¿Ha sido Jehová injusto con Israel? ¿Les está exigiendo demasiado? No. Lo único que Jehová pide a su pueblo es “ejercer justicia y amar la bondad y ser modesto” al andar con él (Miqueas 6:8). Sin embargo, los contemporáneos de Miqueas se han vuelto tan malos que “el mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de espinos”, que lastiman a todo el que se les acerca. ¡Qué diferente es Jehová! El profeta exclama: “¿Quién es un Dios como tú[?]”. Jehová volverá a tratar a su pueblo con misericordia y arrojará “a las profundidades del mar todos sus pecados” (Miqueas 7:4, 18, 19).
Respuestas a preguntas bíblicas:
2:12.
¿Cuándo se juntó “a los restantes de Israel”?.
Esta profecía tuvo su primer cumplimiento en el 537 antes de nuestra era, cuando un resto de judíos salió del exilio en Babilonia y regresó a su tierra. En la actualidad, la profecía se cumple en “el Israel de Dios” (Gálatas 6:16). Desde 1919 se ha juntado a los cristianos ungidos “como rebaño en el aprisco”. Y, especialmente desde 1935, se les ha unido la “gran muchedumbre” de “otras ovejas”. De modo que ahora hay “alboroto de hombres” (Apocalipsis 7:9; Juan 10:16). Todos ellos, unidos, promueven la adoración verdadera.
2:12a.
¿Cómo uniría a la gente “en la parte final de los días” la religión verdadera?.
El profeta Miqueas reveló que la religión verdadera se elevaría por encima de todas las demás, tanto las que adoran a dioses falsos como las que idolatran a gobiernos (Miq. 4:1, 5). Miqueas también explicó cómo uniría la religión verdadera incluso a quienes habían sido enemigos (Miq. 4:2, 3). Y así ha sucedido. Por todo el mundo, hay quienes han dejado de idolatrar a naciones o a dioses creados por el hombre y han abrazado la religión verdadera. Todos ellos disfrutan de unidad, pues Jehová les enseña a andar en el camino del amor. La unidad mundial de la que disfrutamos los cristianos verdaderos es singular y prueba claramente que Jehová está guiándonos mediante su espíritu. El número de personas de todas las naciones que han alcanzado la unidad es hoy mayor que nunca. Se están cumpliendo de forma extraordinaria las palabras de Apocalipsis 7:9, 14, lo cual indica que pronto los ángeles de Dios liberarán los vientos simbólicos que destruirán a este malvado mundo (Apo 7:1-4, 9, 10, 14). ¡Qué gran honor es formar parte de la hermandad mundial!
La adivinación abarca los diferentes modos de conseguir conocimiento secreto, en especial el relativo a acontecimientos futuros, con la ayuda de poderes espiritistas ocultos. (Véase ESPIRITISMO.) Si se desea examinar los diferentes aspectos de la adivinación, véanse ASTRÓLOGOS; MAGIA Y HECHICERÍA; PRONOSTICADOR DE SUCESOS; SORTÍLEGO.
Los que practican la adivinación creen que dioses sobrehumanos revelan el futuro a aquellos que están preparados para leer e interpretar ciertas señales y presagios, que, según dicen, se comunican de diferentes maneras: mediante fenómenos celestiales (posición y movimiento de estrellas y planetas, eclipses, meteoros), fuerzas físicas terrestres (viento, tormentas, fuego), la conducta de ciertos animales (aullido de perros, vuelo de pájaros, movimiento de serpientes), los dibujos de las hojas de té en una copa, las formas del aceite en el agua, la trayectoria que describen las flechas al caer, la apariencia de partes del cuerpo de animales sacrificados (hígado, pulmones, entrañas), las rayas de la palma de la mano, sorteo y los “espíritus” de los muertos.
A algunos campos de la adivinación se les ha dado nombres específicos. Por ejemplo, el augurio, popular entre los romanos, es un estudio de los presagios, portentos o fenómenos casuales; la quiromancia predice el futuro por medio de las rayas de la palma de la mano; la hepatomancia inspecciona el hígado; la aruspicina examina las entrañas; la belomancia, las flechas; la rabdomancia se vale de la vara de adivinación; la oniromancia es adivinación por medio de los sueños, y la necromancia es la supuesta comunicación con los muertos. La adivinación también se practica mediante la bola de cristal y los oráculos.
Origen. La adivinación se originó en Babilonia, la tierra de los caldeos, desde donde se esparcieron estas prácticas ocultas por toda la Tierra como consecuencia de la migración de la humanidad. (Gé 11:8, 9.) “Las deidades y figuras mitológicas sobre orfebrería y joyería etruscas del siglo VII son evidentemente los héroes y las deidades de la mitología asiática... En la esfera de ritual y religión hay muchos detalles que se han tomado directamente de Mesopotamia, y todo el sentimiento y ambiente son puramente orientales. Es en la práctica de la adivinación y el augurio que se hallan las identidades más notables; pues la costumbre de adivinar con los hígados de ovejas o el vuelo de las aves es puramente caldea.” —The Encyclopædia Britannica (Chicago, 1946), tomo 8, pág. 786. (ms 58) Se dice que una cuarta parte de la porción de la biblioteca de Asurbanipal que se desenterró, contiene tablillas de agüeros que pretenden interpretar todas las peculiaridades observadas en los cielos y sobre la tierra, así como todos los acontecimientos incidentales y accidentales de la vida cotidiana. El rey Nabucodonosor tomó la decisión de atacar Jerusalén después de recurrir a la adivinación, concerniente a lo cual está escrito: “Ha sacudido las flechas. Ha inquirido por medio de los terafim; ha mirado en el hígado. En su mano derecha resultó estar la adivinación para Jerusalén”. (Eze 21:21, 22.)
La práctica de mirar en el hígado en busca de agüeros se basaba en la creencia de que toda la vitalidad, la emoción y el afecto estaban centrados en este órgano, en el que se encuentra una sexta parte de la sangre humana. Las variaciones observadas en sus lóbulos, conductos, apéndices, venas, bordes y marcas se interpretaban como señales o agüeros de los dioses. (Véase ASTRÓLOGOS.) Se han encontrado muchas representaciones de hígados hechas de barro, siendo las más antiguas las de Babilonia, que contienen agüeros y textos en escritura cuneiforme usados por los adivinadores. Los antiguos sacerdotes asirios se llamaban baru, que significa “inspector” o “el que ve”, debido a la prominencia que tenía el examen del hígado en su religión sortílega.
Condenada por la Biblia. Todas las diversas formas de adivinación, sin importar el nombre que se les dé, están en claro contraste y abierta oposición a la Santa Biblia. Por medio de Moisés, Jehová advirtió a Israel de manera firme en repetidas ocasiones que no adoptara las prácticas de adivinación de las otras naciones, al decirles: “No debería hallarse en ti nadie que haga pasar por el fuego a su hijo o a su hija, nadie que emplee adivinación, practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni uno que ate a otros con maleficio ni nadie que consulte a un médium espiritista o a un pronosticador profesional de sucesos ni nadie que pregunte a los muertos. Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová, y a causa de estas cosas detestables Jehová tu Dios va a expulsarlas de delante de ti”. (Dt 18:9-12; Le 19:26, 31.) Aunque se realizaran las señales proféticas y los portentos de los practicantes de adivinación, estos no estaban exentos de condenación. (Dt 13:1-5; Jer 23:32; Zac 10:2.) La extrema hostilidad de la Biblia hacia los adivinadores queda patente por su decreto de que a todos ellos se les debía dar muerte sin falta. (Éx 22:18; Le 20:27.)
No obstante, a pesar de estos repetidos mandatos, hubo apóstatas que se burlaron de Jehová, no solo personas comunes, como la mujer de En-dor, sino también reyes poderosos, como Saúl y Manasés, y también la reina Jezabel. (1Sa 28:7, 8; 2Re 9:22; 21:1-6; 2Cr 33:1-6.) Aunque el buen rey Josías eliminó a los practicantes de adivinación en su tiempo, esta medida no fue suficiente para salvar a Judá de ser destruido, como ya lo había sido su reino hermano, Israel. (2Re 17:12-18; 23:24-27.) Sin embargo, por su bondad amorosa, Jehová primero les envió profetas para advertirles en contra de sus prácticas detestables, del mismo modo que advirtieron a la madre de toda adivinación, Babilonia. (Isa 3:1-3; 8:19, 20; 44:24, 25; 47:9-15; Jer 14:14; 27:9; 29:8; Eze 13:6-9, 23; Miq 3:6-12; Zac 10:2.)
La adivinación también estaba muy extendida en los días de los apóstoles de Jesús. En la isla de Chipre, se hirió de ceguera a un hechicero llamado Bar-Jesús por oponerse a la predicación del apóstol Pablo; y en Macedonia, Pablo echó a un demonio de adivinación de una muchacha que estaba entorpeciendo su labor, para consternación de sus amos, que habían obtenido mucha ganancia con sus predicciones. (Hch 13:6-11; 16:16-19.) Sin embargo, otros, como Simón de Samaria, dejaron voluntariamente la práctica de las artes mágicas, y en Éfeso fueron tantos los que quemaron sus libros de adivinación que su valor total ascendió a 50.000 piezas de plata (si eran denarios, 37.200 dólares [E.U.A.]). (Hch 8:9-13; 19:19.)
El deseo natural del hombre de conocer el futuro queda satisfecho cuando adora y sirve a su Gran Creador, pues, a través de su conducto de comunicación, Dios amorosamente revela con antelación al hombre aquello que le es bueno saber. (Am 3:7.) Sin embargo, cuando los hombres rechazan a Jehová y se alejan del Único que conoce el fin desde el principio, caen con facilidad víctimas de la influencia demoniaca espiritista. Un ejemplo notable es Saúl: en un principio acudía a Jehová por conocimiento de los acontecimientos futuros, pero después de perder la comunicación con Dios debido a su infidelidad, se volvió a los demonios en sustitución de la guía divina. (1Sa 28:6, 7; 1Cr 10:13, 14.)
Por lo tanto, existe una clara diferencia entre la verdad que Dios revela y la información que se obtiene por medio de la adivinación. Los que recurren a esta práctica a menudo sufren convulsiones provocadas por fuerzas demoniacas invisibles, y a veces entran en trance bajo la influencia de música misteriosa y ciertas drogas. Los siervos verdaderos de Jehová hablan movidos por espíritu santo y por lo tanto no experimentan ninguna de tales distorsiones físicas o mentales. (Hch 6:15; 2Pe 1:21.) Los profetas de Dios, movidos por un sentido del deber, hablaron con franqueza y sin compensación económica; los adivinadores paganos ejercieron su oficio con afán de lucro.
No hay lugar en la Biblia donde se hable en sentido positivo de ningún tipo de adivinación. En los mismos textos que la condenan, se suelen relacionar sus prácticas espiritistas con el adulterio y la fornicación. (2Re 9:22; Na 3:4; Mal 3:5; Gál 5:19, 20; Apo 9:21; 21:8; 22:15.) A los ojos de Dios, la adivinación es comparable al pecado de la rebelión. (1Sa 15:23.) Por lo tanto, no hay base bíblica para decir que la comunicación de Dios con sus siervos sea una forma “buena” de adivinación.
Jehová frustra a los adivinadores. El poder ilimitado de Jehová comparado con el poder notablemente restringido de los adivinadores practicantes de magia queda reflejado en el caso de Moisés y Aarón ante Faraón. Cuando la vara de Aarón se convirtió en una serpiente, los magos egipcios dieron la impresión de duplicar la proeza, pero ¡qué derrota sufrieron estos hechiceros cuando la vara de Aarón se tragó las suyas! Los sacerdotes egipcios también dieron la impresión de convertir el agua en sangre y hacer subir ranas sobre la tierra; sin embargo, cuando Jehová hizo que el polvo se convirtiese en jejenes, los hechiceros, con sus artes secretas, tuvieron que admitir que había sido por “el dedo de Dios”. (Éx 7:8-12, 19-22; 8:5-11, 16-19; 9:11.)
