1. Aczib, Ciudad del S. de la Tierra Prometida situada en el territorio de Judá.
1. Aczib, Ciudad del S. de la Tierra Prometida situada en el territorio de Judá. (Jos 15:44.) Se cree que es la misma que “Quizib” (Gé 38:5, NC), lugar de nacimiento de Selah, hijo de Judá. Josué 15:33 muestra que estaba en la montuosa Sefelá, y se la ha relacionado tentativamente con Tell el-Beida (Horvat Lavnin), a 5 Km. al OSO. de Adulam. Lakís, Moréset-gat y Maresah (mencionadas junto con Aczib en Miq 1:13-15) se encontraban en esa región. Por lo general, se cree que Cozebá, referida en 1 Crónicas 4:22, es también Aczib.
2. Aczib, Ciudad de la costa fenicia ubicada en el territorio de la tribu de Aser. (Jos 19:29.) Sin embargo, Aser nunca llegó a conquistarla, como tampoco conquistó Akkó (Acre) —ciudad que estaba al S. de Aczib y que era más importante que esta—, posiblemente debido al obstáculo que suponía la flota fenicia. (Jue 1:31, 32.) Senaquerib de Asiria la invadió en tiempos del rey Ezequías y la menciona en sus anales con el nombre de Akzibi. En tiempos griegos y romanos se llamó Ecdippa. Ha sido identificada con ez-Zib (Tel Akhziv), a unos 14 Km. al N. de Akkó, en la boca de Wadi Qarn (Nahal Keziv).
Nombre que los judíos le dieron al campo comprado con el “salario de la injusticia” pagado a Judas Iscariote por traicionar a Jesucristo. (Hch 1:18, 19.) Se ha relacionado este campo con Haqq ed-Dumm (que significa: “Precio de Sangre”), un terreno llano situado en la parte meridional del valle de Hinón, sobre la “Colina del Mal Consejo”, y que se encuentra a poca distancia del punto de ascenso a la pendiente. En este lugar se hallan los restos de un osario. Ligeramente al SE. se encuentra el Minzar Haqal Dema’ (Monasterio de Akéldama), construido sobre restos de tumbas cavadas en la ladera.
El comentario registrado en Hch 1:18 respecto a que Judas “compró un campo” indica que o bien aportó los medios para su compra en ese momento, o bien fue entonces cuando se materializó la compra. El relato de Mateo 27:3-10 muestra que los sacerdotes emplearon las treinta piezas de plata (en siclos, 66 dólares [E.U.A.]) que Judas arrojó en el templo para efectuar la compra, y que este “Campo de Sangre” antes había sido un campo que los sacerdotes habían obtenido de un alfarero para “sepultar a los extraños”. La zona referida en el primer párrafo como probable ubicación de dicho campo se ha usado desde los primeros siglos como lugar de entierro.
El campo del alfarero Después que Judas, lleno de remordimiento, arrojó en el templo el precio de su traición, las 30 piezas de plata (si eran siclos, 66 dólares [E.U.A.]), los sacerdotes principales compraron con ese dinero “el campo del alfarero para sepultar a los extraños”. (Mt 27:3-10.) Al campo se le llegó a conocer por el nombre de Akéldama, o “Campo de Sangre”. (Hch 1:18, 19.) Desde el siglo IV E.C. se le ha identificado con un lugar de la vertiente S. del valle de Hinón, cerca de su confluencia con el valle de Cedrón.
La expresión “el campo del alfarero” no especifica si era propiedad de un alfarero o si se le llamó así debido a que en algún tiempo fue el lugar de trabajo de los alfareros. Esto último parece probable si es acertada la ubicación tradicional. Estaba cerca de la Puerta de los Tiestos (o “Puerta de los Alfareros”, según la nota de J. Simons en Jerusalem in the Old Testament, Leiden, 1952, pág. 230) mencionada en Jeremías 19:1, 2. (Compárese con Jer 18:2.) Esta zona ha sido rica en arcilla incluso en tiempos recientes. El lugar estaba cerca del manantial de En-roguel, del estanque de Siloam y del mismo valle de Hinón, donde habría agua en invierno, un emplazamiento muy apropiado para un oficio que también requiere un buen suministro de agua.
¿Por qué atribuye Mateo la profecía de Zacarías 11:12, 13 a Jeremías? - (1-12-2010-Pg.10-Foto)
Hablando sobre el dinero que recibió Judas Iscariote por traicionar a Jesús, Mateo escribió: “Entonces se cumplió lo que se habló mediante Jeremías el profeta, que dijo: ‘Y tomaron las treinta piezas de plata, el precio del hombre que estaba a precio, [...] y las dieron para el campo del alfarero’” (Mateo 27:9, 10). No obstante, la profecía sobre las treinta piezas de plata no fue escrita por Jeremías, sino por Zacarías (Zacarías 11:12, 13). ¿Cuál es la explicación?
Según parece, en ocasiones se colocaba el libro de Jeremías —en lugar del de Isaías— como el primero de la sección de las Escrituras conocida como “los Profetas” (Mateo 22:40). Así pues, al decir “Jeremías”, lo que Mateo hizo fue llamar a toda esa sección —a la que también pertenecía el libro de Zacarías— por el nombre del profeta que aparecía primero. Es probable que, en tiempos de Mateo, Jeremías fuera el primer libro de un conjunto de escritos proféticos que incluía a Zacarías.
Jesús hizo algo similar cuando llamó “Salmos” a otra sección conocida como los Escritos (o Hagiógrafos). Al afirmar que tenía que cumplirse todo lo que se había escrito sobre él “en la ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos”, en realidad se refería a todas las profecías de las Escrituras Hebreas (Lucas 24:44).
Ciudad portuaria situada en el extremo N. de la ancha bahía de Akkó (o Acre). Esta bahía, que tiene forma de luna creciente, está formada por el promontorio del monte Carmelo, que a unos 13 Km. al S. se adentra en el mar Mediterráneo.
Durante el tiempo de los jueces, la ciudad cananea se hallaba sobre un montículo que se ha identificado con Tell-el-Fujjar (Tel `Akko), situado a más o menos un kilómetro de la bahía y a casi dos de las antiguas murallas, que se encuentran dentro del término de la moderna `Akko. Posteriormente, durante la dominación persa, a partir del siglo VI a. E.C., la ciudad se extendió hacia el sector occidental del territorio, acercándose así a la península que configura el extremo N. de la bahía, y es también en esa época cuando se creó un puerto en este lugar. Para el comienzo de la era cristiana la localidad de Akkó también comprendía la península, y así ha permanecido hasta hoy en la ciudad moderna.
Akkó estaba a unos 39 Km. al S. de Tiro, y fue el puerto marítimo más importante de la costa de Palestina, que contaba con pocos puertos, hasta que Herodes el Grande construyó diques desde la orilla para formar un puerto artificial en Cesarea. Aunque Akkó no reunía tantas ventajas como los puertos fenicios que había al N. y no proporcionaba mucho abrigo de los vientos marítimos, estaba situada estratégicamente cerca del acceso a la rica llanura de Jezreel (Esdrelón), y había varias rutas comerciales que conectaban este puerto con Galilea, el valle del Jordán y otros puntos del E. Por el puerto de Akkó se exportaba madera, así como artículos artísticos y grano.
Akkó pertenecía a la división territorial asignada a Aser en la Tierra Prometida, pero esta tribu no expulsó a los cananeos que entonces la ocupaban. (Jue 1:31, 32.) Aunque solo se la menciona una vez en las Escrituras Hebreas, en los registros extrabíblicos se la nombra con más frecuencia. Su nombre aparece varias veces en las tablillas de el-Amarna. Otros registros muestran que la subyugaron los reyes asirios Senaquerib y Asurbanipal. En los libros apócrifos se habla de esta ciudad como un centro de resistencia durante la gobernación de los macabeos. (1 Macabeos 5:15, 22, 55; 12:45-48; 13:12.) Para entonces su nombre había sido cambiado a Tolemaida, un nombre al que dio origen Tolomeo II Filadelfo de Egipto.
En opinión de algunos eruditos, el nombre “Umá”, ciudad de ubicación indeterminada que estaba en el límite del territorio de Aser (Jos 19:29-31.) proviene de una alteración textual del nombre “Akkó” (nombre que aparece referido en la Septuaginta griega en el pasaje antes citado y en la lista de Jue 1:31), pero no puede asegurarse.
Bajo el emperador Claudio, la ciudad de Tolemaida (Akkó) llegó a ser una colonia romana, y en los tiempos apostólicos hubo en ella un grupo de cristianos. Al regreso de su tercera gira misional, Pablo hizo escala en Akkó (ya conocida como Tolemaida) y pasó el día visitando a los hermanos antes de continuar su viaje hacia Cesarea y Jerusalén. (Hch 21:7.)
La moderna ciudad de Haifa, situada justo en el extremo opuesto de la bahía, ha eclipsado la importancia de la actual `Akko.
[Fotografía en la página 80]
Akkó (más tarde conocida como Tolemaida). El apóstol Pablo se detuvo en esta ciudad portuaria en su último viaje a Jerusalén
Ciudad real o lugar de residencia de Hadad, cuarto rey de los edomitas, quien derrotó a los madianitas en batalla. (Gé 36:35; 1Cr 1:46.) Se opina que estuvo ubicada en Khirbet el-Jiththeh, en el antiguo territorio edomita, entre Ma`an y Khirbet el-Bastah, a unos 100 Km. al SSE. del mar Muerto. Allí se eleva hasta una altitud de 1.332 m. la montaña que lleva el mismo nombre (Jebel el-Jiththeh).
Ciudad o región de Asiria a la que se hace referencia en Amós 1:5, en el mensaje de este profeta contra Damasco. En la actualidad por lo general se la relaciona con la región de Bit-adini mencionada en las inscripciones asirias, ubicada entre los ríos Éufrates y Balij. Sin embargo, solo se puede aceptar esta identificación si se entiende que el término “Damasco” de la profecía representa a los reinos arameos (sirios) en general, pues el reino de Bit-adini se encuentra a unos 480 Km. al N. de esta ciudad. A Damasco se la llama en realidad “la cabeza de Siria” en Isaías 7:8.
La predicción de Amós (probablemente c. 804 a. E.C.) de que ‘el pueblo de Siria tendría que ir como desterrados a Quir’ parece ser que se cumplió en el tiempo del monarca asirio Tiglat-piléser III, durante el reinado de Acaz (761-746 a. E.C.). (2Re 16:9.)
“Los hijos de Edén” mencionados en 2 Reyes 19:12 e Isaías 37:12 pueden referirse a la gente de Bet-edén, quizás el “Edén” de Ezequiel 27:23. (Véase EDÉN núm. 2.)
Ciudad de la que provenían Felipe, Andrés y Pedro (Jn 1:44), aunque al parecer los dos últimos residían en Capernaum para el tiempo del ministerio de Jesús. (Mt 8:5, 14; Mr 1:21, 29.) Betsaida era una ciudad “de Galilea”. (Jn 12:21.) Después de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retiró a Betsaida con sus discípulos. En un prado cercano, proveyó alimento milagrosamente para unos cinco mil varones, además de mujeres y niños, que se habían reunido para oírle. (Lu 9:10-17; compárese con Mt 14:13-21; Jn 6:10.) Más tarde restauró la vista a un ciego en las afueras de Betsaida. (Mr 8:22.) Puesto que estas obras poderosas se hicieron en las proximidades de Corazín y Betsaida, los habitantes de estas ciudades recibieron un merecido reproche debido a su manifiesta falta de arrepentimiento. (Lu 10:13.)
La identificación de la “aldea” (Mr 8:22, 23) o “ciudad” (Lu 9:10) llamada Betsaida ha sido objeto de bastante polémica. Las referencias de las Escrituras señalan a un lugar situado en la costa septentrional del mar de Galilea. Josefo relaciona el nombre con un pueblo ubicado a poca distancia al E. de la desembocadura del Jordán en el mar de Galilea. El tetrarca Filipo reconstruyó este pueblo y lo llamó Julias en honor de la hija de César Augusto. (Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. II, sec. 1.) Las ruinas de Julias se hallan en et-Tell, a unos 3 Km. del mar; sin embargo, en la costa, en el-`Araj, se han encontrado restos de un pequeño poblado pesquero con un puerto natural que los pescadores han usado hasta tiempos recientes. Este lugar encaja geográficamente con el significado del nombre Betsaida.
