Lugar que formaba parte del límite meridional de la Tierra Prometida, entre Hazar-addar y el valle torrencial de Egipto. (Nú 34:3-5; Jos 15:1-4.) Se ha opinado que podría corresponder con `Ain el-Qeseimeh, que está a unos 13 Km. al NO. de Qadés-Barnea. Hay una pequeña fuente en esta localidad.
Punto geográfico utilizado para determinar o dar la situación del campamento de los israelitas en Pihahirot antes de que cruzaran el mar Rojo. (Éx 14:2; Nú 33:1-7.) Después de dejar Ramesés, primero acamparon en Sucot, y luego, en Ezam, “en la orilla del desierto”. (Éx 13:20.) Entonces Jehová les dijo que ‘se volvieran y acamparan delante de Pihahirot, entre Migdol y el mar, a vista de Baal-zefón’. Fue en este lugar donde empezaron a alcanzarlos los carros, la caballería y las fuerzas militares de Faraón. (Éx 14:2, 9.)
La ubicación de Baal-zefón es incierta. Debió ser un lugar conocido en aquel tiempo. Por supuesto, el factor principal para su identificación es que los israelitas cruzaron el mar Rojo cerca de allí, y el relato indica que atravesaron una masa de agua de considerable profundidad. Para hallar una profundidad tal, hay que desplazarse bastante hacia el S., hasta el extremo septentrional del golfo de Suez. Sobre esta base, algunos eruditos han relacionado Baal-zefón con las montañas de esa región. La obra A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 128), dice: “Cerca del mar Rojo, en Egipto, prob[ablemente] Mt. `Ataka”. Esta montaña está cerca del extremo N. del golfo de Suez, a poca distancia al SO. de la moderna ciudad de Suez. Otros lo relacionan con Jebel el Galala, unos 40 Km. más al S. Los que favorecen este lugar creen que Migdol, mencionado junto con Baal-zefón en el relato, era una atalaya ubicada estratégicamente en Jebel (monte) `Ataqah. (Véanse ÉXODO; PIHAHIROT.)
Enclave de Simeón dentro de los límites territoriales de Judá. (Jos 19:1, 8.) También se le llama “Ramá del sur” (o Négueb). Debe ser la ciudad llamada Baal en 1 Crónicas 4:33 y posiblemente la “Ramot del sur” de 1 Samuel 30:27. Las referencias a esta ciudad la sitúan al S. de Beer-seba, dentro del Négueb.
Liga o confederación de diez ciudades griegas, que en un principio eran diez (del griego déka, que significa ‘diez’, y pólis, que significa ‘ciudad’). También era el nombre de la región situada al este del mar de Galilea y el río Jordán, donde estaban la mayoría de esas ciudades. Eran centros del comercio y de la cultura griegos. Jesús pasó por esta región, pero no hay registro de que visitara ninguna de las ciudades (Mt 4:25; Mr 5:20). Ver apéndices A7 y B10.
Después de la victoriosa campaña de Alejandro Magno de alrededor de 332 a. E.C., se fundaron colonias griegas en Siria y Palestina, al parecer por iniciativa de veteranos del ejército de Alejandro, que, a su vez, atrajeron a inmigrantes de habla griega. Muchas de estas colonias se asentaron en lugares donde ya habían existido poblados judíos, aunque hubo otras que se fundaron en territorio virgen, particularmente al E. del Jordán. Florecieron durante el dominio seléucida en Siria y el tolemaico en Egipto, pero la aparición del Estado judeo-macabeo (c. 168 a. E.C.) comprometió en gran manera su posición de relativa independencia. Si bien es cierto que en esas ciudades abundaban los judíos, no dejaban de ser centros de cultura y organización helénicas, por lo que estaban muy lejos del concepto social macabeo. Cuando en 63 a. E.C. Pompeyo conquistó y reestructuró Palestina, se otorgó a estas ciudades protección romana y se les dio un trato de favor. Aunque seguían debiéndole obediencia a Roma y al gobierno provincial sirio, se les permitió acuñar sus propias monedas y se les concedió un amplio margen de autogobierno, si bien no se les eximió del pago de impuestos ni de la participación en el servicio militar.
Cómo se constituyó la liga. Probablemente durante el período comprendido entre la conquista de Pompeyo y la muerte de Herodes el Grande (c. 1 a. E.C.), diez de esas ciudades helénicas se agruparon en una especie de federación conocida como la Decápolis. Parece que el motivo de esta unión fue un interés mutuo por estrechar las relaciones comerciales y defenderse o de las fuerzas antihelénicas de Palestina o de las agresivas tribus nómadas procedentes de las regiones desérticas orientales. El término “Decápolis” aparece primero en las Escrituras Griegas Cristianas y en los escritos de Josefo y Plinio el Viejo (ambos del siglo I E.C.). Aunque Plinio reconocía que ya existían algunas diferencias de opinión, mencionó que las siguientes ciudades eran las diez originales: Damasco, Filadelfia, Rafana, Escitópolis, Gadara, Hipos (Hipo), Dión, Pela (Pella), Gerasa y Canata. (Historia Natural, V, XVI, 74.) De estas, tan solo Escitópolis (Bet-seán) estaba al O. del Jordán. Esta ciudad daba acceso al valle de Esdrelón, cuya posición estratégica hizo de ella un importante enlace con la costa mediterránea y sus puertos marítimos. Damasco, muy al N., en Siria, debió incluirse por su importancia como centro comercial. Filadelfia (antigua Rabá, moderna `Amman) era la más meridional, pues se hallaba a solo unos 40 Km. al NE. del mar Muerto. Las ciudades restantes estaban en la región fértil de Galaad o en la región colindante de Basán. Se cree que la mayor parte de ellas se encontraban en las rutas principales de aquella región o en sus proximidades. Es probable que Canata sea la Quenat de Números 32:42.
En el siglo II E.C., Tolomeo menciona dieciocho ciudades pertenecientes a la Decápolis, lo que puede indicar que el nombre llegó a usarse de manera general y la cantidad de las ciudades variaba. Algunos eruditos creen que Abila, mencionada por Tolomeo, figuraba en lugar de Rafana entre las diez ciudades originales. De todas formas, parece claro que la región de la Decápolis no tenía límites precisos y que la autoridad de las ciudades de la liga no abarcaba todo el territorio intermedio, sino que se circunscribía al distrito de cada ciudad en particular.
El ministerio de Jesús y la Decápolis. A pesar de que hubo personas de la Decápolis entre las muchedumbres que se congregaron para oír la enseñanza de Jesús en Galilea (Mt 4:25), no hay mención específica de que dedicara tiempo a ninguna de estas ciudades helénicas, aunque estuvo en la región de la Decápolis durante su ministerio galileo, cuando cruzó el mar de Galilea y entró en el país de los gerasenos (o gadarenos, según Mt 8:28). (Mr 5:1.) Pero en esta ocasión, después de expulsar demonios y permitirles entrar en una piara de puercos, lo que resultó en que muriera toda la piara, la gente de la ciudad cercana y de aquella zona instó a Jesús a que ‘saliese de sus distritos’. Él accedió, pero el hombre al que había liberado de posesión demoniaca obedeció la instrucción de Jesús de ir a dar testimonio a sus familiares y proclamó las obras curativas de Jesús en la Decápolis. (Mr 5:2-20.) Hay eruditos que opinan que la presencia de una piara de puercos en ese distrito es una prueba más de la influencia no judía que predominaba en aquella región.
Después de la Pascua del año 32 y a su regreso de un viaje a las regiones de Tiro y Sidón (Fenicia), Jesús llegó hasta el “mar de Galilea y subió por en medio de las regiones de Decápolis”. (Mr 7:31.) En algún lugar de esta región sanó a un hombre sordo que tenía un impedimento en el habla y, poco después, alimentó milagrosamente a una muchedumbre de 4.000 personas. (Mr 7:32–8:9.)
Historia posterior. Según Eusebio, antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70, los cristianos de Judea huyeron a una ciudad de la Decápolis, Pela (Pella), en la región montañosa de Galaad, lo que indica que prestaron atención a la advertencia profética que Jesús había dado. (Lu 21:20, 21; Historia Eclesiástica, III, V, 3.)
No cabe duda de que, de todas las ciudades de Palestina, las de la Decápolis fueron, por sus tendencias helénicas, las que mejor reflejaron la cultura griega. Se cree que alcanzaron su máximo apogeo durante el siglo II E.C. y que hacia el siglo III la liga comenzó a escindirse. Las impresionantes ruinas de los teatros, anfiteatros, templos, baños, acueductos y otras construcciones, como las que hay en Gerasa (la actual Jerash) y en otras ciudades, dejan constancia hoy de la fuerte impronta de la cultura griega, así como de la gran riqueza que tuvieron las ciudades de la Decápolis.
La “Decápolis” era una confederación de diez ciudades helénicas: Escitópolis (situada al oeste del río Jordán); al este del Jordán: Filadelfia, Gerasa, Pella, Damasco, Kanata, Dion, Abila, Gadara, e Hipos. Estas diez ciudades, en un tiempo privadas de su libertad por los macabeos, fueron liberadas de suyugo por los romanos y se les había concedido un alto grado de autogobierno. Aunque teníanque pagar tributos y rendir servicio militar a Roma, se les había permitido formar una asociación en bien del progreso comercial y de la mutua defensa contra cualquier intrusión por parte de judíos o árabes. Tenían su propio ejército, tribunales y acuñación de monedas. Por toda aquella región había judíos esparcidos, pero en general era territorio gentil; como se ponía de manifiesto, por ejemplo, por sus numerosos anfiteatros griegos.
‘Ciudad de Licaonia’ (Asia Menor) donde el apóstol Pablo estuvo dos o tres veces.
Probablemente fue antes del invierno de 47-48 E.C., durante su primer viaje misional, cuando Pablo llegó a Derbe después de estar a punto de perecer lapidado en la cercana Listra. En Derbe, él y Bernabé ‘declararon las buenas nuevas’ e hicieron “una buena cantidad de discípulos”, entre los que es posible que estuviese “Gayo de Derbe”, a quien se menciona más tarde como compañero de viaje del apóstol. Aunque la historia indica que después del año 41 E.C. Derbe llegó a ser la ciudad más oriental de la provincia política de Galacia, parece que Lucas se refirió a ella en este relato como ‘ciudad de Licaonia’ en sentido regional o etnográfico. (Hch 14:6, 19-21; 20:4.) Varios meses después del Concilio de Jerusalén sobre la circuncisión (c. 49 E.C.), Pablo volvió a Derbe en el transcurso de su segundo viaje misional (Hch 15:36; 16:1), y, aunque no se dice nada al respecto, puede que en su tercer viaje —cuando fortaleció a los hermanos en el “país de Galacia”— haya parado en Derbe. (Hch 18:23.) No hay indicios de que Pablo tropezara en Derbe con algún tipo de oposición, y ni siquiera menciona la ciudad cuando muchos años después narra los sufrimientos que padeció en lugares próximos a ella. (2Ti 3:11.)
En la actualidad, se identifica a Derbe como Kerti Hüyük, a 21 Km. al NNE. de Karaman (la antigua Laranda) y a unos 100 Km. al SE. de Konya (la antigua Iconio). Respecto a si Pablo incluyó a Derbe en su carta a “las congregaciones de Galacia”, véase GÁLATAS, Estudio del Libro “Perspicacia”. (Gál 1:2.)