El inicuo Hamán hizo que alguien [probablemente un astrólogo] echase “Pur, es decir, la Suerte, [...] de día en día y de mes en mes”, con el fin de determinar el tiempo más favorable para hacer que se exterminase al pueblo de Jehová. (Est 3:7-9.) Un comentario de la Biblia dice lo siguiente con respecto a este texto: “Al recurrir a este método de averiguar el día más auspicioso para poner en ejecución su proyecto atroz, obraba Amán como han hecho siempre los reyes y nobles de Persia, de no acometer ninguna empresa sin consultar a los astrólogos y satisfacerse en cuanto a la hora afortunada”. (Comentario exegético y explicativo de la Biblia, de Jamieson, Fausset y Brown, C.B.P., 1981, vol. 1, pág. 382.) Basado en esta adivinación, Hamán puso en marcha inmediatamente su proyecto inicuo. Sin embargo, el poder de Jehová para librar a su pueblo quedó demostrado una vez más, y a Hamán, que había confiado en la adivinación, se le colgó en el mismo madero que había preparado para Mardoqueo. (Est 9:24, 25.)
Otro ejemplo del poder superior de Jehová sobre las fuerzas ocultas lo suministra la ocasión en la que los moabitas fueron “con los pagos por adivinación en las manos” a fin de alquilar a Balaam, el adivinador mesopotámico, para que maldijese a Israel. (Nú 22:7.) Aunque Balaam procuró “dar con agüeros de mala suerte”, Jehová hizo que solo pronunciase bendiciones. En una de sus expresiones proverbiales, Balaam, bajo el poder irresistible de Jehová, admitió: “No hay ningún hechizo de mala suerte contra Jacob, ni ninguna adivinación contra Israel”. (Nú 23, 24.)
Espíritu de Pitón. En Filipo (Macedonia), Pablo se encontró con una sirvienta poseída por “un demonio de adivinación”, literalmente: “un espíritu de pitón” (Gr.: é·kjou·san pnéu·ma pý·thö·na; Hch 16:16). “Pitón” era el nombre de la mítica serpiente que guardaba el templo y oráculo de Delfos (Grecia). La palabra pý·thön llegó a referirse a la persona capaz de predecir el futuro y también al espíritu que hablaba por medio de ella. Si bien es cierto que después llegó a significar “ventrílocuo”, en este relato de Hechos se usa con referencia al demonio que hacía posible que esa joven practicara el arte de la predicción.
La palabra ga·zerín solo aparece en la porción del libro de Daniel escrita en arameo (Da 2:4b–7:28), y viene de una raíz que significa “recortar”, por lo que se cree que el término hace referencia a aquellos que dividen los cielos en configuraciones. (Da 2:34.) Algunas traducciones españolas (BAS, NC, NBE, Val) traducen la palabra aramea original por “adivinos”. (Da 2:27; 4:7 [vs. 4, NC; NBE]; 5:7, 11 [vss. 7, 12, NBE].) “Aquellos que, según la posición de las estrellas a la hora del nacimiento y por medio de diversos cálculos y adivinaciones [...], determinaban el destino de las personas”, eran la base de este culto a los astros. (Gesenius’s Hebrew and Chaldee Lexicon, traducción al inglés de S. P. Tregelles, 1901, págs. 166, 167.) La astrología es básicamente politeísta. Se originó en el valle de la Baja Mesopotamia probablemente después del Diluvio, cuando los hombres se apartaron de la adoración pura de Jehová. Con el tiempo, el nombre caldeo llegó a ser en realidad sinónimo de “astrólogo”.
En esta pseudociencia de la astrología se creía que sobre cada sección de los cielos regía un dios diferente. Se afirmaba que todos los movimientos y fenómenos celestes, como la salida y la puesta del Sol, los equinoccios y los solsticios, las fases de la Luna, los eclipses y los meteoros, eran obra de estos dioses. Por lo tanto, con regularidad se tomaba nota de estos movimientos cósmicos, se dibujaban mapas detallados y tablas de ellos, que se usaban para hacer predicciones. Existía la creencia de que todos los asuntos, tanto públicos como privados, los controlaban estos dioses de los cielos. Como consecuencia, no se tomaban decisiones políticas ni militares hasta que los astrólogos leían e interpretaban los agüeros y daban su consejo. De esta manera la clase sacerdotal llegó a tener un enorme poder e influencia en la vida de la gente. Alegaban poseer un poder y una perspicacia sobrenaturales, así como gran sabiduría. Los babilonios no erigían ningún templo importante que no estuviese equipado con un observatorio celeste.
En el siglo VIII a. E.C., al predecir la destrucción de Babilonia, el profeta Isaías desafió a los consejeros astrólogos a que salvaran su ciudad de la condenación. Dijo con referencia a Babilonia: “Te has fatigado con la multitud de tus consejeros. Que se pongan de pie, ahora, y te salven, los adoradores de los cielos, los contempladores de las estrellas, los que divulgan conocimiento en las lunas nuevas respecto a las cosas que vendrán sobre ti”. (Isa 47:13.)
En el transcurso de la historia, Daniel y sus tres compañeros llegaron a estar cautivos en esa tierra de astrólogos. Puestos a prueba “en lo que respecta a todo asunto de sabiduría y entendimiento”, el rey babilonio se dio cuenta de que estos hebreos eran “diez veces mejores que todos los sacerdotes practicantes de magia y los sortílegos que había en toda su región real”. (Da 1:20.) Después, a Daniel se le llamó el “jefe de los sacerdotes practicantes de magia” (Da 4:9), pero es importante señalar que nunca abandonó la adoración de Jehová para convertirse en un observador de las estrellas, uno que ‘dividía los cielos’. Por ejemplo, Nabucodonosor se enfureció tanto cuando los astrólogos y los demás “sabios” no lograron revelarle su sueño que exclamó: “Desmembrados es lo que serán, y en excusados públicos serán convertidas sus propias casas”. (Da 2:5.) Esta orden tan radical afectaba a Daniel y sus compañeros, pero antes de que la ejecución se llevara a cabo, se condujo a Daniel ante el rey, a quien dijo: “Existe un Dios en los cielos que es un Revelador de secretos”, pero “en cuanto a mí, no por ninguna sabiduría que exista en mí más que en cualesquiera otros que estén vivos me es revelado este secreto”. (Da 2:28, 30.)
¿Quiénes fueron los astrólogos o “magos” que visitaron a Jesús cuando aún era un niño? Unos astrólogos (gr. má-goi, “magos”, Val, BJ, LT, RH [“Los Magos no eran reyes, sino adivinos y sacerdotes de una religión pagana”, nota]) llevaron dones a Jesús cuando aún era un niñito. (Mt 2:1-16.) La obra The Imperial Bible-Dictionary (edición de P. Fairbairn, Londres, 1874, vol. 2, pág. 139) comenta lo siguiente en cuanto a quiénes eran estos má-goi: “Según Heródoto, los magos eran una tribu meda [I, 101] que alegaba interpretar los sueños y a la que se habían encargado oficialmente los ritos sagrados [...]; eran, en suma, la clase docta y sacerdotal, y tenían, según se suponía, la capacidad de sacar de los libros y de la observación de las estrellas una perspicacia sobrenatural en cuanto a los acontecimientos venideros. [...] Las investigaciones posteriores propenden a hacer de Babilonia, más bien que de Media y Persia, el verdadero centro de la magia. ‘Originalmente, los sacerdotes medos no se llamaban magos [...]. Sin embargo, los caldeos les dieron el nombre de magos debido a su casta sacerdotal, y es así como hemos de explicar el que Heródoto dijera que los magos eran una tribu meda’ (J. C. Müller, Enciclopedia Herzog)”.
Con razón entendieron Justino Mártir, Orígenes y Tertuliano al leer Mateo 2:1 que má-goi significaba “astrólogos”. Tertuliano escribió: “Conocemos la afinidad que había entre la magia y la astrología. Los que interpretaban las estrellas fueron, por consiguiente, los primeros [...] en presentarle ‘dones’ [a Jesús]”. (“Sobre la idolatría”, cap. IX [The Ante-Nicene Fathers, 1957, vol. 3, pág. 65].) En Oriente los “magos” por lo general eran personas admiradas “por sus dotes adivinatorias y astrológicas”. (Nueva Enciclopedia Larousse, 1981, vol 6, pág. 6.080.)
Por lo tanto, según todos los indicios, los má-goi que visitaron a Jesús eran astrólogos. La Biblia Nácar Colunga emplea la palabra “magos” con la siguiente nota aclaratoria: “Se distinguían por su afición al estudio de la astronomía, o mejor, astrología, que era una ciencia adivinatoria basada en el principio de que la vida de los hombres se desarrolla bajo la influencia de los astros”. En consecuencia, la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras emplea la palabra “astrólogos” en Mateo 2:1.
No se revela cuántos astrólogos “de las partes orientales” le llevaron “oro, olíbano y mirra” a Jesús, pero no existe ninguna base para aceptar el concepto tradicional de que eran tres. (Mt 2:1, 11.) Como astrólogos, eran siervos de dioses falsos, y fueron conducidos, consciente o inconscientemente, por lo que a ellos les pareció una “estrella” que se movía. Alertaron a Herodes de que había nacido el “rey de los judíos”, y Herodes por su parte trató de matar a Jesús. Sin embargo, el complot fracasó. Jehová intervino y probó que Él era superior a los dioses demoniacos de los astrólogos. De manera que estos se dirigieron a su tierra por otro camino, en lugar de volver a Herodes, después de que “en un sueño se les dio advertencia divina”. (Mt 2:2, 12.)
Es muy probable que se refiera a expertos en astrología y otras prácticas de ocultismo condenadas en las Santas Escrituras (Dt 18:10-12). La Biblia no dice cuántos eran. Este término griego se traduce como “hechicero” en Hch 13:6, 8 y es el que usa la Septuaginta en Da 2:2, 10 como equivalente de la palabra hebrea y la palabra aramea para “adivino”.
La adivinación por medio del hígado y la astrología. Parece que la práctica de ‘mirar en el hígado’ fue un aspecto especial de la astrología. (Eze 21:21.) En una escuela religiosa de Babilonia se encontró una reproducción en arcilla de un hígado que data del tiempo de Hammurabi. Un lado estaba dividido en zonas, que representaban el “día” y la “noche”. En el borde había señaladas dieciséis secciones, y el nombre de cada una correspondía con el de la deidad que, según ellos, regía la división celeste que esta representaba. Como en este tipo de adivinación se dividían los cielos de una manera puramente imaginaria, se dividía de manera similar el hígado de sus víctimas sacrificatorias. Cuando ofrecían estos sacrificios, miraban el hígado, al que consideraban un reflejo en miniatura de los cielos, con el fin de vislumbrar qué agüeros les revelaban los dioses. (Véase ADIVINACIÓN.) ★Modelo del hígado. Se empleaba en Babilonia para la adivinación - (it-2-Pg.324)
Mólek y la astrología en Israel. Hoy es posible demostrar que la astrología estaba muy ligada al culto a Mólek, un dios al que a veces se representaba con la cabeza de un toro. Los babilonios, los cananeos, los egipcios y otros pueblos le rindieron culto al toro en representación de deidades como Marduk, Mólek y Baal. Además, el toro fue uno de los signos más importantes del zodiaco: Tauro. Era frecuente que al dios-sol se le encarnase en la figura de un toro: sus cuernos representaban los rayos solares, y su vitalidad procreadora, la facultad “vivificante” del Sol. Por otra parte, la vaca recibía la misma honra como símbolo de Istar o Astarté. Por consiguiente, cuando Aarón y, más tarde, Jeroboán, introdujeron en Israel el culto al toro (o al becerro), a los ojos de Jehová fue un pecado muy grave. (Éx 32:4, 8; Dt 9:16; 1Re 12:28-30; 2Re 10:29.)