Algunos comentaristas sostienen que había una segunda Betsaida en algún lugar al O. del Jordán. Piensan así debido a que, según las observaciones de Flavio Josefo y otros, los límites de Galilea no se extendían al E. del Jordán. Josefo mismo dice que Julias se encontraba en la “Gaulanítida inferior”, la región que está al E. del mar de Galilea. (La Guerra de los Judíos, libro II, cap. IX, sec. 1.) Aun así, la Biblia dice que Betsaida era “de Galilea”. (Jn 12:21.) No obstante, parece ser que los límites de Galilea no estuvieron siempre muy bien definidos; incluso Josefo llama “galileo” a un Judas de Gaulanítida. (Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. I, sec. 1; La Guerra de los Judíos, libro II, cap. VIII, sec. 1.) También es posible que la población de Betsaida se extendiera hasta la orilla occidental del Jordán, a 1,5 Km. de distancia.
Por otra parte, la traducción de Marcos 6:45 que presentan algunas versiones (BAS, FF, UN, RH, VP) dice que Jesús mandó a sus apóstoles que ‘entrasen en la barca y pasasen antes que él al otro lado a Betsaida’, mientras que en el relato paralelo de Juan 6:17 se menciona que su destino era Capernaum. Esto ha llevado a que algunos expliquen que tenía que haber una segunda Betsaida en la orilla O. del Jordán, cerca de Capernaum. No obstante, muchas versiones modernas traducen el texto de Marcos 6:45 de tal modo que se puede entender que los apóstoles iniciaron su viaje hacia Capernaum bordeando la costa “hacia Betsaida” (partiendo seguramente de un lugar cercano a aquel en donde Jesús había alimentado de modo milagroso a 5.000 personas, probablemente un poco al S. de Betsaida, en la orilla que queda enfrente de Capernaum) y luego cruzando hacia el extremo N. del mar, en dirección a su destino final, Capernaum. Desembarcaron a orillas de la tierra de Genesaret, al parecer un poco al S. de la ciudad de Capernaum. (Marcos 6:53.)
De modo que aunque se han propuesto diversas ubicaciones para una segunda Betsaida, los relatos bíblicos no ofrecen ninguna base para ello. También puede decirse que todos estos lugares propuestos están cerca de Capernaum, y no sería muy probable que dos ciudades con el nombre de Betsaida estuvieran tan solo a unos kilómetros de distancia la una de la otra.
1. Bozrá, Importante ciudad edomita de donde era el padre de Jobab.
1. Bozrá, Importante ciudad edomita de donde era el padre de Jobab, rey edomita del II milenio a. E.C. (Gé 36:31, 33; 1Cr 1:44.) Es obvio que esta ciudad ocupaba una posición relevante, ya que los profetas Isaías, Jeremías y Amós se refirieron a ella bajo inspiración como representante de todo Edom, país condenado a la desolación. (Isa 34:5, 6; 63:1-4; Jer 49:12, 13, 17, 22; Am 1:11, 12.)
Se ha identificado a Bozrá con la moderna Buseira, situada a unos 50 Km. al NNE. de Petra y cerca del antiguo camino conocido como el camino del rey. Por lo tanto, ocupaba una posición muy céntrica dentro del reino edomita y protegía los accesos a las minas de cobre del Arabá. Las antiguas ruinas de Buseira muestran que Bozrá fue una ciudad fortificada construida en una estribación estrecha de Jebel esh-Shera’, con uadis profundos a ambos lados.
La Versión Valera menciona esta ciudad en Miqueas 2:12, pero la mayoría de las traducciones modernas no creen que se refiera a Bozrá, sino a un cercado o aprisco para ovejas.
2. Bozrá, En la profecía de Jeremías 48:24 contra Moab se incluye a Bozrá entre las ciudades “de la tierra de Moab”. También aparece entre otras ciudades de la meseta o “tierra de campo llano” (Jer 48:21); como esa misma expresión hebrea se usa con relación a Bézer (Dt 4:43), algunos eruditos han llegado a pensar que probablemente se trate del mismo lugar.
1. Cabul, Ciudad asignada a la tribu de Aser como parte de su herencia.
1. Cabul, Ciudad asignada a la tribu de Aser como parte de su herencia. (Jos 19:24, 27.) Está representada por la moderna Kabul, situada a unos 13 Km. al ESE. de Akkó.
2. Cabul, Este término hace referencia a un distrito galileo de veinte ciudades que Salomón le dio al rey Hiram de Tiro, probablemente como regalo de agradecimiento por la ayuda que Hiram le había prestado en su programa de construcción. Sin embargo, cuando Hiram inspeccionó las ciudades, halló que “no fueron precisamente apropiadas a sus ojos”, y le dijo a Salomón: “¿Qué clase de ciudades son estas que me has dado, hermano mío?”. A partir de entonces se las llamó la “Tierra de Cabul”. (1Re 9:10-13.)
Según Josefo, las ciudades “estaban situadas cerca de Tiro”. (Antigüedades Judías, libro VIII, cap. V, sec. 3.) Isaías (9:1) llama a Galilea “Galilea de las naciones”, y algunos doctos creen que esas veinte ciudades probablemente las habitaban paganos. No parece razonable que Salomón las hubiese cedido a un rey extranjero si las hubiesen habitado israelitas, y puede que hasta estuvieran fuera de la zona que ocupaba Israel en aquel tiempo, aunque dentro de los límites del territorio que Dios había prometido en un principio a Israel y que David, el padre de Salomón, había conquistado. (Éx 23:31; 2Sa 8:1-15.) Debido a lo que dice la ley de Dios en Levítico 25:23, 24, se ha puesto en duda lo apropiado de esa acción de Salomón. Sin embargo, puede que dicha ley solo aplicara a la región que en ese tiempo ocupaba el pueblo de Dios, en cuyo caso el regalo de Salomón no habría sido impropio. De no ser así, entonces se trató de otro caso en el que Salomón no se adhirió por completo al consejo divino, como cuando acumuló muchos caballos y también tomó muchas esposas extranjeras. (Compárese Dt 17:16, 17 con 1Re 4:26; 11:1-8.)
El relato no dice por qué a Hiram no le satisficieron aquellas ciudades; hay quien ha supuesto que se debió a que los habitantes paganos las tenían en muy malas condiciones, mientras que otros opinan que el motivo era su mala ubicación geográfica. Sea cual fuere la razón, lo que sí es seguro es que el nombre “Tierra de Cabul” obedece a la reacción negativa que causó la inspección de estas ciudades. El significado de Cabul en este texto ha sido objeto de bastante discusión. Josefo dice en la obra citada antes que Cabul, “interpretado en lengua fenicia, significa ‘lo que no agrada’”, pero los eruditos modernos no han hallado apoyo para esta interpretación. Los lexicógrafos por lo general proponen que se trata de un juego de palabras, y que Cabul se usa en el mismo sentido que una palabra hebrea similar, kevál, que significa “como nada”.
El relato paralelo de Segundo de Crónicas de los sucesos posteriores a las obras de construcción de Salomón menciona unas ciudades “que Hiram había dado a Salomón” y que Salomón reedificó para los israelitas. (2Cr 8:2.) No se especifica si estas ciudades fueron las mismas que antes Salomón había ofrecido a Hiram como regalo. De haber sido así, este texto indicaría que Hiram rechazó el regalo de Salomón. Hay quien opina también que hubo un intercambio de regalos de ciudades, aunque en el relato de Primero de Reyes 9 no se dice nada a este respecto.
La ciudad donde nació Natanael. (Jn 21:2.) Solo tres días después que Natanael fue presentado a Jesús y llegó a ser su discípulo, en el año 29 E.C. Jesús se hallaba en Caná, en un banquete de bodas al que también asistieron su madre y sus hermanos. En esa ocasión ejecutó su primera señal milagrosa: convertir el agua en vino excelente. Luego, él, su familia y sus discípulos “bajaron a Capernaum”. (Jn 1:43-49; 2:1-12.) Más tarde, estando de nuevo en Caná, un servidor del rey le rogó a Jesús que “bajara” a Capernaum para sanar a su hijo que estaba a punto de morir, pero Jesús lo curó desde Caná mismo. (Jn 4:46-54.)
En todos los casos se llama a la ciudad “Caná de Galilea”, seguramente para distinguirla de la Qaná situada en el territorio de Aser. (Jos 19:28.) El lugar tradicional es Kafr Kanna, un pueblo que está a 6,5 Km. al NE. de Nazaret. En esa región hay mucha agua de manantiales. Sin embargo, los lexicógrafos opinan que es difícil que el término Kanna provenga de Caná, en particular debido a la “n” doble. Hay razón para pensar que la alegación de que Kafr Kanna es Caná se debe a que su cercanía a Nazaret facilita la visita de los peregrinos, por lo que ha tenido el favor de la tradición eclesiástica.
Ahora bien, todos los indicios, además de un criterio equilibrado, permiten identificar a la antigua Caná con Khirbet Kana, a unos 13 Km. al N. de Nazaret. Sobre una colina situada en los límites de la llanura de Asoquis, hoy llamada el-Battuf (Biq`at Bet Netofa), se encuentran las ruinas de un pueblo antiguo. Cerca hay una marisma con abundancia de cañas, lo que armoniza bien con el nombre Caná. Aún se conoce en árabe como Qana el-Jelil, equivalente a Caná de Galilea. Josefo, historiador judío del primer siglo de la era común, dice que vivía en “una aldea de Galilea que se llamaba Caná”, y más tarde hace mención del “gran campo donde yo residía y cuyo nombre era Asoquis”. (Vida de Flavio Josefo, secs. 16, 41.) Este testimonio también favorece la identificación de Caná de Galilea con Khirbet Kana más bien que con Kafr Kanna. Aunque no se encuentra ningún manantial en Khirbet Kana, en las ruinas se ven restos de cisternas antiguas; también se dice que en este lugar se han hallado fragmentos de vasijas y monedas, que se cree datan del siglo I E.C. (GRABADO, vol. 2, pág. 738.)
En la antigüedad había un camino que pasaba por Khirbet Kana, bajaba hasta las orillas del mar de Galilea y bordeaba la costa hasta Capernaum, ciudad situada a unos 206 m. bajo el nivel del mar, de ahí la expresión ‘bajar’ a Capernaum. (Jn 4:47.) La distancia que cubría ese camino, desde Khirbet Kana hasta Capernaum, era de unos 40 Km.
Ciudad situada en el extremo N. del mar de Galilea que estuvo entre aquellas a las que Jesús censuró. (Mt 11:21.) Los eruditos por lo general la identifican con Khirbet Kerazeh (Korazim), situada a tan solo unos 3 Km. al NNO. de la que se cree la ubicación de la antigua Capernaum (Mt 11:23), la ciudad donde residió Jesús durante su gran ministerio en Galilea de más de dos años de duración. Jesús pronunció un “ay” venidero para los habitantes judíos de Corazín, quienes no hicieron caso de su mensaje a pesar de haber sido testigos de “obras poderosas” que hubieran movido al arrepentimiento a los paganos de Tiro y Sidón. Más tarde, en el otoño de 32 E.C., cuando envió a los 70 discípulos durante su ministerio posterior en Judea, Jesús hizo un comentario parentético sobre Corazín y su persistente mala actitud, al parecer para poner de relieve que les sobrevendría gran calamidad a las ciudades insensibles contra las que sus discípulos tenían que ‘limpiar el polvo’ de sus pies. (Lu 10:10-16.)
Corazín y Betsaida Las ciudades de Corazín y Betsaida estaban cerca de Capernaúm, donde parece que Jesús se estableció durante su gran ministerio de más de dos años en Galilea. Los judíos de estas ciudades vieron milagros de Jesús tan impresionantes que hubieran hecho que los habitantes idólatras de Tiro y Sidón se arrepintieran. Por ejemplo, fue en la zona de Betsaida donde Jesús alimentó milagrosamente a más de 5.000 personas y tiempo después curó a un ciego (Mt 11:21; 14:13-21; Mr 8:22; Lu 9:10-17).
