La península arábiga está ubicada en el extremo SO. del continente asiático. Limita al E. con el golfo Pérsico y el golfo de Omán; al S., con el mar de Arabia y el golfo de Adén, y al O., con el mar Rojo, mientras que al N. está delimitada por la Media Luna Fértil: Mesopotamia, Siria e Israel. Como está rodeada de agua por tres lados, se parece a una gran isla, y generalmente sus habitantes la llaman la “isla de los árabes” (Jazirat al-`arab).
Con una superficie de casi 2.600.000 Km.2 (más o menos una cuarta parte de Europa), Arabia es la península más grande del mundo. La costa occidental se extiende a lo largo de unos 2.900 Km. y su anchura máxima alcanza los 1.900 Km.
La península forma una elevada meseta que desciende hacia el E., bajando hasta el golfo Pérsico desde la cadena montañosa que corre paralela a la costa occidental. Una de sus cimas, en el extremo SO., sobrepasa los 3.600 m. En el interior de la parte meridional de la península, se encuentra Ruba al-Khali, el desierto de arena más grande del mundo, también conocido como la Media Luna Vacía. Al N. de Nedjed, la meseta central, se abre la extensión desértica del Nefud, que termina en el desierto de Siria.
Los pequeños arroyos que se hallan a lo largo de los extremos de la península y en la alta meseta central (Nedjed) no son numerosos y solo fluyen durante ciertas estaciones. Job, que probablemente vivió en lo que hoy es el desierto de Siria, describió cómo se secan esos “torrentes invernales”. (Job 6:15-20.)
Aunque gran parte de esta vasta meseta es árida, a lo largo de la cadena montañosa occidental, así como en la altiplanicie central y en el S., llueve lo suficiente como para sostener a una población considerable. En esta región, y alrededor de los mayores oasis, los campesinos o fellahin pueden cultivar mijo, trigo, cebada y maíz. También crecen en estos lugares palmeras de dátiles (Éx 15:27) e higueras. Tanto las acacias, que producen la resina denominada goma arábiga, como otros árboles y plantas aromáticos, desempeñaban un papel importante en la economía de la antigua Arabia, importancia hoy eclipsada por el oro negro o petróleo. (Gé 2:12.)
Debido a la escasez general de agua, la vida animal es necesariamente reducida. No obstante, en la actualidad hay en esta región ovejas, cabras, camellos, asnos salvajes, chacales, halcones y águilas, igual que ocurría en tiempos bíblicos. (Eze 27:21; 2Cr 17:11; Jue 6:5; Job 39:5-8, 26, 27; Isa 60:7; 34:13.) Algunas especies salvajes —como el león, el toro salvaje y el avestruz— han desaparecido de este territorio. (Job 38:39, 40; 39:9-18.) Los caballos árabes todavía hoy son renombrados por su belleza y fortaleza. (Compárese con Job 39:19-25.)
Tribus árabes. Con el tiempo, Arabia llegó a ser el hogar de muchas de las familias que se formaron después del Diluvio mencionadas en el capítulo 10 de Génesis. En la rama semita, Joqtán engendró a los cabezas de unas trece tribus árabes, mientras que parece ser que tres de los descendientes de Aram —Uz, Guéter y Mas— se asentaron en el N. de Arabia y en el desierto de Siria. (Gé 10:23, 26-29.) Los ismaelitas, que habitaban en tiendas, se encontraban desde la península del Sinaí hasta Asiria, pasando por el N. de Arabia. (Gé 25:13-18.) Los madianitas se establecieron principalmente en la parte NO. de Arabia, justo al E. del golfo de `Aqaba (Gé 25:4), en tanto que los descendientes de Esaú se instalaron en la región montañosa de Edom, al SE. del mar Muerto. (Gé 36:8, 9, 40-43.) De la rama camita, parece ser que varios descendientes de Cus —entre ellos Havilá, Sabtá, Raamá, con sus hijos Seba y Dedán, y Sabtecá— ocuparon sobre todo la parte meridional de la península arábiga. (Gé 10:7.)
También se hace mención de varias tribus de Arabia en antiguas inscripciones asirias y babilonias. Salmanasar III menciona a “Gindibu’ de Arabia”. En las inscripciones de Tiglat-piléser III aparecen los nombres de Zabibe y Samsi como reinas árabes. Una inscripción del rey Sargón II dice: “Samsi, reina de Arabia (e) It’amar la sabea”. Otras inscripciones cuneiformes se refieren a los sabai, los nabaiti, los qidri, los idibaili, los masai y los temai. (Compárese con Gé 25:3, 13-15.)
Referencias bíblicas. Uno de los cuatro reinos antiguos más importantes de Arabia meridional, Hadramaut, suele ser identificado con el Hazarmávet de Génesis 10:26. El centro de aquel reino, cuya capital estaba en Shabwa, fue Wadi Hadramaut, un prolongado valle que discurre paralelo a la costa S. de Arabia. Otros nombres de lugares que el texto bíblico ubica en Arabia son: Dedán, Temá, Dumá y Buz. (Isa 21:11-14; Jer 25:23, 24.)
Al emigrar de Ur de los caldeos a la tierra de Canaán, Abrahán bordeó Arabia. Más tarde, cuando tuvo que bajar a Egipto, es probable que atravesara Arabia —en concreto la parte septentrional de la península del Sinaí—, más bien que seguir la ruta a lo largo de la costa mediterránea, y repitió ese trayecto en el viaje de regreso. (Gé 12:10; 13:1.) Asimismo, el drama del libro de Job tiene lugar en la tierra de Uz, en la Arabia septentrional (Job 1:1), y los merodeadores sabeos que atacaron la propiedad del “más grande de todos los orientales” seguramente formaban parte de una tribu árabe descendiente de Joqtán. (Job 1:3; Gé 10:26-28.) De igual manera, parece que tanto los tres “consoladores” de Job como Elihú fueron desde diferentes regiones de Arabia. (Job 2:11; 32:2.) También Moisés pasó cuarenta años en Arabia, residiendo temporalmente con Jetró el madianita. (Éx 2:15-3:1; Hch 7:29, 30.) Tiempo después, tuvo lugar en Arabia, en el monte Sinaí (situado en la parte meridional de la península del mismo nombre), un acontecimiento de suma importancia. Allí fue donde la nación de Israel, que se había congregado después de ser liberada, recibió el pacto de la Ley. (Éx 19:1, 2.) Unos quince siglos después, al hacer alusión a este acontecimiento el apóstol dijo que ocurrió en “Sinaí, una montaña de Arabia”. (Gál 4:25.)
En vista de las condiciones generales que se dan en la actualidad en Arabia, puede parecer algo casi imposible el que tal vez unos tres millones de israelitas hayan vivido por cuarenta años en el desierto. (Éx 12:37, 38.) Por supuesto, el factor principal fue la provisión milagrosa de alimento y agua por parte de Jehová. (Dt 8:2-4; Nú 20:7, 8.) Aunque las condiciones fueron claramente difíciles y el propio registro de las Escrituras dice que el agua no abundaba (Nú 20:4, 5), no obstante, hay razón para creer que en aquel tiempo —hace unos tres mil quinientos años— la provisión de agua en Arabia escaseaba menos que en la actualidad. La existencia de muchos uadis o valles profundos y secos, que en un tiempo fueron lechos de ríos, es una prueba de que en el pasado hubo suficiente precipitación pluvial como para producir corrientes de agua que fluyeran por ellos. La desaparición de ciertas especies animales quizás se deba en parte a la disminución del suministro de agua. De todas formas, Arabia era por aquel entonces, igual que hoy, una región árida o estepa.
Durante el período de los jueces, hordas de madianitas, amalequitas y “los orientales” llegaban de Arabia montados sobre camellos para saquear la tierra de Israel. (Jue 6:1-6.) Tales razias o invasiones repentinas fueron siempre el principal método de hacer la guerra en Arabia. (2Cr 22:1.) El camello, cuya domesticación se cree que se efectuó en Arabia, se usaba como medio de transporte por lo menos desde el tiempo de Abrahán. (Gé 24:1-4, 10, 61, 64.) Debido a la gran superioridad del camello sobre el asno para hacer viajes largos por el desierto, se piensa que su domesticación significó para Arabia algo así como una revolución económica, que contribuyó al desarrollo de los llamados “reinos de las especias” de Arabia meridional.
Las caravanas de camellos que provenían de las regiones más fértiles del S. serpenteaban a lo largo de las rutas del desierto que corrían paralelas al mar Rojo, viajando de oasis en oasis y de pozo en pozo hasta llegar a la península del Sinaí, desde donde podían bifurcarse hacia Egipto o continuar hacia el N., hasta Palestina o Damasco. Además de sus muy apreciadas especias y resinas aromáticas, como el olíbano y la mirra (Isa 60:6), quizás transportaran oro y madera de algum desde Ofir (1Re 9:28; 10:11), al igual que piedras preciosas, como hizo la reina de Seba al visitar al rey Salomón. (1Re 10:1-10, 15; 2Cr 9:1-9, 14.) En las aguas del golfo Pérsico abundan las ostras perlíferas. Puesto que al SO. Arabia está separada de África por un estrecho de tan solo unos 32 Km. de ancho, es posible que los productos de Etiopía (2Cr 21:16), como el marfil y la madera de ébano, también se hallaran entre las mercancías de estos mercaderes viajantes. (Eze 27:15.)
Nabonido —rey babilonio cuyo hijo Belsasar gobernaba en Babilonia al tiempo de su caída (539 a. E.C.)— pasó diez años en la ciudad-oasis de Temá, al N. de la meseta central de Arabia. (Véase Temá.)
Durante el siglo V a. E.C. Palestina estuvo sujeta a una considerable influencia de Arabia, como se ve por las referencias a “Guésem el árabe” en Nehemías 2:19 y 6:1-7.
El reino de Himyer, que controló Arabia meridional alrededor del año 115 a. E.C., tuvo su capital en Zafar (en opinión de algunos, la Sefar mencionada en Génesis 10:30. Al N., los nabateos (posiblemente los descendientes del Nebayot de Génesis 25:13, con su capital en Petra, en las gargantas rocosas de Edom, se hicieron poderosos a partir del siglo IV a. E.C., y con el tiempo extendieron su control por el S. del Négueb y, hacia el N., por Moab y la región del E. del Jordán. Gobernaron sobre Damasco durante algunos años del siglo I a. E.C. y, nuevamente, en el siglo I E.C. A su rey Aretas IV (c. 9 a. E.C.-40 E.C.) se le menciona en 2 Corintios 11:32 en relación con la fuga de Pablo de Damasco, suceso narrado en Hechos 9:23-25. Herodes Antipas se casó con la hija de Aretas IV, pero se divorció de ella para casarse con Herodías. (Mr 6:17.)
Después de su conversión, Pablo escribe lo siguiente: “Me fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco”. (Gál 1:17.) Tal viaje pudo haber sido a la vecina zona del desierto de Siria, aunque el término también podría abarcar cualquier parte de la península arábiga.
Durante el siglo I a. E.C., Palmira, al NE. de Damasco, comenzó a manifestarse como centro árabe y con el tiempo superó a Petra en el plano comercial. En 270 E.C., bajo la reina Zenobia, el ejército de Palmira ocupó Egipto y se convirtió en un serio rival de Roma hasta que fue derrotado en 272 E.C.
