Geografía de la Biblia V |
Una de las cinco ciudades principales de los filisteos bajo el control de los “señores del eje” y probablemente centro religioso de Filistea donde se adoraba al dios falso Dagón. Las otras ciudades eran Gat, Gaza, Asquelón y Eqrón. (Jos 13:3.) Se ha identificado Asdod con Esdud (Tel Ashdod), localidad que queda a unos 6 Km. al SSE., desde la costa hacia al interior, de la moderna Asdod.
La primera referencia a Asdod se encuentra en Josué 11:22, donde se la menciona junto con Gaza y Gat como residencia de los gigantescos anaquim que aún quedaban en aquella tierra. Debido al lugar elevado sobre el que se la edificó y a su situación en la vía militar que iba a lo largo de la costa desde Egipto hasta Palestina, Asdod ocupaba una posición militar estratégica. Al tiempo de la conquista israelita de la tierra de Canaán, fue asignada a Judá junto con “sus pueblos dependientes y sus poblados” (Jos 15:46, 47); pero sus moradores debieron estar incluidos entre los “habitantes de la llanura baja” a los que no se pudo desposeer “porque tenían carros de guerra con hoces de hierro”. (Jue 1:19.)
Parece que en los días del rey Saúl las ciudades filisteas estaban en la cumbre de su poder. Antes de que reinase Saúl, los filisteos infligieron una severa derrota a los israelitas en Ebenézer y capturaron el arca del pacto, que transportaron a Asdod y colocaron en el templo de Dagón junto a la imagen de su dios. Después que milagrosamente se humilló a esta imagen en dos ocasiones, los asdoditas empezaron a verse afectados por una plaga de hemorroides de tal gravedad que cundió el pánico entre ellos. Como consecuencia de una conferencia de los señores del eje de los filisteos, se trasladó el Arca a la ciudad de Gat, lo que resultó en que la plaga se extendiese hasta allí. Al cabo de siete meses el Arca estaba de regreso en Israel, acompañada de una ofrenda de oro. (1Sa 5:1–6:18; véase Filistea.)
A pesar de que el rey David derrotó varias veces a los filisteos, sus ciudades principales permanecieron independientes hasta el tiempo del rey Uzías (829-778 a. E.C.). De él se dice que hizo “máquinas de guerra” (2Cr 26:15), y en 2 Crónicas 26:6 se registra que “procedió a salir y pelear contra los filisteos y a romper a través del muro de Gat y el muro de Jabné y el muro de Asdod, después de lo cual edificó ciudades en territorio de Asdod y entre los filisteos”.
Es evidente que el territorio de Asdod no permaneció bajo el control de Judá, puesto que se han encontrado inscripciones de una época posterior en las que se presenta al rey asirio Sargón II destronando al rey local Azuri y entronizando a Ahimiti en su lugar. Debido a una sublevación, Sargón emprendió una campaña en contra de Filistea y conquistó Gat, “Asdudu” (Asdod) y “Asdudimmu” (Asdod Junto al Mar, probablemente un lugar aparte situado en la costa). Puede que esta sea la campaña a la que se hace referencia en Isaías 20:1 y que supuso un cumplimiento parcial de la profecía de Amós 1:8. En el siglo siguiente Heródoto (II, 157) registró que el faraón Psamético sitió Azoto (Asdod) durante veintinueve años.
En un prisma de piedra de Senaquerib de Asiria se menciona que “Mitinti de Asdod” le llevó regalos costosos y le rindió homenaje, y añade lo siguiente concerniente al rey Ezequías de Judá (745 a. E.C.-717 a. E.C.): “Las ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de As`dod”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 237.)
Parece que para el tiempo de Jeremías (después de 647 a. E.C.) Asdod estaba en una condición debilitada, puesto que él habló del “resto de Asdod”. (Jer 25:20.) Nabucodonosor, cuya gobernación empezó en el año 624 a. E.C., hace mención del rey de Asdod como uno de los prisioneros en la corte de Babilonia. (Compárese con Sof 2:4.)
En el período postexílico, Asdod todavía constituía un foco de oposición para los israelitas (Ne 4:7), y Nehemías reprendió con severidad a los judíos que se habían casado con esposas asdoditas, cuyos hijos hablaban “asdodeo, y no había ninguno de ellos que supiera hablar judío”. (Ne 13:23, 24.) Durante el período macabeo, Judas Macabeo atacó la idólatra ciudad de Asdod (llamada Azotus) alrededor del año 163 a. E.C., y más tarde, hacia el año 148 a. E.C., la atacó por segunda vez Jonatán, el hermano de Judas, ataque en el que se quemó el templo de Dagón. (1 Macabeos 5:68; 10:84.)
Es digno de mención que la profecía de Zacarías había anticipado que Asdod sufriría dominación extranjera, al decir que ‘un hijo ilegítimo realmente se sentaría en Asdod’ (Zac 9:6), palabras que parecen augurar el tiempo en que la población y gobernación filisteas perderían la ocupación de la ciudad.
Los romanos reedificaron la ciudad hacia el año 55 a. E.C., y por lo general se la conocía por su nombre griego, Azotus. El evangelizador Felipe pasó por Asdod en su gira de predicación registrada en Hechos 8:40.
Asdoditas
(De [Perteneciente a] Asdod).
Gentilicio de los habitantes de la ciudad filistea de Asdod. (Jos 13:3.) Los asdoditas, como el pueblo filisteo en general, eran descendientes de Cam por medio de Mizraim y Casluhim, y, según parece, llegaron a Canaán procedentes de la isla de Creta. (Gé 10:6, 13, 14; Am 9:7; véanse Filistea)
En Nehemías 13:24 aparece el vocablo “asdodeo”, que designa el lenguaje que hablaban los asdoditas. No obstante, como no hay registro alguno de este idioma, no hay manera de saber si por entonces hablaban la lengua filistea antigua o un dialecto que se hubiese formado debido al influjo de varios siglos de dominación extranjera.
País de la antigüedad que ocupaba el extremo septentrional de la llanura mesopotámica o de lo que hoy es el extremo septentrional de Irak. Se hallaba comprendido principalmente en el triángulo formado por los ríos Tigris y Pequeño Zab, que constituían su límite occidental y meridional, respectivamente, mientras que al N. limitaba con las montañas de la antigua Armenia, y al E., con los montes Zagros y la tierra de Media. Sin embargo, hay que destacar que estos límites eran bastante variables: cuando el poder de Babilonia se debilitaba, las fronteras de Asiria se extendían hacia el S. del río Pequeño Zab, y retrocedían cuando la fortuna política de Asiria decaía y ascendía la de Babilonia. Los otros límites también fluctuaron, en especial el del río Tigris, ya que desde una época temprana Asiria extendió su influencia al O. de ese río. Más tarde, el Imperio asirio llegó a alcanzar una extensión mucho mayor.
Asiria y Babilonia mantuvieron una estrecha relación durante toda su historia. Eran estados vecinos que ocupaban una misma región sin que hubiera ninguna división natural que sirviera de frontera entre sus territorios. Sin embargo, la región de Asiria propiamente dicha era sobre todo una zona de tierras altas, con un terreno accidentado y un clima más fresco y sano que el de Babilonia. Parece que sus habitantes eran más enérgicos y agresivos que los babilonios. En algunos relieves tallados se les representa con una constitución fuerte, tez oscura, barba y cejas abundantes y nariz prominente.
Se cree que Asur, ciudad de Asiria situada al O. del río Tigris, fue la primera capital de aquella región. Con el tiempo, Nínive llegó a ser su capital más importante, aunque a veces los monarcas asirios usaron Cálah y Jorsabad como ciudades capitales. A lo largo de la parte septentrional de Asiria corría una ruta comercial en dirección al Mediterráneo y Asia Menor, con bifurcaciones hacia Armenia y la región del lago Urmia. Gran parte de las guerras de Asiria tenían como objetivo conseguir o mantener el control de esas rutas comerciales.
Militarismo.
Asiria era básicamente una potencia militar, y en el cuadro histórico que ha quedado de sus hazañas se observa una gran crueldad y rapacería. (La brutalidad de los asirios) Uno de sus monarcas guerreros, Asurnasirpal, describe de la siguiente manera el castigo que infligió a varias ciudades rebeldes:
“Edifiqué una columna cerca de la puerta de su ciudad y desollé a todos los principales que se habían sublevado, y cubrí la columna con su piel. A algunos los emparedé dentro de la columna, a algunos los colgué en maderos de la columna [...]. Y desmembré a los oficiales, a los oficiales reales que se habían rebelado [...]. A muchos de sus cautivos los quemé con fuego, y a otros muchos los capturé vivos. A algunos les amputé las manos; a otros, la nariz, las orejas y los dedos; a muchos les saqué los ojos. Hice un montón de los vivos y otro de las cabezas, y até sus cabezas a postes (troncos de árboles) alrededor de la ciudad. Quemé en el fuego a sus jóvenes y a sus vírgenes. Capturé vivos a veinte hombres y los emparedé en el muro de su palacio [...]. Al resto de sus guerreros los consumí de sed en el desierto del Éufrates [...].” (Ancient Records of Assyria and Babylonia, de D. D. Luckenbill, 1926, vol. 1, págs. 145, 147, 153, 162.)
En muchos relieves se les representa tirando de sus cautivos por cuerdas en cuyos extremos había garfios que les traspasaban la nariz o los labios, o sacándoles los ojos con la punta de una lanza. La tortura sádica era un rasgo frecuente de las guerras asirias, rasgo del que se jactaban con total desvergüenza y que registraban con sumo cuidado. El que otros pueblos supieran de su crueldad sin duda les dio ventaja militar, pues aterrorizaba a los que estaban en su línea de ataque y desmoronaba su resistencia. El profeta Nahúm llamó con acierto a Nínive, la capital de Asiria, un “albergue de leones” y una “ciudad de derramamiento de sangre”. (Na 2:11, 12; 3:1.)
¿Qué tipo de religión tuvieron los asirios? A la tierra de Asiria se le llamó “la tierra de Nemrod.” Este era el Nemrod que había fundado la ciudad de Nínive, que llegó a ser la capital de Asiria. El fundador se había hecho notorio como “Nemrod poderoso cazador en oposición a Jehová.” (Miq. 5:6; Gén. 10:8-12)
Asiria heredó su religión sobre todo de Babilonia, y aunque los asirios consideraban que su dios nacional, Asur, era el dios supremo, seguían aceptando a Babilonia como el principal centro religioso. Los reyes asirios también servían de sumos sacerdotes de Asur. En un sello que encontró A. H. Layard en las ruinas de un palacio asirio y que ahora se conserva en el Museo Británico, se representa al dios Asur con tres cabezas. La adoración asiria se destacaba por la creencia en tríadas de dioses, así como en una pentada o grupo de cinco dioses. La tríada principal la formaban: Anu, que representaba el cielo; Bel, que representaba la región habitada por el hombre, los animales y los pájaros, y Ea, que representaba las aguas terrestres y subterráneas. Una segunda tríada la componían: Sin, el dios de la Luna; Shamash, el dios del Sol, y Rammán, el dios de la tormenta, aunque en su lugar a menudo estaba Istar, la reina de las estrellas. (Compárese con 2Re 23:5, 11.) Después estaban los cinco dioses que representaban cinco planetas. La obra Unger’s Bible Dictionary (1965, pág. 102) comenta lo siguiente sobre los dioses que formaban los grupos trinos: “A veces se invoca a estos dioses individualmente con expresiones que parecen ensalzar a cada uno de ellos a una posición de supremacía sobre los demás”. Sin embargo, en su panteón había otras innumerables deidades secundarias, muchas de las cuales eran patronas de las ciudades. Cuando Senaquerib fue asesinado, el registro menciona que estaba adorando a Nisroc. (Isa 37:37, 38.)
La religión practicada en torno a estas deidades era animista, es decir, creía que todo objeto y fenómeno natural estaba animado por un espíritu. Sin embargo, se distinguía en cierto modo de las religiones de las naciones circundantes que adoraban a la naturaleza, pues los asirios pensaban que la guerra era la mejor manera de expresar la religión nacional. (GRABADO, vol. 1, pág. 956.) Por esta razón, Tiglat-piléser I dijo en cuanto a sus luchas: “Mi Señor, Asur, me instó”; y en sus anales, Asurbanipal registró: “Por la orden de Asur, SIN, SHAMASH, mis grandes dioses y señores cuya protección me otorgaron, entré en la tierra de Mannai y marché a través de ella victoriosamente”. (Records of the Past: Assyrian and Egyptian Monuments, Londres, 1875, vol. 5, pág. 18; 1877, vol. 9, pág. 43.) Sargón solía invocar la ayuda de Istar antes de ir a la guerra. Los ejércitos marchaban detrás de los estandartes de los dioses, que debieron ser símbolos de madera o metal colocados sobre postes. Se daba mucha importancia a los agüeros, y para conocerlos examinaban el hígado de animales sacrificados, el vuelo de los pájaros o la posición de los planetas. El libro Ancient Cities (de W. B. Wright, 1886, pág. 25) informa: “La guerra era la ocupación de la nación, y los sacerdotes la fomentaban sin cesar. Su manutención procedía en gran medida de los despojos de guerra, de los que siempre se les asignaba un porcentaje fijo antes que otros pudiesen participar de ellos, pues esta raza de saqueadores era extremadamente religiosa”.
Cultura, literatura y leyes. Los asirios construyeron palacios impresionantes, con las paredes revestidas de losas esculpidas, en las que representaban con muchísimo realismo escenas de guerra y paz. Las entradas estaban adornadas con toros alados que tenían cabeza humana, esculpidos en un solo bloque de piedra caliza que pesaba unas 36 Tm. En sus sellos cilíndricos se observan intrincados grabados. (Véase ARQUEOLOGÍA.) Debieron tener considerables conocimientos metalúrgicos, a juzgar por su fundición de metales. Sus reyes construyeron acueductos y perfeccionaron los sistemas de riego, hicieron parques reales, tanto botánicos como zoológicos, en los que había plantas, árboles y animales de muchos países. Sus edificios palaciegos dan prueba de que poseían un sistema de desagüe bien estudiado y unas medidas sanitarias bastante buenas.
Un aspecto de especial interés han sido las grandes bibliotecas construidas por ciertos monarcas asirios, con decenas de miles de tablillas de barro, prismas y cilindros, inscritos todos con escritura cuneiforme, en los que se explican importantes acontecimientos históricos, datos religiosos y asuntos legales y comerciales. Sin embargo, algunas leyes de cierta época de la historia asiria ilustran de nuevo la dureza que con tanta frecuencia caracterizó a aquella nación. El castigo estipulado para ciertos delitos era la mutilación. Por ejemplo: a una muchacha esclava no se le permitía presentarse en público cubierta con un velo, y si violaba tal ordenanza, se le amputaban las orejas. La siguiente ley ilustra la desprotección legal que tenía la mujer casada: “Dejando aparte las penas que se inscriben en la tablilla con respecto a una mujer casada, un hombre puede azotar a su esposa, arrancarle el pelo, cortarle y lastimarle las orejas. Legalmente no hay en ello ninguna culpa (imputable)”. (Everyday Life in Babylonia and Assyria, de H. W. F. Saggs, 1965, pág. 152.)
Historia bíblica y seglar. La primera referencia bíblica a Asiria se encuentra en Génesis 2:14, donde Moisés dice, desde la óptica de su tiempo, que el río Hidequel (Tigris), en un principio una de las cuatro cabeceras del río “que procedía de Edén”, ‘iba al este de Asiria’. (Gé 2:10.)
El nombre de esta tierra se derivó de Asur, hijo de Sem. (Gé 10:22.) Por lo tanto, parece que poco después del Diluvio sus primeros pobladores eran semitas. Sin embargo, pronto se fueron infiltrando otros, como Nemrod, nieto de Cam, que entró en Asiria y edificó a “Nínive y a Rehobot-Ir y a Cálah y a Resen entre Nínive y Cálah: esta es la gran ciudad”. (Gé 10:11, 12; compárese con Miq 5:6.) No se indica si la construcción de estas ciudades siguió a la de la Torre de Babel y a la posterior confusión de lenguas (Gé 11:1-9), si bien en ese capítulo ya se mencionan diversas lenguas. (Gé 10:5, 20, 31.) De todos modos, se deja claro que la construcción de la ciudad de Nínive, la capital de Asiria, se dirigió desde Babilonia, hecho con el que concuerda la historia seglar. En fechas posteriores, se dice que las tribus que descendieron de Ismael, hijo de Abrahán, llegaron en sus marchas nómadas hasta Asiria. (Gé 25:18.)
En el período aproximado de 1100-900 a. E.C. (que siguió al reinado de Tiglat-piléser I), Asiria vivió una época de decadencia, y a menudo se ha opinado que esta circunstancia favoreció la extensión de los límites de la nación de Israel durante el reinado de David (1077-1038 a. E.C.) y la posterior extensión de su influencia durante el reinado de Salomón (1037-998 a. E.C.). Por supuesto, tal expansión se debió principalmente al apoyo de Dios y no tanto al debilitamiento de Asiria. (2Sa 8, 10; 1Re 4:21-24.)
Asurnasirpal II y Salmanasar III. La amenaza asiria empezó a acercarse a Israel durante el reinado de Asurnasirpal II, célebre por sus despiadadas campañas bélicas y crueldades ya mencionadas. Según algunas inscripciones, cruzó el río Éufrates, invadió la zona septentrional de Siria y exigió tributo de las ciudades fenicias. Su sucesor, Salmanasar III, es el primer rey que registra haber tenido un contacto directo con el reino septentrional de Israel. Los registros asirios informan que Salmanasar avanzó hacia Qarqar, junto al río Orontes, donde luchó contra una coalición de reyes. Aquella batalla no tuvo resultados decisivos. El Obelisco Negro de Salmanasar, en Nimrud, registra que Jehú (c. 904-877 a. E.C.) le pagó tributo, y tiene un relieve que probablemente representa al emisario de Jehú entregando el tributo a dicho monarca asirio.
Adad-nirari III y sus sucesores. Después de Samsi-adad V, sucesor de Salmanasar III, ascendió al trono asirio Adad-nirari III. Las inscripciones informan que atacó Damasco y recibió tributo de Jehoás de Samaria. Tal vez fue hacia mediados del siglo IX a. E.C. (c. 844) cuando se comisionó al profeta Jonás para que fuera a Nínive, la capital de Asiria. Como resultado de su advertencia de la inminente destrucción que les iba a sobrevenir, todos los habitantes de la ciudad, incluso el rey, se arrepintieron. (Jon 3:2-6.) Puede ser que por aquel entonces el rey de Asiria fuese Adad-nirari III, aunque esto no se sabe con certeza.
Según el registro histórico, entre los reyes que sucedieron a Adad-nirari III estuvieron sus hijos: Salmanasar IV, Asur-dan III y Asur-nirari V. Sin embargo, cabe destacar que en ese período la agresividad asiria estaba en decadencia.
Tiglat-piléser III. El primer rey asirio que se menciona por nombre en la Biblia es Tiglat-piléser III (2Re 15:29; 16:7, 10), también llamado “Pul” en 2 Reyes 15:19. Debido a que en 1 Crónicas 5:26 aparecen ambos nombres, en el pasado se pensó que se trataba de dos reyes distintos. Sin embargo, la lista “A” de reyes babilonios da el nombre de “Pulu” e indica que ambos nombres corresponden a la misma persona. De modo que es posible que en un principio se conociera a este rey por el nombre de Pul y que al ascender al trono asirio, adoptara el nombre de Tiglat-piléser. (Véase PUL núm. 1.) .
Durante el reinado de Menahem de Israel (c. 790-781 a. E.C.) Tiglat-piléser III invadió el territorio del reino septentrional. Menahem le pagó 1.000 talentos de plata (6.606.000 dólares [E.U.A.]) y así consiguió la retirada de los asirios. (2Re 15:19, 20.) Más tarde, el rey Péqah de Israel (c. 778-759 a. E.C.) se unió al rey Rezín de Siria para luchar contra el rey Acaz de Judá (761-746 a. E.C.). A pesar de que Isaías profetizó la segura desaparición de esta amenaza siro-israelita debido al poder del rey de Asiria (Isa 7:1-9, 16, 17; 8:3, 4), Acaz escogió el proceder insensato de enviar un soborno a Tiglat-piléser para que atacara a aquella coalición y así aliviase la presión bajo la que estaba Judá. El monarca asirio respondió capturando varias ciudades de la zona N. de Israel, así como las regiones de Galaad, Galilea y Neftalí. Tiglat-piléser había adoptado la táctica de deportar la población de las zonas conquistadas a otros lugares con el fin de reducir el riesgo de sublevaciones, y lo mismo hizo en esta ocasión con algunos israelitas. (1Cr 5:6, 26.) Además, Judá quedó entonces subordinado a Asiria, por lo que el rey Acaz viajó a Damasco, que también había caído ante los asirios, para rendir homenaje a Tiglat-piléser. (2Re 15:29; 16:5-10, 18; 2Cr 28:16, 20, 21; compárese con Isa 7:17-20.)
Salmanasar V. Salmanasar V sucedió a Tiglat-piléser III. Hosea (c. 758-740 a. E.C.), usurpador del trono de Israel, al principio se sometió a la exacción de tributo impuesta por Asiria, pero después conspiró con Egipto para liberar a Israel del yugo asirio. Ante esto, Salmanasar dio comienzo a un sitio de tres años de la ciudad de Samaria, que terminó con la caída de dicha ciudad (740 a. E.C.) y el exilio de Israel. (2Re 17:1-6; 18:9-11; Os 7:11; 8:7-10.) Según la mayoría de las obras de consulta, Salmanasar murió antes de finalizar la conquista de Samaria, y la ciudad cayó ante Sargón II. (Véanse SALMANASAR núm. 2; SARGÓN.)
Sargón II Los registros de Sargón hablan de la deportación de 27.290 israelitas a diferentes lugares del Alto Éufrates y Media. También se narra la campaña contra Filistea, en la que conquistó Gad, Asdod y Asdudimmu. Fue para el tiempo de esta campaña cuando se le dijo al profeta Isaías que advirtiese al pueblo de la futilidad de confiar en Egipto o Etiopía como protección contra el agresor asirio. (Isa 20:1-6.) Al parecer, durante el reinado de Sargón, por primera vez se llevó gente de Babilonia y Siria para repoblar Samaria, y después ese rey asirio hizo volver del exilio a un sacerdote israelita para que instruyera a estas personas en “la religión del Dios del país”. (2Re 17:24-28; véanse SAMARIA núm. 2; SAMARITANO.)
Senaquerib. Senaquerib, el hijo de Sargón II, atacó al reino de Judá durante el decimocuarto año del reinado de Ezequías (732 a. E.C.). (2Re 18:13; Isa 36:1.) Este se rebeló contra el yugo asirio —yugo que había resultado de la maniobra de su padre Acaz (2Re 18:7)—, a lo que Senaquerib reaccionó invadiendo todo Judá y conquistando 46 ciudades. (Compárese con Isa 36:1, 2.) Después, desde su campamento de Lakís, exigió que Ezequías pagase un tributo de 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]) y 300 talentos de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]). (2Re 18:14-16; 2Cr 32:1; compárese con Isa 8:5-8.) Aunque las cantidades exigidas se pagaron, Senaquerib envió a sus voceros para conminar a Jerusalén a rendirse sin condiciones. (2Re 18:17–19:34; 2Cr 32:2-20.) Sin embargo, Jehová mató a 185.000 soldados en una sola noche, y de ese modo obligó al jactancioso rey asirio a retirarse y volver a Nínive. (2Re 19:35, 36.) Allí lo asesinaron más tarde dos de sus hijos, y otro de sus hijos, Esar-hadón, lo reemplazó en el trono. (2Re 19:37; 2Cr 32:21, 22; Isa 37:36-38.) Estos acontecimientos, con la excepción de la aniquilación de las tropas asirias, también están registrados en el Prisma de Senaquerib y en un prisma de Esar-hadón. (GRABADOS, vol. 1, pág. 957.) ★Senaquerib
Esar-Hadón. Durante el reinado de Manasés (716-662 a. E.C.), Jehová permitió que los jefes del ejército asirio se llevaran cautivo a este rey judaíta a Babilonia, para aquel entonces bajo el control asirio. (2Cr 33:11.) Hay quien cree que se deportó a Manasés para el tiempo de la victoriosa campaña de Esar-hadón contra Egipto. Sea como sea, en algunas inscripciones se menciona a Menasi (Manasés) de Judá entre los que pagaban tributo a Esar-hadón. Más tarde Manasés fue devuelto a Jerusalén. (2Cr 33:10-13.) Según Esdras 4:2, parece que el intercambio de población entre el reino septentrional de Israel y otros lugares todavía continuaba en los días de Esar-hadón, lo que puede explicar el período de “sesenta y cinco años” mencionado en la profecía de Isaías 7:8. (Véanse ACAZ núm. 1; ESAR-HADÓN - [§4].)