Montaña que en la actualidad se identifica con Jebel Eslamiyeh (Har `Eval), situada en el distrito de Samaria. Se halla frente al monte Guerizim, del que le separa un hermoso y estrecho valle, el valle de Siquem (valle de Nablus), en el que se encuentra protegida la ciudad de Nablus, cerca de la antigua Siquem. Tan solo hay vegetación, como viñas y olivos, en las laderas más bajas, mientras que las partes más altas son bastante yermas y rocosas. Al igual que otras montañas de Samaria, Ebal tiene un núcleo de caliza con una capa exterior de creta. Está al NE. del monte Guerizim y se eleva a más de 900 m. por encima del nivel del Mediterráneo. Los montes Guerizim y Ebal se hallan al O. del río Jordán. (Dt 11:29, 30.)
Mirando hacia el N. desde la cima del Ebal, se puede ver la mayor parte de Galilea y también el monte Hermón. Hacia el S. se divisa la región montañosa de Jerusalén y hacia el O., la llanura de Sarón y el mar Mediterráneo. Levantando la vista hacia el E. se puede ver hasta Haurán, al otro lado del Jordán. En cierta ocasión Abrán (Abrahán) acampó en el valle que se encuentra entre estas dos montañas, cerca de los árboles grandes de Moré. (Gé 12:6.)
Moisés les dijo a los israelitas que cuando Jehová los introdujera en la tierra que iban a poseer, tendrían “que dar la bendición sobre el monte Guerizim y la invocación de mal sobre el monte Ebal”. (Dt 11:29, 30.) También dijo que seleccionaran grandes piedras no labradas, las blanquearan con cal y las erigieran en el monte Ebal. Además, tenían que edificar un altar sobre el que presentar sacrificios a Jehová. Moisés también dijo: “Tienes que escribir sobre las piedras todas las palabras de esta ley, haciéndolas bien claras”. (Dt 27:1-8.)
Cuando Israel cruzó el Jordán, las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí se pusieron “de pie para la invocación de mal en el monte Ebal”, y las demás tribus lo hicieron “para bendecir al pueblo en el monte Guerizim”. Acto seguido, se enumeraron las bendiciones que recibirían los que obedecieran la ley de Dios, así como las maldiciones que les sobrevendrían a los que la quebrantaran. (Dt 27:12-14.) Cuando se pronunciaron las maldiciones por la desobediencia, todo el pueblo tuvo que decir “¡Amén!”, es decir, “¡Así sea!”, para mostrar que estaba de acuerdo con el hecho de que los practicantes de iniquidad merecían ser condenados. (Dt 27:15-26.)
Después de la victoria de Israel en Hai, Josué cumplió las instrucciones de Moisés y edificó un altar a Jehová en el monte Ebal. Escribió sobre piedras (quizás las del mismo altar, aunque no necesariamente) “una copia de la ley de Moisés que él había escrito delante de los hijos de Israel”. Más tarde, enfrente de la congregación de Israel (con sus residentes forasteros) reunida como Moisés había mandado, Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la ley, la bendición y la invocación de mal, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley”. La mitad de la congregación estaba de pie frente al monte Ebal y la otra mitad frente al monte Guerizim, y el arca del pacto y los levitas se encontraban entre los dos grupos. (Jos 8:30-35.) Las laderas del monte Ebal y del monte Guerizim proveyeron una acústica excelente para la ocasión. Es digno de mención que todos estos sucesos tuvieron lugar en las proximidades del centro geográfico de la Tierra de Promisión, cerca de donde Jehová había prometido esta tierra a Abrán (Abrahán), el antepasado de Israel. (Gé 12:6, 7.)
Según la tradición judía, los levitas que estuvieron de pie entre los montes Ebal y Guerizim miraban hacia el monte Guerizim al pronunciar una de las bendiciones, a la que el pueblo congregado contestaba “¡Amén!”. Luego se dice que se volvían hacia el monte Ebal para pronunciar una de las maldiciones, a la que los reunidos en aquel lado decían “¡Amén!”. No obstante, las Escrituras no detallan el procedimiento exacto seguido en aquella notable ocasión.
En Deuteronomio 27:4, el Pentateuco samaritano dice que las piedras debían erigirse en el monte “Guerizim”. Sin embargo, según el texto masorético, la Vulgata latina, la Peshitta siriaca y la Septuaginta griega, la lectura es “Ebal”. Josué 8:30-32 indica que fue en el monte Ebal donde Josué erigió las piedras en las que se escribió “una copia de la ley de Moisés”.
Centro religioso y comercial de la antigüedad, rico e importante, situado en la costa occidental de Asia Menor, casi enfrente de la isla de Samos. Éfeso estaba edificada en las laderas y al pie de varias colinas, las principales de las cuales eran el monte Pion y el monte Koressos. Este puerto se encontraba en la ruta comercial principal que iba de Roma al Oriente, y en él confluían también las rutas comerciales terrestres de Asia Menor debido a su proximidad a la desembocadura del río Caistro y las cuencas de los ríos Gediz (antiguo Hermos) y Menderes (antiguo Meandro). Había carreteras que enlazaban Éfeso con las principales ciudades del distrito de Asia.
Los escritos de Plinio el Viejo, autor romano del primer siglo, y del geógrafo griego Estrabón, han dado origen a la suposición de que en un tiempo un golfo del mar Egeo llegaba hasta Éfeso, pero que poco a poco el litoral fue ganando terreno al mar, ya que en la actualidad las ruinas de la ciudad están a varios kilómetros de la costa. Sin embargo, el excavador J. T. Wood, concluyó en base a sus hallazgos que en la antigüedad Éfeso estaba situada a unos 6,5 Km. del mar Egeo. En tal caso, es posible que en el tiempo de Pablo los barcos subiesen por la desembocadura del río Caistro hasta un puerto fluvial que se mantenía navegable por medio de un dragado constante. No obstante, con el transcurso de los siglos, tanto el puerto como la desembocadura del río se han llenado del cieno depositado por el río Caistro.
Templo de Ártemis. El edificio más sobresaliente de la ciudad era el templo de Ártemis - (Diana), considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo. El templo que existía en el siglo I E.C., cuando el apóstol Pablo visitó Éfeso, se había reedificado según el diseño de un templo jónico anterior, que según se dice fue incendiado por Eróstrato en el año 356 a. E.C.
Las excavaciones que se hicieron en ese lugar durante la última mitad del siglo XIX revelaron que el templo se erigió sobre una plataforma que medía alrededor de 73 m. de ancho por 127 m. de largo. El templo mismo tenía unos 50 m. de ancho por 105 m. de largo. Contaba con 100 columnas de mármol de unos 17 m. de altura cada una y un diámetro en la base de 1,8 m. Algunas de ellas tenían esculpidos los 6 m. inferiores. En el lugar santísimo, que medía unos 21 m. de ancho por 32 m. de largo, había un altar de unos 6 m. de lado, y detrás de él posiblemente se erigía la imagen de Ártemis.
Los fragmentos hallados permiten suponer que el templo estaba adornado con colores brillantes y esculturas. Grandes losas de mármol blanco cubrían el techo, y se dice que entre las juntas de los bloques de mármol se empleó oro en lugar de mortero.
Estadio; teatro. A unos 2 Km. al SO. del templo de Ártemis - (Diana) se encontraba un estadio que fue reedificado en tiempos de Nerón (54-68 E.C.). Quizás era allí donde se celebraban las competiciones atléticas y posiblemente también los combates de gladiadores. Si Pablo hablaba literalmente cuando dijo que había peleado con bestias salvajes en Éfeso (1Co 15:32), es posible que el suceso tuviera lugar en este estadio.
El teatro donde los efesios se amotinaron instigados por Demetrio estaba a menos de 800 m. al S. del estadio, dentro de la hondonada del monte Pion. (Hch 19:23-41.) La fachada estaba decorada con columnas, hornacinas y hermosas esculturas. Tenía sesenta y seis hileras de asientos de mármol, en forma de semicírculo, con una capacidad total para unas 25.000 personas. Su acústica era excelente. Aún hoy puede oírse desde los últimos asientos una palabra pronunciada en voz baja en el escenario. (segundo y tercer viaje de Pablo)
Frente al teatro había una calle ancha y pavimentada con mármol que conducía hasta el puerto. Tenía casi 500 m. de longitud y unos 11 m. de anchura. La calle estaba flanqueada por columnatas de unos 4,5 m. de ancho, detrás de las cuales había tiendas y otros edificios. Al principio y al final de la calle se habían construido dos puertas monumentales.
★Relieve que muestra a hombres luchando con fieras, tal vez en el estadio de Éfeso - (it-1-Pg.761)
El ministerio de Pablo en Éfeso. Probablemente en el año 52 E.C. el apóstol Pablo se dirigió a Éfeso, la encrucijada del mundo antiguo, acompañado de Áquila y Priscila, y sin demora predicó en la sinagoga judía. Aunque se le pidió que permaneciese más tiempo, el apóstol partió de Éfeso diciendo que volvería si era la voluntad de Jehová. (Hch 18:18-21.) Áquila y Priscila permanecieron allí y conocieron a Apolos, un judío de Alejandría (Egipto) que solo sabía del bautismo de Juan, y “le expusieron con mayor exactitud el camino de Dios”. (Hch 18:24-26.)
Cuando Pablo volvió a Éfeso, probablemente para el invierno de 52-53 E.C., halló a varios hombres que habían sido bautizados con el bautismo de Juan. Después de aclararles el tema del bautismo, se les bautizó de nuevo. (Hch 19:1-7.) En esta ocasión Pablo enseñó en la sinagoga judía por tres meses. Cuando surgió oposición, dirigió a los que se habían hecho creyentes a la sala de conferencias de la escuela de Tirano, donde pronunció discursos diariamente durante dos años. (Hch 19:8-10.) Además, predicó extensamente de casa en casa. (Hch 20:20, 21.)
La predicación de Pablo, apoyada por los milagros de curación y expulsión de demonios, consiguió que muchos efesios se hicieran creyentes. También impresionó mucho a la gente el vano intento de exorcizar de los siete hijos de cierto sacerdote principal judío llamado Esceva. Por otra parte, algunos que habían practicado artes mágicas quemaron públicamente sus libros, cuyo valor ascendía en total a 50.000 piezas de plata (si eran denarios, 37.200 dólares [E.U.A.]). (Hch 19:11-20.) Éfeso era tan famosa por las artes mágicas, que los escritores griegos y romanos llamaron “letras efesias” a cualquier libro o rollo de fórmulas mágicas y encantamientos.
Debido a que muchos efesios abandonaron la adoración de Ártemis, el platero Demetrio hizo notar a sus compañeros artífices que la predicación de Pablo era una amenaza para su profesión, y que también ponía en peligro la adoración a aquella diosa. Los encolerizados plateros gritaron: “¡Grande es Ártemis de los efesios!”. La ciudad se sumió en un alboroto que culminó en una tumultuosa asamblea de dos horas en el teatro, cuyo aforo era de 25.000 espectadores. (Hch 19:23-41.)
Después de estos incidentes, Pablo partió de Éfeso. Más tarde, desde Mileto mandó llamar a los ancianos de la congregación de Éfeso, repasó el ministerio que había efectuado entre ellos y les dio instrucciones para que atendieran sus responsabilidades. (Hch 20:1, 17-38.) Aunque en aquella ocasión dijo que había pasado “tres años” en Éfeso, debe entenderse como un número redondo. (Hch 20:31; compárese con Hch 19:8, 10.)
