Escrito por un anciano judío llamado Mardoqueo, el libro abarca un período de aproximadamente dieciocho años del reinado del rey persa Asuero, o Jerjes I. Esta emocionante historia muestra cómo Jehová salva a su pueblo de los malvados designios de sus enemigos, a pesar de que los judíos se hallaban dispersos por aquel vasto imperio. Conocer estos hechos fortalece en gran manera la fe de los siervos de Jehová de la actualidad, quienes le rinden servicio sagrado en 235 países. Además, en los personajes del libro de Ester encontramos ejemplos que debemos imitar y otros que queremos evitar. Sin duda, “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder” (Hebreos 4:12).
En el tercer año de su reinado (493 antes de nuestra era), Asuero celebra un banquete en su palacio. La reina Vasti, famosa por su belleza, pierde el favor del rey y es despojada de su título. Una judía de nombre Hadassá es elegida de entre todas las vírgenes hermosas del país para sustituirla. Obedeciendo las instrucciones de su primo Mardoqueo, ella oculta su nacionalidad judía y emplea su nombre persa, Ester.Con el tiempo, un hombre altivo llamado Hamán es elevado al cargo de primer ministro. Furioso porque Mardoqueo no ‘se inclina ni se postra’ ante él, trama un plan para acabar con todos los judíos del Imperio persa (Ester 3:2). Hamán convence a Asuero para que emita un decreto ordenando el exterminio. Mardoqueo se viste de “saco y ceniza” (Ester 4:1). Ha llegado el momento de que Ester intervenga. La reina organiza un banquete privado en honor del rey y el primer ministro, al que ellos asisten con gusto. Entonces, les pide que vuelvan al banquete que les preparará al otro día. Hamán se siente muy complacido. No obstante, se encoleriza cuando ve que Mardoqueo se niega a honrarlo, y hace planes para matarlo antes del banquete del día siguiente.
★Ester y Mardoqueo ante Asuero - (it-2-Pg.331)
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:3-5.
¿Duró la fiesta ciento ochenta días?
El texto no dice que el banquete durara todo ese tiempo, pero sí dice que el rey mostró a los oficiales las riquezas y el esplendor de su reino durante ciento ochenta días. Puede ser que el rey se valiera de este prolongado evento para hacer alarde de la gloria de su imperio a fin de impresionar a los nobles y convencerlos de su capacidad para llevar a cabo sus planes. Si este fue el caso, los versículos 3 y 5 pudieran referirse al banquete de siete días que se ofreció al final de la reunión de ciento ochenta días.
1:8.
¿En qué sentido “no había nadie que obligara” “en cuanto al tiempo de beber conforme a la ley”?.
En esta ocasión, el rey Asuero hizo una excepción a lo que, según parece, era la costumbre persa de animarse unos a otros a beber una cantidad determinada en tales reuniones. Por eso, durante este banquete, “podían beber tanto o tan poco como quisieran”, dice un comentario bíblico.
1:10.
¿Cómo debe considerar la cristiana las aptitudes o dones que Dios le ha dado?.
La mujer modesta que teme a Dios no trata ambiciosamente de autopromocionarse ni de competir con su esposo (Proverbios 16:18). No centra su realización personal en las metas seglares, sino que usa los dones que Dios le ha dado mayormente para servir a los demás: a su familia, a sus hermanos en la fe, a su prójimo y sobre todo a Jehová (Gálatas 6:10; Tito 2:3-5). Un ejemplo lo tenemos en la reina Ester, una mujer de hermosa apariencia, aunque también modesta y sumisa (Ester 2:13, 15). A diferencia de Vasti, la anterior esposa del rey, Ester respetó de corazón a su marido, el rey Asuero (Ester 1:10-12; 2:16, 17). También aceptó con respeto los consejos de su primo de más edad, Mardoqueo, aun después de ser reina. Pero tampoco fue una mujer de carácter débil. Con valor desenmascaró a Hamán, un hombre poderoso y despiadado que tramaba aniquilar a los judíos. Jehová usó a Ester de manera extraordinaria para preservar a su pueblo (Ester 3:8-4:17; 7:1-10; 9:13).
1:10-12.
¿Por qué se negó la reina Vasti a presentarse ante el rey?.
Algunos eruditos piensan que lo hizo para no rebajarse ante los invitados borrachos del rey. O tal vez esta reina de gran belleza externa no era realmente sumisa. Aunque la Biblia no explica el motivo, los sabios de la época vieron en el asunto un problema de desobediencia al esposo y consideraron que el mal ejemplo de Vasti influiría en todas las esposas de las provincias persas.
Tanto la palabra hebrea sa-rís como la griega eu-nóu-kjos aplican en su sentido literal al varón castrado. En las cortes reales estos hombres eran servidores o guardianes de la reina, del harén y de otras mujeres. (Est 2:3, 12-15; 4:4-6, 9.) Debido a su proximidad a la casa real, era frecuente que los eunucos con buenas aptitudes llegasen a puestos de alto rango. En sentido amplio, el término también aplicaba a cualquier oficial que tuviera deberes en la corte del rey, sin que esto significase que fuera eunuco en sentido literal.
Bajo el pacto de la Ley no se permitía que un eunuco llegara a ser parte de la congregación del pueblo de Dios. (Dt 23:1.) Por lo tanto, no hay indicios de que ningún israelita o residente forastero fuera hecho eunuco para servir en el palacio de los reyes israelitas. Bajo la Ley, los esclavos tenían que ser circuncidados, no castrados; sin embargo, la costumbre de las naciones paganas orientales era hacer eunucos a algunos de los niños capturados en la guerra.
Se llama eunuco al oficial de la corte que estaba a cargo del tesoro de la reina de Etiopía a quien predicó Felipe. Este funcionario real era un prosélito de la religión judía que había ido a Jerusalén a adorar a Dios. Pero como bajo la Ley no se aceptaba a personas castradas en la congregación de Israel, en este contexto el término eu-nóu-kjos no debe entenderse en sentido literal, sino como “oficial de la corte”. (Hch 8:26-39; Dt 23:1.) Ébed-mélec, el etíope que rescató al profeta Jeremías de su encierro en una cisterna, era un eunuco de la corte del rey Sedequías. En esta ocasión también parece que el término se emplea en su sentido frecuente de “oficial de la corte”. Ébed-mélec debe haber sido un hombre de autoridad, ya que intercedió ante el mismo rey Sedequías en favor de Jeremías y se le dio el mando sobre 30 hombres para poder rescatarlo. (Jer 38:7-13.) ★¿En qué tipo de vehículo estaba viajando el eunuco etíope cuando Felipe se le acercó? - (2-1-2024-Pg.19-Foto)
De manera consoladora, Jehová predijo que llegaría un tiempo en el que aceptaría a los eunucos como sus siervos, y si le obedecían, recibirían un nombre mejor que hijos e hijas. Con la abolición de la Ley por medio de Jesucristo, todas las personas que ejercían fe, podían llegar a ser hijos espirituales de Dios, prescindiendo de su posición o condición anterior. De este modo desaparecieron las diferencias debidas a factores carnales. (Isa 56:4, 5; Jn 1:12; 1Co 7:24; 2Co 5:16.)
En Mateo 19:12 Jesús habló de tres clases de eunucos, al decir: “Porque hay eunucos que nacieron así de la matriz de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho eunucos por causa del reino de los cielos. Quien pueda hacer lugar para ello, haga lugar para ello”. Los que “a sí mismos se han hecho eunucos” a causa del Reino son aquellos que ejercen autodominio para poder dedicarse por completo al servicio a Dios. El apóstol Pablo recomienda este derrotero como el “mejor” para los cristianos que no se han ‘encendido de pasión’, ya que pueden servir al Señor con más constancia y “sin distracción”. (1Co 7:9, 29-38.) Tales “eunucos” no son personas que se hayan castrado o emasculado, sino que, más bien, permanecen solteros voluntariamente. Por otra parte, la Biblia no recomienda ningún voto de celibato, y el ‘prohibir casarse’ se condena como una de las señales de la apostasía. De hecho, algunos de los apóstoles eran hombres casados. (1Ti 4:1-3; 1Co 9:5; Mt 8:14; Mr 1:30; Lu 4:38; véase OFICIAL DE LA CORTE.)
Hace milenios, los asirios confirieron a la castración un carácter punitivo. En Egipto, así mismo, era la pena prescrita para el adúltero. El ladrón de templos de la antigua Frisia (hoy parte de los Países Bajos) era emasculado antes de su ejecución.
En Roma se prohibió la castración durante el mandato de los césares Domiciano y Nerva (siglo I E.C.), aunque se reinstituyó en la etapa decadente del imperio. El rey anglosajón Alfredo el Grande (siglo IX) dispuso que se aplicara esta sanción al siervo que violase a una criada.
Los eunucos también fueron parte esencial de ciertos ritos. En el culto a la Ártemis efesina participaban eunucos y vírgenes, y en las ceremonias en honor de la Astarté siria de Hierápolis había hombres que, arrebatados de frenesí, se castraban a sí mismos y luego vestían siempre ropa de mujer.
“El castrador de otros o de sí mismo no es seguidor mío”, declaró Mahoma posteriormente. Pese a su prohibición, los eunucos fueron muy apreciados como esclavos en el mundo islámico, donde servían de guardianes de harenes y santuarios. Como consecuencia, se perpetuó el tráfico de estas personas. Los comerciantes esclavistas obtenían pingües ganancias con la venta de jóvenes de Sudán y los países vecinos del Norte de África.
En los albores del siglo XIX, Johann L. Burckhardt visitó el Alto Egipto, donde vio a eunucos jóvenes listos para ser vendidos como esclavos. La emasculación se practicaba en niños de 8 a 12 años. Los castradores eran dos monjes coptos. “Su oficio —comentó Burckhardt— era considerado execrable.”
Este relato suscita la pregunta: ¿hasta qué grado ha estado involucrada la cristiandad en esta práctica, y por qué motivos?
2:14-17.
¿Tuvo Ester relaciones sexuales inmorales con el rey?.
La respuesta es no. El relato dice que las mujeres que eran conducidas ante el rey regresaban por la mañana a la segunda casa, que estaba a cargo del eunuco del rey, “el guardián de las concubinas”. Las mujeres que pasaban la noche con el rey se convertían en sus concubinas, o esposas secundarias. Sin embargo, Ester no fue llevada a la casa de las concubinas después de presentarse ante el rey. Cuando estuvo ante Asuero, “el rey llegó a amar a Ester más que a todas las demás mujeres, de manera que ella se granjeó más favor y bondad amorosa ante él que todas las demás vírgenes” (Ester 2:17). ¿Cómo se granjeó ella el “favor y [la] bondad amorosa” de Asuero? De la misma manera como se había ganado a otras personas. “La joven fue grata a los ojos de [Hegai], de modo que se granjeó bondad amorosa ante él.” (Ester 2:8, 9.) Hegai la favoreció estrictamente por lo que observó en ella, es decir, su apariencia y sus buenas cualidades. De hecho, “Ester continuamente se granjeaba favor a los ojos de todos los que la veían” (Ester 2:15). De igual manera, el rey quedó impresionado por lo que vio en Ester y llegó a amarla.
2:19, 20.
¿Por qué estaba Mardoqueo “sentado en la puerta del rey”?.
Seguramente Mardoqueo era uno de los funcionarios del rey Asuero. Por lo general, tales hombres de autoridad se sentaban a la puerta, y esperaban para dar respuesta a alguna petición real. El puesto de Mardoqueo tuvo que haber sido de mucha responsabilidad. De otra manera, Hamán posiblemente hubiera podido despedirlo de inmediato. Por lo tanto, Mardoqueo estuvo en posición de enterarse de un complot para asesinar al rey y de hacerlo fracasar.
3:1.
¿El meditar en qué puede ayudar al pueblo de Jehová a aguantar persecución?.
Medite en la Palabra de Jehová, Sus tratos y Sus propósitos. Aunque se le prive de la Biblia y de publicaciones basadas en ésta, reflexione en la Palabra de Dios. Recuerde versículos y relatos bíblicos, y hágalo durante todo el día y durante noches de desvelo. (Compare con Salmo 77:2, 6, 11, 12.) Piense en los tratos maravillosos de Jehová con su pueblo perseguido u oprimido del pasado. Por ejemplo, reflexione sobre cómo Dios libró a los israelitas de la esclavitud egipcia, cómo sostuvo a Daniel y a sus tres compañeros hebreos durante sus pruebas, cómo conservó a salvo a los judíos en el tiempo de Mardoqueo y Ester, y cómo apoyó a los apóstoles y a otros cristianos primitivos durante los sufrimientos de éstos por causa de la justicia (Éxodo 12:1–15:21; Daniel 3:1-30; 6:1-28; Ester 3:1–9:32; Hechos 4:1–5:42; 12:1-17; 14:1-7, 19, 20; 16:16-40; 18:12-17; 19:23-41; 21:26–26:32). Además, piense en cómo Jehová ha apoyado a sus siervos del día moderno en los campos de concentración nazis, en prisiones comunistas, y así por el estilo. Al sufrir persecución, los adoradores de Jehová pueden sentir el apoyo de los “brazos eternos” de Dios. (Deuteronomio 33:27, An American Translation.)
3:2; 5:9.
¿Por qué se negó Mardoqueo a inclinarse ante Hamán?.
No estaba mal que los israelitas reconocieran la posición de una persona encumbrada postrándose ante esta. Sin embargo, había algo más implicado en el caso de Hamán. Este era agaguita, probablemente amalequita, y Jehová había predicho que Amaleq sería exterminado (Deuteronomio 25:19). Para Mardoqueo, inclinarse ante Hamán era un asunto de lealtad a Jehová, por lo que rehusó de plano hacerlo, indicando que era judío (Ester 3:3, 4).
Término que suele emplearse en las Escrituras con referencia a los residuos de los materiales quemados, frecuentemente con connotaciones simbólicas o figurativas. La palabra “cenizas” traduce dos términos hebreos. Uno de ellos (`é·fer, Nú 19:9) también se traduce “polvo”. (Mal 4:3.) Dé·schen, además de significar “cenizas grasosas”, también puede referirse a “grosura”. (Le 1:16; Isa 55:2.) El nombre griego spo·dós significa “ceniza” (Mt 11:21), mientras que el verbo te·fró·ö quiere decir “reducir a cenizas”. (2Pe 2:6.) A los residuos de una quema también se les llamaba polvo (`a·fár). (Nú 19:17; 2Re 23:4.)
Todos los días un sacerdote levita quitaba de sobre el altar las cenizas grasosas (dé·schen) de la quema de los sacrificios de animales y las llevaba “a un lugar limpio fuera del campamento”. (Le 6:9-11.) Según el capítulo 19 de Números, también se degollaba una vaca roja sana y sin defecto sobre la que no había venido ningún yugo y se la quemaba fuera del campamento. Las cenizas de esta “ofrenda por el pecado” se depositaban en un lugar limpio en el exterior del campamento (Nú 19:9), de modo que se conservaba una parte para mezclarla con agua y rociar a las personas o cosas inmundas que había que purificar. (Nú 19:17.) El apóstol Pablo habló de la limpieza figurativa de la carne por medio de ‘la ceniza [gr. spo·dós] de novilla’ para resaltar la limpieza, mucho más importante, de la “conciencia de obras muertas”, posible mediante “la sangre del Cristo”. (Heb 9:13, 14.)
Jeremías 31:40 habla de “la llanura baja de los cadáveres y de las cenizas grasosas [wehad·dé·schen]”, al parecer una parte del valle de los hijos de Hinón. Hasta tiempos relativamente recientes ha habido cerca del valle de Cedrón un montículo de cenizas, muy conocido en la zona. Se dice que tenía unos 150 m. de largo, 60 de ancho y 18 de profundidad, y hay quien considera que estaba relacionado con el lugar mencionado en Jeremías. Puede ser que se apartara una sección del valle de Hinón para arrojar las cenizas de los sacrificios quemados (Le 4:12) antes de que Josías hiciera inservible para adoración a Tófet, una parte de este valle. (2Re 23:10.) También es posible que se arrojaran a este valle los cadáveres de animales y criminales, y hasta cabe la posibilidad de que ese montículo contuviera las cenizas de seres humanos sacrificados en ritos religiosos falsos. (Jer 32:35.)
Era costumbre en tiempos bíblicos quemar las ciudades conquistadas, de modo que ‘reducir un lugar a cenizas’ hacía referencia a su destrucción completa, como se muestra en los casos de Tiro, Sodoma y Gomorra. (Eze 28:18; 2Pe 2:6.)
Con las cenizas también se representó lo insignificante o sin valor. Abrahán reconoció ante Jehová que era “polvo y ceniza” (Gé 18:27; véase también Isa 44:20; Job 30:19), y Job comparó los dichos de sus falsos consoladores a “proverbios de ceniza”. (Job 13:12.)
