El libro de Números, escrito por Moisés en el desierto y en las llanuras de Moab, abarca un período de treinta y ocho años y nueve meses, que transcurre desde 1512 a.E.C. hasta 1473 a.E.C. (Números 1:1; Deuteronomio 1:3). Su nombre hace referencia a los dos censos de israelitas que se realizaron con treinta y ocho años de diferencia (capítulos 1-4, 26). La narración se divide en tres secciones. La primera cuenta los hechos que acontecieron en el monte Sinaí. La segunda abarca lo ocurrido durante el tiempo en que Israel vagó por el desierto. Y la última habla de los sucesos que tuvieron lugar en las llanuras de Moab. Mientras lee este relato, tal vez quiera preguntarse: “¿Qué me enseñan estos episodios? ¿Contiene este libro algunos principios que me beneficien hoy?”.
El primero de los dos censos se lleva a cabo mientras los israelitas todavía se encuentran al pie del monte Sinaí. Este recuento, efectuado obviamente con fines militares, arroja un resultado de 603.550 varones de 20 años de edad o más, sin contar a los levitas. El número total de integrantes del campamento, incluidos mujeres, niños y los levitas, quizás supere los tres millones de personas.Una vez censados, los israelitas reciben instrucciones sobre el orden de marcha, las tareas de los levitas y el servicio del tabernáculo, los mandatos que regulaban la cuarentena, y las leyes aplicables a los casos de celos y a los votos contraídos por los nazareos. El capítulo 7 contiene información acerca de las ofrendas realizadas por los principales de las tribus con motivo de la inauguración del altar, y el capítulo 9 trata de la observancia de la Pascua. También se indica a la asamblea cómo montar y levantar el campamento.
Respuestas a preguntas bíblicas:
2:1, 2.
¿Qué eran “las señales” en torno a las cuales acampaban en el desierto las divisiones de tres tribus?.
La Biblia no nos explica en qué consistían estas señales. Sin embargo, no se las consideraba símbolos sagrados ni se les atribuía ningún significado religioso. Su función era eminentemente práctica: ayudar a toda persona a encontrar su lugar en el campamento.
3:39.
¿Se contradicen Números 3:39 ↔ la suma de familias en Números Cap 3?.
A menudo el contexto suministra la clave para resolver las aparentes discrepancias numéricas. Un caso a propósito es el número de levitas incluidos en el intercambio de los primogénitos israelitas. En el capítulo 3 de Números las cifras del censo de las tres familias que comprendían la tribu de Leví suman un total de 22.300. Pero Números 3:39 indica que el número total de varones levitas era 22.000, una diferencia de 300.
La razón de esta diferencia se hace evidente rápidamente cuando consideramos el propósito de las cifras. En Números 3:12, 13 dice Jehová: “Tomo a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos que abren la matriz de los hijos de Israel; y los levitas tienen que llegar a ser míos. Porque todo primogénito es mío. El día en que herí a todo primogénito en la tierra de Egipto santifiqué para mí a todo primogénito de Israel.”
De este pasaje se hace evidente que todos los primogénitos le pertenecían a Jehová y, en consecuencia, normalmente serían los que le servirían en el santuario. No obstante, más bien que usar a los primogénitos en esa capacidad, Jehová escogió a los varones de la tribu de Leví. Pero algunos de los levitas ya estaban en posición de servir en el santuario. ¿Por qué? Porque eran primogénitos. Por eso estos levitas no han de haber figurado en el intercambio. De manera que los 300 levitas que no fueron contados al hacer el intercambio, lógicamente deben haber sido primogénitos.
El número de primogénitos de la tribu de Leví puede dar la impresión de ser excepcionalmente pequeño. Pero debería recordarse que, debido a la poligamia, un hombre podía tener muchos hijos pero solo un primogénito. Se contaba al primogénito del hombre y no al de la mujer. Siendo que la tribu de Leví era aproximadamente un quinto o un sexto más pequeña que cualquiera de las tribus promedio de Israel, la proporción de primogénitos levitas no es inferior a la de los otros primogénitos.
4:30.
¿Se contradice Nu 4:3, 30, 31 y 8:24-26, respecto a la edad de servicio en el templo?.
Había una edad mínima para empezar a servir en el templo, así como una edad límite en la que terminaba el servicio obligatorio. Algunos han visto una discrepancia entre Números 4:3, 30, 31 y 8:24-26, ya que primero se dice que la edad mínima para empezar el servicio levítico era treinta años y, más tarde, veinticinco. No obstante, parece ser que se habla de dos categorías de servicio. Algunas fuentes rabínicas explican que a la edad de veinticinco años se introducía al levita en el servicio del tabernáculo, aunque solo para realizar tareas menores, y luego, cuando alcanzaba los treinta años, se le asignaban tareas de mayor envergadura. Aducen que las referencias al “trabajo” y al “servicio laborioso y el servicio de llevar cargas” de Números 4:3, 47 no aparecen en Números 8:24, donde se da la edad mínima de veinticinco años. Otros añaden que los trabajos de los levitas que tenían treinta años o más estaban relacionados con el transporte del tabernáculo y su equipo de un lugar a otro, mientras que el servicio de aquellos cuyas edades estaban comprendidas entre los veinticinco y treinta años se circunscribía a las labores que se realizaban en el tabernáculo una vez que se erigía en el lugar donde el pueblo acampaba. Los que piensan que las tareas más pesadas solo se asignaban a partir de los treinta años aducen que a esta edad se tenía más fuerza, madurez intelectual y juicio sano. La Septuaginta griega da la edad de veinticinco años tanto en Números 4:3 como en 8:24. Tiempo después, en los días de David, la edad mínima para empezar a servir en el tabernáculo, y más tarde en el templo, se rebajó a veinte años. (1Cr 23:24-32; compárese con Esd 3:8.)
5:11-31.
¿Qué le sucedía realmente a una esposa culpable de haber cometido adulterio?.
El agua misma no causaba ningún sufrimiento. Pero se bebía ante Jehová, quien sabía si la mujer era culpable de adulterio, o no. Si lo era, él haría que se le hinchara el vientre y se le decayera el muslo. Evidentemente el muslo se usa aquí como eufemismo por los órganos de procreación. (Compare con Génesis 46:26.) “Decaer” indica que esos órganos se atrofian, lo cual imposibilita la concepción. Esto estaría en armonía con el hecho de que si la mujer era inocente, su esposo tenía que ponerla encinta.
8:25, 26.
¿Aplica al pueblo de Jehová hoy día el principio de la ley sobre el retiro de los levitas?.
Todos los varones capacitados de las tres familias levitas principales ayudaban a los sacerdotes. Con el tiempo los levitas se harían numerosos, pero la cantidad de puestos de servicio en el santuario era limitada. Sin duda, pues, tanto por consideración a la edad como para evitar un apiñamiento en tales cargos, Jehová ordenó que a los levitas que cumplieran 50 años de edad se les debía retirar del servicio obligatorio, aunque todavía podían ayudar voluntariamente. No obstante, eso no establece ninguna regla para los israelitas espirituales y sus compañeros, porque ellos no están bajo la Ley (Romanos 6:14; Efesios 2:11-16). Si la edad avanzada incapacitara a un cristiano para llevar a cabo cierta responsabilidad, éste pudiera ser cambiado a una forma de servicio que pueda efectuar. Para los testigos de Jehová no hay jubilación o retiro de la predicación de las buenas nuevas del Reino.
6:1-7. Ser nazareo exigía abnegación, pues había que abstenerse del fruto de la vid y de toda bebida embriagante. Al igual que las mujeres se dejaban el pelo largo en muestra de sujeción a sus esposos o padres, los nazareos lo hacían como señal de sumisión a Jehová. Dado que debían mantenerse limpios, no podían acercarse a ningún cadáver, ni siquiera al de un pariente próximo. En la actualidad, los siervos de tiempo completo manifiestan tal espíritu de sacrificio al ser abnegados y sumisos a Jehová y su organización. Algunas asignaciones tal vez requieran mudarse a un país distante, lo que pudiera dificultarles o impedirles su regreso a casa para asistir al funeral de un familiar cercano.
8:25, 26. Para distribuir de manera conveniente los puestos de servicio de los levitas y por consideración a la edad, a los hombres mayores se les apartaba del servicio obligatorio. Sin embargo, podían ofrecerse para ayudar a otros levitas. Aunque en nuestros días no se jubila a nadie de su labor como proclamador del Reino, el principio implícito en esta ley nos enseña una valiosa lección. Aquel cristiano cuya edad avanzada le impida desempeñar ciertas obligaciones puede participar en otros aspectos del servicio que estén a su alcance.
En el desierto de Parán, camino de Qadés, se producen al menos tres episodios de quejas. Jehová pone fin al primero enviando un fuego que consume a algunos miembros del pueblo. Más adelante, los israelitas claman por carne y Jehová les suministra codornices. Por último, las quejas de Míriam y Aarón contra Moisés tienen como consecuencia que a ella se la castigue temporalmente con lepra.
Ya acampados en Qadés, Moisés envía a espiar la Tierra Prometida a doce hombres, que regresan al cabo de cuarenta días. El pueblo, creyendo el informe desfavorable de diez de los espías, quiere apedrear a Moisés, Aarón y los fieles espías Josué y Caleb. Jehová se propone herir a los israelitas con peste, pero porque Moisés intercede, los condena a vagar por el desierto durante cuarenta años, hasta que mueran todos los que han sido censados.
