo 5:13; A GreekEnglish Lexicon, de Liddell y Scott.) Esto nos recuerda lo que dice Proverbios 10:19: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”. La regla áurea a la hora de conversar es: piensa antes de hablar. (g89 8/7 17)
Aunque el charlar ociosamente no siempre es malo ni perjudicial, puede llegar a serlo. A veces puede tratarse de un elogio o sencillamente de referir algo que carece de trascendencia y no es censurable sobre otros por considerarlo de interés. Sin embargo, es fácil deslizarse hacia el habla hiriente o importuna. Las Escrituras aconsejan que se evite el habla ociosa, pues indican que la lengua es difícil de domar y que se “constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural”. Su destructividad se enfatiza aún más en las siguientes palabras del mismo escritor: “Y es encendida en llamas por el Gehena”. (Snt 3:6.) El peligro de hablar ociosamente o a la ligera se recalca muchas veces. Este tipo de habla se relaciona con la estupidez o tontedad (Pr 15:2); es un lazo y puede acarrear ruina al que la practica. (Pr 13:3; 18:7.) “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión”, advierte el proverbio, y añade que el tener refrenados los labios es un acto discreto. (Pr 10:19.) Otra advertencia contra el habla irreflexiva, a la ligera u ociosa es: “El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de las angustias”. (Pr 21:23.)
“De la abundancia del corazón habla la boca”, dijo Jesucristo. (Mt 12:34.) Por consiguiente, el tema habitual de la conversación de una persona indica aquello en lo que tiene puesto su corazón. Las Escrituras nos instan a salvaguardar el corazón y a pensar y hablar de aquello que es verdadero, serio, justo, casto, amable, de buena reputación, virtuoso y digno de alabanza. (Pr 4:23; Flp 4:8.) Jesucristo dijo: “Lo que procede de la boca, eso es lo que contamina al hombre”, y entre las cosas que proceden de la boca, pero que en realidad salen del corazón, dijo que se contaban los “razonamientos inicuos” y los “testimonios falsos”. (Mt 15:11, 19.)
El chisme puede llevar a la práctica desastrosa de la calumnia. La sabiduría de las palabras de Eclesiastés 10:12-14 es obvia: “Los labios del estúpido se tragan a este. El comienzo de las palabras de su boca es tontedad, y el fin de su boca, posteriormente, es locura calamitosa. Y el tonto habla muchas palabras”.
El chisme es habla que revela algunos hechos o asuntos de otras personas. Puede ser un rumor infundado, incluso una mentira, y la persona que lo extiende, aunque no sea consciente de la falsedad del rumor, se hace responsable de propagar una mentira. Puede que el chismoso hable de las faltas o errores de alguien, pero incluso en el caso de que lo que diga sea verdadero, está haciendo lo que no debe y demostrando falta de amor. El proverbio dice: “El que encubre la transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa a los que se han familiarizado entre sí”. (Pr 17:9.)
El apóstol Pablo asesoró con firmeza al superintendente Timoteo con relación a la conducta de las viudas jóvenes que no tenían una casa que cuidar y que no se mantenían ocupadas en ministrar a otros. Dijo: “También aprenden a estar desocupadas, andorreando por las casas; sí, no solo a estar desocupadas, sino también a ser chismosas y entremetidas en asuntos ajenos, hablando de cosas que no debieran”. (1Ti 5:13.) Dicha conducta era escandalosa. El mismo apóstol dijo de algunos cristianos de la congregación de Tesalónica: “Están andando desordenadamente entre ustedes, y no hacen ningún trabajo, sino que se entremeten en lo que no les atañe”. (2Te 3:11.) El apóstol Pedro menciona al “entremetido en asuntos ajenos” junto a personas tan reprobables como el asesino, el ladrón y el malhechor. (1Pe 4:15.)
Por otra parte, informar de situaciones que afectan a la congregación a los que tienen la autoridad y responsabilidad de supervisar y corregir los asuntos no se consideraría chismear ni calumniar, ni tampoco sería impropio. Prueba de ello es el registro bíblico sobre la congregación cristiana de la antigua Corinto. Las disensiones y el rendir honra indebida a hombres estaban creando actitudes sectarias y acabando con la unidad de la congregación. Algunos miembros de la casa de Cloe, conscientes de esta situación y preocupados por el bienestar espiritual de la congregación, la pusieron en conocimiento del apóstol Pablo, quien actuó con rapidez desde Éfeso escribiendo consejo correctivo a la congregación. (1Co 1:11.)
¿Qué diferencia hay entre el chisme y la calumnia? Mientras que el chisme puede ser más o menos inofensivo (aunque puede convertirse en calumnia o conducir a ella), la calumnia siempre es perjudicial y causa daño y contienda. Sea que el calumniador lo haga con un motivo malicioso o no, se coloca en una mala posición ante Dios, pues “cualquiera que envía contiendas entre hermanos” practica una de las cosas que Dios odia. (Pr 6:16-19.) La palabra griega para “calumniador” o “acusador” es di·á·bo·los. Ese término también se usa en la Biblia como título de Satanás, “el Diablo”, el gran calumniador de Dios (Jn 8:44; Apo 12:9, 10; Gé 3:2-5), con lo que se indica quién fue el originador de la calumnia, este tipo de acusación difamatoria.
La calumnia constituye un tropiezo para otros, en particular para aquel a quien se calumnia. La ley dada por Dios a Israel mandaba: “No debes andar entre tu pueblo con el fin de calumniar. No debes ponerte de pie contra la sangre de tu prójimo”. (Le 19:16.) Estas palabras ponen de relieve la seriedad de la calumnia, pues muestran que en algunos casos las acusaciones falsas pueden llevar a la ejecución. Muchas veces el testimonio de testigos falsos ha conducido a la muerte de personas inocentes. (1Re 21:8-13; Mt 26:59, 60.)
En ocasiones, el calumniador se deleita en revelar asuntos confidenciales a aquellos que no tienen ningún derecho de conocerlos. (Pr 11:13.) El calumniador deriva placer de revelar cosas que causan sensación, pero el que le escucha también es culpable y se perjudica a sí mismo. (Pr 20:19; 26:22.) Un comentario difamatorio de un calumniador podría apartar a una persona de sus amigos y provocar enemistades y divisiones. (Pr 16:28.)
En las Escrituras se predice que la notable presencia de los calumniadores sería una de las señales de los “últimos días”. (2Ti 3:1-3.) Si se encuentran tales personas, sean hombres o mujeres, en el pueblo de Dios, los que ocupan puestos de responsabilidad en la congregación cristiana han de censurarlas y corregirlas. (1Ti 3:11; Tit 2:1-5; 3Jn 9, 10.) La calumnia causa contienda (Pr 16:28), y por esa razón produce ciertas “obras de la carne” (como odios, contiendas y divisiones), obras que impiden que el calumniador y los que se dejen llevar por él hereden el reino de Dios. (Gál 5:19-21.) Aunque el calumniador puede ser astuto y engañoso, su maldad se descubrirá en la congregación. (Pr 26:20-26.) Jesús descubrió al calumniador Judas (Jn 6:70) ante sus apóstoles y lo despidió. Lo que más tarde tuvo lugar llevó a la destrucción de Judas. (Mt 26:20-25; Jn 13:21-27; 17:12.)
Una forma de calumnia es la injuria, y el que la practica merece ser cortado de la congregación cristiana, pues en las Escrituras se juzga indignos de la vida a los injuriadores. (1Co 5:11; 6:9, 10.) La calumnia y la injuria suelen estar relacionadas con la rebelión contra Dios o contra aquellos que Él ha constituido debidamente y nombrado para dirigir la congregación de su pueblo. Este fue el caso de Coré y los que estaban con él, que se rebelaron contra el orden teocrático y calumniaron a Moisés y Aarón. (Nú 16:1-3, 12-14.) Judas llama la atención a estos rebeldes y al final que tuvieron, cuando advierte a los cristianos que no practiquen el habla injuriosa ni la murmuración ni la queja, y que tampoco hablen “cosas hinchadas”. (Jud 10, 11, 14-16.)
¿Cómo empiezan a circular los rumores? - (w84 1/9 pág. 21) A menudo es imposible decir cómo. Alguien quizás haga un comentario vago que llegue a oídos de otra persona que lo repita y lo exagere. La insinuación de que algo pudiera pasar puede convertirse fácilmente en una afirmación de que pasará, la cual tal vez después se convierta en una de que pasó. Hasta una broma puede dar comienzo a un rumor si alguien la toma en serio y la repite.
Los rumores surgen rápidamente en un clima de temor. Cuando el profeta Ezequiel estaba prediciendo las circunstancias de Jerusalén mientras se acercaba el fin de ésta, dijo: “El terror se apoderará de ellos, y en vano buscarán la paz. A una desgracia seguirá otra; y a un rumor, otro rumor. En vano buscarán algún profeta que les haga una revelación; la Ley se alejará del sacerdote y de los ancianos el consejo.” (Ezequiel 7:25, 26, New English Bible). A medida que el temor se apoderara del pueblo, Jerusalén se convertiría en un semillero de rumores.
Murmurar, Gruñir, Refunfuñar, Renegar, quejarse, Protestar, Reprochar, Rezongar El término hebreo que significa “murmurar, refunfuñar, quejarse o gruñir” se usa en la Biblia en conexión con los hechos que tuvieron lugar durante los cuarenta años que Israel vagó en el desierto. (w06 15/7 15 párr. 4) La palabra hebrea traducida murmurar también significa “rezongar” (w06 15/7 18 párr. 21)
“Alergia espiritual”
La alergia es un conjunto de alteraciones de carácter respiratorio, nervioso o eruptivo que se producen en el sistema inmunológico por una extremada sensibilidad del organismo a ciertas sustancias a las que ha sido expuesto, así como por motivos psicológicos, que en condiciones normales no causan esas alteraciones. Esas condiciones pueden ser muy beneficiosas en todos los sentidos, como por ejemplo tomar aire fresco bajo el sol de un día de primavera en un prado lleno de flores. Por una anomalía el cuerpo se pone en alerta a la defensa de lo que pudiera ser muy beneficioso para nuestra salud, convirtiéndolo en una maldición o amenaza.
¿Es posible que suceda eso en un cuerpo espiritual como es la congregación? Es posible que este hermano pasara por crisis en el pasado como muchos siervos de Jehová, David, Pedro etc... Y fue criticado por ello, pero ahora se ha recuperado (Lu 22:32; Jn 21:17) Sin embargo, los que lo criticaron en el pasado, no quieren dar su brazo a torcer y no deseen admitir tales cambios, entre otras cosas porque ahora tendrían que admitir que en el pasado se confundieron al juzgar severamente a este. Si estos ahora tratan de desacreditar a este hermano e imputarles incluso desde la plataforma malos motivos, lo que antes aportaba este hermano en sus comentarios edificantes y animadores, procedente de su estudio profundo de la Biblia para provecho de la congregación, ahora se convierte en una maldición, un patógeno que es necesario limitar. A día de hoy se puede decir que las enfermedades alérgicas las podemos calificar como autoinmunes, provocadas por sustancias y células generadas en el propio cuerpo y no por factores externos. Es curioso que Jesús no era conocido por hablar mucho, pero lo que decía tenía mucho peso, por eso decía a menudo, "quien tenga oídos que oiga", la muchedumbre en general no entendían mucho sus palabras aunque les gustaba como lo decía, quienes sí lo entendían eran los estudiosos escribas y fariseos y por eso lo odiaban a muerte, pues ponía en evidencia sus motivos y métodos abusivos.
De modo que el único que se alegra de esta situación es Satanás, que consigue descalificar la buena aportación de este hermano y convertirla en una causa de división y discordia en la congregación, consiguiendo imitar perfectamente uno de los milagros de Jehová contra los enemigos de su pueblo... produciendo una alergia espiritual y perjudicando a todo el cuerpo, la congregación que sin duda notará el trato injusto y parcial. |
“Filtra el chisme”
“¿Sabes lo que escuche acerca de tu amigo?”,
Espera un minuto,
El primer filtro es la VERDAD,
Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la BONDAD.
Pero podría querer escucharlo porque queda el tercer filtro de la UTILIDAD. Dicen que el chisme es como un pez fuera del agua, que salta y revolotea sin parar durante un tiempo pero invariablemente al final muere por si solo. (Pr 17:4; Ec 7:21, 22; 10:20; Snt 3:6) “Quien me robe el buen nombre, me roba lo que no lo enriquece a él y me deja a mí verdaderamente pobre”. (William Shakespeare) |
Competición, disputa, lucha con otra persona debido a enemistad. Una palabra hebrea que se traduce “trabar contienda” también se traduce “agitar” y “excitarse”. Entre las causas de la contienda a las que se alude en las Escrituras están el odio (Pr 10:12), la furia (Pr 15:18; 29:22), las intrigas (Pr 16:28), la burla (Pr 22:10), el beber en exceso (Pr 23:29, 30), la calumnia (Pr 26:20), la arrogancia o el orgullo y la enseñanza errónea. (Pr 28:25; 1Ti 6:4.) La contienda destruye la paz y la felicidad. En el libro de Proverbios se resalta con frecuencia el efecto desagradable y molesto de una contienda en las personas ajenas a ella. (Pr 19:13; 21:9, 19; 25:24; 27:15.) Las contiendas entre aquellos que en un tiempo disfrutaban de relaciones fraternales pueden representar una barrera casi insuperable para la reconciliación. “El hermano contra quien se ha transgredido es más que un pueblo fuerte; y hay contiendas que son como la barra de una torre de habitación.” (Pr 18:19.)
Como una de las obras de la carne que Jehová odia (Gál 5:19, 20; compárese con Pr 6:19; Ro 1:28, 29, 32; Snt 3:14-16), la contienda no tiene cabida en la congregación cristiana (Ro 13:13; 1Co 3:3; 2Co 12:20; Flp 2:3; Tit 3:9), y uno de los requisitos para los superintendentes cristianos es que no sean hombres belicosos. (1Ti 3:1, 3.) Por lo tanto, las personas que persisten en la contienda están entre los que recibirán juicio adverso de Dios. (Ro 2:6, 8.)
En el siglo I E.C. el apóstol Pablo tuvo que tratar con personas dadas a la contienda. Algunos estaban declarando las buenas nuevas debido a un espíritu de contradicción, probablemente con el propósito de darse importancia y socavar la autoridad e influencia de Pablo. No obstante, él no permitió que esta actitud le robase la felicidad que le proporcionaba saber que se estaba dando publicidad a Cristo. (Flp 1:15-18.)