En tiempos bíblicos era costumbre sentarse sobre ceniza o arrojársela encima como símbolo de duelo, humillación y arrepentimiento. (Est 4:1-3; Jer 6:26; 2Sa 13:19.) La miseria y la aflicción profundas se relacionan con ‘comer ceniza’ (Sl 102:9), y Job, afligido, se sentó “en medio de ceniza”. (Job 2:8.)
¿Por qué existía la costumbre de ponerse saco y ceniza? En tiempos precristianos el saco y las cenizas a veces se asociaban con ayuno, llanto o pesar con relación a otros desastres, que no eran la muerte. (2 Sam. 14:2; Est 4:1, 3; Isa 58:5; Eze 27:30, 31; Da 9:3.) Un ejemplo de humillación y arrepentimiento colectivos es el caso de Nínive en el tiempo de Jonás, cuando incluso su rey “se cubrió de saco y se sentó en las cenizas”. (Jon 3:5, 6.) Jesús habló de arrepentirse en saco y ceniza (Mt 11:21), y Job respondió contristado a Jehová: “Me arrepiento en polvo y ceniza”. (Job 42:6.)
Durante los setenta años de desolación de Judá, los judíos que estaban en Babilonia se lamentaron de Sión, o Jerusalén, y su templo. Pero mediante Isaías se les dio la seguridad de que por el poder del espíritu de Jehová se tomaría acción “para hacer la asignación a los que están de duelo por Sión, para darles una prenda de adorno para la cabeza en vez de cenizas”. Jesucristo se aplicó a sí mismo el pasaje de Isaías 61:1-3, presentándose como el Libertador mesiánico al que se utilizaría para traer liberación de una desolación y un duelo espirituales mayores. (Lu 4:16-21.) También se predijo que los inicuos llegarían a ser para los justos como polvo, cenizas pulverizadas. Malaquías escribió: “‘Y ustedes ciertamente pisotearán a los inicuos, porque ellos llegarán a ser como polvo [`é-fer] debajo de las plantas de sus pies el día en que voy a actuar’, ha dicho Jehová de los ejércitos”. (Mal 4:3.)
Palabra derivada del hebreo saq, que hace referencia a una tela basta que se utilizaba para confeccionar sacos o talegos como los que se utilizan para el grano. Generalmente se tejía con pelo de cabra de color oscuro. (Apo 6:12; Isa 50:3.) La misma palabra hebrea para “saco” se emplea también para referirse a los talegos que se confeccionaban con este tipo de tela. (Gé 42:25; Jos 9:4.)
Era la prenda tradicional de duelo. La primera vez que leemos acerca de su uso es cuando Jacob estaba de duelo porque creía que su hijo José había muerto y se ciñó las caderas de saco. (Gé 37:34; 2Sa 3:31.) En algunos casos, los que estaban de duelo se sentaban o dormían sobre saco. (2Sa 21:10; Isa 58:5; Joe 1:13.) Los siervos de Ben-hadad llevaban saco sobre las caderas y sogas sobre la cabeza cuando suplicaron por la vida de su rey delante de Acab. (1Re 20:31, 32.) Solía llevarse directamente sobre la piel y a veces con otras vestiduras encima (Job 16:15; Isa 32:11; 1Re 21:27; 2Re 6:30), mientras que en otros casos puede que posiblemente haya estado “ceñido” sobre la ropa interior. (Eze 7:18; Joe 1:8.)
Como resultado de la predicación de Jonás, el rey de Nínive emitió el decreto de que no solo deberían seguir su ejemplo de ponerse saco todas las personas de la ciudad, sino que incluso los ‘animales domésticos’ deberían cubrirse con él. (Jon 3:6-8.)
Los profetas hebreos llevaban saco ocasionalmente cuando tenían que comunicar mensajes de advertencia y hacer llamadas al arrepentimiento, o cuando oraban con expresiones de arrepentimiento a favor del pueblo. (Isa 20:2; Da 9:3; compárese con Apo 11:3.) Lo llevaban tanto el rey como el pueblo en momentos de gran crisis o al recibir noticias calamitosas. (2Re 19:1; Isa 15:3; 22:12.)
★Tela de saco. Tejido de arpillera muy áspero usado para hacer sacos o costales, como los que se usan para guardar cereales. Solía tejerse con pelo oscuro de cabra y se usaba para la ropa tradicional de duelo (Gé 37:34; Lu 10:13).
4:3.
¿Por qué ayunaron Mardoqueo y los judíos?.
Debido a que se acercaba una calamidad nacional, era tiempo de pensamientos graves y sombríos. (Eclesiastés 3:4.) Necesitaban urgentemente la guía divina. El ayuno indicaba que se dirigían a Jehová por la fortaleza y sabiduría que les hacía falta. Cuando usted se enfrenta a pruebas, ¿se dirige a Dios en oración también? (Hebreos 5:7.)
Abstinencia de todo alimento durante un período limitado. Los ayunos hechos con el motivo correcto mostrarían tristeza piadosa y arrepentimiento de los pecados cometidos. (1Sa 7:6; Joe 2:12-15; Jon 3:5.) También era apropiado ayunar al tener que hacer frente a un gran peligro, al encontrarse ante una necesidad extrema de conseguir guía divina, al soportar pruebas y estar ante tentaciones, o al estudiar, meditar o concentrarse en los propósitos de Dios. (2Cr 20:3; Esd 8:21; Est 4:3, 16; Mt 4:1, 2.) El ayuno no era un castigo voluntario, sino una manera de humillarse delante de Jehová. (Esd 8:21; 9:5; compárese con 1Re 21:27-29.) Jesús ayunó cuarenta días, como lo hicieron Moisés y Elías, los dos profetas que aparecieron en una visión con él en la transfiguración. (Mt 17:1-9; Éx 34:28; Dt 9:9; 1Re 19:7, 8.)
La ley mosaica no usa el término “ayunar”, pero manda lo siguiente en conexión con el Día de Expiación: “Deben afligir sus almas” (Le 16:29-31; 23:27; Nú 29:7), una expresión que por lo general significa ayunar, como se muestra en Isaías 58:3, 5 y en el Salmo 35:13.
El capítulo 58 de Isaías tiene que ver con un período de tiempo en el que los pecados de los judíos llegaron a ser muy graves, y aunque dieron la impresión de adorar a Jehová, no se arrepintieron con sinceridad de sus pecados, sino que tan solo se limitaron a rendirle servicio de boca y a actos religiosos por mera ostentación. Uno de ellos fue el ayuno, acto mediante el que pensaron que se atraerían la atención y el favor divinos. Al fallarles este recurso, inquirieron de Dios con aparente perplejidad: “¿Por qué razón ayunamos y tú no viste, y nos afligimos el alma y tú no notabas?”. Jehová les dijo por qué: durante sus ayunos, mientras imploraban que Dios los juzgase con justicia y se comportaban como si fuesen justos, solo buscaban satisfacerse a sí mismos y sus propios intereses, participando en contiendas, opresión y violencia; no había en ellos el más mínimo vestigio del pesar piadoso y el arrepentimiento que implicaba el ayuno sincero. Su ayuno no hacía llegar hasta el cielo sus súplicas, pero sus teatrales lamentos eran ruidosos. Jehová condenó sus gestos hipócritas, al decirles: “¿Debe el ayuno que yo escoja llegar a ser como este, como día en que el hombre terrestre se aflija el alma? ¿Para inclinar su cabeza justamente como un junco, y para que extienda mera tela de saco y cenizas como su lecho? ¿Es esto lo que tú llamas un ayuno y un día acepto a Jehová?”. (Isa 58:1-5.)
Para que el ayuno fuese aceptable, era necesario corregir a su vez los pecados cometidos. Por medio de su profeta Isaías, Jehová hizo saber lo que Él en realidad consideraba un ayuno, al decir: “¿No es este el ayuno que yo escojo? ¿El desatar los grilletes de la iniquidad, soltar las ataduras de la vara que sirve de yugo, y despachar libres a los aplastados, y que ustedes rompan en dos toda vara que sirve de yugo? ¿No es el repartir tu pan al hambriento, e introducir en tu casa a los afligidos, que no tienen hogar? ¿Que, en caso de que veas a alguien desnudo, de veras lo cubras, y que no te escondas de tu propia carne?”. (Isa 58:6, 7.)
Los cuatro ayunos anuales de los judíos.
Los judíos establecieron muchos ayunos, y en un tiempo llegaron a guardar cuatro ayunos anuales, seguramente para señalar los sucesos calamitosos relacionados con el sitio y la desolación de Jerusalén ocurridos en el siglo VII a. E.C. (Zac 8:19.) Los cuatro ayunos anuales eran:
1) El “ayuno del cuarto mes”, que por lo visto conmemoraba la irrupción de los babilonios a través de los muros de Jerusalén el 9 de Tamuz de 607 a. E.C. (2Re 25:2-4; Jer 52:5-7.)
2) El “ayuno del quinto mes”, Ab, que por coincidir con el mes en que se destruyó el templo, debió ser en recordatorio de ese suceso. (2Re 25:8, 9; Jer 52:12, 13.)
3) El “ayuno del séptimo mes” posiblemente fuese un recordatorio triste de la muerte de Guedalías o de la desolación completa de la tierra ocurrida tras el asesinato del mencionado gobernante, cuando los judíos que quedaban bajaron a Egipto por temor a los babilonios. (2Re 25:22-26.)
4) El “ayuno del décimo mes” tal vez haya estado relacionado con el tiempo en que los judíos cautivos en Babilonia recibieron la triste noticia de la caída de Jerusalén (compárese con Eze 33:21), o quizás haya conmemorado el comienzo del sitio que Nabucodonosor puso a Jerusalén el día diez de ese mes, del año 609 a. E.C. (2Re 25:1; Jer 39:1; 52:4.)
Cuando ciertos judíos preguntaron: “¿Lloraré en el quinto mes, practicando una abstinencia, como lo he hecho estos, oh, cuántos años?”, Jehová contestó por medio de Zacarías: “Cuando ustedes ayunaron [...] por setenta años, ¿ayunaron realmente para mí, hasta para mí?”. Así Dios demostró que el verdadero ayuno requería obediencia y que lo que Él esperaba de ellos era veracidad, juicio justo, paz y un corazón sincero. De obrar así, en lugar de ayunar apesadumbrados y con la vista puesta en el pasado, podrían alborozarse y regocijarse en las épocas festivas por causa de las bendiciones que resultarían de la restauración de la adoración verdadera y la afluencia de personas que se sumarían al servicio de Jehová. (Zac 7:3-7; 8:16, 19, 23.)
El consejo cristiano acerca del ayuno. Cuando Jesús estuvo sobre la Tierra, dio las siguientes instrucciones a sus discípulos: “Cuando ayunen, dejen de ponerse de rostro triste como los hipócritas, porque ellos desfiguran su rostro para que a los hombres les parezca que ayunan. En verdad les digo: Ellos ya disfrutan de su galardón completo. Mas tú, cuando ayunes, úntate la cabeza con aceite y lávate el rostro, para que no les parezca a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará”. (Mt 6:16-18.) De esta forma aludió al ayuno carente de sinceridad que practicaban los fariseos, ayuno al que también hizo mención en otra de sus ilustraciones. (Lu 18:9-14.) Era costumbre de los fariseos ayunar dos veces por semana: el segundo y el quinto día. (Lu 18:12.) La Ley solo requería que se ayunara una vez al año. (Levítico 16:29.) Pero los fariseos iban al extremo en cuanto al ayuno. El fariseo de la ilustración ayunaba el segundo día de la semana porque, según se creía, en ese día Moisés subió al monte Sinaí, donde recibió las dos tablas del Testimonio. Se dice que bajó de la montaña el quinto día de la semana. (Éxodo 31:18; 32:15-20.) El fariseo dijo que ayunaba dos veces a la semana para probar su piedad. Pero esta ilustración debe llevarnos a ser humildes, y a no hacernos justos a nuestros propios ojos. (w89 15/11 25)
Pablo dice que la persona que ayunaba por mero formalismo era esclava de los decretos “no toques, ni gustes, ni palpes” propios de la Ley, y que “esas mismísimas cosas, en verdad, tienen una apariencia de sabiduría en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo; pero no son de valor alguno en combatir la satisfacción de la carne”. (Col 2:20-23.)
Algunas sectas de la cristiandad han impuesto a sus adeptos la práctica del ayuno, pero la Biblia no exige del cristiano que ayune. Cuando Jesús habló con sus discípulos sobre el ayuno en la ocasión ya mencionada (Mt 6:16-18), tanto él como ellos estaban bajo la ley mosaica y tenían que guardar el Día de Expiación y su correspondiente ayuno.
El texto de Mateo 17:21 que hace referencia al ayuno y que se halla en la Versión Valera (edición de 1868) no aparece en algunos de los manuscritos antiguos de más relevancia. La misma versión menciona el ayuno en Marcos 9:29, Hechos 10:30 y 1 Corintios 7:5, pero en ninguno de estos casos mencionan esta palabra los referidos manuscritos.
Algunos han interpretado Mateo 9:15 como un mandato para que los cristianos ayunen. En realidad, Jesús simplemente estaba enunciando lo que sucedería cuando muriera. Mientras estuviese con sus discípulos en la Tierra, no tendría sentido que ayunaran; sin embargo, a su muerte, entonces se lamentarían y ayunarían. No obstante, después de su resurrección, y en especial tras el maravilloso derramamiento del espíritu santo, ya no tendrían causa para ayunar en lamento. (Mr 2:18-20; Lu 5:33-35.) No hay duda de que los cristianos no estaban obligados a ayunar en el aniversario de la muerte del Señor, puesto que el apóstol Pablo, al corregir ciertos abusos relacionados con la práctica de cenar en el mismo lugar de reunión antes de la Cena del Señor, dijo: “Ciertamente ustedes sí tienen casas para comer y beber, ¿verdad? [...] Por consiguiente, hermanos míos, cuando se juntan para comerla [la Cena del Señor], espérense unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que no se junten para juicio”. (1Co 11:22, 33, 34.)
Si bien los cristianos primitivos no practicaron el ayuno como requisito religioso, sí ayunaban en ocasiones especiales. Por ejemplo, cuando se apartó a Bernabé y Pablo para la obra misional en Asia Menor, hubo ayuno y oración. También se ofrecieron oraciones “con ayunos” cuando se nombraron ancianos en una nueva congregación. (Hch 13:2, 3; 14:23.) Por consiguiente, los cristianos no están bajo el mandato de ayunar, pero tampoco se les prohíbe hacerlo. (Ro 14:5, 6.)
4:11.
¿Qué significa para usted la gobernación justa?.
Durante el reinado de Salomón, los súbditos sí tenían la oportunidad de comparecer ante el trono real para recibir fallos judiciales. Esto se deduce del hecho de que dos rameras pudieran comparecer ante él con su caso, y oírle pronunciar una sentencia justa aquel mismo día. (1 Rey. 3:16-27) ¡Qué diferente era este rey de los reyes persas de una época posterior! ¡Ni siquiera una reina podía presentarse sin invitación ante su esposo sin arriesgar la vida! (Est. 4:11) En la Tierra, aquél que es mayor que Salomón, Jesucristo, demostró muchas veces su vivo interés en la humanidad. Cuando vio las muchedumbres, “se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor.” (Mat. 9:36) Sí, ¡hasta dio su vida por la humanidad!—Mat. 20:28.
Bastón o vara que lleva un gobernante como distintivo de autoridad real. A veces el término “cetro” se usa en sentido figurado para representar reyes (Eze 19:10, 11, 14) o autoridad (Zac 10:11), en especial autoridad real.
En la antigua Persia se tenía que dar muerte a quien compareciera ante la presencia del monarca sin haber sido invitado, a menos que el rey extendiese el cetro de oro. (Est 4:11; 5:2; 8:4.)
Las palabras proféticas de Jacob: “El cetro no se apartará de Judá”, indicaban que el reino llegaría a ser posesión de la tribu de Judá y permanecería en ella hasta la llegada de Siló. (Gé 49:10; véase BASTÓN DE COMANDANTE.) Siglos más tarde, los babilonios, en calidad de “espada” ejecutora de Jehová, destruyeron el reino de Judá y tomaron cautivo a su rey. A este suceso aluden las palabras de Jehová mediante Ezequiel: “¡Una espada, una espada! Ha sido aguzada, y también está pulida. [...] ¿Rechaza el cetro de mi propio hijo, como hace con todo árbol? [...] Porque un exterminio se ha hecho, ¿y qué si rechaza también el cetro?”. (Eze 21:9, 10, 13.) Así, la “espada” trató al “cetro” de Judá de la dinastía davídica como a todo otro árbol que había de ser talado, es decir, como a otros reyes o reinos a los que ya había arruinado.
