De modo que sus siervos le dijeron: “Hay que buscarle a mi señor el rey una joven, una virgen,b para que sea su enfermerad y lo atienda.c Ella se acostará en los brazose de mi señor el rey para darle calor”.f
Mientras tanto, Adoníasj hijo de Haguitk se engrandecíal diciendo: “¡Yo seré el rey!”.m Se mandó hacer un carruaje y se consiguió jinetes y 50 hombres para que fueran corriendo delante de él.n
Ahora bien, su padre nunca se había enfrentado a él diciéndole: “¿Por qué has hecho esto?”. Adonías había nacido después de Absalón y también era muy atractivo.
Tiempo después, Adonías sacrificó animales engordados, ovejas y reses junto a la piedra de Zohélet, que está cerca de En-Roguel. Invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, así como a todos los hombres de Judá, los siervos del rey.
Entonces Natán le dijo a Bat-Seba, la madre de Salomón: “¿No te has enterado? Adonías hijo de Haguit se convirtió en rey, y nuestro señor David no sabe nada.
Ve a ver al rey David y dile: ‘¿No fuiste tú, mi señor el rey, quien me juró “Tu hijo Salomón será rey después de mí, y será él quien se siente en mi trono”? Entonces, ¿por qué Adonías se ha convertido en rey?’.
Ella le contestó: “Señor mío, tú fuiste quien me juró por Jehová tu Dios diciéndome ‘Tu hijo Salomón será rey después de mí, y será él quien se siente en mi trono’.
Sacrificó muchos toros, animales engordados y ovejas, e invitó a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, el jefe del ejército; pero no invitó a tu siervo Salomón.
Porque hoy bajó para sacrificar muchos toros, animales engordados y ovejas, e invitó a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar. Todos están allí, comiendo y bebiendo con él, y no dejan de decir: ‘¡Viva el rey Adonías!’.
hoy mismo haré lo que juré por Jehová, el Dios de Israel, cuando dije ‘¡Tu hijo Salomón será rey después de mí, y será él quien se siente en mi trono en lugar de mí!’”.
Al instante, el rey David dijo: “Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaya hijo de Jehoiadá”. Así que ellos entraron adonde estaba el rey.
Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaya hijo de Jehoiadá, los keretitas y los peletitas bajaron e hicieron que Salomón cabalgara en la mula del rey David, y lo llevaron a Guihon.
El sacerdote Sadoc sacó de la tienda el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Empezaron a tocar el cuerno, y todo el pueblo se puso a gritar: “¡Viva el rey Salomón!”.
Adonías y todos sus invitados ya habían terminado de comer cuando oyeron el alboroto. En cuanto Joab escuchó el sonido del cuerno, dijo: “¿A qué viene ese escándalo en la ciudad?”.
Mientras todavía estaba hablando, llegó Jonatán hijo de Abiatar el sacerdote. Y Adonías le dijo: “Entra, porque eres un hombre bueno, y seguro que traes buenas noticias”.
El rey envió con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaya hijo de Jehoiadá, a los keretitas y a los peletitas, y ellos hicieron que cabalgara en la mula del rey.
Entonces el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungieron como rey en Guihon. Después subieron desde allí con alegría, y la ciudad está alborotada. Ese es el bullicio que ustedes oyeron.
Y otra cosa: los siervos del rey han ido a felicitar a nuestro señor el rey David. Le dijeron: ‘¡Que tu Dios haga que el nombre de Salomón sea más famoso que el tuyo, y que engrandezca su trono más que el tuyo!’. Entonces el rey se inclinó sobre la cama.
Y el rey también dijo: ‘¡Alabado sea Jehová, el Dios de Israel, que hoy ha permitido que alguien se siente en mi trono y me ha concedido verlo con mis propios ojos!’”.
A Salomón le informaron: “Adonías tiene miedo del rey Salomón. Se ha agarrado de los cuernos del altar y dice: ‘Que primero me jure el rey Salomón que no matará a espada a este siervo suyo’”.
Cumple con la obligación que tienes con Jehová tu Dios andando en sus caminos y obedeciendo sus estatutos, sus mandamientos, sus decisiones judiciales y sus recordatorios tal como están escritos en la Ley de Moisés. Así tendrás éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas.
Y Jehová cumplirá esta promesa que me hizo: ‘Si tus hijos prestan atención a sus pasos andando fielmente en mis caminos con todo su corazón y con toda su alma, siempre habrá un descendiente tuyo sentado en el trono de Israel’.
”También sabes muy bien lo que me hizo Joab hijo de Zeruyá, lo que les hizo a dos jefes de los ejércitos de Israel: Abner hijo de Ner y Amasá hijo de Jéter. Los mató, y así derramó sangre de guerra en tiempo de paz y manchó con esa sangre el cinturón que llevaba en la cintura y las sandalias de sus pies.
”Pero a los hijos de Barzilái el galaadita muéstrales amor leal. Ellos estuvieron a mi lado cuando hui de tu hermano Absalón, así que deberás tenerlos entre los que coman a tu mesa.
”También está contigo Simeí hijo de Guerá el benjaminita de Bahurim. Fue él quien me maldijo con una cruel maldición el día en que yo iba a Mahanaim. Pero, cuando bajó a mi encuentro al Jordán, le juré por Jehová: ‘No te mataré a espada’.
Pasado el tiempo, Adonías hijo de Haguit vino a ver a Bat-Seba, la madre de Salomón. Ella le preguntó: “¿Vienes en son de paz?”. Y él le contestó: “Sí, vengo en son de paz”.
Él continuó: “Tú sabes muy bien que el reinado iba a ser mío, y todos los de Israel esperaban que yo fuera el rey. Pero el reinado se me escapó de las manos y pasó a ser de mi hermano, porque Jehová quiso que fuera suyo.
De modo que Bat-Seba se presentó ante el rey Salomón para hablar con él de parte de Adonías. Enseguida el rey se levantó para ir a su encuentro y se inclinó ante ella. Luego se sentó en su trono y mandó traerle un trono a la madre del rey para que ella se sentara a su derecha.
Pero el rey Salomón le respondió a su madre: “¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? Solo falta que pidas también el reinado para él, porque es mi hermano mayor y tiene el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Zeruyá”.
Y ahora, tan cierto como que vive Jehová —que me ha establecido firmemente y me ha sentado en el trono de David mi padre y que me hizo una casa, tal como me prometió—, juro que hoy Adonías morirá”.
Al sacerdote Abiatar el rey le dijo: “¡Vete a tus campos en Anatot! Mereces morir, pero no te voy a matar hoy, porque llevaste el Arca del Señor Soberano Jehová delante de David mi padre y porque sufriste junto a mi padre todas sus dificultades”.
De modo que Salomón expulsó a Abiatar para que dejara de ser sacerdote de Jehová y que así se cumplieran las palabras que Jehová había dicho contra la familia de Elí en Siló.
Cuando Joab se enteró de la noticia, huyó a la tienda de Jehová y se agarró de los cuernos del altar (porque, aunque Joab no había apoyado a Absalón, sí había apoyado a Adonías).
Entonces le informaron al rey Salomón: “Joab ha huido a la tienda de Jehová, y ahí está, al lado del altar”. Así que Salomón envió a Benaya hijo de Jehoiadá y le dijo: “¡Ve y mátalo!”.
Benaya fue a la tienda de Jehová y le dijo: “Esto es lo que dice el rey: ‘¡Sal de ahí!’”. Pero él contestó: “¡No! Moriré aquí”. Benaya regresó y le informó al rey lo que Joab le había contestado.
Jehová lo hará responsable de su propia muerte porque, sin que David mi padre lo supiera, atacó y mató a espada a dos hombres más justos y mejores que él: Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y Amasá hijo de Jéter, jefe del ejército de Judá.
La culpa de la muerte de ellos recaerá para siempre sobre Joab y sus descendientes; pero que Jehová les dé paz para siempre a David, sus descendientes, su casa y su trono”.
Simeí le respondió al rey: “Lo que dices es justo. Tu siervo hará lo que mi señor el rey ha dicho”. Así que Simeí se quedó en Jerusalén por un buen tiempo.
Pero, tres años más tarde, dos esclavos de Simeí se escaparon y fueron adonde estaba Akís hijo de Maacá, el rey de Gat. Cuando le avisaron a Simeí “¡Oye! Tus esclavos están en Gat”,
Al oír esto, el rey mandó llamar a Simeí y le dijo: “¿No te hice jurar por Jehová y te advertí ‘El día que salgas de aquí a algún lado, puedes estar seguro de que morirás’? ¿Y acaso no me respondiste ‘Lo que dices es justo, te obedeceré’?
Después el rey le dijo a Simeí: “Tú sabes en tu corazón todo el mal que le hiciste a David mi padre. Y Jehová hará que el mal que hiciste se vuelva contra ti.
Salomón hizo una alianza matrimonial con el faraón, el rey de Egipto. Se casó con la hija del faraón y la llevó a la Ciudad de David en lo que terminaba de construir su propia casa, así como la casa de Jehová y la muralla alrededor de Jerusalén.
Ahora bien, el pueblo seguía haciendo sacrificios en los lugares altos, porque para aquel entonces todavía no se había construido una casa para el nombre de Jehová.
Salomón mostraba que amaba a Jehová al andar según los estatutos de su padre David. Solo que hacía sacrificios y hacía humear las ofrendas en los lugares altos.
El rey fue a Gabaón para ofrecer sacrificios allí, porque aquel era el lugar alto más importante. Salomón ofreció 1.000 sacrificios quemados sobre aquel altar.
Salomón respondió: “Tú le demostraste gran amor leal a tu siervo David, mi padre, porque él anduvo en tus caminos con fidelidad, justicia y rectitud de corazón. Has seguido demostrándole ese gran amor leal hasta el día de hoy al haberle dado un hijo que se siente en su trono.