Idioma. El idioma de los pueblos de Arabia está encuadrado en el grupo semítico del S. y ha permanecido más estable que otros idiomas semíticos. Como consecuencia, ha resultado útil para mejorar el entendimiento de muchas expresiones y palabras del hebreo antiguo de la Biblia.
Árabe En las Escrituras se emplea el gentilicio árabe con un sentido muy amplio, aplicado principalmente a los habitantes de la inmensa extensión de tierra que queda al E. y al S. de Palestina. A veces, según el contexto y el uso, el término se utiliza con referencia a una tribu o grupo étnico determinados. (1Re 10:15; 2Cr 9:14; 21:16.)
Un número considerable de tribus árabes era de origen semítico, descendientes de Sem por medio de Joqtán; otras procedían del linaje de Cam mediante su hijo Cus. (Gé 10:6, 7, 26-30.) También se establecieron en Arabia algunos de los descendientes de Abrahán por Agar y Queturá, como los hijos de Ismael, quienes “se pusieron a residir desde Havilá cerca de Sur, que está enfrente de Egipto, hasta Asiria”. (Gé 25:1-4, 12-18.) Lo mismo es cierto de la prole de Esaú, que se afincó en la región montañosa de Seír, de modo que quedó comprendida en la amplia clasificación de pueblos árabes. (Gé 36:1-43.)
La mayoría de los árabes llevaban una vida nómada dedicada al pastoreo, y habitaban en tiendas de campaña. (Isa 13:20; Jer 3:2.) Sin embargo, hubo otros que se dedicaron al comercio, y se dice de algunos que fueron mercaderes empleados por Tiro. (Eze 27:21.) Los siervos de Dios tuvieron relación con ellos en numerosas ocasiones. Los mercaderes madianitas que iban camino de Egipto y a quienes se vendió a José eran árabes, al igual que los sabeos provenientes del S. de Arabia que saquearon el ganado y las asnas de Job. (Gé 37:28; Job 1:1, 15.) En el transcurso de sus cuarenta años de vagar por el desierto, los israelitas se relacionaron con los adoradores de Baal, los madianitas, con resultados nefastos para ellos. (Nú 25:6, 14-18.) Ya en el período de los jueces, hordas de árabes montados en camellos hicieron incursiones continuas contra Israel por siete años, hasta que el juez Gedeón les infligió una severa derrota. (Jue 6:1-6; 7:12-25.)
Tiempo después, los gobernantes de los reinos árabes le pagaron tributo al rey Salomón (1Re 10:15; 2Cr 9:14) y también a Jehosafat, a quien daban 7.700 carneros y una cantidad igual de machos cabríos. No obstante, cuando Jehoram sucedió a su padre Jehosafat, los árabes y los filisteos se aliaron contra él, y condujeron a sus partidas merodeadoras a dar muerte a casi todos sus hijos. (2Cr 17:11; 21:16; 22:1.) Uzías, sin embargo, los combatió con éxito durante su reinado. (2Cr 26:1, 7.) Cuando se reconstruían los muros de Jerusalén, también había opositores árabes que dificultaban el trabajo de Nehemías. (Ne 2:19; 4:7, 8; 6:1.)
Aunque los árabes eran nómadas, solían mantenerse independientes y estaban apartados de la corriente de acontecimientos que conformaba la vida de aquel tiempo, no escaparon de la referencia profética del juicio divino. (Isa 21:13; Jer 25:17-24.) Siglos más tarde, es posible que hubiese algunos árabes entre los que llegaron a formar parte de la congregación cristiana en el Pentecostés. (Hch 2:11, 41.)
Atenas es en la actualidad la capital de Grecia y en tiempos antiguos fue su ciudad más importante. Está ubicada hacia el límite meridional de la llanura del Ática, a unos 8 Km. del mar Egeo, y cuenta con el cercano puerto marítimo de El Pireo. En tiempos precristianos unos largos muros casi paralelos conectaban este puerto con la ciudad. Su situación geográfica contribuyó mucho a su grandeza histórica. Las montañas que rodeaban la ciudad le brindaban una defensa natural, y los desfiladeros estaban lo suficientemente lejos como para evitar un ataque sorpresa por tierra. Al no ser una ciudad costera, tampoco se la podía atacar por mar. Sin embargo, desde la ciudad era posible acceder con facilidad a sus tres puertos naturales en el cercano El Pireo.
Centro cultural y religioso. Aunque en el siglo V a. E.C. Atenas disfrutó de cierta fama militar como capital de un pequeño imperio y como potencia naval, se distinguió sobre todo como centro de la erudición, la literatura y el arte griegos. Por ser ciudad académica, abundaban los conferenciantes, filósofos y maestros, y fue cuna de filósofos famosos, como Sócrates, Platón y Aristóteles. Se establecieron cuatro escuelas de filosofía: la platónica, la peripatética, la epicúrea y la estoica (Hch 17:18), a las que asistieron durante la época romana estudiantes procedentes de todos los lugares del Imperio.
Atenas era también una ciudad muy religiosa, y por esta razón el apóstol Pablo comentó que los atenienses “[parecían] estar más entregados que otros al temor a las deidades”. (Hch 17:22.) Según el historiador Josefo, los atenienses eran ‘los más religiosos de todos los griegos’. (Contra Apión, libro II, sec. 130.) El Estado controlaba la religión y la fomentaba pagando por los sacrificios públicos, ritos y procesiones en honor de los dioses. Se encontraban ídolos en los templos, en las plazas públicas y en las calles, y antes de participar en sus banquetes intelectuales o simposios, sus asambleas políticas y sus competiciones atléticas, las personas solían orar a los dioses. A fin de no ofender a ninguno de ellos, los atenienses incluso erigieron altares “A un Dios Desconocido”, hecho al que Pablo hace referencia en Hechos 17:23. Pausanias, geógrafo del siglo II, confirma esto en el relato de su viaje por la carretera que iba desde el puerto de la bahía de Falero hasta Atenas (por la que posiblemente pasó Pablo), al decir que vio “altares de los dioses llamados desconocidos, [y] de héroes”. (Descripción de Grecia, traducción de Antonio Tovar, Orbis, 1986, Ática, cap. I, sec. 4.)
Historia antigua. La ciudad creció alrededor de la Acrópolis, una colina oblonga de unos 150 m. de altura y con tres lados muy escarpados. Durante el siglo VII a. E.C. la gobernó una nobleza hereditaria o aristocracia conocida como los eupátridas, que no solo monopolizaron el poder político, sino también el control del Areópago, el principal tribunal criminal de aquel tiempo. Sin embargo, durante la primera parte del siglo VI a. E.C., un legislador llamado Solón hizo unas reformas constitucionales que mejoraron la suerte de los pobres y pusieron el fundamento para un gobierno democrático. No obstante, la democracia solo era para los ciudadanos libres del país, pues una gran parte de la población se componía de esclavos.
Después de sus victorias sobre los persas en el siglo V a. E.C., Atenas llegó a ser la capital de un pequeño imperio que controlaba la mayor parte de la costa egea y extendía su comercio e influencia desde Italia y Sicilia, al occidente, hasta Chipre y Siria, al oriente. La ciudad se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo y consiguió brillantes logros en la literatura y el arte. También fue durante esta época cuando se erigieron hermosos edificios públicos y templos, como el Partenón (el templo de Atenea) y el Erecteion, cuyas ruinas todavía pueden contemplarse en la cima de la Acrópolis de Atenas. Al Partenón se le consideraba el principal monumento arquitectónico de la antigua religión pagana y estaba adornado con una estatua de Atenea hecha de oro y marfil que medía algo más de nueve metros.
Sin embargo, esta belleza material no condujo a los atenienses a una verdadera espiritualidad, pues la mitología griega describía a los dioses y diosas que honraban de esta manera como unos seres que practicaban todo tipo de inmoralidad y actos criminales concebibles. Por eso, en los días del apóstol Pablo, el filósofo griego Apolonio criticó a los atenienses por sus bailes orgiásticos durante la fiesta de Dionisio (Baco) y por el entusiasmo que demostraban ante el derramamiento de sangre humana durante los combates de gladiadores.
El Imperio ateniense desapareció después de su derrota ante los espartanos en las guerras del Peloponeso, a finales del siglo V a. E.C., pero sus conquistadores respetaron la ciudad a causa de su cultura y no la destruyeron. En el año 86 a. E.C. la conquistaron los romanos, que la despojaron de su comercio, de modo que para el tiempo de Jesús y los cristianos primitivos, la importancia de Atenas se debía principalmente a sus escuelas de filosofía.
Actividad de Pablo en Atenas. Hacia el año 50 E.C. el apóstol Pablo visitó Atenas en su segunda gira misional. Había dejado a Silas y Timoteo en Berea con instrucciones de que se unieran a él lo más pronto posible. (Hch 17:13-15.) Mientras los esperaba, le irritó ver tantos dioses falsos en la ciudad y empezó a razonar con la gente, tanto en la sinagoga de los judíos como en la plaza de mercado. (Hch 17:16, 17.) En años recientes la Escuela Americana de Estudios Clásicos ha excavado por completo esta plaza de mercado o ágora situada al NO. de la Acrópolis. Por lo visto, el ágora no era solo un lugar donde se efectuaban transacciones comerciales, sino también donde se debatían asuntos cívicos. La actitud inquiridora de los atenienses que refleja el relato de Hechos 17:18-21 se manifiesta en la crítica que hace Demóstenes de sus conciudadanos atenienses por lo mucho que les gustaba pasearse por la plaza de mercado preguntando: “¿Qué hay de nuevo?”.
Ciertos filósofos de los estoicos y los epicúreos entablaron una polémica con Pablo en la plaza de mercado y sospecharon que era “publicador de deidades extranjeras”. (Hch 17:18.) En el Imperio romano existían muchos tipos de religiones, pero tanto la ley griega como la romana prohibían la introducción de dioses extraños y costumbres religiosas nuevas, en especial si estaban en oposición a la religión del país. Por lo visto Pablo se topó con dificultades debido a la intolerancia religiosa que reinaba en la ciudad romanizada de Filipos. (Hch 16:19-24.) Los habitantes de Atenas resultaron ser más escépticos y tolerantes que los filipenses, pero aun así es obvio que estaban preocupados por cómo afectaría esta nueva enseñanza la seguridad del Estado. Pablo fue conducido al Areópago, aunque no es posible determinar si habló ante el tribunal conocido por ese mismo nombre. Se ha dicho que en los días del apóstol Pablo el tribunal ya no se reunía en la colina, sino en el ágora.
El elocuente testimonio de Pablo ante su educado auditorio de Atenas es una lección de tacto y discernimiento. Les hizo ver que no estaba predicando a una nueva deidad, sino al mismísimo Creador del cielo y de la Tierra. Con prudencia hizo alusión al “Dios Desconocido” cuyo altar había visto, e incluso citó de Los fenómenos, de Arato, un poeta de Cilicia, y del Himno a Zeus, de Cleantes. (Hch 17:22-31.) Aunque la mayoría lo ridiculizó, algunos atenienses se hicieron creyentes, entre ellos, Dionisio, juez del Areópago, y una mujer llamada Dámaris. (Hch 17:32-34.)