La palabra hebrea nid·dáh aparece 30 veces en las Escrituras Hebreas, y posiblemente se derive de la palabra raíz na·dháh, que significa “excluir; sacar de la mente (rehusar pensar en)”. (Isa 66:5; Am 6:3.) Nid·dáh indica impureza, algo aborrecible, ya sea físico, como por ejemplo, la menstruación (Le 12:2, 5; 15:20, 24, 25, 33), o moral, como la idolatría. (Esd 9:11; 2Cr 29:5.) La misma palabra hebrea se usa con relación al “agua de limpieza” (Nú 19:9-21; 31:23, NM; “agua usada en caso de menstruación”, Nú 19:9, nota; “agua purificadora de impurezas”, DK, HM; “agua lustral”, BJ, NBE), es decir, al agua usada para eliminar la impureza o inmundicia.
En Lamentaciones 1:17 Jeremías dice que en su desolación Jerusalén había “llegado a ser una cosa aborrecible [“cual mujer manchada en sus períodos”, TA, 1953; “objeto de abominación”, NC, Str; “cosa asquerosa”, DK, Mod] en medio de ellos [es decir, en medio de las naciones vecinas]”.
Antes de que Babilonia destruyera Jerusalén, Jehová le dijo al pueblo de Israel mediante su profeta Ezequiel: “Los de la casa de Israel estaban morando sobre su suelo, y seguían haciéndolo inmundo con su camino y con sus tratos. Como la inmundicia de la menstruación [nid·dáh] ha llegado a ser delante de mí su camino”. (Eze 36:17.) Israel se había hecho impuro espiritualmente debido a las prácticas idolátricas, por lo que su dueño marital, Jehová Dios, lo rechazaba, y solo se reuniría de nuevo con él después de que pasara por un proceso de limpieza. En el versículo 25, Jehová añade: “Y ciertamente rociaré sobre ustedes agua limpia, y llegarán a estar limpios; de todas sus impurezas y de todos sus ídolos estercolizos los limpiaré”. (Compárese con Eze 18:6.)
En Ezequiel 7:19, 20 Dios expresa su ira contra Israel por haber hecho imágenes religiosas con su plata y su oro, y dice que les haría arrojar su plata y su oro en las calles como “una cosa aborrecible [nid·dáh]”. (Compárese con Isa 30:22; véase COSA REPUGNANTE, COSA ASQUEROSA.)
Aborrecimiento. Otras expresiones hebreas con el sentido de “aborrecimiento” son quts, que se refiere a la reacción emocional y se define como “aborrecer; tener aborrecimiento; sentir pavor morboso” (Gé 27:46; 1Re 11:25; Nú 22:3), y ga·`ál, que también significa “aborrecer”, pero que además comunica la idea de un rechazo de lo aborrecido. (Le 26:11, 15, 30; 2Sa 1:21, nota.) En la Septuaginta griega a veces se traducen estas palabras hebreas por la voz griega pro·so·kjthí·zö, que significa “quedar asqueado” (Gé 27:46; Le 26:15; compárese con Heb 3:10), y bde·lýs·so·mai, que comunica la idea de “expresar aborrecimiento de; sentir asco por”. (Le 20:23; 26:11; compárese con Ro 2:22.)
Como los cananeos fueron culpables de inmoralidad sexual y perversión, idolatría y prácticas espiritistas, el Altísimo los aborreció, lo que resultó en que decretara su aniquilación. (Le 20:2-23.) A los israelitas se les advirtió que si desobedecían, Jehová también los aborrecería y retiraría de ellos su protección y bendición. Sin embargo, por lealtad al pacto que había hecho con Israel, no los aborreció hasta el extremo de aniquilarlos por completo. (Le 26:11-45.) En el caso de aquellos que demuestren ser inicuos, su resurrección resultará ser de “aborrecimiento” (heb. de·ra·`óhn) eterno. Será una resurrección de juicio condenatorio, de cortamiento eterno. (Da 12:2; Jn 5:28, 29.)
El rechazo deliberado de los mandamientos, censura y provisiones de Jehová constituye un aborrecimiento impropio. Los israelitas se hicieron culpables de esto cuando no quisieron observar los mandamientos de Jehová, así como cuando llegaron a aborrecer el maná, llamándolo “pan despreciable”. (Nú 21:5; Le 26:15.) Proverbios 3:11 aconseja no ‘aborrecer la censura de Jehová’.
En Romanos 12:9 se advierte a los cristianos: “Aborrezcan lo que es inicuo”. El término griego que aquí se traduce “aborrecer” (a·po·sty·gué·ö) es la forma intensiva del verbo griego que significa “odiar”, y por lo tanto su significado literal es “odiar intensamente”. La persona que no aborrezca lo inicuo, que no le sea repugnante, puede llegar a ser objeto del aborrecimiento de Jehová. ★¿Qué significa detestar lo que es malo? - (2-3-2022-Pg.5-§11,12-Foto)
La palabra ta·`áv (detestar) y el término afín toh·`e·váh (cosa detestable) aparecen unas 140 veces en las Escrituras Hebreas. Su uso en la Biblia indica fuerte aversión o rechazo de cosas o personas por violar ciertos principios o normas definidas que sostiene el que rechaza o siente la aversión.
Por ejemplo, en Génesis 43:32 leemos que era “cosa detestable” (“abominación”, Val; “algo abominable”, CB) para los egipcios comer con los hebreos, y en Génesis 46:34, que “todo pastor de ovejas [era] cosa detestable [“abominación”, Val; “cosa abominable”, CI] a Egipto”. Según G. Rawlinson, esta aversión se debía al desprecio que sentían los egipcios por los extranjeros en general y los pastores en particular. En Éxodo 8:25-27, hallamos de nuevo a Moisés, consciente de que los egipcios consideraban sagrados y adoraban a ciertos animales (en particular la vaca), insistiendo a Faraón en que les permitiera retirarse al desierto para hacer sus sacrificios, porque esto sería “una cosa detestable a los egipcios”. (Egypt and Babylon From Sacred and Profane Sources, 1885, pág. 182.) Estas normas egipcias, por supuesto, ni procedían de Jehová Dios ni las aprobaba. (Véase COSA ABORRECIBLE.)
Lo que determina que algo sea detestable son las normas, los principios y los requisitos de Dios. (Le 18:1-5; Dt 23:7.) El Salmo 14:1 dice: “El insensato ha dicho en su corazón: ‘No hay Jehová’. Han obrado ruinosamente, han obrado detestablemente [una forma de ta·`áv] en su trato. No hay quien haga el bien”. Un examen, pues, de los textos que utilizan las palabras hebreas ta·`áv y toh·`e·váh nos ayuda a discernir cómo ve Dios ciertos asuntos. También muestra por qué hay un marcado contraste, o conflicto abierto, entre la postura o actitud de los que siguen la Palabra de Dios y los que la pasan por alto o la rechazan porque prefieren sus propias normas o las de otras personas. (Pr 29:27.)
Entre los cananeos. Antes de la entrada de los israelitas en Canaán, Jehová les expuso con claridad las prácticas y costumbres de los pueblos cananeos que le eran detestables y que ellos también debían detestar. (Le 18:26-30.) Sobresaliente era la idolatría. Dios dijo: “Debes quemar en el fuego las imágenes esculpidas de sus dioses. No debes desear la plata ni el oro que haya sobre ellas, ni realmente tomarlo para ti, por temor de que a causa de él seas prendido en un lazo; porque es cosa detestable [thoh·`aváth] a Jehová tu Dios. Y no debes introducir una cosa detestable [thoh·`e·váh] en tu casa y realmente llegar a ser una cosa dada por entero a la destrucción como ella. Debes tenerle asco en sumo grado y detestarla absolutamente [wetha·`év tetha·`avén·nu], por ser cosa dada por entero a la destrucción”. (Dt 7:25, 26.) Cualquier israelita que hiciera imágenes para adoración religiosa sería maldito. (Dt 27:15.) Independientemente de su belleza escultórica, el pueblo de Dios tenía que verlas como repugnantes moralmente. (Eze 7:20; compárese con Isa 44:18-20.)
Otras prácticas cananeas que los israelitas debían detestar eran: el espiritismo, los maleficios, la adivinación (Dt 18:9-12), ofrecer a los hijos en sacrificio quemado a los dioses (Dt 12:31; Jer 32:35; 2Re 16:3), el incesto, la sodomía y la bestialidad. (Le 18:6, 22-30; 20:13.) Como la sodomía era repugnante moralmente, se calificó de “detestable” el que alguien se pusiera la ropa propia del sexo opuesto. (Dt 22:5.) Tanto los cananeos como las cananeas también practicaban la prostitución “sagrada”; no obstante, Jehová prohibió introducir “el alquiler de una ramera” y “el precio de un perro” en su casa, “porque son cosa detestable”. (Dt 23:17, 18; 1Re 14:24.)
Debido a estas prácticas “abominables” o “detestables”, Jehová Dios mandó a Israel que diera por entero a la destrucción a los cananeos a fin de que no se contaminara con la religión falsa. (Dt 20:17, 18.) Cualquier israelita que practicara las mismas cosas o abogara por la apostasía tenía que recibir exactamente el mismo castigo. (Dt 13:12-15; 17:2-7; Esd 9:1, 11-14.)
Israel se infecta. En el resto de las Escrituras Hebreas se usan ta·`áv y toh·`e·váh con referencia al engaño comercial o fraude (Dt 25:13-16; Pr 11:1; 20:10, 23), la mentira (Sl 5:6; 119:163; Pr 12:19, 22), el adulterio (Eze 33:26), el robo, la avaricia, la opresión a los pobres (Eze 18:10-13), el orgullo, el derramamiento de sangre inocente, la conspiración, el falso testimonio y el causar contienda entre hermanos; todo esto era “detestable” para Dios. (Pr 3:32; 6:16-19; 11:20; 15:26; 24:9; 26:24-26.)
Además, la práctica de tales cosas hacía inaceptable la adoración que la persona rendía a Dios, y sus sacrificios e incluso oraciones le resultaban “detestables” a Jehová. (Pr 15:8, 9; 21:27; 28:9.) Por esta razón, para Jehová llegaron a ser “detestables” los sacrificios, el incienso y las celebraciones de la luna nueva y del sábado de los israelitas apóstatas. (Isa 1:11-17.) Les preguntó: “¿Acaso se puede hurtar, asesinar y cometer adulterio y jurar en falso y hacer humo de sacrificio a Baal y andar tras otros dioses que ustedes no habían conocido, y acaso tienen que venir ustedes y estar de pie delante de mí en esta casa sobre la cual se ha llamado mi nombre, y tienen que decir: ‘Ciertamente seremos librados’, a pesar de hacer todas estas cosas detestables [“abominaciones”, BJ]? ¿Acaso esta casa sobre la cual se ha llamado mi nombre ha llegado a ser sencillamente una cueva de salteadores a los ojos de ustedes?”. (Jer 7:9-11.) Ni siquiera sintieron vergüenza ni se humillaron por sus actos detestables. (Jer 6:15; 8:12.)
Aunque los líderes de Israel —los reyes y los sacerdotes— fueron culpables de estos actos o los toleraron (1Re 21:25, 26; 2Re 21:2-12; 2Cr 28:1, 3; 33:2-6; 36:8, 14; Eze 8:6-17; 43:7, 8), Dios envió a sus profetas fieles para que hicieran saber al pueblo que Él detestaba su proceder rebelde y le advirtieran de las consecuencias. (Eze 16:2, 51, 52; 20:4; 22:2; 23:36.) Se instó al pueblo a rechazar estas prácticas detestables y volver a los estatutos y normas de conducta divinos. (Eze 14:6.) El seguir practicando lo que Dios detesta solo podía llevarles con el tiempo a la desolación y la destrucción. (Jer 44:4, 22; Eze 6:11; 7:3-9; 11:21; 12:16; 33:29.) Después del exilio, algunos se avergonzarían de sus malos caminos y Jehová les daría “un nuevo espíritu”. (Eze 6:9; 11:18-21; 36:31.)
La experiencia de Job demuestra que los que sostienen las normas de Dios pueden ser objeto de burla (Job 30:9, 10) y ser rechazados por conocidos anteriores (Job 19:19; Sl 88:8), porque estos “han odiado a un censurador, y a uno que habla cosas perfectas detestan”. (Am 5:10.) “Es cosa detestable a los estúpidos apartarse del mal.” (Pr 13:19.) Dios detesta a aquellos que tuercen sus normas para pronunciar “inicuo al justo” y “justo al inicuo”. (Pr 17:15.) Promete una inversión completa de las circunstancias en el futuro para sus siervos que han sido detestados. (Isa 49:7; compárese con Mt 5:10-12; 1Pe 3:16; 4:1-5; véase COSA REPUGNANTE, COSA ASQUEROSA.)
Los nombres hebreos sché·qets (cosa asquerosa) y schiq·qúts (cosa repugnante) vienen de la raíz scha·qáts, usada en el sentido de ‘tener asco’ (Le 11:11, 13) y, en la forma causativa, ‘hacer asqueroso’. (Le 11:43; 20:25.) Estos términos hebreos se refieren a aquello que es repugnante desde el punto de vista de la adoración verdadera de Jehová. En muchas versiones suelen traducirse por palabras como “abominar”, “abominable” o “abominación”, lo que ha llevado a que se forme la expresión “abominación de la desolación”. (Da 11:31; 12:11, BAS, BJ, LT, SA, TA.) Mateo y Marcos usan en sus evangelios la palabra griega bdé·lyg·ma para traducir la voz hebrea schiq·qúts (plural, schiq·qu·tsím). (Da 9:27; Mt 24:15; Mr 13:14.) Este término griego se refiere básicamente a lo que causa repugnancia. (Véase COSA DETESTABLE.)