El Salmo segundo, profecía que Pedro aplicó a Jesucristo (Hch 4:25-27), mostró que el ungido de Jehová utilizaría un cetro de hierro para hacer pedazos a las naciones. (Sl 2:2, 6, 9; compárese con Apo 12:5; 19:15.) Como Jesucristo siempre usa su autoridad real de la manera correcta, su cetro es de rectitud. (Sl 45:6, 7; Heb 1:8, 9.)
En el Salmo 125:3 se dice que “el cetro de iniquidad no seguirá descansando sobre la suerte de los justos”. Estas palabras dan la seguridad de que los justos no serán oprimidos indefinidamente por quienes ejercen autoridad de manera inicua.
Vara larga que simbolizaba el derecho de un comandante a dictar órdenes. La expresión “bastón de comandante” aparece cuatro veces en la Traducción del Nuevo Mundo, y traduce el participio mejo-qéq, derivado de la raíz hebrea ja-qáq, que significa “inscribir” o “grabar”, y de ahí, “decretar” o “promulgar”. (Isa 30:8; Eze 4:1; Pr 8:27; Isa 10:1.) En tiempos antiguos, las leyes promulgadas se inscribían o grababan en tablillas de piedra o metal. La misma palabra hebrea puede aplicar también a un comandante que promulga decretos, a un “dador de estatutos”. (Dt 33:21.) Jehová es el legislador sin igual, el “Dador de Estatutos” supremo. (Isa 33:22.)
Cuando el gobernante estaba sentado, su largo bastón solía estar apoyado en el suelo y recostado en el doblez de su vestidura, entre sus rodillas. Este hecho esclarece la bendición de Jacob a Judá en su lecho de muerte: “El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de comandante de entre sus pies, hasta que venga Siló”. (Gé 49:10.) Aunque la Versión Valera ha vertido la palabra hebrea mejo-qéq como “legislador”, en este texto es más apropiado su otro significado: “bastón de comandante”, que recogen en sus obras los lexicógrafos modernos. (Lexicon in Veteris Testamenti Libros, de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 328; A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 349.) La mayoría de las traducciones entienden que en Génesis 49:10 se hace referencia a un objeto y no a una persona, por lo que han optado por expresiones como “bastón de mando” (BJ), “báculo de legislador” (MK) y “vara de gobernador” (Mod). Además, un bastón de cualquier tipo, un “bastón de comandante”, encaja bien con el concepto paralelo de “cetro” y con la frase “de entre sus pies”, que aparecen en el mismo versículo. Se encuentra un uso similar en Números 21:17, 18, donde se dice que se excava un pozo “con el bastón de comandante, con sus propios bastones”, aunque otra posible lectura de este pasaje es “con un comandante, con sus gobernantes”. En Génesis 49:10 cabe también la lectura “ni un comandante”, en vez de “ni el bastón de comandante”.
Ya que un cetro es un bastón o vara, algunos podrían llegar a la conclusión de que no hay diferencia entre el “cetro” y el “bastón de comandante” mencionados en Génesis 49:10. Sin embargo, parece ser que Jacob quiso hacer una distinción entre ambos. En la poesía hebrea se suelen emplear expresiones paralelas. Aunque estas expresiones son similares, después de un examen más minucioso es posible apreciar que en realidad cada una transmite una idea ligeramente distinta, lo que a menudo contribuye a entender mejor lo que se ha dicho. Parece ser que Jacob empleó este recurso poético al bendecir a sus hijos. Por ejemplo, declaró que Dan resultaría ser “serpiente a la orilla del camino, culebra cornuda a la orilla del sendero” (Gé 49:17), usando estas expresiones paralelas no en sentido peyorativo, sino con el fin de indicar que Dan sería un peligro para los enemigos de Israel.
Dios mismo dice: “Judá es mi bastón de comandante”. (Sl 60:7; 108:8.) Mientras que el “bastón de comandante” denota el poder de mando del caudillo que lo posee, el cetro indica la soberanía real o prerrogativas del monarca que lo sostiene. (Sl 45:6.) Por lo tanto, el uso de los términos “cetro” y “bastón de comandante” en Génesis 49:10 muestra que la autoridad y el poder residían en la tribu de Judá. Por otra parte, parece claro que la autoridad y la dominación de esta tribu irían más allá del simple ámbito nacional, ya que a Siló, descendiente de Judá, le ‘pertenecería la obediencia de los pueblos’, lo que da a entender autoridad y poder real sobre los pueblos. Cuando David, descendiente de Judá, llegó a ser rey de Israel, el cetro y el bastón de comandante pasaron a ser posesión de la tribu de Judá hasta la venida de Siló, el Mesías. (2Sa 7:8-16.) En efecto, Dios ha dado a este Siló venidero, Jesucristo, descendiente de Judá y de David, como “caudillo y comandante a los grupos nacionales”. (Isa 55:4.) Se predijo que el gobernante mesiánico ejercería dominación y poder sobre las naciones y los pueblos. (Sl 2:8, 9; Da 7:13, 14.) Por lo tanto, no solo tiene el “cetro” de soberanía real, sino que también posee el “bastón de comandante”, es decir, el poder para mandar.
Las palabras hebreas sché·vet y mat·téh son las que con más frecuencia se traducen “vara” y “bastón”. Sché·vet tiene el significado de “bastón”, “palo” o “vara” (para apoyarse), y también se traduce “cayado” (por ejemplo, la cachava de un pastor). (Le 27:32.) Las palabras sché·vet y mat·téh se traducen por “tribu” cuando el contexto así lo indica, posiblemente debido a que los jefes tribales llevaban un bastón o cetro. (Éx 31:2; Dt 18:1; 29:18.) Con las palabras hebreas sché·vet o `ets (literalmente, “árbol”) se designaba asimismo el asta de una lanza o de un arma similar. (2Sa 18:14; 21:19.)
También el término maq·qél se traduce ‘vara’ y ‘cayado’ (Gé 30:37; 1Sa 17:43), y misch·`é·neth, “bastón” o “caña”. (Jue 6:21; 2Re 18:21.)
La palabra griega para “vara” es rhá·bdos, que a veces se traduce “bastón”. (Apo 19:15; Mt 10:10.) Otro término, xy·lon, que se traduce “palo” en algunas versiones, significa literalmente “madera” o un objeto de madera. Esta palabra se traduce “garrotes” en Mateo 26:47, 55 y otros pasajes paralelos.
Usos. Las varas o báculos se usaban para apoyarse (Éx 12:11; Zac 8:4; Heb 11:21); como defensa o protección (2Sa 23:21; Mt 10:10); para castigar a los niños, a los esclavos o a otros (Éx 21:20 [“palo”]; Pr 10:13; 23:13, 14; Hch 16:22); para trillar (Isa 28:27 [tanto mat·téh como sché·vet aparecen en este versículo, traducidos “vara” y “palo”, respectivamente, NM]; compárese con Jue 6:11; Rut 2:17), y para varear olivos (Dt 24:20; Isa 24:13). Los pastores también usaban el cayado para dirigir al rebaño, dominarlo y ayudarlo. Además, la Ley explicaba el procedimiento para seleccionar a los animales que tenían que darse al santuario como diezmo: “En cuanto a toda décima parte de la vacada y del rebaño, de todo lo que pase bajo el cayado [cualquier cosa que quede bajo el cuidado del pastor], la cabeza décima debe llegar a ser cosa santa a Jehová. No debe examinar si es bueno o malo; tampoco debe trocarlo”. (Le 27:32, 33.) Se dice que el pastor permanecía en la puerta del redil mientras las ovejas iban saliendo; en el extremo de su cayado había atado un trozo de tela empapado en un tinte con la que tocaba a la última oveja de cada diez que salían, y apartaba las marcadas como el diezmo. (Compárese con Jer 33:13.)
Símbolo de autoridad. La vara de una persona se consideraba una posesión personal valiosa, y algunas de ellas podían identificarse como de un dueño en particular. Judá le dio a Tamar su vara y su sortija con sello como garantía hasta que le enviase un cabrito en pago por sus relaciones con ella. (Gé 38:18, 25.) Los principales llevaban una vara como símbolo de autoridad. Por lo tanto, la Biblia a menudo emplea la vara para simbolizar la autoridad de alguien o la autoridad con que una persona ha investido a otra. La vara de Moisés se convirtió en símbolo de su autoridad y de su comisión divina cuando se presentó delante de los ancianos de Israel y también cuando se presentó delante de Faraón y los sacerdotes practicantes de magia de Egipto. (Éx 4:29-31; 7:9-12.) En esta última ocasión se dice que la vara es la de Aarón, pero, según se deduce al comparar estos versículos con Éxodo 7:15, 17, debió ser la vara de Moisés, que Aarón como vocero suyo empleaba.
La vara de Moisés se utilizó posteriormente en muchas ocasiones como símbolo de que se le había nombrado y de que Jehová le respaldaba como caudillo de la nación. (Éx 8:5; 9:23; 10:13; Nú 20:11.) Cuando se desafió la autoridad de Moisés y Aarón, Dios hizo que de entre todas las varas de los principales de las doce tribus, la vara de Aarón, que representaba a la casa de Leví, echase botones y produjese almendras maduras. Eso demostró fuera de toda duda que Dios había comisionado a Aarón y su casa para que tuviera el puesto y la autoridad del sacerdocio. Esta vara se mantuvo luego durante algún tiempo dentro del arca del pacto. (Nú 17:1-11; Éx 29:9; Heb 9:4.)
El salmista escribió: “La expresión de Jehová a mi Señor es: ‘Siéntate a mi diestra hasta que coloque a tus enemigos como banquillo para tus pies’. La vara de tu fuerza Jehová enviará desde Sión, diciendo: ‘Ve sojuzgando en medio de tus enemigos’”. (Sl 110:1, 2.) El apóstol Pablo aplica este texto a Jesucristo, que tiene, por decirlo así, la ‘vara de la fuerza de Jehová’, y sale como el representante de Jehová con autoridad completa para ejecutar juicio sobre sus enemigos. (Heb 10:12, 13.) Jesucristo, la “ramita del tocón de Jesé”, “tiene que golpear la tierra con la vara de su boca; y con el espíritu de sus labios dará muerte al inicuo”. (Isa 11:1, 4.) Habla con la autoridad que Jehová le ha dado y ejerce el poder recibido para castigar a los inicuos. Se dice que no gobernará a las naciones como el pastor que conduce pacíficamente al rebaño con su cayado, sino con vara de hierro. (Apo 2:27; 12:5; 19:15.)
En Isaías 9:4; 14:5, se hace referencia a la opresiva vara o bastón de gobernación o autoridad que los enemigos de Israel blandieron sobre este pueblo. Dios se valió de las naciones vecinas, como Asiria, para castigar a Israel por sus pecados, y de este modo esas naciones fueron como una vara o castigo por la autoridad o permiso de Dios. Sin embargo, esas naciones no actuaron por amor a Jehová u odio a los pecados de Israel, sino debido a su enemistad con Dios e Israel, y fueron más allá de su comisión, deleitándose en multiplicar las aflicciones de Israel. Además, esas potencias, en especial Asiria y Babilonia, se levantaron altivamente contra el propio Jehová Dios. Él dijo de Asiria por medio de su profeta Isaías: “¡Ajá, el asirio, la vara para mi cólera!”, pero también se refirió a la altivez de Asiria diciendo: “¿Se dará realce a sí misma el hacha sobre el que corta con ella, o se engrandecerá la sierra sobre el que la mueve de acá para allá, como si el bastón moviera de acá para allá a los que lo levantan en alto, como si la vara levantara en alto al que no es madera?”. Luego predijo que castigaría a la nación de Asiria por pensar que era mayor que Aquel que la usaba y por levantarse contra Él. (Isa 10:5, 15.)
Cuando Jehová hizo un pacto con David para el reino, dijo sobre la línea de reyes de la dinastía davídica: “Yo mismo llegaré a ser su padre, y él mismo llegará a ser mi hijo. Cuando él haga mal, entonces ciertamente lo censuraré con la vara de hombres y con los golpes de los hijos de Adán”. (2Sa 7:14.) La vara de disciplina que Jehová utilizaría como Padre era la autoridad de los gobiernos del mundo, como Babilonia. Esta nación fue utilizada para derribar el reino de Dios en las manos de los reyes de la línea de David, hasta ‘que viniese aquel que tenía el derecho legal’. (Eze 21:27.) En el año 70 E.C., los ejércitos romanos mandados por el general Tito fueron una “vara” para ejecutar castigo sobre la Jerusalén infiel. (Da 9:26, 27.)
Uso impropio de la vara. Los gobiernos y jueces de las naciones terrestres a menudo han empleado su vara de autoridad de forma injusta, y hasta han luchado contra Dios y su pueblo. Cuando llevaron a Jesucristo ante el tribunal supremo judío y el gobernador romano Pilato, lo afligieron, se mofaron de él, le escupieron, lo golpearon y, finalmente, lo mataron. Los líderes religiosos judíos primero usaron su autoridad contra Jesús y luego hicieron más pesada la “vara” entregándolo al gobierno romano para que fuera ejecutado. El profeta Miqueas predijo tal aflicción con estas palabras: “Con la vara golpearán sobre la mejilla al juez de Israel”. (Miq 5:1.) Después de la muerte y resurrección de Jesús, los gobernantes judíos se valieron de su autoridad para perseguir a los seguidores de Jesús, y en muchas ocasiones Roma y los demás gobiernos terrestres también dieron mal uso a su vara de autoridad. Por ello tendrán que rendir cuentas a Dios. (Jn 19:8-11; 2Te 1:6-9.)
Autoridad de los padres. La “vara” a veces simboliza la autoridad de los padres sobre sus hijos. El libro de Proverbios hace muchas referencias a esta autoridad y utiliza el término “vara” como símbolo de todas las formas de disciplina empleadas para castigar, entre ellas, la vara literal. Los padres son responsables ante Dios de utilizar esta vara con el fin de controlar al niño, y si no cumplen con esta responsabilidad, ocasionarán la ruina y la muerte de sus hijos y se acarrearán vergüenza y la desaprobación de Dios. (Pr 10:1; 15:20; 17:25; 19:13.) “La tontedad está atada al corazón del muchacho; la vara de la disciplina es lo que la alejará de él.” “No retengas del simple muchacho la disciplina. En caso de que le pegues con la vara, no morirá. Con la vara tú mismo debes pegarle, para que libres su mismísima alma del Seol mismo.” (Pr 22:15; 23:13, 14.) De hecho, “el que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina”. (Pr 13:24; 19:18; 29:15; 1Sa 2:27-36.)
Jehová Dios, como ‘Padre de las vidas espirituales’ de los cristianos, no prescinde de la “vara” con sus hijos, por lo que el escritor cristiano inspirado de la carta a los Hebreos dijo: “Dios está tratando con ustedes como con hijos. Pues, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? [...] Pero él lo hace para provecho nuestro de modo que participemos de su santidad”. (Heb 12:7, 9, 10.) Jehová dejó en manos de los hombres fieles, en particular de los apóstoles, la autoridad para administrar disciplina en la congregación cristiana. Tal autoridad tenía como propósito ‘edificar a los hermanos y no demolerlos’ (2Co 10:1-11), lo que incluía el derecho de disciplinar a los que habían errado. Cuando la congregación de Corinto se desvió del camino recto y comenzó a seguir a los hombres más bien que a Cristo, Pablo les escribió para corregirlos y les dijo: “¿Qué quieren ustedes? ¿Iré a ustedes con vara, o con amor y apacibilidad de espíritu?”. (1Co 4:21.) ★“La vara de la disciplina” ¿Un recurso anticuado? - (19920908-Pg.26/539)
La vara del pastoreo. El pastor empleaba la vara o cayado para dirigir, defender y ayudar a su rebaño. De igual manera, Jehová y su Hijo Jesucristo pastorean al rebaño del pueblo que pertenece a Dios. Por eso, Jehová a menudo decía que Israel, que estaba en relación de pacto con él, era su rebaño. David escribió: “Jehová es mi Pastor. [...] Me guía por los senderos trillados de la justicia por causa de su nombre. Aunque ande en el valle de sombra profunda, no temo nada malo, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado son las cosas que me consuelan”. (Sl 23:1-4.) Miqueas oró: “Pastorea a tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu herencia”. (Miq 7:14; compárese con Jn 10:11, 14; Heb 13:20; 1Pe 2:25; 5:4.)
¿En qué se diferencian la vara y el cayado?