1. Edén, Región en la que el Creador dispuso para la primera pareja humana.
1. Edén, Heb.: gan·be`É·dhen (Sig.: “Placer, Deleite”; LXXBagsterGr.: pa·rá·dei·son en E·dém; lat.: pa·ra·dí·sum vo·lu·ptá·tis, “paraíso de placer”. Región en la que el Creador dispuso un parque o jardín como hogar original para la primera pareja humana. El que se diga que el jardín estaba “en Edén, hacia el este”, debe indicar que ocupaba solo una porción de la región llamada Edén. (Gé 2:8.) Sin embargo, después se le llama “el jardín de Edén” (Gé 2:15), y en textos posteriores se le denomina “Edén, el jardín de Dios” (Eze 28:13) y “el jardín de Jehová”. (Isa 51:3.)
La Versión de los Setenta tradujo la palabra hebrea para “jardín” (gan) por la palabra griega pa·rá·dei·sos. A este hecho se debe la asociación de la palabra española “paraíso” con el jardín de Edén.
Génesis 2:15 dice que “Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén”. Estas palabras no significan que la creación del hombre se efectuó fuera del jardín, sino simplemente que Dios ‘tomó’ al hombre en el sentido de que lo formó y creó de los elementos de la tierra, y luego lo dejó en el jardín en el que tendría que vivir. La asignación de trabajo del hombre era cultivar y cuidar del jardín. Entre los árboles y las plantas de Edén se hallaban todas aquellas especies que embellecían el paisaje, así como las que proveían alimento en amplia variedad. (Gé 2:9, 15.) Este hecho por sí solo indica que el jardín debió tener una extensión considerable.
Existía una gran variedad de vida animal en el jardín. Dios puso ante Adán “todos los animales domésticos y [...] las criaturas voladoras de los cielos y [...] toda bestia salvaje del campo”, y una de las primeras tareas de Adán consistió en poner nombre a todos ellos. (Gé 2:19, 20.) Las aguas del río “que procedía de Edén” regaban el suelo de Edén. (Gé 2:10.) El hecho de que el hombre estaba desnudo permite suponer que el clima era templado y agradable. (Gé 2:25.)
¿Qué fue el fruto prohibido de Edén? El hombre podía comer de todos los árboles frutales de Edén “hasta quedar satisfecho”. (Gé 2:16.) Sin embargo, había un árbol, el “del conocimiento de lo bueno y lo malo”, que estaba acotado para la pareja humana. Eva mencionó la prohibición que Jehová había impuesto a su esposo, entendiendo que incluía hasta el ‘tocar’ el árbol, lo que resultaría en la pena de muerte por falta de respeto y violación de la ley divina. (Gé 2:17; 3:3.) Las explicaciones tradicionales en cuanto a qué era el fruto prohibido han sido varias. Se ha dicho que es símbolo de las relaciones sexuales, representadas por una “manzana”; el mero conocimiento de lo bueno y lo malo, y el conocimiento obtenido al alcanzar la madurez y mediante la experiencia, un conocimiento al que puede darse un buen o un mal uso. No obstante, en vista del mandato divino de ‘ser fructíferos y hacerse muchos y llenar la tierra’ (Gé 1:28), es obvio que el fruto prohibido no puede representar las relaciones sexuales. Tampoco puede significar la mera capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, pues para obedecer el mandato de Dios el hombre sin pecado debía poder hacer uso de esta distinción moral. Ni tampoco podría referirse al conocimiento obtenido con la madurez, porque no sería un pecado por parte del hombre alcanzar este estado, ni sería lógico que su Creador le obligara a permanecer en un estado inmaduro.
Las Escrituras no dicen a qué género pertenecía el árbol. No obstante, es evidente que el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo simbolizó la prerrogativa divina que se reserva el Creador del hombre de designar lo que es “bueno” y lo que es “malo” para sus criaturas, y luego requerir que se practique lo que se ha declarado bueno y se evite lo que se ha pronunciado malo a fin de permanecer aprobado por Dios, el Gobernante Soberano. Tanto la prohibición como la sentencia que se pronunció sobre la pareja desobediente ponen de relieve el hecho de que fue el acto de desobediencia de comer el fruto prohibido lo que constituyó el pecado original. (Gé 3:3.)
Aunque a algunos críticos modernos les extraña la sencillez del relato edénico, debería ser obvio que en aquellas circunstancias era más apropiada una prueba simple. La vida del hombre y la mujer recién creados era sencilla, no estaba complicada y sobrecargada con todos los problemas complejos, las situaciones difíciles y la perplejidad que la desobediencia a Dios ha traído desde entonces a la raza humana. No obstante, a pesar de su sencillez, la prueba expresa de manera concisa y admirable la verdad universal de la soberanía de Dios, así como la dependencia y deber del hombre para con Él. Y hay que decir que aunque el relato de los acontecimientos ocurridos en Edén es sencillo, su nivel es infinitamente más elevado que aquellas teorías que colocan el comienzo del hombre, no en un jardín, sino en una cueva, y lo representan como un bruto carente de sentido moral. La sencillez de la prueba puesta en Edén ilustra el principio que declaró milenios más tarde el Hijo de Dios: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho”. (Lu 16:10.)
Sin embargo, es obvio que el propósito del árbol prohibido de Edén no era servir de espina en la carne para la pareja humana, ni fue designado así con el fin de plantear un problema o servir de objeto de controversia. Si Adán y Eva hubieran reconocido la voluntad de Dios y respetado sus instrucciones, su hogar jardín no se habría perdido y seguiría siendo un lugar de placer y deleite. El registro muestra que fue el adversario de Dios quien impuso ante la humanidad la cuestión y la controversia sobre el árbol, junto con la tentación de violar el mandato de Dios. (Gé 3:1-6; compárese con Apo 12:9.) El que Adán y Eva ejercieran su libre albedrío para rebelarse contra la legítima soberanía de Dios les llevó a la pérdida del Paraíso y de la bendición de vivir dentro de sus confines. Como consecuencia aún más grave, perdieron la oportunidad de comer de otro de los árboles de Edén, el que representaba el derecho a la vida eterna. El relato dice que Jehová “expulsó al hombre, y al este del jardín de Edén apostó los querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas para guardar el camino al árbol de la vida”. (Gé 3:22-24.)
Ubicación de Edén. La ubicación original del jardín de Edén es conjetural. El medio principal de identificar su emplazamiento geográfico es la descripción del río “que procedía de Edén”, y que más tarde se dividía en cuatro “cabeceras” y daba lugar a los ríos llamados Éufrates, Hidequel, Pisón y Guihón. (Gé 2:10-14.) El Éufrates (heb. Peráth) es bien conocido, e “Hidequel” es el nombre que se usaba para el Tigris en las inscripciones antiguas. (Compárese también con Da 10:4.) Sin embargo, no se han identificado los otros dos ríos, el Pisón y el Guihón. (Véanse CUS núm. 2; HAVILÁ núm. 1.)
Calvino y Delitzsch, entre otros, situaron Edén cerca de la cabecera del golfo Pérsico, en la Baja Mesopotamia, donde los ríos Tigris y Éufrates se hallan más cerca uno del otro, y creyeron que el Pisón y el Guihón eran canales que unían esos dos ríos. No obstante, si ese fuera el caso, el Pisón y el Guihón serían tributarios más que ramificaciones de una fuente original. El texto hebreo favorece más bien una ubicación en la región montañosa que se halla al N. de las llanuras de Mesopotamia, la zona donde hoy día nacen los ríos Tigris y Éufrates. The Anchor Bible (1964) dice en sus notas sobre Génesis 2:10: “En heb[reo] la desembocadura del río se llama ‘fin’ (Jos XV 5, XVIII 19); por eso el plural de ro’s, ‘cabeza’, debe referirse aquí al curso alto. [...] Este último uso está bien atestiguado por la palabra afín ac[adia] resu”. El que en la actualidad los ríos Tigris y Éufrates no procedan de la misma fuente y no sea posible identificar con seguridad al Pisón y al Guihón tal vez se deba al diluvio del tiempo de Noé, que debió alterar la topografía terrestre de forma considerable, al rellenar las cuencas de algunos ríos y crear otros.
La ubicación tradicional del jardín de Edén es una zona montañosa que se halla a unos 225 Km. al SO. del monte Ararat y a unos cuantos kilómetros al S. del lago Van, en la parte oriental de la Turquía moderna. Es posible que Edén haya estado rodeado por una barrera natural, quizás de montañas, pues el registro indica que se colocaron querubines tan solo al E. del jardín, por donde habían salido Adán y Eva. (Gé 3:24.)
Se supone que después del destierro de Adán del jardín paradisiaco, estaría habitado solo por animales y crecería en él abundante vegetación, pues no había nadie que “lo cultivara y lo cuidara”. Centenares de años más tarde, las agitadas aguas del Diluvio hicieron desaparecer el jardín de Edén, por lo que su ubicación llegó a ser desconocida. La única constancia que quedó de su existencia fue la del registro divino. (Gé 2:15.)
¿Por qué podemos estar seguros de que el jardín de Edén realmente existió? Porque el relato bíblico lo presenta como un lugar real e incluye detalles concretos sobre su ubicación. Dos de los ríos que se mencionan existen hoy día. Los cuentos y leyendas no suelen dar este tipo de información. Además, Jesús, el testigo más creíble que existe, habló de Adán y Eva como personas reales.
2. Edén, Importante centro comercial, mencionado junto con Harán y Cané, que suministraba a Tiro sobre todo prendas de vestir suntuosas, alfombras y sogas. (Eze 27:23, 24.) Se cree que es una forma abreviada del nombre Bet-edén, referido en Amós 1:5. “Los hijos de Edén” se cuentan entre los habitantes de lugares que conquistaron las fuerzas asirias (2Re 19:12; Isa 37:12), y algunos piensan que este Edén (Bet-edén) era el pequeño distrito de Bit-adini, situado a la altura del curso medio del río Éufrates.
3. Edén, Uno de los levitas que respondió al llamamiento del rey Ezequías para efectuar reformas; fue asignado a trabajar bajo Qoré, “el portero al oriente”, en la distribución de las contribuciones santas a las divisiones sacerdotales. (2Cr 29:12; 31:14, 15.)
A la ciudad de Gabaón se la relaciona en la actualidad con el-Jib, a unos 9,5 Km. al NNO. del templo de Jerusalén. Allí se han hallado numerosas asas de jarras de barro que llevan el nombre Gabaón en caracteres del hebreo antiguo. El emplazamiento original, situado sobre una colina que se eleva unos 60 m. por encima de la llanura circundante, abarca unas 6,5 Ha.
En años recientes, este lugar ha sido escenario de varias excavaciones arqueológicas. Los excavadores despejaron un túnel de 51 m. perforado en roca sólida. Este túnel se iluminaba antiguamente con lámparas colocadas en nichos a intervalos regulares a lo largo de sus muros. Con sus 93 peldaños esculpidos en la roca, el túnel conducía desde el mismo Gabaón hasta una caverna artificial que servía de depósito y que estaba alimentada por un manantial a unos 25 m. debajo del muro de la ciudad. Esto garantizaba a los gabaonitas un suministro de agua seguro, incluso en tiempos de sitio. Los excavadores también descubrieron un pozo o estanque redondo perforado en la roca, con un diámetro de más de 11,3 m. Se podía descender al pozo por medio de una escalera cortada en la pared siguiendo la circunferencia interior del muro, con peldaños de 1,5 m. de ancho. En el fondo, a una profundidad de 10,8 m., los peldaños continuaban otros 13,6 m. a través de un túnel hasta una cámara donde había agua. No se sabe con certeza si se puede identificar este pozo o estanque con el “estanque de Gabaón” mencionado en la Biblia. (2Sa 2:13.)
Relación con Josué. En el tiempo de Josué, Gabaón estaba habitada por los heveos, una de las siete naciones cananeas que iban a ser aniquiladas. (Dt 7:1, 2; Jos 9:3-7.) A los gabaonitas también se les conocía como amorreos, pues parece que esta designación a veces se ha aplicado de forma genérica a todos los cananeos. (2Sa 21:2; compárese con Gé 10:15-18; 15:16.) A diferencia del resto de los cananeos, los gabaonitas se dieron cuenta de que a pesar de su fuerza militar y la grandeza de su ciudad, la resistencia fracasaría, pues Jehová estaba luchando por Israel. Por lo tanto, después de la destrucción de Jericó y Hai, los hombres de Gabaón, que por lo visto también representaban a las otras tres ciudades heveas de Kefirá, Beerot y Quiryat-jearim (Jos 9:17), enviaron una delegación a Josué en Guilgal para pedir la paz. Los embajadores gabaonitas —con vestiduras y sandalias gastadas y con odres de vino reventados, sacos gastados y pan desmigajado y seco— se presentaron como si procedieran de una tierra distante y, por lo tanto, fuera del camino de las conquistas de Israel. Reconocieron la mano de Jehová en lo que con anterioridad les había ocurrido a Egipto y a los reyes amorreos Sehón y Og, pero sabiamente no mencionaron lo que les había pasado a Jericó y Hai, pues tales noticias no hubieran llegado a su “tierra muy distante” antes de su supuesta marcha. Los representantes de Israel examinaron y aceptaron las pruebas e hicieron un pacto con ellos para dejarlos vivir. (Jos 9:3-15.)