Concédele a tu siervo un corazón obediente para juzgarg a tu pueblo, para distinguir entre lo bueno y lo malo,h porque ¿quién es capazi de juzgar a este pueblo tuyoj tan numeroso?”.
Entonces Dios le dijo: “Como has pedido esto y no una vida larga ni riquezasl ni la muerte de tus enemigos, sino entendimiento para escuchar casos judiciales,m
Cuando Salomón se despertó, se dio cuenta de que aquello había sido un sueño. Entonces fue a Jerusalén, se presentó ante el arca del pacto de Jehová y ofreció sacrificios quemados y ofrendas de paz. También preparó un banquete para todos sus siervos.
Así que ella se levantó a mitad de la noche, se llevó a mi hijo de mi lado mientras tu esclava estaba dormida y lo acostó en sus brazos, y a su hijo muerto lo acostó en los míos.
Cuando me levanté por la mañana para darle el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero entonces me fijé bien en él y descubrí que no era el hijo que yo había dado a luz”.
Pero la otra mujer protestó: “¡No, mi hijo es el que está vivo y tu hijo es el muerto!”. Y la primera mujer decía: “No, tu hijo es el muerto y el mío es el vivo”. Así estuvieron discutiendo delante del rey.
Finalmente el rey dijo: “Esta dice ‘¡Mi hijo es el que está vivo y tu hijo es el muerto!’, y la otra asegura ‘¡No, tu hijo es el muerto y el mío es el vivo!’”.
Enseguida, la madre del hijo vivo, movida por su instinto maternal, le suplicó al rey: “¡Por favor, señor mío! ¡Que le den a ella el niño vivo! ¡Por lo que más quieras, que no lo maten!”. Pero la otra mujer decía: “¡Ni mío ni tuyo! ¡Que lo corten por la mitad!”.
Todo Israel se enteró del juicio que el rey había dictado y se quedaron impresionados con el rey, porque vieron que Dios le había dado sabiduría para hacer justicia.
Salomón tenía 12 comisarios al frente de todo Israel. Ellos proporcionaban alimento al rey y su casa, y cada uno tenía el deber de proporcionarlo un mes al año.
Baaná hijo de Ahilud, en Taanac, en Meguidó y en todo Bet-Seán, que está al lado de Zaretán, más abajo de Jezreel, desde Bet-Seán hasta Abel-Meholá, hasta la región de Jocmeam;
el hijo de Guéber, en Ramot-Galaad (a él le correspondían las aldeas de tiendas de Jaír hijo de Manasés, que están en Galaad; también le correspondía la región de Argob, que está en Basán: 60 ciudades grandes con murallas y barras de cobre);
Guéber hijo de Urí, en la tierra de Galaad, es decir, la tierra de Sehón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. También había un comisario al mando de todos estos otros comisarios del país.
Salomón tenía bajo su dominio todos los reinos desde el Río hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. Estos reinos le llevaban tributo y le sirvieron todos los días de su vida.
Él dominaba todo lo que había a este lado del Río, desde Tifsá hasta Gaza, incluidos todos los reyes de este lado del Río. Y disfrutaba de paz en todas las regiones que tenía a su alrededor.
Durante todo el reinado de Salomón, la gente de Judá e Israel vivió segura, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-Seba.
Los comisarios les proporcionaban comida al rey Salomón y a todos los que comían a su mesa. Cada uno era responsable del mes que le tocaba y se encargaba de que no faltara nada.
Dios le dio a Salomón muchísima sabiduríaj y discernimiento,k y un corazónl con tanto entendimiento como la cantidad de arena que hay a la orilla del mar.m
Era más sabio que cualquier otro hombre, más que Etánq el ezrahíta y que Hemán,r Calcols y Dardá, los hijos de Mahol; y su fama se extendió entre todas las naciones vecinas.t
Hablaba acerca de los árboles, desde el cedro del Líbanow hasta el hisopox que crece en la pared; hablaba acerca de los animales,y las aves,z los animales que se arrastrana y los peces.b
Cuando Hiram, el rey de Tiro, se enteró de que Salomón había sido ungido rey como sucesor de su padre, le envió a sus siervos. Y es que Hiram siempre había sido amigo de David.
“Tú bien sabes que David mi padre no pudo construir una casa para el nombre de Jehová su Dios por culpa de las guerras que pelearon contra él desde todos lados, hasta que Jehová puso a sus enemigos debajo de las plantas de sus pies.
Así que tengo planes de construir una casa para el nombre de Jehová mi Dios, tal como se lo prometió Jehová a David mi padre cuando dijo: ‘Tu hijo, a quien pondré en tu trono en lugar de ti, él es el que construirá la casa para mi nombre’.
Ahora manda a tu gente a que corten cedros del Líbano para mí. Mis siervos trabajarán con los tuyos y yo pagaré el salario de tus siervos, el que tú digas. Porque tú bien sabes que no hay nadie entre nosotros que sepa cortar árboles como los sidonios”.
Cuando Hiram oyó las palabras de Salomón, se alegró mucho y dijo: “¡Alabado sea Jehová hoy, porque le ha dado a David un hijo sabio que gobierne a este gran pueblo!”.
Mis siervos la bajarán del Líbano al mar, y haré que hagan balsas con los troncos para transportarlos por mar hasta el lugar que tú me indiques. Haré que los desaten allí para que tú puedas llevártelos. Y, a cambio, tú me darás el alimento que yo te pida para los de mi casa”.
Los enviaba al Líbano en grupos de 10.000 al mes. Estaban un mes en el Líbano y dos meses en sus hogares. Y Adoniram estaba al mando de los reclutados para trabajo obligatorio.
Así que los obreros de Salomón y de Hiram, junto con los guebalitas, cortaron las piedras y prepararon las maderas y las piedras para construir la casa.
En el año 480 después de que los israelitas salieron de la tierra de Egipto, en el cuarto año del reinado de Salomón en Israel, en el mes de ziv (es decir, el segundo mes), Salomón empezó a construir la casa de Jehová.
Además, pegada a la pared de la casa, construyó una estructura lateral que rodeaba las paredes de la casa, las del templo y del cuarto más interior, e hizo habitaciones laterales alrededor.
La planta baja de las habitaciones laterales medía 5 codos de ancho, la planta de en medio medía 6 y la tercera medía 7, porque fue escalonando las paredes alrededor de la casa para no fijar las vigas en ellas.
La cámara lateral* más baja tenía cinco codos de anchura, y la de en medio tenía seis codos de anchura, y la tercera tenía siete codos de anchura; porque había entrantes que él dio a la casa todo en derredor por fuera, para que no se afirmara en los muros de la casa.
La casa se hizo con piedras de cantera previamente labradas, de modo que no se oyó en la casa el ruido de martillos ni de hachas ni de ninguna herramienta de hierro durante la construcción.
La entrada a la planta baja de las habitaciones laterales estaba al lado sur de la casa. Había una escalera de caracol que iba de allí a la planta de en medio, y de la planta de en medio a la tercera.
“En cuanto a la casa que estás construyendo, si andas según mis estatutos, si cumples mis decisiones judiciales y si obedeces todos mis mandamientos y vives de acuerdo con ellos, yo cumpliré contigo lo que le prometí a tu padre David
Revistió las paredes interiores de la casa con planchas de cedro. Las revistió de madera desde el suelo hasta las vigas del techo, y el suelo de la casa lo recubrió con planchas de enebro.
Y construyó con planchas de cedro una habitación de 20 codos en la parte de atrás de la casa; iba desde el suelo hasta las vigas. Así construyó en ella el cuarto más interior: el Santísimo.
El cuarto más interior medía 20 codos de largo, 20 codos de ancho y codos de alto, y él lo revistió de oro puro. El altar lo recubrió con madera de cedro.
Entonces puso los querubines dentro de la casa interior. Las alas de los querubines estaban extendidas de tal manera que el ala de un querubín llegaba a una pared y la del otro querubín llegaba a la otra pared. Las otras dos alas se extendían hacia el centro de la casa y se tocaban entre sí.
Las dos puertas eran de madera de pino, y en ellas talló figuras de querubines, palmeras y flores abiertas. Las revistió de oro y martilló el oro sobre los querubines y las palmeras.
y en el año 11, en el mes de bul (es decir, el octavo mes), la casa se terminó con todos sus detalles y de acuerdo con los planos. Le tomó siete años construirla.
Construyó la Casa del Bosque del Líbano —que medía 100 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto— sobre cuatro hileras de columnas de cedro. Y sobre las columnas había vigas de cedro.
Todas las entradas y los postes de las puertas tenían marcos cuadrados, igual que la parte delantera de las ventanas que estaban unas frente a otras en tres niveles.
La casa donde iba a vivir, en el otro patio, estaba separada de la Sala y era del mismo estilo. También construyó una casa parecida a esa Sala para la hija del faraón, con quien Salomón se había casado.
Todas estas construcciones —desde los cimientos hasta lo más alto de las paredes, y también la parte exterior, hasta llegar al gran patio— estaban hechas de piedras costosas labradas a medida, cortadas con sierras para piedras, tanto por dentro como por fuera.
Alrededor del gran patio había un muro de tres filas de piedras labradas y una hilera de vigas de cedro, igual que en el patio interior de la casa de Jehová y el pórtico de la casa.
Era el hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre, que era de Tiro, era un artesano del cobre; era muy hábil y tenía muchos conocimientos y experiencia en todo tipo de trabajos en cobre. Así que se presentó ante el rey Salomón e hizo todo lo que se le encargó.
Hizo las dos columnas de cobre fundido. Cada columna medía 18 codos de alto y se necesitaba un cordón de medir de 12 codos para rodear cada una de las dos columnas.
También hizo dos capiteles de cobre fundido para ponerlos sobre las columnas. Uno medía cinco codos de alto, y el otro también medía cinco codos de alto.
Los capiteles estaban sobre las dos columnas, justo encima de la parte redondeada que estaba junto a la malla. Y había 200 granadas en hileras alrededor de cada capitel.