La ley mosaica prohibía comer ciertas criaturas, a las que declaraba “inmundas” para ese propósito, así como para emplearlas en sacrificios. Por lo tanto, en relación con estos fines, a tales criaturas se las debía ver como ‘cosas asquerosas’, y cualquier persona que las comiera o las usara para hacer sacrificios se haría ‘asquerosa’, pues habría despreciado los mandatos de Dios. (Le 7:21; 11:10-13, 20-23, 41, 42; 20:25; Isa 66:17.) Otros textos muestran que a estos animales no se les consideraba asquerosos en todo sentido. Por ejemplo, los israelitas usaron mucho el asno como medio de transporte o para llevar cargas aunque era “inmundo” como alimento o para usarlo en sacrificios (Éx 23:4, 5; Mt 21:2-5); el rey David tenía manadas de camellos, y el pelo de este animal se usaba para confeccionar ropa (1Cr 27:30, 31; Mt 3:4), y se empleó el águila como metáfora o símil del cuidado protector que Dios extendió sobre Israel durante el éxodo. (Éx 19:4; Dt 32:9-12.) Cuando se eliminó el pacto de la Ley, llegó a su fin el mandato de considerar ‘asquerosas’ cualquiera de esas criaturas. (Hch 10:9-15; 1Ti 4:1-5; véase ANIMALES.)
Mientras que la palabra hebrea sché·qets se usa exclusivamente en relación con animales “inmundos”, la palabra schiq·qúts se emplea sobre todo con respecto a los ídolos y las prácticas idolátricas. En el éxodo, Jehová ordenó a los israelitas que tiraran “las cosas repugnantes” y “los ídolos estercolizos de Egipto”, pero hubo quienes no obedecieron este mandato y profanaron el nombre de Dios. (Eze 20:6-9.) Camino de la Tierra Prometida, Israel pasó por el territorio de naciones paganas y vio “las cosas repugnantes y los ídolos estercolizos de ellos, madera y piedra, plata y oro”. Se ordenó a los israelitas que tuvieran “asco en sumo grado” a esas imágenes religiosas como “cosa dada por entero a la destrucción”, y que no las introdujeran en sus casas. (Dt 29:16-18; 7:26.) Los dioses y diosas falsos de las naciones, como Milcom, Mólek, Kemós y Astoret, eran ‘cosas repugnantes’. (1Re 11:5, 7; 2Re 23:13.) Cuando Israel practicó la idolatría, también se hizo repugnante a los ojos de Jehová, y más tarde provocó Su furia contaminando el templo con objetos idolátricos, lo que resultó por fin en su propia desolación. (Jer 32:34, 35; Eze 7:20-22; Os 9:10.) Debido a que ‘ministraban de ese modo a madera y piedra’, estaban practicando “ayuntamiento inmoral”, fornicación espiritual, y cortaron su comunicación con Dios. (Eze 20:30-32; compárese con Jer 13:27.)
Solo la acción vigorosa y valiente de algunos reyes que eliminaron la idolatría de la tierra trajo períodos de bendición al pueblo. (2Re 23:24; 2Cr 15:8-15.) Dios dejó claro que para ser restaurados del cautiverio y restablecidos como su pueblo, los israelitas tenían que limpiarse por completo de tales prácticas. (Eze 11:17-21.) Una profecía similar habla de David como el rey de un pueblo limpio y su “solo pastor” y “principal hasta tiempo indefinido”, lo que claramente tiene un cumplimiento mayor en la nación del Israel espiritual, la congregación cristiana, bajo el heredero ungido del trono de David, Cristo Jesús. (Eze 37:21-25; compárese con Lu 1:32; Jn 10:16.)
La profecía de Nahúm 3:6 contra Nínive, la capital de Asiria, predice el fin de sus prostituciones políticas internacionales y que Jehová ‘arrojaría cosas repugnantes [heb. schiq·qu·tsím] sobre ella’. Estas cosas repugnantes no serían objetos idolátricos, sino cosas que suelen considerarse inmundas o repulsivas, como la suciedad o la porquería, que harían despreciable la violenta ciudad a los ojos de todos. (Na 3:4-7.) Cuando se alude a las cosas manchadas de sangre y repugnantes que han de quitarse de los dientes de los filisteos (Zac 9:6, 7), probablemente se hace referencia a la práctica pagana de comer animales sacrificados junto con su sangre. (Compárese con Eze 33:25.)
Los judíos, en particular los líderes religiosos del tiempo de Jesús, evitaban escrupulosamente cualquier cosa relacionada con los ídolos literales; no obstante, se hicieron culpables de prácticas repugnantes de idolatrarse a sí mismos, desobediencia, hipocresía, avaricia y falsedad, por lo que Jesús dijo que, al igual que sus antepasados, habían convertido el templo en una “cueva de salteadores”. (Mt 23:1-15, 23-28; Lu 16:14, 15; compárese con Mt 21:13 y Jer 7:11, 30.) Esta mala condición y actitud de corazón los llevó al terrible acto de rebeldía de rechazar al mismísimo Hijo de Dios, acto que, como Jesús dijo, les acarrearía destrucción irremediable. (Mt 21:33-41; Lu 19:41-44.)
onMouseout="delayhidemenu()">‘Cosas repugnantes que causan desolación.’ En la profecía de Daniel la expresión “cosas repugnantes” se relaciona con desolación. (Da 9:27.) Por lo general se ha aceptado la tradición judía primitiva que aplica esa expresión a la profanación del templo de Jerusalén que llevó a cabo el rey sirio Antíoco IV Epífanes en el año 168 a.E.C. Intentando erradicar la adoración de Jehová, Antíoco construyó un altar encima del gran altar de Jehová y sacrificó sobre él un cerdo al dios Zeus Olímpico (Júpiter). En el libro apócrifo de 1 Macabeos (1:54) aparece una expresión similar a la de Daniel (relacionando cosas repugnantes con desolación), y se aplica a ese acontecimiento.
No obstante, esa es solo la interpretación judía, no una revelación inspirada. Cristo Jesús mostró que este punto de vista estaba equivocado cuando advirtió a sus discípulos: “Por lo tanto, cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, como se habló de ella por medio de Daniel el profeta, de pie en un lugar santo (use discernimiento el lector), entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas”. (Mt 24:15, 16.) Estas palabras muestran que “la cosa repugnante que causa desolación” no era algo del pasado, sino del futuro.
La profanación del templo que llevó a cabo Antíoco, aunque repugnante a los ojos de Dios, no resultó en la desolación ni de Jerusalén ni del templo ni de la nación judía. Sin embargo, treinta y tres años después de la muerte de Jesús, los cristianos alcanzaron “a ver la cosa repugnante que causa desolación [...] de pie en un lugar santo”. (Mt 24:15.) En el año 66 E.C., los ejércitos romanos paganos rodearon la “ciudad santa”, Jerusalén, entonces el centro de la revuelta judía contra Roma. La cosa repugnante estaba a punto de ‘causar desolación’, y, por lo tanto, esa era la señal final para que los cristianos discernidores ‘echaran a huir a las montañas’. (Mt 4:5; 27:53; 24:15, 16; Lu 19:43, 44; 21:20-22.) Después de su huida sobrevino la desolación de la ciudad y la nación: Jerusalén fue destruida en el año 70 E.C., y la última fortaleza judía, Masada, en 73 E.C. (Compárese con Da 9:25-27.)
Otras profecías sobre ‘cosas repugnantes’. De todas formas, debe observarse que Daniel 11:31-35 y 12:9, 11 relaciona una ‘cosa repugnante que causa desolación’ con “el tiempo del fin”. Es razonable que el desarrollo de esta última expresión de ‘la cosa repugnante que causa desolación’ en el tiempo del fin siguiera el modelo general de la del siglo I E.C., aunque no solo restringido a la tierra de Israel.
La desolación de Jerusalén en 70 E.C. trajo el fin del “lugar santo”, Jerusalén, la llamada “ciudad santa”. (Mt 27:53.) Sin embargo, las Escrituras dirigen nuestra atención a una “Jerusalén celestial”, el Reino mesiánico, representado en la tierra por los cristianos ungidos. (Heb 12:22.) También hay otros que alegan falsamente representar ese Reino, y el capítulo 17 de Apocalipsis muestra que los “diez cuernos” (reyes) de una “bestia salvaje” simbólica desolarán su campo religioso de operaciones.
Las cosas repugnantes de Babilonia la Grande. En la visión profética de Apocalipsis 17 se describe a la simbólica mujer inmoral, Babilonia la Grande, llamada “la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”. Sostiene una copa de oro ‘llena de las cosas repugnantes de su fornicación con los reyes de la tierra’. Aunque se ha granjeado el favor de los reinos terrestres y se sienta sobre una bestia salvaje simbólica compuesta de tales reinos, llega el tiempo en que esta “bestia” rehúsa llevarla, se vuelve contra ella y la devasta por completo. (Véase BABILONIA LA GRANDE.)
Apocalipsis 21:9, 10, 27 descarta toda posibilidad de que cualquiera que se ocupe en una “cosa repugnante” pueda entrar en la “Nueva Jerusalén”, la clase de la “novia” casta del Cordero.
Falta de cuidado, negligencia o desatención; la acción de no prestar el cuidado y la atención que algo o alguien merecen. Implica la no ejecución de órdenes y obligaciones, bien deliberadamente o por indiferencia, desidia o despreocupación.
Uno de los varios términos hebreos que comunican la idea de “descuido” es el verbo fa·rá´, que literalmente significa “soltar”. (Nú 5:18.) En relación con el arreglo personal, se ha traducido por ‘dejar desaseado’ (Le 10:6); ‘andar desenfrenado’, cuando se refiere a la conducta, y ‘descuidar’ o ‘esquivar’, al hablar de la disciplina. (Éx 32:25; Pr 13:18; 15:32; compárese con Éx 5:4, donde se traduce por ‘desistir’.) Otro de los verbos hebreos es `a·záv, cuyo significado literal es ‘abandonar; dejar’. (Dt 29:25; 1Re 12:8.) Nehemías animó a los adoradores verdaderos a no “descuidar” la casa del Dios verdadero. (Ne 10:39; compárese con 13:11.) Se emplea un tercer término hebreo, cuyo significado literal es “flojedad”, como, por ejemplo, la de la cuerda de un arco. (Jer 48:10; compárese con Sl 78:57.)
La palabra griega a·me·lé·ö (de a, prefijo de negación, y mé·lö, “preocuparse”) transmite de forma más explícita la idea de despreocupación o desinterés, y no tanto la de un descuido involuntario. El apóstol Pablo dijo después de referirse al duro castigo que prescribía la ley mosaica en casos de desobediencia: “¿Cómo escaparemos nosotros si hemos descuidado [gr. a·me·lé·san·tes, “habiendo estado despreocupados” (por)] una salvación de tal grandeza, puesto que empezó a ser hablada mediante nuestro Señor [...], mientras Dios tomó parte en dar testimonio [...]?”. En estos versículos, muestra que no se trata de algo que pasa inadvertido, sino de desinterés, de dejarse ‘llevar a la deriva’ (vs. 1), un acto de desobediencia intencionada a la palabra que Dios habló mediante su Hijo unigénito. (Heb 2:1-4, Int.)
Cuando Mateo puso por escrito la parábola de Jesús del banquete de bodas, empleó una forma derivada de esta palabra griega. Según la parábola, aquellos que el rey invitó al banquete de bodas de su hijo no se presentaron. ¿Por qué? No por olvido involuntario, sino porque, “sin que les importara, se fueron, uno a su propio campo, otro a su negocio comercial”. Debido a este desinterés se les consideró indignos. (Mt 22:5, 8.)
Como superintendente en Éfeso, el joven Timoteo tenía sobre sí una gran responsabilidad. Pablo le aconsejó a este respecto: “No descuides [no estés siendo negligente con] el don que hay en ti, que te fue dado mediante una predicción y cuando el grupo de ancianos te impuso las manos”. Timoteo tuvo que hacer un gran esfuerzo para no caer en la indolencia, manteniéndose absorto en la lectura, la buena enseñanza, conducta y exhortación, procurando ser un buen ejemplo para otros y demostrando en todo momento una total entrega. De otro modo, la negligencia o el desinterés por el don que Dios le había otorgado le inducirían al descuido. (1Ti 4:11-16, Int.)
En Hebreos 8:9 Pablo citó de Jeremías 31:32, que contiene las siguientes palabras de Jehová respecto a Israel y el pacto de la Ley: “El cual pacto mío ellos mismos quebrantaron, aunque yo mismo los poseía como dueño marital”. En lugar de usar la expresión “los poseía como dueño marital”, la Septuaginta dice: “dejé de interesarme en ellos”. Esto explica por qué la cita de Pablo en su carta a los Hebreos dice: “Porque no continuaron en mi pacto, de modo que dejé de interesarme en [no me preocupé por] ellos”. Es evidente que el desinterés de Jehová nada tenía que ver con descuido o distracción; al contrario, Él estuvo interesado en su pueblo hasta el momento en que ellos rechazaron su palabra y se rebelaron contra él; solo entonces, y sobre esa única base, ‘dejó Dios de interesarse [gr. ë·mé·lë·sa] en ellos’.
La palabra griega que se traduce “olvidar” (e·pi·lan·thá·no·mai) tiene diferentes matices de significado. Uno de ellos es “despreocuparse” o “descuidar”. Según el Exegetical Dictionary of the New Testament (editado por Horst Balz y Gerhard Schneider), este es el significado de la palabra “olvidando” en Filipenses 3:13. Pablo no pensaba constantemente en las cosas que había dejado atrás. Había aprendido a considerarlas de poca importancia. Eran como “un montón de basura” en comparación con la esperanza celestial. (Filipenses 3:8.) (w96 1/5 31)
¿Ustedes no quieren irse también?
¿Te ha pasado alguna vez que aquellos con los que creías contar, te abandonan cuando más pensabas necesitarlos? Es curioso que esa experiencia la tuvieran grandes hombres fieles de la antigüedad como José el hijo de Jacob, Josué, Job, David, Jesús y Pablo. En los 43 años que llevo en la verdad he podido observar como casi la mitad de nuestra hermandad que conocí en aquel entonces abandonaron la verdad y hasta yo mismo pase dos veces por la experiencia de la expulsión, ¿quién me lo iba a decir a mi? (Mr 14:29.) Y eso a pesar de haber empezado como publicador no bautizado con más de 100 horas de predicación al mes, haber sido miembro de la familia de Betel de Alemania por años, precursor especial, usar los mejores años de mi juventud en servicio completo a Jehová, haber escrito tres copias completas de la Biblia y estudiarla por horas diariamente (Dt 17:18, 19.)