Al reino apóstata de diez tribus de Israel se le censuró por adoptar este culto astrológico, pues por esa causa “siguieron dejando todos los mandamientos de Jehová su Dios, y procedieron a hacerse estatuas fundidas, dos becerros, y a hacer un poste sagrado, y empezaron a inclinarse ante todo el ejército de los cielos y a servir a Baal; y continuaron haciendo pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego y practicando la adivinación y buscando agüeros”. (2Re 17:16, 17.)
En el reino meridional de dos tribus, fue notoria la entrega del inicuo rey Acaz y de su nieto, Manasés, al culto a las deidades estelares, así como a la diabólica práctica de sacrificar a sus hijos en el fuego. (2Re 16:3, 4; 21:3, 6; 2Cr 28:3, 4; 33:3, 6.) Sin embargo, Josías, un rey que actuó bien, “dejó sin negocio a los sacerdotes de dioses extranjeros [...] que hacían humo de sacrificio a Baal, al sol y a la luna y a las constelaciones del zodíaco y a todo el ejército de los cielos”, y destruyó los lugares altos “e hizo inservible para adoración a Tófet [...], para que nadie hiciera pasar a su hijo o a su hija por el fuego a Mólek”. (2Re 23:5, 10, 24.) Por medio de los profetas Sofonías y Jeremías, Jehová condenó la práctica de la astrología de aquel pueblo, como ‘el inclinarse en los techos ante el ejército de los cielos y hacer firmes juramentos por Malcam (Mólek)’. (Sof 1:5; Jer 8:1, 2; 19:13.)
Una prueba más de la relación entre el culto a Mólek, al becerro y a los astros se halla en el comentario de Esteban sobre la rebelión de los israelitas en el desierto. Cuando ellos le insistieron a Aarón: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros”, Jehová “los entregó a que rindieran servicio sagrado al ejército del cielo, así como está escrito en el libro de los profetas: ‘No fue a mí a quien ustedes ofrecieron víctimas y sacrificios [...], fue la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán lo que ustedes tomaron’”. (Hch 7:40-43.)
Dios condena la astrología. Una gran verdad, declarada con sencillez, es: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”, lo que incluye los planetas de nuestro sistema solar y las estrellas organizadas en constelaciones. (Gé 1:1, 16; Job 9:7-10; Am 5:8.) Sin embargo, a pesar de la magnificencia de la creación, no era la voluntad de Dios que el hombre convirtiera en dioses estas cosas creadas. Por lo tanto, prohibió estrictamente a su pueblo que adorara a “forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba”. (Éx 20:3, 4.) Toda práctica de astrología estaba terminantemente prohibida. (Dt 18:10-12.)
★¿Quiénes fueron los “magos”?
En las escenas de la Natividad, que se exhiben prominentemente en esa temporada, se muestra tres reyes “magos,” que traen regalos al niño Jesús en un pesebre. Pero la Biblia no dice que estos hombres eran reyes; eran astrólogos paganos del oriente. “A Catholic Commentary on Holy Scripture,” página 856, reconoce que: “Los magos eran originalmente una tribu sacerdotal meda de clarividentes. . . . El término más tarde se generalizó . . . para astrólogos, hechiceros, etc., de todas las nacionalidades.”
★¿Cuántos “magos” hubo?
Si busca en su Biblia en ninguna parte hallará que diga que eran tres. No se dice cuántos eran. El libro “The Glory of Christmas,” en la página 72, admite: “El breve relato en Mateo . . . es la única mención de estos magos en la Biblia. No los nombra, ni dice de dónde vinieron ni siquiera cuántos eran.”
★¿Cuándo visitaron los “magos” a Jesús?
Las escenas de la Natividad que patrocinan los grupos eclesiásticos por lo general muestran a los “magos” trayendo sus regalos al recién nacido Jesús en un pesebre. Pero lea el relato bíblico en el capítulo 2 de Mateo. Verá que no dice que ellos hallaron al infante Jesús en un pesebre, para cuando llegaron los astrólogos, Jesús era un “niñito” que vivía en una “casa.” con sus padres (Mat. 2:11) Los únicos que visitaron al bebé Jesús en el pesebre fueron los pastores.—Luc. 2:12. En cuanto a la edad de Jesús entonces, recuerde que Herodes, basándose en lo que había llegado a saber mediante los astrólogos, decretó que se aniquilara a todos los niños varones del distrito de Belén que tuvieran dos años de edad o menos. (Mat. 2:1, 11, 16.)
★¿Usó Dios una estrella para guiar a los astrólogos a Jesús?
No se olvide que la Biblia condena la astrología. (Isa. 47:13, 14) Recuerde, también, que la “estrella” que vieron los astrólogos primero los condujo al inicuo rey Herodes, quien entonces ordenó la matanza de todos los varoncitos en Belén y sus alrededores en un esfuerzo por matar a Jesús. ¿Señalan estos hechos a Dios como la fuente de esa “estrella” que se movía, o a su adversario, Satanás el Diablo? Dios ciertamente anunció el nacimiento de su Hijo, pero lo hizo por medio de un ángel.—Luc. 2:8-12.
Mateo 2:1-16 muestra que la estrella condujo a los astrólogos primero hacia el rey Herodes y luego hacia Jesús, y que Herodes entonces procuró que se diera muerte a Jesús. No se menciona que nadie además de los astrólogos haya visto la “estrella”. Después que ellos partieron, el ángel de Jehová advirtió a José que huyera a Egipto para proteger al niño. ¿Fue aquella “estrella” una señal procedente de Dios, o provino de alguien que procuraba la aniquilación del Hijo de Dios?
Aunque la astrología es popular entre muchas personas hoy, la Biblia desaprueba enérgicamente esta práctica. ¿Habría conducido Dios hacia el recién nacido Jesús a personas cuyas prácticas condenaba?
Creencia o doctrina de que los espíritus de los difuntos sobreviven a la muerte del cuerpo físico y pueden comunicarse con los vivos, sobre todo por medio de una persona (un médium) que es particularmente susceptible a su influencia. Tanto la Biblia como la historia revelan que el espiritismo existe desde tiempos muy remotos. La religión egipcia estaba saturada de espiritismo (Isa 19:3), y la religión de Babilonia, cuya ciudad capital también era el principal centro religioso de Asiria, era espiritista. (Isa 47:12, 13.)
La palabra griega para “espiritismo” es far·ma·kí·a. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 2, pág. 189) dice en cuanto a esta palabra: “(Cp. el término castellano, farmacia, etc.) significaba primariamente la utilización de medicina, fármacos, encantamientos; después, envenenamiento; luego, hechicería, Gá 5:20, ‘hechicerías’ [“brujería”, NVI], mencionadas como una de las obras de la carne. Ver también Ap 9:21; 18:23. En la LXX, Éx 7:11, 22; 8:7, 18; Isa 47:9, 12. En la hechicería, la utilización de drogas, tanto si eran sencillas como si eran potentes, iba generalmente acompañada de encantamientos e invocaciones a poderes ocultos, de la aplicación de diversos amuletos, etc., todo ello con la pretensión de proteger al paciente de la atención y del poder de los demonios, pero en realidad para impresionar al paciente con los misteriosos recursos y poderes del hechicero”.
Fuente de los mensajes. Un aspecto sobresaliente del espiritismo es la pretensión de establecer comunicación con los muertos. Como los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”, la comunicación con ellos es totalmente imposible. (Ec 9:5.) La ley que Dios dio a Israel prohibía el que alguien preguntase a los muertos y decretaba que la práctica de espiritismo merecía la pena capital. (Le 19:31; 20:6, 27; Dt 18:9-12; compárese con Isa 8:19.) Asimismo, en las Escrituras Griegas Cristianas se dice que los que practican espiritismo “no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:20, 21; Apo 21:8.) En consecuencia, se infiere que cualquier supuesta comunicación con personas muertas, si no es una mentira deliberada por parte del que lo afirma, se establece con una fuente maligna opuesta a Jehová Dios.
La Biblia indica con claridad que esta fuente maligna son los espíritus inicuos, los demonios. (Véanse DEMONIO; POSESIÓN DEMONIACA.) Una situación que viene al caso es la de “cierta sirvienta” de la ciudad de Filipos que suministraba a sus amos mucha ganancia mediante “el arte de la predicción”, una de las prácticas relacionadas con el espiritismo. (Dt 18:11.) El relato dice claramente que la fuente de sus predicciones no era Dios, sino un “demonio de adivinación”, un espíritu inicuo. Por consiguiente, cuando el apóstol Pablo expulsó al espíritu inicuo, esta muchacha perdió sus poderes de predicción. (Hch 16:16-19.) Con respecto a la expresión griega pnéu·ma py·thö·na, traducida aquí “demonio de adivinación”, el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 44) dice: “[Pitón] era en la mitología griega el nombre de la serpiente o dragón [pítico], que moraba en [Pito], al pie del monte Parnaso, guardando el oráculo de Delfos, y que fue muerta por Apolo. De ahí, el nombre pasó al mismo Apolo. Más tarde la palabra se aplicó a los adivinos o magos, considerados como inspirados por Apolo. Ya que los demonios son los agentes que inspiran la idolatría, 1 Co 10:20, la joven en Hch 16:16 estaba poseída por un demonio que instigaba el culto a Apolo, y que por ello tenía ‘espíritu de adivinación’”.
En Israel. Aunque Dios había promulgado leyes específicas en contra del espiritismo, los médium espiritistas aparecían de vez en cuando en la tierra de Israel. Quizás eran extranjeros que habían ido al país o personas a quienes los israelitas no habían dado muerte. El rey Saúl los eliminó del país durante su reinado, pero más tarde, probablemente para finales de su gobernación, volvieron a aparecer algunos médium espiritistas. Saúl demostró cuánto se había alejado de Dios al consultar ‘en En-dor a una mujer que era perita en mediación espiritista’. (1Sa 28:3, 7-10.)
La visita del rey Saúl a una médium. Para cuando Saúl fue a la médium, hacía algún tiempo que Jehová le había retirado Su espíritu, y ya no respondía sus preguntas ni mediante sueños ni mediante el Urim (utilizado por el sumo sacerdote) ni mediante los profetas. (1Sa 28:6.) Dios ya no quería tener nada que ver con él, y el profeta Samuel no le había visto por un largo período de tiempo, desde antes de ungir a David como rey. Por lo tanto, no sería razonable pensar que Samuel, aun si estuviera vivo, volviera entonces para dar consejo a Saúl. Y seguro que Dios no haría que Samuel, a quien no había enviado en vida para hablar con Saúl, volviese entonces de los muertos para hablar con él. (1Sa 15:35.)
La posterior declaración de Jehová mediante Isaías muestra que no aprobaría la acción de Saúl ni cooperaría de ninguna manera con ella: “Y en caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!”. (Isa 8:19, 20.)
Por lo tanto, cuando el relato dice: “Cuando la mujer vio a ‘Samuel’ se puso a gritar a voz en cuello”, es obvio que narra el suceso desde la óptica de la médium, que estaba engañada por el espíritu que se hizo pasar por Samuel. (1Sa 28:12.) A Saúl le aplicaba el principio que expresó el apóstol Pablo: “Así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas [...]. Aunque estos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten a los que las practican”. (Ro 1:28-32.)
La obra Commentary on the Old Testament (de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 2, “First Samuel”, pág. 265) remite a 1 Crónicas 10:13 en la Versión de los Setenta, que añade las palabras “y Samuel el profeta le respondió”. (Bagster [en inglés].) El Commentary apoya lo que dan a entender estas palabras no inspiradas de la Versión de los Setenta, pero añade: “Sin embargo, los padres, los reformadores y los teólogos cristianos primitivos, con muy pocas excepciones, entendieron que la aparición de Samuel fue tan solo imaginaria, no real. Según la explicación de Efrén de Siria, una aparente imagen de Samuel se presentó ante la vista de Saúl por medio de artes demoniacas. Lutero y Calvino adoptaron el mismo punto de vista y los teólogos protestantes primitivos concordaron con ellos al considerar la aparición como nada más que un espectro diabólico, un fantasma, o espectro con la forma de Samuel, y lo que dijo, como una revelación diabólica permitida por Dios, en la que la verdad estaba mezclada con la falsedad”.
