Hijo de una de las hermanas o medio hermanas de David, Zeruyá, y hermano de Joab y Asahel. (2Sa 2:18; 1Cr 2:15, 16.)
Su valentía le distinguió de los treinta poderosos guerreros que tenía a sus órdenes. Su reputación hasta rivalizó con la de los tres hombres más poderosos de David, pues en cierta ocasión, él solo derribó a trescientos enemigos, pero “no llegó al nivel de los tres primeros”. (2Sa 23:18, 19.)
Abisai apoyó con lealtad a su tío David en todas las campañas militares de este, pero fue impulsivo y, en ocasiones, despiadado, por lo que hubo que refrenarle. Por ejemplo, cuando cierta noche entró sigilosamente con David en el campamento militar de Saúl, habría matado al “ungido de Jehová” mientras dormía, utilizando la propia lanza de este, si David no lo hubiera impedido. (1Sa 26:6-9.) Durante la rebelión de Absalón, hubo que retenerle dos veces para que no ejecutara a Simeí por haber maldecido al rey. Sin embargo, David no pudo evitar que colaborara en dar muerte a Abner. (2Sa 3:30; 16:9-11; 2Sa 19:21-23.)
Abisai cobró fama por derribar con sus hombres a 18.000 edomitas y por la derrota de los ammonitas. También participó en sofocar la rebelión de Seba, un benjamita “que no servía para nada”. Durante la última batalla de David de la que hay registro, este habría perdido la vida a manos de un gigante filisteo (Isbí-benob) de no haber sido por Abisai. (1Cr 18:12; 19:11-15; 2Sa 20:1, 6; 21:15-17.)
Se mantuvo leal a David cuando éste se enfrentó con Abner (2Sa 2:18-25) y con los filisteos (2Sa 21:16, 17). Tomó parte en el asesinato de Abner para vengarse, por lo que fue maldecido por David (2Sa 3:28-30). Peleó con Joab contra los amonitas (2Sa 10:6-14) y contra Absalón (2Sa 18:2, 5, 12). Abisai tuvo un papel principal en la lucha contra el rebelde Seba (2Sa 20:6) y contra los edomitas en el Valle de la Sal (1Sa 18:12, 13).
Hijo de Carmí, de la casa de Zabdí, de la familia de Zérah, que pertenecía a la tribu de Judá; también llamado Acar. (1Cr 2:7 y Acán en Jos 7:1.)
Cuando los israelitas cruzaron el Jordán, Jehová dispuso explícitamente que las primicias de la conquista, es decir, la ciudad de Jericó, ‘tenían que llegar a ser una cosa dada por entero a la destrucción; pertenecían a Jehová’. Su plata y su oro habían de entregarse para el tesoro de Jehová. (Jos 6:17, 19.) Sin embargo, cuando Acán se encontró una costosa prenda de vestir de Sinar, una barra de oro de 50 siclos (unos 6.400 dólares [E.U.A.]) y 200 siclos de plata (440 dólares [E.U.A.]), se lo quedó y lo enterró en secreto debajo de su tienda. (Jos 7:21.) En realidad, había robado a Dios. Debido a esta violación de las instrucciones explícitas de Jehová, cuando atacaron a Hai, la siguiente ciudad, Jehová retiró su bendición e Israel fue puesto en fuga. ¿Quién había sido el culpable? Nadie confesó. Entonces todo Israel fue sometido a juicio. Tribu por tribu, luego familia por familia de la tribu de Judá y, finalmente, hombre por hombre de la casa de Zabdí, fueron pasando todos delante de Jehová hasta que Acán, el culpable, “llegó a ser escogido”. (Jos 7:4-18.) Fue entonces cuando, por primera vez, Acán admitió su pecado. La ejecución no se demoró. Apedrearon a Acán, su familia (que era muy improbable que ignoraran lo que él había hecho) y su ganado, y luego, junto con todas sus posesiones, “los quemaron con fuego” en la llanura baja de Acor, que significa “Extrañamiento; Dificultad”. (Jos 7:19-26.)
El último de los tres hijos del jeque seirita Ézer mencionado por nombre en el registro bíblico. (Gé 36:20, 21, 27.) En 1 Crónicas 1:42, el texto masorético emplea el nombre “Jaaqán”, mientras que la Septuaginta (Códice Alejandrino) y otros 22 manuscritos hebreos utilizan “Aqán”, en armonía con Génesis 36:27.
Compañero de Pablo a quien este pensó enviar a Creta (Tit 3:12), tal vez para sustituir a Tito, de modo que este se pudiese reunir con él en Nicópolis. Dado que Pablo tenía que escoger entre enviar a Ártemas o a Tíquico, y a juzgar por su comentario de Efesios 6:21, 22 sobre las aptitudes de este último, parece bastante claro que tenía en alta estima a Ártemas.
1. Bezalel, Principal artesano y constructor del tabernáculo, “hijo de Urí hijo de Hur, de la tribu de Judá”. (Éx 31:1, 2; 1Cr 2:20.) Jehová mismo nombró a Bezalel e hizo la siguiente promesa: “Lo llenaré del espíritu de Dios en sabiduría y en entendimiento y en conocimiento y en habilidad para toda clase de artesanía, para diseñar medios útiles, para trabajar en oro y plata y cobre, y en trabajo de piedras para engastarlas y en trabajo de madera para hacer productos de toda clase”. (Éx 31:3-5; 35:30-33.) Los costosos materiales con los que trabajó Bezalel procedían de las generosas contribuciones de los “de corazón dispuesto”, y resultaron ser “más que suficiente”. (Éx 35:4-9, 20-29; 36:3-7.)
El principal ayudante de Bezalel fue Oholiab (Éx 31:6), y también muchos otros “de corazón sabio” trabajaron con ellos, aunque la responsabilidad de dirigir el trabajo complicado recayó sobre Bezalel. (Éx 35:10-19, 25, 26, 34; 36:1, 2.) Este hecho lo muestra el uso alternativo del singular y el plural al referirse, respectivamente, al trabajo de Bezalel y al de sus ayudantes. (Éx 36-39.) La gran diversidad de habilidades que tenía Bezalel, lleno como estaba “del espíritu de Dios” (Éx 35:31), le permitió supervisar la confección de telas para tienda y su bordado, los corchetes de oro y plata, las cubiertas exteriores de pieles, los armazones en forma de marcos revestidos de oro, la pantalla interior (Éx 36); el arca del pacto revestida y sus querubines, la mesa y sus utensilios, el candelabro de oro y el altar del incienso, el aceite de la unción y el incienso (Éx 37); el altar de la ofrenda quemada, la palangana de cobre y su base, el patio (Éx 38); el efod y el pectoral engastado con piedras preciosas, así como trajes talares de sacerdote (Éx 39). Cuando Salomón ascendió al trono, cuatrocientos setenta y cinco años más tarde, todavía se usaban la tienda del tabernáculo, el arca del pacto y el altar de cobre. (2Cr 1:1-6.)
2. Bezalel, Uno de los hijos de Pahat-moab que despidieron a sus esposas extranjeras e hijos a instancias de Esdras. (Esd 10:30, 44.)
Uno de los tres compañeros de Job, llamado el suhita, descendiente de Súah, un hijo de Abrahán y Queturá. (Job 2:11; Gé 25:2; 1Cr 1:32.) Posiblemente vivió a orillas del río Éufrates. Fue el 2º en hablar en los tres debates, y en líneas generales prosiguió con el mismo tema que había iniciado Elifaz pero fueron más cortos e hirientes que los de Elifaz. Sus discursos fueron más cortos y mordaces, aunque no hasta el grado de los pronunciados por Zofar. Fue el primero en considerar a los hijos de Job culpables de mal proceder y, por tanto, merecedores de la calamidad que les había acaecido. Con razonamiento mal orientado, planteó la siguiente ilustración: tal como el papiro y las cañas se secan y mueren cuando carecen de agua, lo mismo ocurre con “todos los que olvidan a Dios”. La afirmación en sí misma era verídica, pero resultaba totalmente equivocado aplicarla a un hombre temeroso de Dios como Job. (Job 8.) Al igual que Elifaz, Bildad relacionó equivocadamente las aflicciones de Job con las penalidades que les sobrevenían a los inicuos. Dio a entender que el pobre Job ‘no tendría posteridad ni descendencia’. (Job 18.) En su tercer y breve discurso, argumentó que el hombre es “una cresa” y “un gusano” y, por lo tanto, inmundo delante de Dios. Aquí concluyeron las palabras de “consuelo” de los tres compañeros de Job. (Job 25.) Finalmente, Bildad y sus dos compañeros recibieron instrucciones divinas de que ofrecieran un sacrificio quemado, en tanto que Job habría de orar a favor de ellos. (Job 42:7-9.)