Lo tengo muy claro: es SOLO muestra de la gran bondad inmerecida de parte de Jehová el poder estar en pie (Ro 14:4), NUNCA te des por vencido, aférrate a Él y no lo abandones, sin importar si tu mismo le fallaste en el pasado, levántate y corre a su mano, Él te espera hasta que te levantes y te anima a hacerlo con su palabra. Por eso querido hermano/a no te sorprendas si un día Jehová te da la maravillosa oportunidad de verte cara a cara con Él a solas, sin un hombro humano donde recostarte y enjugar tus lágrimas. En realidad es mejor antes que después que aprendas que aunque tu propio padre y tu propia madre te abandonaran, siempre puedes contar con Jehová (Sl 27:10) De esa curiosa manera pasamos por las pisadas de Adán, antes de que Jehová le creara su compañera Eva, no desperdicies ese hermoso tiempo sin profundizar bien tu amistad con Jehová, antes de pedirle un/a compañero/a. Pues esa oportunidad te enseñará una de las más importantes lecciones de la vida: Al final estarás tú solo y desnudo delante de Jehová, la única relación que puede durar para siempre, dependiendo solo de ti.
En mi vida he recibido muchos elogios y muchas palmaditas en la espalda, y también muchas críticas e imputación de malos motivos, incluso me tildaron de apóstata un tiempo, nada de esto me mueve más el piso, pues he aprendido a evaluar lo superficial y la miopía del juicio humano, mi mirada se enfoca hoy solo en Jehová. |
Esta expresión traduce el término griego ka·ta·la·li·á. La forma verbal ka·ta·la·lé·ö significa literalmente “hablar contra”, es decir, hablar sin justificación y por lo general con intención maliciosa u hostil. (1Pe 2:12; 3:16.) El discípulo Santiago relacionó esta palabra con la tendencia a emitir juicios impropios o reprobatorios sobre otras personas, confiriéndole así el sentido de censurar de manera injustificada. (Snt 4:11; compárese con Sl 50:20.)
El difamador solapado, que habla con malicia en contra de otros a sus espaldas, se halla entre aquellas personas que son objeto de la ira de Jehová, y Su Palabra muestra que todo el que persista en ese proceder merece la muerte. (Ro 1:18, 28-30, 32.) El apóstol Pablo manifestó su honda preocupación por los miembros de la congregación corintia, de quienes temía que, además de otros males graves, practicasen la difamación solapada. (2Co 12:20.) Para que el mensaje de la Palabra de Dios tenga pleno efecto en los nuevos discípulos de Jesucristo, deben liberarse de dicha práctica, como también de cualquier otra forma de maldad. Solo así puede hacerles crecer a la salvación “la leche [...] que pertenece a la palabra [las verdades bíblicas que satisfacen sus necesidades espirituales]”. (1Pe 2:1, 2.)
Engaño deliberado, artificio o perversión de la verdad para inducir a otra persona a deshacerse de algo valioso que le pertenece o a renunciar a un derecho legal. El significado básico de la palabra hebrea que se traduce ‘defraudar’ (`a·scháq; Le 6:2) es abusar de la fuerza, poder o autoridad sobre otros. Por eso también se traduce ‘oprimir’. (Ec 4:1; Isa 52:4.) El verbo griego a·po·ste·ré·ö significa “privar; defraudar; despojar”. (1Co 7:5; Mr 10:19; 1Ti 6:5.) El nombre griego dó·los (“fraude”; Hch 13:10) también se traduce “engaño”. (Mr 7:22.)
El fraude sobre el que trata la Biblia por lo general está relacionado con los negocios. La ley de Dios prohíbe el fraude comercial. Los israelitas tenían que comportarse honradamente unos con otros, y la Ley protegía específicamente al jornalero. (Le 19:13; Dt 24:14; compárese con Snt 5:4.) Jesucristo incluyó el mandato de no defraudar entre los “mandamientos” de Dios. (Mr 10:19.) Bajo el pacto de la Ley, el hombre que defraudaba a su compañero y que más tarde se arrepentía y confesaba el mal, tenía que restituir a la persona perjudicada la cantidad completa más una quinta parte, y presentar a Jehová una ofrenda por la culpa. (Le 6:1-7.)
Asimismo, en las Escrituras se consideran fraudulentas las formas falsas de religión. Pablo condenó al hechicero Elimas por practicar el fraude y la villanía al “torcer los caminos correctos de Jehová”, lo que resultó en que fuese herido con ceguera. (Hch 13:8-11.) Pablo también corrigió a los cristianos de Corinto que se llevaban unos a otros a los tribunales, diciéndoles que estaban perjudicando y defraudando a sus hermanos por llevarlos ante un tribunal compuesto por hombres injustos en vez de recurrir a los santos de la congregación. Antes que llevar tales asuntos a hombres del mundo, deberían permitir que se les defraudara. (1Co 6:1-8.)
La Biblia condena con frecuencia el fraude y las prácticas fraudulentas, a la vez que señala que Dios juzgará a los defraudadores y librará a su pueblo de ellos. (Sl 62:10; 72:4; 103:6; Pr 14:31; 22:16; 28:16; Miq 2:1, 2; Mal 3:5.)
Persona que come con exceso y voracidad. La glotonería implica egoísmo, avidez y excesiva complacencia, por lo que está diametralmente opuesta a los preceptos y principios bíblicos.
La ley mosaica exigía que los padres de un hijo incorregible que fuese glotón y borracho lo llevasen a los ancianos de la ciudad, quienes harían que se le lapidara. (Dt 21:18-21.) A modo de advertencia a los demás, el libro de Proverbios incluso condenaba el compañerismo con los glotones: “El que tiene compañerismo con glotones humilla a su padre”. “No llegues a estar entre los que beben vino en exceso, entre los que son comedores glotones de carne. Porque el borracho y el glotón vendrán a parar en la pobreza, y el adormecimiento vestirá a uno de meros andrajos.” (Pr 28:7; 23:20, 21.) El término hebreo que se usa aquí para “glotón” y “comedor glotón” es zoh·lél, cuyo significado básico probablemente sea “pródigo”, es decir, derrochador. (Compárese con Dt 21:20, nota.)
En un esfuerzo por desacreditar a Jesucristo, una de las acusaciones difamatorias que sus oponentes lanzaron contra él fue: “¡Miren! Un hombre glotón y dado a beber vino”. Jesús simplemente refutó la falsa acusación diciendo: “La sabiduría queda probada justa por sus obras” o “por todos sus hijos”. (Mt 11:19; Lu 7:34, 35.) En otras palabras, lo que Jesús dijo fue: ‘Mirad mis obras y mi conducta justa, y os daréis cuenta de que la acusación es falsa’.
La glotonería no tiene ningún lugar en la congregación cristiana, y el apóstol Pablo quería asegurarse de que no entrara furtivamente. De modo que cuando dejó a Tito en Creta para cuidar de la joven organización cristiana, le recordó lo que había dicho uno de los propios profetas cretenses (se cree que fue Epiménides, poeta cretense del siglo VI a. E.C.): “Los cretenses siempre son mentirosos, bestias salvajes perjudiciales, glotones [literalmente, vientres] desocupados”. Por lo tanto, los superintendentes que Tito nombrase —dijo Pablo—, tendrían que ser hombres libres de tales acusaciones, hombres que no fuesen borrachos o dominados por la avidez y que ejercieran autodominio. (Tit 1:5-12.)
Aunque no se menciona la glotonería por separado como una ‘obra de la carne’, a menudo acompaña a las borracheras y a las fiestas desenfrenadas, y ciertamente está incluida en la expresión general “cosas semejantes a estas”. Los que las practican “no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:19, 21.) La moderación en la comida, como en todas las demás actividades, es una virtud cristiana. (1Ti 3:2, 11.)
La palabra griega original bla·sfë·mí·a y el verbo bla·sfë·mé·ö se usan con referencia a lenguaje denigrante, calumniador e injurioso. Como se indica en el artículo BLASFEMIA, la palabra griega bla·sfë·mí·a tiene un significado más amplio que la palabra española “blasfemia”. En español el término se aplica preferentemente a expresiones injuriosas contra Dios o contra cosas sagradas. (Mt 12:31.) A este respecto, cuando la Versión Cantera-Iglesias hace un comentario sobre la palabra bla·sfë·mí·a en Efesios 4:31, menciona que aplica a “todo lenguaje abusivo contra Dios y sus cosas [...]; o bien, simplemente, ‘mal lenguaje’, ‘maledicencia’”.
Por ello, aunque algunas traducciones (CI, Scío, Val y otras) utilizan los términos “blasfemia” y “blasfemar” en pasajes como el de Hechos 18:6, Colosenses 3:8, 1 Timoteo 6:1 y Tito 2:5, otras, con el fin de aclarar el sentido, emplean en esos mismos casos expresiones como “calumnia”, “insulto”, “palabra injuriosa”, “maledicencia”, “habla injuriosa”, “hablar mal”, “hablar perjudicialmente”, “hablar injuriosamente”, “maldecir” “denigrar” y similares. (Véanse BI, NBE, NM, NVI y otras.)
Cuando Jesús fue fijado al madero, los que pasaban lo injuriaban, diciendo: “¡Bah! Tú, supuesto derribador del templo y edificador de él en tres días, sálvate bajando del madero de tormento”. Uno de los dos malhechores que había a su lado se expresó en términos semejantes. (Mr 15:29, 30; Mt 27:39, 40; Lu 23:39.) Pablo y sus compañeros cristianos también fueron objeto de injurias por parte de quienes cuestionaban su propósito, mensaje y conciencia cristiana (Hch 18:6; Ro 3:8; 14:16; 1Co 10:30; 1Pe 4:4); sin embargo, no se esperaba que ellos ‘hablasen perjudicialmente de nadie’, como tampoco daba pie su conducta a que nadie hablara injuriosamente de su labor o mensaje. (Ef 4:31; Col 3:8; 1Ti 6:1; Tit 2:5; 3:2; compárese con 2Pe 2:2.) Ni siquiera los ángeles “presentan contra ellos acusación en términos injuriosos, lo cual no hacen por respeto a Jehová”. (2Pe 2:11.) No obstante, sí cabe esperar tal habla de quienes practican conducta relajada, son orgullosos y están mentalmente enfermos sobre cuestiones y debates, y de los que desatienden con falta de respeto los nombramientos de Dios. (1Ti 6:4; 2Pe 2:10-12; Jud 8-10.)
El término correspondiente en las Escrituras Hebreas es ga·dháf. Aunque originalmente debió referirse a daño físico violento, se usa en sentido figurado con el significado de “hablar injuriosamente”, es decir, hacer daño con palabras. (Nú 15:30; 2Re 19:6; Eze 20:27.) La palabra hebrea na·qáv, cuyo significado primario es “horadar; traspasar” (2Re 12:9; 2Re 18:21), tiene el sentido de blasfemar en el relato del hijo de una mujer israelita que había ‘injuriado’ el nombre de Jehová. (Le 24:11, 16.) Este es un caso de habla áspera o grosera dirigida contra Jehová o contra su pueblo. Un estudio del contexto aclara la naturaleza del “habla injuriosa”. (Véanse EXECRAR; INJURIA; INVOCACIÓN DE MAL.)
Para los israelitas el injuriar o invocar el mal sobre los padres era una ofensa que se castigaba con la muerte. (Éx 21:17; Mt 15:4; Mr 7:10.) El abuso físico infligido a los padres provenía de la misma disposición malvada que el abuso verbal, y por lo tanto incurría en el mismo castigo. (Éx 21:15.) Como los padres eran los representantes de Jehová ante sus hijos, el que injuriaba a sus padres en realidad injuriaba a Dios. (Compárese con Éx 20:12.)
En Israel también se tenía que mostrar el debido respeto a los gobernantes. Por esta razón el apóstol Pablo, aunque había sido tratado injustamente, se disculpó por haberse dirigido al sumo sacerdote, sin saber quién era, con palabras que se consideraron abusivas. (Éx 22:28; Hch 23:1-5.)
La injuria deliberada no tenía cabida entre los cristianos del primer siglo. (1Co 6:9, 10; 1Pe 3:8, 9.) El que era culpable de vilipendiar habitualmente y de manera intencionada a otros tenía que ser expulsado de la congregación. (1Co 5:11-13.)
Los seguidores de Jesucristo, a quienes se veía como personas insignificantes e impopulares en el mundo debido a su actividad y su mensaje, a menudo fueron objeto de injuria. (Compárese con Jn 9:28, 29; 17:14; 1Co 1:18; 4:11-13.) Pero no tenían que desquitarse injuriando a sus opositores. En este respecto, Cristo Jesús había puesto el ejemplo para ellos. (1Pe 2:21, 23.) Acusado de ser un hombre dado al vino, glotón, agente del Diablo, de quebrantar el sábado y blasfemar contra Dios, no se vengó injuriando a sus acusadores. (Mt 11:19; 26:65; Lu 11:15; Jn 9:16.) Cuando le acusaron falsamente en presencia de Pilato, permaneció en silencio. (Mt 27:12-14.) El que un cristiano imitara el ejemplo de Jesús podría tener un buen efecto en algunos de sus opositores, haciéndoles reconocer que sus palabras abusivas no tenían ninguna base. Tal reconocimiento hasta les podía llevar a que glorificaran a Dios. (Compárese con Ro 12:17-21; 1Pe 2:12.)
Los cristianos tenían que cuidar su comportamiento a fin de no dar pie a los opositores para que los injuriasen. Pablo llamó la atención a este asunto en conexión con las viudas jóvenes de la congregación. Como eran propensas a chismear y entremeterse en asuntos ajenos, las animó a casarse, para que estuviesen ocupadas en criar a sus hijos y atender una casa. De ese modo no darían lugar a que ningún opositor injuriase a los cristianos por ser chismosos y entremetidos en los asuntos ajenos. (1Ti 5:13, 14.)
Las acciones de algunos de los que no acompañaron a Jesucristo durante su ministerio mostraron que ellos estaban ‘de su parte’ y que no se unirían fácilmente a los opositores en injuriarle. Este fue el caso de cierto hombre que expulsaba demonios sobre la base del nombre de Jesús, y que parecía haber recibido de Dios el poder para hacerlo. Juan y otros concluyeron que se debería detener a ese hombre, ya que no los acompañaba. Pero Jesús dijo: “No traten de impedírselo, porque nadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme [literalmente, “hablar mal de mí”]”. (Mr 9:38-40.) Cuando Jesús hizo esta declaración, la congregación judía todavía tenía el reconocimiento divino y la formación de la congregación cristiana quedaba aún en el futuro. (Compárese con Mt 16:18; 18:15-17.) Además, Jesús no requirió que todos sus seguidores le acompañaran personalmente. (Mr 5:18-20.) Por lo tanto, el que un judío, un miembro del pueblo que estaba en relación de pacto con Dios, ejecutara obras poderosas sobre la base del nombre de Jesús sería una prueba de que tenía el favor divino. Sin embargo, tan pronto como se formó la congregación cristiana, los individuos que deseaban el favor de Dios tenían que estar asociados con ella como seguidores fieles de Jesucristo. (Compárese con Hch 2:40, 41.) El simple hecho de efectuar obras poderosas sobre la base del nombre de Jesús ya no sería prueba de estar del lado de Jesucristo, ni de no ser culpable de injuriar al Hijo de Dios. (Mt 7:21-23; véanse BLASFEMIA; HABLA INJURIOSA.)