Con el transcurso de los años, los cristianos de Éfeso aguantaron mucho. Sin embargo, algunos perdieron el amor que tenían al principio. (Apo 2:1-6; véanse ÁRTEMIS; DEMETRIO núm. 1; EFESIOS, CARTA A LOS.)
★Los plateros de Éfeso forman una chusma contra Pablo.
Éfeso, capital de la provincia romana de Asia
Esta urbe, la más grande del oeste de Asia Menor (en tiempos de Pablo tendría más de un cuarto de millón de habitantes) ostentaba orgullosa el título de “primera y gran metrópoli de Asia”.
Debía sus grandes riquezas al comercio y la religión. En efecto, su puerto marítimo, situado en la desembocadura de un río navegable, constituía una importante encrucijada de rutas mercantiles. Y en cuestión de centros de culto, no solo contaba con el célebre templo de Ártemis, sino con los santuarios y capillas de un sinnúmero de deidades grecorromanas, egipcias y anatolias.
El templo de Ártemis - (Diana), considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo, tenía una planta de unos 105 x 50 metros (350 x 160 pies) y contenía unas cien columnas de mármol de casi 2 metros de diámetro en la base y 17 de altura (6 y 55 pies, respectivamente). En todo el Mediterráneo era venerado como lugar santísimo. Además, existía la costumbre de depositar en él grandes cantidades de dinero, dejándolas al cuidado de la diosa, lo que llevó a que se convirtiera en el centro bancario más importante de toda Asia.
Entre las demás construcciones notables figuraban un estadio para juegos atléticos (y tal vez para combates de gladiadores), un teatro, plazas cívicas y comerciales y columnatas a cuya sombra se instalaban tiendas.
Según el geógrafo griego Estrabón, el puerto tendía a llenarse de sedimento. Con los siglos perdió su funcionalidad, lo que condujo al abandono de la antigua capital. Hoy, las extensas ruinas de Éfeso no están rodeadas de ninguna ciudad moderna, por lo que permiten realizar sin estorbos un viaje al pasado.
Provincia romana que ocupaba la porción central de lo que se conoce en la actualidad como Asia Menor. Lindaba con otras provincias romanas: al E., en parte con Capadocia; al N., con Bitinia y Ponto; al O., con Asia, y al S., con Panfilia. (1Pe 1:1.) Esta meseta central limitaba al N. con las montañas de Paflagonia y al S., con los montes Tauro. Hacia el N. estaba la ciudad de Ancira, la actual Ankara, capital de Turquía. Por esta provincia fluía el curso medio del río Halys (hoy Kizil Irmak) y el curso superior del Sangario (Sakarya), que desembocan en el mar Negro. La historia de esta región estratégica (que abarca más de cuatrocientos años y comienza en el siglo III a. E.C.) muestra que hubo muchos cambios en sus fronteras y mapa político.
Parece ser que alrededor de 278-277 a. E.C. gran cantidad de pueblos indoeuropeos, conocidos como los celtas, o los galos, de la Galia, a quienes los griegos llamaban ga·lá·tai (de aquí el nombre dado a esta región), entró por el Bósforo y se estableció allí. Llevaron consigo a sus esposas e hijos y parece ser que evitaron casarse con la gente que ya vivía en aquella zona, de modo que perpetuaron sus características raciales durante siglos. Su último rey, Amintas, murió en el año 25 a. E.C. Este fue un rey títere del Imperio romano, y durante su reinado, e incluso después, el territorio llamado Galacia se extendió hasta incluir otras regiones como Licaonia, Pisidia, Paflagonia, Ponto y Frigia. Esta fue la Galacia que visitaron el apóstol Pablo y otros cristianos evangelizadores del siglo I E.C. y en la que hallaron personas dispuestas a ser organizadas en congregaciones cristianas. (Hch 18:23; 1Co 16:1.)
Pablo y Pedro dirigieron cartas a las congregaciones cristianas de la provincia de Galacia (Gál 1:1, 2; 1Pe 1:1), pero no se dice si eran las mismas congregaciones que habían fundado Pablo y Bernabé. En aquel recorrido por Galacia, Pablo y Bernabé visitaron algunas ciudades gálatas: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. (Hch 13:14, 51; 14:1, 5, 6.) A su regreso, relataron a los hermanos de Antioquía de Siria cómo Dios “había abierto a las naciones la puerta a la fe” en estos y otros lugares. (Hch 14:27.) En Listra tuvieron una experiencia poco común. Después que Pablo curó a un hombre lisiado que no había andado en su vida, repentinamente la muchedumbre comenzó a gritar en lengua licaónica: “¡Los dioses se han hecho como humanos y han bajado a nosotros!”. A Bernabé lo llamaron Zeus y pensaron que Pablo era Hermes. Apenas pudieron hacer que la muchedumbre exaltada desistiera de ofrecerles sacrificios como si fueran dioses. (Hch 14:8-18.)
Las semillas del cristianismo que se sembraron entre el pueblo gálata dieron buen fruto. Discípulos como Gayo y Timoteo salieron de entre ellos. (Hch 16:1; 20:4.) Pablo dio instrucciones a las congregaciones de Galacia sobre cómo poner aparte las contribuciones para los pobres y los necesitados del Señor. (1Co 16:1, 2; Gál 2:10.)
1. Guesuritas, Habitantes de Guesur, territorio situado al E. del Jordán.
1. Guesuritas, Habitantes de Guesur, territorio situado al E. del Jordán. (Dt 3:14; Jos 12:4, 5; 13:11, 13.)
2. Guesuritas, Pueblo del S. de Palestina que residía en las inmediaciones del territorio Filisteo. (Jos 13:2.) Cuando David huía de Saúl, hizo incursiones en el territorio de los guesuritas y en el de otros pueblos de esa región. (1Sa 27:7-11.)
Lugar que se encontraba a las afueras de Jerusalén y en el que se fijó a Jesucristo en el madero. (Mt 27:33; Jn 19:17-22; Heb 13:12.) Cerca de allí había un camino y una tumba en un jardín. (Mt 27:39; Jn 19:41.) Al “Gólgotha” o “Lugar del Cráneo” también se le llama “Calvario” (Lu 23:33, Besson, BJ, Mod, TA), del latín calvaria (cráneo). El registro bíblico no dice que el Gólgota estuviera sobre una colina, aunque menciona el hecho de que algunos observaron a cierta distancia la ejecución en el madero. (Mr 15:40; Lu 23:49.)
En el siglo IV E.C., el emperador Constantino encomendó al obispo Macario la tarea de averiguar dónde había sido ejecutado Jesús, así como dónde estaba su tumba. El obispo llegó a la conclusión de que el templo de Adriano entonces existente, dedicado a Afrodita (Venus), se había erigido sobre ese lugar. Por lo tanto, Constantino ordenó la demolición de aquel templo y la construcción en su lugar de una basílica, que más tarde se amplió y modificó, hasta llegar a ser lo que hoy se conoce como la iglesia del Santo Sepulcro. Las excavaciones arqueológicas que se han efectuado desde 1960 indican que ese lugar se usó como cementerio, y se piensa que ya se usaba con este propósito en el primer siglo. De ahí que la iglesia del Santo Sepulcro se encuentre en uno de los lugares donde tradicionalmente se cree que estaba el Gólgota y la tumba de Jesús. Aunque en la actualidad se encuentra dentro de los muros de Jerusalén, se cree que en los días de Jesús se hallaba fuera de los muros de la ciudad.
Otra ubicación propuesta para el lugar de la ejecución de Jesús es “el Calvario de Gordon”, situado sobre un risco a unos 230 m. al NE. de la Puerta de Damasco. En 1842 se señaló como el posible emplazamiento del Gólgota y de la tumba de Jesús, y en 1883 el general C. G. Gordon, héroe militar británico, respaldó esa ubicación. Sin embargo, esta identificación se basó en conjeturas. Por otra parte, Gabriel Barkay, basándose en los descubrimientos arqueológicos, afirma que la tumba del Jardín, que con frecuencia se muestra a los turistas como el lugar de la muerte de Jesús, se labró y usó alrededor de los siglos VIII y VII a. E.C., un hecho que no está en consonancia con la descripción que encontramos en Juan 19:41 de “una tumba conmemorativa nueva, en la cual nadie todavía había sido puesto”. (Biblical Archaeology Review, marzo/abril 1986, pág. 50.)
Con frecuencia, la emoción religiosa ha desempeñado un papel importante en la identificación del Gólgota. No hay pruebas arqueológicas que permitan relacionar el “Calvario de Gordon” con el Gólgota. Por otra parte, la ubicación de la iglesia del Santo Sepulcro se corresponde con los hallazgos arqueológicos, pero está basada en la tradición correspondiente al siglo IV. Respecto a este último emplazamiento, el Biblical Archaeology Review, (mayo/junio 1986, pág. 38) afirma: “No tenemos la absoluta certeza de que la ubicación del Santo Sepulcro sea el lugar de entierro de Jesús, pero no hay ningún otro sitio que ofrezca más credibilidad”. Por lo tanto, la identificación sigue basándose en conjeturas.
1. Hor, La montaña cercana a Moserá, en el límite de Edom.
1. Hor, La montaña cercana a Moserá, en el límite de Edom, donde Aarón murió poco antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida. Aarón, Moisés y Eleazar, el hijo de Aarón, ascendieron al monte Hor ante los ojos de toda la asamblea de Israel. En la cima de la montaña, Moisés le quitó a Aarón sus prendas sacerdotales y vistió a Eleazar con ellas. Poco después Aarón murió, y Moisés y Eleazar probablemente lo enterraron allí. (Nú 20:22-29; Dt 32:50; compárese con Dt 10:6.)
Según el historiador Josefo, el monte Hor era una de las montañas que rodeaban la ciudad edomita de Petra. (Antigüedades Judías, libro IV, cap. IV, sec. 7.) La tradición lo relaciona con Jebel Harun (que significa “Montaña de Aarón”), una montaña de piedra arenisca rojiza con dos cumbres gemelas que alcanza una altitud de 1.460 m., y que está ubicada a menos de 5 Km. al OSO. de Petra. Sin embargo, Jebel Harun no parece encajar con el relato bíblico, que muestra que Israel se desplazó desde Qadés (Qadés-barnea) hasta el monte Hor, “en la frontera de la tierra de Edom”. (Nú 33:37-39, 41.) Jebel Harun no está en la frontera de Edom, sino en su interior, de modo que para llegar a este lugar tradicional Israel hubiera tenido que atravesar el territorio de Edom. Esto no pudo ocurrir, porque a los israelitas no se les permitió entrar en el país. (Nú 20:14-22; Dt 2:5-8.) Por eso, muchos eruditos favorecen la identificación del monte Hor con Jebel Madurah (Har Zin [Hor Ha Har]), una montaña aislada, escarpada, de piedra caliza blanca, situada a unos 40 Km. al SO. del mar Muerto y a unos 60 Km. al ENE. de Qadés.
2. Hor, Montaña que delimitaba el límite septentrional de la tierra de Canaán. (Nú. 34:7, 8.) No puede identificarse con seguridad, aunque algunos investigadores opinan que este monte Hor (heb. Hor ha·hár) podría ser el monte Hermón. Otros creen que se refiere a toda la cordillera del Líbano o a alguna de sus cumbres más elevadas.
Antigua ciudad de Asia Menor situada a unos 1.025 m. sobre el nivel del mar. Hoy corresponde con la moderna Konya (Konia), que se encuentra a unos 240 Km. al S. de Ankara, en el límite meridional de la meseta central turca. En el siglo I E.C., Iconio fue una de las ciudades principales de la provincia romana de Galacia, y se hallaba en la principal ruta comercial que iba de Éfeso a Siria.