Poco después se descubrió el ardid, pero el pacto permaneció en vigor; romperlo hubiera puesto en tela de juicio la confiabilidad de Israel y hubiera hecho que entre las otras naciones se despreciase el nombre de Jehová. Cuando Josué recriminó a los gabaonitas su ardid, de nuevo reconocieron la relación de Jehová con Israel y se pusieron a su merced, diciendo: “Ahora, aquí estamos, en tu mano. Tal como sea bueno y recto a tus ojos hacer con nosotros, hazlo”. Después se les hizo aguadores y leñadores para la asamblea y para el altar de Jehová. (Jos 9:16-27.)
Aunque los gabaonitas engañaron a Josué y los otros principales para que hicieran un pacto con ellos, parece claro que tal acción estaba en armonía con la voluntad de Jehová. (Jos 11:19.) En prueba de lo susodicho se observa que, cuando cinco reyes amorreos intentaron acabar con los gabaonitas, Jehová bendijo la operación de rescate de Israel, haciendo caer grandes piedras de granizo sobre el enemigo y extendiendo milagrosamente la luz del día para la batalla. (Jos 10:1-14.) Asimismo, los gabaonitas manifestaron fe en el poder de Jehová para cumplir su palabra y efectuar una liberación tanto al buscar un pacto de paz con Israel como al acudir a Josué por ayuda cuando estuvieron amenazados, algo por lo que se había encomiado a Rahab de Jericó y que había resultado en la conservación de su vida y la de su casa. Además, los gabaonitas demostraron tener temor piadoso al Dios de Israel. (Compárese con Jos 2:9-14; 9:9-11, 24; 10:6; Heb 11:31.)
Bajo el control de Israel. Posteriormente, Gabaón llegó a ser una de las ciudades del territorio de Benjamín asignada a los sacerdotes aarónicos. (Jos 18:21, 25; 21:17-19.) Al parecer, el benjamita Jeiel ‘engendró’ o fundó allí una casa. (1Cr 8:29; 9:35.) Uno de los hombres poderosos de David, Ismayá, era gabaonita (1Cr 12:1, 4), y el falso profeta Hananías, contemporáneo de Jeremías, también era de Gabaón. (Jer 28:1.)
En el siglo XI a. E.C., Gabaón y su vecindad fueron testigos de un conflicto entre el ejército de Is-bóset, bajo el mando de Abner, y el de David, acaudillado por Joab. Inicialmente, se organizó un combate con doce hombres de cada bando, sin duda con el fin de determinar quién debería ser el rey sobre todo Israel. Pero esto no decidió nada, pues cada guerrero traspasó a su contrario con la espada, de modo que los veinticuatro perecieron. Después estalló una lucha feroz, y Abner perdió dieciocho veces más hombres que Joab. En total se produjeron 380 bajas, entre ellas Asahel, el hermano de Joab, a quien Abner mató. (2Sa 2:12-31.) Más tarde, Joab asesinó a Abner en venganza de Asahel. (2Sa 3:27, 30.) Algún tiempo después, cerca de la gran piedra de Gabaón, Joab también mató a su propio primo Amasá, a quien su tío, el rey David, había nombrado jefe del ejército. (2Sa 20:8-10.)
Los gabaonitas continuaron existiendo como pueblo a través de los siglos, a pesar de que el rey Saúl tramó destruirlos. Sin embargo, los gabaonitas esperaron con paciencia que Jehová pusiese al descubierto esta injusticia, y eso fue lo que hizo al enviar durante el reinado de David un hambre que duró tres años. Cuando David inquirió de Jehová y se enteró de que existía culpa de sangre, hizo llamar a los gabaonitas para averiguar qué debería hacerse con el fin de efectuar una expiación. Los gabaonitas respondieron apropiadamente que no era un “asunto de plata u oro”, porque, según la Ley, no se podía aceptar ningún rescate por un asesino. (Nú 35:30, 31.) También reconocieron que no podían dar muerte a ningún hombre sin autorización legal. Cuando David insistió, solicitaron que les entregaran siete “hijos” de Saúl. El que la culpa de sangre estuviese tanto sobre Saúl como sobre su casa indica que aunque es probable que Saúl llevara la delantera en la acción asesina, sus “hijos” tal vez participaran directa o indirectamente. (2Sa 21:1-9.) Este no sería un caso en que los hijos murieran por los pecados de sus padres (Dt 24:16), sino de administración de justicia retributiva en armonía con la ley de “alma será por alma”. (Dt 19:21.)
Durante la vida de David, el tabernáculo se trasladó a Gabaón, “el gran lugar alto”. (1Cr 16:39; 21:29, 30.) En esa ciudad Salomón presentó sacrificios a principios de su reinado. También fue allí donde Jehová se le apareció en un sueño, en el que le invitaba a pedir lo que deseara. (1Re 3:4, 5; 9:1, 2; 2Cr 1:3, 6, 13.)
Años más tarde, al predecir el profeta Isaías (28:21, 22) el ‘hecho extraño y la obra extraordinaria’ de Jehová de levantarse contra su propio pueblo, lo compara con lo que aconteció en la llanura baja de Gabaón. Probablemente alude a la victoria que Dios le concedió a David sobre los filisteos (1Cr 14:16), y acaso también a la derrota muy anterior de la liga amorrea en el tiempo de Josué. (Jos 10:5, 6, 10-14.) La profecía se cumplió en 607 a. E.C., cuando Jehová permitió que los babilonios destruyeran Jerusalén y su templo.
Poco tiempo después de la predicha destrucción, Ismael asesinó a Guedalías (el gobernador nombrado por Nabucodonosor, el rey de Babilonia), en Mizpá. El asesino y sus hombres también tomaron cautivos al resto de la gente de Mizpá; pero Johanán y sus hombres alcanzaron a Ismael junto a las abundantes aguas de Gabaón y rescataron a los cautivos. (Jer 41:2, 3, 10-16.)
Entre los que regresaron del exilio babilonio en 537 a. E.C. se encontraban hombres de Gabaón, y más tarde algunos de ellos participaron en reparar el muro de Jerusalén. (Ne 3:7; 7:6, 7, 25.)
[Fotografía en la página 976]
Gabaón en la actualidad. Los gabaonitas de la antigüedad reconocieron que Jehová luchaba por Israel, de modo que pidieron la paz
Lugar de la región montañosa de Galaad, al E. del Jordán, donde los patriarcas Jacob y Labán celebraron un pacto. (Gé 31:43-48.) Es probable que el nombre posterior de esta región, “Galaad”, se derivara de “Galeed”, nombre dado originalmente al lugar donde ocurrieron estos acontecimientos cerca de 1761 a. E.C.
Atendiendo a la dirección divina, Jacob dejó sin previo aviso Padán-aram y el servicio que prestaba a su tío Labán, quien también era su suegro. (Gé 28:2.) Con todas sus pertenencias y con sus esposas e hijos, Jacob cruzó el río Éufrates y se dirigió a la tierra de Canaán. Después de tres días, Labán fue en su búsqueda, acompañado de sus “hermanos”, por una distancia de siete jornadas, y finalmente alcanzó la caravana de Jacob en las montañas de Galaad, al N. del valle torrencial de Jaboq. (Gé 31:17-25.)
Después que Jacob y Labán zanjaron de manera pacífica sus discrepancias, celebraron un pacto entre sí. Con este motivo, Jacob erigió una columna de piedra y mandó a sus “hermanos” que hiciesen un majano de piedras, quizás en forma de mesa, sobre el que se comió la comida del pacto. Por consiguiente, Labán designó aquel lugar con el nombre arameo (sirio) para majano, “Jegar-sahadutá”, pero Jacob lo llamó por su equivalente hebreo, “Galeed”. Labán dijo: “Este majano [heb. gal] es testigo [heb. `edh], entre yo y tú hoy”. (Gé 31:44-48.) El majano de piedras (y la columna de piedra) sirvió de testimonio a todos los que pasaban. Como dice el versículo 49, fue “La Atalaya” (heb. mits·páh), y dio testimonio de que Jacob y Labán se habían avenido para conservar la paz entre sus respectivas familias, así como dentro de ellas. (Gé 31:50-53.) En ocasiones posteriores se usaron piedras de manera similar como testigos silenciosos. (Jos 4:4-7; 24:25-27.)
1. Genesaret, Llanura que bordeaba la orilla NO. del mar de Galilea.
1. Genesaret, Una pequeña llanura de forma ligeramente triangular que bordeaba la orilla NO. del mar de Galilea, densamente poblada y fértil al sur de Capernaum, con una extensión aproximada de 5 por 2,5 Km. (3 por 1,5 mi) En Lu 5:1, al mar de Galilea se lo llama “lago de Genesaret”. Jesucristo efectuó curaciones milagrosas en esta región. (Mt 14:34-36; Mr 6:53-56) Según el historiador judío Josefo, esta llanura era una región hermosa, fructífera y bien regada, donde crecían nogales, palmas y olivos, y donde podían hallarse higos y uvas durante diez meses del año. (La Guerra de los Judíos, libro III, cap. X, sec. 8.)
2. Genesaret - (Kinéret, Mar de Galilea, Tiberíades) Sign.: “jardín principesco”. El “lago de Genesaret” era otro nombre que tenía el mar de Galilea. (Lu 5:1.) Algunos eruditos creen que probablemente Genesaret sea la forma griega del antiguo nombre hebreo Kinéret. (Nú 34:11.)
1. Gosén, Región de Egipto donde residieron los israelitas.
Región de Egipto donde residieron los israelitas durante doscientos quince años: de 1728 a 1513 a. E.C. (Gé 45:10; 47:27.) Su ubicación exacta es incierta, pero parece ser que estaba en la parte oriental del delta del Nilo, en la misma frontera de Egipto, pues cuando José partió al encuentro de su padre (que iba a Egipto desde Canaán), se reunió con él en Gosén. (Gé 46:28, 29.) Por otra parte, la Versión de los Setenta griega indica que Gosén estaba en las proximidades de Wadi Tumilat.
En esa región Faraón criaba ganado, y los hebreos apacentaban sus rebaños y sus vacadas. (Gé 47:1, 4-6; 50:8.) Se dice que era ‘lo mejor de la tierra de Egipto’, probablemente en el sentido de ser la tierra de pastos más fértil, la que mejor se adaptaba a las necesidades particulares de la familia de Jacob. Puede que Gosén haya sido otra denominación de “la tierra de Ramesés”. (Gé 47:6, 11.) A partir de la cuarta plaga, Jehová distinguió a la tierra de “Gosén”, librándola de los efectos de las plagas sucesivas que mandó sobre Egipto. (Éx 8:22; 9:26.)
2. Gosén, Ciudad de la región montañosa de Judá. (Jos 15:20, 48, 51.) Hay eruditos que la identifican tentativamente con Edh Dhahiriya, situada a unos 18 Km. al SO. de Hebrón. Por eso, “la tierra de Gosén” a la que se hace referencia en Josué 10:41 y 11:16 podría ser el distrito que la incluía. Este distrito también abarcaría la región montañosa ubicada entre Hebrón y el Négueb.
Ciudad de la provincia de Asia situada en el límite septentrional del valle del Lico (Asia Menor), a unos 10 Km. al N. de Laodicea, en la moderna Pamukkale (Turquía), famosa por sus templos y aguas termales.
Aunque al parecer el apóstol Pablo nunca visitó Hierápolis, los efectos de su extensa labor en Éfeso (desde el invierno de 52-53 E.C. hasta después del Pentecostés de 55 E.C., 1Co 16:8) se difundieron por ‘toda Asia’. (Hch 19:1, 10.) Parece ser que el cristianismo llegó a esa ciudad gracias al ‘esfuerzo’ de Epafras. (Col 4:12, 13.)