"Tu vara y tu cayado son las cosas que me consuelan" (Sl 23:4)
Estas dos herramientas son dos elementos importantes del equipaje del pastor: Un pastor experimentado sabe arrojar hábilmente la vara para mantener en el camino a ovejas andariegas, o bien para ahuyentar e incluso para defenderlas de los animales depredadores como leones, osos, lobos etc.. (1Sam 17:34). En otras ocasiones sirve para examinar de cerca el manto de lana de un animal, para prevenir enfermedades o descubrir la presencia de parásitos. El cayado, además de bastón en las caminatas cuyo rítmico toque al suelo tranquiliza las ovejas, sirve para remediar varios problemas comunes de las ovejas. Una situación especialmente peligrosa que se repite con frecuencia entre las ovejas, especialmente las madres y las ovejas gordas (cargadas con mucha lana) o las flojas, es que al acostarse en el pasto, pueden voltearse de tal forma que ya no pueden ponerse de pie. Sin la ayuda oportuna del pastor (que usa su cayado como palanca para levantar la oveja "caída"), sería fácil presa para animales de rapiña, o podía morir de agotamiento en horas de calor. De allí la preocupación de estar siempre contando el rebano, para asegurar que ninguna oveja se haya perdido (Lu 15:4-7). El cayado también sirve para conducir con suavidad a las crías a su madre sin comunicarles el olor humano que podría provocar el rechazo de la madre al corderito que mama; igualmente puede servir para reorientar con más dulzura que la vara a las ovejas que suelen desviarse. Jehová usa como buen pastor su palabra y su espiritu santo para dirigir a su pueblo, la vara es como la palabra de Dios, nos dirige y nos indica la dirección en que debemos ir como sus siervos fieles. Pero si nos desviamos a pesar de sus instrucciones Él usa el cayado, el espíritu santo con el que por medio de la congregación nos disciplina. Cuando estes pasando momentos difíciles, está atento a la vara y el cayado, La Biblia y el espiritu santo, concéntrate en estos elementos del pastor, y ellos te recordarán el cuidado especial que Dios tiene sobre tu vida. |
5:6-8.
¿Por qué se demoró Ester en informar al rey?.
A Ester ciertamente no le falló el valor, pues ella había arriesgado su propia vida. No obstante, es probable que primero quisiera ganarse un buen nombre ante el rey. Por lo tanto, lo invitó a un segundo banquete. La dirección divina también estaba presente en el asunto, pues el intervalo de tiempo entre ambos banquetes dio lugar a que se desarrollaran ciertos acontecimientos.
5:10.
¿El que Hamán “se contuviera” significa que era un ejemplo de autodominio?.
El funcionario Hamán se encolerizó con Mardoqueo porque este se negaba a inclinarse ante él. Más tarde, Hamán creyó que se le iban a conceder honores. “Hamán salió aquel día gozoso y alegre de corazón; pero en cuanto Hamán vio a Mardoqueo en la puerta del rey, y que este no se levantó y no retembló a causa de él, Hamán inmediatamente se llenó de furia contra Mardoqueo. Sin embargo, Hamán se contuvo, y entró en su casa.” (Ester 5:9, 10.) Hamán se sentía alegre rápidamente; sin embargo, con la misma rapidez se enfurecía por tan solo ver a la persona con quien estaba resentido. Aunque Hamán “se contuvo” en ese momento, no significa que era un ejemplo de autodominio. En aquella ocasión reprimió sus acciones y emociones, pero no pudo dominar la envidia ni la furia. Sus emociones lo llevaron a tramar un asesinato.
2:10, 20; 4:12-16. Ester aceptó la guía y los consejos de un siervo maduro de Jehová. En nuestro caso, el proceder sabio es ser “obedientes a los que llevan la delantera” entre nosotros y ser “sumisos” (Hebreos 13:17).
2:11; 4:5. No debemos ‘vigilar con interés personal solo nuestros propios asuntos, sino también los de los demás’ (Filipenses 2:4).
2:15. Ester mostró modestia y autodominio al no pedir más joyas ni ropa más fina de las que le dio Hegai. Fue “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible” lo que hizo que Ester se granjeara el favor del rey (1 Pedro 3:4).
2:21-23. Ester y Mardoqueo fueron buenos ejemplos de “sujeción a las autoridades superiores” (Romanos 13:1).
3:4. En algunos casos quizás sea prudente no revelar nuestra identidad, al igual que Ester. No obstante, cuando hay que adoptar una postura firme sobre asuntos importantes, como la soberanía de Jehová y nuestra integridad, no debemos tener miedo de dar a conocer que somos testigos de Jehová.
4:3. Cuando afrontamos pruebas, debemos pedir a Jehová que nos dé fortaleza y sabiduría.
4:6-8. Mardoqueo buscó una solución legal a la amenaza creada por la conspiración de Hamán (Filipenses 1:7).
4:14. La confianza que Mardoqueo tenía en Jehová es digna de imitar.
4:16. Con plena confianza en Jehová, Ester afrontó fiel y valerosamente una situación que pudo haberla conducido a la muerte. Es de vital importancia que aprendamos a confiar en Jehová, y no en nosotros mismos.
5:6-8. Para ganarse el favor de Asuero, Ester lo invitó a un segundo banquete. Obró con prudencia, y nosotros debemos hacer lo mismo (Proverbios 14:15).
La fiel Ester se expresa de nuevo. A riesgo de perder la vida, comparece ante el rey suplicándole que encuentre la manera de deshacer la maquinación de Hamán. Asuero interviene de inmediato, de modo que cuando finalmente llega el día de la masacre, los que terminan muertos no son los judíos, sino los que procuran hacerles daño. Mardoqueo decreta la celebración anual de la fiesta de Purim para conmemorar esta gran liberación. Como segundo en importancia después del rey Asuero, Mardoqueo ‘trabaja para el bien de su pueblo y habla paz a toda la prole de ellos’ (Ester 10:3).
Respuestas a preguntas bíblicas:
7:4.
¿Cómo es posible que la aniquilación de los judíos resultara en “perjuicio para el rey”?.
Ester destacó que la destrucción de los judíos perjudicaría al rey cuando mencionó con prudencia la posibilidad de que fueran vendidos como esclavos, en lugar de ser aniquilados. Las 10.000 piezas de plata que Hamán había prometido era mucho menos de lo que la tesorería real habría ganado si Hamán hubiera tramado vender a los judíos como esclavos. La ejecución del complot también habría significado que el rey perdiera a la reina.
7:8.
¿Por qué cubrieron el rostro de Hamán los oficiales de la corte?.
Hamán no se cubrió el rostro en muestra de vergüenza ni remordimiento. Quizá lo hicieron como señal de vergüenza o para indicar que le esperaba la muerte. Cierta obra señala que “en la antigüedad a veces se les cubría la cabeza a los que estaban a punto de ser ejecutados”.
Las voces hebreas para “cadenillas para los tobillos” (`ets·`a·dháh; Nú 31:50) y “cadenillas de los pasos” (tse`a·dháh; Isa 3:20) proceden de la raíz tsa·`ádh, cuyo significado es “dar pasos; andar”. (Jer 10:5; Pr 7:8.) El término hebreo `ékjes (ajorca) proviene de la raíz `a·kjás, que significa ‘hacer un sonido de retintín’ o ‘sacudir ajorcas’. (Isa 3:16, 18, nota.) Antiguamente eran muy comunes en el Oriente Medio los brazaletes para los tobillos o los aros ornamentales que se llevaban en las piernas por encima de los tobillos. Estaban hechos de diversos materiales, como bronce, oro, plata, hierro, vidrio y marfil. En los monumentos de Egipto se representa a personas de uno y otro sexo con ajorcas, y en ese país era frecuente hacer conjuntos de ajorcas y brazaletes.
Puede que las ajorcas pesadas hicieran un sonido como de campanillas cuando daban una contra otra al caminar el que las llevaba. A veces se colocaban piedrecillas dentro de brazaletes o ajorcas ahuecados para que sonaran, y aun en tiempos más recientes las muchachas árabes han usado ajorcas con pequeñas campanillas. En ocasiones se unían las ajorcas de ambos tobillos con cadenillas, las cuales harían un sonido de retintín al caminar, y, como es lógico, tanto estas como las ajorcas mismas llamarían la atención. Las cadenillas para los tobillos o “cadenillas de los pasos” también limitarían o acortarían los pasos de la mujer, de modo que esta tendría que caminar con pasos menudos que podrían considerarse femeninos o gráciles. (Isa 3:16.)
Entre las alhajas que los israelitas tomaron de los madianitas como botín de guerra y que luego presentaron como “ofrenda de Jehová”, hubo “cadenillas para los tobillos”. (Nú 31:50, 51.) De las altivas “hijas de Sión” de épocas posteriores se dijo: “Van andando con pasos menudos y ágiles, y con los pies hacen un sonido de retintín”, o “en sus pies sacuden ajorcas”. Jehová predijo por medio de Isaías que les quitaría sus adornos y “la hermosura de las ajorcas”, así como “las cadenillas de los pasos”. (Isa 3:16, 18, 20.) Cuando Babilonia conquistó Judá y Jerusalén en 607 a. E.C., seguramente se trastocó la vida de estas mujeres, lo que resultó en que se viesen privadas de sus muchos adornos y de su libertad. (Véase ADORNO(S).)
Aro pequeño. Tanto los hombres como las mujeres hebreos, egipcios, asirios, babilonios, griegos, romanos y de otros pueblos de la antigüedad tenían la costumbre de llevar adornos anulares de varias clases. Se llevaban en la nariz, en las orejas y en los dedos. Entre los materiales utilizados estaban el oro, la plata, el latón, el bronce, el vidrio, el hierro y el marfil, y algunos anillos hasta tenían piedras engastadas. Los egipcios sentían una particular predilección por los anillos con una imagen del escarabajo pelotero, que para ellos era un símbolo de la vida eterna. Entre los muchos artículos de joyería hallados en la tumba del faraón egipcio Tutankamon, se encontró un anillo de tres aros que tenía tres escarabajos, uno de lapislázuli y dos de oro. En algunos anillos romanos había inscripciones alusivas a la mitología o hasta representaciones de sus antepasados o amigos.
En la ilustración del hijo pródigo Jesús dijo que cuando este regresó a su casa, su padre lo perdonó y mandó que se le colocase un anillo en la mano. (Lu 15:22.) Ese acto demostraba el favor y afecto del padre, así como la dignidad, honra y posición otorgadas a este hijo restablecido. Santiago, el medio hermano de Jesús, aconsejó a los cristianos que no mostraran favoritismo a aquellos que estuvieran vestidos con ropa espléndida y llevaran anillos de oro en sus dedos, un signo de riqueza y posición social. (Snt 2:1-9.) De manera similar, el apóstol Pedro señaló que el adorno espiritual es mucho más importante que tales adornos, aunque no condenó el llevarlos. (1Pe 3:1-5.)
Anillos de sellar. Las palabras hebreas para anillo, anillo de sellar o sortija con sello provienen de una raíz cuyo significado básico es “hundir” (Jer 38:6) y “sellar”. (1Re 21:8.) Estos términos parecen estar relacionados con el uso que principalmente se les daba a algunos anillos antiguos, es decir, hacer una impresión sobre arcilla o cera ‘hundiéndolos’ o presionándolos sobre ella. Estos tipos de anillos se hacían de oro, plata o bronce, y algunos tenían engastada una piedra grabada que llevaba el nombre o símbolo del propietario. El sello iba fijo o era giratorio, a modo de rodillo. Algunos se llevaban colgados, probablemente del cuello, con un cordón ornamental. (Gé 38:18, 25.)
El anillo de sellar de un gobernante u oficial era un símbolo de su autoridad (Gé 41:41, 42), y con él se sellaban los documentos oficiales o cosas que no debían ser alteradas, tal como se usan en la actualidad los sellos oficiales o las firmas. (Est 3:10-13; 8:2, 8-12; Da 6:16, 17.)
Uso figurado. En tiempos antiguos el anillo de sellar llegó a convertirse en expresión proverbial con la que se aludía a personas o cosas valiosas. Jeremías profetizó que el rey Conías (Joaquín) de Judá no se libraría de la calamidad aunque fuese un ‘anillo de sellar sobre la diestra de Jehová’. Y, en efecto, Joaquín fue destronado después de una gobernación muy breve. (Jer 22:24; 2Re 24:8-15.) Jehová dijo respecto al fiel Zorobabel: “Te tomaré, [...] y ciertamente te pondré como anillo de sellar, porque tú eres aquel a quien he escogido”. (Ag 2:23.) Como Jehová había designado oficialmente a Zorobabel para reedificar el templo de Jerusalén, era para Él un instrumento valioso, como un anillo de sellar en Su mano. Zorobabel respondió con resolución al estímulo que Jehová le dio a través de los profetas Ageo y Zacarías, y llevó adelante las obras de reedificación a pesar de que el rey de Persia, indebidamente informado, las había prohibido. (Esd 4:24–5:2.) Jehová continuó valiéndose de su siervo con el fin de llevar a cabo su propósito, y no hubo gobernante humano alguno capaz de apartar a Zorobabel de ese servicio privilegiado.
El verdadero valor del anillo
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarlo, le dijo: - Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... - y haciendo una pausa agregó: -Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. - Ehh... encantado, maestro- titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. - Bien- asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó - toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado de la ciudad. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete enseguida y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado - más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. -Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo. -Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender yo, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo. -58 monedas??!- exclamó el joven. -Si - replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente... el joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. -Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda. |
Anillo u otro ornamento que se llevaba en la oreja como adorno. Parece ser que los hebreos no tenían un vocablo específico para “arete”, pues una de las palabras que emplearon para designar este ornamento (né-zem) puede usarse tanto para nariguera como para arete. (Pr 11:22; Éx 32:2.) El contexto en el que aparece né-zem en las Escrituras hace posible a veces, aunque no siempre, determinar si se quería decir ‘arete’ o ‘nariguera’. Probablemente en muchos casos los aretes y las narigueras variaban poco de forma. La palabra hebrea `a-ghíl también se usa para designar un arete y hace referencia a un ornamento circular. (Nú 31:50; Eze 16:12.)
En muchas naciones de la antigüedad, usaban los aretes tanto los hombres como las mujeres y los niños. Obras halladas en monumentos egipcios contienen representaciones de extranjeros que llevaban aretes, lo que prueba que en muchos pueblos de aquella época los hombres los usaban. Sin embargo, parece ser que no existía esta costumbre entre los hombres de Egipto, y no se sabe con certeza si la hubo entre los varones israelitas. También usaron este tipo de adornos los madianitas, de quienes los israelitas los tomaron como botín de guerra. (Nú 31:1, 2, 50.) Por otra parte, cuando Aarón decidió hacer el becerro de oro en el desierto, dio estas instrucciones a los israelitas: “Arranquen los aretes de oro que están en las orejas de sus esposas, de sus hijos y de sus hijas, y tráiganmelos”. (Éx 32:1-4.)
Las mujeres egipcias solían usar aretes de oro que tenían de cuatro a cinco centímetros de diámetro, aunque los había mayores y hasta con seis aros soldados juntos. En Tebas se encontraron aretes de plata, algunos de los cuales eran como un pequeño botón. En Egipto, así como en Asiria, se hicieron pendientes de diseño muy elaborado; los hubo, además, en forma de cruz. Se acostumbraba sujetar el arete a la oreja, haciendo pasar el propio aro, o un gancho, por el agujero del lóbulo.
Las personas distinguidas del antiguo Egipto a veces llevaban como adorno en las orejas un áspid de oro engastado con piedras preciosas. Un tipo de arete hallado en Oriente Medio consistía en varios anillos que llevaban alguna piedra engarzada a modo de pendiente; de hecho, algunos aretes recibieron ese nombre: “pendientes” (heb. neti-fóhth, de na-táf [que significa: “gotear” o “pingar”]), término que parece aludir a un adorno colgante que bien pudiera tener forma de gota. Los “pendientes” pudieron haber sido perlas o cuentas esféricas de plata u oro, aunque la Biblia no dice cómo eran. (Jue 8:26.) Estaban entre las cosas que Jehová dijo que les quitaría a ‘las altivas hijas de Sión’. (Isa 3:16, 19.)
Los fieles hebreos y los cristianos no llevaron aretes como amuletos, aunque en aquellos tiempos hubo quienes los llevaron por ese motivo. Si bien es cierto que la Biblia no dice que “los aretes” que llevaba consigo la casa de Jacob fuesen amuletos, él los enterró junto con “los dioses extranjeros” que le entregaron bajo el árbol grande que estaba cerca de Siquem. (Gé 35:2-4.) Por otra parte, “las conchas zumbadoras ornamentales” que tenían las altivas “hijas de Sión” sí eran un tipo de amuleto, que tal vez se llevaba colgado del cuello o de las orejas. (Isa 3:20.)
Cuando el pueblo de Israel tuvo el privilegio de contribuir para la edificación del tabernáculo, entre los diversos artículos que donaron las personas de corazón dispuesto se mencionan los aretes. (Éx 35:20-22.) Siglos más tarde, Jehová le dijo a Jerusalén que, entre otras cosas, le había demostrado su amor al ponerle zarcillos en las orejas. (Eze 16:1, 2, 12.) Asimismo, Salomón usó un arete de oro en sentido ilustrativo, al decir: “Un arete de oro, y un adorno de oro especial, es el censurador sabio al oído que oye”. (Pr 25:1, 12.)