En una nota al pie de la página (“First Samuel”, págs. 265, 266), esta obra comenta: “Así Lutero dice [...] ‘La evocación de Samuel por una pitonisa o bruja, en 1 Sam. XXVIII. 11, 12, no podía ser más que un espectro del diablo; no solo porque las Escrituras dicen que lo efectuó una mujer que estaba llena de demonios (pues, ¿quién podría creer que las almas de los creyentes, que están en las manos de Dios, [...] estaban bajo el poder del diablo y de simples hombres?), sino porque, además, el que Saúl y la mujer inquirieran de los muertos contravenía directamente el mandato de Dios. El Espíritu Santo no puede actuar contra el mandato de Dios ni puede ayudar a los que lo hacen’. Calvino también considera la aparición como un simple espectro [...]: ‘Es cierto —dice— que no era realmente Samuel, pues Dios nunca habría permitido que Sus profetas estuvieran sujetos a estos conjuros diabólicos. Pues aquí está una pitonisa haciendo salir a los muertos del sepulcro. ¿Puede alguien imaginar que Dios deseara que se expusiera a Su profeta a tal ignominia, como si el diablo tuviera poder sobre los cuerpos y las almas de los santos que están a Su cuidado? Se dice que las almas de los santos descansan [...] en Dios, esperando su feliz resurrección. Además, ¿debemos pensar que Samuel se llevó consigo la capa al sepulcro? Por todas estas razones, parece claro que la aparición no era más que un espectro, y que engañó tanto los sentidos de la mujer, que pensó que estaba viendo al mismo Samuel, aunque no lo fuera’. Los primeros teólogos ortodoxos también cuestionaron la realidad de la aparición de Samuel por las mismas razones”.
El poder de Jesús sobre los demonios. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, demostró que era el Mesías, el Ungido de Dios, al expulsar los demonios de los posesos, para lo que no se valió de ningún ritual especial o sesión de espiritismo ni de magia de algún tipo, sino que simplemente mandó a los demonios que saliesen, y ellos obedecieron su voz. Los demonios fueron obligados a reconocer su autoridad aun sin quererlo (Mt 8:29-34; Mr 5:7-13; Lu 8:28-33), tal como Satanás reconoció la autoridad de Jehová cuando le permitió afligir a Job para probarle, pero le ordenó que no lo matase. (Job 2:6, 7.) Además, Jesús lo hizo sin ganancia personal. (Mt 8:16, 28-32; Mr 1:34; 3:11, 12; Lu 4:41.)
Refuta la falsa acusación de los fariseos. Los fariseos, enemigos de Jesús, le acusaron después de una de estas curaciones diciendo: “Este no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios”. Pero el relato continúa: “Conociendo sus pensamientos, él les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie. Así mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino? Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces’”. (Mt 12:22-27.)
A los fariseos se les obligó a reconocer que se necesitaba poder sobrehumano para expulsar a los demonios. Sin embargo, querían impedir que las personas creyesen en Jesús, y por eso atribuyeron su poder al Diablo. Entonces Jesús les hizo ver la consecuencia de su argumento mostrando el resultado lógico de tal modo de razonar. Les dijo que si él fuese un agente del Diablo, deshaciendo lo que Satanás hacía, Satanás estaría trabajando contra sí mismo (cosa que no haría ningún rey humano), y pronto caería. Además, se refirió a los “hijos”, o discípulos, de ellos, que también afirmaban expulsar demonios. Si el argumento de los fariseos era válido, que quien expulsaba demonios lo hacía con el poder de Satanás, los propios discípulos de ellos estaban obrando bajo este poder, algo que, por supuesto, los fariseos no estaban dispuestos a admitir. Jesús les dijo que sus mismos “hijos”, por lo tanto, eran jueces que les condenaban a ellos y su argumento. Luego añadió: “Pero si es por medio del espíritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado”. (Mt 12:28.)
Jesús siguió su línea de razonamiento diciendo que nadie podría entrar en la casa de un hombre fuerte (Satanás) y apoderarse de sus bienes a menos que primero fuera capaz de atar al fuerte. La falsa acusación de los fariseos hizo que Jesús hablara de la seriedad de pecar contra el espíritu santo, pues él expulsaba demonios mediante el espíritu de Dios, y con su crítica, los fariseos no solo expresaban el odio que le tenían a Jesús, sino que negaban la demostración evidente del espíritu santo de Dios. (Mt 12:29-32.)
Lo que Jesucristo dijo en cuanto a expulsar demonios no implicaba que los “hijos” de los fariseos y todos los demás que afirmaban expulsar demonios fueran necesariamente instrumentos de Dios. Jesús explicó que habría personas que preguntarían: “‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mt 7:22, 23.) No siendo discípulos verdaderos de Jesucristo, tales obradores del desafuero serían hijos del Diablo. (Compárese con Jn 8:44; 1Jn 3:10.) Por consiguiente, cualquiera de ellos que afirmase expulsar demonios no sería instrumento de Dios, sino agente del Diablo. El que Satanás usara a algunos como exorcistas, incluso haciéndolo en el nombre de Jesús (compárese con el intento de los siete hijos de Esceva, en Hch 19:13-16), no querría decir que estaba dividido contra sí mismo. Más bien, mediante esta aparente buena obra de liberar a los poseídos por demonios, Satanás se transformaría en un “ángel de luz”, y así aumentaría su poder e influencia sobre los engañados. (2Co 11:14.)
El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.” En una ocasión el apóstol Juan le dijo a Jesús: “Maestro, vimos a cierto hombre que expulsaba demonios por el uso de tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no nos acompañaba”. Al parecer, este hombre, poco antes de la fiesta de las cabañas del año 32 E.C. sí expulsaba a los demonios, pues Jesús dijo: “Nadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme”. De modo que Jesús les ordenó que no trataran de impedírselo, “porque el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. (Mr 9:38-40.) No todos los que creían en Jesús lo acompañaban personalmente a él y a sus apóstoles en su ministerio. En aquel tiempo todavía estaba en vigor el pacto de la Ley y Dios aún no había inaugurado mediante Jesucristo el nuevo pacto y el comienzo de la congregación cristiana de escogidos. Solo a partir del Pentecostés del año 33 E.C., después que Jesús abolió la Ley con su sacrificio, fue necesario que cualquiera que quisiera servir a Cristo se asociara con esta congregación, cuyos miembros estaban bautizados en él. (Hch 2:38-42, 47; Ro 6:3.) A partir de entonces, Dios reconoció a la congregación cristiana como su “nación santa” en vez de tratar con la nación carnal de Israel como había hecho hasta aquel tiempo. (1Pe 2:9; 1Co 12:13.)
Una obra de la carne. Aunque los espiritistas pudieran pensar que es una ‘práctica espiritual’, la Palabra de Dios no lo llama una obra del espíritu ni parte de su fruto, sino una obra de la carne. Obsérvense las cosas detestables con las que se clasifica al espiritismo: “Fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo [literalmente, “empleo de drogas”], enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, fiestas desenfrenadas, y cosas semejantes a estas”. Apela a los deseos de la carne pecaminosa, no a los valores del espíritu, y el apóstol advierte que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:19-21, Int.)
Quienes lo practican sufrirán destrucción eterna. En Revelación se hace referencia a uno de los pecados de los que se acusa a Babilonia la Grande, que ha de ser arrojada al mar para no volver a ser hallada. “Por tu práctica espiritista —dice— todas las naciones fueron extraviadas”. (Apo 18:23.) Sobre la destrucción eterna de quienes practican el espiritismo, Revelación dice: “Pero en cuanto a los cobardes y a los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad, y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo [literalmente, “los que emplean drogas”], e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda”. (Apo 21:8, Int.)
Las artes mágicas. Las artes mágicas están relacionadas con el espiritismo. En Éfeso muchos creyeron en la predicación de Pablo, y “buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos”. (Hch 19:19.) La palabra griega para ‘artes mágicas’ es pe·rí·er·ga, “curiosidades”, literalmente, “cosas que están alrededor del trabajo”, y, por ende, “superfluas”, las artes de aquellos que se entremeten en las cosas prohibidas con la ayuda de espíritus malvados. (Int; Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 2, pág. 52.)
Una profecía contra Jerusalén. En una declaración formal contra Jerusalén por su infidelidad, Jehová dijo: “Y tienes que ser rebajada de modo que hables desde la tierra misma, y como desde el polvo tu decir sonará bajo. Y cual médium espiritista tu voz tiene que llegar a ser aun desde la tierra, y desde el polvo chirriará tu propio decir”. (Isa 29:4.) Estas palabras tenían que ver con el tiempo en que los enemigos irían contra Jerusalén y la reducirían a una condición muy baja, como aplastada contra el suelo. Por consiguiente, sin importar qué dijeran los habitantes de Jerusalén, lo proferirían desde una condición sumamente baja y degradada. Su habla sería como si de un médium espiritista se tratase, expresándose de tal manera que parecería que un sonido suave, lento, bajo, mitigado y débil subiera del polvo de la tierra. Sin embargo, como muestra Isaías 29:5-8, Jerusalén iba a ser liberada.
Artes ocultas y poderes misteriosos en virtud de los cuales se realizan obras sobrenaturales, relacionadas con los poderes ocultos y espiritistas.
Se dice que la magia “negra” consiste en maleficios, maldiciones especiales y “el mal de ojo”, que causan daño a los enemigos del que la practica. Por otra parte, la magia “blanca”, dicen sus practicantes, produce buenos resultados rompiendo los maleficios y anulando las maldiciones. En algunos pueblos antiguos la magia “negra” estaba prohibida bajo pena de muerte. Sin embargo, la Biblia va más lejos y prohíbe toda forma de magia espiritista. (Le 19:26; Dt 18:9-14.) Mediante fórmulas mágicas, supuestamente obtenidas gracias al conocimiento y la sabiduría sobrenaturales, el hechicero trata de influir sobre personas y acontecimientos futuros. En esto difiere la magia de la adivinación, pues esta última solo trata de descubrir acontecimientos futuros, no de influir en ellos o cambiarlos. (Véase ADIVINACIÓN.)
La hechicería se basa principalmente en la creencia de que es posible inducir a los espíritus malos a salir de una persona o entrar en ella, se les puede burlar o engañar, o atrapar en un pedazo de madera o en una imagen de barro. Por ejemplo, se dice que preparando sendas mágicas de miel u otras sustancias agradables, el hechicero puede conducir a los demonios a capricho.
Estos conceptos resultaron en la formación de una astuta clase de sacerdotes magos, que tuvieron una gran influencia en la vida de la gente, extorsionándola con el pretexto de poseer poderes sobrenaturales superiores a los de los demonios. La gente creía que estos hechiceros profesionales podían hacer que los demonios los obedecieran, pero que estos no tenían ningún poder sobre los hechiceros.
Los antiguos caldeos de Babilonia fomentaron estas prácticas espiritistas o supuestas ciencias. El profeta Isaías (siglo VIII a. E.C.) dijo que en la Babilonia de su día abundaba toda clase de hechicería. (Isa 47:12-15.) Más de un siglo después, en los días de Daniel, los sacerdotes magos todavía formaban parte de la corte de Babilonia. (Da 1:20; 2:2, 10, 27; 4:7; 5:11.) La expresión que aparece en estos versículos, “sacerdotes practicantes de magia”, es una traducción literal y explícita del hebreo.
Los babilonios tenían gran temor a las personas con deformidades físicas, a las que llamaban brujos y hechiceros por creer que practicaban la magia “negra”. Por otra parte, se decía que los sacerdotes dominaban la magia “blanca”. Creían que el mismo conjuro que podía sanar a un enfermo si lo pronunciaba un sacerdote, podría matar al hombre si lo pronunciaba un brujo o hechicero.