En la ciudad había una población judía muy influyente. Después de verse obligados a abandonar Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé predicaron en la ciudad de Iconio y en su sinagoga, y allí ayudaron a muchos judíos y también a griegos a hacerse creyentes. Luego intentaron apedrearlos, de modo que huyeron de Iconio a Listra. Pronto fueron a Listra judíos de Antioquía e Iconio y agitaron a las muchedumbres para que lapidaran a Pablo. Más tarde, Pablo y Bernabé fueron a Derbe y después, valerosamente, regresaron a Listra, Iconio y Antioquía, fortaleciendo a los hermanos y nombrando “ancianos” para las posiciones de responsabilidad de las congregaciones que se habían fundado en esas ciudades. (Hch 13:50, 51; 14:1-7, 19-23.)
Posteriormente, después de que los apóstoles y ancianos de la congregación de Jerusalén zanjaron la cuestión de la circuncisión, es posible que Pablo volviera a visitar Iconio. En el transcurso de este segundo viaje misional Pablo tomó consigo a Timoteo, un joven que tenía una excelente reputación entre los hermanos de Listra e Iconio. (Hch 16:1-5; 2Ti 3:10, 11.)
ICONIO, CIUDAD DE LOS FRIGIOS
Iconio se alzaba en una meseta fértil y bien regada, en un nudo de comunicaciones de la importante ruta mercantil que unía Siria con Roma, Grecia y la provincia romana de Asia.
Era un centro de devoción a Cibeles, diosa frigia de la fertilidad, cuyo culto había asimilado elementos de la religión griega durante el período helenístico. La ciudad cayó bajo la órbita romana en el año 65 antes de nuestra era, y para el tiempo de los apóstoles gozaba de gran prosperidad gracias al comercio y la agricultura. Aunque albergaba una influyente población judía, todo indica que mantuvo su carácter helenístico. El libro de Hechos habla, por cierto, de sus residentes judíos y “griegos” (Hch 14:1).
Iconio se encontraba a caballo en la frontera entre dos regiones de Galacia: Licaonia y Frigia. Este hecho puede explicar por qué ciertos escritores antiguos, entre ellos Estrabón y Cicerón la consideraron parte de Licaonia —y geográficamente hablando es así—, mientras que Jenofonte la llamó la última ciudad de Frigia. Desde un punto de vista geográfico, Iconio pertenecía a Licaonia, pero, tal como muestran los descubrimientos arqueológicos, era frigia en cultura y habla. Lucas no la incluye en Licaonia, en la que destaca que se usaba un idioma distinto: “la lengua licaónica” (Hch 14:1-6, 11). Por eso, hubo críticos que tildaron de inexacto el libro de Hechos. Sin embargo, en 1910 se descubrieron inscripciones en Iconio que probaban que allí se habló frigio hasta dos siglos después de la visita de Pablo y Bernabé. Por lo tanto, el escritor inspirado tuvo razón al no incluir esta localidad entre las de Licaonia.
Pequeño territorio, de límites poco definidos y que variaron con el tiempo. Estaba situado al NE. del mar de Galilea.
Se cree que el nombre Iturea se deriva de Jetur, hijo de Ismael, cuyos descendientes, que residían al E. del Jordán, fueron derrotados por los israelitas. (Gé 25:15, 16; 1Cr 1:31; 5:18-23.) Hacia fines del siglo II a. E.C., el rey macabeo Aristóbulo I venció en su lucha contra Iturea y anexionó una buena parte de su territorio a Judea. Para permanecer en el país, los habitantes de Iturea tuvieron que someterse a la circuncisión y obedecer la ley judía. (Antigüedades Judías, libro XIII, cap. XI, sec. 3.) Más tarde, Iturea formó parte de la tetrarquía que Filipo heredó de su padre Herodes el Grande. (Lu 3:1.)
Primera ciudad cananea que los israelitas conquistaron al O. del Jordán. (Nú 22:1; Jos 6:1, 24, 25.) A la ciudad antigua se la identifica con Tell es-Sultan (Tel Yeriho), cerca de 22 Km. al NE. de Jerusalén, mientras que la Jericó del primer siglo se sitúa en el cercano Tulul Abu el-`Alayiq. Jericó tiene un clima subtropical debido a hallarse situada a unos 250 m. por debajo del nivel del mar, en el valle del Jordán. En la actualidad en esa región se cultivan naranjas, plátanos e higos, y, al igual que en tiempos antiguos, aún medran las palmeras.
Las primicias de la conquista de Israel. Después de cuarenta años de vagar por el desierto, los israelitas llegaron a las llanuras de Moab. Desde allí Moisés ascendió al monte Nebo y vio la Tierra Prometida, con Jericó (la “ciudad de las palmeras”) y su llanura en primer término. (Nú 36:13; Dt 32:49; 34:1-3.)
Tras la muerte de Moisés, Josué envió dos espías a Jericó. Rahab los ocultó, de modo que no los descubrieron. Después se escaparon de la ciudad descolgándose por una cuerda a través de la ventana de la casa de Rahab —situada sobre el muro de Jericó—, y se escondieron por tres días en la cercana región montañosa. Luego vadearon el Jordán y volvieron al campamento israelita. (Jos 2:1-23.)
El rey y los habitantes de Jericó debieron sobrecogerse de temor cuando se enteraron o fueron testigos del represamiento milagroso del Jordán, que por entonces bajaba crecido, y de que dicho represamiento había permitido a los israelitas cruzar sobre suelo seco. Más tarde, aunque se circuncidó a los varones israelitas y tuvieron que recuperarse antes de estar en posición de defenderse, nadie se atrevió a atacarlos mientras estuvieron acampados en Guilgal. Los israelitas también observaron la Pascua sin incidentes en la llanura desértica de Jericó. (Jos 5:1-10.)
Más tarde, un príncipe angélico se le apareció a Josué cerca de Jericó y le explicó el procedimiento que tenía que seguir para tomar la ciudad, que “estaba bien cerrada a causa de los hijos de Israel”. Las fuerzas militares israelitas obedecieron las instrucciones, y durante seis días marcharon una vez al día alrededor de Jericó seguidas por siete sacerdotes que tocaban continuamente los cuernos; detrás iban los sacerdotes que llevaban el Arca y al final, una retaguardia. Sin embargo, el séptimo día marcharon alrededor de la ciudad siete veces. Cuando tocaron los cuernos en su última vuelta alrededor de Jericó, el pueblo lanzó un fuerte grito de guerra y las murallas de la ciudad empezaron a desplomarse. (Jos 5:13–6:20.)
A continuación, los israelitas entraron rápidamente en Jericó y dieron por entero a la destrucción a sus habitantes y a todos sus animales domésticos. No obstante, debido a la bondad que Rahab demostró al esconder a los espías, se la conservó con vida tanto a ella como a los parientes que habían permanecido dentro de la casa, que estaba sobre la parte del muro que no se había desplomado. La ciudad entera fue quemada y solo se llevó al santuario de Jehová el oro y la plata. (Jos 6:20-25.) Sin embargo, un israelita llamado Acán robó una barra de oro, algo de plata y un vestido de buena calidad, y lo escondió debajo de su tienda, lo que le acarreó la muerte a él y a toda su familia. (Jos 7:20-26.)
Referencias históricas posteriores. Las ruinas de Jericó llegaron a ser parte del territorio de Benjamín, que limitaba con Efraín y Manasés. (Jos 16:1, 7; 18:12, 21.) Parece ser que no mucho tiempo después se asentó en ese lugar algún tipo de poblado, que el rey moabita Eglón capturó y retuvo bajo su dominio durante dieciocho años. (Jos 3:12-30.) En tiempos del rey David seguía habiendo un poblado en Jericó (2Sa 10:5; 1Cr 19:5), pero Hiel el betelita no reconstruyó la ciudad hasta el reinado de Acab. La maldición profética que Josué había pronunciado más de quinientos años antes se cumplió. Cuando Hiel colocó el fundamento, perdió a su hijo primogénito, Abiram, y cuando puso las puertas, a su hijo menor, Segub. (Jos 6:26; 1Re 16:34.)
Durante todo este período, algunos de los “hijos de los profetas” residieron en Jericó. (2Re 2:4, 5.) Después que Jehová se llevó a Elías el profeta en una tempestad de viento, Eliseo permaneció en Jericó durante un tiempo y saneó el suministro de agua de la ciudad. (2Re 2:11-15, 19-22.) Se dice que el agua de `Ain es-Sultan (que según la tradición es la fuente que Eliseo saneó) es dulce y buena, y riega los huertos de la moderna Jericó.
En la época del inicuo rey Acaz de Judá, Jehová permitió que los ejércitos israelitas comandados por el rey Péqah infligieran una derrota humillante a la infiel Judá, pues mataron a 120.000 soldados y se llevaron cautivos a 200.000 de sus habitantes. Sin embargo, Oded, el profeta de Jehová, se encontró con los ejércitos victoriosos y les advirtió que no esclavizaran a los cautivos. Por eso, vistieron y alimentaron a los cautivos, y después los llevaron a Jericó y los liberaron. (2Cr 28:6-15.)
Tras la caída de Jerusalén en 607 a. E.C., el rey Sedequías huyó hacia Jericó, pero los babilonios lo alcanzaron y capturaron en las llanuras desérticas de Jericó. (2Re 25:5; Jer 39:5; 52:8.) Después de la liberación del exilio en Babilonia, hubo 345 “hijos de Jericó” entre los que volvieron con Zorobabel en 537 a. E.C., y al parecer se establecieron en esa ciudad. (Esd 2:1, 2, 34; Ne 7:36.) Más tarde, algunos de los hombres de esta ciudad ayudaron a reconstruir el muro de Jerusalén. (Ne 3:2.)
Jericó fue uno de los lugares donde Jesús efectuó su ministerio a finales del año 32 E.C. y principios de 33 E.C. Cerca de allí curó la vista del ciego Bartimeo y de su compañero. (Mr 10:46; Mt 20:29; Lu 18:35.) También fue en Jericó donde Jesús se encontró a Zaqueo, y después estuvo en su casa como invitado. (Lu 19:1-7.) Con anterioridad, cuando estaba en Judea, Jesús dio la ilustración del buen samaritano, y en ella mencionó el camino que iba de Jerusalén a Jericó. (Lu 10:30.) La historia antigua corrobora que en ese camino eran frecuentes los asaltos.
¿Han hallado pruebas los arqueólogos de la destrucción de Jericó en tiempo de Josué? Entre 1929 y 1936, el profesor John Garstang dirigió una expedición inglesa a Tell es-Sultan, donde halló una ciudad que había sido incendiada y cuyos muros habían caído. Identificó a esta ciudad con la Jericó del tiempo de Josué y situó su destrucción en una fecha cercana a 1400 a. E.C. Aunque en la actualidad algunos doctos aún concuerdan con las conclusiones de Garstang, otros interpretan los hallazgos de manera diferente. El arqueólogo G. Ernest Wright escribe: “Los dos muros que rodeaban la parte más elevada de la ciudad antigua, que Garstang [...] creía haber sido destruidos por un terremoto y un incendio en tiempos de Josué, resultaron ser del tercer milenio y representar tan sólo una parte de los catorce muros o lienzos de muro edificados sucesivamente durante aquel período”. (Arqueología bíblica, 1975, pág. 114.) Muchos piensan que queda poco, si acaso algo, de la Jericó de la época de Josué pues las primeras excavaciones eliminaron lo que podía haber quedado del tiempo de su destrucción. El profesor Jack Finegan observa: “Por lo tanto, ahora ya no queda casi nada en el lugar que permita determinar la fecha en que Josué conquistó Jericó”. (Light From the Ancient Past, 1959, pág. 159.)