Jehová dicta más disposiciones. Coré y otros israelitas rebeldes se alzan contra Moisés y Aarón, pero mueren consumidos por el fuego o tragados por la tierra. Al día siguiente, toda la asamblea murmura de Moisés y Aarón, por lo que perecen 14.700 israelitas a causa de un azote divino. Dios hace florecer la vara de Aarón a fin de que se sepa a quién ha escogido como sumo sacerdote. Luego pasa a dar más leyes relacionadas con las responsabilidades de los levitas y la limpieza del pueblo. El empleo de las cenizas de una vaca roja prefigura la limpieza que se obtiene mediante el sacrificio de Jesús (Hebreos 9:13, 14).
Los hijos de Israel retornan a Qadés, donde Míriam muere. La asamblea prorrumpe de nuevo en quejas contra Moisés y Aarón, esta vez debido a la falta de agua. Por no santificar el nombre divino cuando Jehová milagrosamente les proporciona agua, Moisés y Aarón pierden la oportunidad de entrar en la Tierra Prometida. Israel deja atrás Qadés, y Aarón muere en el monte Hor. Mientras rodean Edom, los israelitas se cansan y hablan en contra de Dios y Moisés. Jehová los castiga enviándoles serpientes venenosas. Una vez más, Moisés intercede, y Dios le ordena que haga una serpiente de cobre y la fije en un poste para que quienes hayan sido mordidos la miren y se curen. La serpiente prefigura el hecho de que se fijara a Jesucristo en un madero para nuestro beneficio eterno (Juan 3:14, 15). Israel derrota a los reyes amorreos Sehón y Og, y se apropia de sus tierras.
Respuestas a preguntas bíblicas:
11:5.
¿Por qué no podemos confiar siempre en nuestra memoria?.
Al crearnos a su imagen, Jehová nos capacito con un mecanismo regenerador de la mente, para evitar los malos recuerdos y concentrarnos mejor en las buenas experiencias del pasado, éste mecanismo nos sirve de protección contra la resignación y la depresión, además nos ayuda a evitar el guardar rencor y poder perdonar mas fácilmente. No obstante, al pensar en cómo era nuestra vida en el pasado, la memoria puede traicionarnos llevándonos a exagerar los buenos recuerdos y minimizar los problemas del pasado. Esta visión distorsionada del ayer puede hacer que nos invada la nostalgia. Pero la Biblia advierte: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales preguntas” (Ecl. 7:10, Nueva Versión Internacional).
12:1.
¿Por qué se quejaron Míriam y Aarón respecto a Moisés?.
Aparentemente, el verdadero motivo fue que Míriam deseaba más poder. Al reencontrarse Moisés con su esposa Ziporá en el desierto, es posible que Míriam temiese perder su posición como la mujer de más autoridad en el campamento (Éxodo 18:1-5). Además, consiguió que Aarón se le uniera en criticar a Moisés por haberse casado con una cusita y en desafiar la posición incomparable de él delante de Dios. Por este motivo, Jehová castigó tanto a Míriam como a Aarón, pero el hecho de que solo Míriam fuera herida de lepra pudiera indicar que ella fue la instigadora.
12:9-11.
¿Por qué se castigó solo a Míriam con lepra?.
Es muy probable que fuera ella quien suscitó las quejas y quien convenció a Aarón para que se le uniera. Este último manifestó una buena actitud al reconocer su error.
13:28.
¿Qué presión sufrieron Josué y Caleb por la falta de fe de sus compañeros?.
Los dos habían formado parte de un grupo de doce hombres que había estado espiando la Tierra Prometida. Los otros diez dieron un informe muy negativo y desalentador. Hasta aseguraron que habían visto gigantes que descendían de los nefilim, o sea, de los hijos que habían tenido los ángeles rebeldes con las mujeres (Gén. 6:4). ¡Qué disparate! Aquellos seres híbridos no solo no habían tenido hijos, sino que habían muerto siglos antes en el Diluvio. Este ejemplo ilustra que, cuando las personas están débiles en la fe, pueden aceptar las ideas más absurdas. Así les sucedió a los israelitas: los rumores de los diez espías los llenaron de pánico. Tanto es así que la mayoría pensó que sería un error hacer caso a Jehová y entrar en la Tierra Prometida. (Núm. 13:25-33.)
14:33.
¿Qué distancia había de Egipto a Canaán?.
Desde Canaán hasta Egipto había una distancia de más de 300 kilómetros, el viaje de los israelitas no debería de haber tardado más de 11 días, pero su rebelión los llevo a vagar por el desierto por cuarenta años.
16:31, 33.
¿Están muertas para siempre todas aquellas personas que Dios destruyó en el pasado?.
La Biblia muestra que no toda destrucción es eterna, lo que se advierte por la equiparación que se hace en dos ocasiones de la palabra hebrea ’avad·dóhn (destrucción) con “Seol”. (Job 26:6; Pr 15:11.) Mientras que el profeta Sofonías habló de la destrucción de Asiria, Ezequiel dijo que los asirios bajarían al Seol. (Sof 2:13; Eze 32:21, 22.) Además, cuando Moisés refirió la destrucción de los rebeldes Datán y Abiram, dijo que bajaron “vivos al Seol”. (Nú 16:31, 33.) Y ya que el sentido bíblico de Seol es el sepulcro común de la humanidad del que habrá resurrección, es evidente que no toda destrucción —ni siquiera cuando es Dios quien la causa— es necesariamente eterna.
18:20.
¿Qué daba a entender Dios al decirle a la tribu de Leví: “Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia”?.
A diferencia de las demás tribus de Israel, los levitas no recibieron ningún territorio. No obstante, Jehová era su “herencia” (Núm. 18:20). Aunque no tenían tierras, gozaban de una honrosa posición de servicio. Claro, Jehová se ocupaba de sus necesidades básicas. De igual modo, los cristianos que tienen el privilegio de trabajar a favor de los intereses del Reino pueden estar seguros de que sus necesidades serán cubiertas.
11:27-29. Moisés nos puso un magnífico ejemplo del modo como debemos reaccionar cuando otros reciben privilegios en el servicio de Jehová. En vez de ponerse celoso y tratar de ensalzarse a sí mismo, Moisés se alegró cuando Eldad y Medad empezaron a actuar como profetas.
12:2, 9, 10; 16:1-3, 12-14, 31-35, 41, 46-50. Jehová espera que sus siervos respeten la autoridad que él concede. Por otra parte, Moisés no se aprovecho de su posición dada por Jehová, para promocionar parcialmente posiciones privilegiadas de responsabilidad entre sus parientes con favoritismo.
14:24. A fin de resistir la presión del mundo para que hagamos lo que está mal, es fundamental cultivar “un espíritu diferente”, esto es, una actitud mental distinta a la del mundo.
15:37-41. Los peculiares flecos de la indumentaria de los israelitas tenían el propósito de recordarles que eran un pueblo separado para adorar a Dios y obedecer sus mandamientos. ¿No deberíamos nosotros también vivir en conformidad con las normas divinas y sobresalir por ser diferentes del mundo?
El segundo censo pone de manifiesto que, salvo Josué y Caleb, no queda vivo ninguno de los hombres registrados en el primero. Moisés designa a Josué como su sucesor. El pueblo de Israel recibe instrucciones sobre los procedimientos de diversas ofrendas y sobre los votos hechos a Jehová. Además, los israelitas se vengan de los madianitas. Rubén, Gad y media tribu de Manasés se asientan al este del Jordán, y se ordena a Israel que cruce el río y ocupe la tierra. Se establecen con detalle los límites de la tierra, y se reparten las heredades por sorteo. A los levitas se les conceden 48 ciudades, seis de las cuales sirven de ciudades de refugio.
Respuestas a preguntas bíblicas:
22:20-22.
Puesto que Jehová dijo a Balaam que se fuera con los hombres de Balac, ¿por qué se encolerizó cuando Balaam se marchó con ellos?.
Jehová le había dicho al profeta Balaam que no debía maldecir a los israelitas (Números 22:12). Sin embargo, el profeta acompañó a los hombres de Balac con el firme propósito de desobedecer aquel mandato, pues quería complacer al rey moabita para que este lo recompensara (2 Pedro 2:15, 16; Judas 11). Pese a que contra su voluntad había tenido que bendecir a Israel en lugar de maldecirlo, todavía trató de ganarse el favor del rey proponiéndole que empleara adoradoras de Baal para seducir a los varones israelitas (Números 31:15, 16). Así pues, la cólera de Dios contra Balaam fue provocada por la codicia sin escrúpulos de aquel profeta. Como Caín, pasó por alto tercamente la voluntad de Dios (Gén. 4:6-8)
22:38.
¿Por qué optó Jehová Dios por hablar por medio del adivinador Balaam?.
Evidentemente el propósito de Jehová era probar que ningún arma tendría éxito contra su pueblo. Los moabitas y los madianitas se dieron cuenta de que no podían derrotar a los israelitas simplemente con el uso de armas militares. Creyendo que Balaam podía pronunciar una maldición eficaz contra Israel, consideraban a este adivinador como su arma más potente. Pero cuando Balaam, a pesar de su deseo de hacer lo contrario, se vio obligado a bendecir a los israelitas, quedó claro que no se podría pelear contra ellos con éxito. (Isaías 54:17)
24:7.
En vista de que Agag fue contemporáneo de Saúl, rey de Israel, ¿no era una discrepancia el que Balaam hiciera referencia a un soberano amalequita de ese nombre mucho antes?.