Es posible que la gente llevara consigo algunos conceptos de las artes mágicas cuando se esparció por toda la Tierra debido a la confusión de las lenguas en Babel. (Gé 11:8, 9.) Actualmente hay millones de personas que practican la magia del mantra, es decir, la fórmula mística, himno o encantamiento del hinduismo popular. Los sacerdotes practicantes de magia, hechiceros, curanderos y brujos de toda clase se encuentran alrededor del mundo, así como también existían entre los egipcios del siglo XVIII a. E.C., en los días de José. (Gé 41:8, 24.) Más de dos siglos después que se vendió a José como esclavo, los sacerdotes magos de Egipto parecieron imitar hasta cierto grado los primeros dos milagros realizados por Moisés. (Éx 7:11, 22; 8:7.) Sin embargo, no pudieron hacer lo mismo cuando llegó el momento de producir jejenes, sino que tuvieron que reconocer que era “el dedo de Dios”. Tampoco pudieron evitar que la plaga de diviesos los afectase a ellos mismos. (Éx 8:18, 19; 9:11.)
La Biblia las condena. La Biblia difiere singularmente de los escritos de otros pueblos antiguos, pues todas las referencias que hace a poderes misteriosos y artes mágicas son condenatorias. En ningún lugar recomienda la magia “blanca” para anular los maleficios de la magia “negra”. Por el contrario, insta a la fe, a la oración y a confiar en Jehová como medio de protegerse de las “fuerzas espirituales inicuas” y todas sus actividades, lo que incluye las influencias mágicas. (Ef 6:11-18.) En el libro de los Salmos el justo pide en oración que se le libre del mal; Jesús nos enseñó a pedir que se nos libre “del inicuo”. (Mt 6:13.) Por otra parte, el Talmud y el Corán dan cabida a la superstición y el temor. El libro apócrifo de Tobías contiene pasajes absurdos de hechicería. (Tobías 6:5, 8, 9, 19; 8:2, 3; 11:8-15; 12:3; véase APÓCRIFOS, LIBROS - [Tobías (Tobit)].)
No obstante, la nación de Israel se distinguió en este respecto de sus contemporáneos, y para que permaneciera así, Jehová le dio leyes muy explícitas sobre los que intimaban con los poderes ocultos. “No debes conservar viva a una hechicera.” (Éx 22:18.) “No deben practicar la magia.” “En cuanto a un hombre o una mujer en quien resulte haber espíritu de médium o espíritu de predicción, deben ser muertos sin falta.” (Le 19:26; 20:27.) “No debería hallarse en ti [...] practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni uno que ate a otros con maleficio ni nadie que consulte a un médium espiritista.” (Dt 18:10-14.)
El profeta de Jehová también declaró que Dios cortaría a todos aquellos que se entregaran a las hechicerías. (Miq 5:12.) Aquellos que abandonaron a Jehová y se volvieron a las hechicerías de una clase u otra, como Saúl, Jezabel y Manasés, son ejemplos del pasado que no deben imitarse. (1Sa 28:7; 2Re 9:22; 2Cr 33:1, 2, 6.)
Las Escrituras Griegas Cristianas también hablan de la extensión de la hechicería en el Imperio romano en los días de Jesús y los apóstoles. En la isla de Chipre vivía un hombre de nombre Bar-Jesús, a quien Pablo llamó “hombre lleno de toda suerte de fraude y toda suerte de villanía, hijo del Diablo”. (Hch 13:6-11.) Sin embargo, hubo otros, como Simón de Samaria, que abandonaron la hechicería y abrazaron el cristianismo. (Hch 8:5, 9-13.) En una ocasión, en Éfeso, un “buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos. Y calcularon en conjunto los precios de ellos y hallaron que valían cincuenta mil piezas de plata [si eran denarios, 37.200 dólares (E.U.A.)]”. (Hch 19:18, 19.) En la carta a los Gálatas, el apóstol Pablo incluyó el ocultismo entre “las obras de la carne”, y les advirtió que “los que practican tales cosas no herederán el reino de Dios”. (Gál 5:19-21.) Fuera de ese glorioso Reino estarán todos aquellos que persistan en estas prácticas babilónicas. (Apo 21:8; 22:15.) Todos ellos serán destruidos junto con Babilonia la Grande, tan notoria por descarriar a las naciones con sus hechicerías. (Apo 18:23; véase PODER, OBRAS PODEROSAS - [Ejercicio responsable del poder].)
Persona que pretende predecir lo que acontecerá en el futuro. En la Biblia se encuadra bajo esta denominación a los sacerdotes practicantes de magia, adivinadores espiritistas, astrólogos, etc. (Véanse ADIVINACIÓN; ESPIRITISMO.) La palabra hebrea yid·de´o·ní, que se traduce “pronosticador profesional de sucesos”, proviene de la raíz ya·dhá´ (conocer), e implica la idea de conocimiento escondido de la gente común. Por lo general aparece junto con `ohv, que significa “médium espiritista”. (Dt 18:11.) Algunos de ellos poseían poderes ocultos en virtud de su contacto con los demonios, los malignos enemigos angélicos de Dios dirigidos por su gobernante, Satanás el Diablo. (Lu 11:14-20.) En tiempos antiguos, estos pronosticadores empleaban diversos métodos para predecir el futuro: observaban las estrellas (Isa 47:13), examinaban el hígado y otras vísceras de animales sacrificados (Eze 21:21), interpretaban agüeros (2Re 21:6), consultaban con los llamados “espíritus” de los muertos, etc. (Dt 18:11.)
Las vidas de los egipcios, al igual que las de los babilonios, estaban en buena medida reguladas por sus adivinos. (Isa 19:3.) Por el contrario, los siervos verdaderos de Dios nunca acudían por información a esas personas. Poco después de su liberación de la esclavitud al yugo egipcio, Israel recibió la Ley, que prohibía terminantemente consultar a “pronosticadores profesionales de acontecimientos”. (Le 19:31.) Tener “ayuntamiento inmoral” con ellos resultaría en cortamiento (muerte) del pueblo de Dios. La Ley añadía respecto a los que practicaran estas artes: “En cuanto a un hombre o una mujer en quien resulte haber espíritu de médium o espíritu de predicción, deben ser muertos sin falta”. (Le 20:6, 27.) Casi cuarenta años después, cuando el pueblo de Israel se preparaba para entrar en la Tierra Prometida y expulsar a sus habitantes, se le recordó: “No debes aprender a hacer conforme a las cosas detestables de aquellas naciones. No debería hallarse en ti [...] nadie que consulte a un médium espiritista o a un pronosticador profesional de sucesos ni nadie que pregunte a los muertos”. (Dt 18:9-11.)
Más de trescientos cincuenta años después, Saúl, el primer rey de Israel, expulsó del país a todos los pronosticadores de sucesos; sin embargo, antes de su muerte se había alejado tanto de Jehová, que fue personalmente a buscar a una mujer de En-dor que era “perita en mediación espiritista” para que le predijera su futuro. Aunque en un principio temía practicar sus artes, hizo aparecer una visión debido a la insistencia de Saúl por que ‘hiciera subir a Samuel’. Cuando ella lo describió como ‘un viejo cubierto con una vestidura sin mangas’, Saúl se convenció de que era el profeta Samuel. (1Sa 28:3, 7-19.) No obstante, no podía tratarse de Samuel, pues estaba muerto, y los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”. (Ec 9:5.) Si Samuel hubiera estado vivo, no cabe duda de que se habría negado a tener relación alguna con una médium espiritista, y Jehová y sus santos ángeles no habrían querido cooperar con ella, pues Dios mismo había dicho a su pueblo: “En caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!”. Luego Jehová continúa diciendo: “De seguro ellos seguirán diciendo lo que es conforme a esta declaración que no tendrá luz del alba”. (Isa 8:19, 20.)
Casi cuatrocientos años después del reinado de Saúl, el rey Manasés de Judá “hizo en gran escala lo que era malo a los ojos de Jehová, para ofenderlo”, lo que incluía consultar a los pronosticadores profesionales de sucesos, que abundaban durante su reinado. (2Re 21:6; 2Cr 33:6.) El justo rey Josías, nieto de Manasés, tuvo que erradicar todas estas prácticas de la tierra. (2Re 23:24.)
La única vez que se menciona en las Escrituras Griegas Cristianas una predicción demoniaca del futuro es en la ocasión en que el apóstol Pablo liberó a “cierta sirvienta que tenía un espíritu, un demonio de adivinación”, en la ciudad de Filipos. Esta sirvienta había proporcionado mucha ganancia a sus amos “practicando el arte de la predicción”. El hecho de que esta práctica es demoniaca y se opone frontalmente a Dios se ve en que los amos de la muchacha causaron muchas dificultades a Pablo en Filipos, y lo llevaron a él y a su compañero Silas ante los magistrados, quienes dieron la orden de golpearlos y luego los echaron en prisión. (Hch 16:12, 16-24.)
La palabra hebrea ’asch·scháf (arameo, ’a·scháf; traducida generalmente “astrólogo” en la Versión Valera) significa “sortílego, nigromante, encantador”. (A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, de Brown, Driver y Briggs, 1980, págs. 80, 1083; Lexicon in Veteris Testamenti Libros, de Koehler y Baumgartner, Leiden, 1958, págs. 95, 1055.) Un sortílego es, literalmente, un “lector de la suerte”, un adivino. En sentido amplio significa un hechicero de cualquier tipo, lo que abarca a los nigromantes, es decir, aquellos que practican la nigromancia (o necromancia, literalmente, “adivinación por medio de los muertos”), no solo para predecir el futuro, sino también para controlarlo.
Dios condenaba toda clase de comunicación que se pretendiera establecer con los muertos. “Y en caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas?”. (Isa 8:19.) Aunque en Israel estaba prohibida esta actividad, había “en En-dor [...] una mujer que [era] perita en mediación espiritista”, a la que visitó el infiel rey Saúl. Esta mujer era una sortílega que invocaba a los muertos, pero que en realidad estaba en contacto con los demonios. (1Sa 28:7; Le 20:27.)
Los sortílegos florecieron particularmente entre los babilonios. Después que Daniel y sus tres compañeros fueron llevados cautivos a Babilonia y se les enseñó de modo especial durante tres años la lengua de los caldeos, demostraron ser “diez veces mejores [en sabiduría y entendimiento] que todos los sacerdotes practicantes de magia y los sortílegos que había en toda su región real”. (Da 1:3-20.)
Unos ocho años más tarde, Nabucodonosor mandó llamar a toda clase de adivinadores, no solo a los sortílegos, para pedirles que le revelaran un sueño que había tenido y luego lo interpretaran. (Da 2:1-3, 27.) El rey desconfiaba de ellos, porque dijo: “Es una palabra mentirosa y equivocada la que ustedes han convenido en decir delante de mí”. También se daba cuenta de que trataban de ganar tiempo, con la esperanza de que las circunstancias cambiasen. Por eso, para tener cierta garantía de que sus sabios iban a darle la verdadera interpretación de su impresionante visión, insistió en que primero le revelaran el sueño. “Infórmenme el sueño mismo —decía el rey—, y sabré que pueden mostrarme la interpretación misma de él”. (Da 2:4-9.) Cuando los sortílegos y los demás adivinadores no pudieron dar con la respuesta, el rey, enojado, ordenó que dieran muerte a todos los sabios de Babilonia. No obstante, Daniel se enteró del edicto del rey, que quizás les afectaba a él y a sus compañeros, y después de que Dios ‘le reveló el secreto’, se apresuró a decírselo al rey. No se atribuyó a sí mismo la honra, porque dijo: “No por ninguna sabiduría que exista en mí más que en cualesquiera otros que estén vivos me es revelado este secreto”. (Da 2:19-30.)