Adorno circular que se llevaba en la muñeca o en la parte inferior del brazo y que podía formar un círculo completo o bien tener una abertura o un cierre. En tiempos antiguos llevaban brazaletes tanto los hombres como las mujeres, algunas veces solo en un brazo y otras, en los dos. Estos brazaletes estaban hechos de bronce, vidrio, hierro, plata y oro; solían llevar muchos ornamentos, a veces hasta piedras preciosas incrustadas.
Los hebreos llevaban brazaletes, y en Palestina fueron de uso general desde tiempos muy antiguos. Los arqueólogos han encontrado varios, hechos de diversos materiales, en particular de bronce. El siervo de Abrahán le dio a Rebeca una nariguera de oro y dos brazaletes (heb. tsemi·dím) que pesaban diez siclos (114 g.) de oro. (Gé 24:22, 30, 47.) Entre los artículos que los israelitas tomaron de los madianitas como botín de guerra había brazaletes, que luego presentaron a Dios como objetos valiosos. (Nú 31:50.)
En el libro de Ezequiel Dios dice que engalanó a Jerusalén con brazaletes y otros adornos, pero como ella utilizó estos artículos para la idolatría y se prostituyó, Jehová predijo que la castigaría y que se le arrebatarían esos adornos. (Eze 16:11, 17, 38, 39.) Una de las cosas que Jehová dijo que les quitaría a las altivas “hijas de Sión” eran los brazaletes (heb. scheh·róhth). (Isa 3:16, 19.)
El monarca llevaba un brazalete en la parte superior del brazo (heb. `ets·`a·dháh) como distintivo de su autoridad o poder real. El brazalete que el rey Saúl de Israel llevaba sobre su brazo tal vez haya tenido ese significado. (2Sa 1:10; véase ADORNO[S].)
Cadena ornamental o hilera de cuentas de oro, plata, coral, piedras preciosas o cosas similares, que se lleva alrededor del cuello. En la antigüedad llevaban collares las mujeres (Can 1:10; 4:9; compárese con Eze 16:11) e incluso los hombres, en particular los de alto rango. (Gé 41:41, 42; Da 5:7, 16, 17, 29.) Los madianitas del día de Gedeón pusieron collares en los cuellos de sus camellos, y parece ser que de esos collares pendían ornamentos en forma de luna. (Jue 8:21, 26.) A veces se usaban como adorno cadenas a modo de collares, como en el caso de las columnas del templo denominadas Jakín y Boaz. (2Cr 3:15-17.)
Se dice que a las personas jactanciosas e inicuas “la altivez les ha servido de collar”. (Sl 73:3, 6.) Por otra parte, la disciplina de un padre y la ley de una madre son como un fino collar para la garganta de un hijo. (Pr 1:8, 9.)
Anillo ornamental que se llevaba en la nariz. Se insertaba en el lado derecho o izquierdo de la misma, o a través del tabique que separa las fosas nasales. Este adorno lo llevaban sobre todo las mujeres (Gé 24:22, 30, 47; Isa 3:21), si bien, según algunas traducciones, los varones ismaelitas también llevaban narigueras. (Jue 8:24-26.)
La palabra hebrea para “nariguera” (né·zem) también puede aplicarse a un arete, y en algunos casos es posible que haya muy poca diferencia en la forma de esos ornamentos. A veces el contexto hace posible determinar si la referencia es a una nariguera o a un arete. (Compárese Gé 24:47 con Gé 35:4; Eze 16:12; véase ANILLO.)
Por lo general eran de oro, aunque también se hacían de otros materiales, como la plata. Podían estar adornadas con cuentas, trocitos de coral o joyas suspendidas a modo de pequeños colgantes. Su diámetro variaba de 2,5 a 7,5 cm. Debido a que pendían sobre la boca, tenían que sacarse durante las comidas.
En Proverbios 11:22 se compara la mujer de belleza externa que rechaza la sensatez a una “nariguera de oro en el hocico de un cerdo”.
Utensilio que servía para realizar una impresión, habitualmente sobre arcilla o cera, con la que se indicaba a quién pertenecía un objeto, se autorizaba un documento o se cerraba un acuerdo. En la antigüedad los sellos consistían en una pieza de material duro (piedra, marfil o madera) con letras o dibujos grabados en negativo (al revés). Estaban hechos de diversas formas, como, por ejemplo, conos, cubos, cilindros, escarabajos y cabezas de animales. (Con respecto a los anillos de sellar, véase ANILLO - [Anillos de sellar].) Los que tenían forma cilíndrica por lo general medían entre 2 y 4 cm. de longitud. El cilindro tenía grabada la superficie curva, y cuando se pasaba por la arcilla húmeda, producía una impresión continua en relieve. Los sellos en forma de cilindro solían estar agujereados de extremo a extremo, gracias a lo cual se podían suspender de una cuerda. Decir que algo tiene un sello o está sellado es una manera simbólica de indicar que es auténtico, que es propiedad de alguien o que está oculto o es secreto (Éx 28:11; Ne 9:38; Ap 5:1; 9:4).
Entre los temas representados en los sellos egipcios y mesopotámicos se encuentran los símbolos religiosos, plantas, animales y escenas cotidianas. En el sello babilonio “La tentación” (Museo Británico), se observa un árbol y un hombre sentado a un lado, y al otro, una mujer, detrás de la cual está una serpiente erguida. Los sellos por lo general llevaban el nombre y la posición de su propietario. Por ejemplo, un sello encontrado en Palestina dice: “Que pertenece a Shema, el ministro de Jeroboam”. (Diccionario Bíblico Arqueológico, de C. Pfeiffer, 1982, pág. 599.)
Las impresiones de sellos podían indicar propiedad o autenticidad y evitar que se violasen las cosas que estuviesen selladas, como documentos, bolsas, puertas y hasta tumbas. (Job 14:17; Da 6:17; Mt 27:66.) Cuando el profeta Jeremías compró un campo, se selló la copia de la escritura que llevaba las firmas de los testigos, pero la segunda copia se dejó sin sellar. Es posible que para sellarla se doblara, se le atara una cuerda y luego se le pusiera un pedazo de cera u otra sustancia blanda sobre la cuerda, haciendo una impresión sobre este material blando con un sello. Cuando la cera se enfriaba, el documento quedaba sellado y se conservaba así hasta que se abriera en público. De este modo, los testigos certificaban que el contenido era auténtico y se impedía que alguien lo alterara. Por esta razón, las expresiones sellar o poner un sello llegaron a usarse con el sentido de certificar, confirmar o autenticar la veracidad de algo. El apóstol Juan escribió que la persona que acepta el testimonio de Jesús está poniendo un sello, por decirlo así, para confirmar que Dios es fiel a la verdad. Si con el tiempo surgía alguna pregunta en cuanto a la exactitud de la copia abierta, podía presentarse la escritura que se había sellado delante de testigos. (Jer 32:10-14, 44.) La persona a la que se confiaba el sello del rey podía emitir decretos oficiales, marcándolos como auténticos con la impresión del sello. (1Re 21:8; Est 3:10, 12; 8:2, 8, 10.) El que una persona pusiera su sello en un documento significaría que aceptaba los términos contenidos en él. (Ne 9:38; 10:1.) Se han hallado numerosas asas de jarras antiguas con impresiones de sellos sobre ellas. Es posible que estas impresiones de sellos mostraran a quién pertenecían los jarros y su contenido, o quizás indicaran la cantidad o calidad del contenido.
Uso figurado. Los mismos usos de los sellos proveen la base para varias expresiones figurativas que se hallan en la Biblia. Se predijo que el Mesías “[imprimiría] un sello sobre visión y profeta”. Esto es así porque, al cumplir las profecías, el Mesías las marcaría como auténticas e inspiradas por Dios. (Da 9:24; En el mundo grecorromano se registraban las transacciones legales o comerciales en tabletas de madera recubiertas de cera. La importante información de estos documentos debía ser autenticada por testigos. Cada testigo tenía su propio sello, que era una marca distintiva a menudo grabada en un anillo. Ver la nota de estudio de Jn 3:33. En el sentido de marca de posesión o propiedad, Abrahán recibió la circuncisión como un “sello” de la justicia que tenía. (Ro 4:11.) Como el apóstol Pablo había ayudado a muchos cristianos corintios a hacerse creyentes, ellos fueron un sello que confirmaba la autenticidad de su apostolado. (1Co 9:1, 2.) Se dice que los cristianos del primer siglo fueron “sellados” por medio de espíritu santo, que es una prenda anticipada de su herencia celestial. (Ef 1:13, 14; 4:30.) El sello significa que son posesión de Dios (2Co 1:21, 22) y muestra que verdaderamente están en vías de recibir la vida celestial. El libro de Revelación indica que la cantidad sellada finalmente es de 144.000. (Apo 7:2-4; 9:4.)
La Biblia habla de algo que está cerrado, escondido o secreto como si estuviera sellado. Los mensajes proféticos estaban ‘sellados’ durante el tiempo que no se entendían. (Da 12:4, 9; Apo 5:1; 22:10; compárense con Isa 8:16; 29:11.) Y se dice que Jehová ‘pone un sello en derredor de las estrellas’, queriendo decir, posiblemente, que las esconde de la vista con nubes. (Job 9:7.)
El sello sepulcral de Jesús
Después de ser ejecutado, el cuerpo de Jesús fue puesto en un sepulcro nuevo, cuya entrada fue asegurada con una gran piedra. Entonces los líderes judíos se reunieron con Pilatos para que la tumba tuviera la máxima seguridad posible y así impedir que los discípulos, según ellos, robaran el cuerpo de Jesús y proclamaran la resurrección. Pilatos entonces procuró dos medidas. Primero, se envió una guardia, y segundo, se selló la piedra que tapaba la entrada del sepulcro. La Biblia dice: “De modo que ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y teniendo la guardia.” (Mt 27:66) ¿Cómo era este sello? ¿Qué importancia tenía tal sello? ¿Por qué se decidió sellar la tumba? El sellado de la tumba consistía en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al sepulcro. La cuerda era adherida en los extremos de la roca por medio de un sello de arcilla (tal como en el foso de los leones, en Da 6:17). Estos sellos eran puestos en la presencia de los guardias romanos que testificaban de alguna manera el sellado y luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la tumba. La importancia de este sello radica en que representaba el poder del Imperio Romano, la ley romana. Así como para abrir testamentos en el siglo I era necesario romper el sello imperial, así también era necesario romper el sello romano para abrir el sepulcro de Jesús. No había manera de mover la piedra sin romper el sello, por lo que éste tenía la función de prevenir el robo del cuerpo de Jesús, tal como lo pensaban los líderes judíos (Mt 27:62-66). Por esta razón se decidió a usar este sello. El castigo por romperlo era brutal. En su libro "El Cristianismo: ¿Historia o Farsa?" se dice que una vez que el sello era roto, se llamaba al FBI del Imperio Romano para que entrara en acción. Ellos se preocupaban de buscar a los responsables de tal delito. Si eran capturados, el castigo era ser colgado de un madero inmediata con la cabeza hacia abajo para que las entrañas bajaran hacia la garganta e hiciera el castigo más tortuoso. De esta manera la gente temía al rompimiento del sello, y mucho más los discípulos, quienes estaba escondidos por miedo a los judíos (Jn 20:19). El evangelio de Mateo relata que la tumba de Jesús fue asegurada con el sello romano para demostrar que no podía haber una confabulación de los guardias ni tampoco la osadía de los discípulos por robar el cuerpo. De este modo, no había posibilidad de engaño en la resurrección de Jesús. Guardias romanos en el sepulcro, el rompimiento del sello y la tumba vacía demuestran irrefutablemente que Jesús resucitó de entre los muertos. |
8:17.
¿En qué sentido “se declaraban judíos” “muchos individuos de los pueblos del país”?.
Muchos persas aparentemente se hicieron prosélitos judíos porque concluyeron que el que se hubiera contrarrestado el decreto anterior indicaba que los judíos contaban con el favor divino. El mismo principio es aplicable en el cumplimiento de la siguiente profecía que se halla en el libro de Zacarías: “Diez hombres de todos los lenguajes de las naciones asirán, sí, realmente asirán la falda de un hombre que sea judío, y dirán: ‘Ciertamente iremos con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes’” (Zacarías 8:23). Según la Septuaginta dice: “Muchos de entre los pueblos de la tierra fueron circuncidados y se hicieron judíos”
Fiesta celebrada el 14 y 15 de Adar, el último mes del año judío, que correspondía a finales de febrero y principios de marzo; también se la llama fiesta de las suertes. (Est 9:21.) El nombre viene de la acción de Hamán de echar pur (suerte) para determinar el día propicio de materializar el complot para exterminar a los judíos. Como era agaguita, quizás un amalequita de linaje real, y adorador de deidades paganas, recurrió a la adivinación con este “objeto con el que se tiraba la suerte”. (Est 3:7, FS, PUR; véanse ADIVINACIÓN; SUERTE.) El día 13 de Nisán del año duodécimo del rey Asuero (Jerjes I), al parecer la primavera del año 484 a. E.C., ya estaba preparado para su envío a todas las provincias persas el decreto real que ordenaba el genocidio de los judíos, un decreto que se había aprobado a instancias de Hamán.
Conmemoración de la liberación. La fiesta conmemora la liberación de los judíos de la conspiración urdida por Hamán a fin de destruirlos. De modo que Purim probablemente sea un nombre irónico puesto por los judíos. (Est 9:24-26.) En el libro apócrifo de Macabeos también se le llama “día de Mardoqueo”, pues este desempeñó un papel importante en los sucesos relacionados con la fiesta. (2 Macabeos 15:37, NC.) Gracias al afán de la reina Ester, a riesgo de su vida y dirigida por su primo mayor Mardoqueo, los judíos fueron librados. Ester ayunó durante tres días antes de solicitar audiencia al rey para invitarle a un banquete y después a un segundo banquete donde pudiera presentar su petición. (Est 4:6–5:8.) Esta fue escuchada favorablemente, pero como el decreto original no podía cambiarse a causa del carácter inmutable que tenían las leyes de los medos y los persas (Da 6:8), el día 23 de Siván se promulgó otro decreto. Este documento concedía a los judíos el derecho de defenderse, de modo que pudieran prepararse. Mardoqueo redactó el documento, y se tradujo a los diversos idiomas de los distritos del Imperio persa. Los judíos lucharon, con la ayuda de los príncipes, los sátrapas y los gobernadores, de modo que se volvieron las tornas para los enemigos antijudíos. El 13 de Adar hubo una gran matanza, pero no de judíos, sino de sus enemigos, que continuó en la ciudad real de Susa hasta el día 14 inclusive. El día 14 de Adar los judíos de los distritos jurisdiccionales descansaron —los de Susa lo hicieron el 15— y celebraron la gozosa ocasión con banquetes. (Est 8:3–9:19.)
A fin de conmemorar esta liberación, Mardoqueo impuso a los judíos la observancia anual del 14 y el 15 de Adar, “días de banquete y regocijo, y envío de porciones los unos a los otros y de regalos a los pobres”. (Est 9:20-22.) Más tarde se escribió otra carta con la confirmación de la reina Ester, en la que se ordenaba la celebración anual de esta fiesta a su tiempo señalado, durante todas las generaciones y en toda familia, distrito jurisdiccional y ciudad. (Est 9:28-31; véase ESTER, LIBRO DE.)
Los judíos aún celebran esta fiesta en la actualidad con todos sus detalles, muchos de ellos añadidos con el transcurso del tiempo, como la tradición de apartar el día 13 de Adar como día de ayuno, llamado el ayuno de Ester. Durante la fiesta no está prohibido el comercio o el trabajo.
La fiesta de Juan 5:1. Las Escrituras Griegas Cristianas no contienen ninguna referencia explícita a la fiesta de Purim. Sin embargo, hay quien entiende que se hace alusión a ella en Juan 5:1: “Después de estas cosas hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén”. No obstante, carece de fundamento aplicar este versículo a la festividad de Purim. Algunos manuscritos incluyen el artículo definido, de modo que leen: “la fiesta de los judíos”. (Véase NM, nota.) Esto da a entender que se trataba de una de las tres festividades anuales que se mencionan en Deuteronomio 16:16, y más cuando se tiene en cuenta que Jesús subió a Jerusalén, algo que no era necesario para celebrar la fiesta de Purim. El Purim tenía más relación con la sinagoga local y la región que con el templo, y se tenía que celebrar en la ciudad en la que se residía. Además es improbable que Jesús viajara a pie hasta Jerusalén y luego regresara a Galilea a solo un mes de la Pascua. Por otra parte, si se afirma que Juan 5:1 se refiere a la fiesta de Purim y Juan 6:4 a la Pascua celebrada un mes después, se acumularían demasiados sucesos en muy poco tiempo, pues comprendería el ministerio de Jesús en Capernaum, viajes a Galilea y el regreso a Capernaum, Judea y Jerusalén. (Véase el cuadro del artículo JESUCRISTO [Acontecimientos principales de la vida humana de Jesús].) Por lo tanto, hay suficiente razón para creer que la “fiesta de los judíos” mencionada en Juan 5:1 era la Pascua del año 31 E.C. (Véase JESUCRISTO - [Prueba de un ministerio de tres años y medio de duración].)