Según un documento cuneiforme conocido como el Cilindro de Ciro, después de conquistar el Imperio babilonio, este rey dijo: “Soy Ciro, rey del mundo, gran soberano, monarca legítimo, rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad, rey de los cuatro bordes (de la tierra), hijo de Cambises (ka-am-bu-zi-ia), gran soberano, rey de Anšan, nieto de Ciro [I], [...] descendiente de Teispes [...], de una familia (que) siempre (poseyó) realeza”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 244, 245.) En este registro Ciro aparece como descendiente real de los reyes de Anshan (Anšan), ciudad o región de ubicación incierta. Algunos la sitúan en las montañas que se encuentran al norte de Elam, pero por lo general se cree que estaba situada al E. Los reyes pertenecientes a este linaje reciben el nombre de aqueménidas, por Aquemenes, el padre de Teispes.
La primera parte de la historia de Ciro II es algo oscura, ya que se depende en buena medida de los relatos un tanto fantásticos de Heródoto (historiador griego del siglo V a. E.C.) y Jenofonte (otro escritor griego de más o menos medio siglo después). Sin embargo, los dos historiadores presentan a Ciro como el hijo del gobernante persa Cambises por su esposa Mandane, hija de Astiages, el rey de los medos. (Historia, de Heródoto, I, 107; Ciropedia, de Jenofonte, I, II, 1.) Ctesias, otro historiador griego del mismo período, niega esta relación consanguínea de Ciro con los medos, pero afirma en cambio que llegó a ser yerno de Astiages al casarse con su hija Amytis.
Ciro sucedió a su padre Cambises I en el trono de Anshan, que estaba sometido al rey medo Astiages. Diodoro (siglo I a. E.C.) sitúa el comienzo del reinado de Ciro en el primer año de la LV Olimpiada, es decir, 560-559 a. E.C. Heródoto relata que Ciro se rebeló contra la autoridad meda, y, debido a la deserción de las tropas de Astiages, consiguió una victoria fácil y capturó Ecbátana, la capital de los medos. De acuerdo con la Crónica de Nabonido, el rey Ishtumegu (Astiages) “convocó sus tropas y marchó contra Ciro, rey de Anshan, con el fin de en[frentarse a él en batalla]. El ejército de Ishtumegu [Astiages] se rebeló contra él y [le] lle[varon] en cadenas a Ciro”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 305.) Ciro consiguió la lealtad de los medos, después de lo cual medos y persas lucharon unidos bajo su mando. Con el fin de controlar el sector occidental del Imperio medo, en los años siguientes Ciro avanzó hasta el río Halys (Asia Menor), límite oriental del Imperio lidio.
Seguidamente derrotó al opulento rey Creso de Lidia y capturó Sardis. Luego subyugó las ciudades jónicas y anexionó todo el Asia Menor al Imperio persa. De esta forma, en tan solo unos cuantos años llegó a ser el rival más importante de Babilonia y su rey Nabonido.
Conquista de Babilonia. Ciro por fin se preparó para una confrontación con la poderosa Babilonia, y es en particular a partir de este momento cuando desempeña un papel importante en el cumplimiento de la profecía bíblica. En las palabras proféticas inspiradas registradas por Isaías concerniente a la restauración de Jerusalén y su templo se hizo mención de este gobernante persa como aquel que Jehová Dios había designado para derrocar a Babilonia y liberar a los judíos exiliados. (Isa 44:26–45:7.) Aunque esta profecía se registró más de un siglo y medio antes de que Ciro subiera al poder, y pese a que la desolación de Judá evidentemente tuvo lugar antes de que siquiera hubiera nacido, Jehová declaró que Ciro actuaría como su “pastor” a favor del pueblo judío. (Isa 44:28; compárese con Ro 4:17.) En virtud de este nombramiento por anticipado, se llamó a Ciro el “ungido” de Jehová (una forma de la palabra hebrea ma·schí·aj, mesías, y de la palabra griega kjri·stós, cristo). (Isa 45:1.) El que Dios ‘le llamara por su nombre’ (Isa 45:4) con tanta antelación no quiere decir que le diera a Ciro su nombre cuando nació, sino, más bien, que sabía de antemano que un hombre llamado así se levantaría y que Él le llamaría, no de manera anónima, sino directa y específicamente, por nombre.
Así, sin que él mismo lo supiera, ya que con bastante probabilidad era un seguidor pagano del zoroastrismo, de manera figurada Jehová Dios había estado ‘asiendo su diestra’ para dirigirle o fortalecerle, ciñéndole y preparando y allanando el camino para que llevase a cabo el propósito divino: la conquista de Babilonia. (Isa 45:1, 2, 5.) Al ser Aquel que “declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho”, el Dios Todopoderoso había conformado las circunstancias para realizar por completo su propósito. Había llamado a Ciro “desde el naciente”, desde Persia (al E. de Babilonia), donde se construyó su capital favorita, Pasargada, y Ciro habría de ser como un “ave de rapiña”, abalanzándose velozmente sobre Babilonia. (Isa 46:10, 11.) Es de destacar que, según The Encyclopædia Britannica (1910, vol. 10, pág. 454), “los persas llevaban un águila fijada en la punta de una lanza, y el Sol, como su divinidad, también estaba representado en sus estandartes, que [...] custodiaban con gran celo los más valientes del ejército”.
¿Cómo desvió las aguas del Éufrates? Las profecías de la Biblia relativas a la predicha conquista de Babilonia por Ciro anunciaron que se secarían sus ríos, se dejarían abiertas sus puertas, habría una invasión repentina de la ciudad y los soldados babilonios no ofrecerían resistencia. (Isa 44:27; 45:1, 2; Jer 50:35-38; 51:30-32.) Heródoto habla de un foso ancho y profundo que rodeaba Babilonia y dice que había numerosas puertas de bronce (o cobre) en los muros a lo largo del río Éufrates, que dividía la ciudad en dos partes. Según este historiador (I, 191), cuando Ciro puso sitio a la ciudad, “por medio de un canal dirigió el río hacia el lago [el lago artificial que supuestamente había construido antes la reina Nitocris], que a la sazón era una ciénaga, logrando que el cauce primitivo se hiciera vadeable al descender el nivel del río. Cuando este fenómeno tuvo lugar, los persas que habían sido apostados a tal efecto penetraron en Babilonia por el cauce del río Éufrates, que había bajado de nivel hasta llegarle a un hombre como a medio muslo más o menos. Ahora bien, si los babilonios hubieran sabido de antemano lo que Ciro pretendía hacer o se hubiesen percatado de ello, hubiesen dejado entrar a los persas en la ciudad y hubieran podido causarles una terrible mortandad, pues, con cerrar todas las poternas que llevan al río y subirse ellos a los contramuros levantados a lo largo de las márgenes del mismo, los hubieran cogido como en un buitrón. Pero el caso es que los persas se les presentaron de improviso. Y, debido a la gran extensión de la ciudad, según cuentan los que en ella habitan, cuando ya habían sido tomados los arrabales de la misma, los babilonios que vivían en los barrios del centro no sabían que aquellos habían caído, sino que (como se daba la coincidencia de que estaban celebrando una fiesta) en aquel momento se hallaban bailando y se encontraban en pleno jolgorio, hasta que al fin se enteraron —y perfectamente— de lo que ocurría. [Compárese con Da 5:1-4, 30; Jer 50:24; 51:31, 32.] Así fue tomada, entonces, Babilonia por primera vez”.
Aunque el relato de Jenofonte difiere en algunos detalles, contiene los mismos elementos básicos que el de Heródoto. Jenofonte dice que para Ciro era casi imposible tomar por asalto los poderosos muros de Babilonia, y entonces pasa a contar cómo puso sitio a la ciudad, desviando las aguas del Éufrates en canales. Mientras la ciudad celebraba una fiesta, envió sus fuerzas por el lecho del río, pasando los muros de la ciudad. Las tropas, bajo el mando de Gobrias y Gadatas, sorprendieron a los guardas desprevenidos y consiguieron entrar a través de las mismas puertas del palacio. En una sola noche “la ciudad había sido tomada y el rey muerto”, y los soldados babilonios que ocupaban las diversas ciudadelas se rindieron a la mañana siguiente. (Ciropedia, VII, V, 33; compárese con Jer 51:30.)
El historiador judío Josefo registra el relato que escribió el sacerdote Beroso (siglo III a. E.C.) sobre la conquista de Ciro, como sigue: “En el año decimoséptimo de su reinado [de Nabonido o Nabonedo], Ciro el Persa lo atacó con un gran ejército; y luego de haberse apoderado de todo el Asia, invadió la misma Babilonia. Nabonedo le salió al encuentro, pero fue vencido; entonces con unos pocos buscó salvarse, encerrándose en la ciudad de Borsipo [un suburbio de Babilonia]. Ciro, una vez que se hubo apoderado de Babilonia, dispuso que se destruyeran las defensas exteriores de la ciudad, al ver que la ciudad era insegura de capturar por ser difícil su asedio. De ahí se dirigió a Borsipo, para atacar a Nabonedo, el cual, viendo que no podía soportar el asedio, se rindió. Ciro se portó humanamente con él, le entregó la Carmania para vivir allí, pero lo hizo salir de Babilonia. En cuanto a Nabonedo, habiendo pasado el resto de su vida en esta región, falleció”. (Contra Apión, libro I, sec. 20.) Este relato difiere de los demás sobre todo en lo que concierne a la actuación de Nabonido y la actitud de Ciro para con él. Sin embargo, está en armonía con el registro bíblico, que muestra que Belsasar, no Nabonido, fue el rey asesinado aquella noche.