Es posible que Timoteo se reuniese con Pablo en Atenas y entonces se le enviase a Tesalónica, pero parece más probable que Pablo le enviara recado a Berea para que hiciese tal viaje, con lo que él habría estado solo en Atenas. Se deduce que fueron razones de modestia las que le movieron a utilizar la primera persona del plural en 1 Tesalonicenses 3:1, 2 al hablar de sí mismo. (Compárese con 1Te 2:18; 3:6.) Si ese fue el caso, entonces Pablo partió solo de Atenas y fue a Corinto, donde por fin se le unieron Silas y Timoteo. (Hch 18:5.) Es probable que Pablo volviese a Atenas en su tercera gira misional (55 ó 56 E.C.), pues el registro dice que en aquella ocasión pasó tres meses en Grecia. (Hch 20:2, 3.)
Capital cultural de la antigüedad.
La Acrópolis ateniense era ya una ciudadela fortificada mucho antes de su primera mención histórica, en el siglo VII antes de nuestra era. La ciudad se convirtió en la más importante del distrito del Ática y dominaba una extensión de 2.500 kilómetros cuadrados (1.000 millas cuadradas) limitada por las montañas y el mar. Al parecer, su nombre guarda relación con el de su patrona, la diosa Atenea.
En el siglo VI antes de nuestra era, uno de sus grandes hijos, el legislador Solón, reformó su estructura social, política, jurídica y económica. Mejoró la situación de los pobres y sentó las bases para un gobierno democrático en el que, sin embargo, no tenían voz ni voto los esclavos, quienes constituían una gran parte de la población.
Un siglo después, tras las victorias griegas sobre los persas, se convirtió en capital de un pequeño imperio que extendió su comercio marítimo hasta la península itálica y Sicilia, al oeste, y hasta Chipre y Siria, al este. En su apogeo, Atenas era el corazón cultural de la antigüedad, destacándose particularmente en las artes, el teatro, la filosofía, la retórica y las ciencias. Contaba con hermosos edificios públicos y templos. En su silueta se destacaba la Acrópolis, la imponente colina donde se erguían el Partenón y una estatua de 12 metros (40 pies) de Atenea realizada en oro y marfil.
Fue conquistada primero por los espartanos, luego por los macedonios y finalmente por los romanos, quienes terminaron de despojarla de sus riquezas. Aun así, en los días del apóstol Pablo todavía disfrutaba de una posición privilegiada en virtud de su ilustre pasado. De hecho, nunca había sido incorporada a ninguna provincia del imperio, sino que conservaba la autoridad jurídica sobre sus ciudadanos y estaba exenta de tributar a Roma. Aunque sus grandes glorias eran ya historia, seguía siendo un prestigioso centro de estudios avanzados al que acudían los hijos de las familias más pudientes.
Aristóteles - Una figura muy influyente
“Aristóteles fue el más importante filósofo y científico de la Antigüedad”, declara el libro Los 100. Un ranking de los cien personajes más influyentes de la Historia. Y no es difícil ver por qué se expresa así sobre esta singular figura histórica. Aristíteles (384-322 a. E.C.) fue discípulo del célebre filósofo Platón y, posteriormente, tutor del príncipe que llegó a ser conocido como Alejandro Magno. Según antiguos catálogos, su prodigiosa obra incluyó unos 170 trabajos, de los que se conservan 47. Escribió extensamente sobre astronomía, biología, química, zoología, física, geología y psicología. Algunos de los detalles que dejó registrados sobre diversos seres vivos no se volvieron a observar ni estudiar hasta siglos después. “La influencia ejercida por Aristóteles sobre el pensamiento occidental ha sido incalculable”, señala el libro ya citado. Y luego añade: “La admiración que se tenía por Aristíteles llegó a tales límites que en el último período de la época medieval rayaba en la idolatría”. | |
Sócrates - Otra víctima de la mentira de Satanás
Algunos filósofos griegos, como Sócrates (470-399 a. E.C.) y Platón, enseñaron que solo cuando el alma logra escapar de los límites del cuerpo físico puede vivir “apartada de errores, insensateces, terrores, pasiones salvajes, y de todos los demás males humanos” y pasar “el resto del tiempo en compañía de los dioses”, ellos sostenían que el hombre tiene en su interior un alma inmortal, fueron de los primeros en proponer la idea de la inmortalidad del alma. (Fedón, Platón, 81a). Sócrates sostenía que la eterna felicidad no se encuentra en la búsqueda de posesiones materiales ni en el disfrute de placeres sensuales. Afirmaba que la verdadera felicidad es el resultado de una vida dedicada a ir en pos de la virtud, a la que consideraba el bien supremo. Para alcanzar tal meta, rechazaba los lujos materiales y los esfuerzos innecesarios, porque le parecía que lo distraerían. Propugnó la moderación y la abnegación, y llevó una vida sencilla y sobria. Escuchaba las teorías de otros filósofos y trataba de sacar a la luz los defectos de sus planteamientos. Su método fomentaba la adopción de una actitud crítica y desdeñosa hacia las demás personas. La gente instruida de aquella época se creía superior en el plano intelectual a la mayoría de los cristianos. Demócrito, aclamado como “el más grande de los filósofos de la antigüedad”, afirmó: “La verdad está enterrada muy profundamente. [...] Nada cierto conocemos”. Sócrates, quizá el más respetado de todos, dijo que solo sabía que no sabía nada. Con 70 años fue acusado de haber introducido en su patria dioses nuevos y señalado por sus detractores como corruptor de la juventud, fue enjuiciado y condenado a beber la cicuta, -brebaje venenoso que utilizaban los atenienses para ejecutar a los sentenciados a muerte.- | |
Isla situada en el extremo nororiental del mar Mediterráneo, a unos 70 Km. de la costa de Cilicia, en Asia Menor, y a unos 100 Km. de la costa de Siria. Por su tamaño, Chipre es la tercera isla del Mediterráneo, después de Sicilia y Cerdeña. Esta isla tiene una longitud de unos 160 Km., a los que hay que añadir los 72 Km. de un estrecho brazo de tierra situado en su extremo nororiental. La anchura máxima de Chipre es de 97 Km. La región sudoccidental es montañosa, con un pico que alcanza los 1.951 m.: el monte Olimpo o Troodos. A lo largo de la costa septentrional se extiende otra cordillera, y entre ambas se halla la llanura central. En el invierno las cumbres de las montañas están cubiertas de nieve, mientras que en el verano las llanuras tienen un clima caliente y seco. La isla era famosa desde tiempos antiguos debido a sus abundantes reservas de cobre, y su nombre llegó a ser sinónimo de ese metal (la palabra cobre se deriva del griego Ký·pros).
Por lo que la historia parece indicar, Chipre debió ser la “Kitim” de las Escrituras Hebreas. (Isa 23:1, 12; Da 11:30.) La isla era famosa no solo por su cobre, sino también por su excelente madera, en particular la de ciprés, que se exportaba a Tiro, en la costa fenicia, para la construcción de barcos. (Eze 27:2, 6.)
Debido a su asociación con la Kitim bíblica, sería de esperar que la población original de Chipre hubiera tenido alguna relación con Grecia. (Véase Gé 10:4; Javán es el progenitor de los jonios o griegos primitivos.) En el artículo Kitim se muestra que tal relación existió.
Después de la victoria de Alejandro Magno en la batalla de Isos, en 333 a. E.C., los reyes de las ciudades-estado de Chipre llegaron a estar bajo la dominación griega. No obstante, tras la muerte de Alejandro, la dinastía egipcia de los tolomeos tomó el control y Chipre permaneció principalmente bajo dominio egipcio hasta 58 a. E.C., cuando Roma la anexionó. Es probable que hubiera judíos chipriotas en Jerusalén para la fiesta del Pentecostés del año 33 E.C., aunque no se les menciona. El levita José, más conocido como Bernabé, nació en Chipre. (Hch 4:36.)
Cristianismo. Como consecuencia de la persecución de los cristianos que estalló tras el martirio de Esteban, los discípulos se dispersaron, y algunos de ellos se mudaron a Chipre, donde dieron testimonio a los judíos que vivían en esa isla. Ciertos cristianos chipriotas fueron a la ciudad de Antioquía, frente a Chipre, en la costa siria, y predicaron con buenos resultados entre aquellos que, como ellos, eran de habla griega. (Hch 11:19, 20.) Cuando Pablo y Bernabé, junto con Juan Marcos, salieron de Antioquía en su primera gira misional (c. 47-48 E.C.), su primer territorio fue Chipre, la isla nativa de Bernabé. Cuando llegaron a Salamina, una importante ciudad comercial de la costa oriental de Chipre, encontraron más de una sinagoga, lo que indicaba la existencia de una población judía de tamaño considerable. Después de predicar la palabra de Dios en esta ciudad, viajaron a través de toda la isla hasta Pafos, en la costa occidental, en aquel entonces la capital de la provincia romana. Fue en esta ciudad donde encontraron al procónsul Sergio Paulo, que mostró interés en su mensaje, y a Elimas (Bar-Jesús) el hechicero, que se opuso a ellos. (Hch 13:1-12.) La referencia del historiador Lucas en el sentido de que había un procónsul en Chipre es exacta. Chipre estaba bajo el control del Senado romano desde el año 22 a. E.C., y, por lo tanto, el gobernador nombrado de la isla no ostentaba el título de legado, sino de procónsul, gobernador que actuaba como representante del Senado.
Desde el puerto de Pafos, Pablo y sus compañeros navegaron hasta Panfilia, en la costa de Asia Menor. (Hch 13:13.) Unos dos años después, Bernabé volvió a su tierra natal con Juan Marcos a fin de continuar la obra de hacer discípulos, mientras que Pablo emprendió su segundo viaje misional por Asia Menor (c. 49 E.C.). (Hch 15:36-41.) Al final de su tercer viaje (c. 56 E.C.), cuando Pablo zarpó hacia Fenicia desde Pátara, en la costa sudoccidental de Asia Menor, tuvo a Chipre al alcance de la vista, pero “la [dejó] atrás a la izquierda”, pasando cerca del extremo sudoccidental de la isla al dirigirse el barco hacia Tiro. (Hch 21:1-3.) Poco después, cuando llegó a Jerusalén, Pablo fue agasajado en la casa de Mnasón, quien, al igual que Bernabé, era natural de Chipre. (Hch 21:15, 16.) En el viaje de Pablo a Roma, su barco navegó “al abrigo de Chipre, por ser contrarios los vientos”. Como en esa época del año los vientos dominantes son del O. y del NO., era difícil cruzar el mar abierto. Al parecer, el barco bordeó el extremo oriental de Chipre y luego navegó a lo largo de la costa de Asia Menor, donde las brisas de la tierra le favorecerían en su rumbo hacia el O. (Hch 27:4, 5, 9, 12.)
