Desde su perspectiva de médico comprensivo y meticuloso, Lucas detalla “todas las cosas desde el comienzo con exactitud” y abarca un período de treinta y cinco años, que se extiende desde el año 3 antes de nuestra era hasta el 33 de nuestra era (Luc. 1:3). Cerca del sesenta por ciento de la información que contiene Lucas no se halla en los demás Evangelios.
Tras dar detalles sobre los nacimientos de Juan el Bautista y de Jesús, Lucas indica que Juan emprendió su ministerio en el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, es decir, en la primavera del año 29 (Luc. 3:1, 2). En el otoño de ese mismo año, Juan bautiza a Jesús (Luc. 3:21, 22). En el año 30, Jesús vuelve a Galilea y comienza a enseñar en las sinagogas (Luc. 4:14, 15).Jesús inicia su primer viaje de predicación por Galilea y dice a la muchedumbre: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios” (Luc. 4:43). Lleva consigo a Simón el pescador y a otros discípulos, a quienes asegura: “De ahora en adelante estará[n] pescando vivos a hombres” (Luc. 5:1-11; Mat. 4:18, 19). Durante el segundo viaje de predicación por Galilea, los doce apóstoles acompañan a Jesús (Luc. 8:1). En el tercer viaje envía a los doce “a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones” (Luc. 9:1, 2).
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:35.
¿Utilizó Jehová un óvulo de María para la concepción de Jesús?
A fin de que el hijo de María fuera un verdadero descendiente de sus antepasados Abrahán, Judá y David —tal como Dios había prometido—, fue preciso utilizar un óvulo de María (Gén. 22:15, 18; 49:10; 2 Sam. 7:8, 16). No obstante, Jehová se valió de su espíritu santo para transferir la vida perfecta de su Hijo desde el cielo y originar la concepción (Mat. 1:18). Parece que esto anuló toda imperfección existente en el óvulo de María y, desde el mismo principio, protegió de cualquier defecto al embrión en desarrollo.
1:35a.
¿Cómo intervino el espíritu santo en la vida y ministerio del Hijo de Dios?
El espíritu santo intervino directamente en la vida y ministerio de Cristo. Para empezar, actuó en la matriz de la virgen María y logró algo único en la historia: que una mujer imperfecta concibiera y diera a luz a un hijo perfecto y, por lo tanto, libre del pecado y la condena a la muerte (Luc. 1:26-31, 34). Además, impidió que Jesús muriera en su infancia, antes del tiempo señalado (Mat. 2:7, 8, 12, 13). Más tarde, cuando este tenía unos 30 años, fue ungido con espíritu y así recibió el nombramiento como heredero al trono de David y la comisión de predicar el Reino (Luc. 1:32, 33; 4:16-21). Mediante ese mismo espíritu fue capaz de realizar milagros como sanar enfermos, multiplicar alimentos y resucitar muertos. Aquellos portentos nos dan una idea de las bendiciones que podemos esperar durante su reinado.
1:36.
¿Cuál era el parentesco entre Jesús y Juan el Bautista?
Hay quienes creen que Jesús era primo segundo de Juan el Bautista. Esto se debe a que algunas Biblias traducen Lucas 1:36 de forma inexacta. Por ejemplo, según la Bartina-Roquer, la madre de Juan —llamada Elisabet o Isabel— y María —la madre de Jesús— eran primas.
Lo cierto es que la palabra griega original empleada en dicho pasaje tiene un significado muy amplio. Este vocablo da a entender que las dos mujeres estaban emparentadas de alguna manera, pero no necesariamente que eran primas. Con respecto a este pasaje, el erudito Joseph A. Fitzmyer explica: “La afirmación es genérica, sin entrar en
una determinación explícita del grado de parentesco” (El Evangelio según Lucas). Siendo así, ¿de dónde salió la idea de que Jesús y Juan eran primos? La Enciclopedia Católica admite: “Toda nuestra información concerniente a [...] los padres de María [...] es derivada de literatura apócrifa”.
Por lo tanto, aunque sí podemos afirmar que Jesús y Juan eran parientes, no puede decirse que fueran primos segundos.
1:62.
¿Quedó sordo y mudo Zacarías, el padre de Juan el Bautizante?
Gabriel dijo que se afectaría el habla de Zacarías, no su audición. (Lucas 1:18-20.) Aunque otras personas le preguntaron a Zacarías “por señas” qué nombre quería darle a su hijo, esto no se debió a que estuviera sordo. Es muy probable que hubiera oído lo que su esposa había dicho respecto al nombre del niño. Quizás los demás, haciendo alguna señal o gesto, pidieron a Zacarías que lo confirmara. Además, el hecho de que solo se le devolviera el habla indica que su oído no se había visto afectado (Luc. 1:13, 18-20, 60-64).
2:1, 2.
¿Cómo ayuda a determinar la fecha del nacimiento de Jesús la referencia a “esta primera inscripción”?
Durante el gobierno de César Augusto se efectuó más de una inscripción: la primera tuvo lugar en el año 2 antes de nuestra era (en cumplimiento de Daniel 11:20), y la segunda en el año 6 ó 7 de nuestra era (Hech. 5:37). Quirinio era el gobernador de Siria cuando se realizaron ambas inscripciones, por lo que es obvio que ocupó dicho puesto en dos ocasiones. La referencia que hace Lucas a la primera inscripción sitúa la fecha del nacimiento de Jesús en el año 2 antes de nuestra era.
2:1-3.
¿En qué consistía el censo que se realizó para el tiempo en que nació Jesús?
En cierta ocasión, el emperador César Augusto ordenó realizar un censo por todo el Imperio romano. Así pues, según informa el Evangelio de Lucas, “todos se pusieron a viajar para inscribirse, cada uno a su propia ciudad” (Lucas 2:1-3). Como José —el padre adoptivo de Jesús— era de Belén, tanto él como María tuvieron que viajar allí para registrarse, y esa fue la razón por la que se encontraban en Belén cuando nació Jesús. Pero ¿para qué servían esos censos? Al parecer, estas listas de habitantes se usaban para la recaudación de impuestos y el reclutamiento militar.
¿Cómo fue que los romanos comenzaron a realizarlos? En el año 30 a. E.C., Egipto cayó en poder del Imperio romano. Para entonces, ya hacía tiempo que los egipcios empleaban estos registros. En opinión de los eruditos, los romanos copiaron su sistema y aplicaron procedimientos similares por todo el imperio.
¿Existen pruebas históricas que demuestren la existencia de estos censos? Sí. La Biblioteca Británica guarda una orden censal que emitió el gobernador romano de Egipto en el año 104 E.C.. En ella puede leerse: “Gayo Vibio Máximo, eparca de Egipto ordena: Siendo inminente el censo de cada casa, es necesario intimar a todos los que por cualquier causa residan fuera de los [distritos], que vuelvan a sus propios domicilios, a fin de que cumplan con los requisitos acostumbrados del censo y cuiden del cultivo que les pertenece”.
2:8-11.
¿Es la Navidad una celebración basada en la Biblia? - La fecha de la celebración
La Cyclopædia de M’Clintock y Strong dice: “La observancia de la Navidad no proviene de designación divina, y el N[uevo] T[estamento] no le dio origen. De hecho, ni del N[uevo] T[estamento] ni de ninguna otra fuente puede determinarse el día del nacimiento de Cristo” (Nueva York, 1871, tomo II, pág. 276).
Lucas 2:8-11 muestra que había pastores en los campos de noche cuando nació Jesús. El libro Daily Life in the Time of Jesus (La vida diaria en los días de Jesús) declara: “Los rebaños [...] pasaban el invierno bajo cubierta; y de esto en sí mismo se puede ver que no es probable que la fecha tradicional para la Navidad, en el invierno, sea correcta, dado que el Evangelio dice que los pastores estaban en los campos” (Nueva York, 1962, Henri Daniel-Rops, pág. 228).
The Encyclopedia Americana nos informa: “La razón para establecer el 25 de diciembre como la Navidad no está muy clara, pero por lo general se sostiene que se escogió el día porque correspondía con las fiestas paganas que se celebraban alrededor del tiempo del solsticio de invierno, cuando los días empiezan a alargarse, para celebrar el ‘renacimiento del Sol’. [...] Las saturnales romanas (una fiesta dedicada a Saturno, el dios de la agricultura, y al poder renovado del Sol), también tenían lugar en este tiempo, y se cree que algunas costumbres navideñas tengan sus raíces en esta antigua celebración pagana” (1977, tomo 6, pág. 666).
La New Catholic Encyclopedia reconoce esto: “No se conoce la fecha del nacimiento de Cristo. Los Evangelios no indican ni el día ni el mes. [...] De acuerdo con la hipótesis que sugiere H. Usener [...] y que la mayoría de los escriturarios de hoy aceptan, se asignó al nacimiento de Cristo la fecha del solsticio de invierno (el 25 de diciembre en el calendario juliano, 6 de enero en el egipcio), porque en este día, a medida que el Sol empezaba a regresar a los cielos norteños, los devotos paganos de Mitra celebraban el dies natalis Solis Invicti (natalicio del Sol Invicto). El 25 de diciembre de 274 Aurelio había proclamado al dios solar el patrón principal del imperio, y le había dedicado un templo en el Campo de Marte. La Navidad se originó en un tiempo en que el culto del Sol era especialmente dominante en Roma” (1967, tomo III, pág. 656).
2:14.
¿Cómo llega uno a estar aprobado por Jehová?
Por dedicación y bautismo se le hace posible al humano imperfecto ser ‘hombre de buena voluntad’, o un hombre aprobado por Dios.
2:24.
En vista de que María no podía sacrificar un carnero tras el nacimiento de Jesús, ¿qué opción le daba la Ley?
En la ceremonia de purificación que debía hacer una mujer después de dar a luz, la madre tenía que llevar un carnero de menos de un año para una ofrenda quemada, y un palomo o una tórtola para una ofrenda por el pecado. Si los padres eran demasiado pobres para dar un carnero, como era el caso de María y José, podían ofrecer dos tórtolas o dos palomos para estos sacrificios de limpieza (Le 12:1-8).
2:25.
¿Qué actitud fomenta en nosotros el ejemplo de Simeón?
A su avanzada edad, Simeón seguía “espera[ndo] la consolación de Israel”, pues tenía fe en las profecías mesiánicas. Mediante su espíritu, Dios le había asegurado que viviría para ver al Mesías, y eso fue lo que ocurrió. Cierto día del año 2 antes de nuestra era, Jesús fue presentado en el templo por María, su madre, y por José, su padre adoptivo. Lleno de espíritu santo, Simeón empezó a profetizar acerca del Mesías y predijo el dolor que iba a sufrir María al ver a Jesús clavado en un madero de tormento. Pero ¡imagínese la alegría de Simeón al tomar en sus brazos al “Cristo de Jehová”!.
2:35.
¿En qué sentido atravesaría “una espada larga” el alma de María?
Esta expresión alude a la angustia que María iba a experimentar al ver que la mayor parte de la gente rechazaba a Jesús como el Mesías. También hace referencia a la profunda tristeza que sentiría por la dolorosa muerte de su hijo (Juan 19:25).
2:41.
¿Qué muestra el hecho de que María viajara con su esposo a Jerusalén?
María era una persona de inclinaciones espirituales. Aunque la ley no exigía que las mujeres asistieran a Jerusalén para celebrar la Pascua, ella acompañaba todos los años a su esposo. Lo que suponía recorrer un total de unos 240 kilómetros y ademas con hijos pequeños. Este ejemplo ya lo había puesto Ana (1Sa 1:7; 2:19)
No fue por descuido que no echaron de menos a Jesús en el viaje de regreso. Lo corriente era que las mujeres y los niños de la caravana se pusieran en camino bastante antes que los hombres, porque iban más despacio. Los hombres y los jovenes varones salían después, y las alcanzaban lo más tardar donde habían acordado pasar la noche.
Un joven judío alcanzaba la mayoría de edad a los doce años. Entonces llegaba a ser hijo de la ley, y tenía que cumplir todas las obligaciones que imponía la ley, a la edad de 12 años, Jesús podría entrar en cualquier categoría de los dos grupos de la caravana. Sin embargo, él no se había unido a los que viajaban, sino que se había quedado en Jerusalén.
Así, cuando llegó la noche y Jesús no apareció, sus padres se sintieron preocupados. Lo buscaron “de arriba abajo” entre sus parientes y conocidos. Al no haber tenido éxito, al día siguiente iban de regreso a Jerusalén. Así pasó el segundo día. “Un día de viaje, un día de regreso y un día buscándole”.
2:51.
¿Cómo demostró Jesús que era humilde con su familia?
Debido a nuestra imperfección, los seres humanos tendemos a sentirnos superiores a los demás cuando recibimos autoridad. ¡Pero qué diferente es Jesús! Aunque desempeña un papel clave en el cumplimiento del propósito de Jehová, nunca ha habido en él ni el más ligero rastro de altivez. Pues bien, Jesús tenía el incomparable honor de morar en la presencia de su Padre celestial. No obstante, voluntariamente “se despojó a sí mismo” de esa gloria (Fili. 2:5-7). Dios transfirió su vida a la matriz de una virgen judía, donde se desarrolló durante nueve meses hasta nacer como un indefenso bebé. Creció en el hogar de un humilde carpintero; allí dio sus primeros pasos y pasó su infancia y su adolescencia. Durante toda esa etapa de su vida estuvo sujeto a sus padres, quienes, a diferencia de él, eran imperfectos. ¡Qué humildad tan extraordinaria!
2:52.
¿Qué cualidades de Jesús lo capacitan para ser el líder escogido por Dios?
Jesús, se menciona a los ocho días de nacer cuando lo circuncidan, nuevamente a los 12 años, cuando los padres lo olvidaron en el templo después de la fiesta, entre esos 12 años solo se dice que "siguió creciendo en sabiduría y favor de Dios", después de eso los padres se lo llevaron para casa y por 18 años no se oye nada de él sino que "siguió creciendo en sabiduría y favor de Dios". 30 años de silencio y crecimiento para hacer después durante 3 años una obra que transformo la historia de toda la humanidad; 30 años de preparación para un servicio de 3 años, con su conducta honrada y justa, mantuvo integridad perfecta. Se dedicó por entero a Dios. Sintió un profundo interés por los demás y se mostró dispuesto a trabajar por ellos. Y lo mismo le ocurrió a líderes de la antiguedad como José, Moisés y David.
3:1-3.
¿Cómo puede determinarse la fecha de inicio del ministerio de Jesús, y qué base hay para creer que este solo duró tres años y medio?
La fecha absoluta de 29 E.C. como punto de partida del ministerio de Jesús se basa en Lucas 3:1-3, así como en las sólidas pruebas históricas de que Tiberio César comenzó a reinar en 14 E.C. La mención de cuatro pascuas en el libro de Juan confirma que el ministerio de Jesús duró tres años y medio (Juan 2:13; 5:1; 6:4; 12:1; 13:1).
3:12.
¿Por qué merece destacarse el hecho de que los contemporáneos de Jesús no lo llamaron “Sanador”, sino “Maestro”?
Al curar toda clase de enfermedades y discapacidades, Jesús demostró que era el Mesías y suministró una base para cifrar fe en las promesas de curación física en el futuro (Isa. 33:24). Sin embargo, la principal obra de Jesús fue enseñar a la gente acerca de la solución permanente a los problemas de la humanidad: el Reino de Dios (Luc. 4:43; 7:40).
3:23.
¿Cuándo se bautizó Jesús?
Una de las fechas de convergencia entre la Biblia y la historia seglar es el año 29 E.C., cuyos primeros meses coincidieron con el decimoquinto año de Tiberio César, nombrado emperador por el senado romano el 15 de septiembre de 14 E.C. (calendario gregoriano). En el año 29, Juan el Bautista comenzó su predicación y posiblemente seis meses más tarde bautizó a Jesús. (Lu 3:1-3, 21, 23; 1:36.)
3:23-38.
¿Cómo establece el Evangelio de Lucas que Jesús era el heredero natural del trono de David?
Lucas traza el linaje de Jesús hasta David por medio de su madre, María. El relato de Mateo, en cambio, lo hace por medio de su padre adoptivo, José, con lo que demuestra que Jesús era el heredero legal del trono de David.
4:6.
¿Quién le entregó la autoridad a Satanás?
Obviamente no fue Jehová quién se la entregó pues Satanás mismo intentó arrebatársela, Jehová se la consiente por un tiempo hasta que quede resuelta la cuestión que Satanás hizo surguir en el paraíso, pero fue Adán con su desobediencia y sujeción a Satanás quien le concedió a Satanás la autoridad sobre a él y su prole humana. (Ro 6:16)
Es posible que una vez que pecaron Adán y Eva, Satanás reclamara para si el dominio de la Tierra, puestos que éstos voluntariamente se habían sometido a su autoridad, y no fue sino hasta que Jesucristo pagó el rescate que se pudo liberar a la humanidad de ese dominio (Mt 6:24; 28:18).
4:13.
¿Por qué debemos estar siempre alertas?
Después de tres intentos fallidos por quebrantar la lealtad de Jesús, “el Diablo lo dejó” (Mat. 4:11). Pero no se dio por vencido. Aunque hayamos superado una tentación —y estemos agradecidos a Jehová por ello—, debemos seguir buscando la ayuda divina. No olvidemos que Satanás seguirá tratando de tentarnos, y lo hará cuando mejor le convenga, no necesariamente cuando lo estemos esperando. Por eso es tan importante que estemos siempre alertas, listos para afrontar las pruebas que vengan y decididos a seguir sirviendo a Jehová. Algo que nos ayudará a resistir las tentaciones del Diablo es pedirle a Jehová su espíritu santo, la fuerza más poderosa del universo, con la confianza de que nos la dará. Con el espíritu santo podremos hacer cosas que nos resultaría imposible hacer con nuestras propias fuerzas.
4:17.
¿Por qué no era tan fácil leer un rollo en tiempos de Jesús?
Las dimensiones habituales de las hojas que se utilizaban para hacer los rollos eran de 23 a 28 centímetros de largo (9 a 11 pulgadas) y de 15 a 23 centímetros de ancho (6 a 9 pulgadas). Cierta cantidad de estas hojas se pegaban entre sí por los lados con una pasta o se cosían con hilo de lino. En algunos casos se utilizaban hojas más largas. El rollo de Isaías descubierto en el mar Muerto consta de diecisiete hojas de pergamino consecutivas cuya longitud alcanza unos 7 metros (24 pies) en su actual estado de conservación. Es posible que el rollo de Isaías que Jesús utilizó en la sinagoga de Nazaret tuviera una longitud similar (Lucas 4:16, 17).
Con respecto a este relato, Alan Millard afirma en su libro Discoveries From the Time of Jesus (Descubrimientos del tiempo de Jesús): “El lector sostenía el libro [rollo] y lo desenrollaba con la mano izquierda, agarraba el borde exterior con la mano derecha y lo iba enrollando de nuevo a medida que lo leía, columna por columna. Para que Jesús llegara al capítulo 61 de Isaías, el que leyó en la sinagoga, tuvo que haber desenrollado y vuelto a enrollar de nuevo la mayor parte del rollo”.
En aquella época el libro de Isaías no estaba dividido en capítulos y versículos como en la actualidad. Cuando se le dio el rollo de Isaías a Jesús en la sinagoga de Nazaret, él tuvo que localizar el pasaje que ahora aparece marcado como Isaías 61:1, 2 en nuestras biblias. Jesús “halló el lugar” fácilmente, demostrando así que estaba muy familiarizado con la Palabra de Dios.
5:37.
¿Por qué dijo Jesús que “nadie pone vino nuevo en odres viejos”?
En la antigüedad era común guardar el vino en odres hechos de piel de cabra u oveja (Josué 9:13). ¿Cómo se hacían estos recipientes? Luego de matar al animal, se le cortaban la cabeza y las patas. Entonces se quitaba la piel entera tratando de no romperla. Una vez curtida, se cosían todas las aberturas excepto una, que servía para introducir o sacar el líquido. Esta abertura, que podía ser la del cuello o la de una de las patas, se cerraba con un tapón o atándola con una cuerda.