Décadas después, Belsasar se conmocionó debido a una ‘escritura en la pared’ que no podía leer. Después de ‘gritar con fuerza que llevaran a su presencia a los sortílegos, los caldeos y los astrólogos’, hizo una oferta sumamente generosa: “A cualquier hombre que lea esta escritura y me muestre su interpretación misma, con púrpura será vestido, con un collar de oro alrededor de su cuello, y como el tercero en el reino gobernará”. (Da 5:5-7.) Mientras que todos estos sortílegos y el resto de los adivinadores espiritistas fracasaron, de nuevo fue Jehová, el Dios de Daniel, quien dio la interpretación. (Da 5:8-29.)
Zona de la esfera celeste que se extiende unos 9° a uno y otro lado del plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Segundo de Reyes 23:5 dice con respecto al rey Josías de Judá: “Y a la fuerza dejó sin negocio a los sacerdotes de dioses extranjeros, que los reyes de Judá habían colocado para que hicieran humo de sacrificio en los lugares altos de las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén, y también a los que hacían humo de sacrificio a Baal, al sol y a la luna y a las constelaciones del zodíaco y a todo el ejército de los cielos”. La expresión que aquí se traduce “constelaciones del zodíaco” proviene de la palabra hebrea maz·za·lóhth, que solo aparece una vez en la Biblia, aunque puede estar relacionada con la palabra Maz·za·róhth, que se halla en Job 38:32. El contexto ayuda a aclarar su significado.
El descubrimiento de lo que podría llamarse la zona zodiacal suele atribuirse a los antiguos babilonios. Estos observaron el aparente recorrido anual del Sol entre las estrellas, recorrido que se conoce actualmente como la eclíptica. Los astrónomos podían notar que dentro de una zona de unos 18°, 9° a cada lado de la eclíptica, se producía el movimiento aparente del Sol, la Luna y los planetas principales, según se ve desde la Tierra. Sin embargo, hubo que esperar al siglo II a. E.C. para que un astrónomo griego dividiera el zodiaco en doce partes iguales de 30° cada una. Estas partes, conocidas como los signos del zodiaco, recibieron el nombre de las constelaciones correspondientes. La palabra “zodiaco” viene del griego y significa “círculo de animales”, pues la mayoría de las doce constelaciones del zodiaco en un principio tenían nombres de animales terrestres o marinos.
En la actualidad estos signos ya no corresponden a las constelaciones de las que recibieron su nombre originalmente. Esto es debido a lo que se conoce como la precesión de los equinoccios, lo que resulta en un desplazamiento gradual de las constelaciones de 1° hacia el E. cada setenta años, en un ciclo de aproximadamente veintiséis mil años. Por consiguiente, el signo de Aries se ha desplazado en los pasados dos mil años unos 30° y ha entrado en el de la constelación Piscis.
Su conexión con la astrología. Las constelaciones del zodiaco fueron objeto de adoración falsa desde los primeros tiempos de Mesopotamia. Se atribuyeron ciertas cualidades a cada una de las diferentes constelaciones, que entonces se utilizaron en predicciones astrológicas basadas en la posición o relación particular de los cuerpos celestes con los signos del zodiaco en cualquier momento dado. Como se muestra en el texto de 2 Reyes 23:5, la astrología se introdujo en Judá por medio de sacerdotes de dioses extranjeros que ciertos reyes habían hecho venir al país. Jehová Dios había prohibido mucho antes tal culto a las estrellas bajo pena de muerte. (Dt 17:2-7.)
La astrología era una faceta predominante de la adoración babilonia. Sin embargo, las predicciones de los astrólogos basadas en el zodiaco no la salvaron de la destrucción, como el profeta Isaías había advertido de antemano con exactitud. (Isa 47:12-15; véase ASTRÓLOGOS.)
En la actualidad, los signos del zodiaco siguen desempeñando un papel importante en la adoración de mucha gente. Es digno de mención que los signos del zodiaco se introdujeron en algunas catedrales religiosas de la cristiandad, y se pueden ver hoy en, por ejemplo, la catedral de Notre-Dame de París, así como en las catedrales de Amiens y Chartres (Francia).
4:1-4.
¿Qué quiere decir la Biblia cuando asegura que “en la parte final de los días”, Jehová “dictará el fallo entre muchos pueblos, y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones”?.
Los “muchos pueblos” y las “poderosas naciones” no son países ni instituciones políticas, sino personas de toda nación que han decidido adorar a Jehová. Es en sentido espiritual que él dicta un fallo y endereza los asuntos con ellos.
4:5.
¿Qué significa andar en el nombre de Jehová?.
Andar en el nombre de Jehová no significa meramente decir que él es nuestro Dios. No es solo una cuestión de participar en las reuniones cristianas y en la predicación del Reino, aunque tales actividades también son fundamentales. Andar en el nombre de Jehová significa que estamos dedicados a él y procuramos servirle fielmente porque lo amamos con toda nuestra alma (Mateo 22:37). Y como adoradores suyos, estamos resueltos a andar en el nombre de Jehová nuestro Dios por toda la eternidad.
4:5a.
¿Cuál es una manera de honrar a Jehová?.
Una manera de honrar a Jehová es tratando su nombre con el debido respeto. Al fin y al cabo, somos “un pueblo para su nombre” (Hech. 15:14). Es un verdadero honor llevar el nombre de Jehová, el Dios todopoderoso. Nosotros andamos “en el nombre de Jehová” cuando hacemos todo lo posible para que nuestra conducta diaria esté a la altura del nombre que llevamos. Como les recordó Pablo a los cristianos de Roma, si no vivimos en conformidad con las buenas nuevas que predicamos, el nombre de Dios quedaría “blasfemado”, o desacreditado (Rom. 2:21-24). Otra forma de honrar a Jehová es participando en la predicación. Nosotros valoramos muchísimo el privilegio que tenemos de dar testimonio de él y de dar a conocer su nombre. Nos sentimos así por el gran amor que le profesamos y por el intenso deseo que tenemos de que se santifique su nombre. Ahora que sabemos la verdad acerca de nuestro Padre celestial y de sus propósitos, ¿cómo vamos a dejar de predicar? (1 Cor. 9:16.)
6:8.
¿Qué significa ‘andar con Dios’?.
‘Andar con Dios’ significa adoptar un modo de vivir que armonice con la voluntad y el propósito revelados de Dios. (1 Corintios 10:31.)
La palabra modestia significa falta de engreimiento y actitud de no dar importancia a las cualidades o méritos personales, ni presumir de ellos. Según una obra de consulta, modestia también quiere decir “mantenerse dentro de los límites”. La persona modesta se mantiene dentro de los límites del buen comportamiento. También reconoce que hay límites en lo que respecta a lo que puede hacer y lo que no. Sabe que hay cosas que no le competen.
Conciencia de las propias limitaciones; también, castidad o pureza personal. El verbo raíz hebreo tsa·ná´ se traduce “ser modesto” en Miqueas 6:8, su único uso en las Escrituras Hebreas. De la misma familia es el adjetivo tsa·nú·a´ (modesto), que se utiliza en Proverbios 11:2, donde se contrasta con la presunción. Aunque algunos eruditos modernos creen que el sentido de esa raíz es “ser cauteloso, cuidadoso, juicioso”, muchos opinan que significa “ser modesto”. Por ejemplo, la obra A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 857) dice que comunica la idea de alguien que es reservado, modesto o humilde.
“Modestia” traduce el sustantivo griego ai·dös. (1Ti 2:9.) Cuando ai·dös se emplea en sentido moral, expresa la idea de reverencia, temor reverencial, respeto por los sentimientos o la opinión ajenos o por la propia conciencia. Por lo tanto, expresa vergüenza, amor propio, sentimiento de honor, sobriedad y moderación. (A Greek-English Lexicon, de Liddell y Scott, revisión de H. Jones, Oxford, 1968, pág. 36.) Al comparar ai·dös con la palabra griega más común para “vergüenza” (ai·skjý·në; 1Co 1:27; Flp 3:19), el lexicógrafo Richard Trench dice que ai·dös es “la palabra más noble, e implica el motivo más noble: conlleva repugnancia moral innata a cometer algo deshonroso, repugnancia moral que no existe, o apenas si se encuentra, en la [ai·skjý·në]”. Añade que “[ai·dós] siempre impediría que una persona buena cometiera un acto indigno, mientras que [ai·skjý·në] podría detener en ocasiones a una persona mala”. (Synonyms of the New Testament, Londres, 1961, págs. 64, 65.) Por lo tanto, la conciencia está implicada de forma especial en el efecto restrictivo de ai·dös.
Ante Dios. Las Escrituras dan mucho consejo respecto a la modestia, entendida como la valoración adecuada que una persona hace de sí misma. “La sabiduría está con los modestos”, dice el proverbio. Esto se debe a que la persona que manifiesta modestia evita la deshonra que acompaña a la presunción o la jactancia. (Pr. 11:2.) Se apega al proceder aprobado por Jehová, de modo que es sabia. (Pr. 3:5, 6; 8:13, 14.) Jehová ama a tal persona y le concede sabiduría. Uno de los requisitos para conseguir el favor de Jehová es ‘ser modesto al andar con Él’. (Miq 6:8.) Se ha de apreciar correctamente la posición personal ante Dios, de modo que se reconozca la posición pecaminosa, que contrasta con la grandeza, pureza y santidad de Jehová. También significa que la persona debería reconocerse como criatura de Jehová, que depende por completo de Él y está sometida a su soberanía. Eva no lo reconoció; prefirió la independencia total y la autodeterminación. La modestia le hubiera ayudado a despedir de su mente la idea de llegar a ser “como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. (Gé 3:4, 5.) El apóstol Pablo desaconseja la confianza excesiva y la presunción, diciendo: “Sigan obrando su propia salvación con temor y temblor”. (Flp 2:12.)
En qué jactarse. La jactancia es lo opuesto a la modestia. La regla es: “Alábete un extraño, y no tu propia boca; hágalo un extranjero, y no tus propios labios”. (Pr 27:2.) Las propias palabras de Jehová son: “No se gloríe el sabio a causa de su sabiduría, y no se gloríe el poderoso a causa de su poderío. No se gloríe el rico a causa de sus riquezas. Pero el que se gloría, gloríese a causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí, que yo soy Jehová, Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la tierra; porque en estas cosas de veras me deleito”. (Jer 9:23, 24; compárese con Pr 12:9; 16:18, 19.)
Dios se interesa en los modestos. El apóstol Pablo muestra el interés de Dios en los modestos y también cita su propia conducta en la congregación como ejemplo de esta actitud modesta. Escribió a los cristianos de Corinto: “Pues ustedes contemplan su llamamiento por él, hermanos, que no muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble; sino que Dios escogió las cosas necias del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; y Dios escogió las cosas innobles del mundo, y las cosas menospreciadas, las cosas que no son, para reducir a nada las cosas que son, a fin de que ninguna carne se jacte a vista de Dios [...] así como está escrito: ‘El que se jacta, jáctese en Jehová’. Y así es que yo, cuando fui a ustedes, hermanos, no fui con extravagancia de habla o de sabiduría al declararles el secreto sagrado de Dios. Porque decidí no conocer cosa alguna entre ustedes salvo a Jesucristo, y a él fijado en el madero. Y fui a ustedes en debilidad y en temor y con mucho temblor; y mi habla y lo que prediqué no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con una demostración de espíritu y poder, para que su fe no estuviera en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios”. (1Co 1:26–2:5.)