Por esta razón, muchos eruditos fechan la caída de Jericó sobre la base de pruebas circunstanciales, y las fechas que sugieren abarcan un período de unos doscientos años. En vista de tal incertidumbre, el profesor Merrill F. Unger expone con acierto: “Los eruditos tienen que extremar su cautela para no otorgar indebida autoridad a las fechas e interpretaciones de los arqueólogos. Las amplias divergencias que existen entre las autoridades competentes demuestran sin lugar a dudas que las fechas y conclusiones derivadas de los hallazgos arqueológicos suelen depender de factores subjetivos”. (Archaeology and the Old Testament, 1964, pág. 164.)
Por lo tanto, el que las interpretaciones de los arqueólogos no concuerden con la cronología bíblica que señala el año 1473 a. E.C. como la fecha de la destrucción de Jericó no es razón para preocuparse. Las diferentes interpretaciones de Garstang y otros arqueólogos sobre Jericó ilustran la necesidad de ejercer cautela a la hora de aceptar el testimonio arqueológico, aunque parezca confirmar o contradecir el registro bíblico y su cronología.
★Quién llevó a Israel a la Tierra prometida - (2-10-2018-Pg.23-Nota)
¿Había una sola ciudad llamada Jericó, o dos? Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas mencionan una curación milagrosa que tuvo lugar cerca de Jericó (Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43). Marcos dice que Jesús hizo el milagro “cuando salían de Jericó”, y lo mismo especifica Mateo. Pero Lucas dice que Jesús hizo el milagro “al acercarse él a Jericó”.
En tiempos de Jesús, ¿había una sola ciudad llamada Jericó, o dos? El libro Bible Then & Now (La Biblia, ayer y hoy) responde así la pregunta: “En la época del Nuevo Testamento se había reconstruido la ciudad de Jericó alrededor de una milla (1,6 kilómetros) al sur de la antigua ciudad. Herodes el Grande tenía allí un palacio de invierno”. El libro Archaeology and Bible History (La arqueología y la historia bíblica) confirma esta declaración con las siguientes palabras: “La Jericó del tiempo de Jesús era una ciudad doble. [...] La vieja ciudad judía estaba más o menos a una milla de la ciudad romana”.
De modo que Jesús tal vez realizó este milagro cuando salía de la ciudad judía y se acercaba a la ciudad romana, o viceversa. Es obvio que conocer las circunstancias de la época en que se escribió el relato ayuda a aclarar lo que pudiera parecer una contradicción.
El camino de Jerusalén a Jericó
El camino que bajaba de Jerusalén a Jericó era un trayecto sinuoso de más de 23 kilómetros (14 millas) y con 1.000 metros (0,6 millas) de desnivel. Discurría por una zona inhóspita donde eran frecuentes los robos. Con el fin de proteger a los viajeros, se estableció allí una guarnición. La Jericó romana se encontraba en el punto donde el camino salía del desierto de Judea. La Jericó antigua estaba a casi 2 kilómetros (poco más de 1 milla) de la ciudad romana.
Un viajero descendía de la altura de Jerusalén, que estaba aproximadamente a 2500 pies (762 metros) sobre el nivel del mar, hasta las profundidades de Jericó, unos 825 pies (251 metros) bajo el nivel del mar. En ese reducido espacio geográfico, el descenso era aproximadamente de un kilómetro.
No se conocen con certeza los límites exactos de esta región de Palestina. Se cree que abarcaba una zona de aproximadamente 80 Km. de E. a O., y 50 Km. de N. a S. Esta región limitaba al N. con Samaria; al S., con Idumea, y al E., con el mar Muerto y el valle del Jordán. Sin embargo, cuando el territorio de Idumea pasó a formar parte de Judea, parece ser que la frontera meridional que iba de E. a O. se extendía desde el S. de Gaza hasta Masada.
Cuando en Mateo 19:1 se dice que Jesús partió de Galilea y fue a los “términos de Judea al otro lado del Jordán”, tal vez se indique que Jesús partió de Galilea, cruzó el Jordán y entró en Judea a través de Perea.
Herodes el Grande era el “rey de Judea” cuando nacieron Juan el Bautista y Jesús. (Lu 1:5.) Para ese tiempo el senado romano ya lo había nombrado rey de Judea. Posteriormente aumentaron sus dominios, y cuando murió, entre esos dominios se contaban Judea, Galilea, Samaria, Idumea, Perea y otras regiones. Arquelao, hijo de Herodes el Grande, heredó la gobernación de Judea, Samaria e Idumea (compárese con Mt 2:22, 23), pero después de su destierro, Judea llegó a estar bajo la administración de gobernadores romanos, que tenían su residencia oficial en Cesarea. A excepción de un breve reinado de Herodes Agripa I como rey sobre Palestina (Hch 12:1), Judea estuvo bajo la administración de gobernadores hasta la sublevación judía de 66 E.C.
Hacia el fin del siglo I a. E.C., en cumplimiento de la profecía, nació en Belén de Judea Jesús, el Mesías prometido. (Mt 2:3-6; Lu 2:10, 11.) Después de la visita de unos astrólogos orientales, un ángel advirtió en un sueño a José, el padrastro de Jesús, del propósito de Herodes el Grande de acabar con el niño, así que José huyó con su familia a Egipto. Después de la muerte de Herodes, José no volvió a Judea, sino que se estableció en Nazaret de Galilea. Hizo esto debido a que Arquelao, hijo de Herodes, gobernaba entonces sobre Judea, y también por causa de la advertencia divina que se le dio en un sueño. (Mt 2:7-23.)
En la primavera del año 29 E.C., cuando Juan el Bautista empezó su obra precursora en relación con la venida del Mesías, Judea estaba bajo la jurisdicción del gobernador romano Poncio Pilato. Muchas personas, entre ellas los judeos, oyeron la predicación de Juan en el desierto de Judea y se bautizaron en símbolo de arrepentimiento. (Mt 3:1-6; Lu 3:1-16.) Cuando Jesús comenzó su ministerio, menos de ocho meses después, los habitantes de Judea recibieron otra oportunidad de volverse a Jehová de todo corazón. Llegó un momento en que los discípulos de Jesús incluso bautizaban a más personas que Juan el Bautista. (Jn 3:22; 4:1-3.) Cuando Jesús partió hacia Galilea, grandes multitudes de Jerusalén y Judea le siguieron, por lo que pudieron beneficiarse de su ministerio en aquella región. (Mt 4:25; Mr 3:7; Lu 6:17.) Al igual que los galileos, muchos de estos judeos empezaron a interesarse inicialmente por lo que vieron que Jesús hacía en Jerusalén en el transcurso de la fiesta (la Pascua de 30 E.C.). (Jn 4:45.) Las noticias de los milagros de Jesús en Galilea, como, por ejemplo, la resurrección del hijo único de una viuda en Naín, también se esparcieron por toda Judea. (Lu 7:11-17.)
Sin embargo, los líderes religiosos de Judea se opusieron intensamente a Jesús. Todo parece indicar que influyeron más sobre los judeos que sobre los galileos. A partir de la Pascua de 31 E.C., Jesús ya no estaba seguro en Judea. (Jn 5:1, 16-18; 7:1.) No obstante, asistía a las fiestas en Jerusalén y aprovechaba la oportunidad para predicar. (Jn 7:10-13, 25, 26, 32; 10:22-39.) Probablemente fue desde Judea desde donde Jesús envió a los 70 discípulos después de la fiesta de las cabañas, en 32 E.C. (Lu 10:1-24.) Posteriormente, a pesar de los intentos que habían hecho por apedrearle, Jesús decidió ir a Judea cuando se enteró de que su amigo Lázaro había muerto. A los líderes religiosos la resurrección de Lázaro en Betania les dio una nueva razón para procurar matar a Jesús. Algunos decían: “Si lo dejamos así, todos pondrán fe en él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar así como nuestra nación”. (Jn 11:5-8, 45-53.)
Aunque los evangelios sinópticos se ocupan principalmente del ministerio de Jesús en Galilea (probablemente debido a la mejor acogida que le dispensaron allí), Jesús no descuidó Judea. De no haber sido así, sus enemigos no habrían podido declarar ante Pilato: “Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, sí, comenzando desde Galilea hasta aquí”. (Lu 23:5.)
Después de la muerte y resurrección de Cristo Jesús, Jerusalén y Judea continuaron recibiendo un testimonio cabal. (Hch 1:8.) En Pentecostés de 33 E.C., había judeos entre los 3.000 que respondieron a la predicación de Pedro y fueron bautizados. Más adelante, la congregación cristiana de Jerusalén continuó disfrutando de aumento (Hch 2), pero no sin oposición. (Hch 4:5-7, 15-17; 5:17, 18, 40; 6:8-12.) Después de apedrear a Esteban, se levantó una persecución tan enconada, que “todos salvo los apóstoles fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria”. (Hch 8:1.) Sin embargo, más que ser un obstáculo, el hecho de que se les esparciera resultó en que se difundiese el mensaje cristiano, y al parecer se formaron nuevas congregaciones en Judea y en otras partes. (Hch 8:4; Gál 1:22.) Después de la conversión de Saulo de Tarso, uno de los perseguidores, “la congregación por toda Judea y Galilea y Samaria entró en un período de paz, siendo edificada; y como andaba en el temor de Jehová y en el consuelo del espíritu santo, siguió multiplicándose”. (Hch 9:31.) Este ex perseguidor, convertido entonces en el apóstol Pablo, predicó en Jerusalén y Judea. (Hch 26:20.) La obra que llevaron a cabo Pablo y otros cristianos resultó en la formación de nuevas congregaciones de cristianos, y los apóstoles y ancianos de la congregación de Jerusalén sirvieron a todas ellas como un cuerpo gobernante. (Hch 15:1-33; Ro 15:30-32.)
Al parecer, una buena parte de los cristianos que vivían en Judea eran pobres. Por lo tanto, debieron sentirse muy contentos con las medidas voluntarias de socorro que sus hermanos cristianos de otras partes organizaron en su favor. (Hch 11:28-30; Ro 15:25-27; 1Co 16:1-3; 2Co 9:5, 7.) Los fieles cristianos de Judea sufrieron mucha persecución por parte de sus propios compatriotas que no eran creyentes. (1Te 2:14.) Finalmente, en 66 E.C., cuando los ejércitos romanos mandados por Cestio Galo se retiraron de Jerusalén, estos cristianos obedecieron las palabras proféticas de Jesús y dejaron Jerusalén y Judea para irse a las montañas, gracias a lo cual escaparon de la terrible destrucción que azotó Jerusalén en 70 E.C. (Mt 24:15, 16; Mr 13:14; Lu 21:20, 21; Véase Judá - (Judíos).)
Ciudad de Licaonia, región situada al S. de la parte central de Asia Menor. Se la ha identificado con un montículo que hay al N. de Hatunsaray, en una zona fértil y bien regada a 30 Km. (20 millas) al SSO. de Konya (Iconio).