Persona que deliberadamente quita lo que le pertenece a otro sin permiso, valiéndose de la violencia o, en especial, del fraude o el engaño. También, aquel que hurta aprovechando un descuido. Antiguamente los ladrones actuaban de manera muy semejante a como lo hacen hoy en día. Solían hurtar de noche (Job 24:14; Jer 49:9; Mt 24:43; Lu 12:39; Jn 10:10; 1Te 5:2-5; 2Pe 3:10; Apo 3:3; 16:15), y acostumbraban a entrar por alguna ventana. (Joe 2:9.) Por otro lado, los salteadores estaban al acecho y caían sobre sus víctimas en lugares solitarios, donde era prácticamente imposible conseguir ayuda. Estos delincuentes no dudaban en utilizar la violencia o amenazar y poner en peligro la vida de las personas a las que querían robar. (Jue 9:25; Lu 10:30, 36; 2Co 11:26.)
Los términos del idioma original que se traducen “robar” y “salteador” también pueden referirse a retener de alguien lo que legítimamente le pertenece, apoderarse de cosas de otros por métodos fraudulentos o apropiarse para uso particular de lo que se tenía la obligación de dar a otros. Al no pagar los diezmos para apoyar la adoración verdadera en el templo, los judíos del tiempo de Malaquías estaban ‘robando a Dios’. (Mal 3:8, 9.) En Proverbios 28:24 se habla del que roba a su padre o a su madre, queriendo decir con ello probablemente que les priva de alguna manera de lo que legítimamente les pertenece. Jesucristo condenó a los cambistas por haber convertido el templo en una “cueva de salteadores”, lo que da a entender que estaban cobrando tarifas exorbitantes por sus servicios. (Mt 21:12, 13.)
En su segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribió: “Robé a otras congregaciones, aceptando provisiones, a fin de ministrarles a ustedes”. (2Co 11:8.) No había nada fraudulento en que Pablo recibiera provisiones de otros. Por eso, probablemente dijo que había robado a aquellas congregaciones en el sentido de que había usado lo que le habían dado para satisfacer sus necesidades mientras laboraba a favor de los corintios y no de quienes le habían ayudado.
En algunos casos ‘hurtar’ puede referirse al acto justificado de tomar lo que a uno le pertenece. En estos casos, el término ‘hurtar’ destaca la manera furtiva de ejecutar la acción. Por ejemplo, los israelitas ‘hurtaron’ el cuerpo de Saúl de la plaza pública de Bet-san. (2Sa 21:12.) La tía del jovencito Jehoás le salvó la vida ‘hurtándole de entre sus hermanos’ para que no muriese como ellos a manos de la inicua Atalía. (2Re 11:1, 2; 2Cr 22:11.)
Condenado por Dios. No obstante, la mayoría de las referencias de la Biblia al hurto tienen que ver con tomar ilícitamente lo que le pertenece a otro. La ley que Jehová dio a Israel declaró explícitamente: “No debes hurtar”. (Éx 20:15; Le 19:11, 13; Dt 5:19; Mt 19:18.) Un ladrón tenía que hacer compensación doble, cuádruple o hasta quíntuple, dependiendo de lo estipulado en la Ley. Si no podía, debía venderse como esclavo, aunque recuperaba su libertad cuando había hecho compensación completa. (Éx 22:1-12.) Además de hacer compensación, el ladrón humillado (Jer 2:26) tenía que presentar una ofrenda por la culpa y pedir que el sacerdote hiciera expiación por sus pecados. (Le 6:2-7.)
Con el tiempo, la nación de Israel pasó por alto estas leyes, y como consecuencia Jehová permitió que salteadores y ladrones, tanto del mismo pueblo como del exterior, constituyeran una plaga para Israel. (Dt 28:29, 31; Eze 7:22.) Las prácticas fraudulentas, en especial la opresión de personas pobres y necesitadas, llegaron a ser comunes. (Isa 1:23; 3:14; Jer 7:9-11; 21:12; 22:3; Eze 22:29; Miq 2:2.)
Aunque el ladrón que hurta por hambre no es tan reprensible como el que lo hace por codicia y debido a un mal corazón, a semejanza de Acán y Judas Iscariote (Jos 7:11, 20, 21; Pr 6:30; Mt 15:19; Jn 12:4-6), los que desean la aprobación de Dios no deben ser ladrones. (Isa 61:8; Ro 2:21.) Los cristianos no están bajo la ley mosaica, pero sí bajo el mandato de amar a su prójimo. “El amor no obra mal al prójimo”; por lo tanto, entre los cristianos no cabe el robo. (Ro 13:9, 10; Mt 22:39; Snt 2:8.) Cualquier ladrón que desee vivir bajo la gobernación del reino de Dios ha de arrepentirse de su anterior proceder y trabajar para ganarse la vida. (1Co 6:10; Ef 4:28; 1Pe 4:15.) El ladrón que se arrepiente sinceramente puede esperar con seguridad el perdón de Jehová. (Eze 33:14-16.)
El modismo hebreo que significa literalmente “robar el corazón” tiene el sentido de “ser más listo que [alguien]; engañar por tretas”. (Gé 31:20, 26, notas; 2Sa 15:6.)
Te pueden robar
Te pueden robar un momento, pero no el tiempo.
|
Varias palabras hebreas y griegas de la Biblia que se traducen por el término “maldición” o expresiones similares comunican la idea básica de desear o pronunciar el mal contra alguien.
La primera maldición la pronunció Dios, después de la rebelión edénica, contra el instigador de aquella rebelión mediante el agente que este había empleado: la serpiente. (Gé 3:14, 15.) Esta maldición tenía que terminar en su destrucción. Al mismo tiempo se maldijo el suelo por causa de Adán, lo que resultaría en que produjera espinos y cardos, pero no en su destrucción. (Gé 3:17, 18; 5:29.) La maldición que Jehová dirigió contra Caín lo condenó a una vida de fugitivo. (Gé 4:11, 12.)
Después del Diluvio, la primera maldición que pronunció un ser humano la dirigió Noé a Canaán, hijo de Cam, al condenarlo a ser esclavo de Sem y de Jafet. Esta maldición vio su cumplimiento mayor unos ocho siglos más tarde, cuando la nación semita de Israel conquistó Canaán. (Gé 9:25-27.) Por eso Josué dijo a los gabaonitas, descendientes de Canaán, que eran “gente maldita”, por lo que se les tuvo como esclavos. (Jos 9:23.)
De modo que este tipo de maldición no debe confundirse con la blasfemia, ni tampoco implica enfado violento, como lo demuestra el caso de los gabaonitas. En los textos citados antes se usa la palabra hebrea `a·rár. Esta se halla dieciocho veces en declaraciones formales en Deuteronomio 27:15-26; 28:16-19, y también en declaraciones solemnes, como las de Éxodo 22:28; Jeremías 11:3; 17:5 y 48:10. El sustantivo relacionado, me`e·ráh, aparece cinco veces. (Dt 28:20; Pr 3:33; 28:27; Mal 2:2; 3:9.) El uso bíblico de estas palabras indica una declaración solemne o predicción del mal, y cuando proviene de Dios o de una persona autorizada por Él, tiene una fuerza y un valor proféticos. La maldición de Josué contra cualquier hombre que en el futuro reconstruyera la devastada Jericó se cumplió muchos siglos después. (Jos 6:26; 1Re 16:34.) Sin embargo, Jehová desaprobó las peticiones del rey Balac para que Balaam maldijera a Israel, e hizo que en su lugar se pronunciaran bendiciones. (Nú 22:6–24:25; véase EXECRAR.)
Otra palabra hebrea que se traduce “juramento” y “maldición” es `a·láh, e implica un juramento que lleva consigo una maldición como pena por la violación del mismo o debido a su falsedad. (Gé 24:41, nota; Nú 5:21, 23, 27; Dt 29:19-21; 2Cr 34:24; 1Re 8:31, 32; véase JURAMENTO.)
Las dos palabras básicas que se traducen “maldición” en las Escrituras Griegas son a·rá y a·ná·the·ma, así como otras palabras emparentadas con estas, como ka·tá·ra, e·pi·ka·tá·ra·tos, ka·ta·rá·o·mai, ka·tá·the·ma y ka·ta·the·ma·tí·zö.
La palabra a·rá tiene el significado de imprecación u oración en la que se invoca el mal de una fuente divina. Juan usa la palabra relacionada e·pá·ra·tos cuando escribe que los fariseos veían a la gente común que escuchaba a Jesús como “unos malditos” que no conocían la Ley. (Jn 7:49.) Por otro lado, Pablo mostró que todos los judíos necesitaban que se les redimiera de la maldición del pacto de la Ley haciendo que Jesucristo fuera una maldición en lugar de ellos al morir en el madero de tormento. (Gál 3:10, 13.) En Gálatas 3:10 Pablo usó el término e·pi·ka·tá·ra·tos para traducir la palabra hebrea `a·rár de Deuteronomio 27:26, y en el versículo 13 utilizó la misma palabra para traducir la voz hebrea qela·láh (algo maldito; maldición) de Deuteronomio 21:23. (Véase INVOCACIÓN DE MAL.)
Se usa una forma del verbo ka·ta·rá·o·mai cuando Jesús maldice a la clase de las “cabras” (Mt 25:41) y también cuando dice a sus seguidores que tienen que ‘bendecir a los que los maldicen’. (Lu 6:28.) Pablo y Santiago usaron formas de esta misma palabra al dar consejo en Romanos 12:14 y Santiago 3:9. Pablo empleó la palabra ka·tá·ra cuando comparó a los cristianos que caen después de haber participado del espíritu santo con la “tierra” que no responde a la lluvia y que solo produce espinos y abrojos (Heb 6:7, 8), y Pedro utiliza la misma palabra para llamar “malditos” a los codiciosos que “tienen ojos llenos de adulterio” y cautivan almas inocentes. (2Pe 2:14.)
La palabra a·ná·the·ma significa literalmente “lo que se coloca encima”, y en un principio aplicaba a las ofrendas votivas que se presentaban o apartaban como sagradas en los templos. (Véase Lu 21:5, donde se usa una palabra relacionada.) En las Escrituras Griegas, los escritores bíblicos utilizaron a·ná·the·ma para referirse a lo que es o puede convertirse en maldito y, por lo tanto, apartado como malo o execrado. Pablo escribió a los (Gálatas 1:8) que deberían considerar “maldito” a cualquiera, incluso ángeles, que les declarasen como buenas nuevas algo contrario a lo que habían recibido. También se llamó malditos a los que no le tenían “cariño al Señor”. (1Co 16:22.) Angustiado por sus parientes israelitas que no habían aceptado al Señor, Pablo dijo que incluso podría desear que se le ‘separara del Cristo como maldito’ a favor de ellos. (Ro 9:3.) En otros casos se utiliza a·ná·the·ma para referirse al juramento que, si no se cumple o resulta falso, deriva en una maldición, como en el caso de los 40 hombres que tramaron una conspiración juramentada para matar a Pablo. (Hch 23:12-15, 21.) Las palabras ka·ta·the·ma·tí·zö y a·na·the·ma·tí·zö se usan en relación con la negación que Pedro hizo de Cristo. (Mt 26:74; Mr 14:71.) Pedro estaba diciendo en realidad que deseaba ‘ser maldecido o apartado como malo si conocía al hombre’.
Anatema.
Sign.: Maldición, imprecación. Persona o cosa anatematizada. Anatematizada: Maldecir a alguien o lanzar imprecaciones contra él. Reprobar o condenar a alguien o algo.
En Apocalipsis 22:3 se promete que en la Nueva Jerusalén “no habrá ninguna maldición [ka·tá·the·ma]”, posiblemente para contrastarla con la Jerusalén terrestre, que llegó a estar bajo la maldición de Dios. También contrasta marcadamente con la condición maldita de la simbólica ciudad Babilonia la Grande, como resultado del decreto judicial de Dios contra ella. El mandato que se da en Apocalipsis 18:4-8 muestra con claridad que se ha pronunciado un “anatema” contra esa ciudad simbólica. (Véase también 2Co 6:17.)
En la Versión de los Setenta griega los traductores por lo general usaron a·ná·the·ma para traducir la palabra hebrea jé·rem. (Véase COSA DADA POR ENTERO.)
Aquello que causa dolor, pena o angustia. Para transmitir la idea apropiada en español, la palabra hebrea ra´ —que tiene un amplio significado— se traduce de diversas maneras según el contexto: “malo”, “triste”, ‘feo’, ‘calamitoso’, “maligno”, “no generoso”, “envidioso”, etc. (Gé 2:9; 40:7; 41:3; Éx 33:4; Dt 6:22; 28:35; Pr 23:6; 28:22.) Por su parte, el adjetivo griego ka·kós puede calificar a aquello que es: 1) moralmente malo y 2) destructivo, por lo que se ha traducido: “malo”, “mal”, ‘perjudicial’, “lo incorrecto”. (Ro 7:19; 12:17; Col 3:5; Tit 1:12; Heb 5:14.) El verbo hebreo qa·lál significa “invocar el mal sobre”. (Véase INVOCACIÓN DE MAL.)
La primera vez que se usa la palabra ra´ en las Escrituras indica la antítesis de lo bueno. A Adán se le ordenó que no comiera del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo (ra´), y también se le advirtió de las consecuencias que acarrearía el desobedecer. Por lo tanto, es evidente que Dios es quien fija la norma de qué es bueno y qué es malo; el hombre no tiene la prerrogativa de obrar independientemente de Él. El que Adán transgrediese la ley expresa de Dios no es imputable a Jehová, “porque con cosas malas [una forma de ka·kós] Dios no puede ser sometido a prueba ni somete a prueba él mismo a nadie. Más bien, cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo”. (Snt 1:13, 14; Gé 2:16, 17; 3:17-19.)