Alrededor del año 1473 a.E.C., Balaam predijo que un rey de Israel sería “más alto que Agag”. (Números 24:7.) No se vuelve a mencionar a Agag hasta el reinado de Saúl (1117-1078 a.E.C.). (1 Samuel 15:8.) Ahora bien, este hecho no constituye una discrepancia, pues “Agag” puede haber sido un título de la realeza semejante al de Faraón de Egipto. También es posible que Agag fuera un nombre común entre los soberanos amalequitas.
25:1.
¿Por qué participaron en orgías sexuales los israelitas que adoraron al dios falso Baal?.
Los cananeos creían que Baal, dios de la fertilidad, era el responsable de la productividad de los campos y del ganado. Según la obra Manners and Customs in the Bible (Modales y costumbres bíblicas), “celebraban ritos sexuales en los santuarios locales. Pensaban que así animaban al dios de la tormenta, Baal, a tener relaciones sexuales con su consorte, Aserá, lo que produciría buenas cosechas y abundante ganado”.
Supuestamente, durante la estación seca, Baal se retiraba a las profundidades de la Tierra derrotado por Mot, el dios de la muerte y la esterilidad. Sin embargo, las lluvias marcaban su retorno al poder y el renacimiento de la vegetación y la vida. Los cananeos celebraban este cambio de estación con orgías desenfrenadas. Eso explica por qué, al alejarse de Jehová y adorar a Baal de Peor, los israelitas tuvieron “relaciones inmorales con las hijas de Moab” (Números 25:1-3).
25:1a.
¿Qué estrategia empleó Satanás en las llanuras de Moab y hoy día?.
El Diablo está empleando la inmoralidad sexual para corromper al pueblo de Dios. Las normas morales de este mundo se han rebajado tanto que la fornicación se ve como algo normal, y la homosexualidad, como un asunto de decisión personal. Los jóvenes que se acuerdan de su Magnífico Creador saben que las relaciones sexuales son un don sagrado que se relaciona con la vida y la procreación. Por eso aceptan lo que Jehová dispuso: que la intimidad sexual estuviera reservada para los casados (Ecl. 12:1; Heb. 13:4). Hay que reconocer, sin embargo, que durante “la flor de la juventud” —el período en el que los impulsos sexuales son más intensos y nublan el juicio— puede ser un verdadero desafío mantenerse casto (1 Cor. 7:36). Joven, ¿qué puedes hacer cuando te vengan a la mente pensamientos indecentes? Suplícale a Jehová que te ayude a pensar en cosas sanas (Luc. 11:9-13). También te resultará útil hablar con alguien de asuntos edificantes.
25:10-13.
¿Cómo se cumplió esta promesa relacionada con el sacerdocio?.
El puesto de sumo sacerdote parece haber continuado en la línea de descendientes de Finees hasta el tiempo del sumo sacerdote Elí, descendiente de Itamar. Este cambio probablemente se hizo debido a una descalificación temporal en la línea de Finees. Pero el rey Salomón reemplazó a Abiatar, descendiente de Itamar, por el sumo sacerdote Sadoc, que era descendiente de Finees (1 Reyes 1:1-14; 2:26, 27, 35). Hasta donde muestran los registros históricos, aparentemente de allí en adelante la línea de Finees siguió ocupando por muchos años el puesto de sumo sacerdote.
30:6-8.
¿Puede el varón cristiano invalidar los votos de su esposa?.
No, pues los seguidores de Jesús no están bajo la Ley. En nuestros días, Jehová considera que un voto es algo que sus siervos hacen a nivel individual. La dedicación a Jehová, por ejemplo, es un voto personal (Gálatas 6:5). El esposo no tiene autoridad para anularlo. Sin embargo, la esposa evitará hacer un voto que esté en conflicto con la Palabra de Dios o con sus deberes hacia su esposo (Ecl. 5:2-6).
La palabra hebrea ba·móhth, que por lo general se traduce “lugares altos”, suele estar relacionada con la adoración, pero también puede referirse simplemente a elevaciones, colinas y montañas (2Sa 1:19, 25 [compárese con 1Sa 31:8]; Am 4:13; Miq 1:3), “altas olas del mar” (literalmente, “lugares altos del mar”) (Job 9:8) y alturas o “lugares altos de las nubes” (Isa 14:14).
Al parecer, las expresiones “cabalgar sobre los lugares altos de la tierra” y ‘pisar sobre los lugares altos’ significan subyugación victoriosa de una tierra, pues el que controla todos los lugares altos, o sea, las colinas y montañas de un país, es en realidad el señor de la tierra. (Dt 32:13; 33:29.)
Cuando los israelitas estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida —donde vivían los cananeos—, Jehová les dio esta orden: “Tienen que [...] destruir todas sus figuras de piedra; y todas sus imágenes de metal fundido las deben destruir, y todos sus lugares altos sagrados los deben aniquilar” (Números 33:52). ¿Qué eran estos “lugares altos”? Eran los sitios donde los cananeos realizaban sus cultos paganos. Se trataba de emplazamientos al aire libre en la cima de una colina y, en ocasiones, de plataformas construidas a la sombra de un árbol o dentro de una ciudad (1 Reyes 14:23; 2 Reyes 17:29; Ezequiel 6:3). Solían contar con altares y columnas o postes sagrados, así como con imágenes, incensarios y otros utensilios para sus ritos.
Con todo, antes de que existiera el templo de Jerusalén, Jehová permitió que los israelitas lo adoraran en algunos sitios que las Escrituras llaman “lugares altos”. Por ejemplo, el profeta Samuel ofrecía sacrificios en un “lugar alto” situado en cierta ciudad de la región de Zuf (1 Samuel 9:11-14). Sin embargo, una vez construido el templo, varios reyes fieles a Jehová tomaron medidas para acabar con “los lugares altos” (2 Reyes 21:3; 23:5-8, 15-20; 2 Crónicas 17:1, 6).
Centros de adoración falsa. Los lugares altos, o los lugares o santuarios donde se practicaba la idolatría, no solo se hallaban sobre las colinas y montañas, sino también en los valles, en los cauces de los arroyos, en las ciudades y bajo los árboles. (Dt 12:2; 1Re 14:23; 2Re 17:29; Eze 6:3.) En ellos había altares para sacrificios, estantes para incienso, postes sagrados, columnas sagradas e imágenes esculpidas. (Le 26:30; Nú 33:52; Dt 12:2, 3; Eze 6:6.) En muchos de los lugares altos había prostitutos y prostitutas (1Re 14:23, 24; Os 4:13, 14), por lo que con frecuencia esos lugares eran escenarios de ritos licenciosos, como la prostitución ceremonial y el sacrificio de niños. (Isa 57:5; Jer 7:31; 19:5.)
También había casas o santuarios de los lugares altos, donde oficiaban sacerdotes y donde se guardaban las imágenes de las deidades. (1Re 12:31; 13:32; 2Re 17:29, 32; 23:19, 20; Isa 16:12.) De manera que la designación “lugar alto” a veces puede referirse a un santuario de ese tipo, más bien que a un lugar elevado para adoración. Este hecho se desprende de la referencia de Ezequiel a lugares altos de variados colores. (Eze 16:16.) Por lo tanto, estos lugares altos quizás eran santuarios en forma de tienda.
Antes de entrar en la Tierra Prometida, a los israelitas se les ordenó que destruyeran los lugares altos sagrados de los cananeos y todos los útiles de la adoración falsa que se usaban en esos lugares. (Nú 33:51, 52.) Pero los israelitas no lo hicieron, por lo que sobrevino una apostasía masiva después de la muerte de Josué y de su generación. (Jue 2:2, 8-13; Sl 78:58.)
No se condenó todo lugar alto. Según la ley de Jehová, solo tenían que ofrecerse sacrificios en el lugar que Él designara. En los días de Josué, los israelitas reconocían que el edificar un altar para ofrendas quemadas sin autorización era una rebelión contra Jehová. (Dt 12:1-14; Jos 22:29.) Sin embargo, hay indicios de que después que se sacó el arca sagrada del tabernáculo (1Sa 4:10, 11; 6:1, 10-14; 7:1, 2), Dios aprobó que se hicieran sacrificios en otros lugares aparte de la tienda de reunión, no solo en circunstancias especiales, sino también en algunos casos con cierta regularidad. (1Sa 7:7-9; 10:8; 11:14, 15; 16:4, 5; 1Re 3:3; 1Cr 21:26-30.) Por ejemplo, sobre un lugar alto de una ciudad de la tierra de Zuf cuyo nombre no se menciona, se erigió una estructura donde se podían comer los sacrificios de comunión. Aquel comedor acomodaba a unos 30 hombres, si no más, y hasta las muchachas de la ciudad conocían bien el procedimiento que se seguía con relación a los sacrificios. (1Sa 9:5, 11-13, 22-25.) Puede que también las familias hicieran un sacrificio anual en sus propias ciudades en lugar de en el tabernáculo. (1Sa 20:6, 29.)
La costumbre de hacer sacrificios en los lugares altos podía justificarse por no existir todavía una casa para el nombre de Jehová. De ahí que Salomón tuviera que ofrecer sacrificios en el gran lugar alto de Gabaón, donde estaba el tabernáculo en aquel tiempo. (1Re 3:2-4; 1Cr 16:37-40, 43; 21:29; 2Cr 1:3, 13; véanse ALTAR; OFRENDAS.)