Con el paso del tiempo, el odre iba perdiendo su elasticidad natural y se endurecía, por lo que no podía utilizarse para almacenar vino nuevo. ¿Por qué? Porque la presión generada por el vino nuevo que todavía está en proceso de fermentación podría reventarlo. Por el contrario, la piel de los odres nuevos era más flexible, y eso les permitía aguantar el vino nuevo. Jesús usó las palabras arriba citadas justo antes de mencionar algo que ya todos conocían: “El vino nuevo revienta los odres, y se vierte, y los odres se echan a perder. Pero el vino nuevo tiene que ponerse en odres nuevos” (Lucas 5:37, 38).
6:26.
¿Por qué pueden sentirse felices los cristianos cuando los persiguen?
Aguantar persecución u oposición por ser cristiano es motivo para que te sientas feliz. ¿Por qué? Porque contar con la aprobación del mundo sería señal de que vives de acuerdo con las normas de Satanás, no con las de Dios. La persecución es prueba de que Satanás y su mundo están furiosos contigo porque sirves a Jehová (Mat. 5:11, 12). Y el hecho de que te estén “vituperando por el nombre de Cristo” es una buena razón para que te sientas feliz (1 Ped. 4:14). Hay por lo menos cuatro resultados positivos de que te mantengas fiel a Jehová pese a la oposición o la persecución.
• Primero, das testimonio de Dios y su Hijo.
• Además, tu fiel aguante anima a tus hermanos cristianos.
• También es posible que, al ver tu fidelidad, algunas personas que no conocen a Jehová se sientan impulsadas a buscarlo (Fili. 1:12-14).
• Y por último, conforme vas viendo que Jehová te da fuerzas para aguantar las pruebas, el amor que le tienes aumenta.
6:27.
¿Cómo debían tratar los discípulos de Jesús a sus enemigos?
El saludo común entre los judíos incluía la palabra “paz”, lo que daba a entender que a la persona se le deseaba salud y prosperidad (Jue. 19:20; Juan 20:19). Por eso, el siervo de Dios que solo saludaba a quienes consideraba sus hermanos no estaba haciendo nada extraordinario. Como indicó Jesús, “la gente de las naciones” actuaba de igual modo (Mat. 5:46, 47). Con razón él dijo: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:48). Pero los discípulos de Cristo no podían ser perfectos, pues habían heredado el pecado de Adán (Rom. 5:12). Entonces, ¿a qué se refería Jesús? A que debían imitar a su Padre celestial de una manera en particular: haciendo que su amor llegara a ser “perfecto”, es decir, más completo. ¿Cómo lo lograrían? Amando incluso a sus enemigos. De los cristianos de la actualidad se espera lo mismo.
Jesús dijo: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mat. 5:44). Sus discípulos tenían que tratar con amor a quienes fueran hostiles con ellos. Según el evangelista Lucas, Jesús declaró: “Les digo a ustedes los que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan” (Luc. 6:27, 28). Nosotros, al igual que los discípulos del siglo primero, tomamos a pecho las enseñanzas de Jesús. ¿Cómo ‘hacemos el bien a los que nos odian’? Respondiendo a su hostilidad con actos bondadosos. ¿Cómo ‘bendecimos a los que nos maldicen’? Hablándoles de forma amable y considerada. Y ¿cómo ‘oramos por los que nos persiguen’ valiéndose de violencia física o de insultos? Pidiéndole a Jehová que tales personas cambien y obtengan su favor. Cuando así lo hacemos, demostramos que amamos a nuestros enemigos.
endencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio. Cuán sabia es la máxima que expresó tres veces el filósofo oriental Confucio en las Analectas, el tercero de sus Cuatro Libros: “No hagas a otros lo que no quieras que ellos te hagan”. Sin embargo, ¿se da cuenta usted de que esta es simplemente una versión inferior, negativa o pasiva de lo que se conoce como la regla áurea o regla de oro, expresada por Jesús tiempo después?
★Una regla positiva y dinámica Se ha dicho que la regla áurea es una regla de conducta ética relacionada con Mateo 7:12 y Lucas 6:31, y que señala que uno debe tratar a otros como quisiera que otros lo trataran a uno. Eche un vistazo al recuadro abajo y considere cómo transmiten el brillo de esta guía diferentes versiones de la Biblia en el capítulo 7 de Mateo, versículo 12.
Sírvase notar que aunque las expresiones varían de una versión a otra, la regla es positiva y activa, exige obras positivas, es decir, hacer el bien. Después de todo, es como Jesús había razonado anteriormente en el Sermón del Monte: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá”. (Mateo 7:7, 8.) Todas estas son acciones positivas: pedir, buscar, tocar. “Por lo tanto —pasa a decir Jesús—, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mateo 7:12.)
La Biblia muestra que los discípulos de Jesús también recomendaron vivir de acuerdo con esa regla. (Romanos 12:16; 15:2; 1 Pedro 3:11; 3 Juan 11.)
nunciado o conjunto de enunciados con que se expresa, de forma escrita u oral, un pensamiento, razonamiento, sentimiento o deseo. 2. Exposición oral sobre un asunto determinado, pronunciada ante un público a fin de convencerlo o conmoverlo, en especial en un acto solemne o político.
El Sermón del Monte
Un día de primavera del año 31, Jesucristo se halla cerca de Capernaum, una bulliciosa ciudad situada en la costa noroccidental del mar de Galilea.
Este discurso de Jesús se conoce como el Sermón del Monte, y consta de 107 versículos en el relato que se halla en el Evangelio de Mateo (Mateo 5:3-7:27). Pronunciarlo toma apenas veinte minutos.
Jesucristo fue, sin lugar a dudas, el Gran Maestro. Cuando sus enemigos religiosos enviaron guardias a arrestarlo, estos regresaron con las manos vacías y dijeron: “Jamás ha hablado otro hombre así” (Juan 7:32, 45, 46). En Lucas 6:20-49 leemos información similar. Quizás la porción más conocida de dicho sermón sea la llamada Regla de Oro. Esta regla muestra la forma en que debemos tratar al prójimo: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos”. ¡Y cuántas cosas buenas hizo Jesús por la gente! Curó a los enfermos y hasta resucitó a los muertos. Pero sobre todo, predicó las buenas nuevas, y quienes las aceptaron recibieron la mayor de las bendiciones (Luc. 7:20-22). Los testigos de Jehová también predicamos las buenas nuevas del Reino, y eso nos produce gran satisfacción (Mat. 24:14; 28:19, 20).
El Sermón del Monte, según aparece en Mateo 5:3–7:27, es un claro ejemplo de las muchas ilustraciones que Jesús utilizó. Se calcula que dicho sermón contiene más de cincuenta figuras retóricas. Si lo leemos en voz alta, tardamos unos veinte minutos, lo que implica leer una figura cada veinte segundos como promedio. No hay duda de que Jesús reconocía lo valioso que era pintar imágenes con palabras.
6:35.
¿Cómo ‘hacemos el bien a los que nos odian’?
En su famoso Sermón del Monte, Jesús dijo a sus oyentes que debían amar a sus enemigos y orar por los que los perseguían (Mat. 5:43-45). Sus discípulos tenían que tratar con amor a quienes fueran hostiles con ellos. Según el evangelista Lucas, Jesús declaró: “Les digo a ustedes los que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan” (Luc. 6:27, 28). Nosotros, al igual que los discípulos del siglo primero, tomamos a pecho las enseñanzas de Jesús. ¿Cómo ‘hacemos el bien a los que nos odian’? Respondiendo a su hostilidad con actos bondadosos. ¿Cómo ‘bendecimos a los que nos maldicen’? Hablándoles de forma amable y considerada. Y ¿cómo ‘oramos por los que nos persiguen’ valiéndose de violencia física o de insultos? Pidiéndole a Jehová que tales personas cambien y obtengan su favor. Cuando así lo hacemos, demostramos que amamos a nuestros enemigos.
6:37.
¿Qué significa la exhortación de Jesús de ‘poner en libertad’?
Lucas expresó las palabras de Jesús de este modo: “Dejen de juzgar, y de ninguna manera serán juzgados; y dejen de condenar, y de ninguna manera serán condenados. Sigan poniendo en libertad, y se les pondrá en libertad” (Luc. 6:37). El término griego que se traduce “poner en libertad” también significa “dejar ir”, “enviar” o “soltar”, por ejemplo, a un prisionero. Aquí, como se usa en contraste con juzgar o condenar, conlleva la idea de absolver y perdonar, incluso cuando el castigo pudiera estar justificado. Los fariseos juzgaban a la gente con dureza basándose en tradiciones contrarias a las Escrituras. A todos los que tenían esa costumbre, Jesús les estaba diciendo que ‘dejaran de juzgar’ a los demás y que, en vez de eso, los ‘pusieran en libertad’ o los liberaran de sus culpas; en otras palabras, que les perdonaran sus faltas. El apóstol Pablo dio un consejo parecido sobre el perdón (Efe. 4:32). Si los discípulos de Jesús perdonaban a otras personas, estas se sentirían impulsadas a responder de igual modo. “Con el juicio con que ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, se les medirá”, dijo Jesús (Mat. 7:1, 2). En el campo de las relaciones humanas, se cosecha lo que se siembra (Gál. 6:7).
6:38.
¿Qué es lo que le da verdadero valor a la vida?
Aprovechar nuestra breve existencia en este sistema de cosas para hacer el bien y agradar a Jehová. Hagamos todo lo posible por desarrollar una estrecha relación con Dios, por transmitir valores espirituales a nuestros hijos, por ayudar al prójimo a conocer a Jehová y por forjar amistades duraderas con nuestros hermanos (Gál. 6:10). Todas estas son metas de beneficio permanente y traen bendiciones a quienes las alcanzan. Para describir el valor de hacer el bien, Salomón dijo: “Echa tu pan sobre las aguas; que después de muchos días lo hallarás” (Ecl. 11:1, Reina-Valera, 1960). Y el propio Jehová promete recompensar a quienes hacen el bien a los demás (Pro. 19:17; Heb. 6:10). La Biblia anima a los jóvenes a decidir bien sobre lo que van a hacer con su vida para evitarse disgustos y fracasos después (Ecl. 12:1).
6:38a.
¿Qué significan las palabras “derramarán en sus regazos”?
La expresión “derramarán en sus regazos” alude a la costumbre que tenían algunos vendedores de llenar una especie de bolsa que el cliente formaba sujetando con su cinturón el pliegue de su amplia prenda exterior de vestir. Las palabras de Jesús recalcan que nuestros actos espontáneos de generosidad pueden hacer que recibamos a cambio “una medida excelente”, quizá cuando más lo necesitemos (Ecl. 11:2). Jehová ama y recompensa a quienes dan con alegría. Él mismo puso el mayor ejemplo, pues dio a su Hijo unigénito “para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Pablo escribió: “El que siembra liberalmente, liberalmente también segará. Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:6, 7). No hay duda de ello: dar de nuestro tiempo, energías y recursos materiales para fomentar la adoración verdadera nos hará felices y nos reportará grandes recompensas (Pro. 19:17; Luc. 16:9).
Grupo numeroso de hombres organizados y entrenados para la guerra. Por lo general, el término hebreo corriente para “ejército” (tsa·vá´) se usa con referencia a fuerzas armadas humanas (Nú 1:3), pero también puede referirse a espíritus celestiales (1Re 22:19) y cuerpos físicos celestes. (Dt 4:19.) La voz hebrea já·yil, que seguramente se deriva de una raíz que significa “durar” (Job 20:21), se usa para referirse a una “fuerza militar” y a una “fuerza de combate” (2Sa 8:9; 1Cr 20:1), pero también significa “habilidad; energía vital; capacidad; recursos; riquezas”. (1Cr 9:13; Dt 33:11; Pr 31:29; Isa 8:4; Eze 28:4.) El término hebreo gedhúdh denota una “partida merodeadora” o “tropas”. (2Sa 22:30; 2Cr 25:9.) De los cuatro términos griegos que en las Escrituras se refieren a un ejército, tres (stra·ti·á, strá·teu·ma y stra·tó·pe·don) vienen de la raíz griega stra·tós, que significa básicamente un ejército acampado, a diferencia del que está formado en líneas de batalla. Stra·tó·pe·don, que contiene la partícula pé·don (suelo; tierra), se traduce de forma apropiada ‘ejército acampado’. (Lu 21:20.) El término griego pa·rem·bo·lë (de pa·rá [al lado] y bál·lö [arrojar]) se refiere literalmente a la distribución o colocación de soldados en orden de batalla. Puede significar “ejército; cuartel de los soldados o campamento”. (Heb 11:34; Hch 21:34; Apo 20:9.)
Los siervos precristianos de Jehová han participado en contiendas armadas desde el tiempo de Abrahán. Después que Kedorlaomer, el elamita, y sus aliados se llevaran a Lot, el sobrino de Abrahán, y a su casa, Abrahán reunió a su ejército de “hombres adiestrados, trescientos dieciocho esclavos”, y, junto con sus aliados de aquella región, salió en persecución de ellos hasta Dan, ciudad situada a unos 200 Km. hacia el NNE. Una vez allí, dividió las fuerzas y atacó de noche, estrategia empleada repetidas veces en tiempos bíblicos. (Gé 14:13-16.)
Ejército israelita. Más de cuatrocientos años después, la nación de Israel salió de Egipto deprisa, pero “en orden de batalla” y bien organizada, quizás como un ejército de cinco divisiones, con un cuerpo principal, la vanguardia, la retaguardia y dos flancos. (Éx 6:26; 13:18.) El ejército egipcio que salió en su persecución constaba de “seiscientos carros escogidos y todos los demás carros de Egipto”. Cada carro solía llevar tres hombres: uno para dirigir los caballos y dos para pelear, probablemente arqueros, puesto que el arco era la principal arma ofensiva de los egipcios. La caballería acompañaba a los carros. (Éx 14:7, 9, 17.) Según Josefo (Antigüedades Judías, libro II, cap. XV, sec. 3), “los perseguidores [de los hebreos] tenían seiscientos carros y eran cincuenta mil hombres a caballo y doscientos mil a pie, todos armados”. (Véase ADJUTOR.)
Poco después del éxodo, los israelitas, ya como pueblo liberado, tuvieron que entrar por primera vez en combate. Los amalequitas los atacaron en Refidim, en la región del monte Sinaí. Bajo la dirección de Moisés, Josué reunió con rapidez una fuerza de combate. La batalla duró casi todo el día, y, a pesar de la inexperiencia de los israelitas en el arte de la guerra, Jehová les dio la victoria. (Éx 17:8-14.)
Alrededor de un año después del éxodo, se hizo un recuento de los varones que tenían más de veinte años, es decir, de aquellos que podían servir en el ejército. Se censó un total de 603.550. (Nú 1:1-3, 45, 46.) Hacia el fin del viaje por el desierto, se llevó a cabo otro recuento similar, que reveló que el número de integrantes del ejército había bajado ligeramente, entonces era de 601.730. (Nú 26:2, 51.) Los levitas estaban exentos del servicio militar y no se les incluyó en estas cifras, aunque se les contó por separado. (Nú 1:47-49; 3:14-39; 26:57, 62.) ★¿Por qué había extranjeros en el ejército de David? - (2-4-2024-Pg.31)
Exenciones. Además de la otorgada a la tribu de Leví, se concedieron las siguientes exenciones del servicio militar: 1) al “hombre que ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado”; 2) al “hombre que ha plantado una viña y no ha empezado a usarla”; 3) al “hombre que se ha comprometido con una mujer y no la ha tomado”; 4) al hombre recién casado, que “no debe salir al ejército [...]. Debe continuar exento en su casa por un año”; 5) al “hombre que es temeroso y de corazón tímido”. (Dt 20:5-8; 24:5.)
Disposición del ejército después de la conquista de Canaán. Después de la colonización general de Canaán, ya no era tan necesario mantener un gran ejército permanente. Cuando se producían escaramuzas fronterizas, eran las propias tribus de la zona las que intervenían. No obstante, en el momento en que se hacía necesario reunir una fuerza de combate de mayor tamaño, formada por diversas tribus, Jehová levantaba jueces para que tomasen el mando. La llamada a las armas se hacía de varias maneras: mediante el toque de trompetas, mediante mensajeros o por algún otro medio que sirviese para movilizar a los combatientes. (Nú 10:9; Jue 3:27; 6:35; 19:29; 1Sa 11:7.)
Parece que los guerreros conseguían sus propias armas: espadas, lanzas, jabalinas, dardos, hondas, arcos y flechas. Por lo general, los hombres se encargaban de sus propios víveres; por eso Jesé envió provisiones para sus hijos que estaban en el ejército de Saúl. (1Sa 17:17, 18.) Sin embargo, en una ocasión se apartó al 10% de los voluntarios a fin de conseguir provisiones para los demás. (Jue 20:10.)
La presencia de Jehová en el campamento de Israel exigía santidad y limpieza ceremonial por parte de los soldados. (Dt 23:9-14.) Puesto que bajo la Ley las relaciones sexuales hacían que un hombre quedara inmundo hasta el día siguiente, tanto David como Urías se abstuvieron de tener relaciones sexuales mientras estaban en servicio activo. (Le 15:16-18; 1Sa 21:1-6; 2Sa 11:6-11.) Los ejércitos de las naciones paganas solían violar a las mujeres de las ciudades conquistadas, costumbre que no siguieron los soldados victoriosos de Israel. Tampoco les estaba permitido casarse con una cautiva antes de que hubiera transcurrido un mes. (Dt 21:10-13.)
Aunque las victorias de Israel dependían de Jehová, era preciso dirigir al ejército de forma apropiada. Esta responsabilidad recaía sobre los oficiales asignados y los jefes de millares y de centenas. Los sacerdotes debían dar estímulo y guía, así como mostrar el propósito de las campañas. (Nú 31:6, 14; Dt 20:2-4, 9.) Durante el período de los jueces, aquel a quien Jehová levantaba era quien dirigía personalmente al ejército en la batalla, y también decidía la táctica y la estrategia que debía seguirse. Asimismo, el juez podía desplegar sus fuerzas de varias maneras: dividiéndolas en unidades (generalmente en tres), ataque por sorpresa, emboscada, asalto frontal, tomando los vados de los ríos, etcétera. (Jos 8:9-22; 10:9; 11:7; Jue 3:28; 4:13, 14; 7:16; 9:43; 12:5.)
Bajo la monarquía. Insatisfecho con el sistema teocrático del período de los jueces, el pueblo quiso ser “como todas las naciones” y tener un rey que saliera delante de ellos y peleara sus batallas. (1Sa 8:20.) No obstante, Samuel les advirtió que tal rey no pelearía solo, sino que tomaría a sus hijos ‘y los pondría como suyos en sus carros y entre sus hombres de a caballo, y algunos tendrían que correr delante de sus carros’. (1Sa 8:11, 12; véase CORREDORES.) Después del rey, que era el comandante en jefe, venía el jefe del ejército, su segundo en autoridad. (1Sa 14:50.)
El tamaño y el poder del ejército de Saúl variaban según las necesidades. En una ocasión seleccionó a tres mil hombres, mil de los cuales estaban bajo el mando de su hijo Jonatán. (1Sa 13:2.) Para otra batalla reunió a 330.000. (1Sa 11:8.) Sin embargo, en comparación con los ejércitos bien pertrechados de los filisteos, que, según el texto masorético, eran capaces de juntar en formación 30.000 carros, 6.000 hombres de a caballo y “gente como los granos de arena [...] por multitud”, como hicieron en Micmash, el ejército de Israel parecía mal equipado. “En el día de batalla sucedió que no se hallaba una espada ni una lanza en la mano de ninguna de la gente”, excepto en el caso de Saúl y Jonatán. (1Sa 13:5, 22.)
El ejército de Israel mejoró de forma notable durante el reinado de David, tanto en tamaño como en eficacia. Más de 300.000 hombres equipados para la guerra llegaron hasta Hebrón para transferir a David la gobernación real de Saúl. (1Cr 12:23-38.) En el ejército de David también servían hombres que no eran israelitas. (2Sa 15:18; 20:7.)