Ciudad situada en el SO. de Asia Menor. En los días del apóstol Pablo, Colosas estaba en la provincia romana de Asia, aunque formaba parte de la antigua región de Frigia. En la actualidad el lugar está deshabitado. Se hallaba cerca del extremo superior del valle del río Lico, a casi 18 Km. al ESE. de Laodicea (en las proximidades de la actual Denizli). El valle del río Lico se estrecha en la región de Colosas, cercado por grandes peñascos, pero se ensancha a medida que se dirige hacia el NO., a la confluencia con el río Meandro (Menderes). Por este valle pasaba el camino principal que procedía de Éfeso y la costa del Egeo e iba hacia el E. hasta llegar al Éufrates. Desde esta ciudad salía otro camino hacia el NO. en dirección a Sardis y a Pérgamo. Sin embargo, durante el período romano se produjo un cambio en el sistema de comunicaciones, de modo que Laodicea y la cercana Hierápolis (Col 4:13) llegaron a sobrepasar en importancia a Colosas. No obstante, esta ciudad continuó siendo conocida como un centro textil famoso por una excelente lana de singular tonalidad, llamada en latín colossinus. Colosas se hallaba próxima a una zona desértica de estepas donde se apacentaban rebaños de ovejas, y tan solo a unos 5 Km. al S. se eleva Honaz Dagi (el monte Cadmos), de unos 2.750 m. de altitud, cuyas nieves alimentaban las corrientes que fluían hacia Colosas.
Había frigios en Jerusalén el día del Pentecostés de 33 E.C., y es posible que algunos de ellos fuesen de Colosas. (Hch 2:10.) Aunque esta ciudad se encontraba en la ruta principal E.-O., la mayoría de los eruditos creen que Pablo siguió otra ruta más septentrional en su tercera gira misional, cuando llegó por tierra a Éfeso. (Hch 18:22, 23; 19:1.) Su carta a los Colosenses indica que no había visitado Colosas y que la congregación de aquella ciudad era el fruto de la obra de Epafras, quien, según Pablo, los representaba a él y a sus colaboradores al ministrar con fidelidad a los creyentes de Colosas. (Col 1:7, 8; 2:1; 4:12.) De cualquier modo, Pablo conocía a algunos cristianos colosenses. En sus cartas nombra a Onésimo, Arquipo, Filemón y Apfia. (Col 4:9, 17; Flm 1, 2, 10-12.)
Además de la población frigia original, había en Colosas grupos griegos y judíos. (Compárese con Col 3:11.) Los frigios primitivos eran muy proclives al fanatismo espiritista, los griegos se inclinaban a la especulación y a los argumentos filosóficos y los judíos abogaban por la ley de Moisés y sus requisitos dietéticos y sabáticos. Pablo trató todas estas tendencias en su carta a la congregación de Colosas. (Col 2:4, 8, 16, 18, 20-23.)
Lugar al que Jesús se retiró en barca con sus discípulos después de haber alimentado milagrosamente a 4.000 personas en las proximidades del mar de Galilea. (Mr 8:1-10.) Aunque se han propuesto diversos lugares como posibles ubicaciones de Dalmanuta, no se han hallado en la Biblia —ni en obras extrabíblicas— otras referencias al nombre, por lo que su ubicación exacta se desconoce. Algunos escriturarios opinan que el nombre tal vez obedezca a una alteración hecha por un escriba, pues en el relato paralelo de Mateo 15:29-39 se emplea el nombre “Magadán”, y algunos manuscritos antiguos que recogen la narración de Marcos también usan “Magadán” o “Magdala” y no Dalmanuta. No obstante, como los manuscritos griegos más acreditados emplean el nombre Dalmanuta, parece que lo más indicado es conservar este nombre y no suponer que se trata de un error. Es posible que Dalmanuta sea simplemente otro nombre de Magadán, o el nombre de un lugar de aquellos alrededores que tal vez era muy poco usado o conocido y que se ha conservado para la posteridad en el evangelio de Marcos.
Gran uadi (o garganta) que, como Dios había prescrito, marcaba el límite sudoccidental de la Tierra Prometida, “la tierra de Canaán”. (Nú 34:2, 5; 1Re 8:65; Isa 27:12.) Aunque este valle torrencial en realidad no estaba en Egipto, los dominios de esa nación al parecer se extendieron, por lo menos en ciertos períodos, hasta ese punto. (2Re 24:7.) La expresión abreviada “el valle torrencial”, usada para definir los límites de la tierra de Israel en la visión de Ezequiel, tal vez haga referencia a este mismo lugar. (Eze 47:19; 48:28.)
El valle torrencial de Egipto se relaciona por lo general con Wadi el-`Arish, que comienza en el interior de la península del Sinaí, cerca de Jebel et-Tih, a más de 200 Km. de la costa, y se dirige hacia el N. hasta llegar al mar Mediterráneo en el pueblo llamado El-`Arish (Rinocolura), a más o menos 145 Km. al E. de Port Said. Durante el verano no es más que un lecho seco, pero durante la estación de lluvias, cuando desembocan en él numerosos afluentes, Wadi el-`Arish se convierte en un torrente muy crecido que barre sus riberas, y desarraiga e incluso arrastra árboles en su turbulento curso. Este hecho permite que se le llame río, “el río de Egipto”, y así es como aparece en la lista de las demarcaciones de la Tierra Prometida que se halla en Génesis 15:18. (Véase, no obstante, Sihor.)
Franja litoral que se extendía a lo largo de la orilla oriental del Mediterráneo entre Siria y Palestina; limitaba al E. con las montañas del Líbano. El emplazamiento de Fenicia corresponde aproximadamente con el que hoy ocupa el Líbano. Durante muchos años Sidón fue la ciudad principal de la antigua Fenicia, pero con el paso del tiempo Tiro, ciudad fundada como colonia de Sidón, eclipsó su importancia.
Accidentes geográficos. Las llanuras costeras de este país largo y estrecho estaban interrumpidas en unos cuantos lugares por las estribaciones de las montañas que se extendían hasta el mar. Las llanuras estaban bien regadas por varias corrientes que nacían en la cordillera que formaba el límite natural a lo largo de la frontera oriental. Algunas cimas alcanzaban los 3.000 m. de altura —la más alta, unos 3.350 m.— y estaban coronadas de nieve gran parte del año. Huertos y grandes extensiones de árboles —cedros, pinos, robles, hayas, morales, higueras, olivos y palmas datileras— cubrieron en un tiempo una superficie notable de esta tierra.
Origen y nombre. La historia de los fenicios empieza después del Diluvio con Canaán, hijo de Cam y nieto de Noé. Canaán fue el progenitor de once tribus, una de las cuales, los sidonios, descendía de Sidón, su primogénito. (Gé 10:15-18; 1Cr 1:13-16.) Así que los sidonios eran cananeos. (Jos 13:4-6; Jue 10:12.) Tanto ellos como otros llamaron a su tierra Canaán. En una moneda del tiempo de Antíoco Epífanes, a la ciudad sirofenicia de Laodicea se la llama “ciudad madre de Canaán”.
Con el tiempo, sin embargo, los griegos prefirieron llamar a estos sidonios cananeos por otro nombre: fenicios. Así que los términos cananeo, sidonio y fenicio llegaron a usarse indistintamente para designar al mismo pueblo. Por ejemplo, en la profecía de Isaías, se llama “Canaán” a Fenicia. (Isa 23:11; MK; NM, nota; Val.)
Tierra de comerciantes marineros. Los fenicios estaban entre los grandes pueblos marineros del mundo antiguo. El tamaño de sus naves hacía que se prestaran bien para la navegación marítima. Eran altas de proa y popa, anchas de manga y podían ser propulsadas tanto por velas como por remos. (Eze 27:3-7.) Las embarcaciones fenicias se ocupaban de la mayor parte del comercio en el Mediterráneo. En el siglo XI a. E.C., Salomón utilizó a “siervos de Hiram”, fenicios, para que fueran con sus naves que se dirigían a Tarsis (España). (2Cr 9:21.) Los marineros fenicios también se encontraban en la flota de Salomón enviada desde Ezión-guéber a Ofir. (1Re 9:26-28; 10:11.) En el siglo VII a. E.C., las embarcaciones fenicias todavía navegaban hacia Tarsis y llevaban plata, hierro, estaño y plomo. (Eze 27:12.)
Artes y oficios. Los metalarios fenicios eran diestros en la fundición, el martilleo y el grabado de objetos de oro y plata. Otros artesanos estaban especializados en tallar madera y marfil, trabajar el vidrio, tejer lana y lino y teñir tela. Fenicia se destacaba sobre todo por su industria del tinte de color púrpura. Las vestiduras de púrpura, llamadas reales o tirias, se vendían a precios elevadísimos, pues se necesitaban muchos miles de moluscos del género Murex para unos cuantos metros de tela, ya que cada molusco tan solo proporcionaba una gota de tinte. Este tinte variaba de tono dependiendo del lugar de las costas mediterráneas donde se hallaba el molusco, y este factor, junto con la destreza especial de los maestros fenicios del tinte, que a menudo utilizaban un proceso de teñir doble o triple, resultaba en muchas variedades de tejidos costosos muy buscados por las personas de rango. (Eze 27:2, 7, 24.)
En el tiempo de David y Salomón, los fenicios eran famosos canteros y leñadores, diestros en derribar los majestuosos árboles de sus bosques. (2Sa 5:11; 1Re 5:1, 6-10, 18; 9:11; 1Cr 14:1.) ★La Púrpura Fenicia
Religión. El pueblo cananeo de los fenicios tenía una religión muy degradada, centrada en Baal, el dios de la fertilidad; se practicaba la sodomía, la bestialidad y la prostitución ceremonial, así como aborrecibles ritos de sacrificio de niños. (Véanse CANAÁN núm. 2 - [Israel conquista Canaán].) La ciudad fenicia de Baalbek (a unos 65 Km. al NE. de Beirut) llegó a ser uno de los grandes centros de adoración politeísta del mundo antiguo, y en los tiempos de Roma se erigieron allí grandes templos dedicados a diversos dioses y diosas, cuyas ruinas pueden contemplarse hoy día.
En la primavera de 31 E.C., ciertos residentes de Fenicia mostraron fe al viajar tierra adentro a Galilea para escuchar a Jesús y ser curados de sus dolencias. (Mr 3:7-10; Lu 6:17.) Más o menos un año después, Jesús visitó las llanuras costeras de Fenicia, y tanto le impresionó la fe de una mujer sirofenicia, que curó milagrosamente a su hija endemoniada. (Mt 15:21-28; Mr 7:24-31.)
Cuando estalló persecución en Judea después del martirio de Esteban, algunos cristianos huyeron a Fenicia. Por algún tiempo, allí proclamaron las buenas nuevas solo a los judíos, pero después de la conversión de Cornelio, empezaron a surgir congregaciones a lo largo de la costa fenicia compuestas de judíos y no judíos, como en otras partes del Imperio romano. El apóstol Pablo visitó algunas de estas congregaciones fenicias durante sus viajes. La última visita de la que hay registro la efectuó en Sidón en el año 58 E.C., cuando iba a Roma como prisionero. (Hch 11:19; 15:3; 21:1-7; 27:1-3.)