El reinado de Salomón y el reino de las diez tribus. Al final de su reinado, el rey Salomón edificó lugares altos para los dioses falsos que sus esposas extranjeras adoraban. Esta acción contribuyó a que los israelitas abandonaran la adoración verdadera de Jehová y sirvieran a esos dioses falsos. Por consiguiente, Jehová indicó por medio de su profeta Ahíya que al hijo de Salomón le serían arrancadas diez tribus y que Jeroboán gobernaría sobre ellas. (1Re 11:7, 8, 30-35.)
Aunque Jehová le había asegurado a Jeroboán que su gobernación estaría asegurada siempre que le sirviese con fidelidad, tan pronto como asumió el poder, temió que se produjese un alzamiento si los israelitas continuaban subiendo a Jerusalén para adorar, por lo que instituyó el culto de becerros en Dan y en Betel, y edificó allí lugares altos. (1Re 11:38; 12:26-33.) El culto idolátrico en los lugares altos estuvo vigente en el reino de las diez tribus durante todo el tiempo de su existencia. “Los hijos de Israel se pusieron a escudriñar las cosas que no eran rectas para con Jehová su Dios y siguieron edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde la torre de los atalayas hasta la misma ciudad fortificada.” (2Re 17:9.)
El profeta Amós predijo inspirado por Dios que los “lugares altos de Isaac” quedarían desolados. La expresión “lugares altos de Isaac” debe referirse a los lugares altos religiosos donde los israelitas del reino de diez tribus, descendientes de Isaac por medio de Jacob o Israel, practicaban la adoración apóstata, pues esta expresión se usa en paralelo con ‘santuarios de Israel’. (Am 7:9; véase también Os 10:2-10.)
Después que el rey de Asiria llevó al exilio al reino de diez tribus, los lugares altos continuaron existiendo durante un tiempo, ya que los pueblos extranjeros que Asiria trasladó al territorio de Samaria continuaron utilizando dichos lugares en su adoración. (2Re 17:24, 29-32.) Unos cien años después, el fiel rey Josías de Judá derribó el altar y el lugar alto de Betel y profanó los restos del altar quemando huesos humanos sobre él. También quitó todas las casas de los lugares altos que había en las ciudades de Samaria, sacrificó (mató) a todos los sacerdotes de esos lugares y quemó huesos humanos sobre los altares. (2Re 23:15-20.) Con ello se cumplió una profecía que había pronunciado unos trescientos años antes un “hombre de Dios” cuyo nombre no se menciona. (1Re 13:1, 2.)
En el reino de Judá. El rey Rehoboam imitó el proceder apóstata de Salomón su padre, y sus súbditos continuaron erigiendo lugares altos y practicando ritos licenciosos. (1Re 14:21-24.) Abiyam, hijo y sucesor de Rehoboam, “siguió andando en todos los pecados de su padre”. (1Re 15:1-3.)
En cambio, Asá, que sucedió a Abiyam en el trono, sirvió a Jehová fielmente y se esforzó por eliminar del reino todo vestigio de adoración falsa. (1Re 15:11-13.) “Quitó de todas las ciudades de Judá los lugares altos y los estantes del incienso”. (2Cr 14:2-5.) Sin embargo, tanto en 1Re 15:14 como en 2 Crónicas 15:17 se indica que no quitó los lugares altos. Estas palabras bien pudieran significar que Asá quitó los lugares altos de adoración falsa, pero que dejó aquellos donde la gente tenía por costumbre adorar a Jehová. O tal vez quieran decir que los lugares altos de adoración falsa volvieron a aparecer hacia el final de su reinado y permanecieron allí hasta que Jehosafat, su sucesor, los destruyó. No obstante, los lugares altos tampoco desaparecieron por completo durante el reinado de Jehosafat. (1Re 22:42, 43; 2Cr 17:5, 6; 20:31-33.) Tan arraigado estaba en Judá el culto en los lugares altos, que ni siquiera las reformas emprendidas por reyes como Asá y Jehosafat pudieron acabar permanentemente con él.
A diferencia de Jehosafat su padre, el rey Jehoram erigió lugares altos en la región montañosa de Judá. (2Cr 21:1, 11.) Durante el reinado de Ocozías y de la usurpadora Atalía, la hija de Acab y Jezabel, persistió la degradación religiosa del reino. (2Re 8:25-27; 2Cr 22:2-4, 10.) Aunque al comienzo del reinado de Jehoás se emprendieron varias reformas con el fin de reinstaurar la adoración verdadera, después de la muerte del sumo sacerdote Jehoiadá la apostasía se afianzó de nuevo y los lugares altos no desaparecieron. (2Re 12:2, 3; 2Cr 24:17, 18.) Pervivieron como centros de adoración ilícita durante los reinados de Amasías, Azarías (Uzías) y Jotán. (2Re 14:1-4; 15:1-4, 32-35.) Acaz, el siguiente rey de Judá, no solo sacrificó y ofreció humo de sacrificio en los lugares altos, sino que hasta hizo pasar a su propio hijo por el fuego (2Re 16:2-4) e hizo erigir “lugares altos para hacer humo de sacrificio a otros dioses”. (2Cr 28:25.)
Durante los días del rey Ezequías, se llevó a cabo otra purga con el objeto de erradicar los lugares altos. (2Re 18:1-4, 22; 2Cr 32:12.) Después de la conmemoración de una gran Pascua que tuvo lugar durante su reinado, los israelitas fueron por las ciudades de Judá y Benjamín, y hasta por Efraín y Manasés, derribando los postes sagrados, los lugares altos y los altares. (2Cr 30:21, 23; 31:1.)
Este restablecimiento de la adoración verdadera tuvo una vida muy corta. Manasés, el hijo de Ezequías, hizo reconstruir los mismos lugares altos que su padre había hecho derruir (2Re 21:1-3; 2Cr 33:1-3), e hizo que el pueblo actuara con mayor iniquidad, si cabe, que los pueblos cananeos paganos que Dios había hecho exterminar. Por esta causa, el Todopoderoso se propuso traer destrucción sobre Judá y Jerusalén. (2Re 21:9-12.) No obstante, Manasés se arrepintió cuando el rey asirio lo llevó cautivo a Babilonia. A su regreso, tomó medidas para suprimir la implantación de la adoración falsa, pero la gente continuó ofreciendo sacrificios en lugares altos ilícitos, si bien no a dioses falsos, sino a Jehová. (2Cr 33:10-17.) Su hijo y sucesor, Amón, no prosiguió con el programa de reformas emprendido por su padre, sino que se hizo aún más culpable que este. (2Cr 33:21-24.)
Josías, el sucesor de Amón, se distinguió por obrar rectamente a los ojos de Jehová y adherirse a la ley de Moisés. Dejó sin ocupación a los sacerdotes de deidades extranjeras, que ofrecían humo de sacrificio en los lugares altos, e hizo que estos lugares fuesen destruidos, no solo en Judá, sino también en las ciudades de Samaria. Además, hizo que los desacralizaran con el fin de que no se les volviese a usar para ofender en ellos a Jehová. (2Re 23:4-20; 2Cr 34:1-7.) El relato que explica que Josías inutilizó para el culto los lugares altos que Salomón había hecho erigir, parece confirmar que si bien reyes anteriores los habían hecho destruir, con el transcurso del tiempo volvían a aparecer. Es totalmente lógico suponer que reyes como Asá y Jehosafat hubiesen destruido en sus respectivas campañas aquellos lugares altos que databan del tiempo de Salomón.
Aunque no se hace ninguna otra mención de los lugares altos ni en el registro de los Reyes ni en las Crónicas después de la profunda purga de todo vestigio de adoración falsa que llevó a cabo Josías, los últimos cuatro reyes de Judá —Jehoacaz, Jehoiaquim, Joaquín y Sedequías— obraron inicuamente a los ojos de Jehová. (2Re 23:31, 32, 36, 37; 24:8, 9, 18, 19.) La adoración apóstata en los lugares altos de nuevo hizo su aparición entre los israelitas. Por consiguiente, a través de su profeta Ezequiel, Jehová previno a la nación de la calamidad que les sobrevendría, al decir: “Voy a traer sobre ustedes una espada, y ciertamente destruiré sus lugares altos. Y sus altares tienen que quedar desolados y sus estantes de incienso tienen que ser quebrados, y ciertamente haré que los muertos suyos caigan delante de sus ídolos estercolizos”. (Eze 6:3, 4.)
Merece reseñarse que después del regreso del exilio babilonio, no se hace mención de actos de adoración en lugares altos. Tal y como se había predicho, el resto judío fiel sacó provecho de la amarga experiencia que les tocó vivir y llegó a conocer a Jehová de una manera más plena. (Eze 6:9, 10.)
35:6.
¿Qué representan en la actualidad las “ciudades de refugio”?.
No corresponden a una ubicación geográfica en la Tierra. Más bien, representan la provisión que Dios hace para protegernos de la muerte por desobedecer su mandamiento respecto a la santidad de la sangre (Gén. 9:6).
25:11. ¡Qué ejemplo de celo por la adoración de Jehová nos puso Finehás! ¿No debería el deseo de mantener la pureza de la congregación impulsarnos a informar a los ancianos cristianos de cualquier caso de inmoralidad grave que conozcamos?
35:9-29. El hecho de que un homicida involuntario tuviera que abandonar su hogar, huir a la ciudad de refugio y quedarse en ella durante un período de tiempo nos enseña que la vida es sagrada y debemos respetarla.