A la hora de organizar el ejército, David conservó muchas de las reglamentaciones anteriores a él. Por ejemplo, asumió la posición de comandante en jefe, nombró jefes, como Joab, Abner y Amasá, y colocó bajo ellos a los que eran cabezas sobre millares y sobre centenas. (2Sa 18:1; 1Re 2:32; 1Cr 13:1; 18:15.) Sin embargo, también introdujo algunas innovaciones. Estableció un sistema de rotación mensual para que hubiera doce grupos de 24.000 hombres (un total de 288.000), de manera que por lo general un soldado tan solo servía un mes al año. (1Cr 27:1-15.) Esto no quería decir que los 24.000 que servían durante un mes procediesen de la misma tribu, sino que cada tribu aportaba cierto número de soldados todos los meses del año.
La caballería y los carros. plataformas móviles desde las que se podía disparar— debido a su velocidad y maniobrabilidad. Por ello, los carros llegaron a ser un símbolo del poder militar de los principales imperios mundiales. En tiempos de David, el mayor comandante militar de Israel, el ejército se componía tan solo de soldados de infantería que llevaban armas de mano: espada, lanza, arco u honda. David debió recordar que Jehová les había aconsejado que no confiasen en los caballos para obtener la victoria (Dt 17:16; 20:1), que había ‘arrojado en el mar’ los caballos y los carros de Faraón (Éx 15:1, 4) y que había abierto las compuertas del cielo sobre los “novecientos carros de guerra con hoces de hierro” de Sísara, de modo que ‘el torrente de Cisón los había arrollado’. (Jue 4:3; 5:21.)
Tal como Josué había desjarretado los caballos capturados y quemado los carros enemigos, así hizo David con los caballos que tomó de Hadadézer, rey de Zobá. A excepción de cien caballos, desjarretó a todos los demás. (Jos 11:6-9; 2Sa 8:4.) David explicó en una canción que sus enemigos se interesaban en carros y en caballos, “pero en cuanto a nosotros, tocante al nombre de Jehová nuestro Dios haremos mención”. “El caballo es un engaño para la salvación.” (Sl 20:7; 33:17.) Como dice el proverbio: “El caballo es algo preparado para el día de la batalla, pero la salvación pertenece a Jehová”. (Pr 21:31.)
Con la gobernación de Salomón se escribió un nuevo capítulo en los anales del ejército de Israel. A pesar de que su reino fue relativamente pacífico, multiplicó el número de carros y caballos, estos últimos importados en su mayor parte de Egipto. (Véase CARRO.) A fin de albergar estas nuevas divisiones militares, fue preciso edificar ciudades enteras por todo el territorio. (1Re 4:26; 9:19; 10:26, 29; 2Cr 1:14-17.) No obstante, Jehová nunca bendijo esta innovación de Salomón, y con su muerte y la división del reino, llegó el declive del ejército de Israel. Isaías escribiría más tarde: “¡Ay de los que bajan a Egipto por auxilio, los que se apoyan en simples caballos, y que cifran su confianza en carros de guerra, porque son numerosos, y en corceles, porque son muy poderosos, pero que no han mirado al Santo de Israel y no han buscado a Jehová mismo!”. (Isa 31:1.)
Durante el reino dividido. Después de la división del reino, hubo hostilidad constante entre Judá e Israel. (1Re 12:19, 21.) Abías, el sucesor de Rehoboam, solo tenía 400.000 hombres en su ejército cuando Jeroboán fue contra él con 800.000. A pesar de ser tan solo la mitad, el reino meridional resultó vencedor, “porque se apoyaron en Jehová”. Israel perdió 500.000 hombres. (2Cr 13:3-18.)
Por una parte estaban las contiendas intertribales, y por otra, el antagonismo de las naciones paganas de alrededor. Como consecuencia, Israel se vio ante la necesidad de mantener un ejército permanente debido a la amenaza que suponía Siria desde el norte. (2Re 13:4-7.) Judá también tuvo que resistir los avances de los ejércitos paganos. En una ocasión Egipto invadió Judá y se llevó un gran botín. (1Re 14:25-27.) En otra ocasión Etiopía avanzó contra Judá con un ejército de 1.000.000 de hombres y 300 carros. Las fuerzas del rey Asá, por su parte, ascendían tan solo a 580.000 hombres, pero cuando él “empezó a clamar a Jehová su Dios”, “Jehová derrotó a los etíopes” y ni siquiera uno de ellos quedó con vida. (2Cr 14:8-13.)
De igual manera, cuando Moab, Ammón y los ammonim se levantaron contra Jehosafat, este rey, a pesar de disponer de una fuerza de 1.160.000 hombres, “dirigió su rostro a buscar a Jehová”, quien le aseguró: “La batalla no es de ustedes, sino de Dios”. (2Cr 17:12-19; 20:1-3, 15.) Aquella fue una ocasión histórica desde el punto de vista militar, pues un coro de voces entrenadas salieron “al frente de los hombres armados”, cantando: “Den alabanza a Jehová”. Las fuerzas enemigas, confundidas, se aniquilaron unas a otras. (2Cr 20:21-23.)
Ejército romano. El ejército romano, que, según se calcula, constaba de unos 300.000 hombres durante el reinado de Augusto, estaba organizado de manera muy diferente a los ejércitos de los imperios anteriores. La parte principal de los efectivos militares romanos era la legión. Esta era una gran unidad independiente, un ejército completo en sí mismo, más bien que una parte especializada de una fuerza mayor. A veces las legiones combatían juntas, fusionando sus recursos y fuerzas bajo un mando central, como sucedió cuando cuatro legiones se combinaron bajo Tito para sitiar Jerusalén en 70 E.C. No obstante, cada legión solía actuar por sí sola cuando llevaba a cabo una misión. Además de los legionarios, estaban aquellos que no eran ciudadanos y que procedían de todas partes del imperio; estos, que solían ser voluntarios del distrito local, componían la auxilia. Estas tropas auxiliares, respaldadas por las legiones, se apostaban a lo largo de las fronteras. Al soldado que se licenciaba de la auxilia con honor se le concedía la ciudadanía romana.
La cantidad de legiones variaba según las épocas, desde unas 25 hasta 33. También variaba la cantidad de soldados que formaban una legión, cantidad que oscilaba entre 4.000 y 6.000, aunque en el primer siglo solía ser de 6.000. Por esta razón, la palabra “legión” se usa en las Escrituras para designar un número grande pero indefinido. (Mt 26:53; Mr 5:9; Lu 8:30.) Cada legión tenía su propio comandante, que solo rendía cuentas al emperador. Bajo su autoridad había seis tribunos, llamados quiliarcas (“comandantes militares”, NM). (Mr 6:21; Jn 18:12; Hch 21:32–23:22; 25:23; véase COMANDANTE MILITAR.)
La legión se dividía en diez cohortes o bandas. Por eso las Escrituras hablan de “la banda italiana” y “la banda de Augusto”. (Hch 10:1; 27:1; véase AUGUSTO, BANDA DE.) Cuando murió Herodes Agripa en 44 E.C., había cinco cohortes en Cesarea. La legión también se dividía en sesenta centurias. Una centuria por lo general estaba compuesta por 100 hombres, que estaban bajo el mando de un centurión (“oficial del ejército”, NM). Estos oficiales eran especialmente valiosos, ya que tenían la responsabilidad de entrenar a los soldados. (Mt 8:5-13; 27:54; Hch 10:1; 21:32; 22:25, 26; 23:17, 23; 24:23; 27:1, 6, 11, 31, 43; véase OFICIAL DEL EJÉRCITO.) En cada legión había diez oficiales de rango especial que actuaban como guardia personal, correos y, a veces, como verdugos. (Mr 6:27.)
Las legiones romanas portaban diversos estandartes o insignias con imágenes de águilas o de algún otro animal. Con el tiempo se fueron añadiendo pequeñas estatuas del emperador. Estos pendones tenían significado religioso; se les consideraba tan sagrados y santos que eran adorados, y se les custodiaba aun a costa de la propia vida. Por esta razón, los judíos se opusieron con violencia a su presencia en Jerusalén. ★Cornelio y el ejército romano - (bt-Cap.9-Pg.70-Recuedro)
Los llamados cristianos primitivos. Los primeros cristianos rehusaron servir en el ejército romano, ya fuera en las legiones o en las auxilia, por considerar que ese servicio era totalmente incompatible con las enseñanzas del cristianismo. En su Diálogo con Trifón (CX), Justino Mártir, del siglo II E.C., dice: “Nosotros, los que estábamos antes llenos de guerra y de muertes mutuas y de toda maldad, hemos renunciado en toda la tierra a los instrumentos guerreros y hemos cambiado las espadas en arados y las lanzas en útiles de cultivo de la tierra y cultivamos la piedad, la justicia, la caridad, la fe, la esperanza”. Cuando Tertuliano (c. 200 E.C.) consideró “si la guerra les es apropiada de manera alguna a los cristianos” en su tratado De Corona (cap. XI), razonó bíblicamente sobre “la ilegalidad aun de la vida militar en sí misma”, y concluyó: “Erradico de nosotros la vida militar”. (The Ante-Nicene Fathers, 1957, vol. 3, págs. 99, 100.)
“Hasta la década 170-80 después de Jesucristo no hay prueba alguna de cristianos dentro del ejército. [...] Parece más probable que la Iglesia impidiera a sus miembros hacer el servicio militar que el permitirles servir sin reproche o penalidad algunos.” (Actitudes cristianas ante la guerra y la paz, de Ronald H. Bainton, Madrid, 1963, pág. 64.) “Es evidente que la posibilidad de que haya habido un solo soldado cristiano entre los años 60 y alrededor de 165 d. de J.C. es muy escasa; [...] al menos hasta el reinado de Marco Aurelio, ningún cristiano se hizo soldado después de su bautismo.” (The Early Church and the World, de C. J. Cadoux, 1955, págs. 275, 276.) “Hasta finales del siglo II [...] los cristianos condenaron y se resistieron a dicho servicio militar.” (Historia de la Iglesia primitiva, de Norbert Brox, Barcelona, 1986, pág. 58.) El comportamiento de los cristianos era muy diferente del de los romanos [...]. Puesto que Cristo había predicado la paz, ellos rehusaban hacerse soldados.” (Our World Through the Ages, de N. Platt y M. J. Drummond, 1961, pág. 125.) “Los primeros cristianos creían que era incorrecto pelear, y se negaban a servir en el ejército aun cuando el Imperio necesitaba soldados.” (The New World’s Foundations in the Old, de R. y W. M. West, 1929, pág. 131.) “Los cristianos [...] rechazaban los puestos públicos y el servicio militar.” (Introducción editorial de “Persecution of the Christians in Gaul, A.D. 177”, en The Great Events by Famous Historians, edición de Rossiter Johnson, 1905, vol. 3, pág. 246.) “Al paso que [los cristianos] estaban vertiendo máximas de rendida obediencia, se desentendían de terciar en la administración y en la defensa militar del imperio [...]; mas no cabía que los cristianos, sin quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse del carácter de militares, magistrados o príncipes.” (Historia de la decadencia y ruina del imperio romano, de Edward Gibbon, vol. 2, cap. XV, pág. 75 [ortografía actualizada].)
Ejército celestial. La expresión ‘los ejércitos celestiales’, en el sentido de multitudes bien organizadas, no solo se refiere a las estrellas físicas, sino, con más frecuencia, a las poderosas huestes de criaturas angélicas espíritus bajo el mando supremo de Jehová Dios. (Gé 2:1; Ne 9:6.) La expresión “Jehová de los ejércitos” aparece en 283 ocasiones en las Escrituras Hebreas, la primera en 1 Samuel 1:3. Una expresión correspondiente aparece dos veces en las Escrituras Griegas. (Ro 9:29; Snt 5:4; véase JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS.) Cuando se habla de los guerreros angélicos, se usan términos militares, como “legiones”, “carros de guerra”, “hombres de a caballo”, etcétera. (2Re 2:11, 12; 6:17; Mt 26:53.) En el campamento de los ejércitos invisibles de Jehová hay “decenas de millares, millares repetidas veces” de carros de guerra. (Sl 68:17.) Como fuerza de combate, son invencibles. “El príncipe del ejército de Jehová” se le apareció a Josué con su espada desenvainada y le dio instrucciones sobre cómo debía tomarse Jericó. (Jos 5:13-15.) Un ángel de estos ejércitos celestiales dio muerte a 185.000 asirios en una sola noche. (2Re 19:35.) Cuando estalló guerra en el cielo, Miguel y sus ángeles arrojaron a Satanás y sus demonios hacia abajo, a la vecindad de la Tierra. (Apo 12:7-9, 12.) Más aún, no habrá escape cuando “los ejércitos [...] en el cielo” sigan al “Rey de reyes y Señor de señores” y él destruya a “la bestia salvaje y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos”. (Apo 19:14, 16, 19, 21.) Al mismo tiempo, este poderoso ejército invisible de Jehová da protección a sus siervos fieles que están en la Tierra. (2Re 6:17; Sl 34:7; 91:11; Da 6:22; Mt 18:10; Hch 12:7-10; Heb 1:13, 14.)
Véanse también ARMAS, ARMADURA; GUERRA; SOLDADO.
Esta expresión traduce los términos griegos he-ka-ton-tár-kjës (o he-ka-tón-tar-kjos) y ken-ty-rí-ön, y designa a un centurión, un oficial al mando de 100 soldados. Sin importar su tamaño, la legión romana siempre estaba dividida en 60 centurias, cada una bajo el mando de un centurión. Aun si la legión se reducía a menos de 6.000 hombres, todavía una sesentava parte, aunque fuese inferior a 100 soldados, estaba bajo un centurión. Los tribunos recomendaban los candidatos al cargo de oficial del ejército y las autoridades gubernamentales más altas decidían su nombramiento. El cargo de centurión era el rango más alto que podía alcanzar el soldado raso, aunque había oportunidades de ascenso en las filas de los mismos centuriones.
Los centuriones eran hombres clave y desempeñaban una función muy importante en la legión. Aunque estaba bajo la autoridad de los tribunos y era responsable de cumplir sus órdenes, el oficial del ejército era la cabeza real e inmediata de los soldados. Él los adiestraba, trabajaba con ellos, inspeccionaba sus armas, suministros y alimento, y reglamentaba su comportamiento. Asimismo, los disciplinaba, supervisaba los azotes y la pena capital, y autorizaba el castigo de sus tropas. La preparación y la eficacia del ejército romano dependía fundamentalmente de los centuriones. Ellos eran, en líneas generales, los hombres más experimentados y valiosos del ejército.
Varias veces se hace mención de los oficiales del ejército en las Escrituras Griegas Cristianas. Jesús encomió por su fe ejemplar al oficial de ejército de Capernaum que lo buscó para que sanara a su esclavo. (Mt 8:5-13.) Todos los detalles del relato indican que era un gentil: “Ama a nuestra nación, y él mismo nos edificó la sinagoga”, dijeron los judíos; “no soy digno de que entres debajo de mi techo”, reconoció el propio centurión; y Jesús dijo de él: “Ni siquiera en Israel he hallado fe tan grande”. Si era romano, el suceso es aún más notable, pues los romanos no se destacaban por su compasión hacia los esclavos. (Lu 7:1-9.)
Un oficial del ejército comandaba los cuatro soldados que dieron muerte a Jesús. (Jn 19:23.) Este centurión probablemente estuvo presente cuando se discutió ante Pilato la cuestión acerca de si Jesús era Hijo de Dios. (Jn 19:7.) Tras observar este proceso y otras circunstancias de cuando se le fijó en el madero, así como los fenómenos milagrosos que acompañaron a la muerte de Jesús, el “oficial del ejército se puso a glorificar a Dios”, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo”, “ciertamente este era Hijo de Dios”. (Lu 23:47; Mt 27:54.) Seguramente fue a él a quien Pilato preguntó si Jesús estaba muerto antes de entregar el cuerpo para enterrarlo. (Mr 15:44, 45.)
Cornelio, centurión de la banda italiana estacionada en Cesarea, fue el primer gentil incircunciso que llegó a ser cristiano. (Hch 10:1-48.) El hecho de que tenía su propia casa y soldados que le servían muestra que los oficiales de este rango podían vivir separados de la tropa. Él y sus familiares fueron los primeros gentiles incircuncisos que se convirtieron al cristianismo (Mr 15:39; Hch 10:1, nota de estudio; Hch 10:44, 45; 27:1, 43).
Hacia el año 56 E.C. los oficiales del ejército que se hallaban en la Fortaleza Antonia, junto con sus soldados y su comandante militar, bajaron corriendo a los terrenos lindantes del templo y rescataron a Pablo de la chusma. (Hch 21:32.) Más tarde, Pablo escapó de la flagelación que el comandante militar había ordenado, al revelar a un oficial del ejército que le escoltaba que era ciudadano romano. (Hch 22:25, 26.) Cuando se enteró de que había una conspiración contra su vida, Pablo llamó a un oficial del ejército para que condujese a su sobrino con este informe al comandante militar. Como consecuencia, se ordenó a dos oficiales del ejército que preparasen una fuerza de 470 soldados, caballería y lanceros para velar por la seguridad de Pablo cuando lo sacaron de Jerusalén. (Hch 23:17, 23.)
Julio, oficial del ejército de la banda de Augusto, fue quien condujo a Pablo de Adramitio a Roma. Lo trató con bondad, a pesar de que en un principio no hizo caso de sus consejos. Sin embargo, finalmente aprendió a respetar el juicio de Pablo y contribuyó a salvar la vida del apóstol. (Hch 27:1, 6, 11, 31, 43.)
La palabra griega kji·lí·ar·kjos (quiliarca) significa “comandante de mil soldados”. A excepción de los pasajes del libro de Revelación, siempre se refiere a un tribuno militar romano. En cada legión romana había seis tribunos. Sin embargo, la legión no estaba dividida en seis diferentes unidades, sino que cada tribuno ejercía el mando sobre toda la legión durante una sexta parte del tiempo. Los seis tribunos se dividían en tres parejas, cada una de las cuales ejercía el mando durante dos meses, alternando por días. (Véase EJÉRCITO - [Ejército romano].)
Este comandante militar estaba investido de gran autoridad: nombraba y asignaba a los centuriones, presidía en los tribunales militares y podía dictar la pena capital. Además, un cuerpo de servidores le atendían como ayudantes. Se reconocía su rango por su vestidura: una franja de color púrpura en su toga y un anillo de oro de distinción. En un tiempo el pueblo elegía a estos tribunos, pero más tarde fueron el senado y otro personal civil o militar los principales responsables de su nombramiento. Para ser tribuno por lo general se requerían diez años en la infantería o cinco en la caballería. Augusto permitió que los hijos de los senadores empezaran sus carreras como tribunos, y Tiberio se reservó para sí el derecho de nombramiento.
En la celebración del cumpleaños de Herodes había comandantes militares entre los invitados de honor para quienes bailó Salomé. En presencia de tan distinguidos invitados, Herodes se sintió obligado a cumplir su juramento, por lo que ordenó que decapitasen a Juan el Bautista. (Mr 6:21-26.) Un comandante militar (quiliarca) acompañó a los soldados que arrestaron a Jesús. (Jn 18:12.)
Hacia el año 56 E.C., Claudio Lisias, comandante militar de la guarnición de Jerusalén, rescató a Pablo tanto de la chusma callejera como del Sanedrín amotinado, y escribió una carta de explicación al gobernador Félix cuando se trasladó a Pablo en secreto a Cesarea. (Hch 21:30–24:22.) Estaban presentes varios comandantes militares durante la comparecencia de Pablo ante Herodes Agripa II. (Hch 25:23.)
Entre aquellos contra quienes se ejecutan los juicios de Dios en la visión de Juan del libro de Revelación están los “comandantes militares”. (Apo 6:15; 19:18.)
7:50.
¿Cómo reaccionó Jesús, y con qué posible resultado?
Alguien pudiera objetar que Jesús no hizo mucho por ella, pues, en resumidas cuentas, la despachó con su bendición. ¿Piensa que es probable que ella volviera a su lamentable estilo de vida? No lo sabemos con certeza, pero observe que Lucas pasó a decir que Jesús viajó “de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios”. Lucas también indicó que “ciertas mujeres” acompañaban a Jesús y sus discípulos, y que “les ministraban de sus [propios] bienes”. No puede descartarse la posibilidad de que aquella mujer, arrepentida y llena de gratitud, figurara entre ellas y emprendiera una vida piadosa con una conciencia limpia, un renovado sentido de propósito y un amor a Dios mucho más intenso (Lucas 8:1-3).