Levantó las columnas del pórtico del templo. Levantó la columna de la derecha, a la que llamó Jakín, y luego levantó la columna de la izquierda, a la que llamó Boaz.
Entonces hizo el Mar de metal fundido. Era circular, medía 10 codos de borde a borde, tenía 5 codos de alto y se necesitaba un cordón de 30 codos para rodearlo.
Y debajo de su borde lo rodeaban adornos de calabazas; había 10 por codo y rodeaban todo el Mar; tenía dos filas de calabazas fundidas con él en una sola pieza.
Estaba apoyado en 12 toros: 3 que miraban al norte, 3 que miraban al oeste, 3 que miraban al sur y 3 que miraban al este. El Mar descansaba sobre ellos, y todos estaban de espaldas al centro.
Y en los paneles que estaban entre los travesaños había leones, toros y querubines, y ese diseño también estaba en los travesaños. Arriba y abajo de los leones y los toros había relieves de guirnaldas.
Y cada carrito tenía cuatro ruedas de cobre con ejes de cobre, y cuatro piezas en las esquinas que les servían de soporte. Debajo de la palangana estaban los soportes, fundidos con adornos de guirnaldas a los lados.
Su abertura quedaba por dentro de la corona y tenía un codo de alto. La abertura era redonda y junto con los soportes formaba una estructura que medía un codo y medio de alto, y en su boca tenía figuras talladas. Y sus paneles laterales no eran redondos, sino cuadrados.
Las cuatro ruedas estaban por debajo de los paneles laterales, y los soportes de las ruedas estaban unidos al carrito. Cada rueda medía un codo y medio de alto.
En la parte superior del carrito había una banda circular de medio codo de alto, y los marcos y los paneles laterales de la parte superior del carrito formaban una sola pieza con él.
las dos columnas y los dos capiteles en forma de tazón sobre las columnas; las dos mallas que cubrían los dos capiteles en forma de tazón sobre las columnas;
los recipientes, apagadores, tazones, copas y braserillos de oro puro, y las bases donde se encajaban tanto las puertas de la casa interior, es decir, del Santísimo, como las puertas de la casa del templo, también de oro.
El rey Salomón terminó todo el trabajo que tenía que hacer para la casa de Jehová. Entonces trajo las cosas que su padre David había santificado y guardó la plata, el oro y los objetos en las cámaras del tesoro de la casa de Jehová.
Por aquel tiempo, Salomón reunió a los ancianos de Israel: a todos los jefes de las tribus y los jefes de las casas paternas de Israel. Vinieron a ver al rey Salomón a Jerusalén para subir el arca del pacto de Jehová desde la Ciudad de David, es decir, Sion.
El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, que fue convocada para reunirse con él, estaban delante del Arca. Las ovejas y las reses que se estaban sacrificando eran tantas que no se podían contar ni numerar.
Entonces los sacerdotes llevaron el arca del pacto de Jehová a su lugar, dentro del cuarto más interior de la casa, el Santísimo, debajo de las alas de los querubines.
Las varas eran tan largas que sus puntas se podían ver desde el Santo, delante del cuarto más interior, pero no se podían ver desde fuera. Y allí siguen hasta el día de hoy.
No había nada en el Arca excepto las dos tablas de piedra que Moisés había puesto allí en Horeb, cuando Jehová hizo un pacto con el pueblo de Israel al salir de la tierra de Egipto.
‘Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel, no había escogido ninguna ciudad de todas las tribus de Israel para construir en ella una casa para que mi nombre permanezca allí. Pero ahora he escogido a David para gobernar a mi pueblo Israel’.
Jehová ha cumplido su promesa, porque he sucedido a David mi padre y me siento en el trono de Israel, tal como lo prometió Jehová. También he construido la casa para el nombre de Jehová, el Dios de Israel,
★
dijo: “Oh, Jehová, Dios de Israel. No hay ningún Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra. Tú cumples el pacto y les muestras amor leal a tus siervos, los que andan en tus caminos con todo su corazón.
★
Y ahora, oh, Jehová, Dios de Israel, cumple la promesa que le hiciste a tu siervo David, mi padre, cuando le dijiste: ‘Si tus hijos prestan atención a sus pasos andando en mis caminos como lo has hecho tú, siempre habrá delante de mí un descendiente tuyo que se siente en el trono de Israel’.
★
”Pero ¿acaso morará Dios en la tierra? Si ni los cielos, ni siquiera el cielo de los cielos, pueden contenerte, ¡mucho menos esta casa que he construido!
★
Ahora presta atención a la oración y la súplica de este siervo tuyo. Oh, Jehová mi Dios, escucha los ruegos por ayuda y la oración que tu siervo está haciendo hoy delante de ti.
★
Que tus ojos miren día y noche esta casa —el lugar del que dijiste ‘Mi nombre estará ahí’— para escuchar la oración que tu siervo haga hacia este lugar.
★
Y escucha la súplica de tu siervo y las súplicas que haga tu pueblo Israel hacia este lugar. Escúchalas desde tu morada en los cielos. Escúchalas y perdónanos.
★
”Si alguien peca contra otra persona y se le obliga a hacer un juramento —y tiene que asumir las consecuencias de ese juramento— y entonces, estando bajo el juramento, se presenta ante tu altar en esta casa,
★
escúchalo desde los cielos y actúa. Juzga a tus siervos: declara culpable al malo y haz que sus actos recaigan sobre su propia cabeza; declara inocente al justo y recompénsalo de acuerdo con su justicia.
”Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por un enemigo por haber seguido pecando contra ti, y se vuelvan a ti, glorifiquen tu nombre, oren y te supliquen en esta casa,
★
”Cuando los cielos estén cerrados y no llueva por haber seguido pecando ellos contra ti, y oren hacia este lugar, glorifiquen tu nombre y dejen su pecado porque tú los volviste humildes,
entonces escúchalos desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel —porque les enseñarás el buen camino en que deben andar—, y haz llover sobre la tierra que le diste a tu pueblo en herencia.
★
”Si en el país hay hambre, una epidemia, un viento abrasador, tizón, plagas de langostas o langostas voraces, o si el enemigo los cerca en alguna de las ciudades del país, o si ocurre cualquier otra clase de plaga o enfermedad,
★
sea cual sea la oración,p sea cual sea la súplicaq que haga cualquier persona o todo tu pueblo Israelr cuando extienda las manos hacia esta casat (porque cada uno sabe cuál es la plaga de su propio corazón),s
★
entonces escucha desde los cielos,u desde tu morada,v perdónalosw y actúa.x Págale a cada uno según su conducta,y porque tú conoces su corazónz (solo tú conoces bien el corazón de cada persona),a
escúchalo desde los cielos, desde tu morada,b y haz todo lo que el extranjero te pida,c para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre,d te teman —como lo hace tu pueblo Israel— y sepan que tu nombre ha sido invocado sobre esta casa que he construido.e
”Si tu pueblo va a la guerra a luchar contra su enemigo por el camino en que los envíes y oran a Jehová en dirección a la ciudad que has escogido y hacia la casa que he construido para tu nombre,
”Si pecan contra ti (porque no hay nadie que no peque) y tú te enfureces con ellos y los entregas a un enemigo y sus vencedores se los llevan cautivos al país del enemigo, sea lejos o cerca,
y ellos recobran el juicio en el país al que los llevaron cautivos y se vuelven a ti y te suplican en el país de sus vencedores diciendo ‘Hemos pecado y hemos fallado, hemos actuado muy mal’,
y se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de los enemigos que se los llevaron cautivos y te oran en dirección a la tierra que les diste a sus antepasados y la ciudad que has escogido y la casa que he construido para tu nombre,
★
y perdona a tu pueblo, que pecó contra ti. Perdona todas las ofensas que cometieron contra ti. Harás que sus vencedores los traten con compasión y les tengan lástima
Porque tú los separaste como herencia tuya de todos los pueblos de la tierra, tal como declaraste mediante tu siervo Moisés cuando sacaste de Egipto a nuestros antepasados, oh, Señor Soberano Jehová”.
En cuanto Salomón acabó de ofrecerle a Jehová toda esta oración y súplica frente al altar de Jehová, se levantó de allí, donde había estado arrodillado con las manos extendidas a los cielos.
“Alabado sea Jehová, quien le ha dado a su pueblo Israel un lugar donde descansar, tal como lo prometió. No ha fallado ni una sola palabra de toda la buena promesa que hizo mediante su siervo Moisés.
Que atraiga nuestros corazones hacia él, para que andemos en todos sus caminos y obedezcamos los mandamientos, las normas y las decisiones judiciales que mandó obedecer a nuestros antepasados.
Y que Jehová nuestro Dios tenga presentes día y noche estas palabras con las que le he suplicado a Jehová, para que él haga justicia a su siervo y a su pueblo Israel según haga falta cada día.
Aquel día, el rey tuvo que santificar el centro del patio que está delante de la casa de Jehová, porque tuvo que ofrecer allí los sacrificios quemados, las ofrendas de grano y la grasa de los sacrificios de paz. Y es que el altar de cobre que está delante de Jehová era demasiado pequeño para contener los sacrificios quemados, las ofrendas de grano y la grasa de los sacrificios de paz.
En aquella ocasión, Salomón celebró la fiesta delante de Jehová nuestro Dios con todo Israel, una gran congregación de gente que venía de tan lejos como Lebó-Hamat y el torrente de Egipto. La fiesta duró 7 días y después otros 7 días, 14 días en total.
Al día siguiente despidió al pueblo,r y ellos bendijeron al rey y se fueron a sus hogares con gran alegrías y el corazónt contento por toda la bondadu que Jehová les había mostrado a su siervo David y a su pueblo Israel.
Jehová le dijo: “He oído tu oración y la súplica que hiciste delante de mí. He santificado esta casa que construiste al poner en ella mi nombre de manera permanente, y mis ojos y mi corazón siempre estarán allí.