Asurbanipal. Antes de su muerte, Esar-hadón había nombrado príncipe heredero de Asiria a su hijo Asurbanipal, y a su otro hijo, Shamash-shum-ukin, heredero del trono de Babilonia. Más tarde, Shamash-shum-ukin se rebeló contra su hermano, pero Asurbanipal aplastó la rebelión y saqueó la ciudad de Babilonia.
Asurbanipal fue quien consiguió la mayor expansión del imperio. Reprimió una sublevación de Egipto y saqueó la ciudad de Tebas (No-amón). Para entonces los límites del Imperio asirio abarcaban las regiones de Elam y parte de Media, y se extendían hasta Ararat; por el O. llegaban hasta Cilicia, en Asia Menor, y de ahí, hasta Egipto y luego Arabia, pasando por Siria e Israel (pero no por Jerusalén), hasta Babilonia. Al parecer “el grande y honorable Asnapar” mencionado en Esdras 4:10 es el mismo Asurbanipal. (Véase ASNAPAR.)
La caída del imperio. La Crónica de Babilonia (B. M. [Museo Británico] 21901) relata la caída de Nínive, capital de Asiria, después del sitio al que la sometió el rey babilonio Nabopolasar, con el apoyo de Ciaxares el medo, en el año decimocuarto de su reinado (632 a. E.C.). Esta dice: “La ciudad [convirtieron] en montes de ruinas y cúmu[los (de restos)]”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 239.) De esta manera llegó a un fin ignominioso el cruel gobierno asirio. (Isa 10:12, 24-261; 23:13; 30:30-33; 31:8, 9; Na 3:1-19; Sof 2:13.)
Según esta misma crónica, en el año decimocuarto de Nabopolasar (632 a. E.C.), Asur-uballit II intentó perpetuar el dominio asirio, con la ciudad de Harán como capital de su reino. Respecto al decimoséptimo año (629 a. E.C.) de Nabopolasar, dice: “En el mes Du`uzu, Asur-uballit, rey de Asiria, (y) un gran [ejército de] E[gip]to [que había venido en su ayuda] cruzó el río (Éufrates) y [marchó a] la conquista de Harán”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 305.) De hecho, lo que este pasaje narra es el intento de Asur-uballit de reconquistar Harán, pues con anterioridad se le había hecho huir de la ciudad. Esta referencia concuerda con las palabras sobre el faraón Nekoh —cuya intervención le costó la vida al rey Josías de Judá (c. 629 a. E.C.)— que se hallan en 2 Reyes 23:29, donde dice que “Faraón Nekoh el rey de Egipto subió al rey de Asiria junto al río Éufrates”, seguramente con el fin de ayudarle. Este “rey de Asiria” bien pudo haber sido Asur-uballit II. Sin embargo, la campaña militar contra Harán fracasó: el Imperio asirio había llegado a su fin.
El título “rey de Asiria” se aplicó al rey persa (Darío Histaspes) que dominaba Asiria al tiempo de la reconstrucción del templo de Jerusalén (terminado en 515 a. E.C.). (Esd 6:22.)
Asiria en la profecía. Asiria figuraba en la profecía que Balaam pronunció alrededor del año 1473 a. E.C. (Nú 24:24.) También se encuentran numerosas referencias a Asiria en las profecías de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Miqueas, Nahúm, Sofonías y Zacarías. Además, en toda la profecía de Oseas se entreteje la advertencia de que Asiria asolaría el reino septentrional de Israel. Por otra parte, con frecuencia se condenó la confianza que pusieron en tales naciones paganas los apóstatas de Israel y Judá, vacilando a menudo entre Egipto y Asiria como “una paloma simple sin corazón”. (Jer 2:18, 36; Lam 5:6; Eze 16:26, 28; 23:5-12; Os 7:11.) Los desastrosos resultados de tal proceder están narrados vívidamente en el registro bíblico. (Eze 23:22-27.) De igual modo, se había profetizado la humillación del pueblo asirio y la repatriación de los israelitas exiliados. (Isa 11:11-16; 14:25; Jer 50:17, 18; Eze 32:22; Zac 10:10, 11.) Por último, la profecía había señalado que llegaría un día en el que existirían relaciones pacíficas entre Asiria y Egipto, y que ambos pueblos se unirían, con el beneplácito divino, al pueblo de Israel, para llegar a ser “una bendición en medio de la tierra”. (Isa 19:23-25.)
En la Biblia también se habla sobre “el asirio” de la actualidad, que tratará de exterminar al pueblo de Dios (Miq. 5:5). Al parecer, los cuatro ataques predichos contra el pueblo de Dios se refieren al mismo acontecimiento, pero con nombres distintos: el ataque de Gog de Magog, el del rey del norte, el de los reyes de la tierra y el del asirio.
Lugar del S. de Judá donde hubo un pozo y tiempo después se construyó una ciudad. Se encuentra a medio camino entre la costa del mar Mediterráneo y el extremo meridional del mar Muerto, a unos 45 Km. al SO. de Hebrón y más o menos a la misma distancia al SE. de Gaza.
Llegó a representar el extremo S. de la Tierra Prometida, tal como se expresa en la frase proverbial ‘desde Dan hasta Beer-seba’ (Jue 20:1), o a la inversa, “desde Beer-seba hasta Dan”. (1Cr 21:2; 2Cr 30:5.) Después de la división de la nación en dos reinos, Beer-seba siguió significando el límite meridional del reino de Judá, como se puede ver por las expresiones “desde Gueba hasta Beer-seba” (2Re 23:8) y “desde Beer-seba hasta la región montañosa de Efraín” (donde empezaba el reino septentrional de Israel). (2Cr 19:4.) En la época posterior al exilio se usó la expresión “desde Beer-seba hasta el mismo valle de Hinón” para referirse a la zona que ocuparon los repatriados de Judá. (Ne 11:27, 30.)
Había otras ciudades de la Tierra Prometida situadas al S. de Beer-seba, de la misma manera que algunas ciudades israelitas se encontraban al N. de Dan. Sin embargo, tanto Dan como Beer-seba estaban en las fronteras naturales del país. Beer-seba se hallaba al S. de las montañas de Judá, en el confín del desierto. Además, fue una de las ciudades principales de Judá (junto con Jerusalén y Hebrón), no solo por estar bien abastecida de agua para la agricultura y la cría de ganado, sino también porque era una encrucijada de caminos importantes. Una antigua ruta iba desde Egipto hasta Beer-seba por el “Camino de los Pozos” a través de Qadés-barnea, y se unía con otro camino, por el que viajaban las caravanas de camellos de los “reinos de las especias” de la península arábiga que se dirigían a Filistea o Judá. De Ezión-guéber, en el golfo de `Aqaba, salía otra ruta que cruzaba el Arabá, luego giraba hacia el O., pasaba por la Subida de Aqrabim y conducía a Beer-seba. De Gaza, en la llanura filistea, partía una ramificación del Camino del Mar en dirección SE. que llegaba hasta Beer-seba. Por otra parte, la ciudad estaba comunicada con el resto de Judá por un camino que salía de ella en dirección NE., remontaba la meseta, se adentraba en las montañas de Judá hasta llegar a Jerusalén y continuaba hacia el N. (Gé 22:19.)
La primera mención que se hace de este lugar tiene que ver con un suceso relacionado con Agar. Ella vagó con su hijo Ismael “por el desierto de Beer-seba” cuando Abrahán la despidió. (Gé 21:14.) Al suponer que su hijo moriría de sed, se apartó de él, pero Dios oyó al muchacho y dirigió a Agar a un pozo. (Gé 21:19.) El relato que sigue da a entender que tiempo atrás Abrahán había excavado este pozo sin nombre, pues dice que algunos filisteos se habían apoderado violentamente de un pozo en esta zona, al parecer sin conocimiento de su rey Abimélec, el rey de Guerar. Luego, Abimélec fue a Abrahán con Ficol, el jefe de su ejército, para proponerle un pacto de paz. Cuando Abrahán criticó con severidad a Abimélec por el acto de violencia de sus siervos, este confesó desconocer lo ocurrido y celebró un pacto con Abrahán, aceptando siete corderas como prueba del derecho de Abrahán al pozo. “Por eso [Abrahán] llamó a aquel lugar Beer-seba, porque allí ambos habían prestado juramento.” (Gé 21:31.) Después, plantó en aquel lugar un tamarisco e invocó “el nombre de Jehová el Dios de duración indefinida”. (Gé 21:33.) Fue desde Beer-seba desde donde partió hacia Moria para ofrecer a Isaac como sacrificio, y después de regresar, “continuó morando en Beer-seba”. (Gé 22:19.)
A la muerte de Abrahán, los filisteos cegaron los pozos que había excavado, pero cuando más tarde Isaac se puso a residir en aquella región, empezó a abrirlos de nuevo y a ponerles los mismos nombres que su padre les había dado. (Gé 26:18.) Hostigado por los filisteos, Isaac fue de un lugar a otro, hasta que por fin halló amplio espacio en Rehobot, desde donde más tarde subió a Beer-seba. (Gé 26:22, 23.) Mientras los siervos de Isaac excavaban un pozo en Beer-seba, Abimélec, posiblemente otro rey de Guerar (del mismo nombre o con el mismo título que el que había pactado con Abrahán, o quizás el mismo personaje), fue a Isaac con Ficol, el jefe de su ejército, para proponerle un pacto de paz. Banquetearon juntos, y a la mañana siguiente madrugaron y se hicieron declaraciones juradas el uno al otro. Aquel mismo día el pozo produjo agua, e Isaac lo llamó Sibá, que significa “Juramento, o: Siete”, y que hace referencia a un juramento refrendado por siete cosas. (Gé 26:31-33.) Parece ser que con el término “Sibá” (otra forma del nombre Seba), Isaac intentó conservar el nombre Beer-seba que Abrahán le había dado al lugar. Es posible que el pozo que excavaron los hombres de Isaac fuera el mismo que antes había cavado Abrahán, según el texto de Génesis 26:18 ya citado. Fue en el transcurso de su estancia en Beer-seba cuando Isaac bendijo a Jacob en lugar de a Esaú y lo envió a Harán para que tomara esposa de entre las hijas de Labán, el hermano de su madre. (Gé 28:1, 2, 10.) Más tarde, Jacob, conocido ya por el nombre de Israel, ofreció sacrificios al Dios de Isaac en Beer-seba cuando iba en camino a Egipto para reunirse con su hijo José. (Gé 46:1-5.)
En el transcurso de los siguientes doscientos cincuenta años, hasta la distribución de la tierra de Canaán entre las doce tribus de Israel, se edificó una ciudad en Beer-seba (Jos 15:21, 28), ciudad que más tarde se asignó a la tribu de Simeón como un enclave en el territorio de Judá. (Jos 19:1, 2.) Los hijos de Samuel ejercieron en ella funciones de jueces. (1Sa 8:1, 2.) Cuando Elías huía de la ira de la reina Jezabel, dejó a su servidor en Beer-seba y se dirigió hacia el S., a través del Négueb en dirección a Horeb. (1Re 19:3.) Zibíah, la madre del rey Jehoás de Judá, era de este lugar. (2Re 12:1.) Beer-seba fue el “punto de terminación” de la inscripción de los israelitas que ordenó David (2Sa 24:2, 7) y donde comenzaron las reformas religiosas de Jehosafat. (2Cr 19:4.) Las referencias de Amós (5:5 y 8:14) dan a entender que en su tiempo se practicaba en esa ciudad cierta forma de idolatría, posiblemente relacionada con la del reino norteño. Como en muchas otras partes de Israel, se han encontrado en Beer-seba figurillas de la diosa Astarté. Después del tiempo de Amós solo se menciona esta ciudad una vez más, cuando los israelitas que regresaron del exilio en Babilonia la ocuparon de nuevo junto con sus pueblos dependientes. (Ne 11:27.)
La ciudad del período de los jueces se ha identificado con Tell es-Saba´ (Tel Be’er Sheva´), a 4 Km. al E. de la moderna Be’er Sheva´. Según algunos escritores seglares del siglo IV E.C., Beer-seba era una población grande y tenía una guarnición romana. En la actualidad sigue siendo una encrucijada de caminos y dispone de un importante mercado. Aunque la depresión de Beer-seba es muy seca —recibe solo de 150 a 200 mm. de lluvia al año—, el suelo es fértil y cuenta con buenas granjas. También se encuentran varios pozos, el mayor de los cuales tiene 4 m. de diámetro y se ha cavado en la roca sólida hasta una profundidad de 5 m.
1. Belén - (Efrata; Betlemita), Ciudad situada en la región montañosa de Judá (Judea.)
1. Belén - Efrata, Ciudad situada en la región montañosa de Judea desde la que se dominaba la ruta que iba de Jerusalén a Beer-seba. Hoy se llama Beit Lahm (Bet Lehem) y se encuentra a unos 9 Km. al SSO. del monte del Templo. Su altitud es de unos 777 m. sobre el nivel del mar, la misma que la de Jerusalén. La zona rural, a pesar de ser rocosa, produce aceitunas, uvas y varios cereales. (Rut 1:22.)
Belén debió llamarse en un principio Efrat o Efrata. Jacob enterró a Raquel “en el camino a Efrat, es decir, Belén”. (Gé 35:19; 48:7.) Entre los primeros descendientes de Judá, hijo de Jacob, se mencionan “Salmá el padre de Belén” (1Cr 2:51, 54) y “Hur el primogénito de Efrata el padre de Belén”. (1Cr 4:4.) El que se llame así a estos personajes puede indicar que eran antepasados de los israelitas que más tarde llegaron a ocupar Belén. Cuando los israelitas entraron en Canaán, Belén se encontraba dentro del territorio asignado a Judá, aunque no se la menciona específicamente en ninguna lista de ciudades judías, ni se sabe nada de su tamaño o importancia en aquel tiempo. Como había otra Belén en el territorio de Zabulón (Jos 19:10, 15), por lo general se distinguía a la ciudad de Judá relacionándola con Efrat o llamándola “Belén de Judá”. (Jue 17:7-9; 19:1, 2, 18.)
Así, puede que el juez Ibzán fuera de Belén de Judá, pero la ausencia de cualquier referencia a Judá o Efrat hace que muchos lo consideren natural de Belén de Zabulón. (Jue 12:8-10.) Elimélec, su esposa Noemí y sus hijos eran de Belén de Judá, adonde Noemí volvió con Rut la moabita después de haber vivido en Moab. (Rut 1:1, 2, 19, 22.) Boaz también era de Belén; esta ciudad y sus campos fueron escenario de los acontecimientos registrados en el libro de Rut con relación a los antepasados de Jesús. (Mt 1:5, 6; Rut 2:4; 4:11.)
David, hijo de “Jesé el betlemita”, nació en Belén de Judá, por eso a veces se la llamaba “la ciudad de David” (Lu 2:4, 11; Jn 7:42). Y era en esta región donde cuidaba las ovejas de su padre y donde más tarde lo ungió Samuel para que llegara a ser el futuro rey de Israel. (1Sa 16:1, 4, 13, 18; 17:12, 15, 58; 20:6.) Tiempo después, mientras era fugitivo, David anheló beber del agua de la cisterna de Belén, que en aquel entonces estaba bajo el control de una guarnición filistea. (2Sa 23:14, 15; 1Cr 11:16, 17.) Hoy día aún hay tres pozos en la parte septentrional de la ciudad. Elhanán, uno de los guerreros sobresalientes de David, era hijo de un hombre de Belén (2Sa 23:24), así como los sobrinos de David: Joab, Abisai y Asahel. Allí se enterró al veloz Asahel cuando Abner lo mató. (2Sa 2:18-23, 32.)
David no escogió Belén como su capital a pesar de estar emplazada en una ruta importante, tener una buena posición militar (pues se encontraba a considerable altitud) y ser su ciudad natal. No se vuelve a mencionar a Belén hasta el reinado de Rehoboam, hijo de Salomón, cuando se la incluye entre las ciudades que aquel rey fortificó. (2Cr 11:5, 6.) El resto del pueblo que quedó en Judá después de la caída de Jerusalén ante Babilonia hizo un alto en las proximidades de Belén antes de emprender la marcha hacia Egipto. (Jer 41:17.) Entre aquellos que regresaron de Babilonia después del exilio había hombres de Belén. (Esd 2:21; Ne 7:26.)
Como se señaló antes, Belén no estaba incluida entre las ciudades de Judá en los registros de las divisiones tribales. Aunque en la Biblia se hace mención de esta ciudad en relación con ciertos personajes, no parece que haya sido una ciudad importante ni que tuviese una gran población; cuando Jesús estuvo en la Tierra era solo una “aldea”. (Jn 7:42.) Por esa razón, en su profecía mesiánica (Miqueas 5:2) pudo referirse a Belén Efrat o Efrata como “el demasiado pequeño para llegar a estar entre los miles de Judá”. Sin embargo, su profecía mostró que el pequeño pueblo de Belén tendría el honor singular de ser el lugar de procedencia del Mesías. Los judíos entendían que esta profecía significaba que el Mesías o Cristo saldría de Belén (Jn 7:40-42), creencia que también expresaron sus principales sacerdotes y escribas. (Mt 2:3-6.)
Por lo tanto, aunque María quedó encinta en Nazaret de Galilea, dio a luz a Jesús en Belén de Judea, para que se cumpliera la profecía divina. (Lu 1:26-38; 2:4-7; Jn 7:41, 42.) Esto significó un viaje que, por las carreteras actuales, cubre una distancia de unos 150 Km. a través de un terreno accidentado.
Cuando nació Jesús, había “pastores que vivían a campo raso y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños”. (Lu 2:8.) Puede llevarse a pastar a los rebaños durante el día en cualquier época del año, pero el que se diga que los pastores estaban a campo raso de noche con sus rebaños suministra un claro indicio de la época en la que pudo producirse el nacimiento de Jesús. La temporada de lluvias empieza en Palestina a mediados de octubre y dura varios meses. En las noches de diciembre, tanto en Belén como en Jerusalén hay frecuentes heladas. Por tanto, el que los pastores de Belén estuvieran en los campos durante la noche apunta a un tiempo anterior a la temporada de las lluvias. Es también muy improbable que César Augusto provocara sin necesidad a los judíos mandando una inscripción en el mes invernal y lluvioso de diciembre, cuando era particularmente difícil viajar. (Lu 2:1-6; compárese con Mt 24:20.)
Se desconoce la ubicación original del establo en el que nació Jesús. Algún tiempo después del nacimiento, cuando sus padres residían, no en un establo, sino en una casa, unos astrólogos orientales fueron a Belén en busca del “niñito”. (Mt 2:1-12.) Aunque se evitó la muerte de Jesús por intervención divina, Belén y sus distritos circundantes sufrieron la pérdida de todos los niños varones menores de dos años, asesinados por orden del rey Herodes. (Mt 2:12, 16.) En Mateo 2:17, 18 el escritor inspirado citó la profecía de Jeremías 31:15 y la aplicó a lo que había ocurrido. (Véase RAQUEL - [¿Por qué dice la Biblia que Raquel, lloraría a sus hijos en el futuro?].)
★“Betlemita”
(De [Perteneciente a] Belén).
Habitante de Belén. Tres de las cuatro veces que se usa en la Biblia el gentilicio “betlemita” se aplica a Jesé, el padre de David. (1Sa 16:1, 18; 17:58; 2Sa 21:19.)
2. Belén, Ciudad del territorio de Zabulón. (Jos 19:10, 15.) El juez Ibzán probablemente procedía de esta Belén, y fue en esta ciudad donde se le enterró, ya que en el relato no se hace mención de Efrat ni de Judá. (Jue 12:8-10.) Se ha identificado a Belén de Zabulón con Beit Lahm (Bet Lehem Ha-Gelilit), a unos 11 Km. al ONO. de Nazaret.
Ciudad populosa de la provincia de Macedonia (Grecia) que el apóstol Pablo visitó durante su segundo viaje misional. (Hch 17:10-14.) Berea, en la actualidad llamada Verria, se hallaba en una zona fértil situada al pie del monte Bermión, a unos 65 Km. al OSO. de Tesalónica. Por lo tanto, estaba a unos 40 Km. del mar Egeo.
Probablemente fue cerca del año 50 E.C. cuando Pablo y Silas llegaron a Berea. Fueron a esta ciudad procedentes de Tesalónica, de donde tuvieron que salir de noche a causa de una chusma violenta. Berea tenía una comunidad judía y una sinagoga, en la que predicaron los dos misioneros. La buena disposición de los bereanos hacia el mensaje y su examen diligente de las Escrituras para confirmar lo que aprendían los hizo merecedores del encomio que se encuentra en Hechos 17:11. De estas personas de ‘disposición noble’ salió un grupo de conversos compuesto tanto de judíos como de griegos. Sin embargo, la llegada de judíos fanáticos de Tesalónica resueltos a provocar de nuevo a la chusma supuso una brusca interrupción de la obra de Pablo, quien zarpó hacia Atenas. Atrás dejó a Silas y Timoteo para que cuidasen del nuevo grupo de creyentes de Berea. (Hch 17:12-15.)
Pablo debió pasar por Berea o sus proximidades en el transcurso de su tercer viaje misional, que le llevó de nuevo a Macedonia. En aquel tiempo uno de sus compañeros era Sópater, un cristiano de Berea. (Hch 20:1-4.)
En un principio estos términos designaban la tierra y el pueblo que ocupaba la parte meridional de la llanura aluvial de Babilonia, es decir, la rica región del delta de los ríos Tigris y Éufrates. Hubo un tiempo en que estos ríos quizás desembocaron por separado en el golfo Pérsico, siendo las ciudades de Eridu y Ur puertos de mar. Sin embargo, es posible que con el paso de los años el cieno llenara progresivamente la bahía y empujara el litoral hacia el SE., de modo que los ríos Tigris y Éufrates se unieran antes de desembocar en el mar. En épocas pasadas, la población más importante de la región era Ur, la ciudad natal de Abrahán, desde la que él y su familia partieron por mandato de Dios antes de 1943 a. E.C. (Gé 11:28, 31; 15:7; Ne 9:7; Hch 7:2-4.) Unos trescientos años más tarde Satanás el Diablo hizo que los invasores caldeos ocasionaran graves pérdidas al fiel Job. (Job 1:17.)
Cuando la influencia de los caldeos se extendió hacia el N., todo el territorio de Babilonia llegó a conocerse como “la tierra de los caldeos”. En sus profecías, Isaías anticipó la ascensión de los caldeos al poder y su posterior caída. (Isa 13:19; 23:13; 47:1, 5; 48:14, 20.) Esta dominación se manifestó en particular durante los siglos VII y VI a. E.C., en el tiempo en que en Babilonia, el tercer imperio mundial, gobernaba Nabopolasar, natural de Caldea, y sus sucesores: Nabucodonosor II, Evil-merodac (Awel-Marduk), Neriglisar, Labashi-Marduk, Nabonido y Belsasar. (2Re 24:1, 2; 2Cr 36:17; Esd 5:12; Jer 21:4, 9; 25:12; 32:4; 43:3; 50:1; Eze 1:3; Hab 1:6.) Aquella dinastía llegó a su fin cuando “Belsasar el rey caldeo fue muerto”. (Da 5:30.) Más tarde, Darío el medo fue “rey sobre el reino de los caldeos”. (Da 9:1; véase Babilonia núm. 2.)
Desde tiempos remotos los caldeos se destacaron por su conocimiento de las matemáticas y la astronomía. En los días de Daniel se llamaba caldeos a un grupo especial de pronosticadores que se consideraban peritos en la llamada ciencia de la adivinación. (Da 2:2, 5, 10; 4:7; 5:7, 11.)