Aunque las tablillas cuneiformes que han hallado los arqueólogos no dan detalles precisos en cuanto a cómo se produjo la conquista de Babilonia, sí confirman su caída súbita a manos de Ciro. Según la Crónica de Nabonido, en el mes de Tisri (septiembre-octubre) del que resultó ser el último año del reinado de este monarca (539 a. E.C.), Ciro atacó las fuerzas babilonias en Opis y las derrotó. La inscripción continúa: “El día 14 Sippar fue tomada sin combate. Nabonid huyó. El día 16, Gobrias (ugbaru), gobernador de Gutium, y el ejército de Ciro entraron en Babilonia sin combate. Después Nabonid fue apresado en Babilonia, a la que volvió [...]. En el mes de Arahšamnu [Marhesván (octubre-noviembre)], el día 3, Ciro entró en Babilonia”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, pág. 241.) Gracias a esta inscripción se puede fijar la fecha de la caída de Babilonia en el 16 de Tisri de 539 a. E.C., con la entrada de Ciro diecisiete días después, el 3 de Marhesván.
Empieza la dominación mundial aria. Con esta victoria Ciro puso fin a la dominación de los gobernantes semitas sobre Mesopotamia y el Oriente Medio, y fundó la primera potencia mundial de origen ario. El Cilindro de Ciro, documento cuneiforme de tono muy religioso que los historiadores creen que se escribió para ser divulgado en Babilonia, presenta a Ciro atribuyendo su victoria a Marduk, el dios principal de Babilonia, con las siguientes palabras: “Examinó y miró (a través de) todos los países, buscando un gobernante recto dispuesto a llevarle (a saber, a Marduk) (en la procesión anual). (Entonces) pronunció el nombre de Ciro (ku-ra-aš), rey de Anšan, declaróle (lit.: pronunció [su] nombre) para que fuese el gobernante de todo el mundo. [...] Marduk, el gran señor, un protector de su pueblo/adoradores, observó con placer sus buenas obras (a saber, las de Ciro) y su espíritu (lit.: corazón) recto (y, por consiguiente), le hizo marchar contra su ciudad de Babilonia (Ká.dingir.ra). Hizo que emprendiera el camino de Babilonia (DIN.TIRki), yendo a su lado como un verdadero amigo. Sus tropas desplegadas —cuyo número, como el del agua de un río, no puede indicarse—, anduvieron, sin utilizar las armas. Sin dar una batalla, le hizo entrar en su ciudad de Babilonia (Šu.an.na), evitando a Babilonia (Ká.dingir.raki) toda calamidad”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, pág. 244.)
¿Por qué el Cilindro de Ciro explica la caída de Babilonia de manera distinta que la Biblia? A pesar de esta interpretación pagana de los acontecimientos, la Biblia muestra que cuando Ciro proclamó el decreto que autorizaba a los judíos exiliados a volver a Jerusalén y reconstruir el templo, reconoció: “Todos los reinos de la tierra me los ha dado Jehová el Dios de los cielos, y él mismo me ha comisionado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá”. (Esd 1:1, 2.) Por supuesto, esto no significa que Ciro llegó a ser un converso judío, sino simplemente que conocía los hechos bíblicos con respecto a su victoria. En vista de la elevada posición administrativa en la que se colocó a Daniel, tanto antes como después de la caída de Babilonia (Da 5:29; 6:1-3, 28), sería muy raro que Ciro no estuviera informado de las profecías que habían registrado y pronunciado los profetas de Jehová, entre las que se contaba la de Isaías que mencionaba su nombre. En lo que respecta al Cilindro de Ciro, citado antes, se reconoce que otras personas además del rey pudieron haber participado en la preparación de este documento cuneiforme. El libro Arqueología bíblica (de G. Ernest Wright, 1975, pág. 293) habla del “rey o la oficina que redactó la proclama” (compárese el caso similar de Darío en Da 6:6-9), mientras que el Dr. Emil G. Kraeling (Rand McNally Bible Atlas, 1966, pág. 328) llama al Cilindro de Ciro “un documento propagandístico elaborado por los sacerdotes babilonios”. En efecto, puede que se haya redactado bajo la influencia del clero babilonio (véase Ancient Near Eastern Texts, nota 1 al pie de la página 315), que así trataría de explicar el fracaso total de Marduk (también conocido como Bel) y los demás dioses babilonios en salvar la ciudad, llegando incluso al extremo de atribuir a Marduk las cosas que había hecho Jehová. (Compárese con Isa 46:1, 2; 47:11-15.)
El decreto de Ciro para el regreso de los exiliados. Al decretar el fin del exilio judío, Ciro cumplió su comisión como ‘pastor ungido’ de Jehová para Israel. (2Cr 36:22, 23; Esd 1:1-4.) La proclamación se hizo “en el primer año de Ciro el rey de Persia”, lo que quiere decir en su primer año como gobernante de la recién conquistada Babilonia. El registro bíblico de Daniel 9:1 se refiere al “primer año de Darío”, que pudo transcurrir entre la caída de Babilonia y “el primer año de Ciro” sobre esta ciudad. En tal caso, el escritor posiblemente consideró que el primer año de Ciro empezó en la última parte del año 538 a. E.C. No obstante, aun pensando que Darío fuese un virrey sobre Babilonia que hubiera gobernado a la vez que Ciro, la costumbre babilonia hubiera sido considerar el primer año reinante de Ciro desde Nisán de 538 hasta Nisán de 537 a. E.C.
Según el registro bíblico, el decreto de Ciro de libertar a los judíos para regresar a Jerusalén probablemente se promulgó a finales de 538 o a principios de 537 a. E.C. Esto permitiría suficiente tiempo para que los exiliados judíos preparasen su salida de Babilonia, emprendieran el largo y difícil viaje a Judá y Jerusalén (un viaje que pudo durar unos cuatro meses, según Esd 7:9) y se establecieran “en sus ciudades”, en Judá, para el “séptimo mes” (Tisri) de 537 a. E.C. (Esd 3:1, 6.) Este suceso señaló el final de los setenta años de desolación de Judá profetizados, que habían comenzado en el mismo mes de Tisri de 607 a. E.C. (2Re 25:22-26; 2Cr 36:20, 21.)
La cooperación de Ciro con los judíos contrastaba de forma notable con el trato que estos habían recibido de los gobernantes paganos anteriores. Les devolvió los utensilios sagrados del templo que se había llevado Nabucodonosor II a Babilonia, les otorgó permiso real para importar maderas de cedro del Líbano y autorizó el desembolso de fondos de la casa del rey para cubrir los gastos de construcción. (Esd 1:7-11; 3:7; 6:3-5.) Según el Cilindro de Ciro (GRABADO, vol. 2, pág. 332), el gobernante persa siguió en líneas generales una política humanitaria y tolerante para con los pueblos conquistados. De acuerdo con esta inscripción, dijo lo siguiente: “Devolví a (estas) ciudades sagradas, del otro lado del Tigris, cuyos santuarios habían sido ruinas largo tiempo, las imágenes que (solían) vivir en ellas y establecí para ellas santuarios permanentes. (También) reuní todos sus habitantes (antiguos) y (les) devolví sus solares”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 245, 246.)
Aparte de la proclamación real registrada en Esdras 1:1-4, en la Biblia se habla de otro documento de Ciro, un “memorándum”, que se archivó en la casa de los registros de Ecbátana, en Media, y que se descubrió allí durante el reinado de Darío el persa. (Esd 5:13-17; 6:1-5.) Con respecto a este segundo documento, el profesor G. Ernest Wright dice: “Lleva el título explícito de dikrona, un término oficial arameo para designar un memorial en que se consignaba una decisión oral del monarca y que ponía en marcha una acción administrativa. No estaba destinado a la publicación, sino para que lo tuviera a la vista el funcionario correspondiente, después de lo cual era depositado en los archivos oficiales”. (Arqueología bíblica, pág. 293.)
Muerte e importancia profética. Se cree que Ciro murió en una batalla en 530 a. E.C., aunque los detalles al respecto son algo oscuros. Antes de su muerte, su hijo Cambises II llegó a ser corregente con él, y le sucedió en el trono persa como único gobernante cuando Ciro murió.