Y, si tú andas en mis caminos como lo hizo tu padre David, con un corazón íntegro y con rectitud, y haces todo lo que te he mandado y obedeces mis normas y mis decisiones judiciales,
entonces yo estableceré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, tal como le prometí a tu padre David cuando dije ‘Siempre habrá un descendiente tuyo sentado en el trono de Israel’.
Pero, si ustedes y sus hijos dejan de seguirme y no obedecen los mandamientos y los estatutos que les he dado, y se van a servir a otros dioses y a inclinarse ante ellos,
entonces eliminaré a Israel de la tierra que les he dado, y quitaré de mi vista la casa que he santificado para mi nombre, e Israel se convertirá en objeto de desprecio y motivo de burla entre todos los pueblos.
Y esta casa llegará a ser un montón de ruinas. Todo el que pase junto a ella se quedará mirando asombrado, silbará y preguntará: ‘¿Por qué Jehová les hizo eso a esta tierra y a esta casa?’.
Entonces responderán: ‘Fue porque abandonaron a Jehová su Dios, quien sacó a sus antepasados de la tierra de Egipto. Se aferraron a otros dioses y se inclinaron ante ellos y les sirvieron. Por eso Jehová les trajo toda esta calamidad’”.
el rey Salomón le dio a Hiram, el rey de Tiro, 20 ciudades en la tierra de Galilea. Hiram le había ayudado suministrándole madera de cedro y de enebro, y todo el oro que quiso.
Este es el registro de aquellos a los que el rey Salomón reclutó para trabajo obligatorio a fin de construir la casa de Jehová, así como su propia casa, el Montículo, la muralla de Jerusalén, Hazor, Meguidó y Guézer.
(El faraón, rey de Egipto, había subido y conquistado la ciudad de Guézer. La había quemado y también había matado a los cananeos que vivían en ella. De modo que se la dio como regalo de despedida a su hija, la esposa de Salomón).
así como todas las ciudades de almacenamiento de Salomón, las ciudades de los carros, las ciudades para los jinetes y todo lo que Salomón quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra bajo su dominio.
Salomón reclutó a los descendientes de ellos que quedaron en el país —aquellos a quienes los israelitas no habían podido eliminar— para que hicieran trabajos forzados como esclavos, y así siguen hasta el día de hoy.
Pero Salomón no convirtió en esclavo a ningún israelita, pues ellos eran sus guerreros, siervos, príncipes, oficiales y los jefes de sus conductores de carros y de sus jinetes.
Salomón ofrecía tres veces al año sacrificios quemados y sacrificios de paz en el altar que le había construido a Jehová, y también hacía humo de sacrificio sobre el altar, que estaba delante de Jehová. Así pues, terminó la casa.
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Llegó a Jerusalén con un séquito muy impresionante, con camellos que traían aceite balsámico, muchísimo oro y piedras preciosas. Se presentó ante Salomón y le dijo todo lo que ella tenía en la mente.
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los alimentos de su mesa, la manera como estaban sentados sus siervos, el servicio de los meseros y su atuendo, cuando vio a sus coperos y los sacrificios quemados que él ofrecía con regularidad en la casa de Jehová, ella se quedó sin aliento.
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Pero yo no creí lo que decían hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. Y la verdad es que no me habían contado ni la mitad. Tu sabiduría y tu riqueza superan por mucho lo que escuché.
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Alabado sea Jehová tu Dios, que te vio con agrado y te sentó en el trono de Israel. Por el amor eterno que le tiene a Israel, Jehová te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia y rectitud”.
Entonces le dio al rey 120 talentos de oro y una gran cantidad de aceite balsámico y piedras preciosas. Nunca más se llegó a traer tanta cantidad de aceite balsámico como la que la reina de Saba le dio al rey Salomón.
Con la madera de sándalo, el rey hizo postes de baranda para la casa de Jehová y para la casa del rey, y también arpas e instrumentos de cuerda para los cantores. Nunca más se ha traído ni se ha visto una madera de sándalo como esa hasta el día de hoy.
El rey Salomón también le dio a la reina de Saba todo lo que ella quiso y pidió, además de las cosas que su propia generosidad lo motivó a darle. Después de eso, ella se fue y regresó a su país junto con sus siervos.
aparte de lo que recibía de los mercaderes y de las ganancias de los comerciantes, así como de todos los reyes de los árabes y los gobernadores del país.
Había seis escalones para subir al trono, y sobre él había una cubierta redondeada. El asiento tenía un brazo a cada lado, y un león de pie junto a cada brazo.
Todas las copas del rey Salomón eran de oro, y todos los utensilios de la Casa del Bosque del Líbano eran de oro puro. No había nada que fuera de plata, porque en los días de Salomón no se le daba ningún valor a la plata.
El rey tenía en el mar una flota de barcos de Tarsis junto con la flota de Hiram. Cada tres años, los barcos de Tarsis venían cargados de oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
Salomón siguió acumulando carros y caballos. Llegó a tener 1.400 carros y 12.000 caballos, y los tenía estacionados en las ciudades de los carros y en Jerusalén, cerca del rey.
El rey hizo que en Jerusalén la plata fuera tan abundante como las piedras y que la madera de cedro fuera tan abundante como los sicómoros en la Sefelá.
Cada carro importado de Egipto costaba 600 piezas de plata, y cada caballo costaba 150. Entonces los exportaban a todos los reyes de los hititas y los reyes de Siria.
Eran de las naciones de las que Jehová les había dicho a los israelitas: “No vayan a mezclarse con ellas,i y ellas no deben venir a mezclarse con ustedes, porque les desviarán el corazón para que sigan a sus dioses”.j Pero Salomón se apegók a ellas y las amó.
Cuando Salomón ya estaba viejo, sus esposas le desviaron el corazón para que siguiera a otros dioses, y no sirvió a Jehová su Dios con un corazón completo como el de su padre David.
Fue entonces cuando Salomón le construyó un lugar alto a Kemós, el repugnante dios de Moab, y otro a Mólek, el repugnante dios de los ammonitas, en la montaña que estaba enfrente de Jerusalén.
Jehová se puso furiosob con Salomón porque su corazón se había desviado y alejado de Jehová, el Dios de Israel,c quien se le había aparecido dos vecesd
Así que Jehová le dijo a Salomón: “Por haber hecho esto, y por no cumplir con mi pacto y con mis estatutos tal como te mandé, puedes estar seguro de que te arrebataré el reino y se lo daré a uno de tus siervos.
Salieron de Madián y llegaron a Parán. Se llevaron consigo a algunos hombres de Parán y llegaron a Egipto, adonde estaba el faraón, el rey de Egipto, quien le dio a Hadad una casa, alimento y tierras.
Con el tiempo, la hermana de Tahpenés tuvo un hijo con él, llamado Guenubat, y Tahpenés lo crio en la casa del faraón. Guenubat vivió en la casa del faraón con los hijos del faraón.
Hadad oyó en Egipto que David ya descansaba con sus antepasados y que Joab, el jefe del ejército, había muerto. Así que Hadad le dijo al faraón: “Deja que me vaya a mi tierra”.
Pero el faraón le dijo: “¿Qué te falta aquí conmigo para que ahora quieras irte a tu tierra?”. Él le respondió: “Nada, pero, por favor, deja que me vaya”.
Cuando David derrotó a los hombres de Zobá, Rezón reunió un grupo de hombres y se convirtió en el jefe de una banda de saqueadores. Ellos se fueron a Damasco, se quedaron a vivir allí y empezaron a reinar en Damasco.
Y él fue enemigo de Israel todos los días de Salomón, y causó otros problemas aparte de los que ya causaba Hadad. Le tuvo mucho odio a Israel durante el tiempo que él reinó sobre Siria.
Jeroboán hijo de Nebat, un efraimita de Zeredá, empezó a rebelarse también contra el rey. Él era un siervo de Salomón, y su madre, que era viuda, se llamaba Zeruá.
La razón por la que se rebeló contra el rey fue la siguiente. Salomón había construido el Montículo y había cerrado la brecha de la Ciudad de David, su padre.
Y resulta que Jeroboán era un hombre muy capaz. Cuando Salomón vio que era un joven trabajador, lo puso a supervisar todo el servicio obligatorio de los de la casa de José.
Por aquel tiempo, Jeroboán salió de Jerusalén, y el profeta Ahíya el silonita lo encontró por el camino. Ahíya llevaba un manto nuevo, y los dos estaban solos en el campo.
Entonces le dijo a Jeroboán: “Quédate con 10 pedazos, porque esto es lo que ha dicho Jehová, el Dios de Israel: ‘A Salomón le arrancaré de las manos el reino, y a ti te daré 10 tribus.
Haré esto porque mi pueblo me ha dejado y se está inclinando ante Astoret, la diosa de los sidonios, ante Kemós, el dios de Moab, y ante Milcom, el dios de los ammonitas. Y no ha andado en mis caminos, no ha hecho lo que está bien a mis ojos ni ha obedecido mis estatutos y mis decisiones judiciales como lo hizo David, el padre de Salomón.
Pero no le quitaré de las manos el reino entero a Salomón. Lo mantendré como jefe toda su vida, por consideración a mi siervo David, a quien yo elegí, porque él obedeció mis mandamientos y mis estatutos.
A su hijo le daré una tribu para que mi siervo David siempre tenga una lámpara delante de mí en Jerusalén, la ciudad que yo elegí para poner allí mi nombre.
Y, si obedeces todo lo que yo te mande, andas en mis caminos y haces lo que está bien a mis ojos obedeciendo mis estatutos y mis mandamientos, así como lo hizo mi siervo David, entonces yo también estaré contigo. Te haré una casa duradera, igual que a David, y te daré Israel.
El rey Rehoboam entonces consultó a los ancianos que le habían servido a su padre Salomón cuando todavía vivía. Les preguntó: “¿Qué me aconsejan que le responda a este pueblo?”.