9:27, 28.
Lucas afirma que la transfiguración ocurrió “ocho días” después de que Jesús prometiera a sus discípulos que algunos de ellos no “gustar[ían] la muerte” hasta que hubieran visto la venida de su Reino. En cambio, Mateo y Marcos dicen que ocurrió “seis días después”. ¿A qué se debe la diferencia?
(Mat. 17:1; Mar. 9:2.) Al parecer, Lucas incluye dos días adicionales: el de la promesa y el del cumplimiento, es decir, el mismo día de la transfiguración.
Acontecimiento milagroso que presenciaron Pedro, Santiago y Juan, en el que el rostro de Jesús “resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas como la luz”. (Mt 17:1-9; Mr 9:2-10; Lu 9:28-36.) Marcos dice que en esta ocasión las prendas de vestir exteriores de Jesús se hicieron “mucho más blancas de lo que pudiera blanquearlas cualquier limpiador de ropa en la tierra”, y Lucas especifica que “la apariencia de su rostro se hizo diferente”. La transfiguración ocurrió en una montaña algún tiempo después de la Pascua de 32 E.C., pero bastante antes del último viaje de Jesús a Jerusalén. Probablemente aconteció de noche, pues los apóstoles “estaban cargados de sueño”. (Lu 9:32.) Además, durante la noche sería más vívida, y ellos pasaron la noche en la montaña, pues no descendieron hasta el día siguiente. (Lu 9:37.) Sin embargo, la Biblia no dice cuánto duró la transfiguración.
Antes de ascender a la montaña, Cristo había preguntado a todos sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que soy?”, a lo que Pedro había contestado: “Tú eres el Cristo”. Luego les dijo que moriría y sería resucitado (Mr 8:27-31), aunque también les prometió que algunos de sus discípulos ‘de ningún modo gustarían la muerte’ hasta que primero viesen ‘al Hijo del hombre venir en su reino’, o “el reino de Dios ya venido en poder”. (Mt 16:28; Mr 9:1.) Esta promesa se cumplió “seis días después” (u “ocho” según Lucas, quien al parecer incluye el día de la promesa y el del cumplimiento), cuando Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús a una “montaña encumbrada” (Mt 17:1; Mr 9:2; Lu 9:28), donde, mientras estaba orando, se transfiguró delante de ellos.
Justo antes de la transfiguración, Jesús y sus discípulos se encontraban en la región de Cesarea de Filipo, el pueblo de Banias del día actual. (Mr 8:27.) No es probable que Cristo y los apóstoles se marchasen de esas inmediaciones o de la región cuando fueron a la “montaña encumbrada”. (Mr 9:2.) Desde el siglo IV E.C. se ha considerado el monte Tabor como el lugar tradicional de la transfiguración, pero como está a unos 70 Km. al SSO. de Cesarea de Filipo, parece una ubicación improbable. (Véase TABOR núm. 1.)
Por otra lado, el monte Hermón está a solo unos 25 Km. al NE. de Cesarea de Filipo. Su altitud es de 2.814 m. sobre el nivel del mar, así que podía considerarse una “montaña encumbrada”. (Mt 17:1.) Por ello, es posible que la transfiguración tuviera lugar en algún espolón del monte Hermón. Así opinan muchos doctos modernos, aunque el silencio bíblico al respecto no permite llegar a conclusiones definitivas.
¿Que significado tiene la transfiguración?
Durante la transfiguración de Jesús, Moisés y Elías también aparecieron “con gloria”. (Lu 9:30, 31; Mt 17:3; Mr 9:4.) Se había profetizado que Jehová levantaría un profeta como Moisés, y esa promesa se cumplió en Cristo. (Dt 18:15-19; Hch 3:19-23.) Entre Moisés y Jesús hubo las siguientes similitudes: una matanza de niños al tiempo de su nacimiento, aunque a ellos se les libró (Éx 1:20–2:10; Mt 2:7-23); ambos ayunaron cuarenta días (Éx 24:18; 34:28; Dt 9:18, 25; Mt 4:1, 2); Dios los levantó a los dos para el bien de la adoración verdadera y para efectuar una liberación (Éx 3:1-10; Hch 7:30-37; 3:19-23); Dios dio a ambos el privilegio de ser mediadores de un pacto con Su pueblo (Éx 24:3-8; Heb 8:3-6; 9:15), y tanto a uno como al otro Jehová los utilizó para engrandecer Su nombre (Éx 9:13-16; Jn 12:28-30; 17:5, 6, 25, 26).
También se profetizó que Jehová enviaría a Elías el profeta, entre cuyas obras estuvo la de volver a personas de Israel al arrepentimiento verdadero. Juan el Bautista realizó esa clase de obra y fue el precursor del Mesías, en cumplimiento de Malaquías 4:5, 6. (Mt 11:11-15; Lu 1:11-17.) Pero puesto que la transfiguración aconteció después de la muerte de Juan el Bautista, el que Elías apareciese en ella indicaría que con el establecimiento del reino de Dios en las manos de Cristo se restauraría la adoración verdadera y se vindicaría el nombre de Jehová.
Durante la transfiguración, Jesús, Moisés y Elías hablaron acerca de “la partida [una forma de la palabra griega é·xo·dos] de él [Cristo] que él estaba destinado a cumplir en Jerusalén”. (Lu 9:31.) Este é·xo·dos, éxodo o “partida”, implicaba tanto la muerte de Cristo como su posterior resurrección a vida espiritual.
Algunos críticos han tratado de catalogar la transfiguración de simple sueño. Sin embargo, no sería lógico que Pedro, Santiago y Juan hubiesen tenido exactamente el mismo sueño. Jesús mismo usó el término “visión” (Mt 17:9), no sueño. Cristo estaba en realidad allí, aunque Moisés y Elías, muertos mucho tiempo antes, no estaban presentes literalmente. Fueron representados en visión. La palabra griega utilizada para “visión” en Mateo 17:9 es hó·ra·ma, que también se traduce “vista”. (Hch 7:31.) No implica irrealidad, como si los observadores fueran objeto de una ilusión. Tampoco fueron insensibles a lo que ocurría, pues estaban completamente despiertos cuando presenciaron la transfiguración. Realmente veían y oían con sus ojos y oídos literales lo que sucedía en ese momento. (Lu 9:32.)
Cuando se separaba a Moisés y a Elías de Jesús, Pedro, que “no se daba cuenta de lo que decía”, sugirió que se erigiesen tres tiendas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. (Lu 9:33.) Pero mientras el apóstol hablaba, se formó una nube (Lu 9:34), tal vez para simbolizar la presencia de Jehová en la montaña de la transfiguración (como en el caso de la tienda de reunión en el desierto). (Éx 40:34-38.) De la nube se oyó la voz de Jehová: “Este es mi Hijo, el que ha sido escogido. Escúchenle”. (Lu 9:35.) Años más tarde, Pedro identificó la voz celestial de la transfiguración como la de “Dios el Padre”. (2Pe 1:17, 18.) En la transfiguración, Moisés y Elías debieron representar, respectivamente, la Ley y los Profetas, todo lo cual señalaba a Cristo y se cumplía en él. Si bien en el pasado Dios había hablado por medio de los profetas, en esa ocasión indicó que lo haría por medio de su Hijo. (Gál 3:24; Heb 1:1-3.)
El apóstol Pedro entendió que la transfiguración era una confirmación maravillosa de la palabra profética, y al haber sido testigo ocular de la magnificencia de Cristo, pudo familiarizar a sus lectores con “el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo”. (2Pe 1:16, 19.) El apóstol había experimentado el cumplimiento de la promesa de Cristo de que algunos de sus seguidores ‘de ningún modo gustarían la muerte hasta que primero viesen el reino de Dios ya venido en poder’. (Mr 9:1.) Puede que el apóstol Juan también haya aludido a la transfiguración en Juan 1:14.
Jesús dijo a sus tres apóstoles: “No digan a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre sea levantado de entre los muertos”. (Mt 17:9.) Ellos no dijeron a nadie lo que habían visto, al parecer ni siquiera a los otros apóstoles. (Lu 9:36.) Mientras descendían de la montaña, los tres apóstoles hablaban entre sí acerca de lo que quería decir “esto de levantarse de entre los muertos” que Jesús les había comentado. (Mr 9:10.) Una enseñanza religiosa judía común era que Elías debía aparecer antes de la resurrección de los muertos, lo que inauguraría el reinado del Mesías. Por lo tanto, los apóstoles preguntaron: “¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?”. Jesús les aseguró que Elías había venido y ellos comprendieron que hablaba de Juan el Bautista. (Mt 17:10-13.)
Parece ser que la transfiguración tuvo el propósito de fortalecer a Cristo para sus sufrimientos y muerte, y al mismo tiempo también alentó y fortaleció la fe de sus seguidores. Mostró que Jesús tenía la aprobación de Dios y fue una vista por anticipado de su gloria y poder del Reino futuros. Presagiaba la presencia de Cristo, cuando su autoridad real sería completa.
stá claro que para Juan, los apóstoles son un grupo selecto de sanadores con título. Por eso, para él aquel hombre estaba efectuando obras poderosas de manera indebida, pues no era parte de aquel grupo.
Sin embargo, Jesús aconseja: “No traten de impedírselo, porque nadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme; porque el que no está contra nosotros, está a favor nuestro. Porque cualquiera que les dé de beber un vaso de agua debido a que pertenecen a Cristo, verdaderamente les digo, de ninguna manera perderá su galardón” (Mt 12:30; Mr 9:41; Lu 11:23.)
La verdad no es patente de nadie, el mismo nombre de Jehová encierra ésta verdad, Él se vale de lo que desee para comunicarse con la humanidad y cumplir su propósito, lo hizo por medio de una zarza (Éx 3:2), con una asna (Nú 22:23-33), el cielo (Sl 19:1-3), y contrario a lo tradicional, una mujer (Mr 16:9-11), de hecho si los humanos no declarásemos el propósito de Dios, las piedras lo harían (Lu 19:36-40).
Este hombre no tenía que seguir corporalmente a Jesús para estar de Su parte. Todavía no se había establecido la congregación cristiana, y por eso el que él no formara parte del grupo de ellos no significaba que fuera de otra congregación. Aquel hombre en realidad tenía fe en el nombre de Jesús y por eso lograba expulsar demonios. Estaba haciendo algo parecido a lo que Jesús dijo que merecía una recompensa. Jesús muestra que, por hacer esto, no perderá su recompensa.
Además, supongamos que ese hombre si había seguido a Jesús anteriormente, quizás inadvertidamente coincidió en uno de esos días en los que los apóstoles en su delirio de grandeza (megalomanía) discutieron sobre quién parecía ser el mayor entre ellos; aún así el hombre llego a ejercer fe en Jesús y con su poder decidió hacer lo que hacía a solas.
Pero ¿qué sucedería si las palabras o acciones de los apóstoles causaran el tropiezo de aquel hombre? ¡Eso sería muy serio! Jesús comenta: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen, mejor le sería que se le pusiera alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y realmente fuera arrojado al mar” (Mr 9:42.)
9:49, 50.
¿Por qué no impidió Jesús que cierto hombre expulsara demonios, aunque no era discípulo suyo?
Entre otras razones Jesús no se lo impidió porque la congregación cristiana aún no se había formado. Por lo tanto, no era necesario que el hombre acompañara literalmente a Jesús para que ejerciera fe en su nombre y expulsara demonios (Mar. 9:38-40).
9:54, 55.
Jesús promovió la tolerancia étnica
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, los judíos y los samaritanos, por lo general, se despreciaban entre sí. En cierta ocasión, los habitantes de una aldea samaritana rechazaron a Jesús sencillamente porque era un judío que se dirigía a Jerusalén. ¿Cómo habría reaccionado usted ante aquel rechazo? Es probable que los discípulos de Jesús se dejaran llevar por el prejuicio imperante en sus días cuando preguntaron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los aniquile?” (Lucas 9:51-56). ¿Se dejó influenciar Jesús por la amarga actitud de sus discípulos? No, todo lo contrario, los reprendió y tranquilamente buscó alojamiento en otra aldea. Poco después de aquel suceso, Jesucristo relató la parábola del buen samaritano, la cual ilustró, de modo convincente, que el origen étnico de alguien no lo convierte de forma automática en un enemigo. De hecho, pudiera resultar ser una excelente persona.
1:32, 33; 2:19, 51. María conservó en su corazón los hechos y dichos que cumplían profecías. ¿Hacemos nosotros lo mismo respecto a lo que predijo Jesús sobre “la conclusión del sistema de cosas”, comparando sus predicciones con lo que ocurre en la actualidad? (Mat. 24:3.)
2:37. El ejemplo de Ana nos enseña que debemos adorar a Jehová con constancia, “persever[ar] en la oración” y no “abandonar el reunirnos” con la congregación cristiana (Rom. 12:12; Heb. 10:24, 25).
2:41-52. V. 41 Aunque la Ley no exigía que las mujeres fueran a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, María acompañaba a José todos los años (Éx 23:17; 34:23). Esto suponía hacer un viaje de ida y vuelta de unos 300 kilómetros (190 millas) con una familia cada vez más numerosa. V. 42 José y María llevaron consigo a su hijo al templo “cuando tenía 12 años”, poniendo los intereses espirituales en primer lugar en su vida y se preocupandose del bienestar físico y espiritual de su familia. A este respecto, es un magnífico ejemplo para los cabezas de familia. V. 43 “El niño Jesús se quedó atrás en Jerusalén”. ¿Qué se puede hacer hoy en día para que los jóvenes se sientan tan cautivados con su religión que ella los atraiga y los haga integrarse en actividad teocráticas? V. 46 “Escuchándolos y planteándoles preguntas”. Medítese: “Dentro de sus límites adecuados, la discusión sabiamente dirigida promueve el conocimiento”. V. 48 “¿Por qué nos has tratado así?” María olvida las implicaciones del mensaje de Gabriel. Todos necesitamos la oración del Sl. 86:11 y 119:125. V. 51 “Jesús les rindió obediencia constante a ellos”. ¿Somos buenos para con un niño cuando estamos descuidando la enseñanza de las bendiciones de la obediencia? ¿Son mutuamente exclusivas la libertad de expresión y la obediencia? “Y su madre siguió atesorando todas estas cosas en su corazón?. ¿Debe asignarse un lugar de importancia a la disciplina de la meditación? V. 52 “… en favor para con Dios y para con los hombres”. Concedido que contar con el favor de Dios es muchísimo más importante, ¿tiene alguna importancia el favor de los hombres? ¿Es cristiana una actitud antisocial?
4:4. No debemos dejar que pase un solo día sin que hayamos analizado algún tema espiritual.
Jehová nos ha escogido como colaboradores de su propósito, (Isa 43:10-12) Él ha prometido muchas cosas buenas para nosotros y desea que las recibamos, pero espera que nosotros hagamos nuestra parte y Él hará el resto, eso se ilustra muy bien en muchos milagros que se relatan en la Biblia como la curación del hombre que tenía una mano seca y Jesús curó en la Sinagoga, (Lu 6:6-11) a pesar de que Jesús sabia que se trataba de que no podía mover la mano pues la tenia seca, Jesús le pidió que estirara la mano y así asumiera su responsabilidad, el resto, “el milagro” lo haría Jesús por éste hombre.
De la misma manera cuando los israelitas se encontraban ante el mar rojo, Jehová le dijo a Moisés que extendiera su vara, ¿Se partió el mar porque Moisés extendió la vara? seguro que Jehová pudo partir el mar sin que Moisés usara su vara, pero como colaborador suyo, Jehová esperaba como un acto de fe, que Moisés hiciera su parte.
Existen 3 tipos de relaciones simbióticas: mutualismo, en donde las dos partes reciben un beneficio, comensalismo, en donde uno de los individuos se beneficia y el otro no recibe ningún beneficio pero no es perjudicado, y finalmente el parasitismo, en este tipo de relación uno de los individuos se beneficia, y el otro individuo resulta perjudicado.
★Las abejas o colibríes y las plantas, normalmente, han desarrollado una relación en la cual el insecto o el ave se nutren del dulce néctar de las flores, pero en su viajar de una a otra cumplen también un rol vital como agentes de polinización.
★Ciertas especies de hormigas de jardín, de nombre científico Lasius niger, tienen rebaños de pulgones que, a cambio de la protección y trasporte a los tallos más tiernos de las plantas que les proporcionan las hormigas, les ordeñan una sustancia azucarada llamada melaza que les encanta a las hormigas.
★El cocodrilo y el ave llamada pluvial (Foto), este avecilla cumple la labor de limpiar los afilados dientes de los cocodrilos y el cocodrilo no se lo come a él, en este ejemplo el cocodrilo obtiene el beneficio de sus dientes limpios y evita caries, y el pluvial obtiene alimento gratis y fácil de conseguir.
★En las llanuras de África, veremos que impalas y babuinos suelen trabajar juntos. “Ambas especies han establecido un sistema de alarma mutuamente”, indica la revista Scientific American. Con el agudo olfato del impala y la excelente vista del simio, difícilmente se acercará algún depredador sin ser detectado.
★Otra sociedad similar es la que han creado los avestruces, que gozan de una magnífica vista, y las cebras, dotadas de un fino oído.
En realidad Jehová ha hecho la creación tan perfecta que todo ser animado e inanimado dependemos delicadamente de alguna manera unos de otros, formando así una simbiosis universal más perfecta que un reloj de precisión, empezando desde el átomo hasta los cúmulos de galaxias según nuestro conocimiento actual y Jehová como centro y motor de todo lo que existe (Ge 1:31; Ro 11:33, 34; 1Co 15:28; Apo 4:11).
Simbiosis
En biología, la simbiosis es la asociación de individuos animales, vegetales, bacterianos... de diferentes especies, en la que ambos asociados obtienen un beneficio de la vida en común.
6:40. Un maestro de la Palabra de Dios debe dar un buen ejemplo a sus estudiantes y poner en práctica lo que predica.
8:15. Para ser de los que “retienen [la palabra] y llevan fruto con aguante”, debemos comprender, asimilar y reconocer el valor de la Palabra de Dios. Cuando leemos la Biblia y las publicaciones cristianas, es necesario que oremos y meditemos.
Cinco días antes de la Pascua del año 33, Jesús entra en Jerusalén montado sobre un pollino. Ha llegado el tiempo para que se cumplan estas palabras que dijo a sus discípulos: “El Hijo del hombre tiene que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos y los sacerdotes principales y los escribas, y ser muerto, y al tercer día ser levantado” (Luc. 9:22, 44).
Respuestas a preguntas bíblicas:
¿Por qué escogió Jesús a 70 predicadores?
Cuando Jesús terminó de explicar el costo de seguirlo, decidió enviar a setenta discípulos a predicar el evangelio a toda ciudad y a todo lugar donde Jesús habría de ir (Lu 10:1-12). Basta preguntarnos ¿por qué Jesús escogió precisamente setenta y no ochenta o sesenta discípulos a evangelizar? La respuesta se halla en el significado del número setenta y su implicancia en los relatos bíblicos. El número setenta en este relato tiene una profunda conexión con otros pasajes de la Biblia. Dice la Escritura que fueron setenta las personas de la casa de Israel quienes entraron a Egipto (Ge 46:27). Fueron estos setenta los que le nacieron a Jacob y dieron origen al pueblo de Israel (Ex 1:5). Los judíos tenían la costumbre de relatar las genealogías en forma oral y por lo tanto algunos estudiosos creen que determinaban un cierto número de nombres en las listas para memorizarlos mejor. Pero existe otra referencia. En (Ge 10) se menciona la genealogía de Noé. De sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet, nacieron los hombres que dieron origen a los pueblos y naciones de la tierra. Curiosamente el número de la descendencia de Noé fue exactamente setenta, y de aquellos hombre fue que se esparcieron las naciones y se llenó toda la tierra después del Diluvio (Ge 10:32). Pero lo sorprendente de todo esto se halla en una referencia de Moisés. Existe una impresionante conexión entre el número de los que dieron origen al pueblo de Israel y el número de los que dieron origen a las naciones: "Cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel." (Dt 32:8) Las naciones (gentiles) comenzaron con los setenta descendientes de Noé, e Israel comenzó con los setenta descendientes de Jacob que entraron a Egipto. La conexión entre ambos números es teológicamente profunda. Cuando Jesús escoge un número fijo de setenta discípulos para enviarlos a predicar probablemente tenía en mente los setenta descendientes de Noé en Ge 10 y los setenta hijos de Israel en (Ge 46:27.) Esto nos lleva a la conclusión de que así como de los setenta hijos de Noé llenaron la tierra y las naciones y de los setenta hijos de Israel llenaron la tierra de Israel, así también de los setenta discípulos que escogió Jesús el evangelio sería predicado en toda la tierra y abarcaría todas las naciones con las Buenas Nuevas. |
10:18.