Las profecías sobre la súbita caída de Babilonia la Grande registradas en el libro de Revelación recuerdan la descripción de la conquista de Ciro de la ciudad literal de Babilonia. (Compárese Apo 16:12; 18:7, 8 con Isa 44:27, 28; 47:8, 9.) Sin embargo, el rey que comanda las poderosas fuerzas militares a las que se hace referencia inmediatamente después del relato de la caída de la Babilonia simbólica no es ningún rey terrestre, sino la celestial “Palabra de Dios”, el verdadero Pastor ungido de Jehová: Jesucristo. (Apo 19:1-3, 11-16.)
La venida del Cristo, aquel a quien Jehová tenía que ungir con su espíritu para que fuera el Rey mesiánico, se había predicho siglos antes del nacimiento de Jesús. (Da 9:25, 26.) Sin embargo, cuando Jesús nació, todavía no era el Ungido o Cristo. Al predecir su nacimiento, el ángel le dijo a José: “Tienes que ponerle por nombre Jesús” (Mt 1:21), pero a los pastores que estaban cerca de Belén, les anunció, refiriéndose al papel futuro de Jesús: “Les ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo el Señor”, es decir, “que ha de ser Cristo el Señor”. (Lu 2:11, nota.)
El nombre personal de Jesús seguido del título Cristo dirige la atención a la persona de Jesús y a su calidad de Ungido de Jehová. Jesús llegó a ser Cristo cuando tenía alrededor de treinta años, fue bautizado en agua y ungido con el espíritu de Jehová, que se hizo visible en la forma de una paloma que descendió sobre él. (Mt 3:13-17.) Esto es lo que Pedro enseñó en el Pentecostés, cuando dijo: “Dios lo hizo Señor y también Cristo, a este Jesús”, puede que recordando la expresión que había oído de labios de Jesús, el primero que utilizó el nombre “Jesucristo”. (Hch 2:36-38; Jn 17:3.) Este nombre se usa también en las palabras de apertura y conclusión de las Escrituras Griegas Cristianas. (Mt 1:1; Apo 22:21.)
Por otro lado, cuando el título se coloca delante del nombre y se dice “Cristo Jesús”, en lugar de “Jesucristo”, se destaca el cargo que ocupa Jesús, más bien que aquel que lo desempeña, como cuando se dice ‘el rey David’ o ‘el gobernador Zorobabel’. Recuerda la posición oficial singular de Jesús como el Ungido de Jehová, una posición de honor que no comparte con sus seguidores ungidos. Solo el amado Hijo de Jehová recibe el título de “Cristo Jesús”. Pablo usó esta expresión en su primera carta inspirada. (1Te 2:14.) Lucas también la usó una vez, en Hechos 24:24 (NM, BJ), al referirse al testimonio que daba Pablo.
En ocasiones se llama la atención al cargo desempeñado por Jesús usando el artículo “el” con el título (“el Cristo”). (Mt 16:16; Mr 14:61.) Sin embargo, la estructura gramatical de la frase puede ser un factor determinante para la inclusión o exclusión del artículo, pues W. E. Vine dice: “También, hablando en general, cuando el título es el sujeto de la oración, tiene el artículo; cuando forma parte del predicado, el artículo no aparece”. (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, 1984, vol. 1, pág. 347.)
En las Escrituras, el nombre de Jesús nunca va precedido ni seguido de más de un título; cuando un título precede al nombre personal, cualquier otro se añade únicamente después del nombre. Nunca encontramos una combinación como el Señor Cristo Jesús o el Rey Cristo Jesús, pero sí encontramos el Señor Jesucristo. En el texto griego, la frase “nuestro Salvador, Cristo Jesús”, de 2 Timoteo 1:10, lleva intercalada la expresión “de nosotros” entre Salvador y Cristo para identificar de quién es el Salvador, en armonía con la expresión “Cristo Jesús nuestro Salvador [literalmente, ‘Cristo Jesús el Salvador de nosotros’]”. (Tit 1:4.) En el texto de 1 Timoteo 2:5 se hace mención de “un hombre, Cristo Jesús”, como el mediador, pero la expresión “un hombre” no es un título. Con ella solo se explica que Cristo Jesús había sido hombre en la Tierra.
Pablo hace un uso singular del título “Cristo” cuando escribe con referencia a Moisés, no a Jesús: “Estimaba [Moisés] el vituperio del Cristo [Kjri·stóu, “del Ungido”] como riqueza más grande que los tesoros de Egipto; porque miraba atentamente hacia el pago del galardón”. (Heb 11:26.) Moisés nunca fue ungido con aceite literal como los sumos sacerdotes y reyes de Israel. (Éx 30:22-30; Le 8:12; 1Sa 10:1; 16:13.) Pero tampoco lo fueron Jesús ni sus seguidores, y, no obstante, las Escrituras hablan de su ungimiento. (Hch 10:38; 2Co 1:21.) En estos últimos casos, si bien no se usó aceite de la unción literal, Dios los comisionó o nombró ungiéndolos con espíritu santo. Moisés también recibió un nombramiento especial. Por consiguiente, Pablo tenía razón para decir que Moisés era el ungido de Jehová o Cristo, el receptor de una comisión que se le dio en la zarza ardiente, un nombramiento que estimó como riqueza mayor que todos los tesoros de Egipto. (Éx 3:2–4:17.)
El término “Cristo” también se usa cuando se habla de la congregación cristiana y su relación con el Señor Jesucristo. “Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y miembros individualmente”, en sentido espiritual. (1Co 12:27.) Aquellos “bautizados en Cristo Jesús [fueron] bautizados en su muerte”, con esperanza de ser “coherederos con Cristo” del reino celestial. (Ro 6:3-5; 8:17.) Ellos son partícipes de los “sufrimientos del Cristo”, siendo ‘vituperados por el nombre de Cristo’. (1Pe 4:13, 14; 5:1.) Varias veces se hace referencia a esta relación con las palabras “en unión con Cristo” o “en Cristo”, y también se usa la expresión inversa, “Cristo en unión con ustedes”, en distintos contextos. (Ro 8:1, 2; 16:10; 1Co 15:18; 1Te 4:16; Col 1:27.) A los cristianos débiles que deberían ser fuertes se les llama “pequeñuelos en Cristo”. (1Co 3:1.) Con el transcurso del tiempo, todas las cosas que están en el cielo y las que están en la Tierra serán reunidas de nuevo “en el Cristo”. (Ef 1:10.)
Falsos Cristos.
En sus profecías sobre la conclusión del sistema de cosas, Cristo advirtió a sus seguidores: “Cuidado que nadie los extravíe; porque muchos vendrán sobre la base de mi nombre, diciendo: ‘Yo soy el Cristo’, y extraviarán a muchos”. “Porque se levantarán falsos Cristos [gr. pseu·dó·kjri·stoi] y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios para extraviar, si fuera posible, hasta a los escogidos.” (Mt 24:4, 5, 24; Mr 13:21, 22.) Tales personas inicuas que reclaman falsamente el título y el cargo del Señor Jesucristo forman parte del an·tí·kjri·stos (griego para “anticristo”) que el apóstol Juan menciona cinco veces. (1Jn 2:18, 22; 4:3; 2Jn 7.)
En los años setenta, Jim Jones se autoproclamó “mesías del Templo del Pueblo”. Se le calificó como “un clérigo carismático” con “una extraña influencia sobre las personas”, y en 1978 fue el instigador de uno de los mayores suicidios en masa de la historia. Murieron 913 personas en total, incluido el mismo Jim Jones.
Otros usos del término “Cristo”. La Versión de los Setenta de las Escrituras Hebreas emplea la misma palabra griega kjri·stós más de cuarenta veces, con frecuencia como título de sacerdotes, reyes y profetas ungidos. El sumo sacerdote Aarón era “el ungido”, comisionado y “nombrado a favor de los hombres sobre las cosas que tienen que ver con Dios”. (Le 4:3, 5, 16; 8:12; Heb 5:1.) Cuando expresó juicio contra la casa de Elí, Jehová prometió levantar un sacerdote fiel que habría de andar delante del ungido de Dios (kjri·stós) para siempre. (1Sa 2:35.)
Los reyes compartían este mismo título de honor debido a su relación con Jehová en sus funciones reales. Por ello Samuel se refirió a Saúl como kjri·stós en 1 Samuel 12:3, según la Versión de los Setenta. David exclamó: “¡Es inconcebible, por mi parte, desde el punto de vista de Jehová, alargar la mano contra [Saúl] el ungido [LXX, kjri·stón] de Jehová!” (1Sa 26:11.) David tampoco permitió que su sobrino Abisai le hiciera daño a Saúl. (1Sa 26:8, 9.) Por otra parte, mandó dar muerte al amalequita por decir que había matado a Saúl, “al ungido [LXX, kjri·stón] de Jehová”. (2Sa 1:13-16.) A David también se le otorgó este título y la comisión de ser rey, y más tarde se refirió a sí mismo como el “ungido” [LXX, kjri·stói] de Jehová. (1Sa 16:12, 13; 2Sa 22:51.) Al rey Sedequías, que se sentaba sobre el trono como heredero de David, también se le llamó “el ungido [kjri·stós] de Jehová”. (Lam 4:20.)