Propósito. Aunque según algunos comentaristas, la fiesta de Purim que celebran los judíos en la actualidad tiene una naturaleza más profana que religiosa y en ocasiones se caracteriza por los excesos, este no era el caso cuando se instituyó, y en la primera época tanto Mardoqueo como Ester servían al Dios verdadero Jehová, y la fiesta se implantó con el propósito de honrarle a Él. La liberación de los judíos en aquel tiempo puede atribuirse a Jehová Dios, pues la cuestión se suscitó debido a la integridad de Mardoqueo en su adoración exclusiva a Jehová. Hamán probablemente era un amalequita, y Jehová había maldecido y condenado a la destrucción a Amaleq. Mardoqueo respetaba el decreto de Dios y se negó a inclinarse ante Hamán. (Est 3:2, 5; Éx 17:14-16.) Asimismo, las palabras de Mardoqueo a Ester (Est 4:14) indican que confiaba en una fuerza superior para la salvación de los judíos. Igualmente, el ayuno de Ester antes de presentarse ante el rey para hacer su primera petición, la invitación a un banquete, demuestra que acudía a Dios por ayuda. (Est 4:16.)
Echar suertes es una costumbre antigua para decidir sobre diferentes cuestiones. El método que se utilizaba era el de echar guijarros o pedacitos de madera o piedra dentro de los pliegues recogidos de una prenda de vestir, es decir, “el regazo”, o dentro de una vasija, y luego, agitarlos. El escogido era aquel cuya suerte se salía o se sacaba. Al igual que el juramento, el echar suertes iba acompañado de una oración. Esa oración se expresaba en voz alta o simplemente estaba implícita en el acto, y así pedían y contaban con la intervención de Jehová. La palabra “suerte” (heb. goh-rál) se utiliza tanto de forma literal como figurada con la idea de “parte” o “porción”. (Jos 15:1; Sl 16:5; 125:3; Pr 16:33; Isa 57:6; Jer 13:25; Mt 27:35.)
Usos. Proverbios 16:33 dice: “En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda decisión por ella”. El motivo apropiado para echar suertes en Israel era poner fin a una controversia: “La suerte echada hace cesar hasta las contiendas, y separa, uno de otro, hasta a los poderosos”. (Pr 18:18.) No se usaba con relación al deporte, el entretenimiento o los juegos de azar. No había apuestas ni pérdidas ni ganancias. No tenían el propósito de enriquecer el templo o a los sacerdotes ni recaudar fondos para obras de caridad. Sin embargo, los soldados romanos sí pensaron en el aspecto meramente lucrativo cuando, como se había predicho en el Salmo 22:18, echaron suertes sobre las prendas de vestir de Jesús. (Mt 27:35.)
La primera vez que se menciona en la Biblia la costumbre de echar suertes es con relación a la selección de los machos cabríos para Jehová y para Azazel en el Día de Expiación. (Le 16:7-10.) En el tiempo de Jesús, esto se realizaba en el templo de Herodes, donde el sumo sacerdote sacaba de un receptáculo dos suertes hechas, según se ha dicho, de madera de boj o de oro. Las suertes estaban marcadas, respectivamente, “para Jehová” y “para Azazel”, y luego se colocaban sobre las cabezas de los machos cabríos.
Se echaron suertes para determinar el orden en que rendirían servicio en el templo las 24 divisiones sacerdotales. (1Cr 24:5-18.) El secretario de los levitas escribió los nombres de los cabezas de las casas paternas, y mediante las suertes se iban seleccionando los nombres de acuerdo a un orden establecido. También se asignó de esta manera a los levitas que rendirían servicio en el templo como cantores, porteros, tesoreros, etc. (1Cr 24:31; caps. 25, 26; Lu 1:8, 9.) Después de regresar del exilio, se echaron suertes respecto al suministro de leña para el servicio del templo, así como para designar quién se trasladaría a Jerusalén. (Ne 10:34; 11:1.)
Aunque no se mencionan directamente las suertes en relación con el Urim y el Tumim que Moisés colocó en el pectoral del sumo sacerdote (Le 8:7-9), y no se conoce con exactitud su naturaleza, se sabe que se utilizaban para resolver los problemas de manera similar a dos suertes. El Urim y el Tumim parecen haber estado relacionados con las suertes que se mencionan en 1 Samuel 14:41, 42, y en algunas ocasiones se les llama suertes sagradas. Por eso, cuando surgía una cuestión importante para la nación sobre la que no se podía tomar una decisión, el sumo sacerdote se situaba delante de Jehová y recibía Su decisión a través de estas suertes sagradas.
Jehová mandó que la división de la Tierra Prometida entre las doce tribus se llevase a cabo por sorteo. (Nú 26:55, 56.) El libro de Josué contiene una consideración detallada de la división, y la palabra “suerte(s)” aparece más de veinte veces en los capítulos 14–21. Se echaron suertes delante de Jehová junto a la tienda de reunión, en Siló, y bajo la supervisión de Josué y del sumo sacerdote Eleazar. (Jos 17:4; 18:6, 8.) Las ciudades levitas también se seleccionaron por sorteo. (Jos 21:8.) Obviamente Jehová hizo caer la suerte de manera que encajase con su profecía previa sobre la ubicación general de las tribus. (Gé 49.)
Se acostumbraba a echar suertes para identificar a los delincuentes. En el caso de Jonás, los marineros echaron suertes para saber por causa de quién les había sobrevenido aquella tormenta. (Jon 1:7, 8.) Por medio de suertes se indicó que Jonatán era el que había quebrantado el imprudente juramento de Saúl. (1Sa 14:41, 42.)
Los enemigos de Israel echaban suertes al dividir el botín de guerra y los cautivos. (Joe 3:3; Abd 11.) En la antigüedad echar suertes era un modo legítimo de zanjar disputas (Proverbios 18:18). Hamán hizo echar “Pur, es decir, la Suerte”, como una forma de adivinación para determinar el día más propicio para exterminar a los judíos de todo el Imperio persa. (Deuteronomio 18:10-12; Est 3:7.) El plural es pu-rím, de donde se origina el nombre de la fiesta de Purim, llamada también la fiesta de las suertes. (Est 9:24-26; véase PURIM.)
En el tiempo de los apóstoles. Los discípulos de Jesús utilizaron suertes junto con oración para determinar quién ocuparía el lugar de Judas Iscariote como uno de los doce que habían sido testigos de las actividades y la resurrección de Jesús; la suerte cayó sobre Matías. (Hch 1:21-26.) El término griego utilizado aquí para “suerte” es klë-ros, y está emparentado con la palabra klë-ro-no-mí-a, que significa “herencia”. Klë-ros se utiliza en Colosenses 1:12 y en 1 Pedro 5:3 con respecto a la herencia o lote que Dios ha dado a los cristianos.
Sin embargo, la Biblia no dice que se emplearan suertes después del Pentecostés de 33 E.C. para seleccionar a los superintendentes y sus ayudantes o para decidir asuntos de importancia. La selección de los superintendentes y sus ayudantes tenía que basarse en la prueba que daban sus vidas de tener el fruto del espíritu santo (1Ti 3; Tit 1), mientras que las otras decisiones se basaban en el cumplimiento de profecía, la guía angélica, los principios de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de Jesús y la dirección del espíritu santo. (Hch 5:19-21; 13:2, 3; 14:23; 15:15-19, 28.) El apóstol Pablo declara: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa [...] para rectificar las cosas”. (2Ti 3:16.)
9:10, 15, 16.
Aunque el decreto autorizaba el saqueo del botín, ¿por qué no lo hicieron los judíos?.
Su negativa indicó claramente que su objetivo era protegerse, no enriquecerse.
El término hebreo `eméth, a menudo traducido “verdad”, puede designar aquello que es firme, digno de confianza, estable, fiel, un hecho veraz o establecido. (Éx 18:21; 34:6; Dt 13:14; 17:4; 22:20; Jos 2:12; 2Cr 18:15; 31:20; Ne 7:2; 9:33; Est 9:30; Sl 15:2; Ec 12:10; Jer 9:5.) La palabra griega a·lë·thei·a contrasta con la falsedad o la injusticia y denota lo que se conforma a los hechos o lo que es justo y correcto. (Mr 5:33; 12:32; Lu 4:25; Jn 3:21; Ro 2:8; 1Co 13:6; Flp 1:18; 2Te 2:10, 12; 1Jn 1:6, 8; 2:4, 21.) Hay otras expresiones en los idiomas originales que, según el contexto, también se traducen “verdad”.
Jehová, el Dios de la verdad.
Jehová es el “Dios de la verdad”. (Sl 31:5.) Es fiel en su manera de actuar. Sus promesas son seguras, pues no puede mentir. (Nú 23:19; 1Sa 15:29; Sl 89:35; Tit 1:2; Heb 6:17, 18.) Juzga según la verdad, es decir, según como las cosas son realmente, y no sobre la base de la apariencia exterior. (Ro 2:2; compárese con Jn 7:24.) Todo lo que emana de Él es puro y sin defecto. Sus decisiones judiciales, su ley, sus mandamientos y su palabra son verdad. (Ne 9:13; Sl 19:9; 119:142, 151, 160.) Siempre son correctos y apropiados, y se oponen a toda injusticia y error.
★Dios - [El Dios verdadero Jehová]
★Convencidos de que la Palabra de Dios es la verdad - (2-1-2023-Pg.2/3)
★"Sea Dios veraz" - (lg)
El testimonio de la creación. Las obras de la creación testifican de la existencia de Dios. No obstante, según el apóstol Pablo, hasta algunos de los que “conocieron a Dios” suprimieron esa verdad, y en lugar de servir a Dios en armonía con la verdad de su poder eterno y divinidad, se hicieron ídolos y los adoraron. Como los ídolos no son verdaderos dioses, son una mentira, una falsedad. (Jer 10:14.) Por lo tanto, estas personas cambiaron la verdad de Dios que poseían por “la mentira y veneraron y rindieron servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó”. El volverse a la falsedad de la idolatría los condujo a la degradación de todo tipo. (Ro 1:18-31.)
En contraste con la pecaminosidad del hombre. Las prácticas degradadas de los no judíos y la desobediencia de los judíos a la ley de Dios no le ocasionaron al Creador ningún perjuicio. Al contrario, su veracidad, santidad y justicia se destacaron aún más, lo que resultó en su gloria. Pero el que las malas acciones del hombre hagan resaltar aún más la justicia de Dios, no da base alguna para afirmar que Dios es injusto al ejecutar juicio adverso contra los malhechores. Como creación de Dios, la persona no tiene ningún derecho de perjudicarse a sí misma por medio del pecado.
Este fue el argumento que Pablo utilizó en su carta a los Romanos cuando dijo: “Si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? Dios no es injusto cuando descarga su ira, ¿verdad? (Estoy hablando como lo hace un hombre.) ¡Jamás suceda eso! ¿Cómo, de otro modo, juzgará Dios al mundo? No obstante, si con motivo de mi mentira [compárese con Sl 62:9] la verdad de Dios se ha hecho más prominente para gloria de él, ¿por qué, también, todavía se me juzga como pecador? ¿Y por qué no decir, así como lo que se nos imputa falsamente y así como declaran algunos que decimos: ‘Hagamos las cosas malas para que vengan las cosas buenas’? El juicio contra tales hombres está en armonía con la justicia”. (Ro 3:5-8.) Dios no ha librado a su pueblo para que siga un proceder de pecado, sino para una vida de justicia, para que le pueda glorificar. Por eso el apóstol Pablo dice más adelante en su carta: “Tampoco sigan presentando sus miembros al pecado como armas de la injusticia, sino preséntense a Dios como aquellos vivos de entre los muertos; también sus miembros a Dios como armas de la justicia”. (Ro 6:12, 13.)
¿Qué significa la afirmación de que Jesucristo mismo es “la verdad”? Jesús fue la personificación de la verdad viviente de las revelaciones del propósito de Dios, de las cosas que Dios había jurado. Al igual que su Padre, Jehová, Jesucristo está “lleno de bondad inmerecida y verdad”. (Jn 1:14; Ef 4:21.) Mientras estuvo en la Tierra, siempre habló la verdad tal como la había recibido de su Padre. (Jn 8:40, 45, 46.) “No cometió pecado, ni en su boca se halló engaño.” (1Pe 2:22.) Representó las cosas como realmente eran. Además de estar ‘lleno de verdad’, él mismo era “la verdad”, y la verdad vino por medio de él. Él declaró: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”. (Jn 14:6.) Y el apóstol Juan escribió: “La Ley fue dada por medio de Moisés, la bondad inmerecida y la verdad vinieron a ser por medio de Jesucristo”. (Jn 1:17.)
Las palabras de Juan no significan que la Ley transmitida mediante Moisés fuese errónea. También era verdad y se conformaba a la norma de Dios en cuanto a santidad, justicia y bondad. (Sl 119:151; Ro 7:10-12.) Sin embargo, la Ley servía de tutor que conducía a Cristo (Gál 3:23-25) y tenía una sombra o cuadro profético de realidades mayores. (Heb 8:4, 5; 10:1-5.) Proveía una sombra, por lo que, aunque veraz, no era la verdad plena y tenía que dar paso a las realidades que prefiguró. Pablo recalcó este punto en su carta a los Colosenses: “Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta, o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, pero la realidad pertenece al Cristo”. (Col 2:16, 17.) Por consiguiente, la ‘verdad vino a ser por medio de Jesucristo’ en el sentido de que materializó las cosas prefiguradas por la Ley. Como Jesús no era una sombra, sino la realidad, él era “la verdad”. Jesús también fue ‘un ministro a favor de la veracidad de Dios’ en el sentido de que cumplió las promesas que Dios había hecho a los antepasados de los judíos ministrando a los judíos y los prosélitos circuncisos. (Ro 15:8; véase JESUCRISTO [‘Dar testimonio acerca de la verdad’].)
De manera similar, la referencia del apóstol Pablo a la ‘verdad en la Ley’ no implica que hubiese alguna falsedad en ella (Ro 2:20), solo muestra que la Ley no era la verdad completa.
“El espíritu de la verdad.” El espíritu que procede de Jehová Dios es puro y santo. Es el “espíritu de la verdad”. (Jn 14:17; 15:26.) Jesucristo dijo a sus discípulos: “Tengo muchas cosas que decirles todavía, pero no las pueden soportar ahora. Sin embargo, cuando llegue aquel, el espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propio impulso, sino que hablará las cosas que oye, y les declarará las cosas que vienen”. (Jn 16:12, 13.)
El espíritu de Dios les enseñaría todo lo que necesitaran saber para llevar a cabo su obra, recordándoles y haciéndoles entender cosas que habían oído previamente a Jesús, pero que no habían entendido. (Jn 14:26.) El espíritu de Dios también les declararía “las cosas que vienen”. Estas “cosas” pudieran incluir el revelar el significado de la muerte y resurrección de Jesús, pues estos acontecimientos en aquel entonces todavía estaban en el futuro y entre las cosas que sus discípulos no entendían. (Mt 16:21-23; Lu 24:6-8, 19-27; Jn 2:19-22; 12:14-16; 20:9.) Por supuesto, el espíritu de Dios después también permitió que los seguidores de Cristo predijesen sucesos futuros. (Hch 11:28; 20:29, 30; 21:11; 1Ti 4:1-3.) El espíritu santo de Dios, como “espíritu de la verdad”, nunca podría ser fuente de error, sino que protegería a los seguidores de Cristo de falsedades doctrinales. (Compárese con 1Jn 2:27; 4:1-6.) Daría testimonio acerca de la verdad concerniente a Jesucristo. Desde el Pentecostés de 33 E.C. en adelante, el espíritu de Dios dio testimonio al ayudar a los discípulos de Jesús a entender las profecías que probaban con claridad que Jesús era el Hijo de Dios. Sobre la base de estas profecías, los discípulos dieron testimonio a otras personas. (Jn 15:26, 27; compárese con Hch 2:14-36; Ro 1:1-4.) Incluso antes del Pentecostés, “el espíritu de la verdad” había estado dando testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios (1Jn 5:5-8), ya que mediante este espíritu Jesús fue ungido y capacitado para realizar obras poderosas. (Jn 1:32-34; 10:37, 38; Hch 10:38; véase ESPÍRITU.)