País o región de la parte central de Asia Menor. Los límites geográficos de Frigia fluctuaron notablemente con el transcurso de los años, de modo que es difícil definir la zona que abarcaba, a menos que se hable de un tiempo en particular. En el primer siglo “Frigia” era un territorio interior de las provincias romanas de Galacia y Asia que abarcaba la meseta que está al N. de la cordillera del Tauro, desde el río Halys, al E., hasta los altos valles de los ríos Hermos y Meandro, al O. El apóstol Pablo viajó por Frigia al menos en dos de sus viajes. (Hch 16:6; 18:23; 19:1.)
Se cree que los frigios se extendieron hacia el S. desde Grecia hacia el fin del II milenio a. E.C. y que estuvo bajo su poder la mayor parte de Asia Menor central y occidental, al N. de los montes Tauro, desde el río Halys hasta el mar Egeo. Los hallazgos arqueológicos muestran que su capital era Gordion y que el rey Midas fue uno de sus principales gobernantes. Un aspecto importante de la religión de los habitantes de la Frigia primitiva era la adoración de la diosa-madre Rea Cibeles.
La parte occidental de Frigia llegó a estar bajo la dominación de los reyes atálidas de Pérgamo. Este reino se convirtió en la provincia romana de Asia, pero a su parte sudoriental se le suele llamar Frigia asiática. El rey de Galacia gobernó la parte más oriental de Frigia, que con el tiempo llegó a formar parte de la provincia romana de Galacia. En algunas ocasiones a la sección oriental se le llama Frigia gálata; estaba situada al N. de Pisidia y NO. de Licaonia. Dependiendo del punto de vista del escritor, así como del período de tiempo aludido, puede que a Antioquía e Iconio se las considere ciudades frigias, aunque a menudo se vincula a Antioquía con Pisidia y a Iconio, con Licaonia (Hch 13:14).
Eran muchos los judíos que formaban parte de la población de Frigia, debido a que los gobernantes seléucidas de Siria fomentaron su presencia en este territorio. Según Josefo, Antíoco III (223-187 a. E.C.) transfirió “dos mil familias judías con todo su equipo desde Mesopotamia y Babilonia” a Lidia y Frigia con el fin de estabilizar las condiciones entre los pueblos sediciosos de aquel lugar. (Antigüedades Judías, libro XII, cap. III, secs. 1, 4.) Parece ser que los judíos continuaron siendo numerosos en Asia Menor bajo la dominación de los romanos. En el Pentecostés de 33 E.C. estuvieron presentes en Jerusalén algunos judíos del “distrito de Asia, y de Frigia y de Panfilia”. (Hch 2:9, 10.)
En su segunda gira misionall, Pablo y sus compañeros, que iban hacia el NO. pasando por Cilicia y Licaonia, “atravesaron Frigia y el país de Galacia, porque el espíritu santo les había prohibido hablar la palabra en el distrito de Asia”. (Hch 15:41; 16:1-6.) Así entraron en la zona oriental de la antigua Frigia (que para el tiempo de Pablo era la Frigia gálata), pero en lugar de continuar hacia el O. por la provincia de Asia (donde estaba la Frigia asiática), fueron hacia el N., a la provincia de Bitinia, y de allí hacia el O., a Troas.
La tercera gira misional de Pablo le llevó tanto por la Frigia gálata como por la asiática. Dejó Antioquía de Pisidia y “fue de lugar en lugar a través del país de Galacia y de Frigia”. (Hch 18:23.) El relato también dice que “pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso”, en la costa egea. (Hch 19:1.) Al parecer, no viajó por el camino principal que llevaba a Éfeso, pasando por el valle del río Lico y por las ciudades frigias de Laodicea, Colosas y Hierápolis (Col 2:1; 4:13), sino por una ruta más directa algo hacia el N. (Véase COLOSAS.)
Ciudad real situada en el interior de la llanura costera de Palestina. Se menciona por primera vez a Guézer cuando su rey fracasó en su intento de salvar a Lakís del ejército israelita que acaudillaba Josué. (Jos 10:33; 12:7, 8, 12.) Estaba en el límite del territorio de los efraimitas (Jos 16:3; 1Cr 7:28), pero ellos no desposeyeron totalmente a los habitantes cananeos. (Jos 16:10; Jue 1:29.) También fue asignada a los qohatitas como ciudad levita. (Jos 21:20, 21; 1Cr 6:66, 67.)
En el tiempo de David la ciudad estaba en manos de los filisteos, pues David doblegó el poder de este pueblo “desde Gueba hasta Guézer”. (2Sa 5:25; 1Cr 14:16.) También Sibecai, el husatita, se distinguió durante la derrota de los filisteos en Guézer, al derribar a Sipai, un descendiente de los refaím. (1Cr 20:4.) Por alguna razón que no se expone, más tarde el Faraón de Egipto se levantó contra Guézer, y después de quemar la ciudad y matar a la población cananea, la dio como dote a la esposa de Salomón. Este último reedificó la ciudad y posiblemente la fortificó. (1Re 9:15-17.)
Guézer aparece con frecuencia en los registros seglares. Por ejemplo, Tutmosis III registró la captura de Guézer en las paredes del templo de Karnak. Además, a Guézer se le concede un lugar relevante en las tablillas de el-Amarna, pues se menciona su nombre al menos nueve veces. El faraón Merneptah se jacta en su estela de ‘haber conquistado Guézer’.
Los eruditos creen que la antigua Guézer es la moderna Tell Jezer (Abu Shusheh; Tel Gezer), situada aproximadamente a mitad de camino de la calzada que une a Jerusalén con Tel Aviv-Yafo (Jope). Por lo tanto, está situada cerca de otro gran camino que durante milenios conectó Egipto con Mesopotamia con fines comerciales y militares. La posición elevada de Tell Jezer, en una loma de la Sefelá, le permitía dominar los dos caminos.
Las excavaciones arqueológicas se iniciaron en este tell a principios del siglo XX. Desde entonces se ha convertido en una de las excavaciones más minuciosamente estudiadas de Palestina. Entre los hallazgos se encuentran la “puerta de Salomón y la muralla de casamata”, edificadas sobre una capa de escombros, producto, según algunos conjeturan, de la quema de Guézer por parte de Faraón. Se considera que su arquitectura es tan similar a la hallada en otras estructuras de Hazor y Meguidó como para suponer que las tres se edificaron partiendo de los mismos planos. Estratos anteriores contienen abundante cerámica filistea. Sin embargo, el hallazgo más famoso procedente de Tell Jezer tal vez sea el “calendario” de Guézer, una tablilla que contiene lo que parecen ser ejercicios nemotécnicos de un escolar. Este “calendario” ha sido valioso para informar a los investigadores modernos de las temporadas agrícolas del antiguo Israel, así como para dar una idea de la escritura y lenguaje hebreo del día de Salomón.
No se puede determinar con exactitud la zona que la Biblia designa con el nombre “India”. (Est 8:9.) Los eruditos generalmente opinan que aplica a la región regada por el río Indo y sus afluentes, es decir, la demarcación del Punjab y quizás también la del Sind. El testimonio del historiador Heródoto (III, 88, 94; IV, 44) indica que en un principio la “India” llegó a ser parte del Imperio persa durante la gobernación de Darío Histaspes (521-486 a. E.C.). En el tiempo de Asuero (probablemente Jerjes I, hijo de Darío Histaspes), la India constituía el límite oriental del imperio. (Est 1:1.)
Probablemente el valle del Indo fue poblado poco después de que se confundiese el lenguaje de los edificadores de Babel. En efecto, cuando se compara la antigua civilización del valle del Indo con la de Mesopotamia, se observan ciertas similitudes. Por ejemplo: la construcción de estructuras como los zigurats de Mesopotamia; las esculturas de figuras humanas con rostros inexpresivos, tan típicos en la antigua escultura mesopotámica, y signos pictográficos que guardan una semejanza con las formas antiguas de Mesopotamia. El asiriólogo Samuel N. Kramer opina que el valle del Indo lo habitó un pueblo que huyó de Mesopotamia cuando los sumerios tomaron el control de la zona.
Península en forma de bota que, partiendo de la Europa continental, se extiende hacia el SE. en el mar Mediterráneo. Desde los Alpes, al N., hasta el estrecho de Mesina, al S., tiene una extensión de unos 1.130 Km. La anchura oscila entre 160 y 240 Km., limitando al E. con el mar Adriático y al O. con el mar Tirreno. La cordillera de los Apeninos recorre el centro de la península como si fuese su espina dorsal, con sus valles fértiles que se extienden hacia las llanuras del litoral. Los ríos principales son el Tíber y el Po. Italia tiene unos 301.000 Km.2 de superficie.
Según Antíoco de Siracusa (del siglo V a. E.C.), el nombre Italia en un principio tan solo designaba a la región donde vivían los itali, zona que hoy corresponde a la provincia de Calabria, al S. de la península. Al parecer, este nombre es una forma helenizada de Vitelia, emparentada con la palabra latina vitulus, que significa “becerro”. Posiblemente se llamara así a esta región debido a su ganado y tierras de pasto, o bien a que sus habitantes creían ser descendientes de su dios-toro. Hacia el siglo I E.C., el nombre Italia había llegado a designar una gran parte del mismo territorio que en la actualidad.
A través de los siglos, pueblos de diferentes orígenes raciales inmigraron a esta fértil tierra. La historia antigua de Italia recoge las guerras entre los que ya estaban allí y las oleadas de invasores que asolaban el país periódicamente. La península, por lo tanto, sirvió como crisol de idiomas, sangre y costumbres, ya que estos diferentes grupos nacionales se establecieron y se casaron entre sí.
El cristianismo llegó a Italia en una fecha temprana, puesto que en el día del Pentecostés de 33 E.C., tanto prosélitos italianos como judíos de Roma fueron testigos del derramamiento del espíritu santo, escucharon la explicación de Pedro y sin duda algunos estuvieron entre los aproximadamente “tres mil” que se bautizaron en aquella ocasión. (Hch 2:1, 10, 41.) Es posible que al regresar a Italia formasen el núcleo de la congregación cristiana de Roma, a la que Pablo dirigió una de sus cartas algunos años más tarde. (Ro 1:1-7.) Puede ser que Áquila y Priscila pertenecieran a esa congregación cuando hacia el año 49 o principios de 50 E.C. el emperador Claudio les ordenó que abandonasen el país. Llegaron a Corinto poco antes de que Pablo estuviese allí por primera vez en el transcurso de su segundo viaje misional. (Hch 18:1, 2.)
Cornelio, un oficial del ejército de la “banda italiana” que vivía en Cesarea, también era italiano. (Hch 10:1.) En esta ciudad Pablo apeló a César en su juicio delante de Festo. Luego se le trasladó en barco a Mira, donde fue transbordado —junto con otros prisioneros— a otro barco que transportaba cereales desde Alejandría y que se dirigía a Italia. (Hch 25:6, 11, 12; 27:1, 5, 6.) Debido a que sufrieron un naufragio durante la travesía, tuvieron que pasar el invierno en la isla de Malta. Probablemente en la primavera del año 59 E.C., Pablo pisó por primera vez suelo italiano en Regio, en la “punta de la bota” de Italia, y poco después desembarcó en Puteoli, en la bahía de Pozzuoli (Nápoles). En este lugar, a unos 160 Km. al S. de Roma, Pablo permaneció durante una semana con la congregación local antes de subir a Roma por la ruta de la vía Apia, donde los hermanos de Roma salieron a su encuentro, concretamente en “la Plaza del Mercado de Apio y las Tres Tabernas”. (Hch 28:11-16.) Es probable que el apóstol Pablo escribiera la carta a los Hebreos durante su estancia en Italia, hacia el final de su primer encarcelamiento en Roma o poco después de su liberación, aproximadamente en el año 61 E.C. (Heb 13:24.)