Los jóvenes que se habían criado con él le dijeron: “A esa gente que te ha dicho: ‘Tu padre hizo pesado nuestro yugo; hazlo tú más ligero’, debes contestarle esto: ‘Mi meñique será más grueso que las caderas de mi padre.
Mi padre les impuso a ustedes un yugo pesado, pero yo se lo haré más pesado. Mi padre los castigó con látigos, pero yo los castigaré con látigos de puntas afiladas’”.
Jeroboán y todos los demás fueron a ver a Rehoboam al tercer día, tal como les había indicado el rey cuando dijo “Regresen a verme dentro de tres días”.
Siguiendo el consejo de los jóvenes, les dijo: “Mi padre hizo pesado el yugo de ustedes, pero yo se lo haré más pesado. Mi padre los castigó con látigos, pero yo los castigaré con látigos de puntas afiladas”.
Así que el rey no escuchó al pueblo, porque Jehová hizo que las cosas ocurrieran así, a fin de cumplir las palabras que Jehová le había dicho a Jeroboán hijo de Nebat mediante Ahíya el silonita.
Cuando todo Israel vio que el rey no quiso escucharlos, el pueblo le respondió al rey: “¿Qué tenemos que ver con David? No tenemos ninguna herencia con el hijo de Jesé. Vamos, Israel, vete con tus dioses. ¡David, ocúpate ahora de tu propia casa!”. Entonces los de Israel volvieron a sus hogares.
Entonces el rey Rehoboam les envió a Adoram, que estaba al mando de los reclutados para trabajo obligatorio, pero todo Israel lo mató a pedradas. El rey Rehoboam logró subirse a su carro para huir a Jerusalén.
En cuanto todo Israel oyó que Jeroboán había vuelto, lo convocaron a la asamblea y lo hicieron rey sobre todo Israel. Nadie siguió a los de la casa de David excepto la tribu de Judá.
Cuando Rehoboam llegó a Jerusalén, inmediatamente reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, 180.000 guerreros adiestrados, para pelear contra la casa de Israel y devolverle el reinado a Rehoboam hijo de Salomón.
‘Esto es lo que dice Jehová: “No suban a pelear contra sus hermanos israelitas. Que cada uno vuelva a su casa, porque yo hice que esto pasara”’”. Así que ellos obedecieron las palabras de Jehová y volvieron a su casa, tal como Jehová les dijo.
Si la gente sigue subiendo a Jerusalén a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová, entonces el corazón de este pueblo volverá con su señor, el rey Rehoboam de Judá. Seguro que me matarán y volverán con el rey Rehoboam de Judá”.
Después de pedir consejo, el rey hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo: “Subir a Jerusalén es demasiado para ustedes. Oh, Israel, aquí está tu Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto”.
Jeroboán también instituyó una fiesta en el octavo mes, en el día 15 del mes, una fiesta como la de Judá. En el altar que hizo en Betel les ofreció sacrificios a los becerros que había hecho. Y nombró sacerdotes en Betel para los lugares altos que había hecho.
El día 15 del octavo mes, el mes que había elegido por su cuenta, empezó a hacer ofrendas en el altar que había hecho en Betel. Instituyó una fiesta para el pueblo de Israel y subió al altar para hacer ofrendas y humo de sacrificio.
Entonces, por orden de Jehová, gritó contra el altar: “¡Oh, altar, altar! Esto es lo que dice Jehová: ‘¡Mira! ¡A la casa de David le nacerá un hijo llamado Josías!g Él sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que hacen humo de sacrificio sobre ti, y quemará huesos humanos sobre ti’”.h
Y aquel día dio una señal cuando dijo: “Esta es la señal que Jehová ha anunciado: el altar se partirá y las cenizas que están sobre él se desparramarán”.
En cuanto el rey oyó las palabras que el hombre del Dios verdadero gritó contra el altar en Betel, Jeroboán quitó la mano del altar y, señalando al hombre, dijo: “¡Agárrenlo!”. Enseguida la mano que había extendido se le paralizó y ya no pudo moverla.
El rey ahora le dijo al hombre del Dios verdadero: “Por favor, suplícale a Jehová tu Dios y pídele por mí para que se me cure la mano”. Así que el hombre del Dios verdadero le suplicó a Jehová, y la mano del rey se curó y quedó como antes.
Pero el hombre del Dios verdadero le dijo al rey: “Aunque me dieras la mitad de tu casa, yo no iría contigo ni comería pan ni bebería agua en este lugar.
Y había un profeta ya viejo viviendo en Betel, y sus hijos fueron adonde él y le contaron a su padre todas las cosas que el hombre del Dios verdadero había hecho aquel día en Betel y lo que le había dicho al rey. Después de contarle esto,
su padre les preguntó: “¿Por qué camino se fue?”. Sus hijos le mostraron el camino por donde se fue el hombre del Dios verdadero que había venido de Judá.
Siguió al hombre del Dios verdadero y se lo encontró sentado debajo de un gran árbol. Entonces le dijo: “¿Eres tú el hombre del Dios verdadero que vino de Judá?”. Él le contestó: “Sí, soy yo”.
Entonces el otro le contestó: “Yo también soy profeta como tú, y un ángel me dijo por orden de Jehová: ‘Hazlo volver contigo a tu casa para que coma pan y beba agua’”. (Lo engañó).
y le dijo con voz fuerte al hombre del Dios verdadero que había venido de Judá: “Esto es lo que dice Jehová: ‘Porque te rebelaste contra la orden de Jehová y no obedeciste lo que Jehová tu Dios te mandó,
sino que volviste para comer pan y beber agua en este lugar aunque se te dijo “No comas pan ni bebas agua”, por eso, tu cadáver no será enterrado en la tumba de tus antepasados’”.t
Entonces se fue, pero un león lo sorprendió por el camino y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino y el burro estaba parado junto a él. El león también estaba parado junto al cadáver.
Unos hombres pasaron por allí y vieron el cadáver tendido en el camino y al león parado junto al cadáver. Entraron en la ciudad donde vivía el profeta viejo y contaron lo que habían visto.
Cuando el profeta que lo había traído de vuelta se enteró de esto, enseguida dijo: “Es el hombre del Dios verdadero que se rebeló contra la orden de Jehová. Y por eso, de acuerdo con las palabras que Jehová le dijo, Jehová se lo entregó al león para que lo atacara y lo matara”.
Él se puso en marcha y encontró el cadáver tendido en el camino. El burro y el león estaban parados a su lado, y el león no se había comido el cadáver ni había atacado al burro.
El profeta levantó el cadáver del hombre del Dios verdadero, lo puso en el burro y lo llevó de vuelta a su propia ciudad para hacer duelo por él y enterrarlo.
Después de enterrarlo, les dijo a sus hijos: “Cuando yo me muera, entiérrenme donde está enterrado el hombre del Dios verdadero. Pongan mis huesos junto a los de él.
Lo que él dijo por orden de Jehová contra el altar de Betel y contra todos los templos de los lugares altos que están en las ciudades de Samaria se cumplirá sin falta”.
Jeroboán no dejó su mal camino, ni siquiera después de que pasó esto. Siguió nombrando a hombres comunes del pueblo para que fueran sacerdotes de los lugares altos. Le daba el puesto de sacerdote a cualquiera que lo quisiera y decía: “Que este sea otro sacerdote para los lugares altos”.
Entonces Jeroboán le dijo a su esposa: “Anda, por favor, disfrázate para que no se den cuenta de que eres la esposa de Jeroboán, y ve a Siló. Allí está el profeta Ahíya. Él es el que dijo que yo sería rey de este pueblo.
La esposa de Jeroboán hizo lo que él le dijo. Se fue a Siló y llegó a la casa de Ahíya. Debido a su edad, Ahíya no veía nada; tenía la mirada fija hacia adelante.
Pero Jehová le había dicho a Ahíya: “Por ahí viene la esposa de Jeroboán a consultarte algo sobre su hijo, porque está enfermo. Yo te diré lo que tienes que decirle. Cuando ella llegue, estará disfrazada”.
En cuanto oyó los pasos de ella acercándose a la entrada, Ahíya dijo: “Entra, esposa de Jeroboán. ¿Por qué estás disfrazada? Se me encargó darte un mensaje severo.
Entonces le arrebatég el reino a la casa de David y te lo di a ti. Pero tú no has sido como mi siervo David, que obedeció mis mandamientos y me siguió con todo su corazón haciendo solo lo que está bien a mis ojos.h
Tú te has portado peor que todos los que hubo antes de ti. Te hiciste otro dios, imágenes de metal para provocarme, y fue a mí a quien le diste la espalda.
¡Por eso voy a mandarle una calamidad a la casa de Jeroboán! ¡Exterminaré de Israel a todos los hombres de Jeroboán, incluidos los indefensos y los débiles! ¡Barreré por completo a los de la casa de Jeroboán, como se barre el estiércol hasta que no queda nada!
A los de Jeroboán que mueran en la ciudad se los comerán los perros. Y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo, porque así lo ha dicho Jehová”’.
Todo Israel llorará por él y lo enterrará.d Es el único de la familia de Jeroboán que será enterrado en una tumba, porque es el único de la casa de Jeroboáne en quien Jehová, el Dios de Israel, ha encontrado algo bueno.
Jehová sacudirá a Israel, que será como una caña agitada por las aguas. Arrancará de raíz a Israel de la buena tierra que les dio a sus antepasados y los dispersará más allá del Río, porque provocaron a Jehová al hacer los postes sagrados.
Por otro lado, Rehoboam hijo de Salomón se había convertido en rey de Judá. Rehoboam tenía 41 años cuando se convirtió en rey, y reinó 17 años en Jerusalén, la ciudad que Jehová eligió de todas las tribus de Israel para poner allí su nombre. La madre de Rehoboam se llamaba Naamá la ammonita.
También siguieron construyéndose lugares altos, columnas sagradas y postes sagrados en todas las colinas altas y debajo de todos los árboles frondosos.
Además, había prostitutos de templo en el país. Hicieron todas las cosas detestables que hacían las naciones que Jehová había expulsado delante de los israelitas.