La Palabra de Dios es la verdad. La Palabra de Dios presenta las cosas tal como realmente son, revelando los atributos, propósitos y mandamientos de Jehová, así como la verdadera situación en que se encuentra la humanidad. La Palabra de verdad de Dios muestra lo que se requiere para que una persona sea santificada o hecha santa, apartada para ser utilizada por Jehová en su servicio y luego permanecer en una condición santificada. Por consiguiente, Jesús podía orar con respecto a sus seguidores: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad”. (Jn 17:17; compárese con Snt 1:18.) Su obediencia a la verdad revelada de la Palabra de Dios les llevaba a la santificación, y la verdad era el medio por el que purificaban sus almas. (1Pe 1:22.) De ese modo se distinguían por no ser ‘parte de un mundo’ que no se adhería a la verdad de Dios. (Jn 17:16.) Quien no conoce la verdad tampoco podrá reconocer la mentira.
‘Andar en la verdad.’ Los que desean conseguir la aprobación de Dios tienen que andar en su verdad y servirle con verdad. (Jos 24:14; 1Sa 12:24; Sl 25:4, 5; 26:3-6; 43:3; 86:11; Isa 38:3.) Esto significa cumplir con los requisitos de Dios y servirle con fidelidad y sinceridad. Jesucristo dijo a una mujer samaritana: “La hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad”. (Jn 4:23, 24.) Tal adoración no podía basarse en la imaginación, sino que tendría que conformarse a lo que está en armonía con la realidad, en consonancia con lo que Dios ha revelado en cuanto a sí mismo y sus propósitos.
El cristianismo es “el camino de la verdad” (2Pe 2:2), y los que ayudan a otros a adelantar los intereses del cristianismo se convierten en “colaboradores en la verdad”. (3Jn 8.) El conjunto de enseñanzas cristianas, que más tarde formó parte de la Palabra escrita de Dios, es “la verdad” o “la verdad de las buenas nuevas”. Adherirse a esta verdad, ‘andar’ en ella, es esencial para que una persona consiga la salvación. (Ro 2:8; 2Co 4:2; Ef 1:13; 1Ti 2:4; 2Ti 4:4; Tit 1:1, 14; Heb 10:26; 2Jn 1-4; 3Jn 3, 4.) En el caso de los que se comportan de modo correcto, la verdad —la conformidad de sus caminos a la Palabra de Dios y los mismos resultados de su proceder— da testimonio de que son ejemplos dignos de imitar. (3Jn 11, 12.) Por otro lado, una persona que se aparta de las enseñanzas fundamentales del cristianismo, sea por comportarse de manera impropia o por abogar a favor de una doctrina falsa, ya no está “andando” en la verdad. Esta era la situación de los que insistían en que la circuncisión era necesaria para conseguir la salvación. Su enseñanza era contraria a la verdad cristiana, y los que la aceptaban dejaban de obedecer la verdad o de andar en ella. (Gál 2:3-5; 5:2-7.) De manera similar, cuando el apóstol Pedro, por su manera de actuar, hizo una distinción impropia entre los judíos y los no judíos, el apóstol Pablo le corrigió por no ‘andar’ en armonía con “la verdad de las buenas nuevas”. (Gál 2:14.)
★Pies - [Andar]
★Posturas y Ademanes - [Uso figurado de ciertas acciones-§1-Andar]
“Columna y apoyo de la verdad.” La congregación cristiana sirve de “columna y apoyo de la verdad”, pues protege la pureza de la verdad, la defiende y la hace respetar. (1Ti 3:15.) Por esta razón es especialmente importante que aquellos a los que se ha confiado la superintendencia en la congregación puedan manejar “la palabra de la verdad” correctamente. El uso apropiado de la Palabra de Dios les permite combatir la enseñanza falsa en la congregación, instruyendo “a los que no están favorablemente dispuestos, ya que Dios quizás les dé arrepentimiento que conduzca a un conocimiento exacto de la verdad”. (2Ti 2:15-18, 25; compárese con 2Ti 3:6-8; Snt 5:13-20.) No todos están capacitados para dar esta clase de instrucción o enseñanza en la congregación. Hombres que tienen celos amargos y son contenciosos no pueden jactarse de que son aptos para enseñar, y, por lo tanto, lo que alegan sería falso. Por eso, el discípulo Santiago escribió: “¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su conducta excelente sus obras con una apacibilidad que pertenece a la sabiduría. Pero si ustedes tienen en el corazón amargos celos y espíritu de contradicción, no anden haciendo alardes y mintiendo contra la verdad”. (Snt 3:13, 14.)
Para que la congregación sea “columna y apoyo de la verdad”, sus miembros tienen que manifestar la verdad en su vida por medio de conducta excelente. (Ef 5:9.) Han de ser consecuentes y constantes en su buena conducta, como si estuviesen “ceñidos con la verdad”. (Ef 6:14.) Además de mantener pureza personal, los cristianos deben interesarse en la pureza de la congregación. Al destacar la necesidad de mantener la congregación cristiana limpia de la contaminación de los desaforados, el apóstol Pablo escribió: “Quiten la levadura vieja, para que sean una masa nueva, según estén libres de fermento. Porque, en realidad, Cristo nuestra pascua ha sido sacrificado. Por consiguiente, guardemos la fiesta, no con levadura vieja, ni con levadura de maldad e iniquidad, sino con tortas no fermentadas de sinceridad y verdad”. (1Co 5:7, 8.) Puesto que Jesucristo fue sacrificado solo una vez (compárese con Heb 9:25-28) como aquel en quien se hacía realidad el cordero pascual, todo el derrotero de vida del cristiano, que se compara a la fiesta de las tortas no fermentadas, debería estar libre de nocividad e iniquidad. Tiene que haber un deseo de eliminar lo que es pecaminoso para mantener la pureza personal y de la congregación, y así ‘guardar la fiesta con tortas no fermentadas de sinceridad y verdad’.
“¿Qué es la verdad?”
Gr.: Tí e·stin a·lé·thei·a; lat.: Quid est vé·ri·tas; J17,18(heb.): Mah hi’ ha·’eméth.
Al parecer, Pilato se refería a la verdad en general, no a “la verdad” que Jesús acababa de mencionar (Juan 18:37). Si su pregunta hubiera sido sincera, Jesús la habría contestado. Sin embargo, es probable que la pregunta de Pilato fuera retórica y reflejara cinismo e incredulidad, como si estuviera diciendo: “¿La verdad? ¿Qué es eso? No existe tal cosa”. De hecho, Pilato salió a donde estaban los judíos sin esperar a que Jesús le respondiera.
Mediante la Biblia, Jehová ha conservado la verdad divina y la ha puesto a disposición de todo el mundo. La Biblia revela las cosas tal como son en realidad. Da a conocer los atributos, propósitos y mandatos divinos, así como la verdadera situación de la humanidad. Jesús le dijo a Jehová en oración: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Este hecho hace de la Biblia un libro singular. Es el único que se escribió por inspiración del Dios que todo lo sabe (2 Timoteo 3:16)
El objetivo de la investigación científica y la educación es conocer los hechos, la verdad, sobre el mundo en que vivimos. La verdad no es asunto de opinión personal. Por ejemplo, o el alma humana es inmortal, o no lo es. O Satanás existe, o no existe. O la vida tiene un propósito, o no lo tiene. En todos estos casos, solo una de las dos posibilidades es correcta. Una es cierta y la otra falsa; las dos no pueden ser ciertas.
6:6-10. “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo.” (Proverbios 16:18.)
7:3, 4. ¿Nos identificamos valerosamente como testigos de Jehová, aunque hacerlo pudiera resultar en persecución?
8:3-6. Podemos y debemos recurrir a las autoridades y a los tribunales en busca de protección contra nuestros enemigos.
8:5. Ester fue sensata al no mencionar la responsabilidad que el rey tenía en el decreto concebido para aniquilar a su pueblo. De igual manera, nosotros debemos ser prudentes cuando damos testimonio a dirigentes destacados.
9:22. No debemos olvidar a los pobres entre nosotros (Gálatas 2:10).
El emocionante relato de Ester es particularmente animador para los que vivimos en “el tiempo del fin” (Daniel 12:4). “En la parte final de los días”, o en la parte final del tiempo del fin, Gog de Magog —Satanás— lanzará un ataque total contra el pueblo de Jehová. Su objetivo será aniquilar a los adoradores verdaderos del Altísimo. Pero tal como en los días de Ester, Jehová traerá “alivio y liberación” para sus siervos (Ezequiel 38:16-23; Ester 4:14).
DICHO simplemente, esta es la historia de Asuero, rey de Persia, que algunos creen que fue Jerjes I, cuya esposa desobediente Vasti es reemplazada por la judía Ester, prima de Mardoqueo. El agaguita Hamán trama la muerte de Mardoqueo y de todos los judíos, pero es colgado en su propio madero, mientras que Mardoqueo asciende a primer ministro y los judíos reciben liberación.
2 Por supuesto, hay quienes quisieran decir que el libro de Ester no es ni inspirado ni provechoso, sino simplemente una hermosa leyenda. Su afirmación se basa en que en el libro no aparece el nombre de Dios. Aunque es cierto que no se menciona a Dios directamente, parece que en el texto hebreo de este libro, en cuatro lugares diferentes, aparece un acróstico del Tetragrámaton, porque las letras iniciales de cuatro palabras en sucesión forman YHWH (hebreo: יהוה) o Jehová. Esas letras iniciales se destacan de modo especial en por lo menos tres manuscritos hebreos antiguos, y también se distinguen en la masora con letras rojas. Además, parece que en Ester 7:5 hay un acróstico de la declaración formal divina: “Yo resultaré ser”. (Véanse las notas sobre Ester 1:20; 5:4, 13; 7:7, así como 7:5.)
3 Por todo el registro queda muy patente que Mardoqueo aceptó y obedeció la ley de Jehová. Rehusó inclinarse para honrar a un hombre que probablemente era amalequita; Dios había marcado para el exterminio a los amalequitas. (Est. 3:1, 5; Deu. 25:19; 1 Sam. 15:3.) La expresión de Mardoqueo en Ester 4:14 indica que él esperaba liberación de Jehová y que tenía fe en que Dios dirigiría todo cuanto sucediera. El que Ester ayunara (algo que también hicieron los demás judíos) por tres días antes de presentarse ante el rey muestra confianza en Jehová. (Est. 4:16.) Otro hecho que también indica que Dios estaba maniobrando los sucesos fue el que Ester se ganara el favor de Hegai, el guardián de las mujeres, y que al rey se le hiciera imposible dormir la noche en que pidió los registros oficiales y descubrió que no se había honrado a Mardoqueo por su buena acción del pasado. (Est. 2:8, 9; 6:1-3; compárese con Proverbios 21:1.) Sin duda se alude a la oración en las palabras: “los asuntos de los ayunos y su clamor por socorro”. (Ester 9:31.)
4 Muchos hechos establecen que el registro es auténtico y se apega a la realidad. El pueblo judío aceptó el libro y lo llamó simplemente el Meghil-láh, que significa “rollo; volumen”. Parece que este fue incluido en el canon hebreo por Esdras, y él ciertamente habría rechazado una fábula. Hasta hoy los judíos guardan la fiesta de Purim, o Suertes, para celebrar la gran liberación de los días de Ester. El libro presenta los modales y las costumbres persas como en la vida real y en conformidad con los hechos conocidos de la historia y los hallazgos arqueológicos. Por ejemplo, el libro de Ester describe con exactitud cómo honraban a un hombre los persas (6:8). Ciertas excavaciones arqueológicas han revelado que las descripciones del palacio del rey que se dan en el libro de Ester son exactas hasta el menor detalle (5:1, 2).
5 Esa exactitud también se nota en el relato mismo, por el cuidado con que suple los nombres de oficiales de la corte y servidores, y hasta los nombres de los diez hijos de Hamán. Se indica que el linaje de Mardoqueo y Ester se remonta a Quis de la tribu de Benjamín (2:5-7). Se hacen referencias a los registros oficiales del gobierno persa (2:23; 6:1; 10:2). El lenguaje que se usa en el libro es hebreo tardío, junto con muchas palabras y expresiones persas y arameas añadidas, estilo que corresponde al de Crónicas, Esdras y Nehemías, algo que cuadra completamente con el período en que se escribió.
6 Se cree que los sucesos de Ester tuvieron lugar en los días en que el poderoso imperio persa estaba en su apogeo, y que abarcan unos 18 años del reinado de Asuero (Jerjes I). Ese período, que se extiende hasta alrededor del 475 a. E.C., está indicado por testimonio de fuentes griegas, persas y babilonias. Con toda probabilidad el escritor del libro fue Mardoqueo, testigo ocular y uno de los personajes principales del relato; la intimidad y los detalles del relato muestran que aquellos sucesos que tuvieron lugar en el palacio de Susa tienen que haber sido parte de la vida del escritor. Aunque a Mardoqueo no se le menciona en ningún otro libro de la Biblia, no hay duda de que fue una persona real, histórica. Algo interesante es que se ha encontrado un texto cuneiforme no fechado que A. Ungnad, de Alemania, dice que menciona a Mardukâ (¿Mardoqueo?), un alto funcionario de la corte de Susa durante el reinado de Jerjes I. Lógicamente fue en Susa donde Mardoqueo completó el registro de los sucesos de Ester inmediatamente después que tuvieron lugar, es decir, alrededor de 475 a. E.C.
7 Depuesta la reina Vasti - (1:1-22) Transcurre el tercer año del reinado de Asuero. El rey celebra un fastuoso banquete para los oficiales de su imperio, y por 180 días les muestra las riquezas y la gloria de su reino. Luego hay un magnífico festín de siete días para toda la gente de Susa. Al mismo tiempo, Vasti la reina celebra un banquete para las mujeres. El rey alardea de sus riquezas y gloria y, mientras está de humor alegre por el vino, llama a Vasti para que venga y muestre su belleza a la gente y a los príncipes. La reina Vasti sigue rehusando venir a él. Asuero, siguiendo el consejo de los oficiales de la corte, que señalan que ese mal ejemplo puede hacer que el rey pierda prestigio por todo el imperio, remueve a Vasti del puesto de reina y publica documentos en los que dice a todas las esposas que “[den] honra a sus dueños”; y a todo esposo, que “[actúe] continuamente como príncipe en su propia casa” (1:20, 22).
8 Ester hecha reina - (2:1-23) Más tarde el rey nombra comisionados para que busquen las vírgenes más hermosas de las 127 provincias del imperio y las traigan a Susa, donde se las va a preparar mediante un tratamiento de belleza para presentarlas al rey. Entre las jóvenes seleccionadas está Ester. Ester es una huérfana judía, “de bonita figura y hermosa apariencia”, a quien ha criado su primo Mardoqueo, un funcionario de Susa (2:7). El nombre judío de Ester, Hadassá, significa “Mirto”. Ester agrada a Hegai, el guardián de las mujeres, y este la trata de modo especial. Nadie sabe que ella es judía, porque Mardoqueo le ha dado la instrucción de que guarde este secreto. Las jóvenes son llevadas al rey por turno. Él escoge a Ester como su nueva reina, y hay un banquete para celebrar su coronación. Poco después Mardoqueo se entera de una conspiración para asesinar al rey, y hace que Ester se lo comunique “en nombre de Mardoqueo” (2:22). Se descubre el complot, se cuelga a los conspiradores y se registra lo sucedido en los anales del rey.
9 La conspiración de Hamán - (3:1–5:14) Pasan unos cuatro años. Hamán, aparentemente un descendiente del rey amalequita Agag, a quien Samuel mató, asciende al puesto de primer ministro. (1 Sam. 15:33.) El rey lo ensalza y ordena que todos sus siervos que están en la puerta del rey se inclinen ante Hamán. Esto incluye a Mardoqueo. No obstante, Mardoqueo rehúsa hacer eso, y se revela como judío a los siervos del rey. (Compárese con Éxodo 17:14, 16.) Hamán se encoleriza y, al enterarse de que Mardoqueo es judío, ve en esto la gran oportunidad para deshacerse de Mardoqueo y todos los judíos de una vez para siempre. Se echa la suerte (pur) para determinar un día bueno para aniquilar a los judíos. Hamán se vale de que goza del favor del rey y acusa de desafuero a los judíos, tras lo cual pide que se ordene por escrito que se les destruya. Ofrece una contribución de 10.000 talentos de plata (equivalente a unos $66.060.000 [E.U.A.]) para financiar la matanza. El rey consiente, y por todo el imperio se envían órdenes escritas, que se han sellado con el anillo del rey y fijan el 13 de Adar como el día para el genocidio de los judíos.
10 Al oír la ley, Mardoqueo y todos los judíos se dan al duelo en saco y ceniza. Hay “ayuno y llanto y plañido”. (Est. 4:3.) Cuando Mardoqueo informa a Ester sobre el aprieto de los judíos, al principio ella vacila en cuanto a interceder. El presentarse cualquiera sin invitación ante el rey se castiga con la muerte. Sin embargo, Mardoqueo muestra su fe en el poder de Jehová cuando declara que de todas maneras Ester moriría si les fallara a los judíos, y la liberación ‘se levantaría para ellos de algún otro lugar’. Además, ¿no será que Ester ha llegado a ser reina “para un tiempo como este” (4:14)? Después de comprender la cuestión, ella concuerda en arriesgar su vida, y todos los judíos de Susa ayunan junto con ella por tres días.