¿A qué se refería Jesús cuando les dijo a los 70 discípulos: “Contemplaba yo a Satanás ya caído como un relámpago del cielo”?
Jesús no estaba diciendo que Satanás ya hubiera sido expulsado del cielo. Eso no aconteció sino hasta poco después de que Cristo fuera entronizado como Rey celestial en 1914 (Apo 12:1-10). Aunque no podemos ser dogmáticos en este asunto, al hablar de un acontecimiento futuro utilizando el tiempo pasado, Jesús aparentemente quería destacar que sin duda ocurriría.
10:25.
¿Por qué contestó Jesús en Lu 10:25-28 de manera diferente que en Lu 18:18-20 a la misma pregunta?
En cada caso, él contestó con un enfoque distinto pues tenía en cuenta a la persona que lo interrogaba y se adaptaba a su necesidad.
Con respecto a una persona, el que vive cerca, ya sea amigo o enemigo; desde un punto de vista espiritual, la persona que demuestra a otros el amor y la bondad que mandan las Escrituras, aunque vivan lejos o no sean parientes ni asociados. La palabra hebrea que se traduce “vecino; prójimo” (scha·kjén) tiene que ver con la ubicación, y puede referirse tanto a ciudades como a personas, amigas o enemigas. (Jer 49:18; Rut 4:17; Sl 79:4, 12.)
Otras expresiones hebreas relacionadas tienen matices que nos comunican un punto de vista más amplio de la relación expresada en las Escrituras Hebreas. Ré·a´ puede significar “compañero” o “amigo”, y puede aplicar a una relación estrecha, aunque por lo general tiene el sentido más amplio de “convecino” o “compatriota”, independientemente de si es un asociado íntimo o de si vive cerca o no. En las Escrituras este término normalmente aplica a un miembro de la comunidad de Israel o a alguien que reside en dicho país. (Éx 20:16; 22:11; Dt 4:42; Pr 11:9.) `A·míth se traduce “asociado” y suele aplicarse a la persona con la que se tiene cierto trato. (Le 6:2; 19:15, 17; 25:14, 15.) Qa·róhv —que significa “cercano”, “inmediato” o “emparentado”— puede hacer referencia a lugar, tiempo o personas, e implica una relación más íntima que “vecino”, por lo que se traduce “conocido íntimo”. (Éx 32:27; Jos 9:16; Sl 15:3; 38:11; Eze 23:5.) No obstante, ninguna palabra en español puede expresar de forma cabal todos estos matices de significado.
De manera similar, en las Escrituras Griegas hay tres palabras con significado ligeramente distinto, pero que suelen traducirse “vecino”: guéi·tön, “coterráneo; paisano” (Lu 14:12; Jn 9:8); pe·rí·oi·kos, un adjetivo que significa “que mora alrededor” y que se usa como sustantivo plural en Lucas 1:58, y plë·sí·on, “cerca”, que al llevar el artículo ho (el) significa literalmente “el [que está] cerca”. (Ro 13:10; Ef 4:25.) W. E. Vine comenta lo siguiente sobre estas palabras griegas en su Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (1986, vol. 3, pág. 253): “Tienen un área de significado mayor que el término castellano ‘vecino’. No había granjas dispersas por las áreas agrícolas de Palestina; las poblaciones, reunidas en pueblos, se cruzaban al ir y volver de sus trabajos. Por ello, la vida doméstica estaba relacionada, en cada uno de sus aspectos, por un amplio círculo de vecindad. Los términos para vecino tenían por ello un campo muy amplio. Este puede verse de las principales características de los privilegios y deberes de la vecindad tal como se exponen en las Escrituras, (a) su utilidad, p.e., [...] Lc 10:36; (b) su intimidad, p.e., Lc 15:6, 9 [...]; He 8:11; (c) su sinceridad y santidad, p.e., [...] Ro 13:10; 15:2; Ef 4:25; Snt 4:12”.
Malos vecinos. Algunos de los que viven cerca de nosotros pueden ser malos vecinos, como lo fueron las naciones cercanas a Israel. Cuando los babilonios destruyeron el templo de Jerusalén en el año 607 a. E.C., estas naciones, como Edom, se regocijaron y hasta entregaron a los judíos fugitivos en manos del enemigo. (Sl 137:7; Abd 8-14; Miq 4:11.) Por eso, el salmista escribió: “Hemos llegado a ser un oprobio a nuestros vecinos [forma plural de scha·kjén], un escarnio y una mofa a los que están alrededor de nosotros”, y oró: “Paga a nuestros vecinos [forma plural de scha·kjén] siete veces en su seno su vituperio con que te han vituperado”. Jehová ‘moraba’ en medio de Israel, y por eso dijo que las naciones que se oponían a su pueblo eran ‘sus malos vecinos, que estaban tocando la posesión hereditaria que hizo que su pueblo, aun Israel, poseyera’. (Sl 79:4, 12; Jer 12:14; compárese con Sl 68:16.)
Se ordena amar al prójimo. Por toda la Biblia se enseña que se ha de amar al prójimo, ser bondadoso y generoso con él y ayudarlo, tanto si es meramente alguien que vive cerca, como si se trata de un asociado, un compañero, un conocido íntimo o un amigo. La Ley ordenaba: “Con justicia debes juzgar a tu asociado [forma de `a·míth] [...]. No debes odiar a tu hermano en tu corazón. Debes sin falta censurar a tu asociado, para que no cargues pecado junto con él. [...] Y tienes que amar a tu prójimo [forma de ré·a´] como a ti mismo”. (Le 19:15-18.) La palabra griega que aquí se traduce “prójimo” (lit.: “el que está cerca”) no se refiere solo a alguien que vive cerca. También puede referirse a cualquier persona con la que alguien se relaciona (Lu 10:29-37; Ro 13:8-10). (En la Septuaginta griega la palabra ré·a´ se traduce en este pasaje por la expresión griega ho plë·sí·on.) David encomia al hombre que “no ha calumniado con su lengua. A su compañero [forma de ré·a´] no ha hecho nada malo, y ningún oprobio ha repetido contra su conocido íntimo [forma de qa·róhv]”. (Sl 15:3.) Se repiten los mandatos de no hacer daño al prójimo (ré·a´), incluso no despreciarlo ni desear cualquier cosa que le pertenezca. (Éx 20:16; Dt 5:21; 27:24; Pr 14:21.)
El apóstol Pablo dijo: “El que ama a su semejante ha cumplido la ley”. A continuación señala algunos de los mandamientos de la Ley, y concluye: “Y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: ‘Tienes que amar a tu prójimo [plë·sí·on] como a ti mismo’. El amor no obra mal al prójimo [plë·sí·on]; por lo tanto el amor es el cumplimiento de la ley”. (Ro 13:8-10; compárese con Gál 5:14.) Santiago llama “ley real” al mandato de amar al prójimo como a uno mismo. (Snt 2:8.)
El segundo mandamiento más importante. A un judío que le preguntó: “¿Qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?”, y que deseaba saber qué mandamientos debía seguir, Jesús le mencionó cinco de los Diez Mandamientos y añadió el mandato de Levítico 19:18: “Tienes que amar a tu prójimo [plë·sí·on] como a ti mismo”. (Mt 19:16-19.) También clasificó este mandato como el segundo más importante de la Ley y como uno de los dos de los que penden toda la Ley y los profetas. (Mt 22:35-40; Mr 12:28-31; Lu 10:25-28.)
¿Quién es mi prójimo? Asimismo, Jesús mostró a sus oyentes un significado más profundo de la palabra plë·sí·on cuando el mismo hombre, deseoso de demostrar que era justo, preguntó después: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo [plë·sí·on]?”. En la ilustración del buen samaritano, Jesús recalcó que el verdadero prójimo es aquel que, como mandan las Escrituras, demuestra amor y bondad a otra persona, aunque viva lejos o no sea pariente ni asociado.
Muchos sacerdotes y sus auxiliares levitas que trabajan en el templo viven en Jericó, a una distancia de 23 kilómetros [14 millas] por una carretera peligrosa que baja 900 metros [3.000 pies] desde donde sirven en el templo de Jerusalén. Sería de esperarse que el sacerdote y el levita ayudaran a otro judío que se hallara en dificultades. Pero no lo hacen. Más bien, un samaritano lo ayuda. Los judíos odian tanto a los samaritanos que poco tiempo atrás habían insultado enconadamente a Jesús llamándolo “samaritano”.
La parábola del buen samaritano registrada en Lucas 10:29-37 indica que ayudar a otros puede implicar verdadero sacrificio personal. En respuesta a la pregunta: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”, Jesús habló de un judío al que unos salteadores golpearon y dejaron por muerto. A pesar de las tensiones raciales que existían entre los judíos y los samaritanos, un samaritano se sintió motivado a sacrificarse por la víctima. Le curó las heridas utilizando para ello su propio vino y aceite. Entonces lo montó con cuidado sobre su bestia y lo llevó a un mesón. Pagó al mesonero una cantidad comparable al salario de dos días de trabajo y prometió pagarle lo que gastase además de aquello.
Esta motivadora ilustración capta la esencia de lo que significa sacrificarse por los demás: tomar la iniciativa, hacerse prójimo de otros. Requiere estar dispuesto a sacrificar tiempo, energía y dinero.
Cristo Jesús usó esta ilustración para grabar en los que pensaban que eran justos el hecho de que para agradar a Dios se requiere más que los deberes tradicionales de ser “bueno” y guardar la Ley.
En la nación de Israel. En la mayoría de los textos griegos aparece una forma de la palabra po·lí·tës, “ciudadano”, en Hebreos 8:11, aunque algunos manuscritos tardíos leen plë·sí·on. En este caso Pablo cita de la profecía de restauración de Jeremías 31:34, dirigida a los miembros de la nación de Israel: “Y ya no enseñarán cada uno a su compañero [forma de ré·a´] y cada uno a su hermano, diciendo: ‘¡Conozcan a Jehová!’, porque todos ellos me conocerán, desde el menor de ellos aun hasta el mayor de ellos —es la expresión de Jehová—”. Pablo aplica estas palabras a la “nación santa” espiritual, “el Israel de Dios”, al decir: “Y de ningún modo enseñarán ellos cada uno a su conciudadano y cada uno a su hermano [...]”. En este caso se ha conservado el sabor de los idiomas originales en la traducción compañero (para ré·a´) y ciudadano (para po·lí·tës), en lugar de vecino. (1Pe 2:9; Gál 6:16.)
El consejo de Proverbios. Aunque se debe amar y ayudar al prójimo, hay que tener precaución para no abusar de su compañía. El proverbio expresa la idea en estos términos: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante [forma de ré·a´], para que no tenga su suficiencia de ti y ciertamente te odie”. (Pr 25:17.)
No obstante, el libro de Proverbios aconseja que el compañero debe ser fiel y confiable, y recomienda acudir a él en tiempo de necesidad: “No dejes a tu propio compañero ni al compañero de tu padre, y no entres en la casa de tu propio hermano en el día de tu desastre. Mejor es un vecino [scha·kjén] que está cerca que un hermano que está lejos”. (Pr 27:10.) Aquí el escritor dice que debe estimarse al que es amigo íntimo de la familia y que ha de buscársele como ayuda incluso antes que a un pariente tan cercano como un hermano, si este está lejos, pues tal vez el pariente no se halle tan dispuesto a ayudar como el amigo de la familia o no le sea posible hacerlo.
10:30.
¿Por qué es significativo que Jesús situara la parábola del buen samaritano en el camino que iba “de Jerusalén a Jericó”?
Las ilustraciones de Jesús incluían detalles con los que la gente estaba muy familiarizada. Por ejemplo, la parábola del buen samaritano empieza diciendo: “Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó entre salteadores, que lo despojaron y también le descargaron golpes, [...] dejándolo medio muerto” (Lucas 10:30). Es significativo que Jesús situara esta narración en el camino que iba “de Jerusalén a Jericó”. Cuando relató esta parábola, se encontraba en Judea, no muy lejos de Jerusalén. Así que sus oyentes conocían muy bien aquella ruta y sabían lo peligrosa que era, en especial para alguien que viajara solo: atravesaba parajes solitarios y sus recovecos eran lugares propicios para los asaltos.
Jesús incluyó otros detalles familiares sobre dicho camino. Según la parábola, pasaron por allí primero un sacerdote y luego un levita, pero ninguno se detuvo a socorrer a la víctima (Lucas 10:31, 32). Los sacerdotes oficiaban en el templo de Jerusalén, y los levitas eran sus ayudantes. Cuando no servían en el templo, muchos de ellos residían en Jericó, a solo 23 kilómetros de Jerusalén. Por eso no era raro verlos viajar por ese camino. Observemos, además, que Jesús dijo que el viajero “bajaba” —no que subía— por el camino “de Jerusalén”, lo cual tenía sentido para su auditorio. Jerusalén estaba situada a mayor altitud que Jericó; de manera que Jesús tenía razón: el viajero proveniente “de Jerusalén” en realidad bajaba. Detalles como este indican que el Hijo de Dios tomaba en consideración a la gente que lo escuchaba.
Además, Jesús dijo que el sacerdote y el levita bajaban “de Jerusalén”, es decir, volvían del templo. Así que nadie podría justificar su indiferencia hacia el hombre que parecía estar muerto diciendo que pasaron de largo porque no querían tocar un cadáver y quedar temporalmente inhabilitados para servir en el templo (Levítico 21:1; Números 19:16).
10:42.
¿Qué quiso decir Jesús con: “Son pocas [...] las cosas que se necesitan, o solo una”?
Jesús no la estaba acusando de materialista por preparar varios platos. Tampoco estaba subestimando su arduo trabajo. Más bien, quería mostrarle cuál era la prioridad en ese momento. Marta se estaba perdiendo aquella oportunidad única de aumentar su fe.
11:42.
A diferencia de la enseñanza de los fariseos, ¿cómo apelaba al corazón la enseñanza de Jesús?
Jesús enseñó la obediencia sincera motivada por el amor a Dios (Mat. 15:8), y animó a sus oyentes a evaluarse en cuanto a sus motivos (Mar. 2:8). En contraste, los fariseos pasaban por alto asuntos más importantes y hacían hincapié en cumplir los detalles ínfimos de la Ley y las reglas que ellos mismos establecían, lo que resultaba en una mera apariencia externa de santidad (Luc. 11:42).
12:2.
¿Qué quiso decir Jesús con las palabras recogidas en Lucas 12:2?
Aunque una demostración exterior de piedad ocultaba la iniquidad de los fariseos, con el tiempo quedaría desenmascarada. Los discípulos de Jesús pondrían al descubierto valerosamente la malvada hipocresía farisaica a riesgo de su propia vida. (Luc. 12:3-5.)
12:15.
¿Por qué dijo Jesús “Mantengan abiertos los ojos”?
Fue muy apropiado que Jesús iniciara esta advertencia contra la codicia con las palabras “Mantengan abiertos los ojos”. Porque a las personas les resulta muy fácil reconocer la codicia en los demás, pero raras veces la reconocen en sí mismas. El apóstol Pablo indica, de todas formas, que “el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales” (1 Tim. 6:9, 10). Y el discípulo Santiago señala que un deseo impropio, “cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Sant. 1:15). De ahí que, siguiendo la recomendación de Jesús, debamos ‘mantener abiertos los ojos’. Ahora bien, el objetivo no es descubrir si los demás encajan en la descripción del codicioso, sino hacernos un examen de conciencia a fin de averiguar cuáles son los verdaderos deseos de nuestro corazón. De esta forma ‘nos guardaremos de toda suerte de codicia’.
12:21.
¿Qué sucede con el que no es rico para con Dios?
La expresión “rico para con Dios” también se vierte “rico ante Dios” (Nácar-Colunga) o “rico a los ojos de Dios” (Biblia de América). Por lo general, los que son ricos materialmente se preocupan por la imagen que proyectan ante los demás, quieren ser importantes a los ojos de los hombres, y suelen reflejarlo en su modo de vivir. Para impresionar a los demás, recurren a lo que la Biblia denomina “la exhibición ostentosa del medio de vida de uno” (1 Juan 2:16). Por su parte, los que son ricos para con Dios cuentan con su aprobación, su favor y su inmensa bondad inmerecida, y tienen una estrecha relación personal con él. Desde luego, estar en una situación tan privilegiada les proporciona una sensación de bienestar y seguridad muy superior a la que se puede obtener de las riquezas materiales. Por eso, hacen todo lo posible por participar de lleno en las actividades que, a los ojos de Dios, realmente merecen la pena y tienen valor (Isa. 40:11).
12:33.
¿Qué son los “tesoros en el cielo” aludidos por Jesús en Mt 6:20 y Lu 12:33?
Son tesoros que nunca se desvanecen, entre los que figuran un buen nombre delante de Jehová y un historial de fiel servicio cristiano. Estas son algunas de las cosas que Jehová nunca olvida. (Hebreos 6:10.) En parte, la Biblia responde al decir “que trabajen en lo bueno, que sean ricos en obras excelentes, que sean liberales, listos para compartir”. (1 Timoteo 6:18.)
12:49.
¿De qué manera prendió un fuego en la tierra Jesucristo?
Allá en el año 32 E.C. Jesucristo ciertamente ‘prendió fuego a la tierra’ (Reg), haciendo surgir una cuestión que causó gran ardor de controversia y que resultó en la destrucción como por quema de muchas falsas enseñanzas, alegaciones y afirmaciones por hombres e instituciones.
15:10.
En la ilustración de Jesús de la moneda de dracma perdida, ¿por qué es notable la reacción de los ángeles?
¿Qué efecto debería tener en nosotros su ejemplo? A los pecadores perdidos de la ilustración se les cuenta entre los que tienen la oportunidad de ser miembros del Reino celestial de Dios. Como resultado, logran en los cielos una posición más alta que la de los ángeles mismos. Pero los ángeles, en vez de sentir envidia y considerarse despreciados, humildemente comprenden que estos humanos pecadores se han enfrentado con éxito a situaciones que los prepararán para servir, en el cielo, como reyes y sacerdotes comprensivos y misericordiosos.
15:11-32a.
¿Qué lección nos da el padre de la parábola del hijo pródigo?
La parábola del hijo pródigo podría motivar al cristiano que se ha alejado a regresar al rebaño. Puesto que este sistema de cosas pronto será destruido, debería volver a “casa” lo antes posible. La mayoría de los que se alejan de la congregación no lo hacen exactamente como el hijo pródigo; más bien, se apartan poco a poco, como un bote a la deriva que va alejándose de la orilla. Como hemos visto, algunos están tan agobiados por las inquietudes de la vida que descuidan su relación con Jehová. Por otra parte, hay quienes tropiezan por la conducta de algún hermano o se van porque no están de acuerdo con cierta enseñanza bíblica. Y otros dejan la congregación porque han cometido algún pecado grave. No obstante, si empleamos hábilmente las Escrituras y los consejos de la clase del esclavo fiel, podremos ayudar a quienes se han alejado a regresar antes de que sea demasiado tarde (Mat. 24:45)
Con su parábola del hijo pródigo, Jesús nos permite entender aún mejor cómo podemos centrarnos en los aspectos positivos de nuestros familiares. El padre del relato trató con misericordia a su hijo menor cuando este regresó al hogar después de abandonar su vida disoluta. Ahora bien, ¿cómo reaccionó ante las quejas del primogénito, quien nunca se había ido de casa? Se dirigió a él con estas palabras: “Hijo, tú siempre has estado conmigo, y todas las cosas que son mías son tuyas”. No fue una dura recriminación, sino una sencilla confirmación de su amor paterno. “Simplemente teníamos que gozar y tener regocijo —prosiguió—, porque este hermano tuyo estaba muerto y llegó a vivir, y estaba perdido y fue hallado.” De igual manera, debemos esforzarnos por ver siempre el lado bueno de los demás.