A pesar de que Hierápolis carecía de relevancia política, llegó a ser bastante próspera durante la época romana como centro de devoción a Cibeles. Dos fenómenos naturales realzaron el culto a dicha diosa en este lugar: los manantiales minerales y la Plutonia o Caronia (una grieta profunda y estrecha que emitía vapores mefíticos).
El nombre se usaba para referirse a un campo y una cueva ubicados en las inmediaciones de Hebrón que Abrahán compró a Efrón el hitita por 400 siclos de plata (aproximadamente 880 dólares [E.U.A.]). La cueva sirvió de tumba para Sara, la esposa de Abrahán, y para por lo menos otras cinco personas: Abrahán, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea. (Gé 23:14-19; Gé 25:9; 49:30, 31; 50:13.) La designación “Macpelá” aplicó también a la zona circundante. (Gé 23:17.)
Generalmente la cueva se identifica con Me`arat HaMakhpela, situada en la moderna Hebrón, debajo de una mezquita musulmana y dentro de un recinto llamado Haram el-Khalil.
En Génesis 23:17, la expresión hebrea que indica la posición de la cueva de Macpelá con relación a Mamré se ha traducido: “al oriente de” (VP), “mirando hacia” (BR), “frente a” (NBE), “al frente de” (Val), “frente por frente” (FS) “junto a” (MK) y “enfrente de Mamré” (NM). Si la ubicación tradicional de Mamré (er-Ramat el-Khalil) es correcta, decir que estaba “al oriente de Mamré” no sería apropiado, puesto que este lugar está a unos 3 Km. al N. de la moderna Hebrón. La expresión “Mamré, es decir, Hebrón” (Gé 23:19), quizás signifique que Mamré estaba en el distrito de Hebrón.
Uno de los primeros campamentos de Israel en la península del Sinaí. Se le dio el nombre de Marah debido al mal sabor del agua que se halló en aquel lugar. (Éx 15:23; Nú 33:8.) Aunque se les acababa de librar de la persecución de los egipcios en el mar Rojo, los israelitas mostraron falta de fe al murmurar cuando no pudieron beber el agua de Marah. Posteriormente, bajo la dirección de Jehová, Moisés arrojó un árbol dentro del agua y esta se volvió dulce. La Biblia no especifica qué clase de árbol era, de modo que no hay ninguna base para identificarlo. Por supuesto, Jehová pudo haber dirigido a Moisés a una variedad en particular que tuviese propiedades naturales para endulzar el agua, pero no hay por qué buscar una explicación científica o natural, puesto que la depuración del agua fue milagrosa. (Éx 15:23-25; compárese con 2Re 2:19-22; 4:38-41.)
Jehová usó las circunstancias que se presentaron en Marah para probar la fe que tenían los israelitas en Su cuidado. Puesto que el agua en mal estado puede producir enfermedad (2Re 2:19), el endulzamiento del agua ilustró la capacidad de Jehová para proteger a los israelitas de las enfermedades que habían padecido los egipcios. En aquel entonces Jehová enseñó a los israelitas la siguiente “disposición reglamentaria”: el que le obedecieran como su Dios evitaría que les afligieran las enfermedades que Él había derramado sobre los egipcios. (Éx 15:25, 26.)
Generalmente se ha identificado a Marah con `Ein Hawwara, a 80 Km. al SSE. de la moderna Suez y a unos pocos kilómetros de la costa del mar Rojo. (Véase Mará.)
1. Mizpá, Región que habitaban los heveos al pie del monte Hermón.
1. Mizpá, La región que habitaban los heveos al pie del monte Hermón era conocida como “la tierra de Mizpá”. (Jos 11:3.) Por lo menos una parte de aquella zona, si no toda, se denominaba también “llanura-valle de Mizpé”. (Jos 11:8.) “La tierra de Mizpá” posiblemente era la región circundante de Banias (Cesarea de Filipo) al S. del monte Hermón, o la llanura que se extiende a lo largo de Wadi et-Teim, al E. del Hermón.
2. Mizpá, Ciudad de Judá enclavada en la Sefelá. (Jos 15:33, 38.) Su ubicación exacta es, sin embargo, dudosa. Uno de los emplazamientos propuestos es Khirbet Safiyeh, a unos 9 Km. al S. de la antigua Azeqá.
3. Mizpá, Ciudad del territorio de Benjamín. (Jos 18:26, 28.) Aunque se ha apuntado Nebi Samwil (a unos 8 Km. al NO. de Jerusalén) como posible identificación, por lo general se prefiere situarla en Tell en-Nasbeh (a unos 12 Km. al N. de Jerusalén). Una interpretación de ciertos hallazgos arqueológicos parece favorecer Tell en-Nasbeh. Por ejemplo, algunas de las vasijas encontradas allí tienen grabadas en el asa lo que algunos investigadores creen que son las letras m-s-p, posiblemente una forma abreviada de Mizpá.
En Mizpá se reunieron todos los hombres de guerra de Israel y decidieron actuar contra los implicados en el crimen sexual colectivo cometido en Guibeah de Benjamín. Cuando los benjamitas se negaron a entregar a los culpables de aquella ciudad, estalló una guerra total. La tribu de Benjamín fue casi aniquilada, pues solo lograron escapar 600 hombres físicamente capacitados. (Jue 20:1-48.) Como los israelitas habían jurado en Mizpá que no darían sus hijas en matrimonio a los benjamitas (Jue 21:1), después de la batalla hubo que tomar medidas para conservar la tribu de Benjamín. Una de estas fue la de darles 400 muchachas vírgenes de Jabés-galaad. El resto de la población de aquella ciudad había sido aniquilada, pues ninguno de sus habitantes había ido a Mizpá para secundar la lucha contra Benjamín. (Jue 21:5-12.)
Algún tiempo después, el profeta Samuel congregó a todo Israel y oró por ellos. En aquella ocasión los israelitas ayunaron y confesaron sus pecados. Cuando los filisteos se enteraron de su reunión en Mizpá, se aprovecharon de la situación para lanzar un ataque. Pero Jehová puso en confusión al enemigo, lo que permitió que los israelitas los vencieran. Parece ser que para conmemorar esta victoria otorgada por Dios, Samuel erigió una piedra entre Mizpá y Jesaná, y la llamó Ebenézer (que significa “Piedra de Ayuda”). Después Samuel continuó juzgando a Israel, y durante ese tiempo hacía cada año el circuito de Betel, Guilgal y Mizpá. (1Sa 7:5-16.) Posteriormente, en 1117 a. E.C., Samuel presentó a Saúl como primer rey de Israel delante de otra asamblea reunida en Mizpá. (1Sa 10:17-25.)
En el siglo X a. E.C., el rey Asá de Judá fortificó Mizpá con materiales de Ramá, ciudad que el rey israelita Baasá se vio obligado a abandonar. (1Re 15:20-22; 2Cr 16:4-6.) Unos tres siglos después, en 607 a. E.C., el victorioso rey Nabucodonosor de Babilonia nombró a Guedalías gobernador sobre los judíos que quedaban en la tierra de Judá. Guedalías administraba los asuntos desde Mizpá y allí fijó su residencia el profeta Jeremías. A Mizpá también acudieron los jefes del ejército que sobrevivieron, así como otros judíos que habían sido esparcidos. Aunque al gobernador Guedalías se le advirtió de antemano, no obró con cautela y fue asesinado en Mizpá, junto con los caldeos y los judíos que estaban con él. Después se dio muerte a otros 70 hombres que entraron en la ciudad. Los asesinos, dirigidos por Ismael, hijo de Netanías, tomaron cautivos al resto del pueblo, pero Johanán, hijo de Qaréah, los alcanzó y, aunque Ismael escapó con ocho hombres, rescató a los cautivos, para llevarlos posteriormente a Egipto. (2Re 25:23-26; Jer 40:5-41:18.)
Después del exilio en Babilonia, algunos hombres de Mizpá y los príncipes Salún y Ézer participaron en reparar el muro de Jerusalén. (Ne 3:7, 15, 19.)
4. Mizpá, Ciudad de Galaad, al E. del Jordán (Jue 10:17; 11:11, 29), que quizás corresponda con la Mizpá mencionada en Oseas 5:1. Mizpá era la ciudad de Jefté. (Jue 11:34.) Si bien hay quien la ubica en las inmediaciones de Khirbet Jal`ad, a unos 23 Km. al NO. de Rabá (`Amman), su ubicación exacta es incierta.
5. Mizpá, Ciudad de Moab en la que David afincó a sus padres mientras estaba proscrito por el rey Saúl. (1Sa 22:3.) Su ubicación exacta no puede determinarse categóricamente. Algunos eruditos opinan que puede tratarse del mismo lugar que Quir de Moab (Isa 15:1), mientras que otros la ubican en Ruzm el-Mesrife, al OSO. de Madaba (la antigua Medebá).
Localidad de la que al parecer era originario el profeta Miqueas. (Jer 26:18; Miq 1:1.) Una posible identificación es Tell el-Judeideh (Tel Goded), a unos 35 Km. al SO. de Jerusalén y a unos 10 Km. al SE. de Gat. El nombre compuesto de Moréset-gat (Miq 1:14) indica que la ciudad estaba vinculada de alguna manera a la ciudad filistea de Gat, quizás porque en alguna ocasión fue dominada por esta ciudad, ya que los filisteos controlaban otros lugares además de sus cinco ciudades principales (entre las que se contaba Gat). (1Sa 6:18; 27:5.)
Hay quien opina que en Miqueas 1:14 se hace un juego de palabras con el nombre Moréset (que significa “Posesión”). El término hebreo para “regalos de despedida” en este texto se refiere a una persona o posesión que se da o envía, sea de manera temporal o permanente. Por consiguiente, Sión (Miq 1:13) perdería Moréset, que constituiría los mencionados “regalos de despedida”.
1. Nebo, Ciudad moabita que conquistó el rey amorreo Sehón.
1. Nebo, Ciudad moabita que conquistó el rey amorreo Sehón algún tiempo antes de que los israelitas entrasen en la Tierra Prometida. (Compárese con Nú 21:26; 32:3; Isa 15:2.) Después que Israel derrotó a Sehón, los rubenitas reedificaron Nebo. (Nú 32:37, 38.) Sin embargo, parece ser que en la parte final del siglo X a. E.C. los rubenitas (1Cr 5:1, 8) perdieron la ciudad, puesto que en la Piedra Moabita el rey Mesá se jacta de habérsela arrebatado a Israel bajo la dirección de su dios Kemós. Más tarde, tanto Isaías (en el siglo VIII a. E.C.) como Jeremías (en el siglo VII a. E.C.) mencionaron a Nebo en profecías dirigidas contra Moab. (Isa 15:2; Jer 48:1, 22.)
A Nebo por lo general se la identifica con Khirbet Mekhayyet (o Qaryat el Mukhaiyat), situada a unos 8 Km. al SO. de Hesbón. En ese lugar hay ruinas de una antigua fortaleza, y también se han hallado grandes cantidades de fragmentos de alfarería que, según se cree, datan de entre el siglo XII y comienzos del siglo VI a. E.C.
2. Nebo, Ciudad de la que procedían algunos de los que regresaron del exilio babilonio. (Esd 2:1, 29.) En el tiempo de Esdras, algunos de los “hijos [probablemente habitantes] de Nebo” despidieron a sus esposas extranjeras. (Esd 10:43, 44.) Al parecer a esta Nebo se la llama la “otra Nebo” para distinguirla de la anterior. (Ne 7:33.) Como posible identificación de Nebo, se ha presentado la moderna Nuba, situada a unos 11 Km. al NO. de Hebrón.
3. Nebo, Seguramente una de las montañas de Abarim. Bien desde el monte Nebo o desde la cima de Pisgá (que puede que haya sido una parte de Nebo, o puede que Nebo haya sido una parte de Pisgá), Moisés contempló la Tierra Prometida, y después murió. (Dt 32:48-52; 34:1-4.) Al monte Nebo por lo general se le identifica con Jebel en-Neba (Har Nevo). Esta montaña tiene una altitud de más de 820 m. sobre el nivel del mar y está situada a unos 17 Km. al E. de la desembocadura del Jordán en el mar Muerto. Se cree que Pisgá puede ser Ras es-Siyaghah, una pequeña elevación ubicada justamente al NO. y ligeramente más baja que la cima de Jebel en-Neba. En un día despejado, la cima de Ras es-Siyaghah proporciona una magnífica panorámica, que abarca los montes Hermón, Tabor, Ebal, Guerizim; la cordillera montañosa central, en la que están situadas Belén y Hebrón; el valle del Jordán, y el mar Muerto.