1. Cesarea, Importante ciudad portuaria construida por Herodes el Grande.
1. Cesarea, Importante ciudad portuaria construida por Herodes el Grande en la costa mediterránea durante la última parte del siglo I a. E.C. Se cree que el nombre original de este lugar, Torre de Estratón, procedía de un gobernante sidonio. Se ha conservado el nombre antiguo en el árabe Qaisariye, hoy llamada Horvat Qesari en hebreo. Está situada a unos 40 Km. al S. del monte Carmelo y unos 87 Km. al NNO. de Jerusalén.
El historiador judío Josefo es la principal fuente de información acerca de la construcción de la ciudad y su historia. César Augusto le había regalado a Herodes el Grande Cesarea, así como Samaria y otras ciudades. Después de reedificar Samaria, a la que llamó Sebaste, Herodes se interesó en la costa y procedió a edificar una ciudad y un puerto magníficos en Torre de Estratón. La construcción duró de diez a doce años, y se completó, según algunos eruditos, hacia el año 10 a. E.C. En honor de César Augusto, Herodes llamó a la ciudad Cesarea, y al puerto, Sebaste (Augusto en griego). La ciudad era sobresaliente por su belleza arquitectónica, y entre sus edificios se contaban un templo, un teatro y un anfiteatro de gran aforo. Un acueducto suministraba a Cesarea agua dulce, y un alcantarillado subterráneo conducía las aguas residuales al mar. Sin embargo, la mayor proeza fue la construcción del puerto artificial de la ciudad.
Después de la destitución de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, Cesarea llegó a ser la residencia oficial de los procuradores romanos que gobernaban Judea. En el relato de Hechos de Apóstoles la ciudad ocupa un lugar importante como puerto y sede gubernamental.
Concluido su fructífero servicio misional en Samaria, Felipe ‘declaró las buenas nuevas’ en el territorio de la costa: desde la ciudad de Asdod, en Filistea, hasta Cesarea, a unos 90 Km. hacia el N. (Hch 8:5-8, 40.) Poco después tuvo lugar la conversión de Pablo. Debido al complot que se formó contra él cuando empezó a predicar en Jerusalén, los discípulos llevaron a su nuevo hermano al puerto de Cesarea y lo enviaron a Tarso, su ciudad natal. (Hch 9:28-30.)
Cesarea era el acuartelamiento principal de las fuerzas militares romanas de la zona y el lugar de residencia del centurión Cornelio. Aunque había un número considerable de judíos en la ciudad, la población era en su mayor parte gentil. De modo que en el año 36 E.C. Dios dirigió a Pedro a este lugar para testificar a Cornelio, a sus parientes y a sus amigos íntimos, a fin de que se bautizaran y llegaran a ser los primeros gentiles incircuncisos admitidos en la congregación cristiana. (Hch 10:1-48.)
Herodes Agripa I se retiró a Cesarea tras haber tratado inútilmente de retener en prisión a Pedro. Allí fue donde recibió a las delegaciones de Tiro y Sidón poco antes de su muerte (44 E.C.) como expresión del juicio adverso de Dios. (Hch 12:18-23.) Pablo pasó por Cesarea de regreso a Palestina hacia el final de sus viajes misionales segundo y tercero. (Hch 18:21, 22; 21:7, 8.) Durante su segunda visita, Pablo y sus compañeros se alojaron con Felipe el evangelizador, que posiblemente se había establecido en Cesarea una vez finalizada la gira de predicación que había efectuado tiempo atrás. Algunos discípulos del lugar acompañaron a Pablo desde Cesarea hasta Jerusalén, a pesar de que antes de partir el profeta Ágabo le había advertido del peligro que le aguardaba. (Hch 21:10-16.)
Debido a que durante su detención en Jerusalén se urdió un complot para asesinarlo, se llevó a Pablo a Cesarea fuertemente escoltado, y una vez allí se le entregó al gobernador Félix para que lo juzgara. (Hch 23:23, 24.) El prejuicio emocional religioso y los tumultos de Jerusalén contrastaban de forma notable con el relativo orden de Cesarea, lo que se considera indicativo de la fuerte influencia romana que tenía esta última ciudad y de su condición de principal guarnición de las tropas romanas. Félix obligó a los opositores judíos de Pablo a que se trasladasen de Jerusalén a Cesarea para presentar sus acusaciones contra él, y fue en esta ocasión cuando Pablo apeló a César para no ser juzgado en Jerusalén. (Hch 25:1-12.) Mientras permanecía en Cesarea a la espera de su traslado a Roma, Pablo pudo dar un enérgico testimonio acerca del cristianismo delante de Festo y sus visitantes reales: el rey Agripa II y su hermana Berenice, con la que dicho monarca mantenía relaciones incestuosas. (Hch 25:13, 22-27; 26:1-32.) Pablo embarcó en Cesarea como prisionero rumbo a Roma. (Hch 27:1, 2.)
Durante la gobernación de Nerón estalló una enconada rivalidad entre los habitantes judíos y sirios de Cesarea. Se cree que esos incidentes encendieron la llama de la revuelta que llevó a la destrucción de Jerusalén en el año 70 E.C.
En 1961 se halló una piedra en el teatro de Cesarea con una inscripción en latín en la que aparecía el nombre de Poncio Pilato, la primera inscripción encontrada con ese nombre.
2. Cesarea de Filipo Antigua ciudad situada en la cabecera del río Jordán, donde hoy se encuentra el pequeño pueblo de Banias. Su emplazamiento, a 350 m. sobre el nivel del mar, es un lugar de gran belleza natural. El pueblo está rodeado de montañas por tres de sus lados —al NE. se alza el majestuoso monte Hermón— de alrededor de 3.000 metros de altitud y cubierto de nieve casi todo el año, y al O. se extiende una exuberante llanura verde regada por una de las principales fuentes del Jordán que brota de una cueva cercana.
La ciudad fue el escenario de una batalla entre Egipto y las fuerzas victoriosas de Antíoco III el Grande (c. 200 a. E.C.). Para aquel entonces el nombre de la ciudad era Paneas, en honor de Pan, el dios pagano de la fertilidad, adorado en aquel lugar. En el año 20 a. E.C. César Augusto dio esta ciudad a Herodes el Grande, quien más tarde construyó allí un templo de mármol blanco y lo dedicó a Augusto. El tetrarca Filipo, hijo de Herodes, amplió y embelleció más tarde la ciudad en honor de Tiberio César. Fue entonces cuando recibió el nombre de Cesarea, y para distinguirla de la ciudad portuaria de igual denominación, se la llamó Cesarea de Filipo. Tiempo después, la ciudad fue agrandada y embellecida de nuevo, esta vez por Herodes Agripa II, y su nombre pasó a ser Neronias, aunque esta denominación cayó en seguida en desuso tras la muerte de Nerón. Josefo relata que después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 E.C., el general Tito inició en aquel lugar combates de gladiadores, usando a los judíos cautivos como víctimas. (La Guerra de los Judíos, libro VII, cap. II, sec. 1.) Con el transcurso del tiempo, la ciudad recobró su antiguo nombre de Paneas, y en árabe (idioma en el que no existe la letra “p”) se la llegó a conocer como Banias.
Camino de “las aldeas de Cesarea de Filipo”, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”, con lo que inició la significativa conversación que tenía que ver con la masa rocosa de fundamento de la congregación cristiana y el uso de las llaves del reino de los cielos. (Mr 8:27; Mt 16:13-20.)
Una de las ciudades palestinas que se alió con Jabín, el rey cananeo de Hazor, para luchar contra Josué (Jos 11:1, 2) y fue totalmente destruida. (Jos 11:12; 12:23.) Aunque Dor y sus pueblos dependientes se hallaban en el territorio de Aser, llegaron a pertenecer a Manasés, quien fue incapaz de echar al resto de los cananeos que habían permanecido allí. (Jos 17:11-13; 1Cr 7:29.) Tiempo después, el territorio de Dor estuvo a cargo de uno de los yernos de Salomón, y desde aquellas tierras se enviaban alimentos a la casa real un mes al año. (1Re 4:11.)
A la ciudad de Dor por lo general se la identifica con Khirbet el-Burj (Tel Dor), situada a 13 Km. al N. de Cesarea, en la estrecha faja de la llanura costera bañada por el Mediterráneo. Esta ubicación ha hecho que se discuta el significado de la expresión, de uso frecuente, “las serranías [del heb. na·fáh] de Dor”. (Jos 11:2.) En opinión de algunos hebraístas, con esta expresión se alude a los acantilados que se hallan a lo largo de una buena parte de la región costera. Relacionan el término hebreo na·fáh con el árabe nafnaf, que significa “acantilado; precipicio”. Hay quienes opinan que la expresión tal vez pudiera referirse a las colinas montañosas que se alzan desde Dor, a unos 3 Km. de la costa, y culminan en el alto promontorio del Carmelo.
Esta franja de tierra linda con la cordillera del Carmelo por unos 32 kilómetros (20 millas). Solo mide unos 4 kilómetros (2,5 millas) de ancho. En realidad es una franja costera de tierra que está entre el Carmelo y el Mediterráneo. En la parte sur está la ciudad portuaria de Dor, y al sur de esta empiezan las dunas. Las colinas detrás de Dor producían alimento selecto para los banquetes de Salomón. Una de las hijas de Salomón se casó con el comisario de esta región. (1 Rey. 4:7, 11.)
Lugar donde “había una gran cantidad de agua”. Allí bautizaba Juan después de la Pascua del año 30 E.C. (Jn 3:23.) Estaba cerca de Salim, que al parecer era un lugar más conocido. Ninguna de estas dos localidades puede ubicarse con exactitud. Sin embargo, Eusebio, obispo de Cesarea que vivió durante los siglos III y IV, propone un lugar en el valle del Jordán a unas ocho millas romanas (12 Km.) al S. de Bet-seán. En este lugar se encuentra Tell Ridgha (Tel Shalem), que suele identificarse con Salim. Hay varios manantiales en las proximidades que podrían encajar con la descripción que dio Eusebio del lugar llamado Enón.
Ciudad antigua de la costa occidental de Asia Menor, llamada en la actualidad Izmir. Sus primeros pobladores fueron los griegos. Alrededor del año 580 a. E.C. Aliates, rey de Lidia, destruyó Esmirna. Más de dos siglos después, Alejandro Magno planeó reedificarla como ciudad griega, proyecto que hicieron realidad sus sucesores, pero en otro emplazamiento. Más adelante Esmirna llegó a ser una importante ciudad comercial. Con el tiempo pasó a formar parte de la provincia romana de Asia, y adquirió relevancia gracias a sus hermosos edificios públicos. Tenía un templo en honor a Tiberio César, lo que muestra que el culto al emperador ocupaba un lugar de importancia en la ciudad.
Esmirna es la segunda de las siete congregaciones cristianas de Asia Menor a las que el glorificado Jesucristo mandó que el apóstol Juan escribiese mensajes. (Apo 1:11.) Se dijo que la congregación era pobre materialmente, pero rica en sentido espiritual. Había pasado por pruebas, como la tribulación y la persecución, y había tenido que soportar la blasfemia de algunos que se hacían llamar judíos, pero que en realidad eran “una sinagoga de Satanás”, por su apego a tradiciones antibíblicas, su rechazo al Hijo de Dios y sus blasfemias contra los cristianos engendrados por espíritu (Romanos 2:28, 29). Sin embargo, a pesar de su pobreza y tribulación, a los cristianos de la congregación de Esmirna se les dio ánimo para que no temieran las cosas que todavía tendrían que sufrir, sino que fuesen “[fieles] hasta la misma muerte” a fin de que recibiesen “la corona de la vida”. (Apo 2:8-11.)
Etiopía fue el nombre que los antiguos griegos dieron a la región de África que se encuentra al S. de Egipto.
Correspondía más o menos con “Cus”, término hebreo que abarcaba básicamente el Sudán actual y la parte septentrional de la Etiopía moderna. En los textos egipcios esta región también es conocida por el nombre de “Keesh”. Cuando se produjo la Versión de los Setenta, los traductores usaron la palabra griega “Etiopía” para traducir el término hebreo “Cus” en todos los pasajes, salvo en tres. (Gé 10:6-8; 1Cr 1:8-10; Eze 30:5.) En líneas generales, las revisiones de 1909 y 1960 de la Versión Valera siguen esta traducción. Otras versiones (NM, BJ) prefieren utilizar el nombre “Cus” (Kuš) en aquellos casos en que no es posible determinar por el contexto que el término hebreo se refiera a Etiopía. El nombre Cus puede también aplicar a pueblos de Arabia (Véase MADIAN 2 §4).
El territorio que originalmente se designaba con el nombre de Etiopía corresponde hoy con las planicies semiáridas del N., las llanuras y mesetas de la región central y los bosques tropicales del S. Napata y Meroe fueron en un tiempo las capitales de la antigua Etiopía. Meroe fue la sede de un reino en el que el derecho al trono se transmitía por línea materna en lugar de por la paterna. Por lo tanto, el heredero varón recibía el derecho al trono de la reina madre, y en ocasiones ella era quien en realidad gobernaba el país. Tanto escritores griegos como latinos mencionan el nombre Candace como título de varias de estas reinas etíopes, una de las cuales era la mencionada en Hechos 8:27.
¿En qué sentido era eunuco el etíope a quien Felipe predicó? El eunuco etíope que estaba ‘sobre todos los tesoros’ de la reina Candace y a quien Felipe predicó era sin duda un prosélito judío circunciso. (Hch 8:27-39.) Por lo tanto, no se le consideraba un gentil, y por esta razón no precedió a Cornelio como primer gentil incircunciso convertido al cristianismo. (Hch 10.) Para poder participar en la adoración del templo en Jerusalén, era necesario que el etíope se hubiera convertido a la religión judía y también que se hubiese circuncidado. (Éx 12:48, 49; Le 24:22.) En vista de que la ley de Moisés prohibía la entrada de personas castradas en la congregación de Israel (Dt 23:1), el etíope no podía ser un eunuco en sentido literal. La palabra hebrea para “eunuco” (sa·rís) tiene otro sentido más amplio y especial, el de “oficial”, como en Génesis 39:1, donde se llama sa·rís a Potifar, un oficial de Faraón que estaba casado. Si el oficial etíope hubiera sido eunuco en sentido físico, no podía haber sido un prosélito judío, y si no lo hubiera sido, Felipe no lo habría bautizado, pues las buenas nuevas aún no se habían extendido a los gentiles incircuncisos. ★¿En qué tipo de vehículo estaba viajando el eunuco etíope cuando Felipe se le acercó? - (2-1-2024-Pg.19-Foto)
Etiopía (Cus) fue uno de los países a donde fueron dispersados los judíos exiliados después que Babilonia conquistó Judá. (Isa 11:11.) Por lo tanto, este funcionario etíope pudo haber conocido a algunos judíos donde vivía o quizás en Egipto, donde residían muchos de ellos. Es muy probable que el rollo de Isaías que llevaba fuese una copia de la Versión de los Setenta griega, traducida en Alejandría (Egipto). Puesto que el reino etíope se había helenizado parcialmente desde el tiempo de Tolomeo II (308-246 a. E.C.), no es extraño que este funcionario supiera leer griego. Además, el que llegase a ser prosélito judío y su posterior conversión al cristianismo cumplió el (Salmo 68:31; Véase Eunuco).
El idioma etíope. No ha sido posible determinar cuál era el idioma original de Etiopía. Para fines del siglo VIII a. E.C. las inscripciones oficiales etíopes usaban la escritura jeroglífica egipcia. A partir del siglo I a. E.C. se impuso durante algunos siglos un idioma y escritura nativos, llamados meroíticos. Durante la era común, el idioma etiópico fue la lengua vernácula hasta el siglo XIV. Esta lengua es de origen semítico al igual que el amárico, que es la que se habla en Etiopía en la actualidad.
La primera vez que se menciona Galilea en la Biblia es con relación a un distrito de la región montañosa de Neftalí, donde estaba situada la ciudad de refugio llamada Quedes. (Jos 20:7.) Para el tiempo de Isaías, si no antes, Galilea englobaba el territorio de Zabulón. Tal vez muchos de los habitantes de Galilea no eran israelitas, de ahí la expresión “Galilea de las naciones”. (Isa 9:1.) Por eso, algunos eruditos piensan que eran paganos los que vivían en las veinte ciudades galileas que el rey Salomón ofreció a Hiram, el rey de Tiro. (1Re 9:10-13; véase CABUL núm. 2.) El rey asirio Tiglat-piléser III conquistó Galilea durante el reinado del rey israelita Péqah, en el siglo VIII a. E.C. (2Re 15:29.)
Límites. (Véase MAPA, vol. 2, pág. 738.) Los límites territoriales de Galilea fueron cambiando con el paso de los años. Su mayor extensión parece haber sido de unos 100 Km. de largo por 50 de ancho, englobando los antiguos territorios de las tribus de Aser, Isacar, Neftalí y Zabulón. Sin embargo, durante el ministerio terrestre de Jesucristo, Galilea, que por entonces estaba bajo la jurisdicción de Herodes Antipas (Lu 3:1), tenía únicamente una extensión aproximada de 40 Km. de E. a O. y unos 60 Km. de N. a S.
Galilea limitaba al S. con Samaria. Esta frontera meridional se extendía desde la base del monte Carmelo, a lo largo de la llanura de Jezreel (Esdrelón), hacia Escitópolis (Bet-seán), y luego hasta el Jordán. Según Josefo, este río, el mar de Galilea y el lago Huleh (ahora casi desecado) constituían el límite oriental, pero posiblemente los límites no eran tan precisos en otras zonas. Galilea lindaba al N. con Tiro, cuyo territorio se extendía hasta el S. de la antigua ciudad de Quedes (Cedasa, Cidisa). (La Guerra de los Judíos, libro III, cap. III, sec. 1; libro II, cap. XVIII, sec. 1; libro IV, cap. II, sec. 3.) Y al O. se encontraba el territorio de Tolemaida (Akkó) y el monte Carmelo.
Más tarde, esta provincia romana septentrional de Palestina al O. del Jordán, se dividió en la Alta Galilea y la Baja Galilea. El límite entre ambas Galileas se extendía desde Tiberíades, en la orilla occidental del mar de Galilea, hasta las proximidades de Tolemaida. (La Guerra de los Judíos, libro III, cap. III, sec. 1.)
Características geográficas. En el siglo I E.C., antes de la guerra con Roma, Galilea estaba densamente poblada y disfrutaba de gran prosperidad. En el mar de Galilea existía una floreciente industria pesquera. Otras ocupaciones eran la tejeduría, la cantería, la alfarería y la construcción de embarcaciones. Según el historiador judío Josefo, de las doscientas cuatro poblaciones con las que contaba Galilea, las más pequeñas superaban los 15.000 habitantes. Si esta no es una apreciación exagerada, como algunos creen, significaría que Galilea tenía una población aproximada de tres millones de habitantes. (Vida de Flavio Josefo, sec. 45; La Guerra de los Judíos, libro III, cap. III, sec. 2.)
Galilea era una tierra bendecida con abundantes manantiales y un suelo fértil. Por eso, la principal ocupación de sus habitantes debió ser la agricultura. En la actualidad se cultivan muchas variedades de verduras, así como trigo, cebada, higos, mijo, índigo, aceitunas, arroz, caña de azúcar, naranjas, peras y albaricoques. En la antigüedad Galilea poseía gran cantidad de árboles. Algunas de las variedades que aún se pueden hallar son el cedro, el ciprés, el abeto, el roble, la adelfa, la palmera, el pino, el sicómoro y el nogal.
Tanto el clima como las características geográficas de Galilea ofrecen grandes contrastes: las tierras altas son frescas, en tanto que el litoral disfruta de una temperatura templada y el valle del Jordán es caluroso. La altitud de la Baja Galilea desciende hasta 210 m. bajo el nivel del mar en la zona del mar de Galilea, y alcanza su altura máxima en el monte Tabor, que se eleva a unos 562 m. (GRABADO, vol. 1, pág. 334.) Sin embargo, las colinas y las montañas de la Alta Galilea oscilan entre los 460 y los 1.208 m. de altitud.
Colinas de Galilea. Fue en la sección sur de las colinas de Galilea (y alrededor del mar de Galilea) donde Jesús hizo la mayor parte de su obra de dar testimonio acerca del nombre y el Reino de Jehová. (Mat. 4:15-17; Mar. 3:7.) La mayoría de los seguidores de Jesús, entre ellos sus 11 apóstoles fieles, vinieron de Galilea. (Hech. 2:7.) En este distrito, que a veces se llama Baja Galilea, la tierra es sumamente deleitable y las colinas no se elevan a más de 600 metros (2.000 pies). De otoño a primavera no falta la lluvia sobre esta tierra agradable, y por eso no es una región desértica. En la primavera toda ladera de colina resplandece por las flores, y toda cuenca de valle abunda en granos. En las pequeñas altiplanicies hay suelo fértil para la agricultura, y las colinas son adecuadas para el cultivo de olivos y vides. Algunas poblaciones de fama bíblica que están en esta zona son Nazaret, Caná y Naín. (Mat. 2:22, 23; Juan 2:1; Luc. 7:11.) Esta zona proveyó a Jesús un magnífico fundamento sobre el cual desarrollar sus ilustraciones. (Mat. 6:25-32; 9:37, 38.)
En la sección norte, o Alta Galilea, las colinas se elevan a más de 1.100 metros (3.600 pies), y en realidad se convierten en las estribaciones de las montañas del Líbano. La Alta Galilea es una región aislada y barrida por el viento, y la lluvia allí es copiosa. En tiempos bíblicos las laderas hacia el oeste estaban densamente arboladas. Esta región fue asignada a la tribu de Neftalí. (Jos. 20:7.)
Los galileos. En su conjunto, los judíos de Galilea diferían en personalidad de los de Judea. Según el testimonio de los rabinos de tiempos antiguos, los galileos tenían en alta estima su reputación, en tanto que los judeos daban más importancia al dinero que a un buen nombre. Por lo general, los galileos no eran tan rigurosos en cuanto a la tradición como los judeos. De hecho, en el Talmud (Meguilá 75a) se les acusa de descuidar la tradición. A este respecto debe notarse que fueron los fariseos y los escribas de Jerusalén, no los de Galilea, quienes manifestaron su desaprobación por el hecho de que los discípulos de Jesús no observasen el tradicional lavado de las manos. (Mr 7:1, 5.)
Dado que el Sanedrín y el templo estaban en Jerusalén, en esa región existía una mayor concentración de maestros de la Ley, de ahí el proverbio judío: “Vaya al norte [a Galilea] por riquezas, vaya al sur [a Judea] por sabiduría”. Pero esto no significa que los galileos fuesen unos ignorantes, puesto que por todas las ciudades y aldeas de Galilea había sinagogas, que eran centros educativos (Lu 5:17) y maestros de la Ley. Sin embargo, los principales sacerdotes y los fariseos de Jerusalén se consideraban superiores a los galileos comunes, a quienes veían como ignorantes en lo que tenía que ver con la Ley. Por ejemplo, cuando Nicodemo habló en defensa de Jesucristo, los fariseos replicaron: “Tú no eres también de Galilea, ¿verdad? Escudriña, y ve que de Galilea no ha de ser levantado ningún profeta”. (Jn 7:45-52.) De modo que ignoraban el cumplimiento de la profecía de Isaías concerniente a la predicación del Mesías. (Isa 9:1, 2; Mt 4:13-17.)
Hay quien dice que la pronunciación distintiva de los galileos era debida a influencia extranjera. Pero no es extraño que a los galileos se les reconociera fácilmente por su habla (Mt 26:73), ya que la región de Samaria separaba a Galilea de Judea. Aun hoy, en muchas partes de la Tierra el acento identifica rápidamente de qué región proviene una persona. Asimismo, hacía siglos que existían diferencias de pronunciación entre las tribus de Israel. Un ejemplo notable de esto lo tenemos cuando los efraimitas del tiempo de Jefté no podían pronunciar correctamente la contraseña “Schibolet”. (Jue 12:5, 6.)