Otra lección que aprendemos de esta ilustración es, que a veces los hijos se revelan tercamente contra la dirección de los padres y que no queda otra que dejarlos ir por su camino para que hagan sus propias experiencias (malgastando su tiempo, dinero, salud y juventud, a veces irreparablemente) y tener que notar en su propio pellejo que el mundo no les ofrece nada bueno, por eso el padre no se negó a darle su parte y sacrificar ésta como precio del aprendizaje duro de su hijo, lamentablemente muchos jóvenes tienen que pasar como el hijo de la ilustración por la pocilga de los cerdos para aprender una dura lección: lo muy bendecídos que estamos al ser parte del pueblo de Dios y disfrutar de su cuidado y bendición.
16:9.
“Háganse amigos por medio de las riquezas injustas”
Según el contexto, la aplicación original de las palabras de Jesús recogidas en Lucas 16:10 tiene que ver con el uso de “las riquezas injustas”, o sea, de nuestros bienes materiales. Se les llama injustas porque tales riquezas —sobre todo el dinero— están en poder de seres humanos pecadores. Además, el deseo de adquirirlas puede llevarnos a cometer actos injustos. Mostramos fidelidad si utilizamos sabiamente nuestras posesiones. En vez de emplearlas con fines egoístas, usémoslas para fomentar los intereses del Reino y para socorrer a los necesitados. Siendo fieles a este respecto, nos ganaremos la amistad de Jehová Dios y de Jesucristo, los dueños de “los lugares de habitación eternos”, donde nos recibirán cuando nos concedan vida eterna, ya sea en el cielo o en el Paraíso terrestre.
Observe que Jesús no dijo que las “riquezas injustas” pueden fallar, sino que van a fallar. En efecto, vendrá el día en que el dinero de este sistema no tendrá ningún valor. “En las calles arrojarán su plata misma, y su propio oro llegará a ser una cosa aborrecible —profetizó Ezequiel—. Ni la plata ni el oro de ellos podrá librarlos en el día del furor de Jehová.” (Ezequiel 7:19.) Hasta que eso ocurra, tenemos que utilizar nuestros bienes materiales con sabiduría y perspicacia. De esta manera, nunca sentiremos pesar por no haber prestado atención a la advertencia de Jesús: “Si ustedes no han demostrado ser fieles en lo que tiene que ver con las riquezas injustas, ¿quién les encomendará lo que es verdadero? [...] No pueden ser esclavos de Dios y de las Riquezas”. (Lucas 16:11-13.)
16:10.
¿Por qué es importante obedecer a Dios siempre?
Un solo acto de obediencia podría parecer insignificante, pero si obedecemos a Dios en todo momento, lograremos construir una vida de integridad y lealtad. Cuando tenemos que hacer frente a las dificultades, la oposición o las injusticias, es cuando más se nota que somos leales a Dios. Veamos el ejemplo de David. Cuando él era joven, fue perseguido por el mismísimo representante de Jehová, el rey Saúl. Para aquel entonces, Saúl ya había perdido el favor divino, y estaba terriblemente celoso de David, quien sí contaba con la aprobación de Dios. El rey permaneció en el poder varios años y utilizó al ejército de Israel para perseguir a David. ¿Se enojó David con Jehová por permitir esta injusticia por tanto tiempo? ¿Pensó que no valía la pena resistir esa prueba? No, todo lo contrario. Respetó profundamente a Saúl por ser el ungido de Jehová, y así lo demostró negándose a matarlo (1 Sam. 24:2-7).
17:26-29.
“¿Por qué eligió Jesús a Noé y a Lot como ejemplos de hombres que prestaron atención”?
En vista de (Gé 9:20, 21), con referencia a Noé y de (Gé 19:30–38), con referencia a Lot, estos dos personajes bíblicos llevaban una vida de familia con sus problemas e inquietudes, como la mayoría de nosotros, no eran ni profetas, ni sacerdotes ni tenían algún privilegio especial de servicio a Dios. Sin embargo, el punto es que los dos prestaron atención a la advertencia de Dios a pesar de sus inquietudes y distracciones seglares. Noé edificó un arca— (Gé 6:14; 7:5). Y Lot, en cuando Dios le ordenó que saliera de Sodoma, lo hizo, aunque con cierto grado de vacilación. (Gé 19:14–16). Aunque estos dos hicieron los preparativos necesarios en obediencia a los mandatos de Dios, las multitudes indiferentes perecieron. En ambos casos, los alcanzó la destrucción repentina. El agua los ahogó. El fuego (y el azufre) los consumió.
“Moisés como servidor fue fiel”, dice Hebreos 3:5. ¿Qué hizo del profeta Moisés un siervo fiel? Al construir e instalar el tabernáculo, “Moisés procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Jehová. Hizo precisamente así” (Éxodo 40:16). Los adoradores de Jehová demostramos fidelidad sirviéndole con obediencia. Esto, por supuesto, incluye permanecer leales a él cuando atravesamos pruebas o desgracias. Sin embargo, el que superemos grandes pruebas no es el único factor que determina si somos fieles o no. Jesús dijo que “la persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho” (Lucas 16:10). Tenemos que ser fieles aun en asuntos que quizás parezcan triviales.
La obediencia diaria “en lo mínimo” es importante por dos motivos. Primero, porque revela nuestro sentir respecto a la soberanía de Jehová. Pensemos en la prueba de lealtad a la que se sometió a nuestros primeros padres, Adán y Eva. No les suponía ningún tipo de privación, pues podían comer de todos los árboles del jardín de Edén, salvo de uno: el “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” (Génesis 2:16, 17). Su fidelidad al observar este sencillo mandato habría demostrado que estaban a favor de la gobernación de Jehová. Por consiguiente, cumplir las órdenes de Jehová en nuestra vida cotidiana es prueba de que apoyamos la soberanía divina.
Segundo, nuestra manera de proceder “en lo mínimo” influye en cómo nos comportamos “también en lo mucho”, es decir, en asuntos de mayor relevancia. A este respecto, observemos lo que les sucedió a Daniel y sus tres fieles amigos hebreos, Hananías, Misael y Azarías. Siendo aún jóvenes, probablemente adolescentes, fueron deportados a Babilonia en el año 617 antes de nuestra era, y los cuatro terminaron en la corte del rey Nabucodonosor. Allí se “les señaló una ración diaria de los manjares exquisitos del rey y del vino que él bebía, aun para nutrirlos por tres años, para que al fin de estos estuvieran de pie delante del rey” (Daniel 1:3-5).
Sin embargo, las provisiones de la mesa real planteaban un problema para los cuatro jóvenes hebreos. Es posible que entre los manjares hubiera alimentos prohibidos por la Ley de Moisés (Deuteronomio 14:3-20). Tal vez no se hubiera desangrado bien a los animales, de modo que consumir su carne sería una transgresión de la Ley divina (Deuteronomio 12:23-25). O pudiera ser que el alimento se hubiera ofrecido a los ídolos, como era costumbre entre los babilonios antes de participar en una comida de comunión.
Sin duda, las restricciones dietéticas no constituían motivo de preocupación para la casa real. Pero Daniel y sus amigos se habían resuelto de corazón a no contaminarse con alimentos prohibidos por la Ley que Dios había dado a Israel. Como el asunto comprometía su lealtad y fidelidad a Dios, pidieron que se les suministrara una dieta a base de legumbres y agua, propuesta que fue aceptada (Daniel 1:9-14). Hoy día, puede que a algunos les parezca insignificante lo que hicieron aquellos cuatro jóvenes. No obstante, su obediencia a Dios dejó claro cuál era su postura en cuanto a la soberanía de Jehová.
La fidelidad en algo que parecía de mínima importancia preparó a los tres amigos de Daniel para confrontar una prueba mayor. Abra la Biblia en el capítulo 3 del libro de Daniel y lea usted mismo cómo se enfrentaron a la pena de muerte por negarse a adorar la imagen de oro que el rey Nabucodonosor había erigido. Cuando se les condujo ante el monarca, expresaron con plena confianza su resolución: “Si ha de ser, nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. Del horno ardiente de fuego y de tu mano, oh rey, nos rescatará. Pero si no, séate sabido, oh rey, que a tus dioses no servimos, y la imagen de oro que has erigido ciertamente no adoraremos” (Daniel 3:17, 18). ¿Los rescató Jehová? Pues bien, los guardias que los arrojaron al horno en llamas perecieron, pero los tres hebreos fieles salieron vivos, ¡sin tan siquiera haberse chamuscado! Su fidelidad a lo largo del tiempo los había preparado para superar esta decisiva prueba. ¿No demuestra este ejemplo la importancia de ser fieles en las cosas pequeñas?
17:32.
¿Dónde podemos hallar ejemplos que nos enseñen lecciones valiosas, pero qué precaución debemos tener al respecto?
La Palabra inspirada de Dios contiene multitud de ejemplos de personas reales. Jesús aludió a “la esposa de Lot” y a “los días de Noé” (Luc. 17:32; Mat. 24:37-39). Cuanto más familiarizados estemos con la Biblia, mejor uso sabremos hacer de estos ejemplos. Si decidimos emplear una experiencia de nuestros días, debemos confirmarla, asegurarnos de que cumpla un buen propósito y no permitir que distraiga al auditorio del objetivo de nuestra exposición.
17:34-37.
¿Quiénes son “las águilas”, y qué es “el cuerpo” junto al que estas se reúnen?
A quienes son ‘llevados’ —es decir, salvados— se les compara con águilas de vista poderosa porque se reúnen al “cuerpo”. “El cuerpo” junto al que se reúnen es el Cristo verdadero durante su presencia invisible en el poder del Reino y el banquete de alimento espiritual que Jehová les suministra (Mat. 24:28).
18:16.
¿Cómo pueden ayudar los padres a sus hijos a seguir a Cristo?
Jesús no se interesaba solo en los adultos. También se fijaba en los niños, y por eso sabía a qué jugaban y qué cosas decían. A veces hasta los invitaba a acercarse a él (Luc. 7:31, 32). Entre las multitudes que escuchaban a Jesús había muchos pequeños. Y cuando unos jovencitos se pusieron a aclamarlo como Mesías, él no solo reparó en ese hecho, sino que mostró que estaba predicho en las Escrituras (Mat. 14:21; 15:38; 21:15, 16). Hoy, igualmente, son muchos los niños que llegan a ser discípulos de Jesús. Si queremos ayudar a nuestros hijos a crecer espiritualmente, es preciso que los escuchemos. Hemos de averiguar si tienen puntos de vista contrarios a la voluntad de Jehová. Sin importar lo que nos digan, debemos responderles haciendo comentarios positivos. Luego podemos utilizar textos bíblicos que les ayuden a entender cómo ve Jehová los asuntos.
19:43.
¿Estuvo Jerusalén rodeada de estacas puntiagudas, como predijo Jesús?
Al profetizar la destrucción de Jerusalén, Jesús dijo: “Vendrán días [...] en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados” (Lucas 19:43). Estas palabras se cumplieron en el año 70 de nuestra era. En ese año, los ejércitos romanos al mando de Tito levantaron una empalizada alrededor de la ciudad con un triple propósito: impedir la huida de los judíos, privarlos de alimentos y conseguir que se rindieran.
Según el historiador del siglo primero Flavio Josefo, se estableció una competencia entre las diversas legiones y unidades del ejército romano para ver quién acababa antes su sección de la empalizada. Les tomó solo tres días terminarla. Para levantar los 7 kilómetros (4,5 millas) de cerca, hubo que talar todos los árboles en 16 kilómetros (10 millas) a la redonda. Josefo cuenta que, al verla, “los judíos perdieron toda esperanza de salvación”. El hambre y las luchas internas entre las diversas facciones armadas provocaron la caída de la ciudad apenas cinco meses después.
21:21.
¿Cómo nos ayuda el ejemplo de los cristianos que huyeron de Jerusalén a prepararnos para la “gran tribulación”?
Mientras huían de Jerusalén, los cristianos tuvieron que mostrarse amor unos a otros, tal como había hecho Cristo con ellos, y compartir las provisiones que tenían. Ahora bien, la profecía de Jesús tendría un cumplimiento mucho mayor en el futuro. Él predijo: “Habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder” (Mat. 24:17, 18, 21). Antes de la “gran tribulación” y durante esta, es posible que nosotros también pasemos por graves dificultades y privaciones. Adoptar la actitud mental de Cristo nos ayudará en esos momentos tan críticos. Cuando eso ocurra, tendremos que seguir el ejemplo de Jesús y velar con amor por el bien de los demás. Pablo dio este consejo: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para la edificación de este. Porque hasta el Cristo no se agradó a sí mismo [...]. Ten[gan] entre sí la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús” (Rom. 15:2, 3, 5).
21:24.
¿Cómo sabemos que Jehová es un observador exacto del tiempo?
(Dan. 11:35-40.) Al dar la visión del “rey del norte” y “el rey del sur”, el ángel de Jehová usó varias veces la expresión “el tiempo señalado”. Muchos otros textos bíblicos también indican que Jehová es un observador exacto del tiempo y que realiza sus propósitos precisamente a tiempo.
21:34.
¿Qué preguntas convendría que nos hiciéramos con relación a la comida y la bebida?
¿Cómo podemos averiguar si el venenoso espíritu del mundo nos está afectando y ya no nos damos cuenta de que estamos excediéndonos en la comida y la bebida? Preguntémonos: “¿Cuál es mi reacción cuando leo en la Biblia o en nuestras publicaciones consejos sobre la glotonería? ¿Tiendo a desecharlos porque me parecen irrelevantes o exagerados? ¿Excuso o justifico mis acciones? ¿Qué pienso del consejo de consumir alcohol con moderación —si acaso uno lo consume— y de evitar por completo las borracheras? ¿Les resto importancia porque opino que por alguna razón a mí no me conciernen? Si alguien me dice que le preocupa mi consumo de alcohol, ¿me pongo a la defensiva o hasta me enfado? ¿Intento que quienes me rodean también resten importancia a esos consejos bíblicos?”. Como hemos visto, nuestra actitud es un claro indicativo de si estamos sucumbiendo o no al espíritu del mundo (compárese con Romanos 13:11-14).
22:28.
¿Cómo respondió la gente al cariño y a la generosidad de Jesús?
Jesús brindó su cariño a la gente y le dio generosamente de su tiempo y recursos, lo cual hizo que muchos se sintieran atraídos a él y quisieran corresponderle (Luc. 8:1-3). Por experiencia propia, Jesús podía decir: “Practiquen el dar, y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio” (Luc. 6:38). Claro, había quienes buscaban a Jesús solo para ver lo que podían conseguir de él. En una ocasión, esos falsos amigos malinterpretaron sus palabras, y en vez de darle el beneficio de la duda, sacaron conclusiones precipitadas y le dieron la espalda. En cambio, los apóstoles fueron leales. Aunque su amistad con Jesús se ponía constantemente a prueba, hicieron todo lo posible por apoyarlo en las buenas y en las malas (Juan 6:26, 56, 60, 66-68).
22:44.
¿Por qué experimentó Jesús tanta angustia?
Debido a varias razones. Por un lado, le preocupaba la repercusión que su muerte como delincuente tendría en Jehová Dios y en su nombre. Y por otro, estaba muy consciente de que su vida eterna y el futuro de toda la familia humana dependían de que se mantuviera fiel.
23:43.
¿Era el Paraíso que se menciona en Lucas 23:43 el cielo o alguna parte del cielo?
La Biblia no apoya el parecer de que Jesús y el malhechor hayan ido al cielo el día en que Jesús le habló. Jesús había predicho que, después que se le hubiera dado muerte, él no sería resucitado sino hasta el tercer día (Luc. 9:22). Durante aquel período de tres días él no estuvo en el cielo, porque después de su resurrección dijo a María Magdalena: “Todavía no he ascendido al Padre” (Juan 20:17). Fue 40 días después de la resurrección de Jesús cuando sus discípulos vieron que fue elevado de la Tierra hasta desaparecer de su vista mientras emprendía su ascensión al cielo. (Hech. 1:3, 6-11.)
El malhechor no cumplió los requisitos para ir al cielo ni siquiera en algún tiempo posterior. No había ‘nacido otra vez’... puesto que ni había sido bautizado en agua ni engendrado por el espíritu de Dios. El espíritu santo no fue derramado sobre los discípulos de Jesús sino hasta más de 50 días después de la muerte del malhechor (Juan 3:3, 5; Hech. 2:1-4). Jesús, el día en que murió, había hecho un pacto para un reino celestial con los ‘que con constancia habían continuado con él en sus pruebas’. El malhechor no tenía tal registro de fidelidad y no fue incluido entre aquellos. (Luc. 22:28-30.)
23:44.
¿Fue provocada por un eclipse solar la oscuridad que duró tres horas?
No, pues los eclipses solares solo se producen en la fase de luna nueva, y no en la de luna llena, como ocurrió durante la Pascua. La oscuridad que hubo el día de la muerte de Jesús fue un milagro de Dios.
10:29-37. Los siervos de Jehová debemos de estar siempre dispuestos a ofrecer nuestra ayuda a las personas que la necesitan, siempre y cuando ellos la acepten, paro no debemos permitir que este interés por los demás al grado que nosotros desatendamos nuestras propias responsabilidades de familia, teocráticas o seglares, ni permitir que el ayudado nos absorba toda nuestra vida, tenemos siempre que mantener una distancia sana para evitar eso y más aun si vemos que la persona no da pasos que demuestre que quiere ser ayudada. El buen samaritano de la ilustración de Jesús actuó exactamente así, asumió su responsabilidad pero supo mantener la distancia prudente para no desatender sus propias responsabilidades (Lucas 10:35)
10:38-42.
Lu. 10:38 dice que es Marta quien toma la iniciativa para extender una cordial bienvenida a Jesús. Y en otra ocasión, Jn. 11:20 se dice: “Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarlo. Pero María se quedó en casa”.
Podemos entender la inquietud de Marta, con tan honorable visita: “Jesús y sus 12 apóstoles, aún si no se contara a Lázaro, puesto que no se le menciona en este relato, todavía serían quince personas a la mesa.
La expresión de Jesús "Marta, Marta" revela una señalada desaprobación, pero también un tierno afecto y preocupación, porque, como el que escudriña los corazones sabe, Marta estaba preocupaba interiormente y enfadada exteriormente.
El que María se sentara a los pies de Jesús no era por indiferencia en cuanto a su hermana, más bien aprecio hacia la persona de Jesús, si no lo hubiera hecho sería, aun bajo condiciones ordinarias descortesía, contrario a los buenos modales, pero en este caso habría sido sumamente irreverente. Así que María hizo lo correcto.
No cabe duda que tanto Marta como María eran dos magníficas cristianas, así que no nos sorprende que dos de las más maravillosas profesiones de fe encontradas en las Escrituras iban a salir del corazón y los labios de Marta:
“Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Y sin embargo, actualmente sé que cuantas cosas pidas a Dios te las dará” (Jn. 11:21, 22).
“Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, Aquel que viene al mundo”. (Jn. 11:27).
Aunque parezca un poco injusta la situación, en realidad era un asunto de planificar bien las cosas, esto nos enseña de que nunca se debe dejar sola a la visita sin recibir un caluroso y afectivo recibimiento, propio del aprecio y educación que debemos mostrar los siervos de Jehová.
Por otra parte, nos enseña que para que una visita sea agradable y edificante para todos, lo más importante no es la comida ni los grandes preparativos, sino la sencillez y una actitud de aprecio por la compañía y los valores que podemos compartir al mostrarnos amor y honra unos a los otros..
En realidad las dos hermanas estaban haciendo una labor necesaria, solo que Marta, pensó que la suya era más importante, pidiéndole a Jesús que su hermana hiciera lo mismo que ella, fue entonces cuando Jesús trató de enfocar con equilibrio las prioridades al decirla a Marta: “María escogió la buena porción”, y no sacrificó esos beneficios por la inquietud y los enfados por confundir las prioridades (Mt. 6:33).