Deidad cuya humillación al tiempo de la caída de Babilonia predijo el profeta Isaías. (Isa 46:1, 2.) A Nebo se le adoraba en Babilonia y Asiria. Se le identificaba con el planeta Mercurio, y se creía que era el hijo de Marduk y Sarpanitu, así como el consorte de Tashmitum. Sus adoradores lo consideraban el dios de la sabiduría y de la erudición: “el dios que posee inteligencia”, “el que oye desde lo lejos”, “el que enseña”, “señor de los punzones de las tablillas”. (The Seven Great Monarchies of the Ancient Eastern World, de G. Rawlinson, 1885, vol. 1, pág. 91; Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 450.)
El lugar destacado que ocupaba esta deidad queda refrendado por el comentario del rey Nabonido al referirse a Nebo como “administrador del mundo superior e inferior, aquel que alarga la duración de mi vida” y “el que extiende (la duración) de mi reinado”. Nabonido dijo que Nebo había puesto en sus manos “el cetro justo, la vara legítima, que (por sí sola) asegura el engrandecimiento del país”. (Ancient Near Eastern Texts, pág. 310.) Otra prueba de la importancia de Nebo en la religión babilonia es que su nombre va antepuesto en los nombres de reyes babilonios como Nabucodonosor, Nabopolasar y Nabonido; también aparece en Nebuzaradán (2Re 25:8), y quizás corresponda al elemento que va pospuesto en Abednego. (Da 1:7.)
Nebo fue importante en la antigua ciudad de Borsipa (la moderna Birs o Birs Nimrud), próxima a Babilonia. En primavera, con motivo de la celebración del año nuevo babilonio, se llevaba la imagen de Nebo en procesión sagrada desde Borsipa a Babilonia. Después, cuando la imagen se devolvía al santuario de Borsipa, la imagen de Marduk (conocido también por el título de Bel [Señor]) acompañaba a la de Nebo parte del recorrido. Es muy apropiado, entonces, que la profecía de Isaías hiciese referencia específica a la venidera deshonra de Bel y Nebo debido a la caída de Babilonia. (Isa 46:1, 2.)
5. Nebo, Padre de Zabad uno de los israelitas a los que Esdras instó a despedir a sus esposas e hijos extranjeros (Esd 10:10, 11, 27, 33, 43, 44.)
1. Ramá - (Ramatita) Ciudad del territorio de Benjamín, al norte de Jerusalén. En Josué 18:25 se la menciona entre Gabaón y Beerot. Al parecer estaba cerca de Betel, que quedaba al S. del territorio de Efraín. (Jue 4:5.) Un levita que viajaba hacia el N., después de pasar Jerusalén llegó a Guibeah, y Ramá debía encontrarse un poco más allá. (Jue 19:11-15; Os 5:8.) También se dice que estaba en las inmediaciones de Gueba. (Isa 10:29.) Todas estas referencias, junto con el testimonio de Eusebio, identifican a la Ramá de Benjamín con la ubicación de la moderna er-Ram, a unos 8 Km. al N. de Jerusalén, 3 Km. al N. de Guibeah, 5 Km. al E. de Gabaón y 3 Km. al O. de Gueba. Como indica su nombre, la ciudad está situada sobre una elevación.
Tras la división del reino, Ramá cobró importancia debido a que estaba cerca de la frontera entre Israel y Judá, y del camino que cruzaba de N. a S. la zona montañosa. El rey Baasá de Israel empezó a fortificar Ramá de Benjamín mientras guerreaba contra Asá. (1Re 15:16, 17; 2Cr 16:1.) Pero cuando el rey de Siria atacó Israel desde el N., Baasá abandonó Ramá y Asá la conquistó, además de apoderarse de los materiales de construcción que Baasá había estado utilizando y que pasó a emplear en la edificación de las ciudades vecinas de Gueba y Mizpá. (1Re 15:20-22; 2Cr 16:4-6.) Parece ser que cuando Jerusalén fue destruida en el año 607 a. E.C., se reunió a los judíos cautivos en Ramá antes de trasladarlos a Babilonia. (Jer 40:1.) La ciudad fue repoblada después del exilio. (Esd 2:1, 26; Ne 7:30; 11:33.)
Algunos escriturarios han entendido que esta confluencia de judíos en Ramá, donde quizás también se dio muerte a algunos de ellos, antes de llevarlos al exilio, es el acontecimiento al que aluden las palabras: “En Ramá se está oyendo una voz, lamentación y llanto amargo; Raquel que llora a sus hijos. Ha rehusado ser consolada acerca de sus hijos, porque ya no son”. (Jer 31:15.) Raquel, la esposa de Jacob, había deseado tanto tener hijos que sin ellos se consideraba “muerta”. (Gé 30:1.) De manera que ahora se podía decir que Raquel, en sentido figurado, lloraba por la pérdida de los judíos que habían muerto o habían sido llevados cautivos. O, como Raquel fue la madre de Benjamín, las palabras de Jeremías pueden referirse en particular a su llanto por los benjamitas que residían en Ramá. Jeremías explicó posteriormente que aún había esperanza, porque los desterrados regresarían. (Jer 31:16.) En Mateo 2:18 las palabras proféticas de Jeremías 31:15 se aplican también al tiempo en que Herodes ordenó la matanza de niños en Belén.
Ramatita(De [Perteneciente a] Ramá).
Sobrenombre de Simeí, el encargado de los viñedos del rey David. (1Cr 27:27.) Indica que procedía de una de las varias localidades llamadas Ramá, sin que se pueda precisar de cuál.
2. Ramá - (Baalat-Beer; Baal 3) Ciudad de la tribu de Simeón enclavada en el Négueb. (Jos 19:1, 8.) Era el mismo lugar que Baalat-Beer y se la conocía como “Ramá del sur”. Se la identifica tentativamente con Khirbet Ghazzah (Horvat `Uza), situada a unos 30 Km. al E. de Beer-seba.
3. Ramá, Ciudad sin identificar del territorio de Aser a la que solo se hace referencia en Josué 19:24, 29. Resulta difícil ubicarla valiéndose únicamente del texto, aunque parece haber estado en el N., hacia Tiro.
4. Ramá, Ciudad fortificada de Neftalí. (Jos 19:32, 36.) Se la identifica tentativamente con Khirbet Zeitun er-Rameh (conocida también como Khirbet Jul), inmediatamente al E. de er-Rameh (Ramá) y unos 30 Km. al E. de la ciudad portuaria de `Akko (Akkó). No obstante, la única referencia a ella en el libro de Josué no permite ubicarla con certeza.
5. Ramá - (Arimatea, Armataim-zifa, Ramataim-zofim, Ramataim-sofim, Rentis, Zufeo) Ciudad natal del profeta Samuel y de sus padres. En 1 Samuel 1:1 se llama a Elqaná, el padre de Samuel, un “hombre de Ramataim-zofim, de la región montañosa de Efraín”. A lo largo del resto del relato se utiliza la forma abreviada “Ramá”. (1Sa 1:19.) Quizás se usa primero el nombre más largo para distinguir esta Ramá de los otros lugares con el mismo nombre, como la ciudad de Ramá de Benjamín. Algunas versiones traducen: “Un hombre de Rama, un sufita” (CB, EMN; véanse también CJ, NBE, PIB, VP). Esta traducción del texto masorético indicaría que Elqaná era un descendiente de Zuf (Zofai) o bien que era un hombre del distrito de Zuf. (1Cr 6:27, 28, 34, 35; 1Sa 9:5.)
Una tradición antigua recogida por Eusebio identifica a Ramá con la ubicación de la moderna Rentis (Rantis), en las colinas de Efraín, a unos 35 Km. al NO. de Jerusalén. Este lugar correspondería con la Arimatea (forma griega del término hebreo Ra·máh) mencionada en las Escrituras Griegas Cristianas. (Lu 23:50-53.)
Elqaná fijó su residencia en Ramá, donde nació Samuel, pero todos los años viajaba a Siló (a 30 km. -20 millas- por las montañosas tierras de Efraín) para ofrecer sacrificios. (1Sa 1:3, 19; 2:11.) Aunque Samuel vivió por algún tiempo con el sacerdote Elí, que estaba en Siló, con el tiempo se estableció en Ramá, desde donde viajaba de ciudad en ciudad para juzgar a Israel. (1Sa 3:19-21; 7:15-17; 8:4; 15:24-35; 16:4, 13; 19:18-24.) Cuando Samuel murió, fue enterrado “en su casa, en Ramá”, en “su propia ciudad”. (1Sa 25:1; 28:3.)
6. Ramá - (Ramot 3, Ramot-galaad)
(probablemente: Lugares Encumbrados de Galaad)
Forma abreviada de Ramot-Galaad. (2 Re 8:28, 29; 2Cr 22:5, 6.)
Ciudad estratégica situada en el territorio de Gad, al E. del Jordán. Era una de las ciudades levitas ubicadas en ese lado del río (1Cr 6:80), y se la seleccionó como una de las ciudades de refugio. (Dt 4:43; Jos 20:8; 21:38.) Salomón nombró a un comisario en esta ciudad para que se encargase de proveer alimento para el rey, alimento que procedía de las aldeas y ciudades de Galaad y Basán. (1Re 4:7, 13.)
Cuando Siria atacó a Israel después de la división del reino, Ramot-galaad desempeñó un papel importante en la historia israelita, pues era la puerta de entrada al territorio que quedaba al E. del Jordán. Pero con el tiempo, los sirios tomaron la ciudad. A pesar de la promesa que hizo Ben-hadad II de devolver las ciudades israelitas que habían sido tomadas, parece ser que Ramot-galaad no fue devuelta. (1Re 20:34.) Acab de Israel intentó recuperarla con la ayuda del rey Jehosafat de Judá, a pesar del consejo de Micaya de que no lo hiciera. Aquel intento resultó en la muerte de Acab. (1Re 22:13-38.)
Jehoram, hijo de Acab, junto con Ocozías de Judá, también luchó contra los sirios en Ramot-galaad. Segundo de los Reyes 9:14 dice: “Jehoram mismo había estado vigilando en Ramot-galaad [...] a causa de Hazael el rey de Siria”. De modo que posiblemente Jehoram ya había tomado la ciudad antes, y la estaba defendiendo (no atacando) cuando Ocozías se unió a él contra Hazael. Jehoram resultó herido en esa batalla y se retiró a Jezreel para recuperarse. (2Re 8:25-29; 2Re 9:14, 15; 2Cr 22:5-8.)
Mientras tanto, el servidor de Eliseo ungió al jefe militar Jehú en Ramot-galaad para que fuese el siguiente rey. (2Re 9:1-14.)
No se sabe con seguridad la ubicación exacta de Ramot-galaad. Una de las muchas ubicaciones que se han propuesto es Tell Ramith, a unos 45 Km. al SE. del extremo meridional del mar de Galilea. El nombre de este tell posiblemente se haya derivado de Ramot-galaad. Está sobre una colina que domina una llanura, lo que concuerda con el probable significado de Ramot (Lugares Elevados; de una raíz que significa “elevar”). Ese hubiera sido un lugar conveniente para un comisario encargado de Galaad y Basán. (1Re 4:13.)
1. Samaria, Capital durante 200 años del reino septentrional de Israel, formado por las 10 tribus del norte; también nombre de todo el territorio de ese reino. La ciudad se construyó en una montaña con el mismo nombre. Ciudad que el rey Omrí empezó a edificar hacia la mitad del siglo X a. E.C. Omrí compró a Sémer la montaña en cuya cima se edificó esta ciudad por dos talentos de plata (13.212 dólares [E.U.A.]). (1Re 16:23, 24.) Tanto a la montaña como a la ciudad se las siguió conociendo por el nombre de su anterior propietario. (Am 4:1; 6:1.) En los días de Jesús, Samaria era un distrito situado entre Galilea en el norte y Judea en el sur. En sus viajes, Jesús normalmente evitaba predicar en esta región, pero a veces pasó por allí y habló con sus habitantes. Pedro usó la segunda llave simbólica del Reino cuando los samaritanos recibieron el espíritu santo (1Re 16:24; Jn 4:7; Hch 8:14). Ver apén. B10.