Lo que significa el que Jehová traiga el mal. Debido a la desobediencia de Adán, Jehová merecidamente trajo el mal o la calamidad sobre él. En consecuencia, en las Escrituras se hace referencia a Jehová como el Creador del mal o la calamidad. (Isa 45:7; compárese con Alba; BM; MK; Scío; Val, 1909.) El que Él haya puesto en vigor la pena por el pecado —la muerte— ha resultado ser un mal o una calamidad para la humanidad. Así pues, el mal no siempre es sinónimo de maldad. El Diluvio del día de Noé y las diez plagas derramadas sobre Egipto son ejemplos de males o calamidades que trajo Jehová. Pero estos males no fueron acciones injustas; al contrario, en ambos casos se hizo justicia a los malhechores. No obstante, en algunas ocasiones Jehová se retuvo de castigar a los malhechores con el mal que en un principio había previsto como ejecución de su juicio justo, debido a su misericordia y a que ellos se arrepintieron. (Jon 3:10.) Además, al advertirles, Jehová les dio la oportunidad inmerecida de cambiar de proceder y de ese modo seguir viviendo. (Eze 33:11.)
Prevención del mal. Puesto que Jehová es quien determina la norma sobre qué es bueno y qué es malo, toda persona debe conocer bien esta norma a fin de poder discernir el camino que ha de seguir. (Heb 5:14.) El amor al dinero es una de las cosas malas o perjudiciales que han de evitarse. (1Ti 6:10.) No es prudente inquietarse por las cosas materiales, pues, como dijo Jesús, “suficiente para cada día es su propia maldad [ka·kí·a]”, es decir, su inquietud o aflicción. (Mt 6:34.) El “deseo perjudicial” está entre aquello que se ha de eliminar al vestirse de la nueva personalidad. (Col 3:5.) Así como el Diablo tentó a Jesús con el mal, del mismo modo los cristianos son conscientes de que han de hacer frente al mal. Cuando esto sucede, el cristiano debería seguir el ejemplo de Jesús y despedir el mal inmediatamente para evitar ser arrastrado al pecado. (Snt 1:13-15; Mt 4:1-11; Flp 4:8.) Aunque debido a la imperfección humana, el cristiano se encuentre en conflicto constante con la carne caída y haga lo malo que no desea practicar, como le ocurría al apóstol Pablo, no debe ceder a la carne, sino mantener una lucha constante contra ella. (Ro 7:21; 8:8.) Lo que Jesús dijo concerniente al esclavo malo muestra claramente el peligro de no cumplir con los justos requisitos de Dios. Este esclavo sufrirá castigo más severo por no haberse encargado de las responsabilidades que se le confiaron y por haber llegado al grado de golpear a sus coesclavos. (Mt 24:48-51.)
La manera cristiana de sufrir el mal. Las Escrituras no autorizan al cristiano a hacer el mal a su semejante ni a vengarse. El consejo bíblico es: “No devuelvan mal por mal a nadie”. “No se venguen [...]: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’.” “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Ro 12:17, 19, 21.) Además, los cristianos tienen que estar en sujeción relativa a los gobiernos y no practicar la maldad, pues tales gobiernos, con una mayor o menor medida de conciencia dada por Dios, persiguen la maldad según las leyes del país y hacen uso de su autoridad para castigar a los delincuentes. (Ro 13:3, 4.) No obstante, estos gobernantes rendirán cuentas ante el Juez Supremo por cualquier abuso que hagan de su autoridad. Al sufrir el mal por causa de la justicia, el cristiano tiene el privilegio de participar en la glorificación del santo nombre de Dios. (1Pe 4:16.)
Expresión contraria a la verdad. Generalmente implica decir algo falso a alguien que tiene el derecho de saber la verdad con la intención de engañar o perjudicar a esa persona o a otra. La mentira no tiene por qué ser siempre algo que se dice; también se puede mentir por la manera de actuar, es decir, una persona puede estar viviendo una mentira. El verbo hebreo que transmite la idea de decir lo que no es verídico es ka·záv. (Pr 14:5.) Otro verbo hebreo, scha·qár, significa “obrar o tratar con falsedad”, y la forma sustantiva se traduce “mentira; engaño; falsedad”. (Le 19:11; Sl 44:17; Le 19:12; Sl 33:17; Isa 57:4.) El término hebreo schaw´, que a veces se traduce “falsedad”, se refiere básicamente a algo que es vano, sin valor, fútil, vacía, infructífera, inútil, ineficaz, carente de verdad”. (Sl 12:2; Dt 5:20; Sl 60:11; 89:47; Zac 10:2; 1 Corintios 15:17; 1 Pedro 1:18.) El significado primario del verbo hebreo ka·jásch (engañar) es “resultar desilusionador”. (Le 19:11; Os 9:2.) El término griego pséu·dos y otros de la misma familia están relacionados con la mentira y la falsedad.
El padre u originador de la mentira es Satanás el Diablo. (Jn 8:44.) Su mentira, transmitida por medio de una serpiente a Eva, la primera mujer, resultó finalmente en la muerte tanto de ella como de su esposo Adán. (Gé 3:1-5, 16-19.) Aquella primera mentira nació de un deseo egoísta e incorrecto. Su propósito era desviar el amor y la obediencia de la primera pareja humana hacia el mentiroso, que se hizo pasar por un “ángel de luz” o un benefactor. (Compárese con 2Co 11:14.) Todas las demás mentiras maliciosas que se han pronunciado desde entonces han sido también la expresión de un deseo egoísta e incorrecto. Se miente para escapar de un castigo merecido, beneficiarse a expensas de otros o conseguir o mantener ciertas ventajas, recompensas materiales o la alabanza de los hombres.
Las mentiras religiosas han sido especialmente graves, pues han puesto en peligro la vida futura de los engañados. Jesucristo dijo: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes”. (Mt 23:15.) El cambiar la verdad de Dios por “la mentira” y la falsedad de la idolatría puede hacer que una persona realice prácticas degradantes y viles. (Ro 1:24-32.)
El caso de los líderes religiosos del judaísmo en el tiempo del ministerio terrestre de Jesús muestra lo que puede suceder si se abandona la verdad. Ellos tramaron la ejecución de Jesús. Luego, cuando se le resucitó, sobornaron a los soldados que habían guardado la tumba para que ocultaran la verdad y propagaran una mentira sobre la desaparición del cuerpo de Jesús. (Mt 12:14; 27:1, 2, 62-65; 28:11-15; Mr 14:1; Lu 20:19.)
Jehová Dios no puede mentir (Nú 23:19; Heb 6:13-18) y odia una “lengua falsa”. (Pr 6:16-19.) La ley que dio a los israelitas exigía que se hiciera compensación por los daños que resultaban del engaño o de la mentira maliciosa. (Le 6:2-7; 19:11, 12.) Además, si una persona daba falso testimonio, tenía que recibir el mismo castigo que deseaba infligir a otro por medio de sus mentiras. (Dt 19:15-21.) El punto de vista de Dios en cuanto a la mentira maliciosa que se reflejaba en la Ley no ha cambiado. Los que desean conseguir su aprobación no pueden practicar la mentira. (Sl 5:6; Pr 20:19; Col 3:9, 10; 1Ti 3:11; Apo 21:8, 27; 22:15.) Tampoco pueden vivir una mentira, como en el caso de los que alegan amar a Dios mientras que al mismo tiempo odian a su hermano. (1Jn 4:20, 21.) Ananías y su esposa perdieron la vida por mentir y tratar de burlar al espíritu santo. (Hch 5:1-11.)
No obstante, la persona que en un momento dado se ve impulsada a decir una mentira no se hace culpable automáticamente de un pecado imperdonable. El caso de Pedro, que negó a Jesús tres veces, ilustra que Dios perdona a la persona que se arrepiente de corazón. (Mt 26:69-75.)
El que en la Biblia se condene claramente la mentira maliciosa no significa que una persona esté obligada a divulgar información verídica a quien no tenga derecho a conocerla. Jesucristo aconsejó: “No den lo santo a los perros, ni tiren sus perlas delante de los cerdos, para que nunca las huellen bajo los pies, y, volviéndose, los despedacen a ustedes”. (Mt 7:6.) Por esta razón en ciertas ocasiones Jesús se abstuvo de dar información completa o respuestas directas a ciertas preguntas, pues ese proceder podría haber causado dificultades innecesarias. (Mt 15:1-6; 21:23-27; Jn 7:3-10.) El comportamiento de Abrahán, Isaac, Rahab, David y Eliseo al informar erróneamente u ocultar parte de los hechos a quienes no eran adoradores de Jehová tuvo esa misma motivación. (Gé 12:10-19; cap. 20; 26:1-10; Jos 2:1-6; 1Sa 27:10-12; Snt 2:25; 2Re 6:11-23.)
Jehová permite que se produzca una “operación de error” en aquellas personas que prefieren la falsedad, a fin de que “lleguen a creer la mentira” y no las buenas nuevas acerca de Jesucristo. (2Te 2:9-12.) Un ejemplo de este principio es lo que sucedió hace siglos en el caso del rey israelita Acab. Unos profetas mentirosos le aseguraron a Acab que vencería en la batalla contra Ramot-galaad, mientras que Micaya, el profeta de Jehová, predijo calamidad. Como se le reveló en visión a Micaya, Jehová permitió que una criatura celestial actuara como un ‘espíritu engañoso en la boca de los profetas’ de Acab, es decir: esta criatura celestial influyó sobre ellos para que no hablaran la verdad, sino lo que ellos mismos deseaban decir y Acab deseaba oír. Aunque recibió advertencia, Acab prefirió que le engañaran, y eso le costó la vida. (1Re 22:1-38; 2Cr 18.)
¿Será mentira?
Cuatro amigos de la Universidad se fueron a parrandear el fin de semana antes de los exámenes finales a un país vecino. Se divirtieron, pero después de tanta fiesta durmieron todo el domingo y no regresaron a su país hasta el lunes por la mañana. En lugar de entrar al examen final, decidieron que al terminar el examen hablarían con el profesor explicando la razón por la que habían perdido el examen. Le explicaron que se habían ido de viaje el fin de semana y que planeaban estar de regreso y estudiar, pero desafortunadamente, "se les pinchó" una llanta cuando venían de regreso, no tenían las herramientas y nadie les había querido ayudar. El profesor lo pensó y acordó hacerles el examen al día siguiente. Los cuatro amigos estaban felices. Estudiaron toda la noche y llegaron al día siguiente a hacer el examen. El profesor los puso en salones separados y les repartió a cada uno el test para que comenzaran. El primer problema a resolver valía 5 puntos y era muy fácil sobre la historia del mercado. "¡Excelente!", pensó cada uno en su salón separado. "Esto va a estar muy fácil"
Cada cual terminó el problema y continuaron volteando la página. |
¿Te crees alguna Mentira? Todos creemos consciente o inconscientemente mentiras, que se nos infiltran y afectan nuestro pensar y actuar, por ejemplo a veces creemos que algunas personas hablan mal de nosotros, pero quizás la realidad sea que esas personas no reparan en nosotros para nada, la gente no se interesa tanto en nosotros como quizás nosotros pensemos, no dejemos asentarse en nosotros prejuicios, pues eso puede interponerse negativamente en nuestro servicio sagrado de toda alma, y que no tratemos a todas las personas amablemente y con respeto (Pro. 12:22). |
Falta de ánimo o impulso para hacer algo o trabajar; ociosidad; desidia; holgazanería; indolencia. El verbo hebreo `a·tsál significa “ser perezoso” (Jue 18:9), y el adjetivo relacionado con este verbo se traduce “perezoso”. (Pr 6:6.) La palabra griega o·knë·rós significa “indolente; perezoso”. (Mt 25:26; Ro 12:11, NTI.) Otro término, nö·thrós, significa “indolente; tardo”. (Heb 6:12; 5:11, NTI.)
Jehová y su Hijo, los dos mayores trabajadores, odian la pereza. Jesús dijo: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. (Jn 5:17.) En todo el registro bíblico se condena la pereza y se amonesta al perezoso.
La forma de pensar del perezoso. En el libro de Proverbios encontramos una descripción del perezoso. Ante todo, inventa obstáculos para justificarse y no emprender un proyecto. “El camino del perezoso es como seto de abrojos.” (Pr 15:19.) Ve su tarea como un camino lleno de abrojos, muy difícil de andar, y da excusas ridículas para su holgazanería, diciendo: “¡Hay un león afuera! ¡En medio de las plazas públicas seré asesinado!”, como si un peligro que realmente no existe dificultase el trabajo. (Pr 22:13.) La pereza va acompañada con frecuencia de la cobardía, que consiste en retraerse debido al temor. (Mt 25:26, nota; 2Ti 1:7.) Aunque otros le aconsejan y le instan, se da la vuelta en la cama ‘como una puerta sobre su quicio’, como si fuese incapaz de levantarse. Es demasiado perezoso para alimentarse a sí mismo. “Ha escondido la mano en el tazón del banquete; se ha fatigado demasiado para volver a llevarla a la boca.” (Pr 26:14, 15; 19:24.) Además, se ha engañado a sí mismo, de manera que en su propio corazón piensa que tiene razón.
Tal persona da rienda suelta a razonamientos engañosos e imaginarios: puede pensar que el trabajo afectará su salud o que está demasiado cansado; puede parecerle que ‘el mundo le debe la manutención’, y, además, tener el hábito de postergar un trabajo hasta “mañana”. (Pr 20:4.) Con cualquier cosa que haga, por pequeña que sea, le parece que ya ha hecho su parte, es decir, tanto como los demás. Aunque la persona diligente puede dar respuesta sensata a cualquiera de esos argumentos, él es “más sabio a sus propios ojos” y piensa que los demás son tontos por esforzarse e intentar animarle a hacer lo mismo. (Pr 26:13-16.)
A diferencia de lo que Pablo dice en 1 Timoteo 6:6-8, la persona perezosa no se basta con lo que tiene ni está contenta con el ‘sustento y con qué cubrirse’. Más bien, desea tener posesiones, por lo general mucho más que solo ropa o comida: “El perezoso se muestra deseoso, pero su alma nada tiene”. (Pr 13:4.) Tampoco muestra consideración o respeto a su prójimo, sino que está dispuesto a dejar que alguien haga su trabajo e incluso que otra persona le provea las cosas que desea. (Pr 20:4.)
Las consecuencias de la pereza. Aunque la persona perezosa puede pensar que se pondrá a trabajar más tarde, las consecuencias de su pereza le alcanzan súbitamente, y es demasiado tarde, pues se le dice: “Un poco más de sueño, un poco más de dormitar, un poco más de cruzar las manos para estar acostado, y tu pobreza ciertamente vendrá justamente como algún vagabundo, y tu carencia como un hombre armado”. (Pr 6:9-11.)