35:33. Lo único que puede expiar el asesinato de personas inocentes, cuya sangre contamina la tierra, es la sangre de quienes la han derramado. ¡Qué apropiado será que Jehová destruya a los inicuos antes de transformar la Tierra en un paraíso! (Proverbios 2:21, 22; Daniel 2:44.)
Los sucesos que se narran en Números muestran lo fácilmente que pueden caer en pecados como la murmuración, la inmoralidad y la idolatría quienes descuidan su espiritualidad. Algunos ejemplos y lecciones de este libro bíblico pueden servir de base para los discursos sobre necesidades locales de la Reunión de Servicio en las congregaciones de los testigos de Jehová. Realmente, “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder” en nuestra vida (Hebreos 4:12).
El libro de Números provee un vínculo valioso en el registro que lleva al establecimiento del Reino de Dios. También señala a Jesucristo. Por ejemplo, los sacrificios de animales y el uso de las cenizas de la vaca roja señalaron a la provisión mucho más grande para ser limpios por medio del sacrificio de Jesús (Números 19:2-9). El incidente que tuvo que ver con la serpiente de cobre prefiguró la grandiosa provisión de Jehová para alcanzar vida eterna por medio de Cristo. (Números 21:8, 9; Juan 3:14, 15.)
El libro de Números nos puede ayudar a evitar la idolatría y la inmoralidad sexual. Nos pone alerta tocante al peligro de murmurar contra Dios, sus siervos nombrados y sus provisiones. Y este emocionante relato ciertamente debe movernos a mostrar el máximo respeto a nuestro amoroso Dios, Jehová.
LOS sucesos del viaje de los israelitas por el desierto se escribieron en la Biblia para provecho nuestro hoy día. Como dijo el apóstol Pablo: “Ahora bien, estas cosas llegaron a ser nuestros ejemplos, para que nosotros no seamos personas que deseen cosas perjudiciales”. (1 Cor. 10:6.) El registro vívido de Números graba en nosotros el hecho de que la supervivencia depende de santificar el nombre de Jehová, obedecerle en medio de toda circunstancia, y respetar a sus representantes. Su favor no viene debido a bondad o mérito que tenga su pueblo, sino por la gran misericordia y bondad inmerecida de Él.
2 El nombre Números se refiere a la numeración del pueblo que tuvo lugar primero en el monte Sinaí y más tarde en las llanuras de Moab, como se registra en los capítulos 1-4 y 26. Este nombre se ha tomado del título Númeri en la Vulgata latina, y viene de A·rith·mói en la Septuaginta griega. Sin embargo, los judíos llaman al libro de modo más apropiado Bemidh·bár, que significa: “En el desierto”. La palabra hebrea midh·bár indica un lugar abierto, sin ciudades ni pueblos. Fue en el desierto al sur y al este de Canaán donde tuvieron lugar los sucesos de Números.
3 Números era evidentemente parte del volumen original en cinco partes que constaba de los libros de Génesis a Deuteronomio. Su primer versículo empieza con la conjunción “y”, que lo une a lo precedente. Por lo tanto, tiene que haberlo escrito Moisés, el escritor de los registros anteriores. Esto también se desprende de esta declaración que aparece en el libro: “Moisés siguió apuntando”, y del colofón: “Estos son los mandamientos y las decisiones judiciales que Jehová mandó por medio de Moisés”. (Nú 33:2; 36:13.)
4 Los israelitas habían partido de Egipto poco más de un año antes. Al seguir con el relato en el segundo mes del segundo año después del éxodo, Números abarca los siguientes 38 años y nueve meses, desde 1512 hasta 1473 a.E.C. (Núm. 1:1; Deu. 1:3.) Aunque los sucesos que se relatan en Nú 7:1-88 y 9:1-15 no encuadran en este período, se incluyen como información básica o fundamento. Parece que las primeras porciones de este libro se escribieron mientras los sucesos tenían lugar, pero es evidente que Moisés no pudo haber completado Números sino hacia fines del cuadragésimo año en el desierto, a principios del año civil de 1473 a.E.C.
5 No puede dudarse de la autenticidad del relato. Respecto a la tierra generalmente árida por la cual viajaron los israelitas, Moisés dijo que era un “desierto grande e inspirador de temor”, y aun hoy es cierto que los habitantes esparcidos por ese lugar están constantemente en movimiento en busca de pastos y agua. (Deu. 1:19.) Además, las instrucciones detalladas sobre el acampar de la nación, el orden de la marcha y las señales de trompeta para gobernar los asuntos del campamento dan testimonio de que el relato ciertamente se escribió “en el desierto”. (Núm. 1:1.)
6 Hasta el temeroso informe de los espías cuando regresaron de su expedición en Canaán, en el sentido de que “las ciudades fortificadas son muy grandes”, está corroborado por la arqueología (Núm. 13:28). Los descubrimientos de tiempos modernos han mostrado que en aquel tiempo los habitantes de Canaán habían consolidado su dominio mediante una serie de fortalezas a través de todo el país, desde la llanura baja de Jezreel en el norte hasta Guerar en el sur. Las ciudades no solo estaban fortificadas; generalmente se habían construido en lo alto de cerros, con torres que se elevaban sobre sus murallas y las hacían muy impresionantes para gente como los israelitas, que habían vivido por generaciones en la tierra plana de Egipto.
7 Las naciones del mundo tienden a encubrir sus fracasos y exagerar sus conquistas, pero el relato de Números, con una honradez que indica veracidad histórica, nos dice que Israel fue completamente derrotado por los amalequitas y los cananeos (Núm. 14:45). El relato confiesa francamente que el pueblo demostró falta de fe y trató sin respeto a Dios (Núm. 14:11). Con sobresaliente candor, el profeta de Dios llamado Moisés expone los pecados de la nación, de sus sobrinos, y de su propio hermano y su hermana. Tampoco se perdona a sí mismo, pues cuenta sobre la ocasión en que no santificó a Jehová cuando Dios proveyó agua en Meribá, de modo que perdió el privilegio de entrar en la Tierra Prometida (Núm. 3:4; 12:1-15; 20:7-13).
8 Que el relato es parte genuina de las Escrituras inspiradas por Dios y provechosas lo corrobora el hecho de que otros escritores de la Biblia se refieren directamente a casi todos sus sucesos principales, así como a muchos otros detalles, y muchos de esos escritores destacan la importancia de aquellos sucesos y detalles. Por ejemplo, Josué (Jos. 4:12; 14:2), Jeremías (2 Rey. 18:4), Nehemías (Neh. 9:19-22), Asaf (Sal. 78:14-41), David (Sal. 95:7-11), Isaías (Isa. 48:21), Ezequiel (Eze. 20:13-24), Oseas (Ose. 9:10), Amós (Amós 5:25), Miqueas (Miq. 6:5), Lucas en su registro del discurso de Esteban (Hech. 7:36), Pablo (1 Cor. 10:1-11), Pedro (2 Ped. 2:15, 16), Judas (Jud. 11) y Juan, al registrar las palabras de Jesús a la congregación de Pérgamo (Ap 2:14), hacen uso del registro de Números, como lo hizo Jesucristo mismo. (Juan 3:14.)
9 Entonces, ¿qué propósito tiene Números? En realidad su relato tiene más que valor histórico. Números destaca el hecho de que Jehová es el Dios del orden, que exige devoción exclusiva de sus criaturas. Esto queda grabado vívidamente en la mente del lector a medida que observa la numeración, el sometimiento a prueba y el cernido de Israel, y ve cómo se usa el derrotero desobediente y rebelde de la nación para recalcar la necesidad vital de obedecer a Jehová.
10 El registro se conservó para el provecho de las generaciones venideras, como explicó Asaf, “para que cifraran su confianza en Dios mismo y no olvidaran las prácticas de Dios, sino observaran sus propios mandamientos” y para que “no llegaran a ser como sus antepasados, una generación terca y rebelde, una generación que no había preparado su corazón y cuyo espíritu no fue fidedigno para con Dios”. (Sal. 78:7, 8.) Vez tras vez los sucesos de Números se narraron también en los salmos, que eran canciones sagradas entre los judíos, y así se oía de ellos a menudo, como sucesos provechosos para la nación. (Salmos 78, 95, 105, 106, 135, 136.)
11 Números se divide lógicamente en tres partes. La primera, que concluye en el capítulo 10, versículo 10, abarca sucesos que tuvieron lugar mientras los israelitas todavía estaban acampados en el monte Sinaí. La parte siguiente, que concluye en el capítulo 21, cuenta lo que sucedió durante los siguientes 38 años y uno o dos meses más, mientras se hallaban en el desierto y hasta que llegaron a las llanuras de Moab. La parte final, hasta el capítulo 36 inclusive, tiene que ver con sucesos que ocurrieron en las llanuras de Moab, mientras los israelitas se preparaban para entrar en la Tierra Prometida.