Ubicación. Se ha identificado a Samaria con unas ruinas llamadas Someron contiguas al pueblo árabe de Sabastiya, situadas a 55 Km. al N. de Jerusalén y a 11 Km. al NO. de Siquem, en el territorio de Manasés. Cuando se dijo que Samaria era la “cabeza” de Efraín, se estaba haciendo referencia a su posición como la capital del reino de diez tribus, de las que Efraín era la tribu dominante. (Isa 7:9.) Samaria estaba cerca o posiblemente en la misma ubicación de “Samir, en la región montañosa de Efraín”, donde vivía el juez Tolá, uno de los jueces de Israel. (Jue 10:1, 2.)
La cumbre más bien llana de la colina de Samaria, de unos 2 Km. de E. a O., era una ubicación ideal para una ciudad. Había una pendiente abrupta de unos 90 m. hasta la llanura inferior, lo que facilitaba su defensa. La vista también era magnífica; hacia el N., el E. y el S. estaban los picos más altos, mientras que hacia el O., la tierra iniciaba un suave declive desde una altitud de 463 m. hasta las azules aguas del Mediterráneo, a 34 Km. de distancia.
Gran parte de la historia de Samaria está ligada a los catorce desobedientes reyes de Israel, desde Omrí hasta Hosea. (1Re 16:28, 29; 22:51, 52; 2Re 3:1, 2; 10:35, 36; 13:1, 10; 14:23; 15:8, 13, 14, 17, 23, 25, 27; 17:1.)
Durante el tiempo de Acab. Tras la muerte de Omrí, su hijo Acab continuó con la edificación de la ciudad durante sus veintidós años de reinado. Entre otras cosas construyó un templo y un altar a Baal, y “el poste sagrado” de adoración; todo esto evidenciaba la implantación en esta ciudad recientemente creada de la religión cananea fomentada por Jezabel, la esposa fenicia de Acab. (1Re 16:28-33; 18:18, 19; 2Re 13:6.) Acab también embelleció Samaria con una hermosa “casa de marfil”, que probablemente estaba provista de “lechos de marfil”, una casa similar a la que el profeta Amós había mencionado cien años antes. (1Re 22:39; Am 3:12, 15; 6:1, 4.) Los arqueólogos han hallado en las ruinas de Samaria más de 500 fragmentos de marfil, muchos de ellos tallados artísticamente.
Durante la última parte del reinado de Acab, el rey sirio Ben-hadad II sitió Samaria, jactándose de que la arrasaría tanto que no quedaría siquiera polvo para llenar las manos de sus soldados. Sin embargo, se dio la victoria a los israelitas para que Acab supiera que Jehová es el Dios Todopoderoso. (1Re 20:1-21.) En una segunda confrontación menos de un año después, cuando Ben-hadad fue obligado a rendirse, Acab le dejó marchar con la promesa de que devolvería a Israel sus ciudades y que ‘asignaría calles’ en Damasco a Acab, tal como el padre de Ben-hadad se había asignado calles en Samaria. (1Re 20:26-34.) Las “calles” que se asignó el padre de Ben-hadad debieron ser para abrir bazares o mercados a fin de promover sus intereses comerciales. No obstante, Acab volvió a Samaria triste y descorazonado, porque Jehová le dijo que perdería su vida por haber perdonado la de Ben-hadad. (1Re 20:35-43.)
Esta profecía se cumplió al tercer año, cuando Acab invitó al rey Jehosafat de Judá para que le ayudara a recuperar Ramot-galaad de Siria. Los dos reyes se entrevistaron a la entrada de Samaria y se prepararon para la batalla, desoyendo al profeta de Jehová y escuchando el consejo engañoso de los falsos profetas. (1Re 22:1-28; 2Cr 18:2, 9.) Acab fue a la batalla disfrazado, pero le alcanzó una flecha perdida. El rey se desangró en su carro. Se le llevó de vuelta a Samaria para el entierro, y se lavó el carro en el estanque de esa ciudad. (1Re 22:29-38.) Es posible que fuera un gran estanque rectangular poco profundo que han descubierto los arqueólogos en ese lugar.
Jehú materializó el juicio final sobre la casa de Acab cuando Jehová lo ungió para su obra de ejecución. (2Re 9:6-10.) Después de matar al hijo de Acab, Jehoram, a su nieto Ocozías y a su viuda, Jezabel (2Re 9:22-37), Jehú se escribió con los príncipes y ancianos de Samaria y dispuso la decapitación de los 70 hijos restantes de Acab. “Sepan, pues —dijo Jehú—, que no caerá a tierra sin cumplirse nada de la palabra de Jehová que Jehová ha hablado contra la casa de Acab; y Jehová mismo ha hecho lo que habló por medio de su siervo Elías.” (2Re 10:1-12, 17.)
En Samaria y sus alrededores se pronunciaron otras declaraciones de Jehová mediante sus profetas Elías y Eliseo y tuvieron lugar los sucesos que las cumplieron. Por ejemplo, el hijo de Acab, Ocozías, se cayó por el enrejado de la cámara del techo de su palacio de Samaria (2Re 1:2-17), el leproso sirio Naamán fue a Samaria para curarse (2Re 5:1-14) y la fuerza militar siria enviada para capturar a Eliseo fue cegada mentalmente y conducida a Samaria, donde se alimentó a los hombres y se les mandó de regreso a casa. (2Re 6:13-23.) Durante el reinado del hijo de Acab, Jehoram, los sirios sitiaron Samaria, y causaron tal hambre que algunas personas se comieron a sus propios hijos. Pero luego, en cumplimiento de la profecía de Eliseo, el hambre terminó en una noche cuando Jehová hizo que los soldados sirios huyeran y dejaran tras sí sus provisiones de alimento. (2Re 6:24-29; 7:1-20.)
Rival de Jerusalén. De vez en cuando, la rivalidad y animosidad entre Samaria y Jerusalén, las respectivas capitales de los reinos septentrional y meridional, provocaban la guerra. En una ocasión, cuando el rey de Judá estaba a punto de atacar a Edom, envió a 100.000 mercenarios de Israel de regreso a sus casas por orden de Jehová. A pesar de que se les habían pagado 100 talentos de plata (660.600 dólares [E.U.A.]), esos israelitas estaban tan enfurecidos que invadieron y saquearon las ciudades de Judá “desde Samaria hasta Bet-horón”. (2Cr 25:5-13.) Envalentonado por su victoria sobre Edom, el rey de Judá provocó una pelea con el rey de Samaria, pelea que se zanjó cuando todo el oro y la plata de la casa de Jehová, así como los tesoros de la casa del rey en Jerusalén, fueron llevados a Samaria. (2Re 14:8-14; 2Cr 25:17-24.) Sin embargo, años más tarde, tras conseguir una derrota sobre el rey Acaz de Judá, los hombres de Israel devolvieron a los cautivos y el botín que se había llevado a Samaria a fin de escapar de la cólera de Jehová. (2Cr 28:5-15.)
Con el tiempo, la ciudad de Samaria fue destruida debido a su idolatría, su corrupción moral y su continuo desprecio hacia las leyes y principios de Dios. (2Re 17:7-18.) Jehová advirtió a sus gobernantes y súbditos repetidas veces por boca de profetas como Isaías (8:4; 9:9), Oseas (7:1; 8:5, 6; 10:5, 7; 13:16), Amós (3:9; 8:14) y Miqueas (1:1, 5, 6), además de Elías y Eliseo (1Re 20:13, 28, 35-42; 22:8). Más adelante, después de su destrucción, otros profetas se refirieron a Samaria como un ejemplo amonestador para aquellos que rechazan las instrucciones de Jehová. (2Re 21:10-13; Jer 23:13; Eze 16:46-51, 53, 55; 23:4, 33.)
Historia posterior. En el año 742 a. E.C., Salmanasar V, rey de Asiria, puso sitio a Samaria, pero la ciudad pudo resistir durante casi tres años. Cuando finalmente cayó, en el año 740 a. E.C., muchos de sus habitantes más destacados fueron llevados al exilio e instalados en Mesopotamia y Media. Todavía no se ha zanjado la cuestión de si se debe atribuir la toma final de la ciudad a Salmanasar V o a su sucesor Sargón II. (2Re 17:1-6, 22, 23; 18:9-12.)
Con la caída de Samaria ante los asirios finaliza la historia detallada que da la Biblia de la ciudad. La mayoría de las referencias posteriores a la ciudad, aunque no todas (2Re 23:18; Hch 8:5), se hacen a modo de recordatorio de lo que les sucede a los que se rebelan contra Jehová. (2Re 18:34; 21:13; Isa 10:9-11; 36:19.) La Biblia relata que después de la destrucción de Jerusalén y el posterior asesinato de Guedalías, 80 hombres de Siquem, Siló y Samaria bajaron a Mizpá y se encontraron con el asesino Ismael. Este hizo una gran matanza, pues solo conservó con vida a algunos que le prometieron mostrarle dónde tenían escondidos tesoros de trigo, cebada y aceite. (Jer 41:1-9.)
Los registros seglares relatan algo de la historia de Samaria desde la época de Alejandro Magno en adelante. En tiempos romanos su esplendor se debió a las obras de construcción de Herodes el Grande, quien le dio el nuevo nombre griego de Sebaste (que traduce el nombre latino Augusta), en honor de Augusto, el primer emperador. Hoy el nombre árabe Sabastiya recuerda el que le puso Herodes. Por lo tanto, no sorprende que las excavaciones hayan desenterrado en este lugar restos de diferentes períodos de su historia; algunos de ellos datan del tiempo de los reyes de Israel.
2. Samaria, Territorio del reino septentrional de diez tribus de Israel. El nombre de su capital, Samaria, a veces se aplicó a toda esa zona. Por ejemplo, a Acab no se le llamó “el rey de Samaria” con el sentido de rey de la ciudad únicamente, sino con el sentido más amplio de rey de las diez tribus. (1Re 21:1.) De igual manera, la expresión “las ciudades de Samaria” hacía referencia a las que estaban esparcidas por todas las diez tribus, no a las ciudades agrupadas en torno a la capital. (2Re 23:19; esta misma expresión se registra en 1Re 13:32; en caso de que se usara antes de la edificación de la ciudad de Samaria, puede haber tenido un valor profético; de no ser así, pudo haberla introducido el escritor de los Reyes.) El hambre que hubo “en Samaria” en los días de Acab se extendió por todo el reino de Samaria y, de hecho, hasta incluyó a Fenicia, abarcando por lo menos desde el valle torrencial de Kerit, al E. del Jordán, hasta Sarepta, en la costa mediterránea. (1Re 17:1-12; 18:2, 5, 6.) De manera similar, la promesa de restauración concerniente a “las montañas de Samaria” debe haber abarcado la totalidad del reino de Samaria. (Jer 31:5.)
Al parecer, Tiglat-piléser III fue el primero que desarraigó a los israelitas del territorio de Samaria, pues se llevó a Asiria a algunos rubenitas, gaditas y manasitas prominentes del E. del Jordán. (1Cr 5:6, 26.) Cuando por fin cayó el reino septentrional, otros muchos fueron llevados al exilio. (2Re 17:6.) Pero esta vez el rey de Asiria reemplazó a los israelitas con gente de otras partes de su reino, una política de repoblación que siguieron Esar-hadón y Asnapar (Asurbanipal). (2Re 17:24; Esd 4:2, 10.)
Los leones empezaron a multiplicarse en la zona, debido probablemente a que la tierra, o gran parte de ella, había estado desolada durante un tiempo. (Compárese con Éx 23:29.) Los pobladores debieron pensar, supersticiosamente, que se debía a que no adoraban al dios de esta tierra. Por ello el rey de Asiria envió de regreso a un sacerdote exiliado adorador de becerros. Este enseñó a los nuevos pobladores acerca de Jehová, pero, igual que en tiempo de Jeroboán, mezclaron la adoración de Jehová con la de sus dioses falsos. (2Re 17:24-41.)