Ciudad con poblaciones dependientes. Debió edificarla el benjamita Sémed, ‘hijo’ de Elpaal. (1Cr 8:1, 12.) Cuando los judíos regresaron del exilio en Babilonia, Lod fue uno de los asentamientos más occidentales. (Esd 2:33; Ne 7:37; 11:35.) El-Ludd (la moderna Lod) está situada en el extremo S. de la fértil llanura de Sarón, a unos 18 Km. al SE. de Jope. En la antigüedad estuvo ubicada en la intersección de lo que debieron ser las rutas principales que enlazaban Egipto con Babilonia y Jope con Jerusalén. Esta posición estratégica hizo que durante nuestra era la ciudad estuviera expuesta a los saqueos de los ejércitos romanos, sarracenos, cruzados y mongoles.
Se cree que Lida y Lod se refieren al mismo lugar. (1Cr 8:12.) En este lugar Pedro sanó a un paralítico llamado Eneas, un milagro que hizo que muchos de los habitantes de los alrededores aceptaran el cristianismo. (Hch 9:32-35, 38.)
Lugar próximo al mar de Galilea al que Jesús se retiró tras alimentar milagrosamente a unos 4.000 varones. (Mt 15:39; manuscritos más recientes leen “Magdala”.) Según los mejores manuscritos en griego, Marcos (8:10) llamó a la misma región “Dalmanuta”.
En la actualidad no se conoce ningún lugar llamado Magadán en los contornos del mar de Galilea. No obstante, algunos eruditos opinan que es el mismo lugar que Magdala. Esta teoría se apoya en que en arameo la l con frecuencia reemplaza a la n de las palabras hebreas, de modo que Magadán podría haber derivado en el nombre Magdala. Otros opinan que la grafía Magdala se introdujo en las copias más recientes del texto griego para intentar vincularla a la moderna Majdal.
Se considera que Magdala (posiblemente Magadán) es Khirbet Majdal (Migdal), que está a unos 6 Km. al NNO. de Tiberíades, a orillas del mar de Galilea. Como este lugar está en la encrucijada de la carretera que va desde Tiberíades a lo largo del mar de Galilea y la que baja desde las montañas occidentales, ocupaba una posición estratégica. Las ruinas de una torre relativamente reciente indican que en otro tiempo Majdal defendía el acceso meridional a la llanura de Genesaret. Tanto Majdal como Magdala (una forma del hebreo migh·dál) significan “torre”. Por lo general se opina que este fue el lugar de residencia de María Magdalena.
Una de las ciudades más importantes de la Tierra Prometida, situada a unos 90 Km. al N. de Jerusalén y a unos 31 Km. al SE. de la moderna Haifa. Ocupaba un terreno de algo más de 4 Ha. sobre un montículo conocido en la actualidad como Tell el-Mutesellim (Tel Megiddo) y que se eleva casi 21 m. por encima del valle en el que se encuentra. (GRABADOS y MAPA, vol. 1, pág. 953.)
Ubicación estratégica. Situada en este lugar estratégico que domina la fértil sección occidental del valle de Jezreel (la llanura de Esdrelón, conocida también como “la llanura-valle de Meguidó”, 2Cr 35:22; Zac 12:11), controlaba fácilmente las importantes rutas comerciales y militares que allí se cruzaban. Tanto en la historia bíblica como extrabíblica se habla de las muchas batallas decisivas que se libraron cerca de Meguidó debido a su posición dominante. En las proximidades de este lugar, “junto a las aguas de Meguidó”, el juez Barac derrotó a las poderosas fuerzas de Jabín mandadas por Sísara, unas fuerzas que contaban con 900 carros equipados con hoces de hierro. (Jue 4:7, 13-16; 5:19.) En Meguidó murió el rey Ocozías de Judá después de haber sido herido mortalmente cerca de Ibleam por órdenes de Jehú. (2Re 9:27.) En esta misma ubicación encontró la muerte el rey Josías de Judá cuando salió al paso del ejército egipcio del faraón Nekoh, que se dirigía al río Éufrates para ayudar a los asirios. (2Re 23:29, 30; 2Cr 35:22.)
Como muestran las excavaciones arqueológicas, en diversas ocasiones durante su larga historia Meguidó estuvo bien fortificada. En las excavaciones allí efectuadas se han encontrado ruinas que muestran que en un tiempo los muros tenían un grosor de 4 a 5 m., y que fueron ensanchados hasta sobrepasar los 7,5 m. de espesor. Algunas secciones aún medían más de 3 m. de altura cuando se desenterraron.
Historia. La primera vez que se menciona a Meguidó se da el nombre de su rey junto con los de los otros 30 reyes a los que derrotó Josué en la conquista inicial de la Tierra Prometida. (Jos 12:7, 8, 21, 24.) En el reparto de la tierra, Meguidó y sus pueblos dependientes se convirtieron en un enclave que pertenecía a la tribu de Manasés, pese a estar situado en el territorio de Isacar. (Jos 17:11; 1Cr 7:29.) Sin embargo, durante el período de los jueces, Manasés no logró expulsar a los cananeos de esta fortaleza. Todo lo que consiguió, después que el poderío de Israel aumentó, fue someter a los habitantes de esta ciudad a trabajos forzados. (Jue 1:27, 28.)
Durante el reinado de David, cuando las fronteras del reino se extendieron hasta sus límites máximos, se logró someter a todos los cananeos que se hallaban dentro de la Tierra Prometida, incluso los que se encontraban en Meguidó. Por tanto Salomón pudo incluir a Meguidó en el quinto de los distritos creados para abastecer de alimentos a la casa real un mes al año. (1Re 4:7, 8, 12.)
Salomón también fortificó Meguidó, y puede que fuese una de sus ciudades de carros en las que albergaba parte de sus 12.000 corceles. (1Re 9:15-19; 10:26.) En Meguidó los arqueólogos han encontrado restos extensos de lo que algunos eruditos, aunque no todos, creen que eran cuadras con capacidad para 450 caballos. Al principio se atribuyeron estas construcciones al tiempo de Salomón, pero muchos arqueólogos posteriores creen que son más recientes, posiblemente de los días de Acab.
La profecía de Zacarías (12:11) habla de un ‘gran plañido’ que ocurrió “en la llanura-valle de Meguidó”, plañido que tal vez haga referencia al lamento por el rey Josías, quien murió allí en una batalla. (2Re 23:29, 30.) Hay una pequeña diferencia en la grafía hebrea de Meguidó en este texto de Zacarías. En vez de la grafía hebrea convencional Meghid·dóh, utiliza la forma prolongada Meghid·dóhn, similar a la que se halla en Apocalipsis 16:16.
VALLE CENTRAL DE ESTE A OESTE. En realidad el valle central de este a oeste se compone de dos partes, la llanura-valle de Meguidó, o Esdrelón, al oeste, y la llanura baja de Jezreel al este. (2 Cró. 35:22; Jue. 6:33.) Todo este valle central facilitaba el viaje a través del país desde el valle de la grieta del Jordán hasta la costa del Mediterráneo, y llegó a ser una importante ruta comercial. El valle torrencial de Cisón desagua en la llanura de Meguidó, y luego las aguas fluyen por un desfiladero angosto entre el monte Carmelo y las colinas de Galilea y entran en la llanura de Aser, y de allí pasan al Mediterráneo. Esta moderada corriente de agua casi se seca durante los meses del verano, pero en otras estaciones se convierte en un torrente. (Jue. 5:21.)
Aguas de la llanura baja de Jezreel descienden por el sudeste hacia el Jordán. Este valle angosto, la llanura de Jezreel, mide unos 3,2 kilómetros (2 millas) de ancho y abarca una distancia de casi 19 kilómetros (12 millas). La elevación empieza a más de 90 metros (300 pies), y luego desciende constantemente hasta unos 120 metros (390 pies) bajo el nivel del mar cerca de Bet-seán. Todo el valle central es muy fértil, y la sección de Jezreel es una de las partes más ricas de todo el país. Jezreel mismo significa “Dios Sembrará Semilla”. (Ose. 2:22.) Las Escrituras hablan de la agradabilidad y belleza de este distrito. (Gén. 49:15.) Tanto Meguidó como Jezreel fueron estratégicas en las batallas que pelearon Israel y las naciones circunvecinas, y fue aquí donde pelearon Barac, Gedeón, el rey Saúl y Jehú. (Jue. 5:19-21; 7:12; 1 Sam. 29:1; 31:1, 7; 2 Rey. 9:27.)
[Fotografía en la página 358]
Puerta de Meguidó. Al igual que las de Hazor y Guézer pertenece a la época de Salomón
Límite meridional del territorio de Israel que Ezequiel vio en su visión. (Eze 47:13, 19; 48:28.) El nombre alude a la ocasión en la que los israelitas disputaron con Jehová junto a “las aguas de Meribá” mientras moraban en Qadés. (Nú 20:1-13; véanse MERIBÁ núm. 2; QADÉS, QADÉS-BARNEA.)
Término que los griegos aplicaron a la extensión de terreno situada entre los ríos Tigris y Éufrates. Es posible que corresponda a la designación hebrea Aram-naharaim (Sl 60, encab.), cuyo significado es parecido. De hecho, los traductores de la Septuaginta griega por lo general tradujeron “Aram-naharaim” por “Mesopotamia”.
El significado del término “Mesopotamia” varía tanto en el lenguaje antiguo como en el moderno. En sentido lato, abarca básicamente toda la región situada entre el Tigris y el Éufrates, y se extiende desde el golfo Pérsico, al S., hasta las montañas de Turquía e Irán, al N. Por tanto, comprendería la llanura aluvial de la antigua Babilonia, que se extiende unos 400 Km. hacia el S. de Bagdad. No obstante, en sentido estricto Mesopotamia excluye Babilonia, y solo denomina a la región que queda al N., una meseta baja, ondulada y rocosa que tiene numerosas cuencas cerradas.
En Hechos 7:2 se ve el amplio sentido que se daba a esa designación en el siglo I E.C., pues Esteban dijo que Abrahán residía en “Mesopotamia” mientras aún estaba en Ur, una ciudad de Babilonia. No obstante, no es posible determinar con seguridad si la palabra hebrea “Aram-naharaim” incluye también Babilonia. En los casos en que ha sido posible delimitar la extensión geográfica general que aparece en las Escrituras Hebreas con la designación “Aram-naharaim” (Mesopotamia), esta abarca la zona que está al N. de Harán (Gé 24:2-4, 10) o la región montañosa que queda al N. de Petor. (Dt 23:4; compárese con Nú 23:7.) Aunque no se sabe con certeza cuál era la extensión de la zona controlada por el rey Cusán-risataim de Mesopotamia (el opresor de Israel en el tiempo del juez Otniel), es probable que la sede de su gobierno también estuviese al N. (Jue 3:8-10; véase CUSÁN-RISATAIM.) Es probable que el rey ammonita Hanún alquilara carros y jinetes en esa zona N. de Mesopotamia para luchar contra el rey David. (1Cr 19:6, 7.)