Otros que recibieron el título de ungidos de Jehová fueron los profetas, como se desprende del paralelismo utilizado en el Salmo 105:15. Jehová le dio el siguiente mandato a su profeta Elías: “A Eliseo [...] debes ungir por profeta en lugar de ti”, aunque no se registran los detalles del ungimiento. (1Re 19:16.)
A veces la Versión de los Setenta usa kjri·stós de manera profética. Hay diez referencias a kjri·stós en el libro de Salmos, siendo particularmente digna de mención la del Salmo 2:1, 2: Las naciones han estado en tumulto y los reyes de la Tierra se han reunido en masa “contra Jehová y contra su ungido”. Los apóstoles citaron de esta profecía y aplicaron el título al ‘santo siervo Jesús, a quien Jehová había ungido’. (Hch 4:24-27.) Un ejemplo singular es la aplicación de dicho término al rey persa Ciro. Antes de su nacimiento, la profecía de Isaías (45:1-3) había declarado: “Esto es lo que ha dicho Jehová a su ungido [LXX, kjri·stói], a Ciro, a quien he asido de la diestra”. A Ciro nunca se le ungió literalmente con aceite santo como a los reyes de Israel, sino que, como sucede en otras ocasiones en la Biblia, se le concede el título “ungido” debido a que Dios lo comisionó y nombró. (Véase UNGIDO, UNGIR.)
Padre de Eliasaf, quien fue cabeza de la tribu de Gad durante el tiempo en que Israel vagó por el desierto. (Nú 1:14; 7:42, 47; 10:20.) En Números 2:14 se le llama “Reuel” tanto en el texto masorético como en la Versión Peshitta siriaca. Es posible que esta diferencia sea atribuible a un error del escriba al transcribir el nombre debido al parecido entre los caracteres hebreos “d” y “r”, pues en el Pentateuco samaritano, la Vulgata latina y más de cien manuscritos hebreos aparece el nombre “Deuel” en Números 2:14.
1. Efrata, Esposa de Caleb (Kelubai), hijo de Hezrón, de la tribu de Judá.
1. Efrata, Esposa de Caleb (Kelubai), hijo de Hezrón, de la tribu de Judá. Se casó con Caleb tras la muerte de su esposa Azubá mientras todavía estaban en cautiverio en Egipto. Efrata fue madre de Hur y bisabuela de Bezalel, el hábil artesano que desempeñó un papel tan destacado en la construcción del tabernáculo. (1Cr 2:9, 19, 50; 4:4; Éx 35:30-35.)
2. Efrata - (Belén, Efrat) Nombre anterior de Belén o de sus alrededores. Los nombres Belén y Efrata se usan conjuntamente en varios textos. El relato de la muerte de Raquel cuenta que se la enterró “en el camino a Efrat [Efrata], es decir, Belén”. (Gé 35:16, 19; 48:7.) A los familiares de Elimélec se les llama “efrateos de Belén”, y fue a este lugar adonde regresó Noemí, su viuda, desde Moab. (Rut 1:2, 19.)
La bendición que se pronunció sobre Boaz cuando se casó con Rut fue: “Demuestra tu mérito en Efrata y cobra renombre en Belén”. (Rut 4:11.) Por último, en la profecía concerniente al nacimiento del Mesías, los nombres aparecen combinados de la siguiente forma: “Belén Efrata”. (Miq 5:2.) En vista de todo lo dicho, parece ser que la referencia a Efrata que aparece en el Salmo 132:6, que tiene relación con la preocupación de David por el arca del pacto, también aplica al pueblo natal de este rey.
1. Eliab, Hijo de Helón, de la tribu de Zabulón.
1. Eliab, Hijo de Helón, de la tribu de Zabulón; fue uno de los doce principales que Jehová designó para que ayudaran a Moisés y a Aarón a censar a los hijos de Israel para el ejército. (Nú 1:1-4, 9, 16.) Eliab también estaba al frente del ejército de su tribu, que formaba parte de la división de tres tribus del campamento de Judá. (Nú 2:3, 7; Nú 10:14-16.) Además de tomar parte en la presentación conjunta que hicieron los principales cuando terminó de erigirse el tabernáculo, Eliab presentó al tercer día su propia ofrenda para la inauguración del altar. (Nú 7:1-3, 10, 11, 24-29.)
2. Eliab, Hijo de Palú, de la tribu de Rubén, y padre de Nemuel. Los otros hijos de Eliab, Datán y Abiram, apoyaron la rebelión de Coré contra Moisés, y, como resultado, tanto ellos como sus familias hallaron la muerte cuando la tierra se abrió de forma milagrosa y se los tragó. (Nú 16:1, 12; Nú 26:8-10; Dt 11:6.)
3. Eliab - (Elihú 2, Eliel 2) Levita de la familia de los qohatitas que fue antepasado de Samuel el profeta. (1Cr 6:22, 27, 28, 33, 34.) Se le llama Eliel en 1 Crónicas 6:34 y Elihú en 1 Samuel 1:1.
4. Eliab, Primogénito de Jesé, el padre del rey David. (1Sa 17:13; 1Cr 2:13.) La apariencia de Eliab y lo alto de su estatura impresionaron tanto a Samuel, que llegó a la conclusión de que era el escogido de Dios para la gobernación real. Jehová, sin embargo, había rechazado a Eliab y seleccionado a David. (1Sa 16:6-12.)
Eliab, Abinadab y Samah, los tres hijos mayores de Jesé, formaban parte del ejército de Saúl cuando Goliat, el adalid filisteo, desafió a los hombres de Israel. Poco antes de que Goliat subiese de nuevo de las líneas de batalla de los filisteos para desafiar a Israel, David apareció en la escena enviado por su padre con provisiones para sus tres hermanos. Encolerizado en gran manera por el hecho de que David preguntase a los guerreros israelitas qué recompensa recibiría el que derribase a Goliat, Eliab lo criticó, insinuando que era negligente en el cuidado de sus deberes de pastor y acusándolo de ser presuntuoso y tener un mal corazón. (Este incidente entre David y Eliab se omite en el Manuscrito Vaticano núm. 1209.) (1Sa 17:13, 17, 1Sa 17:26-28.)
Parece ser que tiempo después, Jerimot, hijo de David, se casó con Abiháil, la hija de Eliab. (2Cr 11:18.)
5. Eliab, Uno de los gaditas que se unieron a David mientras todavía estaba bajo restricciones por causa del rey Saúl. Se dice que estos gaditas eran “hombres valientes, poderosos”, y que el menor de ellos equivalía a una fuerza de cien hombres, y el mayor, a una de mil. (1Cr 12:1, 8, 9, 14.)
6. Eliab, Músico levita de la segunda de las divisiones que tocó cuando el rey David hizo trasladar el arca de Jehová de la casa de Obed-edom a Jerusalén. (1Cr 15:18, 20, 25; 1Cr 16:5.)
1. Elihú, Hijo de Barakel el buzita de la familia de Ram.
1. Elihú, “Hijo de Barakel el buzita de la familia de Ram.” Como descendiente de Buz, debió ser un pariente lejano de Abrahán. (Job 32:1, 2, 6; Gé 22:20, 21.) Es probable que Elihú escuchara con atención todo el debate entre Job y sus tres supuestos consoladores, pero, por respeto a su edad, permaneció en silencio hasta que todos terminaron de hablar. Aunque los críticos modernos han tildado a Elihú de locuaz, diciendo que sus discursos eran verbosos, sus declaraciones no fueron las de un joven impertinente. Se daba perfecta cuenta de que la sabiduría no es una posesión exclusiva de los de edad avanzada, sino que lo que determina que una persona de verdad sea sabia es solo el espíritu de Dios. Por lo tanto, confiaba profundamente en dicho espíritu y así pudo discernir correctamente que Job no había reconocido que la vindicación de Jehová Dios era mucho más importante que la vindicación de cualquier hombre, y también que los tres amigos de Job en realidad habían pronunciado inicuo a Dios. (Job 32:2-9, 18.)
Elihú fue imparcial, y no concedió ningún título lisonjero a nadie. Reconoció que, al igual que Job, estaba hecho de barro, y que el Todopoderoso era su Creador. No tuvo la intención de asustar a Job, sino que le habló como un verdadero amigo, trató a Job con consideración y bondad, dirigiéndose a él por nombre, algo que no habían hecho Elifaz, Bildad y Zofar. (Job 32:21, 22; Job 33:6.)