Se llevó los tesoros de la casa de Jehová y los tesoros de la casa del rey. Se lo llevó todo, incluidos todos los escudos de oro que Salomón había hecho.
Así que el rey Rehoboam hizo escudos de cobre para reemplazarlos y los puso al cuidado de los jefes de la guardia, que vigilaban la entrada de la casa del rey.
Entonces Rehoboam descansó con sus antepasados y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David. Su madre se llamaba Naamá la ammonita. Y su hijo Abiyam se convirtió en el nuevo rey.
Él cometió los mismos pecados que había cometido su padre antes que él. No sirvió a Jehová su Dios con un corazón completo como el de su antepasado David.
Aun así, por consideración a David, Jehová su Dios le dio una lámpara en Jerusalén poniendo a su hijo como sucesor y asegurando la existencia de Jerusalén.
Porque David hizo lo que estaba bien a los ojos de Jehová y no se desvió de nada de lo que le mandó durante todos los días de su vida,k salvo por lo de Urías el hitita.l
En cuanto al resto de la historia de Abiyam, todo lo que hizo, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá. Entre Abiyam y Jeroboán también hubo guerra.
Incluso le quitó el puesto de reina madre a su abuela Maacá, porque ella había hecho un ídolo obsceno para la adoración del poste sagrado. Asá derribó su ídolo obsceno y lo quemó en el valle de Cedrón.
El rey Baasá de Israel fue contra Judá y se puso a fortificar Ramá para no dejar que nadie saliera del territorio del rey Asá de Judá ni entrara en él.
Ante eso, Asá se llevó toda la plata y el oro que quedaban en las cámaras del tesoro de la casa de Jehová y en las cámaras del tesoro de la casa del rey y se los dio a sus siervos. Luego, el rey Asá los envió a Ben-Hadad —hijo de Tabrimón, hijo de Hezión—, el rey de Siria, que estaba viviendo en Damasco. Y le dijo:
“Hay un acuerdo entre tú y yo, y entre tu padre y mi padre. Aquí te envío un regalo de plata y oro. Vamos, rompe tu acuerdo con el rey Baasá de Israel para que se aleje de mí”.
Ben-Hadad le hizo caso al rey Asá y envió a los jefes de sus ejércitos a atacar las ciudades de Israel, y ellos conquistaron Ijón, Dan, Abel-Bet-Maacá, todo Kinéret y toda la tierra de Neftalí.
El rey Asá convocó a todo Judá, sin excepción, y se llevaron de Ramá las piedras y la madera que Baasá había usado para construir, y con ellas el rey Asá fortificó Gueba de Benjamín y también Mizpá.
En cuanto a todo el resto de la historia de Asá, todo su poder, todo lo que hizo y las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá. Pero ya de viejo le dio una enfermedad en los pies.
Entonces Asá descansó con sus antepasados y fue enterrado con ellos en la Ciudad de David, su antepasado, y su hijo Jehosafat se convirtió en el nuevo rey.
Cuando Nadab y todo Israel estaban cercando Guibetón, Baasá hijo de Ahíya de la casa de Isacar conspiró contra Nadab y lo mató en Guibetón, que pertenecía a los filisteos.
Y, en cuanto llegó a ser rey, mató a todos los de la casa de Jeroboán; no dejó que quedara ninguno de ellos con vida. Los aniquiló de acuerdo con las palabras que Jehová había dicho por medio de su siervo Ahíya el silonita.
Esto pasó por los pecados que Jeroboán había cometido y había hecho que Israel cometiera, y por lo mucho que había enfurecido a Jehová, el Dios de Israel.
Pero hacía lo que estaba mal a los ojos de Jehová. Siguió los pasos de Jeroboán y cometió sus mismos pecados, los que él había hecho que Israel cometiera.
“Te levanté del polvo y te convertí en líder de mi pueblo Israel, pero seguiste los pasos de Jeroboán e hiciste pecar a mi pueblo Israel, de modo que me provocaron con sus pecados.
Y por medio del profeta Jehú hijo de Hananí llegó el mensaje de Jehová en contra de Baasá y los de su casa, tanto por toda la maldad que él cometió a los ojos de Jehová —al provocarlo con sus obras y volverse igual que los de la casa de Jeroboán— como también por haberlo matado.
Su siervo Zimrí, el jefe de la mitad de sus carros de guerra, conspiró en su contra mientras él estaba en Tirzá emborrachándose en la casa de Arzá, quien era el encargado de la casa del rey en Tirzá.
En cuanto se convirtió en rey y se sentó en su trono, mató a todos los de la casa de Baasá. No dejó que quedara vivo ningún hombre, ya fuera pariente o amigo.
Esto sucedió por todos los pecados que Baasá y su hijo Elá habían cometido y los que habían hecho que Israel cometiera al provocar con sus ídolos inútiles a Jehová, el Dios de Israel.
En el año 27 del rey Asá de Judá, Zimrí llegó a ser rey por siete días en Tirzá mientras las tropas estaban acampadas para luchar contra Guibetón, que pertenecía a los filisteos.
Entonces los soldados que acampaban allí oyeron que se decía: “Zimrí ha conspirado contra el rey y lo ha matado”. Así que aquel día en el campamento todo Israel hizo a Omrí —el jefe del ejército— rey de Israel.
Cuando Zimrí vio que habían tomado la ciudad, se metió en la torre fortificada de la casa del rey, le prendió fuego a la casa, se quedó dentro y murió.
Esto sucedió por los pecados que él mismo había cometido al hacer lo que estaba mal a los ojos de Jehová y seguir los pasos de Jeroboán, y por los pecados que había hecho que Israel cometiera.
Fue entonces cuando el pueblo de Israel se dividió en dos bandos. Una parte del pueblo seguía a Tibní hijo de Guinat y quería hacerlo rey, y la otra parte seguía a Omrí.
Le compró a Sémer la montaña de Samaria por dos talentos de plata y construyó una ciudad en la montaña. Llamó a la ciudad Samaria en honor a Sémer, el dueño de la montaña.
Siguió los mismos pasos de Jeroboán hijo de Nebat y cometió los mismos pecados que él había hecho que Israel cometiera al provocar con sus ídolos inútiles a Jehová, el Dios de Israel.
Y, por si no fuera suficiente con haber cometido los mismos pecados de Jeroboán hijo de Nebat, se casó con Jezabel hija de Etbaal, el rey de los sidonios, y se puso a servir a Baal y a inclinarse ante él.
En los días de Acab, Hiel el betelita reconstruyó Jericó. Colocó sus cimientos a costa de la vida de Abiram, su hijo mayor, y puso sus puertas a costa de la vida de Segub, el menor, de acuerdo con las palabras que Jehová había dicho por medio de Josué hijo de Nun.h
Elías el tisbita, un habitante de Galaad, le dijo a Acab: “¡Tan cierto como que vive Jehová, el Dios de Israel, a quien yo sirvo, no habrá ni rocío ni lluvia durante estos años, a menos que yo lo ordene!”.
Así que él se fue a Sarepta. Cuando llegó a la entrada de la ciudad, se encontró a una viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme un vasito de agua para beber”.d
Ella le respondió: “Te juro que, tan cierto como que vive Jehová tu Dios,f no tengo pan.g Lo único que tengo es un puñadoh de harina en el jarro grande y un poquito de aceitei en el jarro pequeño. Ahora estoy recogiendo un poco de leña para entrar a preparar algo para mi hijo y para mí. Será nuestra última comida y después nos moriremos”.j
Entonces Elías le dijo: “No tengas miedo.k Entra a hacer lo que dijiste. Pero primero hazme un pequeño pan redondol con lo que haya y tráemelo acá afuera. Luego puedes preparar algo para tu hijo y para ti.
Porque esto es lo que dice Jehová, el Dios de Israel: ‘La harina del jarro grande no se acabará y el aceite del jarro pequeño no se terminará hasta el día en que Jehová haga llover sobre el suelo’”.m
La harina del jarro grande no se acabó y el aceite del jarro pequeño no se terminó,o de acuerdo con las palabras que Jehová había dicho por medio de Elías.
Ante esto, ella le dijo a Elías: “¿Qué tienes en contra de mí,b hombre del Dios verdadero? ¿Has venido para recordarme mi culpac y para matar a mi hijo?”.
Pero él le dijo: “Dame a tu niño”. Entonces lo tomó de los brazos de ella y lo llevó a la habitación de la azotea,d donde él se estaba quedando, y lo acostó en su propia cama.e
Al ver esto, la mujer le dijo a Elías: “Ahora sé que tú eres realmente un hombre de Diosl y que las palabras de Jehová que salen de tu boca son verdad”.m
Cuando Jezabela estaba matando a los profetas de Jehová,b Abdías escondió a 100 profetas en cuevas. Puso a 50 en una y a 50 en otra, y se encargó de darles pan y agua).c
Entonces Acab le dijo a Abdías: “Recorre el país y ve a todos los manantiales y a todos los valles. Tal vez encontremos suficiente pasto para que los caballos y las mulas sigan viviendo y que no se nos mueran todos los animales”.
Mientras Abdías iba por el camino, Elías vino a su encuentro. Abdías enseguida lo reconoció, cayó rostro a tierra y le dijo: “Mi señor Elías, ¿eres tú?”.
Tan cierto como que vive Jehová tu Dios, no hay nación ni reino adonde mi señor no haya mandado a alguien a buscarte. Y, cada vez que decían ‘No está aquí’, el rey hacía que ese reino o nación jurara que no había podido encontrarte.
Cuando me vaya, el espíritu de Jehová te llevará no sé adónde, y, si le aviso a Acab y él no te encuentra, seguro que me mata. Pero este siervo tuyo ha temido a Jehová desde joven.
Mi señor, ¿es que no te han contado lo que hice cuando Jezabel estaba matando a los profetas de Jehová? ¿No te dijeron que escondí en cuevas a 100 profetas de Jehová en grupos de 50, y que me encargaba de darles pan y agua?