12 Sucesos en el monte Sinaí - (1:1–10:10) Los israelitas han estado en la región montañosa de Sinaí alrededor de un año. Allí se les ha formado en una organización estrechamente unida. Bajo el mandato de Jehová se realiza ahora un censo de todos los hombres de 20 años de edad y más. Se halla que las tribus varían en número de miembros desde 32.200 hombres físicamente capacitados en Manasés hasta 74.600 en Judá, que constituyen un total de 603.550 hombres capacitados para servir en el ejército de Israel, aparte de los levitas, las mujeres y los niños... un campamento que tal vez ascendía a 3.000.000 de personas o más. Se sitúa la tienda de reunión, junto con los levitas, en el centro del campamento. En lugares asignados a cada lado están acampados los demás israelitas, en divisiones de tres tribus, y cada tribu ha recibido instrucciones en cuanto al orden en que ha de marchar cuando el campamento haya de mudarse de lugar. Jehová da las instrucciones, y el registro dice: “Los hijos de Israel procedieron a hacer conforme a todo lo que Jehová había mandado a Moisés” (Nú 2:34). Ellos obedecen a Jehová y muestran respeto a Moisés, el representante visible de Dios.
13 Entonces se aparta a los levitas para el servicio de Jehová, como rescate por los primogénitos de Israel. Se les divide en tres grupos, según descienden de los tres hijos de Leví: Guersón, Qohat y Merarí. Las ubicaciones en el campamento y las responsabilidades de servicio se determinan sobre la base de esa división. De los 30 años de edad en adelante ellos han de hacer el trabajo pesado de transportar el tabernáculo. Para realizar el trabajo más liviano, se arregla que otros sirvan a partir de los 25 años de edad. (Esto se redujo a 20 años de edad en los días de David.) (1 Cró. 23:24-32; Esd. 3:8.)
14 Para que el campamento se pueda mantener puro, se dan instrucciones de poner en cuarentena a los que enferman, de hacer expiación por actos de infidelidad, de resolver casos en los cuales un hombre llegara a sospechar de la conducta de su esposa, y de asegurar la conducta correcta de los que se apartan por voto para vivir como nazareos para Jehová. Puesto que el pueblo ha de tener sobre sí el nombre de su Dios, debe comportarse con arreglo a Sus mandamientos.
15 Tras completar algunos detalles del mes anterior (Núm. 7:1, 10; Éxo. 40:17), Moisés pasa a contar acerca de las contribuciones de materiales que hacen los 12 principales del pueblo durante un período de 12 días desde el tiempo de la inauguración del altar. No hubo rivalidad ni búsqueda de gloria personal en ello; cada uno contribuyó exactamente lo que los demás habían contribuido. Ahora todos deben tener presente que sobre estos principales, y sobre Moisés mismo, está Jehová Dios, quien da instrucciones a Moisés. Nunca deben olvidar su relación con Jehová. La Pascua ha de recordarles que Jehová los libró maravillosamente de Egipto, y ellos la celebran allí en el desierto al tiempo señalado, un año después de salir de Egipto.
16 Tal como había dirigido el movimiento de Israel al salir de Egipto, Jehová sigue guiando a la nación en sus viajes por una nube que cubre el tabernáculo de la tienda del Testimonio de día y por lo que parece un fuego de noche. Cuando la nube se mueve, la nación se mueve. Cuando la nube permanece sobre el tabernáculo, la nación permanece acampada, sea por unos días o un mes o más, pues nos dice el relato: “Por orden de Jehová acampaban, y por orden de Jehová partían. Guardaban su obligación para con Jehová por orden de Jehová, mediante Moisés”. (Núm. 9:23.) Cuando se acerca el tiempo de partir de Sinaí, se hacen arreglos para dar señales de trompeta tanto para convocar al pueblo como para dirigir las diversas divisiones del campamento en su marcha por el desierto.
17 Sucesos en el desierto - (10:11–21:35) Por fin, el día 20 del segundo mes Jehová levanta la nube de encima del tabernáculo, y así señala la partida de Israel de la región de Sinaí. Con el arca del pacto de Jehová en medio, la nación sale hacia Qadés-barnea, a unos 241 kilómetros (150 millas) hacia el norte. Mientras marchan de día, la nube de Jehová está sobre ellos. Cada vez que el Arca sale, Moisés ora a Jehová que se levante y esparza a sus enemigos, y cada vez que se detiene, él ora a Jehová que regrese “a las miríadas de millares de Israel” (Núm. 10:36).
18 No obstante, surgen dificultades en el campamento. En su viaje hacia el norte a Qadés-barnea hay por lo menos tres ocasiones de quejas. Para sofocar el primer estallido Jehová envía un fuego que consume a algunos del pueblo. Luego “la muchedumbre mixta” hace que Israel comience a lamentar que ya no tiene como alimento el pescado, los pepinos, las sandías, los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto, sino solo el maná (Núm. 11:4). Moisés se angustia tanto que pide a Jehová que le dé muerte más bien que dejarle seguir haciendo de nodriza para todo este pueblo. Por consideración Jehová quita de Moisés parte del espíritu y lo coloca sobre 70 de los ancianos, quienes proceden a ayudar a Moisés como profetas en el campamento. Entonces llega carne en abundancia. Tal como había sucedido una vez antes, un viento procedente de Jehová arrastra hacia ellos codornices desde el mar, y el pueblo apresa con avaricia grandes suministros y los acumula egoístamente. La ira de Jehová se enciende contra el pueblo y él derriba a muchos por su vehemente deseo egoísta. (Éxo. 16:2, 3, 13.)
19 Continúan las dificultades. Por no ver apropiadamente a su hermano menor, Moisés, como el representante de Jehová, Míriam y Aarón lo critican debido a su esposa, quien recientemente ha llegado al campamento. Exigen más autoridad, comparable a la de Moisés, aunque “el hombre Moisés era con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”. (Núm. 12:3.) Jehová mismo corrige el asunto y da a conocer que Moisés ocupa una posición especial, mientras hiere de lepra a Míriam, quien probablemente había sido la instigadora de la queja. Solo por la intercesión de Moisés se sana ella más tarde.
20 Al llegar a Qadés, Israel acampa a los umbrales de la Tierra Prometida. Jehová ahora da a Moisés la instrucción de enviar espías a explorar la tierra. Ellos entran por el sur y viajan hacia el norte hasta “el punto de entrada de Hamat”, tras caminar centenares de kilómetros en 40 días (Núm. 13:21). Cuando regresan con algunos de los abundantes frutos de Canaán, diez de los espías sostienen, por falta de fe, que sería insensato marchar contra gente tan fuerte y ciudades fortificadas tan grandes. Caleb trata de calmar a la asamblea con un informe favorable, pero no tiene éxito. Los espías rebeldes infunden temor en el corazón de los israelitas al afirmar que aquella tierra “se come a sus habitantes” y al decir: “Toda la gente que vimos en medio de ella son hombres de tamaño extraordinario”. Mientras se extienden por el campamento los murmullos de rebelión, Josué y Caleb afirman: “Jehová está con nosotros. No los teman” (Núm. 13:32; 14:9). Sin embargo, la asamblea empieza a hablar de apedrearlos.
21 Entonces Jehová interviene directamente y dice a Moisés: “¿Hasta cuándo me tratará sin respeto este pueblo, y hasta cuándo no pondrán fe en mí por todas las señales que he ejecutado en medio de ellos?” (Núm. 14:11). Moisés le implora que no destruya a la nación, ya que están implicados el nombre y la fama de Jehová. Por consiguiente, Jehová decreta que Israel tiene que seguir vagando por el desierto hasta que hayan muerto todos los que están inscritos entre el pueblo, de 20 años de edad para arriba. De los varones inscritos, solo a Caleb y Josué se les permitirá entrar en la Tierra de Promisión. En vano trata el pueblo de subir por su propia iniciativa, pues sufre una derrota terrible a manos de los amalequitas y los cananeos. ¡Qué alto precio paga el pueblo por su falta de respeto a Jehová y a sus representantes leales!
22 En realidad, tienen mucho que aprender en lo que toca a obediencia. Por eso es apropiado que Jehová les dé leyes adicionales que recalcan esta necesidad. Les deja saber que, cuando entren en la Tierra Prometida, tienen que hacer expiación por los errores, pero al que sea deliberadamente desobediente se le debe cortar de la existencia sin falta. Así, cuando se halla a un hombre que recoge madera en violación de la ley sabática, Jehová manda: “Sin falta el hombre debe ser muerto” (Núm. 15:35). Como recordatorio de los mandamientos de Jehová y de la importancia de obedecerlos, Jehová da la instrucción de que el pueblo lleve flecos en las faldas de sus prendas de vestir.
23 No obstante, de nuevo asoma la rebelión. Coré, Datán, Abiram y 250 hombres prominentes de la asamblea se reúnen en oposición a la autoridad de Moisés y Aarón. Moisés presenta la cuestión ante Jehová y dice a los rebeldes: ‘Tomen braserillos e incienso y preséntenlos delante de Jehová, y que él escoja’ (Núm. 16:6, 7). La gloria de Jehová aparece ahora ante toda la asamblea. Él ejecuta juicio rápidamente al hacer que la tierra se abra y se trague a las casas familiares de Coré, Datán y Abiram, y al enviar un fuego que consume a los 250 hombres, incluso a Coré, que ofrecían el incienso. El mismísimo día siguiente el pueblo empieza a condenar a Moisés y Aarón por lo que Jehová ha hecho, y de nuevo Él los plaga, dando muerte a 14.700 quejumbrosos.
24 En vista de estos sucesos, Jehová manda que cada tribu presente una vara delante de él, incluso una vara con el nombre de Aarón por la tribu de Leví. Al día siguiente se muestra que Aarón es la elección de Jehová para el sacerdocio, pues solo su vara se encuentra en plena floración y con almendras maduras. Esta ha de conservarse en el arca del pacto “como señal para los hijos de la rebeldía”. (Núm. 17:10; Heb. 9:4.) Después de instrucciones adicionales en cuanto a sostener al sacerdocio mediante diezmos y respecto al uso del agua de limpieza junto con las cenizas de una vaca roja, el relato nos lleva de vuelta a Qadés. Allí muere Míriam, y es sepultada.