El ministerio de Jesús en Galilea. Galilea fue el escenario de muchos acontecimientos sobresalientes en la vida terrestre de Jesús. Con relación a su actividad, se hace mención específica de las ciudades galileas de Betsaida, Caná, Capernaum, Corazín, Naín y Nazaret, así como de la región de Magadán. (Mt 11:20-23; 15:39; Lu 4:16; 7:11; Jn 2:11.) Jesús pasó la mayor parte de su vida terrestre en la ciudad de Nazaret. (Mt 2:21-23; Lu 2:51, 52.) Realizó su primer milagro en un banquete de bodas celebrado en Caná, al convertir agua en el mejor de los vinos. (Jn 2:1-11.) Después de la detención de Juan el Bautista, Jesús pasó de Judea a Galilea y empezó a proclamar: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado”. (Mt 4:12-17.) A medida que iba viajando por toda Galilea, Jesús enseñó en diversas sinagogas. Con el transcurso del tiempo, fue a Nazaret, su pueblo, donde un sábado leyó su comisión, registrada en el capítulo 61 de Isaías. Aunque los que estaban en la sinagoga en un principio tuvieron una impresión favorable, cuando Jesús los comparó con los israelitas del tiempo de los profetas Elías y Eliseo, se enfurecieron y se dispusieron a matarle. (Lu 4:14-30.)
Posteriormente Jesús fue a Capernaum, una “ciudad de Galilea”, donde se estableció. Debió ser cerca de Capernaum donde llamó a Andrés, Pedro, Santiago y Juan para que fueran pescadores de hombres. (Lu 4:31; Mt 4:13-22.) Acompañado por estos cuatro discípulos, empezó una importante gira de predicación por Galilea, en el transcurso de la cual, mientras enseñaba y realizaba obras poderosas, llamó a Mateo, que estaba en la oficina de impuestos de Capernaum, para que fuera su seguidor. (Mt 4:23-25; 9:1-9.) Más tarde, en una montaña cercana a Capernaum, escogió a los doce apóstoles. Todos ellos, con la posible excepción de Judas Iscariote, eran galileos. También fue cerca de Capernaum donde pronunció el Sermón del Monte. (Lu 6:12-49; 7:1.) En la ciudad galilea de Naín, resucitó al hijo único de una viuda. (Lu 7:11-17.) Luego, en otra gira de predicación, volvió a visitar Nazaret, pero fue rechazado de nuevo. (Mt 13:54-58.) En Capernaum, cerca de la Pascua de 32 E.C., durante lo que debió ser la última vuelta completa al territorio de Galilea, muchos discípulos tropezaron por las palabras de Jesús en cuanto a ‘alimentarse de su carne y beber su sangre’ y le abandonaron. (Jn 6:22-71.)
Aunque los evangelios sinópticos hablan sobre todo del ministerio de Jesús en Galilea, el Hijo de Dios no desatendió Judea, como algunos han pensado erróneamente. Es digno de notar que el interés inicial de los galileos en Jesús se despertó como consecuencia de lo que le vieron hacer en Jerusalén. (Jn 4:45.) Sin embargo, es probable que se dedique más atención a la actividad de Jesús en Galilea porque los habitantes de esta región respondieron más pronto que los judeos. Esto lo confirma el hecho de que los primeros en recibir el espíritu santo de Dios fueron unos 120 discípulos galileos. (Hch 1:15; 2:1-7.) El control e influencia de los líderes religiosos judíos no debe haber sido tan fuerte entre los galileos como fue entre los judeos. (Compárese con Lu 11:52; Jn 7:47-52; 12:42, 43.) Hay quien indica que la muchedumbre que exigió la muerte de Jesús estaba compuesta principalmente de judeos (Mt 27:20-23), mientras que los que con anterioridad le habían aclamado como rey eran en su mayoría galileos. (Mt 21:6-11.) Por otra parte, el que galileos y extranjeros estuvieran presentes en la Pascua podría haber contribuido al miedo que tenían los líderes judíos de prender a Jesús a pleno día por ‘si se levantaba un alboroto’. (Mt 26:3-5.) ★Mapa 3-4A - El gran ministerio de Jesús en Galilea - (nwt-3A-Pg.1875-Fotos)
La provincia de Galilea En tiempos bíblicos, la provincia de Galilea, situada al norte de Palestina, era próspera y estaba densamente poblada. Hoy continúa siendo una tierra atrayente debido al azul intenso del mar de Galilea, lo escarpado de las tierras del norte y sus fértiles llanuras. Fue en esta región pintoresca donde Jesús pasó la mayor parte de su vida como humano, pues se crió en la ciudad galilea de Nazaret. (Mt 2:21-23; Lu 2:51, 52.)
Los galileos se dedicaban a la agricultura, el pastoreo y la pesca, actividades que Jesús citó en muchas de sus parábolas. Los fariseos y los sacerdotes principales de Jerusalén solían menospreciar a este pueblo industrioso y trabajador. Su marcado acento hacía que sus compañeros judíos los reconocieran con facilidad. (Mt 26:73.)
Galilea sirvió de escenario a algunos de los acontecimientos más sobresalientes del ministerio de Jesús; por ejemplo, fue en la ladera de una montaña cercana a Capernaum donde pronunció el famoso Sermón del Monte (Mt 5:1, 2), y también fue aquí en Galilea donde curó milagrosamente a muchas personas. (Mr 1:32-34; 6:53-56; Jn 4:46-54.)
¿Cómo acogieron en Galilea los milagros y la predicación de Jesús? Cuando predicó en su propia ciudad, Nazaret, en un principio el pueblo ‘se maravilló de las palabras llenas de gracia que procedían de su boca’; pero cuando los comparó a los israelitas de los días de Elías y Eliseo, buscaron cómo matarlo. (Lu 4:22-30.) No obstante, por lo general los galileos fueron muy receptivos al ministerio de Jesús, de ahí que tanto sus primeros discípulos como todos sus apóstoles, posiblemente a excepción de Judas Iscariote, fueran galileos. (Mt 4:18-22; Lu 6:12-16.) El grupo de 120 discípulos que recibieron el espíritu santo el día de Pentecostés de 33 E.C. eran de Galilea. (Hch 1:15; 2:1-7.)
Lago interior de agua dulce que se encuentra en la parte N. de Palestina y al que también se ha llamado mar de Kinéret (Nú 34:11), lago de Genesaret (Lu 5:1) y mar de Tiberíades (Jn 6:1). (La palabra griega que se traduce “mar” también puede significar “lago”.)
Tamaño y topografía de la zona. El mar de Galilea está situado, como promedio, a unos 210 m. por debajo del nivel del mar Mediterráneo, y forma parte de la gran hendidura. Este mar alcanza una profundidad máxima de 48 m. y tiene una longitud aproximada de 21 Km. de N. a S., con una anchura máxima de unos 12 Km. Dependiendo de la estación, el color de las cristalinas aguas del mar de Galilea varía de verde a azul, y la temperatura promedio del agua oscila entre 14 °C. en febrero y 30 °C. en agosto. Este lago se abastece principalmente del río Jordán.
El lecho del mar de Galilea parece una enorme palangana. Desde sus orillas del lado oriental se elevan empinadas montañas de piedra caliza cubiertas de lava que alcanzan una altitud de unos 610 m. Sin embargo, al O., las montañas no se elevan de manera tan abrupta. El mar de Galilea está prácticamente rodeado de colinas y montañas, exceptuando las llanuras del Jordán, es decir, los puntos por donde entra el río en el lago (extremo N.) y por donde reanuda su curso (extremo SO.). La parte septentrional la ocupan grandes bloques de basalto. Al S. de la ciudad de Tiberíades, en la costa occidental, se encuentran aguas termales sulfurosas, que son famosas desde hace tiempo por sus propiedades medicinales. Uno de estos manantiales llega a alcanzar la temperatura de 58 °C.
Clima. El clima cálido de los alrededores del mar de Galilea es propicio para el crecimiento de plantas tropicales, como el azufaifo, la palmera y el índigo. A lo largo de sus orillas se hallan tortugas de tierra, tortugas de mar, cangrejos de río y pulgas de mar. Abundan los pájaros y los peces. En el siglo XIX, el naturalista H. B. Tristram comentó: “La densidad de los bancos de peces en el mar de Galilea es tal que a quien no lo haya presenciado le es difícil imaginárselo. A menudo estos bancos cubren media hectárea o más de superficie, y a medida que los peces se desplazan lentamente en grupo, van tan juntos, con sus aletas dorsales dejándose ver en la superficie del agua, que a cierta distancia parece la huella que deja un aguacero en la superficie”. (The Natural History of the Bible, 1889, pág. 285.)
No son raras las tormentas repentinas, como las que conocieron Jesucristo y sus discípulos. (Mt 8:24; 14:24.) Debido al bajo nivel del mar de Galilea, la temperatura del aire es mucho más cálida allí que en las mesetas y montañas circundantes, lo que resulta en trastornos atmosféricos. Asimismo, por el valle del Jordán llegan fuertes vientos procedentes del monte Hermón (2.759 m.), que se encuentra hacia el N. no muy lejos de allí y cuya cima está coronada de nieve.
En el primer siglo las orillas de este lago estaban bastante pobladas, pero en la actualidad Tiberíades es la única ciudad que queda de las nueve que Josefo menciona en el mar de Galilea.
El ministerio de Jesús en esta región. Este lago figura con frecuencia en el ministerio terrestre de Jesús. El Hijo de Dios habló varias veces desde una barca a grandes multitudes reunidas en su ancha orilla cubierta de guijarros. (Mr 3:9; 4:1; Lu 5:1-3.) En una de estas ocasiones hizo que algunos de sus discípulos tuviesen una pesca milagrosa, y llamó a Pedro, Andrés, Santiago y Juan para ser “pescadores de hombres”. (Mt 4:18-22; Lu 5:4-11.) Jesús realizó muchas obras poderosas en la vecindad del mar de Galilea: sanó a enfermos, expulsó demonios (Mr 3:7-12), calmó el viento y el mar (Mr 4:35-41) y también anduvo sobre el agua (Jn 6:16-21); una vez alimentó milagrosamente con varios panes y unos cuantos pescados a más de 5.000 personas y en otra ocasión, a más de 4.000. (Mt 14:14-21; 15:29, 34-38.) Jesús condenó con razón a tres ciudades de aquella zona —Corazín, Betsaida y Capernaum— por permanecer insensibles a pesar de las muchas obras poderosas que presenciaron sus habitantes. (Mt 11:20-24.)
Después de su resurrección de entre los muertos, Jesús se apareció a algunos de sus discípulos junto al mar de Galilea e hizo que tuviesen una segunda pesca milagrosa. Posteriormente subrayó la importancia de alimentar a sus ovejas. (Jn 21:1, 4-19.)
D-2 REGIÓN ALREDEDOR DEL MAR DE GALILEA El mar de Galilea y sus alrededores son deleitables. Despiertan interés en esa región los muchos sucesos del ministerio de Jesús que tuvieron lugar allí. (Mat. 4:23.) A este mar también se le llama el lago de Genesaret, o Kinéret, y el mar de Tiberíades. (Luc. 5:1; Jos. 13:27; Juan 21:1.) En realidad es un lago en forma de corazón, de casi 21 kilómetros (13 millas) de largo y unos 11 kilómetros (7 millas) de ancho en su mayor anchura, y constituye un importante embalse de agua para todo el país. Está casi totalmente bordeado por colinas. La superficie del lago está a unos 210 metros (700 pies) bajo el nivel del mar, lo cual tiene como resultado inviernos agradables, cálidos, y veranos muy largos y calurosos. En los días de Jesús, era el centro de una industria pesquera muy desarrollada, y las ciudades florecientes de Corazín, Betsaida, Capernaum y Tiberíades estaban a orillas del lago o cerca. La quietud del lago puede ser súbitamente perturbada por tormentas. (Luc. 8:23.) La pequeña llanura de Genesaret, de forma triangular, está al noroeste del lago. El suelo es fértil y produce casi toda clase de cultivo conocido en la Tierra Prometida. En la primavera las laderas de vistosos colores resplandecen con un brillo que no tiene igual en ninguna otra parte de la tierra de Israel."
Ciudad real cananea; fue la segunda que capturaron los israelitas en el transcurso de su invasión. Estaba situada “cerca de Bet-aven, al este de Betel”; hacia el N. de la ciudad se extendía una llanura-valle (Jos 7:2; 8:11, 12), y, al parecer, al S. se encontraba Micmash. (Isa 10:28.)
Poco después de llegar a Canaán, Abrahán asentó su tienda “con Betel al oeste y Hai al este”. Allí edificó un altar, y volvió a ese lugar después de residir en Egipto. (Gé 12:8; 13:3.)
En 1473 a. E.C., después de la victoria sobre Jericó, una pequeña fuerza militar de unos 3.000 soldados israelitas atacó Hai, pues los espías habían dicho de sus habitantes: “Son pocos”. (Jos 7:2, 3.) No obstante, debido al pecado de Acán, Israel sufrió una derrota. (Jos 7:4-15.) Después de corregir aquella situación, Josué empleó una estratagema para atacar Hai. Tendió una emboscada por detrás de la ciudad, en su lado occidental. El grueso de sus fuerzas se desplegó delante de la ciudad, por el N., donde había un valle o llanura desértica baja, y desde allí Josué se preparó para un ataque frontal contra Hai. Después de inducir al rey de Hai y a un grupo de hombres a salir de la ciudad, las fuerzas de Josué simularon retirarse hasta que sus perseguidores estuvieron lejos de su fortaleza. Se dio aviso a los emboscados para que entrasen en acción, y estos capturaron la ciudad y la incendiaron. (Jos 8:1-27.) El rey de Hai fue ejecutado y la ciudad reducida a “un montículo [heb. tel] de duración indefinida, como desolación hasta el día de hoy”. (Jos 8:28.)
Para el tiempo de Isaías, en el siglo VIII a. E.C., Hai, o quizás una ciudad vecina, estaba habitada, y se profetizó que sería la primera que tomaría el rey de Asiria en su marcha contra Jerusalén. (Isa 10:28.) Después del exilio en Babilonia, hubo benjamitas procedentes de Hai que regresaron con la caravana de Zorobabel. (Esd 2:28; Ne 7:32; 11:31.)
Por lo general, Hai ha sido identificada con Khirbet et-Tell (Horvat et-Tel), lugar que conserva el significado del nombre primitivo (et-Tell significa: “El Montículo; El Montón de Ruinas”). Está a 2,3 Km. al ESE. de Betel (la moderna Beitín). No obstante, las excavaciones que se han hecho en esa localidad de 1933 a 1935 y de 1964 a 1972 atestiguan que hubo allí una ciudad grande que fue devastada alrededor del año 2000 a. E.C. y quedó deshabitada hasta alrededor de 1050 a. E.C. (según la datación arqueológica). Por ello, los arqueólogos han intentado alterar varias veces el sentido de las referencias a Hai que se encuentran en la Biblia. Sin embargo, el arqueólogo J. Simons considera inaceptable identificar a Hai con Khirbet et-Tell debido, entre otras razones, al tamaño de la ciudad (Jos 7:3) y a que no hay ningún valle ancho al N. de Khirbet et-Tell. (Jos 8:11; American Journal of Archaeology, julio-septiembre, 1947, pág. 311.) Si las fechas que presentan los arqueólogos son correctas, entonces Hai debió estar ubicada en alguna otra parte. El nombre en sí no identifica necesariamente al lugar, puesto que, como escribió sir Frederic Kenyon, “transferir un nombre de un lugar en ruinas o abandonado a otro cercano es un fenómeno común en Palestina”. (The Bible and Archæology, 1940, pág. 190.)
2. Hai, Ciudad que Jeremías menciona junto con Hesbón en su profecía contra los ammonitas. (Jer 49:3.) Se desconoce su ubicación.
Uno de los cuatro ríos en los que se dividía la corriente de agua que procedía de Edén. (Gé 2:10-14.) Al Hidequel se le conocía en persa antiguo como el Tigra, de donde provino el nombre griego para el río Tigris. En árabe se le conoce como el Shat Dijla. Algunos le llaman el río gemelo del Éufrates, y junto con este río riega las llanuras de Mesopotamia.
A orillas del río Tigris (Hidequel) Daniel recibió la visión sobre la lucha por el poder que emprenderían el “rey del norte” y el “rey del sur”. (Da 10:4, 5; 11:5, 6.) Después que el río Tigris entra en la llanura de Mesopotamia, pasa por las ubicaciones de muchas ciudades antiguas. Frente a la moderna Mosul están las ruinas de la antigua Nínive, en la orilla oriental del río. En el mismo lado, más al S., está la ubicación de Cálah, y más abajo, en la orilla occidental, se halla la antigua Asur. A poca distancia por debajo de Bagdad, en la orilla occidental, están las ruinas de Seleucia, la antigua capital de la dinastía de gobernantes seléucidas.
El Tigris nace en la Armenia central (la parte oriental de la moderna Turquía). El arroyo occidental es el más largo de los que forman el Tigris, pues nace en las laderas meridionales de las montañas Antitauro, a unos 25 Km. al SE. de la ciudad de Elazig y tan solo a unos pocos kilómetros del nacimiento del Éufrates. Estos dos ríos pudieron, pues, haber tenido el mismo nacimiento antes de que el diluvio universal produjera cambios topográficos en la superficie de la Tierra. El arroyo occidental fluye hacia el SE. en los primeros 240 Km., y se une a otros arroyos orientales más cortos. Luego, en un punto al S. del extremo occidental del lago Van, el río adopta un curso más meridional. Pasa por un desfiladero profundo hasta que por fin emerge de las montañas en la zona N. de la llanura mesopotámica. Desde allí hasta que se encuentra con el río Éufrates, cuatro afluentes orientales alimentan el Tigris: el Gran Zab, el Pequeño Zab, el Adhim y el Diyala.
Por lo general se cree que en otro tiempo el Tigris y el Éufrates desembocaban en el mar por separado, pero que con el transcurso de los siglos la acumulación de cieno ha llenado la cabecera del golfo, de manera que ahora los ríos se unen. Después de su confluencia, ambos forman la ancha corriente llamada Shat el-Arab, que fluye unos 160 Km. antes de desembocar en el golfo Pérsico.
El Tigris tiene una longitud de unos 1.850 Km. En algunos puntos esta corriente alcanza 366 m. de anchura, pero por lo general tiene poca profundidad, y más allá de Bagdad tan solo es navegable para barcos de poco calado. El Tigris, un río mucho más rápido que el Éufrates, solo tiene unas dos terceras partes de la longitud de su “gemelo” y es de menor importancia comercial.
Ciudad que fue capital de la antigua nación de Israel a partir del año 1070 a. E.C. Después de la división de la nación en dos reinos (997 a. E.C.), continuó siendo la capital del reino meridional de Judá. En las Escrituras aparecen más de 800 referencias a Jerusalén.
Nombre. El nombre más antiguo de esta ciudad que se registra es “Salem”. (Gé 14:18.) Aunque hay quien relaciona el significado del nombre de Jerusalén con un dios semita occidental llamado Salem, el apóstol Pablo muestra que el verdadero significado de la segunda mitad del nombre es “Paz”. (Heb 7:2.) La grafía hebrea de la segunda parte del nombre parece estar en número dual, es decir “Paz Doble”. En los textos acadios (asirobabilonios) se le da el nombre de Urusalim (o Ur-sa-li-im-mu), por lo que algunos doctos traducen el nombre: “Ciudad de Paz”. Pero la forma hebrea, que es la que lógicamente debería contar, parece significar “Posesión (o: Fundamento) de Paz Doble”.
En las Escrituras se usaron otros muchos títulos o expresiones para referirse a esta ciudad. En una ocasión el salmista utiliza su nombre primitivo “Salem” (Sl 76:2), mientras que en otros pasajes se usan los siguientes nombres: “ciudad de Jehová” (Isa 60:14), “pueblo del gran Rey” (Sl 48:2; compárese con Mt 5:35), “Ciudad de Justicia” y “Población Fiel” (Isa 1:26), “Sión” (Isa 33:20) y “ciudad santa” (Ne 11:1; Isa 48:2; 52:1; Mt 4:5). El nombre “al-Quds”, que significa “la [Ciudad] Santa”, es aún la denominación popular que se le da en árabe. En los mapas modernos de Israel se usa el nombre Yerushalayim.
Ubicación. Se encontraba en los límites de un desierto árido (el desierto de Judá), relativamente apartada de las principales rutas comerciales internacionales, y su suministro de agua era limitado. No obstante, había dos rutas comerciales nacionales que se cruzaban cerca de la ciudad: una iba de N. a S. a lo largo de la meseta, formando la “columna vertebral” de la antigua Palestina, y unía las ciudades de Dotán, Siquem, Betel, Belén, Hebrón y Beer-seba; la segunda ruta iba de E. a O. desde Rabá (la moderna `Amman), pasaba a través de valles torrenciales hasta la cuenca del río Jordán, subía por las escarpadas faldas de las montañas de Judea y luego bajaba serpenteando por las laderas occidentales hasta la costa mediterránea y el puerto de Jope. Además, Jerusalén estaba ubicada casi en el centro de la Tierra Prometida, lo que la hacía adecuada como el centro administrativo de la nación.
Jerusalén está entre las colinas de la cadena montañosa central, a unos 55 Km. de la costa del Mediterráneo y a unos 25 Km. al O. del extremo N. del mar Muerto. (Compárese con el Sl 125:2.) Su altitud, de unos 750 m. sobre el nivel del mar, la convirtió en una de las capitales más elevadas del mundo. En las Escrituras se hace referencia a su “encumbramiento” y se dice que los viajeros tenían que ‘subir’ desde las llanuras costeras para llegar a la ciudad. (Sl 48:2; 122:3, 4.) Tiene un clima agradable, con noches frescas y una temperatura media anual de 17 °C. La precipitación anual es de 630 mm. y se produce sobre todo entre noviembre y abril.
A pesar de su altitud, Jerusalén no sobresale de sus alrededores, por lo que el viajero solo consigue tener una vista completa de la ciudad cuando se encuentra muy cerca. Al E., el monte de los Olivos se eleva a unos 800 m.; al N., el monte Escopus alcanza una altura de 820 m., y las colinas que circundan la ciudad por el S. y el O. llegan a 835 m. Por consiguiente, desde estas elevaciones puede divisarse el monte del Templo (c. 740 m.).
Podría parecer que esta situación constituía una seria desventaja en tiempos de guerra. No obstante, tenía la ventaja de que por tres de sus lados estaba rodeada de valles con laderas empinadas: al E., el valle torrencial de Cedrón; al S. y al O., el valle de Hinón. También había un valle central —al que al parecer hace referencia Josefo como valle de Tiropeón (o “valle de los queseros”)—, que dividía la ciudad en dos colinas, una oriental y otra occidental. (La Guerra de los Judíos, libro V, cap. IV, sec. 1.) Este valle central se ha rellenado considerablemente a través de los siglos, pero los visitantes todavía tienen que bajar a una depresión central y luego subir al otro lado para cruzar la ciudad. Hay indicios de que además del valle central que iba de N. a S., había otros dos valles menores que dividían las colinas de E. a O.: uno que dividía la colina oriental, y el otro, la occidental.
Parece ser que las laderas inclinadas del valle siempre se aprovecharon para formar parte de los muros defensivos de la ciudad. El único lado de la ciudad que no tenía una defensa natural era el flanco N., por lo que en esa parte los muros se construyeron especialmente fuertes. Según Josefo, cuando el general Tito atacó la ciudad en 70 E.C., por ese lado tuvo que enfrentarse a tres diferentes muros dispuestos uno detrás de otro.
Suministro de agua. Los habitantes de Jerusalén padecieron escaseces de alimentos severas cuando sitiaban la ciudad, pero parece ser que no tuvieron gran problema con el agua. A pesar de que la ciudad está cerca del árido desierto de Judea, tenía acceso a un constante suministro de agua dulce, y además disponía de instalaciones adecuadas para almacenarla dentro de los muros de la ciudad.