El apóstol Pablo y Bernabé fueron a Listra, en la provincia romana de Galacia, cuando se vieron obligados a partir de Iconio debido a que intentaron apedrearlos. La ciudad era una colonia romana desde el tiempo de Augusto. Los nativos, sin embargo, seguían hablando la lengua licaónica (la lengua nativa). Los dos misioneros comenzaron a predicar en lugares públicos, quizás por no haber sinagoga, cuando Pablo sanó a un hombre cojo de nacimiento, el mismo milagro que ya había realizado Pedro en Jerusalén (Hch 14:8-10). Sin embargo, mientras que el primer prodigio llevó a muchos a abrazar la verdad, el segundo tuvo resultados muy diferentes (Hch 3:1-10), la muchedumbre llegó a la conclusión de que él y Bernabé eran los dioses Zeus, el dios supremo, y que Pablo era su hijo Hermes, el portavoz de las deidades encarnados. A duras penas pudieron impedir que les hiciesen sacrificios. No obstante, más tarde algunos judíos de Iconio y Antioquía de Pisidia agitaron de tal manera a los habitantes de Listra contra Pablo, que lo apedrearon y arrastraron fuera de la ciudad creyendo que estaba muerto. Después, cuando le rodearon los compañeros cristianos, Pablo se levantó y entró en Listra; al día siguiente partió para Derbe acompañado de Bernabé. (Hch 14:1, 5-20.)
Tras su actividad en Derbe, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, Iconio y Antioquía. Fortalecieron y animaron a los discípulos de las congregaciones cristianas fundadas recientemente en esas ciudades y les nombraron ancianos. (Hch 14:21-23.)
Posteriormente, una vez que los apóstoles y los ancianos de la congregación de Jerusalén zanjaron la cuestión de la circuncisión (c. 49 E.C.), Pablo visitó de nuevo Derbe y Listra. La referencia que hace Hechos 16:1 a este viaje parece indicar que el joven Timoteo residía bien en Listra o en la cercana Derbe, aunque lo más probable es que viviera en Listra, pues no se vuelve a hacer mención de Derbe con relación a Timoteo, y Hechos 16:2 dice específicamente que “los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes acerca de él [Timoteo]”. (Véase también 2Ti 3:10, 11.) Timoteo había progresado tanto que Pablo lo escogió como compañero de viajes. (Hch 16:3.)
En la tercera gira misional del apóstol Pablo, cuando visitó diversos lugares en el “país de Galacia”, puede ser que también se detuviera en Listra. (Hch 18:23.)
Listra y el culto a Zeus y Hermes
La ciudad de Listra se encontraba en un valle apartado de las principales rutas. Recibió de César Augusto la designación de colonia romana, con el nombre Julia Felix Gemina Lustra. Albergaba una guarnición encargada de defender la provincia de Galacia contra las tribus de las montañas. Estaba administrada de acuerdo con la tradicional organización romana, al grado de que sus oficiales usaban títulos latinos. No obstante, mantenía su propia esencia, siendo más licaónica que romana. (Cabe destacar que Hechos indica que los vecinos de Listra hablaban la lengua licaónica.)
Entre los hallazgos realizados cerca de la antigua Listra figuran una estatua del dios Hermes, inscripciones que mencionan a los “sacerdotes de Zeus” y un altar consagrado a estas dos divinidades.
Una leyenda referida por el poeta romano Ovidio (43 antes de nuestra era al 17 de nuestra era) nos ayuda a entender mejor los sucesos de la narración de Hechos. Cuenta Ovidio que Júpiter y Mercurio —dioses del panteón romano equivalentes a Zeus y Hermes— visitaron el montañoso país de Frigia disfrazados de mortales. Aunque pidieron albergue en mil casas, todo el mundo los rechazó salvo una pareja de ancianos, Filemón y Baucis, quienes los acogieron en su humilde choza. Agradecidos, Zeus y Hermes transformaron aquella vivienda en un templo de mármol y oro, convirtieron al matrimonio en sacerdotes y destruyeron las casas de quienes se negaron a hospedarlos. “Si los vecinos de Listra pensaron en una leyenda como esa al ver a Pablo y Bernabé curar al cojo, no es de extrañar que quisieran darles la bienvenida ofreciéndoles sacrificios.” (The Book of Acts in Its Graeco-Roman Setting.)
1. Migdol, Lugar de Egipto de punto de referencia para ubicar Pihahirot.
1. Migdol, Lugar de Egipto que se utiliza como punto de referencia para ubicar Pihahirot, que fue el paraje donde los israelitas acamparon por última vez antes de cruzar el mar Rojo. Debían acampar “delante de Pihahirot, entre Migdol y el mar, a vista de Baal-zefón”. (Éx 14:2; Nú 33:5-8.) Por lo general los eruditos sostienen que Migdol probablemente es la pronunciación egipcia del vocablo hebreo migh·dál, que significa “torre”, y que con toda probabilidad se refiere a un puesto militar o atalaya situado en la frontera egipcia. Sin embargo, hay indicios de la existencia de varios Migdol a lo largo de la frontera de Egipto; de hecho, en la actualidad aún existen tres poblaciones diferentes llamadas Mashtul, que es la forma moderna del nombre Migdol en la lengua egipcia (de derivación copta). (Véase también núm. 2.) A pesar de que una de las tablillas de el-Amarna menciona cierta Ma-ag-da-lí, no ofrece ninguna indicación tocante a su emplazamiento, y como en la actualidad tampoco se conoce la ubicación de Pihahirot y Baal-zefón, sigue siendo incierto el lugar donde estuvo Migdol. Se ha sugerido como una probable ubicación el alto de Jebel `Ataqah, desde donde se domina el extremo septentrional del golfo de Suez. Aunque no hay nada que vincule este lugar con el nombre Migdol, es obvio que podría ser una ubicación estratégica para una atalaya o un puesto fronterizo.
2. Migdol, El Migdol que mencionan los profetas Jeremías y Ezequiel unos novecientos años después del éxodo. Aunque podría ser el mismo que se ha considerado antes, la mayoría de los comentaristas opinan que se trata de una segunda localidad egipcia que también recibe ese nombre.
El profeta Ezequiel predijo que le sobrevendría una devastación a Egipto, que procedería de Babilonia, y que asolaría “desde Migdol a Siene y al límite de Etiopía”. (Eze 29:10; Éx 30:6.) Puesto que Siene se hallaba situada en el extremo meridional del antiguo Egipto, parece probable que Migdol estuviese en el límite septentrional, con lo que se da lugar a una construcción similar a la conocida expresión “desde Dan abajo hasta Beer-seba”, que se usaba con relación a Palestina. (Jue 20:1.) Tras la caída de Jerusalén en 607 a. E.C., los refugiados judíos se asentaron en Migdol, Tahpanhés, Nof (Memfis) y en la tierra de Patrós, pero Migdol y otros lugares serían testigos de la ‘espada devoradora’ del rey Nabucodonosor de Babilonia. (Jer 44:1; 46:13, 14.)
Por lo general se identifica este Migdol con una fortaleza sobre la que jeroglíficos egipcios decían que controlaba los accesos nororientales del país. Cierto itinerario escrito durante la era común hace referencia a un lugar llamado Magdolo, que sitúa en las cercanías de la localidad de Pelusio, población de la costa mediterránea que podría considerarse el punto de entrada a Egipto desde Filistea. Aunque no puede asegurarse con certeza, algunos investigadores identifican esta fortaleza fronteriza llamada Migdol con Tell el-Heir, a unos 10 Km. al SSO. de Pelusio (Tel el Farame).
Cadena de colinas redondeadas de piedra caliza situada en el lado oriental de Jerusalén, “distante el camino de un sábado” y separada de la ciudad por el valle de Cedrón. (Eze 11:23; Zac 14:4; Hch 1:12.) Esta cadena incluye tres cumbres principales. El monte Escopus, la más elevada y septentrional, alcanza una altura de 820 m., lo que supera la altitud media de Jerusalén. El que se ha dado en llamar monte de la Ofensa, monte de la Perdición o monte de Arruinamiento, es la cumbre más meridional, y se eleva 740 m. sobre el nivel del mar. El collado central, situado frente al monte del Templo, alcanza una altura de 812 m. en su punto más elevado, y es al que la Biblia suele denominar monte de los Olivos. En la antigüedad, esta serie de colinas se hallaba cubierta de palmeras, mirtos y árboles oleíferos, en particular olivos, de los que derivó su nombre. (Ne 8:15.) Sin embargo, cuando en 70 E.C. los romanos sitiaron Jerusalén, talaron los árboles del monte de los Olivos. (La Guerra de los Judíos, libro V, cap. XII, sec. 4.)
Con el monte de los Olivos se asocian acontecimientos notables de la historia bíblica. El rey David subió al monte de los Olivos descalzo y llorando mientras huía de su hijo rebelde, Absalón. (2Sa 15:14, 30, 32.) Fue allí, “a la derecha [o sur] del monte de Arruinamiento”, donde el rey Salomón edificó lugares altos para adoración idolátrica, que tiempo después el rey Josías hizo inservibles para ese propósito. (1Re 11:7; 2Re 23:13, nota.)
En el siglo I E.C., Jesucristo se reunió a menudo con sus discípulos en el jardín de Getsemaní, situado en el monte de los Olivos o en sus inmediaciones. (Mt 26:30, 36; Jn 18:1, 2.) Cuando Jesús y sus discípulos estaban en Jerusalén, acostumbraban a pasar la noche en Betania, en la ladera oriental del monte de los Olivos, seguramente en el hogar de Marta, María y Lázaro. (Mt 21:17; Mr 11:11; Lu 21:37; Jn 11:1.) Jesús inició su marcha triunfal hacia Jerusalén a lomos de un pollino probablemente desde Betfagué —cerca de Betania—, y pasó por el monte de los Olivos. (Mt 21:1, 2; Mr 11:1; Lu 19:29.) En este mismo lugar explicó a sus discípulos en qué consistiría la ‘señal de su presencia’ (Mt 24:3; Mr 13:3), y posteriormente, después de su resurrección, ascendió a los cielos desde allí. (Hch 1:9-12.)
Ciudad de la Baja Galilea donde Jesús vivió la mayor parte de su vida terrestre junto con sus medio hermanos y medio hermanas. (Lu 2:51, 52; Mt 13:54-56.) José y María residían en Nazaret cuando Gabriel anunció el próximo nacimiento de Jesús. (Lu 1:26, 27; 2:4, 39.) Más tarde, después de su regreso de Egipto, de nuevo fijaron su residencia en Nazaret. (Mt 2:19-23; Lu 2:39.)
Ubicación. La mayoría de los eruditos identifican Nazaret con En Nasira (Nazerat) de Galilea a 330 metros sobre el nivel del mar, en un lugar montañoso muy especial desde donde se domina un magnífico panorama que incluyen diversos puntos mencionados en la Biblia. Si esta identificación es correcta, Nazaret estaba situada en las montañas bajas, justo al N. del valle de Jezreel y aproximadamente a medio camino entre el extremo S. del mar de Galilea y la costa mediterránea. Se hallaba en un valle, y algunas de las colinas de sus inmediaciones se elevaban entre 120 y 150 m. por encima de la ciudad. La zona estaba muy poblada, con una gran cantidad de ciudades y pueblos cerca de Nazaret. Se ha calculado que se podía viajar a pie desde Nazaret a Tolemaida, en la costa mediterránea, en siete horas; a Tiberíades, en el mar de Galilea, en cinco horas, y a Jerusalén a unos 120 km (75 millas), en tres días.