11:1-4. Al comparar estas instrucciones con las palabras ligeramente diferentes de la oración modelo —que se pronunció en el Sermón del Monte cerca de un año y medio antes—, queda claro que nuestras oraciones no deben ser una mera repetición de ciertas palabras (Mat. 6:9-13).
11:5, 13. Aunque Jehová desea contestar nuestras oraciones, debemos ser persistentes al orar (1 Juan 5:14).
11:27, 28. La verdadera felicidad proviene de cumplir fielmente la voluntad de Dios y no de las relaciones familiares o los logros materiales.
11:41. Nuestras dádivas de misericordia deben proceder de un corazón bien dispuesto y lleno de amor.
12:33-34. Hay que reconocer que a veces somos nosotros mismos quienes nos causamos sufrimientos. Veamos, por ejemplo, lo que Jesús mandó a sus seguidores: “Dejen de acumular para sí tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan” (Mateo 6:19). Pese a ello, algunos hermanos ‘se acribillan con muchos dolores’ porque anteponen los intereses materiales a los del Reino (1 Timoteo 6:9, 10). Para pasar la vida almacenando tesoros en el cielo más bien que sobre la Tierra, usted tiene que estar completamente convencido de la realidad del Reino. El nuevo mundo tiene que ser tan real para usted que hasta lo pueda ver en la mente y pueda verse trabajando allí, participando en el cumplimiento de los propósitos de Jehová para la Tierra. Como Moisés, usted tiene que ‘ver a Aquel que es invisible’ y estar firmemente convencido de que ‘él remunerará a los que le buscan solícitamente’. (Hebreos 11:6, 27.) ¿Qué hay en cuanto a la economía de las naciones? En muchos países la inflación es como un ladrón; reduce los bienes de una persona. “Después que la hiperinflación azotó a Alemania a principios de los años veinte, los compradores necesitaban canastas llenas de dinero [...] para comprar comestibles [...] Los precios en Alemania aumentaron a más de un billón por ciento desde agosto de 1922 hasta noviembre de 1923.” (The World Book Encyclopedia.) Las riquezas espirituales no se acumulan por sí solas. El simple hecho de pertenecer a una religión no logra de forma automática que una persona sea rica espiritualmente, del mismo modo que nadie se vuelve millonario solo por disponer de una cuenta bancaria. Para desarrollarse como persona espiritual, cultivar una relación estrecha con Dios y abundar en cualidades espirituales, se necesita tiempo, determinación, empeño y sacrificio (Proverbios 2:1-6). La diligencia en la obra de hacer discípulos resultará en que acumulemos “tesoros en el cielo”. Al enseñar al prójimo la verdad acerca de Dios, le ayudamos a ver cómo acumular tesoros espirituales imperecederos. ¿Es posible hacer una dádiva mejor? Si regalamos a un amigo un reloj caro, un automóvil o una casa, es probable que esté agradecido y feliz, y nosotros sentiremos el gozo que produce dar. Pero ¿en qué condición se encontrará el regalo al cabo de veinte años? ¿De doscientos? ¿De dos mil? Por otro lado, si nos entregamos para ayudar a alguien a servir a Jehová, esa persona puede recibir beneficios eternos. Ni siquiera la muerte puede robarle a uno las recompensas que trae dicha acumulación de tesoros en el cielo. ¿Por qué? Jesús prometió: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir”. (Juan 11:25.) Nadie puede robar el mérito acumulado así con Dios, ni tampoco la magnífica recompensa.
12:47, 48. Quien recibe más responsabilidades pero no cumple con ellas es más censurable que quien no conoce o comprende a cabalidad sus obligaciones.
13:6-9. Jehová usa nuestras circunstancias para refinarnos y hacernos cristianos consecuentes y productivos, Salomón que había experimentado toda clase de circunstancias y posibilidades de la vida llego a la conclusión de que sea cual sea nuestra circunstancias nuestro deber es hacer la voluntad de Jehová (Ec 12:13), toda nuestra vida puede cambiar para bien y salir de muchos problemas si practicamos obedientemente lo que aprendemos en la palabra de Dios. Jehová desea que demos buen fruto en nuestra vida, que despleguemos su espíritu y cosechemos bendiciones, de no ser así, Jehová permite que pasemos por circunstancias que nos motiven a hacer los cambios necesarios en nuestra vida (Jn 15:2). La ilustración de Jesús registrada en Lu 13:6-9 muestra como actúa Jehová con los suyos, el estiércol suele usarse como abono, si no maduramos Jehová usa situaciones asquerosas como el estiércol para hacer que nuestra vida de fruto bueno, si nuestra situación nos es asquerosa y maloliente como el estiércol, usemos esas circunstancias para madurar espiritualmente. ★“Alfarero” - [Cómo nos forma Jehová.]
14:28, 29. Es prudente no vivir por encima de nuestras posibilidades.
22:36-38. Jesús no les pidió a sus discípulos que portaran un arma para protección o defensa propia. Ahora bien, el que llevaran espadas la noche en que Jesús fue traicionado permitió que les enseñara una lección fundamental: “Todos los que toman la espada perecerán por la espada” (Mat. 26:52).
EL Evangelio de Lucas fue escrito por un hombre que tenía una mente perspicaz y un corazón bondadoso, y esta excelente combinación de cualidades, con la guía del espíritu de Dios, ha resultado en un relato que es exacto y que también está lleno de afecto y sentimiento. En los versículos iniciales él dice: “Yo también, porque he investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud, resolví escribírtelas en orden lógico”. Su presentación detallada y meticulosa corrobora completamente esta afirmación. (Luc. 1:3.)
2 Aunque no se nombra a Lucas en ningún lugar del relato, las autoridades antiguas concuerdan en que él fue el escritor. Este Evangelio se atribuye a Lucas en el Fragmento Muratoriano (c. 170 E.C.), y lo reconocieron escritores del siglo II como Ireneo y Clemente de Alejandría. La prueba interna también señala firmemente a Lucas. En Colosenses 4:14 Pablo lo llama “Lucas el médico amado”, y su obra es producto de la erudición que uno esperaría de un hombre bien educado, como un médico. Su lenguaje bien escogido y su extenso vocabulario, mayor que el de los otros tres evangelistas combinados, permiten una manera muy cuidadosa y abarcadora de tratar su importante asunto. Algunos consideran que su relato del hijo pródigo es la mejor “novela corta” que se ha escrito.
3 Lucas usa más de 300 términos médicos, o palabras a las cuales da un significado médico, que no usan del mismo modo (si acaso los usan) los demás escritores de las Escrituras Griegas Cristianas. Por ejemplo, Lucas no usa siempre el mismo término que los demás cuando habla de la lepra. Para ellos lepra es lepra, pero para el médico hay diferentes etapas de lepra, como cuando Lucas habla de “un varón lleno de lepra”. Lázaro, dice él, estaba “lleno de úlceras”. Ningún otro escritor de los Evangelios dice que la suegra de Pedro tenía “una fiebre alta” (5:12; 16:20; 4:38). Aunque los otros tres evangelistas nos dicen que Pedro le cortó la oreja al esclavo del sumo sacerdote, solamente Lucas menciona que Jesús lo sanó (22:51). Es de un médico decir que una mujer tenía “un espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía levantarse de manera alguna”. Y ¿quién sino “Lucas el médico amado” habría registrado tan detalladamente los primeros auxilios que prestó a un hombre el samaritano que “le vendó sus heridas, y vertió en ellas aceite y vino” (13:11; 10:34)?
4 ¿Cuándo escribió Lucas su Evangelio? Hechos 1:1 indica que el escritor de Hechos (que también fue Lucas) ya había compuesto “el primer relato”, el Evangelio. Lo más probable es que Lucas completara Hechos alrededor de 61 E.C. mientras estaba en Roma con Pablo, quien esperaba que se atendiera su apelación a César. Esto indica que Lucas quizás escribió el relato del Evangelio en Cesarea alrededor de 56-58 E.C., después de haber regresado con Pablo de Filipos al final del tercer viaje misional de Pablo y mientras este esperaba dos años en prisión en Cesarea antes de ser llevado a Roma debido a su apelación. Puesto que Lucas estaba allí en Palestina, estaba bien situado para hacer una ‘investigación de todas las cosas desde el comienzo con exactitud’ acerca de la vida y el ministerio de Jesús. De modo que al parecer el relato de Lucas precedió al Evangelio de Marcos.
5 Por supuesto, Lucas no fue testigo ocular de todos los sucesos que registra en su Evangelio, pues no era uno de los 12 y quizás ni siquiera fue creyente sino hasta después de la muerte de Jesús. Sin embargo, estuvo en estrecha asociación con Pablo en el campo misional. (2 Tim. 4:11; File. 24.) Por eso, como pudiera esperarse, su escrito da indicios de la influencia de Pablo, como se puede ver al comparar los relatos de ambos sobre la Cena del Señor, en Lucas 22:19, 20 y 1 Corintios 11:23-25. Como fuente adicional de información, Lucas pudo haber consultado el Evangelio de Mateo. Al ‘investigar todas las cosas con exactitud’ él pudo haberse entrevistado personalmente con muchos testigos oculares de los sucesos de la vida de Jesús, como los discípulos sobrevivientes y, posiblemente, María la madre de Jesús. Podemos estar seguros de que no escatimó esfuerzos al reunir los detalles confiables.
6 Al examinar los cuatro relatos evangélicos queda claro que los escritores no se limitan a simplemente repetir las narraciones de los demás, ni escriben únicamente para suministrar varios testigos para este registro bíblico tan vital. El relato de Lucas es más individualista en su manera de tratar el asunto. En total, el 59% de su Evangelio no está en los demás. Lucas registra por lo menos seis milagros específicos y más del doble de esa cantidad de ilustraciones que no se mencionan en los otros relatos evangélicos, de modo que dedica un tercio de su Evangelio a la narración y dos tercios a la palabra hablada; su Evangelio es el más largo de los cuatro. Mateo escribió principalmente para los judíos, y Marcos para los lectores no judíos, en especial para los romanos. El Evangelio de Lucas se dirigió al “excelentísimo Teófilo” y mediante él a otros, tanto judíos como no judíos. (Luc. 1:3, 4.) Al dar a su relato un atractivo universal, traza la genealogía de Jesús hasta “Adán, hijo de Dios”, y no solamente hasta Abrahán, como lo hace Mateo al escribir especialmente para los judíos. Lucas toma nota especial de las palabras proféticas de Simeón de que Jesús sería el medio de “remover de las naciones el velo”, y habla de que “toda carne verá el medio de salvar de Dios” (3:38; 2:29-32; 3:6).
7 Por todo su escrito Lucas muestra que es un narrador sobresaliente, y sus relatos manifiestan buen orden y exactitud. Estas cualidades de exactitud y fidelidad en los escritos de Lucas son prueba convincente de su autenticidad. En cierta ocasión, un escritor jurídico dijo: “Mientras que en los romances, las leyendas y el testimonio falso se ejerce cuidado para situar en algún lugar distante y en algún tiempo indefinido lo que se relata, violando así las primeras reglas que aprendemos los abogados para una buena defensa, que ‘la declaración debe indicar el tiempo y el lugar’, las narraciones de la Biblia nos dan la fecha y el lugar de todo lo relatado con la máxima precisión”. Como prueba citó Lucas 3:1, 2: “En el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, cuando Poncio Pilato era gobernador de Judea, y Herodes era gobernante de distrito de Galilea, pero Filipo su hermano era gobernante de distrito del país de Iturea y de Traconítide, y Lisanias era gobernante de distrito de Abilene, en los días del sacerdote principal Anás, y de Caifás, la declaración de Dios vino a Juan el hijo de Zacarías en el desierto”. No hay nada indefinido aquí en cuanto a fecha ni lugar; Lucas menciona nada menos que a siete funcionarios públicos para que podamos establecer la fecha del comienzo del ministerio de Juan y el de Jesús.
8 Lucas también nos da dos indicaciones para determinar cuándo nació Jesús cuando dice, en Lucas 2:1, 2: “Ahora bien, en aquellos días salió un decreto de César Augusto de que se inscribiera toda la tierra habitada (esta primera inscripción se efectuó cuando Quirinio era el gobernador de Siria)”. Esto fue cuando José y María fueron a Belén para inscribirse, y Jesús nació mientras estaban allá. No podemos menos que estar de acuerdo con el comentarista que dice: “Una de las pruebas más completas del sentido histórico de Lucas es que siempre se las arregla para lograr una exactitud perfecta”. Debemos reconocer que lo que afirma Lucas sobre haber “investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud” es válido.
9 Lucas también señala el cumplimiento exacto de las profecías de las Escrituras Hebreas en Jesucristo. Cita el testimonio inspirado de Jesús en cuanto a esto (24:27, 44). Además, registra con exactitud las propias profecías de Jesús acerca de los sucesos futuros, muchas de las cuales ya se han cumplido asombrosamente con todos los detalles predichos. Por ejemplo, Jerusalén fue rodeada con un cerco de estacas puntiagudas y pereció en una horrenda destrucción ardiente en 70 E.C., como lo había predicho Jesús. (Luc. 19:43, 44; 21:20-24; Mat. 24:2.) El historiador seglar Flavio Josefo, que fue testigo ocular mientras servía con el ejército romano, testifica que la campiña fue despojada de árboles por una distancia de casi 16 kilómetros (10 millas) a la redonda para conseguir las estacas, que el muro tenía una longitud de 7,2 kilómetros (4,5 millas), que muchas mujeres y niños murieron de hambre, y que más de 1.000.000 de judíos perdieron la vida y 97.000 fueron llevados cautivos. Hasta este día el Arco de Tito en Roma representa la procesión victoriosa romana con los despojos de guerra del templo de Jerusalén. Podemos estar seguros de que las demás profecías inspiradas que Lucas registró se cumplirán con la misma exactitud.
10 Introducción de Lucas - (1:1-4) Lucas registra que ha investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud y que ha resuelto escribirlas en orden lógico para que el ‘excelentísimo Teófilo conozca plenamente la certeza’ de estas cosas (1:3, 4).
11 Los primeros años de la vida de Jesús - (1:5–2:52) Al anciano sacerdote Zacarías se le aparece un ángel con las nuevas gozosas de que tendrá un hijo a quien debe llamar Juan. Pero Zacarías no podrá hablar sino hasta que nazca el niño. Tal como se le prometió, su esposa, Elisabet, queda embarazada, aunque también era “de edad avanzada”. Unos seis meses después el ángel Gabriel se le aparece a María y le dice que ella concebirá por “poder del Altísimo” y tendrá un hijo a quien se ha de llamar Jesús. María visita a Elisabet y, después de un saludo gozoso, declara jubilosamente: “Mi alma engrandece a Jehová, y mi espíritu no puede menos que llenarse de gran gozo a causa de Dios mi Salvador”. Habla del santo nombre de Jehová y de su gran misericordia para con los que le temen. Al nacer Juan, se le desata la lengua a Zacarías para que declare también la misericordia de Dios y que Juan será un profeta que preparará el camino de Jehová (1:7, 35, 46, 47).
12 A su debido tiempo Jesús nace en Belén, y un ángel anuncia estas “buenas nuevas de un gran gozo” a pastores que cuidan sus rebaños de noche. Se efectúa la circuncisión según la Ley, y entonces, cuando los padres de Jesús van a “presentarlo a Jehová” en el templo, el anciano Simeón y la profetisa Ana hablan acerca del niño. De regreso en Nazaret, Jesús ‘continúa creciendo y haciéndose fuerte, lleno como estaba de sabiduría, y el favor de Dios continúa sobre él’ (2:10, 22, 40). A los 12 años de edad, en una visita de Nazaret a Jerusalén, Jesús asombra a los maestros con su entendimiento y sus respuestas.
13 Preparación para el ministerio - (3:1–4:13) En el decimoquinto año del reinado de Tiberio César, la declaración de Dios le viene a Juan el hijo de Zacarías, y él va “predicando bautismo en símbolo de arrepentimiento para perdón de pecados”, para que toda carne pueda ‘ver el medio de salvar de Dios’ (3:3, 6). Cuando todo el pueblo se ha bautizado en el Jordán, Jesús también se bautiza, y mientras él ora el espíritu santo desciende sobre él, y su Padre expresa aprobación desde el cielo. Jesucristo tiene ahora unos 30 años de edad. (Lucas nos da su genealogía.) Después de su bautismo, el espíritu conduce a Jesús por el desierto durante 40 días. Allí el Diablo lo somete a tentación infructuosamente y luego se aleja “hasta otro tiempo conveniente” (4:13).
14 El principio del ministerio de Jesús, principalmente en Galilea - (4:14–9:62) En la sinagoga de su pueblo de crianza, Nazaret, Jesús revela claramente su comisión al leer y luego aplicar a sí mismo la profecía de Isaías 61:1, 2: “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación, para predicar el año acepto de Jehová” (4:18, 19). El agrado inicial de la gente que oye sus palabras se torna en ira al continuar él su discurso, y procuran eliminarlo. De modo que él baja a Capernaum, donde sana a muchas personas. Las muchedumbres lo siguen y tratan de detenerlo, pero él les dice: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (4:43). Se va a predicar en las sinagogas de Judea.
15 En Galilea, Jesús provee a Simón (también llamado Pedro), Santiago y Juan una redada milagrosa de pescados. Le dice a Simón: “De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres”. De modo que ellos lo abandonan todo y le siguen. Jesús sigue orando y enseñando, y ‘el poder de Jehová está allí para que él haga curaciones’ (5:10, 17). Invita a ser seguidor suyo a Leví (Mateo), despreciado recaudador de impuestos, quien honra a Jesús con un gran banquete, al cual concurre “una gran muchedumbre de recaudadores de impuestos” (5:29). El resultado de esto es el primero de una serie de encuentros con los fariseos que los deja enfurecidos y conspirando para causarle daño.
16 Después de toda una noche de oración a Dios, Jesús escoge a los 12 apóstoles de entre sus discípulos. Luego hace más obras de curación. Entonces da el sermón que está registrado en Lucas 6:20-49, que es más breve que el Sermón del Monte que se da en los capítulos 5 a 7 de Mateo y paralelo a este. Jesús hace el contraste: “Felices son ustedes, los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. Mas ¡ay de ustedes los ricos, porque ya disfrutan de su consolación completa!” (6:20, 24). Aconseja a sus oyentes que amen a sus enemigos, que sean misericordiosos, que practiquen el dar, y que saquen lo bueno del buen tesoro del corazón.
17 De regreso en Capernaum, Jesús recibe de un oficial del ejército la solicitud de que sane a un esclavo enfermo. El oficial no se considera digno de tener a Jesús bajo su techo, así que le pide a Jesús que ‘diga la palabra’ desde donde está. Jesús hace esto y el esclavo se sana, y Jesús se siente impulsado a comentar: “Les digo: Ni siquiera en Israel he hallado fe tan grande” (7:7, 9). Por primera vez Jesús levanta a un muerto, el hijo único de una viuda de Naín, por quien Jesús “se enterneció” (7:13). Cuando las noticias acerca de Jesús se extienden por Judea, Juan el Bautizante manda desde la cárcel a preguntar: “¿Eres tú Aquel Que Viene?”. En respuesta Jesús dice a los mensajeros: “Vayan, informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados, a los pobres se anuncian las buenas nuevas. Y feliz es el que no haya tropezado a causa de mí” (7:19, 22, 23).
18 Acompañado por los 12, Jesús va “de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios”. Da la ilustración del sembrador, y finaliza la consideración diciendo: “Por lo tanto, presten atención a cómo escuchan; porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que se imagina tener le será quitado” (8:1, 18). Jesús continúa efectuando obras maravillosas y milagros. También da a los 12 autoridad sobre los demonios y el poder de curar enfermedades, y los envía “a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones”. Alimenta milagrosamente a 5.000 personas. Jesús es transfigurado en la montaña, y al día siguiente cura a un muchacho poseído de un demonio y a quien los discípulos no habían podido curar. Advierte a los que quieren seguirle: “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen donde posarse, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”. El que quiera ser digno del Reino de Dios debe poner la mano en el arado y no mirar atrás (9:2, 58).