25 De nuevo a los umbrales de la Tierra de Promisión, la asamblea empieza a disputar con Moisés por la falta de agua. Jehová considera eso una disputa con Él, y aparece en Su gloria, a la vez que manda a Moisés que tome la vara y saque agua del peñasco. ¿Santifican ahora Moisés y Aarón a Jehová? En vez de eso, Moisés golpea con cólera dos veces el peñasco. El pueblo y su ganado reciben agua para beber, pero Moisés y Aarón no honran por ello a Jehová. Aunque el viaje angustioso por el desierto casi ha terminado, ambos incurren en el desagrado de Jehová y se les dice que no entrarán en la Tierra de Promisión. Aarón muere más tarde en el monte Hor, y su hijo Eleazar asume los deberes de sumo sacerdote.
26 Israel se vuelve hacia el este y trata de atravesar la tierra de Edom, pero es rechazado. Mientras toma un largo desvío alrededor de Edom, el pueblo se mete en dificultades nuevamente al quejarse de Dios y Moisés. Están cansados del maná, y tienen sed. Por su rebeldía, Jehová envía serpientes venenosas entre ellos, y muchos mueren. Por fin, cuando intercede Moisés, Jehová le da instrucciones de hacer una serpiente abrasadora de cobre y colocarla en un poste-señal. A los que reciben mordeduras pero miran fijamente a la serpiente de cobre se les perdona la vida. En dirección al norte, los israelitas se encuentran vez tras vez con obstáculos que les ponen los agresivos reyes Sehón, de los amorreos, y Og, de Basán. Israel los derrota a ambos en batalla, y ocupa sus territorios al este del valle de la Grieta.
27 Sucesos en las llanuras de Moab - (22:1–36:13) En expectación ansiosa de su entrada en Canaán, los israelitas se reúnen ahora en las llanuras desérticas de Moab, al norte del mar Muerto y al este del Jordán, al otro lado de Jericó. Al ver el vasto campamento extendido ante ellos, los moabitas sienten un pavor deprimente. Su rey Balac, en consulta con los madianitas, manda llamar a Balaam para que emplee adivinación y cause una maldición a Israel. Aunque Dios le dice directamente a Balaam: “No debes ir con ellos”, él quiere ir (Núm. 22:12). Balaam desea la recompensa. Finalmente parte, pero solo para que un ángel lo detenga y su propia asna hable milagrosamente y lo reprenda. Cuando por fin Balaam se las arregla para hacer una declaración formal sobre Israel, el espíritu de Dios lo impele, de modo que sus cuatro expresiones proverbiales profetizan solamente bendiciones para la nación de Dios, y hasta predicen que una estrella saldría de Jacob y un cetro se alzaría de Israel para sojuzgar y destruir.
28 Después de enfurecer a Balac por no poder maldecir a Israel, Balaam busca el favor del rey sugiriendo que los moabitas usen a sus propias mujeres para seducir a los hombres de Israel con el fin de que participen en los ritos lascivos implicados en la adoración de Baal (Núm. 31:15, 16). Allí, al borde mismo de la Tierra Prometida, los israelitas empiezan a caer en inmoralidad crasa y en la adoración de dioses falsos. Mientras la cólera de Jehová se enciende en un azote, Moisés pide que se castigue severamente a los malhechores. Cuando Finehás, hijo del sumo sacerdote, ve a un principal que trae a una madianita a su tienda justamente dentro del campamento, va tras ellos y los mata, hiriendo a la mujer por sus partes genitales. Esto hace que se detenga el azote, pero no antes de que 24.000 israelitas mueran a causa de él.
29 Ahora Jehová manda a Moisés y Eleazar que realicen nuevamente un censo del pueblo, como se había hecho casi 39 años antes en el monte Sinaí. La cuenta final muestra que no ha habido aumento en sus filas. Por el contrario, el registro indica que hay 1.820 hombres menos. No queda ninguno de los que se habían registrado en Sinaí para servicio en el ejército, excepto Josué y Caleb. Como Jehová había dicho que sucedería, todos ellos habían muerto en el desierto. Jehová entonces da instrucciones sobre dividir la tierra como herencia. Repite que Moisés no entrará en la Tierra de Promisión por no haber santificado a Jehová en las aguas de Meribá (Núm. 20:13, nota; 27:14, nota). Se comisiona a Josué como sucesor de Moisés.
30 Mediante Moisés, Jehová entonces le recuerda a Israel la importancia de Sus leyes sobre los sacrificios y las fiestas, y la seriedad de los votos. También hace que Moisés ajuste cuentas con los madianitas por la parte que desempeñaron en seducir a Israel para adorar a Baal de Peor. Se da muerte a todos los varones madianitas en batalla, junto con Balaam, y solo se perdona la vida a muchachas vírgenes, a 32.000 de las cuales se las toma cautivas junto con un botín que incluye 808.000 animales. Se informa que no se ha perdido en batalla ni un solo israelita. Los hijos de Rubén y Gad, que crían ganado, piden que se les permita establecerse en el territorio al este del Jordán y, después que concuerdan en ayudar a conquistar la Tierra Prometida, se les concede lo que piden, de modo que se da esta meseta fértil como posesión a estas dos tribus y a la mitad de la tribu de Manasés.
31 Después de repasar los lugares donde se detuvieron en el viaje de 40 años, el relato de nuevo concentra la atención en la importancia de obedecer a Jehová. Dios les va a dar la tierra, pero ellos tienen que convertirse en Sus ejecutores al expulsar a los depravados habitantes, que adoran a demonios, y destruir hasta el último rastro de su religión idolátrica. Se declaran en detalle los límites de la tierra que Dios les da. Esta se ha de dividir entre ellos por sorteo. Los levitas, que no tienen herencia tribual, han de recibir 48 ciudades con sus dehesas, y 6 de ellas han de ser ciudades de refugio para el homicida involuntario. El territorio tiene que permanecer dentro de la tribu y nunca se trasferirá a otra tribu por matrimonio. Si no hay un heredero varón, entonces las hijas que reciban una herencia —por ejemplo, las hijas de Zelofehad— deben casarse con hombres de su propia tribu (Núm. 27:1-11; 36:1-11). Números concluye con estos mandamientos de Jehová mediante Moisés, mientras los hijos de Israel están listos por fin para entrar en la Tierra de Promisión.
32 Jesús se refirió a Números en varias ocasiones, y sus apóstoles y otros escritores de la Biblia demuestran claramente cuán significativo y provechoso es su registro. El apóstol Pablo comparó específicamente el servicio fiel de Jesús con el de Moisés, que se registra mayormente en Números. (Heb. 3:1-6.) En los sacrificios animales y en la salpicadura de las cenizas de la joven vaca roja de Núm. 19:2-9 vemos representada de nuevo la provisión mucho más grandiosa de limpieza mediante el sacrificio de Cristo. (Heb. 9:13, 14.)
33 De manera similar, Pablo mostró que el hacer salir agua de la roca en el desierto está lleno de significado para nosotros, al decir: “Bebían de la masa rocosa espiritual que los seguía, y aquella masa rocosa significaba el Cristo”. (1 Cor. 10:4; Núm. 20:7-11.) Apropiadamente, fue Cristo mismo quien dijo: “A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará para impartir vida eterna”. (Juan 4:14.)
34 Jesús también se refirió directamente a un incidente que se describió en Números y prefiguró la provisión maravillosa que Dios hacía mediante él. “Así como Moisés alzó la serpiente en el desierto —dijo—, así tiene que ser alzado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.” (Juan 3:14, 15; Núm. 21:8, 9.)
35 ¿Por qué se sentenció a los israelitas a vagar 40 años por el desierto? Por su falta de fe. El apóstol Pablo dio vigorosa amonestación sobre este punto: “Cuidado, hermanos, por temor de que alguna vez se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo y falto de fe al alejarse del Dios vivo; pero sigan exhortándose los unos a los otros cada día”. Por su desobediencia y su falta de fe, aquellos israelitas murieron en el desierto. “Hagamos, por lo tanto, lo sumo posible para entrar en [el] descanso [de Dios], por temor de que alguien caiga en el mismo modelo de desobediencia.” (Heb. 3:7–4:11; Núm. 13:25–14:38.) Como advertencia contra los hombres impíos que hablan injuriosamente de las cosas santas, Judas se refirió a la codicia de Balaam por la paga y al habla rebelde de Coré contra el siervo de Jehová llamado Moisés. (Jud. 11; Núm. 22:7, 8, 22; 26:9, 10.) También Pedro se refirió a Balaam como alguien “que amó la paga de la maldad”, y el glorificado Jesús, en su revelación mediante Juan, dijo que Balaam ‘puso delante de Israel un tropiezo de idolatría y fornicación’. Sin duda, se debe advertir a la congregación cristiana hoy día contra impíos de ese tipo. (2 Ped. 2:12-16; Ap 2:14.)