En una ocasión los habitantes de Nazaret intentaron despeñar a Jesús desde “la cumbre de la montaña sobre la cual había sido edificada la ciudad”. (Lu 4:29.) Eso no quiere decir que Nazaret estuviese en la misma cumbre, sino que se hallaba en una montaña con una cumbre o cima desde la que trataron de despeñar a Jesús. Algunos han identificado dicho lugar con un peñasco rocoso de aproximadamente 12 m. de altura situado al SO. de la ciudad.
Importancia de Nazaret. Es difícil determinar la importancia que tenía Nazaret en el primer siglo. El punto de vista más común de los comentaristas es que por aquel entonces Nazaret era más bien un pueblo aislado e insignificante. Las palabras bíblicas que más se han utilizado para apoyar esa opinión son las que pronunció Natanael cuando oyó que Jesús era de aquel lugar: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. (Jn 1:46.) Basándose en esta frase, muchos han llegado a la conclusión de que incluso los propios habitantes de Galilea hablaban con desprecio de Nazaret. (Jn 21:2; Hch 24:5.) Nazaret se hallaba cerca de las rutas comerciales de la zona, pero ninguna pasaba por ella. Josefo no la mencionó, aunque se refirió a la cercana Jafía como la mayor población fortificada de toda Galilea, lo que puede indicar que eclipsaba a la vecina Nazaret.
Por otra parte, es posible que Natanael simplemente se sorprendiera de oír a Felipe decir que un hombre de la vecina ciudad de Nazaret de Galilea era el Mesías prometido, puesto que las Escrituras habían predicho que vendría de Belén de Judá. (Miq 5:2.) Josefo no mencionó muchas de las poblaciones de Galilea; por lo tanto, el que no hiciera referencia a Nazaret tal vez no sea particularmente significativo. Es digno de mención que la Biblia no llama a Nazaret pueblo, sino siempre “ciudad”. (Lu 1:26; 2:4, 39.) Además, la cercana Séforis era una importante ciudad fortificada que tenía un tribunal regional del Sanedrín. De todos modos, cualquiera que haya sido su tamaño o importancia, Nazaret estaba bien situada con respecto a las principales rutas comerciales y a las ciudades relevantes, de modo que sus habitantes estaban al día en cuanto a las actividades sociales, religiosas y políticas de su tiempo. (Compárese con Lu 4:23.)
Actitud de sus habitantes. A medida que Jesús crecía, progresaba “en favor ante Dios y los hombres”. (Lu 2:52.) Él y sus medio hermanos y medio hermanas eran conocidos por las personas de Nazaret, y tenían por “costumbre” asistir a su sinagoga todas las semanas. (Mt 13:55, 56; Lu 4:16.) Cuando tenía unos treinta años de edad, Jesús salió de Nazaret y fue bautizado por Juan. (Mr 1:9; Lu 3:23.) Algunos meses más tarde, cercano ya el comienzo de su ministerio en Galilea, regresó a Nazaret, y en la sinagoga leyó en voz alta Isaías 61:1, 2, y se lo aplicó a sí mismo. El pueblo manifestó falta de fe y trataron de matarlo, “mas él pasó por en medio de ellos y siguió su camino”. Después de este incidente, se marchó de Nazaret y fijó su residencia en Capernaum. (Lu 4:16-30; Mt 4:13.)
Más de un año después, Cristo volvió a visitar Nazaret. (Mt 13:54-58; Mr 6:1-6.) Aunque algunos han pensado que esta es la misma ocasión que la narrada en Lucas 4:16-30, el orden de acontecimientos de Mateo, Marcos y Lucas indica lo contrario, pues las actividades de Jesús y los resultados fueron algo diferentes. Es posible que para ese tiempo su fama hubiese aumentado, de manera que se le dispensara una mejor acogida. Aunque muchos tropezaron porque era de allí, no se hace ninguna mención de que sus habitantes tratasen de matarle en esta ocasión. Realizó algunas obras poderosas, aunque no muchas debido a la falta de fe de ellos. (Mt 13:57, 58.) Luego partió de allí y empezó su tercera gira por Galilea. (Mr 6:6.)
Nazareno.
(probablemente, de la palabra heb. né-tser, “brote”).
Calificativo aplicado a Jesús y más tarde a sus seguidores. No deben confundirse los términos nazareno y nazareo, puesto que aunque en español se escriben de manera similar, se derivan de palabras hebreas distintas y con significados diferentes. (Véase NAZAREO.)
El que se llamase a Jesús el nazareno era algo natural y no suponía nada extraordinario, ya que desde su infancia (menos de tres años de edad) fue criado como hijo del carpintero de la ciudad de Nazaret, situada a unos 100 Km. al N. de Jerusalén. En aquellos días era común asociar a las personas con sus lugares de procedencia. (2Sa 3:2, 3; 17:27; 23:25-37; Na 1:1; Hch 13:1; 21:29.)
Personas de toda clase en lugares muy diversos llamaron nazareno a Jesús. (Mr 1:23, 24; 10:46, 47; 14:66-69; 16:5, 6; Lu 24:13-19; Jn 18:1-7.) Jesús mismo aceptó y usó este nombre. (Jn 18:5-8; Hch 22:6-8.) En la inscripción que Pilato colocó sobre el madero de tormento, escribió en hebreo, latín y griego: “Jesús el Nazareno el rey de los judíos”. (Jn 19:19, 20.) Desde el Pentecostés de 33 E.C. en adelante, los apóstoles y otras personas solían llamar a Jesucristo el Nazareno o especificar que era de Nazaret. (Hch 2:22; 3:6; 4:10; 6:14; 10:38; 26:9.)
Profético. Mateo señaló que el nombre “nazareno” se predijo proféticamente como otra señal que identificaría a Jesucristo como el Mesías prometido. Llamó a la atención de sus lectores este hecho al explicar cómo José llevó a María y a su hijo de regreso de Egipto después de la muerte de Herodes. “Además —escribió Mateo—, habiéndosele dado advertencia divina en un sueño, [José] se retiró al territorio de Galilea, y vino y moró en una ciudad de nombre Nazaret, para que se cumpliera lo que se habló por medio de los profetas: ‘Será llamado Nazareno’.” (Mt 2:19-23.)
En las Escrituras Hebreas no se menciona a Nazaret. Algunos suponen que Mateo tenía acceso a algunos libros proféticos perdidos o a algunas tradiciones no escritas, pero la expresión “se habló por medio de los profetas” solo la usan los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas para referirse a la misma colección canónica de las Escrituras Hebreas que tenemos actualmente. La clave al parecer estriba en establecer la equivalencia de nazareno con né-tser, el término antes mencionado, que significa “brote”, “retoño” o “rama”.
Teniendo esto en cuenta, Mateo debe referirse a lo que Isaías (11:1) había dicho concerniente al Mesías: “Y tiene que salir una ramita del tocón de Jesé; y procedente de sus raíces un brote [we-né-tser] será fructífero”. Otra palabra hebrea, tsé-maj, también significa “brote”, y la usaron otros profetas con referencia al Mesías. Mateo usó el plural cuando dijo que los “profetas” habían mencionado a este venidero “Brote”. Por ejemplo: Jeremías escribió acerca del “brote justo” como un renuevo de David (Jer 23:5; 33:15), y Zacarías describió a un rey sacerdote “cuyo nombre es Brote”, una profecía que no podría aplicar más que a Jesús el Nazareno, el gran edificador del templo espiritual. (Zac 3:8; 6:12, 13.)
La mayor parte de la vasta región desértica por la que vagó la nación de Israel durante unos treinta y ocho años antes de entrar en la Tierra Prometida. (Nú 10:11, 12; Dt 2:14.) Si bien ocupaba la parte central y nororiental de la península del Sinaí, no tenía límites fijos. Al E. se encontraba la parte de la gran hendidura conocida como el Arabá y también el golfo de `Aqaba; al S., el desierto de Sinaí; al SO., el desierto de Sin; y al NO. y al N., los desiertos de Ezam y de Sur. En la región del mar Muerto, al NE., Parán englobaba el desierto de Zin y quizás llegaba hasta Beer-seba, en las proximidades de las montañas de Judá. (1Sa 25:1, 2.)
Parán era principalmente una accidentada región montañosa de piedra caliza, con algunas mesetas. La sección central, que oscilaba entre 600 y 750 m. de altura (Dt 33:2; compárese con Hab 3:3), también formaba parte de “aquel desierto grande e inspirador de temor” que se menciona en Deuteronomio 1:1, 19; 8:15. Excepto durante las breves estaciones lluviosas, la superficie de grava de este terreno escabroso está desprovista de vegetación verde, y los manantiales son escasos y muy distantes entre sí. Estos factores ponen de relieve que la nación de Israel —cuya población quizás ascendiese a 3.000.000 de personas— dependía totalmente de Jehová para que Él les proporcionase milagrosamente alimento y agua durante los años que vagaron por el desierto. (Éx 16:1, 4, 12-15, 35; Dt 2:7; 8:15, 16.)
Al parecer, la primera referencia a este desierto de Parán se hace en los días de Lot, cuando Kedorlaomer y sus aliados derrotaron a varias ciudades en las inmediaciones del mar Muerto y Edom hasta El-parán, al S. (Gé 14:4-6.) Más tarde, Ismael se estableció en el desierto de Parán después que lo despidió su padre Abrahán, y se dedicó principalmente a la caza. (Gé 21:20, 21.)
Sin embargo, las principales referencias a Parán están relacionadas con el tiempo en que los israelitas vagaron por el desierto. Después de partir del monte Sinaí, al N., Israel acampó en Taberá, en Quibrot-hataavá y luego en Hazerot, en el límite meridional de Parán, antes de trasladarse hacia Qadés-barnea. (Nú 10:12, 33; 11:3, 34, 35; 12:16.) Poco después de entrar en Parán, se envió a los doce espías a explorar Canaán. (Nú 13:3, 26.) El mal informe que la mayoría de ellos presentó cuando regresaron resultó en que Jehová decretara que la nación habría de prolongar su estancia en el desierto hasta que hubiesen muerto todos los que estaban inscritos y habían murmurado contra Dios. (Nú 13:31-33; 14:20-34.) La mayoría de los lugares en los que acampó Israel durante esos cuarenta años, desde Egipto hasta la Tierra Prometida, estuvieron en Parán. (Nú 33:1-49.)
Aunque la Septuaginta griega dice que David fue al desierto de Maón tras la muerte y entierro de Samuel, el texto masorético, así como la Peshitta siriaca y la Vulgata latina, indica que fue al desierto de Parán. (1Sa 25:1.) Después que David subió al trono y peleó contra Edom, el joven príncipe edomita Hadad escapó a Egipto junto con algunos sirvientes de su padre. Por el camino, cuando pasó por Parán, se le unieron algunos hombres. (1Re 11:15-18.)
Al sur del Négueb y junto al desierto de Zin está el desierto de Parán. Al salir de Sinaí, los israelitas cruzaron este desierto en camino a la Tierra Prometida, y desde Parán envió Moisés a los 12 espías. (Núm. 12:16; 13:3.)
Último lugar donde acamparon los israelitas antes de cruzar el mar Rojo. (Nú 33:7, 8.) Después de haber estado en “Ezam en la orilla del desierto” (Éx 13:20), Moisés recibió las siguientes instrucciones de Jehová Dios: “Que se vuelvan y acampen delante de Pihahirot, entre Migdol y el mar, a vista de Baal-zefón”. (Éx 14:1, 2.) Si en la actualidad se conocieran las ubicaciones de Migdol y Baal-zefón, no sería difícil identificar Pihahirot; sin embargo, no es así, y han sido varios los intentos por relacionar dichos nombres, así como el de Pihahirot, con ciertas localidades situadas a lo largo de la frontera oriental de Egipto, aunque no ha habido resultados concluyentes. Por esta razón, otros datos geográficos contenidos en el mismo relato parecen presentar la base más fidedigna para obtener alguna idea en cuanto a la ubicación de Pihahirot.