19 Ministerio posterior de Jesús en Judea - (10:1–13:21) Jesús envía a otros 70 discípulos a “la mies”, y estos se llenan de gozo por el éxito de su ministerio. Mientras Jesús predica, un hombre que quiere justificarse le pregunta: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”. En respuesta, Jesús da la ilustración del samaritano dispuesto a ayudar a otros. Un sacerdote y un levita evitan a un hombre que ha sido arrojado al lado del camino y está medio muerto debido a los golpes de unos salteadores. Es un despreciado samaritano quien se detiene, le atiende tiernamente las heridas, lo sube a su propia bestia, lo lleva a un mesón y paga para que lo cuiden. Sí, es “el que actuó misericordiosamente para con él” quien se hizo prójimo del otro (10:2, 29, 37).
20 En casa de Marta, Jesús le da una leve reprensión por inquietarse demasiado por sus quehaceres domésticos, y alaba a María por escoger la mejor porción al sentarse y escuchar la palabra de él. Enseña a sus discípulos la oración que conocemos hoy como el padrenuestro, y también la importancia de persistir en la oración; dice: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán”. Después expulsa demonios y declara felices a “los que oyen la palabra de Dios y la guardan”. Durante una comida tiene un encuentro con los fariseos respecto a la Ley, y pronuncia ayes sobre ellos por quitar “la llave del conocimiento” (11:9, 28, 52).
21 Cuando Jesús está nuevamente con las muchedumbres, alguien le dice: “Di a mi hermano que divida conmigo la herencia”. Jesús va a la raíz de la dificultad al responder: “Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia, porque hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee”. Entonces da la ilustración del hombre rico que derribó sus graneros para construir otros mayores, solo para morir aquella misma noche y dejar sus riquezas a otros. Jesús declara el punto central concisamente: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios”. Después de instar a sus discípulos a buscar primero el Reino de Dios, Jesús les dice: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino”. El que él cure en sábado a una mujer que había estado enferma por 18 años lleva a otro encuentro con sus opositores, quienes quedan avergonzados (12:13, 15, 21, 32).
22 Ministerio posterior de Jesús, mayormente en Perea - (13:22–19:27) Jesús usa vívidas ilustraciones verbales para dirigir a sus oyentes al Reino de Dios. Muestra que los que buscan prominencia y honra serán abatidos. Que el que dé un banquete invite a los pobres, que no pueden pagárselo; será feliz y se le “pagará en la resurrección de los justos”. Luego está la ilustración del hombre que da una gran cena. Uno tras otro los invitados se excusan: Uno ha comprado un campo, otro ha comprado unos bueyes y otro acaba de casarse con una esposa. Airado, el amo de casa manda traer “a los pobres y a los lisiados y a los ciegos y a los cojos”, y declara que ninguno de aquellos a quienes invitó primero “gustará” siquiera de su cena (14:14, 21, 24). Jesús da la ilustración de la oveja perdida a la cual se encuentra, y dice: “Les digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento” (15:7). La ilustración de la mujer que barre la casa para recobrar una moneda de un dracma comunica un punto similar.
23 Jesús cuenta entonces del hijo pródigo que pidió a su padre la parte de la propiedad que le correspondía y luego malgastó su herencia “viviendo una vida disoluta”. Al verse en graves apuros, el hijo recobró el juicio y volvió a su casa a pedir misericordia de su padre. Su padre, conmovido de compasión, “corrió y se le echó sobre el cuello y lo besó tiernamente”. Se proveyó al joven ropa excelente, se preparó un gran banquete, y “comenzaron a gozar”. Pero el hermano mayor protestó. Con bondad, el padre lo corrigió: “Hijo, tú siempre has estado conmigo, y todas las cosas que son mías son tuyas; pero simplemente teníamos que gozar y tener regocijo, porque este hermano tuyo estaba muerto y llegó a vivir, y estaba perdido y fue hallado” (15:13, 20, 24, 31, 32).
24 Al oír la ilustración del mayordomo injusto, los fariseos, que aman el dinero, desprecian la enseñanza de Jesús, pero él les dice: “Ustedes son aquellos que se declaran a sí mismos justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que entre los hombres es encumbrado, cosa repugnante es a la vista de Dios” (16:15). Mediante la ilustración del hombre rico y Lázaro, Jesús muestra cuán grande es la sima que existe entre los favorecidos y los desaprobados por Dios. Jesús previene a los discípulos de que habrá motivos para tropiezo, pero “¡ay de aquel por medio de quien vienen!”. Habla de las dificultades que se presentarán en el tiempo “en que el Hijo del hombre ha de ser revelado”. Les dice: “Acuérdense de la esposa de Lot” (17:1, 30, 32). Mediante una ilustración les asegura que Dios ciertamente obrará a favor de los que “claman a él día y noche” (18:7). Entonces, usando otra ilustración, censura al que se cree muy justo y bueno: Un fariseo que ora en el templo da gracias a Dios porque no es como otros hombres. Un recaudador de impuestos, parado a cierta distancia y ni siquiera deseando alzar los ojos al cielo, ora: “Oh Dios, sé benévolo para conmigo, que soy pecador”. ¿Cómo juzga esto Jesús? Declara que el recaudador de impuestos es más justo que el fariseo, “porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado” (18:13, 14). Jesús, hospedado en Jericó por el recaudador de impuestos llamado Zaqueo, da la ilustración de las diez minas, en la que contrasta el resultado de usar fielmente los intereses encomendados con el de esconderlos.
25 Ministerio público final en Jerusalén y sus alrededores - (19:28–23:25) Cuando Jesús entra en Jerusalén cabalgando en un pollino y la multitud de los discípulos lo aclama como “El que viene como Rey en el nombre de Jehová”, los fariseos le piden que reprenda a sus discípulos. Jesús responde: “Si estos permanecieran callados, las piedras clamarían” (19:38, 40). Da su memorable profecía de la destrucción de Jerusalén, y dice que la cercarán con estacas puntiagudas, la afligirán, y la arrojarán al suelo con sus hijos, y que ni una piedra será dejada sobre otra. En el templo, Jesús enseña a la gente, declara las buenas nuevas y contesta las preguntas sutiles de los sacerdotes principales, los escribas y los saduceos mediante ilustraciones y argumentos hábiles. Da una clara descripción de la gran señal del fin, y menciona nuevamente que ejércitos acampados rodearán a Jerusalén. Los hombres desmayarán de temor por las cosas que vendrán, pero al suceder estas cosas sus seguidores deben ‘levantarse erguidos y alzar la cabeza, porque su liberación se acerca’. Deben mantenerse despiertos para que logren escapar de lo que está destinado a suceder (21:28).
26 Es ahora el 14 de Nisán de 33 E.C. Jesús celebra la Pascua y luego presenta “el nuevo pacto” a sus apóstoles fieles, asociándolo con la cena simbólica que les ordena observar en memoria de él. También les dice: “Yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino” (22:20, 29). Aquella misma noche, mientras Jesús ora en el monte de los Olivos, ‘un ángel del cielo se le aparece y lo fortalece. Mas él, entrando en agonía, continúa orando más encarecidamente; y su sudor se hace como gotas de sangre que caen al suelo’. Hay tensión en el ambiente cuando Judas el traidor viene con una chusma para arrestar a Jesús. Los discípulos exclaman: “Señor, ¿herimos con la espada?”. Uno de ellos hasta le corta la oreja al esclavo del sumo sacerdote, pero Jesús reprende a sus discípulos y sana al herido (22:43, 44, 49).
27 A empujones la chusma lleva a Jesús a la casa del sumo sacerdote para someterlo a un interrogatorio, y por el frío de la noche Pedro se entremezcla con la muchedumbre que está alrededor del fuego. En tres ocasiones se acusa a Pedro de ser seguidor de Jesús, y tres veces lo niega. Entonces el gallo canta. El Señor se vuelve y mira a Pedro, y este, al recordar que Jesús había predicho aquella misma situación, sale afuera y llora amargamente. Jesús, después de ser llevado a la sala donde se reúne el Sanedrín, es conducido ante Pilato y acusado de subvertir a la nación, prohibir que se paguen impuestos y ‘decir que él mismo es Cristo, un rey’. Cuando Pilato se entera de que Jesús es galileo, lo envía a Herodes, quien por casualidad está entonces en Jerusalén. Herodes y sus guardias se burlan de Jesús y lo envían de regreso, y Jesús se ve enjuiciado ante una chusma frenética. Pilato ‘entrega a Jesús a la voluntad de ellos’ (23:2, 25).
28 Muerte, resurrección y ascensión de Jesús - (23:26–24:53) Se fija a Jesús en un madero entre dos malhechores. Uno de ellos se mofa de él, pero el otro manifiesta fe y pide a Jesús que lo recuerde cuando esté en su Reino. Jesús promete: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso” (23:43). Entonces sobreviene una rara oscuridad, la cortina del santuario se rasga por en medio, y Jesús clama: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Con eso expira, y su cuerpo es bajado del madero y puesto en una tumba labrada en la roca. El primer día de la semana las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea van a la tumba, pero no pueden hallar su cuerpo. Tal como él mismo había predicho, ¡se ha levantado al tercer día! (23:46).
29 Al aparecerse sin darse a conocer a dos de sus discípulos en el camino a Emaús, Jesús habla de sus sufrimientos y les interpreta las Escrituras. De repente lo reconocen, pero él desaparece. Ahora ellos comentan: “¿No nos ardía el corazón cuando él venía hablándonos por el camino, cuando nos estaba abriendo por completo las Escrituras?”. Se apresuran a regresar a Jerusalén para contar su experiencia a los demás discípulos. Mientras todavía los discípulos hablan de estas cosas, Jesús se aparece en medio de ellos. De puro gozo y asombro no pueden creerlo. Entonces él ‘les abre la mente por completo para que capten’ de las Escrituras el significado de todo lo que ha sucedido. Lucas concluye su relato del Evangelio describiendo la ascensión de Jesús al cielo (24:32, 45).
30 Las buenas nuevas “según Lucas” edifican la confianza de uno en la Palabra de Dios y comunican a su fe la fortaleza que necesita para resistir los golpes de un mundo alejado de Dios. Lucas suministra muchos ejemplos de cumplimientos exactos de las Escrituras Hebreas. Se muestra que Jesús deriva su comisión en términos específicos del libro de Isaías, y parece que Lucas usa esto como tema por todo su libro. (Luc. 4:17-19; Isa. 61:1, 2.) Esa fue una de las ocasiones en que Jesús citó de los Profetas. También citó de la Ley, como cuando rechazó las tres tentaciones del Diablo, y de los Salmos, como cuando preguntó a sus adversarios: “¿Cómo sucede que dicen que el Cristo es hijo de David?”. El relato de Lucas contiene muchas otras citas de las Escrituras Hebreas. (Luc. 4:4, 8, 12; 20:41-44; Deu. 8:3; 6:13, 16; Sal. 110:1.)
31 Cuando Jesús entró en Jerusalén cabalgando en un pollino como se había predicho en Zacarías 9:9, las multitudes lo aclamaron gozosamente y aplicaron a él lo escrito en Salmo 118:26. (Luc. 19:35-38.) En cierto lugar bastan dos versículos de Lucas para abarcar seis puntos que se profetizaron en las Escrituras Hebreas acerca de la oprobiosa muerte de Jesús y su resurrección. (Luc. 18:32, 33; Sal. 22:7; Isa. 50:6; 53:5-7; Jon. 1:17.) Finalmente, después de su resurrección Jesús hace que los discípulos vean claramente la importancia de todas las Escrituras Hebreas. “En seguida les dijo: ‘Estas son mis palabras que les hablé mientras todavía estaba con ustedes, que todas las cosas escritas en la ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí tenían que cumplirse’. Entonces les abrió la mente por completo para que captaran el significado de las Escrituras.” (Luc. 24:44, 45.) Al igual que aquellos primeros discípulos de Jesucristo, nosotros también podemos recibir iluminación y adquirir una fe firme si prestamos atención a los cumplimientos de las Escrituras Hebreas, explicados con tanta exactitud por Lucas y los demás escritores de las Escrituras Griegas Cristianas.
32 Por todo su relato Lucas dirige continuamente a su lector al Reino de Dios. Desde el principio del libro, donde el ángel le promete a María que el niño que ella dará a luz “reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin”, hasta los capítulos finales, donde Jesús menciona que introducirá a los apóstoles en el pacto para el Reino, Lucas hace resaltar la esperanza del Reino (1:33; 22:28, 29). Muestra a Jesús llevando la delantera en predicar el Reino y enviando a los 12 apóstoles, y más tarde a los 70 discípulos, a hacer la misma obra (4:43; 9:1, 2; 10:1, 8, 9). El hecho de que se necesita una devoción indivisa para entrar en el Reino queda subrayado con estas palabras claras de Jesús: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, mas vete tú y declara por todas partes el reino de Dios”, y: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios” (9:60, 62).
33 Lucas recalca el asunto de la oración. Su Evangelio es sobresaliente en esto. Cuenta que la multitud estaba orando mientras Zacarías estaba en el templo, que Juan el Bautizante nace como respuesta a oraciones por un hijo, y que Ana la profetisa oraba noche y día. Dice que Jesús estaba orando cuando se bautizó, que pasó toda la noche en oración antes de escoger a los 12, y que oró durante la transfiguración. Jesús da a sus discípulos el consejo de “orar siempre y no desistir”, y lo ilustra mediante una viuda persistente que siguió insistiendo en su petición a un juez hasta que este le hizo justicia. Solamente Lucas nos dice que los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar y que un ángel fortaleció a Jesús mientras este oraba en el monte de los Olivos; y solo él registra las palabras de la oración final de Jesús: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (1:10, 13; 2:37; 3:21; 6:12; 9:28, 29; 18:1-8; 11:1; 22:39-46; 23:46). Como en los días en que Lucas escribió su Evangelio, así hoy la oración es una provisión vital para fortalecer a todos los que hacen la voluntad divina.
34 Con mente muy observadora y una pluma que refleja afluencia y poder descriptivo, Lucas comunica afecto y vida vigorosa a la enseñanza de Jesús. El amor, la bondad, la misericordia y la compasión de Jesús para con los débiles, oprimidos y pisoteados se destacan en marcado contraste con la religión fría, formal, estrecha e hipócrita de los escribas y fariseos (4:18; 18:9). Jesús da estímulo y ayuda constantes a los pobres, los cautivos, los ciegos y los aplastados, y suministra así magníficos precedentes para los que procuran ‘seguir sus pasos con sumo cuidado y atención’. (1 Ped. 2:21.)
35 Tal como Jesús, el Hijo de Dios perfecto y obrador de milagros, manifestó interés amoroso en sus discípulos y en todos los hombres de corazón recto y sincero, nosotros también debemos esforzarnos por efectuar nuestro ministerio con amor, sí, “debido a la tierna compasión de nuestro Dios”. (Luc. 1:78.) Con este fin las buenas nuevas “según Lucas” son en verdad sumamente provechosas y útiles. Podemos estar verdaderamente agradecidos a Jehová por haber inspirado a Lucas, “el médico amado”, para que escribiera este relato exacto, edificante y estimulador, que señala a la salvación que viene mediante el Reino por Jesucristo, “el medio de salvar de Dios”. (Col. 4:4; Luc. 3:6.)
Relato que trata principalmente de los acontecimientos del ministerio terrestre de Jesús. Su propósito era presentar un registro exacto en orden lógico, a fin de que Teófilo tuviese una comprobación fehaciente de lo que había aprendido por transmisión oral. (Lucas 1:3, 4.) Como parte del canon bíblico, este registro también beneficiaría a más personas, tanto a judíos como a no judíos. Aunque a veces parece seguir un orden temático, en líneas generales sigue un orden cronológico.
Escritor; cuándo se escribió. Aunque no se le nombra en el evangelio, por lo general la escritura de este relato se atribuye al médico Lucas. (Col 4:14.) Así lo confirman documentos del siglo II E.C., como el Fragmento de Muratori (c. 170 E.C.), que atribuye el evangelio a Lucas. Hay ciertos aspectos de este evangelio que dan a entender que su escritor era un médico instruido. El vocabulario es más extenso que el de los otros tres evangelios combinados. En algunas ocasiones, las descripciones de las afecciones que Jesús sanó son más específicas que en los otros relatos. (Compárese con Mt 8:14; Mr 1:30; Lu 4:38; Mt 8:2; Mr 1:40; Lu 5:12.)
Lucas debió completar su evangelio antes de escribir el libro de Hechos. (Hch 1:1, 2.) Como acompañó a Pablo a Jerusalén al final de su tercer viaje misional (Hch 21:15-17), debió estar en buena posición para investigar con exactitud las cosas relacionadas con Jesucristo en la misma tierra donde el Hijo de Dios había efectuado su actividad. Mientras Pablo estuvo en prisión en Cesarea después que se le detuvo en Jerusalén, Lucas debió tener muchas oportunidades para entrevistar a testigos oculares y para consultar registros escritos. Así que es razonable concluir que el evangelio se debió escribir en Cesarea durante la reclusión de Pablo en esa ciudad por unos dos años (c. 56-58 E.C.). (Hch 21:30-33; 23:26-35; 24:27.)
Información única. Como en el caso de los otros tres evangelios, el relato de Lucas demuestra que Jesús es verdaderamente el Cristo, el Hijo de Dios. Este registro presenta a Jesús como un hombre de oración que confió completamente en su Padre celestial. (Lu 3:21; 6:12-16; 11:1; 23:46.) Contiene numerosos detalles complementarios que cuando se combinan con los otros tres evangelios, proporcionan un cuadro más completo de los acontecimientos relacionados con Cristo Jesús. Casi todo lo registrado en los capítulos 1 y 2 no se encuentra en los otros evangelios. Por lo menos seis milagros específicos de Jesús y más de doce de sus ilustraciones solo se mencionan en este libro. Estos milagros son: la pesca milagrosa de algunos discípulos de Jesús (5:1-6), la resurrección del hijo de una viuda de Naín (7:11-15), así como la curación de una mujer encorvada (13:11-13), de un hidrópico (14:1-4), de diez leprosos (17:12-14) y la restitución de la oreja del esclavo del sumo sacerdote (22:50, 51). Entre las ilustraciones están: los dos deudores (7:41-47), el buen samaritano (10:30-35), la higuera estéril (13:6-9), la gran cena (14:16-24), la moneda de dracma perdida (15:8, 9), el hijo pródigo (15:11-32), el mayordomo injusto (16:1-8), el hombre rico y Lázaro (16:19-31) y la viuda y el juez injusto (18:1-8).
Los datos cronológicos que aparecen en este evangelio ayudan a determinar cuándo nacieron Juan el Bautista y Jesús, así como cuándo empezaron sus respectivos ministerios. (Lu 1:24-27; 2:1-7; 3:1, 2, 23.)
Autenticidad. Como muestra de la autenticidad del evangelio de Lucas y su armonía con los otros libros de la Biblia, están las numerosas referencias a las Escrituras Hebreas que contiene, así como las citas que hace de ellas. (Compárense Lu 2:22-24; Éx 13:2; Le 12:8; Lu 3:3-6; Isa 40:3-5; Lu 7:27; Mal 3:1; Lu 4:4, 8, 12; Dt 8:3; 6:13, 16; Lu 4:18, 19; Isa 61:1, 2.) Otra prueba de la autenticidad del libro es el cumplimiento de la profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén y su templo. (Lu 19:41-44; 21:5, 6.)
Relato que compuso Lucas de la vida de Jesús, escrito para confirmar la veracidad de los hechos relacionados con la vida de Cristo de una manera que pudiera atraer a gente de todas las naciones |
Hechos que precedieron al ministerio público de Jesús - (1:1–4:13)
★Gabriel anuncia con antelación a María que iba a concebir al Hijo de Dios; cuando Jesús nace, los ángeles lo identifican como “Cristo el Señor” |
Comienzos del ministerio de Jesús, mayormente en Galilea - (4:14–9:62)
★Jesús lee su comisión en el rollo de Isaías en una sinagoga de Nazaret; el auditorio intenta asesinarlo |
Ministerio posterior de Jesús, especialmente en Judea y Perea - (10:1–19:27)
★Jesús envía a los 70 a predicar |
Jesús efectúa su ministerio público final en Jerusalén y sus alrededores - (19:28–24:53)
★Jesús entra en Jerusalén, donde el pueblo lo aclama; llora sobre la ciudad y predice su desolación |