Había dos manantiales cerca de la ciudad: En-roguel y Guihón. El primero estaba un poco al S. de la confluencia de los valles de Cedrón e Hinón. Aunque era un valioso abastecimiento de agua, su ubicación lo hacía inaccesible durante tiempos de ataque o sitio. El manantial de Guihón estaba en el lado O. del valle de Cedrón, junto a lo que llegó a llamarse la Ciudad de David. Aunque se encontraba fuera de los muros de la ciudad, estaba lo bastante cerca como para que se pudiera excavar un túnel y perforar un pozo a fin de que los habitantes de la ciudad pudieran extraer agua del manantial sin salir de los muros protectores. Según los testimonios arqueológicos, estas obras se remontan a los inicios de la historia de la ciudad. En 1961 y 1962 las excavaciones descubrieron una pared primitiva situada debajo del extremo superior o entrada del túnel, con lo que dicha entrada quedaba dentro de la ciudad. Se cree que era el muro de la antigua ciudad jebusea.
Con el paso de los años se hicieron otros túneles y canales para encauzar las aguas de Guihón. Uno de estos canales, que salía de la boca de la cueva del manantial de Guihón, bajaba por el valle y rodeaba el extremo de la colina sudoriental hasta un estanque ubicado en la confluencia del valle de Hinón con el valle central de Tiropeón. A juzgar por lo que se ha hallado, era como una zanja cubierta con piedras planas, y algunos de sus tramos estaban perforados a través de la ladera de la colina. A intervalos había aberturas que permitían sacar el agua para el riego de las terrazas del valle que estaban más abajo. El desnivel del canal, de 4 a 5 mm. por metro, hacía que el agua fluyera con lentitud, como “las aguas del Siloé, que están yendo apaciblemente”. (Isa 8:6.) Se piensa que este canal, desprotegido y vulnerable, se construyó durante el reinado de Salomón, cuando predominaban la paz y la seguridad.
Los hogares y edificios de Jerusalén estaban provistos de cisternas subterráneas para complementar el suministro de agua de los manantiales. El agua de lluvia que se recogía de los tejados se almacenaba en estos aljibes, que la mantenían limpia y fresca. Al parecer, el recinto del templo tenía cisternas de tamaño considerable. Los arqueólogos han encontrado restos de 37 cisternas en esa zona, y afirman que su capacidad total era de unos 38.000 Kl. Se calculó que una sola cisterna tenía un volumen de 7.600 Kl.
A lo largo de los siglos se construyeron varios acueductos para suministrar agua a Jerusalén. La tradición atribuye a Salomón la construcción de un conducto que iba desde los “estanques de Salomón” (tres embalses situados al SO. de Belén) hasta el recinto del templo de Jerusalén. En Eclesiastés 2:6 Salomón dice: “Me hice estanques de agua, para regar con ellos el bosque”. La empresa de construir estanques bien pudo incluir la construcción de un acueducto que suministrara la cantidad de agua adicional que se necesitaría en Jerusalén una vez que se iniciaran los servicios en el templo. No obstante, no hay más pruebas que la tradición para atribuir a Salomón la construcción del citado acueducto. Entre los acueductos descubiertos se encuentra el que llevaba el agua desde los manantiales de Wadi el-`Arrub, a unos 20 Km. al SSO. de Jerusalén, hasta los estanques de Salomón, que posiblemente es el que Josefo dice que construyó Poncio Pilato con los fondos del tesoro del templo. (Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. III, sec. 2; La Guerra de los Judíos, libro II, cap. IX, sec. 4.) Dos acueductos iban desde los estanques de Salomón hasta Jerusalén; el inferior es el más antiguo, posiblemente del tiempo de Herodes o de los asmoneos. Pasaba por debajo de Belén y llegaba al monte del Templo cruzando el “Arco de Wilson”.
Investigación arqueológica. Aunque se han hecho muchas excavaciones, se han podido determinar pocos hechos concretos sobre la ciudad de tiempos bíblicos. Varios factores han condicionado las investigaciones o limitado su valor. La historia de Jerusalén muestra que en nuestra era la ciudad ha sufrido una serie de ocupaciones casi ininterrumpida, lo que ha dejado muy poco espacio donde excavar. Además, la ciudad fue destruida varias veces y se levantaron nuevas ciudades sobre las ruinas de las anteriores. Las sucesivas capas superpuestas de escombros, que en algunos lugares alcanzan hasta los 30 m. de espesor, han ocultado los límites primitivos de la ciudad y dificultado en gran manera la interpretación de los hallazgos. Se han desenterrado algunas partes del muro, estanques, túneles de agua y tumbas antiguas, pero muy poca documentación escrita. Los principales descubrimientos arqueológicos proceden de la colina SE., que ahora se encuentra fuera de los muros de la ciudad.
Las principales fuentes de información sobre la ciudad antigua, por lo tanto, siguen siendo la Biblia y la descripción de la ciudad del primer siglo que da el historiador judío Josefo.
Historia primitiva. La primera mención histórica de la ciudad se remonta a la década de 1943 a 1933 a. E.C., cuando se encontraron Abrahán y Melquisedec. Melquisedec era “rey de Salem” y “sacerdote del Dios Altísimo”. (Gé 14:17-20.) Sin embargo, el origen de la ciudad y de su población sigue tan oscuro como el origen de su rey-sacerdote Melquisedec. (Compárese con Heb 7:1-3.)
Parece ser que en las inmediaciones de Jerusalén ocurrió otro acontecimiento de la vida de Abrahán. Se le mandó que ofreciera a su hijo Isaac en “una de las montañas” de la “tierra de Moria”. El templo de Salomón se construyó sobre el “monte Moria”, en un lugar que antes había sido una era. (Gé 22:2; 2Cr 3:1.) Por lo tanto, la Biblia relaciona el lugar donde Abrahán estuvo a punto de efectuar el sacrificio con la región montañosa de los alrededores de Jerusalén. No se menciona si Melquisedec aún vivía entonces, pero es probable que Salem nunca fuera un territorio enemigo para Abrahán.
Las tablillas de el-Amarna, escritas por gobernantes cananeos a su jefe supremo egipcio, incluyen siete cartas procedentes del rey o gobernador de Jerusalén (Urusalim). Estas se escribieron antes de que los israelitas conquistasen la tierra de Canaán. Así que en los aproximadamente cuatrocientos sesenta y cinco años transcurridos entre el encuentro de Abrahán con Melquisedec y la conquista israelita, Jerusalén había llegado a ser posesión de los cananeos camitas paganos y estaba bajo la dominación del Imperio egipcio, también camita.
En el relato de la conquista relámpago de Canaán que llevó a cabo Josué, se menciona a Adoni-zédeq, rey de Jerusalén, entre los reyes confederados que atacaron Gabaón. Su nombre (que significa “[Mi] Señor Es Justicia”) se asemeja mucho al del anterior rey de Jerusalén, Melquisedec (“Rey de Justicia”), pero Adoni-zédeq no era adorador del Dios Altísimo, Jehová. (Jos 10:1-5, 23, 26; 12:7, 8, 10.)
Cuando se repartieron por suertes los territorios tribales, Jerusalén quedó en el límite entre Judá y Benjamín, siendo el valle de Hinón el verdadero límite. Esto colocaría dentro del territorio de Benjamín al menos lo que más tarde llegó a ser la “Ciudad de David”, situada en las colinas que están entre los valles de Cedrón y Tiropeón. Sin embargo, parece ser que la ciudad cananea tenía poblados anexos o “suburbios”, que tal vez se extendían al O. y al S. del valle de Hinón, ya dentro del territorio de Judá. En Jueces 1:8 se le atribuye a Judá la conquista inicial de Jerusalén, pero después que las fuerzas invasoras siguieron adelante, los habitantes jebuseos se quedaron (o volvieron) con una fuerza suficiente como para formar un foco de resistencia que ni Judá ni Benjamín pudieron reducir. Así que tanto de Judá como de Benjamín se dice que ‘los jebuseos continuaron morando con ellos en Jerusalén’. (Jos 15:63; Jue 1:21.) Esta situación continuó por unos cuatro siglos, y a veces se hacía referencia a la ciudad como “Jebús”, una “ciudad de extranjeros”. (Jue 19:10-12; 1Cr 11:4, 5.)
Antes de la división del reino. El centro de operaciones del rey Saúl estaba en Guibeah, en el territorio de Benjamín. La ciudad capital del rey David fue en un principio Hebrón, de la tribu de Judá, a unos 30 Km. al SSO. de Jerusalén. Después de gobernar allí un total de siete años y medio (2Sa 5:5), decidió transferir la capital a Jerusalén. Hizo este cambio por dirección divina (2Cr 6:4-6), pues Jehová había hablado siglos antes del ‘lugar que escogería para colocar allí su nombre’. (Dt 12:5; 26:2; compárese con 2Cr 7:12.)
Parece ser que para entonces los jebuseos tenían su ciudad hacia el extremo S. de la colina oriental. Confiaban en que su ciudad fortificada era inexpugnable, con las laderas empinadas de los valles por tres de sus lados como defensas naturales y probablemente fortificaciones especiales en el lado N. Se la conocía como “el lugar de difícil acceso” (1Cr 11:7), y los jebuseos se burlaron de David diciendo que ‘los ciegos y los cojos de la ciudad’ podrían repeler sus ataques. No obstante, David conquistó la ciudad con Joab al frente del ataque, quien probablemente entró en la ciudad a través del “túnel del agua”. (2Sa 5:6-9; 1Cr 11:4-8.) Los eruditos no están seguros del significado del término hebreo traducido “túnel del agua” (BAS, NM, RH), pero por lo general aceptan esta expresión u otras similares (“canal”, BJ; “zanja [acueducto subterráneo]”, MK) como el significado más probable. El breve relato no especifica cómo se superaron las defensas de la ciudad. Desde que se descubrió el túnel y el pozo que llevan al manantial de Guihón, muchos creen que Joab y sus hombres escalaron este pozo vertical, pasaron por el túnel inclinado hasta entrar en la ciudad y luego la atacaron por sorpresa. (GRABADO, vol. 2, pág. 951.) En cualquier caso, David tomó la ciudad y trasladó allí su capital (1070 a. E.C.). La fortaleza jebusea llegó a ser conocida entonces como “la ciudad de David”, llamada también “Sión”. (2Sa 5:7.)
David empezó un programa de edificación en esa zona, y al parecer mejoró las defensas de la ciudad. (2Sa 5:9-11; 1Cr 11:8.) “El Montículo” (heb. ham·Mil·lóhʼ) al que se hace referencia aquí (2Sa 5:9) y en otros relatos posteriores (1Re 9:15, 24; 11:27) era un accidente geográfico o una estructura de la ciudad que era bien conocido entonces, pero imposible de identificar hoy. Cuando algún tiempo después David trasladó la sagrada “arca de Jehová” de la casa de Obed-edom a Jerusalén, la ciudad llegó a ser el centro religioso y administrativo de la nación. (2Sa 6:11, 12, 17; véanse DAVID, CIUDAD DE; MONTÍCULO; SEPULTURA.)
No hay registro de que se produjera algún ataque a Jerusalén durante el reinado de David mientras él luchaba contra sus enemigos. (Compárese con 2Sa 5:17-25; 8:1-14; 11:1.) Sin embargo, en una ocasión David creyó conveniente abandonar la ciudad ante el avance de fuerzas rebeldes conducidas por su propio hijo Absalón. Es posible que el rey se retirara para evitar una sangrienta guerra civil en este lugar donde descansaba el nombre de Jehová. (2Sa 15:13-17.) Cualquiera que hubiera sido el motivo de la retirada, desencadenó el cumplimiento de la profecía inspirada de Natán. (2Sa 12:11; 16:15-23.) David no permitió que el arca del pacto fuera con él, y ordenó que sacerdotes fieles la devolvieran a la ciudad, el lugar escogido por Dios. (2Sa 15:23-29.) La descripción del inicio de la huida de David, según se registra en el capítulo 15 de Segundo de Samuel, perfila bien los accidentes geográficos de la parte oriental de la ciudad.
Hacia el final de su gobernación, David se puso a preparar los materiales de construcción para el templo. (1Cr 22:1, 2; compárese con 1Re 6:7.) Es posible que las piedras labradas se obtuvieran de esa misma zona, puesto que la roca del subsuelo de Jerusalén se puede cortar y cincelar con facilidad según la forma y el tamaño deseados, y cuando se expone a la intemperie, se endurece y se convierte en piedras de construcción duraderas y vistosas. Se han encontrado vestigios de una antigua cantera cerca de la actual Puerta de Damasco; de allí se han extraído grandes cantidades de piedra en el transcurso del tiempo.
El relato del ungimiento de Salomón por orden del anciano rey David da una idea de la configuración del terreno al E. y al S. de Jerusalén. Otro hijo de David, Adonías, estaba en el manantial de En-roguel, donde conspiraba para apoderarse del trono, mientras se ungía a Salomón en el manantial de Guihón. Estos dos lugares estaban lo suficientemente cerca uno del otro (c. 700 m.) como para que Adonías y los que conspiraban con él oyeran el sonido del cuerno y de las celebraciones que se llevaban a cabo en Guihón. (1Re 1:5-9, 32-41.)
Durante el reinado de Salomón, la ciudad se amplió y quizás se renovó. (1Re 3:1; 9:15-19, 24; 11:27; compárese con Ec 2:3-6, 9.) El templo, su obra de construcción más sobresaliente, con sus edificios anexos y patios, se construyó sobre el monte Moria, en la loma oriental, pero al N. de “la ciudad de David”, probablemente en el lugar donde en la actualidad está la Cúpula de la Roca. (2Re 25:7-172Cr 3:1; 1Re 6:37, 38; 7:12.) Otros edificios cercanos importantes eran la propia casa o palacio de Salomón; la Casa del Bosque del Líbano, donde se utilizó mucha madera de cedro; el Pórtico de las Columnas, y el Pórtico del Trono, donde el rey juzgaba. (1Re 7:1-8.) Al parecer, este complejo de edificios estaba al S. del templo, en la pendiente que descendía hacia “la Ciudad de David”. (MAPA, vol. 1, pág. 752; GRABADO, vol. 1, pág. 748.)
Reino dividido (997-607 a. E.C.). La rebelión de Jeroboán dividió la nación en dos reinos, y Jerusalén quedó como la capital del reino de dos tribus, Benjamín y Judá, con Rehoboam, el hijo de Salomón, como rey. Los levitas y los sacerdotes también se trasladaron a la ciudad que llevaba el nombre de Jehová, y de este modo fortalecieron el reinado de Rehoboam. (2Cr 11:1-17.) Entonces Jerusalén ya no estaba en el centro geográfico del reino, sino solo a unos cuantos kilómetros de la frontera con el hostil reino septentrional de diez tribus. Casi cinco años después de morir Salomón, la ciudad sufrió la primera invasión. El rey Sisaq de Egipto atacó al reino de Judá, probablemente porque lo vio vulnerable al haberse dividido. Debido a la infidelidad de la nación, pudo entrar en Jerusalén y llevarse los tesoros del templo y otros objetos valiosos. Pero como el pueblo se arrepintió, Dios les concedió cierta medida de protección, e impidió que la ciudad fuera destruida por completo. (1Re 14:25, 26; 2Cr 12:2-12.)
Durante el reinado del fiel rey Asá, el rey Baasá, del reino septentrional, intentó sin éxito reforzar su posición en la frontera N. del reino de Judá para aislarlo e impedir toda comunicación con Jerusalén (y posibles expresiones de lealtad por parte de sus súbditos al reino de Judá). (1Re 15:17-22.) La continuidad de la adoración pura bajo el gobierno de Jehosafat, hijo de Asá, trajo la protección divina y grandes beneficios a la ciudad, entre estos, mejores medios para atender las causas judiciales. (2Cr 19:8-11; 20:1, 22, 23, 27-30.)
Durante el resto de la historia de Jerusalén como capital del reino de Judá, siguió vigente esta misma pauta: practicar la adoración verdadera resultaba en la bendición y protección de Jehová; la apostasía resultaba en graves problemas que hacían a la ciudad vulnerable a los ataques. Cuando reinaba Jehoram (913-c. 907 a. E.C.), el hijo infiel de Jehosafat, la ciudad fue invadida y saqueada por segunda vez, en esta ocasión por una coalición árabe-filistea, aun a pesar de los fuertes muros defensivos. (2Cr 21:12-17.) Al siglo siguiente, el rey Jehoás se apartó del proceder recto, lo que resultó en que las fuerzas sirias ‘empezaran a invadir a Judá y Jerusalén’; el contexto indica que pudieron entrar en la ciudad. (2Cr 24:20-25.) Durante la apostasía de Amasías, el reino septentrional de Israel invadió Judá, y derrumbó unos 178 m. del estratégico muro septentrional, entre la Puerta de la Esquina (en el ángulo NO.) y la Puerta de Efraín (al E. de la Puerta de la Esquina). (2Cr 25:22-24.) Es posible que antes de ese hecho la ciudad se hubiera extendido a través del valle central hasta la colina occidental.
El rey Uzías (829-778 a. E.C.) mejoró notablemente las defensas de la ciudad, fortificando con torres la Puerta de la Esquina (NO.) y la Puerta del Valle (en el ángulo SO.); además, construyó otra torre en “el Contrafuerte” (“el Ángulo”, BJ; “la Esquina”, CI), que pudo ser una parte del muro oriental, no lejos de los edificios reales, ya sea los de David o los de Salomón. (2Cr 26:9; Ne 3:24, 25.) También equipó las torres y las esquinas con “máquinas de guerra”, quizás catapultas que disparaban flechas y rocas. (2Cr 26:14, 15.) Su hijo Jotán continuó el programa de construcción. (2Cr 27:3, 4.)
El fiel rey Ezequías, que sucedió a su padre, el apóstata rey Acaz, limpió y reparó el recinto del templo, y convocó una gran celebración de la Pascua, que atrajo a Jerusalén adoradores de todo el país, incluso del reino septentrional. (2Cr 29:1-5, 18, 19; 30:1, 10-26.) No obstante, poco después que la adoración verdadera recibió este impulso, los asirios invadieron el país y se burlaron del Dios verdadero cuyo nombre llevaba Jerusalén. En 732 a. E.C., ocho años después que Asiria conquistó el reino norteño de Israel, el rey asirio Senaquerib atravesó Palestina, devastándola a su paso, y envió algunas tropas para intimidar a Jerusalén. (2Cr 32:1, 9.) Ezequías había preparado la ciudad para que pudiera enfrentarse a un sitio. Había cegado las aguas de los manantiales que estaban fuera de la ciudad, a fin de esconderlos y dificultar la tarea al enemigo, y había fortificado las murallas. (2Cr 32:2-5, 27-30.) Parece ser que “el conducto” para llevar el agua dentro de la ciudad desde el manantial de Guihón ya estaba construido para ese tiempo. Tal vez fuera un proyecto realizado en tiempo de paz. (2Re 20:20; 2Cr 32:30.) Si, tal como se cree, este conducto incluía el túnel que se perforó en un lado del valle de Cedrón y que terminaba en el estanque de Siloam, en el valle de Tiropeón, no sería un proyecto de poca envergadura como para que se acabara en unos cuantos días. (Véanse ARQUEOLOGÍA [Palestina y Siria]; GUIHÓN núm. 2.) En todo caso, la fortaleza de la ciudad no dependía de sus sistemas defensivos y suministros, sino del poder protector de Jehová Dios, quien dijo: “Y ciertamente defenderé esta ciudad para salvarla por causa de mí mismo y por causa de David mi siervo”. (2Re 19:32-34.) La aniquilación milagrosa de 185.000 soldados asirios obligó a Senaquerib a huir de regreso a Asiria. (2Re 19:35, 36.) El registro de esta campaña militar en los anales asirios alardea de que Senaquerib encerró a Ezequías en Jerusalén como ‘un pájaro en una jaula’, pero no menciona que tomara la ciudad. (Véase SENAQUERIB.)
En el reinado de Manasés (716-662 a. E.C.) se ampliaron las murallas de la ciudad a lo largo del valle de Cedrón. Durante ese mismo período la nación se apartó aún más de la adoración verdadera. (2Cr 33:1-9, 14.) Su nieto Josías detuvo por un tiempo esta decadencia, y durante su gobernación el valle de Hinón —que los idólatras habían utilizado para practicar ritos abominables— fue hecho “inservible para adoración”, probablemente siendo profanado y convertido en un basurero de la ciudad. (2Re 23:10; 2Cr 33:6.) Parece ser que “la Puerta de los Montones de Ceniza” es la que daba a ese valle. (Ne 3:13, 14; véanse GEHENA; HINÓN, VALLE DE.) En el tiempo de Josías se menciona por primera vez “el segundo barrio” (gl-Pg.21-Centro) (“la ciudad nueva”, BJ) de la ciudad. (2Re 22:14; 2Cr 34:22.) Por lo general se cree que este “segundo barrio” era la sección de la ciudad que quedaba al O. o NO. del recinto del templo. (Sof 1:10.)
Tras la muerte de Josías, Jerusalén decayó en seguida, pues se sucedieron en el trono cuatro reyes infieles. En el octavo año del rey Jehoiaquim, Judá llegó a ser tributaria de Babilonia. La sublevación de Jehoiaquim tres años más tarde hizo que los babilonios sitiaran Jerusalén, saquearan los tesoros de la ciudad y deportaran al que entonces gobernaba como rey, Joaquín, así como a otros ciudadanos. (2Re 24:1-16; 2Cr 36:5-10.) El rey nombrado por Babilonia, Sedequías, intentó librarse del yugo babilonio, y en el año noveno de su reinado (609 a. E.C.) Jerusalén volvió a ser sitiada. (2Re 24:17-20; 25:1; 2Cr 36:11-14.) Una fuerza militar egipcia enviada para liberar Jerusalén tuvo éxito en hacer que los sitiadores se retiraran, aunque solo temporalmente. (Jer 37:5-10.) En conformidad con la profecía de Jehová dada por medio de Jeremías, los babilonios volvieron y reanudaron el sitio. (Jer 34:1, 21, 22; 52:5-11.) Jeremías pasó la última parte del sitio preso en “el Patio de la Guardia” (Jer 32:2; 38:28), que estaba conectado con “la Casa del Rey”. (Ne 3:25.) Finalmente, al cabo de dieciocho meses de sitio, con sus secuelas de hambre, enfermedad y muerte, en el año undécimo de Sedequías los babilonios abrieron una brecha en los muros de Jerusalén y tomaron la ciudad. (2Re 25:2-4; Jer 39:1-3.)
Desolación y restauración. La brecha en los muros se abrió el 9 de Tamuz de 607 a. E.C. Un mes más tarde, el 10 de Ab, Nebuzaradán, el representante de Nabucodonosor, entró en la ciudad conquistada y empezó el trabajo de demolición, de modo que incendió el templo y otros edificios, y derruyó los muros de la ciudad. Se llevó al exilio en Babilonia al rey de Jerusalén junto con la mayor parte del pueblo, y los tesoros de la ciudad fueron tomados como botín. (2Re 25:7-17; 2Cr 36:17-20; Jer 52:12-20; GRABADO, vol. 2, pág. 326.)
La declaración del arqueólogo Conder en cuanto a que “se desconoce la historia de la ciudad arruinada hasta el tiempo de Ciro” es cierta, no solo en lo que respecta a Jerusalén, sino también a toda la región del reino de Judá. El rey de Babilonia no repobló —como habían hecho los asirios— la región conquistada. De manera que comenzó un período de setenta años de desolación, como se había profetizado. (Jer 25:11; 2Cr 36:21.)
En “el primer año” que Ciro el persa fue gobernante de Babilonia (538 a. E.C.), se emitió el decreto real que liberaba a los judíos exiliados para que ‘subieran a Jerusalén, que está en Judá y reedificaran la casa de Jehová el Dios de Israel’. (Esd 1:1-4.) El pueblo que hizo el largo viaje de regreso a Jerusalén, que llevaba consigo los tesoros del templo, se componía de 42.360 varones, además de esclavos y cantores profesionales. Llegaron a tiempo para celebrar la fiesta de las cabañas en el mes de Tisri (que cae entre septiembre y octubre) de 537 a. E.C. (Esd 2:64, 65; 3:1-4.) Se comenzó la reconstrucción del templo bajo la dirección del gobernador Zorobabel, y a pesar de serias interferencias y de que se infiltró cierta apatía entre los judíos repatriados, finalmente se terminó para marzo de 515 a. E.C. Por autorización del rey Artajerjes Longimano, en el año 468 a. E.C. volvieron con el sacerdote y escriba Esdras otros exiliados que llevaban más cosas para “hermosear la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén”. El valor de los tesoros que llevaron consigo debió superar los 43.000.000 de dólares (E.U.A.). (Esd 7:27; 8:25-27.)