11 Entonces Ester se presenta ante el rey, vestida en sus mejores galas reales. Ella se gana favor a los ojos del rey, quien extiende a ella su cetro de oro y le perdona así la vida. Ahora Ester invita al rey y a Hamán a un banquete. Durante el banquete, el rey la insta a que dé a conocer su petición y le asegura que se le concederá, “hasta la mitad de la gobernación real”, tras de lo cual ella invita a ambos a otro banquete que se celebrará el día siguiente (5:6). Hamán sale gozoso. ¡Pero allí en la puerta del rey está Mardoqueo! De nuevo Mardoqueo rehúsa honrar a Hamán o retemblar ante él. El gozo de Hamán se convierte en cólera. Su esposa y sus amigos le sugieren que construya un madero de 50 codos (22,3 metros [73 pies]) de alto y consiga una orden del rey para colgar de él a Mardoqueo. Inmediatamente Hamán hace que se construya el madero.
12 Se invierten los papeles - (6:1–7:10) Aquella noche el rey no puede dormir. Hace que se le traiga y se le lea el libro de los registros, y descubre que no ha premiado a Mardoqueo por salvarle la vida. Más tarde el rey pregunta quién está en el patio. Es Hamán, quien ha venido a pedir la autorización del rey para dar muerte a Mardoqueo. El rey pregunta a Hamán cómo debe honrarse a alguien que agrada al rey. Porque cree que el rey está pensando en él, Hamán describe un lujoso programa de honra. ¡Pero el rey le manda: “Haz así a Mardoqueo el judío” (6:10)! Hamán no tiene más remedio que vestir a Mardoqueo con esplendor real, sentarlo en el caballo del rey y conducirlo alrededor de la plaza pública de la ciudad, mientras grita delante de él. Humillado y desconsolado, Hamán se apresura a volver a su casa. Su esposa y sus amigos no tienen consuelo para él. ¡Hamán está perdido!
13 Llega el tiempo para que Hamán concurra al banquete donde estarán el rey y Ester. La reina declara que ella y su pueblo han sido vendidos a la destrucción. ¿Quién se ha atrevido a perpetrar esta iniquidad? Ester dice: “El hombre, el adversario y enemigo, es este miserable Hamán” (7:6). El rey se levanta enfurecido y sale al jardín. Hamán, al quedar a solas con la reina, ruega por su vida, y el rey, cuando regresa, se enfurece aún más al ver a Hamán sobre el lecho de la reina. ¡En seguida Asuero ordena que se cuelgue a Hamán en el mismo madero que Hamán había preparado para Mardoqueo! (Sal. 7:16.)
14 Ascenso de Mardoqueo; liberación de los judíos - (8:1–10:3) El rey da a Ester todas las posesiones de Hamán. Ester da a conocer a Asuero su parentesco con Mardoqueo, y el rey hace que Mardoqueo ascienda al puesto anterior de Hamán y reciba el anillo real de sellar. De nuevo Ester arriesga la vida al presentarse delante del rey para pedir que se deshaga el decreto escrito de que se destruya a los judíos. Pero ¡“las leyes de Persia y Media” no se pueden anular (1:19)! Así que el rey autoriza a Ester y Mardoqueo para que escriban una nueva ley y la sellen con el anillo del rey. Esta orden escrita, enviada por todo el imperio tal como la anterior, otorga a los judíos el derecho a ‘congregarse y ponerse de pie en defensa de sus almas, para aniquilar y matar y destruir a toda la fuerza del pueblo y del distrito jurisdiccional que esté mostrándoles hostilidad, pequeñuelos y mujeres, y para saquear su despojo’, el mismo día en que entre en vigor la ley de Hamán (8:11).
15 Cuando llega el día señalado, el 13 de Adar, ningún hombre puede mantenerse firme ante los judíos. Por petición de Ester al rey, la lucha sigue el día 14 en Susa. En total se da muerte a 75.000 de los enemigos de los judíos por todo el imperio. Se mata a otros 810 en el castillo de Susa. Entre ellos están los diez hijos de Hamán, a quienes se da muerte el primer día y se cuelga en maderos el segundo día. No se toma botín alguno. Hay descanso el 15 de Adar, y los judíos se dan al banquete y el regocijo. Mardoqueo ahora da instrucciones escritas para que los judíos observen anualmente esta fiesta de “Pur, es decir, la Suerte”, en los días 14 y 15 de Adar, algo que ellos hacen hasta la actualidad (9:24). Se engrandece a Mardoqueo en el reino, y él usa su puesto de segundo en orden al rey Asuero “trabajando para el bien de su pueblo y hablando paz a toda la prole de ellos” (10:3).
16 Aunque ningún otro escritor de la Biblia cita directamente porción alguna de Ester, el libro está en completa armonía con lo restante de las Escrituras inspiradas. De hecho, suministra unas espléndidas ilustraciones de principios bíblicos que se declaran más tarde en las Escrituras Griegas Cristianas y que aplican a los adoradores de Jehová de todos los tiempos. Un estudio de los siguientes pasajes no solo mostrará que eso es así, sino que también edificará su fe de cristiano: Ester 4:5—Filipenses 2:4; Ester 9:22—Gálatas 2:10. La acusación que se levantó contra los judíos de que ellos no obedecían las leyes del rey es parecida a la acusación que se presentó contra los cristianos primitivos. (Est. 3:8, 9; Hech. 16:21; 25:7.) Los siervos verdaderos de Jehová afrontan acusaciones como esas con denuedo y con confianza piadosa en el poder divino de liberación, según el espléndido modelo de Mardoqueo, Ester y sus compañeros judíos. (Est. 4:16; 5:1, 2; 7:3-6; 8:3-6; 9:1, 2.)
17 Como cristianos, no debemos pensar que nos hallamos en una situación diferente de la de Mardoqueo y Ester. Nosotros también vivimos bajo “las autoridades superiores” en un mundo extraño. Deseamos ser ciudadanos observantes de la ley en cualquier país donde residamos, pero al mismo tiempo queremos poner correctamente un límite entre ‘pagar a César las cosas de César y a Dios las cosas de Dios’. (Rom. 13:1; Luc. 20:25.) El primer ministro Mardoqueo y la reina Ester dieron buenos ejemplos de devoción y obediencia en sus deberes seglares. (Est. 2:21-23; 6:2, 3, 10; 8:1, 2; 10:2.) Con todo, denodadamente Mardoqueo puso un límite en cuanto a obedecer el mandato real de inclinarse ante aquel despreciable agaguita, Hamán. Además, vio que se hiciera una apelación para lograr una enmienda legal cuando Hamán conspiró para destruir a los judíos (3:1-4; 5:9; 4:6-8).
18 Toda la evidencia indica que el libro de Ester es parte de la Santa Biblia, “inspirada de Dios y provechosa”. Aunque no menciona directamente a Dios ni su nombre, nos da excelentes ejemplos de fe. Mardoqueo y Ester no fueron sencillamente producto de la imaginación de algún cuentista; fueron verdaderos siervos de Jehová Dios, personas que cifraron confianza absoluta en el poder salvador de Jehová. Aunque vivieron bajo las “autoridades superiores” en un país extranjero, usaron todo medio legal para defender los intereses del pueblo de Dios y su adoración. Nosotros hoy día podemos seguir su ejemplo al “defender y establecer legalmente las buenas nuevas” del Reino de Dios, que traerá liberación. (Fili. 1:7.)
Libro de las Escrituras Hebreas que toma el nombre de su personaje principal, aunque en algunas copias de la Vulgata latina el título es “Asuero”, debido a que dicho rey persa desempeña un papel muy importante en este relato. Los judíos lo denominan Meghil-láth `Es-tér, o simplemente Meghil-láh, que significa “Rollo”, porque para ellos constituye por sí solo un rollo muy preciado.
Escritor. Las Escrituras no dicen quién escribió el libro de Ester. Algunos eruditos lo atribuyen a Esdras, pero las pruebas parecen indicar que fue Mardoqueo. Él estaba en situación de conocer con todo lujo de detalles los hechos que se registran en el relato: todo lo relacionado con él mismo y con Ester, lo que hacían los miembros de la familia de Hamán y, de manera especial, lo que ocurrió en Susa el castillo. Después de llegar a ser primer ministro del gobierno persa, debió tener acceso a los documentos oficiales que se mencionan en el relato. De este modo, y al igual que Daniel, Esdras y Nehemías, quienes ocuparon puestos oficiales en el gobierno de Persia durante otros períodos y escribieron libros bíblicos sobre la relación de los judíos con esa potencia mundial, Mardoqueo era la persona más indicada para escribir, con la bendición de Jehová, el libro de Ester.
Marco histórico. El relato fija el tiempo para los acontecimientos en el reinado de Asuero, que gobernó cuando el Imperio persa se extendía desde la India hasta Etiopía y comprendía 127 provincias o distritos jurisdiccionales. (Est 1:1.) Estos acontecimientos, así como el hecho de que Esdras incluyese el libro en el canon bíblico, sitúan los sucesos en el tiempo de uno de los siguientes tres reyes: Darío I el persa, Jerjes I y Artajerjes Longimano. Sin embargo, se sabe que tanto Darío I como Artajerjes Longimano favorecieron a los judíos antes del año duodécimo de sus respectivos reinados, lo que no encaja con el Asuero del libro, ya que al parecer este no conocía bien a los judíos ni su religión y tampoco estaba dispuesto a favorecerlos. Por lo tanto, se cree que el Asuero del libro de Ester es Jerjes I, hijo del rey persa Darío el Grande. Este entendimiento se refleja en las notas y comentarios de varias versiones (BAS; CI; CJ; LT; Str; Val, 1989; VP).
Al parecer en el libro de Ester se cuentan los años reinantes de este rey a partir de la corregencia con su padre Darío el Grande. Como los primeros acontecimientos que se relatan en el libro de Ester tuvieron lugar en el tercer año de su reinado y el resto del relato llega hasta el fin de su reinado, el libro debe abarcar el período que va de 493 a. E.C. a 475 a. E.C. (Véase Persia, PERSAS [Los reinados de Jerjes y Artajerjes].)
El libro de Ester se escribió algún tiempo después del año duodécimo de Jerjes y para el fin del reinado de Jerjes (c. 475 a. E.C.). El vívido estilo de la narración deja entrever que el escritor fue un testigo ocular. Además, ya que parece ser que el escritor tuvo acceso a documentos gubernamentales (Est 10:2), es muy probable que el libro se escribiera en Susa, ciudad de la provincia de Elam, que por aquel entonces formaba parte de Persia. Por otra parte, el hebreo utilizado, en el que aparecen palabras persas y caldeas, encaja tanto con el tiempo como con el lugar —Persia— donde se cree que se escribió este libro.
Esdras pudo haber llevado el libro desde Babilonia a Jerusalén en 468 a. E.C., ya que formaba parte del canon de la Gran Sinagoga de Jerusalén antes de que esta desapareciera, alrededor de 300 a. E.C.
Autenticidad y canonicidad. Hay quienes dudan de la canonicidad del libro de Ester debido a que ni se cita ni se alude a él en las Escrituras Griegas Cristianas. Pero esta no es una objeción concluyente, porque las mismas circunstancias se dan en otros libros cuya canonicidad está bien demostrada, por ejemplo, Esdras y Eclesiastés. Melitón de Sardes, Gregorio Nacianceno y Atanasio están entre aquellos que lo omitieron de sus listas de libros canónicos. Sin embargo, Jerónimo, Agustín y Orígenes se refieren al libro por nombre. Asimismo, aparece en la colección Chester Beatty y en un códice compilado probablemente en la primera mitad del siglo III E.C., junto con los libros de Ezequiel y Daniel. Parece que su autoridad jamás ha sido puesta en duda ni por los judíos ni por los cristianos primitivos en conjunto. Los judíos lo suelen colocar en sus Biblias con los Hagiógrafos (los Escritos), entre Eclesiastés y Daniel.
Más tarde se insertaron en el libro añadiduras apócrifas. Algunos eruditos fijan la fecha de estas añadiduras hacia el año 100 a. E.C, es decir, unos trescientos años después de establecerse el canon de las Escrituras Hebreas, según la opinión tradicional.
Se acusa al libro de Ester de exageración, ya que hace mención de un banquete celebrado en el transcurso del tercer año del reinado de Asuero que duró ciento ochenta días. (Est 1:3, 4.) Sin embargo, algunos han dicho que pudo haberse celebrado una fiesta tan larga a fin de recibir a los numerosos funcionarios de las muchas provincias, quienes, debido a sus obligaciones, no habrían podido estar todo ese tiempo, ni todos a la vez. En realidad, el texto no dice que el banquete durase tanto tiempo, sino que el rey mostró las riquezas y la gloria de su reino durante ciento ochenta días. Se menciona un banquete en los versículos 3 y 5 del primer capítulo. Tal vez no se haga referencia a dos banquetes, sino que el banquete de siete días para todos los habitantes de Susa el castillo que se ofreció al finalizar la gran asamblea sea el mismo del versículo 3. (Commentary on the Old Testament, de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 3, “Esther”, págs. 322-324.)
En vista de que en el libro no se hace ninguna mención directa de Dios, algunos lo acusan de ser una obra profana. No obstante, el libro habla de ayuno y de un “clamor por socorro” por parte de los judíos, lo que implica oración. (Est 4:3, 16; 9:31.) Además, en el libro hay indicios de que Dios maniobró los acontecimientos, como, por ejemplo, el insomnio del rey en el momento oportuno (Est 6:1), así como una posible alusión a que Ester llegase a ser reina por dirección divina. (Est 4:14.) Lo que es más, Mardoqueo era adorador de Jehová, como queda manifiesto en su rotunda negativa a inclinarse ante Hamán, un enemigo de Dios que, como descendiente de Agag, pudo haber sido de la línea real amalequita. (Est 3:1-6; Éx 17:14.)
Prueba histórica y arqueológica. Los hallazgos históricos y arqueológicos han venido a confirmar la autenticidad del libro de Ester. Algunos ejemplos serán suficientes: se describe con toda exactitud cómo honraban los persas a un hombre. (Est 6:8.) El blanco y el azul (o violeta) eran los colores reales persas. En Ester 8:15 se dice que Mardoqueo llevaba un “ropaje regio de paño azul y lino”, así como una capa púrpura rojiza.
Ester “tomó su puesto en el patio interior de la casa del rey, frente a la casa del rey, mientras el rey estaba sentado en su trono real, en la casa real, frente a la entrada de la casa. Y aconteció que, en cuanto el rey vio a Ester la reina de pie en el patio, ella se granjeó favor a los ojos de él”. (Est 5:1, 2.) Las excavaciones han revelado que la descripción es exacta en todo detalle. Un corredor conducía desde la “casa de las mujeres” al patio interior, y la sala o recinto del trono del palacio estaba al otro lado del patio. El trono se hallaba al fondo de la sala, justamente en el centro, y desde esta posición el rey podía mirar por encima de la cortina que se interponía y ver a la reina que esperaba audiencia. Otros detalles del libro muestran que el escritor conocía muy bien el palacio. Por todo esto, las objeciones que se han presentado a la historicidad y exactitud de los hábitos y costumbres de los persas son infundadas.
Una prueba clara de la autenticidad del libro es la fiesta de Purim o Suertes, fiesta que los judíos siguen celebrando en la actualidad; con ocasión de esta fiesta se lee en las sinagogas todo el libro de Ester. Una inscripción cuneiforme hallada en Borsippa menciona a un funcionario persa de nombre Mardukä (Mardoqueo[?]) que estaba en Susa a fines del reinado de Darío I o a principios del reinado de Jerjes I. (Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft, 1940/1941, vol. 58, págs. 243, 244; 1942/1943, vol. 59, pág. 219.)
El libro de Ester armoniza por completo con el resto de las Escrituras y complementa los relatos de Esdras y Nehemías al explicar lo que le sucedió en Persia al pueblo exiliado de Dios. Como el resto de las Escrituras, se escribió para fortalecer, consolar e instruir a los siervos de Dios. (Ro. 15:4.)
Relato vívido de cómo Ester, con la guía de su primo mayor Mardoqueo, fue usada por Dios para librar a los judíos del exterminio |
Ester llega a ser reina en Susa
★Cuando el rey Asuero (probablemente Jerjes I) manda llamar a la reina Vasti durante un banquete real para que se conozca su belleza, ella rehúsa comparecer; el rey la destituye (1:1-22) |
La conspiración de Hamán para exterminar a los judíos se vuelve contra él
★El rey ensalza a Hamán el agaguita por encima de todos los demás príncipes, pero Mardoqueo rehúsa inclinarse ante él (3:1-4) |
Mardoqueo es ascendido y los judíos se salvan
★El rey da a Mardoqueo el anillo de sellar que le había quitado a Hamán (8:1, 2) |