Sea que se tome de forma literal o figurada, la descripción de la situación en que se encuentra el perezoso resulta cierta: “Pasé junto al campo del individuo perezoso y junto a la viña del hombre falto de corazón. Y, ¡mira!, todo ello producía mala hierba. Ortigas cubrían su mismísima superficie, y su mismo muro de piedra había sido demolido”. “Por gran pereza se hunde el envigado, y porque se dejan bajar las manos hay goteras en la casa.” (Pr 24:30, 31; Ec 10:18.)
Quienquiera que contrate a una persona perezosa que la represente se decepcionará, se irritará y sufrirá pérdidas, pues “como vinagre a los dientes y como humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían”. (Pr 10:26.)
Al final, la pereza del holgazán le llevará a la calamidad, pues “el mismísimo deseo vehemente del perezoso le dará muerte”. Desea con vehemencia cosas que no merece o que son impropias. Incluso puede arruinarse al intentar conseguirlas. En todo caso, el estar dominado por la pereza le aparta de Dios, la Fuente de la vida. (Pr 21:25.)
El cristiano que es perezoso no cultiva el fruto del espíritu, que aviva y activa a la persona (Hch 18:25), y se mete en dificultades. Cede a los deseos de la carne. No tardará en ‘andar desordenadamente’, ‘no haciendo ningún trabajo, sino entremetiéndose en lo que no le atañe’. (2Te 3:11.)
Cómo se considera en la congregación cristiana. En la congregación cristiana primitiva se daba ayuda material a los necesitados, en especial a las viudas. Parece ser que algunas viudas jóvenes se mostraron deseosas de usar la libertad de su nuevo estado para participar celosamente en el ministerio cristiano. (Compárese con 1Co 7:34.) Algunas recibieron ayuda material, pero en lugar de dar buen uso a la mayor libertad y al tiempo adicional que entonces tenían, llegaron a ser ociosas, desocupadas, y empezaron a andorrear. Se hicieron chismosas y entremetidas en asuntos ajenos, hablando de cosas que no debían. Por esta razón, el apóstol Pablo mandó al superintendente Timoteo que no pusiera a tales personas en la lista para recibir ayuda, sino que se casasen y emplearan sus energías y habilidades criando a sus hijos y atendiendo su casa. (1Ti 5:9-16.)
En lo que atañe a la ayuda material en la congregación cristiana, la regla bíblica es: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. (2Te 3:10.) El cabeza de familia debe mantener su casa, y la esposa no debe comer “el pan de la pereza”. (Pr 31:27; 1Ti 5:8.)
Evitar la indolencia en el estudio y en el ministerio. Se aconseja que se evite la pereza en el estudio y en la obtención de un entendimiento más profundo de los propósitos de Dios, así como en la participación en el ministerio cristiano. El apóstol Pablo reprendió a algunos cristianos hebreos que no progresaban, diciéndoles: “Ustedes se han hecho embotados [indolentes] en su oír. Porque, en realidad, aunque deberían ser maestros en vista del tiempo, de nuevo necesitan que alguien les enseñe desde el principio las cosas elementales de las sagradas declaraciones formales de Dios; y han llegado a ser como quienes necesitan leche, no alimento sólido”. (Heb 5:11, 12.)
El holgazanear es holgar o estar ocioso sin objetivo en un sitio, sin adelantar hacia ninguna meta específica. Es interesante el hecho de que la palabra griega que se usa en Romanos 12:11 significa literalmente “perezoso”, una descripción muy apropiada. Un informe muestra que un animal de los que llevan el nombre de perezosos, aunque capaz de rápido movimiento, durmió o permaneció completamente inmóvil durante 139 horas de un espacio de 168 horas: 83 por 100 del tiempo. ¡No en balde se nos amonesta que no seamos “holgazanes [perezosos] en sus quehaceres. Fulguren con el espíritu” y ‘sirvamos a Jehová como esclavos’! (19850501-Pg.15/272-§9)
Jesús predijo que habría una clase de personas que alegarían ser sus siervos, pero que se volverían indolentes e inicuos y no trabajarían por aumentar los intereses del Amo en la Tierra. Cuando este regresara, les quitaría aquello que había confiado a su cuidado y haría que se les arrojase “a la oscuridad de afuera” como un “esclavo que no sirve para nada”. (Mt 25:18, 24-30.)
Actitud de la persona que, desafiante, se niega a obedecer y opone resistencia a quien tiene autoridad sobre ella. Entre las causas principales de rebelión se encuentran las siguientes: orgullo, egoísmo, presiones externas, desacuerdo con el juicio de un superior y el deseo de librarse de una sujeción u opresión real o imaginaria.
Sus comienzos. La rebelión contra Dios tuvo su comienzo en la región invisible. Una criatura celestial conocida posteriormente como Satanás el Diablo se valió de una serpiente para intentar que Eva, la primera mujer, se rebelara contra su Creador. Él planteó la rebelión como algo atractivo, un proceder que extendería los horizontes de su conocimiento. Eva cedió a la ambición egoísta de ‘ser como Dios’, es decir, determinar por sí misma lo bueno y lo malo en lugar de someterse al juicio divino sobre esta cuestión. (Véase ÁRBOL - [Uso figurado].) Imaginando que se le había estado privando de un derecho que creía que le pertenecía legítimamente, Eva escogió transgredir el mandato de Dios. Más tarde, su esposo Adán cedió a su presión y se unió a ella en esta rebelión, pero no porque se le hubiera engañado y creyese que la serpiente decía la verdad, sino porque egoístamente prefirió la compañía de su esposa pecadora antes que la aprobación de Dios. (Gé 3:1-6; 1Ti 2:14.)
Parece ser que en siglos posteriores la mayoría de la humanidad no quiso someterse a Dios. Desde la muerte de Abel hasta el nacimiento de Noé, un período de más de novecientos veintiséis años, Enoc fue el único del que se especifica que anduvo con Dios. (Gé 5:22.) La rebeldía también siguió esparciéndose en la región celestial. En los días de Noé hubo ángeles que por desear placer sensual, desobedecieron y abandonaron sus puestos celestiales, materializaron cuerpos humanos, se casaron con mujeres y engendraron hijos. (Gé 6:4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe 2:4, 5; Jud 6.)
El espíritu de rebeldía había saturado de tal manera a la humanidad para el tiempo de Noé, que Jehová Dios juzgó necesario destruir a la raza humana por medio de un diluvio. Solo Noé y su familia inmediata, ocho personas en total, merecieron ser conservados con vida. (Gé 6:5-8; 7:13, 23.)
En Israel. Años más tarde Jehová Dios empezó a mantener una relación exclusiva con la nación de Israel. Sin embargo, a lo largo de la historia de Israel hubo muchos casos de rebelión contra Jehová y contra sus representantes, tanto a nivel nacional como de grupos o personas individuales. En algunos casos, las personas que se rebelaron no tenían habitualmente tal actitud. Por ejemplo, Moisés y Aarón sirvieron con fidelidad a Jehová Dios durante muchos años. Sin embargo, en cierta ocasión en que se vieron sometidos a la presión de los quejumbrosos israelitas, perdieron el autodominio y de modo rebelde no dieron gloria a Dios por el agua que había provisto milagrosamente. (Nú 20:12, 24; 27:13, 14.) Pero la nación en conjunto demostró una rebeldía tan pertinaz, que en Ezequiel 44:6 la casa de Israel recibe el nombre “Rebeldía”, como si la nación personificase esta mala actitud.
Jehová Dios no dejó impune esta conducta. (1Sa 12:15; 15:23; 1Re 13:21, 22, 26; Sl 5:10; Isa 1:20; 63:10; Jer 4:16-18; Eze 20:21; Os 13:16.) Su Ley exigía la pena de muerte para los que persistían en rebelarse contra los padres. (Dt 21:18-21.) Dios ejecutó a los ambiciosos y orgullosos Coré, Datán y Abiram, así como a los que junto con ellos se rebelaron contra Moisés y Aarón, los representantes nombrados de Dios. Cuando los israelitas cuestionaron lo justo de esta ejecución y manifestaron un espíritu de rebeldía contra Moisés y Aarón, Jehová envió otro azote, por el que perecieron 14.700 personas. (Nú 16:1-3, 25-50.) A menudo Jehová se sirvió de otras naciones para castigar a los israelitas cuando cedían a la presión de ser como las naciones vecinas, se rebelaban y abandonaban la adoración verdadera. (Jue 2:3, 11-16; 3:4, 5; Ne 9:26, 27.)
La rebelión del rey Sedequías. Cuando el rey Nabucodonosor sometió al rey Sedequías de Judá, hizo que este celebrara un pacto en el nombre de Jehová. Por lo tanto, la rebelión de Sedequías contra Nabucodonosor, a fin de librarse del yugo de una potencia extranjera, también fue una rebelión contra Jehová, en cuyo nombre se había comprometido a ser un rey vasallo leal. Debido a esta rebelión, Jehová decretó que Sedequías muriera cautivo en Babilonia. (2Re 24:17-20; 2Cr 36:11-21; Eze 17:12-18.)
Entre los cristianos. Los cristianos también han tenido que contender con personas rebeldes. El apóstol Pablo predijo que habría una apostasía o rebelión entre los cristianos profesos (2Te 2:3), y ya en su tiempo hubo apóstatas. (1Ti 1:19, 20; 2Ti 2:16-19.) El discípulo Judas escribió sobre los que injurian a “los gloriosos” en la congregación cristiana. Como la destrucción de esos rebeldes era segura, Judas se refirió a esa destrucción como si ya hubiese ocurrido, y dijo: “Han perecido en el habla rebelde de Coré”. (Jud 8, 11; véase APOSTASÍA.)
La debida sujeción a las autoridades gubernamentales. A los que desean conseguir la aprobación de Dios como seguidores de Cristo se les ordena que no se rebelen, sino que sean obedientes a los que llevan la delantera dentro de la congregación (Heb 13:17) y a las autoridades gubernamentales fuera de ella. (Tit 3:1, 2.) Rebelarse contra la autoridad seglar constituye rebelión contra Dios, pues estas autoridades existen por permiso divino y es Su voluntad que los cristianos se sometan a ellas, siempre y cuando sus exigencias no entren en pugna con Su ley. (Ro 13:1-7; Hch 5:29.)
Enfrentamiento, oposición o enemistad entre varios que aspiran a lograr una misma cosa.
La palabra griega stá·sis, cuyo significado básico es “la acción de estar en pie” (Heb 9:8), llegó a significar “la acción de situarse (aparte)”, “sedición”. (Mr 15:7; Lu 23:19, 25, Int.) También puede traducirse “disensión” (Hch 15:2), y en algunas ocasiones incluye la idea de violencia. (Hch 23:7, 10.)
Bajo la ley romana, el participar en sedición o promover o tomar parte en una chusma era una ofensa que merecía la pena capital. Por eso, el registrador de la ciudad alertó a la chusma alborotada de Éfeso del peligro que corrían, diciendo: “Verdaderamente estamos en peligro de ser acusados de sedición por el asunto de hoy, pues no existe ni una sola causa que nos permita dar razón de esta chusma desordenada”. (Hch 19:40.) La acusación de Tértulo ante el gobernador romano Félix en cuanto a que Pablo estaba “[promoviendo] sediciones entre todos los judíos” era muy seria, pues, si se le hubiese hallado culpable, lo habrían castigado con la muerte. (Hch 24:5.)
El significado primario de las diversas palabras de los idiomas originales que transmiten la idea de terquedad es dureza o fuerza, especialmente con una mala connotación. A menudo implica negarse de manera deliberada a cumplir con la voluntad o los mandamientos de Dios. (Sl 78:8; 81:12; Isa 1:23; 65:2; Jer 3:17; 5:23; 7:23-26; 11:8; 18:12; Os 4:16; Hch 7:51.) En las Escrituras se destaca reiteradamente que los tercos tendrán un fin desastroso. (Dt 29:19, 20; Ne 9:29, 30; Pr 28:14; Isa 30:1; Jer 6:28-30; 9:13-16; 13:10; 16:12, 13; Da 5:20; Os 9:15; Zac 7:12; Ro 2:5.) Por ejemplo, la ley que Dios dio a Israel prescribía que había que lapidar al hijo terco y rebelde. (Dt 21:18, 20.)
En la relación que Jehová Dios ha mantenido con la humanidad, ha permitido con paciencia que determinadas personas y naciones continúen existiendo pese a merecer la muerte. (Gé 15:16; 2Pe 3:9.) Mientras que algunos respondieron favorablemente a esta concesión al hacerse acreedores de la misericordia (Jos 2:8-14; 6:22, 23; 9:3-15), otros se endurecieron aún más contra Jehová y contra su pueblo. (Dt 2:30-33; Jos 11:19, 20.) Como Jehová no impide que algunas personas se hagan testarudas, se dice que ‘deja que se obstinen’ o ‘endurezcan sus corazones’. Cuando finalmente ejecuta venganza sobre los tercos, demuestra su gran poder y hace que se reconozca su nombre. (Compárese con Éx 4:21; Jn 12:40; Ro 9:14-18.)
Un ejemplo que viene al caso es lo que Dios hizo con Faraón cuando este se negó a dejar que los israelitas partiesen de Egipto: Jehová envió diez plagas devastadoras sobre la tierra de Egipto. Cada vez que Faraón endurecía su corazón después de una plaga, Jehová demostraba aún más su gran poder por medio de otros actos milagrosos. (Éx 7:3-5, 14–11:10.) Por lo tanto, algunos de los egipcios llegaron a reconocer que Jehová era un Dios al que había que obedecer. Por ejemplo, cuando se anunció la séptima plaga, algunos de los siervos de Faraón hicieron que sus propios siervos y su ganado se refugiaran antes de que empezase la granizada destructiva. (Éx 9:20, 21.) Finalmente, después que Faraón dejó en libertad a los israelitas, su corazón volvió a hacerse obstinado y reunió sus fuerzas para ir tras ellos y vengarse (Éx 14:8, 9; 15:9), pero Jehová lo destruyó con todo su ejército en el mar Rojo. (Éx 14:27, 28; Sl 136:15.) Durante muchos años después de estos acontecimientos, a medida que la gente hablaba de lo que Jehová había hecho a los egipcios debido a su terquedad, el nombre de Dios se daba a conocer entre las naciones. (Éx 18:10, 11; Jos 2:10, 11; 9:9; 1Sa 6:6.)