★COLINAS DE SAMARIA La parte sur de esta región es la más montuosa, pues se eleva a más de 900 metros (3.000 pies) en el este. (1 Sam. 1:1.) En esta región llueve más, y la lluvia es más confiable, que en Judá hacia el sur. Esta región fue poblada por los descendientes de Efraín, el hijo menor de José. La parte norte de esta región, que fue asignada a la media tribu de Manasés, el hijo mayor de José, consta de cuencas de valle y pequeñas llanuras rodeadas de colinas. La tierra montuosa no es muy fértil, aunque hay viñas y olivares, cuyo cultivo ha sido posible por el uso extenso de terrazas en las laderas bajas. (Jer. 31:5.) Sin embargo, las cuencas de valle más grandes son excelentes para el cultivo de granos y para la agricultura en general. En esta región había muchas ciudades en tiempos bíblicos. Durante el tiempo del reino norteño, Manasés proveyó las tres capitales sucesivas: Siquem, Tirzá y Samaria, y toda esta región recibió el nombre de Samaria debido a la capital. (1 Rey. 12:25; 15:33; 16:24.)
En verdad la bendición de Moisés sobre José se cumplió respecto a esta tierra. “En cuanto a José, dijo: ‘Que de Jehová sea continuamente bendecida su tierra con las cosas selectas del cielo, con rocío, [...] y con las cosas selectas, los productos del sol, y con las cosas selectas, el fruto de los meses lunares, y con lo más selecto de las montañas del este, y con las cosas selectas de las colinas de duración indefinida’.” (Deu. 33:13-15.) Sí; esta era una tierra deleitable. Sus montañas estaban densamente arboladas, sus valles eran productivos, y la región llegó a estar llena de ciudades prósperas y bien pobladas. (1 Rey. 12:25; 2 Cró. 15:8.) En tiempos posteriores Jesús predicó en la tierra de Samaria, como también lo hicieron sus discípulos, y el cristianismo tuvo muchos apoyadores allí. (Juan 4:4-10; Hech. 1:8; 8:1, 14.)
3. Samaria Distrito romano a través del cual viajó Jesús de vez en cuando y donde más tarde los apóstoles llevaron el mensaje del cristianismo. Actualmente no se conocen sus límites con exactitud, pero en términos generales estaba situado entre Galilea, al N., y Judea, al S., y se extendía desde el Jordán hacia el O., hasta las llanuras de la costa mediterránea. En su mayor parte, ese distrito abarcaba los territorios que en un tiempo pertenecieron a la tribu de Efraín y a la media tribu de Manasés (al O. del Jordán).
De vez en cuando, Jesús pasaba por Samaria cuando se dirigía a Jerusalén o salía de allí, ya que estaba situada entre los distritos de Judea y Galilea. (Lu 17:11; Jn 4:3-6.) Pero por lo general se abstuvo de predicar en este territorio, e incluso dijo a los doce que envió que evitasen las ciudades samaritanas y que fueran “continuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel”, es decir, a los judíos. (Mt 10:5, 6.)
Sin embargo, esta restricción solo estuvo en vigor un tiempo limitado, puesto que antes de ascender a los cielos, Jesús dijo a sus discípulos que no solo llevarían las buenas nuevas a Samaria, sino hasta la parte más lejana de la Tierra. (Hch 1:8, 9.) De modo que cuando estalló persecución en Jerusalén, los discípulos, en particular Felipe, emprendieron el ministerio en Samaria. Más tarde se envió a Samaria a Pedro y Juan, lo que resultó en una mayor expansión del cristianismo. (Hch 8:1-17, 25; 9:31; 15:3.)
Los Samaritanos.
(probablemente: De [Perteneciente a] Samaria).
El término “samaritanos” aparece por primera vez en las Escrituras después de la conquista del reino de diez tribus de Samaria, en el año 740 a. E.C.; se aplicó a los que vivían en el reino septentrional antes de esa conquista, para distinguirlos de los extranjeros que más tarde llegaron de otras partes del Imperio asirio. (2Re 17:29.) Parece ser que los asirios no deportaron a todos los habitantes israelitas, pues el relato de 2 Crónicas 34:6-9 (compárese con 2Re 23:19, 20) indica que durante el reinado de Josías todavía había israelitas en esa zona. La palabra “samaritanos” con el tiempo aplicó tanto a los descendientes de los que quedaron en Samaria como a los que llevaron los asirios. Por lo tanto, algunos sin duda nacieron de matrimonios mixtos. Mucho tiempo después, el nombre “samaritano” adquirió una connotación más religiosa que racial o política. Un “samaritano” era alguien que pertenecía a la secta religiosa que floreció en las inmediaciones de las antiguas Siquem y Samaria, y que se adhería a ciertas doctrinas inconfundiblemente diferentes a las del judaísmo. (Jn 4:9.)
Por lo general, los judíos menospreciaban a los samaritanos y no tenían trato con ellos (Jn 4:9). Algunos judíos incluso empleaban el término “samaritano” para expresar desprecio y rechazo (Jn 8:48). Según la Misná, cierto rabino decía que “quien come pan de los samaritanos era como quien comía carne de cerdo” (Shebiit 8:10). Muchos judíos no daban credibilidad al testimonio de los samaritanos ni permitían que estos les prestaran ningún servicio. Como Jesús sabía que los judíos despreciaban a los samaritanos, utilizó una parábola —conocida como la parábola del buen samaritano— para transmitir una importante lección.
La religión samaritana. La religión samaritana llegó a la existencia debido a varios factores; uno de los principales fue el esfuerzo de Jeroboán por alejar a las diez tribus de la adoración de Jehová centrada en Jerusalén. Durante aproximadamente doscientos cincuenta años, a los sacerdotes levíticos que Dios había nombrado los reemplazó un sacerdocio instalado por el hombre, sacerdocio que, a su vez, condujo al reino de Israel a la práctica de idolatría degradante. (1Re 12:28-33; 2Re 17:7-17; 2Cr 11:13-15; 13:8, 9.) Luego llegó la caída del reino septentrional. Los inmigrantes paganos traídos desde Babilonia, Cutá, Avá, Hamat y Sefarvaim eran adoradores de muchas deidades: Sucot-benot, Nergal, Asimá, Nibhaz, Tartaq, Adramélec y Anamélec. Aunque aprendieron algo acerca de Jehová gracias a la instrucción de un sacerdote del sacerdocio de Jeroboán, sin embargo, tal como Samaria había hecho con los becerros de oro, estos continuaron adorando a sus dioses falsos generación tras generación. (2Re 17:24-41.) Los grandes esfuerzos de Josías por librar a esas comunidades septentrionales de su adoración idolátrica, más o menos cien años después de la caída de Samaria, no tuvieron un efecto más duradero que el de las reformas similares que hizo en el reino meridional de Judá. (2Re 23:4-20; 2Cr 34:6, 7.)
En el año 537 a. E.C., un resto de las doce tribus regresó del exilio en Babilonia dispuesto a reedificar el templo de Jehová en Jerusalén. (Esd 1:3; 2:1, 70.) Entonces, los “samaritanos”, que ya estaban en la tierra cuando los israelitas llegaron y de quienes se dijo que eran “adversarios de Judá y Benjamín”, se acercaron a Zorobabel y a los hombres de mayor edad y les dijeron: “Déjennos edificar junto con ustedes; porque, lo mismo que ustedes, nosotros buscamos a su Dios y a él le hacemos sacrificios desde los días de Esar-hadón el rey de Asiria, que nos hizo subir acá”. (Esd 4:1, 2.) Sin embargo, esta afirmación de devoción a Jehová demostró ser solo de labios, puesto que cuando Zorobabel rechazó su oferta, los samaritanos hicieron todo lo que pudieron para evitar la edificación del templo. Después de que todos sus esfuerzos concertados para hostigarlos e intimidarlos fallaron, escribieron falsas acusaciones en una carta dirigida al emperador persa, y así lograron que se emitiese un decreto gubernamental que detuvo la construcción durante varios años. (Esd 4:3-24.)
A la mitad del siglo V a. E.C., cuando Nehemías comenzó a reparar los muros de Jerusalén, Sanbalat (el gobernador de Samaria, según uno de los papiros de Elefantina) se esforzó vigorosamente por detener el proyecto, pero no tuvo éxito. (Ne 2:19, 20; 4:1-12; 6:1-15.) Más tarde, después de una larga ausencia, Nehemías regresó a Jerusalén y halló que el nieto del sumo sacerdote Eliasib se había casado con la hija de Sanbalat. Inmediatamente Nehemías ‘lo ahuyentó’. (Ne 13:6, 7, 28.)
Hay quien opina que la edificación del templo samaritano en el monte Guerizim (posiblemente en el siglo IV a. E.C.), en competencia con el que estaba en Jerusalén, marcó la separación final de los judíos y los samaritanos, aunque otros creen que la ruptura de relaciones ocurrió más de un siglo después. Cuando Jesús empezó su ministerio, la brecha entre los dos pueblos no se había zanjado todavía, aunque el templo de Guerizim había sido destruido alrededor de un siglo y medio antes. (Jn 4:9.) Los samaritanos todavía adoraban en el monte Guerizim (Jn 4:20-23), y los judíos no los respetaban (Jn 8:48). Esta actitud desdeñosa le sirvió a Jesús para recalcar una lección vital en la parábola del buen samaritano. (Lu 10:29-37.)
El Pentateuco Samaritano. Solo los primeros cinco libros de la Biblia han constituido las Escrituras de los samaritanos desde tiempos antiguos, y estos únicamente en su propia recensión, escrita en sus propios caracteres y conocida como el Pentateuco Samaritano. Rechazaban el resto de las Escrituras Hebreas, con la posible excepción del libro de Josué. El Pentateuco Samaritano difiere del texto masorético en unos 6.000 detalles, la mayoría de los cuales son de mínima importancia, si bien algunos sí son importantes, como, por ejemplo, la lectura de Deuteronomio 27:4, donde dice que fue en Guerizim, en lugar de en Ebal, donde se inscribieron las leyes de Moisés en piedras blanqueadas. (Dt 27:8.) La razón obvia para este cambio era dar crédito a su creencia de que Guerizim es la santa montaña de Dios.
Pero el que los samaritanos aceptasen totalmente el Pentateuco les dio base para creer que vendría un profeta mayor que Moisés. (Dt 18:18, 19.) Los samaritanos esperaban en el primer siglo la venida de Cristo, el Mesías, y algunos de ellos lo reconocieron, si bien otros lo rechazaron. (Lu 17:16-19; Jn 4:9-43; Lu 9:52-56.) Más tarde, gracias a la predicación de los cristianos primitivos, muchos samaritanos abrazaron con gozo el cristianismo. (Hch 8:1-17, 25; 9:31; 15:3.) ★Versiones - [El “Pentateuco” samaritano]
1. Sela, Lugar situado en la frontera del territorio amorreo.
1. Sela, Lugar situado en la frontera del territorio amorreo después que los israelitas tomaron posesión de la Tierra Prometida. (Jue 1:36.) En la actualidad se desconoce su ubicación. Algunos lo identifican con el Sela que se halla en Edom (2Re 14:7), pero no existe ninguna prueba de que el territorio amorreo llegara alguna vez tan al S. y se adentrara tanto en la región controlada por los edomitas.
2. Sela - (Joqteel) Importante ciudad edomita que capturó el rey Amasías de Judá y a la que dio el nuevo nombre de Joqteel. (2Re 14:7.) Posiblemente sea la “ciudad fortificada” sin nombre que se menciona en el Salmo 108:10.
Hay quien identifica a esta ciudad con Um el-Biyara, una acrópolis rocosa situada a unos 100 Km al NNE. del extremo septentrional del golfo de `Aqaba. Este lugar está situado en la esquina occidental de la llanura donde más tarde se edificó la ciudad nabatea de Petra. Esta llanura está bien protegida al ser accesible solo a través de un desfiladero estrecho y tortuoso y estar rodeada por escarpados riscos de arenisca. Las impresionantes ruinas de Petra, tanto de templos como de tumbas y moradas labradas en la roca, no formaban parte de la antigua ciudad edomita de Sela. Últimamente los eruditos han favorecido la identificación de Sela con es-Sela´, a unos 4 Km. al NNO. de Bozrá.
3. Sela, Lugar que se menciona en una declaración formal contra Moab. (Isa 15:1; 16:1.) No se sabe con certeza si se trata o no del mismo lugar que el núm. 2.