Entre los judíos y prosélitos que acudieron a Jerusalén para la fiesta del Pentecostés en 33 E.C., había habitantes de Mesopotamia. (Hch 2:1, 2, 9.) Algunos de ellos quizás procedían del S. de Mesopotamia, es decir, de Babilonia. A este respecto es digno de nota que el historiador Josefo dijo que en el siglo I a. E.C. “había muchos judíos” en Babilonia. (Antigüedades Judías, libro XV, cap. II, sec. 2.)
LA PRESENCIA JUDÍA EN MESOPOTAMIA Y EGIPTO
El historiador Emil Schürer señala que “en Mesopotamia, Media y Babilonia residían los descendientes de los miembros del reino de diez tribus [de Israel] y del reino de Judá que habían sido deportados allí por los asirios y babilonios”. Según Esdras 2:64, solo regresaron del exilio en Babilonia 42.360 varones israelitas, más sus respectivas esposas e hijos. Este retorno tuvo lugar en el año 537 antes de nuestra era. Para el siglo I de la era cristiana, Flavio Josefo comentó que había decenas de miles de judíos que “vivían en la región de Babilonia”. Y fue en el seno de estas comunidades, entre los siglos III y V, donde se gestó la obra conocida como el Talmud de Babilonia. En lo que a Egipto se refiere, está documentada la presencia hebrea al menos unos seiscientos años antes de Cristo. Para entonces, Jeremías dirigió un mensaje a los judíos que vivían en diversas localidades de Egipto, entre ellas Menfis (Jer. 44:1, nota). Posteriormente, durante el período helenístico, es probable que llegaran más al país en una migración masiva. De hecho, Josefo indica que sus compatriotas figuraron entre los primeros pobladores de Alejandría. Con el tiempo se les concedió toda una sección de esta ciudad. Y ya en el siglo I de nuestra era, otro historiador judío, Filón, indicó que un millón de israelitas tenían su domicilio en Egipto, “desde la pendiente de Libia hasta los límites de Etiopía”. | |
Ciudad situada en la costa occidental de la isla de Chipre. Después de atravesar la isla con Bernabé y Juan Marcos, fue aquí donde Pablo encontró al hechicero Bar-Jesús (Elimas), quien se opuso a la predicación de Pablo al procónsul Sergio Paulo. Por esta razón, Pablo lo cegó temporalmente de manera milagrosa, y al ser testigo de este acto, Sergio Paulo se convirtió al cristianismo. (Hch 13:6-13.)
Dos ciudades chipriotas han llevado el nombre Pafos: “Antigua Pafos” y “Nueva Pafos”. Nueva Pafos, la ciudad a la que se alude en el relato de Hechos, era la capital de la provincia senatorial de Chipre cuando Pablo visitó la isla durante su primera gira misional. Se cree que las ruinas del antiguo puerto marítimo de Bafo, que se hallan aproximadamente a 1,5 Km. al S. de la moderna Ktima, pertenecen a esta ciudad. Su puerto natural —que sirvió de base naval en las épocas griega y romana— debió ser el lugar desde donde el apóstol Pablo y sus compañeros partieron en dirección NNO. hacia Perga (Asia Menor). Todavía permanecen algunos muelles del puerto de Bafo, así como la muralla de la ciudad y los restos de diversos edificios públicos y privados.
Pablo y Bernabé volvieron a visitarla alrededor del año 49 E.C. (Hch 15:36-39.)
Pequeña provincia romana de la costa S. de Asia Menor que Pablo visitó durante su primera gira misional. Aunque puede que el tamaño de la provincia haya variado con el transcurso de los años, normalmente se cree que era una franja de terreno a lo largo de la costa, de unos 120 Km. de largo y hasta unos 50 Km. de ancho. Al O. limitaba con la provincia de Licia; al N., con la provincia romana de Galacia, y al E., con el reino de Antíoco. Aunque su clima era cálido y tropical en la costa, se iba moderando según se avanzaba hacia las alturas de los montes Tauro.
Se cree que los habitantes provenían de la mezcla de una tribu nativa con los griegos; incluso hay quien opina que el nombre Panfilia comunica la idea de “compuesta de tribus o especies de toda clase”. (Diccionario griego-español, de Florencio I. Sebastián Yarza, Barcelona, 1984, pág. 547, voz τταμφυλος.) En esa región vivían judíos o prosélitos, pues en el Pentecostés de 33 E.C. hubo personas de Panfilia en Jerusalén, y se asombraron cuando oyeron a los discípulos hablar en su “propio lenguaje”. (Hch 2:6, 10.)
En la costa y sus alrededores se encontraban gran número de ciudades importantes, como la ciudad portuaria de Atalia; Perga, a orillas del río Cestro (Aksu), y Side, donde existía un mercado de esclavos y los piratas de la costa vendían su botín. Desde Pafos (Chipre), Pablo, Bernabé y Juan Marcos navegaron en dirección NO., “y llegaron a Perga de Panfilia”. No se sabe con certeza si arribaron a Atalia y luego viajaron por tierra unos kilómetros hasta Perga, o si fueron directamente a esta ciudad, pues se cree que en tiempos antiguos el Cestro era navegable, al menos hasta Perga. En este lugar Juan Marcos se separó de los demás y regresó a Jerusalén, mientras que Pablo y Bernabé se dirigieron hacia el N., a Antioquía de Pisidia (en la provincia de Galacia), a través de las montañas (Hch 13:13, 14; 15:38; 27:5), ruta célebre por su bandidaje. (Compárese con 2Co 11:26.) En el viaje de regreso, estos dos cristianos pasaron por Panfilia y llegaron a Perga, donde se quedaron a predicar. Después fueron al puerto de Atalia y embarcaron hacia Antioquía de Siria. (Hch 14:24-26.)
En el transcurso de los años, Panfilia estuvo bajo la dominación de Lidia, Persia, Macedonia y Roma. Durante la época romana, en varias ocasiones estuvo unida a la provincia de Cilicia (al E.), después a la de Galacia y finalmente a la de Licia. (Hch 13:13; 16:6; 27:5.)
Entre los que asistieron a la fiesta del Pentecostés en Jerusalén en el año 33 E.C., se menciona en primer lugar a los judíos y a los prosélitos de Partia. El espíritu santo de Dios que se derramó sobre unos 120 discípulos cristianos los capacitó para proclamar las buenas nuevas en la lengua o dialecto de aquellos partos, algunos de los cuales sin duda respondieron de manera favorable, se hicieron cristianos y, probablemente, esparcieron el mensaje entre su propio pueblo una vez que regresaron a Partia. (Hch 1:15; 2:1, 4-12, 37-47.) Los judíos naturales de Partia eran parte de la Diáspora y los “prosélitos” (Hch 2:10) eran gentiles que se habían convertido al judaísmo.
El Imperio parto era originario del SE. del mar Caspio, pero con el tiempo se extendió desde el Éufrates hasta la India. Los partos estuvieron sometidos a los persas desde la época del rey Ciro. Después cayeron bajo la dominación griega, pero se rebelaron contra los sucesores de Alejandro Magno y consiguieron mantener su independencia por varios siglos, incluso de la misma Roma. Posteriormente, ocuparon Judea durante varios años, hasta que los romanos la conquistaron. Los partos todavía eran una nación independiente en el siglo I E.C. y, aunque practicaban la predominante religión de los persas, toleraban las religiones de los judíos y de otros pueblos.
Ciudad importante de la provincia romana de Panfilia. Se cree que las ruinas de la antigua Perga están cerca de la moderna aldea de Murtana, a unos 13 Km. de la costa S. de Asia Menor y a unos 8 Km. al O. del río Cestro (Aksu). Según el geógrafo griego Estrabón, antiguamente este río era navegable hasta Perga (Geografía, 14, IV, 2). Sin embargo, parece ser que la cercana Atalia, en la costa de Panfilia, sirvió de puerto para Perga y con el tiempo incluso la reemplazó en importancia. (Compárese con Hch 14:24-26.)
El apóstol Pablo y sus compañeros visitaron esta ciudad a principios de su primer viaje misional. (Hch 13:13.) Hacia el final del viaje ‘hablaron la palabra en Perga’, pero no se sabe si alguien aceptó el cristianismo en esa ciudad. (Hch 14:24, 25.)
1. Sarón - (Saronita) Llanura marítima situada entre la llanura de Dor (al S. del Carmelo) y la de Filistea. Desde su límite norteño, formado por el río Crocodilon (Nahr ez-Zerqa), Sarón se extiende hacia el S. por unos 60 Km. hasta la zona de Jope, y su anchura oscila entre 16 y 19 Km. A lo largo de la costa se hallan extensas dunas de arena. Esta región estaba cruzada por muchos caminos, por lo que antiguamente gozaba de considerable importancia militar y comercial.
Sarón se destacaba por su fertilidad (compárese con Isa 35:2), pues era una región bien regada por la que fluían varias corrientes de agua. Allí pacían rebaños y vacadas. (1Cr 27:29; compárese con Isa 65:10.) En un tiempo ocupaban la parte septentrional de Sarón grandes bosques de encinas, mientras que la parte meridional probablemente se dedicaba más al cultivo, como ocurre en la actualidad. Parece ser que gran parte de la región estaba desolada durante la invasión asiria en el siglo VIII a. E.C. (Isa 33:9.)
En El Cantar de los Cantares la sulamita se describe a sí misma como “un simple azafrán de la llanura costanera”, con lo que probablemente quería indicar que solo era como una flor común de entre las muchas que crecían en Sarón. (Can 2:1.)
En vista de la belleza proverbial de sus flores, es apropiado que se mencione a Sarón en la visión profética que tuvo Isaías sobre la restauración de la tierra de Israel. (Isa. 35:2) Esta es una zona fértil y bien regada. Es una llanura que varía de 16 a 19 kilómetros (10 a 12 millas) de ancho y se extiende por unos 64 kilómetros (40 millas) hacia el sur desde la franja costera de Dor. En tiempos de los hebreos crecían bosques de robles en la parte norte de Sarón. Muchos rebaños pacían allí después de haberse cortado el grano. Por eso se llamaba a este lugar las dehesas de Sarón. En el tiempo del rey David, el rey mantenía en Sarón sus vacadas. (1 Cró. 27:29.) Hoy hay extensas arboledas de cítricos en esta zona. ★Geografía de la Tierra Prometida - (it-1-Pg.335)
DEHESAS DE SARÓN,
En vista de la belleza proverbial de sus flores, es apropiado que se mencione a Sarón en la visión profética que tuvo Isaías sobre la restauración de la tierra de Israel. (Isa. 35:2.) Esta es una zona fértil y bien regada. Es una llanura que varía de 16 a 19 kilómetros (10 a 12 millas) de ancho y se extiende por unos 64 kilómetros (40 millas) hacia el sur desde la franja costera de Dor. En tiempos de los hebreos crecían bosques de robles en la parte norte de Sarón. Muchos rebaños pacían allí después de haberse cortado el grano. Por eso se llamaba a este lugar las dehesas de Sarón. En el tiempo del rey David, el rey mantenía en Sarón sus vacadas. (1 Cró. 27:29.) Hoy hay extensas arboledas de cítricos en esta zona.