Como Jehová advierte que juzgará a los tercos, la ejecución de ese juicio no puede atribuirse a otras causas o a una fuente distinta. Jehová les dijo a los obstinados israelitas mediante el profeta Isaías: “Debido a saber yo que tú eres duro y que tu cerviz es un tendón de hierro y tu frente es cobre, yo también seguí informándote desde aquel tiempo. Antes que viniera, te lo hice oír, para que no dijeras: ‘Mi propio ídolo las ha hecho, y mi propia imagen tallada y mi propia imagen fundida las han ordenado’”. (Isa 48:4, 5; compárese con Jer 44:16-23.)
En la Biblia, las palabras “tonto”, “insensato” o “necio” no se refieren a la persona que carece de capacidad mental, sino por lo general al que desprecia la razón y sigue un proceder de insensatez moral contrario a las normas justas de Dios. Algunos términos hebreos utilizados con este significado son kesíl (‘estúpido’; Pr 1:22), `ewíl (“tonto”; Pr 12:15), na·vál (“insensato”; Pr 17:7) y lets (“burlador”; Pr 13:1). La voz griega á·frön significa “irrazonable” (Lu 12:20); a·nó·ë·tos, ‘insensato’ (Gál 3:1), y mö·rós, ‘necio’ (Mt 23:17; 25:2).
El modo de obrar de Nabal ilustra el comportamiento de un tonto (1Sa 25) y también lo ilustra la manera de actuar de la gente que conoce al Dios verdadero y adora a la creación. (Ro 1:20-25.) Isaías dijo que un tonto o insensato hablará “pura insensatez, y su corazón mismo se ocupará en lo que es perjudicial, para ocuparse en apostasía y para hablar contra Jehová lo que es descarriado, para hacer que el alma del hambriento lo pase vacía; y hace que hasta el sediento lo pase sin bebida misma”. (Isa 32:6.) El insensato desprecia la sabiduría y la disciplina. (Pr 1:7.) En vez de prestar atención al consejo, el necio sigue andando en un camino que considera “recto a sus propios ojos”. (Pr 12:15.) Además, está presto a ofenderse y estalla en disputas. (Ec 7:9; Pr 20:3.) Dice en su corazón (indicando sus acciones lo que quizás sus labios no digan): “No hay Jehová”. (Sl 14:1.)
Jesucristo llamó apropiadamente a los escribas y fariseos “necios y ciegos”, es decir, personas que no eran sabias ni tenían valor moral alguno, porque habían distorsionado la verdad a causa de las tradiciones humanas y habían seguido un proceder de hipocresía. Jesús respaldó esta acertada designación con una ilustración en la que mostraba su falta de discernimiento. (Mt 23:15-22; 15:3.) Sin embargo, aquel que llamase a su hermano: “Despreciable necio”, y de este modo lo juzgase y condenase, se exponía al Gehena. (Mt 5:22; Ro 14:10-12; Mt 7:1, 2.)
El necio que construyó su casa sobre la arena y el rico cuya tierra producía bien y por ello planeó ampliar sus almacenes y luego disfrutar de la vida, son ejemplos de las buenas ilustraciones de Jesús tomadas de la vida diaria que ponen de relieve la necedad de descuidar los asuntos espirituales y perder de este modo las verdaderas bendiciones. Además, el no estar alerta en sentido espiritual es una necedad, como recalcó la ilustración de Jesús de las cinco vírgenes necias que no llevaron consigo aceite para las lámparas cuando fueron en busca del novio. (Mt 7:24-27; Lu 12:16-21; Mt 25:1-13.)
Para que una persona sea verdaderamente sabia, ha de ser necia a los ojos del mundo, pues “la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios”. Jehová no ha escogido para que lo representen a los sabios según el mundo, sino a los necios, es decir, a los que son despreciados como personas incultas. Esto ha resultado en que se haga más patente aún la necedad de este mundo. Además, así se impide toda posible jactancia de la persona favorecida, y toda la gloria se atribuye a quien le corresponde, a la Fuente de la sabiduría, Jehová. (1Co 3:18, 19; 1:18-31.)
Responder a un tonto “conforme a su tontedad”, en el sentido de recurrir a sus pobres métodos de argumentación, pone al que lo hace a la altura de los razonamientos o modos de actuar erróneos del tonto. Para no hacerse como él en este aspecto, el proverbio aconseja: “No respondas a nadie estúpido conforme a su tontedad”. Por otra parte, Proverbios 26:4, 5 indica que puede ser provechoso responder “conforme a su tontedad”, en el sentido de analizar sus opiniones y exponer que son ridículas, mostrando que sus razonamientos llevan a conclusiones completamente diferentes a las que él mismo ha llegado.
Tal como lo ilustra la experiencia de Dina, “el que con necios se junta, saldrá mal parado” (Proverbios 13:20, Nueva Versión Internacional). Recuerda que el vocablo “necio”, tal y como se usa en la Biblia, se refiere a alguien que no conoce a Jehová o que no quiere andar en sus caminos. (w04 15/10 22) En este caso la palabra hebrea para “estúpidos” no denota simplemente a los que carecen de conocimiento. Más bien, da a entender que los “estúpidos” son insensibles a la verdad moral. Son personas impías. (w77 388; w74 12)
Necedad: Sig.: tontería, idiotez, estupidez, sandez, torpeza, imbecilidad, insensatez, de satino, dislate, absurdo, mentecatez, ignorancia, bobería.
Alguien pudiera ser sabio desde el punto de vista humano y tener ciertas aptitudes, sagacidad o erudición filosófica. Pero para ser siervo aprobado de Jehová Dios el individuo tiene que hacer que su vida gire en torno de la adoración verdadera. Su fe, respaldada por obras cristianas, hace que él parezca un necio a los ojos del mundo. Sin embargo, el que él llegue a ser necio en este sentido lo hace sabio, pues resulta en abundantes galardones espirituales ahora y ofrece promesa de vida eterna en el nuevo orden de Dios. (w78 15/5 31-32)
Nadie sobra en tu vida
Ten bien presente que el sufrimiento, la adversidad, las desgracias y también las personas neuróticas, desequilibradas, viles y problemáticas, que todo lo enredan, complican y agravan, están siempre hay, muy cerca de ti. Forman parte de la vida y de tu entorno, y no debe sorprenderte ni inquietarte demasiado, porque te salgan al paso, y hasta te visiten con frecuencia, admítelas como pruebas y ejercicios para tu diario entrenamiento mental, síquico y para potenciar si es posible la masa muscular de tu espíritu. Cuantas veces te has visto metido en problemas en tan solo unos instantes, sin comerlo ni beberlo, así, por las buenas. Siempre que le es posible, el sagaz no se mete en problemas. Si alguien pretende involucrarle, pone todos los medios a su alcance para escabullirse y librarse de ellos (Pr 17:14) Pero, ¿Qué hacer, si ya estás en el centro del huracán? En caso de que no podamos escapar de una situación verdaderamente crítica, la regla de oro es, aferrarse al hecho en si y no entrar al trato de las descalificaciones personales, de lo subjetivo (Pr 15:18) En resumen, de nada nos sirve hacernos mala sangre, ni perder los nervios, ni maldecir la suerte, cuando llega la adversidad, la desgracia o la mala suerte, como cuando nos topamos con un molusco, que ni siente, ni piensa, ni padece, ni dialoga (Pr 13:20.) En esos casos se puede perder el tiempo con cualquiera, sea bueno, malo, inteligente o tonto. El problema esta si topas con un molusco, ten bien presente de hoy en adelante. Si tienes la desgracia de cruzarte con un molusco, tómatelo con calma, sonríe y espera a que éste espécimen desaparezca de tu vida, es lo más sensato (Pr 26:4, 5) |
Persona que engaña o hace daño a alguien que ha depositado en ella su confianza, o que viola la lealtad y fidelidad debidas, por ejemplo, a su país o gobernante. El ejemplo más infame que hallamos en la Biblia es el de “Judas Iscariote, que se volvió traidor”. (Lu 6:16.) El sustantivo griego pro·dó·tës (“traidor; pérfido”; de un verbo que significa “dar; entregar a traición; traicionar”) designa bien a Judas, porque tras su elección como apóstol, se hizo un ladrón codicioso (Jn 12:6) y acabó por entregar a Jesús a las autoridades a cambio de una suma de dinero relativamente pequeña. (Mt 26:14-16, 25, 48, 49.) En su caso no se dice que abandonara a Jesús por un tiempo para escapar de lo que parecía ser una situación peligrosa (Mr 14:50), sino que lo traicionó deliberadamente al entregarlo a los que procuraban matarlo.
A los líderes religiosos judíos se les llama correctamente “traidores y asesinos”, pues se sirvieron del traidor Judas para entregar personalmente a Cristo, un coterráneo suyo, a los romanos, y luego, en un ultraje a la justicia, se opusieron a que se le declarase inocente y exigieron su muerte. (Jn 18:28-19:16; Hch 3:13-15; 7:52.)
Otro traidor notorio que se menciona en la Biblia fue Ahitofel. Pese a haber sido el consejero de confianza de David, se unió a la insurrección de Absalón. (2Sa 15:12, 31; 16:20-23; compárese con Sl 55:20, 21.) Dios frustró la intriga de este consejero traidor, y, como consecuencia, Ahitofel se quitó la vida. (2Sa 17:23.) Esta no debió ser la única experiencia que David tuvo con personas que se volvieron en su contra. En el Salmo 59:5, muchas versiones traducen el participio hebreo plural de ba·ghádh (que significa “obrar traidoramente”) por “traidores”, con lo que el versículo tiene una lectura semejante a la siguiente: “No muestres favor a traidores perjudiciales” (BAS, Mod, NM, Val, VP, etc.). El encabezamiento de este salmo indica que se refiere a la ocasión en que Saúl envió hombres a vigilar la casa de David y darle muerte. (1Sa 19:11-18.) De modo que los “traidores” a los que se alude en el versículo 5 deben haber sido compañeros de David que lo abandonaron o que estuvieron dispuestos a traicionarlo en aquellos momentos difíciles. Otra posible interpretación es que, puesto que las palabras precedentes apelan a Dios para que dirija su atención a “todas las naciones”, el término “traidores” tal vez aplique a todos los que se oponían a la voluntad de Dios, fuesen o no israelitas.
La profecía de 2 Timoteo 3:1-5 acerca de las condiciones que se darían en “los últimos días” muestra que abundarían los traidores o pérfidos (gr. pro·dó·tai). Se instó a los cristianos a que se ‘apartaran’ de ellos, como corresponde a personas leales y honradas en todo. (1Te 2:10; Heb 13:18.)
Jesús supo [...] quién era el que lo traicionaría En Juan 6:64 Jesús estaba hablando de Judas Iscariote. Antes de escoger a los 12 apóstoles, Jesús pasó toda la noche orando a su Padre (Lu 6:12-16). De modo que, al principio, Judas era un siervo fiel de Dios. Ahora bien, Jesús sabía por las profecías de las Escrituras Hebreas que un buen amigo lo traicionaría (Sl 41:9; 109:8; Jn 13:18, 19). Además, como podía ver lo que había en la mente y el corazón de las personas, cuando Judas empezó a actuar mal, Jesús lo notó (Mt 9:4). Gracias a su capacidad para conocer el futuro, Dios sabía que Jesús sería traicionado por un buen amigo. No obstante, pensar que el traidor tenía que ser Judas, es decir, pensar que estaba predestinado, no concuerda ni con las cualidades de Dios ni con su forma de tratar a sus siervos.
“Traición”
Se había enamorado un león de la hija de un labrador y la pidió en matrimonio. Y no podía el labrador decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente. Como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la siguiente condición: que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija.
El león aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba. Nunca te fíes demasiado como para despojarte de tus propias defensas, pues fácilmente serás vencido por los que antes te respetaban. Ni vendas tus dones por pasiones, pues aunque dulce la tentación son mucho más amargas las consecuencias de la traición de amores que nunca debieron de ser (1Ti 4:14; Dt 7:3; Sl 119:158.) |
El término griego que se traduce “voluntarioso” (Tit 1:7; 2Pe 2:10) significa literalmente “autocomplaciente”, es decir, “que se complace a sí mismo”, “que se agrada a sí mismo”, “que no procura complacerse a sí mismo”. (“presuntuoso,” Moffatt; “arrogante,” Versión Hispano-americana; BJ; “soberbio,” Moderna; “agresivo,” Phillips; “que se impone,” The Expositor’s Greek Testament). “Denota a uno que, dominado por el propio interés, y sin consideración alguna hacia los demás, [hace prevalecer] arrogantemente su propia voluntad”. (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 325.) Por lo tanto, el ser voluntarioso (en el sentido antes mencionado) es una característica que no está en armonía con el espíritu del cristianismo, y se dice en especial a los superintendentes cristianos que no deberían reflejarla. (Tit 1:5, 7.) El apóstol Pedro llamó a algunos que se habían apartado de la conducta cristiana apropiada “osados” y “voluntariosos”. (2Pe 2:10) El requisito del apóstol, pues, exige que el anciano no sea “presumido” o “confiado en sí mismo” por tener una opinión muy elevada de sus propias aptitudes y juicio. (w76 341 párr. 14; w90 1/9 28 párr. 22).
La persona que es voluntariosa obra deliberadamente, es obstinada y “por capricho quiere hacer siempre su voluntad” (Diccionario de la Lengua Española). Cualquier persona que voluntariosa y obstinadamente sigue practicando el pecado después de haber conocido la verdad no recibe perdón. Por lo tanto, lo que determina si el pecado es perdonable o no, no es tanto el pecado en sí, sino la condición de corazón de la persona, el grado de voluntariedad implicada. (w92 15/9 9 párr. 6)
Para la persona terca sería difícil el trabajar armoniosa y humildemente con otros como cuerpo. Y ella sería una fuente de dificultad a los que fueran miembros compañeros de esa persona en ese cuerpo. (w76 341 párr. 14)
Voluntariosamente: La persona que es voluntariosa obra deliberadamente, es obstinada y “por capricho quiere hacer siempre su voluntad” (Diccionario de la Lengua Española). Cualquier persona que voluntariosa y obstinadamente sigue practicando el pecado después de haber conocido la verdad no recibe perdón. Por lo tanto, lo que determina si el pecado es perdonable o no, no es tanto el pecado en sí, sino la condición de corazón de la persona, el grado de voluntariedad implicada.