Aproximadamente un siglo y medio después de la conquista de Nabucodonosor, los muros y las puertas de la ciudad permanecían derruidos. Nehemías obtuvo permiso de Artajerjes para ir a Jerusalén y remediar esta situación. (Ne 2:1-8.) El registro de la inspección nocturna que hizo Nehemías y la distribución del trabajo de construcción a diferentes grupos familiares es una fuente de información muy importante acerca del trazado de la ciudad en ese tiempo, y en especial de sus puertas. (Ne 2:11-15; 3:1-32; véase PUERTA, PASO DE ENTRADA.) Esa reconstrucción cumplió la profecía de Daniel y marcó el principio de las setenta “semanas” proféticas con respecto a la venida del Mesías. (Da 9:24-27.) A pesar del hostigamiento a que tuvieron que hacer frente los israelitas, en el año 455 a. E.C. edificaron un muro y puertas alrededor de Jerusalén en tan solo cincuenta y dos días. (Ne 4:1-23; 6:15; 7:1; véase SETENTA SEMANAS - [“La salida de la palabra”].)
Jerusalén era entonces “ancha y grande, [pero] había pocas personas dentro de ella”. (Ne 7:4.) Después de la lectura pública de las Escrituras y las celebraciones que se llevaron a cabo en la “plaza pública que estaba delante de la Puerta del Agua”, al E. de la ciudad (Ne 3:26; 8:1-18), se hizo que uno de cada diez israelitas entrase a morar en Jerusalén a fin de aumentar la población de la ciudad. Se echaron suertes para tomar esta decisión, aunque hubo quienes se ofrecieron voluntarios. (Ne 11:1, 2.) Se efectuó una obra de limpieza espiritual para que la población de la ciudad tuviera un buen fundamento en lo que respecta a la adoración pura. (Ne 12:47–13:3.) La gobernación de Nehemías duró unos doce años, en el curso de los cuales hizo un viaje a la corte del rey persa. Después de volver a Jerusalén, vio necesario realizar otra limpieza. (Ne 13:4-31.) El registro de las Escrituras Hebreas termina con las medidas enérgicas que tomó Nehemías para desarraigar la apostasía poco después de 443 a. E.C.
Control helénico y macabeo. Con el paso de Alejandro Magno por Judá en el año 332 a. E.C., el dominio pasó de los medopersas a los griegos. Los historiadores griegos no mencionan que Alejandro entrase en Jerusalén. A pesar de eso, la ciudad llegó a estar bajo el dominio griego, y es razonable concluir que Alejandro debió entrar en ella. En el siglo I E.C. Josefo registra una tradición judía que dice que cuando Alejandro se acercó a Jerusalén, lo recibió el sumo sacerdote judío y se le mostraron las profecías inspiradas divinamente que había registrado Daniel, las cuales predecían las conquistas relámpago que Grecia realizaría. (Antigüedades Judías, libro XI, cap. VIII, secs. 4, 5; Da 8:5-7, 20, 21.) En cualquier caso, parece ser que Jerusalén no se vio afectada por este cambio de dominio.
Después de la muerte de Alejandro, Jerusalén y Judea quedaron bajo el dominio de los tolomeos, que gobernaron desde Egipto. En el año 198 a. E.C., Antíoco el Grande —que gobernaba en Siria— tomó la ciudad fortificada de Sidón y a continuación capturó Jerusalén. Finalmente Judea llegó a formar parte de los dominios del Imperio seléucida (compárese con Da 11:16), y la ciudad de Jerusalén permaneció bajo ese dominio por treinta años. El deseo del rey sirio Antíoco IV Epífanes de helenizar por completo a los judíos le llevó a dedicar el templo de Jerusalén a Zeus (Júpiter) y en el año 168 a. E.C., a realizar un sacrificio inmundo a fin de profanar el altar. (1 Macabeos 1:57, 62; 2 Macabeos 6:1, 2, 5; GRABADOS, vol. 2, pág. 335.) Esto provocó la sublevación macabea (o asmonea). Después de tres años de lucha, Judas Macabeo consiguió el control de la ciudad y del templo, y volvió a dedicar el altar de Jehová a la adoración verdadera en el aniversario de su profanación, el 25 de Kislev del año 195 a. E.C. (1 Macabeos 4:52-54; 2 Macabeos 10:5; compárese con Jn 10:22.)
La guerra contra los gobernantes seléucidas no había terminado. Los judíos solicitaron ayuda a Roma, de modo que sobre el año 160 a. E.C. una nueva potencia se presentó en el escenario de Jerusalén. (1 Macabeos 8:17, 18.) De este modo Jerusalén cayó bajo la influencia del Imperio romano en expansión. Cerca de 142 a. E.C., Simón Macabeo pudo hacer de Jerusalén la capital de una región aparentemente libre de sumisión o vasallaje a una nación gentil. Aristóbulo I, sumo sacerdote de Jerusalén, incluso asumió el título de rey en el año 104 a. E.C., aunque no era de la línea de David.
Jerusalén no fue una ‘ciudad de paz’ durante este período. De hecho, se vio afectada por luchas internas propiciadas por ambiciones egoístas y empeoradas por facciones religiosas rivales, como los saduceos, los fariseos o los celotes. Una violenta disputa entre Aristóbulo II y su hermano Hircano resultó en que se llamara a Roma para que arbitrara esta querella. En el año 63 a. E.C. las fuerzas romanas bajo el general Pompeyo asediaron Jerusalén durante tres meses, a fin de entrar en la ciudad y resolver la disputa. Según los registros históricos, murieron 12.000 judíos, muchos de ellos a manos de sus compañeros israelitas.
En el relato de Josefo sobre la conquista de Pompeyo se menciona por primera vez el puente que cruzaba el valle de Tiropeón. Servía para unir las mitades oriental y occidental de la ciudad y permitía que los que estaban en la mitad occidental tuvieran acceso directo al recinto del templo. En este tiempo se nombró gobernador romano de Judea a Antípatro II, un idumeo, y se dejó a un macabeo como sumo sacerdote y etnarca de Jerusalén. Posteriormente Roma nombró rey de Judea al hijo de Antípatro, Herodes el Grande, pero este no consiguió el control de Jerusalén hasta el año 37 ó 36 a. E.C., fecha a partir de la cual empezó su gobierno efectivo.
Herodes el Grande gobierna. El gobierno de Herodes se caracterizó por un ambicioso programa de construcción, y la ciudad disfrutó de bastante prosperidad. Se construyó un teatro, un gimnasio, un hipódromo (GRABADO, vol. 2, pág. 535) y otros edificios públicos. Herodes también edificó un palacio real bien fortificado (GRABADO, vol. 2, pág. 538), probablemente en la parte O. de la ciudad, al S. de la actual puerta de Jaffa, donde los arqueólogos creen haber encontrado el fundamento de una de las torres. Otra fortaleza, la Fortaleza Antonia, estaba cerca del templo, con el que se conectaba por medio de un pasadizo. (GRABADO, vol. 2, pág. 535; Antigüedades Judías, libro XV, cap. XI, sec. 7.) De este modo la guarnición romana tenía un rápido acceso al recinto del templo, como tal vez ocurrió cuando los soldados rescataron a Pablo de una chusma en el mencionado recinto. (Hch 21:31, 32.)
Sin embargo, la obra más importante de Herodes fue la reconstrucción del templo y de su complejo de edificios, que comenzó en el año decimoctavo de su reinado. (Antigüedades Judías, libro XV, cap. XI, sec. 1.) La casa santa se terminó en un año y medio, pero los trabajos en los edificios y los patios adyacentes prosiguieron hasta mucho después de su muerte. (Jn 2:20.) La superficie total era aproximadamente el doble de la del templo anterior. Se cree que el Muro de las Lamentaciones es una parte de la muralla occidental del patio del templo que aún se mantiene en pie. Los arqueólogos afirman que las hiladas inferiores de enormes bloques —de unos 90 cm. de alto cada uno— pertenecen al tiempo de la construcción de Herodes.
Del año 2 a. E.C. al 70 E.C. Ahora son las Escrituras Griegas Cristianas las que nos siguen hablando de Jerusalén. Jesús no nació en Jerusalén, sino en la cercana Belén, “la ciudad de David”. (Lu 2:10, 11.) No obstante, el informe posterior de los astrólogos sobre el nacimiento del “rey de los judíos” hizo que Herodes y “toda Jerusalén junto con él” se agitaran. (Mt 2:1-3.) Herodes murió poco después de emitir su infame decreto de matar a todos los niñitos de Belén, probablemente en el año 1 a. E.C. (Véase HERODES núm. 1.) Su hijo Arquelao recibió el gobierno de Jerusalén, Judea y otras regiones. Más tarde Roma lo destituyó por su mala conducta, y a partir de entonces nombró directamente a los gobernadores, como a Poncio Pilato durante el ministerio de Jesús. (Lu 3:1.)
Cuarenta días después de su nacimiento, Jesús fue llevado a Jerusalén, y se le presentó en el templo como el primogénito de María. Simeón y Ana, ya envejecidos, se regocijaron por ver al Mesías prometido, y Ana habló de él “a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén”. (Lu 2:21-38; compárese con Le 12:2-4.) No se dice cuántas veces más se llevó a Jesús a Jerusalén durante su niñez; solo hay registro específico de una visita cuando tenía doce años. En esa ocasión conversó con los maestros en el recinto del templo, y así se mantuvo ocupado en la ‘casa de su Padre’, en la ciudad que Él había escogido. (Lu 2:41-49.)
Después de su bautismo y durante su ministerio de tres años y medio, Jesús fue a Jerusalén con regularidad. Seguramente estuvo allí para las tres fiestas anuales, pues la asistencia a las mismas era obligatoria para todos los varones judíos. (Éx 23:14-17.) No obstante, pasó mucho de su tiempo fuera de la capital, mientras predicaba y enseñaba en Galilea y otras regiones del país.
Aparte del recinto del templo, donde Jesús enseñó con frecuencia, se mencionan pocos puntos específicos de la ciudad en conexión con su ministerio. Se cree que el estanque que se ha desenterrado justo al N. del recinto del templo era el de Betzata, con sus cinco columnatas. (Jn 5:2; véase BETZATA.) El estanque de Siloam está en una de las laderas de la parte meridional de la loma oriental, y recibe el agua del manantial de Guihón a través del conducto y del túnel atribuidos a Ezequías. (Jn 9:11; GRABADO, vol. 2, pág. 949.) Se da un cuadro más detallado de la ciudad en el relato de la última visita de Jesús a Jerusalén. (MAPA, vol. 2, pág. 742; GRABADOS, vol. 2, pág. 743.)
Seis días antes de la fiesta de la Pascua del año 33 E.C., Jesús fue a Betania, en el lado oriental del monte de los Olivos. Al día siguiente, el 9 de Nisán, en su calidad de rey ungido de Jehová, se dirigió hacia la capital montado sobre un pollino, en cumplimiento de la profecía de Zacarías 9:9. (Mt 21:1-9.) Cuando descendió del monte de los Olivos, se detuvo para ver la ciudad, lloró por ella y predijo de manera vívida el venidero sitio y la desolación que le sobrevendría. (Lu 19:37-44.) Cuando entró en la ciudad, tal vez a través de una puerta del muro oriental, toda la ciudad “se puso en conmoción”, pues las noticias correrían con rapidez en esa zona relativamente pequeña. (Mt 21:10.)
En las jornadas restantes, pasaba el día en Jerusalén y la noche en Betania. (Lu 21:37, 38.) El día 10 de Nisán limpió de comerciantes el recinto del templo (Mt 21:12, 13), como había hecho unos tres años antes. (Jn 2:13-16.) El 11 de Nisán llevó a cuatro discípulos al monte de los Olivos, desde donde podían verse la ciudad y su templo, y allí pronunció su gran profecía con respecto a la venidera destrucción de Jerusalén, su presencia y la “conclusión del sistema de cosas”. (Mt 24; Mr 13; Lu 21.) El 13 de Nisán Pedro y Juan hicieron los preparativos para la comida de la Pascua en un aposento alto de Jerusalén, donde Jesús celebraría la cena con sus apóstoles aquella noche (el comienzo del 14 de Nisán). Después de la consideración que tuvo con ellos, salieron de la ciudad, cruzaron el “torrente invernal de Cedrón” y llegaron al jardín llamado Getsemaní, en el monte de los Olivos. (Mt 26:36; Lu 22:39; Jn 18:1, 2.) Getsemaní significa “Prensa de Aceite”, y aún se encuentran en la falda del monte olivos milenarios. De todos modos, en la actualidad la ubicación exacta del jardín es objeto de conjetura. (Véase GETSEMANÍ.)
Aquella noche Jesús fue detenido y llevado a Jerusalén ante los sacerdotes Anás y Caifás, y más tarde, al salón del Sanedrín para juzgarlo. (Mt 26:57-27:1; Jn 18:13-27.) Al amanecer se le condujo ante Pilato, al “palacio del gobernador” (Mt 27:2; Mr 15:1, 16), y luego ante Herodes Antipas, que también estaba en Jerusalén entonces. (Lu 23:6, 7.) Finalmente, fue devuelto a Pilato para el juicio definitivo en “El Empedrado”, lugar llamado en hebreo “Gáb·ba·tha”. (Lu 23:11; Jn 19:13; véase EMPEDRADO, EL.)
A Jesús se le fijó en un madero en el Gólgota, que significa “[Lugar del] Cráneo”. (Mt 27:33-35; Lu 23:33.) Aunque parece obvio que este lugar estaba fuera de los muros de la ciudad, probablemente hacia el N., no se sabe con certeza el sitio exacto. (Véase GÓLGOTHA.) Lo mismo ocurre con el sepulcro de Jesús. (GRABADOS, vol. 2, pág. 948.)
El “campo del alfarero para sepultar a los extraños”, comprado con el dinero del soborno que Judas arrojó en el templo para devolvérselo a los sacerdotes (Mt 27:5-7), se sitúa tradicionalmente en la parte S. del valle de Hinón, cerca de su confluencia con el valle de Cedrón. En esa zona se encuentran muchas tumbas. (Véase AKÉLDAMA.)
Durante el período apostólico. Después de su resurrección, Jesús mandó a sus discípulos que no se retiraran de Jerusalén en ese tiempo. (Lu 24:49; Hch 1:4.) Este tenía que ser el punto de partida de la predicación de arrepentimiento para el perdón de pecados sobre la base del nombre de Cristo. (Lu 24:46-48.) Diez días después de que Jesús ascendió al cielo, los discípulos recibieron el ungimiento por espíritu santo mientras se encontraban reunidos en un aposento alto. (Hch 1:13, 14; 2:1-4.) Jerusalén estaba abarrotada de judíos y prosélitos de todas partes del Imperio romano que asistían a la fiesta del Pentecostés. El testimonio que dieron aquellos cristianos llenos de espíritu santo resultó en que miles llegaran a ser discípulos bautizados. Con miles de personas dando testimonio de su fe, no sorprende que los líderes religiosos airados clamaran: “¡Miren!, han llenado a Jerusalén con su enseñanza”. (Hch 5:28.) Añadieron fuerza al testimonio los milagros que realizaron, como, por ejemplo, la curación del mendigo cojo en “la puerta del templo que se llamaba Hermosa”, probablemente la puerta oriental del atrio de las mujeres. (Hch 3:2, 6, 7.)
Incluso después que la testificación empezó a esparcirse fuera de Jerusalén a “Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hch 1:8), Jerusalén siguió siendo la sede del cuerpo gobernante de la congregación cristiana. La persecución pronto hizo que ‘todos, salvo los apóstoles, fueran esparcidos por las regiones de Judea y Samaria’. (Hch 8:1; compárese con Gál 1:17-19; 2:1-9.) Desde Jerusalén se envió a algunos apóstoles y discípulos para que ayudaran a los nuevos grupos de creyentes, como en el caso de Samaria. (Hch 8:14; 11:19-22, 27.) Saulo de Tarso (Pablo) en seguida creyó conveniente abreviar su primera visita como cristiano a Jerusalén debido a las maquinaciones contra su vida. (Hch 9:26-30.) No obstante, también hubo períodos de calma. (Hch 9:31.) Fue en Jerusalén donde Pedro informó a la asamblea cristiana que Dios había aceptado a creyentes gentiles, y también fue allí donde se zanjó la cuestión sobre la circuncisión y otros asuntos relacionados. (Hch 11:1-4, 18; 15:1, 2, 22-29; Gál 2:1, 2.)
Jesús se había referido a Jerusalén como “la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella”. (Mt 23:37; compárese con los vss. 34-36.) Aunque individualmente muchos de sus ciudadanos mostraron fe en el Hijo de Dios, la ciudad en conjunto mantuvo el proceder del pasado. Por esa razón, ‘su casa se le dejó abandonada a ella’. (Mt 23:38.) En el año 66 E.C. una sublevación judía hizo que las fuerzas romanas al mando de Cestio Galo fueran a la ciudad, la rodearan y avanzaran hasta los muros del templo. De pronto, Cestio Galo se retiró sin ninguna razón aparente, lo que permitió a los cristianos obrar de acuerdo con las instrucciones de Jesús: “Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella”. (Lu 21:20-22.) Eusebio dice en su Historia Eclesiástica (III, V, 3) que los cristianos huyeron de Jerusalén y de toda Judea a una ciudad de Perea llamada Pela (Pella).
El alivio que Jerusalén experimentó cuando se retiraron los romanos duró poco, igual que cuando los babilonios se retiraron por un tiempo para enfrentarse a los egipcios en los últimos años del reinado de Sedequías. En 70 E.C. las fuerzas romanas regresaron con muchos más soldados al mando del general Tito, y sitiaron la ciudad, que entonces se encontraba abarrotada con ocasión de la celebración de la Pascua. En cumplimiento de la profecía de Jesús (Lu 19:43), los romanos levantaron terraplenes de asedio y una muralla o empalizada continua que rodeaba toda la ciudad, a fin de impedir la huida tanto de día como de noche. Dentro de la ciudad había disputas y luchas entre las facciones rivales, se destruyó gran parte del suministro de alimento y se mataba como traidores a los que se aprehendía intentando huir de la ciudad. Josefo, a quien se toma como fuente de esta información, relata que el hambre llegó a ser tan grave, que la gente llegó hasta el punto de comer manojos de heno, cuero y hasta a sus propios hijos. (Compárese con Lam 2:11, 12, 19, 20; Dt 28:56, 57.) Los testarudos líderes de la ciudad rechazaron una y otra vez las ofertas de paz de Tito.
Por fin los romanos abrieron sistemáticamente brechas en los muros, y sus tropas invadieron la ciudad. (Mt 24:2; GRABADO, vol. 2, pág. 752.) El templo fue quemado por completo, en contra de las órdenes que se habían dado. Según Josefo, este suceso ocurrió en el aniversario de la destrucción del primer templo por Nabucodonosor siglos antes. Su relato también dice que se quemó el archivo donde estaban todos los libros con los registros genealógicos de la descendencia tribal y familiar, así como los derechos de herencia. (La Guerra de los Judíos, libro VI, cap. IV, sec. 5; libro II, cap. XVII, sec. 6; libro VI, cap. VI, sec. 3.) Por consiguiente, los medios legales para determinar el linaje de los miembros de la tribu mesiánica de Judá y la tribu sacerdotal de Leví llegaron a su fin.
La conquista se completó en tan solo cuatro meses y veinticinco días, desde el 3 de abril hasta el 30 de agosto del año 70 E.C. Así que la tribulación, aunque intensa, fue notablemente corta. La actitud y las acciones irrazonables de los judíos en el interior de la ciudad contribuyeron a esa brevedad. Aunque Josefo calcula que hubo 1.100.000 muertos, también quedaron sobrevivientes. Se tomaron 97.000 cautivos, a muchos de los cuales se envió como esclavos a Egipto o murieron a espada o devorados por las bestias en los teatros de las provincias romanas, lo que también cumplió la profecía divina. (Dt 28:68.)
Toda la ciudad fue demolida. Tan solo se dejaron en pie las torres del palacio de Herodes y una parte del muro occidental, para mostrar a las generaciones futuras lo inútiles que habían sido las fuertes defensas. Josefo observa que, aparte de esos restos, “los encargados de destruirla allanaron de tal manera el ámbito de la ciudad, que daba la impresión de que ese sitio jamás hubiese sido habitado”. (La Guerra de los Judíos, libro VII, cap. I, sec. 1.) En el Arco de Tito, en Roma, hay un relieve que representa a los soldados romanos llevando los vasos sagrados del templo destruido. (Compárese con Mt 24:2; GRABADO, vol. 2, pág. 752.) ★Jerusalén en los días de los apóstoles - (19751101-Pg.653/654-Foto)
Períodos posteriores. Jerusalén quedó prácticamente desolada hasta el año 130 E.C., cuando el emperador Adriano ordenó la edificación de una nueva ciudad llamada Aelia Capitolina. Esta acción desató la revuelta judía de Bar Kokba (132-135 E.C.), que tuvo un éxito momentáneo, pero terminó por ser aplastada. No se permitió a los judíos entrar en la ciudad construida por los romanos durante casi dos siglos. En el siglo IV E.C., Elena, la madre de Constantino el Grande, visitó Jerusalén y dio inicio a la identificación de muchos de los llamados lugares santos y santuarios. Tiempo después la ciudad cayó en manos de los musulmanes. En la actualidad hay dos edificios musulmanes en el monte del Templo. A finales del siglo VII E.C. el califa ʽAbd al-Malik ibn Marwan construyó la Cúpula de la Roca en el lugar donde estaba el templo o cerca de él. Aunque también se le llama mezquita, en realidad es un santuario. Al S. de la Cúpula de la Roca se encuentra la mezquita de al-Aqsa, construida en el siglo VIII E.C., pero reconstruida en gran parte en el siglo XI E.C.
Véase más información sobre ubicaciones geográficas relacionadas con Jerusalén en artículos como CEDRÓN, VALLE TORRENCIAL DE; EN-ROGUEL; MACTÉS; OFEL; OLIVOS, MONTE DE LOS; SIÓN; TEMPLO.
Importancia de la ciudad. Jerusalén fue mucho más que la capital de una nación terrestre. Fue la única ciudad en toda la Tierra sobre la que Jehová Dios puso su nombre. (1Re 11:36.) Cuando se llevó a Jerusalén el arca del pacto —que simbolizaba la presencia de Dios— y en especial cuando se construyó el santuario del templo o casa de Dios, la ciudad llegó a ser la ‘residencia’ figurativa de Jehová, su “lugar de descanso”. (Sl 78:68, 69; 132:13, 14; 135:21; compárese con 2Sa 7:1-7, 12, 13.) Debido a que los reyes de la línea de David eran ungidos por Dios y se sentaban en el “trono de Jehová” (1Cr 29:23; Sl 122:3-5), a Jerusalén se la llamaba “el trono de Jehová”, y, de hecho, a las tribus o naciones que se volvían a ella en reconocimiento de la soberanía de Dios, se las congregaba al nombre de Jehová. (Jer 3:17; Sl 122:1-4; Isa 27:13.) Los que eran hostiles o luchaban contra Jerusalén en realidad se oponían a la soberanía de Dios. Esa hostilidad tenía que producirse, en vista de las palabras proféticas de Génesis 3:15.
Por lo tanto, Jerusalén representó la sede del gobierno constituido divinamente o reino típico de Dios. De ella salía la ley de Dios, su palabra y su bendición. (Miq 4:2; Sl 128:5.) Los que trabajaban a favor de la paz de Jerusalén y su bienestar trabajaban por el éxito del propósito justo de Dios, por la prosperidad de su voluntad. (Sl 122:6-9.) Aunque Jerusalén estaba entre las montañas de Judá y su apariencia sin duda era impresionante, su verdadera posición encumbrada y belleza se debía a cómo Jehová la había honrado y glorificado para que le sirviera de “corona de hermosura”. (Sl 48:1-3, 11-14; 50:2; Isa 62:1-7.)