Él contestó: “Yo no le he causado daño a Israel. Han sido tú y los de la casa de tu padre. Ustedes dejaron a un lado los mandamientos de Jehová y siguieron a los Baales.
Ahora convoca a todo Israel, así como a los 450 profetas de Baal y a los 400 profetas del poste sagrado, que están comiendo a la mesa de Jezabel, para que se reúnan conmigo en el monte Carmelo”.
Entonces Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: “¿Hasta cuándo estarán cojeando entre dos opiniones? ¡Si Jehová es el Dios verdadero, síganlo a él! ¡Pero, si Baal lo es, síganlo a él!”. Pero el pueblo no le contestó ni una sola palabra.
Que nos den dos toros jóvenes y que ellos elijan uno, lo descuarticen y lo pongan en la leña. Sin embargo, no deben prenderle fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré en la leña sin prenderle fuego.
Después ustedes invocarán el nombre de su dios y yo invocaré el nombre de Jehová. El Dios que responda mandando fuego demostrará que es el Dios verdadero”. Y todo el pueblo contestó: “Está bien”.
Elías ahora les dijo a los profetas de Baal: “Elijan un toro joven y prepárenlo ustedes primero, pues ustedes son la mayoría. Entonces invoquen el nombre de su dios. Pero no le vayan a prender fuego”.
Así que ellos agarraron el toro joven que se les dio, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Decían: “¡Oh, Baal, respóndenos!”. Pero no se oyó ni una voz ni nadie que respondiera. Ellos no dejaban de bailar cojeando alrededor del altar que habían hecho.
Como al mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos y a decir: “¡Griten lo más alto que puedan porque, después de todo, es un dios! Tal vez está concentrado en sus pensamientos o se fue a hacer sus necesidades. ¡O quizás está dormido y alguien tiene que despertarlo!”.
Ellos gritaban a todo pulmón y, de acuerdo con sus costumbres, se cortaban con cuchillos y lanzas hasta que la sangre les chorreaba por todo el cuerpo.
Pasó el mediodía y siguieron frenéticos hasta la hora de la ofrenda de grano del atardecer. Pero no se oyó ni una voz ni nadie que respondiera; nadie los escuchaba.
Por fin Elías le dijo a todo el pueblo: “Acérquense a mí”. De modo que todo el pueblo se acercó a él. Entonces reparó el altar de Jehová que había sido demolido.
Con las piedras construyó un altar en honor al nombre de Jehová. Y alrededor del altar hizo una zanja dejando un área lo suficientemente extensa como para sembrar dos seas de semilla.
Después acomodó la leña, descuartizó al toro joven y lo colocó sobre la leña. Y dijo: “Llenen de agua cuatro jarrones y derrámenla sobre la ofrenda quemada y la leña”.
Hacia la horac de presentar la ofrenda de grano del atardecer, el profeta se acercó al altar y dijo: “Oh, Jehová —Dios de Abrahán,d de Isaace y de Israel—,f que hoy se sepa que tú eres Dios en Israel,g que yo soy tu siervo y que he hecho todo esto porque tú me lo dijiste.h
¡Respóndeme, oh, Jehová! Respóndeme para que este pueblo sepa que tú, Jehová,i eres el Dios verdadero y que tú estás haciendo que sus corazones vuelvan a ti”.j
Entonces Elías les dijo: “¡Agarren a los profetas de Baal! ¡Que no escape ni uno!”. Enseguida los agarraron, y Elías los bajó al arroyo de Cisón, donde los mató.
Entonces le dijo a su ayudante: “Sube, por favor, y mira hacia el mar”. Así que subió, miró y le dijo: “No hay nada de nada”. Elías le dijo siete veces: “Vuelve y mira”.
Y a la séptima vez su ayudante le dijo: “¡Mira! Está subiendo desde el mar una nubecita como del tamaño de una mano”. Elías le dijo: “Ve y dile a Acab: ‘¡Prepara tu carro! ¡Baja para que el aguacero no te detenga!’”.
Así que Jezabel mandó un mensajero a decirle a Elías: “¡Que los dioses me castiguen severamente si no hago que mañana a esta hora tú acabes igual que cada uno de ellos!”.
Se adentró en el desierto y caminó durante un día hasta que llegó a una retamat y se sentó debajo de ella. Pidió la muerte diciendo: “¡Basta ya! Ay, Jehová, quítame la vida,u porque no soy mejor que mis antepasados”.
Él respondió: “He demostrado devoción absoluta por Jehová, el Dios de los ejércitos. El pueblo de Israel ha abandonado tu pacto, ha demolido tus altares, ha matado a tus profetas a espada, y yo soy el único que queda. Y ahora quieren quitarme la vida a mí”.
Pero Dios dijo: “Sal y ponte en la montaña delante de Jehová”.q Y resultó que Jehová estaba pasandor por allí. Y un viento fuerte y arrasador partía las montañas y destrozaba los peñascos delante de Jehová,s pero Jehová no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto,t pero Jehová no estaba en el terremoto.
Tan pronto como Elías la oyó, se cubrió la cara con su prenda de vestir oficial,w salió y se paró a la entrada de la cueva. Entonces la voz le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?”.
Él respondió: “He demostrado devoción absoluta por Jehová, el Dios de los ejércitos. El pueblo de Israel ha abandonado tu pacto, ha demolido tus altares, ha matado a tus profetas a espada, y yo soy el único que queda. Y ahora quieren quitarme la vida a mí”.
Así que Elías se fue de allí y encontró a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando la tierra. Tenía 12 pares de toros delante y él iba con el último par. Elías se le acercó y le echó encima su prenda de vestir oficial.
Eliseo dejó atrás los toros, se fue corriendo tras Elías y le dijo: “Por favor, déjame besar a mi padre y a mi madre, y entonces te seguiré”. Él le respondió: “Anda, vuelve. ¿Acaso te lo estoy impidiendo?”.
Así que volvió, se llevó un par de toros y los sacrificó. Usó la madera del arado y el yugo para cocinar la carne de los toros. Luego se la dio a la gente y comieron. Después se fue, siguió a Elías y empezó a servirle.
Más tarde, los mensajeros volvieron y dijeron: “Esto es lo que dice Ben-Hadad: ‘Yo te envié este mensaje: “Me darás tu plata, tu oro, tus esposas y tus hijos”.
Pero mañana como a esta hora te enviaré a mis siervos y ellos registrarán tu casa y las casas de tus siervos. Se van a apoderar de todas tus cosas valiosas y se las van a llevar’”.
Ante eso, el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y dijo: “Fíjense. Miren cómo este hombre está empeñado en causarnos problemas. Ya me exigió mis esposas, mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se lo negué”.
Así que él les dijo a los mensajeros de Ben-Hadad: “Díganle a mi señor el rey: ‘Todo lo que ya le habías pedido a este siervo tuyo lo haré, pero esto no lo puedo hacer’”. Los mensajeros se fueron y le llevaron el mensaje.
Ben-Hadad entonces le mandó decir: “¡Que los dioses me castiguen severamente si en Samaria hay suficiente polvo como para darle un puñado a cada uno de los que están conmigo!”.
Cuando a Ben-Hadad le llegó esta respuesta, él y los reyes estaban bebiendo en sus tiendas. De inmediato les dijo a sus siervos: “¡Prepárense para atacar!”. Así que se prepararon para atacar la ciudad.
Pero un profeta fue adonde el rey Acab de Israel y le dijo: “Esto es lo que dice Jehová: ‘¿Ves a todo este gran ejército? Pues hoy lo entregaré en tus manos, y entonces sabrás que yo soy Jehová’”.
“¿Y por medio de quién?”, le preguntó Acab. El profeta le respondió: “Esto es lo que dice Jehová: ‘Por medio de los ayudantes de los príncipes de las provincias’”. “¿Y quién empezará la batalla?”, preguntó. “¡Tú!”, contestó el profeta.
Los ayudantes de los príncipes de las provincias salieron primero y enseguida Ben-Hadad envió mensajeros, que le informaron esto: “Han salido hombres de Samaria”.
cada uno mató a su oponente. Entonces los sirios huyeron, e Israel los persiguió. Pero el rey Ben-Hadad de Siria escapó a caballo junto con algunos jinetes.
Más tarde, el profeta fue adonde el rey de Israel y le dijo: “Ve, refuérzate y piensa bien lo que vas a hacer, pues a principios del próximo año el rey de Siria subirá a atacarte”.
Los siervos del rey de Siria le dijeron: “El Dios de ellos es un Dios de montañas, y por eso nos ganaron. Pero, si peleamos con ellos en terreno llano, nosotros les ganaremos.
Luego forma un ejército igual al que perdiste, con la misma cantidad de caballos y carros. Luchemos contra ellos en terreno llano, y seguro que les ganamos”. Él escuchó su consejo e hizo justo eso.
La gente de Israel, que también fue reunida y recibió suministros, salió al encuentro de ellos. Cuando acampó enfrente de ellos, la gente de Israel parecía dos rebañitos de cabras, mientras que los sirios llenaban toda la tierra.
Entonces el hombre del Dios verdadero fue adonde estaba el rey de Israel y le dijo: “Esto es lo que dice Jehová: ‘Como los sirios han dicho “Jehová es un Dios de montañas y no un Dios de llanuras”, entregaré a todo este gran ejército en tus manos, y ustedes sin falta sabrán que yo soy Jehová’”.
Se quedaron acampados unos frente a otros durante siete días, y al séptimo día comenzó la batalla. En un día, la gente de Israel derribó a 100.000 soldados sirios de a pie.
El resto huyó a Afec y entró en la ciudad. Pero la muralla se desplomó sobre 27.000 de los hombres que quedaban. Ben-Hadad también huyó y entró en la ciudad, y se escondió en un cuarto interior.