‘No ir más allá de las cosas escritas.’ Pablo resalta más adelante en su carta lo necesario de que todo cristiano demuestre la cualidad de la modestia, o sea, la valoración adecuada de sí mismo, como él mismo había hecho. Los corintios habían caído en la trampa de jactarse de su relación con ciertos hombres, como Apolos y el propio Pablo. Él los corrigió, diciéndoles que al hacer esto eran carnales, no espirituales, y añadió: “Ahora pues, hermanos, estas cosas las he transferido de modo que nos apliquen a mí y a Apolos para el bien de ustedes, para que en nuestro caso aprendan la regla: ‘No vayas más allá de las cosas que están escritas’ [es decir, no ir más allá de los límites que las Escrituras fijan para el hombre en cuanto a su actitud hacia otros y hacia ellos mismos], a fin de que no se hinchen ustedes individualmente a favor de uno y en contra de otro. Pues, ¿quién hace que tú difieras de otro? En realidad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Entonces, si verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?”. El tener esto presente evitaría ser altivo o jactarse de uno mismo o de otro debido al linaje familiar, raza, color o nacionalidad, belleza física, habilidad, conocimiento, inteligencia, etc. (1Co 4:6, 7.) ★No exija más que Dios - (1-11-1989-Pg.29)
El ejemplo de Jesucristo. Jesucristo es el ejemplo superlativo de modestia. Dijo a sus discípulos que no podía hacer ni una sola cosa por iniciativa propia, sino solo lo que había contemplado hacer al Padre, y añadió que su Padre era mayor que él. (Jn 5:19, 30; 14:28.) Rechazó los títulos que no merecía. Cuando un gobernante le llamó “Buen Maestro”, respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios”. (Lu 18:18, 19.) Y dijo a sus discípulos que, como esclavos de Jehová, no deberían jactarse de las cosas que realizaban en Su servicio, o de sus méritos ante Dios. Más bien, cuando hubieran hecho todas las cosas que se les había asignado, su actitud debería ser: “Somos esclavos que no servimos para nada. Lo que hemos hecho es lo que deberíamos haber hecho”. (Lu 17:10.)
Además, cuando el Señor Jesucristo vivió como hombre perfecto en la Tierra, era superior a sus discípulos imperfectos y poseía gran autoridad otorgada por su Padre. No obstante, en su trato con los discípulos tomó en cuenta sus limitaciones. Los preparó con delicadeza y les habló con corrección. No les impuso más carga de la que podían soportar en el momento. (Jn 16:12; compárese con Mt 11:28-30; 26:40, 41.)
Vestimenta y otras posesiones. Cuando Pablo dio instrucciones al superintendente Timoteo respecto a la conducta apropiada en la congregación, dijo: “Deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras” (1Ti 2:9, 10.) El apóstol no desaconseja aquí la apariencia nítida, buena y agradable, pues recomienda “vestido bien arreglado”, sino que muestra lo impropio de la vanidad y la ostentación en el vestir, para atraer la atención sobre uno mismo o sus medios de vida. La modestia incluye también respetar los sentimientos de otros, respeto propio y sentido del honor. La manera de vestir del cristiano no debería escandalizar la decencia o herir u ofender la susceptibilidad moral de los miembros de la congregación. Este consejo en cuanto a la vestimenta ayuda a entender cómo espera Jehová que el cristiano vea y utilice otros bienes materiales que pueda tener.)
1:6, 9; 3:12; 5:2. Todas estas profecías se cumplieron sin falta, lo cual demuestra que la palabra de Jehová nunca falla. Los asirios destruyeron Samaria en el 740 antes de nuestra era, mientras aún vivía Miqueas (2 Reyes 17:5, 6). Durante el reinado de Ezequías, los ejércitos asirios llegaron hasta la mismísima Jerusalén (2 Reyes 18:13). Esta ciudad fue arrasada por los babilonios en el 607 (2 Crónicas 36:19). Y el Mesías efectivamente nació en “Belén Efrata” (Mateo 2:3-6).
2:1, 2. Sería muy peligroso afirmar que servimos a Dios cuando en realidad nuestra prioridad son las riquezas y no “el reino y la justicia de Dios” (Mateo 6:33; 1 Timoteo 6:9, 10).
3:1-3, 5. Jehová espera que quienes dirigen a sus siervos actúen con justicia.
3:4. Si queremos que Jehová conteste nuestras oraciones, no podemos pecar deliberadamente ni llevar una doble vida.
3:8. Solo con el espíritu santo y la fortaleza de Jehová podremos llevar a cabo nuestra comisión de predicar las buenas nuevas y proclamar los mensajes de juicio divinos.
5:5. Esta profecía mesiánica asegura que cuando los enemigos del pueblo de Dios lo ataquen, los siervos de Jehová serán dirigidos por “siete pastores” (número que indica plenitud) y “ocho adalides”, es decir, por una cantidad considerable de hombres capacitados.
5:7, 8. Para muchos, los cristianos ungidos son “como rocío de Jehová”, una bendición divina. La razón es que Dios los utiliza para proclamar el mensaje del Reino. Al predicar junto con los ungidos, las “otras ovejas” también contribuyen a reconfortar espiritualmente al prójimo (Juan 10:16). ¡Qué privilegio es participar en una obra que consuela tanto a la gente!
6:3, 4. Imitemos a Jehová Dios y tratemos con bondad y compasión incluso a los que tienen un carácter difícil o están débiles espiritualmente.
7:7. Cuando en este tiempo del fin nos enfrentemos a problemas, no nos desanimemos. Más bien, tengamos la misma “actitud de espera por [nuestro] Dios” que tuvo Miqueas.
7:18, 19. Sigamos el ejemplo de Jehová y estemos dispuestos a perdonar los pecados que se cometen contra nosotros.
Aquel que luche contra Dios y su pueblo será “cortado hasta tiempo indefinido” (Abdías 10). No obstante, la ira de Jehová puede aplacarse si hacemos caso de las advertencias divinas y dejamos el “mal camino” (Jonás 3:10). “En la parte final de los días”, es decir, en estos “últimos días”, muchas personas obedientes están afluyendo a la adoración pura, la cual se ha elevado por encima de la religión falsa (Miqueas 4:1; 2 Timoteo 3:1). Por consiguiente, estemos resueltos a andar “en el nombre de Jehová nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre” (Miqueas 4:5).
¡Qué lecciones tan valiosas contienen los libros de Abdías, Jonás y Miqueas! Su poderoso mensaje sigue tan vivo como cuando se escribió hace más de dos mil quinientos años (Hebreos 4:12).
PIENSE en un hombre de madurez, uno que ha pasado muchos años en servicio fiel a Jehová. Piense en un hombre denodado, uno que podía decir a los gobernantes de su nación: “Odiadores de lo que es bueno y amadores de la maldad, [...] ustedes los que también han comido el organismo de mi pueblo, y han desollado la mismísima piel de ellos”. Piense en un hombre humilde, que da todo el crédito por sus vigorosas declaraciones a Jehová, por cuyo espíritu hablaba. ¿No disfrutaría usted de tener la amistad de un hombre como ése? ¡Qué caudal de información y consejo sano podría impartir él! El profeta Miqueas fue un hombre de esa clase. Todavía tenemos acceso a su consejo selecto en el libro que lleva su nombre. (Miq. 3:2, 3, 8.)
2 Como sucede en el caso de muchos de los profetas, es muy poco lo que se dice de Miqueas mismo en su libro; el mensaje era lo importante. El nombre Miqueas es una forma abreviada de Miguel (que significa “¿Quién Es Como Dios?”) o Micaya (que significa “¿Quién Es Como Jehová?”). Miqueas fue profeta durante los reinados de Jotán, Acaz y Ezequías (777-717 a.E.C.), y por eso contemporáneo de los profetas Isaías y Oseas. (Isa. 1:1; Ose. 1:1.) No se sabe con exactitud por cuánto tiempo profetizó, pero a lo más fue por 60 años. Sus profecías sobre el arruinamiento de Samaria deben haberse dado antes de la destrucción de aquella ciudad en 740 a.E.C., y el registro entero debe haberse completado para el fin del reinado de Ezequías, en 717 a.E.C. (Miq. 1:1.) Miqueas fue un profeta rural de la aldea de Moréset en la fértil Sefelá, al sudoeste de Jerusalén. El hecho de que conocía bien la vida rural se nota por la clase de ilustraciones que usó para comunicar los puntos de sus declaraciones (2:12; 4:12, 13; 6:15; 7:1, 4, 14).
3 Miqueas vivió en tiempos peligrosos y significativos. Uno tras otro, los desenvolvimientos presagiaban destrucción para los reinos de Israel y Judá. La corrupción moral y la idolatría estaban en plenitud en Israel, y esto significó destrucción para aquella nación a manos de Asiria, evidentemente durante la misma vida de Miqueas. Judá pasó de hacer lo correcto durante el reinado de Jotán a copiar la iniquidad de Israel durante el reinado rebelde de Acaz, y de eso a recobrarse durante el reinado de Ezequías. Jehová levantó a Miqueas para dar una fuerte advertencia a Su pueblo de lo que se proponía traerles. Las profecías de Miqueas corroboraron las de Isaías y Oseas. (2 Rey. 15:32–20:21; 2 Cró., caps. 27-32; Isa. 7:17; Ose. 8:8; 2 Cor. 13:1.)
4 Hay abundancia de pruebas de la autenticidad del libro de Miqueas. Siempre ha sido aceptado por los judíos como parte del canon hebreo. Jeremías 26:18, 19 hace referencia directa a estas palabras de Miqueas: “Sión será arada como un simple campo, y Jerusalén misma llegará a ser simples montones de ruinas”. (Miq. 3:12.) Esta profecía se cumplió con exactitud en 607 a.E.C. cuando el rey de Babilonia asoló a Jerusalén, “a fin de causar ruina”. (2 Cró. 36:19.) También se cumplió una profecía similar acerca de Samaria, que llegaría a ser “un montón de ruinas del campo”. (Miq. 1:6, 7.) Samaria fue arruinada por los asirios en 740 a.E.C. cuando estos llevaron en cautiverio al reino norteño de Israel. (2 Rey. 17:5, 6.) Más tarde fue conquistada por Alejandro Magno en el siglo IV a.E.C. y fue devastada por los judíos bajo Juan Hircano I en el siglo II a.E.C. De esta última destrucción de Samaria, The New Westminster Dictionary of the Bible, 1970, página 822, dice: “El vencedor la demolió; trató de borrar toda prueba de que en aquel cerro había habido una ciudad fortificada”.
5 La prueba arqueológica también apoya los cumplimientos de la profecía de Miqueas. En anales asirios se hace referencia a la destrucción de Samaria por los asirios. Por ejemplo, el rey asirio Sargón se jactó: “Sitié y conquisté a Samaria (Sa-me-ri-na)”. Sin embargo, en realidad puede haber sido el predecesor de Sargón, Salmanasar V, quien completara la conquista. Respecto a Salmanasar, una crónica babilónica declara: “Él devastó a Samaria”. La invasión de Judá durante el reinado de Ezequías, como la predijo Miqueas, fue bien registrada en una crónica por Senaquerib. (Miq. 1:6, 9; 2 Rey. 18:13.) Él hizo que en el muro de su palacio en Nínive se hiciera un relieve grande de cuatro paneles en el que se representó la captura de Lakís. En su prisma declara: “Puse sitio a 46 de sus ciudades fuertes [...] saqué (de ellas) 200.150 personas [...] A él mismo lo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula”. También menciona el tributo que le pagó Ezequías, aunque exagera la cantidad. No hace mención de la calamidad que le sobrevino a sus tropas. (2 Rey. 18:14-16; 19:35.)
6 Lo que pone la inspiración del libro más allá de toda duda es la profecía sobresaliente de Miqueas 5:2, la cual predice el lugar donde habría de nacer el Mesías. (Mat. 2:4-6.) También hay pasajes que tienen paralelo en declaraciones de las Escrituras Griegas Cristianas. (Miq. 7:6, 20; Mat. 10:35, 36; Luc. 1:72, 73.)
7 Aunque puede que Miqueas haya sido de las zonas rurales de Judá, es obvio que podía expresarse muy bien. Algunas de las mejores expresiones de la Palabra de Dios se hallan en su libro. El capítulo 6 está escrito en un sorprendente estilo dialogal. Transiciones abruptas captan la atención del lector al pasar Miqueas velozmente de un punto a otro, de maldición a bendición y de vuelta a la maldición. (Miq. 2:10, 12; 3:1, 12; 4:1.) Abundan las figuras retóricas vívidas: Al salir Jehová, “las montañas tienen que derretirse bajo él, y las llanuras bajas mismas se henderán, como cera debido al fuego, como aguas que se derraman por un lugar empinado” (1:4; véase también 7:17).