Como los que alaban a Jehová y hacen su voluntad son principalmente las criaturas inteligentes, los edificios de la ciudad no iban a determinar si se seguiría utilizando Jerusalén, sino las propias personas, los gobernantes y gobernados, los sacerdotes y el pueblo. (Sl 102:18-22; Isa 26:1, 2.) Mientras fueron fieles y honraron el nombre de Jehová con sus palabras y modo de vivir, Él bendijo y defendió a Jerusalén. (Sl 125:1, 2; Isa 31:4, 5.) Sin embargo, debido al proceder apóstata que siguió la mayoría, tanto el pueblo como sus reyes pronto cayeron en el disfavor de Jehová. Por esa razón Jehová manifestó su propósito de rechazar a la ciudad que había llevado su nombre. (2Re 21:12-15; 23:27.) Iba a quitar el “apoyo y sostén” de la ciudad, y como resultado abundaría la tiranía, la delincuencia juvenil y la falta de respeto a los hombres que ocuparan puestos honorables. Jerusalén sufriría degradación y gran humillación. (Isa 3:1-8, 16-26.) Aunque Jehová restauró la ciudad setenta años después de permitir su destrucción a manos de Babilonia, y la hermoseó de nuevo como el centro gozoso de la adoración verdadera en la Tierra (Isa 52:1-9; 65:17-19), el pueblo y sus líderes se volvieron una vez más a la apostasía.
Jehová conservó la ciudad hasta que envió a su Hijo a la Tierra, para que así se cumplieran las profecías mesiánicas. (Isa 28:16; 52:7; Zac 9:9.) El proceder apóstata de Israel alcanzó su momento culminante cuando se fijó en un madero al Mesías, Jesucristo. (Compárese con Mt 21:33-41.) Esta acción, que ocurrió en Jerusalén y fue instigada por los líderes de la nación con el apoyo del pueblo, hizo que Dios rechazara completa e irreversiblemente a Jerusalén como la ciudad que le representaba y llevaba Su nombre. (Compárese con Mt 16:21; Lu 13:33-35.) Ni Jesús ni sus apóstoles predijeron que Dios restauraría a la Jerusalén terrestre y su templo después de la destrucción que Dios había decretado y que llegó en el año 70 E.C.
No obstante, el nombre de Jerusalén siguió usándose como símbolo de algo mayor que la ciudad terrestre. El apóstol Pablo reveló por inspiración divina la existencia de una “Jerusalén de arriba”, a la que llamó “madre” de los cristianos ungidos. (Gál 4:25, 26.) Este hecho coloca a la “Jerusalén de arriba” como esposa de Jehová Dios, el gran Padre y Dador de vida. Cuando se escogió a la Jerusalén terrestre como ciudad principal de la nación escogida de Dios, también se dijo que era una mujer casada con Dios, unida a Él con lazos santos en una relación de pacto. (Isa 51:17, 21, 22; 54:1, 5; 60:1, 14.) De manera que significó o representó a toda la congregación de siervos humanos de Dios. La “Jerusalén de arriba” debe representar, por lo tanto, a toda la congregación de siervos celestiales leales de Jehová.
La Nueva Jerusalén. En Apocalipsis el apóstol Juan registra información concerniente a la “nueva Jerusalén”. (Apo 3:12.) Juan ve en visión a esta “santa ciudad”, que desciende “del cielo desde Dios y preparada como una novia adornada para su esposo”. Esto guarda relación con la visión de “un nuevo cielo y una nueva tierra”. Se dice que esta “novia” es “la esposa del Cordero”. (Apo 21:1-3, 9-27.) Otros escritos apostólicos aplican el mismo simbolismo a la congregación cristiana de ungidos. (2Co 11:2; Ef 5:21-32.) En el capítulo 14 de Apocalipsis se representa al “Cordero”, Cristo, en el monte Sión, un nombre que también se asocia con Jerusalén (compárese con 1Pe 2:6), y con él están los 144.000 que tienen su nombre y el nombre de su Padre escritos en sus frentes. (Apo 14:1-5; véase NUEVA JERUSALÉN.)
La Jerusalén infiel. Como mucho de lo que se dice concerniente a Jerusalén en las Escrituras está en tono condenatorio, está claro que solo la Jerusalén fiel simboliza o prefigura a la verdadera congregación cristiana, el “Israel de Dios”. (Gál 6:16.) La Jerusalén infiel, representada como una prostituta y una mujer adúltera, llegó a ser como los amorreos e hititas paganos que en un tiempo controlaron la ciudad. (Eze 16:3, 15, 30-42.) Como ciudad infiel, solo podía representar a apóstatas, a los que siguen un proceder de ‘prostitución’ o infidelidad al Dios cuyo nombre alegan llevar. (Snt 4:4.)
Por consiguiente, se puede ver que el nombre “Jerusalén” se usa en varios sentidos, y en cada caso debe considerarse el contexto para entender bien su aplicación. (Véase TIEMPOS SEÑALADOS DE LAS NACIONES.)
Nueva Jerusalén - (“La esposa del Cordero”) “Jerusalén”, que significa: “Posesión [o: Fundamento] de Paz Doble”. “La esposa del Cordero” o “La Nueva Jerusalén” está compuesta por los fieles discípulos de Cristo ungidos por espíritu santo, los cuales reinarán con él en los cielos, compárese con Jn 1:29; Apo 14:1, 3. Esta expresión aparece dos veces en la Biblia, ambas en el libro simbólico de Apocalipsis. (Apo 3:12; 21:9.) Cercano ya el final de las series de visiones, el apóstol Juan dice después de ver a Babilonia la Grande destruida: “Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como una novia adornada para su esposo”. (Apo 21:2.)
Los 144.000 como “participantes del llamamiento celestial” (Heb 3:1), Dios designa a los seguidores ungidos de Jesús “herederos” en unión con Cristo, por medio de quien Él se propuso “reunir todas las cosas de nuevo”. “Las cosas en los cielos”, es decir, los llamados a la vida celestial, son los primeros a los que se reúne en unión con Dios mediante Cristo. (Ef 1:8-11.) Tienen la herencia “reservada en los cielos” (1Pe 1:3, 4; Col 1:5; compárese con Jn 14:2, 3), están “matriculados en los cielos” y allí es donde tienen su “ciudadanía”. (Heb 12:20-23; Flp 3:20.) Forman la “Nueva Jerusalén”, a la que en la visión de Juan se ve descender “del cielo desde Dios”. (Apo 21:2, 9, 10; compárese con Ef 5:24-27.)
La novia del Cordero. A la luz de otros textos se puede determinar la identidad de la Nueva Jerusalén. En principio se dice que es ‘como una novia’. Más adelante, Juan escribe: “Uno de los siete ángeles [...] habló conmigo y dijo: ‘Ven acá, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero’. De modo que me llevó en el poder del espíritu a una montaña grande y encumbrada, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios, y que tenía la gloria de Dios. Su resplandor era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe que brillara con claridad cristalina”. (Apo 21:9-11.)
¿De quién es novia la Nueva Jerusalén? Del Cordero de Dios, Jesucristo, que derramó su sangre en sacrificio por la humanidad. (Jn 1:29; Apo 5:6, 12; 7:14; 12:11; 21:14.) ¿Cuál es su identidad? Se compone de los miembros de la congregación cristiana glorificada. A la congregación en la tierra se la comparó a una “virgen casta” que había de ser presentada a Cristo. (2Co 11:2.) Por otra parte, el apóstol Pablo compara la congregación cristiana a una esposa, que tiene a Cristo como su esposo y cabeza. (Ef 5:23-25, 32.)
Además, Cristo mismo promete en Apocalipsis 3:12 que los miembros de la congregación que venzan, los fieles, tendrán escrito sobre ellos “el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo desde mi Dios, y ese nuevo nombre mío”. Debido a que una esposa toma el nombre de su esposo, aquellos a los que se ve de pie con el Cordero sobre el monte Sión —144.000 que tienen el nombre de este y el del Padre escrito en sus frentes— obviamente son el mismo grupo, es decir, la novia. (Apo 14:1.)
¿Por qué la “Nueva Jerusalén” no podría ser una ciudad de Oriente Medio? Puesto ‘que desciende del cielo desde Dios’, la Nueva Jerusalén es celestial, no terrestre. (Apo 21:10.) Por eso no es una ciudad que hayan edificado los hombres y que esté formada por calles literales y edificios construidos en el Oriente Medio, en el lugar que antiguamente ocupaba la ciudad de Jerusalén, destruida en el año 70 E.C. Se dice de los miembros de esta clase de la novia mientras están en la Tierra que su “ciudadanía existe en los cielos” y que su esperanza es recibir “una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible”. El apóstol Pedro sigue diciendo: “Está reservada en los cielos para ustedes”. (Flp 3:20; 1Pe 1:4.)
En el año 537 a. E.C. Jehová creó “nuevos cielos y una nueva tierra” cuando el resto judío fue repatriado a Jerusalén del exilio babilonio. (Isa 65:17.) La gobernación de Zorobabel (un descendiente de David) en la ciudad de Jerusalén, ayudado por el sumo sacerdote Josué, constituyó en aquel tiempo los predichos “nuevos cielos”. (Ag 1:1, 14; véase CIELO - [Nuevos cielos y nueva tierra].) Por lo tanto, la Nueva Jerusalén, junto con Cristo entronizado en esta ciudad simbólica, constituye los “nuevos cielos” que gobiernan sobre la “nueva tierra”, la sociedad humana en la tierra.
Además, la visión que Juan tuvo de la Nueva Jerusalén apoya el hecho de que es una ciudad celestial. Únicamente una ciudad simbólica podía tener las dimensiones y el esplendor de la Nueva Jerusalén. Su base era cuadrada, de aproximadamente 555 Km. de lado, o unos 2.220 Km. de perímetro, es decir, 12.000 estadios. Como era cúbica, medía lo mismo de altura que de longitud y anchura. Ninguna ciudad hecha por el hombre podría jamás alcanzar esa altura. A su alrededor había un muro de 144 codos (64 m.) de altura. El muro, construido de jaspe, descansaba sobre doce piedras de fundamento, piedras preciosas de gran belleza: jaspe, zafiro, calcedonia, esmeralda, sardónica, sardio, crisólito, berilo, topacio, crisoprasa, jacinto y amatista. Sobre esas doce piedras de fundamento estaban grabados los nombres de los doce apóstoles del Cordero. La ciudad propiamente dicha, encuadrada dentro de esos hermosos muros, no era menos gloriosa, puesto que se la describe como “oro puro, semejante a vidrio claro”, con un camino ancho de “oro puro, como vidrio transparente”. (Apo 21:12-21.)
Una gobernación pura y beneficiosa. La entrada a la Nueva Jerusalén a través de sus magníficos muros se efectuaba por medio de doce puertas, tres en cada lado, cada una de las cuales era una gran perla. Aunque esas puertas nunca estaban cerradas, el registro bíblico dice: “Cualquier cosa que no sea sagrada, y cualquiera que se ocupe en una cosa repugnante, y la mentira, no entrará en ella de ninguna manera; solamente entrarán los que estén escritos en el rollo de la vida del Cordero”. Esta era una ciudad santa y sagrada; sin embargo, no había en ella ningún templo visible de adoración, puesto que “Jehová Dios el Todopoderoso es su templo; también lo es el Cordero”. Y “no tiene necesidad de que el sol ni la luna resplandezcan sobre ella, porque la gloria de Dios la alumbraba, y su lámpara era el Cordero”. Su gobernación sobre las naciones será beneficiosa para ellas, ya que “las naciones andarán por medio de su luz”. (Apo 21:22-27.)
Río principal de la Tierra Prometida que forma una frontera natural entre la mayor parte del E. y el O. de Palestina. (Jos 22:25.) En la antigüedad, el curso del Jordán comenzaba en la cuenca del Huleh, una zona pantanosa y lago hoy día desecados. El N. de la cuenca del Huleh se caracteriza por sus numerosos arroyos, que dan origen al río. Entre ellos destacan, de E. a O., el Nahr Banyas (Nahal Hermon), el Nahr el-Leddan (Nahal Dan) y el Nahr Hasbani (Nahal Senir). El Yarmuk y el Jaboq son los principales afluentes del Jordán por el E. En la actualidad las aguas del Jordán son turbias en la mayor parte de su recorrido.
Dejando atrás la cuenca del Huleh, el Jordán fluye apacible unos 3 Km., para precipitarse entre gargantas de basalto hasta llegar al mar de Galilea. Luego el Jordán serpentea unos 320 Km. desde el extremo meridional del mar de Galilea hasta el mar Muerto, si bien la distancia real entre ambos puntos es de solo 105 Km. (GRABADO, vol. 1, pág. 334.)
Al recorrer los 16 Km. de distancia que separan la cuenca del Huleh del mar de Galilea, el Jordán desciende unos 270 m. Después, durante su curso desde el mar de Galilea hasta el mar Muerto, se forman en el Jordán 27 rápidos que descienden en cascada, y el nivel del cauce baja unos 180 m.
Al S. del mar de Galilea el Jordán fluye a través de un valle que mide entre 6 y 13 Km. de ancho. Pero en Jericó este valle tiene una anchura de unos 22 Km. Cuando atraviesa el nivel más bajo del valle (el Zor), que tiene una anchura de 0,5 a 3 Km., el Jordán serpentea a través de densos matorrales de espinos y cardos, vides y arbustos, adelfas, tamariscos, sauces y álamos. Antiguamente vagaban leones por los “matorrales orgullosos a lo largo del Jordán”. (Jer 49:19; 50:44; Zac 11:3.) Todavía se pueden hallar allí lobos y chacales. Los veranos son extremadamente calurosos y húmedos en esta espesura, con temperaturas cercanas a los 40 °C. En primavera, cuando se funden las nieves del Hermón, el Jordán inunda el Zor.
El nivel superior del valle (El Ghor) está situado a 46 m. por encima de los matorrales del Jordán, y está separado por colinas margosas de color grisáceo, desnudas y erosionadas. En la sección de El Ghor que se extiende por unos 40 Km. al S. del mar de Galilea, hay tierra cultivada y pastos. Aparte de esto, la mayor parte de El Ghor está sin cultivar. Sin embargo, en el tiempo de Abrahán y Lot, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, al parecer la tierra productiva abarcaba una superficie mucho mayor, sobre todo en las inmediaciones del mar Muerto. (Gé 13:10, 11.)
Las aguas poco profundas del Jordán y sus numerosos rápidos y remolinos impiden que sea navegable. Según se informa, hay al menos 60 lugares por donde es posible vadearlo cuando no baja crecido. En tiempos antiguos el control de los vados del río constituía una importante ventaja militar, ya que eran la principal manera de cruzar el Jordán. (Jue 3:28; 12:5, 6.)
Por lo general, el cauce del Jordán que está al S. del mar de Galilea tiene como promedio una profundidad de 1 a 3 m. y una anchura de 27 a 30 m, pero en la primavera el río se desborda, y entonces es mucho más ancho y profundo. (Jos 3:15.) En la época en que baja crecido, hubiera sido peligroso para la nación israelita, compuesta de hombres, mujeres y niños, cruzar el Jordán, en especial cerca de Jericó. En este punto la corriente es tan rápida, que aun en tiempos recientes ha arrastrado a bañistas. Sin embargo, Jehová represó el río milagrosamente y así hizo posible que los israelitas lo cruzasen sobre tierra seca. (Jos 3:14-17.) Siglos más tarde ocurrió un milagro similar, una vez en relación con Elías, mientras estaba en compañía de Eliseo, y otra vez estando Eliseo solo. (2Re 2:7, 8, 13, 14.)
Al Jordán también se le menciona en relación con la curación milagrosa de Naamán. Aunque para él los ríos de Damasco eran mejores que todas las aguas de Israel, sus siervos le ayudaron a ver la cuestión desde el debido punto de vista, así que fue obediente y se bañó siete veces en el Jordán. Después de la séptima vez quedó totalmente limpio de la lepra. (2Re 5:10-14.)
Acontecimientos importantes:
Lot escogió las llanuras del Jordán para sí (<a href=Ge.htm#13:10 onclick="ventana(this.href);return false">Gén 13:10–11</a>).
Josué dividió las aguas del río Jordán para que los israelitas lo cruzaran y llegaran a la tierra prometida (<a href=Jos.htm#3:13 onclick="ventana(this.href);return false">Josué 3:13–17; 4:1–9, 20–24</a>).
Elías el profeta y Eliseo dividieron sus aguas (<a href=2Re.htm#2:5 onclick="ventana(this.href);return false">2 Rey. 2:5–8, 12–14</a>).
Naamán sanó de la lepra en sus aguas (<a href=2Re.htm#5:1 onclick="ventana(this.href);return false">2 Rey. 5:1–15</a>).
Juan el Bautista bautizó a mucha gente en las aguas del Jordán, incluso a Jesús (<a href=Mt.htm#3:1 onclick="ventana(this.href);return false">Mateo 3:1–6, 13–16</a>).">
En el siglo I E.C., Juan el Bautista bautizó por inmersión a muchos judíos arrepentidos en las aguas del Jordán. También tuvo el privilegio de bautizar allí a Jesús, el Hijo perfecto de Dios. No se conoce el lugar exacto de su bautismo. (Mt 3:1, 5, 6, 13-17; Mr 1:9.)
EL DISTRITO DEL JORDÁN (EL GHOR) Cuenca ovalada por la que discurre el río Jordán. Abarca la parte más baja del valle del Jordán, como se desprende de que se mencione el “Distrito del Jordán” en relación con las labores de fundición de cobre que Salomón realizó entre Sucot y Zaretán. (1Re 7:46; 2Cr 4:17; compárese con 2Sa 18:23.) Sin embargo, parece que “el Distrito” se extendió hasta el límite meridional del mar Muerto, donde debieron estar “las ciudades del Distrito”. (Gé 13:10-12.) De manera que no solo abarcaba la llanura de Jericó, sino que llegaba hasta Zóar, la ciudad a la que huyeron Lot y sus hijas. (Gé 19:17-25; Dt 34:3.)
Las investigaciones efectuadas en el extremo meridional del mar Muerto han revelado que una considerable porción de terreno al S. de la península conocida como El-Lisan quedó cubierta por las aguas. Muchos eruditos creen que las “ciudades del Distrito” se hallan sumergidas en este lugar. En otro tiempo fue “una región bien regada”, semejante al “jardín de Jehová”. (Gé 13:10.) Esta afirmación no solo aplicaba al territorio situado al N. del mar Muerto, donde en la actualidad solo las llanuras de Moab y el oasis de Jericó conservan su suelo fértil, sino que también podía decirse del S. del Distrito. Aun hoy se dice que la llanura que se extiende junto a El Lisan es un “amplio oasis”, donde puede cultivarse cebada, trigo, dátiles y vides. Al delta del río Zered, que desemboca en el límite meridional del mar Muerto, también se le califica de “oasis fértil”.
A todo este valle que desciende en forma de hondonada también se le llama “el Arabá”. (Deu. 3:17.) Hoy los árabes lo llaman El Ghor, que significa “Depresión”. El valle empieza en el mar de Galilea y generalmente es ancho... de unos 19 kilómetros (12 millas) de ancho en algunos lugares. El río Jordán mismo está a unos 46 metros (150 pies) más abajo de la llanura-valle, volteando y serpenteando en un recorrido de 320 kilómetros (200 millas) para abarcar los 105 kilómetros (65 millas) hasta el mar Muerto. Después de saltar 27 rápidos que caen en cascada, ha bajado unos 180 metros (590 pies) para cuando llega al mar Muerto. El bajo Jordán está bordeado por una espesura de árboles y arbustos, principalmente tamariscos, adelfas y sauces, entre los cuales vagaban leones con sus cachorros en tiempos bíblicos. Hoy esto se conoce como el Zor y se inunda parcialmente en la primavera. (Jer. 49:19.) Por encima de cada lado de esta angosta franja selvática está el Qattara, un borde inhóspito de tierra desolada donde hay pequeñas altiplanicies y laderas partidas que conducen a las llanuras del Ghor mismo. Las llanuras en la parte norte del Ghor o Arabá están bien cultivadas. Aun en la parte sur, hacia el mar Muerto, de la altiplanicie del Arabá, que hoy día es muy árida, se dice que en otro tiempo producía numerosas clases de dátiles y muchos otros frutos tropicales. Jericó fue y sigue siendo la ciudad más famosa del valle del Jordán. (Jos. 6:2, 20; Mar. 10:46.)
E. MONTAÑAS Y MESETAS AL ESTE DEL JORDÁN El “lado del Jordán hacia el oriente” se eleva rápidamente desde el valle de la Grieta y forma una serie de mesetas. (Jos. 18:7; 13:9-12; 20:8.) Al norte está la tierra de Basán (E-1), que, junto con la mitad de Galaad, fue dada a la tribu de Manasés. (Jos. 13:29-31.) Era zona ganadera, una tierra para agricultores, una fértil altiplanicie a unos 600 metros (2.000 pies) como promedio sobre el nivel del mar. (Sal. 22:12; Eze. 39:18; Isa. 2:13; Zac. 11:2.) En el tiempo de Jesús esta zona exportaba muchos granos, y hoy día es productiva en sentido agrícola. Enseguida, al sur, está la tierra de Galaad (E-2), cuya mitad baja fue asignada a la tribu de Gad. (Jos. 13:24, 25.) Además de ser una región montañosa que alcanza 1.000 metros (3.300 pies) de altura, regada por buenas lluvias en el invierno y copiosos rocíos en el verano, también era una buena zona ganadera y era especialmente célebre por su bálsamo. Hoy es famosa por sus uvas selectas. (Núm. 32:1; Gén. 37:25; Jer. 46:11.) Fue a la tierra de Galaad adonde David huyó de Absalón, y en la parte oeste Jesús predicó en “las regiones de Decápolis”. (2 Sam. 17:26-29; Mar. 7:31.)
“La tierra de los hijos de Ammón” (E-3) está inmediatamente al sur de Galaad, y la mitad de esta fue dada a la tribu de Gad. (Jos. 13:24, 25; Jue. 11:12-28.) Es una meseta ondulada, que sirve mejor para apacentar ovejas. (Eze. 25:5.) Más al sur está “la tierra de Moab”. (Deu. 1:5) Los moabitas mismos eran grandes pastores de ovejas, y hasta hoy la crianza de ovejas es la ocupación principal de la zona. (2 Rey. 3:4.) Luego, al sudeste del mar Muerto, llegamos a la altiplanicie montañosa de Edom (E-4). Las ruinas de sus grandes fortalezas comerciales, como Petra, permanecen hasta hoy. (Gén. 36:19-21; Abd. 1-4.)
Al este de estas colinas y mesetas está el extenso desierto rocoso que servía de eficaz impedimento al viaje directo entre la Tierra Prometida y Mesopotamia, por lo cual las rutas de las caravanas se desviaban muchos kilómetros hacia el norte. Hacia el sur este desierto se encuentra con las dunas del gran desierto de Arabia.
1. Kinéret, Ciudad fortificada de Neftalí.
1. Kinéret, Ciudad fortificada de Neftalí. (Jos 19:32, 35.) En la actualidad se la identifica con Khirbet el-`Oreimeh (Tel Kinnerot), que está en un montículo situado a más de 3 Km. al SO. de Capernaum y que domina la parte noroccidental del mar de Galilea. Kinéret está en la relación de ciudades cananeas que conquistó Tutmosis III (cuyo reinado los historiadores sitúan en el siglo XVI a. E.C.) que se halla en los muros del templo de Karnak, en Tebas (Egipto).
2. Kinéret, Distrito o región de Israel que atacó el rey sirio Ben-hadad I a instancias del rey Asá de Judá, aproximadamente en el año 962 a. E.C. (1Re 15:20; compárese con 2Cr 16:4.) Por lo general se cree que la expresión “todo Kinéret” alude a la fértil llanura de Genesaret.
3. Kinéret, Antiguo nombre del mar de Galilea. (Nú 34:11.) Algunos relacionan Kinéret con la palabra hebrea para arpa (kin·nóhr), y piensan que se aplicó a este lago debido a que su forma recuerda a un arpa. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, se le conocía como mar de Galilea o Tiberíades, así como lago de Genesaret (probablemente su nombre griego). (Lu 5:1; Jn 6:1.)