36 Cuando surgió inmoralidad en la congregación de Corinto, Pablo les escribió acerca de ‘desear cosas perjudiciales’ y se refirió específicamente a Números. Amonestó: “Ni practiquemos fornicación, como algunos de ellos cometieron fornicación, de modo que cayeron, veintitrés mil de ellos en un día”. (1 Cor. 10:6, 8; Núm. 25:1-9; 31:16.) ¿Qué hay de la ocasión en que el pueblo se quejó de que el obedecer los mandatos de Dios imponía penalidades personales, y expresó descontento con la provisión del maná procedente de Jehová? Respecto a esto, Pablo dice: “Ni pongamos a Jehová a prueba, como algunos de ellos lo pusieron a prueba, de modo que perecieron por las serpientes”. (1 Cor. 10:9; Núm. 21:5, 6.) Pablo entonces continúa: “Ni seamos murmuradores, así como algunos de ellos murmuraron, de modo que perecieron por el destructor”. ¡Qué amargas fueron las experiencias de Israel por murmurar contra Jehová, sus representantes y sus provisiones! Estas cosas que “siguieron aconteciéndoles como ejemplos” deben sobresalir como una clara advertencia para todos nosotros hoy día, de modo que podamos seguir sirviendo a Jehová con plena fe. (1 Cor. 10:10, 11; Núm. 14:2, 36, 37; 16:1-3, 41; 17:5, 10.)
37 Números suministra también la información básica con la cual se pueden entender mejor muchos otros pasajes de la Biblia. (Núm. 28:9, 10—Mat. 12:5; Núm. 15:38—Mat. 23:5; Núm. 6:2-4—Luc. 1:15; Núm. 4:3—Luc. 3:23; Núm. 18:31—1 Cor. 9:13, 14; Núm. 18:26—Heb. 7:5-9; Núm. 17:8-10—Heb. 9:4.)
38 Lo que está registrado en Números es ciertamente inspirado por Dios, y es provechoso para enseñarnos la importancia de obedecer a Jehová y respetar a los que él ha hecho superintendentes entre su pueblo. Mediante el ejemplo censura la maldad, y por sucesos de importancia profética dirige nuestra atención a Aquel a quien Jehová ha provisto como el Salvador y Caudillo de Su pueblo hoy día. Suministra un eslabón esencial e instructivo en el registro de los sucesos que llevan al establecimiento del Reino justo de Jehová en manos de Jesucristo, a quien Dios ha nombrado Mediador y Sumo Sacerdote.
Cuarto libro del Pentateuco. En español toma su nombre de los dos censos de los hijos de Israel que en él se mencionan. Registra los acontecimientos que ocurrieron en la región del monte Sinaí, en el desierto —durante el tiempo en que Israel anduvo errante— y en las llanuras de Moab. La narración abarca básicamente un período de treinta y ocho años y nueve meses: desde 1512 hasta 1473 a.E.C. (Nú 1:1; Dt 1:3, 4.) Aunque los acontecimientos que se relatan en Números 7:1-88 y 9:1-15 habían ocurrido con anterioridad a los hechos narrados en el contexto inmediato, proveen importante información complementaria.
Escritor. El libro de Números se ha atribuido desde tiempos antiguos a Moisés, como lo confirma el propio contenido de la obra. No habla más que de la vida de Israel en Egipto y luego en el desierto. Al comentar cuándo se edificó Hebrón, el escritor tomó la ciudad egipcia de Zoan como punto de referencia. (Nú 13:22.) Es lógico pensar que un hombre como Moisés supiese cuándo se edificó Zoan, ya que se le había instruido “en toda la sabiduría de los egipcios”. (Hch 7:22.)
Ciertos mandatos registrados en el libro de Números son exclusivos para las circunstancias de una nación nómada. Entre estos se encuentran: los campamentos tribales prescritos (Nú 1:52, 53), el orden de marcha (Nú 2:9, 16, 17, 24, 31) y las señales de trompeta para reunir a la asamblea y levantar el campamento (10:2-6). La fraseología de la ley sobre la cuarentena también refleja una vida nómada (5:2-4). Otros mandamientos aplicarían cuando los israelitas residiesen en la Tierra Prometida. Por ejemplo: el uso de trompetas para hacer llamadas de guerra (10:9), el apartar 48 ciudades para los levitas (35:2-8), la acción que tenía que tomarse en contra de la idolatría y de los habitantes de Canaán (33:50-56), la selección de seis ciudades de refugio, las instrucciones para tratar los casos de los que afirmasen ser homicidas involuntarios (35:9-33) y las leyes sobre la herencia y el matrimonio de las mujeres que heredaban (27:8-11; 36:5-9).
Además, se atribuye directamente a Moisés el registro de los campamentos de los israelitas (Nú 33:2), y las palabras de conclusión del libro de Números también le señalan como el escritor del relato (36:13).
Autenticidad. La autenticidad del libro está probada fuera de toda duda. Algo sobresaliente es su franqueza, pues el registro no oculta ni la conducta incorrecta ni la derrota. (Nú 11:1-5, 10, 32-35; 14:2, 11, 45.) Incluso se ponen de manifiesto las transgresiones de Moisés, de sus hermanos, Aarón y Míriam, y de sus sobrinos, Nadab y Abihú (3:3, 4; 12:1-15; 20:2-13). En repetidas ocasiones los sucesos registrados en el libro vuelven a relatarse en los (Salmos 78:14-41; 95:7-11; 105:40, 41; 106:13-33; 135:10, 11; 136:16-20). Por sus alusiones a acontecimientos importantes y a otros detalles registrados en el libro de Números, tanto (Josué 4:12; 14:2) como Jeremías (2Re 18:4), (Nehemías 9:19-22), David (Sl 95:7-11), (Isaías 48:21), (Ezequiel 20:13-24), (Oseas 9:10), (Amós 5:25), (Miqueas 6:5), el mártir cristiano Esteban (Hch 7:36), los apóstoles Pablo (1Co 10:1-11) y Pedro (2Pe 2:15, 16), el discípulo (Judas vs. 11) y el hijo de Dios (Jn 3:14; Rev 2:14), mostraron que aceptaban este registro como parte de la palabra inspirada de Dios. Destaca también la profecía de Balaam concerniente a la estrella que saldría de Jacob, que tuvo su cumplimiento inicial cuando David subió al trono y posteriormente subyugó a los moabitas y a los edomitas. (Nú 24:15-19; 2Sa 8:2, 13, 14.)
Valor del libro. El libro de Números destaca con gran fuerza la importancia de la obediencia a Jehová, el respeto a Él y a sus siervos, la necesidad de tener fe y de guardarse de los hombres impíos (Nú 13:25–14:38; 22:7, 8, 22; 26:9, 10; Heb 3:7-4:11; 2Pe 2:12-16; Jud 11; Rev 2:14), el no cometer la deslealtad de poner a Jehová a prueba (Nú 21:5, 6; 1Co 10:9) y abstenerse de la murmuración (Nú 14:2, 36, 37; 16:1-3, 41; 17:5, 10; 1Co 10:10, 11) y de la inmoralidad sexual (Nú 25:1-9; 31:16; 1Co 10:6, 8). Los tratos de Jehová con Israel demuestran su gran poder, misericordia y bondad, así como su longanimidad al moderar su cólera, aunque no deja impune el castigo cuando se merece. (Nú 14:17-20.) Además, la posición y el ministerio de Moisés (Nú 12:7; Heb 3:2-6), la provisión milagrosa de agua de la masa rocosa (Nú 20:7-11; 1Co 10:4), el alzamiento de la serpiente de cobre (Nú 21:8, 9; Jn 3:14, 15) y el agua de limpieza (Nú 19:2-22; Heb 9:13, 14) proveyeron cuadros proféticos que se cumplieron en Cristo Jesús.
El relato proporciona información que aclara otros textos. Muestra sobre qué base pudo el rey Ezequías de Judá celebrar la Pascua el 14 de Ziv (Iyar) en vez del 14 de Nisán (Abib). (Nú 9:10, 11; 2Cr 30:15.) La consideración completa del nazareato (Nú 6:2-21) explica por qué Sansón y Samuel no tenían que cortarse el cabello (Jue 13:4, 5; 1Sa 1:11) ni Juan el Bautista beber bebidas alcohólicas. (Lu 1:15.) Para ver más ejemplos, compárese Nú 2:18-23 con Salmo 80:2; Nú 15:38 con Mateo 23:5; Nú 17:8-10 con Hebreos 9:4; Nú 18:26 con Hebreos 7:5-9; Nú 18:31 con 1 Corintios 9:13, 14 y Números 28:9, 10 con Mateo 12:5.
Narración histórica que muestra lo vital que es obedecer a Jehová en todo tipo de circunstancias y respetar a sus representantes.
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Se inscriben y organizan las tribus de Israel
★Aproximadamente un año después del éxodo de Egipto, se inscribe a todos los varones israelitas de veinte años o más, a excepción de los levitas (1:1-49)
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Los israelitas reciben disposiciones divinas sobre su adoración y sus tratos
★Se exponen los requisitos para los nazareos (6:1-21)
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Los israelitas manifiestan falta de aprecio por las provisiones de Jehová
★El pueblo se queja del maná y muestra su anhelo por la carne; cuando Jehová les proporciona codornices, muchos actúan con gran avidez, por lo que se les castiga con la muerte (11:4-34)
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No respetan a los representantes visibles de Jehová
★Míriam y Aarón critican a Moisés, por lo que Jehová hiere a Míriam con lepra (12:1-15)
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Jehová bendice a Israel, pero insiste en que se le dé devoción exclusiva
★Jehová da la victoria a Israel sobre el rey de Arad (21:1-3)
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