8 El libro puede dividirse en tres secciones, cada una de las cuales empieza con el llamado “Oigan” y pasa a dar reprensiones, advertencias de castigo y promesas de bendición.
9 Sección 1 - (1:1–2:13) Jehová viene de su templo para castigar a Samaria por su idolatría. La hará “un montón de ruinas” y ‘derramará en el valle sus piedras’, mientras desmenuza sus imágenes esculpidas. No habrá cura para ella. Judá también es culpable y será invadida ‘hasta la puerta de Jerusalén’. Los que traman lo que es dañino están bajo condenación y se lamentarán: “¡Positivamente se nos ha despojado violentamente!” (1:6, 12; 2:4).
10 De súbito se concentra la atención en la misericordia de Jehová cuando, en nombre de Jehová, el profeta declara: “Positivamente te reuniré, Jacob [...] En unidad los pondré, como rebaño en el aprisco, como hato en medio de su pasto; tendrán el alboroto de hombres” (2:12).
11 Sección 2 - (3:1–5:15) Miqueas entonces continúa: “Oigan, por favor, cabezas de Jacob y ustedes los comandantes de la casa de Israel”. Dirige una denuncia abrasadora contra estos “odiadores de lo que es bueno y amadores de la maldad” que oprimen al pueblo. Ellos le han “desmenuzado sus propios huesos” al pueblo (3:1-3). Entre ellos están los profetas falsos que no dan guía verdadera, y que hacen que el pueblo de Dios se extravíe. ¡Se necesita más que valor humano para proclamar este mensaje! Pero Miqueas declara con confianza: “Yo mismo he llegado a estar lleno de poder, con el espíritu de Jehová, y de justicia y poderío, para informar a Jacob su sublevación y a Israel su pecado” (3:8). Su denuncia de los gobernantes culpables de derramamiento de sangre culmina con esta abrasadora declaración: “Sus propios cabezas juzgan meramente por un soborno, y sus propios sacerdotes instruyen solo por precio, y sus propios profetas practican adivinación sencillamente por dinero” (3:11). Por eso Sión será arada como un campo, y Jerusalén llegará a ser un simple montón de ruinas.
12 De nuevo hay un contraste repentino, y la profecía se dirige a “la parte final de los días” y describe grandiosa y conmovedoramente cómo se restaura la adoración de Jehová en su montaña (4:1). Muchas naciones subirán para aprender los caminos de Jehová, porque su ley y su palabra procederán de Sión y de Jerusalén. No aprenderán más la guerra, sino que cada cual se sentará debajo de su vid y de su higuera. No tendrán más temor. Que los pueblos sigan cada cual a su dios, pero los adoradores verdaderos andarán en el nombre de Jehová su Dios, y él gobernará sobre ellos como Rey para siempre. Sin embargo, primero Sión tiene que ir al destierro en Babilonia. Tan solo en la restauración de ella pulverizará Jehová a sus enemigos.
13 Miqueas ahora predice que el que gobernará en Israel, “cuyo origen es de tiempos tempranos”, saldrá de Belén Efrata. Gobernará como ‘pastor en la fuerza de Jehová’ y será grande, no solo en Israel, sino “hasta los cabos de la tierra” (5:2, 4). El invasor asirio tendrá solo un éxito pasajero, porque se le hará volver atrás y su propia tierra será desolada. “Los restantes de Jacob” serán como “rocío de Jehová” entre la gente y como un león por su valor entre las naciones (5:7). Jehová desarraigará la adoración falsa y ejecutará venganza sobre las naciones desobedientes.
14 Sección 3 - (6:1–7:20) Una sorprendente escena de tribunal se presenta en diálogo ahora. Jehová tiene “una causa judicial” con Israel, y llama como testigos a las mismas colinas y montañas (6:1). Desafía a Israel a testificar contra él, y repasa sus hechos justos a favor de ellos. ¿Qué requiere Jehová del hombre terrestre? No una multitud de sacrificios animales, sino “ejercer justicia y amar la bondad y ser modesto al andar con [su] Dios” (6:8). Esto es exactamente lo que hace falta en Israel. En vez de justicia y bondad hay “balanzas inicuas”, violencia, falsedad y habla mañosa (6:11). En vez de andar modestamente con Dios, andan según los consejos inicuos y la adoración idolátrica de Omrí y Acab, quienes reinaron en Samaria.
15 El profeta deplora la decadencia moral de su pueblo. ¡Si hasta “el más recto de ellos es peor que un seto de espinos”! (7:4). Hay traición entre los amigos íntimos y dentro de las familias. Miqueas no se desanima. “Por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá” (7:7). Advierte a otros que no se regocijen porque Jehová castigue a Su pueblo, porque habrá liberación. Jehová pastoreará y apacentará a su pueblo y le mostrará “cosas maravillosas”, y las naciones se asustarán (7:15). Al concluir su libro, Miqueas hace recordar el significado de su nombre al alabar a Jehová por Su deleitable bondad amorosa. Sí, ‘¿Quién es un Dios como Jehová?’ (7:18).
16 Casi 2.700 años atrás, el profetizar de Miqueas fue muy ‘provechoso para censurar’, porque el rey Ezequías de Judá respondió a su mensaje y condujo a la nación al arrepentimiento y a la reforma religiosa. (Miq. 3:9-12; Jer. 26:18, 19; compárese con 2 Reyes 18:1-4.) Hoy día esta profecía inspirada es más provechosa aún. ¡Oigan, todos los que afirman ser adoradores de Dios, las advertencias claras de Miqueas contra la religión falsa, la adoración de ídolos, la mentira y la violencia! (Miq. 1:2; 3:1; 6:1.) Pablo corrobora estas advertencias en 1 Corintios 6:9-11, donde dice que los cristianos verdaderos han sido lavados y que ninguno que participa en prácticas de ese tipo heredará el Reino de Dios. Miqueas 6:8 declara simple y claramente que el requisito de Jehová es que el hombre ande con Él en justicia, bondad y modestia.
17 Miqueas dio su mensaje entre un pueblo tan dividido que ‘los enemigos de un hombre eran los hombres de su casa’. Los cristianos verdaderos a menudo predican en circunstancias similares, y algunos hasta afrontan traiciones y persecución enconada dentro de su propio círculo familiar. Siempre tienen que esperar con paciencia en Jehová, el ‘Dios de su salvación’. (Miq. 7:6, 7; Mat. 10:21, 35-39.) En persecución o cuando se encaran con una asignación difícil, los que confían valerosamente en Jehová, como Miqueas, se ‘llenarán de poder, con el espíritu de Jehová’, al anunciar a otros Su mensaje. Miqueas profetizó que esa clase de valor sería especialmente patente en “los restantes de Jacob”. Estos serían ‘como un león entre las naciones, en medio de muchos pueblos’, y al mismo tiempo como rocío refrescante y chaparrones procedentes de Jehová. Estas cualidades ciertamente se manifestaron en el ‘resto de Israel (Jacob)’ compuesto de miembros de la congregación cristiana del primer siglo. (Miq. 3:8; 5:7, 8; Rom. 9:27; 11:5, 26.)
18 El nacimiento de Jesús en Belén, en cumplimiento de la profecía de Miqueas, no solo confirma que el libro se escribió por inspiración divina; también arroja luz sobre el hecho de que el contexto del versículo señala proféticamente a la venida del Reino de Dios bajo Cristo Jesús. Jesús es el que sale de Belén (Casa de Pan) con beneficios que significan vida para todos los que ejercen fe en su sacrificio. Es el que “efectúa pastoreo en la fuerza de Jehová” y llega a ser grande y expresa paz hasta los cabos de la Tierra entre el rebaño restaurado y unificado de Dios. (Miq. 5:2, 4; 2:12; Juan 6:33-40.)
19 La profecía de Miqueas comunica mucho estímulo en cuanto a “la parte final de los días”, cuando “muchas naciones” buscan instrucción de Jehová. “Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.” Estas personas, tras abandonar toda adoración falsa, afirman junto con Miqueas: “Nosotros, por nuestra parte, andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre”. En verdad la profecía de Miqueas inspira fe al suministrar una visión por anticipado de estos sucesos trascendentales. También es sobresaliente por ensalzar a Jehová como el Soberano y Rey eterno. ¡Qué emocionantes son las palabras: “Jehová realmente reinará sobre ellos en el monte Sión, desde ahora en adelante y hasta tiempo indefinido”! (Miq. 4:1-7; 1 Tim. 1:17.)
Libro profético de las Escrituras Hebreas que contiene la palabra de Jehová por medio de Miqueas concerniente a Samaria y Jerusalén. (Véase MIQUEAS núm. 7.) Consta de tres secciones básicas, cada una de las cuales comienza con la palabra “Oigan”. (Miq 1:2; 3:1; 6:1.)
Las palabras proféticas de Miqueas con respecto a la desolación de Samaria debieron pronunciarse con anterioridad a la destrucción de aquella ciudad en 740 a.E.C., y sus declaraciones se debieron poner por escrito antes del final del reinado de Ezequías.
Las condiciones morales de los pueblos de Israel y Judá en el tiempo de Miqueas eran deplorables. Los caudillos oprimían al pueblo, especialmente a los pobres. Los jueces, sacerdotes y profetas ambicionaban dinero. Abundaban la idolatría, el fraude, la opresión, las injusticias y el derramamiento de sangre. No se podía confiar ni siquiera en los amigos íntimos ni en los familiares. (Miq 1:7; 2:1, 2; 3:1-3, 9-12; 6:12; 7:2-6.)
El libro de Miqueas describe con franqueza los errores de Israel y Judá. Aunque predice la desolación de Samaria y Jerusalén debido a sus transgresiones (Miq 1:5-9; 3:9-12), también contiene promesas de restablecimiento y bendiciones divinas que habrían de venir. (Miq 4:1-8; 5:7-9; 7:15-17.)
La autenticidad de este libro no se cuestiona. Armoniza con el resto de las Escrituras al mostrar que Jehová es un Dios misericordioso y amoroso, que perdona el error y pasa por alto la transgresión. (Miq 7:18-20; compárese con Éx 34:6, 7; Sl 86:5.) Desde tiempos antiguos los judíos lo han aceptado como auténtico. Aproximadamente un siglo después del tiempo de Miqueas, ciertos ancianos de Judá citaron en defensa de Jeremías las palabras que Miqueas pronunció durante el reinado de Ezequías sobre la desolación de Jerusalén. (Jer 26:17-19; compárese con Miq 3:12.) Siglos después, los principales sacerdotes y escribas judíos declararon con confianza, sobre la base de la profecía de Miqueas, que el Cristo nacería en Belén. (Mt 2:3-6; compárese con Miq 5:2.) El cumplimiento de las profecías sobre Samaria, Jerusalén y el Mesías o Cristo identifican este libro como inspirado por Dios. También es digno de mención que las palabras de Jesús en cuanto a que los enemigos del hombre serían personas de su propia casa son una paráfrasis de Miqueas 7:6. (Mt 10:21, 35, 36.)
Exposición franca del error de Israel y Judá, anuncio de la desolación de Samaria y Jerusalén y proclamación de las promesas de restablecimiento |
La maldad de Israel y Judá contrasta con las normas justas de Jehová
★Los opresores traman apoderarse de casas y campos mientras descansan en su cama; al amanecer llevan a cabo sus maquinaciones (2:1, 2) |
Juicios de Jehová contra Israel; Judá también se verá afectada
★El juicio de Jehová reducirá a Samaria a un montón de ruinas; el desastre también alcanzará a Judá y Jerusalén (1:3-16) |
Se recogerá un resto y se ensalzará la adoración verdadera
★El resto de Israel será recogido “como rebaño en el aprisco”, con su rey delante de ellos y Jehová a la cabeza de ellos (2:12, 13) |