Entonces sus siervos le dijeron: “Mira, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes compasivos. Por favor, deja que nos pongamos tela de saco alrededor de la cintura y sogas alrededor de la cabeza, y déjanos ir adonde el rey de Israel. Tal vez te perdone la vida”.
De modo que se pusieron tela de saco alrededor de la cintura y sogas alrededor de la cabeza, se presentaron ante el rey de Israel y le dijeron: “Tu siervo Ben-Hadad dice: ‘Por favor, perdóname la vida’”. Y él contestó: “¿Todavía está vivo? Es mi hermano”.
Los hombres lo interpretaron como un buen presagio y enseguida le tomaron la palabra. Le respondieron: “Sí, Ben-Hadad es tu hermano”. A lo que él dijo: “Vayan y tráiganlo”. Entonces Ben-Hadad salió adonde estaba él, y Acab hizo que se subiera al carro.
Ben-Hadad ahora le dijo: “Devolveré las ciudades que mi padre le quitó a tu padre, y podrás establecer mercados para ti en Damasco, tal como mi padre lo hizo en Samaria”. Acab contestó: “Si hacemos este acuerdo, te dejaré ir”. Así que hizo un acuerdo con él y lo dejó ir.
Entonces le dijo: “Por no haberle hecho caso a la voz de Jehová, en cuanto te vayas de aquí, te matará un león”. Al irse de allí, apareció un león y lo mató.
Cuando el rey pasó por ahí, el profeta le gritó: “Este siervo tuyo se metió en pleno centro de la batalla, y salió un hombre que traía a otro hombre y dijo: ‘Vigila a este hombre. Si se te escapa, pagarás por su vida con la tuya o, si no, tendrás que pagar un talento de plata’.
Y, mientras este siervo tuyo andaba ocupado de aquí para allá, el hombre desapareció”. El rey de Israel le dijo: “Esa es tu sentencia. Tú mismo la pronunciaste”.
Entonces le dijo al rey: “Esto es lo que dice Jehová: ‘Como dejaste que se te escapara de las manos el hombre que dije que debían matar, pagarás por su vida con la tuya, y tu pueblo pagará por su pueblo’”.
Después de estas cosas, surgió un problema con una viña que pertenecía a Nabot el jezreelita. La viña estaba en Jezreel, cerca del palacio de Acab, el rey de Samaria.
Acab le dijo a Nabot: “Dame tu viña para convertirla en una huerta, porque está cerca de mi casa. A cambio te daré una viña mejor. O, si lo prefieres, te pago su precio en dinero”.
Entonces Acab entró en su casa decaído y de mal humor por la respuesta de Nabot el jezreelita, que le había dicho “No te daré la herencia de mis antepasados”. Luego se acostó en la cama, escondió la cara y no quiso comer.
Él le respondió: “Porque le dije a Nabot el jezreelita ‘Véndeme tu viña. O, si lo prefieres, déjame darte otra viña a cambio’. Pero él dijo ‘No te daré mi viña’”.
Entonces su esposa Jezabel le dijo: “¿Acaso no eres tú el rey, el que gobierna en Israel? Levántate, come algo y anímate. Yo te daré la viña de Nabot el jezreelita”.
Así que ella escribió cartas en nombre de Acab, las selló con el sello de él y se las envió a los ancianos y a los nobles que vivían en la ciudad de Nabot.
Hagan que dos hombres inútiles se sienten enfrente de él y testifiquen contra él diciendo ‘¡Has maldecido a Dios y al rey!’. Después sáquenlo afuera y mátenlo a pedradas”.
Entonces llegaron dos hombres inútiles, se sentaron enfrente de Nabot y empezaron a testificar contra él delante del pueblo. Decían: “¡Nabot ha maldecido a Dios y al rey!”. Después lo sacaron a las afueras de la ciudad y lo mataron a pedradas.
En cuanto Jezabel oyó que habían apedreado a Nabot, le dijo a Acab: “Vamos, apodérate de la viña que Nabot el jezreelita se negó a venderte. Porque Nabot ya no vive. Está muerto”.
Tienes que decirle: ‘Esto es lo que dice Jehová: “¿Has asesinadok a un hombre y también le has quitado su propiedad?”’.l Después dile: ‘Esto es lo que dice Jehová: “En el lugarm donde los perros lamieron la sangre de Nabot, los perros lamerán tu sangre”’”.n
Acab le dijo a Elías: “¡Me encontraste, enemigo mío!”. Él le respondió: “Sí, te encontré. Dios ha dicho: ‘Por haberte empeñado en hacer lo que está mal a los ojos de Jehová,
Haré que tu casa acabe como la casa de Jeroboán hijo de Nebat y como la casa de Baasá hijo de Ahíya, porque me has enfurecido y has hecho pecar a Israel’.
Actuó de una manera sumamente detestable al seguir a los ídolos repugnantes, como habían hecho todos los amorreos, aquellos que Jehová expulsó delante de los israelitas’”.
Tan pronto como Acab oyó estas palabras, se rasgó la ropa y se cubrió el cuerpo con tela de saco. Ayunaba, se acostaba en tela de saco y andaba desanimado.
“¿Has visto cómo se ha humillado Acab por mí? Por haberse humillado ante mí, no traeré la calamidad mientras él viva. Traeré la calamidad a su casa en los días de su hijo”.
Entonces el rey de Israel les dijo a sus siervos: “Saben que Ramot-Galaad nos pertenece, ¿verdad? Y aun así no nos atrevemos a quitársela al rey de Siria”.
Luego le dijo a Jehosafat: “¿Irás conmigo a luchar en Ramot-Galaad?”. Jehosafat le respondió al rey de Israel: “Yo estaré contigo, mi pueblo estará con tu pueblo y mis caballos con tus caballos”.
Así que el rey de Israel juntó a los profetas, como 400 hombres, y les dijo: “¿Voy a la guerra contra Ramot-Galaad, o no?”. Ellos le dijeron: “Sube, que Jehová la entregará en manos del rey”.
El rey de Israel le contestó a Jehosafat: “Todavía queda un hombre por medio de quien podemos consultar a Jehová, pero yo lo odio, porque las cosas que profetiza sobre mí nunca son buenas, solo son malas. Es Micaya hijo de Imlá”. Pero Jehosafat dijo: “El rey no debería hablar así”.
El rey de Israel y Jehosafat, el rey de Judá, estaban en la era a la entrada de la puerta de Samaria, sentados cada cual en su trono y vestidos con ropas reales. Y todos los profetas estaban profetizando delante de ellos.
Entonces Sedequías hijo de Kenaaná se hizo unos cuernos de hierro y dijo: “Esto es lo que dice Jehová: ‘Con estos cuernos embestirás a los sirios hasta exterminarlos’”.
El mensajero que fue a llamar a Micaya le dijo: “Mira que todo lo que dijeron los profetas era bueno para el rey. Por favor, di tú lo mismo que ellos dicen, anuncia algo bueno”.
Entonces se presentó ante el rey, y el rey le preguntó: “Micaya, ¿vamos a la guerra contra Ramot-Galaad, o no?”. Al instante contestó: “Sube, que vencerás. Jehová la entregará en manos del rey”.
Así que él dijo: “Veo a todos los israelitas esparcidos por las montañas, como ovejas sin pastor. Jehová dijo: ‘No tienen amo. Que cada uno vuelva a su casa en paz’”.
Y Micaya dijo: “Escucha ahora las palabras de Jehová. Vi a Jehová sentado en su trono y a todo el ejército de los cielos de pie junto a él, a su derecha y a su izquierda.
Él contestó: ‘Iré y me convertiré en un espíritu engañoso en boca de todos sus profetas’. Así que le dijo: ‘Lo vas a engañar; sí, te va a salir bien. Ve y hazlo’.
Sedequías hijo de Kenaaná se acercó entonces a Micaya, le dio una bofetada y le dijo: “¿Conque el espíritu de Jehová me dejó a mí para hablar contigo? ¿Y por dónde fue?”.
Díganles: ‘Esto es lo que dice el rey: “Metan a este individuo en prisión y denle una ración reducida de pan y de agua hasta que yo vuelva victorioso”’”.
El rey de Israel le dijo a Jehosafat: “Yo me voy a disfrazar para entrar en la batalla, pero tú ponte tus ropas reales”. Así que el rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla.
En cuanto los comandantes de los carros vieron a Jehosafat, se dijeron: “Seguro que es el rey de Israel”. Así que fueron hacia él para atacarlo, y Jehosafat se puso a gritar por ayuda.
Pero un hombre disparó al azar con su arco y le dio al rey de Israel entre las uniones de su coraza. El rey le dijo al conductor de su carro: “Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me han herido gravemente”.
La batalla fue muy intensa todo aquel día. Tuvieron que sostener al rey de pie en el carro de cara a los sirios. La sangre de la herida chorreaba dentro del carro, y él murió al atardecer.
Cuando lavaron el carro de guerra junto al estanque de Samaria, los perros lamieron su sangreh y las prostitutas se bañaron allí, de acuerdo con las palabras que había dichoi Jehová.
En cuanto al resto de la historia de Acab, todo lo que hizo, la casa de marfil que construyó y todas las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Israel.
Él siguió los mismos pasos de su padre Asá; no se desvió de ellos. Hizo lo que estaba bien a los ojos de Jehová. Sin embargo, no se quitaron los lugares altos y la gente seguía haciendo sacrificios y humo de sacrificio en ellos.
En cuanto al resto de la historia de Jehosafat, de sus grandes hazañas y de cómo guerreó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá.
Fue entonces cuando Ocozías hijo de Acab le dijo a Jehosafat: “Deja que mis siervos vayan con tus siervos en los barcos”. Pero Jehosafat le dijo que no.
Entonces Jehosafat descansó con sus antepasados y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David, su antepasado; y su hijo Jehoram se convirtió en el nuevo rey.
Hacía lo que estaba mal a los ojos de Jehová. Siguió los pasos de su padre y su madre, y los de Jeroboán hijo de Nebat, quien había hecho pecar a Israel.