Además, lo felicitó por su rectitud. Pero también le dijo que se estaba preocupando demasiado por demostrar su inocencia. Entonces le aseguró que vale la pena servir a Dios y serle fiel (Job 36:1, 11). ¡Qué excelente ejemplo para los siervos de Dios que tienen que dar consejos hoy día! Elihú tuvo paciencia, escuchó con atención a Job, lo felicitó siempre que pudo y le ofreció consejos constructivos (Job 33:32).
Elihú ensalzó la posición del Dios verdadero en todo respecto: el Todopoderoso es justo y recompensa a las personas según su comportamiento; juzga sin parcialidad y se da perfecta cuenta del derrotero que emprenden los hombres; oye el clamor del afligido; es un Maestro que hace a los hombres más sabios que la creación animal inferior. Lo único que Dios no oye es la falsedad, y por lo tanto Elihú estimuló a Job a esperar en Él. Además, le aseguró que Dios estaba con él y que no conservaría vivos a los inicuos, sino que aquellos que le sirven “acabarán sus días en lo que es bueno”. (Job 36:11.) Luego animó a Job a exaltar la actividad de Dios, el gran Proveedor, Aquel que da alimento en abundancia. Llamó la atención de Job a las grandes cosas hechas por Dios y a su control de las fuerzas naturales, exhortándole a mostrarse “atento a las maravillosas obras de Dios”. (Job 37:14.) Concluyó en un plano muy elevado, diciendo concerniente al Todopoderoso: “Es sublime en poder, y el derecho y la abundancia de justicia él no menosprecia. Por lo tanto, que le teman los hombres”. (Job 37:23, 24; caps. 34–37.)
Solo gracias al espíritu de Dios, Elihú tuvo paciencia, escuchó con atención a Job, lo felicitó siempre que pudo y le ofreció consejos constructivos (Job 32:6; 33:32), pudo evaluar la situación debidamente y pronunciar las palabras que se cumplieron en Job cuando se le restableció: “¡Líbralo de bajar al hoyo! ¡He hallado un rescate! Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil”. (Job 33:24, 25.)
2. Elihú - (Eliab 3, Eliel 2, Eliou) Antepasado del profeta Samuel; hijo de Tóhu. (1Sa 1:1.) A Elihú se le llama también Eliab y Eliel. (1Cr 6:27, 34.)
3. Elihú, Posiblemente Eliab, el hermano mayor del rey David; llegó a ser el príncipe de la tribu de Judá. (1Cr 27:18, 22; compárese con 1Sa 16:6.)
4. Elihú, Uno de los siete cabezas de los miles que pertenecían a Manasés y que se unieron a David en Ziqlag. (1Cr 12:20.)
5. Elihú, Coreíta de la familia de Obed-edom que fue portero en la casa de Dios; se le nombró durante el reinado de David. (1Cr 26:1, 4, 7, 8.)
1. Elcaná, Levita, hijo del rebelde Coré.
1. Elcaná, Levita, hijo del rebelde Coré. Ni él ni sus hermanos Asir y Abiasaf tuvieron el mismo destino que su padre. (Éx 6:24; Nú 26:11.) Es posible que se trate del mismo Elcaná mencionado en 1 Crónicas 6:23.
2. Elcaná, Segundo de los cuatro levitas de la familia de Qohat mencionados en las Crónicas. Fue el padre de Amasai y Ahimot, y quizás hijo de Joel. (1Cr 6:25, 36.)
3. Elcaná, Tercero de los levitas ya mencionados. Parece ser que fue hijo de Máhat. (1Cr 6:26, 35.)
4. Elcaná, Hijo de Jeroham y padre de Samuel el profeta, así como de otros hijos e hijas. Residía en Ramá, en la región montañosa de Efraín, y por eso se le llama efraimita, aunque por ascendencia era levita. (1Sa 1:1; 1Cr 6:27, 33, 34.) Elcaná tenía la costumbre de ir de año en año a Siló “para postrarse y para ofrecer sacrificios a Jehová”. Tenía dos esposas, Ana y Peniná. Aunque Ana era estéril, Elcaná la amaba e intentaba consolarla. Más tarde, en respuesta a la oración de Ana, Jehová los bendijo con el nacimiento de Samuel, y posteriormente con el de tres hijos y dos hijas más. (1Sa 1:2, 3, 5, 8, 19; 2:21.)
5. Elcaná, Levita que fue antepasado de cierto Berekías. (1Cr 9:16.)
6. Elcaná, Uno de los coreítas que al parecer residían en el territorio de Benjamín, y que fueron “a David en Ziqlag mientras todavía estaba bajo restricciones a causa de Saúl”. (1Cr 12:1, 2, 6.)
7. Elcaná, Uno de los porteros para el Arca cuando David la trasladó de la casa de Obed-edom a Jerusalén; tal vez sea el mismo que el núm. 6. (1Cr 15:23, 25.)
8. Elcaná, Funcionario próximo al rey Acaz de Judá a quien asesinó Zicrí, hombre poderoso de Efraín, cuando Péqah, el rey de Israel, invadió Judá. (2Cr 28:6, 7.)
Hombre de Lida, población situada junto a la llanura de Sarón. Pedro lo curó después de haber padecido parálisis durante ocho años. (Hch 9:32-35.)
Cuñado de Moisés; hijo de Reuel (Jetró) y una madianita, de la tribu de los quenitas. (Nú 10:29; Éx 3:1; Jue 1:16.) Cuando llegó el tiempo para que los israelitas se trasladasen de la región del monte Sinaí hacia la Tierra Prometida, Moisés pidió a Hobab que los acompañase para que sirviese de “ojos”, o de explorador, para la nación, debido a que conocía bien la región. Aunque al principio Hobab rehusó, parece ser que al final acompañó a los israelitas, pues sus descendientes, los quenitas, establecieron su morada en el desierto de Judá, al S. de Arad, y para el tiempo de Saúl y David todavía se les relaciona con aquella zona. (Nú 10:29-32; Jue 1:16; 1Sa 15:6; 27:10; 30:26, 29.)
Sin embargo, el texto masorético de Jueces 4:11 llama Hobab al suegro de Moisés (NM, BAS, BJ, DK, NBE, NC, Val). De manera que el nombre Hobab tal vez designe a dos personas: al suegro y al cuñado de Moisés. Este hecho no debe extrañar, pues al suegro de Moisés se le llama por más de un nombre. (Compárese con Éx 2:16-22; 3:1.)
Por otro lado, si Hobab solo era el nombre del hijo de Reuel, de modo que solo identificaba al cuñado de Moisés, el que se diga que Hobab era el suegro de Moisés debe significar que a Hobab se le consideraba el representante de su padre Reuel, quien para entonces quizás estaba muerto. (Véanse JETRÓ; QUENITA.)
1. Jehoram, Uno de los dos sacerdotes que Jehosafat seleccionó en 934 a. E.C., el tercer año de su reinado, junto con algunos príncipes y levitas, para que fueran maestros itinerantes del “libro de la ley de Jehová”. (2Cr 17:7-9.)
2. Jehoram - (Joram 3) Hijo de Acab y Jezabel. Sucedió a Ocozías, su hermano mayor, hacia 917 a. E.C., como el décimo rey del reino norteño de Israel. Reinó doce años. (2Re 1:17, 18; 3:1; 9:22.) No se le debe confundir con el rey de Judá que tenía el mismo nombre y que era su cuñado. (Véase núm. 3.) Aunque Jehoram quitó el poste sagrado de Baal que había erigido su padre, persistió en hacer “lo que era malo a los ojos de Jehová” y en el culto de becerros que había instituido Jeroboán. (1Re 12:26-29; 1Re 16:33; 2Re 3:2, 3.)
El rey Jehosafat de Judá y el rey de Edom se unieron a Jehoram en un ataque contra Moab, ataque que tuvo éxito porque Jehová confundió al enemigo con una ilusión óptica. Eliseo, el profeta de Dios, dio instrucciones a los del campamento de Israel de que cavaran zanjas para recoger el agua que tanto se necesitaba y que Jehová proveyó. A la mañana siguiente, el reflejo de la luz del sol sobre el agua hizo que los moabitas pensasen que era sangre. Los moabitas creyeron que en el campamento confederado se había producido una matanza entre los tres reyes, de modo que fueron allí para tomar el despojo, lo que resultó en un gran degüello. (2Re 3:4-27.)
Naamán, el jefe del ejército sirio, acudió a Jehoram para curarse de la lepra. Con ese fin, llevaba consigo una carta del rey de Siria. Pensando que el gobernante sirio buscaba una riña, Jehoram exclamó: ‘¿Soy yo Dios para que pueda dar muerte y preservar la vida y curar la lepra?’. Sin embargo, Eliseo le pidió que le enviase a Naamán, para que el jefe del ejército sirio supiera que el Dios verdadero tenía un profeta en Israel capaz de efectuar tales curaciones. (2Re 5:1-8.)