Pihahirot estaba cerca del mar Rojo y emplazado de tal modo que el único camino para escapar de las fuerzas egipcias que avanzaban era a través del mismo mar. En ese lugar el mar también tuvo que ser de una profundidad suficiente como para permitir que las aguas se ‘partieran’ para dejar un paso por “en medio del mar”, formando un “muro” a ambos lados. (Éx 14:16, 21, 22.) Ningún lugar al N. del golfo de Suez reúne estas condiciones. Es cierto que en la actualidad muchos eruditos favorecen la teoría de que cruzaron en la región de los lagos Amargos, que es menos profunda y comienza a unos 25 Km. al N. de Suez. No obstante, este punto de vista o implica el rechazo de la naturaleza divina de este trayecto —cuando alegan que lo que atravesaron fue tan solo una ciénaga o marisma—, o bien implica la idea de que en la antigüedad el extremo septentrional del mar Muerto llegaba hasta la región de los lagos Amargos y en ese tiempo sus aguas eran mucho más profundas, cuando las pruebas arqueológicas indican que ha habido muy pocos cambios en el nivel del agua desde tiempos antiguos.
Por esta razón, el lugar que los eruditos del siglo pasado indicaron aún parece ser el que mejor encaja con los datos de la historia bíblica. Así que Pihahirot debe encontrarse en la estrecha llanura que se extiende a lo largo de la ladera sudoriental de Jebel `Ataqah, a unos 20 Km. al SO. de Suez. Se dice que los israelitas empezaron a cruzar el mar Rojo desde el promontorio llamado Ras `Ataqah y siguieron a través del lecho del mar hasta las inmediaciones del oasis `Ayun Musa’, en la orilla opuesta. En esta sección el lecho del mar desciende de manera bastante gradual desde ambas orillas por causa de los bancos de arena que se adentran en el mar unos 3 Km. desde cada lado. La máxima profundidad de agua, hacia la mitad de esta trayectoria, es de unos 15 m. Por otra parte, la distancia de orilla a orilla es de casi 10 Km., lo que permite suficiente espacio para que los quizás tres millones de israelitas atravesaran el lecho del mar, y al mismo tiempo las fuerzas militares de Faraón, en su esfuerzo por alcanzar a la multitud israelita, también avanzaran a través de ese paso provisto de forma milagrosa.
Este punto de vista coincide en términos generales con la tradición transmitida por Josefo, historiador judío del primer siglo, de que los israelitas estaban ‘encerrados entre precipicios inaccesibles y el mar’ antes de cruzar. (Antigüedades Judías, libro II, cap. XV, sec. 3.) El que la nación de Israel ‘se volviese’ desde Ezam hasta el lugar descrito anteriormente también armoniza con la predicción de Jehová sobre lo que Faraón diría de ellos: “Andan errantes en confusión en la tierra. El desierto los tiene encerrados”. (Éx 14:3.) Esto difícilmente hubiese sido posible al N. de Suez. La ubicación de Pihahirot en las inmediaciones de Jebel `Ataqah también permitiría que las fuerzas de Faraón avanzaran con rapidez tras los israelitas siguiendo una ruta por la que se circulaba normalmente, y que iba desde Menfis (probablemente la capital de Egipto en aquel tiempo) hasta la península del Sinaí. (Éx 14:4-9.)
Si bien satisface los requisitos geográficos, esta ubicación de Pihahirot ha de considerarse tan solo tentativa, y depende de una posible confirmación futura.
Lugar del desierto donde acamparon los israelitas. Estaba situado en el extremo del territorio edomita cercano al “camino a Sur”, que quizás corresponde con el moderno Darb el-Shur, que se extiende desde Hebrón hasta Egipto. (Gé 16:7, 14; Nú 20:14-16 [el término hebreo `ir (ciudad), que aparece en Nú 20:16, puede que simplemente signifique “campamento”; compárese con Nú 13:19].) Al parecer, Qadés-barnea distaba de Horeb unos once días de viaje por la ruta del monte Seír. (Dt 1:2.)
Se ubica a Qadés tanto en el desierto de Parán como en el de Zin. Debido a que Zin y Parán posiblemente eran desiertos colindantes que se juntaban en Qadés, bien podía decirse que estaba en cualquiera de los dos desiertos. O puede ser que el desierto de Zin fuese parte del desierto de Parán, que era mayor. (Nú 13:26; 20:1.) En el tiempo de Abrahán, a ese lugar se le conocía tanto por En-mispat (sig. Fuente [Manantial] de Juicio) como por Qadés. (Gé 14:7; 20:1.) Posiblemente sea el mismo lugar que Quedes. (Jos 15:21, 23.)
Se cree que `Ain Qedeis, a unos 80 Km. al SSO. de Beer-seba, posiblemente corresponda con Qadés. En medio de un desierto desolado (compárese con Dt 1:19), el agua pura y dulce del manantial de Qedeis sustenta un oasis en el que crecen hierba, arbustos y árboles. También hay otros dos manantiales en las inmediaciones, `Ain el-Qudeirat y `Ain el-Qeseimeh. El mayor de los tres manantiales en la actualidad es `Ain el-Qudeirat, y por esta razón hay quien opta por identificarlo con Qadés-Barnea. Sin embargo, `Ain Qedeis es el manantial más oriental, de modo que la identificación de `Ain Qedeis con Qadés-barnea parece ajustarse mejor a la descripción del límite meridional de Canaán de E. a O.: Qadés-barnea (`Ain Qedeis [?]), Hazar-addar (`Ain el-Qudeirat [?]) y Azmón (`Ain el-Qeseimeh [?]). (Nú 34:3-5.)
Si los israelitas acamparon en esta zona, es probable que, como eran un pueblo numeroso, utilizaran los tres manantiales. Por ejemplo, el campamento justamente anterior a que cruzaran el Jordán se extendía “desde Bet-jesimot hasta Abel-sitim” (Nú 33:49), una extensión de unos 8 Km., de acuerdo con los emplazamientos que hoy se atribuyen a dichos lugares. De Qadés-barnea (`Ain Qedeis) a Azmón (`Ain el-Qeseimeh) hay una distancia de unos 14 Km., y unos 9 Km. a Hazar-addar (`Ain el-Qudeirat). Por consiguiente, no está fuera de lo posible que hayan hecho uso de las tres fuentes. También es posible que el nombre Qadés-barnea se aplicase a toda la zona y que con el transcurso del tiempo designara únicamente la fuente que estaba al SE. (Véanse ADDAR núm. 2; AZMÓN.)
En el segundo año del éxodo de Egipto, los israelitas partieron de Hazerot y acamparon en Qadés-barnea. (Compárese con Nú 10:11, 12, 33, 34; 12:16; 13:26.) Luego Moisés envió doce espías a la Tierra Prometida, diez de los cuales volvieron con un mal informe, lo que resultó en que la murmuración rebelde se extendiera entre los israelitas. Por lo tanto, Jehová sentenció a la nación a vagar por el desierto. Después Israel intentó tomar Canaán sin la aprobación ni la dirección divina, por lo que sufrieron una derrota humillante. (Nú 13:1-16, 25-29; 14:1-9, 26-34, 44, 45; 32:7-13; Dt 1:41-45.) Después de eso, los israelitas siguieron morando por un tiempo en Qadés-barnea (Dt 1:46), aunque no era el propósito de Jehová que permanecieran allí. Anteriormente Dios les había dicho: “Mientras los amalequitas y los cananeos estén morando en la llanura baja, ustedes den la vuelta mañana [modismo hebreo que significa “más tarde”, como en Éx 13:14] y partan para marchar al desierto por vía del mar Rojo”. (Nú 14:25.)
De manera que los israelitas partieron de Qadés-barnea y vagaron por el desierto treinta y ocho años. (Dt 2:1, 14.) Durante este tiempo, el registro bíblico cuenta dieciocho diferentes etapas que hizo el campamento de Israel después de partir de Hazerot. (Compárese con Nú 12:16-13:3, 25, 26; 33:16-36.) Aunque Israel acampó en Qadés una vez que partió de Hazerot, en Números 33:18 no se menciona Qadés después de Hazerot. Puede ser que se deba a una omisión intencional o a que, según otras opiniones sostenidas en el pasado, Qadés y Ritmá sean el mismo lugar.
Finalmente, parece ser que los israelitas volvieron a Qadés en el primer mes del año cuadragésimo después del éxodo. (Nú 20:1; 33:36-39.) Míriam, la hermana de Moisés, murió allí. Después, Moisés y Aarón perdieron el privilegio de entrar en la Tierra Prometida por no santificar a Jehová cuando se hizo la provisión milagrosa de agua para los israelitas acampados en Qadés. Desde este mismo lugar, posteriormente Moisés pidió permiso a Edom para pasar por su territorio. (Nú 20:1-17.) Esta solicitud fue denegada, y al parecer los israelitas permanecieron un poco más de tiempo en Qadés (Nú 20:18; Jue 11:16, 17) antes de proseguir por el monte Hor hacia la Tierra Prometida. (Nú 20:22; 33:37.) Cuando llegaron a las llanuras de Moab, al E. del Jordán, Jehová designó Qadés-barnea como una parte del límite meridional de la Tierra Prometida. (Nú 33:50; 34:4.) Después, acaudillados por Josué, conquistaron la zona que se extendía desde Qadés-barnea hasta Gaza (Jos 10:41), y Qadés-barnea quedó en el límite meridional de Judá. (Jos 15:1-4.)
El Salmo 29:8 dice que la voz de Jehová hacía que el desierto de Qadés ‘se retorciera’. Esta expresión puede hacer alusión a las tormentas violentas procedentes de las montañas del N. que barrían la región de Qadés y hacían que la arena revolotease de tal manera que daba la sensación de que el desierto se retorcía.
Localidad donde residió Elqaná, el padre de Samuel, en la región montañosa de Efraín. (1Sa 1:1.)
Ciudad importante de Chipre donde Pablo, Bernabé y Juan Marcos ‘publicaron la palabra de Dios’ en los comienzos de la primera gira misional de Pablo alrededor del año 47 E.C. No se dice cuánto tiempo permanecieron en la ciudad. Parece ser que en esta localidad había una importante población judía, puesto que contaba con más de una sinagoga. (Hch 13:2-5.)
Por lo general se la identifica con las ruinas halladas a unos 5 Km. al N. de la ciudad moderna de Famagusta. Eso la situaría en el extremo oriental de una gran llanura fértil, justo al N. del río Pedias (Pediaeus). Por lo tanto, Salamina estaría a unos 200 Km. en dirección OSO. a través del mar Mediterráneo desde Seleucia, lugar desde donde Pablo partió de Siria. Aunque la Biblia no especifica que el barco en que viajaba Pablo anclase en el puerto de Salamina, en un tiempo la ciudad tuvo un buen puerto, que en la actualidad está obstruido con sedimentos.
Parece ser que Salamina estuvo comunicada con Pafos, al otro extremo de la isla, mediante al menos una carretera. Eso pudo haber facilitado los desplazamientos a Pablo y sus compañeros mientras predicaban por “toda la isla hasta Pafos”. (Hch 13:4-6.)
Bernabé y Juan Marcos probablemente volvieron a Salamina alrededor del año 49 E.C. (Hch 15:36-39.)