★Saronita
(De [Perteneciente a] Sarón).
Habitante de la llanura de Sarón. A Sitrai, que estaba a cargo de los rebaños que David tenía en Sarón, se le llamaba saronita. (1 Cró. 27:29, 31.)
2. Sarón, Según 1 Crónicas 5:16, la tribu de Gad moraba en “Galaad, en Basán y en sus pueblos dependientes y en todas las dehesas de Sarón”. Algunos eruditos creen que esto significa que los gaditas llevaban a sus rebaños a pacer en las llanuras costeras de Sarón. Sin embargo, Gad recibió territorio al E. del Jordán, y tanto Galaad como Basán están en aquel lado. Por consiguiente, muchos concluyen que en el territorio de Gad también había una región llamada Sarón.
Ciudad fortificada del Mediterráneo que servía de puerto a Antioquía de Siria y se hallaba a unos 20 Km. al SO. de esa ciudad. Estas poblaciones estaban conectadas por una carretera; además, el río Orontes, que era navegable y fluía por las inmediaciones de Antioquía, desembocaba en el mar Mediterráneo a poca distancia al S. de Seleucia. Pablo y Bernabé zarparon de Seleucia al comienzo del primer viaje misional, cerca del año 47 E.C. (Hch 13:4.) Aunque después no se vuelve a mencionar esta ciudad en el relato de Hechos, es probable que en ella transcurriesen algunos de los acontecimientos registrados en este libro. (Hch 14:26; 15:30-41.) Para distinguir esta ciudad de otros lugares del antiguo Oriente Medio con nombres similares, a veces se la denomina Seleucia Pieria. Seleucia lindaba al N. con la ciudad moderna de Süveydiye, o Samandag (Turquía). El cieno procedente del río Orontes ha convertido el antiguo puerto de Seleucia en una zona pantanosa.
Al parecer se conocía por este nombre al brazo más oriental del río Nilo en la región del Delta. Las cuatro veces que aparece Sihor en el texto hebreo se relaciona con Egipto. (Jos 13:3 [“afluente del Nilo”]; 1Cr 13:5 [“río”]; Isa 23:3; Jer 2:18.) Algunos comentaristas lo relacionan con “el valle torrencial de Egipto” (Nú 34:5), que por lo general se identifica con Wadi el-`Arish, al SO. de Gaza. No obstante, según Jeremías 2:18 e Isaías 23:3, Sihor parece asociarse más bien con el país de Egipto y el Nilo. En particular el texto de Isaías, con su referencia a “la semilla de Sihor”, parece aplicar a una corriente que fluye con regularidad (na·hár) más bien que a la que lo hace a temporadas (ná·jal). Por estas razones, el Sihor, al menos en estos dos textos, suele identificarse con el brazo más oriental del Nilo (después que se divide en varios brazos al llegar a la región del Delta). Esta ubicación permite emplazar Sihor “enfrente de [es decir, en el E. o al E. de] Egipto”, como en Josué 13:3.
Este último texto, sin embargo, forma parte de la descripción de la tierra que los israelitas aún tenían que conquistar después de las primeras campañas comandadas por Josué, una tierra que se extendería hacia el N. “hasta llegar al punto de entrada de Hamat”. (Jos 13:1-6.) Los que sostienen la identificación con Wadi el-`Arish señalan que las demás referencias al territorio de la herencia de Israel fijan sus límites entre “el valle torrencial de Egipto” y “el punto de entrada de Hamat”. (Nú 34:2, 5, 7, 8.) No obstante, tanto la Traducción del Nuevo Mundo como la Revised Standard Version consideran que en Josué 13:3 la referencia al Sihor (“afluente del Nilo”, NM) forma parte de una expresión parentética de contenido histórico sobre el punto hacia el SO. hasta el que llegó a extenderse la tierra de los cananeos. Si se entiende así, en lugar de indicar el territorio que debía conquistarse, el texto solo expondría que aquel territorio, ocupado en un tiempo por los cananeos, llegaba hasta el límite oriental de Egipto.
De igual modo, se observa una correspondencia entre el hecho de que David congregase al pueblo de Israel desde Sihor (“el río de Egipto”, NM) hasta Hamat (cuando intentó llevar el arca del pacto a Jerusalén), y el que en el tiempo de Salomón el pueblo se congregase “desde el punto de entrada de Hamat hasta el valle torrencial de Egipto”. (1Cr 13:5; 1Re 8:65.) La explicación tal vez radique en que en este último caso (en el tiempo de Salomón), el relato menciona los límites reales del territorio habitado por los israelitas. La región comprendida entre Wadi el-`Arish y el brazo oriental del Nilo es esencialmente desierto y matorral, de modo que este uadi, o valle torrencial, delimitaba el territorio en el que residían los israelitas, mientras que en el caso anterior (en el tiempo de David), al parecer se incluía todo el territorio de actividad israelita, es decir, toda la región sobre la que David gobernó, que efectivamente llegaba hasta la frontera de Egipto.
Incluso antes de David, el rey Saúl persiguió a los amalequitas hasta Sur, “que está enfrente de Egipto” (1Sa 15:7), y se dice que el dominio que Salomón heredó de David llegaba “hasta el límite de Egipto”. (1Re 4:21.) Por ello, aunque el territorio que se asignó a las tribus de Israel no se extendía más allá del “Valle torrencial de Egipto”, no parece que este hecho contradiga la identificación del Sihor con un “afluente del Nilo” en Josué 13:3, y con “el río de Egipto” en 1 Crónicas 13:5.
La palabra “Sihor” no se menciona en Génesis 15:18, donde Jehová prometió darle a Abrahán la tierra que se extendía “desde el río de Egipto hasta el gran río, el río Éufrates”. De manera que también en este caso surge la duda en cuanto a si “el río [una forma de na·hár] de Egipto” se refiere a una sección del Nilo o al “valle torrencial [ná·jal] de Egipto”, Wadi el-`Arish. La respuesta depende de si Jehová estaba hablando del territorio asignado como herencia a las diferentes tribus o se refería a toda la región que dominaría el reino de Israel. En el primer caso, el texto aplicaría probablemente a Wadi el-`Arish, mientras que en el segundo aludiría al Sihor.
Río de Egipto. Jehová prometió que a la descendencia de Abrahán se le daría la tierra que iba “desde el río de Egipto” hasta el río Éufrates. (Gé 15:18.) Los comentaristas generalmente opinan que el “río de Egipto” es el “valle torrencial de Egipto”, identificado actualmente con Wadi el-`Arish, en la península del Sinaí, que desemboca en el mar Mediterráneo a unos 150 Km. al E. de Port Said. (Véase EGIPTO, VALLE TORRENCIAL DE.) En 1 Crónicas 13:5 ciertas traducciones leen “río [schi·jóhr] de Egipto” (NM), “río Sijor, de Egipto” (BR), “el río de Egipto, Syor llamado” (Alba) y “torrente de Egipto” (CB, EMN, FS); puede que con ello también se aluda a Wadi el-`Arish. Sin embargo, otra posibilidad es que ambos textos hagan referencia a un afluente del Nilo.
Ciudad principal y capital de la provincia romana de Cilicia; lugar de nacimiento del apóstol Pablo. (Hch 9:11; 22:3.) Aún se hallan ruinas de la ciudad antigua en la moderna población del mismo nombre, situada a unos 16 Km. de la desembocadura del río Cidno en el Mediterráneo oriental, a unos 130 Km. al N. del extremo oriental de la isla de Chipre.
Debido a la gran antigüedad de esta ciudad, nadie sabe quiénes fueron sus primeros pobladores ni cuándo se fundó. La primera mención histórica se remonta a la conquista asiria (nunca estuvo muy fortificada), y luego la mayor parte del tiempo fue una ciudad tributaria de las sucesivas potencias de Asiria, Persia y Grecia, de los reyes seléucidas y, finalmente, de Roma.
Tarso estaba situada en una fértil región costera donde se cultivaba lino, que sostenía florecientes industrias, como la textil y la de hacer tiendas de campaña. El tejido de pelo de cabra llamado “cilicio” también desempeñó un papel importante en la manufactura de tiendas. Sin embargo, un factor que contribuyó en gran manera a la fama y prosperidad de Tarso fue la situación estratégica de su excelente puerto, pues por allí pasaba una ruta comercial terrestre que originalmente iba desde Asiria y Babilonia, al E., hasta las regiones septentrionales y occidentales de Asia Menor, al O., pasando por las Puertas de Cilicia, una estrecha garganta en los montes Tauro que solo estaba a unos 50 Km. al N. de la ciudad.
Durante su historia, varias personalidades célebres visitaron Tarso: Julio César, Marco Antonio y Cleopatra, así como varios emperadores, y se sabe que Cicerón fue gobernador de la ciudad del año 51 al año 50 a. E.C. Tarso también era famosa en el siglo I E.C. como centro de estudios, y, como tal, incluso superaba en categoría a Atenas y Alejandría, según el geógrafo griego Estrabón. (Geografía, 14, V, 13.)
Por lo tanto, por estas varias razones, Pablo pudo muy bien llamar a Tarso una “ciudad no oscura”, cuando le decía a un comandante militar que era ciudadano de Tarso, y no egipcio. (Hch 21:37-39.)
En el transcurso de su ministerio, Pablo regresó de vez en cuando a Tarso, su ciudad natal (Hch 9:29, 30; 11:25, 26), y sin duda pasó por allí en algunos de sus viajes misionales. (Hch 15:23, 41; 18:22, 23.)
Foto: Calzada romana en Tarso
Tarso es la ciudad donde nació Saulo, más tarde conocido como el apóstol Pablo. Fue la ciudad más importante de la región de Cilicia, que estaba en la esquina sureste de Asia Menor y que hoy día forma parte de Turquía (Hch 9:11; 22:3). Era una ciudad comercial grande y próspera. Estaba estratégicamente ubicada en una importante ruta comercial que iba de este a oeste por tierra y atravesaba los montes Tauro y las Puertas de Cilicia (un estrecho paso entre montañas con espacio para un camino de carretas). La ciudad también tenía un puerto que conectaba el río Cidno con el mar Mediterráneo. Tarso fue un centro de la cultura griega y tenía una importante comunidad judía. En esta fotografía se ven algunos de los restos que se conservan hoy día en la población del mismo nombre, situada a unos 16 km (10 mi) de donde desemboca el río Cidno en el Mediterráneo. A lo largo de la historia, varios personajes famosos visitaron la ciudad, entre ellos Marco Antonio, Cleopatra y Julio César, además de otros emperadores. El escritor y político romano Cicerón fue gobernador de la ciudad entre los años 51 y 50 antes de nuestra era. Tarso fue un importante centro educativo en el siglo primero de nuestra era y, según el geógrafo griego Estrabón, llegó a superar a las mismísimas Atenas y Alejandría. Así que Pablo tenía motivos para describir a Tarso como “una ciudad nada insignificante” (Hch 21:39).
Versículo(s) relacionado(s): Hch 9:11; 21:39