Eliseo, el profeta de Jehová, le había informado a Jehoram por anticipado sobre las maniobras militares de Siria. (2Re 6:8-12.) Durante el reinado de Jehoram, ciertos ataques sirios contra Israel fracasaron gracias a la acción divina. (2Re 6:13–7:20.)
No obstante, a pesar de tales manifestaciones de la bondad amorosa de Dios, Jehoram no se arrepintió ni se volvió a Jehová con todo su corazón hasta el día de su muerte. Esta le sobrevino de repente y de una manera inesperada. Se encontraba en Jezreel recuperándose de las heridas recibidas en una batalla contra los sirios. Poco después, salió para encontrarse con Jehú, y le preguntó: “¿Hay paz, Jehú?”. Como recibió una respuesta negativa, dio la vuelta para huir, pero Jehú disparó una flecha que le atravesó el corazón. Así fue ejecutado “este hijo de un asesino” (2Re 6:32), y su cuerpo fue arrojado en el campo de Nabot. (2Re 9:14-26; véase Joram 3.)
3. Jehoram - (Joram 4) Primogénito de Jehosafat que llegó a ser rey de Judá a la edad de treinta y dos años. (2Cr 21:1-3, 5, 20.) Parece ser que estuvo asociado de alguna manera con su padre en el reinado durante varios años. (2Re 1:17; 8:16.) Los ocho años que se dice que reinó Jehoram se cuentan a partir de 913 a. E.C. (2Re 8:17.) Por consiguiente, durante estos años tanto el reino septentrional como el meridional tuvieron gobernantes con el mismo nombre. Además eran cuñados, puesto que Jehoram de Judá estaba casado con Atalía, que era hija de Acab y de Jezabel y hermana de Jehoram de Israel. (2Re 8:18, 25, 26; véase núm. 2; Joram.)
Jehoram no siguió los caminos justos de Jehosafat su padre, debido, al menos en parte, a la mala influencia de su esposa Atalía. (2Re 8:18.) Jehoram no solo asesinó a sus seis hermanos y a algunos de los príncipes de Judá, sino que también apartó de Jehová a sus súbditos para que sirvieran a dioses falsos. (2Cr 21:1-6, 11-14.) Todo su reinado se caracterizó tanto por disturbios internos como por conflictos externos. Primero Edom y más tarde Libná se sublevaron contra Judá. (2Re 8:20-22.) En una carta a Jehoram, el profeta Elías advirtió: “¡Mira!, Jehová va a asestar un gran golpe a tu pueblo y a tus hijos y a tus esposas y a todos tus bienes. Y estarás con muchas enfermedades, con una dolencia de los intestinos, hasta que los intestinos se te hayan salido debido a la enfermedad día a día”. (2Cr 21:12-15.)
Todo ocurrió exactamente de esa manera. Jehová permitió que los árabes y los filisteos invadieran la tierra y tomaran cautivos a las esposas y a los hijos de Jehoram. Únicamente permitió que escapase el hijo más joven de Jehoram, Jehoacaz (llamado también Ocozías); sin embargo, esta concesión se hizo solo por causa del pacto del Reino con David. “Después de todo esto Jehová lo plagó [a Jehoram] en los intestinos con una enfermedad para la cual no había curación.” Dos años más tarde, “se le salieron los intestinos” y con el tiempo murió. Así terminó la vida de este hombre inicuo, que “se fue sin ser deseado”. Fue enterrado en la Ciudad de David, “pero no en las sepulturas de los reyes”. Su hijo Ocozías le sucedió en el trono. (2Cr 21:7, 16-20; 22:1; 1Cr 3:10, 11.)
Quenita, suegro de Moisés. (Éx 3:1; Jue 1:16.) También se le llama Reuel (Nú 10:29), lo que podría indicar que Jetró era un título, mientras que Reuel era su nombre personal. Sin embargo, no era extraño que un principal árabe tuviera dos o incluso más nombres, como lo atestiguan muchas inscripciones. En Éxodo 4:18 el texto masorético usa la grafía “Jéter”.
Jetró era “el sacerdote de Madián”. Como el cabeza de una gran familia formada al menos por siete hijas y un hijo mencionado por nombre (Éx 2:15, 16; Nú 10:29), y como no solo tenía la responsabilidad de mantener a su familia, sino también de dirigirlos en la adoración, se le llama con propiedad “el sacerdote [o principal] de Madián”, hecho que por sí solo no significa necesariamente que adorase a Jehová Dios, aunque es posible que los antepasados de Jetró estuviesen arraigados en la adoración verdadera, y quizás algo de esta adoración continuó en la familia. Su conducta indica que al menos tenía un profundo respeto por el Dios de Moisés e Israel. (Éx 18:10-12.)
La relación de Jetró con su futuro yerno empezó poco después que Moisés huyó de Egipto en 1553 a. E.C. Moisés ayudó a las hijas de Jetró a abrevar los rebaños de su padre, que al enterarse le ofreció hospitalidad. Moisés aceptó vivir en la casa de Jetró y con el tiempo se casó con su hija Ziporá. Después de unos cuarenta años cuidando los rebaños de Jetró en las inmediaciones del monte Horeb (Sinaí), Jehová llamó a Moisés para que volviese a Egipto, lo que hizo con la bendición de su suegro. (Éx 2:15-22; 3:1; 4:18; Hch 7:29, 30.)
Cuando Jetró recibió el informe de la gran victoria de Jehová sobre los egipcios, en seguida fue hacia en Horeb, con Ziporá y los dos hijos de Moisés; ciertamente fue un encuentro muy emotivo. Jetró respondió al resumen que le hizo Moisés de los poderosos actos de salvación de Jehová bendiciendo a Dios y confesando: “Ahora sí sé que Jehová es mayor que todos los demás dioses”. Luego ofreció sacrificios al Dios verdadero. (Éx 18:1-12.) Al día siguiente, observó cómo Moisés escuchaba los problemas de los israelitas “desde la mañana hasta la tarde”, y al percatarse de lo agotadora que era esta tarea tanto para Moisés como para el pueblo, le recomendó un sistema para delegar autoridad. ‘Prepara a otros hombres capaces y dignos para que sean jefes sobre decenas, cincuentenas, centenas y millares a fin de juzgar casos, de modo que tú tan solo tendrás que oír los casos que ellos no puedan manejar.’ Moisés aceptó la recomendación y Jetró volvió a su propia tierra. (Éx 18:13-27.)
Moisés le pidió a Hobab, hijo de Jetró, que los acompañase por ser conocedor del terreno. Este accedió después de Moisés insistirle, y algunos de su familia entraron en la Tierra Prometida con Israel. (Nú 10:29-33.) En Jueces 4:11 se dice que Hobab es el suegro de Moisés, en lugar de su cuñado, lo que ha creado cierta confusión. Sin embargo, la expresión hebrea que por lo general se traduce “suegro” puede denotar en un sentido más amplio cualquier pariente político, así que también se puede entender como “cuñado”. Decir que Hobab era el suegro de Moisés en lugar de Jetró estaría en desacuerdo con otros textos. Si Hobab fuese otro nombre de Jetró, como algunos opinan, significaría que los dos hombres, padre e hijo, tenían el mismo nombre. Por otro lado, como miembro prominente de la siguiente generación de quenitas, es posible que en este texto Hobab figurase como representante de su padre.
1. Ocozías, Hijo de Acab y Jezabel; fue rey de Israel por dos años, empezando hacia 919 a. E.C. Siguió el proceder de sus padres idólatras y participó en el culto a Baal. (1Re 22:51-53.) Cuando murió el padre de Ocozías, Moab aprovechó la oportunidad para rebelarse y así liberarse del pesado tributo que se les había impuesto: 100.000 corderos e igual número de carneros sin esquilar. (2Re 1:1; 3:4, 5.) El rey Mesá de Moab narra esta sublevación en la inscripción de la Piedra Moabita. Ocozías no hizo ningún esfuerzo por subyugar a los moabitas, quizás debido al accidente que sufrió poco después de dicha sublevación y a su muerte prematura.
Ocozías concertó una alianza marítima con Jehosafat de Judá con el propósito de iniciar una empresa para la construcción de naves en Ezión-guéber, en el golfo de `Aqaba. Dios no aprobó ese proyecto debido a la iniquidad de Ocozías, por lo que “las naves se destrozaron”. (2Cr 20:35-37.) El registro de 1 Reyes 22:48, 49 muestra que Ocozías quería la autorización de Jehosafat para que marineros israelitas tripularan las naves junto con los judaítas, “pero Jehosafat no consintió”. Si esta solicitud se hizo antes de que las naves se destrozaran, la negativa de Jehosafat quizás solo indicó que desconfiaba de Ocozías y quería evitar cualquier intrusión del reino septentrional. Si la solicitud llegó después, posiblemente fuera una insinuación de Ocozías de que los hombres de Jehosafat no eran diestros y habían sido responsables del destrozo de las naves, por lo que le sugería que se repararan y volvieran a enviar a la mar, pero con marineros israelitas también a bordo. En ese caso, la negativa de Jehosafat debió de obeceder a su reconocimiento de que Dios desaprobaba el proyecto.