Además de estar incluido en los límites de la Tierra Prometida (Nú 34:11), el lago formaba parte de la frontera occidental del reino amorreo de Og, pero después de la conquista de Israel, pasó a formar parte del límite occidental de la tribu de Gad. (Dt 3:16, 17; Jos 13:24-27.) La expresión “las llanuras desérticas [heb. `ara·váh] al sur de Kinéret” (Jos 11:2) debe aludir a la porción del valle del Jordán que está al S. del mar de Galilea, conocida como El Ghor. (Véase GALILEA, MAR DE.)
Laodicea era una ciudad de la parte occidental de Asia Menor; sus ruinas están cerca de Denizli, a unos 150 Km. al E. de Éfeso. Antes se la conoció por los nombres de Dióspolis y Roas, y debió ser reconstruida en el siglo III a. E.C. por el gobernante seléucida Antíoco II, quien le puso el nombre de su esposa Laodice. Estaba situada en el fértil valle del río Lico, en el cruce de importantes rutas comerciales, y estaba comunicada por medio de caminos con ciudades como Éfeso, Pérgamo y Filadelfia.
Laodicea era una próspera ciudad industrial y un importante centro bancario. Prueba de ello es que cuando un terremoto la asoló durante el reinado de Nerón, pudo reedificarse sin la ayuda financiera de Roma. (Anales, Tácito, XIV, 27.) Eran bien conocidas la lustrosa lana negra de Laodicea y las prendas que se hacían con ella. Como esta ciudad era la sede de una famosa escuela de Medicina, probablemente producía el medicamento para los ojos llamado polvo frigio. Una de las principales deidades veneradas en Laodicea era Asclepio (Esculapio), dios de la Medicina.
Sin embargo, Laodicea tenía una gran desventaja. A diferencia de la cercana Hierápolis, que tenía fuentes termales famosas por sus propiedades curativas, y de Colosas, con su refrescante agua fría, Laodicea no contaba con un suministro permanente de agua. El agua tenía que conducirse a la ciudad mediante un sistema de cañerías, por lo que debido a la considerable distancia que debía recorrer, probablemente llegaba tibia. Primero circulaba por un acueducto y después, al acercarse a la ciudad, pasaba a través de bloques de piedra de forma cúbica, perforados por el centro y unidos entre sí con cemento.
Al parecer, Laodicea contaba con una numerosa comunidad judía. Según una carta de los magistrados laodicenses que cita Josefo, a los judíos se les permitió observar el sábado, así como otros ritos, de acuerdo con el mandato de Cayo Rabilio. (Antigüedades Judías, libro XIV, cap. X, sec. 20.) Por otra parte, cuando el gobernador Flaco ordenó la confiscación de las contribuciones anuales destinadas al templo de Jerusalén, se cuenta que había más de 9 Kg. de oro. De esto se desprende que por lo menos algunos de los judíos que allí vivían eran adinerados.
En el siglo I E.C. existía una congregación cristiana en Laodicea, que al parecer se reunía en la casa de Ninfa, una hermana cristiana. Es probable que la labor de Epafras contribuyese a que se fundase aquella congregación. (Col 4:12, 13, 15.) Asimismo, es posible que los efectos de la obra que efectuó Pablo en Éfeso llegaran hasta Laodicea. (Hch 19:10.) Aunque Pablo no sirvió personalmente en esta ciudad, estaba interesado en su congregación, e incluso le escribió una carta. (Col 2:1; 4:16.) No obstante, algunos eruditos creen que esta carta de Pablo no era más que un duplicado de la que envió a Éfeso. Por supuesto, no es más que una teoría y un intento de explicar por qué la Biblia no contiene ninguna carta de Pablo a los laodicenses, dado que Pablo les escribió. Pero quizás la información que contenía la carta de Laodicea era innecesaria para nosotros, o bien pudiera haber repetido aspectos ya recogidos en otras cartas incluidas en el canon.
La congregación de Laodicea era una de las siete congregaciones de Asia Menor a las que el glorificado Jesucristo dirigió mensajes personales en una Apocalipsis a Juan. (Apo 1:11.) En aquel tiempo, a fines del siglo I E.C., la congregación de Laodicea tenía pocas cosas que hablasen en su favor. Aunque era rica materialmente, en sentido espiritual era pobre. En lugar del oro literal que manejaban los banqueros laodicenses, las prendas de lustrosa lana negra que se hacían en la localidad, el medicamento para los ojos que preparaban los médicos de Laodicea y las hirvientes aguas termales medicinales de las fuentes de la cercana Hierápolis, la congregación laodicense necesitaba cosas como estas pero en sentido espiritual. Necesitaba “oro acrisolado por fuego” para enriquecer su personalidad (compárese con 1Co 3:10-14; 1Pe 1:6, 7) y prendas exteriores de vestir blancas para darle una apariencia cristiana irreprochable, apariencia que careciera de rasgos no cristianos que fuesen tan vergonzosos como la desnudez corporal. (Compárese con Apo 16:15; 19:8.) Necesitaba aplicarse la “pomada [espiritual] para los ojos” con el fin de eliminar su ceguera de la verdad bíblica y de las responsabilidades cristianas. (Compárese con Isa 29:18; 2Pe 1:5-10; 1Jn 2:11.) Podía comprar estas cosas a Jesucristo, Aquel que tocaba a la puerta, si le mostraba hospitalidad. (Compárese con Isa 55:1, 2.) Tenía que ser estimulante como el agua caliente (compárese con Sl 69:9; 2Co 9:2; Tit 2:14) o refrescante como el agua fría (compárese con Pr 25:13, 25), pero no quedarse tibia. (Apo 3:14-22.)
Ciudad antigua donde Melquisedec fue rey y sacerdote. (Gé 14:18.) La grafía hebrea de “Salem” aparece en forma dual, por lo que podría definirse como “paz doble”. Las palabras inspiradas de Hebreos 7:2 confirman que ese término significa “Paz”.
La antigua tradición judía identifica a Salem con Jerusalén, y la Biblia apoya esta conclusión. Abrahán se encontró con el rey de Sodoma y con Melquisedec en la “llanura baja del Rey”. Puesto que fue allí donde Absalón, el hijo del rey David, erigió siglos más tarde un monumento, esta llanura baja debe haber estado cerca de Jerusalén, la capital del reino. (Gé 14:17, 18; 2Sa 18:18.) De hecho, la palabra “Salem” está incorporada en el nombre “Jerusalén”, y el salmista la usó en paralelo con “Sión”. (Sl 76:2.) Además, habría sido propio que Melquisedec fuese rey y sacerdote en el mismo lugar donde más tarde sirvieron los reyes de la línea davídica y el sacerdocio levítico, y donde se ofreció en sacrificio a Jesucristo, el escogido para ser rey y sacerdote “a la manera de Melquisedec”. (Heb 3:1; 7:1-3, 15-17.)
Lugar mencionado en Juan 3:23 para ayudar a localizar Enón, donde Juan el Bautista bautizaba al pueblo. De esto se desprende que debe haber sido un lugar muy conocido en la época. En la actualidad no se conoce con certeza su ubicación, pero se ha propuesto Tell Ridgha (Tel Shalem), a unos 12 Km. al S. de Bet-seán (Véase Jordán).
Región que limitaba al E. con Mesopotamia; al O., con los montes del Líbano; al N., con las montañas del Tauro, y al S., con Palestina y el desierto de Arabia; en las Escrituras Hebreas recibe el nombre de Aram. Estos límites solo son generales, pues la influencia y dominación siria dentro de esta zona fue bastante variable e inestable la mayor parte del tiempo.
En los tiempos de los patriarcas. De la época de los patriarcas, los únicos registros bíblicos que tenemos relacionados con los sirios tienen que ver con sucesos ocurridos en torno a Harán y en conexión con la familia de Rebeca, su padre Betuel y su hermano Labán, ambos llamados sirios o, literalmente, arameos. (Gé 25:20; 28:5; 31:20, 24.) Debido a que Jacob residió veinte años en este territorio, se dijo que era “un sirio a punto de perecer”. Allí se casó con las dos hijas de Labán, con las que tuvo varios hijos e hijas, y experimentó aflicciones mientras estuvo a su servicio. Además, la madre de Jacob también era siria. (Dt 26:5; Gé 31:40-42; Os 12:12.)
El período de los jueces. Durante el período de los jueces, cuando los israelitas se apartaron de la adoración de Jehová, el rey sirio Cusán-risataim los subyugó por un período de ocho años. (Jue 3:7-10.) En otra ocasión, la influencia de Siria fue tan fuerte como para hacer que Israel adorase a sus dioses junto con otras deidades paganas. (Jue 10:6.)
El período de los reyes de Israel y Judá.
Desde que comenzó la monarquía de Israel, Siria mantuvo una actitud militar agresiva, y en toda la historia del reino septentrional destacaron las hostilidades entre ambos reinos. El primer rey de Israel, Saúl, guerreó contra los reyes sirios de Zobá. (1Sa 14:47.) Cuando David subió al trono, infligió severas derrotas al ejército del rey sirio Hadadézer y tomó gran cantidad de oro, plata y cobre, que santificó en honor de Jehová. Puso, además, guarniciones en Damasco y obligó a los sirios a pagar tributo. (2Sa 8:3-12; 1Cr 18:3-8.) Posteriormente, los ammonitas contrataron a más de 30.000 mercenarios sirios, que, llegado el momento, se dieron a la fuga sin ofrecer resistencia ante los israelitas. Sin embargo, los sirios más tarde reunieron refuerzos para pelear contra Israel; en la batalla que siguió sufrieron grandes pérdidas y pidieron la paz. (2Sa 10:6-19; 1Cr 19:6-19.)
Después, cierto rebelde sirio llamado Rezón, que huyó de Hadadézer, se proclamó rey en Damasco y se convirtió en un resistidor de Israel todos los días de Salomón. (1Re 11:23-25.) Con estos acontecimientos, Damasco pasó a ser la ciudad más importante de Siria, y durante mucho tiempo se la reconoció como “la cabeza de Siria”, contra la que Jehová dirigió las declaraciones formales destinadas a esa nación. (Isa 7:8; 17:1-3; Am 1:5.)
Después de la división del reino de Israel. La historia bíblica de los sirios después de la muerte de Salomón y la división de su reino narra principalmente sus éxitos y derrotas tanto frente al reino septentrional de Israel como al meridional. Se mencionan acontecimientos específicos que ocurrieron durante los reinados de Asá (1Re 15:18-20; 2Cr 16:2-4, 7), Acab (1Re 20:1-34; 22:3, 4, 29-35; 2Cr 18:10, 28-34), Jehoram de Israel (2Re 6:24–7:16; 8:28, 29; 9:14b, 15; 2Cr 22:5, 6), Jehoás de Judá (2Re 12:17, 18; 2Cr 24:23, 24), Jehoacaz (2Re 13:3-7, 22), Jehoás de Israel (2Re 13:14-19, 24, 25), Jotán (2Re 15:37, 38), Acaz (2Re 16:5-9; 2Cr 28:5; Isa 7:1-8; 9:12) y Jehoiaquim (2Re 24:2). Extraordinario y digno de mención fue el que hubiera ‘tres años sin guerra entre Siria e Israel’. (1Re 22:1.)
Eliseo, el profeta de Jehová, tuvo ciertos contactos con los sirios, como cuando curó de lepra al jefe del ejército sirio llamado Naamán (2Re 5:1-20) y reveló a Hazael que sería rey de Siria en lugar de su amo, Ben-hadad II. (2Re 8:7-15.) En otra ocasión, cuando un destacamento de sirios rodeó Dotán para llevarse cautivo a Eliseo, este en primer lugar le pidió a Dios que los hiriese con una especie de ceguera y luego él mismo los condujo a Samaria, donde se les hizo recobrar la vista. Allí hizo que les dieran de comer y los envió a su casa. (2Re 6:8-23.) Véase el artículo Eliseo, en el que se ofrecen más detalles sobre estas experiencias de los sirios con el profeta.
Los sirios eran semitas emparentados con los israelitas. Sin embargo, en el siglo VIII a. E.C. las diferencias entre sus respectivas lenguas eran tan marcadas que el judío de término medio no entendía el arameo, la lengua siria. (2Re 18:26-28; Isa 36:11, 12; véase ARAMEO [El idioma].) También en el campo religioso las diferencias entre el politeísmo sirio y el culto judío eran notables; solo cuando los judíos apostataron, se permitió el culto a los dioses sirios en la tierra de Israel. (Jue 10:6; 2Re 16:10-16; 2Cr 28:22, 23.)
★Eliseo - [¿Con qué clase de ceguera hirió Jehová a los sirios que intentaban capturar a Eliseo?]
★La división del reino - (it-1-Pg.947)
En el siglo I E.C. La Siria de los tiempos apostólicos era la provincia romana que Pompeyo había anexionado al imperio en el año 64 a. E.C. Abarcaba gran parte del antiguo territorio de Siria, así como toda Palestina. Al tiempo del nacimiento de Jesús, Siria estaba gobernada por Quirinio, el legado del emperador Augusto, cuya residencia estaba en la capital de la provincia y la tercera ciudad más grande del Imperio romano, Antioquía, junto al río Orontes. (Lu 2:1, 2.) Jesús circunscribió su ministerio a Palestina, pero los informes de sus maravillosos milagros llegaron “a toda Siria”. (Mt 4:24.)
Cuando los cristianos de Jerusalén fueron esparcidos debido a la persecución tras la lapidación de Esteban, algunos de ellos llevaron las buenas nuevas a la capital de Siria, Antioquía. Primero escucharon el mensaje los judíos, y después los de otros grupos nacionales. Tanto Bernabé como Pablo contribuyeron a edificar la congregación de Antioquía. Fue en esta ciudad siria donde “a los discípulos por providencia divina se les llamó cristianos” por primera vez. (Hch 11:19-26; Gál 1:21.)
Alrededor del año 46 E.C., cuando hubo una gran hambre durante el reinado del emperador Claudio, los cristianos que estaban en Antioquía y en sus alrededores enviaron una ministración de socorro por medio de Bernabé y Pablo a sus hermanos de Jerusalén. (Hch 11:27-30.) La carta que trataba sobre la circuncisión enviada por los apóstoles y ancianos de Jerusalén se dirigió especialmente a las congregaciones de Antioquía, Siria y Cilicia (una región vecina). (Hch 15:23.) Pablo utilizó Antioquía de Siria como centro de operaciones durante sus largos viajes misionales. (Hch 15:40, 41; 18:18; 20:3; 21:3; Gál 2:11.)
Sirofenicia Designación que en Marcos 7:26 se aplica a una mujer no israelita de las regiones de Tiro y Sidón. El adjetivo “sirofenicia”, que combina “siria” y “fenicia”, probablemente se originó por haber sido Fenicia parte de la provincia romana de Siria. A la mujer sirofenicia también se la llama una kja-na-nái-a (literalmente, “cananea”; traducido “fenicia” en NM), pues los primeros habitantes de Fenicia descendían de Canaán y con el tiempo el término “Canaán” llegó a referirse principalmente a Fenicia. (Mt 15:22, nota.) El que se la llamase “griega” probablemente indica que era de ascendencia griega. (Mr 7:26.)
Poco después de la Pascua del año 32 E.C., esta mujer sirofenicia se acercó a Jesucristo y le pidió repetidas veces que expulsara el demonio que tenía su hija. Al principio Jesús se negó a hacerlo, diciendo: “No es correcto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”. Aunque los perros eran animales inmundos para los judíos, Jesús suavizó esta comparación asemejando a los no judíos a “perritos” que pueden tenerse en casa, y no a perros callejeros. No obstante, parece que lo que Jesús dijo sirvió para probar a la mujer, pues esta admitió con humildad: “Sí, Señor; pero en realidad los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Puesto que sus palabras reflejaron gran fe, su hija fue sanada. (Mt 15:21-28; Mr 7:24-30.)
Ciudad antigua, cuyas ruinas se hallan entre los ríos Kerja y Dez en la orilla oriental del Sha`ur, a unos 350 Km. al E. de Babilonia. En este lugar se encuentran cuatro montículos principales. En la ladera de la acrópolis, el más importante de estos montículos, se halla el moderno poblado de Shush. Susa, o una parte fortificada de la ciudad, “Susa el castillo”, fue el escenario de una de las visiones del profeta Daniel (Da 8:2), el marco de los acontecimientos narrados en el libro de Ester (Est 1:2, 5, 6; 2:3, 5, 8, 21; 3:2, 15; 8:14; 9:12-15) y donde Nehemías sirvió de copero durante el reinado de Artajerjes (Longimano, el hijo de Jerjes I). (Ne 1:1; 2:1; véanse CASTILLO; Elam núm. 1; PERSIA - (PERSAS) - [Capitales persas].)
Existen indicios de que Susa era la capital de la antigua Elam. En el siglo VII a. E.C., el rey Asnapar (Asurbanipal) de Asiria conquistó Susa y llevó a los habitantes de la ciudad a Samaria. (Esd 4:9, 10.) Bajo la dominación persa, Susa fue una ciudad real. En el siglo IV a. E.C. cayó ante Alejandro Magno y se inició su decadencia. En la actualidad, lo único que queda en ese lugar es un montón de ruinas.
Los arqueólogos han desenterrado las ruinas de un palacio que, al parecer, es el que empezó a edificar el rey persa Darío I y terminó su hijo Jerjes I (posiblemente, el Asuero esposo de Ester). Los paneles de ladrillos esmaltados de colores y los capiteles de piedra dan una pequeña muestra de su anterior gloria. Una inscripción de Darío I sobre la construcción del palacio dice: “Este es el palacio hadisch que edifiqué en Susa. Desde lejos se trajeron sus adornos. Se hizo una excavación muy profunda en la tierra, hasta que llegué a un fundamento de roca. Cuando la excavación estaba realizada, se llenó de grava, por una parte hasta 18 m. de profundidad y por la otra hasta 9 m. Sobre aquella grava edifiqué un palacio. Y el excavar la tierra, llenarla de grava y formar ladrillos de barro en moldes, eso lo hicieron los babilonios. La madera de cedro se trajo de una montaña llamada Líbano; los asirios la llevaron a Babilonia, y de Babilonia, los carios y los jonios la trajeron a Susa. De Gandhara y de Carmania se trajo madera de teca; el oro que se empleó aquí se trajo de Sardis y de Bactriana; la piedra, lapislázuli y la cornalina, se trajeron de Sogdiana; la turquesa se trajo de Corasmia; la plata y el cobre se trajeron de Egipto. La ornamentación con que se adornó el muro se trajo de Jonia; el marfil se trajo de Etiopía, de la India y de Aracosia; las columnas de piedra se trajeron de un lugar llamado Abiradush, de Elam. Los artesanos que labraron la piedra eran jonios y sardianos; los orfebres que trabajaron el oro eran medos y egipcios; los que hicieron las incrustraciones eran sardianos y egipcios; los que trabajaron con ladrillos (con figuras) eran babilonios; y los hombres que adornaron el muro eran medos y egipcios. Aquí en Susa se organizó un trabajo espléndido; muy espléndido resultó ser”. (History of the Persian Empire, de A. T. Olmstead, 1948, pág. 168; véase ARQUEOLOGÍA - [Persia].)
El libro The Monuments and the Old Testament (de I. M. Price, 1946, pág. 408) comenta: “No hay nada descrito en el Antiguo Testamento que pueda recomponerse tan vívida y exactamente por medio de las excavaciones actuales como ‘Susa el palacio’”.
Principal puerto marítimo de Macedonia donde Pablo fundó una congregación cristiana alrededor del año 50 E.C.; actualmente la ciudad se llama Salónica (o Thessaloníki). (Viajes de Pablo) Tesalónica fue fundada por Casandro en el año 316 ó 315 a E.C. cerca de la antigua ciudad de Therma (significa “Manantial de Agua Caliente”), que era una de las más de 26 ciudades que Casandro había destruido. Le dio el nombre de Tesalónica en honor de su esposa, la hermana de Alejandro Magno. Esta nueva ciudad estaba emplazada en el lado occidental de la península calcídica, en el golfo Termaico (llamado actualmente el golfo de Salónica), donde el camino que iba hacia el N., al Danubio, se cruzaba con la vía principal (la vía Egnatia, carretera pavimentada construida por los romanos), que se extendía por cientos de kilómetros a través de Macedonia hasta el mar Adriático.
Durante la primera mitad del siglo II a. E.C., se dividió Macedonia en cuatro distritos, el segundo de los cuales tenía su capital en Tesalónica. Unos cuantos años después, cuando Macedonia pasó a ser provincia romana, Tesalónica se convirtió en la sede administrativa del gobierno de esa provincia. De manera que cuando el apóstol Pablo y Silas llegaron allí, a unos 120 Km. al O. de Filipos, hallaron que era una próspera metrópoli de bastante importancia.
Pablo predicó durante tres sábados en la sinagoga de Tesalónica. Como resultado, algunos judíos y una gran multitud de prosélitos griegos se hicieron creyentes y se asociaron con Pablo y Silas, entre quienes hubo “no pocas de las mujeres prominentes”. (Hch 17:1-4.) No se dice cuánto tiempo permaneció Pablo allí, pero fue el suficiente como para que él y su compañero consiguieran trabajo para sufragar sus gastos. Por ello, aunque Pablo tenía el derecho como apóstol de recibir ayuda material de aquellos a quienes ministraba cosas espirituales, puso el ejemplo de que ‘cada uno debería comer el alimento que él mismo ganase’. (1Co 9:4-18; 1Te 2:9; 2Te 3:7-12.) Es probable que en parte lo hiciera debido a la tendencia al ocio que existía entre algunos tesalonicenses. Durante su estancia en Tesalónica, Pablo recibió ayuda de los hermanos de Filipos para cubrir sus necesidades en dos ocasiones diferentes. (Flp 4:16.)
Con el tiempo, los judíos tesalonicenses que rechazaron el mensaje de Pablo formaron una chusma de “haraganes de la plaza de mercado” y asaltaron la casa de Jasón, donde Pablo se hospedaba. Pero cuando se dieron cuenta de que aquel a quien buscaban no estaba allí, arrastraron a Jasón y a otros creyentes hasta los gobernantes de la ciudad, es decir, los “politarcas”, según la traducción literal del término griego. (Hch 17:5-9, nota.) Es de interés mencionar que precisamente en Tesalónica y sus alrededores se han hallado inscripciones de ese período en las que a ciertos funcionarios de la ciudad se les llama politarcas.
Como medida de seguridad, los hermanos tesalonicenses enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea. Allí Pablo observó que los de Berea eran ‘de disposición más noble que los de Tesalónica, en el sentido de que no solo recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, sino que también examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si lo que el apóstol decía era así’. Sin embargo, pronto surgieron problemas, pues ciertos judíos opositores llegaron desde Tesalónica y formaron una chusma, lo que hizo necesario que Pablo se escapase de nuevo en secreto. (Hch 17:10-15.)
Menos de un año después de partir de Tesalónica, Pablo, que para ese entonces estaba en Corinto, escribió su primera carta a los Tesalonicenses. Había enviado a Timoteo para consolarlos y estimularlos y había recibido un buen informe de él. En la carta los encomió por el excelente ejemplo que daban “a todos los creyentes de Macedonia y de Acaya”, y los exhortó a no desanimarse por causa de la persecución. (1Te 1:1-8; 3:1-13; 4:1.) Según parece, esta carta goza de la distinción de ser el primero de los escritos canónicos de Pablo y, con la probable excepción del evangelio de Mateo, el primer libro de las Escrituras Griegas Cristianas que se puso por escrito. Poco después, Pablo escribió una segunda carta a los Tesalonicenses para que no se dejasen desviar por falsos maestros. (2Te 1:1; 2:1-3.)
Con el transcurso de los años, Pablo seguramente volvió a visitar Tesalónica al pasar por Macedonia durante sus viajes. (Hch 20:1-3; 1Ti 1:3.) Hasta hubo ciertos tesalonicenses a los que se menciona por nombre: Aristarco y Segundo, quienes fueron compañeros de viaje de Pablo. (Hch 20:4; 27:2.) Cuando Demas abandonó a Pablo en Roma se fue a Tesalónica, de donde posiblemente procedía. (2Ti 4:10.)