El rey sufrió un accidente en su casa cuando cayó por un enrejado (que quizás cerraba una claraboya) de su cámara del techo, que lo dejó postrado en cama y gravemente enfermo. (2Re 1:2.) Como si el Dios verdadero ya no existiera, Ocozías envió mensajeros para inquirir del dios filisteo Baal-zebub (que significa “Dueño de las Moscas”) en cuanto a las posibilidades que tenía de recuperarse. El profeta Elías salió a su encuentro y les dijo que el lecho de enfermo de Ocozías se transformaría en su lecho de muerte, de modo que los mensajeros se volvieron y le entregaron al rey el mensaje de Elías. En vez de humillarse, Ocozías envió una fuerza de 50 hombres con un capitán para que le llevasen a Elías. Tanto esa fuerza como una segunda fueron destruidas por fuego tan pronto como se acercaron a la montaña donde estaba Elías y le dieron la orden del rey: “Dígnate bajar”. El obstinado rey envió una tercera fuerza, que se salvó debido únicamente a que el capitán suplicó de manera respetuosa que su vida y la de sus hombres ‘fueran preciosas a los ojos’ de Elías. Después de esto, Elías bajó y transmitió el mensaje de muerte directamente a Ocozías. Este murió sin descendencia, y le sucedió su hermano Jehoram. (2Re 1:2-17.)
2. Ocozías - (Jehoacaz 1, Ahazia, Azarías 10) Hijo de Jehoram y Atalía que reinó en Judá por un año (c. 906 a. E.C.). Durante el reinado de su padre, los filisteos y los árabes invadieron Judá, y tomaron cautivos a todos los hijos de Jehoram, con la excepción de Jehoacaz (Ocozías), el más joven. (2Cr 21:16, 17; 22:1.) Tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y su madre Atalía, la autoritaria hija de Acab y Jezabel, influyó en él para que hiciera lo malo. (2Re 8:25-27; 2Cr 22:2-4.) Acompañó al rey Jehoram de Israel (su tío materno) a luchar contra Siria en Ramot-galaad, donde Jehoram fue herido. Más tarde, Ocozías visitó a Jehoram mientras estaba convaleciente en Jezreel. (2Re 8:28, 29; 9:15; 2Cr 22:5, 6.)
Cuando se comparan los dos relatos (2Re 9:21-28; 2Cr 22:7-9), se ve que el curso de los sucesos fue el siguiente: al acercarse a Jezreel, Jehú se encontró con Jehoram y Ocozías. Derribó a Jehoram, y Ocozías huyó. Jehú no lo persiguió inmediatamente, sino que continuó hacia Jezreel para terminar la obra de ejecución. Mientras tanto, Ocozías trató de regresar a Jerusalén; no obstante, solo llegó hasta Samaria, donde trató de esconderse. Los hombres de Jehú que lo estaban persiguiendo lo descubrieron en Samaria, lo capturaron y lo llevaron a Jehú, que estaba cerca de la ciudad de Ibleam, no lejos de Jezreel. Cuando Jehú vio a Ocozías, ordenó a sus hombres que lo mataran en su carro. Ellos lo derribaron y lo hirieron mientras iba camino de Gur, cerca de Ibleam, pero le permitieron escapar, de modo que Ocozías huyó a Meguidó, donde murió a causa de sus heridas. Luego se le llevó a Jerusalén para enterrarlo. Los relatos de su muerte son complementarios, no contradictorios.
Segundo de las Crónicas 22:7 indica que la muerte de Ocozías “provino de Dios”; por lo tanto, Jehú actuó como el ejecutor designado por Dios al matar a este hombre que se asoció con la casa condenada de Acab. A Ocozías también se le llama “Azarías” en 2 Crónicas 22:6 (aunque hay quince manuscritos hebreos que aquí leen “Ocozías”) y “Jehoacaz” en 2 Crónicas 21:17 y 25:23 (un caso de transposición del nombre divino, utilizándolo al principio de la palabra en vez de ir pospuesto).
Principal ayudante de Bezalel en la construcción del tabernáculo; era hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan. Oholiab era “artífice y bordador y tejedor en el hilo azul y la lana teñida de púrpura rojiza y fibra escarlata carmesí y lino fino”. (Éx 31:6; 35:34; 36:1, 2; 38:23.)
1. Reuel, Segundo hijo de Esaú y Basemat.
1. Reuel, Segundo hijo de Esaú y Basemat, la hija de Ismael, mencionado por nombre. Los cuatro hijos de Reuel fueron jeques de Edom. (Gé 36:2-4, 10, 13, 17; 1Cr 1:35, 37.)
2. Reuel - (Jetró) Suegro de Moisés y sacerdote de Madián. (Éx 2:16-21; Nú 10:29.) Las demás veces que se habla de él recibe el nombre de Jetró.
3. Reuel - (Deuel, Raguel) Gadita cuyo hijo, Eliasaf, fue el principal de su tribu durante la marcha de los israelitas por el desierto. (Nú 2:14.) Su nombre se escribe Deuel las demás veces que se le menciona.
4. Reuel, Antepasado de un benjamita que residió en Jerusalén con posterioridad al exilio babilonio. (1Cr 9:3, 7, 8.)
1. Tapúah, Uno de los cuatro hijos de Hebrón y descendiente de Caleb.
1. Tapúah, Uno de los cuatro hijos de Hebrón y descendiente de Caleb. (1Cr 2:42, 43.) Hay quien opina que su nombre guarda relación con Bet-tapúah, una población cercana a Hebrón.
2. Tapúah, Localidad de la Sefelá que se asignó a la tribu de Judá. (Jos 15:20, 33, 34.) Es, por lo tanto, diferente de la Bet-tapúah que se hallaba en las inmediaciones de Hebrón. El lugar se identifica tentativamente con Horvat Bet Natif, en la aldea abandonada de Beit Nattif, situada a unos 20 Km. al O. de Belén.
3. Tapúah, Población fronteriza situada entre Efraín y Manasés. (Jos 16:8.) Aunque la ciudad se asignó a Efraín, sus alrededores, “la tierra de Tapúah”, correspondían a Manasés. (Jos 17:8.) En-Tapúah (Jos 17:7) parece referirse a un manantial cercano (heb. `Á·yin, o En, que significa “fuente [manantial]” cuando se usa como prefijo), y tal vez haya sido un nombre más completo con el que se designaba a la ciudad.
“El rey de Tapúah” fue uno de los gobernantes derrotados por Josué durante la conquista de Canaán (Jos 12:17), y en este caso “Tapúah” parece referirse a la ciudad de Efraín, identificada normalmente con Tell Sheikh Abu Zarad (Tel ’Abu Zarad), situada a unos 13 Km. al SSO. de Siquem e inmediatamente al S. de Yasuf.
Cristiano gentil de Éfeso que fue colaborador del apóstol Pablo. (Hch 21:29.) Quizás se hizo cristiano durante el prolongado ministerio de Pablo en Éfeso en el transcurso de su tercer viaje misional. Después, fue uno de los que acompañó a Pablo en su viaje de regreso por Macedonia y Asia Menor hasta Jerusalén. (Hch 20:3-5, 17, 22.) Una vez allí, Trófimo fue visto con Pablo, y cuando este llevó a varios acompañantes al templo, los judíos pensaron que Trófimo había traspasado el atrio de los gentiles y, por ello, contaminado el templo. Basándose en esta suposición falsa, una chusma atacó a Pablo. (Hch 21:26-30; Hch 24:6.) Algunos años después, tras el primer encarcelamiento de Pablo, Trófimo volvió a viajar con él, pero cuando llegaron a Mileto, no muy lejos de su ciudad natal, Trófimo enfermó y no pudo continuar. (2Ti 4:20.)
Uno de los tres “compañeros” de Job, concretamente el naamatita. (Job 2:11.) Zofar fue el 3º en hablar en el debate que mantuvieron con Job. Su línea de razonamiento general siguió la de Elifaz y Bildad; acusó a Job de iniquidad y le dijo que abandonase sus prácticas pecaminosas. (Job 11, 20.) Pero después de dos turnos, Zofar desistió; ya había pronunciado su denunciación y no tenía nada que añadir en el tercer turno. Al final, Jehová ordenó que él y sus compañeros ofrecieran un gran sacrificio y que Job orara a favor de ellos. (Job 42:7-9.)
★Naamatita
(De [Perteneciente a] Naamá).
Apelativo de Zofar, uno de los compañeros de Job (Job 2:11; 11:1; 20:1; 42:9), que identificaba a su familia o al lugar donde vivía. Se ha apuntado Djebel-el-Na`ameh, al NO. de Arabia, como posible ubicación de la tierra natal de Zofar. La ascendencia de Zofar es incierta.